fragua 906 - Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

La Fragua de los Tiempos
22 de mayo de 2011. N° 906
Contra los muros.
De David Huerta. Leído en el Zócalo el 8 de mayo de 2011.
Contra los muros se encienden los nervios,
un cuerpo avanza y otro se dobla, retrocede
con una vibración de quemadura y estallido.
Jesús Vargas Valdés.
Contra los muros, el impacto y la llaga,
el sudor y la lágrima, la exhalación del miedo y el velo crispado del dolor,
el frenético buscar y rebuscar del dinero,
las armas cortas y largas, la bocanada de la sombra.
Contra los muros se aprietan los miembros del cuerpo atemorizado
y bajo el cielo se alzan los remolinos y las manos se abren y las injurias
se diseminan entre la confusión y el vértigo.
Contra los muros vuelve a nacer la espiga del sueño,
luego de una larga caminata se construye
la serie luminosa de los conocimientos,
los brazos y las piernas adquieren el aspecto
de cosas duras y angustiosas, apenas esperanzadas,
las presencias y los objetos fluyen hasta los lugares sagrados:
las fuentes frescas, las luces nutritivas.
Contra los muros, el recuerdo del fuego maldito
en la carne doliente de los niños
y la silueta de una muchacha sobre el viento feroz de Samalayuca.
Contra los muros, la vida se llena de fantasmas
y la noche cierra su mano sobre la multitud. México sigue soñado
pesadillas, contra los muros, exhausto, sin aliento.
La eterna kaminata de Luis Karlos Fong. (Parte II.)
Moverse, viajar, caminar, fue una de las constantes que acompañaron a
Luis Fong en sus 58 años de vida, se puede decir que fue en él un afán
primordial enfrentar así su limitación física, caminando, caminando, y se
puede agregar que fue en ese afán donde se empezó a gestar la rebeldía que
lo marcó y caracterizó a lo largo de su existencia.

En el ambiente provinciano chihuahuense de mediados del siglo pasado, no
era frecuente que un joven de 15 años se atreviera a enfrentar la autoridad
paterna y, menos aún, abandonar las comodidades del hogar. Sin embargo
Fong lo hizo, fue su primer vuelo, después regresó a Chihuahua más libre,
con un horizonte mucho más amplio, y cuando llegó a la Universidad de
Chihuahua se encontró con nuevas ideas y nuevas metas.
En los días de la aventura, el papá de Fong era el gerente de la sucursal del
Banco Comercial Mexicano en Camargo. En esta ciudad radicaron unos
dos o tres años y en ese tiempo fue cuando Jaime García Chávez supo de
Luis, aunque no llegaron a relacionarse debido a la diferencia en la edad.
Eso lo recuerda Jaime en una entrevista que le hice el día 5 de mayo pasado
y hace la observación de que en aquellos años, ser gerente de un banco en
Camargo representaba un estatus económico muy especial. Recuerda Jaime
que casi al mismo tiempo en que él sale a estudiar a Chihuahua, la familia
Fong se cambia a Delicias, donde Luis concluye la preparatoria.
Más o menos en 1971, Luis se presenta con sus papeles a la Facultad de
Derecho donde lo rechazan sin darle una explicación, “nomás porque sí”.
En aquellos años no había examen de admisión, el estudiante rechazado
acude a la Sociedad de Alumnos y cuando Jaime solicita una explicación
como representante estudiantil, el encargado académico le mostró una carta
escrita por el presidente municipal de Delicias, donde le indica al rector
Óscar Ornelas que “bajo ningún motivo ni circunstancia admita como
alumno a Luis Carlos Fong, porque era un joven muy conflictivo, revoltoso
y comunista.
