familia y valores ciudadanos hoy - Fundación de Ayuda contra la ...

FAMILIAS Y VALORES CIUDADANOS HOY
Javier Elzo Imaz
“La educación hace que el niño se sienta miembro de comunidades de diferente extensión,
desde la familia a la nación y la humanidad. Podríamos creer que la primera tarea de la
educación moral es formar al niño como ser humano y luego inculcarle los valores de la
ciudadanía, sin embargo, ambas cosas no pueden hacerse por separado, ya que en el
proceso de socialización se hace imperativo transmitir de diversas maneras el sentido de
pertenencia a una sociedad, y en esa tarea es indispensable el tratamiento de valores que
tienen directa relación con la noción de ciudadanía. De aquí que se haga posible sostener
la afirmación inicial: formar personas es formar ciudadanos” 1 . En este texto que he
encontrado preparando la presente comunicación, casi al azar, en Internet, encuentro las
tres palabras que conforman mi intervención para el presente Congreso, en cuya
concatenación veo bien reflejado el fondo de mi pensamiento. Pero quizás deba precisar
un poco en qué sentido entiendo los conceptos de ciudadanía, familia y valores para
terminar señalando qué familia puede educar en qué valores para que podamos decir que
formamos lo que entiendo como el verdadero ciudadano.
1.
Sobre el buen ciudadano
Recientemente, no lejos de aquí, concretamente en la Residencia Lucas Olazábal de la
Universidad Politécnica de Madrid, sita en Cercedilla, tuve el placer de moderar la
conferencia de Adela Cortina que bajo el título de “Ética del Ciudadano”, impartió en un
Simposio de “Ética para la Vida Pública” que organizó UNIJES, entidad que agrupa a los
Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. Avanzo en el objetivo propuesto para esta
comunicación con las notas que tomé del abordaje que realizó Adela Cortina del concepto
de ciudadanía en Cercedilla. No se trata, en consecuencia, de citar un texto sino de
1 . Gladis Fava, profesora de Enseñanza Secundaria en Tandil, Argentina.
www. contexto-educativo.com.ar/2000/2/nota-4.htm (consultado el 22 de septiembre de 2007).
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CONGRESO:
Familias: construyendo
ciudadanía

“Familias y valores ciudadanos hoy”
transcribir las notas que tomé por lo que no puedo hacer responsable a Adela Cortina de la
literalidad de lo que aquí diga pero sí debo señalar que ella fue la fuente básica de lo que
voy a sostener en estas líneas.
El concepto de ciudadanía vendría a sintetizar dos grandes anhelos de las postrimerías del
siglo XX: el anhelo de libertad y justicia para cada uno de los individuos que conformamos la
humanidad, por un lado, con los sentimientos de pertenencia global (y múltiple añadiría yo),
por el otro, lo que quiere decir que la ciudadanía vas más allá de la exigencia individual de
justicia y libertad al asociarla con la responsabilidad colectiva de nuestras acciones en tanto
individuos concretos. Como remarca con fuerza Adela Cortina, este abordaje de
ciudadanía va mas allá de una definición descriptiva de lo que ciudadano supone ser
(individuo en una sociedad), para convertirse en definición prescriptiva de lo que es un
verdadero ciudadano, en el sentido que decimos de alguien que es un “verdadero amigo”,
no meramente compañero de clase, de trabajo, de ocio, etc. Así, la ética del ciudadano se
convierte en la ética de un buen ciudadano.
2.
Sobre el concepto de familia
Abordemos ahora la cuestión de la familia en este contexto. Una de las cuestiones centrales
que están atravesando la realidad familiar actual en España es la que va de la acentuación
de la pareja versus la relación padres e hijos, lo que denominaría la priorización del modelo
matrimonial o de pareja frente al modelo familiar.
