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andahazi, federico – el principe - Lengua, Literatura y ...

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Federico Andahazi El Príncipe<br />

a los pecados capitales. A causa, quizá, d<strong>el</strong> estigma de la traición que cargaba sobre<br />

los hombros de su espuria ralea, le había tocado representar a la Mujer Diablo, la<br />

China Supay. Sin que <strong>el</strong> yatiri, que presidía la ceremonia, lo advirtiera, Gregoria<br />

Galimatías Salsipuedes, oculta tras su mefistofélica máscara, se escabulló entre la<br />

multitud de diableznos que bailaban despojados de sus fueros, extraviados en <strong>el</strong><br />

laberinto de chicha y desenfreno por <strong>el</strong> que los conducía <strong>el</strong> brujo con su salmo<br />

monocorde. Con paso corto pero v<strong>el</strong>oz, caminaba ladera arriba d<strong>el</strong> cerro tomándose <strong>el</strong><br />

vientre, envu<strong>el</strong>to en una faja de monedas, con gesto perentorio. Trepaba la pendiente<br />

luchando contra la urgencia y <strong>el</strong> molesto bailoteo burlón de un danzante ukumari que,<br />

como un tábano, la merodeaba imitando su paso. Cuando hubo alcanzado la cumbre,<br />

en la soledad de la cima mochada por <strong>el</strong> viento, se trepó a horcajadas sobre la<br />

horqueta que formaba una retama muerta y se dispuso a restituirle a la Pachamama<br />

los frutos que, en exceso, le había tomado prestados durante los festejos. Sentada en la<br />

rama con su máscara cornamentada, podía oír, como una letanía, <strong>el</strong> canto d<strong>el</strong> yatiri.<br />

Con <strong>el</strong> perdón de la Virgen<br />

que ansia matar sus penas,<br />

te has convertido en diablo<br />

por la mina y sus riquezas.<br />

Gregoria Galimatías Salsipuedes, doblada sobre sí misma, sentía que la cordillera<br />

toda le giraba en torno, víctima de los vapores de la chicha de maíz, <strong>el</strong> vino y <strong>el</strong><br />

aguardiente. Como si proviniera d<strong>el</strong> interior de su cabeza, escuchaba, multiplicados<br />

por la cifra de las paredes de las montañas, la voz mortuoria d<strong>el</strong> erque, <strong>el</strong> desconsu<strong>el</strong>o<br />

de los sikus y la insistente súplica de los pincuyos detrás de la voz d<strong>el</strong> brujo:<br />

Tan pronto estás en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />

como danzas en la tierra,<br />

mezclando sobre tu pecho<br />

resplandores y tinieblas.<br />

A través de las esferas de sus ojos de cartapesta veía, difusamente desde lo alto, <strong>el</strong><br />

baile frenético de los kusillu, los hombres cóndor, y de las Caya Caya Warmi Auca, las<br />

mujeres guerreras. Gregoria Galimatías Salsipuedes se tomaba <strong>el</strong> abdomen y,<br />

arr<strong>el</strong>lanada en la rama seca, abonaba la tierra apergaminada y mustia de la montaña.<br />

Apuntaba al ci<strong>el</strong>o con los cuernos filosos de tocuyo, cola y yeso y al su<strong>el</strong>o con la cola<br />

diabólica hecha de alambre y trapo. Sabía que tenía que bajar antes de que terminara<br />

<strong>el</strong> canto d<strong>el</strong> yatiri.<br />

Tus ojos de revoltijo<br />

son la imagen de las fieras,<br />

con infierno y con volcanes<br />

y abismos que no se cierran.<br />

Bajó la cabeza, involuntariamente se miró los pies y vio que los tenía salpicados<br />

con la sangre de la llama que, en ofrenda al Tío, <strong>el</strong> Espíritu de la Mina, había sido<br />

degollada por <strong>el</strong> yatiri durante la chaya. Viendo que <strong>el</strong> canto estaba por llegar a su fin,<br />

tensó las tripas, reunió fuerzas y se dispuso a terminar con aqu<strong>el</strong> molesto trance.<br />

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