Contra ese argumento del más refinado estilo “diazordacista”, no le faltaron
razones a Jaime para defender el caso y sin mucho problema logró que
fuera aceptado, iniciándose entre ambos una amistad que después se
convirtió en compañerismo, porque casi inmediatamente Luis se unió a la
Sociedad Ignacio Ramírez (los Nachos) donde conoció a toda la camada de
estudiantes de izquierda, y desde entonces participó en todas las acciones
emprendidas por los estudiantes de Chihuahua, incluso el movimiento
estudiantil de 1973, el más trascendental de todos los que se han registrado
en la historiografía del estado de Chihuahua.
Recuerda Jaime que Luis Fong se relacionó con los más aguerridos
estudiantes como Ignacio Rodríguez Terrazas, que murió en la República
del Salvador trágicamente; con David Hernández, grabador y pintor. Con
ellos y con otros jóvenes, Fong se mantuvo al pie del cañón durante todo el
movimiento estudiantil prácticamente hasta el momento en que el
movimiento es reprimido.
A mediados de 1974, después de la derrota del movimiento y cuando había
llegado a la rectoría el célebre José R. Miller, se aplicó una medida de
castigo a unos noventa estudiantes de leyes señalados como los dirigentes y

activistas del movimiento, fue una burda represión inspirada en las tácticas
porfirianas del siglo XIX que consistieron en lo siguiente:
Primero.- A los cinco dirigentes señalados como principales instigadores de
la subversión se les desconocieron los estudios, sin tomar en cuenta que
prácticamente habían concluido la carrera.
Segundo.- A los que estaban por terminar la carrera, pero que no estaban
catalogados como “agitadores”, se les permitió presentar su último examen,
aunque a los “rojillos” que tenían buenos promedios les aplicaron “la regla
del seis” asignándoles arbitrariamente esa calificación en todos sus
exámenes finales del último año de la carrera, esto sin importar que en los
años anteriores abundaran los nueves y los dieces.
Tercero.- A otros, quizá los más afortunados, dadas las circunstancias, se
les “exilió” en la UNAM, y queriendo o no, tuvieron que arreglárselas para
sostenerse en México los años que les faltaban.
Cuarto.- Quizá el grupo más numeroso fue el de los activistas más
aguerridos y combativos, entre quienes se encontraba Fong, a esos se les
mandó a terminar la carrera a la Universidad Autónoma de Coahuila, en las
unidades de Saltillo y Torreón.
Pero no se abandonó a su suerte a los exiliados, el rector Miller tuvo la
delicadeza de contratar un camión del transporte urbano para que los
estudiantes fueran llevados a su destino.
Junto con esta y otras medidas se borró de un plumazo la legendaria y
prestigiada Preparatoria de Chihuahua; fueron eliminados de las aulas
universitarias todos los profesores identificados como “izquierdistas” o de
pensamiento crítico.
Con la desaparición de la Preparatoria surgieron los Colegios de
Bachilleres, donde se pusieron en práctica las medidas de represión y
control que nunca antes se habían visto en Chihuahua y tal vez en muy
pocas entidades del país. Primero se procedió a seleccionar a los directivos
más adecuados, a los más “disciplinados” y concordantes con el nuevo
modelo educativo autoritario de “obedecer sin pensar y menos cuestionar”.
Enseguida se hizo la selección de los profesores aplicando medidas más
estrictas para que no se colara ningún “rojillo”. A los estudiantes se les
aplicaron medidas disciplinarias casi draconianas no permitiéndose ningún
tipo de actividad autogestiva, no elecciones libres en las sociedades de
alumnos, no interacción de confianza con los profesores. Nada que a los
ojos de los nuevos estrategas de la educación representara un peligro para
la paz y la tranquilidad política en la ciudad de Chihuahua.
Sobra decir que en estas condiciones le sobraron los motivos a Luis Fong y
a muchos de sus compañeros para reafirmar sus ideas revolucionarias y
para enfrentarse a las “derechas” recalcitrantes e intolerantes donde quiera
que se escondieran o se expresaran.

Fong en los recuerdos de Jaime García Chávez.