En el modelo matrimonial puro, de pareja, suelo distinguir en los extremos, dos
planteamientos que resumiría así: se trata de dos personas que se buscan, buscando el
propio interés o de dos personas que se buscan buscando el interés de ambos. En el primer
supuesto estaríamos ante dos individuos que en realidad, conscientes de ser seres sociales,
buscan en el otro la respuesta a su propia y particular necesidad de sociabilidad y en tanto
el otro se lo ofrezca mantendrán la relación de pareja. Cada individuo tiene como proyecto
vital el desarrollo de su individua persona. Es evidente que en este modelo el hijo solamente
puede venir como consecuencia de un “despiste” y, si tal cosa sucediera, normalmente no
llegará a nacer. Gilles Lipovestsky, en la conferencia que pronunció en el Congreso de 2003,
La Familia en la sociedad del siglo XXI, describió con claridad meridiana este modelo con
estas palabras: “la familia post-moderna es la familia en la que los individuos construyen y
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“Familias y valores ciudadanos hoy”
vuelven a construir libremente, durante todo el tiempo que les de la gana y como les de la
gana. No se respeta la familia como familia, no se respeta la familia como institución, pero
se respeta la familia como instrumento de complemento psicológico de las personas. (...) Es
como una prótesis individualista. La familia es ahora una institución dentro de la cual los
derechos y los deseos subjetivos son más fuertes que las obligaciones colectivas” 2 . Este
modelo de familia (que yo prefiero llamar pareja) existe, qué duda cabe.
Pero hay que señalar que es muy distinto el caso de dos personas que deciden convivir para
hacer una vida conjunta, tener un proyecto compartido de vida, aun manteniendo
espacios y ámbitos de privacidad y de gran discreción no necesariamente compartidos.
Conforman una pareja que, como tal pareja, se sitúa en la vida, vida que la quieren vivir
como proyecto compartido. Conforman lo que se llama una pareja estable que la
diferencia del matrimonio porque no han querido adquirir el compromiso social de aparecer
como tal, sea de forma canónica, esto es, el matrimonio religioso, sea de forma civil, sea
como pareja de hecho social y jurídicamente reconocida. Estamos ante dos personas que
establecen un proyecto de vida en común en la que el otro es algo más que un soporte
para mí, como veíamos en el modelo anterior. En este modelo, el hijo, aunque no conforme
la prioridad en el momento de la unión, es posible y puede aparecer en el horizonte vital de
la pareja una vez asentada y que, como se decía antes, propiamente sería fruto del amor y
de una decisión consciente y madurada. Es un hijo querido, propio o ajeno, biológico o
adoptado, natural o consecuencia de una fertilización in vitro, inseminación artificial, etc., y
no un hijo sobrevenido. La mujer no “se ha quedado embarazada” y ha dado a luz un niño.
No, el niño nace, o se adopta, de la voluntad explícita de sus padres y no viene caído del
cielo. Entonces esta pareja, desde mi forma de pensar, propiamente hablando, se hace
familia.
Cada día me inclino más a reservar el concepto de familia a una unión intergeneracional
(de dos generaciones) en la que la generación adulta asume la responsabilidad de educar
al miembro o miembros de la generación menor con los que conviven de forma estable y
duradera. Según este planteamiento bajo el concepto de familia englobaría, además de lo
que se conoce como familia nuclear, padre, madre e hijos, y por supuesto la familia
tradicional de más de dos generaciones, también las familias monoparentales, las familias
2 . Ver “La familia ante el reto de la tercera mujer: amor y trabajo” en Libro de Ponencias del Congreso “La
Familia en la sociedad del siglo XXI”, edita Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Madrid 2003, página 83.
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de personas del mismo sexo que adopten hijos, así como las denominadas familias de
acogida y, por supuesto, las familias reconstituidas.
Según este planteamiento, lo esencial y la especificidad de la familia reside en el
compromiso y la consiguiente responsabilidad personal y social de los padres en conducir a
la edad adulta a los menores de edad, esto es, hacer de un niño un ciudadano,
proporcionándole el soporte material, afectivo y nómico de las personas adultas hasta su
emancipación. Lo secundario es la modalidad formal de la pareja adulta. Con secundario
no queremos decir que sea intrascendente sino justamente lo que hemos dicho, secundario.
