clara en el plano social. La población sigue aumentando vertiginosamente, sobretodo en aquellos países más pobres y más carentes de alimentos. Los países más prósperos parecen haber alcanzado una cierta ventaja con las políticas de planificación familiar que han estancado el crecimiento poblacional, pero que sin embargo no han sido la solución definitiva. La falta de recursos naturales y económicos en algunos países <strong>del</strong> globo ha obligado a millones de personas a emigrar a zonas mejor abastecidas. Asimismo, el tema ecológico, que llamó la atención con fuerza a partir de los setenta, comienza a ser analizado y tomado más en serio a fines <strong>del</strong> milenio. la opinión publica ya se preocupa y asume –aunque con lentitud- que se trata de una cuestión de índole universal. En este sentido, el “capitalismo salvaje”, que no escatima en medios ni consumo de recursos por lograr la tan requerida “ganancia económica”, es uno de los principales causantes <strong>del</strong> deterioro de la calidad de vida <strong>del</strong> planeta por causas ecológicas. El calentamiento global, con el aumento de los niveles de dióxido de carbono, sobre todo por los países desarrollados, la desforestación, la extinción de especies de flora y fauna, la contaminación de las aguas y de la atmósfera, son sólo algunos ejemplos de lo que el “Progreso” le está haciendo a la Tierra. Lamentablemente, la conciencia ecológica en los grupos económicos parece no ser tan elocuente a fines <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong>. a fines <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong> un nuevo concepto se introdujo con fuerza, el <strong>del</strong> “desarrollo sustentable”, que no es más que un intento por equilibrar la humanidad, los recursos renovables que consume, y las consecuencias que sus acciones provocan en el medio ambiente. Una idea que puede ser el comienzo de la solución de los problemas futuros <strong>del</strong> hombre, una idea sin embargo, que es incompatible con un sistema económico que apunta a la “búsqueda ilimitada de beneficios económicos sin importar el cómo”. Economía de la Desigualdad: Según <strong>Hobsbawm</strong>, la brecha entre los ricos y pobres se siguió ensanchando en el mundo de finales <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong>. El capitalismo vive un inusitado auge, producido principalmente por el colapso de la Unión Soviética y <strong>del</strong> ideal socialista, pero en su renovación ha desarrollado un carácter que propende a la desigualdad como factor de desarrollo. El auge <strong>del</strong> neoliberalismo económico ha traído riqueza a algunos países, “La edad de oro”, pero también, ha aumentado y hecho más pobre a un porcentaje mucho mayor. El desempleo, y el empleo precario, ocasionados por la necesidad de los capitalistas de bajar los costos de producción y de mano de obra, se han convertido en fenómenos demasiado comunes no sólo en los países subdesarrollados, sino también en las otroras “Grandes Potencias” (Alemania, Gran Bretaña, Francia). Para <strong>Hobsbawm</strong>, el principal problema que debe enfrentar el mundo, no es cómo multiplicar la riqueza de las naciones, sino cómo distribuirla equitativamente en beneficio de sus habitantes. Y ése debería ser el gran tema <strong>del</strong> nuevo milenio: “La distribución social, y no el crecimiento”. Democracia, Desidia Política y Medios de Comunicación: En este punto, nuevamente el rol de la potencia hegemónica se hace notorio. Estados Unidos ha sido capaz de manipular a los organismos internacionales, supuestamente imparciales, que tenían como objetivo apoyar a los países más desarraigados. El FMI o el Banco Mundial, han sido eficazmente utilizados por Estados Unidos, para propagar su ideología y economía, sobretodo en las naciones más pobres que recurren a ellos por apoyo económico. En otro aspecto, el a<strong>del</strong>anto tecnológico trajo consigo la masificación de los medios de comunicación. Herramientas fundamentales para la difusión de doctrinas, pero también para pulsar el actuar de los políticos. La opinión pública surge como elemento decidor a la hora de establecer programas de gobierno, pero es también fuertemente manipulada, porque su voto representa el pensamiento o la creencia popular. Este panorama hizo que a fines de siglo, un gran número de ciudadanos se haya defraudado de la política, dejando tales asuntos fuera de su incumbencia, en manos de “la clase política”. Para muchos, el proceso político pasó a ser irrelevante, y empezaron a adquirir inusitada importancia las actividades que provocaban placeres momentáneos y escapatoria, como los espectáculos, el consumo, las actividades deportivas, y por supuesto, las drogas. La idea de partidos de masa, como en la primera mitad <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong>, era en este periodo, impracticable.
Laura Avila lauracademia@ciudad.com.ar