Aunque le tocó el exilio de la Universidad de Coahuila, sólo aguantó una
temporada y luego se fue Luis Fong a la UNAM donde siguió la carrera de
leyes, dedicándose a fondo al estudio de las obras clásicas del marxismo,
de la revolución bolchevique, y entró a trabajar al Fondo de Cultura
Económica, participando en la fundación del sindicato de esta empresa. Se
aproximó al PRT, organización de tendencia trotskista y floreció como un
escritor crítico señalando los errores y desviaciones del Partido Comunista
de la URSS y de la burocracia gobernante de este país.
Los datos de estos años de la vida de Fong en la Universidad de Chihuahua,
su viaje forzoso a Coahuila y luego a la UNAM, los proporcionó Jaime
García Chávez y él mismo hizo la observación en el sentido de que Luis
siempre se sobrepuso a sus limitaciones y siempre era el primero cuando se
trataba de hacer pintas en los muros o en las mantas. Nunca consideraba
que las muletas podían limitar sus actividades.
Era una actitud ante la vida, un reto fuerte, que a mi modo de ver
también lo escenificó con relación a la ruptura que generacionalmente se
daba con los padres y la familia. Hay que decir que la familia de Luis era
profundamente católica y conservadora de las tradiciones de honestidad
y honradez a toda prueba. En ese ambiente de religiosidad y
tradicionalismo entra Fong a un proceso de disidencia familiar muy
profunda, incluso con sus hermanos que habían tomado otros caminos
diferentes a los suyos, pero ahí también se percibe su grandeza porque
siempre se expresó con profundo respeto y cariño por todos los
miembros de su familia.
Recuerdo los años en que estuvo casado con Eva Ronquillo aquí en
Chihuahua. Fue una unión de nuevo tipo, una relación libertaria, entre
compañeros identificados y comprometidos con las causas sociales; una
relación como la de muchas parejas que tuvieron lugar en esos años,
donde se privilegiaba la militancia y el activismo político con el pueblo.
Ellos se casaron cuando Fong estaba estudiando y en los primeros meses
su condición económica era muy precaria, vivían al día, de lo que
llegaba por solidaridad o compañerismo. Recuerdo una anécdota bonita
que muestra que tiene que ver con nuestra amistad. Mi padre tomó por
costumbre regalar a cada uno de sus hijos cuando nacía el primer nieto,
un moisés artesanal, muy bonito, adornado con encajes y esas cosas. En
el moisés que nos regaló, a Irma y a mí, fueron recibidos mis dos hijos y,
pasado el tiempo, cuando Eva y Luis tuvieron a su primer hijo, Yeffim,
decidimos pasarles ese moisés que también sirvió para Vladimir. Fue un
desprendimiento y a la vez una aceptación completamente natural que en
estos días he recordado con especial agrado y nostalgia.

Cuando se casaron Fong y Eva se les hizo un lugar en lo que era la casa
de Gustavo de la Rosa y su esposa la doctora Laura Carrillo, calle
Aldama y 29. Era una casa grande y bonita que fue derribada hace
muchos años. Era un lugar muy querido, muy entrañable para todos
nosotros porque era ahí donde nos reuníamos para disfrutar la amistad,
pero sobre todo, para discutir nuestras acciones políticas en asambleas y,
en esas asambleas, nos conocimos muchos, por ejemplo, en una de
aquellas reuniones conocí a Alma Gómez.
Pues un día ahí fue a dar Fong con Eva y su primer niño, después llegó
también el segundo. Por cierto que hay un tercer hijo que nació en
Nuevo Casas Grandes, ya en otra etapa de su vida. Ese hijo murió de
cuna prácticamente y fue registrado con el nombre de Robespierre.
Como podrás ver, el nombre de cada uno de los hijos de Fong tiene su
significación correspondiente al romanticismo revolucionario de su
época juvenil.
