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Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
(compiladoras)
Producción de conocimiento
y transferencia en las ciencias sociales

COLECCIÓN BITÁCORA ARGENTINA
Dirigida por Alejandro Falco
Noemí María Girbal-Blacha y Beatriz I. Moreyra (compiladoras)
Producción de conocimiento y transferencia en las ciencias sociales. 1a ed.
Buenos Aires: Imago Mundi, 2011.
224 p. 22x15 cm
ISBN 978-950-793-121-5
1. Ciencias Sociales. I. Girbal-Blacha, Noemí M., comp. II. Moreyra, Beatriz
I. comp.
CDD 301
Fecha de catalogación: 23/09/2011
©2011, Noemí María Girbal-Blacha y Beatriz I. Moreyra
©2011, Ediciones Imago Mundi
Distribución: Av. Entre Ríos 1055, local 36, CABA
email: info@imagomundi.com.ar
website: www.imagomundi.com.ar
Diseño y armado de interior: Alberto Moyano, hecho con L ATEX 2ε
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Tirada de esta edición: 1000 ejemplares
El presente volumen fue financiado con dos subsidios PIP-CONICET, dirigidos
por ambas coordinadoras.
Se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 2011 en Gráfica San
Martín, Pueyrredón 2130, San Martín, Provincia de Buenos Aires, República
Argentina. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de
cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna
ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de
grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito del editor.

Índice general
Introducción
Noemí María Girbal-Blacha y Beatriz I. Moreyra 1
Capitalismo, agricultura y políticas públicas en el siglo xx:
cuestiones teóricas y aspectos históricos
Sonia Regina de Mendonça 19
La historia regional argentina y los desafíos del Bicentenario
(1810-2010)
Noemí María Girbal-Blacha 37
Historia ambiental: nuevas miradas y perspectivas en la
historiografía argentina
Adrián Zarrilli 53
Los territorios nacionales. Un nuevo actor político en la
historiografía argentina
Martha Ruffini 75
Reflexiones sobre algunas tendencias y desafíos de la historia
cultural reciente en la producción historiográfica argentina
María Belén Portelli y Franco Damián Reyna 103
La producción reciente de la historia social argentina. Grupos e
identidades sociales en las revistas de historia
Fernando J. Remedi 135
La historia social en los albores del siglo xxi: innovaciones e
identidad
Beatriz I. Moreyra 153
Autores 183
Bibliografía 187
Índice de autores 210

Introducción
Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
. . . . . .
Para Albert Einstein, «la ciencia no es solo una colección de hechos sin
mutua relación. Es una creación del espíritu humano con sus ideas y conceptos
libremente inventados. Las teorías físicas tratan de dar una imagen
de la realidad y de establecer su relación con el amplio mundo de las impresiones
sensoriales. Así pues, la única justificación de nuestras estructuras
mentales está en el grado y en la forma en que las teorías logren dicha relación».
1 Agregaba que cuanto más progresara la evolución espiritual de
la especie humana, más vinculado estaría ese progreso a la lucha por el
conocimiento racional.
Si se entiende por ciencia «el conjunto de realizaciones culturales y de
producción de conocimiento» en una época y espacio determinados, es posible
sostener que ella estudia los fenómenos de la realidad tanto material
como simbólica. Son ellos, precisamente, sus complejos objetos de estudio.
En consecuencia «la ciencia se manifiesta en prácticas culturales que son
siempre abiertas y no finales», de modo de complementarse con los nuevos
paradigmas científicos. 2 El conocimiento científico derivado de la aplicación
de la metodología específica de la ciencia, según su área disciplinar,
genera información experta, planificada, pero habitualmente flexible.
El conjunto de conocimientos reflexivos que se originan, elaboran y
desarrollan pretenden ser insumos para buscar soluciones a problemas técnicos
y sociales. Ambos integran el binomio investigación y desarrollo (I+D).
«Los valores culturales, las formas gestionales u organizativas de la sociedad
y los modos en que históricamente se han solucionado problemas se
integran al conocimiento tecnológico». 3 Una definición comprensiva de todas
las expresiones de la ciencia y que advierte que sin ciencia básica es
difícil plasmar la tecnología, con su variable innovación, asociada esta a la
1. mm2002.vtrbandaancha.net/Einstein.html
2. Beatriz Fainholc. Diccionario práctico de tecnología educativa. Buenos Aires:
Alfagrama, 2009, págs. 80-81.
3. Ibíd., pág. 111.

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noción de «modernidad» y de apertura, de cambio, como un sistema funcional
a las transformaciones.
Toda producción e innovación en I+D supone transferencia e interacción
social, que adopta forma de proyectos con objetivos, contenidos, estrategias
y patrones de acción, que incluye a todas las grandes áreas del
conocimiento científico y tecnológico. Aun si la ciencia solo fuera interpretada
– como en la segunda posguerra – con carácter utilitario, como parte
de un modelo lineal, la relación entre el Estado y la sociedad, debe formar
parte de sus condiciones sustantivas, como podría suponerse de una política
científica y operativa, a la vez. 4
Michael Gibbons se refiere al surgimiento de una «nueva forma de producción
del conocimiento científico», en la cual intervienen actores heterogéneos,
se atiende a contextos de aplicación establecidos desde el inicio
del proceso de investigación y las redes reemplazan a las «masas críticas». 5
Estas transformaciones, relativamente cercanas en el tiempo, se han traducido
en la emergencia de nuevas políticas y nuevas herramientas que comprenden
a todas las áreas del conocimiento. Las ciencias sociales quedan
– por lo tanto – comprendidas, con la generación de sus conocimientos específicos,
en el amplio abanico de la producción propia de la ciencia y sus
efectos sobre la sociedad.
La «sociedad global de la información» y la «economía basada en el conocimiento»
han cobrado relevancia, especialmente en los países desarrollados,
pero también a instancias de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE), han influido en América latina, cuando
se plantea la naturaleza de la política científica en tanto instrumento activo
de alcance social. Esta perspectiva ha tendido a ponderar la necesidad
de establecer «un “nuevo contrato social” entre la ciencia y la sociedad». 6
En síntesis, las políticas científicas y tecnológicas incorporan en forma creciente
la dimensión social y – en consecuencia – los resultados que de las
ciencias sociales se derivan. No son «pseudociencias» como se las ha calificado
en algunos foros de debate. Son parte de la ciencia que hace del
hombre y sus acciones, su objeto de estudio. En tal sentido, la elaboración
e instrumentación de las políticas para la ciencia y la tecnología deben
basarse en indicadores capaces de dar cuenta de la incidencia de estas ac-
4. Moisés Poblete Troncoso. «Conferencia dada en la Universidad de Chile el
16 de octubre de 1944». En: Anales de la Facultad de Derecho, vol. 10, n. o 37-40:
(enero de 1944).
5. Dominique Pestre. Ciencia, dinero y política. Buenos Aires: Nueva Visión,
2005.
6. Mario Albornoz. Política científica. Módulo para el dictado de un curso. Buenos
Aires, 2001; Isabel Licha. «Investigación científica y desarrollo social en América
latina». En: Claves del desarrollo científico y tecnológico de América latina. Comp.
por Jesús Sebastián. Madrid: Siglo XXI, 2007, págs. 149-183.
2

Introducción
tividades para el desarrollo social, trascendiendo las orientaciones que se
puedan tratar de imponer desde las llamadas «leyes de mercado». 7
Más allá de la burocratización científica, las políticas científicas procuraron
acentuar sus preocupaciones para comprender la naturaleza de las
relaciones entre ciencia y sociedad; avanzando hacia el mejoramiento de
la eficacia de los instrumentos en este terreno y se ha buscado que estos se
ajusten a sus objetivos políticos de base. Los organismos internacionales
han tenido una fuerte influencia en esa toma de decisiones, pero hay resistencias
– aun hoy – desde quienes gestionan, gobiernan y administran las
políticas de ciencia y tecnología, para visualizar la producción de conocimiento
de las ciencias sociales como una parte del «saber» científico capaz
de ser transferido y recreado como parte de la innovación en la materia. 8
Elzinga y Jamison, refieren que cuatro son las culturas típicas que influyen
en la formulación de la política científica: 9
Burocrática: identificada con el Estado, que procura administrar y
organizar la ciencia al servicio de la política.
Académica: es decir, la de la comunidad científica, que busca preservar
los valores y la autonomía tradicionales de la ciencia frente a
otros intereses.
Económica: identificada con los empresarios y los responsables de la
política económica, que se interesa por las aplicaciones tecnológicas
de la ciencia, orientadas hacia innovaciones rentables.
Cívica: encarnada en los movimientos sociales (feminismo, ecologismo,
defensores de los derechos humanos), que prestan atención a las
repercusiones sociales de la ciencia.
Los últimos decenios comportaron cambios de enfoque en las políticas
de ciencia y tecnología, que tendieron a orientarse hacia el estímulo de la
demanda de conocimientos por parte de las empresas, más que hacia la
oferta de conocimientos en sí. 10 El foco de las políticas de ciencia y tecnología
se centró y se centra en el proceso de innovación, entendido como la
efectiva incorporación del conocimiento científico y tecnológico a las actividades
de las empresas, con el consiguiente éxito económico. En lo relativo
a América latina, se puso empeño en «el uso socialmente útil del conocimiento
a partir de un campo específico de acción y de política pública
y, desde allí, converger a la interacción con empresas ampliando progre-
7. Pestre, Ciencia, dinero y política.
8. Mario Albornoz. «Los problemas de la ciencia y el poder». En: Revista Iberoamericana
de Ciencia, Tecnología y Sociedad, vol. 8, n. o 3: (2007).
9. Aant Elzinga y Antawn Jamison. «El cambio de las agendas políticas en ciencia
y tecnología». En: Zona Abierta, n. o 75-76: (1996).
10. José Nun. «El Estado y las actividades científicas y tecnológicas». En: Redes.
Revista de estudios sociales de la ciencia, n. o 3: (1995).
3

