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elacionado con la noticia de la tele me lleva a preguntar. ¿Hay alguna razón para no cruzar
la calle de forma oblicua?.
Nota1: La solución del ejercicio no la pongo por si alguien quiere pasar el rato intentando resolverlo.
Nota2: Admito respuestas en plan broma ;-).
Outro usuario constesta:
En el mundo real, los coches no van en desfile y a una velocidad constante. Más bien
aparecen de forma aleatoria y la posibilidad de que pase uno por encima de ti aumenta cuanto
más tiempo estés en la calzada.
Si, a una velocidad determinada, cruzas la calle en un ángulo distinto de 90 grados, el
recorrido será mayor, luego estás más tiempo en "peligro".
Supongo que la cosa va por ahí.
Outro usuario máis contesta:
Hola,
Espero que me perdonéis la tontería, pero es que el tema me ha recordado el comentario
de un amigo ingeniero que proponía que, tal como cruza la gente por los pasos de cebra, habría
que pintarlos de tal forma que en lugar de estar limitados por dos líneas rectas perpendiculares
a las aceras, estuvieran limitados por dos hipérbolas (asíntotas = aceras, claro).
La verdad es que a mí no me parecía una idea tan descabellada.
Salu2 a to2.
E outro máis:
¿Dos asíntotas paralelas en una hipérbola?
Yo diría que una parábola con un centro de gravitación y calculada para la energía máxima de
un viandante ;-)
INSUBMISOS
Un usuario escribe:
Asamblea por la Paz. Siero.
Carta de los insumisos presos en la cárcel militar.
Por mucho que nos encierren en sus cárceles, los insumisos no somos víctimas. Somos más
un problema para quienes nos tienen aquí que ellos para nosotros. De hecho sólo somos los
herederos de una "problemática" trayectoria de desobediencia con casi 30 años a la espalda:
Primero forzamos al gobierno a reconocer la Objeción de Conciencia; después, la presión de
varios miles de insumisos (cientos de ellos encarcelados) y cientos de miles de objetores,
obligaba a reducir la duración de la mili y a la prestación social sustitutoria, elevaba el debate
sobre la desaparición del servicio militar a los medios de comunicación, restaba apoyo social
al Ejército y empezaba el imparable derrumbe del reclutamiento forzoso, todo ello a pesar de
nuevas leyes para poner a salvo al Ejército de la actividad de los desobedientes y para romper
los lazos de solidaridad con estos.
Recientemente el gobierno se ha visto forzado a certificar la defunción del servicio militar,
pero la insumisión no muere con la mili. Desde que en 1997 comenzó la campaña de
insumisión en los cuarteles, 14 insumisos hemos pasado ya por aquí (10 estamos ahora), y
otros 15 no tardarán mucho en venir a hacernos compañía. Si a esto añadimos los más de 20
civiles inculpados por acciones no violentas contra instalaciones militares, la buena salud de
la desobediencia antimilitarista queda bien demostrada.
REVISTA NÚMERO CERO DO OTERO PEDRAYO - 9