SINUHE, EL EGIPCIO - Biblioteca Digital de Cuba
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<strong>SINUHE</strong>, <strong>EL</strong> <strong>EGIPCIO</strong><br />
MIKA WALTARI
LIBRO PRIMERO<br />
LA CESTA DE CAÑAS<br />
1<br />
Yo, Sinuhé, hijo <strong>de</strong> Senmut y <strong>de</strong> su esposa Kipa, he escrito este libro.<br />
No para cantar las alabanzas <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi, porque<br />
estoy cansado <strong>de</strong> los dioses. No para alabar a los faraones, porque<br />
estoy cansado <strong>de</strong> sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los<br />
dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo <strong>de</strong>l porvenir ni por<br />
esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y<br />
pérdidas que el vano temor no pue<strong>de</strong> atormentarme y cansado estoy<br />
<strong>de</strong> la esperanza en la inmortalidad como lo estoy <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> los<br />
reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto<br />
creo diferenciarme <strong>de</strong> todos los escritores pasados o futuros.<br />
Porque todo lo que se ha escrito hasta ahora lo fue para los dioses o<br />
para los hombres. Y sitúo entonces a los faraones también entre los
hombres, porque son nuestros semejantes en el odio y en el temor, en<br />
la pasión y en las <strong>de</strong>cepciones. No se distinguen en nada <strong>de</strong> nosotros,<br />
aun cuando se sitúen mil veces entre los dioses. Son hombres<br />
semejantes a los <strong>de</strong>más. Tienen el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> satisfacer su odio y <strong>de</strong><br />
escapar a su temor, pero este po<strong>de</strong>r no les salva la pasión ni las<br />
<strong>de</strong>cepciones, y cuanto ha sido escrito lo ha sido por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los reyes,<br />
para halagar a los dioses o para inducir fraudulentamente a los<br />
hombres a creer en lo que ha ocurrido. O bien para pensar que todo ha<br />
ocurrido <strong>de</strong> manera diferente <strong>de</strong> la verdad. En este sentido afirmo que<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pasado más remoto hasta nuestros días todo lo que ha sido<br />
escrito se escribió para los dioses y para los hombres.<br />
Todo vuelve a empezar y nada hay nuevo bajo el sol; el hombre no<br />
cambia aun cuando cambien sus hábitos y las palabras <strong>de</strong> su lengua.<br />
Los hombres revolotean alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mentira como las moscas<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />
un panal <strong>de</strong> miel, y las palabras <strong>de</strong>l narrador embalsaman como el<br />
incienso, pese a que esté en cuclillas sobre el estiércol en la esquina <strong>de</strong><br />
la calle; pero los hombres rehuyen la verdad.<br />
Yo, Sinuhé, hijo <strong>de</strong> Senmut, en mis días <strong>de</strong> vejez y <strong>de</strong> <strong>de</strong>cepción<br />
estoy hastiado <strong>de</strong> la mentira. Por esto escribo para mí solo, lo que he<br />
visto con mis propios ojos o comprobado como verdad. En esto me<br />
diferencio <strong>de</strong> cuantos han vivido antes que yo o vivirán <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mí.<br />
Porque el hombre que escribe y, más aún, el que hace grabar su<br />
nombre y sus actos sobre la piedra, vive con la esperanza <strong>de</strong> que sus<br />
palabras serán leídas y que la posteridad glorificará sus actos y su<br />
cordura. Pero nada hay que elogiar en mis palabras; mis actos son<br />
indignos <strong>de</strong> elogio, mi ciencia es amarga para el corazón y no complace<br />
a nadie. Los niños no escribirán mis frases sobre la tablilla <strong>de</strong> arcilla<br />
para ejercitarse en la escritura. Los hombres no repetirán mis palabras<br />
para enriquecerse con mi saber. Porque he renunciado a toda<br />
esperanza <strong>de</strong> ser jamás leído o comprendido.<br />
En su maldad, el hombre es más cruel y más endurecido que el<br />
cocodrilo <strong>de</strong>l río. Su corazón es más duro que la piedra. Su vanidad,<br />
más ligera que el polvo <strong>de</strong> los caminos. Sumérgelo en el río; una vez<br />
secas sus vestiduras será el mismo <strong>de</strong> antes. Sumérgelo en el dolor y la<br />
<strong>de</strong>cepción; cuando salga será el mismo <strong>de</strong> antes. He visto muchos<br />
cataclismos en mi vida, pero todo está como antes y el hombre no ha<br />
cambiado. Hay también gentes que dicen que lo que ocurre nunca es<br />
semejante a lo que ocurrió; pero esto no son más que vanas palabras.<br />
Yo, Sinuhé, he visto a un hijo asesinar a su padre en la esquina <strong>de</strong> la<br />
calle. He visto a los pobres levantarse contra los ricos, los dioses<br />
contra los dioses. He visto a un hombre que había bebido vino en<br />
copas <strong>de</strong> oro inclinarse sobre el río para beber agua con la mano. Los
que habían pesado el oro mendigaban por las callejuelas, y sus<br />
mujeres, para procurar pan a sus hijos, se vendían por un brazalete <strong>de</strong><br />
cobre a negros pintarrajeados.<br />
No ha ocurrido, pues, nada nuevo ante mis ojos, pero todo lo que ha<br />
sucedido acaecerá también en el porvenir. Lo mismo que el hombre no<br />
ha cambiado hasta ahora, tampoco cambiará en el porvenir. Los que<br />
me sigan serán semejantes a los que me han precedido. ¿Cómo<br />
podrían, pues, compren<strong>de</strong>r mi ciencia? ¿Por qué <strong>de</strong>searía yo que<br />
leyesen mis palabras?<br />
Pero yo, Sinuhé, escribo para mí, porque el saber me roe el corazón<br />
como un ácido y he perdido todo el júbilo <strong>de</strong> vivir. Empiezo a escribir<br />
durante el tercer año <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stierro en las playas <strong>de</strong> los mares<br />
orientales, don<strong>de</strong> los navíos se hacen a la mar hacia las tierras <strong>de</strong> Punt,<br />
cerca <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, cerca <strong>de</strong> las montañas don<strong>de</strong> antaño los reyes<br />
extraían la piedra para sus estatuas. Escribo porque el vino me es<br />
amargo al paladar. Escribo porque he perdido el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> divertirme<br />
con las mujeres, y ni el jardín ni el estanque <strong>de</strong> los peces causan<br />
regocijo a mis ojos. Durante las frías noches <strong>de</strong> invierno, una<br />
muchacha negra calienta mi lecho, pero no hallo con ella ningún<br />
placer. He echado a los cantores, y el ruido <strong>de</strong> los instrumentos <strong>de</strong><br />
cuerda y <strong>de</strong> las flautas <strong>de</strong>stroza mis oídos. Por esto escribo yo, Sinuhé,<br />
que no sé qué hacer <strong>de</strong> las riquezas ni <strong>de</strong> las copas <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> la mirra,<br />
<strong>de</strong>l ébano y <strong>de</strong>l marfil. Porque poseo todos estos bienes y <strong>de</strong> nada he<br />
sido <strong>de</strong>spojado. Mis esclavos siguen temiendo mi bastón, y los<br />
guardianes bajan la cabeza y ponen sus manos sobre las rodillas<br />
cuando yo paso. Pero mis pasos han sido limitados y jamás un navío<br />
abordará en la resaca. Por esto yo, Sinuhé, no volveré a respirar jamás<br />
el perfume <strong>de</strong> la tierra negra durante las noches <strong>de</strong> primavera, y por<br />
esto escribo.<br />
Y, sin embargo, mi nombre estuvo un día escrito en el libro <strong>de</strong> oro<br />
<strong>de</strong>l faraón, y habitaba el palacio dorado a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l rey. Mi<br />
palabra tenía más peso que la <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi; los<br />
nobles me enviaban regalos, y collares <strong>de</strong> oro adornaban mi cuello.<br />
Tenía cuanto un hombre pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sear, pero yo <strong>de</strong>seaba más <strong>de</strong> lo que<br />
un hombre pue<strong>de</strong> obtener. He aquí por qué estoy en este lugar. Fui<br />
<strong>de</strong>sterrado <strong>de</strong> Tebas en el sexto año <strong>de</strong>l reinado <strong>de</strong> Horemheb, con la<br />
amenaza <strong>de</strong> ser matado como un perro si osaba volver, ser aplastado<br />
como una rana entre dos piedras si jamás ponía el pie fuera <strong>de</strong> la tierra<br />
que me ha sido fijada como resi<strong>de</strong>ncia. Tal es la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l rey, <strong>de</strong>l<br />
faraón que fue un día mi amigo.<br />
Pero, ¿pue<strong>de</strong> acaso esperarse otra cosa <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> baja<br />
extracción que ha hecho borrar los nombres <strong>de</strong> los reyes en la lista <strong>de</strong><br />
sus antecesores para sustituirlos por los <strong>de</strong> sus parientes? He visto su
coronación. He visto colocar sobre su cabeza la tiara roja y la tiara<br />
blanca. Y seis años <strong>de</strong>spués me <strong>de</strong>sterró. Pero, según el cálculo <strong>de</strong> los<br />
escribas, era el trigésimo segundo año <strong>de</strong> su reinado. Cuanto se<br />
escribió entonces y ahora, ¿no es acaso ajeno a la verdad?<br />
A aquel que vivía <strong>de</strong> la verdad lo he <strong>de</strong>spreciado durante su vida a<br />
causa <strong>de</strong> su <strong>de</strong>bilidad, y he vuelto a encontrar el terror que sembraba<br />
en el país <strong>de</strong> Kemi a causa <strong>de</strong> su verdad. Ahora su venganza pesa sobre<br />
mí, porque yo también quiero vivir en la verdad, no por su dios, sino<br />
por mí mismo. La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga<br />
incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto, durante los días<br />
<strong>de</strong> su juventud y <strong>de</strong> su fuerza, el hombre huye <strong>de</strong> la verdad hacia las<br />
casas <strong>de</strong> placer y se ciega con el trabajo y con una actividad febril, con<br />
viajes y diversiones, con el po<strong>de</strong>r y las construcciones. Pero viene un<br />
día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el<br />
júbilo <strong>de</strong> pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo,<br />
en medio <strong>de</strong> sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su<br />
soledad. Yo, Sinuhé, escribo esto con plena conciencia <strong>de</strong> que mis<br />
actos han sido malos y mis caminos injustos, pero también con la<br />
certidumbre <strong>de</strong> que alguien obtendría <strong>de</strong> ello una lección para sí si por<br />
casualidad me leyere. Por esto escribo para mí mismo. ¡Que otros<br />
borren sus pecados en el agua sagrada <strong>de</strong> Amón! Yo, Sinuhé, me<br />
purifico escribiendo mis actos. ¡Que otros hagan pesar las mentiras <strong>de</strong><br />
su corazón en las balanzas <strong>de</strong> Osiris! Yo, Sinuhé, peso mi corazón con<br />
una brizna <strong>de</strong> junco.<br />
Pero antes <strong>de</strong> comenzar mi libro <strong>de</strong>jaré que mi corazón exhale su<br />
llanto. He aquí cómo mi corazón <strong>de</strong> <strong>de</strong>sterrado lamenta su dolor:<br />
Que el que ha bebido una vez agua <strong>de</strong>l Nilo aspire a volver a ver el<br />
Nilo, porque ninguna otra agua apagará su sed.<br />
Que el que ha nacido en Tebas aspire a volver a Tebas, porque en el<br />
mundo no existe ninguna otra villa parecida a ésta. Que el que ha<br />
nacido en una callejuela tebaida aspire a volver a ver esta callejuela; en<br />
un palacio <strong>de</strong> cedro echará <strong>de</strong> menos su cabaña <strong>de</strong> arcilla; en el<br />
perfume <strong>de</strong> la mirra y <strong>de</strong> los buenos ungüentos aspira el olor <strong>de</strong>l fuego<br />
<strong>de</strong> boñiga seca y <strong>de</strong>l pescado frito.<br />
Cambiaría mi copa <strong>de</strong> oro por el tarro <strong>de</strong> arcilla <strong>de</strong>l pobre si tan sólo<br />
pudiese hollar <strong>de</strong> nuevo el suave terruño <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi. Cambiaría<br />
mis vestiduras <strong>de</strong> lino por la piel endurecida <strong>de</strong>l esclavo si tan sólo<br />
pudiese oír aún el murmullo <strong>de</strong> los cañaverales <strong>de</strong>l río bajo la brisa <strong>de</strong><br />
la primavera.<br />
El Nilo se <strong>de</strong>sborda, como joyas las villas emergen <strong>de</strong> su agua ver<strong>de</strong>,<br />
las golondrinas vuelven, las grullas caminan por el fango, pero yo<br />
estoy ausente. ¿Por qué no seré una golondrina, porqué no seré una
grulla <strong>de</strong> alas vigorosas para po<strong>de</strong>r volar ante mis guardianes hacia el<br />
país <strong>de</strong> Kemi?<br />
Construiría mi nido sobre las columnas policromadas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong><br />
Amón, en el resplandor fulgurante y dorado <strong>de</strong> los obeliscos, en el<br />
perfume <strong>de</strong>l incienso y <strong>de</strong> las víctimas <strong>de</strong> los sacrificios. Construiría mi<br />
nido sobre el techo <strong>de</strong> una pobre cabaña <strong>de</strong> barro. Los bueyes tiran <strong>de</strong><br />
las carretas, los artesanos pegan el papel <strong>de</strong> caña, los merca<strong>de</strong>res<br />
vocean sus mercancías, el escarabajo va empujando su bola <strong>de</strong><br />
estiércol sobre el camino empedrado.<br />
Clara era el agua <strong>de</strong> mi juventud, dulce era mi locura. Amargo y<br />
ácido es el vino <strong>de</strong> mi vejez, y el pan <strong>de</strong> miel más exquisito no vale el<br />
duro mendrugo <strong>de</strong> mi pobreza. ¡Años, dad la vuelta y volved! ¡Amón,<br />
recorre el cielo <strong>de</strong> Poniente a Levante a fin <strong>de</strong> que vuelva a encontrar<br />
mi juventud! No puedo cambiar una sola palabra, no puedo modificar<br />
ningún acto. ¡Oh, esbelta pluma <strong>de</strong> caña, oh, suave papel <strong>de</strong> caña,<br />
<strong>de</strong>volvedme mis vanas acciones, mi juventud y mi locura!<br />
He aquí lo que ha escrito Sinuhé, <strong>de</strong>sterrado, más pobre que todos<br />
los pobres <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi.<br />
Senmut, a quien yo llamaba mi padre, era médico <strong>de</strong> los pobres en<br />
Tebas. Kipa, a quien yo llamaba mi madre, era su esposa. No tenían<br />
hijos. En los días <strong>de</strong> su vejez me recogieron. En su simplicidad <strong>de</strong>cían<br />
que yo era un regalo <strong>de</strong> los dioses, sin que pudieran darse cuenta <strong>de</strong><br />
todas las calamida<strong>de</strong>s que este regalo les iba a causar. Kipa me llamó<br />
Sinuhé según una leyenda, porque le gustaban las narraciones y<br />
pensaba que también yo había llegado huyendo los peligros, como<br />
Sinuhé el legendario que, habiendo escuchado por <strong>de</strong>scuido un terrible<br />
secreto en la tienda <strong>de</strong>l faraón, huyó a países extranjeros don<strong>de</strong> vivió<br />
largos años y tuvo toda clase <strong>de</strong> aventuras.<br />
Pero no era más que un producto <strong>de</strong> su imaginación infantil, y<br />
esperaba que sabría huir los peligros para evitar los fracasos. Por esto<br />
me llamó Sinuhé. Pero los sacerdotes <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong>cían que era un<br />
presagio. Acaso fuera ésta la razón por la cual mi nombre me llevó a<br />
peligros y aventuras en tierras extranjeras. Mi nombre me valió<br />
conocer terribles secretos, secretos <strong>de</strong> reyes y sus esposas, que pue<strong>de</strong>n<br />
acarrear la muerte. Finalmente, mi nombre hizo <strong>de</strong> mí un <strong>de</strong>sterrado.<br />
Pero la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la buena Kipa al bautizarme así no es más infantil<br />
que imaginarse que el nombre ejerce alguna influencia sobre el <strong>de</strong>stino<br />
<strong>de</strong>l hombre. Mi suerte hubiera sido la misma si me hubiese llamado<br />
Kepru, Kafrán o Mosé, estoy convencido. No se pue<strong>de</strong>, sin embargo,<br />
2
negar que Sinuhé fue <strong>de</strong>sterrado, mientras Heb, el hijo <strong>de</strong>l halcón, era<br />
coronado con la Doble Corona bajo el nombre <strong>de</strong> Horemheb como<br />
soberano <strong>de</strong>l Alto y Bajo país. Por esto cada uno es libre <strong>de</strong> pensar lo<br />
que quiera sobre el presagio <strong>de</strong> los nombres. Cada cual busca en sus<br />
creencias un consuelo a las contrarieda<strong>de</strong>s y reveses <strong>de</strong> la vida.<br />
Nací durante el reinado <strong>de</strong>l gran faraón Amenhotep III, y el mismo<br />
año nació Aquel que quiso vivir <strong>de</strong> la verdad y cuyo nombre no <strong>de</strong>be<br />
ser pronunciado, porque es un nombre maldito, aun cuando entonces<br />
no lo supiese nadie. Por esto una gran alegría reinó en el palacio<br />
cuando su nacimiento, y el rey ofreció gran<strong>de</strong>s sacrificios en el gran<br />
templo <strong>de</strong> Amón, y el pueblo se regocijaba sin darse cuenta <strong>de</strong> lo que<br />
iba a ocurrir. La reina Titi había esperado en vano un hijo pese a que<br />
hubiese sido la real esposa durante veintidós años y que su nombre<br />
hubiese sido grabado al lado <strong>de</strong>l rey en templos y estatuas. Por esto<br />
Aquel, cuyo nombre no <strong>de</strong>be ser ya mencionado, fue proclamado<br />
solemnemente<br />
here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r real en cuanto los sacerdotes lo hubieron<br />
circuncidado.<br />
Pero él nació en primavera, en la época <strong>de</strong> las siembras, mientras yo<br />
había venido al mundo el otoño prece<strong>de</strong>nte, en la más fuerte <strong>de</strong> las<br />
inundaciones. Pero ignoro la fecha <strong>de</strong> mi nacimiento, porque llegué<br />
por el Nilo en una pequeña cesta <strong>de</strong> cañas calafateada con pez, y mi<br />
madre me encontró en los cañaverales <strong>de</strong> la ribera, en el umbral <strong>de</strong> su<br />
casa, don<strong>de</strong> me había <strong>de</strong>positado la crecida <strong>de</strong>l río. Las golondrinas<br />
acababan <strong>de</strong> llegar y piaban sobre mi cabeza, pero yo permanecía<br />
silencioso y me creyó muerto. Me llevó a casa y me calentó cerca <strong>de</strong>l<br />
hogar y me sopló en la boca hasta que comencé a llorar.<br />
Mi padre regresó <strong>de</strong> visitar a sus enfermos y trajo dos patos y un<br />
celemín <strong>de</strong> harina. Oyó mi llanto y creyó que Kipa había encontrado<br />
un gatito y comenzó a dirigirle reproches. Pero mi madre dijo:<br />
-No es un gato, he recibido un hijo. ¡Regocíjate, Senmut, marido<br />
mío, porque tenemos un hijo!<br />
Mi padre se enfadó y la trató <strong>de</strong> lechuza, pero Kipa le mostró mi<br />
<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y se compa<strong>de</strong>ció. Así fue como me adoptaron y Kipa hizo<br />
creer a los vecinos que había dado a luz. Era una falsa vanidad y no sé<br />
si fueron muchos los que lo creyeron. Pero Kipa suspendió la cesta <strong>de</strong><br />
cañas en el techo, sobre mi cuna. Mi padre tomó su mejor vaso <strong>de</strong><br />
cobre y me llevó al templo para inscribirme entre los vivos como hijo<br />
suyo y <strong>de</strong> Kipa. El mismo procedió a mi circuncisión, porque era<br />
médico y temía la cuchilla <strong>de</strong> los sacerdotes que <strong>de</strong>ja llagas purulentas.<br />
Por esto no permitió que los sacerdotes me tocaran. Pero acaso lo<br />
hiciese también por economía, porque siendo como era médico <strong>de</strong><br />
pobres, distaba mucho <strong>de</strong> ser rico.
Cierto es que todas estas cosas me han sido referidas por mi padre y<br />
por mi madre y no las he visto ni oído, pero no tengo ninguna razón<br />
para creer que me hayan engañado. Durante toda mi infancia creí<br />
siempre que eran mis verda<strong>de</strong>ros padres y ningún dolor ensombreció<br />
mis días. No me dijeron la verdad hasta que me cortaron mis bucles <strong>de</strong><br />
niño y me convertí en un adolescente. Lo hicieron porque temían y<br />
respetaban a los dioses, y mi padre no quería que viviese toda mi vida<br />
en la mentira.<br />
Pero jamás pu<strong>de</strong> saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había venido ni quiénes eran mis<br />
verda<strong>de</strong>ros padres. Creo, sin embargo, po<strong>de</strong>r adivinarlo por lo que<br />
explicaré más tar<strong>de</strong>, aun cuando no sea más que una mera suposición.<br />
Lo que sí sé seguro es que no soy el único en haber bajado por el<br />
Nilo en una cuna calafateada con pez. Tebas, con sus templos y sus<br />
palacios, era en efecto una gran ciudad y las cabañas <strong>de</strong> los pobres se<br />
extendían hasta el infinito, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los templos y los palacios. En<br />
los tiempos <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones, Egipto había sometido a muchos<br />
países y con la gran<strong>de</strong>za y las riquezas las costumbres habían<br />
evolucionado; los extranjeros acudieron a Tebas como merca<strong>de</strong>res y<br />
artesanos y edificaron también templos a sus dioses. De la misma<br />
manera que el lujo, la riqueza y el esplendor reinaban en los palacios y<br />
los templos, la pobreza asediaba las cabañas <strong>de</strong> sus alre<strong>de</strong>dores.<br />
Muchos pobres abandonaban a sus hijos y más <strong>de</strong> una esposa rica,<br />
cuyo marido estaba <strong>de</strong> viaje, confiaba al río el fruto <strong>de</strong> sus ilícitos<br />
amores. Yo había sido quizás abandonado por la esposa <strong>de</strong> un<br />
pescador que había engañado a su marido con un merca<strong>de</strong>r sirio;<br />
acaso fuese hijo <strong>de</strong> extranjeros, puesto que no me habían circuncidado<br />
a mi nacimiento. Cuando me hubieron cortado mis bucles y mi madre<br />
los hubo encerrado en un cofre <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con mi primera sandalia,<br />
contemplé durante largo rato la barquita <strong>de</strong> cañas que me mostraba.<br />
Las cañas estaban amarillentas y rotas, sucias por el hollín <strong>de</strong>l hogar.<br />
Las cañas estaban sujetas con nudos <strong>de</strong> pajarero; esto era lo único que<br />
revelaba a mis padres. Así fue como mi corazón recibió la primera<br />
herida.<br />
Al aproximase la vejez, mi espíritu goza volando como un pájaro<br />
hacia los días <strong>de</strong> mi infancia. En mi memoria mi infancia brilla con un<br />
resplandor como si entonces todo hubiese sido mejor y más bello que<br />
3
ahora. Sobre este punto no hay diferencia entre ricos y pobres, porque<br />
no hay ciertamente nadie, por pobre que sea, cuya infancia no encierre<br />
algún <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> júbilo y <strong>de</strong> luz al evocarla en sus viejos días.<br />
Mi padre Senmut vivía cerca <strong>de</strong> los muros <strong>de</strong>l templo, en el barrio<br />
bullicioso y pobre <strong>de</strong> la villa. No lejos <strong>de</strong><br />
su casa se extendían los muelles <strong>de</strong> río arriba don<strong>de</strong> los barcos <strong>de</strong>l Nilo<br />
<strong>de</strong>scargaban sus mercancías. En los<br />
callejones estrechos los tugurios <strong>de</strong> vino y <strong>de</strong> cerveza acogían a los<br />
marineros, y había también casas <strong>de</strong> lenocinio a las que algunas veces<br />
los ricos <strong>de</strong> la villa se hacían llevar en sus literas. Nuestros vecinos<br />
eran perceptores, suboficiales, patronos <strong>de</strong> barcas y algunos<br />
sacerdotes <strong>de</strong> quinto or<strong>de</strong>n. Estos formaban con mi padre la<br />
aristocracia <strong>de</strong> este barrio pobre, <strong>de</strong> la misma manera que un muro<br />
emerge sobre la superficie <strong>de</strong>l agua.<br />
Nuestra casa era vasta en comparación con las casuchas <strong>de</strong> barro<br />
que flanqueaban en hileras <strong>de</strong>soladas los estrechos callejones.<br />
Teníamos incluso un jardincillo <strong>de</strong> algunos pasos en el que crecía un<br />
sicómoro plantado por mi padre. Matojos <strong>de</strong> acacias lo separaban <strong>de</strong> la<br />
calle y había una especie <strong>de</strong> estanque <strong>de</strong> piedra que sólo se llenaba <strong>de</strong><br />
agua cuando las crecidas <strong>de</strong>l río. Teníamos cuatro habitaciones, en una<br />
<strong>de</strong> las cuales mi madre preparaba la comida. Esta la tomábamos en la<br />
terraza a la que se tenía acceso también <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el gabinete <strong>de</strong> consulta<br />
<strong>de</strong> mi padre. Dos veces por semana ayudaba a mi madre una mujer <strong>de</strong><br />
faenas, porque le gustaba el aseo. Una lavan<strong>de</strong>ra iba a buscar la ropa<br />
sucia una vez por semana para ir a lavarla al río.<br />
En este suburbio pobre, agitado e invadido por los extranjeros y<br />
cuya corrupción sólo me fue revelada durante mi adolescencia, mi<br />
padre y sus vecinos representaban las tradiciones y las viejas<br />
costumbres respetables. Cuando las costumbres se habían relajado ya<br />
en la ciudad entre los ricos Y los nobles, él y sus vecinos permanecían<br />
imperturbablemente aferrados al viejo Egipto, al respeto <strong>de</strong> los dioses,<br />
a la limpieza <strong>de</strong> corazón y al <strong>de</strong>sinterés. Parecía que, en oposición a su<br />
barrio y a las gentes en medio <strong>de</strong> las cuáles tenían que vivir y ejercer<br />
su profesión, quisiesen subrayar con sus costumbres y su actitud el<br />
hecho <strong>de</strong> no pertenecer a la misma clase.<br />
Pero, ¿a qué contar estas cosas que no he comprendido hasta más<br />
tar<strong>de</strong>? ¿Por qué no evocar en su lugar el tronco rugoso <strong>de</strong>l sicómoro y<br />
el ruido <strong>de</strong> sus hojas mientras me resguardaba bajo su sombra <strong>de</strong>l<br />
ardor <strong>de</strong>l sol? ¿Por qué no recordar mi mejor juguete, un cocodrilo <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra que yo arrastraba con un cor<strong>de</strong>l por la calle empedrada,<br />
abriendo su boca pintada <strong>de</strong> rojo? Los hijos <strong>de</strong> los vecinos se <strong>de</strong>tenían<br />
llenos <strong>de</strong> admiración. Me Procuré muchos bizcochos
<strong>de</strong> miel, muchas piedras brillantes y muchos hilos <strong>de</strong> cobre <strong>de</strong>jándolos<br />
jugar con el cocodrilo. Sólo los hijos <strong>de</strong> los nobles poseían juguetes<br />
parecidos, pero mi padre lo había recibido <strong>de</strong> un carpintero real a<br />
quien curó un absceso que le impedía sentarse.<br />
Por la mañana mi madre me llevaba al mercado. No tenía gran cosa<br />
que comprar, pero podía consagrar el tiempo <strong>de</strong> una clepsidra<br />
regateando un manojo <strong>de</strong> cebollas, o una semana entera para la<br />
elección <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> zapatos. Se adivinaba por sus palabras que<br />
estaba en situación <strong>de</strong>sahogada y que no quería más que primera<br />
calidad. Pero si no compraba todo lo que cautivaba su mirada era<br />
porque quería educarme en un espíritu <strong>de</strong> economía. Como ella <strong>de</strong>cía:<br />
«El rico no es el que posee oro y plata, sino el que se contenta con<br />
poco.» Así hablaba, pero al mismo tiempo sus ojos cansados<br />
admiraban las telas <strong>de</strong> lana <strong>de</strong> colores <strong>de</strong> Sidón y <strong>de</strong> Biblos, leves y<br />
ligeras como plumas. Sus manos oscuras y endurecidas por los<br />
trabajos acariciaban las joyas <strong>de</strong> marfil y las plumas <strong>de</strong> avestruz. Todo<br />
aquello no era más que vanidad y cosas superfluas, asegurábase a sí<br />
misma. Pero mi espíritu infantil se rebelaba contra estas enseñanzas y<br />
hubiera querido poseer un mono que pasara sus brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />
cuello <strong>de</strong> su dueño o un pájaro <strong>de</strong> brillante plumaje que gritara<br />
palabras sirias o egipcias. Tampoco hubiese tenido nada que <strong>de</strong>cir<br />
contra unos collares o unas sandalias <strong>de</strong> hebilla dorada. Sólo mucho<br />
más tar<strong>de</strong> comprendí que la pobre Kipa quiso apasionadamente ser<br />
rica.<br />
Pero como no era más que la esposa <strong>de</strong> un médico <strong>de</strong> pobres,<br />
apaciguaba sus sueños con relatos. Por la noche, antes <strong>de</strong> dormir, me<br />
contaba en voz baja todas las leyendas que conocía. Me hablaba <strong>de</strong><br />
Sinuhé y el náufrago que traía <strong>de</strong> casa <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> las serpientes tesoros<br />
fabulosos. Hablaba <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> los hechiceros, <strong>de</strong> los<br />
encantadores y <strong>de</strong> los antiguos faraones. Mi padre refunfuñaba<br />
algunas veces y <strong>de</strong>cía que me llenaba el espíritu <strong>de</strong> vacieda<strong>de</strong>s y<br />
fantasías, pero en cuanto había empezado a roncar, Kipa reanudaba su<br />
narración, tanto para su placer como para el mío. Recuerdo aquellas<br />
noches tórridas <strong>de</strong> verano en las que la casa abrasaba el cuerpo<br />
<strong>de</strong>snudo y el sueño no venía; oigo todavía su voz baja y soñolienta, <strong>de</strong><br />
nuevo, estoy en seguridad cerca <strong>de</strong> mi madre. Mi verda<strong>de</strong>ra madre no<br />
hubiera podido ser para mí más dulce y más tierna que la simple y<br />
supersticiosa Kipa, en cuya casa los narradores ciegos o lisiados tenían<br />
seguridad <strong>de</strong> encontrar una buena comida.<br />
Los cuentos me divertían el espíritu y me servían <strong>de</strong> contrapeso<br />
contra la calle bulliciosa, hogar <strong>de</strong> moscas, lugar impregnado <strong>de</strong><br />
innumerables olores y pestilencias. A veces, viniendo <strong>de</strong>l puerto, el<br />
aroma salobre, <strong>de</strong>l cedro y <strong>de</strong> la resina invadían el callejón. O bien una
gota <strong>de</strong> perfume caía <strong>de</strong> la litera <strong>de</strong> una mujer noble que se inclinaba<br />
para regañar a la chiquillería. Por la tar<strong>de</strong>, cuando la barca dorada <strong>de</strong><br />
Amón <strong>de</strong>scendía hacia las colinas <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong> todas las terrazas y<br />
<strong>de</strong> todas las cabañas salía el olor a pescado frito que se mezclaba con<br />
los efluvios <strong>de</strong>l pan fresco. Este olor <strong>de</strong> barrio pobre <strong>de</strong> Tebas, aprendí<br />
a amarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi infancia y no lo he olvidado jamás.<br />
Durante las comidas recibí también las primeras lecciones <strong>de</strong> mi<br />
padre. Con un paso fatigado atravesaba el jardincillo o salía <strong>de</strong> su<br />
dormitorio con las ropas oliendo a medicina y pomadas. Mi madre le<br />
vertía agua en las manos y nos sentábamos en unos taburetes mientras<br />
ella nos servía. Por la calle pasaba un bullicioso grupo <strong>de</strong> marineros<br />
borrachos <strong>de</strong> cerveza que golpeaban las pare<strong>de</strong>s con sus bastones y se<br />
<strong>de</strong>tenían para hacer sus necesida<strong>de</strong>s bajo nuestras acacias. Hombre<br />
pru<strong>de</strong>nte, mi padre no protestaba. Pero cuando los marineros se<br />
habían alejado, me <strong>de</strong>cía:<br />
-Sólo un miserable negro o un puerco sirio es capaz <strong>de</strong> hacer sus<br />
necesida<strong>de</strong>s en la calle. Un egipcio las hace en el interior.<br />
O bien <strong>de</strong>cía aún:<br />
-El vino es un don <strong>de</strong> los dioses si se usa con mo<strong>de</strong>ración. Un vaso<br />
no hace daño a nadie, dos hacen un charlatán, pero quien vacía la<br />
jarra entera se <strong>de</strong>spierta en el arroyo <strong>de</strong>snudo y lleno <strong>de</strong><br />
contusiones.<br />
Algunas veces un perfume violento llegaba hasta la terraza cuando<br />
pasaba una mujer <strong>de</strong> cuerpo adornado con telas transparentes,<br />
pintadas las mejillas, las pestañas y los labios, y llevando en los ojos<br />
un brillo húmedo que no se ve nunca en los <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong>centes.<br />
Mientras la contemplaba con fascinación, mi padre me <strong>de</strong>cía con tono<br />
grave:<br />
-Ten cuidado con las mujeres que te dirijan palabras lisonjeras y<br />
traten <strong>de</strong> atraerte a sus casas, porque su corazón es una red y una<br />
trampa y su seno quema con mayor ardor que el fuego.<br />
¿Es acaso sorpren<strong>de</strong>nte que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estas enseñanzas haya<br />
sentido horror hacia las jarras <strong>de</strong> vino y hacia las bellas mujeres que<br />
no se parecen a las otras? Porque al mismo tiempo veía en ellas todo el<br />
encanto peligroso <strong>de</strong> lo que asusta.<br />
Des<strong>de</strong> mi infancia mi padre me permitió asistir a sus consultas. Me<br />
mostró sus instrumentos, sus cuchillos y sus botes <strong>de</strong> medicinas,<br />
explicándome cómo utilizarlos. Mientras examinaba a un enfermo, yo<br />
permanecía a su lado tendiéndole una taza <strong>de</strong> agua, vendajes,<br />
ungüentos o vinos. Mi madre, como todas las mujeres, no podía ver los<br />
abscesos y las heridas Y jamás aprobó mi infantil interés por las<br />
enfermeda<strong>de</strong>s. Un chiquillo no compren<strong>de</strong> los dolores ni los<br />
sufrimientos hasta haberlos experimentado. Abrir un absceso era para
mí una operación apasionante y hablaba con orgullo a los <strong>de</strong>más<br />
chiquillos <strong>de</strong> todo lo que había visto, para suscitar su admiración. En<br />
cuanto llegaba un enfermo, seguía atentamente los a<strong>de</strong>manes y<br />
preguntas <strong>de</strong> mi padre hasta el momento en que <strong>de</strong>cía: «La<br />
enfermedad es curable.» O bien: «Voy a cuidarlo.» Pero había también<br />
casos en que no creía que pudiese sanar; en este caso escribía unas<br />
palabras sobre un trozo <strong>de</strong> papiro y mandaba al enfermo a la Casa <strong>de</strong><br />
la Vida, en el templo. Después lanzaba un suspiro, movía la cabeza y<br />
exclamaba: «¡Pobre hombre!»<br />
No todos los enfermos <strong>de</strong> mi padre eran pobres. De las casas <strong>de</strong><br />
placer le llevaban algunas veces, por la noche, algún hombre con<br />
vestiduras <strong>de</strong> lino, y los capitanes <strong>de</strong> navíos sirios iban a verlo por un<br />
absceso o un dolor <strong>de</strong> muelas. Por esto no me sorprendió ver un día a<br />
la esposa <strong>de</strong>l droguero entrar en casa <strong>de</strong> mi padre con todas sus joyas.<br />
Suspiró, gimió y enumeró todas sus penas a mi padre, que la<br />
escuchaba atentamente. Quedé muy <strong>de</strong>cepcionado cuando le vi coger<br />
el trozo <strong>de</strong> papiro para escribir, porque había esperado que la pudiese<br />
curar, lo cual nos hubiera procurado muchas golosinas. Esta vez fui yo<br />
quien, lanzando un suspiro, moví la cabeza y exclamé: «¡Pobre mujer!<br />
La enferma tuvo un sobresalto y dirigió a mi padre una mirada<br />
asustada. Pero mi padre cogió algunos caracteres antiguos y unos<br />
dibujos <strong>de</strong> un viejo papiro usado, vertió aceite y vino en una copa e<br />
hizo macerar el papel hasta que la tinta se hubo disuelto en el vino;<br />
vertió <strong>de</strong>spués la poción recomendando a la mujer que la tomase en<br />
cuanto tuviese dolor <strong>de</strong> cabeza o <strong>de</strong> estómago. Cuando salió dirigí una<br />
mirada <strong>de</strong> asombro a mi padre. El quedó confundido, tosió<br />
ligeramente y me dijo:<br />
-Hay muchas enfermeda<strong>de</strong>s a las que la tinta, utilizada como<br />
remedio, pue<strong>de</strong> curar.<br />
No dijo nada más, pero al cabo <strong>de</strong> un rato, a media voz, añadió:<br />
-En ningún caso este remedio pue<strong>de</strong> hacer daño al enfermo.<br />
A los siete años recibí la vestidura <strong>de</strong> adolescente, que ciñe los<br />
riñones, y mi madre me llevó al templo a asistir a un sacrificio. El<br />
templo <strong>de</strong> Amón en Tebas era entonces el más importante <strong>de</strong> todo<br />
Egipto. Una avenida flanqueada <strong>de</strong> esfinges con cabeza <strong>de</strong> macho<br />
cabrío se dirigía a través <strong>de</strong> la villa y el estanque <strong>de</strong> la diosa lunar<br />
hasta el templo, cuyo recinto estaba formado por muros po<strong>de</strong>rosos y<br />
era como una villa <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la villa. En la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> un pilón alto<br />
como una colina flotaban oriflamas abigarrados, y las estatuas<br />
gigantes <strong>de</strong> los reyes montaban la guardia a cada lado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong><br />
cobre.<br />
Franqueamos la puerta y los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Libros <strong>de</strong> los Muertos<br />
comenzaron a solicitar a mi madre y a someterle sus ofertas
murmurando o gritando. Me llevó a ver los talleres <strong>de</strong> los tallistas y las<br />
estatuillas <strong>de</strong> esclavos y servidores que, gracias a los encantamientos<br />
<strong>de</strong> los sacerdotes, trabajarían en el más allá por sus dueños sin que<br />
éstos tuviesen que mover ni un <strong>de</strong>do. Pero, ¿a qué hablar <strong>de</strong> lo que<br />
todo el mundo sabe, puesto que todo está restablecido y el corazón<br />
humano no cambia? Mi madre pagó la suma exigida para po<strong>de</strong>r asistir<br />
al sacrificio, y vi a los sacerdotes <strong>de</strong> blancas vestiduras inmolar y<br />
<strong>de</strong>scuartizar un buey que llevaba entre los cuernos un sello<br />
atestiguando que era inmaculado y no tenía un solo pelo negro. Los<br />
sacerdotes estaban gordos y sus cabezas afeitadas relucían <strong>de</strong> aceite.<br />
Cerca <strong>de</strong> doscientas personas asistían al sacrificio y los sacerdotes, sin<br />
prestarles la menor atención, discutían entre ellos. En cuanto a mí,<br />
examinaba las imágenes guerreras sobre las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l templo y<br />
admiraba las columnas gigantescas. Y no comprendía la emoción <strong>de</strong><br />