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
sivamente los horizontes de la vinculación». 11 En la Argentina la situación
aun no asume la importancia que debiera cuando se adoptan políticas públicas
de promoción, si de estas áreas de la ciencia se trata. No obstante,
no son pocos los expertos que sostienen que, en un «régimen de saberes»
capaz de remitir a una articulación con la realidad social, «la regulación de
los universos científicos» no se lleva a cabo sin la interdependencia con «las
formas de regulación social» con sus efectos sistémicos. 12
En la actualidad, se reconoce que la política científica forma parte de las
relaciones de la ciencia con el poder y con las necesidades sociales. Ya no se
sostiene la compatibilidad con la idea de una ciencia celosa de su autonomía
autorregulada y poseedora de una neutralidad valorativa; vale decir,
no es posible creer en la existencia de medios científicos neutros. Los dilemas
y las disputas sobre el control de los efectos producidos por la ciencia
ponen en cuestión aquellos fundamentos tradicionales.
La ciencia, más allá del conocimiento y de sus procesos de generación,
es una práctica orientada hacia fines de diversa complejidad social (propios
del investigador, de la organización, del Estado y de quienes financian sus
trabajos, entre otros). Es, por último, un conjunto de acciones que implica a
un número variado de sujetos e intereses, que integra un amplio territorio
de relaciones sociales, valores y leyes. A la hora de organizar el sistema
científico y tecnológico y su gobernanza todos ellos deben ser ponderados,
para que la gestión responda a los fines que la sociedad necesita y espera. 13
Si la ciencia es un compendio de saberes, que reúnen algunas tendencias
operativas generales y hasta una fundamentalización de la investigación
aplicada; si además, el método científico «ha sido» «eficaz para acrecentar
la comprensión humana del mundo», no debiera servir hoy para favorecer
una asimilación de la ciencia con la tecnología casi exclusivamente,
ni para sustentar una posición que las vea a ambas como equivalentes. 14
Es preciso y necesario distinguir la ciencia de sus aplicaciones comerciales
porque la ciencia asume, según los contextos sociales, diversos significados.
En la visión tecnocrática su racionalidad se impone a la racionalidad
política, ocupa su lugar y la reemplaza; considerada como un factor de producción,
adquiere un carácter instrumental y utilitario en la reproducción
de las relaciones sociales. 15
11. Judith Sutz. «Relaciones universidad-empresa en América latina». En: Claves
del desarrollo científico y tecnológico de América latina. Comp. por Jesús Sebastián.
Madrid: Siglo XXI, 2007, pág. 113.
12. Pestre, Ciencia, dinero y política, pág. 41.
13. José Antonio López Cerezo. «Participación ciudadana y cultura científica».
En: Arbor. Revista de ciencia, pensamiento y cultura, n. o 715: (2005).
14. Pestre, Ciencia, dinero y política, págs. 51-53.
15. John Sulston y Georgina Ferry. El hilo común de la humanidad. Una historia
sobre la ciencia, la política, la ética y el genoma humano. Madrid: Siglo XXI, 2003,
4

Introducción
La ciencia es funcional a una determinada estructura de poder y hasta
forma parte de la agenda política; sabiendo que «el conocimiento es un
bien en sí mismo: más es siempre mejor», aunque reconociendo que su
aplicación forma parte de una elección individual y colectiva que no puede
equiparar descubrimientos con tecnología, especialmente cuando se sabe
que la ciencia de subvención pública es muy eficiente al ser sometida casi
permanentemente a una competencia de alto rango. 16
La relevancia que asume hoy la llamada «economía del conocimiento»,
que puede ser vista como una especie de reinvención del capitalismo, se
sustenta sobre una idea que no es nueva. Desde hace décadas se sostiene
que el conocimiento es el motor de la economía, en el marco de procesos
que han sido caracterizados a través de la noción de la «sociedad posindustrial».
Se trata, en este caso, de un conocimiento visto como mercancía.
Como sostiene Patricia Gascón Muro, «la economía del conocimiento abre
un dilema entre dos objetivos incompatibles: garantizar el uso social del
conocimiento, que es fuente de riqueza y desarrollo individual y social, o
incentivar y proteger a los productores privados del conocimiento». 17 La
llamada «sociedad de la información» supone también un funcionamiento
del mercado de la información, en la que esta y el conocimiento son factores
estratégicos generadores de riqueza. En este sentido, será el camino
adoptado por parte del accionar estatal el que marcará la suerte de las sociedades.
El Banco Mundial, apenas iniciado el siglo actual, se ha referido
al conocimiento como un factor preponderante del desarrollo económico
en un mundo globalizado. 18 Las tecnologías de la información y la comunicación
(TIC), permiten la acumulación del saber y podrían convertirse
en medios para la innovación. Esta auténtica red de conocimientos puede
ser puesta al servicio de la sociedad, o bien al servicio de la desigualdad
social, en caso de que no se garantice su uso socialmente compartido. Las
ciencias sociales pueden contribuir con sus conocimientos no solo a medir
estos procesos, sino a comprender sus razones y equilibrar la balanza para
impulsar una sociedad inclusiva.
Como lo señalan Sulston y Ferry, 19 la ética de la ciencia debe estar presente
para «afirmar la propiedad común de un cuerpo de conocimientos
págs. 260-261; Enrique Oteiza. La política de investigación científica y tecnológica
argentina. Buenos Aires: CEAL, 1992.
16. Sulston y Ferry, El hilo común de la humanidad. Una historia sobre la ciencia,
la política, la ética y el genoma humano.
17. Patricia Gascón Muro. «La economía del conocimiento o la reinvención
del capitalismo». En: Veredas. Revista del pensamiento sociológico, n. o 17: (2008),
pág. 7.
18. Ibíd.
19. Sulston y Ferry, El hilo común de la humanidad. Una historia sobre la ciencia,
la política, la ética y el genoma humano.
5

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
en continuo crecimiento y la necesidad de que esté a libre disposición de
todos». Porque «la buena ciencia es una empresa de mercado libre y de
personas libres», dado que hecha raíces «tanto en la industria como en la
filosofía». 20 La gobernanza y la organización del sistema científico requieren
contemplar esta diversidad y actuar a favor del logro de un equilibrio.
Si es fundamental lograr un cambio cultural en la sociedad para entender
la transferencia como parte de la relación entre ciencia y sociedad, se
requiere un gran trabajo. Se trata de una responsabilidad común a todas
las áreas de la ciencia, indispensables para lograr que el conocimiento se
transforme en un aporte para la imprescindible equidad social. Este es el
desafío de hoy y del futuro cercano: convertir a la ciencia en un factor y un
instrumento de inclusión social. 21
Para lograr esos propósitos, las ciencias sociales hacen sus aportes a la
hora de generar conocimientos e innovar a partir de llevar a la práctica
los mismos. Este libro sólo recoge algunos de esos aportes que se refieren
a análisis críticos y propositivos sobre asuntos específicos, pero al mismo
tiempo interesantes y sustantivos si la propuesta es ponderarlos como insumos
para la elaboración de políticas públicas. 22
Las contribuciones de los distintos autores comparten el objetivo de
analizar, desde sus miradas específicas, algunos de los supuestos metodológicos
y dimensiones temáticas muy presentes en la historiografía contemporánea
en relación a las formas de construir los relatos sociohistóricos, es
decir, cada uno de ellos refleja algunos lineamientos compartidos más allá
de las especificidades inherentes a la problemática particular abordada.
En primer lugar, la idea de la complejidad y heterogeneidad de las realidades
histórico-sociales, que implica la crisis de las explicaciones simples
subsumibles en marcos unificadores universales, es actualmente rescatada.
Hay un consenso acerca de que el conocimiento de las diversas realidades
ya no pretende ser el reconocimiento de la necesidad, sea esta lógicometafísica,
económica, histórica, política, o del tipo que fuere, sino que se
identifica con el conocimiento del suceder contingente de la época moderna.
23 Mas aún, la conciencia de la contingencia se ha convertido en uno de
los elementos más característicos del panorama de las ciencias humanas en
las últimas décadas. Autores tan diferentes como Rorty, Luhmann y hasta
20. Sulston y Ferry, El hilo común de la humanidad. Una historia sobre la ciencia,
la política, la ética y el genoma humano, págs. 268-270.
21. Noemí María Girbal-Blacha. «Organización y gobernanza de la ciencia y
tecnología». En: Ciencia, tecnología y universidad en Iberoamérica. Ed. por Mario
Albornoz y José Antonio López Cerezo. Buenos Aires: EUDEBA, 2011, págs. 195-
210.
22. Max Weber. El político y el científico. Madrid: Alianza, 2000.
23. Ángel Prior Olmos. Nuevos métodos en ciencias humanas. Barcelona: Anthropos,
2002, pág. 174.
6

