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BIOGRAFIAS LLANERAS<br />

NELSON MONTIEL. MSc.<br />

¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬<br />

JOSE MANUEL BRICEÑO GUERRERO:<br />

José Manuel Briceño Guerrero o Jonuel Brigue, filósofo, escritor,<br />

Kabalista, políglota, maneja dieciocho idiomas entre ellos: inglés, francés,<br />

alemán, Italiano, latín, hebreo, griego. Nació en Palmarito, Apure, el seis<br />

de marzo de 1929. Por el lado paterno esta ligado a Trujillo y por el<br />

materno a los llanos. Su infancia la pasó a las orillas del río Apure, de la<br />

margen izquierda en Palmarito y en la margen derecha en Puerto Nutrias.<br />

Estudió en la Escuela Federal Graduada Carlos Soublette de Barinas. Sus<br />

amigos de infancia lo recuerdan como un muchacho intro<strong>ver</strong>tido,<br />

impecablemente vestido de casimir, con estampa de pastor evangélico y<br />

con extraordinarias dotes <strong>para</strong> las lenguas extrañas. En 1943, a los catorce<br />

años escribe su primer texto titulado: “Querer es poder” que lo recoge la<br />

Revista Senderos, órgano divulgativo de la Escuela: (Incluir texto).<br />

En 1943, la familia se muda a Maracay donde culmina su sexto<br />

grado y comienza sus estudios de bachillerato, luego se traslada a<br />

Barquisimeto e ingresa al liceo Lisandro Alvarado, donde recibe su título<br />

de bachiller. Ingresó a la Uni<strong>ver</strong>sidad Central de Venezuela a la Facultad<br />

de Medicina, pero la uni<strong>ver</strong>sidad fue intervenida en 1948, ante esta<br />

eventualidad optó por estudiar Idiomas en el Pedagógico de Caracas. Al<br />

finalizar su carrera ganó una beca <strong>para</strong> Chicago. Regresó a Venezuela y dio<br />

clases en el liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto y Pedro Gual de<br />

Valencia. Después comenzó su deambular por las ciudades europeas. Su<br />

primer destino París. Allí estudió en La Sorbonne, donde comenzó<br />

estudiando filosofía, pero culminó recibiendo un Diploma de Civilización<br />

Francesa. En septiembre de 1956 se trasladó a Austria y estudió Filosofía<br />

en la Uni<strong>ver</strong>sidad de Viena. En esta uni<strong>ver</strong>sidad estudió Filología Pura y<br />

Filosofía Clásica. Llegó a ingresar al cuerpo docente de esa uni<strong>ver</strong>sidad. En<br />

1961 retorna a Venezuela e ingresa como personal docente en la<br />

Uni<strong>ver</strong>sidad de Los Andes en la cátedra de Griego, Filosofía e Historia de<br />

Ideas en América, labor que hasta este momento realiza de manera<br />

ininterrumpida. Esta actividad académica la combina con una permanencia


anual de tres meses Francia que le concedió el Ministerio de Cultura en<br />

reconocimiento a sus aportes al conocimiento uni<strong>ver</strong>sal.<br />

Ade<strong>más</strong> de las actividades propiamente académicas Briceño<br />

Guerrero, dedica gran parte de su tiempo a formar una Escuela de iniciados<br />

en la Kábala, en sus cátedras se lee La Torah en Hebreo, los clásicos<br />

Griegos e Italianos en su propias lenguas.<br />

Ha sido uno de los pensadores llaneros que ha profundizado sobre<br />

los componentes discursivos, las voces que habitan a los latinoamericanos<br />

partiendo de la historia de las ideas, la observación del devenir político y el<br />

examen de la creatividad artística y el lenguaje.<br />

Según Briceño Guerrero, tres discursos de fondo habitan al ser<br />

latinoamericano. Estos discursos se manifiestan con diferente intensidad<br />

según los estratos sociales, los lugares los niveles del psiquismo las edades<br />

y los momentos del día.<br />

DISCURSO EUROPEO SEGUNDO: Gobierna las declaraciones<br />

oficiales, pensamientos y palabras que expresan concepciones sobre el<br />

uni<strong>ver</strong>so y la sociedad, proyectos de gobiernos de mandatarios y partidos,<br />

doctrinas y programas revolucionarios.<br />

DISCURSO MANTUANO: Gobierna sobre todo la conducta<br />

individual y las relaciones de filiación, así como el sentido de dignidad,<br />

honor, orgullo, grandeza y felicidad.<br />

DISCURSO SALVAJE: Se asienta en la <strong>más</strong> intima afectividad y<br />

relativiza a los otros dos, poniéndose de manifiesto en el sentido del humor,<br />

la embriaguez y un cierto desprecio secreto por todo lo que se piensa, se<br />

dice y se hace.<br />

Estos tres discursos se interpenetran, se <strong>para</strong>sitan, se obstaculizan<br />

mutuamente en un combate trágico donde no existe la victoria. Ninguno<br />

predomina sobre otro. Ante este combate el hombre latinoamericano no<br />

logra tomar conciencia de su ser. Los investigadores y pensadores y<br />

pensadores de latinoamérica o bien se identifican con la Europa Segunda o<br />

se desgastan en actividades políticas dominadas por el Discurso mantuano<br />

o bien ceden al discurso poético <strong>ver</strong>balista del Discurso Salvaje.<br />

Ante este combate los latinoamericanos no logran tomar conciencia<br />

de su ser tríplice, asumir su heterogeneidad.


EL ARTE COMO UTOPIA. El arte, a juicio del autor, es la Utopía<br />

en la cual los latinoamericanos pueden hallar la esperanza de superar su<br />

tragedia. En ella cada uno puede encontrarse a sí mismo y comunicarse con<br />

los de<strong>más</strong>, en niveles que no están limitados por las determinaciones,<br />

culturales sensoriales y <strong>ver</strong>bales. El arte exige a cada persona que ponga<br />

en acto su posibilidad creativa y recreadora.<br />

OBRAS PUBLICADAS DE JOSE MANUEL BRICEÑO<br />

GUERRERO.<br />

1962. ¿ Que es la Filosofía. Mérida. Uni<strong>ver</strong>sidad de Los Andes.<br />

1965. Dóulos Oukóon. Caracas. Arte.<br />

1966. América Latina en el Mundo.Caracas. Arte.<br />

1967. Triandáfila.Caracas. Arte.<br />

1977. La Identificación de América Latina con la Europa Segunda. Mérida.<br />

Uni<strong>ver</strong>sidad de Los Andes.<br />

1980. El Discurso Salvaje.Caracas. Fundarte.<br />

1981. Europa y América en el pensar mantuano. Caracas. Monte Avila.<br />

1984. Holadios. Caracas. Fundarte.<br />

1987. Amor y Terror de las palabras.Caracas. Mandorla.<br />

1990. El Pequeño Arquitecto del uni<strong>ver</strong>so. Caracas. Alfadil.<br />

1992. Anfisbena. La Culebra Ciega. Caracas. Greca.<br />

1994. El Laberinto de los tres minotauros. Caracas. Monte Avila.<br />

1996 El Diario de San Jorge.( Diarios de Francia )<br />

1998. Esa Llanura temblorosa. Caracas. Oscar Editores.( Diarios de<br />

Francia)<br />

1999. Los matices de Matisse. (Diarios de Francia).<br />

ESTUDIOS SOBRE BRICEÑO GUERRERO<br />

Rodríguez Lorenzo, Miguel. La Mudanza del tiempo a la palabra.<br />

( Latinoamérica en el pensamiento de J. M. Briceño Guerrero. Mérida.<br />

ULA. 1966.<br />

Ramis , Pompeyo. José Manuel Briceño Guerrero. En veinte filósofos<br />

venezolanos. Mérida. Edic. ULA. 1978.<br />

Albornoz, Hernan. Briceño Guerrero, José Manuel. En Diccionario de<br />

Filosofía. Valencia. Vadell Hermanos.


ANFISBENA.<br />

Culebra Ciega<br />

JONUEL BRIGUE.<br />

5<br />

Fue a los siete años. Fue en la Ciudad de Nutrias. Se llamaba Elisa.<br />

Hija del médico francés que vivió con su familia y trabajó allí algunos<br />

años. Aunque la escuela de varones y de hembras estaban se<strong>para</strong>das, yo<br />

conocía niñas: mis hermanas y mis amiguitas; jugaba y peleaba con ellas<br />

normalmente. Pero Elisa fue diferente. Cuando vino a mi casa de visita por<br />

primera vez, yo me escondí entre las ramas de un totumo mientras todos los<br />

de<strong>más</strong> niños jugaban en el patio, y permanecí escondido a un cuando<br />

repartieron la merienda. De vez en cuando se<strong>para</strong>ba las hojas <strong>para</strong> mirarla:<br />

era como un trompo cuando se baila en la uña; era como una chupita<br />

cuando se detiene en vuelo, el pico en una flor, con las alas casi invisibles,<br />

vibrando; era como la palmeta del maestro un segundo antes de llegar a la<br />

mano. Tenía dos clinejas largas y ojos muy grandes.<br />

Cuando yo fui a su casa de visita por primera vez con toda mi<br />

familia, a los niños nos dieron <strong>para</strong> hojear grandes libros de anatomía con<br />

ilustraciones a color en casi todas las páginas. Yo no alcé los ojos ni una<br />

sola vez <strong>para</strong> mirarla, me concentré en las láminas tan parecidas a las<br />

carnes de la pesa. Me sentí como en la misa cuando tocan la aguda<br />

campañilla en el momento <strong>más</strong> solemne y toda la feligresía se persigna y se<br />

arrodilla ante el santísimo con la cabeza baja mirando el suelo o cerrando<br />

los ojos. Me sentí como cuando van a entregar la boleta de calificaciones al<br />

fin de la semana. Me sentí como cuando, en los novenarios, voces de<br />

soprano cantan las letanías. Turris aburnea, stella matutina, virgo potens,<br />

virgo veneranda, virgo praedicanda, ianua caeli. Für Elise. No vayas a misa<br />

Elisa porque el sacristán.<br />

Al día siguiente, lunes por la mañana, en la escuela no puse atención<br />

a la clase. Escribí en mi cuaderno muchas veces Elisa, Asile, Liesa, Elasi,<br />

Siale, Selia, Alesi, Silea, Lasie, Salei, Ilesa, Ilase, Isael, Iseal, Leisa, Lisea,<br />

Alise, Eisal, Eilas, Aisle, Aesil, Ailes, Isela, Isale, Lesia, Laise, Ileas, Elais.<br />

En esa magia estaba cuando el hermano de ella, mayor que yo, sentado a<br />

mi lado, se dio cuenta de mi juego y se encolerizó. Con el nombre de mi<br />

hermana no se juega. Me rompió el cuaderno y me reventó la boca de un<br />

pescozón. Oscuramente comprendí que era castigado con razón: había<br />

incurrido en una profanación. No me defendí, no me importó pasar por


cobarde, ni protesté cuando el maestro nos arrodilló a los dos por igual con<br />

la cara <strong>para</strong> la pared. Esperé que el sabor de la sangre me redimiera.<br />

Por la tarde, escribí en lo que me quedaba en el cuaderno roto<br />

melissa, eleison, delicia, selasi, asilo, alicia, luisa, elizabet, sílaba,, alísame<br />

la camisa, la misa, la misia, isolda, salesiano, alesia, saldado, saldaña,<br />

elisondo, hélice, isilio, sicilio, alida, lutecia, isabel, cálida, elisia, elisea,<br />

elixir, elisana, exilio.<br />

A dos leguas de Nutrias, llano adentro, dos muchachos estaban<br />

bajando corozos cuando vieron un resplandor deslumbrante y en el medio<br />

del resplandor una niña. Bajaron la cabeza, cerraron los ojos y se los<br />

frotaron; cuando volvieron a mirar, la niña deslumbrante había<br />

desaparecido. En Fátima dos pastorcilllos. En Lourdes. En Guanare. Cerca<br />

de Acarigua. Entre Barquisimeto y Quibor, en un lugar donde se espantan<br />

las mulas y donde se encuentran olicores en Semana Santa, dos niños, en<br />

los tiempos de Cipriano castro, vieron una zarza que ardía sin quemarse y<br />

una voz de niña les dijo que cuando estuvieran grandes fueran a la montaña<br />

sagrada de Sorte. A cazar va el caballero, a cazar como solía; los perros<br />

lleva cansados, el falcón perdido había, arrimárase a un roble, alto es a<br />

maravilla. En una rama <strong>más</strong> viera estar una infantina; cabellos de su cabeza<br />

todo el roble cobrían. La pieta, una niña, sostiene en sus débiles brazos el<br />

cadá<strong>ver</strong> de su nieto, muerto a los treinta y tres años. Moisés descálzate,<br />

pisas tierra sagrada. Me llamo Soyquiensoy, nadie pude <strong>ver</strong>me y no morir.<br />

Yo te vi pero de lejos, Elisa, de cerca desvié la mirada ¿me libraré<br />

del destino de Semele? No te espantes caballero, ni tengas tamaña grima.<br />

No pronunciarás ni escribirás su santo nombre en vano. Las<br />

consecuencias son siempre inevitables, graves impredecibles. Más aún si<br />

permutas los fonemas y grafemas, y aun <strong>más</strong> si agregas otros <strong>para</strong><br />

disimular. Pero ten valor, atrévete: el Reino de los Cielos se hace fuerte y<br />

solo los valientes lo arrebatan. No mueras de prudencia.<br />

Yo pronuncié tu nombre, Elisa, y lo escribí, y permuté sus letras, y lo<br />

contaminé con otras, disimulando. ¿Podrás perdonarme? No entré en el<br />

Reino de los Cielos y sí me han ocurrido cosas graves que no podía<br />

predecir.<br />

Ciertamente tu nombre ya estaba escondido en muchos otros<br />

nombres; yo no hice <strong>más</strong> que descubrirlo, y no me fue difícil porque<br />

esplendía. Esplendía tanto que podía iluminar todas las palabras. Pero, ¿es


ese en <strong>ver</strong>dad tu nombre o es un nombre postizo <strong>para</strong> esconder un nombre<br />

prohibido? ¿Son todos los nombres variantes de su nombre prohibido,<br />

florescencia de nombre impronunciable?<br />

Inventé también ciertamente; pero recomponiendo elementos ya<br />

dados. ¿hay culpa en activar una combinatoria potencial? En todo caso ¿por<br />

qué me puse a eso? Esperéisme vos, señora, hasta mañana aquel día, iré yo<br />

tomar consejo de una madre que tenía.<br />

Cierta incertidumbre revoloteaba en torno a la primera, majestuosa<br />

eclosión de tu presencia, Elisa, y me desviaba hacia sombras confusas.<br />

Derecho, culpa, castigo, interrogación. Rosa estás enferma;el gusano<br />

invisible que vuela en la noche, en la rugiente tempestad, ha encontrado tu<br />

cama de quermes y su amor secreto destruye tu vida. ¿Puedo transmutar en<br />

comprensión el sufrimiento de la duda o es estéril todo sufrimiento? ¡Oh<br />

mal haya el caballero que sola deja la niña!


JOSE LEON TAPIA.<br />

Nació en Barinas el 18 de febrero de 1928. Médico, escritor e<br />

historiador. Estudio en la Escuela Federal Graduada Soublette de Barinas y<br />

Medicina en la Uni<strong>ver</strong>sidad Central de Venezuela. Con<strong>ver</strong>sador de <strong>ver</strong>bo<br />

suelto, memorialista de lo llanero, convirtió a Barinas y al llano venezolano<br />

en su espacio vital <strong>para</strong> la creación literaria. De Barinas: las casas, el<br />

pueblo y su historia. Del llano: sus héroes anónimos, su cultura levantisca y<br />

sus tradiciones. Dice de él Luis Alberto Crespo: “El mismo hombre, no<br />

sería del todo quien es si se borrara su escritura: tanta ha sido de sí su<br />

a<strong>ver</strong>iguación en los estepario con el que alienta su corazón y su<br />

pensamiento”.<br />

Su primera novela Por aquí pasó Zamora, es la historia del héroe de<br />

la revolución federal, la esperanza de redención de la Venezuela frustrada<br />

en la independencia. Tapia recorrió los campos de batalla, las trincheras,<br />

los recuerdos en Santa Inés <strong>para</strong> narrar esta epopeya popular de mediados<br />

del siglo XIX, que culmina con un balazo anónimo en San Carlos de<br />

Austria que cegó la vida del caudillo que pregonaba “el horror a la<br />

oligarquía” “tierras <strong>para</strong> el soberano” y “hombres libres”. Esta novela data<br />

de 1972. Pero el ejercicio con Zamora no culmina allí, Tapia se convierte<br />

en Zamora<br />

y recrea una nueva novela titulada: “ Ezequiel Zamora a la espera del<br />

amanecer”, donde nos narra el último amanecer del caudillo federal a<br />

orillas del río Tirgua en Cojedes, sus preságios, los planes después de<br />

cruzar la línea de Cojedes que lo llevaría definitivamente al poder, pero que<br />

finalmente lo llevó a la muerte.<br />

En 1974, escribe Maisanta: El último hombre a caballo, donde narra<br />

la historia de Pedro Pérez Delgado, quien se enfrentó a la tiranía gomecista<br />

a comienzos del siglo XX. Maisanta reclutó por ríos y sabanas a las<br />

mesnadas llaneras hasta formar un pequeño ejército que le permitió<br />

desafiar la tiranía de aquella época. “ Yo no tengo la culpa, que ese libro<br />

mío haya despertado las ansias de redención de un teniente coronel,<br />

bisnieto de Maisanta que llegó a la presidencia de la República”.<br />

En 1977, escribe Tierra de Marqueses, según los críticos una de sus<br />

obras mejor logradas. Esta novela está dedicada a Barinas,” la que nació en<br />

1577 en la meseta airosa de Altamira de Cáceres...A la tierra de<br />

encomenderos, de los grandes señores que entregaron su fortuna y su<br />

sangre por la libertad de la patria”. Según José Vicente Rangel: “ Tapia es


un fabulador de las leyendas llaneras. Es no sólo el recopilador de cuentos<br />

contados por la gente del pueblo, sino su hacedor. El hombre capaz de<br />

transformar la anécdota intrascendente en profética expresión colectiva”.<br />

En 1980 escribe La Música de las Charnelas, desde José León mira<br />

con nostalgia lo que fue su centro del mundo cuando niño, Banco Alegre,<br />

es Luis Alfonso Tapia, su padre, las sabanas comunales, el relincho de un<br />

potro, el lento regreso del ganado pueblero en las tardes barinesas, las<br />

cabalgatas con Pablo Flores amansador de caballos de Banco Alegre. Al<br />

respecto dice Luis Alberto Crespo: “ Por cualquier recuerdo en la memoria<br />

de José León Tapia se escucha el hombre jinete que fuera padre y metáfora<br />

a la vez afrontando la Venezuela petrolera y bancaria del latifundio con su<br />

sueño libertario que tenía el tamaño de esa eternidad tendida bajo el filo de<br />

Banco Alegre”.<br />

En 1987 escribe Viento de Huracán, novela que se desarrolla en un<br />

pueblo del llano entre recuerdos de antepasados guerreros y la llegada de<br />

las compañías petroleras. Frente a las costumbres propias, se incorpora la<br />

violencia de esa nueva sociedad en donde los personajes toman vida en el<br />

bullicio de los campamentos y en las tabernas asfixiantes de humo.<br />

En 1991 escribe Los Vencidos, donde José León Tapia nos muestra<br />

un llano tradicional lleno de encanto y belleza y el llano actual donde se<br />

terminaron los mitos y se agotaron las leyendas. El lamento de los llaneros<br />

de antaño al <strong>ver</strong> como desapareció su paisaje y su vida primitiva, en un<br />

entorno donde ellos no tienen cabida. La trashumancia de los despojados<br />

hacia las fronteras, donde continúan sus luchas los vencidos, tal como lo<br />

han hecho siempre.<br />

José León Tapia, no <strong>para</strong> de escribir, suele decir en sus<br />

intervenciones orales: “ Si no escribo me reviento”. Es así como cada año<br />

hace nuevas entregas, que giran sobre su mundo: Barinas y el Llano.<br />

OBRAS PUBLICADAS POR JOSE LEON TAPIA<br />

1970. Barinas y su medicina en tiempo pasado y presente. Edit. Imprenta<br />

del Estado Barinas.<br />

1972. Por aquí pasó Zamora. Barinas. Edit. Concejo Municipal de Barinas.<br />

1974. Maisanta: El último hombre a caballo. Caracas. Publicaciones Centro<br />

Editor.<br />

1977. Tierra de Marqueses. Caracas. Edit. Centauro.


1979. El Tigre de Guaitó. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1980. La música de las Charnelas. Caracas. Edic. Centauro.<br />

1985. La Casa de los Pulido. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1985. La Heredad. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1986. Una Visión de la medicina. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1987. Viento de Huracán. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1989. Obras de José León Tapia. III. Volúmenes. Edit. Centauro.<br />

1991. Los Vencidos. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1992. Los años del olvido; Cuando se alarga la esperanza.<br />

1992. La Saga de los Pulido. Caracas. Academia Nacional de la Historia.<br />

1993. El Compromiso del ser médico.Caracas. Edit. Centauro.<br />

1993. Ezequiel Zamora a la espera del amanecer. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1995. En el país de la memoria. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1996. Retazos del olvido: relatos de vida y muerte. Caracas. Edit. Centauro.<br />

1997. Eberhard Sauerteig, de Alemania a la llanura, siempre. Caracas.<br />

Imprenta Nacional.<br />

1997. Rafael Octavio Jiménez: General de ilusiones. Caracas. Edic.Micabú.<br />

ESTUDIOS SOBRE JOSE LEON TAPIA<br />

ARAUJO, Orlando. Entre Zamora y Maisanta. En José León Tapia. Obras.<br />

Edit. Centauro.1990.<br />

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­.Narrativa Venezolana Contemporánea. Caracas. Edit.<br />

Tiempo Nuevo. 1972.<br />

LISCANO, Juan. Panorama de la literatura venezolana. Actual.


BAJO EL SOL DE LOS SIGLOS<br />

CAPÍTULO I.<br />

JOSE LEÓN TAPIA<br />

Siglos que se hacen milenarios, antes de que comenzara la memoria a<br />

recordarlos.<br />

Memoria reciente desde 1557,cuando bajaron de la montaña los<br />

hombres barbados de blanca piel, ansiosos de tierra fértil, oro y<br />

riquezas inconmensurables.<br />

Desde allá comenzó el mestizaje de sangre, ideas y tradiciones,<br />

mitos y leyendas de dos mundos que se toparon de pronto.<br />

Indios, negros esclavos y realidades de España, <strong>para</strong> formar un solo<br />

pueblo.<br />

Aquí hemos permanecido durante centurias, buscándonos a<br />

nosotros mismos, sin encontrarnos nunca.<br />

Desde cuando fuimos dominados por la espada y la cruz<br />

conquistadora cambiando, desde entonces, todo lo que habíamos<br />

sido durante tiempos ignotos.<br />

Miles de antepasados aborígenes de hermosas mujeres, vientres de<br />

nuestras abuelas que con su sensualidad fascinaron el alma<br />

concupiscente de los hispánicos.<br />

De allí venimos y aquí continuamos, con la inquietud perenne de<br />

saber quiénes somos. Porque antes de la llegada de España, existían<br />

siglos de memoria perdida.<br />

La poca memoria que tenemos, es reciente, no llega a los quinientos<br />

años y ese vacío milenario, es la causa de la inquietud alucinante<br />

que nos desvela.<br />

Yo así lo he entendido siempre y por eso he vivido encontrándome<br />

a mí mismo, en el fondo reminiscente de esta legendaria ciudad de


Venezuela. Vagas referencias en apolillados legajos, remembranzas<br />

<strong>más</strong> recientes en la palabra de los ancianos.<br />

De los legajos, visiones muy lejanas de los vencedores. La indiada<br />

asombrada, escondida entre los matorrales, al <strong>ver</strong> aquellos extraños<br />

seres montados a caballo, como si fueran un solo cuerpo el hombre<br />

y el caballo.<br />

Casco de acero sobre las cabezas, jubones multicolores cubriendo<br />

sus pechos y botas amarillas de becerro. Espadas relucientes en sus<br />

cintos y palos tronadores en las manos.<br />

Por eso vencieron siempre a los pobladores deslumbrados,<br />

temerosos, armados de macanas y flechas voladores que se detenían<br />

como por arte de magia, en las corazas aceradas de las armaduras<br />

castellanas. Y al tronar los arcabuces, era como si tronara el cielo<br />

con la voz enfurecida de los Dioses. Anunciando nuevas épocas<br />

<strong>para</strong> aquellas tribus cazadoras, ingenuas, vírgenes de maldad,<br />

herederas de las que hacía milenios, cruzaron el puente de hielo<br />

sobre el Estrecho de Behering.<br />

Vieron ese día apearse de su caballo castaño oscuro, al Capitán<br />

Andrés Varela, descubriéndoles que caballo y hombre no eran un<br />

solo cuerpo y de una vez, el poder de España, al batir su espada<br />

sobre un árbol solitario, anunciando la posesión de la tierra en<br />

nombre del emperador Carlos Primero.<br />

Pero lo que <strong>más</strong> les llamó la atención fue unos hombres de barba de<br />

maíz, cabezas rapadas y mantos morados que con gestos solemnes,<br />

una cruz de plata en la mano y un rosario cuentas de jade colgado al<br />

cuello, bendecían en alta voz e imprecaban arrepentimiento a los<br />

indios prisioneros, agrupados y asustados en el cal<strong>ver</strong>o de selva.<br />

Arrepentimiento por adorar deidades de barro cocido que en<br />

montones rojizos eran destrozadas por la soldadesca.<br />

Era una mañana de un 30 de Junio de 1557.<br />

Ese fue el primer encuentro con los vencedores, bajo el dominio de<br />

las armas y la oración de Cristo <strong>para</strong> tantos infieles desarrapados,<br />

semidesnudos, silenciosos, trajeados con guayucos de palmeras


entretejidas. Y poco después, la encomienda de cada encomendero,<br />

el rezo del catecismo y el trabajo esclavo de los encomendados.<br />

Ese día llegó también la muerte de Europa, que en su aliento<br />

trajeron los conquistadores. Las pústulas de puntos negros y fiebre<br />

interminable, que deformaba el rostro de quien no moría entre<br />

gritos y súplicas.<br />

La Viruela Maligna, arrasadora de poblaciones enteras sin defensas<br />

orgánicas, aliada inclemente de la dominación por el exterminio,<br />

hasta de las tribus <strong>más</strong> rebeldes.<br />

Y al mismo tiempo, el poder de convicción iniciado, en la iglesia<br />

construida en Altamira de Cáceres, tierra de los Barinas.<br />

Una sola nave, paredes de tierra pisada techumbre de palma real,<br />

<strong>para</strong> adorar a Dios con los ornamentos que trajo de Mérida, Amador<br />

Tapia, el primer Alcalde Mayor, Capitán de los reales ejércitos de<br />

su Majestad Imperial.<br />

Dorada sobrepelliz, cura capuchino andaluz, cáliz de oro macizo y<br />

bendición con custodia pespuntada de esmeraldas, regalo de<br />

Francisco de Cáceres, financiador de la expedición desde el Valle<br />

del Espíritu Santo, en agradecimiento por llevar su nombre la<br />

ciudad naciente de su triunfo colonizador.<br />

Y comenzó el mestizaje en Altamira, cuando justamente un año<br />

después de su fundación, nació un niño de piel cobriza y cabellos<br />

rubios, algo nunca visto por siempre ja<strong>más</strong>.<br />

Desde entonces hubo muertos castellanos sepultados en este suelo y<br />

morenos mestizos, hijos de su sangre ardiente y avasallada por las<br />

mujeres indias de cuerpos esbeltos, vistoso caminar, dueñas de su<br />

sensualidad.<br />

Más tarde, esa piel morena con ribetes rubios en los cabellos, se<br />

hizo cada vez <strong>más</strong> morena, con la aparición de los esclavos negros,<br />

traídos del Africa Ecuatorial.


De España heredamos el idioma, la religión, la fogosidad y el amor;<br />

del indio, la perspicacia en el entendimiento y del negro, la malicia<br />

y la voluptuosidad.<br />

Dicen que de España también nos llegó el olor de sus flores y el<br />

sabor de la naranja, pues Andrés Varela descubrió, confundida entre<br />

el oro del trigo en sus alforjas, una semilla de naranjero que sembró<br />

en Altamira <strong>para</strong> que tuviéramos, <strong>para</strong> siempre, el perfume de los<br />

azahares en flor y la dulzura del naranjal.<br />

Llevándose <strong>para</strong> Europa, el aroma del cacaotero, el rojo del tomate<br />

y la sedosa mantequilla del aguacate. Y en sus cajas de guerra, muy<br />

bien resguardados, varios talegos de tabaco barinés <strong>para</strong> que, en<br />

pipas de mazorca, fumaran los grandes de España.<br />

Así llegamos, bajando siempre desde la montaña, desde los Andes<br />

granadinos y el Valle del Espíritu Santo de La Grita, donde<br />

Francisco de Cáceres dio la orden de buscar tierra llana, por los<br />

rumbos de un supuesto Mar del Sur, que con su azul lejano<br />

trastornaba sus sentidos.<br />

Y lo que en realidad consiguieron, fue un inmenso lienzo de patizal<br />

que al divisarlo desde las alturas, parecía un mar de añil. Verdor y<br />

ríos abiertos en meandros plateados bajo la fragua del sol, como los<br />

dedos de una mano gigantesca de un Dios benefactor.<br />

Pero también, en la ambicionada llanura, tribus rebeldes que debían<br />

someterse al poder de la espada y la cruz del señor. Por eso tardaron<br />

tanto <strong>para</strong> avanzar desde la meseta corta de Altamira, hasta la <strong>más</strong><br />

amplia, olorosa a chupín melao y madera perfumada de moromoy,<br />

en la frescura de Barinitas, por allá en 1628.<br />

Solo en 1762, pudieron definitivamente, posar sus plantas donde<br />

hoy se aposenta Barinas, luego de viaje tan prolongado.<br />

En las riberas de un río de aguas encrespadas y respaldada por las<br />

montañas, <strong>para</strong> recibir en Diciembre, el viento frío de la sierra que<br />

se hace tibio bajo el sol candente del llano.<br />

Más allá, sólo sabanas de horizontes perdidos hasta <strong>más</strong> allá del<br />

Meta, futura ruta de los welsares, los hombres de cabellos de fuego.


Aquí continuamos, luego de ese sol de siglos que ha iluminado mi<br />

fantasía, <strong>para</strong> novelar esta historia en mis libros.<br />

Aquí estamos todavía, cultivando recuerdos que durante centurias,<br />

han formado la memoria de este pueblo.<br />

Recuerdos que han pasado de generación en generación, de los que<br />

hemos tenido la suerte de pertenecer a esta tierra desde tiempo<br />

inmemorial.<br />

EPÍLOGO<br />

En el Siglo 2000.<br />

Como un rosario de siglos, esta tierra guarda en su cielo, un pasado<br />

ignoto desde cuando era solo coto de caza de los hombres lampiños<br />

y de rasgos mongoloides, llegados en el hondón de los milenios, por<br />

el puente de hielo del Estrecho de Bhering.<br />

De ellos solo quedan vestigios <strong>para</strong> recrear la imaginación, teorías<br />

de arqueólogos, sueños de poetas, curiosidad de todos, ante las<br />

vasijas de arcilla que aparecen en las lavadas barrancas de los ríos.<br />

Y los centenares de kilómetros de calzadas que cruzan la llanura,<br />

sin llegar a saberse nunca de dónde vienen ni <strong>para</strong> donde van.<br />

Caminos de Manaure, cuando de tierra caquetía emigró hasta el<br />

llano, sembrando las varas nudosas de la mandioca, <strong>para</strong> alimento<br />

de los suyos.<br />

Los túmulos funerarios llenos de botijas repletas de huesos de unos<br />

antepasados misteriosos con dioses de rostros enfurecidos y diosas<br />

de vientres abultados, madres preñadas de su raza.<br />

Nuestras abuelas indias que cautivaron la sensualidad del español<br />

solitario y <strong>más</strong> tarde del negro africano de sexo poderoso, <strong>para</strong><br />

formar esta raza cósmica que entre tantas corrientes de su sangre,<br />

todavía no se ha encontrado nunca.


