Ortega, Rosales y Velázquez: una mirada sobre un influjo ...
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Noemí Montetes-Mairal<br />
Se trata de <strong>un</strong> ensayo apologético del subjetivismo como la opción más humanizada<br />
de desrealización artística. <strong>Ortega</strong> no pretende, como Zola así lo defendía, que<br />
el écran, el filtro del autor sea lo más transparente posible; no procura <strong><strong>un</strong>a</strong> estética<br />
behaviorista, sino que por el contrario aboga por el artificio personalizado, estilizado,<br />
<strong>un</strong> tamiz que sea tan fino o tan grueso como la exclusiva expresión de su autor se lo<br />
haya de dictar. En su objeto de ahondar en la subjetividad artística distinguirá en «Sobre<br />
el p<strong>un</strong>to de vista de las artes», publicado <strong>un</strong> año antes de La deshumanización del<br />
arte, la gradación que se establece en la historia de las ideas estéticas: desde el intento<br />
de representar de la manera más fidedigna posible la realidad exterior, a posteriormente<br />
tratar de figurar las sensaciones, la subjetividad; para finalmente, con las vanguardias,<br />
tratar de recrear las ideas: la intrasubjetividad, la conciencia.<br />
Es el salto al ámbito del inconsciente, el aspecto más cercano a la relativización,<br />
el elemento nuclear de la renovación estética del siglo XX. El romanticismo confluyó<br />
en la autoría artística; por su parte, el simbolismo-vanguardismo (siendo el surrealismo<br />
la rama vanguardista más prof<strong>un</strong>dizadora en las capacidades y límites del<br />
subconsciente humano), heredero de <strong><strong>un</strong>a</strong> época donde el yo ha perdido su inmutabilidad<br />
disgregado en <strong><strong>un</strong>a</strong> relativización multiperspectivista al tiempo que erguido en el<br />
máximo protagonista de la nueva era, ahonda en el absoluto misterio de la naturaleza<br />
del yo. Y el único modo de expresar el desconocido inconsciente es irrealizando el<br />
propio subjetivismo.<br />
En La deshumanización del arte observamos aspectos que <strong>Ortega</strong> ya había venido<br />
señalando y desarrollando a lo largo de las páginas de sus estudios anteriores.<br />
Aparece el perspectivismo, el arte como irrealización sublime, la preponderancia de<br />
<strong><strong>un</strong>a</strong> realidad contemplada en intelección por encima de la vivida, o la ceguera hacia el<br />
m<strong>un</strong>do exterior del creador vanguardista, quien opta por revelar artísticamente «los<br />
paisajes internos y subjetivos» 25 . La mayoría de ellos ya habían sido desplegados o<br />
esbozados en ensayos anteriores, pero quisiéramos hacer especial hincapié en su exposición<br />
teórica acerca de la deshumanización del arte, en el desprecio hacia lo<br />
humano que aparece en el texto. Hemos venido afirmando, a la luz de otros estudios<br />
estéticos anteriores y, como veremos seguidamente, también posteriores, que cuando<br />
<strong>Ortega</strong> en este ensayo defiende el concepto de deshumanización, arremetiendo contra<br />
lo excesivamente humano, su postura no difiere de la defensa de <strong>un</strong> arte humano, vital,<br />
que él mismo había venido desarrollando en otros ensayos. Lo que en realidad refuta<br />
es la significación que de arte humano como fragmento de vida había sido expuesta<br />
y defendida tradicionalmente hasta entonces, pero no en el sentido que hasta el<br />
momento de la publicación de La deshumanización del arte él le había venido dando<br />
al término. «Si el arte nuevo no es inteligible para todo el m<strong>un</strong>do, quiere decirse que<br />
sus resortes no son los genéricamente humanos» 26 . Para <strong>Ortega</strong> lo «genéricamente<br />
humano» es lo inteligible para todos, el arte que trata de copiar la realidad con la mayor<br />
exactitud posible, el realista decimonónico, tanto el romántico como el naturalis-<br />
25 6<br />
«La deshumanización del arte» (<strong>Ortega</strong> y Gasset 1999 : 79).<br />
26<br />
Op. cit.: 52.