Hay una corriente en la sociología francesa de la familia que insiste en este punto, al que ya
me he referido en anteriores Congresos de la FAD. Valga esta referencia recordatorio
cuando en la introducción de la investigación 3 , afirman con fuerza que “en este comienzo
del siglo XXI, los vínculos familiares a veces son incluso inventados y construidos como
“lugares de memoria” que sirven para celebrar una identidad colectiva reconstruida”. Sin
renunciar en absoluto al individualismo, tanto en el seno de la pareja como en las relaciones
de la pareja respecto de sus propios padres, se constata “el repliegue sobre el hogar y la
centralidad de la vida doméstica”. El desarrollo del matrimonio de elección, en el que los
dos cónyuges se han escogido libremente -y son el uno para el otro, compañeros, más o
menos iguales, más que un superior y una subordinada- y el amor por los hijos, actúan
conjuntamente. Y añaden, citando a Shorter, el cimiento afectivo de la familia moderna
engloba más que el marido y la esposa: mantiene también a sus hijos en el interior de esta
unidad sentimental” 4 . Todas las encuestas de valores así como todas las investigaciones de
jóvenes refrendan esta aserción, plebiscitando la familia como espacio privilegiado de
socialización y sociabilidad. Pero cuidado, no la familia como mera estructura social, sino la
familia exitosa, la familia que funcione bien.
Esto nos lleva al tercer eje de nuestra comunicación, la socialización, del que la transmisión
de valores conforma un aspecto clave.
3 . Para el caso español me refiero, obviamente, al estudio “Hijos y Padres: comunicación y conflictos”. O.c.
FAD, Madrid 2002. 344 páginas. La investigación francesa es de Claudine Attias-Donfut, Nicole Lapierre y
Martine Segalen. “Le Nouvel Esprit deFamille”. Editions Odile Jacob, Paris 2002, 294 págs.
4 . “Nouvel Esprit de Famille”. O.c.p. 15. La citación está tomada de Edward Shorter, “Naissance de la famille
moderne”. París, Ed. du Seuil, 1977, página 279.
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3.
Sobre el concepto de valor y los valores a transmitir
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En sociología entendemos por valores las definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo
aceptable y de lo rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay que hacer y
de lo que hay que evitar. Esta definición puede parecer a primera vista muy abstracta, pero
deja inmediatamente de serlo cuanto nos damos cuenta de que tras esas definiciones hay
unas prioridades en nuestras actitudes individuales que, al final, las ponemos de manifiesto
en nuestra conducta externa cuando interactuamos con los demás miembros de la
sociedad a la que pertenecemos. De ahí la otra acepción del término valor, íntimamente
relacionada con la anterior pero que quizás permita ver mejor la concatenación entre los
valores, las normas y el comportamiento. "Valor" cabe entenderse como un criterio de
acción social al cual se adhiere de forma más emocional que meramente racional (lo que
no quiere decir en absoluto que se trate de algo irracional), y que no es puesto en duda a
corto plazo 5 .
Ahora bien, aquí también, como señalábamos mas arriba para el concepto de ciudadanía,
es fundamental distinguir la perspectiva descriptiva de la perspectiva propositiva. La
primera, como su nombre indica, se limita a describir, sin pretensiones axiológicas, cuáles son
los valores dominantes y su evolución en una sociedad determinada, en un momento
concreto. La segunda perspectiva tiene otras pretensiones. Su objetivo es el de proponer
cuáles deben ser los valores a mantener o fomentar en una sociedad concreta. Esta
segunda perspectiva exige, imperativamente, indicar desde dónde se leen los valores y
para qué modelo de sociedad. Es la perspectiva que vamos a privilegiar en esta
comunicación 6 .
Ya hemos indicado más arriba, muy esquemáticamente aunque pensamos que
suficientemente para el espacio que aquí disponemos, nuestra concepción de ciudadanía.
Ahora debemos señalar qué valores debe transmitir la familia (y la escuela y la sociedad
pero de familia hablamos aquí) para educar para la ciudadanía a las nuevas generaciones
5 . Hemos desarrollado estos puntos en”Para una sociología del estudio de los valores”. (páginas 819-840). En
“La Sociedad: teoría e investigación empírica. Libro Homenaje a José Jiménez Blanco”. Edita Centro de
Investigaciones Sociológicas. Madrid 2002. 1167 páginas.
6 . He profundizado en este tema en varios lugares. Ver por ejemplo, “L´educació del futur i els valors”. Debats
d´Educació. Edita. Fundació Jaume Bofill, Barcelona 2005, 56 páginas.