Así se fue formando el criollo, el mantuano que trescientos años<br />

después decidió liberarse de España.<br />

El pardaje, de las huestes de Ñañá, de Boves, de Páez y de Ezequiel<br />

Zamora con su grito de igualdad.<br />

El mismo pueblo venezolano que resignadamente ha soportado,<br />

epidemias, plagas, guerras, degollinas y caudillos.<br />

Y cuando muere en su cama y rodeado de rezos, el último caudillo,<br />

Juan Vicente Gómez, hechura de su recia personalidad y el dinero<br />

petrolero de los gringos, los gobiernos que hasta ahora hemos<br />

tenido, han continuado alienados a la cultura petrolera que a esta<br />

llanura, como a este país, trajeron los hombres rubios. Olvidamos<br />

nuestro pasado y hemos querido sustituirlo por un presente, donde<br />

copiamos todo lo exótico y hasta nos a<strong>ver</strong>gonzamos de ser<br />

venezolanos.<br />

Por eso creo que lo narrado en estas páginas entre la realidad y la<br />

ficción, refleja nuestro acontecer y puede permitir a las<br />

generaciones actuales, tener una idea de lo que hemos sido siempre,<br />

sin necesidad de tantas profundidades académicas.<br />

Los hijos y los nietos de esos hombres, llegados en los tiempos <strong>más</strong><br />

recientes y que hoy día, en su mayoría, manejan la vida de esta<br />

ciudad que una vez fue sacrificada por la libertad de esta patria. Los<br />

que deberán conseguir a como dé lugar, su sentido de pertenencia<br />

que desafortunadamente, comenzarán a encontrarlo cuando tengan<br />

muertos sepultados en esta tierra, comienzo de su pasado en el<br />

recuerdo de sus padres.<br />

Nadie vive sin pasado, porque sería como vivir sin memoria,<br />

seríamos seres autómatas en los vaivenes del presente, siguiendo<br />

solamente las normas que nos imponen los medios de comunicación<br />

al servicio de extraños intereses.<br />

Esta ha sido la intención de escribir este libro dedicado a esta<br />

ciudad de mis desvelos.


Con solo la esperanza de que quienes ahora son jóvenes, la lleven<br />

en el alma y comiencen a encontrarse así mismos, en los senderos<br />

del presente.<br />

Las obnubilaciones, pasan como tendrán que pasar las de la riqueza<br />

petrolera que pese a sus ventajas de modernidad y desarrollo ha<br />

distorsionado nuestro ser, cambiándolo todo, alejándolo de lo que<br />

realmente somos.<br />

Y cuando este país recupere sus tradiciones, su música, su arte, su<br />

literatura, su espíritu, su ética y sus valores perdidos, tendremos una<br />

nación moderna y desarrollada sobre nuestros propios cimientos.<br />

Yo, soñador empedernido, continuaré encontrándome en las calles<br />

de Barinas, en las tardes de Domingo, a los muertos que conocí en<br />

mi infancia. A los recuerdos de lo que me contaron los abuelos de<br />

los tiempos muertos.<br />

Y al subir la colina, de donde una vez estuvo Banco Alegre,<br />

continuo mirando con nostalgia el inmenso paño <strong>ver</strong>diazul del bajío<br />

de los comuneros del pueblo; y a mi padre, con su manta azul al<br />

aire, cabrestero de rebaños mansos.<br />

Todo cambia, desaparece, pero lo que no podrá cambiar nunca son<br />

las remembranzas<br />

JOSÉ LEÓN TAPIA.<br />

BARINAS, ABRIL 2001.


EDUARDO MANTILLA TREJOS.<br />

Literato, poeta y periodista colombiano. Nació en Arauca, capital del<br />

Departamento de Arauca Realizó estudios de español y literatura en la<br />

Uni<strong>ver</strong>sidad Pedagógica Nacional y periodismo en la Uni<strong>ver</strong>sidad del<br />

Rosario en Bogotá. Es miembro de la Academia de Historia del Meta. Ha<br />

publicado: Mastranto (Poesía). 1980. La Rubiera (Novela) 1994. Lencho<br />

Alfaro (Novela) 1986. Pore , La Libertadora. (Novela) 1986. Historia<br />

Verídica de los Tumbatiranos. (Historia Novelada) 1992. Hombres de<br />

Casabe. (Cuentos) 1994. La Serpiente enroscada (Cuentos). Según lo<br />

afirma Elías Matus Torres: "Eduardo Mantilla Trejos, hoy por hoy es el<br />

escritor <strong>más</strong> depurado y <strong>ver</strong>sátil del llano, no hay genero literario que no<br />

domine con elegancia ni tema que no desarrolle, nació y creció en los<br />

llanos de allí extracta experiencias directas que tienen extraordinaria fuerza<br />

telúricas. La simplicidad es un relato breve que despoja al hombre de su<br />

moralidad y lo somete a las leyes de la selva. En esa parte Eduardo<br />

Mantilla Trejos es <strong>más</strong> <strong>ver</strong>náculo, <strong>más</strong> cargado de poesía y de símbolos<br />

porque el autor salió de esas canteras".<br />

HOMBRES DE CASABE<br />

EDUARDO MANTILLA TREJOS.<br />

"Si algo había aprendido en esta tierra,<br />

era que nada era <strong>más</strong> temido que la muerte del sol".<br />

El jeque de Sogamoso, ataviado con la manta del sol radiado y los<br />

flequillos de oro, danza parsimoniosamente alrededor del altar batiendo un<br />

incensario tallado en piedra donde se queman pepas de vainilla y cagarrutas<br />

de venado. Los ricos brazaletes y tobilleras, con incrustaciones de<br />

esmeraldas, producen un retintín sonoro al chocar con los flecos. La<br />

nariguera en forma de media luna tapa por completo los labios gruesos del<br />

oficiante del templo del sol. Ávidos de sangre, los ojos enrojecidos del<br />

shamán ponen al descubierto muchos días de vigilia.<br />

Ha llegado el tiempo de la siembra. El rey de los Muiscas exige un<br />

víctima propiciatoria <strong>para</strong> que el astro rey no enteque las turmas en el surco<br />

ni pudra en agraz las mazorcas de maíz. El cacique Sugamuxi pide al


supremo sacerdote que desbaste el cuchillo de pedernal y limpie de<br />

impurezas los tablones de cedro del sacrificio. Orientado hacia las<br />

inmensas planicies de Casanare, el templo ­recamado de oro­ tiene<br />

doscientos pasos de largo por ochenta de ancho y está rodeado por grandes<br />

bosques de árboles frutales donde almiberan las abejas y picotean los<br />

pájaros.<br />

Sobre el altar, con la mirada prendida en la techumbre, el Moxa yace<br />

desnudo, con su blancura casi translúcida y la inocencia propia de los niños<br />

que, desde el vientre de la madre, se destinan al regalo de los dioses.<br />

El jeque interrumpe sus sordos responsos. Entrega al monacillo el<br />

brasero de piedra y el atuendo del ceremonial. Viste la perizona de cuero de<br />

tigre y arma su mano con el gran cuchillo donado al culto por el señor de<br />

Iracá. En el instante mismo en que el sol vierte la luz de su cara enrojecida<br />

sobre el <strong>ver</strong>de infinito de los llanos, el <strong>ver</strong>dugo hunde el arma en las partes<br />

<strong>más</strong> mortales del Moxa, abre la caja de las vísceras rojas y extrae el<br />

corazón palpitante que ofrece, con grandes deprecaciones, al preclaro señor<br />

del día. Aletargado por un filtro que lo insensibiliza, el Niño Sagrado del<br />

Casanare, rinde la vida sin proferir ni una queja. Sus restos son luego<br />

abandonados en el picacho <strong>más</strong> alto de la cordillera <strong>para</strong> que el amo de las<br />

alturas pruebe y devore la carne rozagante. Los muiscas roturan ­entonces<br />

si­ la tierra <strong>para</strong> la siembra.<br />

Durante muchos siglos los caciques del altiplano obtenían sus<br />

víctimas enviando emisarios a los indios Achagua que poblaban los llanos<br />

en el semicírculo de Cojedes al Guaviare. Desposeídos de riquezas, los<br />

indios llaneros trocaban sus varoncitos de tetas por mantas de lana, panes<br />

de sal y persogo de maíz. Estos lactantes eran prohijados por un cacique<br />

poderoso que lo destinaba al culto del sol, otorgándoles toda suerte de<br />

mimos y regalos. Los Moxas (o Mojas, gruesas o quihipas) contaban con<br />

una servidumbre que les impedía tocar el suelo con el pie desnudo y les<br />

servía mieles y frutas recogidas del huerto. Se les tenía por hijos del sol y<br />

ni siquiera el cacique podía comer en sus escudillas. Antes de entrar el la<br />

pubertad concluía la regalada iniciación y el Moxa era sacrificado en<br />

fastuosa ceremonia donde el Shamán vestía la ruana con el sol teñido con<br />

cochinilla,a la manera en que el remoto sacerdote israelita lucía el efod <strong>para</strong><br />

entrar en contacto con Yavé.<br />

Enojado Guayguerri con los Achagua por la nefanda práctica de<br />

vender sus <strong>más</strong> hermosos hijos a los mercaderes del altiplano, secó el


vientre a las mujeres y las hizo estériles. Grandes lamentos y propósitos de<br />

enmienda dieron los indios ante la inminente extinción de su raza, y el dios<br />

Achagua se compadeció y llenó, otra vez, de vida los senos maternales. Sin<br />

embargo, al retornar los muiscas y encontrar tan rotunda negativa,<br />

decidieron arrebatar los hijos de los brazos de las madres y apalear a los<br />

padres hasta la muerte. Mansos y dóciles, los Achagua no sabían repeler los<br />

frecuentes raptos y ataques de que eran víctimas. Acudieron, pues, a<br />

Guayguerri <strong>para</strong> que pusiera el temor en el corazón de sus enemigos. El<br />

dios Achagua, con poder sobre los peces, las tortugas, los caimanes, las<br />

culebras, los perros de agua, las toninas, las rayas y los tembladores, midió<br />

la tristeza de su pueblo y decidió protegerlo. En el sitio exacto donde<br />

termina la serranía y se inicia el llano, en las proximidades del Pauto y a la<br />

<strong>ver</strong>a del Cravo, el dios pescador levantó con sus manos el cerro<br />

Samaricote, desolado y triste con grandes aristas y escotaduras... Visto de<br />

lejos el pedregón semeja el <strong>más</strong> formidable de todos los caimanes.<br />

Los Muiscas no volvieron <strong>más</strong> por los Moxas, los Niños Sagrados<br />

del Casanare.


JOSE VICENTE ABREU.<br />

Nació en San Juan de Payara, Estado Apure. Ejerció durante su vida,<br />

di<strong>ver</strong>sos oficios y profesiones <strong>más</strong> di<strong>ver</strong>sas: zapatero, talabartalero,<br />

tipógrafo, periodista, catedrático de literatura y castellano. Desde muy<br />

joven se incorporó a la lucha política, sobre todo en la resistencia contra la<br />

dictadura perejimenista (1948­1958). Esta circunstancia marcó su temática<br />

narrativa dedicada fundamentalmente a la denuncia de las atrocidades y<br />

torturas que sufrieron los opositores a la mencionada dictadura. De allí<br />

surgen sus obras: Se llamaba SN, dedicada a la tenebrosa policía política de<br />

esa época, Guasina, dedicada a narrar la vida de los presos políticos en los<br />

campos de concentración, que vivió en autor en carne propia, Las Cuatro<br />

Letras, dedicadas a narrar la historia política de la resistencia guerrillera al<br />

régimen surgido después de la dictadura, Toma mi lanza bañada de plata.<br />

Después de un largo reposo como narrador exilado del país, escribe<br />

Palabreus, donde nos habla del llano, fuera de los hatos, de la cotidianidad<br />

de los pueblos llaneros, es su último libro, donde intenta un retorno a sí<br />

mismo, a sus nostalgias por los pueblos sabaneros. Dice Orlando Araujo de<br />

este libro: Palabreus bello libro de doscientas páginas cargadas de la<br />

melancolía barroca de un llanero acompañado en la soledad de su destino.<br />

PALABREUS<br />

JOSE VICENTE ABREU<br />

1. Tu sabes por aquí, brazo insistente en un punto cardinal, ruta <strong>más</strong><br />

horizonte que cielo, <strong>más</strong> nubes y amenza de lluvia que sombras natural<br />

de sol enmohecido (y partía la mano izquierda por la mitad, con la<br />

derecha de filo de hacha roma, jabuda que tiene años sin amolar<br />

abandonado en el patio como un desperdicio, un trozo de hierro sin<br />

destino en lo humano y vegetal de árboles abatidos). Continuaba: hay un<br />

camino sinuoso, culebrero, sin rectas <strong>para</strong> encender el cigarro y mirar<br />

lejos entre los humos, un plátano inclinado casi caído en la joroba del<br />

peso del racimo y dos piedras grandes y negras como una maldición de<br />

los desesperados en el cansancio. Allí toda la atención, ni un bizqueo o<br />

guiño parecido. Si ves a la derecha encontrarás un abismo aterrador,<br />

una casita de perro con una corona en alambres sin flores que recuerda<br />

un muerto, un muerto de precipicio que no llegó a ser ánima siquiera.<br />

Pero antes hay una luz, un titilar de cinco cocuyos juntos, una estrella<br />

fugaz en el cielo, cuatro bramidos prolongados y una mujer en la puerta


enfundada en rojo vivo. No le hagas caso a la jauría de ladridos, con sus<br />

hocicos de registros perfectos: descubren el miedo y te huelen la<br />

temeridad también: bienvenido o malvenido. Ellos están allí <strong>para</strong> saber<br />

si llegas en camión o bestia, cruzas el patio, evitas sapos y bostas, tu<br />

sombra se adelanta unos instantes, pasas el corredor entre chinchorros,<br />

ronquidos y hedores de arrieros y allí mismo te venden la cerveza. Es la<br />

última en el desierto, bébela fría con el olor a humo de kerosén de la<br />

ne<strong>ver</strong>a de toses intermitentes, con los quejidos frustrados y sarnosos,<br />

ante los ojos de una dama que espera a un hombre bueno en cada<br />

camionero, y un cantinero que te la sirve de fantasma en su franela rota,<br />

en lunares de madrás, por donde seguramente le pegarán un tiro en esa<br />

diana de la barriga y del ombligo que provoca las punterías. Y no<br />

esperes que te diga: ­Por aquí pasaron hace días dos camioneros<br />

cargados...y no han regresado todavía... ni se sabe de ellos.<br />

Significa que se los tragó la tierra, la soledad del llano, ese mundo<br />

pelado que se llena de mastrantos.<br />

Porque te amarga la cerveza, <strong>más</strong> hiel en miado de burra que te bebes en<br />

la desesperación de la sed. Te puedes llevar dos <strong>más</strong>, mejor seis si vas<br />

tan lejos. Y si hay ron, también ron que es una caña decente y te señala<br />

los mejores lugares de cobijo . Después a cien kilómetros de polvo,<br />

caños­chenchenas, ni luz ni perros ni mujer en postigos ni un cantinero<br />

de franela rota ni cervezas. Todo es tinieblas que rompen los focos o<br />

unos pequeños faros en la oscuridad que no se acaba de tanto negro<br />

monte que se junta (se ven ojillos rojos, violetas, naranjas en la mirada<br />

fija de distintos animales, según los tamaños y las distancias, la<br />

domesticación y la fiereza. Y las brasas en el testuz encandilado. Se<br />

espantan unos pájaros nocturnos de alerones sonoros, pasa un zorro<br />

guache, se mata por desgracia un pequeño caimán que se encamina<br />

hacia aguas <strong>más</strong> profundas y hasta un mapurite se estripa bajo ruedas<br />

<strong>para</strong> humanizar el aire de esa máquina que abarca los contornos con sus<br />

ruidos).<br />

Y sigue esa vía muda, íngrima de alma en pena, que a veces te abre la<br />

piedad en el corazón malogrado de miseria y soledad. Entre ánimas que<br />

adivinas y no ves del todo hasta llegar a una cruz con una vela que ciega<br />

tus luces de camión recién salido de la civilización o tus ojos por<br />

encantamiento, cuando tú buscas a la orilla del camino un refugio, un<br />

lugar sin plagas ni tigres, ni culebras <strong>para</strong> dormir.<br />

_Así vamos siempre...


El, otro camionero, peón de arreos, de piaras o ganados ajenos,<br />

b<strong>aqui</strong>ano en las tinieblas y encaminamientos, carretero de vieja estirpe,<br />

se lo dijo a mi papá con sus grandes manos, su enorme boca, la voz del<br />

ron que no deja escapatoria cuando bebían frente a la lám<strong>para</strong> y<br />

espantaban varios cientos de mosquitos, mariposas y otros insectos que<br />

venían por la luz y no por la caña y la con<strong>ver</strong>sación en despoblado que<br />

se iba tan alto como el aire. Así se contaron sus cuentos. Se preguntaban<br />

por sus vidas y parientes, los muertos en el último invierno y si no<br />

sacrificaron todavía la vaca vieja y horra que dejaba morir a los<br />

becerros. Lo que encontraron un día insólito en el camino o debajo de la<br />

sombra de los samanes.<br />

Y yo tenía miedo. Veía a mi alrededor. Lo que aparecía allá entre las<br />

hojas rumiantes. Una pavita, las alcaravanas de las estrellas distantes y<br />

ese ganado mugiente ante los tigres cebados en carnes de terneros. Oía<br />

rumores de terror en el cerebro. Trataba de distinguir algo concreto en el<br />

samán de ramas estranguladas, en esas hojas pequeñas de los arbustos<br />

empeñados en disimulos fantasmales, en un claro sin monte en las<br />

oscuridades, en una candela rara que caminaba lejos de sus pasos de<br />

zigzag en la sabana. Y pensaba en la luna que no venía en mi auxilio y<br />

se me iba a mejorar su rostro en la parte <strong>más</strong> oscura donde ya no surtían<br />

efecto los cosméticos.<br />

El siguió con su voz de elocuencias paganas, sus gesticulaciones<br />

expresivas <strong>para</strong> sordo­mudos, con su danza de un pié y el otro, adelante<br />

y atrás, ­en el cuadro de una esgrima antigua con garrotes y cuchillos­<br />

en la narración de no dejar nada en el aire y sin apoyaturas tangibles. Se<br />

refería a las ánimas, seguramente. Tan solas en la sabana, a tanta<br />

distancia unas de otras, sin vínculos, marginales del santoral, pero tan en<br />

la humanidad de uno:<br />

­Si no le prendes una vela...<br />

Pero el terror no me dejaba oír bien. Ya yo me imaginaba en los<br />

peligros y temores de toda la vida, las fantasías negativas que no fueron<br />

falsas en la adolescencia (después de MdeJ, fueron <strong>ver</strong>daderos los<br />

terrores a que fui sometido: se sabe que uno es malo <strong>para</strong> vivir si no se<br />

sufre la tortura). O el viejo recuerdo reciente de tíos y primos en sus<br />

trances y desafíos mortales donde se salvaban por pericias y facultades<br />

hasta entonces ocultas. Un poco al final me volvió la serenidad con sus


isas que subieron por el samán, escalaron dos luceros grandes en los<br />

ojos de un animal que brillaba a la orilla del monte y resonaron en cada<br />

rama en el eco que devolvían las hojas:<br />

­Yo soy José García, el carretero retirado... fui todo, no pude aprender<br />

con las máquinas nuevas y me dediqué a un oficio <strong>más</strong> humilde. Vengo<br />

de Calabozo donde empecé a ser cura de almas... y fue entonces cuando<br />

se bajó la sotana sobre los oscuros pantalones.


ALBERTO ARVELO TORREALBA.<br />

Nació en Barinas el 3 de septiembre de 1905 en medio de una familia<br />

de poetas, su madre Atilia Torrealba de Arvelo era una importante poetiza<br />

de Barinas y sus tíos paternos Alfredo Arvelo Larriva y Enriqueta Arvelo<br />

ampliamente conocidos en el mundo de la poesía y las letras. Maestro de<br />

Escuela, Abogado, Premio Nacional de Literatura, Diplomático en Italia y<br />

Argentina, Gobernador del Estado Barinas. Murió el 28 de Marzo de 1971 .<br />

Dice de su poesía Alexis Márquez: " La poesía de Arvelo Torrealba se<br />

manifiesta en la conjunción de cuatro elementos que en su caso resultan<br />

indisolubles: el tema popular, especificamente extraido del llano<br />

venezolano y de la vida del llanero ( hombre, afán y paisaje); las formas<br />

métricas y estróficas populares, de ámbito nacional, ciertamente, pero de<br />

particular significación en la poesía y la música del llanero, estrechamente<br />

consustanciado con su vida y sus afanes ( el octosílabo, la copla, la décima<br />

y el romance); un profundo contenido reflexivo, netamente existencial, que<br />

uni<strong>ver</strong>saliza la angustia del poeta ante el mundo y la vida, y la expresión<br />

estética ricamente elaborada. La poesía de Arvelo, como es obvio, a fuer de<br />

popular, se difunde en todos los ámbitos del país, después de atravesar el<br />

cendal de un poeta culto y genuino. En la elaboración estética es donde está<br />

el valor esencial del poeta, y ella lo decisivo lo representan elementos<br />

personalísimos, aportados por la sensibilidad y la cultura del autor".<br />

También Arvelo Torrealba hurgó en la tradición del pueblo llanero<br />

de donde extrajo la Leyenda de Florentino y el Diablo, trabajada por el<br />

poeta en tres <strong>ver</strong>siones: 1940, 1950, 1957. Al decir de Humberto Febres :<br />

Florentino y El Diablo es un gran poema mítico pleno de símbolos y<br />

sugerencias, abierto a muy variadas interpretaciones. Pero por encima de<br />

todo es un poema nuestro. Nuestro por llanero. Siendo llanero auténtico<br />

cabal es nacional y aún alcanza connotaciones latinoamericanas. ¿ Qué<br />

narra el poema?. La confrontación entre Florentino, el <strong>más</strong> famosos de los<br />

cantadores llaneros y El Diablo. La acción se desarrolla en varias escenas.<br />

La primera corresponde al Reto, en ella El Diablo se cruza con<br />

Florentino, caballeros ambos, en algún <strong>para</strong>je desolado del <strong>ver</strong>ano llanero,<br />

y lo desafía a un contrapunteo, en lugar y oportunidad allí señalados; la<br />

segunda escena nos representa a Florentino cantando en el sitio convenido,<br />

a espera del retador, quien no tarda en presentarse, iniciándose de<br />

inmediato el contrapunteo tramado con bandola o arpa, cuatro y maracas, al<br />

final del cual, El Diablo derrotado desaparece".


OBRAS PUBLICADAS POR ALBERTO ARVELO TORREALBA.<br />

1928. Música de Cuatro.<br />

1933. Cantas. Caracas. Lit. y Tip. La Torre 1932.<br />

1940. Glosas al Cancionero. Caracas. Lit. y Tip. 1942.<br />

1940­1950­1957. Florentino y El Diablo. (Tres <strong>ver</strong>siones). Barinas.<br />

Comisión Ani<strong>ver</strong>saria de los 90 años de Arvelo. 1995.<br />

1952. Caminos que andan. Barinas. Edición aumentada. Asamblea<br />

Legislativa.1971.<br />

1965. Lazo Martí. Vigencia en Lejanía. Caracas. Biblioteca Popular<br />

Venezolana.<br />

1967. Obra Poética. Caracas. UCV.<br />

OBRAS SOBRE ALBERTO ARVELO.<br />

ARAUJO, Orlando. Contrapunteo de la vida y la muerte. Ensayos sobre la<br />

poesía de Alberto Arvelo Torrealba. Caracas. Edic. En la raya. 1975.<br />

MARQUEZ RODRIGUEZ, Alexis. Aquellos mundos tersos. Análisis de la<br />

poesía de Alberto Arvelo Torrealba. Caracas. Edit. Arte.1966.<br />

MAZZEI GONZALEZ, Victor. Los Florentinos. Caracas. Casa Bello.<br />

1987.<br />

FEBRES, Humberto. En negra orilla del mundo. Barinas. Fundación<br />

Cultural Barinas.1995.


CANTAS<br />

1<br />

El horizonte y yo vamos<br />

solos por la llana tierra:<br />

Me enlazó todos los rumbos<br />

su audacia de soga abierta.<br />

2<br />

Oros de los arenales<br />

copas de las campanillas,<br />

bastos del cardón doliente,<br />

espadas de las espigas.<br />

En San Carlos tus lagunas<br />

son espejos de las garzas.<br />

En ellos la luna triste,<br />

en ellos se ve las manchas.<br />

Espadas de las espigas:<br />

la sabana y yo jugando<br />

con tu recuerdo y la brisa.<br />

3<br />

El quemado está de luto<br />

como una flor de cuaresma<br />

porque las brisas jugaron<br />

un carnaval de candela.<br />

Yo anduve con suerte triste,<br />

me la puso triste el llano:<br />

entre mi vida y tus ojos<br />

las llanuras de San Carlos.<br />

Un carnaval de candela.<br />

El viento le echó la tarde<br />

papelillos de hojas negras.<br />

ALBERTO ARVELO TORREALBA.


4<br />

El candil en los caneyes<br />

pinceló su rojo tímido,<br />

y salió a rumiar leyendas<br />

la punta de los corríos.<br />

Cómo enseda el <strong>ver</strong>so humilde<br />

sus hilos de pueblo y alma,<br />

cómo va de pena en pena<br />

y de guitarra en guitarra.<br />

La punta de los corríos!<br />

Con la angustia de b<strong>aqui</strong>ana<br />

el cuatro cogió camino.<br />

5<br />

Allá va un encobijado<br />

por el peladal pampero:<br />

así se va mi esperanza<br />

sin ti por el alma adentro.<br />

Llanos, y llanos, y llanos<br />

crucé por ir a "Tu Olvido"<br />

y tras tanto caminar<br />

llegué a "Te quiero lo mismo".<br />

Sin ti por el alma adentro<br />

me acordé de cuando iba<br />

por la llanura lloviendo.<br />

6<br />

Palmarito en el Apure,<br />

El Amparo en el Arauca.<br />

Clarines se ha puesto mudo,<br />

soledad se pobló de alas.<br />

Lejos rezongan los cardos<br />

tristes porque no retoñan:<br />

­Si al rosal siempre lo riegan<br />

¡qué gracia es que tengas rosas¡


Soledad se pobló de alas,<br />

y en Cantaura por tu ausencia<br />

no quieren cantar las auras.<br />

7<br />

Junto a Platero trotando<br />

la noble canta florece<br />

y en sed de arriero se moja<br />

por los caminos sin <strong>ver</strong>de.<br />

Tu cuatro, Llano, modula<br />

cantares de Andalucía<br />

y por eso siempre tienes<br />

<strong>para</strong> tu dolor, sonrisas.<br />

Por los caminos sin <strong>ver</strong>de<br />

­hondo arriero de ternuraspasó<br />

Juan Ramón Jiménez.<br />

8<br />

Oros de paja marchita<br />

sobre los lejos se azulan.<br />

En la copa de una palma<br />

el chiriguare me anuncia.<br />

Aquí estuvo el hato, padre,<br />

que nos dio sombra otro tiempo:<br />

en este alambre caído<br />

se me enredaron los sueños.<br />

El chiriguare me anuncia.<br />

En la copa del recuerdo<br />

grita la nostalgia, muda.<br />

9<br />

Mi madre bordó en cariños<br />

su rosaleda fragante:<br />

le pagaron poda y riego<br />

con hondo amor los rosales.<br />

Una vez cruzó mis sueños


silenciosa y de puntillas<br />

y se quedó toda alegre<br />

porque me vio una sonrisa.<br />

Con hondo amor los rosales.<br />

Qué perfume el de tus rosas<br />

rosaleda de mi madre!<br />

10<br />

La tarde como con pena<br />

se puso un traje cenizo.<br />

Para una solita ausencia<br />

tres veces nos despedimos.<br />

Me alcanzó la noche oscura<br />

en los esteros de abajo<br />

y de puro oír tu nombre<br />

lo aprendieron los yaguasos.<br />

Tres veces nos despedimos:<br />

por un espigal de adioses<br />

me voy podando suspiros.<br />

11<br />

Van los vaqueros del viento,<br />

van sus candelas picando.<br />

Ululan cantares de humo<br />

sobre el tablón del quemado.<br />

En sabanas de tu pueblo<br />

yo vi volar la pregunta:<br />

¿Será el inmóvil el potro<br />

y lo fugaz la llanura?<br />

Sobre el tablón del quemado<br />

rezongaron amarguras<br />

la palmaseca y el charco.<br />

12<br />

El crepúsculo viajero<br />

se terció su manta gris.


Ayes de tierras ardidas<br />

plañe lejano el paujil.<br />

El caño labra la orilla,<br />

la quema los pajonales,<br />

y yo labrándome en quiero,<br />

yo, mudo, sin ti, labrándome.<br />

Plañe lejano el paujil.<br />

Hilos de chusmitas lloran<br />

sueños de Lazo Martí.<br />

13<br />

Espinito pura espina<br />

sin hojas y medio seco<br />

cuando vengan las garúas<br />

te retoñarán luceros.<br />

La siesta escurrió su sed<br />

bajo los viejos palmares<br />

y las chicharras estiran<br />

de penca en penca su alambre.<br />

Te retoñarán luceros<br />

<strong>para</strong> pagar con perfumes<br />

la amarga burla del viento.<br />

14<br />

Me acordé de aquella copla<br />

que tiene tan hondo el aire:<br />

"El amor es como el trigo<br />

si no se riega no nace".<br />

El cerro sale a lo llano,<br />

la noche a la mañanita.<br />

¿Hasta cuando iré yo a andar<br />

tu recuerdo sin salida?<br />

"Si no se riega no nace".<br />

¿Por qué a mi me nacería<br />

si tú nunca lo regaste?


15<br />

La noche cambió en realitos<br />

mis pachanos de crepúsculo:<br />

por los bancos de Hato Viejo<br />

merqué el ensueño en mi burro.<br />

En esteros de tu pueblo<br />

son dulces las cañabravas<br />

y anochecen las chusmitas<br />

pescando guabinas de alba.<br />

Merqué el ensueño en mi burro.<br />

Mi burro le fiaba al viento<br />

sus collares de rebuznos.<br />

16<br />

Los dos por la tierra larga<br />

­noche azul y silenciosa­<br />

Me sentí jagüey la vida<br />

entre la luna y la novia.<br />

Laguna en la media­noche<br />

Cómo se puso declara.<br />

Parece que fuera el cielo<br />

el que se copió del agua.<br />

Entre la luna y la novia<br />

la brisa silbó el nocturno<br />

de la sombra larga y sola.<br />

17<br />

En Puerto Nutrias a veces<br />

están las calles azules:<br />

Parecen una guitarra<br />

con bordones de agua dulce.<br />

El rumbo de mi canoa<br />

se me alocó en tu cariño:<br />

de Bruzual a San Fernando


yo pasé por Palmarito.<br />

Con bordones de agua dulce<br />

por las calles pintorescas<br />

el coplero del Apure.<br />

18<br />

Dicen que pagan amores<br />

lo que se pierde en los naipes<br />

y por eso es que yo sueño,<br />

yo sueño que tu me ganes.<br />

El nublado va hacia el Norte<br />

y hacia el Sur las garzas vuelan:<br />

en ilusión de crepúsculo<br />

la luna se va con ellas.<br />

Yo sueño que tú me ganes.<br />

La luna y tú se me fueron<br />

<strong>para</strong> desesperanzarme.<br />

19<br />

Tras mí le quedó temblando<br />

el pulso al caño sereno.<br />

Por este barrial amargo<br />

me cogió ventana al viento.<br />

La noche a jugar conmigo<br />

se sentó en los arenales:<br />

mi dicha apostando a suertes<br />

mi pena echó puros ases.<br />

Me cogió ventana el viento<br />

­Apure, hermano, me dijo,<br />

que en "Palma Muda" lo espero.<br />

20<br />

El morichal busca el agua,<br />

el nido busca lo <strong>ver</strong>de.<br />

Criollita del sueño esquivo<br />

el que tu soñastes viene.