Introducción
el último Habermas, coinciden en remitirnos a ese elemento de la contingencia
como condición de la existencia moderna y reto para estas ciencias
en la actualidad.
Como afirmara Agnes Héller, en un lúcido ensayo, las ciencias sociales
han fracasado en el objetivo que se habían planteado en su forma clásica;
esto es, la búsqueda o la promesa de proporcionar certezas, pero sí tienen
una función insustituible en la búsqueda de significado y en proporcionar
conocimiento verdadero para la sociedad moderna. En segundo lugar, otro
de los supuestos que subyace a los recorridos historiográficos elaborados
por los distintos autores, es la resistencia a la naturalización del mundo
social. La objetividad de la escuela braudeliana es cuestionada. Por el contrario,
gana relevancia la concepción que la vida social es una construcción
de los individuos. De tal modo, los fenómenos no se observan exteriormente
como parte de una orientación irreversible y necesaria, sino que se
establecen los motivos que orientan las estrategias individuales o colectivas
que, a su vez, determinan la producción de los fenómenos y procesos
históricos. De allí el cuestionamiento de los enfoques holistas que consideraban
a la acción y conciencia individual y colectiva como fusibles de
poderosos mecanismos sistémicos. En un alto porcentaje de la producción
histórico-social, se percibe una reconceptualización y revalorización de la
naturaleza de la agencia humana que condujo a ponderar que la acción es
socialmente estructurante. En efecto, un tema convocante en las producciones
contemporáneas es la insistencia en el carácter activo, reflexivo de
la conducta humana. Los historiadores, sensibles a los nuevos enfoques
antropológicos o sociológicos, trabajaron para restaurar el rol de los individuos
en la construcción de los vínculos sociales. Significa que se unen
en un común rechazo a la idea de considerar a la conducta humana como
resultado de fuerzas que los autores ni comprenden ni gobiernan. Se percibe
en la concepción de la naturaleza como un agente activo y no pasivo,
sino como un socio inseparable de la cultura humana, planteando el proceso
de construcción del conocimiento científico no como una oposición
entre el hombre y la naturaleza, sino como una comunicación con la naturaleza.
Específicamente, desde la historia ecológica se pone de relieve
el decisivo rol de los sujetos sociales en las determinaciones ambientales.
Un proceso similar acontece en la práctica de la historia regional, al considerar
a su unidad de análisis – la región – como una construcción social,
cuya comprensión involucra componentes materiales, valores, creencias y
costumbres de la sociedad.
Las ciencias sociales y la historia se humanizan en sentido antropológico
y no pretenden comprender la naturaleza y las conductas humanas
con modelos y categorías teóricas, privilegiando una historia escrita desde
la experiencia y atenta no tanto a la determinación social, sino a las res-
7

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
puestas de los individuos y, en no pocas expresiones, se hace minimalista
cuando rehuye la perspectiva de las colectividades, los elementos tendenciales
o regulares y se centra en lo singular, lo irrepetible, observado en su
oposición a lo establecido. 24
Este deslizamiento ha sido tan radical en las últimas décadas en numerosos
enfoques que en ciertos momentos se auguró que una nueva oleada
de subjetivismo – como en el caso de la historia cultural – anegaría a las
ciencias sociales. Sin embargo, hoy se advierte que una revalorización de
las cuestiones relativas a la acción humana no tiene necesariamente que
llevarnos a enfatizar de forma exagerada la subjetividad, sino que puede
vincular una elaborada teoría del sujeto con análisis de tipo estructural e
institucional. Íntimamente relacionado con el giro humano de las ciencias
sociales, las agendas intelectuales recobran el énfasis en la historicidad de
las formas sociales, de las categorías intelectuales, de los sistemas de representaciones
y de las acciones humanas; es decir, la necesidad que los diversos
enfoques interpretativos retengan un rol central para la autonomía de
la evidencia empírica y la variabilidad de la experiencia histórica. Como
Stedman Jones afirmó hace unos años, los procesos sociales no son determinados
por una lógica social imperiosa, sino que aparecen discontinuos,
caleidoscópicos, indeterminados y multidireccionales. Por esta razón, la
mayoría de las afirmaciones programáticas toman distancia crítica de las
explicaciones estructurales, abogando en favor de una aproximación que
ponga el acento en la acción y vuelva a dar a la diacronía el lugar que había
perdido en el análisis propio de las ciencias sociales.
En tercer lugar, la construcción de los relatos sociohistóricos en las dimensiones
aquí abordadas, manifiesta una resignificación de lo político entendido
como un campo englobador y polimorfo, abierto a todas las orillas
de gestión de lo real y de las relaciones de poder. El poder, y por consiguiente
el significado político, se organiza dentro y a través de todos los tipos de
instituciones sociales y transacciones informales, así como a través de los
lugares más visibles de la toma de decisiones. Por lo tanto, el poder ya no
es propiedad del Estado, puede encontrarse en la más pequeña e íntima de
las relaciones humanas. La influencia de Michel Foucault sirvió para dar
nueva dirección al pensamiento sobre el poder, lejos de las concepciones
convencionales e institucionalizadas centradas en el gobierno y el Estado y
sus formas sociológicas asociadas a la dominación de clase para conducir
hacia una dispersa y descentrada comprensión del poder y sus microfísicas.
Esta progresiva amplitud de la noción de hecho político en las producciones
disciplinares obedece al peso, cada vez más grande, adquirido por
24. José Antonio Piqueras. «Historia social y comprensión histórica de las sociedades».
En: Historia a debate. Ed. por Carlos Barros. Vol. 1. La Coruña: Universidad
Jaume, 2000, págs. 121-128.
8

Introducción
la dilatada esfera política en las sociedades contemporáneas, el acrecentamiento
del campo de intervención de los Estados y la creciente politización
de los espacios antes considerados no políticos: la ciudad, la región, la comunidad,
el lugar del trabajo, el barrio, la subcultura, la familia, el hogar,
como espacios donde el poder es buscado, practicado, desafiado, abusado
o negado; lugares más visibles del poder en un sentido más desmenuzado
y cotidiano.
Lo político es revalorizado como el lugar de gestión de la sociedad global,
como el espacio adecuado para captar la globalidad de la realidad social
por estar ligada a través de múltiples lazos a los demás aspectos de la
vida colectiva. Si bien no se reivindica la hegemonía ni se pretende que
todo sea político, sí se deja constancia de que lo político «es el punto de encuentro
de la mayor parte de las actividades sociales». En síntesis, hay un
retorno crítico a la capacidad explicativa de lo político, no solo en términos
de acumulación de poder económico o de monopolización de la violencia
estatal, sino vinculado con la producción de poder social, es decir, en el
ejercicio del poder detectado en las diferentes relaciones sociales. Los trabajos
dedicados a la historiografía política y cultural ponen de manifiesto
cómo entre lo político y lo cultural existe una amplia zona de contacto y
de ósmosis, que legítimamente se puede llamar cultura política. En efecto,
los valores y creencias de una sociedad, están en copropiedad entre la
política y la cultura y esa simbiosis se constituye en un factor dinámico en
la estructuración del mundo social de la clase, la autoridad, las relaciones
económicas y su transformación histórica.
Por último, en las aproximaciones interdisciplinarias e historiográficas
analizadas, a pesar de la importancia otorgada a las operaciones locales y
contingentes para desentrañar datos más numerosos y refinados organizados
según configuraciones inéditas, se revaloriza el poder explicativo de
los contextos construidos para evitar que las interpretaciones sociohistóricas
se reduzcan a un mosaico de conocimientos dispersos. De allí que
enfrentados con la creciente «balcanización», es decir, fragmentación de
las disciplinas y de las reconstrucciones históricas, se hace necesario revalorizar
la capacidad explicativa del contexto. Esta resignificación del poder
condicionante y explicativo de las realidades sociales involucra también un
giro hacia la nueva ponderación de lo material, después de la fuerte desmaterialización
de la realidad que produjo la aproximación exclusivamente
textualista de los estudios culturales. La alternativa a «las grandes narrativas»
no se encuentra en las migajas parceladas, sino en el estudio de los
espacios y las interacciones múltiples, más allá de las dimensiones estatales.
25 Por otra parte, es importante destacar que la apelación a lo «global»
25. Hugo F. Vengoa. «La historia global y su conveniencia para el estudio del
pasado y del presente». En: Historia crítica: (2009), págs. 302-304.
9