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en la España de los albores del siglo XXI. Hay muchas listas de valores a propugnar. Los
diferentes autores presentamos unas y otras. Yo mismo, aun dentro de un marco común
bastante estable, he puesto el acento, obviamente según los objetivos concretos, en unos u
otros valores. En el marco de esta comunicación me limito a enumerar cuáles me parecen
ser esos valores clave que, en el seno de una familia, entiendo que deben propulsarse en los
hijos para formar auténticos ciudadanos 7 . Serían estos:
• la competencia personal
• la racionalidad
• la tolerancia activa y la necesaria intolerancia
• la solidaridad
• la espiritualidad
• la utopía para lograr un mundo mejor
Muchos de estos valores son señalados por la gran mayoría de los autores y no me voy a
extender en ellos. Diré dos palabras sobre algunos, no porque me parezcan los más
importantes entre los mentados sino por su infrecuencia en las listas de valores a
implementar. Me refiero a la competencia personal, la espiritualidad y a la utopía por un
mundo mejor.
1. La competencia personal
Es uno de los principales legados, si no el principal, que los adultos van a dejar a sus hijos:
que sean autónomos, que sepan abrirse camino en la vida, que puedan volar con sus
propias alas, que no dependan de los demás más allá de lo lógico y necesario en una
sociedad interdependiente. Ser competente es la condición “sine qua non” para ser
autónomo.
7 . Es una cuestión a la que he dedicado alguna reflexión publicada estos últimos años a la que me permito
remitir al lector interesado. Además del texto referenciado en la nota anterior puede consultarse “Euskadi hoy,
claves para educar y construir un futuro pacífico”. (páginas 27-42 en “Educar para la convivencia y la paz en
Euskadi, hoy” Textos de Ponencias de las Jornadas celebradas en San Sebastián (Cursos de Verano de la UPV/EHU)
en julio de 2.004. Edita, Departamento de Educación Universidades e Investigación del Gobierno Vasco, Vitoria
Gasteiz, 2005, (edición bilingüe), 133 páginas x 2.; “Los padres ante los valores a transmitir en la familia”.
(páginas 9-38) en Elzo Javier, Feixa Carles, Giménez – Salinas Esther, “Jóvenes y Valores, la clave para la sociedad
del futuro”, Edita Fundación “la Caixa”, Barcelona 2006, 94 páginas., “La educación familiar en un mundo en
cambio” (páginas 1-21) en el libro de Ponencias y Comunicaciones del Congreso “Educación y Familia”, celebrado
en la Universidad de Comillas de Madrid los días 25 y 26 de Noviembre de 2005. Edita Univ. Pontificia de Comillas.
359 Páginas. Madrid, 2006.
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Nuestra sociedad es cada día más compleja y está en continua transformación. Nadie es
capaz de pronosticar cómo serán en el futuro, incluso próximo, las relaciones de trabajo, las
jubilaciones, las nuevas familias, el impacto de las nuevas tecnologías por venir, el constante
aumento de la esperanza de vida, pues ya hablan de mas de 100 años de edad para los
hoy nacidos… ¿Qué se puede decir, de seguro, de un joven que hoy tenga 20 años, de lo
que pueda ser su vida, digamos el año 2050, cuando se asome a lo que hoy llamamos
jubilación? ¿Cuál habrá sido su trayectoria vital? ¿Se habrá casado? ¿Una, dos, más veces?
¿Con personas de qué nación, de qué religión? ¿Por cuántos trabajos y profesiones habrá
pasado? ¿En cuántas localidades o países habrá residido? ¿Cómo va a afrontar su
jubilación? ¿Con recursos propios? Así un largo etcétera de imposible respuesta. Pero hay
algo que ya se puede decir: habrá sorteado mejor las mil pruebas de la vida si dispone de la
flauta mágica de su competencia personal. Las pruebas serán mayores o menores, pues la
vida da mil vueltas, pero sólo el que esté armado con algo propio e intransferible, algo que
nadie podrá arrebatarle nunca, cual es su capacidad personal, estará en buenas
condiciones de ser autónomo.