mi madre que, con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas, me llevaba a casa. Me<br />
quitó mis zapatos y me dio unas sandalias nuevas que eran incómodas<br />
y me hicieron daño en los pies hasta que me hube acostumbrado.<br />
Después <strong>de</strong> la comida, mi padre puso su hábil mano sobre mi<br />
cabeza y acarició los bucles <strong>de</strong> mis sienes.<br />
-Tienes siete años, Sinuhé -me dijo-, <strong>de</strong>bes elegir una carrera.<br />
-Quiero ser soldado -dije yo en el acto.<br />
No comprendí su expresión <strong>de</strong>cepcionada. Porque los mejores<br />
juegos <strong>de</strong> muchachos en las calles son militares; había visto a los<br />
soldados ejercitarse en la lucha <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los cuarteles; había visto los<br />
carros <strong>de</strong> combate salir <strong>de</strong> la villa para hacer maniobras, con sus<br />
ruedas ruidosas y sus colgantes oriflamas. No podía existir carrera más<br />
brillante y honorable que la carrera <strong>de</strong> las armas. Un soldado no<br />
necesita saber escribir, y ésta era para mí la razón principal <strong>de</strong> mi<br />
elección, porque mis camaradas me habían contado cosas terribles<br />
sobre las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la escritura y la crueldad <strong>de</strong> los maestros que<br />
le arrancaban a uno los cabellos si tenía la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> romper la<br />
tablilla o el estilete.<br />
Mi padre no <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> estar muy dotado durante su infancia, <strong>de</strong> lo<br />
contrario hubiera llegado a algo más que médico <strong>de</strong> los pobres. Pero<br />
era concienzudo y no perjudicaba a sus enfermos y con el curso <strong>de</strong> los<br />
años había llegado a acumular experiencia, Sabía también cuán<br />
sensible y obstinado yo era, pero no protestó <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>cisión.<br />
Pero al cabo <strong>de</strong> un rato pidió a mi madre una jarra vacía, entró en su<br />
habitación y vertió en ella vino ordinario.<br />
-Ven, Sinuhé -dijo llevándome hacia la ribera.<br />
Yo le seguí sorprendido. En el muelle se <strong>de</strong>tuvo para observar una<br />
barcaza <strong>de</strong> la cual unos hombres sudorosos,<br />
con la espalda encorvada, sacaban mercancías embaladas en telas<br />
cosidas. El sol se ocultaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las colinas sobre la Villa <strong>de</strong> los
Muertos; nosotros estábamos saciados, pero los hombres seguían<br />
<strong>de</strong>scargando, ja<strong>de</strong>antes los flancos y cubiertos <strong>de</strong> sudor. El capataz los<br />
excitaba con su látigo y, tranquilamente sentado bajo un toldo, un<br />
escriba iba anotando la carga.<br />
-¿Quisieras ser como ellos? -preguntó mi padre.<br />
La pregunta me pareció estúpida y no contesté, pero miré a mi padre<br />
sorprendido, porque nadie podía querer ser como aquellos hombres. -<br />
Trabajan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> primera hora <strong>de</strong>l día hasta tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> la noche -dijo mi<br />
padre Senmut-. Su piel está curtida como la <strong>de</strong>l cocodrilo, sus manos<br />
son rudas como las patas <strong>de</strong>l cocodrilo. Sólo por la noche pue<strong>de</strong>n<br />
regresar a su casa <strong>de</strong> barro y su alimentación es un trozo <strong>de</strong> pan, una<br />
cebolla y un sorbo <strong>de</strong> cerveza agria. Esta es la vida <strong>de</strong> los<br />
<strong>de</strong>scargadores. Esta es también la <strong>de</strong>l labrador. Tal es la <strong>de</strong> todos los<br />
que trabajan con sus manos. Tal vez no los envidiarás.<br />
Volví la cabeza y lo miré sorprendido. Yo quería ser soldado y no<br />
cargador o abrir surcos en la tierra, regar los campos o ser pastor<br />
mugriento. –<br />
Padre -dije yo mientras andábamos-, la vida <strong>de</strong>l soldado es bella.<br />
Viven en los cuarteles y comen bien; por la noche beben vino en las<br />
casas <strong>de</strong> placer y las mujeres los ven con benevolencia. Los mejores<br />
<strong>de</strong> entre ellos llevan una ca<strong>de</strong>na al cuello aunque no sepan escribir.<br />
De sus expediciones traen botín y esclavos que trabajan por ellos y<br />
ejercen un oficio por cuenta <strong>de</strong> ellos. ¿Por qué no sería yo soldado?<br />
Mi padre no contestó, pero apresuró el paso. Cerca <strong>de</strong> un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong><br />
inmundicias, en medio <strong>de</strong> un enjambre <strong>de</strong> moscas que revoloteaban en<br />
torno a nosotros, se inclinó para dirigir una mirada a una cabaña baja.<br />
-Inteb, amigo mío, ¿estás ahí? -dijo.<br />
Un viejo, lleno <strong>de</strong> mugre, con el brazo <strong>de</strong>recho amputado a la altura<br />
<strong>de</strong>l hombro y cubierto por un trozo <strong>de</strong> tela roída por la grasa, salió<br />
apoyándose en un palo. Su rostro estaba <strong>de</strong>scarnado y surcado <strong>de</strong><br />
arrugas; no tenía dientes.<br />
-¿Es... es verda<strong>de</strong>ramente Inteb? -pregunté suavemente a mi<br />
padre, dirigiendo a la vez una mirada <strong>de</strong> pavor a aquel hombre.<br />
Porque Inteb era un héroe que había combatido en las campañas<br />
<strong>de</strong> Tuthmosis III, el más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> los faraones,<br />
en Siria, y se contaban muchas historias sobre sus proezas y las<br />
recompensas que había recibido.<br />
El anciano levantó la mano para hacer un saludo militar y mi padre<br />
le tendió la jarra <strong>de</strong> vino. Se sentaron en el suelo, porque Inteb no<br />
tenía siquiera un banco en su casa, y con mano temblorosa se llevó la<br />
jarra a los labios y bebió ávidamente el vino sin verter una sola gota.<br />
-Mi hijo Sinuhé quiere ser soldado -dijo mi padre sonriendo-. Te lo<br />
he traído porque eres el único superviviente <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> las
gran<strong>de</strong>s guerras, a fin <strong>de</strong> que le hables <strong>de</strong> la vida magnífica y <strong>de</strong> las<br />
hazañas <strong>de</strong> los soldados.<br />
-¡Por Seth y Baal y todos los diablos! -gritó el viejo con una risa<br />
aguda y entornando los ojos para verme mejor-. ¿Estás loco?<br />
Su boca <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada, sus ojos apagados, el muñón <strong>de</strong> su brazo y su<br />
pecho arrugado y sucio eran tan espantosos que me refugié <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
mi padre y le agarré por la manga. .<br />
-¡Muchacho, muchacho! -exclamaba Inteb, ahogándose <strong>de</strong> risa-. Si<br />
tuviese un sorbo <strong>de</strong> vino por cada maldición que he lanzado contra mi<br />
vida y contra el triste <strong>de</strong>stino que hizo <strong>de</strong> mí un soldado, podría llenar<br />
el lago que el faraón ha hecho excavar para divertir a su mujer. No lo<br />
he visto, porque no tengo medios para hacerme transportar más allá<br />
<strong>de</strong>l río, pero no me cabe duda <strong>de</strong> que el lago se llenaría y sobraría vino<br />
todavía para embriagar a todo el ejército.<br />
De nuevo bebió un largo trago.<br />
-Pero... -dije yo temblando-, el oficio <strong>de</strong> soldado es el más glorioso<br />
<strong>de</strong> todos.<br />
-La gloria y el renombre -dijo Inteb el héroe- es sencillamente<br />
estiércol, estiércol para alimentar las moscas.<br />
Toda mi vida he contado historias sobre la guerra y mis hazañas, para<br />
sacarles un poco <strong>de</strong> vino a los papanatas que me escuchaban con la<br />
boca abierta, pero tu padre es un hombre honrado y no quiero<br />
engañarlo. Por esto te digo, muchacho, que <strong>de</strong> todos los oficios el <strong>de</strong><br />
soldado es el más horrible y miserable.<br />
El vino borraba las arrugas <strong>de</strong> su rostro y daba brillo a sus ojos <strong>de</strong><br />
anciano. Se sentó y se llevó a la garganta su única mano.<br />
-Mira, muchacho, este cuello <strong>de</strong>scarnado ha sido adornado con<br />
quíntuples collares <strong>de</strong> oro. Con su propia mano el faraón me los puso.<br />
¿Quién pue<strong>de</strong> contar las manos cortadas que he acumulado ante su<br />
tienda? ¿Quién fue el primero en trepar por las murallas <strong>de</strong> Ka<strong>de</strong>sh?<br />
¿Quién se lanzaba como un elefante enfurecido en medio <strong>de</strong>l enemigo?<br />
¡Yo, yo, Inteb, el héroe! Pero ¿quién me lo agra<strong>de</strong>ce hoy? Mi oro se ha<br />
disipado a los cuatro vientos <strong>de</strong>l cielo, mis esclavos han huido o han<br />
muerto <strong>de</strong> miseria. Mi brazo <strong>de</strong>recho quedó en el país <strong>de</strong> Mitanni y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> largo tiempo, hubiera muerto <strong>de</strong> miseria si no hubiese sido por<br />
algunas almas caritativas que me traen pescado seco y cerveza a fin <strong>de</strong><br />
que cuente a sus hijos la verdad sobre las guerras. Soy Inteb, el héroe,<br />
pero mírame, muchacho. Mi juventud huyó en el <strong>de</strong>sierto, en el<br />
hambre, en los tormentos y en las fatigas. Allí se ha fundido la carne<br />
<strong>de</strong> mis miembros, allí mi piel se ha curtido, allí mi corazón se ha vuelto<br />
más duro que la piedra. Y lo peor es que en los <strong>de</strong>siertos sin agua mi<br />
lengua se secó y que sufro <strong>de</strong> una sed eterna, como todos los soldados<br />
que regresan con vida <strong>de</strong> sus expediciones a países lejanos. Por esto mi<br />
vida ha sido un abismo mortal <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que perdí mi brazo. Y no<br />
quiero siquiera mencionar el dolor <strong>de</strong> las heridas y los tormentos<br />
causados por los cirujanos cuando sumergen tu muñón en el aceite
hirviendo, como tu padre sabe muy bien. ¡Que tu nombre sea alabado,<br />
Senmut; eres justo y bueno, pero el vino se ha acabado!<br />
El anciano calló, ja<strong>de</strong>ando un momento, y volvió melancólicamente<br />
la jarra. El brillo salvaje <strong>de</strong> sus pupilas se apagó y <strong>de</strong> nuevo reapareció<br />
el pobre <strong>de</strong>sgraciado.<br />
-Pero un soldado no necesita saber escribir -me atreví a murmurar.<br />
-¡Hum! -gruñó Inteb, mirando a mi padre.<br />
Este se quitó rápidamente un brazalete <strong>de</strong> cobre <strong>de</strong> la muñeca y lo<br />
tendió al anciano, que lanzó un grito. Un chiquillo sucio apareció y<br />
tomó el brazalete y la jarra para ir a buscar vino.<br />
-No tomes <strong>de</strong>l mejor -le gritó Inteb-. Toma <strong>de</strong>l más barato; te<br />
darán más.<br />
-Fijó sobre mí su mirada atenta-. Tienes razón - dijo-, un soldado no<br />
necesita saber escribir, <strong>de</strong>be saber solamente batirse. Si supiese<br />
escribir sería jefe y daría ór<strong>de</strong>nes al más bravo <strong>de</strong> los soldados. Porque<br />
todo hombre que sabe escribir es capaz <strong>de</strong> mandar a los soldados, y no<br />
se confían ni cien hombres al jefe que no es capaz <strong>de</strong> garabatear unos<br />
signos sobre un papel. ¿Qué placer pue<strong>de</strong> hallar en las ca<strong>de</strong>nas y las<br />
con<strong>de</strong>coraciones si es el hombre <strong>de</strong> la pluma quien le da ór<strong>de</strong>nes? Pero<br />
así es y así será siempre. Por esto te digo, muchacho, que si quieres<br />
mandar soldados y conducirlos, apren<strong>de</strong> primero a escribir. Entonces<br />
los portadores <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro se inclinarán ante ti y los esclavos te<br />
llevarán al combate en tu litera. El chiquillo andrajoso regresó con la<br />
jarra <strong>de</strong> vino y el rostro <strong>de</strong>l anciano se iluminó <strong>de</strong> júbilo.<br />
-Tu padre Senmut es un buen hombre -dijo gentilmente-. Sabe<br />
escribir y me cuidó cuando empezaba a ver cocodrilos e hipopótamos,<br />
los días <strong>de</strong> felicidad y <strong>de</strong> fuerza, cuando no carecía <strong>de</strong>vino. Es un buen<br />
hombre, pese a que no sea más que un médico incapaz <strong>de</strong> tensar un<br />
arco. Le doy las gracias.<br />
Miré con inquietud la jarra que Inteb iba indudablemente a vaciar y<br />
tiré <strong>de</strong> la manga <strong>de</strong> mi padre, porque temía que bajo la influencia <strong>de</strong>l<br />
vino nos <strong>de</strong>spertásemos en el arroyo. Mi padre miró también la jarra,<br />
lanzó un ligero suspiro y volvió la cabeza. Inteb se puso a cantar con<br />
voz ronca un himno guerrero sirio y el chiquillo <strong>de</strong>snudo y bronceado<br />
por el sol se echó a reír.<br />
Pero yo, Sinuhé, abandoné mi sueño <strong>de</strong> ser soldado y no protesté<br />
cuando al día siguiente mi padre y mi madre me condujeron a la<br />
escuela.<br />
Mi padre no tenía medios para po<strong>de</strong>r mandarme a las gran<strong>de</strong>s<br />
escuelas <strong>de</strong> los templos don<strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> los nobles, <strong>de</strong> los ricos y <strong>de</strong><br />
los sacerdotes <strong>de</strong> alto grado recibían su educación. Mi maestro fue el<br />
4
viejo sacerdote Oneh, que vivía no lejos <strong>de</strong> mi casa y tenía la escuela en<br />
la terraza <strong>de</strong>strozada. Sus discípulos eran hijos <strong>de</strong> artesanos,<br />
merca<strong>de</strong>res, marinos y suboficiales a quienes sus ambiciosos padres<br />
<strong>de</strong>stinaban a la carrera <strong>de</strong> escriba. Oneh había sido un tiempo contable<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> la celeste Mut y era capaz <strong>de</strong> enseñar los<br />
rudimentos <strong>de</strong> la escritura a los chiquillos que más tar<strong>de</strong> tendrían que<br />
escribir las cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> trigo, el número <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> ganado y las<br />
facturas <strong>de</strong>l avituallamiento <strong>de</strong> los soldados. En la villa <strong>de</strong> Tebas, la<br />
gran capital <strong>de</strong>l mundo, había centenares <strong>de</strong> estas pequeñas escuelas.<br />
La enseñanza no era cara, pues los discípulos <strong>de</strong>bían simplemente<br />
mantener al viejo Oneh. En las tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> invierno, el hijo <strong>de</strong>l<br />
carbonero le llevaba carbón <strong>de</strong> encina para su estufa, el hijo <strong>de</strong>l tejedor<br />
se ocupaba <strong>de</strong> sus vestidos, el hijo <strong>de</strong>l merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> trigo le<br />
suministraba harina y mi padre le daba, para calmar sus dolores,<br />
pociones <strong>de</strong> plantas medicinales maceradas en vino.<br />
Estas relaciones <strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia hacían <strong>de</strong> Oneh un maestro<br />
indulgente. El discípulo que se dormía sobre su tablilla <strong>de</strong>bía al día<br />
siguiente llevar al maestro alguna golosina, a título <strong>de</strong> castigo. Algunas<br />
veces el hijo <strong>de</strong>l merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> trigo le llevaba una jarra <strong>de</strong> cerveza y en<br />
este caso aguzábamos el oído,porque el viejo oneh, se lanzaba a<br />
contarnos histórias maravillosas sobre el más allá y leyendas sobre la<br />
celeste Mut, sobre Ptah, el constructor <strong>de</strong> todo, y sobre los <strong>de</strong>más<br />
dioses que le eran familiares. Nosotros nos reíamos y pensábamos<br />
haberlo inducido a olvidar las lecciones difíciles y los enojosos<br />
jeroglíficos para todo el día. Sólo más tar<strong>de</strong> comprendí que el viejo<br />
Oneh era mucho más docto y comprensivo <strong>de</strong> lo que nos figurábamos.<br />
Sus leyendas, que él vivificaba con su ignorancia piadosa, tenían un<br />
objeto <strong>de</strong>terminado. Así nos enseñaba la ley moral <strong>de</strong>l viejo Egipto.<br />
Ninguna mala acción escapa al castigo. Implacablemente todo corazón<br />
humano sería pesado una vez ante el tribunal <strong>de</strong> Osiris. Todo hombre<br />
<strong>de</strong> quien el dios <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> chacal había <strong>de</strong>scubierto las malda<strong>de</strong>s,<br />
era arrojado como presa al Devorador y éste era a la vez cocodrilo e<br />
hipopótamo, pero mucho más temible que ambos.<br />
Nos hablaba también <strong>de</strong>l reacio transbordador <strong>de</strong> las ondas<br />
infernales, <strong>de</strong> «Aquel que mira hacia atrás» y sin la ayuda <strong>de</strong>l cual<br />
ningún difunto pue<strong>de</strong> alcanzar los campos <strong>de</strong> los bienaventurados.<br />
Este batelero miraba constantemente hacia atrás y nunca hacia<br />
<strong>de</strong>lante como los bateleros <strong>de</strong>l Nilo. Oneh nos enseñó <strong>de</strong> memoria las<br />
fórmulas propiciatorias <strong>de</strong>stinadas a este batelero. Nos las hizo<br />
reproducir en signos y apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> memoria. Corregía nuestros<br />
errores con dulces reprimendas. Debíamos compren<strong>de</strong>r que la menor<br />
distracción podía comprometer toda vida <strong>de</strong> bienaventuranza en el<br />
más allá. Si tendía al batelero un pasaporte con la más leve mancha, se
permanecía errando implacablemente como una sombra, <strong>de</strong> una<br />
eternidad a otra, en las márgenes <strong>de</strong>l río sombrío, o bien, peor aún, se<br />
caía en las espantosas simas <strong>de</strong>l infierno.<br />
Mi camarada más dotado era el hijo <strong>de</strong>l comandante <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong><br />
guerra, Thotmés, que tenía dos años más que yo. Des<strong>de</strong> su infancia<br />
estaba acostumbrado a cuidar los caballos y a luchar. Su padre, cuyo<br />
látigo se adornaba <strong>de</strong> hilos <strong>de</strong> cobre, quería hacer <strong>de</strong> él un gran<br />
capitán y por esto le exigía que aprendiese a leer. Pero su nombre, el<br />
<strong>de</strong>l glorioso Thotmés, no fue un presagio como su padre había creído.<br />
Porque una vez en la escuela, el muchacho no se ocupó ya más <strong>de</strong><br />
lanzar el venablo ni <strong>de</strong> los ejercicios <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> guerra. Aprendió<br />
facilmente los signos <strong>de</strong> la escritura y mientras los otros penaban en su<br />
tarea, él dibujaba imágenes sobre la tablilla. Dibujaba carros <strong>de</strong> guerra<br />
y caballos empinados sobre sus patas posteriores y también soldados.<br />
Llevó arcilla a la escuela y se puso a mo<strong>de</strong>lar según las narraciones <strong>de</strong><br />
Oneh una imagen muy curiosa <strong>de</strong>l Devorador que, con sus enormes<br />
fauces abiertas, se disponía a <strong>de</strong>glutir un hombrecillo calvo cuyas<br />
espaldas encorvadas y vientre prominente eran las <strong>de</strong> nuestro buen<br />
maestro. Pero Oneh no se enfadó. Nadie era capaz <strong>de</strong> enfadarse con<br />
Thotmés. Tenía el rostro ancho <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l pueblo y las piernas<br />
gruesas, pero sus ojos tenían siempre una expresión <strong>de</strong> malicia<br />
contagiosa y sus manos hábiles daban forma a pájaros y animales que<br />
nos divertían enormemente, Yo había buscado su amistad a causa <strong>de</strong><br />
sus relaciones militares, pero nuestra amistad subsistió a pesar <strong>de</strong> su<br />
poca ambición por la carrera <strong>de</strong> las armas.<br />
Al cabo <strong>de</strong> cierto tiempo se produjo bruscamente un milagro. Fue<br />
tan claro que me acuerdo todavía <strong>de</strong> este instante como una aparición.<br />
Era una fresca jornada <strong>de</strong> primavera, los pajarillos piaban y las<br />
cigüeñas reparaban sus nidos sobre los techos <strong>de</strong> las casas. Las aguas<br />
se habían retirado y el suelo comenzaba a ver<strong>de</strong>ar. Se sembraban y<br />
plantaban huertos y jardines. Era un día que inspiraba locas aventuras<br />
y nosotros estábamos inquietos en la terraza carcomida <strong>de</strong> Oneh. Yo<br />
dibujaba distraídamente signos enojosos, letras que se graban sobre la<br />
piedra y las abreviaciones corrientes <strong>de</strong>l estilo ordinario. Súbitamente<br />
una palabra olvidada <strong>de</strong> Oneh o un fenómeno inexplicable en mí dio<br />
vida a las palabras y los caracteres. De la imagen sale una palabra, <strong>de</strong><br />
la palabra una sílaba, <strong>de</strong> la sílaba una letra. Asociando las letras, <strong>de</strong> las<br />
imágenes se formaban palabras nuevas, extrañas, que no tenían nada<br />
<strong>de</strong> común con las imágenes. El portador <strong>de</strong> agua más obtuso pue<strong>de</strong><br />
compren<strong>de</strong>r una imagen, pero sólo el hombre que sabe leer pue<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>scifrar dos imágenes conjugadas. Yo creo que todos los que han<br />
aprendido la escritura compren<strong>de</strong>rán el fenómeno <strong>de</strong> que hablo. Fue<br />
para mí una verda<strong>de</strong>ra aventura, más apasionante y más cautivadora
que una granada robada en la tienda <strong>de</strong>l frutero, más dulce que un<br />
dátil seco, <strong>de</strong>liciosa como el agua para el sediento.<br />
A partir <strong>de</strong> aquel momento no hubo ya necesidad <strong>de</strong> alentarme. Me<br />
puse a <strong>de</strong>vorar el saber <strong>de</strong> Oneh como el suelo bebe el agua <strong>de</strong> las<br />
inundaciones <strong>de</strong>l Nilo. Aprendí rápidamente a escribir. Después<br />
aprendí a leer lo que los <strong>de</strong>más habían escrito. Al tercer año podía ya<br />
<strong>de</strong>letrear viejos textos y dictar a mis camaradas leyendas didácticas.<br />
También en esta época me di cuenta <strong>de</strong> que no era igual que los<br />
<strong>de</strong>más. Mi rostro era más estrecho, mi tez más pálida, mis miembros<br />
más finos. Recordaba más un muchacho noble que un hijo <strong>de</strong>l pueblo<br />
entre el que vivía. Y si hubiese ido vestido <strong>de</strong> una manera diferente<br />
estoy seguro <strong>de</strong> que hubiera podido ser tomado por uno <strong>de</strong> estos<br />
muchachos que pasaban en litera o a quienes los esclavos<br />
acompañaban por las calles. Esto me procuró contrarieda<strong>de</strong>s. El hijo<br />
<strong>de</strong>l merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> trigo me cogía por el cuello y me trataba <strong>de</strong> muchacha<br />
hasta que me veía obligado a pincharle con mi estilete. Su presencia<br />
me era <strong>de</strong>sagradable, porque olía mal. Como <strong>de</strong>squite, buscaba la<br />
compañía <strong>de</strong> Thotmés, porque éste no me tocaba jamás.<br />
Un día me dijo tímidamente:<br />
-¿Quieres servir <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>lo para un retrato?<br />
Lo llevé a casa y bajo el sicómoro <strong>de</strong>l jardín mo<strong>de</strong>ló en arcilla una<br />
figura que se parecía a mí y grabó mi nombre<br />
<strong>de</strong>bajo. Mi madre, Kipa, nos dio pasteles y al ver el busto tuvo miedo y<br />
dijo que era arte <strong>de</strong> hechicería. Pero mi padre <strong>de</strong>claró que Thotmés<br />
podía llegar a ser artista real si conseguía ser admitido en la escuela<br />
<strong>de</strong>l templo. En broma me incliné <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Thotmés poniendo mis<br />
manos sobre las rodillas como se hace al saludar a los gran<strong>de</strong>s. Los<br />
ojos <strong>de</strong> Thotmés brillaron, pero suspiró y dijo que <strong>de</strong>sgraciadamente<br />
su padre quería <strong>de</strong> todos modos meterlo en la escuela <strong>de</strong> suboficiales<br />
<strong>de</strong> carros <strong>de</strong> guerra. Para un futuro jefe militar sabía escribir ya<br />
bastante. Mi padre se alejó y oímos a mi madre afanarse por la cocina.<br />
Pero Thotmés y yo nos regalamos con sabrosos bizcochos.<br />
Yo entonces era completamente feliz.<br />
Llegó entonces el día en que mi padre se puso su mejor traje y ciñó<br />
su cuello con un ancho collarete bordado por Kipa. Iba al gran templo<br />
<strong>de</strong> Amón, pese a que en el fondo <strong>de</strong> su corazón no quería mucho a los<br />
sacerdotes. Pero sin la ayuda y la intervención <strong>de</strong> los sacerdotes ni en<br />
Tebas ni en todo Egipto podía conseguirse nada. Los sacerdotes<br />
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administraban justicia y dictaban sentencia, <strong>de</strong> manera que un<br />
hombre osado podía apelar contra una sentencia dictada por el<br />
tribunal <strong>de</strong>l rey ante un templo elegido en suerte para disculparse.<br />
Toda la enseñanza que abría las carreras importantes estaba en manos<br />
<strong>de</strong> los sacerdotes; ellos eran también quienes pre<strong>de</strong>cían la importancia<br />
<strong>de</strong> las crecidas y las cosechas y fijaban los impuestos sobre todo el<br />
país. Pero, ¿a qué exponer largamente lo que todo el mundo sabe?<br />
Creo que mi padre <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> forzarse para dar este paso. Había<br />
pasado toda su vida cuidando a los pobres, alejado <strong>de</strong>l templo y <strong>de</strong> la<br />
Casa <strong>de</strong> la Vida. Ahora, como los <strong>de</strong>más padres pobres, iba a hacer cola<br />
en la sección administrativa <strong>de</strong>l templo, esperando que un sacerdote<br />
altivo consintiese en recibirlo. Me parece todavía ver a aquellos padres<br />
pobres que, con sus mejores vestiduras, se sentaban en el patio <strong>de</strong>l<br />
templo, soñando ambiciosos una vida mejor para sus hijos. A menudo<br />
llegaban <strong>de</strong> muy lejos, en sus barcas por el río, con sus provisiones y<br />
consagraban sus mezquinos recursos a sobornar a los guardianes y los<br />
escribas para llegar hasta el sacerdote ungido con un óleo precioso.<br />
Este frunce la nariz ante su pestilencia, les habla brutalmente. Y, sin<br />
embargo, Amón necesita sin cesar nuevos servidores. A medida que<br />
aumentan sus riquezas y su po<strong>de</strong>río, <strong>de</strong>be aurnentar el número <strong>de</strong> sus<br />
servidores que sepan escribir; pero a pesar <strong>de</strong> esto, cada padre<br />
consi<strong>de</strong>ra como una gracia divina po<strong>de</strong>r colocar a su hijo en el templo,<br />
mientras en realidad es él quien aporta, en la persona <strong>de</strong> su hijo, un<br />
don más preciado que el oro.<br />
Mi padre tuvo suerte, pues no había esperado más que hasta la<br />
noche cuando vio pasar a su antiguo condiscípulo Ptahor, que era<br />
entonces trepanador real. Mi padre osó dirigirle la palabra y Ptahor<br />
prometió ir en persona a nuestra casa para verme.<br />
El día fijado, mi padre se procuró una oca y vino <strong>de</strong> calidad. Kipa<br />
cocinaba refunfuñando. Un maravilloso aroma <strong>de</strong> grasa <strong>de</strong> oca salía <strong>de</strong><br />
nuestra casa, atrayendo a la multitud <strong>de</strong> ciegos y mendigos.<br />
Exasperada, Kipa acabó distribuyéndoles pedazos <strong>de</strong> pan mojados en<br />
la grasa y se alejaron. Thotmés y yo barrimos la calle <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa<br />
porque mi padre había dicho a mi amigo que se quedase en el caso <strong>de</strong><br />
que Ptahor quisiera hablarle. No éramos más que dos chiquillos, pero<br />
cuando mi padre encendió los dos recipientes <strong>de</strong> incienso para<br />
perfumar la terraza, nos sentimos como en un templo. Yo custodiaba<br />
el jarro <strong>de</strong> agua perfumada y protegía <strong>de</strong> las moscas el bello pañuelo<br />
<strong>de</strong> lino que mi madre guardaba para su entierro, pero que ahora tenía<br />
que servir <strong>de</strong> toalla para las manos <strong>de</strong>l ilustre visitante.<br />
La espera fue larga. El sol se puso y el aire refrescó. El incienso se<br />
consumía en sus recipientes y la oca iba chisporroteando en la grasa.<br />
Yo tenía hambre y el rostro <strong>de</strong> Kipa se alargaba y endurecía. Mi padre
no <strong>de</strong>cía nada, pero no encendió las lámparas cuando cayó la noche.<br />
Estábamos sentados en bancos en la terraza y nadie tenía interés en<br />
ver el rostro <strong>de</strong> su vecino. Entonces fue cuando supe cuántos dolores y<br />
<strong>de</strong>cepciones pue<strong>de</strong>n causar los ricos a los humil<strong>de</strong>s y a los pobres por<br />
su sola negligencia.<br />
Pero, por fin, aparecieron antorchas en la calle y mi padre se levantó<br />
<strong>de</strong> su asiento y se precipitó hacia la cocina a fin <strong>de</strong> coger una brasa con<br />
que encen<strong>de</strong>r las dos lámparas. Yo levanté temblando el jarro <strong>de</strong> agua<br />
y Thotmes suspiró profundamente a mi lado.<br />
Ptahor, el trepanador real, llegó en una simple silla <strong>de</strong> manos<br />
llevada por dos esclavos negros. Delante <strong>de</strong> la litera un servidor,<br />
visiblemente borracho, sostenía una antorcha. Gimiendo y gritando<br />
saludos, Ptahor se apeó <strong>de</strong> su silla y mi padre lo saludó poniendo sus<br />
manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas. Ptahor le puso la mano sobre el<br />
hombro, bien fuese para <strong>de</strong>mostrar que juzgaba aquella cortesía<br />
exagerada, bien para encontrar en él un punto <strong>de</strong> apoyo. Dio una<br />
patada al portador <strong>de</strong> la antorcha diciendo que se fuese a incubar su<br />
vino <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sicómoro. Los negros <strong>de</strong>jaron la litera en el macizo <strong>de</strong><br />
acacias y se sentaron sin que se les invitase a ello.<br />
Apoyando la mano sobre el hombro <strong>de</strong> mi padre, Ptahor subió los<br />
escalones <strong>de</strong> la terraza, yo le vertí el agua sobre sus manos a pesar <strong>de</strong><br />
sus protestas y le tendí la servilleta. Pero él me rogó que puesto que le<br />
había mojado las manos se las secase. Después me dio amistosamente<br />
las gracias y dijo que era un buen muchacho. Mi padre lo instaló en el<br />
sillón <strong>de</strong> honor, prestado por un vecino, y nuestro huésped dirigió<br />
varias miradas a su alre<strong>de</strong>dor. Durante algún tiempo nadie habló.<br />
Después pidió <strong>de</strong> beber, porque tenía la garganta seca por el largo<br />
camino. Mi padre se apresuró a ofrecer vino.<br />
Ptahor lo husmeó con aire <strong>de</strong>sconfiado; <strong>de</strong>spués lo bebió con<br />
manifiesto placer.<br />
Era un hombrecillo <strong>de</strong> cabello cortado al rape y piernas torcidas; su<br />
barriga y su pecho pendían lacios bajo la <strong>de</strong>lgada tela <strong>de</strong> su traje. Su<br />
cuello estaba adornado <strong>de</strong> pedrería, pero iba sucio y lleno <strong>de</strong> manchas.<br />
Apestaba a vino, sudor y ungüentos.<br />
Kipa le ofreció bizcochos <strong>de</strong> especias, pescados fritos, frutos y la oca<br />
asada. Comió con cortesía, pese a que visiblemente salía <strong>de</strong> un<br />
banquete. Probó todos los platos e hizo <strong>de</strong> ellos alabanzas que<br />
alegraron a Kipa. A petición suya llevé a los negros víveres y cerveza,<br />
pero respondieron a mi cortesía con improperios y me preguntaron si<br />
el barrigudo tardaría mucho en salir. El servidor roncaba bajo el<br />
sicómoro y no sentí <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarlo.<br />
La velada fue muy confusa, pues mi padre se entregó a la bebida más<br />
<strong>de</strong> lo razonable hasta el punto <strong>de</strong> que Kipa se fue a la cocina y se sentó
moviendo tristemente la cabeza entre las manos. Cuando hubieron<br />
terminado la jarra <strong>de</strong> vino, bebieron los vinos medicinales <strong>de</strong> mi padre<br />
y acabaron contentándose con cerveza ordinaria, pues Ptahor afirmaba<br />
que no era exigente.<br />
Evocaron los años <strong>de</strong> estudio en la Casa <strong>de</strong> la Vida, contaron<br />
anécdotas sobre sus maestros y se abrazaron tambaleándose con<br />
efusión. Ptahor explicó sus experiencias como trepanador real y dijo<br />
que era el último <strong>de</strong> los oficios para un médico especialista. Pero el<br />
trabajo no era penoso, lo cual ya era una ventaja apreciable para un<br />
perezoso como él. ¿No es verdad, mi viejo Senmut? El cráneo humano,<br />
sin hablar <strong>de</strong> la garganta y las orejas que requieren los cuidados <strong>de</strong> un<br />
especialista, era a su juicio la cosa más difícil <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r; por esto lo<br />
había elegido.<br />
-Pero -añadió- si hubiese sido un médico enérgico hubiera sido un<br />
buen médico ordinario y habría dado la vida en lugar <strong>de</strong> dar la muerte<br />
cuando los parientes están hartos <strong>de</strong> los viejos y <strong>de</strong> los enfermos<br />
incurables. Daría la vida como tú, amigo Senmut. Sería quizá más<br />
pobre, pero viviría una vida respetable y más sobria.<br />
-No creáis una palabra, hijos míos -dijo mi padre-. Estoy orgulloso<br />
<strong>de</strong> mi amigo Ptahor, trepanador real, que es el hombre más eminente<br />
en su ramo. ¿Cómo no recordar sus maravillosas trepanaciones que<br />
salvaron la vida <strong>de</strong> tantos nobles y villanos y suscitaron un asombro<br />
general? Expulsa los malos espíritus que enloquecen a las gentes y<br />
extrae <strong>de</strong> los cerebros los huevos redondos <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s. Sus<br />
clientes reconocidos lo han colmado <strong>de</strong> oro y plata, <strong>de</strong> collares y <strong>de</strong><br />
copas.<br />
-He recibido dones <strong>de</strong> parientes reconocidos -dijo Ptahor con la<br />
lengua pastosa-. Porque si por azar curo un enfermo sobre diez o sobre<br />
cincuenta, no, digamos sobre cien, la muerte <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más es mucho<br />
más cierta. ¿Has oído acaso hablar <strong>de</strong> un faraón que haya sobrevivido<br />
tres días a la trepanación? No, me mandan los incurables y los locos<br />
para que los trate con mi trepanador <strong>de</strong> sílex, y tanto más pronto<br />
cuanto más ricos o nobles son. Mi mano libra <strong>de</strong> los sufrimientos, mi<br />
mano distribuye las herencias, las tierras, el ganado y el oro; mi mano<br />
eleva un faraón al trono. Por eso se me teme, y nadie osa<br />
contra<strong>de</strong>cirme, porque sé <strong>de</strong>masiadas cosas. Pero lo que aumenta el<br />
saber aumenta también el dolor, y por esto soy tan <strong>de</strong>sgraciado.<br />
Ptahor se echó a llorar y se sonó en el pañuelo funerario <strong>de</strong> Kipa.<br />
-Eres pobre, pero honrado, Senmut -dijo sollozando-. Por esto te<br />
amo, porque soy rico, pero podrido. Podrido como una boñiga <strong>de</strong><br />
vaca en el camino.<br />
Se quitó el collar <strong>de</strong> piedras preciosas y se lo puso en el cuello a mi<br />
padre. Después entonaron cantos <strong>de</strong> los que no comprendí las
palabras, pero Thotmés los escuchaba con éxtasis, diciendo que en las<br />
casas <strong>de</strong> los soldados no se oían canciones más crudas. Kipa comenzó<br />
a llorar en la cocina y uno <strong>de</strong> los negros acudió a levantar a Ptahor<br />
para llevárselo. Pero el trepanador se resistía y llamó a su servidor<br />
gritando que el negro quería asesinarlo. Como mi padre no estaba en<br />
estado <strong>de</strong> intervenir, fuimos Thotmés y yo quienes tuvimos que echar<br />
al negro a bastonazos. Gritando y lanzando juramentos, los dos<br />
negros salieron corriendo llevándose la litera.<br />
Ptahor se vertió entonces la jarra <strong>de</strong> cerveza sobre la cabeza,<br />
reclamando ungüentos para frotarse el rostro y quiso bañarse en el<br />
estanque <strong>de</strong>l jardín. Thotmés me dijo en voz baja que <strong>de</strong>beríamos<br />
meter a los dos hombres en la cama y finalmente mi padre y su amigo<br />
durmieron uno al lado <strong>de</strong>l otro en el lecho nupcial <strong>de</strong> Kipa, jurándose<br />
amistad eterna.<br />
Kipa lloraba, se arrancaba los cabellos y se vertía ceniza sobre la<br />
cabeza. Yo me preguntaba qué dirían nuestros vecinos, pues los<br />
cantos <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> oírse a gran distancia en el silencio <strong>de</strong> la noche.<br />
Pero Thotmés permaneció tranquilo y afirmó haber visto escenas<br />
mucho más violentas en la casa <strong>de</strong> los soldados y en la suya, cuando<br />
los hombres <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> guerra contaban sus antiguas hazañas y<br />
sus expediciones a Siria y al país <strong>de</strong> Kush. Declaró que la velada había<br />
sido muy animada, pese a que no se hubiesen llamado músicos ni<br />
cortesanas para divertirlos. Consiguió calmar a Kipa y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber limpiado lo mejor posible las trazas <strong>de</strong>l festín nos fuimos a<br />
dormir. El servidor siguió roncando bajo el sicómoro y Thotmés fue a<br />
mi cama, me pasó su brazo por el cuello y me habló <strong>de</strong> mujeres,<br />
porque también había bebido vino. Pero aquello no me divirtió,<br />
porque era más joven que él y no tardé en dormirme.<br />
Me <strong>de</strong>sperté temprano al oír pasos en el dormitorio. Mi padre<br />
dormía todavía profundamente, con el collar <strong>de</strong> Ptahor, pero éste<br />
estaba sentado en el suelo con la cabeza entre las manos,<br />
preguntándose con voz lastimera dón<strong>de</strong> estaba.<br />
Yo lo saludé respetuosamente con las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas, y le dije que estaba en el barrio <strong>de</strong>l puerto, en casa <strong>de</strong> Senmut,<br />
médico <strong>de</strong> pobres. Estas palabras lo tranquilizaron y me pidió cerveza.<br />
Yo le recordé que se había vertido la jarra sobre la cabeza, como lo<br />
<strong>de</strong>lataban sus vestiduras. Entonces se levantó, frunció el ceño y salió.<br />
Yo le vertí agua sobre las manos y se inclinó gimiendo, pidiéndome<br />
que también le vertiese agua sobre la cabeza. Thotmés, que se había<br />
<strong>de</strong>spertado, apareció con un pote <strong>de</strong> leche agria y pescado salado.<br />
Ptahor se sintió muy restablecido y acercándose al sicómoro <strong>de</strong>spertó<br />
a su servidor a bastonazos.
