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El perverso narcisista (1) - Acoso moral

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era como la habría deseado: delgada, sexy, y que sus dientes y sus senos eran<br />

imperfectos, y por tanto no era deseable. Su modelo de referencia era Cindy<br />

Crawford. Se mostró tan despreciativo que su mujer se fundió en lágrimas. No<br />

tuvo entonces la menor emoción, ni un movimiento hacia ella. (Marie-France<br />

Hirogoyen, "el <strong>Acoso</strong> Moral", página 106).<br />

Principio de realidad. <strong>El</strong> <strong>perverso</strong> <strong>narcisista</strong> no se interesa por la realidad, sino<br />

por el puro juego de las señales lingüísticas. Para él, la ley es la de su deseo,<br />

en el momento. <strong>El</strong> <strong>perverso</strong> <strong>narcisista</strong>, lo dijimos, gusta de la controversia. Es<br />

capaz de apoyar una opinión un día y de defender las ideas opuestas el día<br />

siguiente, justamente para hacer renacer el debate o, deliberadamente, para<br />

chocar. (Marie-France Hirogoyen, "el <strong>Acoso</strong> Moral", página 108).<br />

Como ejemplo de esa alteración del principio de realidad hay que decir que la<br />

lingüística moderna que expulsa el referente parece darle todos los derechos al<br />

manipulador. Eso le permite todas las negaciones, las negativas a ver (en los<br />

textos históricos o míticos) a las víctimas, reconocer las masacres, los<br />

genocidios y a los cabezas de turco.<br />

Esta desaparición contemporánea de lo real, es aprovechada por el <strong>perverso</strong> y<br />

favorece la "banalización del mal". Hay una introyección de la culpabilidad en la<br />

víctima: "todo es mi culpa", y, para el <strong>perverso</strong> <strong>narcisista</strong>, una proyección fuera<br />

de sí mismo rechazando la culpabilidad y poniéndola sobre el otro: "es su<br />

culpa". (Marie-France Hirogoyen, "el <strong>Acoso</strong> Moral", página 112). <strong>El</strong> otro sólo<br />

tiene existencia en la medida en que se mantiene en la posición de doble que<br />

se le asigna. Se trata de destruir, negar toda diferencia. <strong>El</strong> agresor establece<br />

esta relación de influencia para su propio beneficio y en detrimento de los<br />

intereses del otro. La relación con el otro se coloca en el registro de la<br />

dependencia, dependencia que se asigna a la víctima, pero que quien la<br />

proyecta es el <strong>perverso</strong>. Cada vez que el <strong>perverso</strong> <strong>narcisista</strong> expresa<br />

conscientemente necesidades de dependencia, se las arregla para que no se<br />

pueda satisfacerlo: o la demanda supera las capacidades del otro y el <strong>perverso</strong><br />

aprovecha, entonces, para señalar su impotencia, o la demanda se hace en un<br />

momento dónde se no se puede responder. <strong>El</strong> <strong>perverso</strong> solicita el rechazo ya<br />

que eso lo tranquiliza de ver que la vida es exactamente para él como siempre<br />

había sabido que era. (Marie-France Hirogoyen, "el <strong>Acoso</strong> Moral", página 115).<br />

En la fase de influencia, la acción del <strong>perverso</strong> <strong>narcisista</strong> sobre su víctima es<br />

esencialmente inhibir su pensamiento. En la fase siguiente, él provoca en ella<br />

sentimientos, actos, reacciones, por un mecanismo de prescripción. Si el otro<br />

tiene suficientes defensas perversas para jugar el juego de la escalada, se<br />

establece una lucha perversa que sólo se terminará por la rendición del menos<br />

<strong>perverso</strong> de los dos. <strong>El</strong> <strong>perverso</strong> intenta impulsar a su víctima a actuar contra él<br />

para a continuación poder denunciarla como "mala". Lo que importa, es que la<br />

víctima parezca responsable de lo que luego le va a ocurrir. (Marie-France<br />

Hirogoyen, "el <strong>Acoso</strong> Moral", página 122

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