Pero, ¿qué quiere decir ser competente? No pienso en un “cerebrín”, un “comelibros”, una
especie de rata de biblioteca. No que no haga falta gente así, pero son muy pocos, pues
tampoco son legión los Premios Nobel y no parece razonable organizar la vida del común
de los mortales con ese objetivo. Ser competente quiere decir básicamente dos cosas:
lograr una estructura psicológica armónica y tener las capacidades intelectuales para
entender y orientarse en el mundo. Para lo primero, al menos hasta el actual estado de la
civilización occidental, no se ha encontrado mejor sistema que nacer y crecer en una
familia bien asentada en la que la educación de sus hijos sea, al menos, tan importante
como la promoción y éxito social de los padres. Para lo segundo, todo pasa por la
educación.
Si siempre la competencia en lo personal y en lo profesional ha sido necesaria ahora lo es
aún más. En este orden de cosas, en los tiempos actuales ser competente exige,
ciertamente, controlar las herramientas informáticas y lingüísticas apropiadas, amén de los
conocimientos específicos exigibles al campo en el que se va ejercer profesionalmente. La
herramienta informática es imprescindible y está llamada, salvo en determinadas ramas del
saber y, para especialistas, a sustituir a las bibliotecas y enciclopedias de papel (pero dudo
mucho que sustituya al placer de la lectura, sea del periódico, sea de un libro, bien sentado
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“Familias y valores ciudadanos hoy”
en una cómoda butaca). En pocos años, esta misma década, quien no controle la
herramienta informática se convertirá en ciudadano de segunda clase. Hasta comprar un
billete de tren o avión le resultará más caro.
Como la herramienta informática está el conocimiento lingüístico. El inglés es el idioma
mundial. Dando por descontado el castellano y el idioma materno cuando no sea el
castellano, en determinados lugares otros idiomas serán imprescindibles para insertarse
socialmente o para hacer negocios. Por ejemplo el francés en el norte de África, tan
cercano y con tantas posibilidades de crecimiento.
Pero lo anterior, aun siendo imprescindible es radicalmente insuficiente. ¡Ay de aquel que
sólo entienda las tripas del ordenador de hoy, aun manejándose en el inglés informático!
Quedará rápidamente obsoleto. Es la máxima de Jacques Delors, “aprender a aprender”, la
que debe guiar el aprendizaje de los adolescentes y jóvenes de hoy. El modo de
aprendizaje actual debe cumplir tres requisitos. En primer lugar, tener un bagaje suficiente
de conocimientos para saber formular las preguntas pertinentes en cada momento. Sólo el
que sabe algo de algo es capaz de hacer preguntas pertinentes. De ahí la importancia de
la adquisición de conocimientos (historia, literatura, filosofía, economía etc.) que nos
proporciona la escuela. A continuación, y aquí está la llave maestra del aprendizaje,
dominar los procedimientos que permitan acceder a la información relacionada con la
pregunta planteada. En fin, ser capaz de proponer respuestas científicamente
comprobables y éticamente defendibles. Este empeño, este objetivo, exige algo más que
especialización y vale para cualquier rama profesional de toda persona que no quiera ser
dependiente de otro. Vale para la alta dirección empresarial sí, pero para la hostelería y la
costura también, por dar unos ejemplos. El resultado es el obtener una cabeza bien
formada. Hoy más que nunca la filosofía y las humanidades son importantes. El futuro, incluso
el laboral para los hoy jóvenes, mañana adultos, no estará tanto en que hoy adquieran más
conocimientos técnicos sino en que, sin obviarlos, se focalice de una vez la educación en el
aprendizaje, en la capacidad para aprender hoy y en el futuro. Sí, el importante y ya
olvidado, “aprender a aprender” del Informe Delors.
