Historia 1.965 - colegio claret

genéricamente establecida, no puede darse contestación categórica ni afirmativa ni negativa, sin
tener en cuenta limitaciones y salvedades. Ante todo, deben considerarse dos circunstancias: si el
colegio está en etapa de fundación o ya en plenitud de funcionamiento, y cuanto es el personal de
la familia religiosa o foránea que lo sirve. En el primer supuesto: es muy distinta la situación
económica y rentable de un plantel en etapa de iniciación, abocado a fuertes gastos de fábrica,
créditos anteriores, obligaciones laborales, dotación y menaje, vehículos, nominas fluctuantes,
etc., de la del mismo plantel, ya libre de tales cargas. De otra parte, en la época del supuesto no es
todavía tan numeroso el alumnado como para cubrir con sus entradas la cuantía de los gastos. Y
entendemos por etapa de iniciación hasta seis años, mientras se copan los de Primaria y
Secundaria. Con estos ya completos y restañados los costos iniciales referidos, la economía de un
establecimiento se robustece hasta condiciones de poder enjugar cómodamente sus egresos y
saldar utilidades para quienes pertenezca, según la legislación religiosa. Antes de eso es
prematuro e irrazonable exaccionar jugosos rendimientos. Ningún negocio, fuera de los ilícitos
comienza dando ganancias si no causando gastos; para reembolsar y percibir hay que esperar, y
saber esperar. Desde luego que el mismo edificio y su dotación de todo orden son ya un buen
capital, renta real de las inversiones efectuadas. Esto parece olvidarse a menudo, como si solo el
metálico rodante y sonante fuera plata, cuando se trata de propiedad neta y exclusiva en terrenos
y construcciones.
Otra circunstancia influye grávidamente para hacer fluctuar en más o menos y hasta reducir a su
mínima expresión las entradas de que la Comunidad aspira a beneficiarse como producido de sus
colegios. Es el número mayor o menor de su propio personal, de familia, digamos, que interviene
en el plantel. Cuanto mayor sea el religioso, menos serán las plazas a llenar con profesorado
externo, menos por tanto los valores que se fuguen por concepto de nómina, y viceversa.
Comprendemos que se carece de personal suficiente; sabemos que no hay elementos capacitados
debidamente para la decencia de asignaturas tales como Matemáticas, Ciencias naturales, Física,
Química, Idiomas; pero la verdad es esa: mientras la mayor parte del profesorado de nuestros
colegios tenga que ser de personal extraño, no podrán ser para otros sino la menor parte de los
ingresos. Carencia o ahorro de personal se traduce en renuncia o disminución de ganancias.
Esos términos no pueden invertirse: no es ni siquiera honrado el pretenderlo…
Cotéjense ahora cifras atinentes al Colegio Claret del Cali: de veinte profesores, cuatro únicamente
son religiosos de habito, sin contar personal de Secretaría, Librería, choferes, portería y aseo,
todos foráneos. No es extraño que todo o casi todo lo que entra por magisterio, todo salga por
nómina. . .
Aún así, ganada ya la etapa de pleno funcionamiento, sin los costos de la primera, y con buena
Administración (lo contrario es otra desgracia que, ya por incompetencia, ya por negligencia, no
deja de ocurrir, nos ha ocurrido), si puede un plantel educativo del tipo que reseñamos llevar a las
arcas domésticas satisfactorios rendimientos. Sin optimismos podemos presupuestar para breve
reservas que hasta ahora no era posible ni sensato reservar.
Como se tiene previsto que para el año venidero demandará algunas adaptaciones locativas, mas
no de tanta erogación cual si fueran nueva construcción o reforma sustancial. El año entrante el
Colegio entregará su primera promoción de Bachilleres. Nos aprestamos a que tal evento nos halle