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
no se limita al objeto de estudio, sino a la intención de ir más allá de la
fragmentación historiográfica y de los compartimentos disciplinarios para
reconstruir las interrelaciones, las circulaciones, las influencias mutuas,
las interconexiones y los cruces de fronteras, preocupaciones exteriorizadas
en las investigaciones sociales sobre las regiones, las migraciones, el
crecimiento económico y los procesos de exclusión, la conformación y movilidad
de los grupos sociales, la cultura popular, los movimientos sociales,
las redes y las dinámicas de recepción, apropiación y cambios resultantes
de las interrelaciones. De allí que explícita o implícitamente los balances
contenidos en esta compilación, demandan la necesidad de investigaciones
de más largo alcance con perspectivas integradoras que posibiliten síntesis
creativas sobre las complejidades de las sociedades, las economías, las culturas
y sus interacciones. En otras palabras, como expresa Giovani Levi,
las ciencias sociales y la historia son tributarias de un trend cíclico que es
síntesis, disrupción de la síntesis, resíntesis y redestrucción de la síntesis.
Estos supuestos comunes presentes en forma desigual y combinada en
los trabajos que componen este libro, remiten a una perspectiva vinculada
con el declive del estructuralismo, relegando a un segundo plano los ingredientes
antihistoricistas en virtud de un fuerte embate del pensamiento
histórico, entendido como la introducción del tiempo, la interpretación, el
contexto sociocultural y el marco político.
Esta compilación está integrada por dos secciones temáticas. La primera
reúne tres contribuciones vinculadas a la historiografía rural, regional y
ambiental. En la primera de ellas, Sonia Regina de Mendonça reflexiona,
más allá de las fronteras nacionales, sobre la relación entre «Capitalismo,
agricultura y políticas públicas en el siglo xx: cuestiones teóricas y aspectos
históricos» en Brasil y Argentina como parte de un marco conceptual
general y comprensivo de los aportes que pretende transferir este libro en
su conjunto. La autora, imbuida de la concepción de que la eficiencia y las
elecciones económicas son términos sustancialmente dependientes de la
organización interna de los sistemas, de la matriz sociopolítica y de las relaciones
de poder articuladas por los grupos dominantes, estudia, con una
mirada comparativa, las diferencias del capitalismo agrícola y de las políticas
públicas sectoriales en Brasil y Argentina en el siglo xx, con un énfasis
en las consecuencias productivas y sociales derivadas del consenso y de
los conflictos entre actores dotados desigualmente de recursos cognitivos y
capital económico y político. Mendonça concluye que mientras en Argentina
los estudios constatan un proceso de subdivisión de la tierra, con un
incremento real y relativo de las pequeñas y medianas extensiones, en Brasil
se ha dado una progresiva concentración de la propiedad, con fuertes
implicancias sociales por parte de los excluidos del proceso de desarrollo
capitalista del campo. Si bien el objetivo delineado por la autora no consti-
10

Introducción
tuye – como ella misma expresa – un análisis comparativo strictu sensu, su
recorrido histórico constituye un intento interesante de un enfoque transnacional
tendiente a reconstruir las interrelaciones, las circulaciones, las
influencias mutuas, las interconexiones y los cruces de fronteras entre diferentes
formaciones construidas históricamente para pensar en términos
de conexiones globales o – al menos – interregionales.
Vinculado con este propósito de superar el marco nacional, el trabajo de
Noemí María Girbal-Blacha nos ofrece un balance integrador de la historia
agraria regional en el último decenio, sus cambios y continuidades a la luz
de los cambios teórico-metodológicos operados en el abordaje y escritura
de las ciencias sociales y de la historia. La adopción del marco regional, los
estudios de caso, el enfoque microanálitico y la recuperación de archivos
regionales y privados, constituyen una práctica y una perspectiva de análisis
que produjo efectos en el conocimiento al permitir construir una mirada
del mundo agrario más compleja, heterogénea y matizada de especificidades
y más preocupada por aprehender los procesos sociales, los actores, sus
experiencias y su contexto cultural. La vitalidad y el dinamismo del enfoque
regional ha permitido ofrecer una nueva cartografía socioeconómica
de la historia rural argentina. Este trabajo no soslaya la denominada cuestión
regional, que subyace conceptualmente como un abordaje interdisciplinario
que se enriquece con los aportes de la sociología, la antropología,
la geografía, la economía, la política y más recientemente de la teoría literaria,
en un espacio epistemológico caracterizado por la hospitalidad abierta
entre todas las ciencias sociales, pero también por la historización de los
intercambios disciplinarios, para evitar la confusión de géneros. Y en este
particular, la mayoría de la masa crítica de trabajos sobre la historiografía
regional rechazan la concepción esencialista del espacio como algo exterior,
«lo excluido de la historia» y adoptan una concepción relativista del
mismo, considerando el espacio y la región como productos de una lógica
social. Esta mirada es consensual con el cuestionamiento contemporáneo
a la naturalización del mundo social, señalada en páginas precedentes, y
con la revalorización de la inteligibilidad intrínseca de los acontecimientos.
El rescate del poder estructurante y transformador de la agencia y conciencia
humana individual y colectiva visible en la variedad de tramas que
construyen los sujetos rurales, también permeó los estudios rurales y se
plasma en trabajos científicos sobre el mundo rural en tanto experiencia
y resignificación de las identidades; es decir, se presta una atención particular
a la región y se la analiza como una categoría de la práctica social,
considerando que las identidades sociales o los lazos sociales no tienen naturaleza
sino solamente usos.
Por otra parte, la historiografía regional, al considerar a la región como
una categoría socialmente espacializada, no la aborda como una realidad
11

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
despolitizada ni descontextualizada de la coyuntura nacional. Por un lado,
ha incorporado las relaciones de poder que sustentan las políticas públicas,
así como los conflictos y resistencias de los sectores marginados y postergados.
Por otro, las investigaciones regionales no se limitan a aproximaciones
microsectoriales sin visión de conjunto, sino que están apostando a ofrecer
interpretaciones más complejas que visualicen las interdependencias recíprocas
ente las distintas configuraciones regionales y el territorio nacional.
En síntesis, el trabajo de Noemí María Girbal-Blacha destaca cómo la historiografía
rural regional argentina de la última década se presenta como
una historia de encrucijada entre el espacio como construcción social, la
heterogeneidad de los sujetos sociales del mundo agrario en sus diversas
instancias y las políticas públicas sectoriales.
El tercer trabajo de este primer bloque de artículos, «Historia ambiental:
nuevas miradas y perspectivas en la historiografía argentina» de Adrián
Gustavo Zarrilli, remite a un paisaje historiográfico caracterizado por la
multiplicación de los objetos que se consideran de interés histórico legítimo
así como de las formas de abordaje de los mismos. Pone de relieve la
flexibilización de los límites entre las ciencias formales y sociales y la importancia
del planteamiento científico como una empresa multidisciplinaria, si
se tiene presente que la historia ambiental se constituye a partir del diálogo
entre las ciencias naturales y humanas. En este sentido, el recorrido analizado
de esta «forma de construir conocimiento social e histórico» evidencia
el rechazo a la deshumanización del medio ambiente, dado que las prácticas
de apropiación y explotación de los recursos no son independientes de
la significación cultural de los mismos, de la lógica social y ecológica de sus
prácticas productivas, de la incorporación de conocimientos científicos y
tecnológicos y de las relaciones de poder involucradas en la apropiación y
distribución de los recursos naturales. El trabajo reflexiona, desde los supuestos
teóricos de la relación naturaleza-sociedad, sobre la conformación
y legitimación de la historia ambiental como un campo de indagación científica
de relevancia en las décadas de los ochenta y noventa del siglo xx,
especialmente en torno a una serie de interrogantes centrales que constituyeron
el núcleo duro de este campo, de los cuales, la importancia histórica
de los factores ecológicos y cómo sufrieron los ecosistemas el impacto de
la actividad humana, fueron los núcleos articuladores. En un segundo nivel,
nos traza un mapa de la producción académica en la Argentina y de
sus enfoques: histórico-ecológico, histórico-ambiental en el campo rural,
estudios geográficos del ambiente y de la sociedad, la ecología del paisaje,
los conflictos ambientales y los movimientos sociales.
Finalmente, el autor aborda las potencialidades y desafíos de los estudios
históricos ambientales en la Argentina. Con respecto a su propia y
especial dimensión interpretativa, una relectura en clave socioambiental
12

