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Abundancia fiscal
Seccion: Negocios & Economía
Diario UNO Digital
Domingo, 26 de Febrero de 2006
Del deficit al superavit. Gracias a la inflación se logró revertir la tendencia. Sustentable. Para economistas, el
saldo positivo seguirá pero piden cambios.
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Un Estado con tradición deficitaria acaba de marcar otro récord. Se trata de Argentina, que después de
años de administración deficitaria no sólo logró revertir la tendencia sino que viene sistemáticamente
marcando nuevos máximos con su superávit. Las claves de este cambio de tendencia radican justamente
en la inflación, que le permite al Estado recaudar más, y la vigencia de impuestos considerados como
“extraordinarios” como son las retenciones a las exportaciones y el de las transacciones bancarias
conocido como el tributo al cheque. Todo en un contexto de cierto control del gasto público que viene
manteniendo el Gobierno nacional.
Sobre esta base, hasta cuándo es sustentable el superávit que tanto trabajo costó alcanzar. Para la
mayoría de los economistas consultados hay seguro resultado positivo en las cuentas fiscales del Estado
para algunos años más. Pero todos advierten: hay que tomar medidas al respecto. Y eso se tiene que
hacer rápido.
Para avanzar en este tema primero es necesario mirar qué pasó en la década de los ’90 en la Argentina y
por qué el Estado se fue progresivamente hundiendo en el déficit.
Los ’90
La era reciente del déficit comenzó a gestarse a principios de los ’90 con un deterioro progresivo de las
cuentas del Estado nacional cuando la economía entró en un proceso regresivo. Los ingresos empezaron
a bajar y los gastos no lo hicieron en la misma medida, profundizándose el déficit. En esta época
sucedieron algunas cosas que explican este proceso, según señala Ismael Domian, analista de la
consultora nacional abeceb. com y especialista en temas fiscales.
En el ’91 el gobierno de Carlos Menem firmó el Plan Brady donde renegoció la deuda que tenía el país
con bancos del exterior a través de la emisión de bonos. Esto, además de genera un aumento en los
servicios de la deuda por el pago de mayores intereses, le abre las puerta de los mercados
internacionales a la Argentina iniciándose así todo el proceso de endeudamiento que terminó con la crisis
del 2001 y el default a principios del 2002. Esto profundizó el déficit, aun cuando el Estado en casi toda
esa década tenía superávit primario (ver gráfico), explicó Domian.
Pero también hubo cambios a nivel interno que propiciaron el déficit. En el ’94 se reformó el sistema
previsional, se crearon las administradores de fondos de jubilación y pensión (AFJP) que comenzaron a
recibir y administrar los aportes de los trabajadores activos, quitándole al Estado esta fuente de ingresos.
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Mientras el gasto público subía como consecuencia del mayor endeudamiento que las privatizaciones no
lograban cubrir.
Llegó el 2001. Esta situación terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa. Pasaron varios presidentes
en unos pocos días hasta que llegó Eduardo Duhalde y devaluó cambiando radicalmente el rumbo de los
acontecimientos.
Efectivamente la devaluación trajo nuevos elementos y potenció otros del pasado reciente que
combinados ayudaron a elevar la recaudación para salir del déficit crónico y entrar en la actual etapa de
robusto superávit.
El cambio brusco de tendencia se debe a la aparición de las retenciones a las exportaciones y a la
entrada en vigencia en pleno del impuesto al cheque. La otra parte importante es el fuerte crecimiento de
los precios que se dio luego de la devaluación y la reactivación económica a partir de 2003, explicó
Gustavo Reyes, economista del IERAL-Fundación Mediterránea filial Mendoza.
“Si no hubiera habido inflación en 2005, el superávit no hubiera existido en el último año”, señaló Reyes.