-¡Miserable puerco! ¿Es así como cuidas a tu señor y llevas la<br />
antorcha <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él? ¿Dón<strong>de</strong> está mi litera? ¿Dón<strong>de</strong> mis vestidos<br />
limpios? ¿Y mis píldoras? ¡Fuera <strong>de</strong> mi vista, puerco miserable!<br />
-¡Soy un cerdo! -respondió humil<strong>de</strong>mente el servidor-. ¿Qué me<br />
or<strong>de</strong>nas, oh señor?<br />
Ptahor le dio sus ór<strong>de</strong>nes y el hombre se marchó en busca <strong>de</strong> una<br />
silla <strong>de</strong> manos. Ptahor se instaló cómodamente bajo el sicómoro y<br />
recitó, apoyado contra el tronco, un poema en el que se hablaba <strong>de</strong>l<br />
alba y <strong>de</strong> una reina que se bañaba en el río. Después nos contó<br />
historias graciosas. Kipa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber encendido el fuego, fue al<br />
dormitorio, don<strong>de</strong> oímos su voz. Al cabo <strong>de</strong> un rato, mi padre, vestido<br />
con nuevas vestiduras, apareció con aire contrito.<br />
-Tu hijo es hermoso -dijo Ptahor-. Tiene el talle <strong>de</strong> un príncipe y sus<br />
ojos son dulces como los <strong>de</strong> las gacelas. -Pero a pesar <strong>de</strong> que fuese un<br />
chiquillo comprendí que hablaba <strong>de</strong> aquella forma para hacer olvidar<br />
su conducta <strong>de</strong> la víspera. Poco <strong>de</strong>spués añadió-: ¿Qué sabe tu hijo?<br />
¿Los ojos <strong>de</strong> su espíritu son tan abiertos como los <strong>de</strong> su cuerpo?<br />
Thotmés y yo fuimos a buscar nuestras tablillas. Después <strong>de</strong> haber<br />
dirigido una mirada a la cima <strong>de</strong>l sicómoro, el trepanador real me<br />
dictó una poesía que recuerdo todavía.<br />
Muchacho, goza <strong>de</strong> tu juventud,<br />
porque la vejez tiene ceniza en la garganta<br />
y el cuerpo embalsamado no se ríe<br />
en la sombra <strong>de</strong> su tumba.<br />
Yo hice cuanto supe y escribí primero <strong>de</strong> memoria en escritura<br />
ordinaria. Después tracé las imágenes y finalmente escribí las palabras<br />
vejez, cuerpo y tumba <strong>de</strong> todas las maneras posibles, tanto en sílabas<br />
como en letras. Le tendí la tablilla y vi que no encontraba ni una sola<br />
falta. Sentí que mi padre estaba orgulloso <strong>de</strong> mí.<br />
-¿Y este otro muchacho? -preguntó Ptahor, señalando a Thotmés.<br />
Mi amigo estaba sentado no lejos <strong>de</strong> nosotros, y había dibujado alguna<br />
cosa. Vaciló antes <strong>de</strong> entregar su tablilla, pero sus ojos reían. Había<br />
dibujado a Ptahor poniendo su collar en el cuello <strong>de</strong> mi padre y<br />
vertiéndose la jarra <strong>de</strong> cerveza sobre la cabeza; en un tercer dibujo<br />
mostraba a los dos amigos cantando cogidos por el cuello. Era tan<br />
divertido que podía casi adivinar lo que gritaban. Yo sentí ganas <strong>de</strong><br />
reír, pero no me atreví por miedo a que Ptahor se enfadase. Thotmés<br />
no lo había favorecido. Estaba reproducido tan pequeño y calvo como<br />
era, tan atizambo y barrigudo como en la realidad.<br />
Durante largo rato Ptahor no dijo nada; miraba atentamente ya los<br />
dibujos, ya a Thotmés. Mi amigo tuvo miedo y se puso <strong>de</strong> puntillas.<br />
Por fin, Ptahor habló:
-¿Cuánto quieres por este dibujo? Te lo compro.<br />
Pero Thotmés se sonrojó y dijo:<br />
-Mi tablilla no está en venta. A un amigo se la regalaría.<br />
Ptahor dijo:<br />
-¡Bien contestado! Seamos amigos, y la tableta es mía.<br />
Miró nuevamente los dibujos y rompió la tablilla contra una piedra.<br />
Todos tuvimos un sobresalto y Thotmés se apresuró a pedir perdón<br />
ante la eventualidad <strong>de</strong> haber ofendido al trepanador.<br />
-¿Me enojaré acaso contra el agua en que he visto mi imagen? -<br />
preguntó lentamente Ptahor-. Pero la mano y el ojo <strong>de</strong>l dibujante son<br />
más que el agua. Porque sé ahora el aspecto que ofrecí ayer, no quiero<br />
que nadie lo vea. Por esto he roto la tablilla, pero reconozco que eres<br />
un artista. Thotmés saltó <strong>de</strong> júbilo.<br />
Ptahor se volvió entonces hacia mi padre y recitó, mirándome con<br />
aire solemne, la antigua promesa <strong>de</strong> los médicos:<br />
-Lo tomo para curarlo. -Y dirigiéndose a Thotmés añadió-: Haré lo<br />
que pueda.<br />
Habiendo así vuelto a encontrarla jerga <strong>de</strong> los médicos, los dos<br />
amigos se rieron satisfechos. Mi padre me puso la mano sobre la<br />
cabeza y me preguntó:<br />
-Sinuhé, hijo mío, ¿querrías ser médico como yo?<br />
Las lágrimas acudieron a mis ojos y mi garganta se contrajo hasta el<br />
punto que no pu<strong>de</strong> contestar, pero asentí con la cabeza.<br />
-No como él, ni tampoco como yo -dijo Ptahor, incorporándose y<br />
con la mirada fija y penetrante-, sino un verda<strong>de</strong>ro médico. Porque<br />
nada es más gran<strong>de</strong> que un verda<strong>de</strong>ro médico. Delante <strong>de</strong> él el faraón<br />
está <strong>de</strong>snudo y el hombre más rico es igual que el más pobre.<br />
-Quisiera ser un verda<strong>de</strong>ro médico -dije yo, tímidamente, porque<br />
era todavía un chiquillo y no sabía nada <strong>de</strong> la vida ni que la vejez <strong>de</strong>sea<br />
siempre transmitir a la juventud sus sueños y sus ambiciones.<br />
En cuanto a Thotmés, Ptahor le mostró el brazalete <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> su<br />
muñeca y le dijo:<br />
-¡Lee!<br />
Thotmés <strong>de</strong>scifró las imágenes grabadas y leyó: —La copa llena <strong>de</strong><br />
júbilo mi corazón.» Sonrió.<br />
-No sonrías, granuja -dijo Ptahor con tono serio-. No se trata <strong>de</strong><br />
vino. Pero si quieres llegar a ser artista, <strong>de</strong>bes exigir tu copa llena. En<br />
todo verda<strong>de</strong>ro artista es Ptah quien se manifiesta, el creador y<br />
constructor. El artista no es solamente el agua o un espejo, sino mucho<br />
más. Cierto es que el artista es a menudo un agua aduladora o un<br />
espejo mentiroso, pero a pesar <strong>de</strong> todo, el artista es más que el agua.<br />
Exige la copa llena, muchacho, y no te contentes con lo que te digan;<br />
<strong>de</strong>bes creer lo que ven tus ojos claros. Me prometió entonces que
ecibiría una invitación para entrar en la Casa <strong>de</strong> la Vida y que haría<br />
cuanto pudiese por que Thotmés fuese admitido en la Escuela <strong>de</strong><br />
Bellas Artes <strong>de</strong> Ptah.<br />
-Muchachos, escuchad lo que os digo y olvidadlo en cuanto os lo<br />
haya dicho y olvidad también que es el trepanador real quien os lo ha<br />
dicho. Vais a caer en manos <strong>de</strong> los sacerdotes y Sinuhé será or<strong>de</strong>nado<br />
sacerdote, porque nadie pue<strong>de</strong> ejercer la medicina, como tu padre y<br />
yo, si no ha sido or<strong>de</strong>nado. Pero cuando estéis entre las patas <strong>de</strong> los<br />
sacerdotes <strong>de</strong>l templo, sed <strong>de</strong>sconfiados como el chacal y astutos como<br />
la serpiente, a fin <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>ros ni cegaros. Pero exteriormente sed<br />
dulces como la paloma, porque sólo cuando ha llegado a la meta pue<strong>de</strong><br />
el hombre <strong>de</strong>scubrir su propia naturaleza. Siempre fue así, y así será<br />
siempre. Recordad bien lo que os digo.<br />
Al cabo <strong>de</strong> un rato llegó el servidor <strong>de</strong> Ptahor con una litera <strong>de</strong><br />
alquiler y vestiduras limpias para su dueño. La silla <strong>de</strong> manos <strong>de</strong><br />
Ptahor había sido <strong>de</strong>jada en prenda en una casa <strong>de</strong> lenocinio por los<br />
negros, que dormían todavía allí. Ptahor dio or<strong>de</strong>n a su esclavo <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sempeñar la silla y los negros; se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> nosotros, aseguró a mi<br />
padre su amistad y regresó a su barrio elegante.<br />
Así fue como pu<strong>de</strong> entrar en la Casa <strong>de</strong> la Vida <strong>de</strong>l gran templo <strong>de</strong><br />
Amón. Pero al día siguiente Ptahor, el trepanador real, envió a Kipa un<br />
escarabajo sagrado artísticamente grabado en una piedra, para que mi<br />
madre pudiese llevarlo sobre su corazón, bajo los vendajes en su<br />
tumba. No hubiera podido causarle un júbilo más gran<strong>de</strong>, hasta el<br />
punto <strong>de</strong> que Kipa se lo perdonó todo y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hablar a mi padre <strong>de</strong> la<br />
maldición <strong>de</strong>l vino.<br />
LIBRO SEGUNDO<br />
LA CASA DE LA VIDA<br />
En aquellos tiempos los sacerdotes <strong>de</strong> Amón en Tebas se habían<br />
atribuido el <strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> la enseñanza superior y era<br />
imposible comenzar los estudios sin su consentimiento. Es fácil <strong>de</strong><br />
compren<strong>de</strong>r que tanto la Casa <strong>de</strong> la Vida como la Casa <strong>de</strong> la Muerte<br />
hayan sido en todos los tiempos instaladas en el interior <strong>de</strong> las<br />
murallas <strong>de</strong>l templo, así como la alta escuela <strong>de</strong> teología para los<br />
1
sacerdotes <strong>de</strong> grados superiores. En rigor, pue<strong>de</strong> admitirse que las<br />
faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> matemáticas y <strong>de</strong> astronomía <strong>de</strong>pendan <strong>de</strong> su<br />
jurisdicción; pero cuando los sacerdotes hubieron acaparado la escuela<br />
<strong>de</strong> comercio y la facultad <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, las gentes <strong>de</strong> cultura comenzaron<br />
a preguntarse si el clero no se mezclaba en cuestiones que <strong>de</strong>pendían<br />
<strong>de</strong>l faraón o <strong>de</strong>l fisco. Cierto era que no se exigía la or<strong>de</strong>nación para<br />
entrar en la facultad <strong>de</strong> comercio o <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, pero como Amón<br />
disponía al menos <strong>de</strong> un quinto <strong>de</strong> las tierras <strong>de</strong> Egipto y <strong>de</strong>l comercio,<br />
y la influencia <strong>de</strong> los sacerdotes era consi<strong>de</strong>rable en todos los terrenos,<br />
toda persona <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> consagrarse al comercio o <strong>de</strong> entrar en la<br />
administración, obraba cuerdamente sometiéndose al examen <strong>de</strong> un<br />
sacerdote <strong>de</strong> grado inferior, convirtiéndose así en un obediente<br />
servidor <strong>de</strong> Amón.<br />
La mayor <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s era, naturalmente, la <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho porque<br />
daba la competencia requerida para todas las funciones, ya se tratase<br />
<strong>de</strong>l fisco, <strong>de</strong> la administración o <strong>de</strong> la carrera <strong>de</strong> armas. La pequeña<br />
tropa <strong>de</strong> los astrólogos y los matemáticos llevaba una existencia<br />
apacible en las salas <strong>de</strong> conferencias, <strong>de</strong>spreciando profundamente a<br />
los adolescentes que afluían a los cursos <strong>de</strong> contabilidad y geo<strong>de</strong>sia.<br />
Pero la Casa <strong>de</strong> la Vida y la Casa <strong>de</strong> la Muerte vivían aparte en el<br />
recinto <strong>de</strong>l templo, y sus discípulos gozaban <strong>de</strong> la consi<strong>de</strong>ración<br />
temerosa <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más estudiantes.<br />
Antes <strong>de</strong> franquear el umbral <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida, me era<br />
indispensable pasar el examen <strong>de</strong> sacerdote <strong>de</strong> grado inferior en la<br />
facultad <strong>de</strong> teología. Debí consagrar a ello tres años, porque al mismo<br />
tiempo acompañaba a mi padre en sus visitas a fin <strong>de</strong> aprovecharme<br />
<strong>de</strong> su experiencia. Vivía en casa, pero cada día asistía a los cursos. Los<br />
muchachos que tenían protector po<strong>de</strong>roso podían pasar en pocas<br />
semanas este examen, que comprendía, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los elementos <strong>de</strong><br />
lectura, escritura y cálculo, textos sagrados aprendidos <strong>de</strong> memoria,<br />
así como leyendas sobre las santas trinida<strong>de</strong>s y las santas enéadas que<br />
culminaban siempre en el rey <strong>de</strong> todos los dioses, Amón. El objeto <strong>de</strong><br />
esta enseñanza maquinal era ahogar el <strong>de</strong>seo natural <strong>de</strong> los<br />
estudiantes <strong>de</strong> pensar por sí mismos e inspirarles una confianza ciega<br />
en la importancia <strong>de</strong> los textos aprendidos. Sólo cuando estaba<br />
ciegamente sometido al po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Amón, podía el joven estudiante<br />
alcanzar el primer grado <strong>de</strong>l sacerdocio.<br />
Los candidatos a este sacerdocio estaban clasificados según los<br />
estudios que tenían intención <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r más tar<strong>de</strong>. Nosotros, los<br />
futuros discípulos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida, formábamos un grupo aparte,<br />
pero no hallé en él ni un solo amigo. No había olvidado la pru<strong>de</strong>nte<br />
recomendación <strong>de</strong> Ptahor y me replegaba en mí mismo, obe<strong>de</strong>ciendo<br />
humil<strong>de</strong>mente las ór<strong>de</strong>nes y haciéndome el distraído cuando los
<strong>de</strong>más gastaban bromas o se mofaban <strong>de</strong> los dioses. Había entre<br />
nosotros hijos <strong>de</strong> médicos rurales, a menudo mayores que nosotros, y<br />
que, torpes y bronceados, trataban <strong>de</strong> disimular su extrañamiento y<br />
balbuceaban estúpidamente sus lecciones. Había, en fin, muchachos<br />
<strong>de</strong> baja extracción que sentían una sed natural <strong>de</strong> saber y aspiraban a<br />
abandonar el oficio y la situación <strong>de</strong> sus padres; pero eran tratados<br />
severamente y con exigencia, porque los sacerdotes sentían por ellos<br />
una <strong>de</strong>sconfianza innata, ya que veían en ellos gente <strong>de</strong>scontenta <strong>de</strong> su<br />
suerte.<br />
Mi pru<strong>de</strong>ncia me fue útil, porque no tardé en darme cuenta <strong>de</strong> que<br />
los sacerdotes tenían entre nosotros sus espías. Una palabra<br />
impru<strong>de</strong>nte, una duda expresada en público o una broma entre<br />
compañeros, llegaba rápidamente a oídos <strong>de</strong> los sacerdotes y el<br />
culpable era interrogado y castigado. Algunos discípulos eran<br />
bárbaramente apaleados, otros relegados <strong>de</strong>l templo, y la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida les era igualmente cerrada, tanto en Tebas como en cualquier<br />
parte <strong>de</strong> Egipto. Si eran enérgicos, podían ganar las colonias como<br />
ayudantes <strong>de</strong> los amputadores <strong>de</strong> las guarniciones o seguir una carrera<br />
en Siria o el país <strong>de</strong> Kush, porque la reputación <strong>de</strong> los médicos<br />
egipcios se había extendido por el mundo entero. Pero la mayoría<br />
fracasaba a medio saber leer y escribir.<br />
El hecho <strong>de</strong> saber ya leer y escribir me dio ventaja sobre muchos <strong>de</strong><br />
mis condiscípulos <strong>de</strong> más edad que yo. Estaba ya a punto <strong>de</strong> entrar en<br />
la Casa <strong>de</strong> la Vida, pero mi or<strong>de</strong>nación se retrasaba y yo no tenía valor<br />
para preguntar las razones, porque hubieran visto en ello una rebelión<br />
contra Amón. Entretanto, perdía el tiempo escribiendo los Libros <strong>de</strong><br />
los Muertos que vendía en los patios. Me rebelaba en espíritu y me ponía<br />
melancólico. Muchos <strong>de</strong> mis camaradas, incluso los menos dotados,<br />
habían comenzado ya a estudiar en la Casa <strong>de</strong> la Vida, pero quizá, gracias<br />
a las enseñanzas <strong>de</strong> mis padres, tenía yo mejor preparación que ellos.<br />
Más tar<strong>de</strong> comprendí que los sacerdotes <strong>de</strong> Amón habían tenido más<br />
cordura que yo, porque creían en mí, adivinaban mi rebelión y mis dudas<br />
y <strong>de</strong> esta forma me ponían a prueba.<br />
Finalmente, me anunciaron que había llegado mi turno <strong>de</strong> ir a velar en<br />
el santuario. Durante una semana <strong>de</strong>bía habitar en el interior <strong>de</strong>l templo,<br />
con prohibición <strong>de</strong> franquear el recinto. Debía purificarme y ayunar, y mi<br />
padre se apresuró a cortarme los cabellos y convocar a nuestros vecinos a<br />
fin <strong>de</strong> celebrar mi madurez. En efecto, a partir <strong>de</strong> aquel día, era ya un<br />
adulto, puesto que estaba en condiciones <strong>de</strong> recibir la or<strong>de</strong>nación, acto<br />
que, pese a su carácter insignificante, me colocaba por encima <strong>de</strong> mis<br />
vecinos y <strong>de</strong> mis camaradas.<br />
Kipa había hecho cuanto estuvo en su mano, pero los pasteles <strong>de</strong> miel no<br />
me fueron agradables al paladar, y las gruesas bromas <strong>de</strong> mis vecinos no
me divirtieron. Por la noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong> los invitados, mi<br />
melancolía ganó también a Senmut y Kipa. Mi padre me informó <strong>de</strong>l<br />
misterio <strong>de</strong> mi nacimiento, Kipa precisó algunos pormenores y yo<br />
conservaba la vista fija en mi cuna <strong>de</strong> cañas suspendida en el techo,<br />
encima <strong>de</strong> la cama. Aquellas cañas ennegrecidas y rotas me <strong>de</strong>strozaban<br />
el corazón, porque no tenía padre ni madre. Estaba solo en la vida, solo<br />
bajo las estrellas <strong>de</strong> la inmensa ciudad. No era quizá más que un<br />
miserable extranjero, y acaso mi nacimiento encerrase un infame<br />
secreto.<br />
Con una herida en el corazón entré en el templo con las ropas <strong>de</strong><br />
iniciación preparadas con amor y solicitud por Kipa.<br />
Eramos veinticinco candidatos a la iniciación. Después <strong>de</strong>l baño en el<br />
estanque <strong>de</strong>l templo, nos afeitaron la cabeza y nos dieron vestiduras<br />
groseras. Nuestro or<strong>de</strong>nador resultó ser un sacerdote muy poco<br />
concienzudo. Según la tradición, hubiera podido someternos a<br />
ceremonias humillantes, pero había entre nosotros hijos <strong>de</strong> familia así<br />
como hombres ya hechos que habían pasado sus exámenes <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho y<br />
querían entrar al servicio <strong>de</strong> Amón para asegurar su porvenir. Tenían<br />
provisiones abundantes, ofrecían <strong>de</strong> beber al sacerdote y algunos <strong>de</strong> ellos<br />
iban incluso a pasar la noche en las casas <strong>de</strong> lenocinio, porque para ellos<br />
la or<strong>de</strong>nación no tenía significado alguno. Yo velaba con el corazón<br />
herido y era presa <strong>de</strong> muy tristes pensamientos. Me contentaba con un<br />
trozo <strong>de</strong> pan y un vaso <strong>de</strong> agua, nuestra pitanza prescrita, y esperaba con<br />
una esperanza ansiosa lo que tenía que ocurrir.<br />
Porque era todavía tan joven que hubiera querido creer <strong>de</strong> una manera<br />
in<strong>de</strong>cible. Durante la or<strong>de</strong>nación, se <strong>de</strong>cía, Amón aparecía y hablaba con<br />
cada uno <strong>de</strong> los candidatos, y hubiera sido un alivio inmenso si hubiese<br />
podido liberarme <strong>de</strong> mí mismo y penetrar el secreto <strong>de</strong> las cosas. En<br />
compañía <strong>de</strong> mi padre, había visto la enfermedad y la muerte <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi<br />
infancia, y mi mirada era más penetrante que la <strong>de</strong> los muchachos <strong>de</strong> mi<br />
edad. Para un médico no hay nada tan sagrado como la muerte, ante la<br />
cual tiene que inclinarse, <strong>de</strong>cía mi padre. Por esto dudaba, y todo lo que<br />
había visto en el templo durante tres años, reforzaba mi incredulidad.<br />
Pero acaso <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cortina, en la oscuridad <strong>de</strong> lo sacrosanto, me<br />
<strong>de</strong>cía, se oculte un misterio que <strong>de</strong>sconozco. Acaso Amón se muestre a<br />
mí para apaciguar mi corazón.<br />
Tales eran mis pensamientos mientras erraba por el corredor<br />
<strong>de</strong>stinado a los profanos, contemplando las santas imágenes coloreadas<br />
y leyendo las inscripciones sagradas que referían cómo los faraones<br />
2
habían ofrecido a Amón inmensas dádivas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> su botín.<br />
Entonces fue cuando vi ante mí una mujer bellísima vestida con un traje<br />
<strong>de</strong>l más sutil lino, <strong>de</strong> manera que veía sus pechos y sus muslos a través<br />
<strong>de</strong> la tela. Era alta y <strong>de</strong>lgada, sus labios, sus mejillas y sus cejas estaban<br />
pintados, y me miraba con una curiosidad provocativa.<br />
-¿Cuál es tu nombre, muchacho? -me preguntó, mirando con sus ojos<br />
ver<strong>de</strong>s mi túnica gris que <strong>de</strong>lataba que me preparaba para la or<strong>de</strong>nación.<br />
-Sinuhé -respondí yo, confuso, sin osar levantar la vista.<br />
Pero era tan bella y el aceite que corría por su frente olía tan bien que<br />
esperaba que me pediría que la guiase por el templo.<br />
-Sinuhé -dijo ella, pensativa-. ¿Entonces tienes miedo y huyes si se te<br />
confía un secreto?<br />
Pensaba, sin duda, en la leyenda <strong>de</strong> Sinuhé, lo cual me irritaba, porque<br />
ya me habían atormentado bastante en la escuela con la leyenda <strong>de</strong><br />
Sinuhé. Por esto me erguí y la miré cara a cara. Pero su mirada era tan<br />
extraña, tan curiosa y brillante, que sentía mis mejillas sonrojarse y un<br />
fuego extraño <strong>de</strong>voró mi cuerpo.<br />
-¿Por qué tendría miedo? Un futuro médico no teme nada.<br />
-¡Ah ...! -dijo ella, sonriendo-. El polluelo pía ya antes <strong>de</strong> haber roto el<br />
cascarón. ¿Tienes entre tus camaradas un muchacho llamado<br />
Metufer? Es el hijo <strong>de</strong>l constructor real.<br />
Este Metufer era el camarada que había ofrecido vino al sacerdote<br />
dándole, a<strong>de</strong>más, un brazalete <strong>de</strong> oro. Me sentí <strong>de</strong>sagradablemente sorprendido,<br />
pero me ofrecí para ir a buscarlo. Me <strong>de</strong>cía que quizás era una<br />
hermana suya o una parienta. Esta i<strong>de</strong>a me tranquilizó un poco y la miré<br />
sonriendo.<br />
-Pero, ¿cómo hacerlo puesto que no conozco tu nombre y no podré<br />
<strong>de</strong>cirle quién pregunta por él?<br />
-Lo adivinará -dijo golpeando el suelo con impaciencia. Esto me<br />
llevó a mirar su pie, que el polvo no había ensuciado y cuyas uñas<br />
estaban pintadas <strong>de</strong> rojo-. Sabrá quién pregunta por él. Acaso me<br />
<strong>de</strong>ba algo. Quizá mi marido esté <strong>de</strong> viaje y espere a Metufer para<br />
consolarme en mi dolor.<br />
Mi corazón se angustió nuevamente al pensar que era casada. Pero<br />
respondí valientemente:<br />
-¡Bien, bella <strong>de</strong>sconocida! Voy a buscarlo. Le diré que una mujer<br />
más joven y más bella que la diosa <strong>de</strong> la Luna pregunta por él. Así<br />
sabrá en seguida quién eres, pues el que te ha visto una vez no pue<strong>de</strong><br />
olvidarte jamás.<br />
Asustado <strong>de</strong> mi osadía di la vuelta, pero ella me sujetó <strong>de</strong>l brazo,<br />
diciéndome con aire meditativo:<br />
-¡Mucha prisa tienes! Espera, tenemos todavía muchas cosas que<br />
<strong>de</strong>cirnos.
De nuevo fijó sus ojos en mí y mi corazón saltó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi pecho.<br />
Después, tendió su brazo cargado <strong>de</strong> brazaletes y sortijas y me<br />
acarició la cabeza.<br />
-¿Esta bella cabeza no tiene frío, ahora que no lleva ya sus bucles? -<br />
E inmediatamente añadió-: ¿Me has dicho la verdad? ¿Me encuentras<br />
realmente bella? ¡Mírame mejor!<br />
La miré y vi que sus vestidos eran <strong>de</strong> lino real; era bella a mis ojos,<br />
más bella que todas las mujeres que había visto hasta entonces, y no<br />
hacía nada por ocultar su beldad. La miraba, y sentía cicatrizarse la<br />
herida <strong>de</strong> mi corazón; olvidaba a Amón y la Casa <strong>de</strong> la Vida, y su<br />
presencia quemaba mi cuerpo como el fuego.<br />
-No contestas -dijo ella tristemente-. No tienes necesidad <strong>de</strong> contestar,<br />
porque seguramente me encuentras vieja y fea, incapaz <strong>de</strong><br />
regocijar tus bellos ojos. Ve, pues, a buscar a Metufer, así quedarás<br />
libre <strong>de</strong> mí.<br />
Pero yo no me alejé, ni sabía qué <strong>de</strong>cir, a pesar <strong>de</strong> que comprendía<br />
que se estaba burlando <strong>de</strong> mí. Reinaba la<br />
oscuridad entre las gigantescas columnas <strong>de</strong>l templo. El resplandor <strong>de</strong><br />
la piedra arquitectónica brillaba en sus ojos y<br />
nadie podía vernos.<br />
-Acaso no sea necesario que vayas a buscarle -me dijo, sonriendo-.<br />
Si gozas y te places con mi compañía, me basta, porque no tengo a<br />
nadie con quien divertirme.<br />
Entonces me acordé <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Kipa sobre las mujeres que<br />
invitan a los muchachos a divertirse con ellas. Fue este recuerdo tan<br />
brusco que retrocedí un paso.<br />
-¿No adiviné acaso que Sinuhé tiene miedo? -dijo ella, avanzando<br />
hacia mí.<br />
Pero yo levanté la mano y dije rápidamente:<br />
-Sé muy bien quién eres. Tu marido está <strong>de</strong> viaje; y tu corazón es<br />
un cebo pérfido y tu seno quema con mayor ardor que el fuego.<br />
Pero no tuve fuerzas para huir.<br />
La bella <strong>de</strong>sconocida mostró una leve confusión, pero sonrió <strong>de</strong><br />
nuevo y me dijo:<br />
-¿Eso crees? Pues no es verdad. Mi seno no quema como el fuego;<br />
por lo contrario, se dice que es <strong>de</strong>licioso. Compruébalo tú mismo.<br />
Me cogió la mano y la llevó a su pecho, <strong>de</strong>l que sentí la belleza a<br />
través <strong>de</strong> la tenue tela; hasta tal punto que empecé a temblar y mis<br />
mejillas se sonrojaron.<br />
-No me crees todavía -dijo con una <strong>de</strong>cepción fingida-. Es que la<br />
tela te estorba; espera, <strong>de</strong>ja que la separe.<br />
Abrió su túnica y puso mi mano sobre su pecho <strong>de</strong>snudo. Sentí latir<br />
su corazón, pero su pecho era tierno y fresco bajo mi mano.
-Ven, Sinuhé -dijo en voz baja-. Ven conmigo, beberemos vino y<br />
nos divertiremos juntos.<br />
-No <strong>de</strong>bo alejarme <strong>de</strong>l templo -dije, angustiado, sintiendo<br />
vergüenza <strong>de</strong> mi cobardía porque la <strong>de</strong>seaba y la temía tanto como ala<br />
muerte-. Debo conservarme puro hasta mi or<strong>de</strong>nación, <strong>de</strong> lo<br />
contrario me arrojarían <strong>de</strong>l templo y no podría entrar jamás en la<br />
Casa <strong>de</strong> la Vida. ¡Ten piedad <strong>de</strong> mí!<br />
Así hablé porque sabía que estaba dispuesto a seguirla si me lo<br />
hubiese pedido una sola vez más. Pero ella tenía experiencia y<br />
comprendió mi situación angustiosa. Dirigió una mirada a nuestro<br />
alre<strong>de</strong>dor. Estábamos solos, pero la gente circulaba no lejos <strong>de</strong><br />
nosotros y un guía explicaba a unos extranjeros las curiosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />
templo, exigiéndoles monedas <strong>de</strong> cobre para mostrarles nuevas<br />
maravillas.<br />
-Muy tímido eres, Sinuhé -me dijo-. Nobles y ricos me ofrecen<br />
alhajas <strong>de</strong> oro para que acepte divertirme con ellos. Pero tú <strong>de</strong>seas<br />
permanecer puro, Sinuhé.<br />
-Querrás, sin duda, que vaya en busca <strong>de</strong> Metufer -dije,<br />
<strong>de</strong>samparado. Sabía que Metufer no vacilaría en abandonar el templo<br />
toda la noche, pese a que fuese su turno <strong>de</strong> vela. Tenía medios <strong>de</strong><br />
hacerlo porque su padre era constructor real; pero en aquel momento<br />
hubiera sido capaz <strong>de</strong> matarlo.<br />
-Quizá no <strong>de</strong>seo ya que llames a Metufer -dijo con una expresión <strong>de</strong><br />
malicia en los ojos-. Quizá también <strong>de</strong>see que nos separemos como<br />
buenos amigos. Por esto te diré mi nombre, que es Nefernefernefer;<br />
se me juzga tan bella que nadie, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber pronunciado mi<br />
nombre, pue<strong>de</strong> evitar repetirlo dos o tres veces. También es<br />
costumbre que al separarse los amigos cambien regalos para no<br />
olvidarse mutuamente. Por esto te pido que me ofrezcas un regalo.<br />
Así conocí <strong>de</strong> nuevo mi pobreza, porque no tenía nada que darle, ni<br />
siquiera un mo<strong>de</strong>sto brazalete <strong>de</strong> cobre que, por otra parte, no<br />
hubiera osado ofrecerle. Sentía tanta vergüenza <strong>de</strong> mí mismo que<br />
bajé la cabeza sin <strong>de</strong>cir nada.<br />
-Pues bien, dame algo que caliente mi corazón -dijo ella, levantando<br />
con su <strong>de</strong>do mi barbilla y aproximando su rostro al mío.<br />
Cuando comprendí lo que <strong>de</strong>seaba toqué con mis labios sus labios<br />
tiernos. Lanzó un leve suspiro y dijo:<br />
-Gracias, ha sido un bello regalo, Sinuhé. No lo olvidaré. Pero <strong>de</strong>bes<br />
ser seguramente extranjero, <strong>de</strong> un lejano país, porque no has<br />
aprendido a besar. Cómo es posible que las cortesanas <strong>de</strong> Tebas no te<br />
hayan enseñado todavía este arte pese a que tu cabello esté cortado<br />
ya?