¿Quién me la gana en amores<br />

después que perdí jugando?<br />

Tranqué con el blanco­uno,<br />

tenías el doble­blanco!<br />

El que tu soñaste viene<br />

a enredar en tu cariño<br />

hatos de doce mil reses.<br />

21<br />

Viendo en los pozos del río<br />

soñar dolida la garza<br />

me acordé de tu sonrisa<br />

en mis grises pozos de alma.<br />

Cómo titila la noche,<br />

cómo se espeja en el charco.<br />

De los cielos bebe el río,<br />

yo, de tus ojos lejanos.<br />

En mis grises pozos de alma<br />

una curiara solita,<br />

única que no naufraga.<br />

22<br />

El triángulo de mi choza<br />

me lo tragó el bajo inmenso.<br />

Desborda el sol de soslayo<br />

caño <strong>para</strong> los recuerdos.<br />

Cómo se amansa el rodeo<br />

cuando se estira la copla.<br />

En esta tierra la canta<br />

enlaza <strong>más</strong> que la soga.<br />

Caño <strong>para</strong> los recuerdos.<br />

Dónde me iré yo a saciar<br />

la sed azul de tus lejos!<br />

23


En las cantas fugitivas<br />

dicha y afán se me quedan:<br />

las labro a punta de gozo,<br />

las pulo a filo de pena.<br />

Me dio lástima el pajal<br />

¿qué hace con tanto rocío<br />

sin una gota de <strong>ver</strong>de<br />

<strong>para</strong> su luto amarillo?<br />

Dicha y afán se me quedan:<br />

yo miré en el lagunazo<br />

el nubarrón y la estrella.<br />

24<br />

Bambú de caña batiente<br />

atalayero de azules,<br />

arpa de todos los <strong>ver</strong>des,<br />

cimera de alas y luces.<br />

Su ancho disco de horizonte<br />

puso a reír la mañana,<br />

y llena de sol y brisa<br />

se me enloqueció la manta.<br />

Cimera de alas y luces.<br />

­Trino y pulmón­ los turpiales<br />

pueblan de alba los bambues.<br />

25<br />

De puro mirar el llano<br />

tus claros ojos <strong>ver</strong>dean<br />

porque tienen las ternuras<br />

del color de lo que sueñan.<br />

Caña<strong>ver</strong>al en la arena<br />

­pulpa ardida y sin retoñocómo<br />

sentirá de dulce<br />

tu mirar color de pozo.<br />

Del color de lo que sueñan.


Cómo no se te ennegrecen<br />

de tanto mirar mi pena!<br />

26<br />

Los pétalos de tu risa<br />

en la mata de cerezo<br />

te los salpicó de lloros<br />

la maldad del avispero.<br />

Me acordé de aquella copla<br />

que tiene tan dulce el aire:<br />

la palma llena de brisa<br />

se vino al pueblo en tu talle.<br />

La maldad del avispero:<br />

tu boca pequeña, grande,<br />

tus ojos grandes, pequeños.<br />

27<br />

Cómo se fue la garúa,<br />

cómo se vino el <strong>ver</strong>ano,<br />

cómo se estira en los lejos<br />

la canta del taro­taro.<br />

Préstame los regalitos<br />

­Manchas blancas de tus uñas<strong>para</strong><br />

simularles garzas<br />

a mis aljibes de angustia.<br />

La canta del taro­taro.<br />

Hoy sentí amarga la copla<br />

que se me endulzó en tus labios.<br />

28<br />

En su curiara mi tío<br />

por el Orinoco bravo<br />

­azogue en alma caucheracorrió<br />

amores y chubascos.<br />

Capitán de la candela<br />

el viento va pensativo:


si pasa con sed mañana<br />

¿dónde beberá el rocío?<br />

Corrió amores y chubascos.<br />

Rodaron por Río Negro<br />

oro de sus veinte años.<br />

29<br />

La madrugada entrecruza<br />

curvas decantas y rejos.<br />

Por los corrales oscuros<br />

llovizna espuma el ordeño.<br />

Capachos bate el corozo,<br />

capachos de viento arisco.<br />

Del tranquero al horizonte<br />

tiembla un bordón de mugidos.<br />

Llovizna espuma el ordeño:<br />

Yo me empapé en tus rocíos<br />

el cañal del sentimiento<br />

30<br />

Agua de Laguna Negra<br />

­madre vieja de mil árboles­<br />

Antonio Machado un día<br />

anocheció en tus pinares.<br />

Tu voz, sabana, modula<br />

alma que te dio Castilla,<br />

y por eso hay fe indomable<br />

en la pena que suspiras.<br />

Anocheció en tus pinares.<br />

Allá va solito y noble<br />

en el lomo del romance.<br />

31<br />

Contándole al caño viejo<br />

su dolor de cien caminos<br />

viene silbando chicharras


el anochecer cenizo.<br />

Para mentiras el pueblo,<br />

<strong>para</strong> <strong>ver</strong>dad la llanura.<br />

Cuando ves la luna entera<br />

ves no <strong>más</strong> que media luna.<br />

El anochecer cenizo.<br />

Y tú no me tienes rabia,<br />

ni lástima ni cariño.<br />

32<br />

Tu que has visto la tristeza<br />

de la tierra larga y sola,<br />

tu que sabes mi esperanza<br />

mírala como se ahonda.<br />

La noche vaquera­negros<br />

la cobija y el caballosonando<br />

espuelas de grillos<br />

cruzó el callejón del hato.<br />

Mírala como se ahonda,<br />

cual un lucero furtivo<br />

en el jagüey de mi copla.<br />

33<br />

Al sesgo el pelo de guama<br />

al cinto la faja negra,<br />

ese hombre callado es como<br />

pozos de la Portuguesa.<br />

Arden de sol las arenas<br />

y el agua muda las lame;<br />

el bongo en viaje rasguña<br />

la inmóvil luz de la tarde.<br />

Pozos de la Portuguesa:<br />

bajo el remanso apacible<br />

el caimán sus males sueña.


34<br />

Mis manos tahúres abren<br />

<strong>para</strong> mis anhelos, picas:<br />

en juego de cartas <strong>ver</strong>des<br />

te gané la mesa limpia.<br />

Me arrebujé en la cobija<br />

de regreso de tu rancho;<br />

pasé por "El Sentimiento"<br />

oscurito y lloviznando.<br />

Te gané la mesa limpia:<br />

Juega el as del corazón<br />

que te espero en la caída.<br />

35<br />

Me voy por esta sabana<br />

­arpa que afinó el silencioduros<br />

bancos de "Voy Solo"<br />

caminito de "Agua Lejos".<br />

Rinconada de "Los Bueyes"<br />

arenales del "Olvido"...<br />

En el alma de estos nombres<br />

le "florió" pena al camino.<br />

Caminito de "Agua Lejos"<br />

sembré una palma de olvidos<br />

y me retoñó recuerdos.<br />

36<br />

Los arreboles temblaron<br />

su despedida en las pencas.<br />

Partámonos el paisaje<br />

como llanero y llanera.<br />

Me cogió la noche negra<br />

en los esteros de Arauca<br />

y me fui <strong>para</strong> tus ojos<br />

por la pica de una canta.


Como llanero y llanera.<br />

Coge el lucero y la palma,<br />

déjame el pozo y la arena.<br />

37<br />

Tal vez mañana me vaya<br />

cuando el callejón me alumbres<br />

tras esta brisa coplera,<br />

trocha de la tarde dulce.<br />

La cañada dijo luna,<br />

el estero dijo garza.<br />

A ti no <strong>más</strong> te diré<br />

lo que dijo la guitarra.<br />

Trocha de la tarde dulce.<br />

Cargados burros los cerros<br />

llevan barriles denubes.<br />

38<br />

Con el dejo de este cuatro<br />

me acordé de cuando iba<br />

de noche en mi buey cansado.<br />

Y el hato en la lejanía.<br />

Allá van los carreteros<br />

por el banco a media­luna:<br />

abren callejones tristes<br />

los ecos de sus guaruras.<br />

El hato en la lejanía<br />

en la garganta de un gallo<br />

me guiñó su lucecita.<br />

39<br />

Hombre de la tierra hermana<br />

que de misterio te emponchas:<br />

resero en el "cangrejal"<br />

­potro duro y alma sola­<br />

Aquí también el adiós


al sueño audaz le sonríe;<br />

aquí también "es llegar<br />

un pretexto <strong>para</strong> irse".<br />

Potro rudo y alma sola,<br />

con la amargura en el anca<br />

se fue Don Segundo Sombra.<br />

40<br />

Hoy casi me puse alegre,<br />

casi de puro soñarte,<br />

casi parodié por ti<br />

la copla del casi casi.<br />

Alma del hato lunero<br />

viene en las brisas un son:<br />

¿qué tendrá el cedro del cuatro<br />

tan seco y echando flor¡<br />

La copla del casi casi.<br />

Casi es lindo como tú<br />

el lucero de la tarde.<br />

41<br />

Si a la sombra de Quevedo<br />

te olvidas de irme olvidando,<br />

te acuerdas de no quererme<br />

a la luz de Garcilaso.<br />

Alta y profunda la noche<br />

sobre mis sienes titila<br />

como el signo de tu ausencia<br />

cerca de mi lejanía.<br />

A la luz de Garcilaso<br />

brisa eglógica susurra<br />

en la palma de tu mano.<br />

42<br />

El horizonte y yo vamos<br />

solos por la llana tierra:


me enlazó todos los rumbos<br />

su audacia de soga abierta.<br />

Mientras las otras se ríen<br />

la luna y tu silenciosas,<br />

y la sombra de mi mano<br />

tiembla al tropezar tu sombra.<br />

Solos por la llana tierra.<br />

Andar y andar hacia ti<br />

como quien de ti se aleja.<br />

43<br />

Aguárdeme, compañero,<br />

en el botalón del patio<br />

que voy a ensebar la soga<br />

que piqué del cuero sardo.<br />

Quién es, por fin, quien se queja<br />

cuando el fuego lame el agua<br />

el agua porque se quema<br />

o el fuego porque se apaga?<br />

44<br />

Espérame, palmasola,<br />

palma del camino, espérame,<br />

que quiero zurcir nostalgias<br />

con música de tus pencas.<br />

Sólo te besa una boca<br />

y un ojo no <strong>más</strong> te ve:<br />

la clara boca del caño,<br />

el ojo azul del jagüey.<br />

Con música de tus pencas<br />

me puse en los arenales,<br />

me puse a acordarme de ella.<br />

45<br />

Se toparon los vaqueros,<br />

muertos del sol los caballos:


­hermano, ah tierra bien sola!<br />

­ah vida bien dura, hermano!<br />

Alcaraván del recodo<br />

­pensativo y ojo alertatu<br />

mutismo afila inmóvil<br />

la canción de cuando vuelas.<br />

­¡Ah vida bien dura, hermano!<br />

El cauchero Arturo Cova<br />

Le dijo a Santos Luzardo.


MANUEL DARÍO GRUBER.<br />

Nació en Barinas en 1941. Periodista, narrador y esencialmente<br />

poeta. Tiene la autoría de abundante obra poética de lo que han resultado<br />

varias publicaciones que le han merecido reconocimientos. Algunas de<br />

ellas Cazarelámpagos; Caballo de Fuego; El poeta, la ciudad y el río. Fue<br />

fundador de la revista Símbolo. Se desempeñó como Director de Cultura<br />

del Estado Barinas, donde actualmente tiene la responsabilidad editorial de<br />

la revista ADARGA.<br />

LA GUITARRA<br />

Cayó la última nota<br />

sobre la noche<br />

como un sofisma<br />

y mis oídos<br />

preñados<br />

acústicos<br />

retiene el mensaje.<br />

(Esa guitarra perteneció al abuelo.<br />

El trovador murió en la guerra)<br />

Mi hermano evocó la raíz<br />

las cuerdas vibraron<br />

también el corazón.<br />

Si me es lícito decirlo<br />

mi hermano<br />

­nuevo trovador épicoirá<br />

a los frentes<br />

y la guitarra quedará en mis manos<br />

gimiendo.<br />

A Ludovico Silva<br />

Manuel Darío Gruber.


JUAN SUAREZ HERMOSO. Nació en San Carlos, Estado Cojedes en<br />

1958. Poeta y artista de Teatro de larga trayectoria en el oficio del teatro<br />

cojedeño. En 1980 publica Trance. En 1985 publica Porque no quiero <strong>ver</strong><br />

morir mi luz en la sombra. En 1986 publica otro poemario titulado Tu<br />

sabes que es <strong>ver</strong>dad y late dentro del fondo del alma.<br />

TU SABES QUE ES VERDAD<br />

Y LATE DENTRO<br />

EN EL FONDO DEL ALMA.<br />

Buscaba yo un alma que se me pareciera.<br />

LAUTREMONT<br />

OIGO CRUJIR EL ESPACIO EN SUS PRINCIPIOS.<br />

Esta noche estará con otros<br />

que no son los abuelos<br />

vuelvo<br />

la silla me duerme con sus cuentos<br />

le digo que no sé<br />

que ellos murieron hace tanto<br />

me pregunta por Casimiro y Benachau<br />

¿Qué se yo del hombre y sus tristezas?<br />

Sino de ésta<br />

compacta<br />

silenciosa.<br />

Hoy es hoy, siempre es hoy.<br />

OCTAVIO PAZ<br />

SIN AMARRAS DE NIDOS<br />

Tú buscabas palabras<br />

herir el amor con una flauta<br />

un leve sonido de mandolina<br />

amar y morir<br />

abrazar y morir<br />

descender hasta el fondo de un corazón hirviendo<br />

Juan Daniel Suárez Hermoso


ese licor caliente y pesado<br />

tocando las paredes de la vida<br />

con el simple rozar de un cuerpo<br />

piel con el temor reducido a un simple penetrarse<br />

resuello venciendo el cansancio<br />

haciendo temblar los brazos.<br />

Tu buscabas palabras<br />

romper el sueño<br />

abriendo las puertas de una ilusión guardada<br />

las blancas puertas del alba.


LEONARDO RUIZ TIRADO.<br />

Nació en Barinas en 1959. Poeta y ensayista y promotor cultural, de una<br />

densa formación intelectual. Perteneció a los Talleres Literarios Andrés<br />

Mariño Palacios de Barinas y La Tuna de Oro de Barquisimeto, formó<br />

parte del Grupo Cain, en Mérida. Recibió mención de honor en el Premio<br />

Municipal de poesía en Mérida en 1985 con el libro Malas Costumbres. Ha<br />

publicado Barinas, Cien años de Poesía (1995), donde recopila biografías<br />

y producción literaria de los poetas de todos los confines del Estado<br />

Barinas. También publicó Heráclito Caín (1999); Libro de Muertos (1999)<br />

y Las Proezas del solo (2001). Actualmente es vicepresidente del Instituto<br />

de Investigaciones del Llano y Los Llaneros y miembro de la Junta<br />

Directiva de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Barinas.<br />

LIBRO DE MUERTOS<br />

LA INFANCIA, LA MUERTE.<br />

Leonardo Gustavo Ruiz.<br />

¿Cómo decir de otro modo que los muertos ­los míos­ me están<br />

hablando a cada instante? Todo lo sobrenatural que pueda significar la<br />

frase, pende de un hilo sutil de memoria, hilo sutil que a veces, cuando<br />

puede en este laberinto, te lleva del reino de la infancia al de los muertos.<br />

Si realmente esta vida es el <strong>para</strong>íso, o si realmente en ella el único <strong>para</strong>íso<br />

es el reino de la infancia, acaso resulte algo lógico pensar a lo que deja a<br />

ser la vida ­es decir, a la muerte, y a lo que es aquel <strong>para</strong>íso definitivamente<br />

perdido e irrecuperable de la infancia, pensarlos, digo, como homólogos, o<br />

cuando menos como semejantes. Y yo no sé de cuál lógica estoy hablando,<br />

porque parecerían impensables las palabras infancia y muerte juntas,<br />

cohabitando en una misma página o en un libro de <strong>ver</strong>sos. Y no se trata de<br />

esas antagonías propias de la moderna poesía. Es que, de <strong>ver</strong>as, yo no<br />

podría pensar en la infancia, en mi infancia al menos, con un pensamiento<br />

desligado de aquellos primeros estremecimientos, preludios de un<br />

conocimiento y un trato seguros ante la muerte, ante su idea y su frecuencia<br />

en mi alma de otrora y de hoy. "Antes que sepa andar el pie, se mueve/<br />

camino de la muerte...", había aprendido yo desde temprano, con Quevedo.<br />

Por otro lado, el uni<strong>ver</strong>so de los muertos propios de uno da la impresión de<br />

residir en ámbitos de aquella dorada edad. ¿Es casual que áureas sean


también las apariciones, cuando representadas en la imaginería y en la<br />

imaginación de la gente común?<br />

Los muertos y los niños están salpicados de identificación, y la<br />

salida de la niñez hacia la adolescencia es como una primera muerte que no<br />

necesariamente prefigura a la definitiva, de la que nada se sabe todavía o<br />

solo se intuyen o imaginan entonces, por la vía del temblor, los <strong>más</strong><br />

disímiles y débiles atisbos.<br />

Especulo la idea de que el otro es uno mismo, cuando el otro ha<br />

muerto, cuando alguien ha muerto, se puede por fin vivir. Pero se trata de<br />

alguien que vive dentro de ti mismo, y si ese alguien muriese, ¿tú podrías<br />

contarlo? Es decir, que si alguien que tú eres muriese ¿quedaría alguien<br />

<strong>más</strong>, o ese alguien ya no sería nadie <strong>para</strong> aventurarse en este mundo, sino<br />

que quedaría reducido a algo simplemente intelectivo, a una idea, a un<br />

hecho de memoria e inteligencia?<br />

Intento esta especulación bien libre, a posteriori, que nada tiene que<br />

<strong>ver</strong> con prejuicios ni menos con ideas preconcebidas sobre un conjunto de<br />

texto que se fue haciendo solo en el tiempo, casi como un diario en <strong>ver</strong>sos,<br />

y casi todos ellos a partir de las pasiones de muertos particulares, incluido<br />

el niño que fui. Aquellos hablan y aparecen en estas páginas; este suele<br />

pugnar en ocasiones por una inútil resurrección.<br />

DIJISTES: ­Hola, que tal, ha empezado la función, ha empezado mi<br />

viacrucis. Y esos días estuve recordando horas, meses, años. Por lo menos<br />

un siglo o <strong>más</strong> palabras, y la sala donde pensaba se vació, y mandaron que<br />

te fueras a casa. ­¿Sin una dieta especial, sin una palabra de la doctora? y se<br />

iniciaba así el peregrinaje pensando en la sala vacía de mi casa: ¿viajamos<br />

una vez al otro mundo, en la otra ocasión, en otro espacio?<br />

fumamos, bebimos las cervezas de rigor: un mes y te vestiste <strong>para</strong> ese<br />

evento por de<strong>más</strong> circunstancial. En medio de la cantata, detenida unos<br />

segundos, alguien te recordó como la aparición de un trasgo en el asiento ,<br />

como la llama oculta en una ca<strong>ver</strong>na, en una isla de oro, en un océano<br />

como las tribulaciones del joven artista allá en el ágora, como las novelas<br />

insondables, como el diablo y los números. Una mano tuya, entre humo de<br />

cigarro, dobla la claridad del instante en mo<strong>ver</strong>se de gato, y tus lentes<br />

miran el espejismo, no el espejo, la bola de cristal y no la luna, el trago en<br />

vez de los papeles; tus manos miran con uñas amarillas a los otros, a todos<br />

lados. Qué tocan ya los ojos hacia adentro, qué voluntad ansían, qué pasillo<br />

de bruma con la chaqueta cerrada hasta las orejas, qué poema en los labios.


A quién concitan tus últimos latidos, qué bebes allá, cómo te tratan, cómo<br />

hablan ellos y de quienes, de cual vida, de<br />

cual muerte?.<br />

...un echado <strong>para</strong> atrás en la distancia<br />

L.A.C.<br />

¿Qué son ahora ustedes, ah, qué son ya,<br />

certezas, tijeretazos, sinfonía, letra que queda aún<br />

de cuánto había traído ayer la lluvia?<br />

Solo ritmos extraños, disonancias<br />

de estos pasos ausentes, no miradas, rumor,<br />

que no oigo <strong>más</strong> en las pisadas<br />

porque me descubren las distancias. El agua de allá arriba<br />

casi llega,<br />

penetrando en los hondos, hasta el hueso. Llega<br />

pero se va por donde vino. La lluvia de allá afuera<br />

es casi ciega:<br />

sigue y no ha de <strong>ver</strong> blanco en el avieso<br />

camino que condujo a mi destino.


NELSON MONTIEL ACOSTA.<br />

Nació en Petare. 1955. Tempranamente se residencia en el llano<br />

cojedeño y actualmente vive en la ciudad de Barinas. Historiador. Egresado<br />

de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Los Andes. Investigador de lo llanero. Ensayista.<br />

Escritor. Ha con<strong>ver</strong>tido el llano en su espacio predilecto <strong>para</strong> historiarlo,<br />

narrarlo y ficcionarlo. En el género ensayo ha publicado: Categorías <strong>para</strong><br />

la Investigación Histórica (1983); Materiales <strong>para</strong> la comprensión<br />

histórica de Barinas (1986); Etnohistoria del llanero (1993), en coautoría,<br />

La Discusión Posmoderna (1993), La Imaginación Simbólica en la Cultura<br />

Llanera (1995). En narrativa ha publicado, Por la Ceja de Monte, dice de<br />

este trabajo Humberto Febres: " Nelson Montiel nos presenta un haz de<br />

narraciones provenientes del uni<strong>ver</strong>so llanero. Dentro de sus<br />

investigaciones había la búsqueda de un perfil, una imagen del llanero<br />

primigenio, aquel que buscó refugio en la llanura, indio, blanco o mestizo y<br />

sometió al caballo y se confundió con el paisaje y se reunió periódica o<br />

accidentalmente, con otros marginados, hasta establecer las bases de una<br />

nueva sociedad cimarrona. Podíamos imaginarlo, pero requeríamos<br />

referencias <strong>más</strong> concretas. Aquí lo tenemos, Nelson lo ubica donde tenía<br />

que estar, en la ceja de monte, un ecológico de sobreviviente, su alero, su<br />

garita, su sombra protectora". En 1997 publica Muerte por Agua y su<br />

publicación <strong>más</strong> reciente se intitula El llano en voces (2001). Actualmente<br />

es presidente del Instituto de Investigaciones del Llano y los llaneros<br />

(INLLANO).<br />

EL LLANO EN VOCES<br />

EL LLANO EN VOCES<br />

NELSON MONTIEL ACOSTA.<br />

Tres voces me habitan. Una racional que adquirí en el andar<br />

académico, que me lleva a erradicar todos los atavismos del pasado, a<br />

sentirme dueño de la <strong>ver</strong>dad, a se<strong>para</strong>r lo subjetivo personal del ejercicio<br />

teórico por considerarlo un factor de perturbación, a desligarme de las<br />

concreciones particulares de cada pueblo <strong>para</strong> sentirme ciudadano uni<strong>ver</strong>sal<br />

de la aldea global interconectada. Pero no he terminado de ordenar mi<br />

estructura mental cuando la otra voz me dice: esa racionalidad no te<br />

pertenece, vamos a asaltar el poder <strong>para</strong> construir una sociedad solidaria,<br />

basada en el bien común, en el reparto equitativo, reivindicando nuestra


tradición heróica, vamos a construir un país, una nueva república. Cambio<br />

de discurso y aspiro una posición burocrática en el a<strong>para</strong>to de Estado, <strong>para</strong><br />

desde allí transformar todo, servir al pueblo. Pero una tercera voz me<br />

induce a la evasión, huye me dice, transita tus nostalgias infantiles, manda<br />

al carajo tus privilegios y vuelve a tu juego con la vida, a tu rebeldía, a tu<br />

música, a tu embriaguez, a tus ficciones contradictorias; todavía no tienes<br />

patria ni matria, pero tienes la aldea, las voces, el caserío donde se moldeó<br />

tu alma salvaje, solázate, expláyate eso te mantendrá vivo y despierto. Así<br />

me habla.<br />

Estos tres discursos me habitan, uno de ellos me domina, me pauta<br />

en momentos determinados, por eso regresé al llano, <strong>para</strong> oír <strong>más</strong> de cerca<br />

sus voces, sus ecos, <strong>para</strong> buscar las claves de sus arcanos, sobre todo del<br />

discurso salvaje, <strong>para</strong> precisar como se amalgama en lo <strong>más</strong> recóndito de<br />

nuestra alma. Mi primer contacto fue con los llaneros del bajo llano,<br />

conviví con ellos una larga temporada, escurridizos, enfrentados al orden,<br />

al trabajo, a la moral. Me contaron todas sus incursiones cotidianas en los<br />

hatos ingleseros. A estos llaneros no les interesa el progreso, ni la escuela,<br />

ni las elecciones, ni la política; quieren vivir libres sin apegos a la ley, con<br />

su música, sus contrapunteos, sus juegos, su tradición primordial.<br />

También me entrevisté con los antiguos jefes de la guerrilla llanera,<br />

hombres alucinados por la violencia que retornaron al llano a organizar las<br />

masas llaneras <strong>para</strong> enfrentar el opresor criollo y la bota inglesa, pero<br />

terminaron en una montonera ansiosa de venganza contra el blancaje y de<br />

asaltar los hatos ingleses que tenían en sus almacenes sombreros finos,<br />

cabezadas con incrustaciones de plata, cuchillos y puñales exóticos.<br />

Después me mudé a las riberas de los ríos llaneros, coincidí con un<br />

grave enfrentamiento entre los dueños de los hatos que le declararon la<br />

guerra a todos los moradores de caños, ríos y lagunas ensanchando sus<br />

dominios. Es el discurso de la violencia, del principio imperial inmanente<br />

en los mantuanos a la cual los llaneros se enfrentan astucia y magia. Ahora<br />

regreso buscando la tercera orilla. Esta vez mi antropología de la ficción se<br />

dirige hacia mis iguales, que con mayor o menor intensidad son<br />

depositarios de estos discursos, que viven el mismo drama de cualquier<br />

latinoamericano, con una permanente tensión entre valores culturales<br />

opuestos. Esta vez la busco en ciudades, en los recovecos del llano. Todas<br />

las señas me indican que mis nuevos informantes los puedo conseguir en<br />

un lugar denominado "Rancho Llanero", posada de un señor conocido con


el remoquete del Tortugo. Allí conocí al Indio, al Chivo, a la Palometa, a<br />

Isabel de La Fuente.<br />

EL TORTUGO<br />

Una casa de adobe, a media pared sin puertas. Una barra que tiene<br />

como aposentadero un tronco de palma llanera. En una cornamenta de<br />

venado clavada al frente de la barra, guinda un sombrero de fina marca. El<br />

dueño del negocio comienza a explicarme el significado de cada una de las<br />

piezas que allí reposan: ­ Este sombrero perteneció al Cubiro, afamado<br />

cantante de joropos, este fuete lo heredé de Loyola, leyenda guariqueña del<br />

canto. Más adelante leo una placa de reconocimiento dedicada a La<br />

Palometa por tener el mérito de fundar una orquesta <strong>para</strong> tocar joropos<br />

llaneros en Europa. Al lado veo una foto de un indio de perfil, creí<br />

reconocer a primera vista al indio Tupac Amaru, y le hice el comentario al<br />

Tortugo. ­¡Que Tupac Amaru del coño!, es el Indio, un teatrero que se<br />

m<strong>aqui</strong>llaba como ese famoso indio peruano y le cobraba a los europeos<br />

<strong>para</strong> dejarse pintar, los musiüs creían que él era de descendencia Inca­. Por<br />

último en una corteza alargada de madera un escrito dirigido a los<br />

visitantes reza: " Si este sitio no le gusta váyase largo al carajo". ­<br />

Compadre­ me dijo El Tortugo ­ si usted quiere conocer esta punta de<br />

jodíos venga en la tardecita, esos bichos son clientes de este Rancho<br />

Llanero.<br />

En la tarde llegué al sitio, no había clientes, me senté en una mesa, se<br />

me acercó una mujer ­¿Qué le servimos patrón?, tenemos cerveza fría y de<br />

comer, caldo de curitos <strong>para</strong> levantar el animal, pescado envuelto en hoja<br />

de topocho, amuñuñao de pollo, cabeza de caribe frito <strong>para</strong> el que tiene la<br />

<strong>ver</strong>güenza caída ­. Pido una cerveza y le pregunto por El Tortugo.­ No sé,<br />

ese nunca dice <strong>para</strong> donde va ­. Me trae la cerveza y entra a la cocina.<br />

Llega al sitio una camioneta lujosa con vidrios ahumados se baja un<br />

hombre y lo reconozco es El Tortugo, da un traspié cuando se baja, parece<br />

bebido. Entró sin saludar y se apostó en una mesa. ­ Tengo hambre ­ le dice<br />

a la mujer – fríame una chinchurrias ¡rápido!, nojoda­ . La mujer sale<br />

molesta a encarar al Tortugo: ¿Porqué no le pides comida a la otra?,...<br />

coño, que bonito, te revuelcas con ella y yo tengo que llenarte la tripa. –<br />

Dije comida, ¡nojoda!,­ golpeó la mesa y se paró de la silla, la mujer se<br />

metió a la cocina apurada, El Tortugo sacó una cerveza del enfriador y se la<br />

tomó de un solo trago, hace que me mira pero no me ve, los ojos los tiene<br />

vidriosos. Se sienta de nuevo y comienza a quedarse dormido con la cabeza<br />

sobre la mesa.