Era de tal sencillez la vida matrimonial de Fong que nada lo ataba, podía
decir ahora que se iba a vivir a México o a donde fuera y no necesitaba
arreglar nada porque nada tenía. El matrimonio no le cortó las alas, Eva
estaba a la medida porque se identificaba con los mismos ideales. Así se
fue un día a Reynosa, te hablo de cuando había terminado la carrera y ya
estaba de nuevo en Chihuahua, más o menos entre 1981 y 1983. Allá se
convirtió en uno de los cuadros principales de su partido.
Antes de ese cambio a Tamaulipas estuvo varios años en Nuevo Casas
Grandes porque él aseguraba que en el noroeste de Chihuahua había una
tradición revolucionaria y su argumento principal era de que ahí se había
gestado con fuerza el movimiento magonista. Él sentía en aquellos años
una verdadera devoción por las ideas de Ricardo Flores Magón y por el
Partido Liberal Mexicano.
Fue a dar a Casas Grandes en una coyuntura especial porque hubo una
huelga de los trabajadores de una empresa empacadora de manzana. En
aquellos años se emplazaba a huelga, se creaba el sindicato, y los
trabajadores eran despedidos inmediatamente, entonces venía la huelga
por la liquidación de ley o la reinstalación. Aquella huelga fue difícil
pero se ganó, y después Fong le entró también a la lucha electoral
aprovechando la membresía de un partido palero que se llamaba Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). La verdad es que se
adelantó mucho, pues en aquellos años era un tabú para la izquierda
participar en las elecciones y más aún en el estado de Chihuahua, donde
se sostenía el abstencionismo como algo indiscutible e incuestionable.
En ese tiempo estuve muy cerca de él porque cuando venía a Chihuahua
se quedaba a dormir aquí en mi despacho, calle 13 y de La Llave, o en la
casa, donde comía y se bañaba. Frecuentemente venía con sus dos hijos

que eran muy pequeños y si no venía Eva, se las ingeniaba para hacerse
cargo él solo.
Fong publicó varios libros y una gran cantidad de folletos, muchos
manifiestos que si bien no eran de circunstancia, eran textos muy bien
cuidados, porque tenía muy buena pluma y además era muy riguroso en
la construcción de sus discursos, de sus propuestas. Él no descuidaba
nada y su ortografía era impecable. Incluso una de sus facetas es como
editor de textos.
Cuando se incorporó al PRT trabajó muy cerca de Manuel Aguilar Mora,
reconocido como uno de los ideólogos trotskistas más importantes del
país y también uno de los líderes más importantes de ese partido.
Fong era en su actuación, en su trato y apariencia, el equivalente del
revolucionario bolchevique, con su barba al estilo de los revolucionarios
de 1917, no obstante que nunca fue bolchevique en el sentido de
pertenecer a una institución que con su dogmatismo devoraba la libertad
del hombre. Fong fue todo lo contrario, un hombre de reflexión, de
pensamiento, y no un simple militante que iba obedeciendo consignas o
aplicando una línea en particular.
Una faceta muy interesante de Fong fue cuando vivió en ciudad Juárez,
donde fue candidato a diputado por el PRT, llevando como suplente a
Matilde Salazar. En esa etapa de su vida se sostuvo vendiendo periódicos
en las avenidas de Juárez. Luego se viene a Chihuahua donde se hizo
editorialista en el Diario de Chihuahua. Hizo una síntesis de lo que había
publicado en el Diario en un libro que se llama Sobreviví, que recoge los
principales artículos que publicó en el año de 1995.
Fong fue un hombre ilustrado, sin duda alguna, y pienso que fue un gran
escéptico, porque si bien es cierto tenía claro que para hacer política se
necesita certidumbre, en la realidad había ocasiones en las que en la
conversación advertías que iba en dirección del anarquismo, o bien del
trotskismo, como una forma de disidencia soviética. Siempre permaneció
como un hombre de primera línea, y eso le permitió en esta etapa, que a
mí me parece altamente admirable, que no obstante ser una gente al
borde de los sesenta años, se convirtió en un líder de jóvenes; un líder
que había hecho su experiencia con sus hijos, a quienes educó en lo
fundamental sin confiarse en la escuela pública.