Introducción
está permitiendo resignificar, con otros acentos metodológicos, importantes
problemas inherentes a la formación de la sociedad argentina, en especial
repensar los ciclos económicos y ampliar, profundizar y complejizar las
relaciones entre desarrollo económico y desigualdades sociales, no pocas
veces ocluidas por la mistificación del progreso. En relación a los desafíos,
Zarrilli destaca, en primer lugar, la necesidad de la integración de nuestra
historiografía a los desarrollos disciplinarios de otras partes del mundo,
dado la centralidad de los problemas ambientales en las sociedades contemporáneas,
con miras a reconstruir las influencias y transferencias. En
segundo lugar, se hace necesario explorar el campo de las políticas estatales
tendientes a generar una eficiente utilización de los recursos en las
zonas menos dotadas para superar la pobreza y los desequilibrios regionales,
asuntos básicos para formular políticas públicas.
La segunda sección de trabajos se dedica a analizar dos de los grandes
deslizamientos perceptibles en los modelos de comprensión y en los principios
de inteligibilidad predominantes en los diversos modos de construir
lo social y lo histórico, a partir de la década del ochenta del siglo pasado: la
revalorización de lo político y el denominado giro cultural como prácticas
socialmente estructurantes. Con respecto al primer viraje, en 1974, Jacques
Julliard, en un clásico y referencial artículo, afirmaba que no se podía
pretender explicar una sociedad en su globalidad sin tener en cuenta las
verdaderas relaciones de poder – su naturaleza, comportamiento y ejercicio
– que se dan en su seno. Esta demanda en las agendas intelectuales de
las ciencia sociales explica el interés por analizar el poder como parte de
la totalidad, como un fenómeno que mantiene una relación causa-efecto
con el resto de las manifestaciones del grupo, en sus distintos niveles de
actividad y comportamiento, puesto que se ejerce sobre mayorías y minorías.
Una perspectiva que privilegia la larga duración y que se basa en un
concepto amplio de política, distante de la visión tradicional que encajonaba
a esta en el ámbito de los profesionales del ejercicio gubernamental, que
confundía poder de facto con poder de iure y que hacía radicar el ejercicio del
poder casi exclusivamente en la maniobra o en el acuerdo instantáneo. Por
el contrario, el poder y, por consiguiente, el significado político, se organiza
dentro y a través de todos los tipos de instituciones sociales y transacciones
informales, así como a través de lugares más visibles y obvios de toma de
decisiones; relaciones de poder, que no son meros vectores de dominación
o control social, sino que son simultáneamente el medio de la posible resistencia
e incluso a veces de la emancipación. Como dice Foucault, donde
hay poder hay resistencia, concepción que ya articulara Gramsci en años
previos.
Desde esta perspectiva, Martha Ruffini, con una mirada descentrada territorialmente,
aporta nuevo conocimiento específico al campo de los estu-
13

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
dios sobre el Estado, el poder y la ciudadanía en la historiografía argentina
a través del rescate de un nuevo actor político, los territorios nacionales,
pero manteniendo un vaivén dialéctico con la problemática política más
general, evitando así el peligro de la descontextualización interpretativa.
En el artículo se pasa revista a dos tensiones fundamentales en el proceso
político territorial: la existente entre ciudadanía, derechos políticos y
exclusión política y entre republicanismo tutelado y sistema federal.
Por otra parte, si bien es cierto que el acento inicial de las investigaciones
estuvo colocado decididamente sobre el Estado, sus instituciones y los
mecanismos formales de participación, con una impronta más descriptiva
que analítica, las producciones sociopolíticas más recientes, han comenzado
a interrogarse también por las bases sociales de lo político, por las luchas
en torno a la definición del orden social y por el lugar que cada uno de los
actores intenta darse en él. Lo que la autora denomina «la vida societal para
la construcción de la ciudadanía», corporizada, fundamentalmente, en
los estudios sobre la prensa como actor político y en la participación de las
elites en instituciones, clubes, asociaciones culturales y espacios de sociabilidad
como fiestas y conmemoraciones por su alto significado político, lo
que implica una revalorización de la historia política como una manifestación
cultural de los actores colectivos. Como ha sostenido Norberto Bobbio,
las esferas pública y privada, se encuentran mucho más asociadas de
lo que habitualmente suele suponerse y se hace necesario vincular a futuro
dos procesos paralelos, como son la publicitación de la vida privada – en
tanto intervención de los poderes públicos en ámbitos más domésticos – y
la privatización de lo público. En este sentido, la consolidación de la historia
política de los territorios nacionales a futuro dependerá – entre otros
factores – de la simbiosis entre la mirada estatal y la social, de la superación
de la fragmentación en diversas parcelas de la realidad, de la adopción
de una perspectiva comparativa en la operación historiográfica y de su integración
en una visión de conjunto a nivel nacional y supranacional con
regiones geográfica y políticamente afines.
El otro deslizamiento que caracteriza a las ciencias sociales desde fines
de la década del ochenta es un movimiento de recuperación del análisis
cultural como perspectiva de estudio capaz de intervenir de un modo significativo
en algunos de los campos centrales de discusión en las ciencias
sociales y humanas. El retorno a lo cultural aparece como un síntoma de
cansancio con una historia saturada de estructuras, jerarquías, modos de
producción, sistemas, subsistemas, modelos, en fin, de la historia como un
proceso sin sujeto. En efecto, el resquebrajamiento del amplio proyecto
consensual de la historia social y de la causalidad social, se hizo visible en
el cuestionamiento de Stedman Jones a la validez de las interpretaciones
sociales del fracaso del cartismo, en los trabajos de William Sewell, que re-
14

Introducción
visó sus compromisos como historiador social en Trabajo y Revolución en
Francia y, en la historiografía alemana, con el trabajo de Lutz Niethammer
junto con Brüggemeir, quienes sostuvieron que para comprender las
formas características de la conciencia era necesario explorar los escenarios
informales de la cotidianeidad de los trabajadores. De esta manera, el
potencial cognitivo del estudio de la cultura cobró predicamento en los debates
teóricos, metodológicos e históricos y la incorporación de la dimensión
socio-cultural tuvo un impacto notable en la explicación sociohistórica,
porque se comenzó a reconocer la importancia de los factores subjetivos
en la comprensión de los hechos y procesos sociales. Este revival académico
postuló que la cultura y las expresiones culturales no podían ser descodificadas
como un sistema de normas, símbolos y valores que están presentes
y dados, constantes e invariables en todas las relaciones cotidianas y no
cotidianas, sino que debían ser exploradas como un elemento y un medio
de la activa construcción y representación de las experiencias y relaciones
sociales y sus transformaciones.
Los trabajos de María Belen Portelli y Franco Reyna, el de Fernando
Remedi y el de Beatriz Moreyra, abordan distintas facetas de ese paisaje
historiográfico caracterizado por las profundas transformaciones que experimentaron
las sociedades contemporáneas a las que la disciplina histórica
ha respondido con nuevos enfoques, renovados presupuestos metodológicos
y dudas epistemológicas. «Las Reflexiones elaboradas sobre las
tendencias y desafíos de la historia cultural reciente en la producción historiográfica
Argentina», texto de Portelli y Reyna, proponen dos objetivos
estrechamente interconectados. En primer lugar, ofrecer un recorrido crítico
de larga duración de las tradiciones más significativas en el campo de
la historia cultural del siglo xx hasta nuestros días, desde la tradicional historia
de las ideas hasta la de las prácticas y representaciones culturales. En
segundo término, delinear cómo las transformaciones experimentadas en
la producción disciplinar, sumadas a la apertura y multiplicación de los espacios
académicos en Argentina con el retorno de la democracia a partir de
1983, se constituyeron en el contexto de producción ineludible para comprender
algunas expresiones historiográficas que restituyen la dimensión
social de la cultura, vinculando los procesos simbólicos con las prácticas
sociales y materiales en las cuales se inscriben y adquieren significado. El
universo de investigaciones seleccionado, a pesar de la diversidad de sus
temas y enfoques, se articula en torno al impacto de lo cultural como una
práctica social en cinco dimensiones: la historia cultural urbana, la producción
de conocimiento, la relación entre cultura de elite y cultura popular
como espacios que se configuran mutuamente, la historia del libro y de
la lectura y la cultura política, ámbitos todos que se destacan por explorar
nuevas vías para pensar las múltiples y complejas imbricaciones entre los
15