Se quitó una sortija <strong>de</strong>l pulgar, una sortija <strong>de</strong> plata y oro con una<br />
piedra ver<strong>de</strong> sin grabar, y me la puso en un <strong>de</strong>do.<br />
-También yo <strong>de</strong>bo hacerte un regalo para que no me olvi<strong>de</strong>s, Sinuhé<br />
-dijo-. Cuando hayas entrado en la Casa <strong>de</strong> la Vida, podrás hacerte<br />
grabar en ella tu sello y serás lo mismo que los nobles y los ricos. Pero<br />
recuerda que la piedra es ver<strong>de</strong> porque mi nombre es Nefernefernefer<br />
y porque me han dicho que mis ojos son ver<strong>de</strong>s como el Nilo bajo los<br />
rayos <strong>de</strong>l sol.<br />
-No puedo aceptar tu sortija, Nefernefernefer -y la repetición <strong>de</strong> este<br />
nombre me causó un goce in<strong>de</strong>cible-. Pero no te olvidaré jamás.<br />
-¡Qué tontería! -dijo ella-. Guarda la sortija, puesto que yo lo<br />
quiero. Guárdala a causa <strong>de</strong> mi capricho, porque sé que me traerá<br />
algún día un gran interés.<br />
Agitó su <strong>de</strong>do meñique <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos y me dijo con coquetería:<br />
-Desconfía siempre <strong>de</strong> las mujeres cuyo seno es más ardiente que el<br />
fuego.<br />
Dio media vuelta y se alejó, prohibiéndome acompañarla. Des<strong>de</strong> la<br />
puerta <strong>de</strong>l templo la vi subir a una litera ricamente adornada; el<br />
corredor salió para abrirle paso gritando. Vi a la gente apartarse y<br />
susurrar <strong>de</strong>spués, pero su marcha me <strong>de</strong>jó sumido en una espantosa<br />
sensación <strong>de</strong> vacío, como si me hubiese arrojado <strong>de</strong> cabeza a algún<br />
sombrío abismo.<br />
Metufer vio la sortija en mi mano algunos días <strong>de</strong>spués, me cogió la<br />
mano y, contemplando la sortija, dijo:<br />
-¡Por los cuarenta y dos babuinos <strong>de</strong> Osiris! Nefernefernefer,<br />
¿verdad? ¡Jamás lo hubiera creído <strong>de</strong> ti!<br />
Me miró con aire <strong>de</strong> respeto, pese a que el sacerdote me hubiera<br />
encargado barrer el suelo y realizar los más bajos menesteres porque<br />
no le había llevado ningún regalo.<br />
En aquel momento odiaba a Metufer como sólo pue<strong>de</strong> odiar un<br />
adolescente. A pesar <strong>de</strong> que ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> interrogarlo sobre<br />
Nefernefernefer, me abstuve porque no quería rebajarme tanto. Oculté<br />
mi secreto en mi corazón, porque la mentira es más exquisita que la<br />
verdad y el sueño más puro que la realidad terrestre. Admiraba la<br />
piedra ver<strong>de</strong> en mis <strong>de</strong>dos, evocaba sus ojos y su <strong>de</strong>licioso seno y<br />
sentía el olor <strong>de</strong> su perfume. Sus labios dulces tocaban los<br />
míos y me consolaba, porque Amón se me había ya aparecido y mi fe<br />
se había <strong>de</strong>rrumbado.<br />
Por esto al pensar en ella murmuraba: .Hermana mía.» Era a mis<br />
oídos como una caricia, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más remota antigüedad esta<br />
palabra ha significado: “Mi adorada.»
Pero quiero contar aquí cómo se me apareció Amón.<br />
La cuarta noche era mi turno <strong>de</strong> velar sobre el reposo <strong>de</strong> Amón.<br />
Eramos siete, <strong>de</strong> los cuales dos, Mosé y Bek,<br />
querían entrar también en la Casa <strong>de</strong> la Vida. Por esto los conocía.<br />
Yo estaba <strong>de</strong>bilitado por el ayuno y la tensión <strong>de</strong> espíritu.<br />
Gravemente seguíamos sin sonreír al sacerdote -¡que su nombre<br />
permanezca siempre en el olvido!- que nos llevaba hacia el santuario.<br />
Amón había <strong>de</strong>scendido <strong>de</strong> su barca tras la montaña occi<strong>de</strong>ntal, los<br />
guardianes soplaron en sus trompetas <strong>de</strong> plata y las puertas <strong>de</strong>l templo<br />
fueron cerradas. Pero el sacerdote que nos guiaba se había saciado <strong>de</strong><br />
la carne <strong>de</strong> los sacrificios, los frutos y los panecillos dulces, el aceite<br />
corría por su rostro y el vino había empurpurado sus mejillas. Levantó,<br />
riéndose, la cortina y nos mostró el santo <strong>de</strong> los santos. Una enorme<br />
hornacina excavada en la roca albergaba a Amón, y bajo la luz <strong>de</strong> las<br />
lámparas sagradas, la pedrería <strong>de</strong> su cuello y su tiara lanzaban<br />
<strong>de</strong>stellos rojos, ver<strong>de</strong>s y azules; parecían ojos vivos. Al alba, bajo la<br />
dirección <strong>de</strong>l sacerdote, <strong>de</strong>bíamos ungirlo y cambiarle las vestiduras.<br />
Yo lo había visto ya durante la fiesta <strong>de</strong> la primavera llevado en<br />
procesión en una barca <strong>de</strong> oro, y las gentes se postraban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
Lo había visto también durante las crecidas navegar por el lago<br />
sagrado en su real nave <strong>de</strong> cedro. Pero, pobre estudiante, no lo había<br />
visto más que <strong>de</strong> lejos, y su traje rojo no me había producido una<br />
impresión tan gran<strong>de</strong> como ahora, bajo la luz <strong>de</strong> las lámparas y en el<br />
silencio absoluto <strong>de</strong>l santuario. El color rojo estaba reservado a los<br />
dioses, y al mirarlo, me parecía que la estatua <strong>de</strong> piedra me aplastaba<br />
con todo su peso.<br />
-Velad y orad por el dios -dijo el sacerdote, agarrándose <strong>de</strong> las<br />
cortinas porque sus piernas no estaban muy seguras-. Quizás os<br />
llamará por vuestros nombres, porque tiene la costumbre <strong>de</strong> mostrarse<br />
a los candidatos y hablarles si los juzga dignos <strong>de</strong> ello.<br />
Hizo rápidamente con la mano los signos sagrados murmurando los<br />
nombres divinos <strong>de</strong> Amón, y <strong>de</strong>jó caer la cortina sin hacer tan sólo una<br />
reverencia ni poner sus manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas. Salió<br />
<strong>de</strong>jándonos solos en el atrio sombrío, cuyas losas helaban nuestros<br />
pies <strong>de</strong>snudos. Después <strong>de</strong> su marcha, Mosé sacó una lámpara y<br />
Ahmose penetró sin embarazo en el santuario y usó <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong> Amón<br />
para encen<strong>de</strong>rla.<br />
-Sería una locura permanecer en la oscuridad -dijo Mosé.<br />
3
Y nos sentimos más tranquilos aunque algo intimidados. Ahmose<br />
tenía pan y carne. Mata y Nefru comenzaron a jugar a los dados<br />
gritando con una voz tan aguda que resonaba en todo el templo.<br />
Después <strong>de</strong> haber comido, Ahmose se envolvió en sus vestiduras y se<br />
tendió en el suelo, lanzando maldiciones contra la dureza <strong>de</strong> las losas;<br />
Sinufer y Nefru no tardaron en seguir su ejemplo.<br />
Yo era joven y velaba, a pesar <strong>de</strong> saber que Metufer había regalado<br />
al sacerdote una jarra <strong>de</strong> vino, invitándolo a su habitación con otros<br />
dos hijos <strong>de</strong> buena familia, <strong>de</strong> manera que no podía venir a<br />
sorpren<strong>de</strong>rnos. Velaba, pese a saber, por haberlo oído <strong>de</strong>cir, que todos<br />
los candidatos comían, jugaban o dormían. Mata comenzó a hablar <strong>de</strong>l<br />
templo <strong>de</strong> Sekhmet, <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> leona, don<strong>de</strong> la hija celeste <strong>de</strong> Amón<br />
se aparecía a los reyes guerreros y los besaba. Este templo estaba<br />
situado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Amón, pero no gozaba ya <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Hacía décadas que el faraón no había vuelto a él y la hierba crecía por<br />
entre las gran<strong>de</strong>s losas <strong>de</strong>l patio. Pero Mata <strong>de</strong>cía que no tendría<br />
ningún inconveniente en velar allá y besar la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la diosa, y<br />
Nefru lanzaba los dados, bostezaba y lamentaba no haber tenido la<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> proveerse <strong>de</strong> vino. Después, los dos se acostaron y pronto fui<br />
yo el único en velar.<br />
La noche fue larga y, mientras los <strong>de</strong>más dormían, una profunda<br />
piedad se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí, porque era todavía joven y me <strong>de</strong>cía que<br />
había permanecido puro y observado todos los ritos, a fin <strong>de</strong> que<br />
Amón se me apareciera. Repetía sus nombres sagrados y aguzaba el<br />
oído al menor ruido poniendo en tensión mis sentidos, pero el templo<br />
permanecía vacío y frío. Hacia el alba la cortina <strong>de</strong>l santuario se movió<br />
un poco, pero eso fue todo. Cuando la luz <strong>de</strong>l día entró en el templo<br />
apagué la luz, presa <strong>de</strong> una <strong>de</strong>cepción in<strong>de</strong>cible, y <strong>de</strong>sperté a mis<br />
compañeros.<br />
Los soldados hicieron sonar sus trompetas, los guardias fueron<br />
relevados en las murallas y un murmullo indistinto proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los<br />
patios llegó hasta mí, como la resaca <strong>de</strong> las olas lejanas bajo el viento;<br />
así nos dimos cuenta <strong>de</strong> que el trabajo cotidiano <strong>de</strong>l templo había<br />
comenzado. El sacerdote vino por fin con gran<strong>de</strong>s prisas, seguido, con<br />
gran sorpresa mía, <strong>de</strong> Metufer. Los dos apestaban a vino, iban cogidos<br />
<strong>de</strong>l brazo, y el sacerdote balanceaba las llaves <strong>de</strong> los cofres en su mano<br />
y repetía, ayudado por Metufer, las palabras sagradas antes <strong>de</strong><br />
saludarnos.<br />
-Candidatos Mata, Mosé, Bek, Sinufer, Nefru, Ahmose y Sinuhé,<br />
¿habéis velado y orado, como está prescrito, para merecer vuestra<br />
iniciación?<br />
-Sí -respondimos con una sola voz.
-¿Se os ha aparecido Amón según su promesa? -prosiguió el<br />
sacerdote mirándonos con sus ojos cansados.<br />
Después <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> vacilación en el grupo, Mosé dijo con<br />
pru<strong>de</strong>ncia:<br />
-Se nos ha aparecido según su promesa.<br />
Todos repitieron esta frase, pero yo no dije nada; me parecía que una<br />
mano me estrujaba el corazón, porque lo que<br />
<strong>de</strong>cían mis compañeros se me antojaba sacrílego.<br />
Metúfer dijo con impru<strong>de</strong>ncia:<br />
-He velado y orado también por merecer la or<strong>de</strong>nación, porque la<br />
noche próxima tengo otra cosa que hacer que velar aquí. Amón se me<br />
ha aparecido, como pue<strong>de</strong> testimoniarlo el sacerdote, en forma <strong>de</strong><br />
gruesa parra y me ha confiado una serie <strong>de</strong> secretos que no puedo<br />
revelaros, pero sus palabras eran en mi boca dulces como el vino, <strong>de</strong><br />
forma que he tenido sed <strong>de</strong> beberlas hasta el nuevo día.<br />
Armándose <strong>de</strong> valor, Mosé dijo:<br />
-A mí se me ha aparecido bajo la forma <strong>de</strong> su hijo Horus; se posó<br />
sobre mi hombro y me dijo: «Bendito seas, Mosé, bendita sea tu<br />
familia, a fin <strong>de</strong> que un día puedas sentarte en la casa <strong>de</strong> las dos<br />
puertas y tengas numerosos servidores a quienes mandar.»<br />
Los <strong>de</strong>más se dieron prisa en repetir lo que Amón les había dicho y<br />
hablaban todos a la vez mientras el sacerdote los miraba, riéndose. No<br />
sé si contaban sus sueños o mentían. Pero yo me sentía solo y<br />
<strong>de</strong>samparado y no <strong>de</strong>cía nada.<br />
Finalmente, el sacerdote se volvió hacia mí, frunció el ceño y dijo<br />
severamente:<br />
-Y tú, Sinuhé, ¿no eres acaso digno <strong>de</strong> ser or<strong>de</strong>nado? ¿No se te ha<br />
aparecido acaso el divino Amón? ¿No lo has visto siquiera bajo la<br />
forma <strong>de</strong> un ratón, puesto que elige a su antojo millares <strong>de</strong> formas<br />
distintas?<br />
Para mí se trataba <strong>de</strong> entrar en la Casa <strong>de</strong> la Vida, <strong>de</strong> manera que me<br />
armé <strong>de</strong> valor:<br />
-Al alba he visto moverse la cortina <strong>de</strong>l santuario, pero no he visto a<br />
Amón ni me ha hablado.<br />
Ante mis palabras todos se echaron a reír y Metufer se golpeó las<br />
rodillas diciéndole al sacerdote:<br />
-Es tonto...<br />
Cogió al sacerdote por la manga, que estaba manchada <strong>de</strong> vino, y le<br />
dijo unas palabras al oído, mirándome.<br />
El sacerdote me lanzó una nueva mirada severa.<br />
-Si no has oído la voz <strong>de</strong> Amón -dijo-, no podré iniciarte. Pero lo<br />
intentaremos, porque eres un muchacho creyente y con intenciones
uenas. Y con estas palabras entró en el santuario. Metufer se acercó a<br />
mí, vio mi expresión <strong>de</strong>solada y me sonrió amistosamente.<br />
-No temas nada -me dijo.<br />
Al cabo <strong>de</strong> un instante todos tuvimos un sobresalto, porque en el<br />
templo resonaba una voz sobrenatural que parecía manar <strong>de</strong> todas<br />
partes: <strong>de</strong>l techo, <strong>de</strong>l muro y <strong>de</strong> las columnas.<br />
Esta voz <strong>de</strong>cía:<br />
-Sinuhé, Sinuhé, gandul, haragán, ¿dón<strong>de</strong> estás? Preséntate ante mí<br />
y hónrame, porque no tengo ganas <strong>de</strong> esperarte todo el día.<br />
Metufer se ahogaba <strong>de</strong> risa y, empujándome hacia el santuario, me<br />
hizo acostarme sobre el suelo en la actitud prescrita para saludar a los<br />
dioses y los faraones. Pero levanté la cabeza y vi que la luz había<br />
invadido todo el santuario. La voz salía <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> Amón.<br />
-Sinuhé, Sinuhé, cerdo babuino..., ¿estabas borracho, puesto que<br />
dormías cuando te llamé? Deberías ser ahogado en el fango, pero por<br />
tu temprana edad te perdono, pese a que no seas más que una bestia<br />
perezosa, porque perdono a los que creen en mí y arrojo a los <strong>de</strong>más a<br />
un abismo infernal.<br />
No recuerdo todo lo que dijo la voz, gritando y maldiciendo, ni<br />
quiero recordarlo, tan humillante y amargo era para mí, porque,<br />
escuchando bien, había reconocido en aquel rugido sobrenatural el<br />
tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong>l sacerdote y este <strong>de</strong>scubrimiento me había <strong>de</strong>jado<br />
consternado y glacial. Pese a que la voz se hubiese callado, continué<br />
postrado a los pies <strong>de</strong> Amón, hasta que el sacerdote vino a levantarme<br />
<strong>de</strong> un puntapié, mientras mis compañeros me entregaban incienso,<br />
ungüentos, pomadas y vestiduras rojas.<br />
Cada cual tenía su misión <strong>de</strong>terminada. Yo recordé la mía y corrí al<br />
vestíbulo en busca <strong>de</strong> un cubo <strong>de</strong> agua sagrada y paños para lavar el<br />
rostro, las manos y los pies <strong>de</strong>l dios. A mi regreso vi al sacerdote<br />
escupir al rostro <strong>de</strong> Amón y enjugarlo con su manga mancillada.<br />
Después Mosé y Nefru le pintaron los labios, las cejas y las mejillas.<br />
Metufer lo ungió y, riéndose, pasó el pincel por el rostro <strong>de</strong>l sacerdote<br />
y el suyo. Finalmente, <strong>de</strong>snudamos la estatua, la lavamos y la secamos,<br />
como si hubiese hecho sus necesida<strong>de</strong>s, y le pusimos vestiduras<br />
limpias.<br />
Cuando todo hubo terminado, el sacerdote recogió los vestidos y las<br />
ropas porque los vendía a trozos a los ricos visitantes <strong>de</strong>l templo, y el<br />
agua servía para curar las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la piel. Por fin quedamos<br />
libres y pu<strong>de</strong> salir al patio bajo el sol, don<strong>de</strong> vomité.<br />
Mi corazón y mi cabeza estaban tan vacíos como mi estómago,<br />
porque no creía ya en los dioses. Pero cuando, una semana <strong>de</strong>spués,<br />
me ungieron con aceite y me or<strong>de</strong>naron sacerdote <strong>de</strong> Amón, presté<br />
juramento sacerdotal y recibí un certificado. Este ostentaba el sello <strong>de</strong>l
gran templo <strong>de</strong> Amón y mi nombre, y me daba acceso a la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida.<br />
Así fue como Mosé, Bek y yo entramos en esta casa. La puerta se<br />
abrió ante nosotros, mi nombre fue inscrito en el Libro <strong>de</strong> la Vida,<br />
como fueron un día los <strong>de</strong> mi padre Senmut y el <strong>de</strong> su padre. Pero ya<br />
no era feliz.<br />
En la Casa <strong>de</strong> la Vida, la enseñanza hubiera <strong>de</strong>bido ser vigilada por<br />
los médicos reales, cada cual en su rama. Pero sólo se les veía<br />
raramente, porque su clientela era numerosa, recibían ricos regalos<br />
por sus servicios y habitaban vastas resi<strong>de</strong>ncias en las afueras <strong>de</strong> la<br />
villa. Sin embargo, cuando se llevaba a la Casa <strong>de</strong> la Vida un enfermo<br />
cuyo caso sobrepasaba la competencia <strong>de</strong> los médicos ordinarios o al<br />
que nadie se atrevía a tratar, se llamaba a un médico real, que hacía lo<br />
que podía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los discípulos. Así, gracias a Amón, el enfermo<br />
más pobre podía gozar <strong>de</strong> los cuidados <strong>de</strong> un médico real.<br />
Porque los enfermos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida pagaban según sus<br />
medios, y aun cuando muchos llevaban un<br />
certificado atestiguando que un médico ordinario no podía curarlos,<br />
los más pobres iban directamente a la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida y no se les hacía pagar nada. Todo aquello era bello y justo, pero<br />
yo no hubiera querido ser pobre y estar enfermo, porque con estos<br />
pobres <strong>de</strong>sgraciados se ejercitaban los aprendices y los alumnos los<br />
cuidaban sin darles calmantes, <strong>de</strong> manera que tenían que sufrir las<br />
pinzas, las cuchilladas y el fuego sin anestesia. Por esto<br />
frecuentemente se oían en los patios <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida los aullidos<br />
y los lamentos <strong>de</strong> los pobres.<br />
Incluso para un alumno dotado, los estudios eran largos. Debíamos<br />
apren<strong>de</strong>r la ciencia <strong>de</strong> los remedios y conocer las plantas, saber<br />
cogerlas en el momento propicio, secarlas y <strong>de</strong>stilarlas, porque en caso<br />
<strong>de</strong> necesidad un médico <strong>de</strong>bía po<strong>de</strong>r preparar él mismo sus pociones.<br />
Yo y muchos otros murmurábamos contra este sistema, porque no<br />
veíamos la utilidad, puesto que en la Casa <strong>de</strong> la Vida se podían obtener<br />
todos estos remedios ya mezclados y dosificados. Pero, como se verá<br />
más tar<strong>de</strong>, esta enseñanza me fue muy útil.<br />
Debíamos apren<strong>de</strong>r también los nombres <strong>de</strong> las diferentes partes <strong>de</strong>l<br />
cuerpo, su función y el objeto <strong>de</strong> los diferentes órganos. Debíamos<br />
apren<strong>de</strong>r a manejar el cuchillo, el escalpelo y las tenazas, pero ante<br />
todo <strong>de</strong>bíamos acostumbrar nuestras manos a sentir los dolores tanto<br />
en las cavida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cuerpo humano como a través <strong>de</strong> la piel y había<br />
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que saber también leer las enfermeda<strong>de</strong>s en los ojos <strong>de</strong>l paciente.<br />
Teníamos asimismo que asistir a un parto cuando los cuidados <strong>de</strong> la<br />
comadrona no bastaban. Había que apren<strong>de</strong>r a aumentar o calmar los<br />
dolores según las necesida<strong>de</strong>s. Había que saber distinguir las<br />
enfermeda<strong>de</strong>s graves <strong>de</strong> las benignas, las que procedían <strong>de</strong>l espíritu,<br />
como las <strong>de</strong>l cuerpo. Había que saber filtrar la verdad a través <strong>de</strong> las<br />
palabras <strong>de</strong>l enfermo, y <strong>de</strong> la cabeza a los pies, saber hacer las<br />
preguntas necesarias para obtener una imagen clara <strong>de</strong> la enfermedad.<br />
Era, pues, comprensible que cuanto más avanzaba en mis estudios<br />
más sintiese la insuficiencia <strong>de</strong> mi saber. ¿No es acaso una realidad<br />
que un médico no lo es realmente hasta que conoce humil<strong>de</strong>mente que<br />
no sabe nada? Pero no hay que <strong>de</strong>cirlo a los profanos, porque lo que<br />
importa ante todo es que un enfermo tenga confianza en su médico y<br />
en su habilidad. Es el fundamento <strong>de</strong> toda curación sobre el cual hay<br />
que edificar. Por esto un médico no <strong>de</strong>be equivocarse nunca, porque<br />
un médico falible pier<strong>de</strong> su reputación y disminuye la <strong>de</strong> sus colegas.<br />
Por esto ocurre que en las casas <strong>de</strong> los ricos, cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un<br />
primer médico se llama a un segundo y a un tercero para examinar un<br />
caso difícil, los colegas prefieren enterrar el error <strong>de</strong>l primero antes<br />
que revelarlo con gran perjuicio <strong>de</strong>l cuerpo médico. Por esto se dice<br />
que los médicos entierran juntos a sus enfermos.<br />
Pero en aquel tiempo yo no sabía nada <strong>de</strong> esto y entré en la Casa <strong>de</strong><br />
la Vida con la respetuosa convicción <strong>de</strong> que iba a <strong>de</strong>scubrir toda la<br />
sabiduría terrestre. Las primeras semanas fueron duras, porque el<br />
discípulo joven es el servidor <strong>de</strong> los antiguos y no hay criado<br />
subalterno que no le sea superior. Ante todo el alumno <strong>de</strong>be apren<strong>de</strong>r<br />
la limpieza, y no hay tarea repugnante que no se le confíe, <strong>de</strong> manera<br />
que se siente enfermo <strong>de</strong> asco hasta el momento en que se endurece.<br />
Pero no tarda en saber que un cuchillo no está limpio hasta que ha<br />
sido purificado por el fuego, y una tela hervida en agua <strong>de</strong> sosa.<br />
Sin embargo, todo cuanto hace referencia al arte <strong>de</strong> la medicina está<br />
escrito en los libros, <strong>de</strong> manera que no me <strong>de</strong>tendré más sobre ello.<br />
Como <strong>de</strong>squite quiero hablar <strong>de</strong> lo que he visto y en particular sobre lo<br />
que los <strong>de</strong>más no han escrito.<br />
Después <strong>de</strong> una larga estancia, vino el día en que me dieron una<br />
blusa blanca <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las purificaciones rituales y pu<strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r, en<br />
las salas <strong>de</strong> visita, a arrancar dientes a los hombres fuertes, curar las<br />
heridas y entablillar miembros fracturados. Todo aquello no era nuevo<br />
para mí y gracias a las enseñanzas <strong>de</strong> mi padre hice rápidos progresos<br />
y llegué a ser pronto el jefe <strong>de</strong> mis camaradas. Algunas veces recibía<br />
regalos, y un día hice grabar mi nombre sobre la piedra ver<strong>de</strong> que<br />
Nefernefernefer me había dado, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r estampar mi nombre<br />
sobre mis recetas.
Abordé tareas cada vez más difíciles, y pu<strong>de</strong> velar en las salas don<strong>de</strong><br />
reposaban los incurables, seguir los cuidados y las operaciones <strong>de</strong> los<br />
médicos célebres que eran capaces <strong>de</strong> salvar un enfermo <strong>de</strong> cada diez.<br />
Aprendí también a ver que para el médico la muerte no tiene nada <strong>de</strong><br />
espantoso y que a menudo para el enfermo es una amiga compasiva,<br />
<strong>de</strong> manera que frecuentemente el rostro <strong>de</strong> un hombre moribundo<br />
<strong>de</strong>muestra más felicidad que durante los días miserables <strong>de</strong> su vida.<br />
Sin embargo, fui ciego y sordo hasta el momento en que tuve una<br />
iluminación como antaño, durante mi infancia, cuando las imágenes,<br />
las palabras y las letras cobraron vida para mí. Un día mis ojos se<br />
abrieron, me <strong>de</strong>sperté como <strong>de</strong> un sueño y con el espíritu <strong>de</strong>sbordante<br />
<strong>de</strong> alegría me pregunté: «¿Por qué?» Porque la temida clave <strong>de</strong> todo<br />
verda<strong>de</strong>ro saber es la pregunta: «¿Por qué?» Esta palabra es más<br />
fuerte que la caña <strong>de</strong> Thoth y más po<strong>de</strong>rosa que las inscripciones<br />
grabadas sobre la piedra.<br />
He aquí cómo ocurrió. Una mujer no había tenido hijos y se creía<br />
estéril porque había pasado ya <strong>de</strong> la cuarentena. Un día, sus<br />
menstruos cesaron y, atemorizada, acudió a la Casa <strong>de</strong> la Vida<br />
preguntándose si un mal espíritu habría penetrado en ella<br />
empozoñando su cuerpo. Como está prescrito, tomé unos granos <strong>de</strong><br />
trigo y los hundí en la tierra. Regué algunos granos con agua <strong>de</strong>l Nilo y<br />
los otros con orina <strong>de</strong> la mujer. Puse todo aquello al sol y le dije a la<br />
mujer que volviese a pasar al cabo <strong>de</strong> algunos días. Cuando vino, los<br />
granos habían germinado; los que habían sido regados con agua <strong>de</strong>l<br />
Nilo eran pequeños, mientras los <strong>de</strong>más estaban florecientes. Así lo<br />
que estaba escrito era verdad, como se lo dije a la mujer sorprendida.<br />
-Regocíjate, mujer, porque en su misericordia el po<strong>de</strong>roso Amón ha<br />
ben<strong>de</strong>cido tu seno y tendrás un hijo, como las <strong>de</strong>más mujeres<br />
benditas. La pobre mujer lloró y me dio un brazalete <strong>de</strong> plata que<br />
pesaba dos <strong>de</strong>ben (el <strong>de</strong>ben o tabonom, pesa aprox. 90g). Pero en el<br />
acto me preguntó si sería varón, porque se figuraba que lo sabía todo.<br />
Reflexioné un momento, la miré a los ojos y le dije:<br />
-Será un hijo.<br />
Porque las probabilida<strong>de</strong>s eran las mismas y en aquellos tiempos<br />
tenía suerte en el juego. Estuvo todavía más<br />
contenta y me dio otro brazalete igual al primero.<br />
Una vez se hubo marchado, me pregunté:<br />
«¿Cómo es posible que un grano <strong>de</strong> trigo sepa lo que ningún médico<br />
pue<strong>de</strong> dilucidar antes <strong>de</strong> que los signos <strong>de</strong>l<br />
embarazo sean perceptibles a la vista?» Entonces me <strong>de</strong>cidí a hacer<br />
esta pregunta a mi maestro, pero éste se limitó a contestar:<br />
-Está escrito.
Pero aquélla no era una respuesta satisfactoria a mi porqué. Me<br />
<strong>de</strong>cidí a consultar acerca <strong>de</strong> la maternidad al<br />
médico comadrón real, quien me dijo:<br />
-Amón es el dios <strong>de</strong> todos los dioses. Su ojo ve la matriz que recibe<br />
la semilla. Si permite la fecundación, ¿por qué no permitir que un<br />
grano germine en la tierra si se ha regado con el agua <strong>de</strong> la mujer<br />
fecundada?<br />
Me dirigió una mirada <strong>de</strong> compasión como a un imbécil, pero su<br />
respuesta no me, satisfizo.<br />
Ahora mis ojos se abren y veo que los médicos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida<br />
conocían únicamente los textos y las costumbres, pero nada más.<br />
Porque si preguntaba por qué había que cauterizar una herida<br />
purulenta mientras se unta una herida ordinaria y se la cubre con un<br />
apósito y por qué el moho y las telarañas curan los abcesos, me<br />
respondían:<br />
-Así se ha hecho siempre.<br />
De la misma forma el manipulador <strong>de</strong>l cuchillo que cura tiene el<br />
<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> practicar las ciento veintidós<br />
operaciones e incisiones que han sido <strong>de</strong>scritas, y las ejecuta más o<br />
menos bien según su experiencia y habilidad; más o menos<br />
lentamente, ocasionando más o menos sufrimientos al enfermo; pero<br />
no pue<strong>de</strong> hacer nada más porque sólo éstas han sido <strong>de</strong>scritas.<br />
Había gente que se a<strong>de</strong>lgazaba y cuyo rostro se ponía pálido, pero el<br />
médico no podía <strong>de</strong>scubrir enfermedad ni <strong>de</strong>fecto. Y, sin embargo,<br />
estos enfermos recuperaban la salud si comían hígado crudo <strong>de</strong> las<br />
víctimas <strong>de</strong> los sacrificios pagando por él un precio elevado, pero nadie<br />
podía explicar el porqué; nadie se atrevía siquiera a preguntarlo. Otros<br />
tenían dolores <strong>de</strong> vientre, y sus manos y sus rostros se ponían<br />
ardientes; tomaban purgantes y calmantes, pero unos sanaban y otros<br />
morían sin que los médicos pudiesen <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> antemano lo que<br />
ocurriría. No estaba siquiera permitido preguntarse por qué. No tardé<br />
en darme cuenta <strong>de</strong> que hacía <strong>de</strong>masiadas preguntas, porque todos<br />
comenzaron a mirarme <strong>de</strong> soslayo y los camaradas entrados más tar<strong>de</strong><br />
que yo pasaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y me daban ór<strong>de</strong>nes. Entonces fue<br />
cuando me quité mi vestidura blanca, me purifiqué y abandoné la Casa<br />
<strong>de</strong> la Vida, llevándome los dos brazaletes cuyo peso era <strong>de</strong> cuatro<br />
<strong>de</strong>ben.<br />
Cuando salí <strong>de</strong>l templo en pleno día, cosa que no me había ocurrido<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años, me di inmediatamente cuenta <strong>de</strong> que Tebas<br />
5
había cambiado mucho durante mis estudios. Lo vi al seguir la<br />
Avenida <strong>de</strong> los Carneros y al cruzar las plazas <strong>de</strong> los mercados. Por<br />
doquier reinaba una nueva inquietud y la indumentaria <strong>de</strong> la gente era<br />
más lujosa y complicada y era ya imposible distinguir, por los pliegues<br />
<strong>de</strong>l traje y la peluca, si era un hombre o una mujer. De las tabernas y<br />
las casas <strong>de</strong> placer salía la música <strong>de</strong> Siria y en las calles se oían<br />
constantemente nombres extranjeros; los sirios y los negros se<br />
mezclaban <strong>de</strong>scaradamente con los egipcios. La opulencia y el po<strong>de</strong>río<br />
<strong>de</strong> Egipto eran infinitos y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía siglos ningún enemigo había<br />
hollado el suelo <strong>de</strong>l país, y los hombres llegados a la edad adulta<br />
ignoraban cuanto hiciese referencia a la guerra. Pero la gente, ¿era<br />
acaso más feliz? No lo creo, porque todas las miradas estaban<br />
inquietas, todo el mundo llevaba prisa, cada cual esperaba una mejora<br />
futura sin gozar <strong>de</strong>l momento presente.<br />
Andaba al azar por las calles <strong>de</strong> Tebas; iba solo y mi corazón estaba<br />
henchido <strong>de</strong> angustia y <strong>de</strong> dolor. Regresé a casa y vi que mi padre<br />
Senmut había envejecido; su espalda se había encorvado y sus ojos no<br />
podían ya distinguir los signos sobre el papel. Vi también que mi<br />
madre Kipa había envejecido, ja<strong>de</strong>aba al caminar y no hablaba más<br />
que <strong>de</strong> la tumba, porque con sus economías mi padre había comprado<br />
una tumba en la necrópolis situada al oeste <strong>de</strong>l río. Yo la había visto,<br />
era <strong>de</strong> ladrillos con los muros adornados con las imágenes e<br />
inscripciones habituales. Estaba ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> tumbas<br />
semejantes que los sacerdotes <strong>de</strong> Amón vendían muy caras a la gente<br />
respetable y económica y a fin <strong>de</strong> asegurarles la inmortalidad. Para<br />
complacer a mi madre, le había redactado un Libro <strong>de</strong> los Muertos<br />
que sería enterrado en la tumba <strong>de</strong> mis padres a fin <strong>de</strong> que no se<br />
extraviasen en su largo viaje, y estaba escrito sin la menor falta, si bien<br />
no tenía imágenes pintadas como los que vendían en el templo <strong>de</strong><br />
Amón.<br />
Mi madre me dio <strong>de</strong> comer y mi padre me interrogó sobre mis<br />
estudios, pero no encontramos nada más que <strong>de</strong>cirnos; mi casa me era<br />
extranjera y extranjera me era también la calle en que vivíamos. Y por<br />
esto mi corazón se acongojaba. Pero yo pensaba en el templo <strong>de</strong> Ptah y<br />
en Thotmés, que quería ser artista. Y me dije: «Tengo cuatro <strong>de</strong>ben <strong>de</strong><br />
plata en el bolsillo. Voy a ir a encontrar a mi amigo a fin <strong>de</strong> que nos<br />
divirtamos juntos bebiendo vino, puesto que no obtengo nunca<br />
respuesta a mis preguntas.»<br />
Por esto me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> mis padres diciéndoles que <strong>de</strong>bía regresar a<br />
la Casa <strong>de</strong> la Vida y a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> fui al templo <strong>de</strong> Ptah y<br />
pregunté al guardián por el alumno Thotmés. Entonces me enteré <strong>de</strong><br />
que había sido expulsado <strong>de</strong> la escuela hacía mucho tiempo ya. Los<br />
alumnos a quienes me había dirigido y que tenían las manos
manchadas <strong>de</strong> grasa, escupían en el suelo al pronunciar su nombre.<br />
Pero uno <strong>de</strong> ellos me habló:<br />
-Si buscas a Thotmés lo hallarás en una taberna o en una casa <strong>de</strong><br />
lenocinio.<br />
Otro añadió:<br />
-Si oyes a alguien que blasfeme <strong>de</strong> los dioses, Thotmés no estará<br />
lejos <strong>de</strong> allá.<br />
Y un tercero dijo:<br />
-Encontrarás a tu amigo Thotmés por todas partes don<strong>de</strong> se riña y<br />
se hiera.<br />
De nuevo escupieron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí porque había dicho que era<br />
amigo <strong>de</strong> Thotmés, pero creo que obraban así únicamente a causa <strong>de</strong><br />
su dueño; porque en cuanto éste hubo dado media vuelta me dijeron<br />
que fuese a una taberna llamada «La jarra Siria».<br />
Descubrí este antro en el límite <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> los pobres y el <strong>de</strong> los<br />
gran<strong>de</strong>s, y su puerta estaba adornada con inscripciones en alabanza <strong>de</strong><br />
las viñas <strong>de</strong> Amón y <strong>de</strong>l vino <strong>de</strong>l puerto. En el interior, las pare<strong>de</strong>s<br />
estaban cubiertas <strong>de</strong> pinturas alegres en las que los babuinos<br />
acariciaban a las bailarinas y las cabras tocaban la flauta. En el suelo,<br />
los artistas sentados dibujaban con ardor y un anciano contemplaba<br />
tristemente su copa vacía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
-¡Sinuhé, por el torno <strong>de</strong>l alfarero! -gritó alguien que se levantó a<br />
saludarme alzando la mano en signo <strong>de</strong> gran amistad.<br />
Reconocí a Thotmés, pese a que sus ropas estuviesen sucias y<br />
<strong>de</strong>sgarradas; tenía los ojos inyectados en sangre y un chichón en la<br />
frente. Había a<strong>de</strong>lgazado y envejecido y la comisura <strong>de</strong> sus labios<br />
estaba arrugada pese a que fuese joven todavía. Pero en sus ojos había<br />
todavía algo atractivo y ardiente cuando me miraba. Inclinó su cabeza<br />
hacia mí, hasta que nuestras mejillas se tocaron. Así reconocí que<br />
seguíamos siendo amigos.<br />
-Mi corazón está henchido <strong>de</strong> dolor y todo es vanidad -le dije-. Por<br />
esto te he buscado, a fin <strong>de</strong> que regocijásemos juntos nuestros<br />
corazones con el vino, porque nadie me respon<strong>de</strong> cuando pregunto<br />
«¿Por qué?». Pero Thotmés levantó su escasa vestidura para<br />
<strong>de</strong>mostrarme que no tenía con qué comprar vino.<br />
-Llevo en mis muñecas cuatro <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> plata -dije con orgullo. Pero<br />
Thotmés mostró mi cabeza afeitada que <strong>de</strong>lataba que era un sacerdote<br />
<strong>de</strong> primer grado. Era lo único <strong>de</strong> que podía envanecerme. Y sentí<br />
<strong>de</strong>specho por no haber <strong>de</strong>jado crecer mis cabellos. Por esto le dije con<br />
impaciencia:<br />
-Soy médico y no sacerdote. Creo haber leído en la puerta que tienen<br />
aquí también los vinos <strong>de</strong>l puerto. Probémoslos, si son buenos.