La mujer retornó con un sartén humeando donde le traía las<br />

chinchurrias al Tortugo, le levanta la cara y el hombre no reacciona, le<br />

pone el sartén y le deja caer la cara entre las tripas calientes. El hombre se<br />

paró violentamente de la silla, con los ojos inyectados de sangre agarró a la<br />

mujer por el cuello y la pegó contra la pared: ­ ¡Despídete del mundo!, esta<br />

es la última cagada de tu vida­ y comenzó a apretarla ­ . En medio de ese<br />

escándalo sale una señora mayor de la cocina y le dice ­ ¡ Suelte esa mujer<br />

Tortugo!, no la mate porque usted no va a cargar con esa muchachera que<br />

joden tanto ­. El hombre estaba sordo, le apretaba <strong>más</strong> el cuello, la mujer se<br />

estaba poniendo cianótica. La anciana se quitó una chancleta y le dio con<br />

toda su fuerza por el medio de la espalda. El Tortugo reaccionó y soltó a la<br />

mujer: ­¿ Porqué lloras, pajúa?­ Le dice a la asustada fémina. La mujer se<br />

mete corriendo <strong>para</strong> los cuartos interiores.<br />

Nos sentamos a con<strong>ver</strong>sar como si no hubiese sucedido nada, me<br />

reconoció, hablándome casi con decencia: ­ Volvió doctor y los jodíos no<br />

han portado por aquí ­. Destapa dos cervezas y me brinda. Seguimos<br />

bebiendo, pone música, joropo llanero, busca <strong>más</strong> cervezas y comienza a<br />

reflexionar: ­ Hay que <strong>ver</strong> que uno se mete en unos tremendos peos y no se<br />

da cuenta, menos mal que la vieja de la cocina es una veterana, una mujer<br />

formada en los burdeles del alto llano, sabe los remedios <strong>para</strong> hacer<br />

reaccionar los borrachos: un chancletazo en el medio del lomo, sino<br />

hubiera matado a esa pobre mujer y ni me hubiera enterado ­.<br />

Aproveché que El Tortugo quería con<strong>ver</strong>sar <strong>para</strong> conocer <strong>más</strong><br />

detalles de su vida: ­ Coño, es que tengo en este momento muchos peos,<br />

tengo hijos con varias jodías, siempre las visito a las tres, cada rato me<br />

forman un peo, si no son ellas son los hijos, ya me acostumbré a vivir así.<br />

No dejan que los hijos de una se junten con los de la otra, por eso siempre<br />

invoco una copla popular que dice: "Todos los días le pido a Dios y a las<br />

ánimas benditas que mi mujer y las otras se quieran como hermanitas". Me<br />

imagino el día que yo me muera, aquel tremendo peo, todas esas viejas<br />

arrechas, una pretenderá llevarse la camioneta, la otra quedarse con el<br />

negocio, la otra con la casa ; sería del carajo que hicieran una ternera,<br />

sancocho y ade<strong>más</strong> invitaran todas las viejas que yo me he pegado y fueran<br />

felices juntas aunque sea un solo día, que formaran un velorio a lo llanero,<br />

con gallos, carreras de sacos, carreras de morrocoy, carreras de gato,<br />

huevos en cuchara ­.<br />

Esa noche dejé de grabar la con<strong>ver</strong>sación, me emborraché con El<br />

Tortugo, oyéndole su imaginario velorio. Volví ese otro día, el hombre


estaba atendiendo el negocio, me salió con un delantal de la cocina,<br />

sudoroso, atareado con la vieja pre<strong>para</strong>ndo el almuerzo. Me dijo que <strong>más</strong><br />

tarde seguiríamos la con<strong>ver</strong>sación. En ese momento entra al negocio un<br />

jeep con cuatro guardias, traían una orden de allanamiento <strong>para</strong><br />

decomisarle un chigüire que tenía en el negocio sin permiso ambiental. Los<br />

guardias entraron a la brava, pidiendo licencia de licores, patente de<br />

comercio. El Tortugo no se inmutó, les abrió las puertas de la despensa<br />

sacó el chigüire, cuatro cajas de cerveza, las metieron en el jeep y<br />

arrancaron dejando el pol<strong>ver</strong>o que invadió el negocio por un rato. El<br />

Tortugo pidió disculpas a los clientes, les dijo que volvieran mañana<br />

cuando recupera el chigüire.<br />

Se sentó en mí mesa despreocupado: ­ Esos güebones creen que me<br />

van a joder, ese chigüire me lo trajo un alto jefe militar amigo mío, esta<br />

tarde voy al comando y lo recupero. Aquí el chigüire lo venden ellos<br />

mismos y si uno no se los compra viene el allanamiento. La guerrilla cría<br />

los chigüires del otro lado, los protege, los declara en veda, cuando se<br />

acerca la semana santa, se lo venden a la guardia y ellos lo distribuyen, un<br />

negocio redondo de irregualres con regulares ­.<br />

Traté de situar al Tortugo en lo que era mi eje de interés, saber sobre<br />

su pasión por el llano: ­ El llano <strong>para</strong> mí inicialmente fue un castigo,<br />

porque yo era un vago pueblero. Mi mamá me parió en el llano, en esos<br />

coñales, donde uno lo escoñeta el polvo, la inundación o la plaga. La preñó<br />

un ganadero, ella trabajaba en uno de sus fundos y le clavó tres muchachos.<br />

Comenzó a tener problemas con la esposa, que se enteró de la vaina y se<br />

empeñó en mudarse <strong>para</strong> el fundo <strong>para</strong> desplazar a mi mamá. Él nos asignó<br />

una pensión, veinte bolívares <strong>para</strong> alimentar cada muchacho, los depositaba<br />

en el Consejo del Niño, pero teníamos que venir a cobrarlos aquí en esta<br />

ciudad y nosotros vivíamos donde el diablo vendió el culo, mi mamá<br />

dejaba amontonar diez meses <strong>para</strong> cobrar seiscientos bolívares, rodamos<br />

por todos esos pueblos llaneros hasta llegar al Destierro. Ahí comencé a<br />

desordenarme, hice un cajón <strong>para</strong> limpiar zapatos y cogí la calle. Ayudaba<br />

a mi mamá en la tarde a vender arepitas y pan de horno y no iba a la<br />

escuela, me la pasaba en la laguna de la Vicaria, salía con el bulto <strong>para</strong> la<br />

escuela y llegaba con el bulto todo entierrao, pasaba el día en la laguna,<br />

llegaba en la tarde a la casa, me gustaba dormir en el techo, a la intemperie<br />

­.<br />

Al Tortugo se le aguaron los ojos en medio de estos recuerdos, nos<br />

tomamos otra cerveza y siguió contándome su errancia por los pueblos: ­


Después nos mudamos <strong>para</strong> Las Uniones, vivíamos arrimados con un tío,<br />

hacíamos chorizos de cochino. Yo acompañaba a mi mamá a buscar las<br />

tripas de los cochinos donde un jodío que se llamaba Santa El Cochinero.<br />

Yo y que le decía a mi mamá cuando estaba chiquito: "algún día te voy a<br />

comprar una casa y te voy a dar lo que necesites <strong>para</strong> que no estés en este<br />

peo, parándote a las tres de la mañana a recoger la sangre y las tripas de los<br />

cochinos".Eso me lo recordó el día que le compré la casa. Elaborábamos<br />

las tripas y yo salía a venderlas. Me inscribieron en la escuela, pero ¿cómo<br />

coño iba a hacer?, tenía que vender las tripas en el día, iba a la escuela de<br />

vez en cuando, a los diez años estaba en segundo grado, presenté los<br />

exámenes y salí tan raspao en esa mierda que me devolvieron <strong>para</strong> primer<br />

grado­.<br />

Llegaron unos clientes, por su vestimenta venían de la sabana,<br />

sombrero, cuchillo en la cintura y hablar <strong>ver</strong>seado: ­ Camarita ­le dijo uno<br />

de los llaneros sírvame un caldo de curitos de esos que usté tiene pa´ pará<br />

el machete­. El sugundo dice: ­ A mí me sirve arroz con cabeza de caribe,<br />

que dicen que es mejor que el curito­. ­No se caigan a pasiones ­dijo el<br />

tercero­ que lo único bueno pa´ pará el machete es una bicha pelúa­. Todos<br />

nos reimos del pragmático comentario del llanero­ mientras <strong>más</strong> pelúa<br />

mejor, a uno se le va el mundo buscando el camino entre ese pelero, a mí<br />

me pasó con una jodía, tenía esa bicha como una rosa de montaña, y yo<br />

búsquele y búsquele la capadura, hasta que le dije, vaya a miá y me deja el<br />

rastro­. El Galápago sentía que los llaneros le estaban saboteando la<br />

propaganda de su menú afrodisíaco: ­ Sí a ustedes no se les <strong>para</strong> el machete<br />

eso no es culpa mía, prueben la vaina y mañana hablamos­ les comentó<br />

mientras les servía la comida.<br />

­ Ellos son así ­ comentó El Tortugo­ deben tener días solos en la<br />

sabana, sacándose las ganas con las yeguas o las burras, muchas veces<br />

duran días sin hablar con nadie en esas inmensidades y cuando vienen <strong>para</strong><br />

el pueblo se destapan, pasan tres días borrachos, solos o con mujeres,<br />

jugando gallos, barajas, batea, gastan toda la plata y después regresan a sus<br />

coñales, una vida muy arrecha, sus cuentos son pura burla, relatos sobre<br />

vainas de sexo insólitas con animales: con caimanas, gatas, mantarayas,<br />

hasta culebras cuentan que se han pegao, siempre son pura jodedera, o<br />

fanfarronería, por que ellos son hombres de hazañas. Yo viví toda esa<br />

vaina, aunque nunca me llamó la atención soplame una burra o una yegua.<br />

Cuando me soplé a la primera mujer ya estaba hombre, recuerdo que<br />

estudiaba en la escuela granja, me habían dado la plata <strong>para</strong> pagar el<br />

transporte hasta la escuela que quedaba retirada, me acuerdo que andaba


vestido de blanco con una maletica y donde estaba esperando el bus, estaba<br />

una mujer medio borracha, no cargaba pantaletas, el bicho se me comenzó<br />

a pará, la mujer me hizo señas mostrándome su manjar y yo me atoré, le<br />

pregunté que cuánto cobraba, convinimos veinte bolívares que era lo que<br />

cargaba, nos metimos <strong>para</strong> un montecito, la mujer se quitó sólo falda, le<br />

puse la maleta de almohada y me le encaramé, hice mi vaina y cuando me<br />

le baje tenía un sangrero, me llené de menstruo la ropa, me ensucié los<br />

pantalones y encima camine como diez kilómetros. Me quedó una vaina<br />

muy desagradable ese día ­.<br />

El Tortugo buscó el hilo del relato de su vida: ­ Después nos<br />

mudamos <strong>para</strong> esta ciudad donde estamos hoy, cerca de donde cobrábamos<br />

la pensión. Vivimos un tiempo arrimados donde una hermana que era<br />

maestra. Tenía cinco muchachos y ade<strong>más</strong> preñada, la vaina era muy jodía.<br />

Estabamos cerca de la pensión que nos dio mi papá, pero no alcanzaba <strong>para</strong><br />

un coño. Ahí fue que cogí la calle otra vez con mi cajón de limpiar zapatos,<br />

<strong>para</strong> <strong>ver</strong> si traía algo <strong>para</strong> la casa, <strong>para</strong> la comida. Comencé a rebuscarme,<br />

me con<strong>ver</strong>tí en un perro callejero, no iba <strong>para</strong> la casa, le llevaba plata a mi<br />

mamá y no había peo. Tenía ya como once años. Pasé mucha vaina, un día<br />

un musiú, me dió una patada en el culo, estaba en el restaraunt de La Pasta,<br />

velando por las sobras, cuando le dije que me diera la pasta que le había<br />

quedado, me dio una patada en el culo, hoy es dueño de una cadena de<br />

tiendas por departamentos y se la echa de filántropo. Pero así como me<br />

jodió un musiú, otro me daba ropa y zapatos y yo le limpiaba los<br />

alrededores del negocio por la mañana. Nos jodían mucho por nuestra<br />

condición de negros, de niño de la calle, eso genera una reacción<br />

coñoemadresca, sobre todos contra los musiús, que hay que joderlos, hay<br />

que morderlos cuando sea posible, nosotros le rallábamos los carros, les<br />

rompíamos las antenas, les tirábamos colillas prendidas de cigarrillos <strong>para</strong><br />

quemarles los asientos, nos miábamos de noche en las puertas de los<br />

negocios. Una <strong>ver</strong>dadera venganza social ­.<br />

Paramos la con<strong>ver</strong>sación porque llegó un vendedor de aguardiente, le<br />

ofreció aguardiente de coca de Calderas: ­ Este aguardiente –comenzó el<br />

hombre a comentar las propiedades de los productos ­ hace pará el animal<br />

en el primer sorbo. Aguardiente Extra, hecho en Colombia, las erecciones y<br />

la borrachera son tan berracas, que uno respeta ni a la familia de uno, el<br />

remedio es buscá hueco donde meter el animal. Y este último se llama Ron<br />

de Vinola, <strong>para</strong> aflojar a las mujeres, se ponen virriondas, las <strong>más</strong> duras se<br />

ponen aguaditas –El Tortugo le preguntó: ­ ¿ No tienes uno <strong>para</strong> poner los<br />

hombres maricos?­. Todos celebramos la ocurrencia. Finalmente hizo un


pedido de coca de Calderas y Ron de Vinola. Le dijo al hombre que le<br />

pagaba la mitad del costo del pedido y que la otra mitad se la pagaba<br />

después que probara los resultados afrodisíacos de las bebidas.<br />

Seguimos con<strong>ver</strong>sando: ­ Como le venía contando, esa vida de vago<br />

pueblero me gustaba, pero mi mamá se arrechó, porque duraba a veces<br />

semanas sin ir a la casa. Un cuñado mío que era concejal, le recomendó a<br />

mi mamá que me metiera en el Correccional de Menores. Ella me comentó<br />

el asunto y me quedé con la vaina. Así fue, un día estaba en la plaza<br />

limpiando zapatos y llegó un jeep, se bajó una vieja mal encarada con dos<br />

jodíos y me llevaron al Correccional, de allí me fugué al tercer día, duré<br />

unos días escondido en el monte comiendo melones, patillas en las<br />

sementeras de Chupa­Chupa, visitaba a mi mamá de noche, estaba brava,<br />

porque yo ahora era un fugitivo de la justicia como el Dr. Ben Cayse.<br />

Decidió llamar a mi papá <strong>para</strong> que se hiciera cargo de mí a través del<br />

Consejo del Niño. En efecto una tarde llegó un carro, un poco de carajos<br />

ensombrerados. Me mandaron a buscar: ­ "Tortugo llegó tú papá", yo dije<br />

coño esta es mi salvación, al fin conocí al que me engendró, un hombre<br />

llanero, ensombrerado me dijo: "Yo lo vengo a buscá pa´ llevamelo,<br />

aquella vaina es muy bonita, seguro que usted se va a amañá, nos vamos pa<br />

´ Matecandela" . Me monté en el jeep y empezamos a coger hacia el monte<br />

por esos palmares y esas polvaredas. Llegamos a un pueblo donde él tenía<br />

la otra mujer y los hijos. Tenía una bodega, yo pensé dentro de mí: "Coño<br />

me armé, este viejo es rico". Los hermanos míos me sacaban el cuerpo:<br />

"Ese es el vago" y me señalaban. En cambio la mujer de mi papá me trató<br />

con afecto: "Pórtese bien, no haga maldades", me aconsejaba. Al día<br />

siguiente arrancamos <strong>para</strong> el fundo. Palmares y <strong>más</strong> palmares. Dele y dele,<br />

como seis horas de camino. Yo iba pensando, seguramente en el fundo hay<br />

piscina y televisión. Cuando llegamos, un coño, una casa vieja, con<br />

corredores, eso sí, limpia y aseada. Al otro día me levantó temprano y me<br />

dijo: " Amigo, a usté lo traje yo pa´ca fue pa´ enseñalo a ser hombre, usted<br />

se porta o lo porto. Usted se va a pará en la madrugada­ me leyó la cartilla ­<br />

Eufrasio el ordeñador le va a decir como va a trata los becerros, después a<br />

quesear". Comía con los peones. Mi papá comía aparte, ni me hablaba, me<br />

daba pura órdenes: " Hay que marranear, cortá leña, arreglá los corrales".<br />

Coño, aquella vaina me tenía traumatizado, cuando estaba en aquellas<br />

soledades me ponía a meditar: " En estas soledades es que los carajos se<br />

hacen poetas, mirando el atardecer, el amanecer, el rocío, el invierno". Lo<br />

que te acompaña es el bramío de las vacas, el canto de las chenchenas, el<br />

bullicio de las aves, el ronquío de los araguatos pidiendo agua. Pero esta<br />

vaina no es <strong>para</strong> mí, tan de pinga que estaba yo en la ciudad vaguiando,


aquí tenía que acostarme con las gallinas y <strong>para</strong>rme antes de amanecer.<br />

Coño, me ponía nostálgico ­. ­ Un día me arreché y cogí el monte, "no me<br />

calo <strong>más</strong> este machete", le sacudí el sombrero a un pol<strong>ver</strong>o y me declaré en<br />

rebeldía. Vivía escondido en las matas, en la noche buscaba en una troja la<br />

comida que me dejaba el chocotero que era mi cómplice. En eso pasé como<br />

diez días hasta que el viejo decidió mandarme a capturar con unos jinetes.<br />

Me cazaron como a un morrocoy, le metieron candela a la mata donde me<br />

escondía y tuve que salir asfixiado por el humo, cuando salí al claro de<br />

sabana me enlazaron y me llevaron halado hasta las instalaciones del fundo<br />

donde me esperaba mi papá, pensé que me iba a castigar o me iba a dar<br />

unos fuetazos, pero sólo me dijo: ­"Apareció la bestia, usted como que se<br />

quiere cimarronear, a partir de mañana lo voy a poner en la escuela pa´<br />

quitale la mostrenquera". Así fue me metieron en una escuela que quedaba<br />

muy lejos del fundo. Me iba la tarde anterior en una mula, tenía que pasar<br />

dos caños que a veces se ponían hondos, en la noche me quedaba donde un<br />

pariente, que me levantaba tempranito y otra vez a ensillar la mula <strong>para</strong><br />

terminar de llegar a la escuela. Cuando llegaba, los carajitos que estudiaban<br />

conmigo me veían y se reían, "¡llegó la bestia !" , decían en coro. Las<br />

canillas no me cabían en los pupitres, no entendía nada lo que la maestra<br />

explicaba, sólo le buceaba un culote que tenía, esas maestras con esos<br />

culotes, no las deberían dejar trabajar, porque uno se pone bruto.<br />

Una tarde había llovido todo el día, me puse renuente <strong>para</strong> ensillar la<br />

mula <strong>para</strong> irme <strong>para</strong> la escuela. El viejo cogió una tremenda arrechera<br />

cuando supo la vaina. Me mandó a llamar y me dijo: ­ "¡usted se va <strong>para</strong> la<br />

escuela!, sólo en la mula o lo llevo maníao"­. Decidí cumplir la orden,<br />

pidiendo que me cambiaran la mula. El viejo me dio su caballo de silla, un<br />

bicho brioso, lo hizo con la intención de que me jodiera, porque cuando él<br />

lo estaba amansando se cayó de la silla, dejó el pie en el estribo y lo<br />

arrastró por ese tronconero se dio el coñazo hereje con los troncos de las<br />

palmas, yo estaba cerca y tenía la posibilidad de alcanzar el caballo y<br />

detenerlo, pero preferí <strong>ver</strong> la vaina con cierto sadismo coñoemadre, porque<br />

ade<strong>más</strong> él se la tiraba de arrecho, ese incidente no se lo comentó a nadie y<br />

yo es primera vez que lo cuento. Ahora le había llegado la hora de la<br />

venganza. Me monté en el caballo y el bicho comenzó a corcobear, se<br />

apaciguó un rato y cogió paso. En el camino le cambié el freno por un<br />

alambre de púas, cada vez que se lo medio tocaba se <strong>para</strong>ba en seco.<br />

Llegué a la orilla del caño, que estaba preñado de agua, me tiré con el<br />

caballo, pero en lo que el agua le penetró en las heridas, perdió el control y<br />

nos hundimos los dos en el agua, intente nadar hacia la orilla pero la<br />

creciente era fuerte. Me dejé llevar con el agua hasta que llegué a una


carama. El pariente que me esperaba del otro lado al <strong>ver</strong> que yo no llegaba<br />

se trasladó hasta el fundo a <strong>ver</strong> que me había pasado. Mi papá le dijo, que<br />

yo había salido temprano en su caballo de silla. Se enrumbaron los dos <strong>para</strong><br />

el caño <strong>para</strong> buscar señales del caballo y mías. Gritaron desde la orilla, yo<br />

oía desde lejos el eco. Pero decidí no responder, allí seguía en la carama de<br />

árboles que había arrastrado la corriente. De repente gritó mi pariente:<br />

"¡ Aquí esta el caballo abollado!, el muchacho debe estar cerca" ­. Sentí las<br />

voces <strong>más</strong> claras y los ladridos de los perros. Reconocí la voz del viejo<br />

cuando dijo: ­ "El caballo me importa un carajo, lo que quiero conseguir es<br />

a mi muchacho" ­. Aquella vaina me jodió tanto, que me puse a llorar como<br />

un pendejo entre aquellas ramas. Los perros comenzaron a ladrar cerca de<br />

la carama y no tuve <strong>más</strong> remedio que gritar. El pariente se metió en la<br />

carama y me ayudó a salir por la barranca. El viejo me abrazó llorando, me<br />

dijo: ­ "Ahora si se porque te dicen El Tortugo"­. Después de ese incidente<br />

la relación entre los dos fue otra, buscaron un maestro que me enseñaba los<br />

domingos. Presenté el examen de sexto grado y mi hermana me consiguió<br />

cupo en una escuela agronómica internado.<br />

La vaina iba muy bien en la escuela, conocía la mecánica de tractores<br />

al pelo, hasta el punto que el profesor me dejaba encargado de la cátedra.<br />

Pero en la casa de Cristo no puede faltar El Diablo, una noche venía<br />

saliendo del baño hacia los dormitorios totalmente desnudo agarrándome y<br />

sarandeándome las ta<strong>para</strong>s <strong>para</strong> secármelas, con la mala leche que esa<br />

noche había llegado una supervisora nacional y me agarraron en el pasillo<br />

desnudo. Me aplicaron la sanción capital, me botaron por nudista, ade<strong>más</strong><br />

el bicho lo llevaba casi <strong>para</strong>do, no había excusa posible. Busqué a mi<br />

hermana que era mi santa protectora y me consiguió un trabajo como<br />

vendedor de m<strong>aqui</strong>naria agrícola. Me acomodé en aquella compañía<br />

ganaba bien. Llegué a ser un vendedor estrella de m<strong>aqui</strong>narias y vehículos<br />

rústicos. Me gané un viaje <strong>para</strong> España y pasé unos meses borracho con<br />

vino, visité los burdeles de la madre patria, aquellas musiüas con aquel<br />

sobaco peludo y una jedentina a gallina muerta, muy bonitas con aquellos<br />

ojos <strong>ver</strong>des, aquel pelote, con mucho salero, pero una jedentina tan arrecha<br />

que había que vol<strong>ver</strong>se una mierda de la borrachera <strong>para</strong> soportar aquellos<br />

sobacos. Pero aproveché el viaje, descubrí muchas formas de hacer<br />

turismo, de aprovechar el ambiente en función del turismo. Coño yo<br />

pensaba en tantas vainas que habían en el llano sin aprovechar: fauna, ríos,<br />

paisajes, gastronomía; que los europeos gozarían una bola de esa vida<br />

salvaje. Me vine con esas ideas y empecé a organizar tours por los ríos,<br />

pesca deportiva, rusticars, veladas de música llanera y casas especializadas<br />

en todo lo que tiene que <strong>ver</strong> con el llano: comida, videos, fotografías,


objetos pertenecientes a hombres <strong>ver</strong>gatarios como cantantes, jinetes,<br />

revolucionarios famosos. Allí fue que me enamoré del llano y me con<strong>ver</strong>tí<br />

en llanero.


EDGAR COLMENARES DEL VALLE. Nació en San Fernando de<br />

Apure. Es egresado del Pedagógico de Caracas y de la Uni<strong>ver</strong>sidad Central<br />

de Venezuela, donde se desempeñó como docente en las áreas de<br />

Dialectología, Lexicografía y análisis literario actualmente se desempeña<br />

en la Casa de las Letras "Andrés Bello". Ade<strong>más</strong> de algunos artículos y<br />

ensayos ha publicado los siguientes títulos: Léxico del Béisbol en<br />

Venezuela (1977). Designaciones del borracho en el habla venezolana<br />

(1989). La Venezuela afásica del Diccionario Académico. En la narrativa<br />

ha publicado Los Ojos de la Viuda (1993) y un libro de recuerdos sobre los<br />

tiempos idos del llano titulado: En el espejo de la memoria.<br />

EN EL ESPEJO DE LA MEMORIA<br />

LAS DIVERSIONES DEL LLANERO<br />

Las fiestas.<br />

Edgar Colmenares del Valle.<br />

El llano es, por excelencia, la tierra del joropo y de los toros coleados<br />

y, ade<strong>más</strong> de otros juegos y entretenimientos que distraen los ratos de ocio<br />

que deja el recio que hacer de la sabana.<br />

El trabajo, con todo lo agobiante y duro que es, siempre da un<br />

tiempito, como dicen los llaneros, <strong>para</strong> prender una fiesta. Entonces, el<br />

hombre del llano se olvida, por un momento, del invierno y la sequía, <strong>para</strong><br />

mostrar su rústica sabiduría bailando joropo, cantando al pie del arpa o<br />

mostrando su habilidad <strong>para</strong> tumbar un toro.<br />

Llano adentro, las fiestas son con arpa, cuatro y maracas. En ciertas<br />

regiones, la bandola sustituye al arpa. La música llanera y el baile del<br />

joropo son formas típicamente representativas del sentir musical<br />

venezolano.<br />

El arpa es el instrumento musical que mejor identifica a la música<br />

llanera. Tiene de 30 a 36 cuerdas que se pulsan con ambas manos. La<br />

ejecución se hace a base del dominio de los tiples, los tenoretes y los<br />

bordones. Hay músicos llaneros que, ade<strong>más</strong> de ser maravillosos<br />

ejecutantes del arpa, también son expertos constructores de este<br />

instrumento. Para ello, una de las maderas preferidas es la que se obtiene de


un árbol muy corpulento llamado, camoruco, por lo que al arpa en el Llano<br />

se le dice camoruca.<br />

El cuatro es una guitarra pequeña que toma su nombre del número de<br />

cuerdas. Es el instrumento que por excelencia, se usa <strong>para</strong> acompañar el<br />

arpa y la bandola, ade<strong>más</strong> de utilizarse como instrumento solista en la<br />

interpretación de las coplas, los pasajes, los joropos y las canciones que<br />

alegran la vida del llanero. Al igual que el cuatro, la bandola tiene también<br />

el mismo número de cuerdas y forma de guitarra pero es de mayor tamaño<br />

que aquel y se afina de manera diferente. Se ejecuta, sobre todo en Barinas<br />

y en el oriente guariqueño. Oigamos, entonces, qué dice al respecto la copla<br />

b<strong>aqui</strong>ana:<br />

Treinta cuerdas tiene el arpa,<br />

cuatro tiene la bandola<br />

veinte mil pesares tiene<br />

la mujer que se enamora.<br />

Las maracas se hacen con frutos de taparo, en especial del llamado<br />

taparo de agua o de caño, que por su pequeñez y consistencia son los <strong>más</strong><br />

apropiados. Dentro se le ponen semillas capacho, lo cual motiva que se les<br />

conozca también con este nombre.<br />

En las fiestas se asan terneras o marranos y mientras las manos<br />

prodigiosas de los músicos sabaneros repican sobre las cuerdas<br />

interpretando un Zumba que zumba, un Gabán, un Pajarillo, una Quirpa,<br />

<strong>para</strong> trazar el movimiento alegre y vistoso de los bailadores, dos o <strong>más</strong><br />

copleros se fajan en un contrapunteo, alternándose en la improvisación del<br />

canto.<br />

La facilidad <strong>para</strong> improvisar en el canto es una cualidad que adorna a<br />

muchos llaneros. Algunos son unos <strong>ver</strong>daderos maestros en esta<br />

especialidad e improvisan, repentinamente, sobre cualquier tema y en<br />

cualquier circunstancia. Lo mismo puede decirse de los bailadores. El<br />

joropo es, por lo general, un baile violento y alegre en el que cada pareja,<br />

zapateando, escobillando o valseando, pone de manifiesto su creatividad y<br />

habilidad <strong>para</strong> dibujar figuras al compás de la recia música de la sabana.<br />

Los toros coleados


Por su parte, los toros coleados constituyen un espectáculo que casi<br />

siempre forma parte de las fiestas con que los llaneros rinden homenaje al<br />

santo protector del pueblo. Los toros coleados son parte obligada en las<br />

fiestas patronales de los pueblos llaneros y los ganaderos del lugar, sobre<br />

todo los ricos, tienen la obligación, con el santo y con el pueblo, de prestar<br />

los toros que van a ser coleados.<br />

Actualmente, los toros coleados tiene carácter de deporte organizado<br />

a nivel nacional y se practican, según su propio reglamento, en un sitio<br />

especialmente acondicionado <strong>para</strong> tal efecto, la manga de coleo o<br />

simplemente la manga.<br />

Sin embargo hasta hace algunos años en el llano no se construían<br />

mangas de coleo, sino que por la calle principal del pueblo, con sus<br />

bocacalles bloqueadas, se soltaba el toro y detrás de él, en violenta carrera,<br />

a caballo, salían los jinetes dispuestos a derribar ese toro, halándolo por el<br />

rabo. Desde las ventanas de las casas, las muchachas aplaudían y<br />

adornaban con cintas, multicolores la camisa y el sombrero del triunfador<br />

que, eufórico y con una esperanza en los ojos, se acercaba hasta ellas a<br />

recibir su pueblo cantando:<br />

Habemos muchos llaneros<br />

que no conocemos nada<br />

sino un caballo bien bueno<br />

y una soga arrebiatada,<br />

<strong>para</strong> enlazar cacho y muela<br />

el ganado en la sabana,<br />

y a una muchacha bonita<br />

tumbárselo en la ventana.<br />

Mientras, el ir y venir de los jinetes, las carreras y caídas de los toros<br />

y la algarabía de los espectadores, vestía de fiesta la tarde llanera.<br />

Otros pasatiempos como las peleas de gallos, los velorios de Santos o<br />

de Cruz, los juegos de dados, de barajas, de bolas criollas y el dominó, que<br />

no son exclusivos del Llano, satisfacen las necesidades recreativas del<br />

llanero y le permiten expresar y canalizar sus emociones y sentimientos.<br />

Entre ellos el juego de gallos es algo que <strong>ver</strong>daderamente apasiona al<br />

hombre del Llano. Este es en extremo cuidadoso en la selección y crianza<br />

de los gallos, las cuales se hacen siguiendo un proceso ancestral y casi de


carácter ritual. Un buen gallo de raza se cuida tanto como un caballo:<br />

recibe una alimentación especial a base de maíz amarillo o maíz cariaco,<br />

tomates, ajíes y hasta de vitaminas y otros medicamentos patentados.<br />

También es de vital importancia el color del plumaje, destacándose entre<br />

los favoritos del llanero el zambo, el giro, el marañón, el pinto, el<br />

canagüey, el negro y el cenizo.<br />

El entrenamiento previo a toda pelea también es peculiar y durante el<br />

mismo, al gallo se le cuida hasta de las miradas envidiosas que puedan<br />

empavarlo o malograrlo.<br />

Las peleas se realizan en una especie de redondel llamado barrera,<br />

que se hace de bahareque o tablas. En la barrera, los gallos pelean a muerte.<br />

Aunque en algunos casos entablan, es decir no hay triunfador. A sus picos<br />

y espuelas, el llanero se juega cualquier cosa: dinero, reses, caballos y, a<br />

veces, hasta el sombrero.<br />

Los velorios de Cruz o de santo se hacen con el propósito de pagar<br />

alguna promesa que se le debe a un santo o a una de las tantas ánimas<br />

milagrosas en que creen los llaneros. Con el velorio, se retribuye un favor<br />

recibido. Siempre en el centro de la sala principal de la casa, se colocan<br />

varios santos en un altar alumbrado y adornado con flores. Frente a él, las<br />

mujeres rezan y los hombres cantan tonos y coplas alusivas al santo o al<br />

ánima que intercedió <strong>para</strong> favorecer a quien pone el velorio. Si el velorio<br />

tiene rabo, como se dice en el Llano, llega el momento en que se cubren los<br />

santos con una sábana y comienza el baile, con arpa o bandola, cuatro y<br />

maracas. ¡Y a bailar hasta que amanezca!<br />

Para el velorio de Cruz, con los que se festeja el Día de la Cruz, en<br />

los primeros días de mayo, se viste una cruz de madera con un tejido<br />

hecho, casi siempre, con cogollos de palma. La cruz, vestida y adornada, se<br />

coloca en el patio o en el altar y frente a ella, rezando o cantando, desfilan<br />

hombres y mujeres en un rito que es una mezcla de costumbres cristianas<br />

con costumbres paganas.<br />

En los velorios, de Cruz o de Santos, el llanero organiza distintos<br />

tipos de juegos <strong>para</strong> distraer a los concurrentes. La Marisela, por ejemplo,<br />

es uno de ellos. En él, un hombre disfrazado de mujer, con los labios y la<br />

cara pintarrajeados y acompañados por varios músicos, canta una copla que<br />

narra las peripecias de Marisela en su paso por la vida.