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2. La espiritualidad
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Espiritualidad como apertura a la crisis de identidades debido al doble movimiento, como la
cara y cruz de una misma moneda, de la globalización y del localismo, tanto en las personas
como, sobretodo, en las ideas. Algunas concreciones de la espiritualidad, más allá de lo
meramente material, de la espiritualidad como superación de lo meramente empírico, de lo
física y psicológicamente constatable, podríamos expresarlo mediante la dialéctica entre
estos pares contrapuestos de valores: la contemplación frente al activismo, lo importante
frente a lo urgente, la sabiduría frente al tecnicismo, la profundidad frente a la mera
superficialidad, la jerarquía de valores frente a la nivelación de valores, la moral de la
responsabilidad frente a la moral libertaria, la tensión entre el “nahi dut” (lo que deseo) y el
“behar dut” (lo que debo hacer), el nivel de vida y la calidad de vida, el egocentrismo y el
alterocentrismo, en fin, más allá del binomio absolutismo (sólo hay una verdad) y relativismo
de valores (todos los valores se valen), la relatividad de valores bajo el universal respeto a la
persona humana. Debajo de la demanda de espiritualidad está la afirmación de que los
hombres y mujeres somos algo más que mera corporeidad, que la historia humana no se
limita a las cosas, a la posesión de cosas, y que las ideas y proyectos, los fines últimos y las
primeras preguntas, quién soy yo, de dónde vengo y a dónde voy, por qué he de hacer el
bien y no el mal, si hay un principio que vaya más allá del inicio, no es algo predeterminado,
no se sabe bien por qué leyes físicas o, bien al contrario, algo tan aleatorio que todo sea
fruto de un azar, hoy por hoy, inasible. Una concreción, pero sólo una, de esta espiritualidad
es la religión.
En España tendríamos unos 3 millones de personas con una religión diferente a la católica, lo
que viene a suponer aproximadamente el 7% de la población española, porcentaje
claramente superior al que encontramos en las encuestas de opinión. Solamente por este
dato una educación para la ciudadanía debiera tener en cuenta la dimensión religiosa.
Obviamente no me refiero a la catequesis en la escuela, eso es cosa de las Confesiones
Religiosas y de las familias creyentes, tampoco a la relación entre la fe y la cultura, que
puede ser la razón de ser de una clase de la religión que sea, sino a la presentación rigurosa
y en nada doctrinaria, del papel de las religiones en la estructuración de las sociedades y en
su papel identitario en no pocas personas a lo largo y ancho del mundo. También en España
donde pese a la innegable secularización y el desprestigio de gran parte de la Jerarquía,
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todavía, según datos del CIS de este año 2007, el 77% de los españoles siguen diciéndose
católicos.
Pensadores de talla se interrogan sobre estos fenómenos. Así Ignacio Sotelo, señalando que
si bien “el pensamiento ilustrado diagnosticó el futuro de la religión: su desaparición… el
análisis sociológico actual y los análisis de otras ciencias sociales han demostrado el
incumplimiento de este pronóstico” 8 . Regis Debray 9 redacta, por encargo del Gobierno
francés, un informe sobre “L'enseignement du fait religieux dans l'école laïque” (texto
completo en www.education.gouv.fr/rapport/debray/) publicado en febrero del año 2002,
informe que es presentado en el diario de izquierdas “Liberation”, del 12 de ese mes de
febrero, con esta entradilla: “ la institución republicana y laica debe apoderarse
(“s´emparer”) del estudio del hecho religioso como la llave de una enseñanza abierta a la
complejidad y a la tolerancia”.
3. La utopía por un mundo mejor
Este último valor lo entiendo como la coronación, consecuencia y síntesis de los anteriores.
La utopía forma parte del ámbito de lo plausible, de lo racionalmente plausible teniendo en
cuenta los condicionamientos reales en los que tenemos que vivir. La quimera se asemeja
más a un cuento de hadas en la que la sociedad, o algunos miembros de la sociedad,
sueñan con algún paraíso inexistente. La quimera es peligrosa y siempre que se ha tratado
de implantar “el cielo en la tierra" la cosa ha terminado en dictadura o, lo que es peor según
Todorov, en la anarquía. La utopía, amén de unos objetivos a conseguir, una ilusión a
alcanzar, unos ideales por los que luchar, presupone la toma de conciencia del camino a
recorrer, del esfuerzo a invertir, de las inercias a superar, de los conciudadanos a convencer.
La utopía exige competencia en los promotores, racionalidad en los juicios, tolerancia activa
hacia el diferente, intolerancia hacia los intolerantes y violentos, y solidaridad con todo,
8 . En “La persistencia de la religión en el mundo moderno” capítulo 2º en Díaz-Salazar, Giner y Velasco, eds.
“Formas modernas de religión”. Alianza Universidad 1994.