Con estas palabras sacudí los brazaletes <strong>de</strong> mis brazos y el dueño<br />
acudió y se inclinó ante mí poniendo las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas.<br />
-Tengo vinos <strong>de</strong> Sidón y <strong>de</strong> Biblos, cuyos sellos están todavía<br />
intactos y que han sido endulzados con mirra -dijo-. Ofrezco también<br />
vinos mezclados en copas <strong>de</strong> colores; suben a la cabeza como los<br />
suspiros <strong>de</strong> una mujer bonita y llenan <strong>de</strong> júbilo el corazón.<br />
En vista <strong>de</strong> que el dueño seguía enumerando incansablemente las<br />
excelencias <strong>de</strong> su mercancía me volví hacia Thotmés, que encargó una<br />
mezcla <strong>de</strong> vinos. Un esclavo vino a echarnos agua sobre las manos y<br />
nos <strong>de</strong>jó un plato <strong>de</strong> granos <strong>de</strong> loto asados, sobre una mesita baja que<br />
puso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros. El dueño <strong>de</strong>positó sobre ella las copas.<br />
Thotmés vertió una gota <strong>de</strong> vino por el suelo exclamando:<br />
-¡Por el divino alfarero! ¡Que el diablo se lleve a la escuela <strong>de</strong> bellas<br />
artes y todos sus maestros!<br />
Entonces mencionó los nombres <strong>de</strong> los que más <strong>de</strong>testaba y yo seguí<br />
su ejemplo.<br />
-¡En nombre <strong>de</strong> Amón -dije-, que su barca se hunda eternamente,<br />
que la panza <strong>de</strong> sus sacerdotes se reviente y que la peste roa a los<br />
ignorantes maestros <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida!<br />
-No temas nada -me dijo Thotmés-. En esta taberna han<br />
escandalizado tanto los oídos <strong>de</strong> Amón que nadie hace ya caso. Aquí<br />
todos los clientes son gente perdida. No conseguiría siquiera ganar mi<br />
pan y mi cerveza si no se me hubiese ocurrido dibujar ilustraciones<br />
para los hijos <strong>de</strong> los ricos.<br />
Me mostró un rollo <strong>de</strong> papiro cubierto <strong>de</strong> dibujos y no pu<strong>de</strong> menos<br />
que reírme porque había dibujado una fortaleza <strong>de</strong>fendida por un gato<br />
tembloroso contra unos ratones, había también un hipopótamo que<br />
cantaba en la cima <strong>de</strong> un árbol, mientras un pichón trepaba<br />
penosamente por una escalera apoyada contra el tronco.<br />
Thotmés me miró y sus ojos pardos sonrieron. Enrolló <strong>de</strong> nuevo el<br />
papiro y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> reír porque me mostraba una imagen en la que un<br />
diminuto sacerdote calvo llevaba a un faraón como se lleva una<br />
víctima al suplicio. En otro, un faraón pequeño se inclinaba ante la<br />
inmensa estatua <strong>de</strong> Amón. Viendo mi sorpresa, me explicó:<br />
-¿No es acaso justo? También los padres se ríen <strong>de</strong> mis imágenes<br />
porque son disparatadas. Es tan ridículo que un<br />
ratón ataque a un gato, como que un sacerdote arrastre un faraón<br />
tirando <strong>de</strong> la correa. Pero los que saben comienzan a reflexionar. Sin<br />
embargo, no careceré <strong>de</strong> pan ni <strong>de</strong> cerveza hasta el día que los<br />
sacerdotes me hagan asesinar por sus guardianes en cualquier<br />
esquina. Les ha ocurrido ya a otros.<br />
-Bebamos -dije yo entonces.
Y vaciamos nuestra copas, pero mi corazón no sintió ningún<br />
regocijo.<br />
-¿Es acaso un error preguntar «¿Por qué?»?-dije yo.<br />
-Des<strong>de</strong> luego, es un error, porque el hombre que se atreve a<br />
preguntar por qué, no tiene ya hogar, ni techo, ni asilo en el país <strong>de</strong><br />
Kemi. Todo <strong>de</strong>be permanecer inmutable, ya lo sabes. Yo temblaba <strong>de</strong><br />
júbilo y <strong>de</strong> orgullo al entrar en la escuela <strong>de</strong> bellas artes, recuérdalo,<br />
Sinuhé. Era como un sediento al lado <strong>de</strong> una fuente. Como un<br />
hambriento que recibe un pan. Y he aprendido muchas cosas útiles. He<br />
aprendido a sostener un lápiz, a manejar un cincel, a mol<strong>de</strong>ar el<br />
mo<strong>de</strong>lo en cera antes <strong>de</strong> esculpirlo en la piedra, a pulir ésta, a<br />
combinar los guijarros <strong>de</strong> colores y a teñir el alabastro. Pero cuando<br />
quise ponerme a mo<strong>de</strong>lar lo que soñaba para el goce <strong>de</strong> mis ojos, un<br />
muro se levantó ante mi mirada y me hicieron amasar el barro para los<br />
<strong>de</strong>más. Porque ante todo existe la fórmula. El arte tiene su canon,<br />
como cada letra su tipo, y el que se aparta <strong>de</strong> ello está maldito. Por eso<br />
el que <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ña las fórmulas no llegará nunca a ser artista. Des<strong>de</strong> el<br />
principio <strong>de</strong> los tiempos está escrito cómo <strong>de</strong>be figurar un hombre<br />
sentado y un hombre <strong>de</strong> pie. Des<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> los tiempos está<br />
establecido cómo un caballo levanta las patas y cómo un buey arrastra<br />
su carreta. Des<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> los tiempos está prescrito cómo <strong>de</strong>be<br />
trabajar un artista, y quien no se sujete a ello será arrojado <strong>de</strong>l templo,<br />
privado <strong>de</strong> piedra y <strong>de</strong> cincel. ¡Oh, Sinuhé, amigo mío, también yo he<br />
preguntado: «¿Por qué?»! ¡Con <strong>de</strong>masiada frecuencia lo pregunté!<br />
«¿Por qué?» Por este motivo estoy aquí, con este chichón en la frente.<br />
Bebimos el vino, nuestro espíritu se aligeró y mi corazón<br />
experimentó un alivio como si hubiese reventado un absceso, porque<br />
no estaba yo solo. Y Thotmés prosiguió:<br />
-Sinuhé, amigo mío, hemos nacido en una extraña época. Todo se<br />
mueve y cambia, como el barro en el torno <strong>de</strong>l alfarero. Las modas<br />
cambian, las palabras y las costumbres también, y las gentes no creen<br />
ya en los dioses aunque los teman todavía. Sinuhé, amigo mío, hemos<br />
nacido probablemente en la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un mundo, porque el<br />
mundo es ya viejo, puesto que han transcurrido ya mil o dos mil años<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la construcción <strong>de</strong> las pirámi<strong>de</strong>s. Cuando pienso en ello,<br />
quisiera bajar la cabeza y llorar como un niño.<br />
Pero no lloró, porque bebíamos vino mezclado en copas pintadas y<br />
cada vez que nos la llenaba el dueño se inclinaba poniendo las manos<br />
a la altura <strong>de</strong> las rodillas. Algunas veces acudía un esclavo a verternos<br />
agua sobre las manos. Mi corazón era ligero y rápido como una<br />
golondrina al principio <strong>de</strong> la primavera y sentía<br />
<strong>de</strong>seos <strong>de</strong> recitar poemas y abrazar el mundo entero.
-Vamos a una casa <strong>de</strong> placer -dijo Thotmés, riéndose-. Vamos a<br />
escuchar música y ver bailarinas a fin <strong>de</strong> que nuestro corazón se<br />
regocije y no nos preguntemos más «¿Por qué?».<br />
Entregué en pago uno <strong>de</strong> los brazaletes, recomendando al dueño<br />
que lo manejase con cautela porque estaba todavía húmedo <strong>de</strong> la<br />
orina <strong>de</strong> una mujer encinta. Esta i<strong>de</strong>a me regocijó en gran manera y<br />
el patrón se rió también y me <strong>de</strong>volvió un buen puñado <strong>de</strong> monedas,<br />
<strong>de</strong> manera que pu<strong>de</strong> darle una al esclavo. El dueño se inclinó ante mí<br />
y nos acompañó hasta la puerta rogándonos que no olvidásemos «La<br />
jarra Siria». Afirmó conocer también una serie <strong>de</strong> muchachas sin<br />
prejuicios que estarían encantadas <strong>de</strong> conocerme si iba a su<br />
encuentro con un barril <strong>de</strong> vino comprado en su casa. Pero Thotmés<br />
dijo que su abuelo se había ya acostado con aquellas mismas sirias<br />
que podrían llamarse abuelas más que hermanas. Tal era nuestro<br />
buen humor <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber bebido. Rondamos por las calles.<br />
La noche había llegado y aprendí a conocer bien Tebas, don<strong>de</strong> no<br />
había nunca noche, porque los barrios <strong>de</strong>l placer estaban tan<br />
iluminados <strong>de</strong> día como <strong>de</strong> noche. Delante <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> placer<br />
ardían las antorchas y las lámparas brillaban en las esquinas sobre<br />
unas columnas. Los esclavos llevaban las literas y los gritos <strong>de</strong> los<br />
portadores se mezclaban a la música y al escándalo <strong>de</strong> los borrachos<br />
en los lupanares. Pasamos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la taberna <strong>de</strong> Kush en la que<br />
unos negros golpeaban con los puños o unas mazas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, unos<br />
tambores cuyo sordo redoble, se propagaba a lo lejos. De todas partes<br />
llegaba una música siria, ruidosa y primitiva, cuya extrañeza rompía<br />
el tímpano, pero cuyo ritmo cautivaba y enar<strong>de</strong>cía.<br />
Yo no había puesto todavía nunca los pies en una casa <strong>de</strong> placer, y<br />
estaba un poco intimidado, pero Thotmés me llevó a una, llamada «El<br />
Gato y la Uva». Era un local pequeño y limpio y nos instalamos sobre<br />
unas alfombras blandas; la iluminación era <strong>de</strong> un amarillo suave y<br />
unas muchachas muy bonitas con las manos teñidas <strong>de</strong> rojo llevaban<br />
el compás <strong>de</strong> las flautas e instrumentos <strong>de</strong> cuerda. Al final <strong>de</strong>l<br />
número vinieron a sentarse a nuestro lado pidiéndonos vino, porque<br />
sus gargantas estaban secas como la paja. La música volvió a empezar<br />
y dos mujeres <strong>de</strong>snudas ejecutaron una danza complicada que seguí<br />
con el mayor interés. Como médico estaba ya acostumbrado a ver<br />
mujeres <strong>de</strong>snudas, pero sus pechos no saltaban ni sus vientres y sus<br />
nalgas se estremecían con tanta seducción.<br />
La música me puso <strong>de</strong> nuevo melancólico sin que supiese por qué.<br />
Una linda muchacha puso su mano sobre la mía y se apoyó en mí,<br />
diciéndome que tenía ojos <strong>de</strong> sabio. Sus ojos no eran ver<strong>de</strong>s como el<br />
agua <strong>de</strong>l Nilo bajo el sol estival y sus vestiduras no eran <strong>de</strong> lino puro,<br />
pese a que <strong>de</strong>scubriese su pecho. Por esto bebí vino sin el menor
<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llamarla hermana ni pedirle que se divirtiese conmigo. El<br />
último recuerdo que tengo <strong>de</strong> este lugar es el puntapié que me dio un<br />
negro en las nalgas y el chichón que me hice al caerme en la calle. Me<br />
había ocurrido lo que me predijo mi madre Kipa.<br />
Yacía en el arroyo, sin una pieza <strong>de</strong> cobre en mi bolsillo, mis<br />
vestiduras laceradas. Thotmés me levantó y me condujo al<br />
embarca<strong>de</strong>ro, don<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> apagar mi sed con agua <strong>de</strong>l Nilo y lavarme<br />
el rostro y las manos.<br />
Aquella mañana entré en la Casa <strong>de</strong> la Vida con los ojos hinchados,<br />
un chichón doloroso en la cabeza y sin el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> preguntar<br />
«¿Por qué?». Estaba <strong>de</strong> vigilancia en la sección <strong>de</strong> enfermos <strong>de</strong>l oído<br />
y fui rápidamente a cambiarme. Pero mi maestro se cruzó conmigo en<br />
los corredores y me dirigió una mercurial que me sabía <strong>de</strong> memoria<br />
por haberla leído en los libros.<br />
-¿Qué va a ser <strong>de</strong> ti, que pasas las noches recorriendo lugares <strong>de</strong><br />
mala nota y bebiendo sin medida? ¿Qué va a ser <strong>de</strong> ti, que frecuentas<br />
las casas <strong>de</strong> lenocinio y asustas a las gentes? ¿Qué va a ser <strong>de</strong> ti, que<br />
produces heridas y huyes ante los guardias?<br />
Habiendo así cumplido con su <strong>de</strong>ber, sonrió con satisfacción y<br />
llevándome a su estancia me ofreció una bebida <strong>de</strong>stinada a<br />
purgarme. Me sentí mejor y comprendí que las casas <strong>de</strong> placer y el<br />
vino estaban autorizados a los alumnos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida, pero<br />
que <strong>de</strong>bía renunciar a preguntar: «¿Por qué?»<br />
Así fue como la pasión <strong>de</strong> Tebas se infiltró en mi sangre y comencé<br />
a preferir la noche al día, la luz temblorosa <strong>de</strong> las antorchas al sol, la<br />
música siria a los gemidos <strong>de</strong> los enfermos y los murmullos <strong>de</strong> las<br />
bellas meretrices a los enigmas <strong>de</strong> los textos amarillentos. Nadie<br />
tenía nada que <strong>de</strong>cir con tal <strong>de</strong> que mi trabajo no sufriese por ello,<br />
que saliese bien <strong>de</strong> mis exámenes y no perdiese mi habilidad manual.<br />
Estaba tolerado a los iniciados, porque eran pocos los estudiantes que<br />
tenían medios <strong>de</strong> fundar un hogar durante sus estudios. Por esto mis<br />
maestros me dieron a enten<strong>de</strong>r que hacía bien en distraerme y buscar<br />
el regocijo <strong>de</strong> mi cuerpo. Pero no había tocado todavía a ninguna<br />
mujer, a pesar <strong>de</strong> que sabía ya que el seno femenino no quema como<br />
el fuego.<br />
6
La época era inquieta y el gran faraón estaba enfermo. Vi su rostro<br />
<strong>de</strong>macrado cuando lo llevaron al templo para la fiesta <strong>de</strong> otoño,<br />
cubierto <strong>de</strong> oro y pedrería, inmóvil como una imagen, con la cabeza<br />
inclinada bajo el peso <strong>de</strong> la doble corona. Sufría, y los médicos eran<br />
incapaces <strong>de</strong> curarlo, tanto que la gente <strong>de</strong>cía que su tiempo había<br />
pasado ya y que en breve el here<strong>de</strong>ro le suce<strong>de</strong>ría en el trono. Y, no<br />
obstante, este príncipe era un muchacho <strong>de</strong> mi edad.<br />
En el templo <strong>de</strong> Amón los sacrificios y las plegarias se sucedían,<br />
pero Amón era incapaz <strong>de</strong> ayudar a su divino hijo, pese a que el<br />
faraón Amenhotep le hubiese elevado el templo más majestuoso <strong>de</strong><br />
todos los tiempos. Se <strong>de</strong>cía que el rey estaba enojado con los dioses<br />
<strong>de</strong> Egipto y que había mandado un emisario a su suegro, el rey <strong>de</strong><br />
Mitanni, implorando el auxilio <strong>de</strong> la milagrosa Ishtar <strong>de</strong> Nínive. Lo<br />
cual era para Amón una tal afrenta que no se hablaba <strong>de</strong> ello más que<br />
en voz baja en todo el territorio <strong>de</strong>l templo y en la Casa <strong>de</strong> la Vida.<br />
Llegó en efecto la estatua <strong>de</strong> Ishtar y vi a los sacerdotes <strong>de</strong> barba<br />
rizada con sus extrañas tiaras y sus gruesos mantos <strong>de</strong> lana, pasearla<br />
sudando por la villa <strong>de</strong> Tebas al son <strong>de</strong> los instrumentos <strong>de</strong> metal y al<br />
sordo redoble <strong>de</strong> los tamboriles. Pero ni aun los dioses extranjeros<br />
pudieron, con gran júbilo <strong>de</strong> los sacerdotes, curar al faraón. En el<br />
momento en que empezó la crecida, el trepanador real fue llamado a<br />
palacio.<br />
Durante mi estancia en la Casa <strong>de</strong> la Vida no había visto más que<br />
una sola vez a Ptahor, porque las trepanaciones son raras y no estaba<br />
lo suficientemente versado para seguir <strong>de</strong> cerca las operaciones y los<br />
cuidados <strong>de</strong> los especialistas. He aquí, pues, a Ptahor llamado a toda<br />
prisa a la Casa <strong>de</strong> la Vida. Se purificó cuidadosamente y tuve buen<br />
cuidado <strong>de</strong> hallarme cerca <strong>de</strong> él. Era calvo, su rostro estaba arrugado,<br />
sus mejillas pendían lacias y tristes a cada lado <strong>de</strong> su boca <strong>de</strong> viejo<br />
<strong>de</strong>scontento. Me reconoció y, sonriendo, me dijo:<br />
-¿Eres tú, Sinuhé? ¿Estás verda<strong>de</strong>ramente tan versado, hijo <strong>de</strong> Senmut?<br />
Me tendió una caja negra don<strong>de</strong> guardaba sus intrumentos y me<br />
or<strong>de</strong>nó que lo acompañase. Era para mí un honor inmerecido que<br />
incluso un médico real hubiera podido envidiarme, y me di cuenta <strong>de</strong><br />
ello.<br />
-Tengo que probar la seguridad <strong>de</strong> mis manos -dijo Ptahor-.<br />
Empezaremos trepanando por aquí dos cráneos a fin <strong>de</strong> ver cómo lo<br />
hago. Tenía los ojos cansados y sus manos temblaban un poco.<br />
Entramos en la sala <strong>de</strong> los incurables, los paralíticos y los heridos en<br />
la cabeza. Ptahor examinó algunos cráneos y eligió a un viejo para<br />
quien la muerte sería una liberación, y un robusto esclavo que no<br />
podía hablar ni mover los miembros a causa <strong>de</strong> una herida <strong>de</strong> piedra
que había recibido durante una pelea. Se les dio un anestésico y<br />
fueron llevados a la sala <strong>de</strong> operaciones. Ptahor limpió él mismo sus<br />
instrumentos y los pasó por la llama.<br />
Mi tarea consistió en afeitar la cabeza <strong>de</strong> los dos enfermos. Después<br />
<strong>de</strong> esto limpiamos la cabeza y la lavamos, untamos la piel con una<br />
pomada y Ptahor pudo ponerse al trabajo. Comenzó por hendir el<br />
cuero cabelludo <strong>de</strong>l viejo y separarlo a los lados sin inquietarse ante<br />
la intensa hemorragia; <strong>de</strong>spués, con movimientos rápidos, perforó el<br />
hueso <strong>de</strong>snudo haciendo un agujero con el trépano y sacó un trozo <strong>de</strong><br />
hueso. El viejo comenzó a ja<strong>de</strong>ar y su rostro se puso <strong>de</strong> color violeta.<br />
-No veo ningún <strong>de</strong>fecto en su cabeza -dijo Ptahor volviendo a<br />
colocar el hueso en su sitio y vendando la cabeza <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberla<br />
recosido.<br />
Después <strong>de</strong> lo cual el viejo entregó su alma.<br />
-Mi mano tiembla un poco -dijo Ptahor-. ¿Alguien más joven que yo<br />
iría a buscarme una copa <strong>de</strong> vino?<br />
Entre los espectadores se encontraban, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los maestros <strong>de</strong> la<br />
Casa <strong>de</strong> la Vida, numerosos estudiantes que<br />
se preparaban para ser trepanadores. Una vez hubo bebido su vino,<br />
Ptahor se ocupó <strong>de</strong>l esclavo que, sólidamente amarrado, lanzaba<br />
miradas enfurecidas, pese al estupefaciente que había tomado. Ptahor<br />
or<strong>de</strong>nó que lo atasen más sólidamente todavía y que colocasen su<br />
cabeza sobre un soporte especial a fin <strong>de</strong> que no pudiese moverse.<br />
Cortó el cuero cabelludo y esta vez evitó cuidadosamente la<br />
hemorragia. Las venas <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la herida fueron cauterizadas y la<br />
efusión <strong>de</strong> sangre fue parada por medio <strong>de</strong> medicamentos. Esto fue el<br />
trabajo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más médicos, porque Ptahor quería evitar cansarse las<br />
manos. En realidad, existía en la Casa <strong>de</strong> la Vida un hombre inculto<br />
cuya sola presencia bastaba para <strong>de</strong>tener al instante una hemorragia,<br />
pero Ptahor quería hacer un curso y se reservaba el hombre para el<br />
faraón.<br />
Después <strong>de</strong> haber limpiado el cráneo, Ptahor mostró a todos los<br />
asistentes el sitio don<strong>de</strong> el hueso había sido hundido. Utilizando el<br />
trépano, la sierra y las pinzas, levantó un trozo <strong>de</strong> hueso gran<strong>de</strong> como<br />
la mano y mostró a todo el mundo cómo la sangre coagulada se había<br />
adherido a los pliegues blancos <strong>de</strong>l cerebro. Con una pru<strong>de</strong>ncia<br />
extremada, retiró los coágulos <strong>de</strong> sangre uno a uno y una esquirla <strong>de</strong><br />
hueso que había penetrado en el cerebro. La operación fue bastante<br />
larga, <strong>de</strong> manera que cada estudiante tuvo tiempo <strong>de</strong> mirar bien y<br />
grabar en su memoria el aspecto exterior <strong>de</strong> un cerebro vivo. En<br />
seguida Ptahor cerró el agujero con una placa <strong>de</strong> plata que se había<br />
preparado, entretanto, con el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong>l hueso retirado y la fijó con
pequeños garfios. Después <strong>de</strong> haber recosido la piel <strong>de</strong>l cráneo y<br />
cuidado la herida, dijo:<br />
-Despertad a este hombre.<br />
En efecto, casi había perdido el conocimiento.<br />
Se <strong>de</strong>sató al esclavo, le vertieron vino en la garganta y se le hizo<br />
respirar algunos medicamentos fuertes. Al cabo<br />
<strong>de</strong> un instante se sentó y empezó a lanzar maldiciones. Era un milagro<br />
increíble para el que no lo hubiese visto con sus propios ojos, porque<br />
antes <strong>de</strong> la operación el hombre no podía hablar ni mover sus<br />
miembros. Esta vez no tuve que preguntarme por qué, ya que Ptahor<br />
explicó que el hueso hundido y la sangre vertida en el cerebro habían<br />
producido aquellos síntomas visibles.<br />
-Si no muere en el plazo <strong>de</strong> tres días podrá consi<strong>de</strong>rársele curado -<br />
dijo Ptahor-, y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos semanas podrá darle una paliza al<br />
hombre que le fracturó el cráneo. No creo que muera.<br />
Después dio las gracias a todos los que habían asistido y mencionó<br />
incluso mi nombre, a pesar <strong>de</strong> que no hubiese hecho más que ten<strong>de</strong>rle<br />
los instrumentos que necesitaba. Pero yo no había adivinado su<br />
intención al encargarme esta tarea; al confiarme su caja <strong>de</strong> ébano, me<br />
<strong>de</strong>signaba para ser su ayudante en el palacio <strong>de</strong>l faraón. Durante dos<br />
operaciones yo le había tendido los instrumentos; era, por<br />
consiguiente, un especialista que le haría mucho más servicio que<br />
cualquiera <strong>de</strong> los médicos reales al asistirlo en una trepanación. Por<br />
esto mi sorpresa fue gran<strong>de</strong> cuando me dijo:<br />
-Bien, henos ya dispuestos a trepanar el cráneo real, ¿no es verdad,<br />
Sinuhé?<br />
Y así fue como con mi simple blusa <strong>de</strong> médico tuve el honor <strong>de</strong> subir<br />
al lado <strong>de</strong> Ptahor en la litera real. El hombre cuya presencia <strong>de</strong>tenía la<br />
hemorragia tuvo que instalarse en uno <strong>de</strong> los brazos y los esclavos <strong>de</strong>l<br />
faraón nos llevaron rápidamente con un paso tan igual que la litera no<br />
se balanceaba en lo más mínimo. En la ribera nos esperaba la barca<br />
real y se nos llevó a fuerza <strong>de</strong> remos; más parecía volar que <strong>de</strong>slizarse<br />
sobre la superficie <strong>de</strong>l agua. Del <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro nos llevaron<br />
rápidamente al palacio dorado, y yo no me sorprendí <strong>de</strong> aquella prisa<br />
porque por las calles <strong>de</strong> Tebas circulaban ya los soldados y los<br />
merca<strong>de</strong>res llevando sus mercancías a los <strong>de</strong>pósitos y se cerraban<br />
puertas y ventanas. Síntomas todos que indicaban que el faraón estaba<br />
próximo a morir.<br />
LIBRO TERCERO
LA FIEBRE DE TEBAS<br />
1<br />
Una muchedumbre <strong>de</strong> nobles y plebeyos se agrupaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las<br />
murallas <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> oro, e incluso la ribera prohibida estaba<br />
atestada <strong>de</strong> embarcaciones; las barcas <strong>de</strong> los ricos, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y con<br />
remeros, y los mo<strong>de</strong>stos esquifes <strong>de</strong> los pobres, <strong>de</strong> cañas embreadas.<br />
Cuando nos vieron, un largo murmullo parecido al ruido lejano <strong>de</strong>l<br />
agua recorrió la muchedumbre, y <strong>de</strong> boca en boca se esparció la noticia<br />
<strong>de</strong> que había llegado el trepanador real. Las gentes levantaron los<br />
brazos en signo <strong>de</strong> luto y los gemidos y las lamentaciones nos<br />
precedieron hacia el palacio, porque todos sabían que ningún faraón<br />
había sobrevivido tres días a una trepanación.<br />
De la Puerta <strong>de</strong> los Lirios nos llevaron a las estancias reales y los<br />
altos dignatarios <strong>de</strong> la Corte estaban a nuestro servicio y se inclinaban<br />
hasta el suelo a nuestro paso porque llevábamos la muerte en nuestras<br />
manos. Nos habían preparado una cámara especial para purificarnos,<br />
pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cambiado algunas palabras con el médico real,<br />
Ptahor levantó el brazo en señal <strong>de</strong> luto y ejecutó distraídamente las<br />
ceremonias <strong>de</strong> la purificación. El fuego sagrado fue llevado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
nosotros y a través <strong>de</strong> las maravillosas estancias reales penetramos en<br />
el dormitorio.<br />
El gran faraón reposaba en su lecho bajo un alto baldaquino dorado; los<br />
dioses formaban las columnas <strong>de</strong> su cama protegiéndolo y unos leones la<br />
soportaban. Estaba extendido sin ninguno <strong>de</strong> los emblemas <strong>de</strong> su<br />
po<strong>de</strong>río, el cuerpo tumefacto y <strong>de</strong>snudo, sin conocimiento, la cabeza<br />
inclinada hacia un lado, ja<strong>de</strong>ando penosamente, mientras la saliva caía<br />
por la comisura <strong>de</strong> sus labios. El po<strong>de</strong>río y la gloria son tan efímeros que<br />
el faraón no se distinguía en nada <strong>de</strong> un agonizante cualquiera <strong>de</strong> la Casa<br />
<strong>de</strong> la Vida. Pero en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la estancia los caballos empenachados<br />
seguían arrastrándolo en su carro real, su mano potente tendía el arco y<br />
los leones perecían bajo sus dardos. El rojo, el oro y el azul brillaban<br />
sobre los muros y por el suelo nadaban los peces, los patos volaban con<br />
sus alas rápidas y los cañaverales se inclinaban bajo el viento. Hicimos<br />
una profunda reverencia <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l faraón moribundo y todos nos<br />
dimos cuenta <strong>de</strong> que todo el arte <strong>de</strong> Ptahor sería vano. Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos<br />
los tiempos el faraón ha sido trepanado durante sus últimos instantes si<br />
no ha muerto <strong>de</strong> muerte natural, y esa vez había que seguir el rito. Yo
abrí la caja <strong>de</strong> ébano, purifiqué <strong>de</strong> nuevo los instrumentos al fuego y<br />
tendí a Ptahor su cuchillo <strong>de</strong> sílex. El médico <strong>de</strong>l rey había afeitado ya el<br />
cráneo, <strong>de</strong> manera que Ptahor or<strong>de</strong>nó al hombre hemostático que se<br />
sentase en la cama y pusiese la cabeza <strong>de</strong>l faraón sobre sus rodillas. En<br />
aquel momento la gran esposa real Tii se acercó a la cama y dijo:<br />
-¡No!<br />
Hasta entonces había permanecido junto a la pared, con los brazos<br />
levantados en señal <strong>de</strong> luto, inmóvil como una estatua. Detrás <strong>de</strong> ella se<br />
veía al joven here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono y a su hermana Baketamon, pero yo no<br />
había osado todavía levantar los ojos hacia ellos. Ahora, gracias a la<br />
confusión, los reconocí por sus retratos en los templos. El here<strong>de</strong>ro tenía<br />
mi edad, pero era más alto que yo. Mantenía erguida la cabeza <strong>de</strong><br />
barbilla prominente y los ojos cerrados. Sus miembros tenían una<br />
<strong>de</strong>bilidad enfermiza, sus párpados y sus mejillas temblaban. La princesa<br />
Baketamon tenía unos rasgos nobles y unos gran<strong>de</strong>s ojos ovalados. Su<br />
boca y sus mejillas estaban pintadas <strong>de</strong> rojo, iba vestida con lino real, <strong>de</strong><br />
manera que sus miembros se transparentaban como los <strong>de</strong> las diosas.<br />
Pero más imponente todavía era la esposa real Tii, pese a ser pequeña y<br />
corpulenta.<br />
Su tez era oscura y sus pómulos pronunciados. Se <strong>de</strong>cía que había<br />
sido una vulgar mujer <strong>de</strong>l pueblo y que tenía sangre negra, pero no<br />
puedo afirmarlo. Lo único que sé es que, a pesar <strong>de</strong> que en las<br />
inscripciones no se indicasen los títulos <strong>de</strong> sus padres, tenía unos ojos<br />
inteligentes, vivos y penetrantes y todo su porte era majestuoso.<br />
Cuando levantó la mano y miró al esclavo hemostático, éste no fue más<br />
que polvo ante sus gran<strong>de</strong>s pies <strong>de</strong> un pardo subido. Yo la comprendí,<br />
porque el hombre no era más que un vulgar boyero y no sabía leer ni<br />
escribir. Tenía la nuca abombada, los brazos colgantes, la boca<br />
bestialmente abierta y una expresión estúpida. No tenía mérito alguno<br />
ni talento, pero poseía el don <strong>de</strong> parar la sangre con su mera presencia<br />
y por esto se le había arrancado <strong>de</strong> su arado para llevarlo al servicio<br />
<strong>de</strong>l templo. A pesar <strong>de</strong> todas las purificaciones <strong>de</strong>spedía sin cesar un<br />
olor a estiércol y era incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> le venía su virtud. No<br />
era un arte, ni siquiera el ejercicio <strong>de</strong> su voluntad. Era un don que<br />
estaba en él como la piedra<br />
preciosa en su ganga, y no podía adquirirse ni por el estudio ni por un<br />
ejercicio espiritual.<br />
-No permito que toque a un ser divino -dijo la reina-. Yo sostendré<br />
la cabeza <strong>de</strong>l dios si es necesario.<br />
Ptahor protestó arguyendo que la operación era cruenta y<br />
<strong>de</strong>sagradable para ser presenciada. A pesar <strong>de</strong> esto la esposa real tomó<br />
asiento en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama y cogió la cabeza <strong>de</strong> su moribundo<br />
esposo sin ocuparse <strong>de</strong> la saliva que le mojaba las manos.
-Es mío -añadió-. Que nadie más lo toque. Sobre mis rodillas entrará<br />
en el reino <strong>de</strong> la muerte.<br />
-El dios subirá en la barca <strong>de</strong>l sol, su padre, y llegará directamente al<br />
país <strong>de</strong> los bienaventurados -dijo Ptahor, cortando con su cuchillo <strong>de</strong><br />
sílex el cuero cabelludo-. Descendió <strong>de</strong>l sol y a él volverá, y su nombre<br />
será celebrado por todos los pueblos <strong>de</strong> eternidad en eternidad. En<br />
nombre <strong>de</strong> Seth y <strong>de</strong> todos los diablos, ¿qué hace, pues, nuestro<br />
hemostático?<br />
Su propósito era hablar para distraer la atención <strong>de</strong> la esposa real,<br />
como hace un médico con su paciente cuando le hace daño. La última<br />
frase, dicha a media voz, se dirigía al hombre que estaba apoyado<br />
contra la puerta, la expresión medio dormida, al ver la sangre correr<br />
sobre las rodillas <strong>de</strong> la reina, que pali<strong>de</strong>ció estremeciéndose. El<br />
hombre tuvo un sobresalto, estaba quizá pensando en sus bueyes y sus<br />
canales <strong>de</strong> irrigación, pero <strong>de</strong> repente se acordó <strong>de</strong> su cometido, se<br />
acercó y miró al faraón con los brazos levantados. La sangre <strong>de</strong>jó en el<br />
acto <strong>de</strong> manar y pu<strong>de</strong> lavar y limpiar la cabeza.<br />
-Perdona, señora -dijo Ptahor, tomando el taladro-. Hacia el sol,<br />
<strong>de</strong>recho hacia su padre en una barca dorada y que Amón lo bendiga.<br />
Mientras hablaba, iba hundiendo el taladro en el hueso con rápidos y<br />
precisos a<strong>de</strong>manes. Entonces el here<strong>de</strong>ro abrió los ojos, avanzó un<br />
paso y dijo con el temblor en el rostro:<br />
-No es Amón, sino Re-Herakthi quien le ben<strong>de</strong>cirá y Atón es su<br />
manifestación.<br />
Yo levanté la mano respetuosamente pese a que no supiese <strong>de</strong> quién<br />
hablaba, porque, ¿quién pue<strong>de</strong> vanagloriarse <strong>de</strong> conocer los mil dioses<br />
<strong>de</strong> Egipto? Sobre todo un sacerdote <strong>de</strong> Amón, que bastante trabajo<br />
tiene con las santas tríadas y enéadas.<br />
-Sí, Atón -murmuró Ptahor, plácidamente-. ¿Por qué no Atón? He<br />
tenido un <strong>de</strong>scuido.<br />
Volvió a coger el cuchillo <strong>de</strong> sílex y un martillo <strong>de</strong> mango <strong>de</strong> ébano y<br />
a golpecitos separó el hueso.<br />
-Es verdad, había olvidado que en su divina sabiduría elevó un<br />
templo a Atón. Fue poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l príncipe, ¿no es<br />
cierto, bella Tii? Bien, bien, un momento todavía...<br />
Dirigió una mirada inquieta al príncipe que, <strong>de</strong> pie al lado <strong>de</strong> la<br />
cama, cerraba los puños y sollozaba.<br />
-En el fondo, una gota <strong>de</strong> vino afirmaría mi mano y no le haría<br />
ningún daño al príncipe tampoco. Para esta ocasión valdría la pena<br />
romper el precinto <strong>de</strong> un ánfora real. ¡Hop!<br />
Yo le tendí las pinzas y sacó el trozo <strong>de</strong> hueso, <strong>de</strong> manera que la<br />
cabeza osciló <strong>de</strong> pronto sobre las rodillas <strong>de</strong> la reina.<br />
-Un poco <strong>de</strong> luz, Sinuhé.