Marisela se perdió,<br />

su madre la anda buscando.<br />

¿Quién a visto a Marisela<br />

por estos lados bailando?<br />

La última palabra del cuarto <strong>ver</strong>so varía según las circunstancias<br />

vividas por el personaje y según el orden de las secuencias desarrolladas en<br />

el juego. Los que participan en él, tiene que repetir los gestos y la<br />

pantomima de Marisela a medida que se deja oír el canto. Si Marisela,<br />

según el <strong>ver</strong>so final de la copla, baila, el participante tiene que bailar; si<br />

canta, tiene que cantar; si ríe tiene que reír. A veces, Marisela da a luz en<br />

plena sala, frente al altar; a veces muere y todo esto, gesto, muecas,<br />

lamentos y risas, tiene que repetirlo también la persona que esté jugando.<br />

Caso contrario, pierde y tiene que entregar a los acompañantes de Marisela,<br />

una prenda cualquiera que puede ser un pañuelo, un peine o un lla<strong>ver</strong>o;<br />

algún objeto de su propiedad. El que hace de Marisela, desde luego, tiene<br />

que ser una persona de las que el llanero llama chuscas, es decir graciosas y<br />

ocurrentes, a fin de que haga reír a los presentes con sus enredos y gestos<br />

caricaturescos.<br />

Al terminar las andanzas de Marisela (bailando, lavando, cantando,<br />

saltando, planchando; algo que rime con buscando), también delante del<br />

altar, se procede a regresar las prendas a sus dueños. Para ello, a cada uno<br />

se le impone una sentencia que se anuncia por parte de Marisela y su<br />

cortejo en estos términos:<br />

Marisela. ­A la una.<br />

Acompañntes. ­Sale la luna.<br />

Marisela. ­A las dos.<br />

Acompañantes. ­La campana del reloj.<br />

Marisela. ­A las tres.<br />

Acompañantes. ­Setenciado es.<br />

Marisela. ­Sentenciado es y que padezca y compadezca como<br />

agraviado el dueño o dueña de este peine (o lla<strong>ver</strong>o o pañuelo), que tiene<br />

piojos y de los cuarenta dientes le faltan treinta y dos.


Acto seguido, el dueño de la prenda reclama y Marisela o cualquiera<br />

de los otros le impone el castigo en medio de las risas y bromas de los<br />

de<strong>más</strong>, ya que la sentencia va acompañada de burlas referidas a la prenda y<br />

a su dueño.<br />

La penitencia <strong>para</strong> los hombres, en ocasiones, consiste en decirle una<br />

bamba a una dama. Si la penitente es una mujer, ésta le dirá la bamba a un<br />

hombre. Las bambas son coplas o décimas que, casi siempre, son de<br />

contenido amoroso y funciona como fórmulas de galanteo:<br />

Los luceros en el caño,<br />

la luna en el carrizal,<br />

boquita de caña dulce<br />

quién te pudiera besar.<br />

También la penitencia o castigo puede ser arrodillarse ante el altar y<br />

pedir perdón, olerle la cabeza a alguien, pedirle la bendición a una persona<br />

cualquiera y, en fin, cualquier ocurrencia que, dentro de lo que se considera<br />

como un acto religioso, sirva de distracción por su sentido humorístico y<br />

hasta escarnecedor.<br />

De los juegos de barajas, sobresalen el ajiley y la caída. Ambos con<br />

sus normas peculiares que frecuentemente, varían de un pueblo a otro. Se<br />

usa siempre la baraja española y en cada partida, al igual que en los gallos,<br />

se apuestan grandes sumas de dinero.


HUMBERTO FEBRES:<br />

Barinés nacido en Caracas en 1929. Estudio en la Escuela Federal<br />

Graduada Soublette de Barinas. Ensayista, poeta, historiador, Ingeniero<br />

agrónomo egresado de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Lima y la Uni<strong>ver</strong>sidad Central de<br />

Venezuela. Fue catedrático en la Facultad de Ciencias de la Uni<strong>ver</strong>sidad<br />

Central de Venezuela. Regresó a Barinas y fundó el Instituto de<br />

Investigaciones del Llano y Los Llaneros. Murió en 1997. Dice de él<br />

Leonardo Ruiz Tirado: "En su tránsito profundo y deslumbrante,<br />

Humberto, fue un <strong>ver</strong>dadero mago de la palabra, un lector de todas las<br />

culturas, lo cual llegó a hacerle un erudito de tantas cosas".<br />

Febres escribió mucho y publicó poco, posiblemente por su<br />

exigencia estética con sus propios escritos, al final de su vida, lo que fueron<br />

extensas obras de creación literaria las comprimió en esquelas. Conocemos<br />

de él su ensayo En Negra Orilla del Mundo (1995), donde profundiza en la<br />

Leyenda de Florentino y El Diablo del poeta Alberto Arvelo Torrealba.<br />

Después de su muerte sus amigos se han encargado de recoger sus escritos<br />

en los discos duros de sus computadoras, su bien guardada Poesía (1997) y<br />

la Síntesis histórica de Barinas (1999). Agrega sobre sus escritos Ruiz<br />

Tirado: " El trabajo de lenguaje se prolonga en Humberto Febres desde su<br />

corta obra poética y narrativa, hasta distintos ordenes, que <strong>para</strong> los efectos<br />

son uno solo, en que parecen bifurcarse sus escritos sobre la cultura, sobre<br />

historia y arqueología sobre literatura y filosofía".<br />

EL LLANO<br />

Humberto Febres Rodríguez.<br />

Hay en realidad una historia no escrita o que está por escribirse. Una historia<br />

inspirada en los grandes ríos, las llanuras y cordilleras; obra de un pueblo fuerte y<br />

numeroso. Una historia sin mentalidad colonial, aunque con ímpetu colonizador. En<br />

esa historia el Orinoco vendría a ser como el Nilo <strong>para</strong> los egipcios y Venezuela el don<br />

del río tal vez hallaríamos entonces sus fuentes remotas y desconocidas.<br />

Enrique Bernardo Nuñez.<br />

Llano y llanero integran nuestro tema de estudio. Aquí nos<br />

corresponde ocuparnos del Llano, pero esta vez <strong>más</strong> como personaje que<br />

como escenario; él también tiene su acontecer, no escapa a la marcha del<br />

tiempo. Pero no se trata de escribir una historia lineal de un raro sujeto,<br />

presuntamente inanimado, ni de aventurarnos en los arduos senderos de la


geología; los habitantes de esa porción geográfica siempre estarán<br />

presentes, es la interacción entre hombre y medio lo que en definitiva nos<br />

interesa; aunque debemos ad<strong>ver</strong>tir al lector que aquí nos mantendremos en<br />

ciertos niveles de generalidad pues se trata, en lo esencial, de un ensayo<br />

global que nos sirva <strong>para</strong> revisar ideas y conocimientos reales de nuestro<br />

personaje, buscando vías o enfoques hacia consideraciones, e<br />

investigaciones, <strong>más</strong> concretas. Un mayor desarrollo requeriría <strong>más</strong> tiempo<br />

y conocimientos de los que están a nuestro alcance.<br />

Tendremos oportunidad de revisar o reconsiderar algunas opiniones<br />

o visiones que, en distintas oportunidades se han tenido sobre el Llano. No<br />

es poco el material de esa naturaleza; piénsese en los viajeros eruditos o<br />

curiosos de otras épocas, en conquistadores, cronistas, historiadores e<br />

investigadores <strong>más</strong> recientes.<br />

Supondremos que el lector conoce el Llano, aun cuando sólo sea<br />

alguna porción localizada de sus vastos territorios. Supondremos, ade<strong>más</strong>,<br />

que el tal lector sea interesado y crítico y que, constantemente, estará<br />

cotejando lo que lea con lo que recuerde, es decir, con sus personales<br />

imágenes del Llano y su conocimiento de esos territorios. En última<br />

instancia será el propio Llano el mejor documento <strong>para</strong> constatar la<br />

<strong>ver</strong>osimilitud de argumentos y afirmaciones. Pero recordemos que las<br />

primeras, o únicas visiones pueden ser engañosas y que la uniformidad<br />

paisajística del llano, en ciertos aspectos, es sólo aparente.<br />

Dicho esto nos sentimos en la necesidad de ir delimitando los<br />

alcances del discurso; y comenzamos por precisar que al hablar del Llano<br />

nos estamos refiriendo a la región normalmente conocida con tal nombre y<br />

que comprende buena parte de los estados Anzoátegui, Apure, Barinas,<br />

Cojedes, Guárico, Monagas y Portuguesa. Y aún cuando esa división<br />

político territorial no es reflejo de ningún patrón fisiográfico, sería posible<br />

encontrar paisajes llaneros diferenciados <strong>para</strong> cada una de esas entidades.<br />

Pero los cambios <strong>más</strong> impresionantes son los que se producen a lo largo del<br />

año; los debidos al clima, dado el contraste notable, extremo casi, que<br />

existe entre la estación seca y la lluviosa. Caleidoscópica habría de ser la<br />

visión necesaria <strong>para</strong> la consideración del Llano. Tierras sumergidas hoy<br />

bajo las aguas, parecerán morir de sed dentro de unos pocos meses. La vida<br />

multicolor del estero es reemplazada por grises terrenales resecos y en<br />

medio de aquel mundo cambiante de pronto pudiera parecer que lo único<br />

inmutable fuera el llanero: firme, señero, estoico.


Pero pese a todo, no son esos los cambios que nos interesan, pues<br />

son pasajeros; por el contrario, si algo deberá merecer nuestra atención<br />

serán los aspectos aparentemente inalterables del Llano, o de cualquier<br />

paisaje, y no esos cambios estacionales, cíclicos, productos de las<br />

rotaciones terrestres. Trataremos de percibir, tomar conciencia, de las<br />

modificaciones sufridas por el medio ambiente con el transcurrir del<br />

tiempo, pero del tiempo lineal, extendido, no del tiempo circular, modular,<br />

repetitivo, de relojes y almanaques. Especial interés tendrán <strong>para</strong> nosotros<br />

las alteraciones de carácter antrópico. Ecología, culturas, evolución, en<br />

todo caso... la huella del hombre en la geografía y en el tiempo. Unos <strong>ver</strong>án<br />

aquí la historia, otros tal vez, las culturas.<br />

Vamos, pues, a ocuparnos de los paisajes llaneros, pero entendiendo<br />

por tales no sólo una imagen visual <strong>más</strong> o menos aprehendida por nuestra<br />

memoria, sino la resultante de complejas acciones de agentes biológicos y<br />

fisicoquímicos de la naturaleza y muy especialmente, la actividad del<br />

hombre en interacción con todas esas fuerzas.<br />

Si paseamos la vista por el territorio de Venezuela, <strong>ver</strong>emos que los<br />

Llanos ocupan, aproximadamente, la cuarta parte de su extensión y que<br />

conforman una depresión geográfica alinderada por las cordilleras de los<br />

Andes y de la Costa, y el río Orinoco y, detrás de éste, el macizo guayanés.<br />

Superficies planas con predominio de la vegetación herbácea y que no<br />

superan los doscientos metros sobre el nivel del mar. “Penétrase... a una<br />

vasta soledad. Acostumbrado el viajero al aspecto de las rocas y a la<br />

umbría de los valles, mira con asombro estas sabanas sin árboles, estas<br />

llanuras inmensas, que parecen ascender hacia el horizonte.” 1 . Así narra su<br />

primer contacto con el Llano ese viajero sabio que fue Alejandro<br />

Humboldt; agregando <strong>más</strong> adelante: “...con trabajo nos habituamos a la<br />

vista de los llanos de Venezuela y de Casanare, a la de las Pampas de<br />

Buenos Aires y del Chaco, que sin cesar recuerdan, durante viajes de 20 a<br />

30 días, la superficie igual del océano” 2 y luego: “Lo que mejor caracteriza<br />

las sabanas o estepas de la América meridional es la falta absoluta de<br />

colinas y desigualdades, el perfecto nivel de todos los puntos del suelo. Así<br />

es que los conquistadores españoles que por primera vez penetraron desde<br />

1 Humboltt, Alejandro. Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente. Monte Avila.<br />

Caracas 1985. Tomo 3 p.187.<br />

2 Ibid. p. 207.


Coro hasta las orillas del Apure no los nombraron desiertos, ni sabanas, ni<br />

praderas, sino llanuras, los Llanos.” 3<br />

Soledad, planitud e inmensidad parecen haber impresionado a<br />

Humboldt y lo hacen y lo harán con todo aquel que cruce esas vastedades<br />

que son las sabanas abiertas, limpias de árboles, las cuales constituyen no<br />

la totalidad, pero si el <strong>más</strong> característico de los paisajes de nuestros Llanos<br />

y el que preferentemente llama la atención de visitantes y viajeros. El ha<br />

sido tema de la literatura y hasta ha servido <strong>para</strong>, en ejercicio de una<br />

sicología social espontánea, atribuirle a su influjo la vocación<br />

independiente y libertaría del llanero. Sin discutir sus efectos sobre la<br />

persona que lo contemple, ellos no bastan a explicar una característica<br />

cultural tan acendrada en ese pueblo y la cual creemos derivada de toda su<br />

historia de marginalidad y rechazo de los poderes de las sociedades urbanas<br />

que han pretendido sojuzgarlos; a todo lo cual podemos agregar que buena<br />

parte del sentimiento de libertad de los llaneros frente a su paisaje deriva<br />

del conocimiento cabal que de él tienen, como corresponde a culturas que<br />

mantienen tan estrecho contacto con la naturaleza. Ese conocimiento se<br />

traduce en seguridad propia y sentimientos de dominio sobre el medio.<br />

La inmensidad y monotonía del paisaje también es capaz de suscitar<br />

otras sensaciones como la de inmovilidad, es decir, caminar sin que parezca<br />

que se avanza en ninguna dirección; A ella corresponde la frase “El<br />

horizonte y yo vamos/solos por la llana tierra/...”con la que Alberto Arvelo<br />

Torrealba inicia sus Cantas; y esta otra de Humboldt: “la contemplación de<br />

un horizonte que de continuo parece huir ante nosotros”. A veces un sol<br />

rotundo hace re<strong>ver</strong>berar la raya horizontal en lontananza, entonces son<br />

posibles espejismos y otras confusiones visuales.<br />

Otra característica notable de nuestros Llanos es el clima. La<br />

proximidad del Ecuador reduce a dos las estaciones y, posiblemente, incide<br />

también en la extrema diferencia sensible entre ambas. La de las lluvias va<br />

desde mayo hasta noviembre, cuando se inicia el <strong>ver</strong>ano o temporada seca.<br />

Humboldt también observó el agudo contraste entre <strong>ver</strong>ano e invierno:<br />

“Los Llanos y las Pampas de la América meridional son <strong>ver</strong>daderas<br />

estepas. Manifiestan un bello <strong>ver</strong>dor durante la estación de las lluvias;<br />

mas en el tiempo de las grandes sequías tienen el aspecto de un desierto.<br />

La yerba es entonces polvo; agriétase la tierra; el cocodrilo y las grandes<br />

serpientes se quedan sepultados en el lodo desecado hasta que los primeros<br />

3 Ibid. p. 211.


ondeos de la prima<strong>ver</strong>a los despiertan de un prolongado letargo.” 4 Cierto<br />

que hoy esos cocodrilos y las grandes serpientes andan bastante escasos,<br />

pero el contraste entre las estaciones sigue siendo extremo. Quiere decir<br />

que entre el Llano que miró Humboldt y el que podemos contemplar<br />

nosotros existen aspectos que se mantienen casi iguales y otros que han<br />

cambiado notoriamente, como lo es la abundancia de animales salvajes,<br />

hoy en su mayoría en peligro de extinción. Este tipo de cambio se<br />

encuentra, precisamente, entre los que de <strong>ver</strong>dad nos interesan.<br />

La temporada seca supone seis meses de muy intensa transpiración<br />

<strong>para</strong> la masa vegetal que cubre la superficie, así como otros tantos de<br />

continua evaporación <strong>para</strong> los suelos; son estas condiciones las que<br />

favorecen la vegetación de sabana. Donde las condiciones son algo menos<br />

duras pudiera haber evolución hacia las formaciones boscosas, dada la<br />

relativamente cercana presencia de la napa de agua; por ello, los bosques de<br />

galería de los ríos móntanos y las propias matas llaneras pueden, a veces,<br />

<strong>ver</strong>se como posibilidades de un cambio en la cubierta vegetal; en realidad<br />

lo <strong>más</strong> afectado por el clima llanero son los primeros brotes de especies<br />

arbóreas y pudiera pensarse que esa barrera fuera superable de no ser por<br />

una actividad de tipo antrópico como lo es la quema sistemática de las<br />

sabanas durante el largo <strong>ver</strong>ano; esto supone no sólo una mayor<br />

temperatura, sino la destrucción directa y definitiva de di<strong>ver</strong>sas especies<br />

leñosas. Es claro que <strong>para</strong> entender cabalmente algunos de estos aspectos<br />

es necesario recordar que en el otro extremo, durante la temporada de<br />

lluvias, la situación también se hace conflictiva y las inundaciones marcan<br />

límites a la vegetación.<br />

La estación seca llanera mitiga parcialmente su ardor por la presencia<br />

de los vientos alisios los cuales, en nuestro país, soplan desde el Este, es “el<br />

viento alegre y zumbador” de Lazo Martí en su Silva Criolla pero que a<br />

veces se torna huracanado, de allí que el habitante de las llanuras oriente<br />

sus viviendas de Este a Oeste, buscando eludir su, entonces, fuerte impacto.<br />

Arvelo Torrealba supone que bajaba por el Apure, y en <strong>ver</strong>ano, cuando<br />

sintió en pecho y cara, con el de la brisa, el cuerazo del agua, el anónimo<br />

coplero que cantó aquello de “Para abajo corre el río/<strong>para</strong> arriba corre el<br />

viento...”. 5 En cambio, en la época de lluvias suele aparecer una brisa<br />

contraria a la anterior, también refrescante pues debe originarse en regiones<br />

4 Humbolt, Alejandro. Op cit. Tomo 3 p. 210.<br />

5 Arvelo Torrelaba, Alberto. Lazo Marti. (Vigencia en lejanía). Biblioteca Popular Venezolana.<br />

Caracas. 1965. P. 185


andinas, y que se conoce, especialmente en Guayana, con el nombre del<br />

barinés. Pero son los alisios, secos y refrescantes, los capaces de mayor<br />

violencia y los que se asocian con la ausencia de plaga (zancudos y otros<br />

insectos) durante el <strong>ver</strong>ano.<br />

La distribución de las lluvias no es uniforme sobre toda la región, lo<br />

cual pudiera pensarse como un posible soporte <strong>para</strong> intentar una<br />

clasificación de las sabanas. Así los Llanos de Monagas, en el extremo<br />

oriental, presenta un cuadro de pluviosidad similar al del extremo<br />

occidental hacia el piedemonte andino, cercano a los 1500 milímetros,<br />

mientras las regiones del norte del Guárico y de las mesas orientales<br />

registran cifras menores de precipitación anual. Es normal hablar de<br />

inundaciones en los Llanos, pero conviene precisar que hoy en día es<br />

posible distinguir dos tipos de ellas; una de carácter local, pero a veces<br />

violenta o catastrófica, producto de alguna muy fuerte precipitación; la otra<br />

sería la estacional, típica de regiones bien delimitadas y que<br />

tradicionalmente se han conocido como constitutivas del Bajo Llano, a<br />

diferencia del Alto Llano que nunca se inunda. 6<br />

Las inundaciones que hemos calificado de carácter local pueden<br />

explicarse por una cada vez mayor velocidad de escorrentía superficial de<br />

las precipitaciones y una menor capacidad de retención de humedad por<br />

parte de los suelos, aspectos ambos que derivan, seguramente, de una<br />

visible disminución de bosques, entre ellos muchos de los de galería de los<br />

ríos llaneros, pero también de una urbanización progresiva y otras prácticas<br />

o técnicas uniformadoras del ambiente. Pero esto es válido <strong>para</strong> cualquier<br />

lugar de la geografía donde la modernización, urbana, vial,... haya hecho su<br />

aparición.<br />

En todo caso siguen existiendo zonas que fatalmente se inundan<br />

todos los inviernos debido a sus bajas cotas y conforman lo que<br />

tradicionalmente se ha conocido como el Bajo Llano. Estas riadas escapan<br />

al clima o lluvias locales pues solo dependen del Orinoco, son las crecidas<br />

y desbordamientos de éste, quien gobiernan el ciclo. Dicho río, es generado<br />

por una cuenca de 880.000 Km2; así, cuando su caudal crece, trata de<br />

descargar todo su volumen de agua en el mar, pero es represado por éste,<br />

especialmente en momentos en que sube la marea, y aunque se desborde,<br />

también experimenta un reflujo que lo lleva a represar a sus afluentes,<br />

cuyas aguas también se ven obligadas a retroceder y desbordarse. Esta<br />

6 Codazzi, Agustin. Obras Escogidas. Biblioteca Venezolana de Cultura 1960. Tomo I p.p 64­74.


cadena de diques y desbordamientos conduce a un anegamiento<br />

generalizado en buena parte de esa misma cuenca.<br />

El invierno llanero viene acompañado de calor sofocante, por<br />

aumento de la humedad y disminución de los vientos, de tormentas<br />

eléctricas, a veces secas, y de varias clases de insectos chupadores que<br />

constituyen la temible e insoportable plaga. Entonces la continuidad de las<br />

lluvias o la oportuna presencia del barinés son el único paliativo dentro del<br />

bochorno ambiental. Es claro que en las áreas de inundación tales<br />

incomodidades se <strong>ver</strong>án multiplicadas, pese a lo cual existen comunidades<br />

enteras que han escogido o aceptado vivir en tales condiciones. Puede<br />

decirse que una buena cantidad de llaneros tiene una relación de vida <strong>más</strong><br />

estrecha con el agua que con la sabana. Pero lo cierto es que estos<br />

ecosistemas han sido poco estudiados, y nos estamos refiriendo tanto al<br />

paisaje puro como al humanizado.<br />

Han sido varios los intentos de clasificar las sabanas y regiones<br />

llaneras. Ya Humboldt, quien cruzó desde el Norte del Guárico hasta San<br />

Fernando de Apure en marzo de 1800 y, luego, desde Angostura hasta<br />

Barcelona en agosto del mismo año, supo distinguir varios pisos en la<br />

aparente uniformidad de esos paisajes, destacando la presencia de las mesas<br />

orientales y bancos y otras formaciones y desniveles. Agustín Codazzi en<br />

su Resumen de la Geografía de Venezuela elaboró una descripción y<br />

clasificación de nuestras sabanas. Por su parte Henri Pittier escribió:<br />

¨El Llano no es, como varios autores lo han pintado, una vasta<br />

llanura cubierta con <strong>ver</strong>des praderas, sino que debemos considerarlo como<br />

un bosquejo de formaciones vegetales distribuidas sobre un área de<br />

topografía bastante accidentada. Allí encontramos espacios a veces<br />

considerables completamente desprovistos de árboles; en otras partes, la<br />

combinación de bosquetes y de sabanas da lugar a los paisajes llamados por<br />

los fitogeógrafos alemanes Parklandschaften, por alusión a su aspecto que<br />

recuerda los grandes parques de la zona templada boreal; en fin, los<br />

numerosos ríos que surcan aquel dilatado territorio están orlados a un lado<br />

y otro por una faja de selva, mas o menos ancha conforme a la naturaleza<br />

<strong>más</strong> o menos permeable del suelo. Esta es la selva de galería.¨ 7<br />

Es conveniente aclarar que, en este trabajo, entendemos al Llano<br />

como una región histórica, lo cual significa que todas esas clasificaciones y<br />

7 Pitter, Herri. Manual de Plantar usuales de Venezuela. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas<br />

1971 p. 502.


descripciones tienen <strong>para</strong> nosotros un valor relativo, pero fundamental,<br />

pues nos sirven de apoyo. El concepto de región ha derivado en una noción<br />

bastante compleja. A fin de cuentas cuando se piensa en regiones se está<br />

mirando el espacio geográfico bajo cierto ángulo que permite, exige o<br />

tolera esas se<strong>para</strong>ciones; que no serán las mismas si se adopta otro ángulo u<br />

otro criterio de clasificación. La geografía no es una ciencia estática, así<br />

como tampoco lo es la realidad geográfica, ni la forma como el hombre<br />

distribuye y utiliza los espacios; de allí que, modernamente, la geografía<br />

pueda ser definida como el estudio de la dinámica del espacio<br />

humanizado. Esperamos, a lo largo de este trabajo, ir precisando el<br />

carácter de histórico que asignamos a los Llanos al considerarlos como<br />

región.<br />

Hechas estas consideraciones, que creímos necesarias, podemos<br />

reanudar nuestro discurso intentando una descripción, a grandes rasgos, del<br />

Llano y tratando de prestar tanta atención a lo uniforme, como a lo<br />

variable. Podemos retomar ideas del profesor Francisco Tamayo expuestas<br />

en su “Ensayo de interpretación biofísica del Llano” 8 . Él distingue<br />

esencialmente tres pisos: superior, medio e inferior <strong>para</strong> intentar luego<br />

identificar algunos paisajes dentro de cada piso. Pero antes recordemos que<br />

los suelos de los Llanos Occidentales son recientes, aluviales y que su<br />

principal factor limitante suele ser el drenaje. Los de Guárico son suelos<br />

<strong>más</strong> desarrollados con medianas reservas de nutrientes. Los orientales son<br />

aún <strong>más</strong> viejos y pobres; mientras que hacia el sur de Apure hay suelos<br />

similares a éstos últimos, origen de médanos y dunas que sorprenden al<br />

viajero que cruce Arauca y Cunaviche rumbo a Capanaparo y <strong>más</strong> allá.<br />

El piso superior comprendería los respectivos piedemontes de las<br />

cordilleras andina y caribeña junto con las mesas orientales. Zona <strong>más</strong> bien<br />

seca, con suelos arenosos en las mesas y arcillo­pedregoso en los<br />

piedemontes, con precipitaciones que pueden alcanzar los 1200 mm.<br />

Anuales, pastos de aspecto xerófilo con hierbas duras como la paja saeta –<br />

como sabanas de Trachypogon sp. Son conocidas en la literatura<br />

especializada­ su altura anda por los 200 metros y <strong>más</strong> sobre el nivel del<br />

mar; pero al no ser muy uniforme, acepta pequeñas depresiones que<br />

permiten pastos <strong>más</strong> jugosos. Las sabanas altas suelen ser arboladas pero<br />

en forma bastante irregular, siendo abundantes di<strong>ver</strong>sos tipos de chaparros:<br />

corriente, manteco, cachoevenao, merey y alcornoques las especie <strong>más</strong><br />

frecuentes; también la palma llanera puede asociarse a esos bosques<br />

8 Tamayo, Francisco. Los Llanos de Venezuela. Monte Avila 1972. Tomo II . pp. 46 77.


xerófilos de tipo chaparral. Tenidas durante mucho tiempo por pobres y<br />

poco convenientes <strong>para</strong> la agricultura, estas tierras han devenido en<br />

bastante productivas en los últimos tiempos en virtud de la excelente<br />

estructura de sus suelos, sus buenas condiciones de drenaje y la rápida y<br />

favorable respuesta al uso de abonos químicos; así que actualmente<br />

sustentan las siembras de maíz y de sorgo con buenos resultados.<br />

El piso medio llanero estaría constituido por sabanas con alturas por<br />

encima de los cien metros pero que no alcancen los doscientos; esto luce<br />

algo arbitrario pero se ubican fácilmente entre los otros dos pisos. Tamayo<br />

señala que en Cojedes, Portuguesa, Barinas y el Alto Apure, estas son<br />

sabanas “de calidad muy alta”; pero en Anzoátegui, Guárico, Monagas y<br />

Bajo Apure el suelo es generalmente muy arenoso y puede hasta presentar<br />

cantos rodados. En los primeros, sabanas de buena calidad suelen alternar<br />

con selvas tropófilas, abundantes de árboles maderables, como cedro,<br />

caoba, mijao, s<strong>aqui</strong>s<strong>aqui</strong> y otros de alto valor comercial; lo cual ha<br />

conducido a una explotación voraz que amenaza con el exterminio de esas<br />

formaciones, quienes han venido siendo reemplazadas por rastrojos y<br />

bosques secundarios. En los segundos, los arenosos, la cubierta vegetal no<br />

difiere de la del piso superior. Avanzando desde el Guárico hasta la<br />

depresión del Unare se pasa de un bosque xerófilo, tipo chaparral a otro<br />

donde predominan los cujies y al cual Pittier llamó espinar llanero.<br />

Sin embargo, como ejemplo de que las cosas no son tan ordenadas<br />

como uno quisiera acudimos al testimonio de un viajero del siglo pasado.<br />

Por el lugar donde él ubica su narración debió ser un contraste entre los<br />

pisos medio y superior aquí definidos, pero la narración misma y la época,<br />

pleno <strong>ver</strong>ano, parecen indicar que se asomó a un paisaje del piso inferior.<br />

Veamos la descripción que hace Ramón Páez de dicha situación, vivida por<br />

él en diciembre de 1846:<br />

¨....Estábamos ahora sobre los bordes de la gran cuenca antigua de<br />

los Llanos, sobre uno de los remotos escollos o Mesas, cuyas sucesivas<br />

terrazas forman ahora las orillas de ese océano de yerbas que son las<br />

Sabanas: era la mesa de Paya; el asiento de uno de los hatos en nuestro<br />

programa de viaje.<br />

Después de tres horas de errar sin brújula por aquel monótono<br />

panorama, y guiados únicamente por señales y marcas que solo conocen los<br />

b<strong>aqui</strong>anos (sic), caímos sin esperarlo sobre el borde de la Mesa que domina<br />

una inmensa extensión de las sabanas bajas, trocándose así la escena como


por arte de magia, en el <strong>más</strong> bello panorama que hubiera contemplado en<br />

mi vida. A nuestros pies se extendía una infinita pradera, fresca y <strong>ver</strong>de<br />

como el campo mejor cultivado, en la que se agitaban rebaños enteros de<br />

caballos y reses, dispersos por la sabana. Varias lagunas animadas por<br />

infinita variedad de aves acuáticas, reflejaban sobre su límpida superficie<br />

las copas de las palmeras de grandes hojas, elevándose altivas sobre<br />

bosquecillos de laureles y robledales. Hacia el fondo, y hasta donde<br />

alcanzaba la vista, la ondulante llanura lucia como un inmóvil océano<br />

pasada la borrasca.¨ 9<br />

El piso inferior del Llano estaría formado por varias porciones<br />

perfectamente identificables:<br />

­El bolsón de Apure, una gran depresión, centrada en dicho río, que hacia<br />

el norte llega hasta Libertad de Cojedes, por el sur hasta el río Meta, por el<br />

este hasta cerca de Calabozo, donde se estrecha hasta confundirse con el<br />

cuello de embudo orinocense y por el oeste alcanza a Guanarito, Nutrias,<br />

Bruzual y Mantecal hasta el Meta.<br />

­El cuello de embudo orinocense, que comprende la zona inundable<br />

por el Orinoco en su margen izquierda.<br />

­Llanos de Monagas, comprendidos entre las mesas, el Orinoco, El<br />

Delta (caño Manamos), y las selvas hidrófilas del litoral Atlántico.<br />

­Hoya del Unare, única porción del Llano que no desagua en el<br />

Orinoco, sino en el mar Caribe. Las mesas anzoatiguenses son las<br />

responsables de esa se<strong>para</strong>ción de las aguas.<br />

Todas esas áreas estarán sujetas a inundaciones anuales, <strong>más</strong> o<br />

menos se<strong>ver</strong>as, pero no puede esperarse absoluta uniformidad en la<br />

vegetación, pues ella estará influida, ade<strong>más</strong>, por otros factores, entre ellos<br />

los suelos. Así puede señalarse que los de la parte norte del bolsón de<br />

Apure son ricos y profundos, con paisajes de mosaicos, donde alternan<br />

bosques, sabanas y matorrales. Si avanzamos hacia el centro y sur del<br />

bolsón encontramos palmares, sabanas pratiformes esteros parques (de los<br />

referidos por Pittier) y si continuamos hasta los Llanos de Monagas, por el<br />

que llamamos cuello de embudo, podemos agregar los morichales. La flora<br />

de estas porciones, precisa Tamayo, es uniforme debido a las inundaciones<br />

y está emparentada con la de la zona anegadiza del Alto Orinoco,<br />

Caciqueare y Guainía. En definitiva, es el Costo Orinoco ya presentado<br />

9 Paez, Ramon. Escenas Rústicas en Sur América (o la vida en los Llanos de Venezuela). Academia<br />

Nacional de la Historia. Caracas 1973 pp. 41­42.


