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Apunte 2 De martir a heroe y de

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La naturalidad con la que el sufrimiento es expulsado argumentalmente por medio <strong>de</strong> la presunción<br />

<strong>de</strong> victimización podría tener un efecto terapéutico en la persona que sufre, haciendo que su dolor fuese un<br />

tanto más lleva<strong>de</strong>ro en el plano psicológico. Pero también es posible que <strong>de</strong>svíe la atención <strong>de</strong> quienes sufren<br />

<strong>de</strong> la auténtica causa <strong>de</strong> su sufrimiento, con lo que su dolor se prolongaría en lugar <strong>de</strong> acortarse y se<br />

intensificaría en lugar <strong>de</strong> mitigarse (sobre todo, porque se explicaría una <strong>de</strong>rrota personal como si fuera el<br />

resultado <strong>de</strong>safortunado <strong>de</strong> las malas intenciones <strong>de</strong> otra persona y no como consecuencia <strong>de</strong> un<br />

or<strong>de</strong>namiento social que permite sistemáticamente que se infrinjan tales golpes <strong>de</strong> manera aleatoria y que los<br />

convierte en omnipresentes, rutinarios e inevitables, manteniendo así el sistema a salvo <strong>de</strong> las críticas). Esa<br />

«naturalidad» hace que también resulte tentador incluir cualquier malestar o cualquier ambición frustrada en<br />

el conjunto <strong>de</strong> situaciones consi<strong>de</strong>radas genéricamente como sufrimiento (injustificado).<br />

Localizar y señalar al presunto culpable <strong>de</strong>l sufrimiento tiene también otra ventaja adicional: pue<strong>de</strong><br />

acompañarse <strong>de</strong> una petición <strong>de</strong> compensación. Las <strong>de</strong>mandadas pue<strong>de</strong>n ser tanto personas físicas como<br />

jurídicas y no escasean los expertos legales ansiosos <strong>de</strong> aceptar el caso en representación <strong>de</strong>l «sufridor».<br />

Aparte <strong>de</strong> los beneficios materiales que los sufridores y sus abogados pue<strong>de</strong>n obtener <strong>de</strong> una sentencia<br />

favorable en los juzgados, la suposición <strong>de</strong> ser una víctima se ve entonces confirmada por la autoridad, con<br />

lo que se refuerza el efecto terapéutico <strong>de</strong>l proceso <strong>de</strong> «explicación <strong>de</strong>l dolor en clave <strong>de</strong> victimización», aun<br />

si las causas <strong>de</strong> ese dolor salen incólumes <strong>de</strong>l proceso.<br />

Esa cultura <strong>de</strong> victimización y compensación evoca la antigua tradición <strong>de</strong> la ven<strong>de</strong>tta que la<br />

mo<strong>de</strong>rnidad tanto se esforzó por ilegalizar y <strong>de</strong>sterrar, pero que en estos tiempos mo<strong>de</strong>rnos líquidos parece<br />

estar resurgiendo reencarnado <strong>de</strong> su mal sellada tumba<br />

Esa tradición fue ya constatada (y elevada a la categoría <strong>de</strong> materia <strong>de</strong> interés público) en el inicio<br />

mismo <strong>de</strong> la larga, intrincada y turbulenta historia <strong>de</strong> Europa, como quedó documentado en la trilogía<br />

dramática <strong>de</strong> la «Orestíada» <strong>de</strong> Esquilo. En una <strong>de</strong> sus piezas, animada por el coro («el <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong><br />

sangre por el <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> sangre [...] el mal por el mal [...] ¡no es ninguna impiedad!»), Electra,<br />

huérfana <strong>de</strong> padre tras haber sido éste asesinado por el amante <strong>de</strong> su madre, busca vengarse y llama a su<br />

hermano, Orestes, para que dé muerte a los asesinos: «que los que mataran prueben también la muerte por la<br />

muerte [...] Que mi maldición se iguale a la suya, la perversidad por la pura perversidad». El coro está<br />

encantado: «que el odio genere más odio a su vez, que el golpe mortal se iguale al golpe que asesinó»; «los<br />

dioses <strong>de</strong>terminan que la sangre <strong>de</strong>rramada por el asesinato clama por el <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> más sangre».<br />

Como era <strong>de</strong> esperar, todo ello <strong>de</strong>semboca en una masacre que cierra una cuenta <strong>de</strong> agravios pendiente<br />

abriendo inmediatamente otra. Al final <strong>de</strong> la obra, el coro, confuso y <strong>de</strong>sconsolado, suplica a gritos:<br />

«¿Cuándo amainará la maldición ancestral y <strong>de</strong>saparecerá para siempre, consumida su furia?». Pero ya no<br />

queda nadie para contestar a esa pregunta... Sólo en la parte siguiente <strong>de</strong> la trilogía se nos ofrece una<br />

respuesta, <strong>de</strong> boca <strong>de</strong> Atenea, diosa <strong>de</strong> la sabiduría: «Un juicio justo, una sentencia justa, que acabe en una<br />

votación igualada que no te reporte <strong>de</strong>shonor ni <strong>de</strong>rrota». «Luego sofoca tu ira: no <strong>de</strong>jes que la indignación<br />

vierta su pestilencia sobre nuestro suelo y corrompa toda la simiente hasta que el país entera sea un <strong>de</strong>sierto<br />

estéril».<br />

Curiosamente, nuestra sociedad centrada en el mercado ha dado con otra solución que ni Atenea, con<br />

toda su incuestionable sabiduría, logro prever. La compensación monetaria que las víctimas <strong>de</strong> la era<br />

mo<strong>de</strong>rna líquida buscan por los agravios que han pa<strong>de</strong>cido (la victimización, como todo lo <strong>de</strong>más en una<br />

sociedad como ésta, pue<strong>de</strong> y <strong>de</strong>be tener un precio) parece compaginar los atractivos <strong>de</strong> ambos mundos. Da<br />

rienda suelta a la antigua sed <strong>de</strong> venganza al tiempo que frena la ven<strong>de</strong>tta Justo a tiempo para evitar el baño<br />

<strong>de</strong> sangre que clamaría por nuevos <strong>de</strong>rramamientos. Pero lo más importante <strong>de</strong> todo, sin embargo, es que<br />

arrebata la venganza <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong>l vengador.<br />

Igualmente <strong>de</strong>stacados en el reparto <strong>de</strong> personajes mo<strong>de</strong>rnos líquidos son los famosos o las<br />

«celebrida<strong>de</strong>s». Según la ingeniosa <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> Daniel J. Boorstin, elaborada ya en 1961, «el famoso es una<br />

persona conocida por ser muy conocida» (veinte años <strong>de</strong>spués, Boorstin probablemente habría escrito «el<br />

famoso o la famosa»).<br />

A diferencia <strong>de</strong> los mártires y <strong>de</strong> los héroes, cuya fama <strong>de</strong>rivaba <strong>de</strong> sus actos y cuya llama era luego<br />

mantenida viva a fin <strong>de</strong> conmemorar aquellos hechos y a fin <strong>de</strong> repetir y reafirmar su dura<strong>de</strong>ra importancia,<br />

los motivos que llevaron a los famosos a estar en el can<strong>de</strong>lero público son las causas menos importantes <strong>de</strong><br />

su «celebridad». El factor <strong>de</strong>cisivo en ese sentido es su notoriedad, la abundancia <strong>de</strong> imágenes suyas y la<br />

casaemaús 6 <strong>De</strong> Mártir a héroe y <strong>de</strong> héroe a celebridad

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