Ptahor suspiró, porque lo peor había pasado. Yo suspiré también<br />
instintivamente y el mismo sentimiento <strong>de</strong> alivio pareció exten<strong>de</strong>rse<br />
asimismo sobre el rostro <strong>de</strong>l faraón <strong>de</strong>svanecido, porque movió los<br />
miembros, la respiración se calmó y cayó en una inconsciencia más<br />
profunda. Bajo la luz, Ptahor examinó un instante el real cerebro cuya<br />
materia era <strong>de</strong> un bello color gris y palpitaba.<br />
-¡Hum...! -dijo Ptahor con aire abstraído-. Lo hecho, hecho. Atón es<br />
quien <strong>de</strong>be hacer ahora el resto, porque es cosa <strong>de</strong> los dioses y no <strong>de</strong><br />
los hombres.<br />
Ligera y cautelosamente puso <strong>de</strong> nuevo en su sitio el trozo <strong>de</strong> hueso,<br />
tapó la grieta con una pomada y volvió a poner la piel en su sitio;<br />
<strong>de</strong>spués curó la herida. La esposa real colocó la cabeza sobre una<br />
almohada <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra ricamente tallada y miró a Ptahor. La sangre se<br />
había secado sobre sus rodillas, pero le era indiferente.<br />
Ptahor cruzó su mirada impávida con ella sin inclinarse y en voz<br />
baja dijo:<br />
-Vivirá hasta el nacimiento <strong>de</strong>l día si su dios lo permite.<br />
Levantó los brazos en signo <strong>de</strong> luto y yo hice como él. Después<br />
limpié los instrumentos a la llama y los metí en la caja <strong>de</strong> ébano.<br />
-Tu regalo será importante -dijo la gran reina, que con un a<strong>de</strong>mán<br />
<strong>de</strong> su mano nos autorizó a retirarnos.<br />
Nos habían servido una comida en una sala <strong>de</strong>l palacio y Ptahor vio<br />
con júbilo un gran número <strong>de</strong> jarras <strong>de</strong> vino a lo largo <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s.<br />
Hizo abrir una <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber examinado atentamente el precinto, y<br />
los esclavos nos vertieron agua sobre las manos.<br />
Al quedarme solo con Ptahor lo interrogué acerca <strong>de</strong> Atón, porque<br />
verda<strong>de</strong>ramente ignoraba que Amenhotep III hubiese hecho construir<br />
un templo a este dios. Ptahor me explicó que Re-Herakthi era el dios<br />
familiar <strong>de</strong> los Amenhotep porque el más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> los reyes<br />
guerreros, el primer Thotmés, había tenido un sueño en el <strong>de</strong>sierto, al<br />
lado <strong>de</strong> la Esfinge, en el cual este dios se le apareció para anunciarle<br />
que un día ceñiría la corona <strong>de</strong> dos reinos, lo que en aquel momento<br />
parecía increíble, porque había varios here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Durante<br />
los días <strong>de</strong> su loca juventud, Ptahor había visto personalmente entre<br />
las patas <strong>de</strong> la Esfinge el templo elevado en memoria <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong><br />
Thotmés y la tablilla don<strong>de</strong> se daba cuenta <strong>de</strong> la aparición. Des<strong>de</strong><br />
entonces la familia había venerado a Re-Herakthi, que habitaba en<br />
Heliópolis y cuya forma <strong>de</strong> aparición era Atón. Por esto también en<br />
Tebas se había erigido un templo a ese dios, pese a que estaba<br />
representado por un toro que llevaba un sol entre los cuernos y Horus<br />
bajo la forma <strong>de</strong> un halcón. Este Atón era un dios antiguo, más antiguo<br />
que Amón, pero olvidado hasta el día en que la esposa real había<br />
puesto un hijo en el mundo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber ido a implorar a Atón en<br />
Heliópolis.
-Así es como el príncipe here<strong>de</strong>ro es el hijo celeste <strong>de</strong> este Atón –<br />
dijo Ptahor <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo rato-. La real esposa tuvo su visión en<br />
el templo <strong>de</strong> Re-Herakthi y dio un hijo al mundo. Trajo <strong>de</strong> allí también<br />
un sacerdote muy ambicioso que había conseguido ganar su favor. Se<br />
llamaba Ai y su esposa fue la nodriza <strong>de</strong>l príncipe. Tiene una hija cuyo<br />
nombre es Nefertiti, que ha mamado la misma leche que el príncipe<br />
here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono y ha jugado con él como una hermana, <strong>de</strong> manera<br />
que ya pue<strong>de</strong>s imaginarte lo que ocurrirá.<br />
Ptahor bebió más vino, lanzó un suspiro y añadió:<br />
-¡Ah, nada es tan agradable para un anciano como beber buen vino y<br />
charlar <strong>de</strong> cosas que no le importan! ¡Sinuhé, hijo mío, si supieses<br />
cuántos secretos se ocultan tras la frente <strong>de</strong> este viejo trepanador!<br />
Encontrarías incluso secretos reales; mucha gente se pregunta por qué<br />
los niños no nacen nunca vivos en el gineceo <strong>de</strong>l palacio, porque es<br />
contrario a todas las leyes <strong>de</strong> la Medicina. Y, sin embargo, el soberano<br />
actualmente trepanado no se andaba con remilgos en los días <strong>de</strong> su<br />
fuerza y <strong>de</strong> su goce. Fue un gran cazador que <strong>de</strong>rribó mil leones y<br />
quinientos búfalos; pero el número <strong>de</strong> mujeres que <strong>de</strong>rribó bajo la<br />
sombra <strong>de</strong> su baldaquino, ni el guardián <strong>de</strong>l harén sería capaz <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>cirlo; sin embargo no tuvo más que un hijo único con Tii.<br />
Yo me sentía excitado porque había bebido bastante vino también.<br />
Por esto suspiré al contemplar la piedra ver<strong>de</strong> que llevaba en el <strong>de</strong>do.<br />
Pero Ptahor prosiguió implacablemente:<br />
-Conoció a su real esposa durante una cacería. Dicen que era hija <strong>de</strong><br />
un pajarero <strong>de</strong> los cañaverales <strong>de</strong>l Nilo, pero el rey la crió a su lado a<br />
causa <strong>de</strong> su pureza y honró <strong>de</strong> esta forma a su indignos padres cuyas<br />
tumbas llenó <strong>de</strong> regios presentes. Tii no tenía nada que objetar a las<br />
licencias <strong>de</strong> su esposo con tal <strong>de</strong> que las odaliscas <strong>de</strong>l harén no<br />
pusiesen en el mundo más que hijas. Y sobre este punto se vio<br />
favorecida por una suerte maravillosa. Pero si el hombre que reposa<br />
allá sostenía el látigo y el cetro, era la real esposa quien dirigía la mano<br />
y el brazo. Cuando por razones políticas el rey se <strong>de</strong>sposó con la hija<br />
<strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Mitanni para evitar para siempre jamás las guerras con el<br />
país <strong>de</strong> los ríos que corren hacia arriba, Tii consiguió hacerle creer que<br />
la princesa tenía una pezuña <strong>de</strong> cabra en el sitio a que se dirige el<br />
miembro <strong>de</strong>l hombre y que apestaba a macho cabrío, según se <strong>de</strong>cía, y<br />
finalmente esta princesa acabó loca.<br />
-Ptahor me dirigió una mirada y añadió precipitadamente-: Sinuhé,<br />
no <strong>de</strong>s nunca crédito a estos rumores porque han sido inventados por<br />
gentes malevolentes, y todo el mundo sabe la dulzura y la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />
la real esposa, así como su inteligencia en ro<strong>de</strong>arse <strong>de</strong> hombres<br />
capaces. Es cierto.<br />
Y Ptahor dijo:
-Condúceme, Sinuhé, hijo mío, porque soy ya viejo y mis piernas son<br />
débiles.<br />
Lo llevé afuera; la noche había cerrado y al Este el resplandor <strong>de</strong> las<br />
luces <strong>de</strong> Tebas teñía el cielo <strong>de</strong> un color rojo. Yo había bebido vino y<br />
sentía en mis venas <strong>de</strong> nuevo la pasión y la fiebre <strong>de</strong> Tebas, mientras<br />
las flores embalsamaban el aire y las estrellas fulguraban sobre mi<br />
cabeza.<br />
-Ptahor, tengo sed <strong>de</strong> amor cuando el reflejo <strong>de</strong> las luces <strong>de</strong> Tebas<br />
tiñe <strong>de</strong> rojo el cielo nocturno.<br />
-El amor no existe. El hombre está triste si no tiene una mujer con<br />
quien acostarse. Pero cuando se ha acostado con una mujer está<br />
todavía más triste que antes. Así es y así será siempre.<br />
-¿Por qué?<br />
-Ni aun los dioses lo saben. No me hables <strong>de</strong> amor o te partiré el<br />
cráneo. Lo haré gratuitamente y sin la menor<br />
retribución, porque así te evitaré un buen número <strong>de</strong> contrarieda<strong>de</strong>s.<br />
Entonces consi<strong>de</strong>ré oportuno hacer el oficio <strong>de</strong> esclavo; lo cogí en<br />
mis brazos y lo llevé a la habitación que nos estaba <strong>de</strong>stinada. Era tan<br />
pequeño y tan viejo que pu<strong>de</strong> llevarlo sin ja<strong>de</strong>ar. En cuanto estuvo en<br />
su cama se quedó dormido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber buscado en vano una<br />
copa a su lado. Lo cubrí cuidadosamente, porque la noche era fresca, y<br />
regresé a los parterres <strong>de</strong> flores, porque era joven y la juventud no<br />
necesita sueño la noche en que se muere un rey.<br />
Las voces bajas <strong>de</strong> la gente congregada para toda la noche al pie <strong>de</strong><br />
las murallas <strong>de</strong> palacio, llegaban a mí como el susurro <strong>de</strong> los lejanos<br />
cañaverales traídos por el viento.<br />
Velaba en la terraza florida mientras las luces <strong>de</strong> Tebas enrojecían el<br />
cielo oriental y yo pensaba en unos ojos ver<strong>de</strong>s como el Nilo bajo el<br />
cielo <strong>de</strong> verano, cuando me di cuenta <strong>de</strong> que no estaba solo.<br />
La luna era <strong>de</strong>lgada y la luz <strong>de</strong> las estrellas débil y temblorosa, <strong>de</strong><br />
manera que no sabía si era un hombre o una mujer quien se acercaba a<br />
mí. Pero venía alguien que trataba <strong>de</strong> ver mi rostro para reconocerme.<br />
Me moví, y el <strong>de</strong>sconocido dijo con una voz infantil e imperativa a la<br />
vez:<br />
-¿Eres tú, Solitario?<br />
Entonces reconocí por su voz y su cuerpo frágil al here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono<br />
y me incliné hasta tierra sin osar abrir la<br />
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oca. Pero él me empujó con el pie, impaciente, y dijo:<br />
-Levántate y no seas imbécil. Nadie nos ve y no tienes necesidad <strong>de</strong><br />
postrarte ante mí. Guarda tus <strong>de</strong>vociones para el dios <strong>de</strong>l cual soy hijo,<br />
porque no hay más que un solo dios, y todos los <strong>de</strong>más son meras<br />
formas <strong>de</strong> aparición. ¿No lo sabes acaso? -Sin esperar mi respuesta, al<br />
cabo <strong>de</strong> un instante <strong>de</strong> reflexión continuó-: Todos los dioses, salvo<br />
quizás Amón, que es un falso dios. -Yo hice con la mano un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong><br />
reprobación para indicar que temía tales afirmaciones-. Está bien -<br />
dijo-. He visto a mi padre <strong>de</strong> cerca cuando entregabas el martillo y el<br />
cuchillo a ese viejo loco <strong>de</strong> Ptahor. Por esto te he llamado el Solitario.<br />
Mi madre llamó a Ptahor el Viejo Mono. Serán vuestros nombres si<br />
<strong>de</strong>béis morir antes <strong>de</strong> abandonar el palacio. Pero he sido yo quien he<br />
encontrado el tuyo.<br />
Me dije que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar verda<strong>de</strong>ramente enfermo y perturbado<br />
para proferir tales monstruosida<strong>de</strong>s, pero Ptahor me había dicho<br />
también que <strong>de</strong>beríamos perecer si el faraón moría. Por esto mis<br />
cabellos se erizaron y levanté el brazo, porque no tenía <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />
morir.<br />
El here<strong>de</strong>ro respiraba irregularmente a mi lado; agitaba los brazos y<br />
hablaba con exaltación.<br />
-Estoy inquieto, quisiera estar fuera <strong>de</strong> aquí. Mi dios se me<br />
aparecerá, lo sé, pero lo temo. Quédate conmigo,<br />
Solitario, porque el dios <strong>de</strong>strozará mi cuerpo con su fuerza y mi<br />
lengua enfermará cuando se me haya aparecido. -Fui<br />
presa <strong>de</strong> un temblor porque creía que <strong>de</strong>liraba. Pero con un tono<br />
imperativo me dijo-: ¡Ven!<br />
Lo seguí. Me hizo bajar <strong>de</strong> la terraza y avanzar por el lago real<br />
mientras los murmullos <strong>de</strong> la muchedumbre llegaban a nosotros como<br />
un lúgubre susurro. Pasamos por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las caballerizas y las<br />
perreras y salimos por la puerta <strong>de</strong> servicio sin ser <strong>de</strong>tenidos por los<br />
guardias. Yo sentía miedo porque Ptahor me había dicho que no<br />
<strong>de</strong>bíamos abandonar el palacio antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l rey; pero no<br />
podía resistirme al here<strong>de</strong>ro.<br />
Caminaba con el cuerpo en tensión, a pasos rápidos y resbaladizos,<br />
<strong>de</strong> manera que tenía dificultad en seguirlo. No llevaba más que el<br />
diminuto <strong>de</strong>lantal y la luna iluminaba su cuerpo blanco y sus muslos<br />
<strong>de</strong>lgados como los <strong>de</strong> una mujer. La luna iluminaba también sus orejas<br />
abiertas y su rostro <strong>de</strong>mudado por el sufrimiento, como si estuviese<br />
perseguido por una visión imperceptible para los <strong>de</strong>más.<br />
Al llegar a la ribera me dijo:<br />
-Tomemos una barca; <strong>de</strong>bo ir hacia Oriente al encuentro <strong>de</strong> mi<br />
padre. Tomó la primera barcaza que vimos y yo le
seguí; atravesamos el río sin que nadie nos lo impidiese, a pesar <strong>de</strong><br />
que habíamos robado la barca. La noche no era apacible; numerosas<br />
embarcaciones surcaban el río y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros el resplandor <strong>de</strong><br />
las luces <strong>de</strong> Tebas enrojecía el cielo con un esplendor grandioso.<br />
Apenas <strong>de</strong>sembarcó abandonó la barca a su suerte y echó a andar<br />
hacia <strong>de</strong>lante sin volverse, como si hubiese realizado ya muchas veces<br />
aquel trayecto. No pudiendo hacer otra cosa, yo lo seguí temblando.<br />
Caminaba con pasos rápidos y yo admiraba la resistencia <strong>de</strong> su<br />
cuerpo frágil porque, a pesar <strong>de</strong> que la noche fuese fría, el sudor corría<br />
por mi espalda. La posición <strong>de</strong> las estrellas cambió y la luna <strong>de</strong>scendió,<br />
pero él seguía caminando y salimos <strong>de</strong>l valle hacia una soledad estéril<br />
hasta que Tebas <strong>de</strong>sapareció en la lejanía, mientras las tres montañas<br />
orientales, guardianas <strong>de</strong> la ciudad, se <strong>de</strong>stacaban en negro sobre el<br />
cielo. Yo me preguntaba dón<strong>de</strong> y cómo encontraríamos una silla <strong>de</strong><br />
manos, porque pensaba que no tendría fuerzas para regresar a pie.<br />
Acabó sentándose sobre la arena y con tono temeroso dijo:<br />
-Cógeme las manos, Sinuhé, porque tiemblan y mi corazón late con<br />
fuerza. El instante se acerca, porque el mundo está <strong>de</strong>sierto y no hay<br />
en él más que tú y yo, pero no podrás seguirme adon<strong>de</strong> voy. Y, sin<br />
embargo, no quiero quedarme solo.<br />
Lo cogí por las muñecas y sentí que todo su cuerpo temblaba y<br />
estaba cubierto <strong>de</strong> un sudor frío. El mundo <strong>de</strong>sierto a nuestro<br />
alre<strong>de</strong>dor y a lo lejos un chacal comenzó a aullar a la muerte. Las<br />
estrellas pali<strong>de</strong>cían lentamente y todo el ambiente se volvía gris como<br />
la muerte. Súbitamente el here<strong>de</strong>ro liberó sus manos, se levantó y<br />
volvió el rostro hacia las colinas <strong>de</strong> Levante.<br />
-¡El dios viene! -dijo en voz baja. Y su rostro adquirió una<br />
expresión enfermiza-. ¡El dios viene! -gritó en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Y la luz brotó alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotros incendiando y dorando las<br />
montañas. El sol se levantó y el muchacho lanzó un grito y se<br />
<strong>de</strong>svaneció. Pero sus miembros se agitaban todavía, su boca se abrió<br />
y sus pies golpeaban la arena. Yo no sentía miedo porque había oído<br />
ya estos gritos en la Casa <strong>de</strong> la Vida y sabía lo que había que hacer.<br />
No tenía ningún trozo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que ponerle entre los dientes, pero<br />
<strong>de</strong>sgarré mi <strong>de</strong>lantal y se lo metí en la boca; <strong>de</strong>spués le hice masaje en<br />
los miembros. Sabía que se sentiría enfermo y confuso al recobrar el<br />
conocimiento y miraba a mi alre<strong>de</strong>dor en busca <strong>de</strong> ayuda. Pero Tebas<br />
estaba lejos y no veía la menor cabaña por los alre<strong>de</strong>dores.<br />
En el mismo instante un halcón voló cerca <strong>de</strong> mí lanzando gritos.<br />
Parecía salir directamente <strong>de</strong> los rayos brillantes <strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong>scribió<br />
un gran círculo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotros. Después <strong>de</strong>scendió como si<br />
hubiese querido posarse sobre la cabeza <strong>de</strong>l here<strong>de</strong>ro. Me sentí tan<br />
sobrecogido que hice instintivamente el signo sagrado <strong>de</strong> Amón.
Acaso el príncipe hubiese pensado en Horus al hablarme <strong>de</strong> su dios y<br />
éste se nos aparecía bajo la forma <strong>de</strong> un halcón. El here<strong>de</strong>ro gemía y<br />
yo me incliné para cuidarle. Cuando volví a levantar la cabeza vi que<br />
el pájaro se había transformado en un hombre joven que estaba <strong>de</strong><br />
pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, bello como un dios bajo los rayos <strong>de</strong>l sol. Llevaba<br />
una lanza en la mano y sobre el hombro la tosca ropa <strong>de</strong> los pobres.<br />
Yo no creía realmente en los dioses, pero por si acaso me prosterné<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
-¿Qué ocurre? -preguntó en el dialecto <strong>de</strong>l bajo país, mostrándome<br />
al here<strong>de</strong>ro-. ¿Está enfermo?<br />
Yo sentí vergüenza y me puse <strong>de</strong> rodillas saludándolo.<br />
-Si eres un bandido tu botín será mezquino, pero este muchacho<br />
está enfermo y los dioses te ben<strong>de</strong>cirán quizá si nos prestas ayuda.<br />
Lanzó un grito violento y en el acto un halcón bajó <strong>de</strong>l cielo<br />
posándose sobre su hombro. Yo me dije que era<br />
mejor ser pru<strong>de</strong>nte por si acaso era un dios, aun cuando fuese un dios<br />
menor. Por esto le hablé cortésmente y le pregunté quién era, <strong>de</strong><br />
dón<strong>de</strong> venía y adón<strong>de</strong> iba.<br />
-Soy Horemheb, hijo <strong>de</strong>l halcón -dijo con orgullo-. Mis padres son<br />
simples fabricantes <strong>de</strong> quesos, pero me han predicho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi<br />
nacimiento que mandaría a muchos hombres. El halcón volaba<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, por esto he venido aquí no habiendo encontrado<br />
albergue en la villa. Los habitantes <strong>de</strong> Tebas temen la lanza <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> la noche. Pero me propongo alistarme como soldado,<br />
porque dicen que el faraón está enfermo y necesitará brazos sólidos<br />
para protegerle.<br />
Su cuerpo era bello como el <strong>de</strong> un león joven y su mirada<br />
penetrante como una flecha alada. Pensé con cierta envidia en que<br />
más <strong>de</strong> una mujer le diría: “Bello muchacho, ¿quieres divertir mi<br />
soledad?”<br />
El here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono lanzó un gemido, se pasó la mano por el<br />
rostro y movió los pies. Le quité la mordaza <strong>de</strong> la boca y hubiera<br />
querido tener agua para darle. Horemheb lo observaba todo con<br />
curiosidad y preguntó fríamente:<br />
-¿Va a morir?<br />
-No, no morirá -dije yo con impaciencia-. Sufre <strong>de</strong>l mal sagrado.<br />
Horemheb me miró y estrechó el venablo que llevaba en la mano.<br />
-No <strong>de</strong>bes menospreciarme -dijo- pese a que vaya <strong>de</strong>scalzo y sea<br />
todavía pobre. Sé escribir convenientemente y leer las<br />
inscripciones y mandaré a mucha gente. ¿Qué dios lo ha poseído?<br />
Hizo esta pregunta porque el pueblo cree que el dios habla por boca<br />
<strong>de</strong> los epilépticos.
-Tiene un dios particular -dije-. Creo que está un poco loco. Cuando<br />
haya recobrado el conocimiento me ayudarás a llevarlo hasta la villa,<br />
don<strong>de</strong> encontraré una litera para transportarlo a su casa.<br />
-Tiene frío -dijo Horemheb, que se quitó la capa para cubrir al<br />
here<strong>de</strong>ro-. Los amaneceres <strong>de</strong> Tebas son fríos, pero yo tengo mi<br />
sangre para calentarme. Conozco, a<strong>de</strong>más, muchos dioses y podría<br />
citarte el nombre <strong>de</strong> muchos que me han sido propicios. Pero mi dios<br />
particular es Horus. Este muchacho es seguramente hijo <strong>de</strong> ricos<br />
porque su piel es blanca y sus manos no han trabajado. Y tú, ¿quién<br />
eres?<br />
Hablaba mucho y con vivacidad, porque era un pobre muchacho<br />
que había recorrido un gran trayecto para llegar a Tebas y había<br />
sufrido durante su camino muchos contratiempos y <strong>de</strong>sdichas.<br />
-Soy médico. He sido or<strong>de</strong>nado también sacerdote <strong>de</strong> primer grado<br />
en el templo <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong> Tebas.<br />
-Lo has traído seguramente al <strong>de</strong>sierto para curarlo -<strong>de</strong>claró<br />
Horemheb-. Pero hubieras <strong>de</strong>bido vestirlo más. Sin embargo, no<br />
pienses que quiero censurarte -añadió en seguida.<br />
La arena roja brillaba bajo la luz <strong>de</strong>l sol levante, la punta <strong>de</strong> su<br />
lanza se enrojecía y el halcón <strong>de</strong>scribía gran<strong>de</strong>s órbitas por encima <strong>de</strong><br />
la cabeza <strong>de</strong>l muchacho. El here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono se sentó, sus dientes<br />
castañeteaban, gemía dulcemente y miró a su alre<strong>de</strong>dor con sorpresa.<br />
-Lo he visto -dijo-. Este instante es como un siglo; yo no tenía<br />
edad y ha tendido mil manos benefactoras sobre mi cabeza y cada<br />
una <strong>de</strong> ellas me daba una garantía <strong>de</strong> vida eterna. ¿No creería,<br />
acaso?<br />
-Espero que no te hayas mordido la lengua -dije yo, preocupado-.<br />
Quise cuidarte, pero no tenía un pedazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para ponértela<br />
entre los dientes.<br />
Pero mi voz no era más que un zumbido <strong>de</strong> mosquitos en sus oídos.<br />
Miraba a Horemheb con los ojos muy abiertos y brillantes, y aquella<br />
sonrisa <strong>de</strong> asombro le daba cierta belleza.<br />
-¿Es a ti a quien Atón, el único, ha enviado? -preguntó con<br />
sorpresa.<br />
-Un halcón ha volado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y he seguido al halcón -dijo<br />
Horemheb-. Por esto estoy aquí. No sé nada más.<br />
Pero el here<strong>de</strong>ro vio la lanza y su rostro se ensombreció.<br />
-Tienes una lanza -dijo con tono <strong>de</strong> reproche.<br />
Horemheb se la mostró.<br />
-El asta es <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra excelente -dijo-. Su punta es <strong>de</strong> cobre y<br />
tiene sed <strong>de</strong> beber la sangre <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong>l faraón. Mi lanza<br />
tiene sed y su nombre es Degolladora.
-Nada <strong>de</strong> sangre -dijo el here<strong>de</strong>ro-. Atón siente horror <strong>de</strong> la<br />
sangre. No hay nada más horrible que la sangre vertida.<br />
Aun cuando había visto cómo el here<strong>de</strong>ro cerraba los ojos<br />
mientras Ptahor trepanaba a su padre, no sabía todavía que era una<br />
<strong>de</strong> esas personas a quienes la vista <strong>de</strong> la sangre enferma hasta el<br />
<strong>de</strong>svanecimiento.<br />
-La sangre purifica a los pueblos y los hace fuertes -afirmó<br />
Horemheb-. Es la sangre lo que engorda a los dioses y les asegura<br />
la salud. Mientras haya guerras, correrá la sangre.<br />
-No habrá nunca más guerras -dijo el here<strong>de</strong>ro.<br />
-Este muchacho está loco -dijo Horemheb-. Ha habido siempre<br />
guerras y las habrá siempre, porque los pueblos<br />
necesitan poner sus fuerzas a prueba para vivir.<br />
-Todos los pueblos son sus hijos, las lenguas y los colores, la tierra<br />
roja y la tierra negra -dijo el here<strong>de</strong>ro al sol-. Yo edificaré su templo en<br />
todos los países y enviaré a los reyes el símbolo <strong>de</strong> vida, porque lo veo,<br />
he nacido <strong>de</strong> él y a él <strong>de</strong>bo volver.<br />
-Está verda<strong>de</strong>ramente loco -dijo Horemheb, moviendo la cabeza-.<br />
Comprendo que necesite cuidados.<br />
-Su dios acaba <strong>de</strong> aparecérsele -dije yo para ponerlo en guardia,<br />
porque sentía ya simpatía por él-. El mal gran<strong>de</strong> le ha hecho ver a<br />
su dios y no tenemos competencia para discutir lo que le ha dicho.<br />
Cada cual busca su salvación a su manera.<br />
-Yo creo en mi lanza y en mi halcón -dijo Horemheb.<br />
Pero el here<strong>de</strong>ro levantó la mano para saludar al sol y su rostro<br />
recobró belleza y brillantez como si<br />
contemplase un mundo diferente <strong>de</strong>l nuestro. Después <strong>de</strong> haberlo<br />
<strong>de</strong>jado orar a su gusto nos lo llevamos hacia la villa sin que opusiese<br />
resistencia. El ataque <strong>de</strong> la enfermedad lo había agotado y caminaba<br />
difícilmente. Por esto lo llevábamos entre los dos, precedidos <strong>de</strong>l<br />
halcón.<br />
Llegados al lin<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los campos cultivados hasta don<strong>de</strong> se<br />
extendían los canales <strong>de</strong> irrigación, vimos que una litera real nos<br />
esperaba. Los esclavos se habían tendido en el suelo y un imponente<br />
sacerdote avanzó hacia nosotros. Llevaba la cabeza afeitada y sus<br />
facciones sombrías eran bellas. Yo llevé mis manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas porque adiviné que era el sacerdote <strong>de</strong> Re-Herakthi, <strong>de</strong> quien<br />
Ptahor me había hablado. Pero no se ocupó <strong>de</strong> mí. Se postró ante el<br />
here<strong>de</strong>ro y lo saludó con el nombre <strong>de</strong> rey. Así fue como supe que el<br />
faraón Amenhotep III había muerto. Los esclavos se precipitaron<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l nuevo rey, le lavaron los miembros, le dieron masaje y<br />
lo ungieron, lo vistieron con lino real y colocaron sobre su cabeza un<br />
emblema real.
Entonces Ai me dirigió la palabra:<br />
-¿Ha encontrado a su dios, Sinuhé?<br />
-Ha encontrado a su dios -respondí-. Pero he velado por él para<br />
que no le ocurriese nada malo. ¿Cómo sabes mi nombre?<br />
El sacerdote sonrió y dijo:<br />
-Es mi <strong>de</strong>ber saber cuanto ocurre <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l palacio hasta que haya<br />
sonado mi hora. Sé tu nombre y que eres<br />
médico. Por esto lo he confiado a tu guardia. Sé también que eres<br />
sacerdote <strong>de</strong> Amón y que le has prestado juramento.<br />
Dijo estas últimas palabras con tono <strong>de</strong> amenaza, pero yo levanté el<br />
brazo diciendo:<br />
-¿Qué significa un juramento para Amón?<br />
-Tienes razón -dijo-, y no tienes necesidad <strong>de</strong> arrepentirte. Debes<br />
saber que se siente inquieto cuando el dios se<br />
acerca a él. Nada pue<strong>de</strong> retenerlo entonces y no permite que los<br />
guardias lo sigan. Sin embargo, habéis estado en seguridad toda la<br />
noche; ningún peligro os ha amenazado y ya ves que una litera os<br />
espera. Pero, ¿quién es este lancero? -Me mostró a Horemheb que, un<br />
poco a distancia, probaba el cobre <strong>de</strong> su lanza, con el halcón posado<br />
sobre el hombro-. Sería quizá mejor hacerle perecer porque no es<br />
conveniente que los sacerdotes <strong>de</strong> los faraones sean <strong>de</strong>masiado<br />
conocidos.<br />
-Ha cubierto al faraón con sus vestiduras porque hacía frío -dije-.<br />
Está dispuesto a blandir su lanza contra los enemigos <strong>de</strong>l faraón. Creo<br />
que te será <strong>de</strong> mayor utilidad vivo que muerto, sacerdote Ai.<br />
Entonces Al le arrojó un brazalete <strong>de</strong> oro diciéndole:<br />
-Ve un día a verme a la casa dorada, lancero.<br />
Pero Horemheb <strong>de</strong>jó que el brazalete cayese a sus pies sobre la<br />
arena y lanzó a Ai una mirada <strong>de</strong> reto.<br />
-No recibo ór<strong>de</strong>nes más que <strong>de</strong>l faraón -dijo-. Si no me equivoco, el<br />
faraón es este que lleva la corona. Mi halcón me ha conducido a él; es<br />
un signo suficiente.<br />
Ai no se enojó.<br />
-El oro es precioso y se tiene siempre necesidad <strong>de</strong> él -dijo<br />
recogiendo el brazalete y poniéndoselo otra vez en<br />
el brazo-. Inclínate <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l faraón, pero <strong>de</strong>pón la lanza en su<br />
presencia.<br />
El here<strong>de</strong>ro se acercó a nosotros. Su rostro estaba pálido y cansado,<br />
pero subsistía en él un <strong>de</strong>stello extraño que calentaba el corazón.<br />
-Seguidme todos -dijo-, seguidme por el nuevo camino, porque la<br />
verdad me ha sido revelada.<br />
Lo seguimos hacia la litera, pero Horemheb murmuró en voz<br />
baja:
-La verdad está en la lanza.<br />
Consintió, sin embargo, en confiarla al corredor y pudimos<br />
sentarnos sobre los brazos cuando la litera emprendió el camino. Los<br />
portadores comenzaron a correr. Una barca nos esperaba en la ribera<br />
<strong>de</strong>l Nilo y regresamos a palacio como habíamos salido, sin llamar la<br />
atención, pese a que la muchedumbre se apretujaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus<br />
muros.<br />
Fuimos recibidos en la estancia <strong>de</strong>l here<strong>de</strong>ro, que nos mostró unos<br />
gran<strong>de</strong>s vasos cretenses sobre los que había peces y animales<br />
pintados. Yo hubiera querido que Thotmés hubiese podido<br />
admirarlos, porque <strong>de</strong>mostraban que el arte podía ser otra cosa que<br />
lo que era en Egipto. Ahora que estaba restablecido y calmado, el<br />
here<strong>de</strong>ro se comportaba como un muchacho razonable, sin exigir <strong>de</strong><br />
nosotros una cortesía excesiva ni señales <strong>de</strong> respeto.<br />
Pronto le anunciaron que la reina madre iba a acudir a prestarle<br />
acatamiento y se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> nosotros prometiendo no olvidarnos.<br />
Una vez fuera, Horemheb me miró <strong>de</strong>sconcertado.<br />
-Estoy inquieto -dijo-, porque no sé adón<strong>de</strong> ir.<br />
-Quédate tranquilamente aquí. Ha prometido no olvidarte. Por esto<br />
es conveniente que estés a su alcance cuando se acuer<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti. Los<br />
dioses son caprichosos y olvidan pronto.<br />
-¿Quedarme aquí en medio <strong>de</strong> este enjambre <strong>de</strong> moscas? -dijo,<br />
mostrándome los cortesanos que se precipitaban hacia las puertas<br />
que daban a las estancias reales-. No, estoy inquieto -añadió-. ¿Qué<br />
va a ser <strong>de</strong> Egipto bajo un faraón que tiene miedo a la sangre y para<br />
quien todos los pueblos, cualesquiera que sean su lengua y su color,<br />
son iguales? Nací soldado y mi buen sentido <strong>de</strong> soldado me dice que<br />
es enojoso para los soldados. En todo caso, voy a recuperar mi lanza;<br />
el corredor se ha quedado con ella.<br />
Nos separamos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo invitado a preguntar por mí en<br />
la Casa <strong>de</strong> la Vida, si necesitaba un amigo.<br />
Ptahor me esperaba en nuestra habitación, con los ojos rojos y<br />
malhumorado.<br />
-Estabas ausente cuando el faraón ha entregado el alma al alba. Tú<br />
estabas ausente y yo dormía, <strong>de</strong> manera que ninguno <strong>de</strong> los dos ha<br />
visto cómo le salía el alma por la nariz en forma <strong>de</strong> pájaro para volar<br />
directamente al sol. Numerosos testigos lo certifican. También yo<br />
hubiese querido estar presente, porque me gusta ver estos milagros,<br />
pero tú estabas ausente y no me has <strong>de</strong>spertado. ¿Con qué mujer has<br />
pasado la noche?<br />
Le conté todo lo ocurrido y levantó la mano en señal <strong>de</strong> gran<br />
sorpresa.<br />
-¡Que Amón nos proteja! -dijo-. Este nuevo faraón está loco.