antes y remarca el papel preponderante del gran río en nuestros Llanos, que<br />

al fin y al cabo pertenecen casi totalmente a su cuenca.<br />

Pero estará incompleta cualquier visión del Llano que se conforme<br />

con atender a la vegetación y olvide otro de sus componentes esenciales,<br />

como lo es el de las corrientes de agua. En la región oriental, la existencia<br />

de las mesas representa una se<strong>para</strong>ción de dichas se<strong>para</strong>ción de dichas<br />

corrientes, así unas van, gracias al río Unare, hacia el mar Caribe; otras se<br />

dirigen al Océano por el golfo de Paria, mientras hay las que confluyen en<br />

el Orinoco, río que recoge todo el resto de las aguas que se desplazan por la<br />

llanura. Conviene destacar la importancia del Apure, quien recibe los<br />

aportes de los ríos llaneros proveniente de la cordillera de los Andes, e<br />

incluso algunos originarios del ramal del interior de la cordillera de la<br />

Costa. En general los ríos llaneros son considerados divagantes, dado lo<br />

incierto de su curso, frecuentemente obstruido por los mismos materiales<br />

que acarrean. Caños, quebradas y brazos de ríos completan el cuadro de<br />

aguas corrientes que tejen sus redes en las sabanas, acorde al régimen de<br />

lluvias, complementadas con lagunas, lagunazos y esteros, de condición<br />

<strong>más</strong> tranquila y parte importante de la vida de numerosas especies tanto<br />

animales como vegetales.<br />

Un caso notorio de río divagante o realengo lo ofrece el Boconó.<br />

Para el año de 1647, según testimonio de fray Jacinto de Carvajal 10 , sus<br />

aguas se mezclaban a las del Apure en algún lugar cercano a aquel donde<br />

se encuentra Puerto de Nutrias; hoy en día desaparece luego de atravesar<br />

las vías carreteras que comunican a Barinas con el centro del país: se<br />

desparrama en las sabanas, se divide una y otra vez en caños y riachuelos<br />

que van, mayoritariamente, a engrosar el cauce del río Guanare, reaparece<br />

en el Chorrosco, en el Guanare viejo, en cualquiera de las corrientes que<br />

cruzan el distrito Arismendi de Barinas. Codazzi atribuyó al caprichoso e<br />

incierto Boconó, buena parte de los males de Barinas.<br />

El río Boconó por distintas ocasiones ha cambiado su curso, y por<br />

consiguiente ha dejado en seco madre viejas, ha inundado tierras bajas, que<br />

ha elevado después y con su limo fértil, ha dado origen a la formación de<br />

selvas que antes no debían existir, o si existían, no eran tan antiguas, que<br />

tuviesen aquel grueso mantillo de despojos de hojas, frutas y flores, que<br />

descompuestos se hallan hoy en estado de pronta fermentación y<br />

putrefacción; a lo que se agrega, que los cauces debían estar antiguamente<br />

10 Carvajal, Fray Jacinto. Descubrimiento del Río Apure. Edic. Edime. Caracas 1956. p. 116.


<strong>más</strong> profundos y por consiguiente daban cabida a las crecientes y había<br />

menos derrames, menos inundaciones y menos aguas estancadas, pero con<br />

el andar de los tiempos, la cantidad de tierra y arena conducida por las<br />

crecientes, y depositadas en los álveos, han levantado el lecho, y no<br />

pudiendo ya contener las aguas, dieron lugar a mayores inundaciones, y por<br />

consiguiente, a mayor estancación en los monte, ya viejos y abundantes en<br />

vegetales podridos, que puestos en fermentación por las aguas las<br />

corrompen prontamente, dando origen a la evaporación venenosa que<br />

produce las fiebres, que tanto mal hacen al aumento y progreso de la<br />

población de Barinas. 11<br />

La descripción, por supuesto, se ajusta a conocimientos y creencias<br />

de la época y la situación narrada se presta a imaginaciones y leyendas, tan<br />

habituales entre llaneros como la que recoge Alberto Arvelo Torrealba:<br />

¨Y cuentan que venia un hombre navegando sobre el rostro palustre<br />

de la pradera y quiso entrar al río. Para ello removió con las manos los<br />

empapados aluviones y abrió un canal de un metro de ancho, por donde<br />

pasó la curiara. Por allí se descargó el Guanare del sobornal del Boconó, en<br />

una ancho brazo que va directamente al Apure, y que en recuerdo del<br />

canoero de la hazaña ha sido bautizado “Las Uñas”. 12<br />

La conjunción de ambos textos nos da una clara idea de lo que<br />

significa la errancia de los cursos de los ríos llaneros. Aún cuando Codazzi<br />

falle en señalar causas de la malaria (muy natural, dada la época en que<br />

escribía), nos da un esbozo de los procesos de formación de bosques,<br />

atribuyendo al divagar de los cursos de agua un papel fundamental. Todos<br />

(o casi) los ríos y quebradas que cruzan las sabanas forman en sus orillas<br />

<strong>ver</strong>daderos bosques, <strong>más</strong> o menos amplios, conocidos como bosques de<br />

galería; los ríos divagantes, en la tesis de Codazzi, pueden crearlos <strong>para</strong><br />

cada una de sus trayectorias, dando así lugar a <strong>ver</strong>daderas redes o tejidos de<br />

esos bosques, que luego evolucionarían hasta constituir un solo ecosistema<br />

selvático.<br />

Una clasificación moderna debiera ser eminentemente ecológica.<br />

Pudiera partirse de considerar el Llano como un macroecosistema, el cual<br />

pudiera luego desglosarse en ecosistemas menores, y así hasta algún nivel<br />

aceptable. También pudiera partirse de la identificación de paisajes,<br />

convenientemente definidos, en las distintas regiones. Ellos serían tratados<br />

11 Codazzi, Agustin. Ob. Cit. Vol.II. pp. 195­196.<br />

12 Arvelo T., Alberto. Caminos que Andan. Barinas 1974. p. 104.


como ecosistemas pero, ade<strong>más</strong> pudieras luego agruparse en ecosistemas<br />

mayores. En realidad, tenemos a la vista uno de estos trabajos y aunque<br />

sólo cubre una pequeña porción del territorio llanero, ella es lo bastante<br />

homogénea <strong>para</strong> ser considerada como parte de una región natural; fue<br />

realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Uni<strong>ver</strong>sidad<br />

de los Andes. 13<br />

No queremos cerrar esta parte sin antes presentar una visión de<br />

conjunto, abarcadora de totalidades, y la cual es conveniente considerar,<br />

<strong>para</strong> no perderse en simples detalles y pinceladas pintorescas. Se trata de la<br />

noción de Costo Orinoco, tal como lo presentara el profesor Tamayo, quien<br />

atribuye concepto y nombre a los propios llaneros.<br />

“Los llaneros distinguen con el nombre de Costo Orinoco o Costos<br />

del Orinoco, no simplemente las riberas del gran río, sino una amplia zona<br />

que se extiende <strong>para</strong>lela a ambos lados de nuestra arteria máxima; tal vez,<br />

desde los alrededores de Puerto Ayacucho hasta el Delta, inclusive. Los<br />

limites norte y sur de esta larga región, son un poco imprecisos, pero tuve<br />

la impresión de que alcanzan, por lo que hace a la margen izquierda del<br />

Orinoco, hasta la zona de los morichales, y, desde luego, coincidirían con<br />

lo que yo entiendo que es el bajo llano, o sea lo que está al sur de las<br />

mesetas, lomas, galeras y cadenetas montañosas que de este a oeste cruzan<br />

un poco caprichosamente, la inmensa llanura venezolana. .... Al oeste, la<br />

región en estudio es un inmenso fondo de saco, afectado por las<br />

inundaciones del río Apure y sus afluentes, todos los cuales se sabe, sufren,<br />

en su parte baja y durante la estación lluviosa, la acción represiva del<br />

Orinoco”. 14<br />

13 La referencia es a cuatro trabajos publicados entre 1971 en Acta Científica Venezolana 22: 52­61,<br />

61­72, 153­169 y 170­180, 1971; por Guillermo Sarmiento, Maximina Monasterio y Juan Silva. Se<br />

buscan patrones de relieve mediante el uso de fotografías aéreas, estableciendo sistemas de relieve<br />

que van a constituir unidades ecológicas regionales básicas y se agrupan luego en paisajes de<br />

acuerdo a la vegetación predominante. El trabajo se limita a una región de 30.000 km2. En el<br />

occidente de los estados Apure, Barinas y Portuguesa. Se determinaron 31 sistemas de relieve,<br />

agrupados en 7 paisajes.<br />

14 Tamayo, Francisco. Ob. Cit Tomo I. p. 13.


Toda esa extensa región está regida por las crecidas y bajadas del<br />

Orinoco, cuya anual periodicidad afecta todas las cosas y a todos los<br />

seres. 15<br />

En Costo Orinoco, todo gravita alrededor de las crecidas y bajadas<br />

del río. Todo está supeditado a ese ritmo fatal. “Cuando llegue el aniego”,<br />

“cuando se vaya el aniego”. Todo habrá de hacerse, de suceder, de<br />

producirse, bajo el rigor de la flexión del río. Al bajar las aguas, se<br />

siembran los frijoles. Al subir, emigran los ganados hacia las altas mesetas<br />

en donde pasan la estación lluviosa, <strong>para</strong> retornar con el reflujo del Orinoco<br />

hacia las ubérrimas praderas ribereñas.<br />

En ese subir y bajar de las aguas, nada escapa a su imperio. El suelo,<br />

el clima, la flora, la fauna y el hombre mismo, todo oscila con su vaivén. 16<br />

Y así el Orinoco es un fuerte dios pardo 17 de cuya respiración pende<br />

todo un mundo. Dios vigilante, enigmático, que marca ritmos vitales con su<br />

sólo aliento vivificador; un poco como lo quería Enrique Bernardo Nuñez,<br />

pero <strong>más</strong> fiel a la manera que tienen de sentirlo esa multitud de seres<br />

di<strong>ver</strong>sos que viven a su influjo, como los llaneros guariqueños que, en<br />

ranchos, corrales, pulperías o barrancas, con<strong>ver</strong>saban con el profesor<br />

Francisco Tamayo.<br />

Todo lo que existe está en movimiento. Ser es estar en proceso de<br />

transformación; la inmovilidad, la quietud es o una abstracción o un engaño<br />

de nuestros sentidos. Sólo que las velocidades, o las magnitudes en general,<br />

son tan disímiles o funcionan a escalas tan distantes unas de otras, que<br />

algunos de los movimientos resultan imperceptibles, no sólo <strong>para</strong> nuestros<br />

sentidos, también <strong>para</strong> muchos de nuestros instrumentos de medición.<br />

Este planeta que habitamos no queda fuera de las anteriores afirmaciones,<br />

también él está y ha estado en permanente transformación. La geología nos<br />

informa de esos procesos; así es ella quien nos dice que el escudo guayanés<br />

era ya territorio continental firme hace algo <strong>más</strong> de 600 millones de años,<br />

en el precámbrico; muchas de las cosas que han sucedido después, han<br />

resultado de presiones que encontraron en él una resistencia casi<br />

inconmovible y que se ha traducido en pliegues o depresiones. La región<br />

15 Ibid. pp. 13­14.<br />

16 Ibid. p. 14.<br />

17 Eliot, T. S. Cuatro Cuartetos.


Goajira­Paraguaná y el Arco del Baúl también se encuentran entre las <strong>más</strong><br />

estables del país, siendo poco afectadas por la orogénesis posterior al<br />

Paleozoico. Las cordilleras de la Costa, de los Andes y de Perijá fueron,<br />

lógicamente, las zonas de mayor actividad. Ya surgida la serranía costera,<br />

se supone existió una gran depresión marina entre ella y el escudo<br />

guayanés, la cual se prolongaba ade<strong>más</strong> hacia Maracaibo y Perijá. El<br />

surgimiento de los Andes dividió dicha depresión, dejando la cuenca de<br />

Maracaibo al noroeste y la de los Llanos hacia el centro y oriente, pero por<br />

la misma época hubo un rejuvenecimiento del Arco del Baúl que diferenció<br />

los Llanos en dos cuencas: la de Apure­Barinas y la Centro­Oriental.<br />

En la región Sudoeste de Barinas puede destacarse el<br />

comportamiento especial de las corrientes de agua; los ríos nacidos en los<br />

Andes que descienden hacia el Llano, lo hacen con dirección al Sudeste,<br />

hasta llegar al río Suripá; por otra parte, al sur del Sarare­Apure los cauces<br />

de agua llevan dirección, casi franca, al Este; así ríos, caños y quebradas<br />

que se deslicen entre Suripá y Sarare muestran cauce incierto, como si<br />

duraran a cual pendiente seguir y un examen de la región muestra que<br />

cauces, meandros fosilizados, madreviejas y antiguos albardones se cruzan<br />

y entrecruzan, formando un tejido de camellones o diques que sirven de<br />

sustento o soporte a las formaciones selváticas de las reservas forestales del<br />

Caparo. 18<br />

En ese lento pero indefinible mecanismo de formación de mares y<br />

continentes, las fosas abiertas entre macizos continentales sólidos pueden<br />

ser ocupadas por el agua o rellenadas por algún lento movimiento de<br />

ascenso de la corteza terrestre (epirogénesis). Esto último parece haber<br />

sucedido con la cuenca Centro Oriental llanera, especialmente las mesas<br />

orientales, que rebajadas hoy por una larga erosión pueden, en un primer<br />

vistazo, confundirse con llanuras aluviales.<br />

La otra cuenca, la Occidental, parece haber seguido una evolución<br />

diferente, lago o ciénaga que recibe materia aluvial de las alturas vecinas,<br />

colmatándose luego por la naturaleza misma de esos procesos, pasando a<br />

zona pantanosa y así hasta adquirir esa forma de llanuras que conocemos,<br />

con suelos muy profundos. Llanuras aluviales cruzadas por ríos divagantes,<br />

inciertos, y con ingentes problemas de drenajes.<br />

18 Monasterios, Sarmiento y Silva. Ob.cit. parte II


Pero no fue sólo un mundo mineral quien se estremeció por millones<br />

de años; la vida, animal y vegetal, ya se había hecho presente en el planeta<br />

y se agitó con él en esas largas conmociones, así todas las formas<br />

continuaron su evolución y transformación. También nuestro territorio<br />

albergó alguna vez plantas que hoy serían exóticas y todo tipo de animales,<br />

microscópicos o gigantes. Puede señalarse que Norte y Sur América<br />

desarrollaron flora y faunas independientes durante machismo y tiempo y<br />

que fue sólo unos dos millones de años atrás, cuando se formó el puente<br />

continental de Panamá, que pudieron interrelacionarse produciéndose una<br />

cierta homogeneización de las poblaciones en ambas porciones<br />

continentales.<br />

Durante la última glaciación, unos cuarenta mil años antes de hoy,<br />

los Andes y sus estribaciones se convirtieron en zonas de alta humedad,<br />

aunque luego, hace unos veinte mil años, comenzaron a secarse, en un<br />

proceso que parece haber culminado hacia los ocho mil a.c. Con esa<br />

humedad se asocia una vegetación exuberante y con ésta, a su vez, la<br />

existencia de grandes herbívoros que finalmente se extinguieron hace unos<br />

ocho mil años, casi junto con los últimos glaciales. A no dudarlo, nuestro<br />

territorio también conoció esos habitantes y aún pueden encontrarse restos<br />

de ellos, principalmente en regiones de los estados Lara y Falcón.<br />

Es claro que en la narración de las últimas líneas se nota la ausencia<br />

de alguien que debió estar ya presente en los últimos períodos; nos<br />

referimos al hombre, el homo sapiens de la biología. Él es un producto<br />

<strong>más</strong> de esas transformaciones que desembocan en la vida y las innúmeras<br />

formas de su evolución. Su origen parece remontarse a <strong>más</strong> de cuatro<br />

millones de años, cuando el primer homínido realiza el intento de caminar<br />

erecto, descansando solo sobre las extremidades traseras; pero la aparición<br />

de los humanos, homo sapiens, finalmente ocurrió hace sólo cien o ciento<br />

cincuenta mil años. En realidad no es posible precisar el lugar ni el<br />

momento, aunque se supone, generalmente, que debió ser en Africa,<br />

difundiéndose rápidamente por Europa y Asia. Mucho <strong>más</strong> tiempo le<br />

tomó llegar hasta América, dado él aislamiento de nuestro continente;<br />

tampoco existe seguridad sobre instante, procedencia ni manera de<br />

trasladarse, suponiéndose ahora que debió haber varios contactos y por<br />

distintas vías, aún cuando se insiste en señalar el estrecho de Behring,<br />

durante la glaciación última, como la ruta principal de la “invasión” del<br />

continente por los humanos. Imaginan que debió ser mientras grupos de<br />

ellos seguían a manadas muy numerosas de esos grandes herbívoros que<br />

mencionamos antes, pues era esa forma, el seguimiento de las presas, una


de las <strong>más</strong> usuales <strong>para</strong> asegurar la comida, la caza. Esos grupos debieron<br />

ser suficientemente numerosos <strong>para</strong> difundirse luego por todo el territorio<br />

americano; pero no se descarta la posibilidad de que desde cualquiera de<br />

los otros continentes y navegando por uno u otro de los océanos llegaran<br />

hombres con otros aportes culturales en cualquier época remota. En todo<br />

caso la presencia humana en América parece remontarse a no menos de<br />

cuarenta o cincuenta mil años atrás.<br />

Imposible precisar la llegada de aquellos seres a estos territorios,<br />

pero los indicios <strong>más</strong> antiguos de que se dispone señalan presencia humana<br />

en la región de Jobo, en el estado Falcón, desde hace algo <strong>más</strong> de dieciséis<br />

mil años. Seguramente los altos niveles de humedad propiciaron la<br />

presencia de una vegetación exuberante, capaz de alimentar animales<br />

gigantescos, como el mastodonte que solía alcanzar hasta cinco toneladas<br />

de peso, rinocerontes, camélidos, caballos, gliptodontes (armadillos<br />

descomunales), gatos enormes, osos, megaterios (perezosos muy grandes),<br />

toxodontes, lobos, jaguares, lindes, conejos y mustélidos.<br />

El hombre venezolano aparentemente coexistió con los grandes<br />

mamíferos de finales del pleistoceno. Los megaterios y los mastodontes.<br />

No está muy claro. Se han encontrado puntas de flechas incrustadas en los<br />

esqueletos de esos animales pero en Falcón, la zona de los hallazgos, hay<br />

muchas fuentes subterráneas y muchos movimientos de tierra. Hay dudas.<br />

En esas puntas de flechas, hechas en piedra y muy bellamente trabajadas<br />

empieza nuestra historia. Quince mil años antes de Cristo. Cinco mil años<br />

después del hombre venezolano habita cerca de los ríos y de los mares.<br />

Pasarán mil años <strong>más</strong> <strong>para</strong> que nuestros antepasados empiecen a<br />

experimentar con la agricultura y con la cerámica. A partir de este último<br />

período se diferencian los grupos. Ser sitio de paso ha sido nuestra señal<br />

desde épocas prehispánicas. 19<br />

Si la historia es la huella de los hombres en la geografía, es claro que<br />

ella comienza con aquellos cazadores, y esas puntas de flecha tan<br />

bellamente trabajadas en piedra son la primera señal irrebatible de una<br />

cultura en nuestros territorios. Y pese a la errancia de muchos de los grupos<br />

que hollaron estas tierras. También los hubo que se afirmaron sobre ella de<br />

tal manera que aún es posible percibir vestigios de su presencia. Referirnos<br />

19 Sujo, Jeaninne. “Ser un sitio de paso ha sido nuestra señal”. Entrevista realizada por Ramón<br />

Hernández y publicada en El Uni<strong>ver</strong>sal del 31 de agosto de 1987.


ahora a quienes en todo este largo tiempo ocuparon porciones del paisaje<br />

llanero no es tarea fácil.<br />

No es posible negar que nuestros Llanos fueran escenario <strong>para</strong><br />

cazadores, recolectores o simples caminantes que buscaban lugares<br />

hospitalarios donde echar raíces; pero si es justo aclarar que hubo quienes<br />

encontraron, o así lo creyeron, sitio de permanencia en estas tierras planas.<br />

Para los primeros en llegar aquellas sabanas parecerían, quizás, demasiado<br />

cenagosas, desoladas u hostiles. Se procurarían algún alimento y seguirían<br />

su peregrinaje. Alguno se demoraría <strong>más</strong> que otro; el ambiente mejoraría<br />

en algo al disminuir la humedad. Sobrevivir sería lo acusiante en los<br />

primeros momentos, sólo después se plantearía el problema del<br />

asentamiento, de la permanencia; pudo hasta haber ensayos fallidos. Pese a<br />

la apariencia hostil que <strong>para</strong> nosotros presenten hoy ciénagas y esteros,<br />

suelen brindar muy buenas condiciones <strong>para</strong> recolección, caza y pesca, <strong>más</strong><br />

si en las cercanías es posible encontrar aguas claras, corrientes y el abrigo<br />

de alguna espesura. Así se establecerían cerca del Orinoco o del Apure,<br />

buscando las zonas boscosas de los Llanos de Occidente. La arqueología<br />

registra algunos de esos asentamientos con fechas que se alargan hasta los<br />

1000 años a. c., pero bien sabemos de la difícil conservación de útiles e<br />

instrumentos en las duras condiciones llaneras, así que no podemos<br />

señalarla como fecha tope <strong>para</strong> el establecimiento de aborígenes en<br />

nuestras sabanas.<br />

A la llegada de los europeos la densidad de la población indígena no<br />

parecía ser muy alta en la región que nos ocupa, sin embargo es posible<br />

identificar a di<strong>ver</strong>sos grupos de nómades y recolectores, como los<br />

Guamonteyes, recorriendo los Llanos; a los Caquetíos en tierras de<br />

Portuguesa y Barinas, y los Otomacos establecidos entre los ríos<br />

Apure, Arauca y Orinoco, sin olvidar que los caribes solían hacer<br />

incursiones por el Orinoco y sus afluentes. 20<br />

Aparte de señalar que su presencia ya había humanizado esos<br />

paisajes, nos interesa destacar el caso de quienes, mil o <strong>más</strong> años antes de<br />

la llegada de los europeos, ocuparon terrenos inundables en la cuenca<br />

occidental de los Llanos, y los intervinieron mediante di<strong>ver</strong>sas obras de<br />

ingeniería, impresionantes construcciones de tierra: montículos, calzadas,<br />

20 El lector habrá notado que estamos haciendo uso de la clasificación: Areas Culturales de Venezuela<br />

Prehispánica, tal como es presentada por Miguel Acosta Saignes en su libro Estudios de Etnología<br />

Antigua de Venezuela. Uni<strong>ver</strong>sidad Central de Venezuela. 1954.


campos elevados y otras, que revelan no sólo un claro desarrollo<br />

tecnológico en el área de la construcción, sino ade<strong>más</strong> cierta complejidad<br />

social, aparte de una identificación profunda con el medio ambiente. Antes<br />

vimos que esas tierras sujetas a inundaciones periódicas pueden<br />

considerarse una unidad ecológica con el Orinoco 21 , pues es él en última<br />

instancia quien rige, con sus pulsaciones, todo el sistema. Debieron conocer<br />

bastante bien todas esas circunstancias aquellos nuestros remotos<br />

antepasados, <strong>para</strong> poder establecerse allí y desarrollar esa interesante<br />

tecnología tan adecuada, al menos en apariencia, a la situación.<br />

Restos de esas construcciones aún nos impresionan, por su<br />

monumentalidad y extensión, pues cubren desde las márgenes del río<br />

Apure hasta cercanías de la población de Libertad en el estado Cojedes.<br />

Los campos elevados son estructuras de tierra en forma de camellones<br />

alargados, presentes por pares, con una depresión o canal entre ambos y<br />

sabana abierta entre uno y otro par.<br />

Su anchura promedio es de 15,5 mts, mientras que su elevación<br />

actual sobre el piso llanero oscila entre los 25 y 75 cms; las excavaciones,<br />

sin embargo, permitieron determinar que su altura original era de<br />

aproximadamente 2 mts. Los canales intermedios tienen una anchura<br />

promedio de 4,4 mts., mientras que la sabana que se encuentra entre un par<br />

y otro tiene una anchura promedio de 48,8 mts. 22<br />

Obviamente esos campos elevados estaban destinados a la siembra.<br />

Los montículos, o cerrillos, parece desempeñaban diferentes funciones,<br />

tanto ceremoniales como de jerarquización social, aparte de las de<br />

vigilancia y defensa ante posibles ataques de vecinos belicosos. Las<br />

calzadas, por su parte, también debieron servir a variados usos, facilitando<br />

comunicaciones y movilidad en épocas de inundaciones y cohesión<br />

colaboración y resistencia en situaciones de conflictos bélicos; incluso<br />

pudieran haber sido utilizadas, ocasionalmente al menos, <strong>para</strong> algunos tipos<br />

de cultivos.<br />

21 Es la misma que consideramos antes y que el profesor Tamayo y sus amigos guariqueños<br />

llamaron Costo Orinoco.<br />

22 Zucchi, Alberta. Campos de cultivo pre­hispánico vs. Módulos de Apure. Se<strong>para</strong>ta del Boletín<br />

Indigenista Venezolano. Nueva Epoca. Tomo XVI. Caracas, enero­junio 1975 # 12.


Yo he recorrido buena parte del distrito Pedraza del Estado Barinas,<br />

visitando lugares de montículos, como Mijaguas, Cedral, Las Lomitas,<br />

Mata de León, Mata de Palma, Calzada Paez y otros <strong>más</strong>.<br />

En cada uno de dichos lugares existe un conjunto de montículos de<br />

di<strong>ver</strong>sos tamaños, agrupados según algún criterio o circunstancia, alrededor<br />

del <strong>más</strong> alto de ellos que luce, entonces, como dominante. Ade<strong>más</strong>, cada<br />

grupo de montículos se encuentra unido, mediante calzadas, a los grupos<br />

<strong>más</strong> inmediatos entre los de<strong>más</strong>. Se alcanza así la sensación de una<br />

compleja red del calzadas y montículos esparcidos estructuralmente sobre<br />

amplios espacios geográficos. Previsión y planificación debieron estar<br />

presentes en la realización de esas obras. 23 Mucho falta aún por investigar,<br />

pero pareciera, según los últimos logros, 24 que gente de filiación caquetía<br />

fuera la responsable de estas construcciones. Los aspectos sociales,<br />

culturales y políticos tienen buena valoración en las investigaciones que se<br />

realizan, pero creemos que la visión ecológica debiera merecer tanta<br />

atención como aquellas, no sólo por lo que pudo representar en su<br />

momento, sino ade<strong>más</strong> por lo que puede significar hoy en día, cuando<br />

sería factible examinar efectos <strong>más</strong> duraderos de construcciones que<br />

sobrevivieron siglos y afectaron, supuestamente, el medio donde<br />

existieron 25 . La presencia de árboles centenarios en mitad de algunos de<br />

esos diques y <strong>ver</strong> como algunos de ellos parecen internarse en las montañas<br />

de Ticoporo y Caparo, entre otras consideraciones, nos plantean la<br />

posibilidad de que esas obras de ingeniería indígena haya podido influir en<br />

las formaciones boscosas del Sur del Estado Barinas. 26<br />

23 En la relación de viaje que hace Miguel Alejo Schabel (1704), se lee: “... y se ven muchas de estas<br />

lomitas distantes unas de otras un día de camino, por la vía que siguió este príncipe en América”.<br />

Aparte la fábula, no hay allí una regularidad que llama la atención y que pudiéramos calificar de<br />

sistemática. La relación del cura Schabel se puede leer en Documentos <strong>para</strong> la Historia Económica<br />

en la Epoca Colonial. Academia Nacional de la Historia. Caracas 1970. pp. 3­45.<br />

24 Redmond, Elsa y Spencer, Charles S. “Investigaciones Arqueológicas en el Piedemonte Andino y<br />

los Llanos altos de Barinas”. En: Asociación Venezolana de Arqueología. Boletín # 5. 1990. pp. 4­<br />

24.<br />

25 En la zona de Mantecal, estado Apure, existe en marcha un proyecto agropecuario conocido como<br />

“Módulos de Apure” que presenta ciertas similitudes con estas construcciones aborígenes. La<br />

com<strong>para</strong>ción entre ambos sistemas resultaría no sólo interesante, sino bastante útil <strong>para</strong> el mejor<br />

entendimiento de ambos.<br />

26 Una presentación <strong>más</strong> detallada de todo este tema de las construcciones indígenas habrá que<br />

elaborar próximamente.


Pero dada la extensión de estas obras y que su presencia allí que se<br />

remonta ya a unos 1500 años, aproximadamente puede uno preguntarse<br />

¿cuál ha sido su efecto sobre el medio? y lo menos que puede es considerar<br />

que ellas han contribuido a hacer <strong>más</strong> habitables nuestras sabanas al<br />

acentuar la velocidad de deposición aluvial en las zonas por ellas afectadas,<br />

pudiendo pensar que buena cantidad de esas obras, las menos elevadas,<br />

hayan desaparecido por esa misma razón. Dicho de otra manera, cabe<br />

pensar que de no ser por esas obras, buena parte de los Llanos Occidentales<br />

serían aún ciénagas o esteros de muy difícil manejo y explotación.<br />

Terminando el siglo XV llegan los europeos, pero durante los<br />

primeros años se van a limitar a merodear por las costas y establecerse en<br />

las islas, sólo después de los celebrados éxitos militares y económicos de<br />

Cortés y Pizarro penetrarán en el interior del continente; unos desde la<br />

costa oriental y otros desde el litoral coreano. Los de Oriente van tras el<br />

fabuloso país de Meta y los de Occidente buscan una salida al Mar del Sur,<br />

por donde Pizarro alcanzó fortuna. Todos van de paso tras una quimera que<br />

pronto tendrá nombre único: El Dorado. Muestran marcada preferencia por<br />

mesetas y piedemontes, huyendo del Llano bajo, anegadizo y pululante de<br />

plagas. Cada expedición termina en tragedia o desastre. Los Llanos<br />

adquieren entonces fama improductivos e inhóspitos. Así, Juan Pérez de<br />

Tolosa en su Relación de las Tierras y Provincia de la Gobernación de<br />

Venezuela, año 1546, 27 considera que los Llanos son tierras donde no se<br />

espera ja<strong>más</strong> sacar ningún fruto, señalando la abundancia de tigres y la<br />

escasez de indígenas entre los mayores obstáculos. Los indígenas<br />

representaban –claro está­ la indispensable mano de obra. Declarando,<br />

finalmente:<br />

“Toda esta tierra que hay desde Barquisimeto hasta el río Marañón,<br />

es tierra perdida, porque hay pocos indios, y los que hay, pobres y huidos<br />

por los montes a causa de los daños recibidos de los españoles y de la gente<br />

de guerra. En la mayor parte del camino hay muchos tigres que matan a<br />

indios y cristianos. Estos tigres son cosa peligrosa y temerosa, porque<br />

hacen sus asaltos a traición.”<br />

Aguado al narrar las correrías exploratorias de los fundadores de<br />

Mérida, es mucho <strong>más</strong> tajante y arbitrario, pues descalifica la propia<br />

calidad de la tierra. Él escribe:<br />

27 Una presentación <strong>más</strong> detallada de todo este tema de las construcciones indígenas habrá que<br />

elaborar próximamente.