Un diagnóstico similar trae Raúl Mercau, de la consultora Muñoz & Asociados de Mendoza. “El superávit
se explica tanto por el lado de los ingresos y como por el de los gastos del Estado. Con los gastos, hubo
un congelamiento en términos nominales gracias al proceso inflacionario que comenzó en 2003. Así el
Estado gastando más o menos lo mismo (pagando los sueldos de siempre) empezó a incrementar sus
ingresos como consecuencia primero de la devaluación que movilizó al sector productivo desde el
fomento a las exportaciones y la sustitución de importaciones. Después la misma reactivación y el
progresivo reacomodamiento de los precios posdevaluación fueron elevando las recaudaciones de IVA y
Ganancias, impuestos que tiene alícuotas fijas o montos predeterminados que no fueron modificados
para beneficio de las arcas públicas.
Si a esto se suma la puesta en vigencia de las retenciones a las exportaciones que cobran porcentajes
sobre el precio final de venta en el exterior y el impuesto al cheque, que creó Domingo Cavallo poco
antes de dejar el gobierno de De la Rúa y después usufructuaron Duhalde y Kirchner y que fija una
alícuota (0,06%) sobre el monto de cada transacción bancaria que no sea desde o hacia una cuenta
sueldo. Y otro dato importante es que ninguno de estos tributos extraordinarios son coparticipables. Todo
va a parar a la Nación.
También ayudó el default y la posterior renegociación de la deuda que logró así ser reducida en capital,
recortada en intereses y en plazos.
Todo esto combinado le permitió al Estado, sin introducir sangrientos ajustes, revertir la tendencia y
empezar a marcar números en positivo.
Así se comenzó a registrar superávit desde 2003. Virtud que logró mantenerse hasta el cierre del 2005,
año en el que rompió su propia marca al registrar un resultado primario (sin pago de intereses de la
deuda) de $19.661 millones. Una cifra nunca antes alcanzada y el equivalente a 3,7% del Producto Bruto
Interno (PBI).
Por el lado de las provincias, la situación es similar. El superávit que registran la totalidad de las
administraciones federales se debe a mayores ingresos por coparticipación (IVA , Ganancias) y a
incrementos registrados en sus recaudaciones por Ingresos Brutos y Sellos. Ambos tributos fuertemente
influenciados también por la inflación. La contra es la mayor presión salarial que sufren, teniendo en
cuenta que el gasto en sueldos en las provincias equivale en promedio al 50% del presupuesto cuando
en la Nación a penas supera el 10%.
A futuro
A futuro, la gran pregunta es hasta cuándo puede durar esta situación. ¿Es sustentable el superávit
teniendo en cuenta que se sostiene en impuestos “distorsivos” o “confiscatorios” y en algo tan
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amenazante como la inflación? Para los economistas consultados la respuesta es sí, aunque con ciertos
condicionantes.
“La sustentabilidad está dada por qué es lo que pase con estos dos impuestos como el del cheque, que
distorsiona el sistema financiero, y las retenciones que sólo pueden existir mientras haya buenos precios
internacionales de los commodities que exporta Argentina. En cuanto bajen, ya no se van a poder cobrar.
Además todo esto es mantenido con una inflación del 12% anual, que implica un problema por las
presiones de indexación que desata. El cálculo es que por cada punto más de inflación unas 150.000
personas caen bajo la línea de pobreza. Hoy Argentina está en el 12% cuando el mundo está en 3% de
inflación”, opinó Reyes, para quien “se debe hacer cuando antes una reforma impositiva modificando la
base imponible de ganancias y un cronograma para ir sustituyendo las retenciones y el impuesto al
cheque”.
“A mediano plazo no habría problema para mantener el superávit. Igual todo depende de los precios
internacionales. Si bajan, las retenciones corren peligro de desaparecer y el Estado perdería una fuente
importante de ingresos”, opinó Domian.
“En el corto plazo (2 años) el Gobierno no va a abandonar las retenciones y el impuesto al cheque porque
sin ellos la Argentina no podrá mantener un superávit suficiente como para pagar su deuda. El superávit
irá bajando pero su desaparición no representa un peligro de aquí a 5 años”, dijo Mercau, quien advirtió
del riesgo de ser populista a la hora de conceder subas salariales.
Federico Manrique
fmanrique@diariouno.net.ar
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