-No lo creo -dije, vacilando, porque mi corazón sentía simpatía<br />
hacia aquel muchacho enfermizo a quien había protegido y que tanta<br />
benevolencia me había <strong>de</strong>mostrado-. Creo que ha encontrado un<br />
nuevo dios. Cuando sus i<strong>de</strong>as se hayan aclarado, veremos quizá<br />
milagros en el país <strong>de</strong> Kemi.<br />
-Que Amón nos proteja <strong>de</strong> ellos -dijo Ptahor, asustado-.<br />
Escánciame vino, porque mi garganta está seca como el polvo <strong>de</strong>l<br />
camino. Entonces vinieron a buscarnos para llevarnos a la Casa <strong>de</strong> la<br />
justicia, don<strong>de</strong> el viejo guardasellos estaba sentado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
cuarenta rollos <strong>de</strong> cuero don<strong>de</strong> estaba consignada la ley. Soldados<br />
armados nos ro<strong>de</strong>aban <strong>de</strong> manera que no podíamos escaparnos, y el<br />
guardasellos nos leyó la ley por la que nos informaba que <strong>de</strong>bíamos<br />
morir, puesto que el faraón no se había repuesto <strong>de</strong> la trepanación.<br />
Yo miré a Ptahor, pero él se limitó a sonreír cuando entró el verdugo<br />
con su espada.<br />
-Comienza por el hombre hemostático -dijo-; lleva más prisa que<br />
nosotros, porque su madre le prepara ya una sopa <strong>de</strong> guisantes en el<br />
país <strong>de</strong>l Occi<strong>de</strong>nte.<br />
El verdugo se <strong>de</strong>spidió amablemente <strong>de</strong> nosotros, hizo los signos<br />
sagrados <strong>de</strong> Amón, blandió la espada y la hizo girar por encima <strong>de</strong> la<br />
cabeza <strong>de</strong> la víctima; <strong>de</strong>spués le tocó ligeramente el cuello. El boyero<br />
se <strong>de</strong>splomó sobre el suelo y creíamos que el miedo le había hecho<br />
per<strong>de</strong>r el conocimiento, porque no tenía la menor herida. Cuando<br />
vino mi vez, me arrodillé sin miedo, el verdugo me sonrió y se limitó<br />
a rozarme el cuello. Ptahor se juzgó tan pequeño que no se dignó<br />
siquiera arrodillarse y el verdugo no hizo más que un simulacro <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>capitación. Así estábamos, pues, muertos, la sentencia había sido<br />
cumplida y nos dieron nuevos nombres que habían sido grabados en<br />
unos brazaletes <strong>de</strong> oro. El <strong>de</strong> Ptahor llevaba estas palabras: «El que<br />
parece un babuino», y el mío: «El que es solitario.» Después <strong>de</strong> esto<br />
se pesó para Ptahor una retribución en oro y yo recibí también una<br />
buena cantidad <strong>de</strong> él. Nos dieron vestiduras nuevas y por primera vez<br />
tuve una túnica plisada <strong>de</strong> lino real y un cuello al que daban peso la<br />
plata y las piedras preciosas. Pero cuando los servidores trataron <strong>de</strong><br />
levantar al hombre hemostático para reanimarlo, todo fue inútil:<br />
estaba realmente muerto. Esto es lo que he visto con mis propios<br />
ojos. En cuanto a <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> qué había muerto, no podía compren<strong>de</strong>rlo,<br />
a menos que muriese porque creyó que iba a morir. Porque, pese a su<br />
bestialidad, tenía el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener las hemorragias y un hombre<br />
así no es parecido a los <strong>de</strong>más.<br />
La noticia <strong>de</strong> aquella muerte se esparció rápidamente y los que la<br />
oyeron no podían evitar reírse. Se golpeaban los muslos soltando la<br />
carcajada, porque, verda<strong>de</strong>ramente, la cosa era risible.
En cuanto a mí estaba oficialmente muerto y a partir <strong>de</strong> entonces no<br />
pu<strong>de</strong> firmar ningún documento sin añadir a mi nombre <strong>de</strong> Sinuhé las<br />
palabras «El que es solitario». Únicamente por este nombre se me<br />
conocía en la Corte.<br />
A mi regreso a la Casa <strong>de</strong> la Vida, con mis vestidos nuevos y mi<br />
pequeño brazalete <strong>de</strong> oro, mis maestros se inclinaron ante mí<br />
poniendo las manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas. Pero no era más que un<br />
estudiante y tuve que redactar un minucioso informe sobre la<br />
trepanación y la muerte <strong>de</strong>l faraón, atestiguando su exactitud. Este<br />
trabajo exigió bastante tiempo y terminé mi relato explicando cómo el<br />
espíritu se había escapado por la nariz en forma <strong>de</strong> pájaro para volar<br />
directamente hacia el sol. Insistieron en hacerme <strong>de</strong>cir si el faraón no<br />
había recuperado el conocimiento pocos instantes antes <strong>de</strong> morir, para<br />
<strong>de</strong>cir: «Que Amón sea bendito», como lo certificaban varios testigos.<br />
Después <strong>de</strong> haber reflexionado <strong>de</strong>cidí atestiguar también la exactitud<br />
<strong>de</strong> este hecho, y tuve el goce <strong>de</strong> oír leer mi informe al pueblo en los<br />
patios <strong>de</strong>l templo durante los setenta días en que el cuerpo <strong>de</strong>l faraón<br />
se preparaba para la eternidad en la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Durante todo<br />
el duelo las casas <strong>de</strong> placer, las tabernas y <strong>de</strong>más sitios <strong>de</strong> este género<br />
fueron cerrados en la villa <strong>de</strong> Tebas <strong>de</strong> manera que no se podía beber<br />
vino ni oír música más que entrando por la puerta trasera.<br />
Durante este tiempo fui informado <strong>de</strong> que había llegado al término<br />
<strong>de</strong> mis estudios y podía ya ejercer mi arte en el barrio <strong>de</strong> la ciudad que<br />
quisiera. Si <strong>de</strong>seaba continuar mis estudios y especializarme para ser<br />
médico <strong>de</strong> las orejas o <strong>de</strong> los dientes, vigilar los partos, imponer las<br />
manos, manejar el cuchillo salvador o ejercer una <strong>de</strong> las catorce<br />
especialida<strong>de</strong>s que se enseñaban bajo la dirección <strong>de</strong> los médicos, no<br />
tenía más que <strong>de</strong>cir qué rama elegía. Aquél era un favor especial que<br />
<strong>de</strong>mostraba cuánto sabía Amón recompensar a sus servidores.<br />
Yo era joven y la ciencia <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida no me interesaba ya.<br />
Había sido dominado por la fiebre <strong>de</strong> Tebas y quería enriquecerme,<br />
llegar a ser célebre y aprovechar el tiempo en que todos me conocían<br />
todavía por el nombre <strong>de</strong> Sinuhé, «El que es solitario». Tenía oro y<br />
compré una casa situada a la entrada <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> los ricos, la<br />
amueblé según mis posibilida<strong>de</strong>s y adquirí un esclavo que, a <strong>de</strong>cir<br />
verdad, era flaco y tuerto, pero que me convenía por todo lo <strong>de</strong>más. Se<br />
llamaba Kaptah y afirmaba que era una suerte que fuese tuerto,<br />
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porque podría afirmar a mis clientes que lo había comprado ciego y<br />
había <strong>de</strong>vuelto la vista a uno <strong>de</strong> sus ojos. Por esto lo compré. Hice<br />
ejecutar algunas pinturas en la sala <strong>de</strong> espera. Una <strong>de</strong> ellas mostraba<br />
cómo Imhotep, el dios <strong>de</strong> los médicos, daba lecciones a Sinuhé. Yo era<br />
pequeño a su lado, como convenía, pero bajo la imagen podían leerse<br />
estas palabras: «El más sabio y más hábil <strong>de</strong> mis discípulos es Sinuhé,<br />
hijo <strong>de</strong> Senmut, el que es solitario.» En otra imagen ofrecía un<br />
sacrificio a Amón, para dar a Amón lo que es <strong>de</strong> Amón, y para que los<br />
clientes tuviesen confianza en mí. Y en una tercera imagen, el faraón<br />
me contemplaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> los cielos bajo la forma <strong>de</strong> un pájaro y<br />
sus servidores pesaban oro para mí y me cubrían <strong>de</strong> vestiduras nuevas.<br />
Fue Thotmés quien pintó estas imágenes, pese a que no era artista<br />
legalizado y su nombre no figurase en el registro <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Ptah.<br />
Pero era mi amigo. En nombre <strong>de</strong> nuestra vieja amistad consintió en<br />
pintar a la moda antigua y su obra fue tan hábilmente ejecutada, y el<br />
rojo y el amarillo, los dos colores menos caros, resplan<strong>de</strong>cían con un<br />
brillo tal que los que veían aquellas pinturas por primera vez<br />
exclamaban maravillados:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, Sinuhé, hijo <strong>de</strong> Senmut, «El que es solitario»,<br />
inspira confianza y cura hábilmente a sus enfermos.<br />
Cuando todo estuvo terminado, me senté esperando a mis clientes y<br />
enfermos, pero nadie apareció. Por la noche fui a la taberna y animé<br />
mi corazón con vino, porque me quedaba todavía un poco <strong>de</strong> oro y<br />
plata. Era joven, me creía un médico hábil y tenía confianza en el<br />
porvenir. Por esto bebía con Thotmés y hablábamos en voz alta <strong>de</strong> los<br />
asuntos <strong>de</strong> los dos países, porque en aquella época, en las plazas,<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los almacenes, en las tabernas y en las casas <strong>de</strong> placer todo<br />
el mundo hablaba <strong>de</strong> los asuntos <strong>de</strong> los dos países.<br />
En efecto, cuando el cuerpo <strong>de</strong>l faraón hubo estado preparado para<br />
durar una eternidad y sido <strong>de</strong>positado en el Valle <strong>de</strong> los Reyes y las<br />
puertas <strong>de</strong> la tumba cerradas con los sellos reales, la real esposa subió<br />
al trono provista <strong>de</strong>l látigo y el cetro, una barba postiza en el mentón y<br />
una cola <strong>de</strong> león en la cintura. El here<strong>de</strong>ro no fue coronado faraón<br />
porque se <strong>de</strong>cía que quería purificarse e implorar a los dioses antes <strong>de</strong><br />
asumir el po<strong>de</strong>r. Pero cuando la reina madre <strong>de</strong>spidió al viejo<br />
guardasellos y elevó a este cargo al sacerdote <strong>de</strong>sconocido, Ai, que se<br />
encontró <strong>de</strong> esta forma elevado por encima <strong>de</strong> todos los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
Egipto, que actuó en el pabellón <strong>de</strong> la justicia ante cuarenta libros <strong>de</strong><br />
cuero <strong>de</strong> la ley para nombrar los preceptores y los constructores <strong>de</strong>l<br />
faraón, todo el templo <strong>de</strong> Amón comenzó a zumbar como una<br />
colmena; se vieron numerosos presagios funestos y los sacrificios<br />
regios no dieron ningún resultado. Los vientos cambiaron <strong>de</strong> dirección<br />
contra todas las reglas <strong>de</strong> la Naturaleza, hasta el punto <strong>de</strong> que llovió
dos días consecutivos en Egipto, las mercancías se estropearon en los<br />
almacenes y los montones <strong>de</strong> trigo se pudrieron en los muelles. En las<br />
afueras <strong>de</strong> Tebas, algunos estanques se convirtieron en charcas <strong>de</strong><br />
sangre y mucha gente fue<br />
a verlas. Pero nadie experimentaba temor alguno, porque eran cosas<br />
que se habían visto otras veces cuando los sacerdotes estaban<br />
encolerizados. Pero reinaba una sorda inquietud y circulaban muchos<br />
rumores. Entretanto, los mercenarios <strong>de</strong>l faraón, egipcios, sirios y<br />
negros, recibían <strong>de</strong> la reina madre abundantes salarios; sus jefes se<br />
repartían en la terraza <strong>de</strong>l palacio los collares <strong>de</strong> oro y las<br />
con<strong>de</strong>coraciones, y el or<strong>de</strong>n era mantenido. Nada amenazaba el<br />
po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Egipto porque en Siria las guarniciones velaban también<br />
por el or<strong>de</strong>n, y los príncipes <strong>de</strong> Biblos, Simyra, Sidón y Ghaza, que<br />
habían pasado su infancia a los pies <strong>de</strong>l faraón y recibido su educación<br />
en la casa dorada, lamentaron su muerte como si hubiese sido la <strong>de</strong> su<br />
padre y escribían a la reina madre unas cartas en las que <strong>de</strong>claraban<br />
no ser más que polvo a su lado. En el país <strong>de</strong> Kush, en Nubia y en las<br />
fronteras <strong>de</strong>l Sudán había <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos más remotos la<br />
costumbre <strong>de</strong> guerrear a la muerte <strong>de</strong>l faraón, como si los negros<br />
quisieran poner a prueba la longanimidad <strong>de</strong>l nuevo soberano. Por<br />
esto el virrey <strong>de</strong> las tierras <strong>de</strong>l Sur, el hijo <strong>de</strong> dios en las guarniciones<br />
<strong>de</strong>l Sur, movilizó sus tropas en cuanto se enteró <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l<br />
faraón y sus hombres cruzaron la frontera e incendiaron numerosos<br />
poblados <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber capturado un rico botín <strong>de</strong> ganado,<br />
esclavos, colas <strong>de</strong> león y plumas <strong>de</strong> avestruz, <strong>de</strong> manera que las rutas<br />
hacia el país <strong>de</strong> Kush fueron <strong>de</strong> nuevo seguras y todas las tribus que se<br />
<strong>de</strong>dicaban al pillaje <strong>de</strong>ploraron vivamente la muerte <strong>de</strong>l faraón al ver a<br />
sus jefes colgados en los muros <strong>de</strong> los puestos fronterizos.<br />
Incluso en las islas <strong>de</strong>l mar se lloró la muerte <strong>de</strong>l gran faraón, y el rey<br />
<strong>de</strong> Babilonia y el <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> los Khattis, que reinaba sobre los hititas,<br />
enviaron a la reina madre unas tablillas <strong>de</strong> arcilla lamentando la<br />
muerte <strong>de</strong>l faraón y pidiendo oro a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r levantar su imagen en<br />
los templos, porque el faraón había sido para ellos como un padre y un<br />
hermano. En cuanto al rey <strong>de</strong> Mitanni, en Naharina, envió a su hija<br />
para que se casase con el futuro faraón, como lo había hecho su padre<br />
antes que él y conforme había sido convenido con el faraón celeste<br />
antes <strong>de</strong> su muerte. Tadu-Hepa, que tal era el nombre <strong>de</strong> la princesa,<br />
llegó a Tebas con sus servidores, esclavos y asnos cargados con<br />
mercancías preciosas; la princesa era una chiquilla <strong>de</strong> seis años y el<br />
here<strong>de</strong>ro la tomó por mujer, porque el país <strong>de</strong> Mitanni era un muro <strong>de</strong><br />
separación entre la rica Siria y los países <strong>de</strong>l Norte y protegía todas las<br />
rutas <strong>de</strong> las caravanas <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> los dos ríos hasta el mar. Así fue<br />
como los sacerdotes <strong>de</strong> la celeste hija <strong>de</strong> Amón, Sekhmet, <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>
leona, perdieron su júbilo, y se enmohecieron los goznes <strong>de</strong> las puertas<br />
<strong>de</strong> su templo.<br />
He aquí <strong>de</strong> lo que hablábamos Thotmés y yo en alta voz, regocijando<br />
nuestros corazones con vino, escuchando música siria y contemplando<br />
bellas danzarinas. La fiebre <strong>de</strong> Tebas me dominaba y cada mañana mi<br />
esclavo tuerto se acercaba a la cama, ponía sus manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas y me tendía un pan, pescado seco y un vaso <strong>de</strong> cerveza. Yo me<br />
lavaba y me sentaba a esperar a los clientes, los recibía, escuchando<br />
sus dolencias y los curaba.<br />
Algunas veces las mujeres me traían a sus hijos, y si las madres<br />
estaban <strong>de</strong>lgadas y sus hijos débiles, con los párpados <strong>de</strong>vorados por<br />
las moscas, enviaba a Kaptah a comprarles carne y frutas y se los<br />
regalaba, pero <strong>de</strong> esta forma no me enriquecía y al día siguiente,<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi puerta, me esperaban cinco o seis madres con sus hijos y<br />
yo no podía recibirlas y tenía que or<strong>de</strong>nar a mi esclavo que les cerrase<br />
la puerta y las mandase al templo don<strong>de</strong>, los días <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s<br />
sacrificios, se distribuía entre los pobres los restos <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>jaban<br />
los sacerdotes, ahítos. Cada noche las antorchas brillaban en las calles<br />
<strong>de</strong> Tebas, la música resonaba en las casas <strong>de</strong> placer y en las tabernas, y<br />
el cielo se enrojecía sobre la ciudad. Yo quería alegrar mi corazón con<br />
el vino, pero mi corazón no se alegraba ya, mis recursos se acababan y<br />
tuve que pedir prestado oro al templo para po<strong>de</strong>r vestirme<br />
<strong>de</strong>centemente y tratar <strong>de</strong> olvidar mis preocupaciones.<br />
Era <strong>de</strong> nuevo la época <strong>de</strong> la crecida <strong>de</strong>l río y las aguas alcanzaban los<br />
muros <strong>de</strong>l templo. Cuando se retiraron, la tierra se puso ver<strong>de</strong>, los<br />
pájaros hicieron sus nidos y los lotos florecieron en los estanques<br />
mientras las acacias embalsamaban el aire. Un día, Horemheb fue a<br />
verme. Iba vestido <strong>de</strong> lino real, llevaba un collar <strong>de</strong> oro y una fusta en<br />
la mano, insignia <strong>de</strong> su dignidad <strong>de</strong> oficial <strong>de</strong>l faraón. Pero no llevaba<br />
lanza ya. Levanté el brazo para testimoniarle mi alegría al verlo y él<br />
repitió mi a<strong>de</strong>mán y sonrió.<br />
-He venido a pedirte consejo, Sinuhé solitario -me dijo.<br />
-No te comprendo. Eres fuerte como un toro y osado como un león.<br />
¿Cómo pue<strong>de</strong> ayudarte un médico?<br />
-Vengo a consultar al amigo y no al médico -dijo, sentándose.<br />
Mi servidor vertió agua sobre sus manos y yo le ofrecí bizcochos<br />
enviados por mi madre Kipa y vino <strong>de</strong> precio,<br />
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porque mi corazón estaba contento <strong>de</strong> verlo.<br />
-Has alzanzado un grado superior, eres oficial <strong>de</strong>l rey y seguramente<br />
las mujeres te sonríen.<br />
Pero él se ensombreció y dijo:<br />
-¡Nada <strong>de</strong> eso! -Y excitado, prosiguió-: El palacio está lleno <strong>de</strong><br />
moscas que me cubren <strong>de</strong> excrementos. Las calles<br />
<strong>de</strong> Tebas son duras y me hieren los pies y las sandalias me aprietan los<br />
<strong>de</strong>dos. -Se quitó las sandalias y se dio masaje en los pies-. Soy oficial<br />
<strong>de</strong> la guardia <strong>de</strong> corps, pero mis camaradas se mofan <strong>de</strong> mí porque son<br />
chiquillos <strong>de</strong> dieciocho años y <strong>de</strong> alta estirpe. Su brazo es <strong>de</strong>masiado<br />
débil para tensar un arco, sus espadas son juguetes dorados llenos <strong>de</strong><br />
incrustaciones, buenas para cortar el asado, pero no para verter la<br />
sangre <strong>de</strong>l enemigo. Pasan sobre sus carros <strong>de</strong> guerra incapaces <strong>de</strong><br />
mantener el or<strong>de</strong>n, enredan las riendas y las ruedas <strong>de</strong> sus carros<br />
chocan contra las <strong>de</strong> sus vecinos. Los soldados se emborrachan y se<br />
acuestan con las esclavas <strong>de</strong>l palacio y no obe<strong>de</strong>cen las ór<strong>de</strong>nes. En la<br />
escuela <strong>de</strong> guerra los hombres no han visto nunca una batalla ni han<br />
conocido el hambre, la sed ni el miedo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l enemigo y leen<br />
viejas narraciones. -Sacudió furiosamente su collar <strong>de</strong> oro y continuó-<br />
: ¿Qué me importan los collares y las con<strong>de</strong>coraciones, puesto que no<br />
se ganan en los campos <strong>de</strong> batalla, sino postrándose ante el faraón?<br />
La reina madre ha fijado una barba a su mentón y ceñido su cintura<br />
con una cola <strong>de</strong> león, pero ¿cómo podrá jamás un soldado respetar a<br />
una mujer como soberano? Lo sé, lo sé... -dijo cuando hice alusión a<br />
la gran reina que había mandado una gran flota al país <strong>de</strong> Punt-. Lo<br />
que ha sido antes <strong>de</strong>be ser ahora también. Pero en los tiempos <strong>de</strong> los<br />
gran<strong>de</strong>s faraones los soldados no eran menospreciados como ahora. A<br />
los ojos <strong>de</strong> los tebanos la profesión militar es la más vil <strong>de</strong> todas y<br />
cierran la puerta a los soldados. Pierdo el tiempo. Pierdo mi juventud<br />
y mis fuerzas aprendiendo el arte militar entre hombres que huirían<br />
aullando al oír los gritos <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> los negros. Sí, se <strong>de</strong>svanecerían<br />
<strong>de</strong> miedo si la flecha <strong>de</strong> un habitante <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos silbase a sus<br />
oídos. Se escon<strong>de</strong>rían bajo las ropas <strong>de</strong> sus madres si oyeran el<br />
estruendo <strong>de</strong> los carros lanzados al ataque. ¡Por mi halcón, sólo la<br />
guerra forma al soldado, y al ruido <strong>de</strong> las armas se ve <strong>de</strong> lo que es<br />
capaz! Por esto he venido a hablarte.<br />
Dio un golpe con la fusta sobre la mesa, <strong>de</strong>rribó los vasos, y mi<br />
servidor huyó gritando.<br />
-Estás verda<strong>de</strong>ramente enfermo, Horemheb, amigo mío -le dije-.<br />
Tienes los ojos febriles y sudas.<br />
-¿No soy acaso un hombre? -gritó, golpeándose el pecho con los<br />
puños-. Soy capaz <strong>de</strong> levantar un esclavo con cada mano y hacer<br />
chocar sus cabezas. Puedo llevar pesados fardos como conviene a un
soldado; no me ahogo corriendo; no temo el hambre ni la sed, ni el<br />
ardor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Pero para ellos todo es <strong>de</strong>spreciable y las mujeres<br />
<strong>de</strong> la casa no admiran más que a los chiquillos que no se afeitan<br />
todavía. Admiran a los hombres <strong>de</strong> brazos <strong>de</strong>lgados y que tienen<br />
ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> mujer. Admiran a los hombres que usan parasol, que se<br />
pintan la boca <strong>de</strong> colorado y pían como los pájaros en la rama. A mí<br />
me <strong>de</strong>sprecian porque soy robusto y el sol ha curtido mi piel y se ve<br />
en mis manos que soy capaz <strong>de</strong> trabajar con ellas. -Se calló, la mirada<br />
fija, y bebió vino-. Tú eres solitario, Sinuhé -dijo-. Yo también lo soy;<br />
más solitario que nadie, porque adivino lo que va a ocurrir y sé que<br />
estoy <strong>de</strong>stinado a mandar las muchedumbres y que los dos reinos<br />
tendrán necesidad <strong>de</strong> mí. Por esto soy más solitario que nadie, pero<br />
tengo la fuerza <strong>de</strong> continuar solo, Sinuhé, porque mi corazón está<br />
lleno <strong>de</strong> centellas <strong>de</strong> fuego; siento mi garganta cerrada y no duermo<br />
por la noche.<br />
Siendo médico, creía tener cierto conocimiento <strong>de</strong> los hombres y<br />
las mujeres. Por esto le dije:<br />
-Seguramente <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser casada y su marido la vigila mucho...<br />
Horemheb me dirigió una mirada tan sombría que me precipité a<br />
coger una copa y ofrecerle vino. En el acto se calmó, y tocándose el<br />
pecho y la garganta, dijo:<br />
-Tengo que abandonar Tebas; me ahogo en este estercolero y las<br />
moscas me ensucian. -Y súbitamente se <strong>de</strong>splomó, diciéndome en voz<br />
baja-: Sinuhé, eres médico; dame un filtro que me permita vencer el<br />
amor.<br />
-Es muy fácil. Puedo darte unas píldoras que disueltas en el vino te<br />
volverán fuerte y apasionado como un babuino, <strong>de</strong> forma que las<br />
mujeres suspirarán y se <strong>de</strong>svanecerán en tus brazos. Es muy fácil.<br />
-No, no, me has entendido mal, Sinuhé. No soy importante. Pero<br />
<strong>de</strong>seo un remedio que me cure <strong>de</strong> mi locura. Quiero un remedio que<br />
calme mi corazón y lo haga duro como la roca.<br />
-No existe tal remedio. Basta una sonrisa y la mirada <strong>de</strong> unos ojos<br />
ver<strong>de</strong>s para reducir la medicina a la impotencia. Lo sé por mí mismo.<br />
Pero los sabios han dicho que un diablo arroja a otro. No sé si es<br />
verdad, pero algunas veces el segundo diablo es peor que el primero.<br />
-¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? -dijo con tono irritado-. Estoy cansado <strong>de</strong> las<br />
frases que no hacen más que complicar las cosas y enredarlas.<br />
-Debes encontrar una nueva mujer que arroje <strong>de</strong> tu corazón ala<br />
primera. He aquí mi i<strong>de</strong>a. Tebas está llena <strong>de</strong> mujeres bellísimas y<br />
seductoras que se arreglan y se visten con el más fino lino. Habrá<br />
seguramente una que estará dispuesta a sonreírte. Eres joven y<br />
fuerte, tienes los miembros largos y llevas una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro en el<br />
cuello. Pero no comprendo qué te separa <strong>de</strong> la mujer que <strong>de</strong>seas.
Incluso si está casada, no hay muro suficientemente alto para <strong>de</strong>tener<br />
el amor, y la astucia <strong>de</strong> la mujer que <strong>de</strong>sea al hombre vence todos los<br />
obstáculos. Las leyendas <strong>de</strong> los dos países lo <strong>de</strong>muestran. Se dice<br />
también que la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> la mujer es como el viento; continúa<br />
siendo la misma, pero pue<strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> dirección. Se dice también<br />
que la virtud <strong>de</strong> la mujer es como la cera, se fun<strong>de</strong> cuando se calienta.<br />
El galán no sufre vergüenza alguna, pero el marido cornudo es objeto<br />
<strong>de</strong> mofa. Así ha sido y así será siempre.<br />
-No está casada -dijo Horemheb con impaciencia-. Deja ya <strong>de</strong><br />
hablar <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad, <strong>de</strong> virtud y <strong>de</strong> vergüenza. No se digna siquiera<br />
mirarme, pese a que esté bajo sus ojos. No toca mi mano si se la<br />
tiendo para ayudarla a subir a la litera. Acaso me cree sucio porque el<br />
sol me ha bronceado.<br />
-¿Es, pues, una mujer noble?<br />
-Es inútil hablar <strong>de</strong> ella. Es más bella que la luna y las estrellas;<br />
como ellas está alejada <strong>de</strong> mí. Me sería más fácil estrechar la luna<br />
entre mis brazos; por esto <strong>de</strong>bo olvidarla. Por esto <strong>de</strong>bo abandonar<br />
Tebas. Si no, moriré.<br />
-¿No habrás puesto tus ojos en la reina madre? -dije bromeando,<br />
porque quería hacerlo reír-. La creía vieja y regor<strong>de</strong>ta, por lo menos<br />
para el gusto <strong>de</strong> un hombre joven.<br />
-Tiene su sacerdote -dijo él con <strong>de</strong>sprecio-. Creo que fornicaban ya<br />
en vida <strong>de</strong>l rey.<br />
Pero yo levanté rápidamente el brazo para interrumpirlo y dije:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, has saciado tu sed en algún pozo envenenado<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> tu llegada a Tebas.<br />
-La que es objeto <strong>de</strong> mis ardores -dijo Horemheb- se pinta los labios<br />
y las mejillas con ocre rojo, sus ojos son ovalados y oscuros y nadie ha<br />
acariciado jamás sus miembros bajo el lino real. Se llama Baketamon y<br />
por sus venas corre sangre <strong>de</strong> los faraones. Ya conoces ahora mi<br />
locura, Sinuhé. Pero si hablas <strong>de</strong> ella a alguien, aun cuando sea a mí<br />
mismo, te mataré doquiera estés, pondré tu cabeza entre tus piernas y<br />
te arrojaré al río. Guárdate mucho <strong>de</strong> pronunciar jamás su nombre en<br />
mi presencia; si no, te mataré.<br />
Me sentí presa <strong>de</strong> horror, porque era espantoso pensar que un<br />
villano hubiera osado levantar los ojos hasta la hija <strong>de</strong> un faraón y<br />
<strong>de</strong>searla en lo más hondo <strong>de</strong> su corazón. Por esto le dije:<br />
-Ningún mortal pue<strong>de</strong> levantar las manos sobre ella y si alguien se<br />
<strong>de</strong>sposa con ella no pue<strong>de</strong> ser más que su hermano, here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l<br />
trono, para elevarla a su lado como esposa real. Es lo que ocurrirá,<br />
porque lo he leído en los ojos <strong>de</strong> la princesa junto al lecho <strong>de</strong> muerte<br />
<strong>de</strong> su padre, porque no miraba a nadie más que a su hermano. Yo lo<br />
temía, porque es una mujer cuyos miembros no calientan a nadie y en
sus ojos ovalados se lee el vacío y la muerte. Por esto te digo: vete,<br />
Horemheb, amigo mío, porque Tebas no es para ti.<br />
Pero con impaciencia me respondió:<br />
-Todo esto lo sé tan bien o mejor que tú, <strong>de</strong> manera que tus palabras<br />
son como un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis<br />
oídos. Pero volvamos a lo que <strong>de</strong>cías hace poco <strong>de</strong> los diablos, porque<br />
mi corazón está vacío y una vez que he bebido quisiera que una mujer<br />
me sonriese. Pero <strong>de</strong>be ir vestida <strong>de</strong> lino real y llevar una peluca, <strong>de</strong>be<br />
pintarse los labios y las mejillas <strong>de</strong> ocre rojo y mi <strong>de</strong>seo no se<br />
<strong>de</strong>spertará más que si sus ojos son ovalados como el arco <strong>de</strong> la luna en<br />
el cielo.<br />
Sonreí y dije:<br />
-Tus palabras son cuerdas, amigo. Examinemos juntos, si quieres,<br />
cómo <strong>de</strong>bes comportarte. ¿Tienes oro?<br />
Con jactancia respondió:<br />
-No me importa pesar mi oro, porque el oro no es más que estiércol<br />
a mis pies. Pero tengo un collar y brazaletes.<br />
¿Es suficiente?<br />
-No es seguro. Es quizá más seguro que te limites a sonreír, porque<br />
las mujeres que visten lino real son caprichosas y tu sonrisa pue<strong>de</strong><br />
inflamar a una <strong>de</strong> ellas. ¿No existe alguna en el palacio? ¿Por qué ir a<br />
<strong>de</strong>rrochar un oro <strong>de</strong>l que pue<strong>de</strong>s más tar<strong>de</strong> tener necesidad?<br />
-No me importan las mujeres <strong>de</strong> palacio -respondió Horemheb-.<br />
Pero conozco otro remedio. Entre mis camaradas hay un tal Kefta, un<br />
cretense, a quien di un día <strong>de</strong> puntapiés porque se había burlado <strong>de</strong><br />
mí y ahora me respeta. Me ha invitado a acompañarlo hoy a una<br />
fiesta en casa <strong>de</strong> unos nobles situada cerca <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> un dios <strong>de</strong><br />
cabeza <strong>de</strong> gato, cuyo nombre no recuerdo porque no pensaba, ir.<br />
-Se trata <strong>de</strong> Bastet -dije yo-. Conozco el templo y es un lugar<br />
propicio a tus intenciones, porque las mujeres ligeras invocan a<br />
menudo a la diosa <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> gato y le ofrecen sacrificios con el<br />
objeto <strong>de</strong> que les proporcione amantes ricos.<br />
-Pero no iré si tú no me acompañas -dijo Horemheb,<br />
<strong>de</strong>sconcertado-. Soy <strong>de</strong> bajo origen, sé dar puntapiés y latigazos, pero<br />
no sé cómo comportarme en Tebas ni, sobre todo, cómo tratar a las<br />
mujeres. Tú eres un hombre <strong>de</strong> mundo, Sinuhé, y has nacido en<br />
Tebas. Por esto <strong>de</strong>bes ayudarme.<br />
Yo había bebido vino y su confianza me halagaba, pero no quería<br />
confesarle que conocía a las mujeres tan poco como él. Pero había<br />
bebido tanto vino que mandé a Kaptah a buscar una litera y ajusté el<br />
precio <strong>de</strong> la carrera mientras Horemheb seguía bebiendo para darse<br />
ánimos. Los portadores nos <strong>de</strong>positaron cerca <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Bastet, y<br />
viendo antorchas y lámparas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa adon<strong>de</strong> íbamos,
comenzaron a discutir el precio <strong>de</strong> la carrera hasta que Horemheb les<br />
administró unos cuantos latigazos que les impusieron silencio.<br />
Delante <strong>de</strong>l templo algunas muchachas nos sonrieron pidiéndonos<br />
que sacrificásemos con ellas; pero no iban vestidas <strong>de</strong> lino real,<br />
llevaban el cabello natural y no quisimos saber nada <strong>de</strong> ellas.<br />
Entramos; yo caminando <strong>de</strong>lante, y nadie se extrañó <strong>de</strong> nuestra<br />
llegada; los servidores nos echaron agua sobre las manos, y el aroma<br />
<strong>de</strong> los platos calientes, <strong>de</strong> los ungüentos y <strong>de</strong> las flores llegaba hasta<br />
la cancela. Los esclavos nos adornaron con coronas <strong>de</strong> flores y<br />
penetramos en la sala porque el vino nos había hecho osados.<br />
En cuanto entramos, no tuve ojos más que para una mujer que<br />
acudió a nuestro encuentro. Iba vestida con lino real, <strong>de</strong> manera que<br />
sus miembros aparecían a través <strong>de</strong> la tela como los <strong>de</strong> una diosa.<br />
Llevaba una gruesa peluca azul adornada con numerosas joyas<br />
coloradas, sus párpados estaban pintados <strong>de</strong> negro y ver<strong>de</strong> bajo los<br />
ojos. Pero más ver<strong>de</strong>s que todos los ver<strong>de</strong>s eran sus pupilas, que eran<br />
como el Nilo bajo los ardores <strong>de</strong>l sol estival, porque era<br />
Nefernefernefer, a quien había encontrado un día en el templo <strong>de</strong><br />
Amón. No me reconoció; nos miró con curiosidad y dirigió una<br />
sonrisa a Horemheb, quien levantó el látigo para saludarla.<br />
Un muchacho joven, el cretense Kefta, vio también a Horemheb y<br />
acudió titubeante, lo abrazó y lo llamó amigo. Nadie me prestó<br />
atención, <strong>de</strong> manera que pu<strong>de</strong> contemplar a placer a la hermana <strong>de</strong><br />
mi corazón. Era <strong>de</strong> más edad <strong>de</strong> lo que pensaba y sus ojos no sonreían<br />
ya y eran duros como las piedras ver<strong>de</strong>s. Sus ojos no sonreían, pero<br />
su boca sí, y ante todo miraba la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro que Horemheb llevaba<br />
al cuello. Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, mis rodillas flaqueaban.<br />
Los muros <strong>de</strong>l salón estaban pintados por los mejores artistas y<br />
unas columnas abigarradas sostenían el techo. Había mujeres<br />
casadas y solteras y todas llevaban vestidos <strong>de</strong> lino real, pelucas y<br />
muchas joyas. Sonreían a los hombres que se agolpaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />
ellas y eran jóvenes o viejos, bellos o feos, y tenían también joyas <strong>de</strong><br />
oro y sus cabellos estaban recargados <strong>de</strong> piedras preciosas y oro.<br />
Gritaban o reían; copas y jarras llenaban el suelo; se caminaba sobre<br />
flores y los músicos sirios agitaban sus ruidosos instrumentos y<br />
apagaban el ruido <strong>de</strong> las palabras. Habían bebido mucho vino,<br />
porque una mujer se sintió indispuesta y el esclavo le tendió<br />
<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> la jofaina, <strong>de</strong> manera que se manchó el traje y todo<br />
el mundo se rió <strong>de</strong> ella.<br />
Kefta, el cretense, me besó también llamándome su amigo y me<br />
manchó la cara con sus afeites. Pero Nefernefernefer me miró y dijo:<br />
-iSinuhé!... Conocí una vez a un Sinuhé que, como tú, quería ser<br />
médico.