¨... Fue con la nueva que estos descubridores trajeron promovida toda<br />

la gente a gran contento y alegría, porque según la representación que el<br />

valle hacía, de <strong>más</strong> felicidad se figuraban que los descubridores del Perú y<br />

Nueva España, como poco ha dije... con menos alegría de la que al<br />

principio pensaron, porque el valle donde tantas prosperidades esperaban<br />

haber se les convirtió en la <strong>más</strong> pésima y mala tierra que hay en las Indias,<br />

que son estos llanos de Venezuela,...¨ 28<br />

Sólo un medio tan hostil podía desanimar a aquellos hombres rudos y<br />

curtidos que habían cumplido <strong>más</strong> de una hazaña con el sueño del Dorado<br />

enredado en sus pensamientos. Pero el mítico lugar mantuvo por mucho<br />

tiempo su presencia en el horizonte de todas las aventuras pobladoras, y es<br />

dable pensar que las calzadas y montículos antes referidas tuvieran mucho<br />

que <strong>ver</strong> con esa persistencia. Posiblemente fue Nicolás Federman el<br />

primero en tropezar (1531) con algunas de esas construcciones, unos<br />

montículos por los alrededores de Acarigua, aún cuando la narración por<br />

él hecha hace presumir que no los percibió como tales o que no les dio<br />

importancia. 29 Por otra parte, Juan de Castellanos en sus Elegías cuenta<br />

que, luego de la muerte de Antonio Cedeño, en el sitio donde el río<br />

Tiznados entra al Llano, la expedición continuó bajo el mando de Pedro de<br />

Reinoso y Diego de Losada, penetrando en los Llanos en dirección Sur­<br />

Suroeste hasta llegar al río Casanare, en los Llanos Colombianos.<br />

“En continuación de su jornada<br />

tierra se descubrió <strong>más</strong> andadera,<br />

mas en tiempo de aguas anegada<br />

en su disposición y en su manera,<br />

do vieron prolijísima calzada, que<br />

fue <strong>más</strong> de cien leguas duradera,<br />

con señales de antiguas poblaciones<br />

y de labranzas viejos camellones.” 30<br />

28 De Aguado, Fray Pedro. Recopilación Historial de Venezuela. Academia Nacional de la Historia.<br />

Caracas 1963. Tomo II pp. 418­9.<br />

29 Federman, Nicolas. Historia Indiana. En Descubrimiento y Conquista de Venezuela. Academia<br />

Nacional de la Historia. Caracas. 1962. Tomo II pp 151­250.<br />

30 De Castellanos, Juan. Elegía de Varones Ilustres de Indias. Academia Nacional de la Historia.<br />

Caracas. 1962 p. 98.


Y hasta aquí llegan, por lo que sabemos, las referencias a dichas<br />

construcciones indígenas en los cronistas de Indias. Pero existen otras<br />

fuentes y así, en el acta de fundación de la ciudad de Altamira de Cáceres<br />

(Barinas) existe un párrafo esclarecedor:<br />

¨...poblar un pueblo donde se poder entretener <strong>para</strong> sabido que aya<br />

aquel dicho señor gobernador a entrado a los dichos Llanos de dar aviso de<br />

que si hubiere menester socorro o hubiere de retirarse, ocurra a este puesto<br />

por ser como es muy convincente por estar en el <strong>para</strong>je de las calcada<br />

largas que atraviesan por los dichos Llanos adelante y se entiende ban a<br />

salir a las dichas provincias de Ycoaracá (sic) y Gualcava...¨ 31<br />

Todo se entiende con sólo precisar que Ycoaracá, o Quarica, y<br />

Gualcava son simplemente otros de los muchos nombres del Dorado 32 . Y<br />

así queda claro que <strong>para</strong> Juan Andrés Várela, fundador de Altamira de<br />

Cáceres, Francisco de Cáceres, el gobernador aludido y, en general, <strong>para</strong><br />

los hombres de aquella expedición, esas misteriosas calzadas que cruzaban<br />

imperturbables las sabanas bajas eran, ni <strong>más</strong> ni menos, el camino que<br />

conducía a tierras del Dorado. Todo esto procede de la expedición de<br />

Felipe de Hutten, de la cual algunos cronistas recogieron una <strong>ver</strong>sión<br />

fabulada 33 , entre ellos Fray Pedro de Aguado y quienes le siguen, y la cual<br />

dice que el alemán llegó a un pueblo llamado Quarica, en el país de los<br />

omeguas, poblado lleno de ídolos de oro. Aguado no utiliza la palabra<br />

calzada, sólo dice que llegaron por “muy seguidos y anchos caminos,<br />

aunque por allí parecía la tierra inhabitable” 34 . Fernández de Oviedo, el <strong>más</strong><br />

<strong>ver</strong>az de los cronistas, que recibió <strong>información</strong> directa de soldados de esa<br />

misma expedición, ignora totalmente dichas fábulas, describiendo una ruta<br />

31 Acta de Fundación de la Ciudad de Altamira de Cáceres. (30 de junio de 1577). Copia<br />

mimeografiada.<br />

32 Castillo Lara, Lucas G. La Grita. Ediciones del Congreso de la República. Caracas 1973 El<br />

capítulo II es una semblanza biográfica de Francisco de Cáceres, impenitente doradista, abundoso<br />

sobre el tema.<br />

33 La misma que turbó la vida de Francisco de Cáceres.<br />

34 De Aguado, Fray Pedro. Recopilación Historial de Venezuela. Academia Nacional de la Historia.<br />

Caracas 1963. Tomo I p. 264.


totalmente distinta a la proporcionada por Aguado, cuyas fuentes de<br />

<strong>información</strong> son desconocidas.<br />

Los europeos ocuparon primero las costas y luego buscaron<br />

establecerse en valles cordilleranos; su experiencia con los Llanos había<br />

resultado frustrante. Pero ellos no venían solos, les acompañaba todo un<br />

bagaje cultural, imperativo y exigente en cuanto a gustos y necesidades,<br />

que los impulsaba a introducir en estas tierras plantas y animales de su<br />

Europa lejana. Muchos y variados fueron los otros intrusos que trajeron a<br />

estas tierras, y muchos de los cuales supieron adaptarse con prontitud al<br />

nuevo medio, destacándose entre ellos, por su importancia, el ganado. El<br />

caballo, naturalmente, acompañó desde el primer día a muchos soldados de<br />

la conquista; luego los otros tipos de ganado se hicieron necesarios <strong>para</strong><br />

satisfacer requisitos alimentarios. Su adaptación al medio fue total e<br />

inmediata. Así, los vacunos se esparcieron rápidamente por todo el Llano,<br />

llegando a formar grandes rebaños de ganado cimarrón, errabundos por las<br />

sabanas.<br />

No se trata de negar la existencia de una ganadería familiar, presente<br />

quizás en todas las poblaciones blancas del país; pero sí de señalar la<br />

formación espontánea de grandes rebaños que significaron pronto una<br />

enorme riqueza sin dueño, capaz de despertar la codicia de cualquiera, y<br />

que por ello influyó decisivamente en la ocupación y poblamiento de la<br />

región llanera.<br />

Temprano fueron introducidos los bovinos en el continente, tanto por<br />

Margarita como por Coro, sin que faltaran las largas travesías del uno al<br />

otro extremo. Pero lo que parece haber sido decisivo en este proceso, y<br />

pocas veces señalado, fue el establecimiento de un tráfico regular de<br />

ganado desde la recién fundada ciudad de El Tocuyo (1545), hasta Tunja 35<br />

y, desde allí, hacia otras localidades granadinas. El ganado se criaba en los<br />

valles del Turbio y el Tocuyo y, con periodicidad probable de un año,<br />

venían los reinosos 36 a buscar las cosechas, o iban los de aquí a hacer la<br />

35 De Castellanos, Juan, quien vivió largo tiempo en Tunja lo deja bien claro cuando, refiriéndose a<br />

ello afirma:<br />

Y dura y durará la compraventa/Que por aquel camino se frecuenta.<br />

en sus Elegías, antes citadas. (p.289).<br />

36 Con este nombre se conocía en la provincia de Venezuela a los habitantes del vecino Nuevo Reino<br />

de Granada.


entrega. Eran <strong>ver</strong>daderas expediciones con gente bien armada y dispuesta a<br />

largas travesías por el piedemonte andino­llanero; por allí venían y por allí<br />

regresaban con sus rebaños. El enlace entre las serranías del macizo central<br />

granadino y el piedemonte transcurría a lo largo de las riberas del río<br />

Casanare. Es obvio que ese largo camino cruzaba territorios que estaban al<br />

alcance de di<strong>ver</strong>sas naciones de indios guerreros, como los jiraharas, por<br />

mencionar alguna de comprobada bravura. Esos ataques y quizás algún otro<br />

tropiezo en tan estirado y difícil trayecto, debieron ocasionar la fuga o<br />

pérdida de rebaños enteros que se multiplicaron luego libremente en<br />

sabanas o calcetas de Barinas y Apure. Tan hostil era la ruta que luego de<br />

la fundación de ciudades como Mérida (1558) y San Cristóbal (1561), se<br />

desplazó, tal vez sólo parcialmente, hacía la cordillera andina; <strong>más</strong><br />

escabroso quizás el nuevo trazado, pero con la posibilidad de descanso o<br />

refugio en las mencionadas ciudades. 37<br />

Es lo cierto que <strong>para</strong> 1610 los habitantes de Pedraza (fundada en<br />

1591 en el extremo sur­occidental de Barinas, y casi sobre la señalada ruta<br />

ganadera) se dirigen al rey solicitando permiso <strong>para</strong> disponer de ciertos<br />

rebaños de ganado cimarrón, que ellos calculan en no menos de cien mil<br />

cabezas, y que pastan cerca de los ríos Sarare y Apure. Luego, hacía mil<br />

seiscientos veintitantos, Fray Pedro Simón, declara en sus Noticias<br />

Historiales que en los llanos que están <strong>más</strong> allá de Barinas, crecen y<br />

engordan no menos de cuatrocientas mil reses mostrencas. 38<br />

Finalmente, Fray Jacinto de Carvajal, al hacer la Crónica del<br />

Descubrimiento del Río Apure, dice haber visto miles de reses mostrencas<br />

en las tierras que cruza en compañía de Miguel de Ochogavia.<br />

Todo el proceso de la ocupación plena de los territorios hoy<br />

venezolanos, fue lento y complejo. Puede visualizarse como la formación<br />

de una frontera interior móvil que, en medio de avances y retrocesos, trata<br />

de cubrir todo el territorio nacional. Los Llanos, ya lo dijimos, en un<br />

principio quedaron fuera de dicha frontera; pero algunas poblaciones<br />

hicieron de puntos de avanzada hacia esos territorios.Barinas (Altamira de<br />

37 Con este nombre se conocía en la provincia de Venezuela a los habitantes del vecino Nuevo Reino<br />

de Granada.<br />

38 Simon, Fray Pedro. Noticias Historiales de Venezuela. Academia Nacional de la Historia. Caracas<br />

1963. Tomo II pp. 263­266.Geografía <strong>más</strong> abierta (la presencia de la cuenca del Unare) y la<br />

belicosidad aborigen.


Cáceres) fue fundada en 1577 en las faldas andinas, pero como una<br />

avanzada hacia los Llanos y El Dorado. Cincuenta años después se<br />

trasladará a la meseta de Moromoy (Barinitas) y tendrá que esperar el 1700<br />

<strong>para</strong> iniciar su mudanza definitiva a una orilla del Llano, donde hoy se<br />

encuentra. Pedraza se funda en 1591 “a las espaldas de la Sierra Nevada,<br />

hacia los llanos”, por donde hoy está Pedraza la Vieja, en zona<br />

selvática. Será destruida una y otra vez por los indios y se mudará<br />

buscando la cercanía de Barinas. Guanare también nace en 1591 en mesa<br />

de Cavacas, en la provincia de Cerrillos y laguna de Caravaca, lo cual la<br />

sitúa también en la ruta del inefable Dorado; fue, en su momento, la <strong>más</strong><br />

metida en la orilla del Llano. La penetración por la zona central del país<br />

dependió mucho tiempo de la presencia de San Sebastián de los Reyes,<br />

fundada en 1585 y moviéndose en arco, entre Altagracia de Orituco y San<br />

Juan de Los Morros, sin superar nunca las últimas estribaciones<br />

cordilleranas. Por Oriente la penetración fue <strong>más</strong> lenta posiblemente a<br />

causa de una.<br />

Por un siglo y <strong>más</strong> la frontera interior permaneció casi estática, la<br />

suma de dos hostilidades se oponía a su avance; la de la naturaleza y la de<br />

los aborígenes. Si el cura Carvajal, acompañando a Ochogavia, cruzó los<br />

Llanos desde Barinas hasta Angostura en el Orinoco, sin registrar un<br />

combate o una agresión, ello quizás se deba al tamaño de la expedición.<br />

Ello ocurría en 1647 y poco después, en 1651 expedicionarios salidos de<br />

San Sebastián tropezaron, en tierras del Guárico, con el irreductible cacique<br />

Chi<strong>para</strong>ra, quien, ya prisionero de los blancos, declaraba:<br />

¨...que es <strong>ver</strong>dad que va todos los años a la guerra con los Caribes,<br />

Atapaimas, Alquirires y Bateas, en busca de los Guamonteyes porque son<br />

sus enemigos y son camaradas de los españoles, y que el ir a los hatos es<br />

por comer carne y traer caballos en que andar... y que él es muy valiente y<br />

ha muerto muchos españoles, y que se ha llevado muchos caballos de los<br />

hatos y se los han comido. 39<br />

Si bien en el párrafo anterior no queda claro si a los indios les<br />

interesaban los caballos <strong>para</strong> comerlos o domesticarlos, tampoco son<br />

alternativas excluyentes, aunque el jesuita Miguel Alejo Schabel, hacia<br />

39 Declaración del cacique Chi<strong>para</strong>ra. 1653 pp 223­225 incluido en la sección Documentos del libro<br />

“Historia del Guárico” de J.A. de Armas Chitty. Publicaciones Rómulo Gallegos, San Juan de los<br />

Morros 1979.


1700 habla de indios montados a caballo y manejando armas de fuego,<br />

obtenidas de ingleses u holandeses que remontaban el Orinoco con sus<br />

mercancías. Esto sucedía en un hato barinés en la Zona de El Real. Pero es<br />

que ya, en el último tercio del siglo XVII comenzaban a sostenerse algunas<br />

misiones en los Llanos, también hubo hatos <strong>para</strong> esa época, pero muchos<br />

de ellos sin continuidad en el tiempo.<br />

Durante el período que hemos estado considerando (1500­1700 ap.)<br />

sucedieron muchas cosas en los Llanos, pero las dos que queremos destacar<br />

son: 1) la disminución brutal de la población indígena y 2) la<br />

multiplicación espontánea de los ganados. La conjunción de ambas hizo<br />

posible que la región se convirtiera en zona de refugio <strong>para</strong> todo perseguido<br />

por la sociedad colonial, o simplemente inconforme con la rigidez de sus<br />

castas y los abusos de poder. Pero también hizo <strong>más</strong> factible y deseable la<br />

ocupación territorial plena por esa misma sociedad colonial. Lo anterior<br />

significa conflictos y, entre otras cosas ilumina el carácter marginal de los<br />

llaneros en esa sociedad, pues ellos vendrían a ser precisamente todo ese<br />

conglomerado heterogéneo (indios, negros, mestizos, blancos) que, por<br />

rechazo a dicha sociedad, buscó refugio en la llanura. Pero no es ese el<br />

tema que ahora nos ocupa. Aquí nos interesan los cambios inducidos en esa<br />

geografía por la invasión de cuadrúpedos europeos y la simultánea<br />

aparición, nada causal, de un nuevo tipo humano perfectamente adaptado a<br />

esa geografía modificada, el llanero.<br />

Es claro que todo lo que sucedió en el lapso señalado influyó<br />

grandemente en la historia posterior de esos territorios y sus habitantes, fue<br />

un momento decisivo en su acontecer. Podemos suponer que fue entonces<br />

cuando se gestó el Llano tal como fue conocido después, y como se<br />

entiende todavía hoy. Todo, o casi, el vasto territorio comprendido entre las<br />

cordilleras andina y costanera, por una parte, y el Orinoco y su afluente el<br />

Meta, por la otra, se habían mantenido al margen de la sociedad colonial;<br />

pero pese a no participar de la vida interior de aquella sociedad, fue<br />

marcada por ella y se le incorporaría luego de la transformación que aquí<br />

consideramos, es decir, de su transformación en zona ganadera y su<br />

redoblamiento por un nuevo personaje, portador de una cultura propia,<br />

surgida de ese mismo proceso: el llanero.<br />

Nos conviene vol<strong>ver</strong> sobre nuestros pasos e intentar mirar <strong>más</strong> de<br />

cerca todo esto. Tratemos de ubicarnos de nuevo en el momento de la<br />

llegada de los europeos e intentemos <strong>ver</strong> cómo era entonces todo ese<br />

espacio que va desde la montaña de San Camilo, en Apure, hasta el


delta del Orinoco. Se trata de contestar una pregunta: ¿era entonces un<br />

espacio homogéneo? No basta con que los conquistadores así lo<br />

consideran, pues ellos no distinguían mucho entre unas y otras culturas<br />

aborígenes y la plenitud de esos territorios parece haberlos impresionado<br />

grandemente desde el primer momento. Si aceptamos las “Areas culturales<br />

de la Venezuela Pre­hispánica”, tal como fueron presentadas por Miguel<br />

Acosta Saignes 40 , tendríamos que aceptar que existía un cierto mosaico<br />

cultural donde ade<strong>más</strong> de Caribes, Otomacos y Caquetíos, grupos de<br />

recolectores, cazadores y pescadores deambulaban por buena parte de los<br />

bajos Llanos. No se ignora que Sanoja y Vargas, en cambio, consideran<br />

culturalmente homogénea (afectadas por un proceso general de<br />

simplificación cultural).<br />

Todo el espacio considerado 41 ; pero no podemos, en primer lugar,<br />

ignorar la presencia de los Otomacos en la confluencia de Apure y<br />

Orinoco; ni entendemos sus dudas sobre la presencia caquetía en calzadas y<br />

montículos, las cuales, por lo de<strong>más</strong>, parecen haber sido despejadas hoy<br />

por las <strong>más</strong> recientes investigaciones arqueológicas en la región 42 . Pero, en<br />

todo caso, si los Caquetíos de Coro y los de Barquisimeto tenían canales de<br />

riego en uso a la llegada de los europeos, y una organización social de las<br />

<strong>más</strong> elaboradas y complejas halladas en nuestro territorio, por qué dudar<br />

que sus parientes del Llano fueran capaces de construir calzadas,<br />

montículos y campos elevados. El conocimiento de la relación planta­agua<br />

parece un hecho en todos los pueblos agricultores de cualquier parte del<br />

planeta y está presente tanto en los que acuden a obras de riego, <strong>para</strong><br />

superar condiciones de relativa aridez, como en los que afrontan problemas<br />

de exceso de agua y buscan proteger sus siembras de aniegos o<br />

enchumbamiento.<br />

Respecto al medio, cabe pensar que algunas de las diferencias que<br />

hoy se pueden apreciar entre Oriente y Occidente, fueran <strong>más</strong> marcadas en<br />

aquella época. Testimonios como el de Nicolás Federman y su Historia<br />

40 Acosta Saignes, Miguel. Estudios de Etnología Antigua de Venezuela. Uni<strong>ver</strong>sidad Central de<br />

Venezuela. Caracas 1954 pp 21­68.<br />

41 Sanoja, Mario y Vargas, Iraida. Modos de Producción Venezolanos. Monte Ávila Editores.<br />

Caracas, 1979 pp. 157­158.<br />

42 Redmon, Elsa y Spenser, Charles S. Investigaciones Arqueológicas en el Piedemonte Andino y los<br />

Llanos Altos de Barinas”. En: Asociación Venezolana de Arqueología. Boletín # 5. 1990 pp. 4­24.


Indiana nos permiten suponer que humedad e inundaciones eran mayores<br />

en los Llanos de Occidente en aquella época. El factor de los Welser<br />

describe sabanas completamente inundadas cerca de Acarigua y ello a<br />

pesar de haber andado por allí en plena época seca: entre noviembre de<br />

1530 y febrero de 1531.<br />

Por lo de<strong>más</strong>, sabemos que las llanuras aluviales, como éstas de<br />

Occidente, levantan permanentemente los terrenos y a <strong>más</strong> de cuatrocientos<br />

cincuenta años de entonces, no debe ser del todo despreciable el aumento<br />

de las cotas, menos aún si consideramos la ayuda que las calzadas<br />

abandonadas puedan haber prestado en tal dirección. Igualmente es dable<br />

pensar que la superficie de bosques fuera mayor que la existencia en la<br />

actualidad. En este sentido pueden recordarse las, hoy desaparecidas, selvas<br />

de Turén y Ticoporo, así como los millares de hectáreas despojadas de sus<br />

árboles en los últimos tiempos en Portuguesa y Barinas. Las sabanas<br />

mismas presentaban aspecto diferente, menos limpias que lo que hoy lucen<br />

y con pastos seguramente <strong>más</strong> altos, dada la menor cantidad de herbívoros<br />

que albergaba. Podemos agregar a la descripción un mayor caudal de las<br />

aguas corrientes y una mayor cantidad de las estancadas. En los Llanos<br />

Centrales y de Oriente estimamos menor variación respecto a vegetación y<br />

humedad, dada su exposición <strong>más</strong> directa a los vientos alisios, factor<br />

determinante de clima y vegetación en nuestro país.<br />

La diferencia entre la fauna de aquel tiempo y la de ahora es aún <strong>más</strong><br />

marcada, no sólo por la ausencia, entonces, de todos los cuadrúpedos<br />

europeos, sino ade<strong>más</strong> por la disminución notoria, hasta la desaparición en<br />

ciertos casos, de la gran mayoría de las especies que los conquistadores<br />

encontraron aquí.<br />

Ahora debemos considerar cuál fue el efecto del genocidio, directo e<br />

indirecto, de la población indígena y de la intrusión de los ganados en el<br />

medio llanero. Debemos partir recordando que en cada ecosistema<br />

podemos definir una capacidad portadora por el número de animales de<br />

cada especie que puede sostener sin perjuicio de su productividad<br />

alimentaria; ella fija límites al equilibrio entre especies, pero se trata de<br />

equilibrios dinámicos, que buscan restablecerse a otros niveles cuando algo<br />

violenta esos márgenes. Así es dable pensar que el propio genocidio abrió<br />

posibilidades de adaptación a los vacunos intrusos y que el rápido<br />

crecimiento de esos bovinos sólo pudo ser parcialmente controlado,<br />

inicialmente, por un crecimiento del número de carnívoros, especialmente<br />

jaguares. Así, a <strong>más</strong> ganado mayor botín pero, igualmente, mayor peligro.


O se pretende la imposible tarea de describir todos los cambios que<br />

entonces se sucedieron. Sólo un pequeño ejercicio especulativo. La<br />

presencia de vacunos en número creciente afectó sin duda los<br />

equilibrios de toda la región provocando crisis y reacomodos. Para quienes<br />

participan de la tesis de que todo paisaje es campo de lucha entre dos tipos<br />

de vegetación; la de bosque y la de sabana, la presencia abundante de<br />

ganado vacuno inclina las cosas a favor de las sabanas, aunque es<br />

conveniente tener presente que ellos solos, alzados o en estado salvaje,<br />

tienen una incidencia menor en el paisaje, que cuando son manejados y<br />

protegidos por el hombre.<br />

La conquista del Llano fue, entonces bastante tardía, el conocido<br />

historiador Eduardo Arcila Farías la ven de esta manera:<br />

“Los Llanos fue la tierra de conquista de los criollos caraqueños,<br />

cuya codicia, <strong>más</strong> impetuosa que las periódicas avenidas del río, pareció<br />

desbordarse sobre las inmensas praderas, escenario de una lucha poco<br />

gloriosa de casi dos siglos que permitió el dominio y el conocimiento de la<br />

mayor parte del territorio venezolano, y en donde el criollo ejerció sus<br />

facultades militares, y se endureció y cobró fisonomía de caudillo, o <strong>más</strong> a<br />

menudo de jefe de horda.” 43<br />

Claro, una parte del Llano, la perteneciente a la provincia de Barinas,<br />

fue tierra de conquista de los criollos barineses, pues no dependían de<br />

Caracas, antes de la creación de la Capitanía General de Venezuela, Virgilo<br />

Tosta, historiador de la región refiere las rivalidades y pugnas ente<br />

misioneros dominicos y capuchinos que invadían tierras fuera de su<br />

jurisdicción, pero también con los criollos poderosos, con apoyo del<br />

cabildo que estaba en sus manos y cita al Provincial Dominico, quien se<br />

queja (1788) en frase dirigida al arzobispo y virrey de Nueva Granada:<br />

“Entramos misionando los frailes dominicos, fuéronse fundando<br />

poblazones, y a las sombras de éstas iban entrando los españoles y<br />

plantando sus hatos, y hoy ya son tantos los ganados, que pueden contarse<br />

por millones”. 44<br />

43 Archila Farias, Eduardo. Economía Colonial de Venezuela. 2da. ed. Caracas 1973. Tomo II p.<br />

274.<br />

44 Tosta, Virgilio. Historia de Barinas. Tomo I. 1577­1800. Academia Nacional de la Historia.<br />

Caracas 1986. P. 252.


Codicia, rivalidades y pugnas presidieron, pues, la poca gloriosa<br />

conquista. Y en definitiva, es el siglo XVIII el que va a presencia la<br />

aparición de pueblos en todos los amplios espacio llaneros y, junto con<br />

ellos, el establecimiento de hatos de ganado. Naturalmente que esos hatos<br />

contarán con trabajadores perfectamente adaptados a las duras tareas que<br />

les toca realizar; no bastan tierra y ganado <strong>para</strong> fundar ganaderías, la mano<br />

de obra también es necesaria, indispensable. Pero allí estaban los llaneros,<br />

únicos seres capaces de someter a aquellos animales salvajes, y en un<br />

medio igualmente indómito y hostil. Llano y llanero se forjaron al mismo<br />

tiempo y en una misma fragua.<br />

Nuestra tesis es que sólo entonces el Llano adquirió la fisonomía que<br />

lo ha caracterizado, con una tendencia decididamente uniforme en toda su<br />

extensión. Desde entonces sumó a la planitud, el clima y la influencia<br />

decisiva y poderosa del Orinoco, la presencia del ganado y el uso<br />

sistemático de la candela como elementos homogenizadores de la<br />

vegetación herbácea, del predominio de la sabana sobre el bosque; pero<br />

ade<strong>más</strong> en esos espacios hicieron su aparición las viviendas de bahareque y<br />

palma, orientadas <strong>para</strong> evitar el impacto de los, a veces, huracanados<br />

alisios, y crecieron los pueblos polvorientos y pajizos, y los caballos<br />

enjaezados con magros aparejos y paloapiques y sogas y rejos y una música<br />

de cuerdas y capachos y cantos que nacen con un grito alargado y<br />

penetrante, historias, leyendas una cultura.<br />

El Llano se incorpora a la vida colonial a principios del siglo XVIII,<br />

en momentos en que en España se producían cambios con el acceso al<br />

poder por parte de los Borbones. Pronto se iniciaría el despotismo ilustrado<br />

en la península que a la larga se traduciría en reformas en las colonias<br />

americanas, tendientes a un mayor control de la metrópoli aunado a un<br />

aumento de la producción. Fue lo que algunos han llamado la segunda<br />

conquista de América. 45 Luego se crearía la Capitanía General de<br />

Venezuela (1777) a la cual se adscribirían la provincia de Maracaibo y la<br />

de Barinas, se<strong>para</strong>da de ella y con jurisdicción hasta el río Meta, territorios<br />

éstos que hasta entonces dependían, todos del Virreinato de la Nueva<br />

Granada. Las reformas buscaron el estímulo de las actividades agrarias,<br />

pero en especial de la agricultura y hubo respuesta favorable, especialmente<br />

en las zonas de Barinas y Guanare, donde se consolidó el cultivo del<br />

tabaco. Existen indicios <strong>para</strong> pensar que las dificultades que por entonces<br />

45 Lynch, John. Las revoluciones hispanoamericanas 1808­1826. Ariel. Barcelona. 1985.


comenzó a experimentar el tráfico de negros, impidieron un mayor<br />

desarrollo agrícola de esas zonas. Plantaciones de tabaco, añil y cacao, <strong>para</strong><br />

nombrar sólo lo <strong>más</strong> importantes en aquel momento, eran inimaginables sin<br />

mano de obra esclava, de cualquier manera la nueva provincia de Barinas<br />

fue capaz en escasos treinta años de existencia (1786­1813) de adquirir un<br />

cierto desarrollo agrícola.<br />

En 1812 se inician definitivamente las guerras de independencia y el<br />

Llano, que nació levantisco­ los llaneros siempre lo fueron­ va a ser fuente<br />

inagotable de ganado, caballos y soldados. La guerra, en Venezuela fue<br />

violenta y total, guerra a muerte como la decretó Bolívar. Demos la palabra<br />

al historiador inglés antes citado:<br />

“Las vastas extensiones de pastos, quemadas por el sol de la estación<br />

seca, y en la húmeda con<strong>ver</strong>tidos por la lluvia en insalubres pantanos y<br />

lagos, eran el hogar de una casta salvaje y guerrera, una mezcla racial de<br />

origen indio, blanco y negro, endurecida por el salvaje medio y con<br />

capacidad de un gran aguante a caballo.” 46<br />

Puede decirse que el Llano llevó las <strong>más</strong> pesadas cargas de la guerra<br />

y fue su escenario innumerables veces. Cuando ella terminó, o se alejó<br />

hacia otros países, los campos lucían abandonados. La población de<br />

vacunos se había reducido grandemente, al igual que la de caballos pero, en<br />

cambio, muchos de los llaneros continuaban combatiendo en los ejércitos<br />

que llevaron la guerra hasta el Sur 47 . Y cuando finalmente Venezuela se<br />

erigió en República independiente, hubo intentos de recuperación pero todo<br />

resulto inútil, pues antes de que ningún logro pudiera concretarse volvieron<br />

las guerras: locales, regionales, nacionales, una seguida de la otra hasta el<br />

final del siglo. Se entenderá que, aparte de los efectos de un abandono<br />

continuado, nada hay que buscar como modificación o intervención<br />

humana en el Llano durante ese largo y violento siglo XIX.<br />

46 Lynch, John. Ob. Cit.p 230.<br />

47 Tal parece que <strong>para</strong> los llaneros había <strong>más</strong> peligro en las cotidianas pero arriesgadas tareas del<br />

hato, que en las vicisitudes de la guerra. No es un juicio ligero, medítese en las condiciones reales en<br />

las que se desenvolvía su trabajo en esos tiempos. Los dos eran trabajo, pero el de la guerra, tal vez,<br />

menos peligroso. Al lado de ellos, los esclavos prefirieron la esclavitud a la guerra.