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
fenómenos culturales y sociales, evitando convertir a la historia cultural
en una confusión de subjetividades y voces, perdiendo la historia que está
detrás de las palabras.
En este clima revisionista en la escritura de la historia, la denominada
historia sociocientífica no solo se ha visto impactada en su liderazgo por la
reorientación cultural y lingüística que desembocó incluso en un cuestionamiento
a su verdadera identidad, sino por innovaciones metodológicas
en el abordaje de su objeto principal: el estudio de los grupos sociales. En
este último aspecto, la indagación de Fernando Remedi, dedicada a la historiografía
argentina sobre los grupos e identidades sociales de la última
década, nos ofrece una mirada en clave teórico-metodológica sobre la escritura
de la historia, diagnosis basada en la producción contenida en un
universo representativo de revistas sobre la especialidad. Su minuciosa y
poco transitada pesquisa y abordaje, nos brinda una visión inédita acerca
del estado de los estudios sobre los grupos sociales en consonancia con los
desarrollos contemporáneos. Este recorrido crítico le ha permitido al autor
delinear tendencias interesantes en el enfoque de la estructuración social,
al mismo tiempo que revelar la apropiación diferencial y específica por parte
de la historiografía argentina de las tendencias imperantes en los centros
académicos más relevantes. Acorde con esta línea argumental, el texto
analiza la fuerte heterogeneidad interna de la historiografía argentina sobre
los grupos sociales por la proliferación de estudios dedicados a nuevos
actores como las elites, las mujeres, los niños, los pobres, la familia, los
enfermos, los marginados y por los múltiples criterios de diferenciación e
identidad sociales, temáticas en donde la reciente influencia sociocultural y
la escala microanalítica son predominantes. Estos desarrollos historiográficos
se explican en el contexto de la revalorización de la agencia humana
que condujo a que el énfasis entre estructura y función fuese reemplazado
por el de estructura y agencia, con la resignificación de categorías sociohistóricas
como estrategias, adaptación y/o resistencias en las interpretaciones
sociohistóricas y por el cuestionamiento a las categorías sociales fijas,
esencialistas, asociadas a los enfoques estructural-funcionalistas en los
procesos de construcción y reproducción social.
Por último, la indagación sobre «La historia social en los albores del siglo
xxi: innovaciones e identidad» de Beatriz Moreyra, se plantea como
interrogante central desentrañar hasta qué punto este campo disciplinar
ha visto su agenda invadida por textos, discursos, tropos, intertextualidades,
simbología y pura hermenéutica. La pregunta adquiere licitud si se
pondera que no solo muchos objetos y perspectivas clásicas de la historia
social han sido en gran parte eclipsados por novedosos planteamientos revisionistas
y por algunas adscripciones intelectuales provenientes de otros
saberes sociales, sino que lo más significativo es que se ha producido una
16

Introducción
devaluación de la importancia y alcance del adjetivo social desde el punto
de vista teórico, empírico e inclusive político. La historiografía ha vivido
una profunda conmoción como consecuencia del agotamiento de las formas
de historiar dominantes y la eclosión de diferentes candidatos a ocupar
dicha hegemonía. La autora destaca que, en la primera década del presente
siglo, la disciplina está encarando una deriva de recomposición, tras
más de una larga década de crisis, sin que ello implique afirmar que la creatividad
y cohesión de la disciplina eran nulas a finales de la década de los
ochenta, ni que la sensación de optimismo y confianza resulten generalizadas
como antaño, a comienzos del nuevo milenio. En pos del objetivo
propuesto, el texto pasa revista a la historia sociocientífica que se proponía
aplicar el paradigma estructuralista, abiertamente reconocido o implícito
en la práctica, al estudio de las sociedades antiguas o contemporáneas; a
la historia social posbraudeliana con su énfasis en la rehabilitación de la
parte explícita y reflexionada de la acción, de la acción individual y colectiva,
la capacidad y límites de la racionalidad humana y las restricciones del
contexto, reglas y prácticas; al giro cultural y la reorientación de la investigación
histórica hacia el estudio de los dispositivos culturales, simbólicos
y de mentalidad; a la denominada historia postsocial, con la consiguiente
erosión del concepto de estructura social, de causalidad social y de los
principios de la epistemología representacionista y, finalmente, al giro social
que propugna, frente al reduccionismo cultural de algunas producciones
sociales en boga, que los historiadores sociales vuelvan a relacionar
sus temas con estructuras y procesos económicos, sociales y políticos más
amplios, con los modos de producción y distribución, con las necesidades
básicas de las personas y las limitaciones impuestas por la escasez. En este
sentido, la producción historiográfica de los primeros años del siglo xxi,
denota que los historiadores están avocados a una redefinición y revitalización
del concepto del locus de lo social, debilitado, sino ocluido, por el
posestructuralismo y la desmaterialización del mundo social, mediante la
resignificación del poder explicativo de los contextos históricamente contingentes
y sociológicamente situados, producidos por agentes que actúan
como actores intencionales y resignificantes semánticos de los sistemas de
signos y discursos históricamente construidos. Por una variedad de razones
y en una variedad de maneras, los historiadores están reconsiderando
sus marcos geográficos, económicos y políticos con resultados que dan una
nueva importancia a la comparación y a la habilidad para pensar en términos
de conexiones globales o al menos interregionales. Sin embargo, todavía
estamos lejos de que este retorno crítico se convierta en un protocolo de
experiencia generalizable.
Con la presente compilación, aspiramos ofrecer al lector una primera
mirada plural de la diversidad de prácticas científicas en la construcción
17

Noemí María Girbal-Blacha | Beatriz I. Moreyra
del conocimiento sociohistórico contemporáneo, conscientes que no es una
síntesis omnicomprensiva ni exhaustiva; tampoco una totalidad fruto de
adiciones arbitrarias, sino producto de abordajes específicos pero al mismo
tiempo sintomáticos de un clima intelectual y científico que concibe
a las sociedades como formaciones flexibles de prácticas que conectan a
los humanos y a los no humanos en formas particulares de relación con el
mundo; que está más atento al carácter mutable, provisional y práctico de
lo que acontece en el mundo social, como de las explicaciones postuladas
y que comprende la agencia como una relación históricamente cambiante
entre un juego de recursos y otro de coerciones. La multiplicación de este
tipo de empresa científica es una demanda de las agendas intelectuales
de las ciencias sociales y humanas, debe serlo también de las políticas públicas
y – al mismo tiempo – un desafío sugerente para contar con nuevas
iniciativas que revelen más acabadamente la complejidad y diversidad de
las prácticas científicas en relación con la producción de conocimiento y su
transferencia.
18

Autores
Noemí María Girbal-Blacha. Profesora y Doctora en Historia (Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional
de La Plata). Investigadora Superior del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Profesora titular
ordinaria y Directora del CEAR-UNQ. Presidente de la Asociación Argentina
de Historia Económica (1996-2001). Miembro de comisiones
evaluadoras y asesoras en ciencia y tecnología y de universidades
nacionales y extranjeras. Vicepresidente de Asuntos Científicos
del CONICET (2008-2010). Académica de la Academia Nacional de
la Historia y miembro de número de Instituto Histórico de la Manzana
de las Luces de la Ciudad de Buenos Aires. Docteur Honoris Causa
por la Université de Pau et Pays de l’Adour (Francia, 2007). Experta
de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) desde el 2008,
Proyecto Metas en Educación y Ciencia 2010-2021. Especialista en
historia agraria argentina del siglo xx. Autora de 17 libros y más de
un centenar de artículos publicados en revistas nacionales y extranjeras
especializadas de reconocido nivel científico.
Beatriz I. Moreyra. Licenciada y Doctora en Historia (Facultad de Filosofía
y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba y Facultad
de Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba). Investigadora
Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
de Argentina. Profesora titular Plenaria de Metodología de la
Investigación Histórica de la Universidad Nacional de Córdoba y Profesora
Catedrática de la Universidad Católica de Córdoba. Miembro
de Comisiones Evaluadoras y Asesoras en Ciencia y Tecnología y de
Universidades nacionales y extranjeras. Académica de la Academia
Nacional de la Historia e Investigadora del Centro de Estudios Históricos
Carlos S. A. Segreti-Unidad Asociada al CONICET. Especialista
en Historia Social Argentina y Regional de la primera mitad del siglo
XX. Autora de 10 libros y de 70 artículos y capítulos de libros en
publicaciones nacionales y extranjeras especializadas.
Sonia Regina de Mendonça. Profesora del Posgrado en Historia de la
Universidad Federal Fluminense, Doctora en Historia por la Universi-