9 . Quizás valga la pena indicar, para los más jóvenes, que Régis Debray llega a Cuba el año 1967, invitado por
Fidel Castro, acompaña al Che Guevara en su periplo boliviano. Detenido y torturado por el ejército boliviano
escapa por muy poco a la ejecución. Liberado será conducido al Chile de Allende, con el que confraterniza y
vuelve a Francia, el año 1981, cuando Mitterand accede a la Presidencia de la República, quien le invita a
colaborar con él como “chargé de mission”, cargo en el que se mantiene hasta el año 1988. El año 2001, en
otro registro completamente distinto, publica su libro “Dieu, un itineraire”, y por encargo del gobierno
francés, de Chirac como Presidente esta vez, presenta el Informe sobre la enseñanza del hecho religioso en la
escuela laica.
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especialmente con los más necesitados. Se entenderá que hayan sido los valores arriba
propuestos.
Vivimos unos tiempos en los que faltan utopías, en gran parte porque lo que entendíamos
por utopía eran quimeras. Ahora estamos en plena travesía del desierto. La sociedad
occidental está cansada como dijeran Trias y Argullol y aburrida al par que descorazonada,
me permito añadir. Cansada por luchar contra los molinos de viento de la quimera, aburrida
porque no ve más allá de lo inmediato y descorazonada porque en ese inmediato no ve
más que un gran mercado. Mercado que lo hemos divinizado como referente, motor y
explicación de la sociedad de nuestros días. ¿Es el ciudadano que persigue el dinero, el
éxito social, “caiga quien caiga”, el objetivo a perseguir o más bien ese ciudadano
competente, cordialmente racional, tolerante y solidario, el modelo a propugnar?.
4.
Cuatro tipos de familia nuclear y la educación en la ciudadanía
Queda una última cuestión: qué familia tiene suficiente entidad propia para promover
valores y, en el marco de esta comunicación, valores para qué tipo de ciudadano. Ya
avanzamos la respuesta a estas cuestiones hace cinco años en otro Congresos de la FAD,
antecedente del presente, con cuatro modelos de familia nuclear que, aunque en sólo
cinco años empiezan ya a oler a naftalina (tal es la rapidez de la evolución de la familia
española), en sus elementos centrales siguen siendo válidos. Veamos un breve resumen a
modo de recordatorio.
En la investigación “Hijos y padres. Comunicación y Conflictos” 10 procedimos a elaborar una
tipología de familias en base a las siguientes cuestiones: las respuestas de los padres
(aunque el análisis también incluye las respuestas de los hijos), fundamentalmente sobre la
organización y las relaciones en el seno de la familia, las causas de los conflictos en la
familia, y la postura de los padres respecto a una serie de valores finalistas. Llegamos a estos
cuatro modelos de familia nuclear.
10 . De mi capítulo 7 en “Hijos y Padres...” o.c.
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1. Familia Familista, endogámica (23,7% de las familias españolas)
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Modelo de familia donde las responsabilidades de unos y otros están claras y son asumidas
sin dificultad por previamente sabidas y reconocidas. Familia en la que las relaciones de
padres e hijos son buenas (las mejores de entre los cuatro grupos que conforman nuestra
tipología), que valora en gran medida hacer cosas juntos. Los padres propugnan
fuertemente tres valores finalistas: moralidad, buena formación y dinero; características
definitorias de un modelo de familia de corte tradicional. Las opiniones de los hijos son
tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones (aunque los componentes del grupo 4º
todavía destacan más en este punto). Esta familia pivota en gran medida en el ama de
casa.
No buscan necesariamente las relaciones externas (aun sin rehuirlas) pues parece que están
más a gusto entre ellos solos que con otras gentes, lo que hace que deban abrirse más a lo
que sucede fuera de ellas mismas para poder educar en la ciudadanía, tal y como hemos
definido el concepto mas arriba.
2. Familia Conflictiva (15,0% de las familias españolas)
Es la familia en la que sus miembros peor se llevan entre sí, donde más conflictos se dan, por
causa del consumo de drogas, por las cuestiones de orden sexual de los hijos, por las
amistades de éstos e, incluso, por las relaciones entre los hermanos. Las relaciones de los
padres con sus hijos son, con diferencia, las peores de los cuatro grupos, y la comunicación
es muy escasa o mala (cuando no muy mala). Obviamente aquí no hay transmisión de
valores de padres a hijos.