Y no dejan de ser importantes las consecuencias de dicho abandono.<br />

Más allá de las consecuencias económicas directas, hay otras que reclaman<br />

nuestra atención. En los Llanos Occidentales, la superficie bajo bosques<br />

aumentó considerablemente y ya en 1950 duplicaba la estimada <strong>para</strong><br />

1825 48 . Los ganados se agrupaban en cimarroneas ingobernables y se<br />

sometían a los controles naturales, lo cual se traduce en estancamiento o<br />

merma de sus poblaciones.<br />

El país todo sufrió una larga época de estancamiento y puede decirse<br />

que en algunas zonas hubo retroceso según algunos indicadores. Así,<br />

mientras la población del país se duplicó aproximadamente durante ese<br />

mismo lapso, puede comprobarse que la de los estados Barinas y Cojedes<br />

descendió persistentemente desde la guerra federal (1860), hasta el censo<br />

de 1936. Otras entidades llaneras estuvieron sujetas a vaivenes por la<br />

misma época. En concordancia con esos resultados, puede señalarse que<br />

di<strong>ver</strong>sas enfermedades se adueñaron de la región, pero merece destacarse<br />

en especial la presencia endémica del paludismo en todo el Llano, sin que<br />

se sepa a ciencia cierta en que época se aposentó en nuestras sabanas. No es<br />

nada nuevo decir que el siglo XX en Venezuela comienza con el petróleo,<br />

así que introducimos este texto de don Lisandro Alvarado, de 1903, <strong>para</strong><br />

ilustrar la situación del Llano a finales del siglo XIX.<br />

La mortalidad es considerable. Pensar en combatir con éxito<br />

completo el paludismo es pensar en lo excusado. Fuera de la mortalidad, se<br />

ve languidecer la población de los campos con el paludismo crónico, las<br />

úlceras tórpidas de las piernas, la anemia persistente. La consecuencia es la<br />

despoblación y la falta de brazos <strong>para</strong> el trabajo. A este cuadro poco<br />

halagüeño debe añadirse las enfermedades epidémicas, que afectan lo<br />

mismo al hombre que a los de<strong>más</strong> animales. Entre las que son<br />

características, pueden señalarse la fiebre remitente biliosa y la fiebre<br />

hematúrica, la tifomalaria y la disentería; la elefancia apenas se nota en<br />

Apure, donde sorprende su existencia al lado de una baja densidad de<br />

población. En cuanto a los animales, las enfermedades epidémicas que <strong>más</strong><br />

se ceban en ellos son la desrengadera y varias afecciones conocidas con el<br />

nombre genérico de peste. Los estragos que estas dolencias causan en el<br />

48 Veillon, Jean­Pierre. “Las deforestaciones en los Llanos Occidentales desde 1950 hasta 1975”<br />

incluido como anexo en el libro: Conservación de los bosques húmedos de Venezuela. Sierra Club­<br />

Consejo de Bienestar Rural. MARNR, 1977 3ª ed.


ganado caballar son motivo <strong>para</strong> que la cría no dé tan grandes resultados<br />

como podrían esperarse, siendo ella la base de la riqueza del Llano. 49<br />

Los historiadores parecen estar de acuerdo en señalar a 1870 como<br />

fecha tentativa <strong>para</strong> señalar el triunfo mundial del capitalismo y, respecto a<br />

América, su engarce en la economía mundial mediante el desarrollo de un<br />

modelo dirigido a participar en los mercados ofreciendo cualquiera de sus<br />

productos primarios, bien mineros, bien agropecuarios. Se supone ade<strong>más</strong><br />

que se inicia entonces un proceso general de modernización en todos los<br />

países incorporados al sistema. Venezuela apenas logró participar con<br />

algunos productos agrícolas, el café el principal de ellos; respecto a la<br />

modernización, parece haberse agotado en algunas obras en Caracas y<br />

varios trencitos de corto recorrido y muy local importancia. Puede<br />

afirmarse que a los Llanos venezolanos no llegaron ni innovaciones ni<br />

mejoras, como la lectura de la cita anterior bastaría <strong>para</strong> demostrarlo. Todo<br />

esto quiere decir que ha sido bastante tardía la modernización de nuestros<br />

campos. La explotación petrolera marca seguramente el proceso general<br />

pero no puede olvidarse que dentro de sus primeras consecuencias estuvo la<br />

de provocar migraciones hacia el centro y las zonas petroleras.<br />

En general, hasta la muerte de Gómez el país no pareció salir de su<br />

letargo, aunque no hay duda de que muchos procesos se habían iniciado ya<br />

<strong>para</strong> esa fecha. Pero respecto a los Llanos hubo todavía que superar la mala<br />

fama adquirida por la región luego de <strong>más</strong> de un siglo de incuria. Por<br />

supuesto que la bonanza petrolera tuvo necesariamente que reflejarse, de<br />

alguna manera, en todos los rincones del país y que al mejorar carreteras y<br />

otras formas de comunicación se facilitaron ensayos e innovaciones en<br />

cualquier lugar, pero hasta 1948 o 49 no se llegó a concebir que los Llanos<br />

pudieran ser incorporados a la producción agrícola, parecía reservarse <strong>para</strong><br />

ellos un eterno papel de mantenimiento de una ganadería extensiva. No se<br />

nos escapa que las campañas de saneamiento ambiental, iniciadas desde la<br />

creación de los servicios de Malariología, años antes en Maracay, tuviera<br />

mucho que <strong>ver</strong> con esas decisiones, pues la insalubridad era, seguramente,<br />

el principal obstáculo que asomaba ante cualquier proyecto que tuviera<br />

como escenario alguna porción del Llano. Desde entonces no es poco lo<br />

que Venezuela ha avanzado por el camino de las modernizaciones, pero<br />

49 Alvarado, Lisandro. Obras Completas. Vol. VIII. Ministerio de Educación. Caracas 1958.pp 412­<br />

3.


ajo ciertos parámetros sigue bastante atrasada con relación a otros países.<br />

Sin embargo nos interesa señalar que las tecnologías introducidas hasta<br />

ahora han cambiado en mucho la vida de los Llanos, haciéndola <strong>más</strong><br />

técnica, <strong>más</strong> programable. Ha sido un proceso complejo que aún no termina<br />

y ni siquiera ­vista la crisis actual­ es posible pre<strong>ver</strong> continuidades,<br />

reorientaciones o estancamientos. Lo que sí parece cierto es que la<br />

homogeneidad del Llano llega a su fin, y las diferencias regionales<br />

pudieran acentuarse pues no existe imperativo geográfico capaz de<br />

condenar a ninguna porción del territorio a desarrollos únicos o<br />

unidireccionales. Respecto a la cultura, componente esencial de esa<br />

homogeneidad llanera, también será susceptible de enriquecimiento por<br />

di<strong>ver</strong>sidad e intercambios. Surgida de la ingratitud de nuestras sabanas,<br />

logró la aceptación de la nación toda. Hoy, frente a cualquier confrontación<br />

o contingencia su inclinación libertaria, su capacidad de humor y su<br />

reciedumbre a prueba de intemperie son garantía de sobrevivencia y<br />

floración.<br />

Humberto Febres R.<br />

Barinas, 1993.


JOSE ESTEBAN RUIZ GUEVARA. Nació en Puerto Nutrias el 27 de<br />

abril de mil novecientos veintisiete. Estudió en la Escuela Federal<br />

Soublette. Historiador. Periodista. Apasionado de la Arqueología, la<br />

filatelia y la archivología, con una densa formación intelectual y política.<br />

Desde 1958 inició su trabajo de investigación arqueológica en Barinas,<br />

Apure y Portuguesa. Fundador de la Asociación de Periodistas Seccional<br />

Barinas, Fundador del Grupo Arqueológico Kuayú y del Centro de<br />

Investigaciones Históricas de Barinas desde donde ha realizado importantes<br />

investigaciones sobre la tradición, literatura y biblio­hemerografía de<br />

Barinas. Ha publicado: Zamora en Barinas. 1977. Barinas Piedras<br />

herradas. 1983. Codazzi en Barinas. 1984. Retazos históricos de Barinas.<br />

1986. Aporte <strong>para</strong> el Estudio de la Bibliografía Humanística de Barinas .<br />

1998.<br />

BARINAS. PIEDRAS HERRADAS.<br />

J.E. RUIZ GUEVARA.<br />

Descubierta Venezuela y emprendida la conquista dentro del<br />

territorio poblado por di<strong>ver</strong>sas naciones aborígenes, hallaron los invasores<br />

una gran cantidad de piedras que afloraban de la superficie, con la<br />

particularidad de presentar una serie de figuras talladas en bajo relieve que<br />

los propios cronistas comenzaron a distinguirlas con el nombre de Piedras<br />

"Herradas" o "Pintadas".<br />

Algunas de estas comienzan a ser reseñadas por los primeros<br />

cronistas que llegaron con Jorge Hohemuth ­mejor conocido como Spira­<br />

en 1553, y posteriormente, ya en plena colonización, son ­ en su mayoría­<br />

los misioneros quienes dan cuenta de las rocas que ostentan una misteriosa<br />

"escritura", ante la cual los propios aborígenes manifiestan desconocer su<br />

origen.<br />

Acerca del génesis de este muestrario de signos que una remota<br />

civilización dejó estampados en la roca viva, se han tejido múltiples<br />

hipótesis.<br />

Para el padre Miguel Alejo Shabel ­misionero de la Sociedad de<br />

Jesús­ que visitara a Pedraza ­ hoy Ciudad Bolivia­ en 1705, los glifos<br />

fueron "hechos con maestría en la roca, cincelados ­?­ sin duda<br />

milagrosamente por manos angélicas­ pero esta sofisticada suposición del


misionero sería análoga a las que actualmente conciben algunos científicos<br />

concediéndole a los mismos concepción extraterrestre, cosas que desvirtúan<br />

otros al suponer que fueron tallados a punta de mazos de percusión<br />

elaborados de fragmentos de rocas <strong>más</strong> duras o bien utilizando el<br />

procedimiento ­ teoría muy peregrina, por cierto­ de reblandecer la piedra.<br />

Pero lo cierto es que, de una u otra manera, dentro de los actuales<br />

límites del Estado Barinas, existe una gran variedad de rocas glifadas que<br />

conjuntamente con una basta red de calzadas y un regular número de<br />

montículos, constituyen un rico muestrario de una cultura cuyo origen se<br />

ha diluido en el tiempo.<br />

Los petroglifos hallados en las ribera de los ríos Bum Bum, La<br />

Acequia ­ o Ticoporo­ y Curbatí y en las inmediaciones de Santa Bárbara<br />

de Barinas, así lo demuestran.<br />

Están ubicados los que hasta la fecha se han logrado detectar en el<br />

piedemonte Andino. Los hay gigantescos como el Bum Bum, que es el de<br />

mayor tamaño localizado en el Distrito Pedraza y posiblemente en todo el<br />

Estado, mide cincuenta y dos metros (52 mts) lineales de base<br />

circunsferencial y su altura máxima alcanza diez metros (10 mts); la<br />

longitud que proyecta de Norte a Sur el arco que lo atraviesa por su mayor<br />

altura es de diecinueve metros (19 mts) y veintiún metros (21 mts.) el que<br />

lo divide por la misma parte de Este a Oeste.<br />

Como los otros existentes en las zonas ya nombradas presentan glifos<br />

que hacen pensar en serpientes o cauces de agua; figuras antropomorfas,<br />

zoomorfas, geométricas, y otras de difícil clasificación por complejo de<br />

sus rasgos.<br />

Entre las figuras antropomorfas se destacan ­ en mayoría­ rostros que<br />

reflejan las <strong>más</strong> extrañas expresiones, tales como la angustia , la risa y<br />

hasta ritos grotescos ; figuras humanoides estilizadas cuyas extremidades<br />

exhiben remates tridigitados y monos ­ o esqueleto­ que según ancestrales<br />

creencias caribes simbolizan la "transfiguración del alma humana".<br />

Las zoomorfas se hacen representar por aves ­ algunas en posición de<br />

vuelo ­, felinos en movimiento y monstruos que podrían pertenecer a una<br />

fauna aún no clasificada, quelonios, ofidios, etc.<br />

Las geométricas consisten en círculos sencillos o concéntricos;<br />

triángulos, cuadrados, rombos o espirales que resulten imprescindibles en


la mayoría de las rocas que fueron escogidas <strong>para</strong> tallar estas "escrituras",<br />

hasta la fecha misteriosas.<br />

Dentro de las de "difícil clasificación" se constatan formas que<br />

podrían ser alfabéticas ­ si se com<strong>para</strong>n con las alfabetiformes ya<br />

clasificadas en otros países ­, laberintos de líneas que asemejan cartas<br />

geográficas, agrupaciones simétricas de puntos que podrían significar<br />

mapas siderales y otras que se considerarían ­ hasta nueva investigación­<br />

dentro de la concepción abstracta.<br />

Por lo expuesto se puede deducir la importancia de estas<br />

manifestaciones culturales, cuyo estudio exhaustivo, podría desentrañar el<br />

origen del hombre americano.


JESUS ENRIQUE GUEDEZ. Nació en Puerto Nutrias de Barinas en 1930.<br />

Poeta, cineasta. Licenciado en Comunicación Social de la Uni<strong>ver</strong>sidad<br />

Central de Venezuela, donde ejerce actualmente la docencia. Publicó en<br />

1959 Las Naves, poemario con el cual obtuvo el Premio de las<br />

Uni<strong>ver</strong>sidades Nacionales. Perteneció al famoso grupo Tabla Redonda con<br />

Rafael Cadenas, Jesús Alberto León y Arnaldo Acosta Bello. En 1961<br />

publica su poemario Sacramentales, en 1965 publica Sextantes. Su carga<br />

emocional se desborda en recuerdos de infancia y amores juveniles con<br />

Sextantes, su pasión se aprisiona en <strong>ver</strong>sos concisos de íntimo lirismo.<br />

Guédez estudió dirección de Cine en Roma. En 1994 obtiene el Premio<br />

Nacional de Cine. Ha realizado Cine documental, historias de vida sobre<br />

Orlando Araujo y José León Tapia y sobre la vida y obra de artesanos y<br />

artistas plásticos de varias partes del país.<br />

SACRAMENTALES<br />

Jesús Enrique Guédez.<br />

A lo hora de la siesta las aves pequeñas, ávidas de cereales llegaban hasta<br />

las despensas y graneros. Trin­trin­trin con el perolito de Dios, sudado<br />

como pecador semanasantero, nos despertaban los pedigüeños de las vegas<br />

calcinadas. Y yo me levantaba con la pirotecnia de sol en el techo de zinc.<br />

Veintemil cornetas de guerrillas desangradas avanzaban taratín­taratíntaratín<br />

con la bandera calderero manos leprosas. Yo lamía descalzo la<br />

neblina de mi paladar cuando pisaba al levantarme la tierra ruidosamente<br />

irrigada esa noche por mi orina.<br />

Mientras tanto en la calle desde el puente Juan jueves chapaleteaba con sus<br />

largas piernas colgantes aguas y animales aboyados aguas y el hojaldre de<br />

comidas a domicilio y el compacto abultamiento de tripas como la<br />

puñalada que alumbra en la raíz de un árbol envuelto en los sucesos de la<br />

novia boyas de papel periódico de trapo. Adiós! Adiós! Adiós! Decía el<br />

vegete chismoso y muy orondo en la amurada de su embarcación pero fue<br />

cuando Juan jueves se rascó las <strong>ver</strong>ijas y se oyó en todo el pueblo el<br />

ronroneo de su cosquilla desde la planta del pié hasta su ombligo estrellado<br />

y el calderero mendigo peón corredor de fabulaciones delirium tremens me<br />

llamaba Eh! Eh! Eh! Como si yo tuviera monedas en mis ojos ictéricos<br />

ade<strong>más</strong> lustrosos con saltitos palúdicos.


Oh todas las nubes en un solo sorbo! Póngame boca arriba a los aguaceros<br />

de agosto sin botellas sin ladrillos calientes déjeme esquelético como las<br />

cuadernas de embarcaciones abandonadas en los recodos torrentosos.<br />

RIVERO ADHELY. Nació en 1956 en Arismendi. Barinas. Licenciado<br />

en Lengua y Literatura de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Carabobo. Se ha hecho<br />

acreedor de varios premios literarios. El <strong>más</strong> reciente Premio Unico de<br />

Poesía. 40 ani<strong>ver</strong>sario de la reapertura de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Carabobo en el<br />

año 1988. Ha publicado 15 poemas (1984) En sol de sed (1990). Los<br />

Poemas de Arismendi.(1996) Tierras de Gadín (1999). Actualmente trabaja<br />

en el Departamento de literatura de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Carabobo, donde<br />

pertenece a la redacción de la Revista Poesía. Dice de él Aly Pérez:" Desde<br />

15 poemas, Los Poemas de Arismendi, la poesía de Adhely Ri<strong>ver</strong>o ha sido<br />

fiel a los llanos barineses, geografía arismendiana trabajadas con palabras<br />

breves, imágenes de una naturaleza recurrente, lejos de los banalismos<br />

pintorescos sin los cuales ha poblado con intensidad transfigurada su<br />

comarca".


RAMÓN LAMEDA. Nació en Libertad de Barinas en 1938. Dramaturgo,<br />

narrador y teatrero. Estudió Teatro y Pintura en Barquisimeto. Estudió<br />

teatro y pintura en París. Actualmente dirige la Compañía Regional de<br />

Teatro de Barinas. Ha publicado Cuando la Tierra es una Lanza, El<br />

Caracol de Espuma (1989) El Bautizo y Carro Sacramental, teatro (1997).<br />

Los Coroneles (2001).<br />

LOS CORONELES<br />

Ramón Lameda.<br />

(fragmento)<br />

Durante largos días cabalgaron dos jinetes en sus destartaladas<br />

monturas por atolladeros pantanosos, sabanas de cielo a cielo y pueblos<br />

perdidos en sus soledades, encobijados bajo una espesa capa de lluvia. Al<br />

pié de una enorme cruz <strong>ver</strong>de de musgo, los dos rostros barbudos quedaron<br />

mirándose bajo el chorrear constante de sus azuladas cobijas.<br />

­¡Suerte compadre! Así es la vida ...<br />

­ Adiós compadre, así es ...<br />

Los dos coroneles se retiraron perezosamente tragándose la modorra<br />

del horizonte bajo el incesante chin­chin de la lluvia. Poco después, sobre<br />

una enorme burra blanca lujosamente aperada, llegó un enano quien<br />

haciendo grandes esfuerzos subió con su cargamento en lo alto de la cruz y<br />

formando visera con una mano regordeta estiró sus ojos redondos hacia el<br />

horizonte buscando a sus entrañables compañeros.<br />

Gallardo y Rondón se conocieron en una montonera cerca del río<br />

Chorrosco, donde Gallardo apeó a Rondón de su montura de un rabioso<br />

machetazo en la pierna. A pesar del mordisco del machete, Rondón se<br />

alegró sinceramente al mirar a Gallardo en persona, pues era el único<br />

hombre que el admiraba después de Dios. Conocía sus hazañas: era toda<br />

una leyenda con el lazo, el machete, lanza y el revól<strong>ver</strong>. Un <strong>ver</strong>dadero jefe<br />

en todos los terrenos... Ya el machete de Gallardo caracoleaba en el aire<br />

<strong>para</strong> aterrizar en seco entre la boca y el ojo del combatiente Rondón:<br />

¡Compadre, compadre! ¡Me va a desgraciar, compadre! Así gritaba Rondón<br />

o creía que lo hacía.


Rondón se perdió en un abismo oscuro, el centro de la tierra se lo<br />

traga por una pata; todos los que había matado lo halaban <strong>para</strong> el precipicio<br />

de los muertos; atravesó candelorios, vio procesiones donde la gente tenía<br />

cara de pescado, grandes cerros de carne humana; por último apareció el<br />

Diablo en forma de murciélago:<br />

­Siéntese Rondón póngase cómodo, le dijo el Diablo<br />

rascándose los parásitos.<br />

­Estas son las pailas del Infierno, querido Rondón.<br />

­Seré renco y tuerto pero marico no pa' que lo sepa. ¿Qué es lo<br />

que yo no sé? le dijo el Diablo, al tanto que miles de diablitos atizaban<br />

unas enormes pailas de jabón.<br />

Mientras tanto, Rondón se desangraba mordiendo la paja de la tierra.<br />

Su ojo izquierdo lo miraba desde el barro, brincando de un lado a otro. En<br />

varias oportunidades, Rondón trató de apurruñarlo con sus manos, con el<br />

fin de ponérselo de nuevo, pero sus fuerzas llegaron al límite ... A lo horade<br />

reconocer los muertos, Gallardo lo llamó ¡Compadre! Con la cabeza llena<br />

de interrogantes y le asentó una patada en la cara.


ALBERTO JOSÉ PÉREZ. Nació en El Samán de Apure en 1951. Poeta,<br />

trabajador cultural, editor, ha sido fundador de importantes revistas<br />

culturales que han divulgado la creación literaria ICAM y OTOPUM, dos<br />

de ellas. Ha obtenido premios regionales y nacionales de poesía, como los<br />

de la Bienal de Literatura de la Uni<strong>ver</strong>sidad Central de Venezuela y el<br />

Premio Unico de Poesía de la Uni<strong>ver</strong>sidad Ezequiel Zamora en 1991 y<br />

1987 respectivamente. Es un convencido de la epístola y ha puesto a viajar<br />

la poesía y la narrativa telúrica, hacia los puntos <strong>más</strong> distantes del planeta<br />

en manos de la amistad fraterna que sabe cultivar. Ha publicado numerosos<br />

poemarios: Los gestos tardíos 1975, El Libro de Barinia 1984, Homenajes<br />

1993, El espejo y la memoria 1993, Marca 1994, El Poeta de quien les<br />

hablo 1999. Reside actualmente en Barinas.<br />

MARCA<br />

LA PRIMERA VEZ que uno abre los ojos<br />

debe resultar desagradable<br />

no <strong>ver</strong> un río<br />

no entender una palabra de esas<br />

que patean mi corazón<br />

y me lanzan contra la sombra.<br />

­­­­<br />

DE MANERA que me siento<br />

y me veo en los primeros tiempos<br />

Todo era de un color<br />

y los abismos y los golpes<br />

canciones queridas<br />

Me siento y me veo<br />

como antigua antología<br />

pues el lugar ya no existe<br />

donde la fabulación era el amor.<br />

­­­­<br />

POEMA EN AZUL<br />

Alberto José Pérez


Para Pilar y Raiza<br />

El gran milagro<br />

nunca llega<br />

como el sonido<br />

de una piedra.<br />

Uno se cansa<br />

y olfatea el rastro<br />

la brisa parte<br />

imposible<br />

con su música.<br />

Caen como pájaros muertos<br />

las hojas.<br />

MARCA<br />

Vivo con los mejores sueños,<br />

Desconozco mi piel,<br />

no el lugar de memoria.<br />

no me dejo caer con una piedra.<br />

Mi palabra no corresponde al orden,<br />

digo esto sin ningún remordimiento.<br />

No hay de qué llorar.<br />

Ando por ahí<br />

Como el viento.<br />

UNA MUJER<br />

Yo no sé buscar nada.<br />

Lo que no encuentro por sorpresa, no lo obtengo.<br />

Enriqueta Arvelo Larriva


Una mujer que no preste<br />

mis libros<br />

y no rompa mis poemas<br />

que le guste la montaña<br />

y las canciones de Andrés Cisneros<br />

que navegue en mis ríos<br />

y beba con delicia el café que hago<br />

una mujer que<br />

no golpee mi corazón.<br />

A esa mujer la necesito<br />

Mis señales son harto conocidas<br />

soy del reino de la parofagia.<br />

PAROFAGIA EN TONO MAYOR<br />

El fuego ha vuelto a la fuente<br />

abonado con los huesos de mi padre.<br />

Me esconde la melaza<br />

saco los ojos y veo lejanías.<br />

Quién puede asegurarme<br />

que no me suelte el alaridos<br />

de coyote trampeado,<br />

que nunca pueda pescar<br />

especies crepusculares.<br />

De dónde vendrán los recuperadores de sueños,<br />

los aromas y la puerta<br />

por quien seré definitivo encanto,<br />

buena luz,<br />

nave de todos los mares,<br />

conservador de la exquisitez de la parofagia.<br />

Secreto compartido con otro <strong>más</strong> animal que yo.<br />

Para Pedro Paraima.


EDUARDO ALI RANGEL. Nació en Sabaneta de Barinas, en 1915.<br />

Poeta de noble trayectoria que ha estado vinculado a las letras y con una<br />

prolífica constancia de divulgación a partir de su vínculo con publicaciones<br />

periódicas desde los años de 1935 cuando se vincula a Cronos,<br />

(Portuguesa),a los diarios El Uni<strong>ver</strong>sal y El Nacional donde ha dejado<br />

numerosos sonetos y otros textos de invalorable importancia.<br />

De Eduardo Alí Rangel, dice Orlando Araujo: ..." es un juglar, un poeta, un<br />

cronistas de la emoción, un escritor que no aspira a otra fama ni otra<br />

nombradía, que a laque le dan los suyos, hombres y mujeres, que<br />

encuentran en sus <strong>ver</strong>sos una razón de amor <strong>para</strong> elevarse en la simple<br />

existencia que la palabra del poeta dignifica.<br />

Los diablos llaneros son poetas y pelean con la copla al viento y terminan<br />

vencidos por la gracia y la palabra de Florentino. Y sucede que Eduardo<br />

Alí es albacea de Florentino ..."<br />

LOS POZOS SILENCIOSOS<br />

LOS POZOS SILENCIOSOS<br />

Para beber en los pozos silenciosos<br />

tuve que regresar a la infancia.<br />

A la claridad de mis sueños sumergidos,<br />

a las aguas dulces de mis afectos de cristal,<br />

a los peces danzantes en su emoción perenne,<br />

a los amores inocentes de inefables sonrisas,<br />

a la inmensidad del paisaje que tocara mi mano,<br />

a esos seres que viven en la soledad de sus silencios.<br />

Para beber en ellos regreso poco a poco.<br />

Los veo muy lejanos pero están en mi canto.<br />

Eduardo Alí Rangel.<br />

A Odilia Traspuesto Delgado<br />

con gran afecto.


Eran pozos alegres,<br />

guardadores de estrellas y luceros,<br />

con silencios profundos de inmensa eternidad.<br />

Tenían un mundo mágico durmiéndose en sus aguas<br />

y un encanto viviendo en sus hondos misterios.<br />

Junto a ellos pasaba el viento<br />

Arreando los colores de las mariposas,<br />

las luces de los cocuyos<br />

y la miel rumorosa de las colmenas!<br />

Yo aprendía a soñar con sus silencios.<br />

Se me llenaban los ojos de esperanza<br />

y oyendo cantar a los pájaros<br />

aprendía su lección jubilosa<br />

y me la guardaba amorosamente en mi corazón.<br />

Era un mundo de humildad el de los pozos silenciosos!<br />

Un mundo hecho de noble infancia,<br />

de ternura infinita,<br />

de suave <strong>para</strong>íso en mi pequeño uni<strong>ver</strong>so.<br />

Comprendía la razón de su silencio.<br />

Y me sentía feliz.<br />

Porque mis pozos eran bondadosos.<br />

Y sabía,<br />

que si se enturbiaban en la tarde<br />

se dormían tranquilos en la noche<br />

<strong>para</strong> amanecer como un cristal!<br />

De amor eran sus sueños!<br />

DÉCIMA DEL ARPA SOLA<br />

Aquí abajo el tibio alero<br />

de esta casa campesina,<br />

hay un arpa que no trina<br />

y aunque triste, yo la quiero.<br />

a Roger Rojas Tarazona


Es el arpa de un llanero<br />

de horizontal dimensión;<br />

callada, sin su canción,<br />

pero eterna en su alegría,<br />

con su vieja melodía<br />

metida en el corazón!<br />

DÉCIMA DE LA GUITARRA<br />

Esta es la misma guitarra<br />

de noble y sonoro empeño,<br />

que va volando en el sueño<br />

del turpial y la chicharra.<br />

La misma que el llano agarra<br />

con mano buena y sencilla,<br />

la que está en la dulce orilla<br />

de la hidalga tradición.<br />

La misma que a la canción<br />

le siembra alegre semilla!<br />

DÉCIMA DE LA BANDOLA<br />

No te me quedes tan sola<br />

arrimada al sentimiento.<br />

Deja que viva en el viento<br />

tu joropo y tu chipola,<br />

tu alegre son de bandola,<br />

tu resongo embravecido,<br />

tu camino amanecido<br />

como una flor jubilosa.<br />

Dadle a la copla sabrosa<br />

Lo mejor de tu tañido<br />

a Aurora Díaz de Sánchez,<br />

la de Pedro Emilio, con<br />

afecto.<br />

a Pancho Contreras


DÉCIMA DE LAS MARACAS<br />

Las maracas encendidas<br />

Hablan con el horizonte,<br />

como la canción del monte<br />

en el aire sacudidas,<br />

mientras dos manos curtidas<br />

por la llanera faena<br />

le van poniendo a la pena<br />

un pedazo de alegría<br />

y es lo mismo noche y día<br />

con el capacho que suena.<br />

A Juan Guédez, maraquero<br />

de buen amanecer.


GUILLERMO JIMENEZ LEAL. Nació en Libertad de Barinas en 1947.<br />

Poeta, cantador y compositor. Ha sido ade<strong>más</strong> funcionario de la cultura en<br />

varias ocasiones. Ha publicado trabajos como Mastranturas, Romance del<br />

Caipe Moribundo, así como numerosos trabajos sobre música, crónicas y<br />

personajes en revistas culturales de la región y el país; ade<strong>más</strong> de haber<br />

hecho invalorables aportes al género de la Música de Cámara en<br />

Venezuela. Actualmente reside en Barinas.<br />

Eres directamente música, mujer<br />

Eres directamente música, mujer;<br />

tambor , vaivén, destello luminoso.<br />

Yo por despreocupado, místico y mañoso<br />

vivo con la obsesión de florecer.<br />

Somos secretamente puro conocer<br />

las malvas variaciones del reposo<br />

y las entonaciones del vivir sabroso.<br />

De mi nave galáctica chofer.<br />

Y de mis usufructos fino mercader<br />

acaso divino, generoso,<br />

siempre zarpando, siempre por vol<strong>ver</strong>.<br />

Desestabilizando flujos. Trabajoso<br />

recontrarte, si por perfil gozoso<br />

eres directamente música, mujer.<br />

Yo no soy personaje, espacio ni memoria<br />

Hoy soy tuyo y de tierra, soy corazón de Mora<br />

Sorteando las durezas de la forma sagrada.<br />

Hoy te quiero, te muerdo, te gozo. Hoy la nada<br />

Viene detrás pendiente, celosa, cazadora.<br />

Mi piel abrió la puerta sin preguntar la hora,<br />

necesitando, hambriento tu piel rebozada.<br />

En tus playas sinuosas beber agua salada<br />

y escuchar los murmullos que tu voz atesora.<br />

Palpo tus ojos, ojos claros, tus cabellos sedosos,


Navego con tus olas de ritmo cadencioso,<br />

destituído el tiempo, puro juego el dolor.<br />

Ya no soy personaje, espacio ni memoria.<br />

Por aquí va mi boca deslindando la historia<br />

del ser tú tierra. Tuyo por simplísimo amor.<br />

(De 37 + N Sonetos y un pajarillo,inédito)

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