Autores
dad de San Pablo, directora de más de treinta investigaciones y tesis
de doctorado. También es autora de gran cantidad de artículos publicados
en revistas especializadas de Brasil y el exterior. Publicó, entre
otros, los libros: Estado e Economia no Brasil; O Ruralismo Brasileiro y
O Patronato Rural no Brasil Recente.
Fernando J. Remedi. Doctor en Historia por la Universidad Católica de
Córdoba. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas de la Argentina. Docente de Metodología de la Investigación
Histórica en la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad
Católica de Córdoba. Director del Centro de Estudios Históricos
Prof. Carlos S. A. Segreti (Unidad Asociada al CONICET) y de
su Anuario. Su campo de investigación es la historia social y su proyecto
actual es «El mundo de los pobres en el marco del crecimiento
y la modernización (Córdoba, 1870-1930)».
Martha Ruffini. Doctora en Historia egresada de la Universidad Nacional
de La Plata (2003). Investigadora Independiente CONICET. Investigadora
Universidad Nacional de Quilmes. Docente e investigadora de
la Universidad Nacional del Comahue Formación Posdoctoral aprobada
(UNC-CEA/CONICET, 2007). Especializada en historia política
e historia agraria de la Patagonia (siglo xx). Directora del Proyecto
de Investigación «Estado y territorios nacionales. Poder y ciudadanía
en Río Negro (1930-1955)» de la Universidad Nacional del Comahue.
Autora y coautora de publicaciones nacionales e internacionales. Directora
de tesis de posgrado y becas vinculadas con su especialidad.
Adrián Gustavo Zarrilli. Doctor en Historia por la Universidad Nacional
de La Plata. Investigador Independiente del CONICET. Profesor Asociado
en la Universidad Nacional de Quilmes. Codirector del Programa
Prioritario de Investigación «La Argentina rural del siglo xx» de la
UNQ. Especialista en temas de historia ambiental e historia agraria.
Profesor visitante de posgrado en universidades nacionales y extranjera.
María Belén Portelli. Licenciada en Historia por la Universidad Nacional
de Córdoba. Becaria Interna de Posgrado Tipo I del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina. Integrante
de la cátedra Metodología de la Investigación Histórica en la Universidad
Nacional de Córdoba. Socia investigadora del Centro de Estudios
Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti (Unidad Asociada al CONI-
CET) y secretaria de redacción de su Anuario. Su campo de investigación
es la historia social y su proyecto actual es «Los intelectuales,
la “cuestión social” y la construcción de políticas sociales durante el
período de modernización. Córdoba, 1890-1930».
184

Autores
Franco D. Reyna. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de
Córdoba. Becario Interno de Posgrado Tipo I del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina. Integrante de
la cátedra Metodología de la Investigación Histórica en la Universidad
Nacional de Córdoba. Socio investigador del Centro de Estudios
Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti (Unidad Asociada al CONICET)
y secretario de redacción de su Anuario. Su campo de investigación
es la historia social y su proyecto actual es «La difusión y apropiación
del fútbol en el proceso de modernización en Córdoba (1900-1943).
Actores, prácticas, representaciones e identidades sociales».
185

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Aguirre Rojas, Carlos Antonio,
106, 112, 187
Aimetta, Fedra, 95, 187
Albornoz, Mario, 2, 3, 187, 197
Alimonda, Héctor, 71, 72, 187
Alted Vigil, Alicia, 118, 187
Álvarez, Carlos Forcadell, 149,
187
Antonelli, Mirta, 71, 207
Areces, Nidia R., 139, 143, 146,
150, 187
Arendt, Hannah, 49, 188
Argeri, Maria Elba, 97, 188
Arias Bucciarelli, Mario, 82,
87–89, 91, 92, 99, 100,
188, 195
Armus, Diego, 148, 151, 188
Arqueros, Mariana, 51, 200
Asquini, Norberto, 93, 188
Baeza, Brígida, 96, 188, 193
Baker, Keith Michael, 171, 188
Balsa, Javier, 35, 46, 48, 188,
190, 194, 196, 197
Bandieri, Susana, 42, 43, 86, 97,
188, 189, 196
Barrancos, Dora, 146–148, 189
Barriera, Darío, 43, 189
Barros, Carlos, 107, 189, 204,
206
Barros, Sebastián, 82, 189
Baz, María Jesús, 203
Beck, Hugo, 45, 189
Beck, Hugo Humberto, 92, 189
Benedetti, Alejandro, 201
Beramendi, Justo, 203
Bergquist, Charles, 144, 189
Bernard, Carmen, 88, 204
Bernstein, Serge, 131, 189
Bevilacqua, Piero, 62, 189
Biernacki, Richard, 167, 189
Billorou, María José, 96, 189
Bisang, Roberto, 45, 189
Bjerg, María, 202
Blaikie, Piers, 63, 189
Blanco, Graciela, 42, 43, 86,
188, 189, 196
Blanco, Mónica, 34, 35, 190
Bloch, Marc, 64, 133, 182, 190
Bohoslavsky, Ernesto, 87, 89, 96,
98, 190, 191
Boisier, Sergio, 42, 190
Bolsi, Alfredo, 72, 190
Bona, Aixa, 86, 91, 92, 95, 190
Bonaudo, Marta, 191
Bourdieu, Pierre, 49, 190
Bourillon, Florence, 197
Boutier, Jean, 192
Bozzano, Horacio, 45, 190
Brailovsky, Antonio, 69, 190
Brantlinger, Patrick, 177, 191
Brasileira, Sociedade Rural, 26
Braudel, Fernand, 64, 191
Brookfield, Harold, 63, 189
Buchbinder, Pablo, 137, 203
Burguiére, André, 181, 191

Burke, Peter, 104, 107, 191
Cabral Márquez, Daniel, 94, 191
Cabrera, Miguel A., 165, 166,
191
Campagne, Fabián Alejandro,
113, 191
Campi, Daniel, 46, 191
Camus Gayan, Pablo, 61, 191
Carniglia, Edgardo, 49, 192
Carrizo, Gabriel, 93, 94, 97, 98,
191, 193, 208
Castro Herrera, Guillermo, 73,
191
Castro, Hortensia, 71, 191
Casullo, Fernando, 87, 191
Cattaruzza, Alejandro, 100, 192
Ceballos, Ester, 96, 192
Cerdá, Juan Manuel, 46, 192
Cerezo, José Antonio López, 197
Cerutti, Simona, 150, 192
Cevasco, María Elisa, 177, 192
Chaihort, María Inés, 91, 192
Chartier, Roger, 104–106, 113,
114, 192
Cimadevilla, Gustavo, 49, 192
Cimatti, Roberto, 84, 192
Cinquegrani, Miriam, 84, 192
Ciselli, Graciela, 95, 208
Claval, Paul, 42, 192
Cohen, Sande, 164, 200
Coraggio, José Luis, 41, 192
Corvol, Andrée, 64, 192
Cotarelo, María Celia, 206
Crespo, Edda, 83, 86, 92, 96,
192, 193, 198, 199,
202, 208, 209
Cronon, William, 63, 193
Crosby, Alfred, 65, 193
Cruset, Maria Eugenia, 206
D’atri, Andrea, 95, 187
D’Incao, Maria C., 34, 194
Índice de autores
De Arce, Alejandra, 46, 193
De Mello, 21, João, 193
De Mendonça, Sonia Regina, 27,
29, 30, 35, 45, 193,
194, 197
De Oliveira, Francisco, 23, 29,
194
De Rezende Martins, Estevão,
200
De Souza Martins, 21, 31–33
De Souza Martins, José, 194
De Vries, Jan, 64, 194
Dean, Warren, 62, 193
Del Rosario Prieto, María, 69,
193
Delrio, Walter, 88, 193
Devoto, Fernando, 203, 205
Dicósimo, Daniel, 148, 194
Diez, María Angélica, 87, 90, 95,
194
Dimitriu, Andrés, 71, 196
Dougnac, Gabriela M., 35, 194
Duplatt, Adrián, 95, 208
Durán, Diana, 70, 71, 194
Dussel, Patricia, 69, 193
Echenique, Jorge, 97, 98, 194
Eckert, Denis, 41, 194
Eiros, Nélida, 141, 195
Eley, Geoff, 149, 195
Elvira, Gladys, 82, 90, 94, 95,
97, 195
Elzinga, Aant, 3, 195
Estrella González, Alejandro,
164, 195
Fainholc, Beatriz, 1, 195
Fass, Paula S., 149, 156, 162,
163, 168, 179, 195
Favaro, Orietta, 82, 84, 89, 91,
92, 101, 195
Fernández Marrón, Melisa, 97,
202
211