3. Familia Nominal (42,9% de las familias)
Es el modelo mayoritario en nuestra sociedad. Se trata de una familia en la que las
relaciones de padres e hijos pueden ser calificadas, con absoluta propiedad, como de
coexistencia pacífica más que de convivencia participativa; los miembros de estas familias
se comunican poco y, menos aún, participan en afanes, preocupaciones y objetivos
comunes. Los padres están, en gran medida, cohibidos, desimplicados, sin que aborden con
una mínima profundidad lo que requieren sus hijos; son padres, que buscan vivir al aire del
tiempo, valorando el día a día, el tiempo libre y de ocio, el estar guapos... Una familia “light”,
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CONGRESO:
Familias: construyendo
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“Familias y valores ciudadanos hoy”
en la que los padres, teniendo apenas capacidad de trasladar valores propios a los hijos, si
no es por ósmosis, difícilmente el valor de la ciudadanía estará en primera fila.
4. Familia Adaptativa (18,4% de las familias)
He aquí el modelo de familias nacientes: es el más moderno, el que mejor refleja la realidad
de las nuevas familias. Probablemente bajo su denominación se esconden variantes que no
podemos tener en cuenta, pues la escasez de la submuestra no permite segmentaciones
con cierta seguridad estadística. Gran parte de los nuevos e incipientes modelos familiares
(solamente nucleares, insistimos) de los que hablan los sociólogos de la familia cabrían en
este “macromodelo”. ¿Como definirlo? Por la búsqueda de acomodo, de adaptación a las
nuevas condiciones, a los nuevos papeles del hombre y de la mujer de hoy en el
microcosmos familiar, al creciente protagonismo de los hijos que vienen pidiendo autonomía
nómica (quieren crear “su” universo de valores), y que también pretenden libertad en el uso
y disfrute del tiempo libre, al par que acompañamiento (discreto pero efectivo) de los
padres en su inexorable autonomización.
Se trata de una familia que piensa en sus hijos, se preocupa y ocupa por sus hijos, con
quienes mantiene buena comunicación, con capacidad de transmitir opiniones y creencias,
abierta al exterior, familia no exenta de conflictos, de desavenencias, a veces graves, fruto
básicamente de situaciones nuevas en los papeles de sus integrantes, la pareja entre sí y los
padres con sus hijos. A diferencia de lo que sucede con el grupo primero, en el que los roles
y estatus están claros, en este modelo las responsabilidades de cada uno están en revisión
continua y el trabajo o las acciones familiares, en tanto que familiares, no resultan evidentes
y son objeto de tanteos y de incertidumbres. De ahí la presencia de conflictos derivados de
un ajuste de roles en las estructuras familiares, de la búsqueda conjunta de un acomodo
ante las nuevas formas de trabajo y ocio de las generaciones emergentes, ante las
exigencias de autonomía de los adolescentes, que unos padres, con más formación que la
media y con unas ideas abiertas, no pueden no escuchar aunque no siempre estén
dispuestos a aquiescer.
En definitiva, hay dos características centrales que, más allá de modelos y tipos de familia,
son imprescindibles para educar en la ciudadanía: una familia para quien los hijos sean al
menos tan importantes como la relación entre la pareja, por un lado, y una familia no
excesivamente enrocada en sí misma, que más allá de sí misma, prepare a los hijos a la
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CONGRESO:
Familias: construyendo
ciudadanía

“Familias y valores ciudadanos hoy”
autonomía y la solidaridad con sus conciudadanos en la sociedad en la que habrá de
insertarse y vivir. A tenor del estudio de 2002, situamos aquí lo que denominamos entonces
como familias adaptativas y familias familistas y endogámicas, a condición de que, estas
últimas, se abran más a la sociedad. Eran los dos modelos familiares en los que
constatábamos que tenían capacidad propia de promover valores en sus hijos. Más abiertas
a la modernidad las primeras, con unos patrones más tradicionales y encerrados en sí
mismos los segundos. Desgraciadamente apenas llegan, ambas, al 40% de las familias
españolas.
Javier Elzo
Catedrático de Sociología
Universidad de Deusto
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