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SOCIEDAD BOSQUESINA

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TOMO II:166 • <strong>SOCIEDAD</strong> <strong>BOSQUESINA</strong><br />

tensiones, que, gracias a su hábil intervención retórica, el<br />

dueño del baile, convierte en risa y alegría.<br />

En 2004, el curaca de PH convocó a la celebración de un<br />

baile lluaki (“fiesta de frutas”). La invitación fue mandada<br />

al curaca de la comunidad ocaina de Nueva Esperanza y<br />

a un cantor de la comunidad huitoto de Estirón. Los Bora<br />

de la comunidad vecina (PB) no fueron invitados a pesar<br />

de que hubieran podido participar con sus propios cantos<br />

y bailes de apújko. En la víspera del baile, cuando los<br />

anfitriones estuvieron reunidos en la maloca para preparar<br />

— toda la noche hasta amanecer — casabe, cahuana, caldo<br />

de yuca dulce (las mujeres), polvo de coca y ampiri mezclado<br />

con sal de monte (los hombres), apareció un grupo de cinco<br />

jóvenes bora, ebrios, que se pusieron a tocar el manguaré<br />

y, de esta manera, a cumplir con una tarea masculina que<br />

debe prolongarse, sin interrupción, hasta el alba. No habían<br />

sido invitados por el dueño del baile; se habían metido<br />

en la ceremonia por su propia voluntad, animados por la<br />

ebriedad. Fue una provocación a la que el curaca respondió<br />

ignorándolos durante varias horas, es decir, sin brindarles<br />

ampiri (con qué, habitualmente, se paga este servicio), ni<br />

coca (con la que se da aliento a los hombres reunidos en<br />

el patio de la coca y a los comprometidos con el toque de<br />

manguaré). Finalmente, el grupo bora empezó a reclamar<br />

coca en voz alta y en su lengua, — sin que el curaca<br />

reaccionara. Los reclamos, con el tiempo, se hicieron más<br />

insistentes, las voces gritaban y expresaban cólera, pero el<br />

curaca se mostró sordo y continuaba con total indiferencia su<br />

conversación en el patio de la coca en medio de los hombres<br />

huitoto sentados en rueda. El ambiente se calentó con la<br />

gritería rabiosa de los Bora. Finalmente, pasado ya media<br />

noche, el curaca entregó coca a su hijo, quien participaba<br />

en el toque del manguaré y estaba sentado junto a los Bora,<br />

para que la repartiera a los Bora, pero en cantidad modesta,<br />

mostrándose “mezquino” y, con eso, reticente a la intrusión<br />

de los vecinos ebrios. Sin embargo, los Bora, al recibir la<br />

coca, se exclamaron de manera aprobatoria y uno y otro<br />

entre ellos se acercaron al patio de la coca para lamer ampiri

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