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El Tema Del Sermón

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caos y por fin un número considerable de las ideas surgidas durante la meditación serán aptas<br />

para entrar en un plan armónico basado en el tema y su texto.<br />

Tal vez el predicador se sienta inclinado en alguna ocasión a renunciar al uso de un<br />

plan, por razón de la dificultad en prepararlo. Parece tanto más sencillo seguir adelante diciendo<br />

buenas cosas, formulando argumentos y lanzando exhortaciones que no tienen mucha relación<br />

entre sí, sino que cada una engarza con la otra por la frase final, que da origen a otro párrafo con<br />

ideas totalmente diferentes.<br />

Esto puede admitirse en la conversación, cuando nos dedicamos a «anunciar el<br />

Evangelio» a otras personas. Pero en el pulpito nunca. Los oyentes no recibirán una impresión<br />

tan profunda y perdurable del sermón si éste no sigue un plan mejor que un simple conjunto de<br />

buenas ideas.<br />

Es verdad que Dios se ha servido a veces de los medios más humildes para realizar su<br />

gran obra de salvación de almas, y sermones sin orden lógico no han sido siempre sin fruto, pero<br />

tal modo de proceder no es aconsejable en modo alguno cuando puede haber un propósito y una<br />

ordenación clara del sermón. Una aglomeración de pensamientos buenos puede compararse a<br />

una turba que trata de apoderarse de cierta fortaleza; puede tener éxito en algunas ocasiones,<br />

pero no podrá obrar jamás con la eficacia de un ejército en el que cada hombre ocupa su lugar.<br />

Un plan es necesario en todas las cosas: un arquitecto no principia a edificar sin antes<br />

haber trazado un plano; un ingeniero civil no lanza sus brigadas al azar sobre las montañas sin<br />

haber antes ideado por dónde debe pasar el camino que se propone construir. <strong>El</strong> predicador no<br />

debe lanzarse a trazar el camino que se propone hacer llegar hasta el mismo corazón de sus<br />

oyentes, sin plan, excepto en casos especiales en que tal preparación haya sido de todo punto<br />

imposible, y la inspiración del Espíritu suple la imposibilidad del predicador; pero aun en tales<br />

casos de improvisación, los predicadores convenientemente educados o experimentados suelen<br />

recibir la inspiración en forma de un plan rápidamente concebido y en cuyo desarrollo puede<br />

notarse el poder de lo Alto. La misma ayuda y poder puede notarse en el desarrollo de un<br />

sermón formulado con más tiempo y oración, la cual el estudio de ningún modo puede ni debe<br />

suplir.<br />

¿De qué maneras puede formularse el plan de un sermón una vez decidido el asunto o<br />

tema que se va a tratar?<br />

A continuación ponemos un gráfico que lo demuestra, a la vez que ilustrará y aclarará<br />

muchas de las instrucciones teóricas de este libro.<br />

EXPLICACIÓN DEL BOSQUEJO GRÁFICO<br />

La sencilla figura de un trompo dibujado en la pizarra nos ha servido muchas veces para<br />

ilustrar a estudiantes de Homilética el desarrollo que conviene dar a cualquier sermón.<br />

La cabeza del trompo representa el tema, del cual parte la introducción; y el desarrollo<br />

consiguiente va ampliando y robusteciendo el argumento hasta llegar a la conclusión, la cual es<br />

presionada por cada pensamiento del sermón. Todos ellos pesan sobre la punta que deseamos<br />

clavar en las conciencias de nuestros oyentes, determinando su decisión por Cristo o su<br />

resolución de poner en práctica la amonestación del predicador sobre el tema que sea.<br />

En el presente gráfico, y contando con la habilidad de un buen dibujante, hemos<br />

ampliado y completado la ilustración.

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