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El húsar - Punto de Lectura

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<strong>El</strong>Husar 20/11/09 08:49 Página 45<br />

De Bourmont agitó lentamente la cabeza, ensimismados<br />

los ojos azules en el recuerdo <strong>de</strong> Juniac. Estaba<br />

muy pálido.<br />

—Sí —confesó con voz ronca, como si hablase consigo<br />

mismo—. Yo también le tengo miedo a eso.<br />

Los dos se quedaron un rato en silencio, sumidos<br />

en sus propios pensamientos. Por fin, De Bourmont<br />

arrugó la nariz y cogió el frasco <strong>de</strong> coñac.<br />

—¡Al diablo! —exclamó con excesiva animación—.<br />

Bebámonos los dos tragos que quedan, camarada, que<br />

mañana Dios o la Inten<strong>de</strong>ncia proveerán. Salud.<br />

Volvieron a tintinear los vasos <strong>de</strong> metal, pero la<br />

mente <strong>de</strong> Fre<strong>de</strong>ric estaba lejos <strong>de</strong> allí, en su ciudad natal,<br />

junto al lecho en el que, seis años atrás, agonizaba su<br />

abuelo paterno. A pesar <strong>de</strong> su corta edad, Fre<strong>de</strong>ric había<br />

percibido con toda claridad los más minuciosos <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong>l drama familiar: la casa sombría con los postigos cerrados,<br />

las mujeres que lloraban en el salón y los ojos enrojecidos<br />

<strong>de</strong> su padre, levita oscura y grave expresión en<br />

el rojizo rostro <strong>de</strong> honrado comerciante <strong>de</strong> <strong>de</strong>sahogada<br />

posición. <strong>El</strong> abuelo estaba en su alcoba, ligeramente incorporado<br />

sobre los almohadones, con las manos <strong>de</strong>scarnadas,<br />

<strong>de</strong>sprovistas ya <strong>de</strong> vigor, reposando sobre la colcha.<br />

La enfermedad le había <strong>de</strong>jado la cara reducida a<br />

una máscara <strong>de</strong> huesos y piel amarillenta <strong>de</strong> la que emergía<br />

la nariz aguileña que, en el anciano, se antojaba extremadamente<br />

larga y fina.<br />

«No quiere vivir más. No quiere…» Las palabras,<br />

casi un susurro sorprendido en labios <strong>de</strong> su madre por<br />

el joven Fre<strong>de</strong>ric, lo habían impresionado. <strong>El</strong> viejo<br />

Glüntz, comerciante <strong>de</strong> Estrasburgo, estaba retirado <strong>de</strong><br />

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