Índice de autores
Fernández, Sandra, 49, 195
Fernández, Sonia, 94, 95
Fernandes, Bernardo M., 33, 195
Ferpozzi, Luis Humberto, 70,
207
Ferry, Georgina, 4–6, 207
Foguelman, Dina, 69, 190
Fontana, Joseph, 55, 195
Foschiatti, Ana, 51, 196
Galafassi, Guido, 70–72, 196
Gallini, Stefania, 62, 196
Gallucci, Lisandro, 93, 196
Garavaglia, Juan Carlos, 69, 196
Gascón Muro, Patricia, 5, 196
Gascón, Margarita, 69, 196
Gayol, Sandra, 142, 147, 148,
196
Geertz, Clifford, 109
Gelman, Jorge, 197, 198, 207
Gianella, Teresa, 42, 196
Gil Montero, Raquel, 69, 72,
190, 196
Giménez, Gilberto, 117, 196
Giménez, María Laura, 46, 196
Girbal-Blacha, Noemí María, 6,
20, 37, 41, 42, 44, 45,
48, 196, 197
Gomiz Gomiz, José Antonio, 195
González de Molina, Manuel,
53, 54, 64, 197
González, Alicia, 87, 188
González, Myriam, 192
Gorelik, Adrián, 121, 122, 197
Graciano, Osvaldo, 46, 197
Gramsci, Antonio, 21, 197
Grendi, Edoardo, 41, 197
Guilbard, Michel, 46, 198
Gutiérrez, Talía, 46, 192, 197,
198
Haber, Stephen, 167, 169, 198
Halperin Donghi, Tulio, 100, 198
212
Hernández Sandoica, Elena, 187
Herrera, Claudia, 142, 198
Herrera, Roberto, 69, 193
Hora, Roy, 119, 198
Hunt, Lynn, 154, 167, 198
Iñigo Carrera, Nicolás, 144, 145,
198
Iggers, Georg, 108, 115, 198
Incio, Miguel, 42, 196
Iuorno, Graciela, 86, 92, 192,
198, 199, 202, 208,
209
Jamison, Antawn, 3, 195
Jensen, Silvina, 99, 100, 188
Joyce, Patrick, 125, 171, 180,
198
Julia, Dominique, 192
Kabat, Marina, 145, 198
Kaplan, Marcos, 47, 198
Kocka, Jürgen, 154, 155, 178,
198
Lüdtke, Alf, 201
López Cerezo, José Antonio, 4,
200
Laclau, Ernesto, 47, 198
Langa, Alicia, 187
Le Roy-Ladurie, Emmanuel, 63,
64, 67, 199
Leon, Carlos, 70, 199
Leoni, María Silvia, 88–90, 92,
93, 95–98, 199
Leyva, Xochitl, 42, 199
Licha, Isabel, 2, 199
Lluch, Andrea, 86, 87, 98, 187,
199, 202
Lobato, Mirta Zaida, 146, 151,
189, 199
Loner, Beatriz Ana, 146, 199
Losada, Leandro, 142, 148, 200

Lotringer, Silvère, 164, 200
Ludmer, Josefina, 39, 200
Mörner, Magnus, 63, 202
Míguez, Eduardo, 137, 201
Macor, Darío, 201
Maeder, Ernesto, 88, 200
Malerba, Jurandir, 144, 146, 200
Mallo, Silvia, 187, 201, 205
Manara, Carla, 94, 95
Manzanal, Mabel, 41, 51, 200
Mari, Oscar, 51, 88, 199, 200
Martínez Alier, Joan, 64, 200
Mases, Enrique, 89, 91, 92, 200,
201
Mateo, Graciela, 45, 46, 51, 188,
190, 194, 196,
199–201
Matteucci, Silvia, 72, 201
McNeill, John Robert, 62, 201
Medick, Hans, 109, 116, 118,
162, 201
Mendes, Laura, 94, 201
Michel, Azucena, 95, 201
Morello, Jorge, 72, 201
Moreyra, Beatriz, 109, 110, 119,
149, 187, 201, 205
Moroni, Marisa, 86–88, 97, 199,
202
Mouffe, Chantal, 47, 198
Moutoukias, Zacarías, 48, 202
Muñoz Arbeláez, Santiago, 111,
202
Núñez Seixas, Xosé, 167, 169,
170, 181, 202
Núñez, Paula, 93, 202
Navarro Floria, Pedro, 85, 86,
88, 89, 202
Nieto, Agustín, 145, 202
Nun, José, 3, 202
Nussbaumer, Beatriz, 51, 200
Índice de autores
Oesterheld, Martín, 45, 203
Oliveira, Ariovaldo U., 33, 35,
36, 203
Olivera, Gabriela, 45, 201
Oriola, Jorge, 95, 203
Ospital, María Silvia, 46, 188,
190, 194, 196
Oteiza, Enrique, 5, 203
Otero, Hernán, 202
Pérez Brignoli, Héctor, 200
Pérez Ledesma, Manuel, 149,
151, 203
Pérez Pérez, María Cristina, 111,
202
Pacheco, Maria E. L., 34, 203
Pagano, Nora, 136, 137, 203
Palermo, Silvana A., 147, 203
Palermo, Vicente, 71, 203
Palma Godoy, Mario, 94, 191
Palmeira, Moacir, 36, 203
Palti, Elías J., 116, 203
Parolo, María Paula, 147, 203
Paruelo, José, 45, 203
Pengue, Walter, 70, 72, 203
Peralta, Roberto, 90, 203
Pestre, Dominique, 2–4, 204
Piqueras, José Antonio, 8, 158,
161, 204
Poblete Troncoso, Moisés, 2, 204
Pons, Anaclet, 51, 114, 116, 118,
157, 161, 204, 206
Prévot Schapira, Marie-France,
42, 204
Pravato, Luis Emilio, 84, 204
Prego, Antonio, 70, 204
Prior Olmos, Ángel, 6, 204
Prislei, Leticia, 94, 194, 204
Prost, Antoine, 116, 204
Prudkin, Nora, 70, 199
Queirolo, Graciela Amalia, 151,
204
213

Índice de autores
Quijada, Mónica, 88, 204
Radkau, Joachim, 62, 204
Rafart, Carlos Gabriel, 91, 92,
97, 200, 201, 204
Rajland, Beatriz, 206
Rapoport, Mario, 25, 205
Reboratti, Carlos, 70, 71, 191,
199, 203, 205
Reckwytz, Andrea, 167, 175,
177, 205
Remedi, Fernando J., 126, 141,
143, 144, 147, 205
Revel, Jacques, 47, 50, 105, 111,
176, 197, 205
Richard Jorba, Rodolfo, 45, 46,
191, 205
Ricoeur, Paul, 115, 205
Rigby, Steve, 165, 205
Rioux, Jean Piere, 189, 204
Rodríguez, Ana, 96, 189
Rofman, Alejandro, 41, 43, 44,
46, 49, 200, 205
Roldán, Diego, 43, 189
Romero, Luis Alberto, 100, 138,
139, 205
Rosanvallon, Pierre, 50, 206
Ruffini, Martha, 83, 85, 87–92,
95, 97, 101, 206
Sábato, Hilda, 120, 121, 136,
206
Salomón Tarquini, Claudia, 98,
187, 199
Sangster, Joan, 140, 206
Santana Pérez, Juan Manuel,
136, 206
Sartelli, Eduardo, 145, 198
Sartori, Giovanni, 49, 206
Savic, Elizabeth, 95, 201
Schiavoni, Gabriela, 51, 206
Schneider, Arnd, 88, 204
Scuri, Carolina, 87, 188
214
Sebastián, Jesús, 199, 207
Serna, Justo, 51, 114, 116, 118,
157, 161, 204, 206
Serrano, Carlos, 111, 207
Sewell, Williams, 119, 159, 167,
170, 171, 207
Sirinelli, Jean Francois, 189, 204
Skinner, Quentin, 115, 207
Skocpol, Theda, 208
Smolka, Peter, 193
Soprano, Germán, 87, 190, 191
Spiegel, Gabrielle, 115, 118,
164, 167, 172, 173,
207
Stédile, João P., 34, 203, 207
Stearns, Peter, 172, 207
Suárez, Graciela Noelia, 97, 207
Sulston, John, 4–6, 207
Suny, Ronald Grigor, 163, 167,
172, 207
Suriano, Juan, 70, 139, 143,
151, 207
Sutz, Judith, 4, 207
Svampa, Maristella, 71, 207
Tarquini, Claudia Salomón, 202
Tcach, Cesar, 201
Telles, Vera S., 28, 207
Terán, Oscar, 120, 207
Thuiller, Guy, 42, 207
Tilly, Charles, 156, 208
Torres, Susana, 95, 208
Trimberbger, Ellen Kay, 161, 208
Tulard, Jean, 42, 207
Uría, Jorge, 149, 208
Urquiza, Yolanda, 83, 208
Valenzuela, Cristina, 51, 199,
200
Varela, Gladys, 43, 189, 196
Varela, María Teresa, 82, 88, 90,
93–95, 97, 98, 195,
208

Velásquez, Guillermo Ángel, 39,
208
Velho, Octavio G., 22, 23, 208
Vengoa, Hugo F., 9, 178, 208
Vidoz, Susana, 94, 98, 208
Vilaboa, Juan, 86, 91, 92, 95,
190
Vilar, Pierre, 67, 208
Vilar, Pilar, 40, 208
Villca, Hugo Víctor, 195
Vincent, Bernard, 147, 208
Viotti da Costa, Emilia, 149, 208
Volkheimer, Wolfgang, 193
Vovelle, Michel, 104, 208
Wagner, Lucrecia, 71, 208
Weber, Max, 6, 209
Worster, Donald, 54, 64, 65, 209
Yappert, Susana, 96, 190
Zagorín, Pérez, 181, 209
Zarrilli, Adrián, 45, 48, 70, 72,
196, 197, 209
Zocayki, María Silvia, 91, 192
Zouví, Susana, 92, 209
Zusman, Perla, 85, 209
Índice de autores
215