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Vandenberg - El secreto de los oráculos [pdf] - UHP

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Philip <strong>Van<strong>de</strong>nberg</strong> E l s e c r e t o d e l o s o r á c u l o s<br />

en la costa <strong>de</strong>l Epiro inducen a pensar que <strong>los</strong> micenios llegaron a las regiones costeras <strong>de</strong>l<br />

Adriático hacia el final <strong>de</strong> su civilización, pero que no penetraron en el interior <strong>de</strong>l país. En Dodona<br />

sólo se han encontrado dos espadas, una daga <strong>de</strong> bronce y una espada ancha <strong>de</strong> hierro. De ello se<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>ducir que algunos viajantes <strong>de</strong> comercio llevaban ocasionalmente armas hacia el lejano<br />

noroeste <strong>de</strong>l país, o que uno o dos guerreros micénicos se dirigieron a Dodona para hacerle una<br />

ofrenda al dios <strong>de</strong> la guerra».<br />

Cuando Zeus aún estaba en la encina<br />

Ese dios <strong>de</strong> la guerra no era otro que el gran Zeus, al que en estas montañas se rendía un culto único<br />

en todo el país y que, por este preciso motivo, resultaba impresionante: según contaban <strong>los</strong><br />

habitantes <strong>de</strong> Dodona, Zeus estaba sentado en una enorme encina sagrada que crecía en medio <strong>de</strong> su<br />

santuario. <strong>El</strong> origen <strong>de</strong> este culto resi<strong>de</strong> probablemente en <strong>los</strong> rayos que atraía sobre todo aquella<br />

encina (la sabiduría popular recomienda evitar las encinas en caso <strong>de</strong> tormenta).<br />

<strong>El</strong> culto al árbol <strong>de</strong>sempeña un papel muy importante en la cultura minoica, pero a pesar <strong>de</strong> ello,<br />

no se pue<strong>de</strong>n establecer relaciones entre Creta y Dodona. <strong>El</strong> profesor Parke ha <strong>de</strong>scubierto una<br />

relación mucho más interesante. Dice que «la encina <strong>de</strong> Dodona no está tan asociada con otros<br />

cultos <strong>de</strong> Grecia como con algunos <strong>de</strong> Italia y, más aún, con <strong>los</strong> <strong>de</strong> países tan lejanos como <strong>los</strong> <strong>de</strong>l<br />

norte <strong>de</strong> Europa —<strong>los</strong> <strong>de</strong> la Germania pagana, por ejemplo— don<strong>de</strong> el dios indoeuropeo <strong>de</strong>l cielo<br />

fue venerado en algunos lugares en una encina santa».<br />

De hecho, existen paralelismos sorpren<strong>de</strong>ntes, sobre todo en el caso <strong>de</strong> <strong>los</strong> legendarios se<strong>los</strong>,<br />

aquel<strong>los</strong> sacerdotes excesivamente ascéticos que vivían en las montañas. Les estaba prohibido<br />

lavarse <strong>los</strong> pies y <strong>de</strong>bían dormir en el suelo, y sus costumbres eran similares a las <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes<br />

germánicos, que dormían tres días en el suelo hasta que podían presentarse ante su dios. En tiempos<br />

<strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Troya, estos setos aún <strong>de</strong>bían existir, pues en la Ilíada se encuentra el siguiente<br />

pasaje:<br />

«Júpiter soberano, dodoneo, pelásgico, que vives lejos y reinas en Dodona, <strong>de</strong> frío invierno, don<strong>de</strong><br />

moran <strong>los</strong> setos, tus intérpretes, que no se lavan <strong>los</strong> pies y duermen en el suelo! Escuchaste mis palabras<br />

cuando te invoqué, y para honrarme oprimiste duramente al pueblo aqueo. Pues ahora, cúmpleme este<br />

voto...»<br />

(XVI, 233-238)<br />

Aún ahora, <strong>los</strong> se<strong>los</strong> homéricos siguen planteando problemas a <strong>los</strong> historiadores. Sus costumbres<br />

son tan <strong>de</strong>sconocidas e in<strong>de</strong>scifrables como su origen. el que sólo fueran <strong>de</strong>scalzos no resulta tan<br />

sorpren<strong>de</strong>nte, pues por aquella época Dodona estaba habitada únicamente en verano. En cambio, se<br />

saben algunas cosas sobre sus predicciones: <strong>los</strong> se<strong>los</strong> escuchaban el susurro <strong>de</strong> la encina sagrada y<br />

creían po<strong>de</strong>r distinguir voces. Una pregunta planteada con voz fuerte en dirección contraria a la <strong>de</strong>l<br />

viento encontraba respuesta en <strong>los</strong> susurros, el roce y el crepitar <strong>de</strong> las hojas <strong>de</strong> la encina. Incluso el<br />

visitante actual <strong>de</strong> Dodona lo sigue oyendo, pues casi siempre sopla un viento frío que irrumpe en el<br />

silencio <strong>de</strong>l valle.<br />

Pero a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>los</strong> se<strong>los</strong>, en la antigua Dodona también operaban profetisas. Heródoto, Píndaro<br />

y otros escritores <strong>de</strong> la antigüedad afirman que, en todo momento, habían sido tres. Sin embargo, las<br />

relaciones que se pue<strong>de</strong>n establecer entre estos cultos y <strong>los</strong> germánicos e indios parecen puramente<br />

casuales. «Los paralelismos <strong>de</strong> Dodona con <strong>los</strong> cultos itálicos, noreuropeos e indios —afirma<br />

Herbert W. Parke— se <strong>de</strong>ben menos al oráculo que a lo universal <strong>de</strong>l culto que <strong>los</strong> humanos rin<strong>de</strong>n<br />

a <strong>los</strong> dioses. Las similitu<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n explicarse por su gran antigüedad, que se remonta a <strong>los</strong><br />

indoeuropeos, quienes extendieron esas prácticas por las regiones en las que se instalaron.»<br />

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