-Yo soy este Sinuhé -dije, mirándola fijamente y temblando.<br />
-No, tú no eres el mismo Sinuhé -me replicó, haciendo un a<strong>de</strong>mán<br />
con la mano para alejarme-. El Sinuhé que yo<br />
conocí era joven y sus ojos eran claros como los <strong>de</strong> la gacela. Pero tú<br />
eres un hombre, entre tus cejas pasan dos surcos y tu rostro no es tan<br />
liso como el suyo.<br />
Le mostré la sortija con la piedra ver<strong>de</strong> en mi <strong>de</strong>do, pero ella movió<br />
la cabeza y dijo:<br />
-He acogido a un bandido en mi casa, porque seguramente has<br />
matado a Sinuhé cuya vista alegraba mi corazón. Lo has matado y le<br />
has robado la sortija que me quité <strong>de</strong>l pulgar para dársela en prenda<br />
<strong>de</strong> amistad. Le has robado incluso su nombre; el Sinuhé que me<br />
gustaba no existe ya.<br />
Levantó el brazo para mostrarme su dolor. Entonces mi corazón se<br />
llenó <strong>de</strong> amargura y el dolor invadió mis miembros. Me quité la sortija<br />
y se la tendí diciéndole:<br />
-Recobra tu sortija. Voy a marcharme; no quiero ser importuno.<br />
Pero ella dijo:<br />
-No te marches. -Puso ligeramente su mano sobre mi hombro como<br />
la otra vez y repitió en voz baja-: No te marches.<br />
En aquel instante supe que su seno me quemaría más que el fuego y<br />
que no podría ser nunca feliz sin ella. Pero los<br />
servidores nos trajeron vino y bebimos para reconfortar nuestros<br />
corazones, y jamás vino alguno fue tan <strong>de</strong>licioso a mi paladar.<br />
La mujer que se había sentido indispuesta se enjuagó la boca y<br />
volvió a beber. Después se quitó el traje manchado y lo lanzó a lo lejos,<br />
y se quitó también la peluca, <strong>de</strong> manera que estaba <strong>de</strong>snuda, y<br />
apretándose los pechos con las manos mandó a los esclavos que<br />
vertiesen vino entre ellos <strong>de</strong> manera que todos pudiesen beber a gusto.<br />
Con el paso vacilante andaba <strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong> la sala, riéndose en<br />
voz alta. Era joven, bella y ardiente, y <strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
Horemheb le ofreció <strong>de</strong> beber entre sus pechos. Horemheb se inclinó y<br />
bebió, y cuando levantó la cabeza su rostro estaba congestionado; miró<br />
a la mujer a los ojos, cogió su cabeza entre sus manos y la besó. Todo<br />
el mundo se reía y la mujer también, pero <strong>de</strong> repente se enojó y pidió<br />
ropas limpias. Los servidores la vistieron, se puso la peluca y,<br />
sentándose al lado <strong>de</strong> Horemheb, no bebió más vino. Los músicos<br />
sirios seguían tocando; yo sentía en mis miembros y en mi sangre el<br />
ardor <strong>de</strong> Tebas y sabía que había visto el día en <strong>de</strong>clive <strong>de</strong>l mundo;<br />
nada me importaba ya con tal <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r sentarme al lado <strong>de</strong> la hermana<br />
<strong>de</strong> mi corazón y contemplar el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> sus ojos y el rojo <strong>de</strong> sus labios.
Así fue como, a causa <strong>de</strong> Horemheb, volví a encontrar a<br />
Nefernefernefer, mi adorada; pero hubiera sido mejor para mí no<br />
volver a verla.<br />
-¿Es tuya esta casa? -le pregunté, mientras, sentada a mi lado, me<br />
examinaba con sus ojos duros y ver<strong>de</strong>s.<br />
-Es mía y estos invitados son mis huéspe<strong>de</strong>s; todas las noches<br />
vienen porque no me gusta estar sola.<br />
-Serás seguramente muy rica -dije yo, <strong>de</strong>scorazonado porque temía<br />
no ser digno <strong>de</strong> ella.<br />
Pero ella me sonrió como a un niño y contestó con las palabras <strong>de</strong> la<br />
leyenda:<br />
-Soy una sacerdotisa y no una mujer <strong>de</strong>spreciable. ¿Qué quieres <strong>de</strong><br />
mí?<br />
Pero yo no entendí qué quería <strong>de</strong>cir con estas palabras.<br />
-¿Y Metufer? -pregunté, porque quería saberlo todo aun a riesgo <strong>de</strong><br />
sufrir.<br />
Me lanzó una mirada interrogadora y me miró frunciendo<br />
ligeramente sus cejas pintadas.<br />
-¿No sabes que murió? Robó los fondos que el faraón había confiado<br />
a su padre para construir templos, Metufer ha<br />
muerto y su padre no es ya arquitecto real. ¿No lo sabes?<br />
-Sí, es verdad -dije yo, sonriendo-, casi creería que Amón lo ha<br />
castigado por haberse mofado <strong>de</strong> él.<br />
Y le conté cómo él y el sacerdote habían escupido al rostro <strong>de</strong>l dios y<br />
se ungieron con óleos sagrados. Ella sonrió también, pero sus ojos<br />
permanecían duros y fijos en la lejanía.<br />
Bruscamente, dijo:<br />
-¿Por qué no fuiste a mi casa entonces, Sinuhé? Si me hubieses<br />
buscado me hubieras hallado. Hiciste mal en no<br />
haber ido a mi casa, en lugar <strong>de</strong> correr tras otras mujeres con mi<br />
sortija en el <strong>de</strong>do.<br />
-Era todavía un chiquillo y tenía miedo <strong>de</strong> ti. Pero en mis sueños<br />
eras mi hermana. Te burlarás <strong>de</strong> mí cuando te diga que no me he<br />
divertido todavía nunca con una mujer, porque esperaba volver a<br />
encontrarte un día.<br />
5
Ella sonrió e hizo un a<strong>de</strong>mán con la mano.<br />
-Mientes con <strong>de</strong>sfachatez -dijo-. Para ti soy una mujer vieja y fea y te<br />
diviertes mofándote <strong>de</strong> mí y engañándome.<br />
Me miró y sus ojos me sonreían como en otros tiempos y a mis ojos<br />
se rejuvenecía como antaño, <strong>de</strong> manera que<br />
mi corazón se henchía <strong>de</strong> alegría.<br />
-Es verdad que no he tocado nunca a ninguna mujer -dije-. Pero<br />
acaso no sea verdad no haberte esperado más que a ti porque quiero<br />
ser franco. Muchas mujeres han pasado cerca <strong>de</strong> mí, jóvenes y viejas,<br />
inteligentes y estúpidas, pero las he mirado sólo con los ojos <strong>de</strong>l<br />
médico y mi corazón no se ha inflamado por ninguna <strong>de</strong> ellas. ¿Por<br />
qué? Lo ignoro. -Y añadí-: Me sería fácil <strong>de</strong>cirte que es a causa <strong>de</strong> la<br />
piedra que me diste como prenda <strong>de</strong> amistad. Sin que yo lo supiese,<br />
acaso me has encantado al poner tus labios sobre los míos, porque tus<br />
labios eran dulces. Pero no es una explicación. Por esto podrías<br />
preguntarme millares <strong>de</strong> veces «¿Por qué?». Yo no sabría contestarte.<br />
-Acaso <strong>de</strong> muchacho te caíste a horcajadas sobre el brazo <strong>de</strong> una<br />
litera y te volviste triste y solitario -dijo, bromeando y tocándome la<br />
mano con una dulzura que no había conocido en ninguna mujer.<br />
No tuve necesidad <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, porque sabía que había bromeado.<br />
Entonces retiró la mano y susurró:<br />
-Bebamos juntos y alegremos nuestros corazones. Quizá me<br />
divertiré contigo, Sinuhé.<br />
Bebimos más vino; los esclavos se llevaron a algunos invitados en<br />
sus literas y Horemheb pasó su brazo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su compañera<br />
llamándola hermana. La mujer sonreía, le cerró la boca con una mano<br />
y le dijo que no contase tonterías <strong>de</strong> las que se arrepentiría al día<br />
siguiente. Pero Horemheb se levantó y con un vaso en la mano gritó:<br />
-De cualquier cosa que haga no me arrepentiré nunca, porque a<br />
partir <strong>de</strong> hoy quiero mirar solamente hacia <strong>de</strong>lante y nunca hacia<br />
atrás. Lo juro por mi halcón y los mil dioses <strong>de</strong> los reinos cuyos<br />
nombres soy incapaz <strong>de</strong> enumerar, pero que pue<strong>de</strong>n recoger mi<br />
juramento.<br />
Se quitó el collar <strong>de</strong> oro y quiso pasarlo al cuello <strong>de</strong> su compañera,<br />
pero ésta rehusó.<br />
-Soy una mujer respetable, y no una prostituta.<br />
Se levantó irritada y salió, pero al llegar a la puerta le hizo un signo<br />
disimulado a Horemheb, que salió tras ella, y<br />
no volvimos a verlos en toda la noche.<br />
Pero esta marcha pasó inadvertida, porque la velada estaba ya<br />
avanzada y los invitados hubieran <strong>de</strong>bido marcharse ya. Sin embargo,<br />
continuaban bebiendo y tambaleándose y agitando los instrumentos<br />
que habían quitado a los músicos.
Se besaban llamándose hermanos y amigos y un instante <strong>de</strong>spués se<br />
golpeaban tratándose <strong>de</strong> cerdos y <strong>de</strong> castrados. Las mujeres se<br />
quitaban impúdicamente las pelucas y <strong>de</strong>jaban que los hombres les<br />
acariciasen los cráneos <strong>de</strong>snudos, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que las mujeres ricas y<br />
nobles han empezado a afeitarse la cabeza no hay caricia tan excitante<br />
para el hombre. Algunos hombres se acercaron a Nefernefernefer, pero<br />
ella los rechazó con ambas manos, y yo les pisaba los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies<br />
cuando insistían, sin fijarme en su rango ni condición, pues estaban<br />
todos borrachos.<br />
Y yo no estaba embriagado <strong>de</strong> vino, sino <strong>de</strong> su presencia y <strong>de</strong>l<br />
contacto <strong>de</strong> sus manos. Hizo, por fin, un signo y los esclavos apagaron<br />
las luces, se llevaron las mesas y los taburetes, recogieron las flores<br />
aplastadas y las coronas y se llevaron en las literas a los hombres que<br />
se habían dormido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su copa <strong>de</strong> vino. Entonces le dije:<br />
-Tengo, indudablemente, que marcharme.<br />
Pero cada una <strong>de</strong> estas palabras me quemaba como la sal vertida<br />
sobre una herida, porque no quería per<strong>de</strong>rla y<br />
todo instante pasado lejos <strong>de</strong> ella habría <strong>de</strong> estar completamente vacío<br />
para mí.<br />
-¿Adón<strong>de</strong> quieres ir? -me preguntó con fingida sorpresa.<br />
-Velaré toda la noche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tu puerta. Iré a hacer sacrificios a<br />
todos los templos <strong>de</strong> Tebas para dar gracias a<br />
los dioses por haberte encontrado al fin, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que te he visto<br />
vuelvo a creer en los dioses. Iré a coger flores para sembrarlas a tu<br />
paso, cuando salgas <strong>de</strong> tu casa. Iré a comprar mirra para ungir los<br />
montantes <strong>de</strong> tu puerta.<br />
Pero ella sonrió y dijo:<br />
-Es mejor que no salgas, porque tengo ya flores y mirra. Es mejor<br />
que no salgas, porque excitado por el vino,<br />
podrías caer en manos <strong>de</strong> otras mujeres y no lo quiero.<br />
Estas palabras me entusiasmaron hasta tal punto que quise<br />
poseerla, pero ella me rechazó diciendo:<br />
-¡Déjame! Mis servidores nos ven y no quiero que, a pesar <strong>de</strong> que<br />
vivo sola, me tomen por una mujer <strong>de</strong>spreciable. Pero puesto que has<br />
sido franco conmigo, quiero serlo yo también. No haremos, pues,<br />
todavía, lo que te ha traído aquí, pero iremos al jardín, don<strong>de</strong> te<br />
contaré una bonita leyenda.<br />
Me llevó al jardín iluminado por la luna, y los mirtos y las acacias<br />
embalsamaban el aire; los lotos habían cerrado sus flores para la<br />
noche en el agua <strong>de</strong>l estanque <strong>de</strong> bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> piedras <strong>de</strong> colores. Los<br />
servidores nos vertieron agua sobre las manos y nos trajeron una oca<br />
asada y frutos con miel, y Nefernefernefer dijo:<br />
-Come y goza <strong>de</strong> mí, Sinuhé.
Pero la pasión me estrujaba la garganta y no hubiera podido tragar<br />
un bocado. Ella me observaba con aire malicioso y se divertía, y cada<br />
vez que me miraba la luna se reflejaba en sus ojos. Cuando hubo<br />
terminado <strong>de</strong> comer, me dijo:<br />
-Te he prometido una leyenda y te la voy a contar, porque el alba<br />
está lejana todavía y no tengo sueño. Es la leyenda <strong>de</strong> Satné y<br />
Tabubué, sacerdotisa <strong>de</strong> Bastet.<br />
-Conozco ya esta leyenda -dije con impaciencia-. La he oído contar<br />
muchas veces, hermana. Ven conmigo para que te coja en mis brazos<br />
en tu lecho y duermas conmigo. Ven, hermana mía, porque mi corazón<br />
está enfermo <strong>de</strong> langui<strong>de</strong>z y, si no vienes, me heriré el rostro contra las<br />
piedras y aullaré <strong>de</strong> pasión.<br />
-Silencio, silencio, Sinuhé... -dijo, tocándome con la mano-. Eres<br />
<strong>de</strong>masiado violento, me das miedo. Quiero contarte una leyenda para<br />
calmarte. Ocurrió que Satné, hijo <strong>de</strong> Kemvesé, buscando el libro<br />
enca<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> Thot, vio en el templo a Tabubué, sacerdotisa <strong>de</strong><br />
Bastet, y quedó tan impresionado que mandó a su servidor a ofrecerle<br />
diez <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> oro para que pasase una hora divirtiéndose con él. Pero<br />
ella le respondió: «Soy una sacerdotisa y no una mujer <strong>de</strong>spreciable. Si<br />
tu dueño quiere lo que dices, que acuda a mi casa, don<strong>de</strong> nadie nos<br />
verá, <strong>de</strong> manera que no tendré que conducirme como una hija <strong>de</strong> la<br />
calle.» Satné quedó encantado y fue en el acto a casa <strong>de</strong> Tabubué,<br />
don<strong>de</strong> ésta le dio la bienvenida y le ofreció vino. Después <strong>de</strong> haber<br />
alegrado su corazón quiso realizar lo que lo había llevado a ella, pero le<br />
dijo: «No olvi<strong>de</strong>s que soy una sacerdotisa y no una mujer <strong>de</strong>spreciable.<br />
Si verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>seas hallar tu placer en mí, <strong>de</strong>bes darme tus<br />
bienes y tu fortuna, tu casa y tus campos y cuanto posees.» Satné la<br />
miró y mandó a buscar un escriba para que redactase un acta por la<br />
cual le cedía todo cuanto poseía. Entonces ella se levantó, se vistió <strong>de</strong><br />
lino real transparente, a través <strong>de</strong>l cual se veían sus miembros como<br />
los <strong>de</strong> las diosas, y se embelleció. Pero cuando él quiso pasar a lo que<br />
había venido, ella lo rechazó diciendo: «No olvi<strong>de</strong>s que soy una<br />
sacerdotisa y no una mujer <strong>de</strong>spreciable. Por esto <strong>de</strong>bes repudiar a tu<br />
esposa a fin <strong>de</strong> que no tenga que temer que tu corazón se vuelva hacia<br />
ella.» El la miró y envió a sus servidores a que arrojasen a su mujer <strong>de</strong><br />
la cama. Entonces ella le dijo: «Entra en la habitación y échate sobre la<br />
cama; recibirás tu recompensa.»<br />
El se tendió sobre la cama, pero entonces entró un esclavo que le<br />
dijo: «Tus hijos están aquí y reclaman a su madre llorando.» Pero él se<br />
hizo el sordo y quiso pasar a lo que había venido. Entonces Tabubué<br />
dijo: «Soy una sacerdotisa y no una mujer <strong>de</strong>spreciable. Por esto te<br />
digo que tus hijos podrían buscar querella a los míos por tu herencia.<br />
Esto no <strong>de</strong>be ser y tienes que permitirme que mate a tus hijos. » Satné
le dio permiso para matar a sus hijos en su presencia y arrojar los<br />
cuerpos por la ventana a los perros y a los gatos. Bebiendo vino con<br />
ella oyó los perros disputarse los cuerpos <strong>de</strong> sus hijos.<br />
Entonces la interrumpí y mi corazón se oprimió en mi pecho como<br />
en los días <strong>de</strong> mi infancia cuando mi madre me contaba esta leyenda, y<br />
dije:<br />
_Pero esto no es más que un sueño, porque al acostarse en el lecho<br />
<strong>de</strong> Tabubué, Satné oyó un grito y se <strong>de</strong>spertó. Y era como si hubiese<br />
pasado por un horno ardiente y no tenía ni un solo pedazo <strong>de</strong> tela<br />
sobre el cuerpo. Todo había sido un sueño.<br />
Pero Nefernefernefer dijo tranquilamente:<br />
-Satné tuvo un sueño y se <strong>de</strong>spertó, pero muchos otros no se han<br />
<strong>de</strong>spertado hasta la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Sinuhé,<br />
también yo <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que soy una sacerdotisa y no una mujer<br />
<strong>de</strong>spreciable. Mi nombre podría ser también Tabubué.<br />
Pero el claro <strong>de</strong> luna jugaba con sus ojos y no la creí. Por esto la<br />
tomé en mis brazos, pero ella se soltó y me hizo<br />
esta pregunta:<br />
-¿Sabes por qué Bastet, la diosa <strong>de</strong>l amor, está representada con<br />
cabeza <strong>de</strong> gato?<br />
-Me burlo <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> los gatos -dije yo, tratando <strong>de</strong> poseerla,<br />
con los ojos mudos <strong>de</strong> pasión.<br />
Pero ella me rechazó y dijo:<br />
-Podrás pronto tocar mis miembros y poner tu mano sobre mi pecho<br />
si esto pue<strong>de</strong> calmarte, pero <strong>de</strong>bes antes<br />
escucharme y saber que la mujer es como el gato y la pasión es como<br />
un gato también. Sus patas son dulces, pero ocultan unas garras<br />
aceradas que penetran sin piedad hasta el corazón. Verda<strong>de</strong>ramente,<br />
la mujer es como el gato, porque también el gato goza atormentando a<br />
su víctima y haciéndola sufrir con sus garras, sin cansarse jamás <strong>de</strong><br />
este juego. Una vez paralizada su víctima, la <strong>de</strong>vora y busca otra. Te<br />
cuento esto para ser franca contigo, porque no quisiera hacerte daño.<br />
No, en verdad, no quisiera hacerte el menor daño -repitió.<br />
Con aire distraído cogió mis manos y puso una <strong>de</strong> ellas sobre su<br />
pecho y la otra sobre su muslo. Yo empecé a temblar y las lágrimas<br />
brotaron <strong>de</strong> mis ojos. Pero bruscamente rechazó mis manos y dijo:<br />
-Me llamo Tabubué. Ahora que lo sabes, vete y no vuelvas nunca<br />
más a fin <strong>de</strong> que no te pueda hacer daño. Pero si te quedas no podrás<br />
reprocharme nunca los contratiempos que te puedan ocurrir.<br />
Me <strong>de</strong>jó tiempo para reflexionar, pero no me marché. Entonces<br />
lanzó un leve suspiro como si estuviese cansada <strong>de</strong> este juego y dijo:
-De acuerdo. Debo, ciertamente, darte lo que has venido a buscar.<br />
Pero no seas <strong>de</strong>masiado ardiente, porque estoy cansada y temo<br />
quedarme dormida en tus brazos.<br />
Me llevó a su dormitorio. Su lecho era <strong>de</strong> marfil y ma<strong>de</strong>ra negra. Se<br />
<strong>de</strong>snudó y me abrió los brazos. Yo tenía la sensación <strong>de</strong> que mi cuerpo<br />
y mi corazón y todo mi ser estaban reducidos a cenizas. Pero no tardó<br />
en bostezar y dijo:<br />
-Estoy verda<strong>de</strong>ramente cansada y creo realmente que no has tocado<br />
mujer, porque eres muy inhábil y no me causas el menor placer. Pero<br />
un hombre que viene por primera vez a casa <strong>de</strong> una mujer le hace un<br />
don irremplazable. Por esto no te pido nada más. Vete ahora y déjame<br />
dormir, porque has recibido ya lo que viniste a buscar.<br />
Quise besarla <strong>de</strong> nuevo, pero ella me rechazó, <strong>de</strong> manera que<br />
regresé a mi casa. Pero mi cuerpo estaba inflamado; en mí bullía<br />
todo, y sabía que no podría olvidarla jamás.<br />
Al día siguiente le dije a mi servidor Kaptah que <strong>de</strong>spidiese a<br />
todos los enfermos que se presentasen, diciéndoles que buscasen<br />
otro médico. Yo fui a casa <strong>de</strong>l peluquero, me lavé y purifiqué y me<br />
ungí con ungüentos perfumados.<br />
Encargué una silla <strong>de</strong> manos para ir a casa <strong>de</strong> Nefernefernefer<br />
sin mancillar mis pies y mis ropas con el polvo <strong>de</strong> las calles. Mi<br />
esclavo tuerto me seguía con la mirada inquieta, moviendo la<br />
cabeza, porque era la primera vez que yo abandonaba mi trabajo en<br />
pleno día y temía ver disminuir mis regalos si abandonaba a mis<br />
enfermos. Pero mi mente estaba obsesionada por una i<strong>de</strong>a única y<br />
mi corazón ardía como un brasero. Y, sin embargo, esta llama era<br />
<strong>de</strong>liciosa.<br />
Un servidor me hizo entrar y me llevó a la habitación <strong>de</strong> su<br />
dueña. Estaba arreglándose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un espejo y me miró con<br />
unos ojos fríos y duros como las piedras ver<strong>de</strong>s.<br />
-¿Qué quieres, Sinuhé? -preguntó-. Tu presencia me importuna.<br />
-Bien sabes lo que quiero -dije yo, tratando <strong>de</strong> besarla porque<br />
recordaba su complacencia <strong>de</strong> la noche pasada.<br />
Pero ella me rechazó con impaciencia.<br />
-Eres malvado y tienes malas intenciones, puesto que me<br />
molestas -dijo con viveza-. ¿No ves que <strong>de</strong>bo embellecerme porque<br />
6
espero a un rico merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Sidón que posee una joya <strong>de</strong> reina<br />
encontrada en una tumba? Esta noche me ofrecerá esta joya que<br />
anhelo, porque nadie tiene una igual. Por esto <strong>de</strong>bo arreglarme y<br />
darme masaje.<br />
Sin pudor, se <strong>de</strong>snudó extendiéndose sobre la cama para que una<br />
esclava pudiese darle masaje y ungirla. El corazón se me subió a la<br />
garganta y mis manos se cubrieron <strong>de</strong> sudor mientras admiraba su<br />
belleza.<br />
-¿Qué haces aquí, Sinuhé? -me preguntó cuando la esclava se<br />
hubo marchado-. ¿Por qué no te has marchado? Tengo que<br />
vestirme. Entonces la pasión se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí y me arrojé sobre<br />
ella, pero supo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse hábilmente y me sumí en lágrimas ante<br />
mi ardor impotente. Para terminar le dije:<br />
-Si tuviese medios te compraría esta joya, bien lo sabes... Pero no<br />
quiero que otro te toque. Prefiero morir. -¿De veras?-dijo ella,<br />
cerrando los ojos-. ¿No quieres que nadie me bese? ¿Y si te<br />
sacrificase el día? ¿Si bebiese hoy contigo y gozase <strong>de</strong> tí porque<br />
mañana no hay nada cierto? ¿Qué me darías?<br />
Abrió los brazos <strong>de</strong>sperezándose sobre la cama, y todo su bello<br />
cuerpo estaba cuidadosamente <strong>de</strong>pilado.<br />
-¿Qué me darías? -repitió mirándome.<br />
-No tengo nada que darte -dije yo, admirando su cama <strong>de</strong> marfil y<br />
ébano, el suelo <strong>de</strong> lapislázuli adornado con<br />
turquesa y numerosas capas <strong>de</strong> oro-. No, no poseo nada<br />
verda<strong>de</strong>ramente que pueda darte.<br />
Y mis rodillas flaqueaban. Hice a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> retirarme, pero ella me<br />
retuvo.<br />
-Tengo piedad <strong>de</strong> ti, Sinuhé -dijo, <strong>de</strong>sperezándose voluptuosamente-<br />
. Me has dado ya lo más precioso que poseí,<br />
si bien, una vez analizado, encuentro que se exagera mucho su<br />
importancia. Pero tienes todavía una casa, ropas y tus instrumentos <strong>de</strong><br />
médico. No eres totalmente pobre.<br />
Yo temblaba <strong>de</strong> pies a cabeza, pero respondí, sin embargo:<br />
-Todo será tuyo. Nefernefernefer, si lo <strong>de</strong>seas. Todo será tuyo si<br />
quieres gozar conmigo. Poco vale, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />
pero mi casa está instalada para ejercer la profesión <strong>de</strong> médico y un<br />
alumno <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida pue<strong>de</strong> darte un buen precio por ella si sus<br />
padres son ricos.<br />
-¿De veras? -dijo ella, volviéndose <strong>de</strong>snuda para mirarse en su<br />
espejo y corregir con sus <strong>de</strong>dos finos la línea negra <strong>de</strong> sus cejas-. Sea,<br />
pues, como quieres. Ve a buscar un escriba que redacte el acta a fin <strong>de</strong><br />
transferir a mi nombre cuanto posees. Porque si bien vivo sola, no soy
una mujer <strong>de</strong>spreciable y <strong>de</strong>bo pensar en el porvenir si me abandonas,<br />
Sinuhé.<br />
Yo contemplaba su espalda <strong>de</strong>snuda y mi corazón latía tan<br />
locamente que me aparté <strong>de</strong> su lado y fui a buscar un escriba que<br />
redactó rápidamente los papeles necesarios y fue a <strong>de</strong>positarlos en los<br />
archivos reales. Cuando regresé, Nefernefernefer estaba vestida con<br />
lino real y llevaba una peluca roja como el fuego; sus muñecas y sus<br />
tobillos se adornaban con maravillosos brazaletes y una espléndida<br />
litera la esperaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa.<br />
Le di el documento <strong>de</strong>l escriba y dije:<br />
-Todo cuanto poseo es ahora tuyo, Nefernefernefer, incluso los<br />
vestidos que llevo. Comamos y bebamos y divirtámonos hoy, porque<br />
mañana no hay nada seguro.<br />
Ella tomó el papel, lo encerró cuidadosamente en un cofre <strong>de</strong> ébano<br />
y dijo:<br />
-Estoy <strong>de</strong>sconsolada, Sinuhé, pero acabo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> que<br />
tengo mis reglas, <strong>de</strong> manera que no pue<strong>de</strong>s tocarme. Por eso es mejor<br />
que te retires para que pueda purificarme, porque tengo la cabeza<br />
pesada y dolor en los riñones. Ven otra vez y obtendrás lo que <strong>de</strong>seas.<br />
Yo la miré, con la muerte en el alma, sin po<strong>de</strong>r hablar. Ella se<br />
impacientó Y golpeando el suelo con el pie exclamó:<br />
-Vete, porque tengo prisa. Cuando quise tocarla exclamó:<br />
-Vas a estropear mis afeites...<br />
Regresé a mi casa y lo puse todo en or<strong>de</strong>n para el nuevo propietario.<br />
Mi esclavo tuerto me seguía paso a paso, moviendo la cabeza; su<br />
presencia acabó por exasperarme y le grité con violencia:<br />
-¡Deja <strong>de</strong> seguirme, porque no soy ya tu dueño! Obe<strong>de</strong>ce a tu nuevo<br />
amo cuando venga y no le robes tanto como me has robado a mí,<br />
porque su bastón será quizá más duro que el mío.<br />
Entonces se postró a mis pies y levantó la mano en señal <strong>de</strong> duelo, y<br />
vertiendo amargas lágrimas dijo:<br />
-No me <strong>de</strong>spidas, oh amo mío, porque mi viejo corazón está unido al<br />
tuyo y me lo <strong>de</strong>strozarás si me echas. Te he sido siempre fiel, pese a<br />
que seas joven y simple, y si te he robado lo he hecho teniendo en<br />
cuenta tu propio interés y calculando lo que valía la pena <strong>de</strong> robarte.<br />
Con mis viejas piernas he recorrido las calles durante las horas<br />
calurosas <strong>de</strong> la jornada cantando tu nombre y tu reputación <strong>de</strong><br />
curador, pese a los servidores <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más médicos que me daban<br />
bastonazos o me arrojaban excrementos.<br />
Mi corazón estaba saturado <strong>de</strong> sal; un gusto amargo me apestaba la<br />
boca; sin embargo, me sentí emocionado y le puse la mano en el<br />
hombro diciéndole:<br />
-¡Levántate, Kaptah!
Este era su nombre, pero yo no lo llamaba nunca así para que no se<br />
sientiese halagado y se creyese mi igual. Cuando lo llamaba, le daba<br />
habitualmente los nombres <strong>de</strong> «esclavo», «canalla», «imbécil» o<br />
«ladrón».<br />
Al oír su nombre aumentó su antojo y tocó con su frente mis manos<br />
y mis piernas y puso mi pie sobre su cabeza. Pero yo acabé<br />
enfadándome y le di un bastonazo or<strong>de</strong>nándole que se levantara.<br />
-De nada sirve llorar -le dije-. Pero <strong>de</strong>bes saber que no te he cedido a<br />
otro por <strong>de</strong>specho, porque estoy contento <strong>de</strong><br />
tus servicios pese a tu frecuente impertinencia al cerrar con ruidos las<br />
puertas y romper mi vajilla. En cuanto a tus hurtos, no te guardo<br />
rencor, porque es el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l esclavo. Siempre fue y siempre será<br />
así. Pero tengo que renunciar a tus servicios porque no tengo nada que<br />
darte. He cedido mi casa y cuanto poseo, <strong>de</strong> manera que ni aun mis<br />
vestidos son míos. Por esto es inútil que llores <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí.<br />
Entonces Kaptah se levantó, se rascó la cabeza y dijo:<br />
-Es un día nefasto. -Reflexionó un momento y añadió-: Eres un gran<br />
médico, Sinuhé, pese a que seas joven, y el<br />
mundo entero se abre ante ti. Por esto harías bien en reunir todos tus<br />
bienes más preciosos y huir esta noche conmigo, en la oscuridad, para<br />
ocultarnos en un barco cuyo capitán no sea <strong>de</strong>masiado minucioso y<br />
<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ríamos por el río.<br />
En los dos países existen numerosas villas y si te reconocen como un<br />
hombre buscado por la justicia y a mí como un esclavo fugitivo, iremos<br />
a los países rojos don<strong>de</strong> nadie sabrá quiénes somos. Podremos<br />
alcanzar las islas <strong>de</strong>l mar, don<strong>de</strong> los vinos son fuertes y las mujeres<br />
alegres. En el país <strong>de</strong> Mitanni y en Babilonia, don<strong>de</strong> los ríos corren<br />
curso arriba, se honra mucho la medicina egipcia, <strong>de</strong> manera que<br />
podrías enriquecerte y yo seré el servidor <strong>de</strong> un hombre consi<strong>de</strong>rado.<br />
Date prisa, dueño mío, a fin <strong>de</strong> que lo tengamos todo dispuesto para la<br />
noche. Y me tiraba <strong>de</strong> la manga.<br />
-¡Kaptah, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> importunarme con tus necias palabras! Mi corazón<br />
está sombrío como la muerte y mi cuerpo ya no me pertenece. Estoy<br />
ligado por unos lazos más sólidos que los hilos <strong>de</strong> cobre, pese a que tú<br />
no lo veas. Por esto no puedo huir, porque todo instante pasado lejos<br />
<strong>de</strong> Tebas sería para mí peor que un horno caliente.<br />
Mi servidor se sentó en el suelo, porque sus piernas estaban llenas<br />
<strong>de</strong> varices, que yo le cuidaba <strong>de</strong> vez en cuando. Dijo:<br />
-Amón nos ha visiblemente abandonado, lo cual no me extraña,<br />
porque vas raramente a llevarle ofrendas. Yo, en cambio, le he ofrecido<br />
siempre la quinta parte <strong>de</strong> lo que te robaba, para darle gracias por<br />
haberme <strong>de</strong>parado un dueño tan joven y simple, pero a pesar <strong>de</strong> todo<br />
me ha abandonado también. Poco importa. Nos basta sencillamente
cambiar <strong>de</strong> dios y hacerle rápidamente nuestras ofrendas; acaso aparte<br />
el mal <strong>de</strong> nosotros y ponga las cosas en or<strong>de</strong>n.<br />
-Cesa ya <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir estupi<strong>de</strong>ces -dije yo, lamentando haberlo llamado<br />
por su nombre al verlo tan familiar-. Tus<br />
palabras son como un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis oídos y olvidas que<br />
no tenemos nada que ofrecer, puesto que es otro<br />
quien posee cuanto teníamos.<br />
-¿Es un hombre o una mujer? -preguntó con curiosidad.<br />
-Una mujer -respondí.<br />
¿Por qué se lo habría ocultado? Al oír mis palabras se echó <strong>de</strong> nuevo<br />
a llorar, se arrancó los cabellos y gritó:<br />
-¿Por qué he venido a este mundo? ¡Oh, madre mía! ¿Por qué no me<br />
estrangulaste con el cordón umbilical el día <strong>de</strong> mi nacimiento? No hay<br />
peor <strong>de</strong>stino para un esclavo que servir a una dueña sin corazón,<br />
porque sin corazón tiene que ser la mujer que así te ha tratado. Me<br />
mandará saltar y trotar todo el día con mis piernas enfermas, me<br />
clavará agujas en el cuerpo y me molerá a palos. Eso es lo que me<br />
espera, pese a que haya sacrificado a Amón para darle las gracias por<br />
haberme <strong>de</strong>parado un dueño joven y sin experiencia.<br />
-No le falta corazón -dije (porque el hombre es tan insensato, que<br />
me rebajaba a hablar <strong>de</strong> ella con un esclavo en vista <strong>de</strong> que no tenía<br />
otro confi<strong>de</strong>nte)-. Desnuda sobre su lecho es más bella que la luna y<br />
sus miembros son lisos bajo los ungüentos y sus ojos son ver<strong>de</strong>s como<br />
el Nilo bajo el sol estival. Tu suerte es digna <strong>de</strong> envidia, Kaptah,<br />
porque podrás vivir cerca <strong>de</strong> ella y respirar el aire que ella respira.<br />
Kaptah redobló sus gritos:<br />
-Me ven<strong>de</strong>rá seguramente como portador <strong>de</strong> mortero u obrero <strong>de</strong><br />
minas, mis pulmones ja<strong>de</strong>arán y la sangre brotará <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mis uñas<br />
Y reventaré en el fango como un asno agotado.<br />
Yo sabía en el fondo <strong>de</strong> mi corazón que <strong>de</strong>cía la verdad, porque en<br />
casa <strong>de</strong> Nefernefernefer no había sitio ni pan para un hombre <strong>de</strong> su<br />
suerte. Las lágrimas acudían a mis ojos, pero no sé si lloraba por él o<br />
por mí. Al verme, se <strong>de</strong>tuvo y me miró con ansiedad. Pero yo cogí mi<br />
cabeza entre las manos y lloré sin importarme ser visto por mi esclavo.<br />
Kaptah me tocó la cabeza con su enorme mano y dijo<br />
melancólicamente:<br />
-Todo esto es culpa mía por no haber velado mejor sobre mi dueño.<br />
Pero no sabía que fuese tan cándido y puro como una tela jamás<br />
lavada. De lo contrario, no entiendo lo que ha ocurrido. En verdad que<br />
siempre me ha extrañado que mi dueño no me mandase nunca en<br />
busca <strong>de</strong> una mujer al volver <strong>de</strong> la taberna. Y las mujeres que te<br />
mandaba para que se <strong>de</strong>snudasen <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti y te incitasen a<br />
divertirte con ellas las <strong>de</strong>spedías insatisfechas y me trataban <strong>de</strong> rata y
<strong>de</strong> cucaracha. Y, sin embargo, hubo entre ellas alguna joven y bonita.<br />
Pero toda mi solicitud fue vana y en mi estupi<strong>de</strong>z me felicitaba <strong>de</strong> que<br />
no trajeses a casa una mujer que me apaleara y me lanzase agua<br />
caliente a mis pies al disputar contigo. ¡Cuán bestia era! Cuando se<br />
arroja una primera antorcha a una cabaña <strong>de</strong> tierra ar<strong>de</strong> en seguida.<br />
Y añadió aún:<br />
-¿Por qué no me has pedido consejo en tu inexperiencia? Porque he<br />
visto y sé muchas cosas, a pesar <strong>de</strong> que no lo creas. Yo también me he<br />
acostado con mujeres, verdad es que hace ya mucho tiempo, y puedo<br />
asegurarte que el pan, la cerveza y la panza valen más que el seno <strong>de</strong> la<br />
mujer más bonita. Cuando un hombre va a casa <strong>de</strong> una mujer, amo<br />
mío, tiene que llevarse un palo, <strong>de</strong> lo contrario ella lo domina y lo<br />
sujeta con ligaduras que se hun<strong>de</strong>n en la carne como un alambre<br />
<strong>de</strong>lgado y frotan el corazón; como una piedra en la sandalia lastima el<br />
pie. ¡Por Amón, amo y señor, hubieras <strong>de</strong>bido traer mujeres aquí y<br />
toda esta miseria nos hubiera sido evitada! Has perdido el tiempo en<br />
las tabernas y las casas <strong>de</strong> placer, puesto que una mujer ha hecho <strong>de</strong> ti<br />
su esclavo.<br />
Durante largo rato siguió hablando así, pero sus palabras eran como<br />
un zumbido <strong>de</strong> moscas a mis oídos. Acabó calmándose y me preparó<br />
comida y me vertió agua sobre las mano. Pero no pu<strong>de</strong> comer, porque<br />
mi cuerpo ardía y un solo y único pensamiento acaparó durante toda la<br />
noche mi espíritu.<br />
LIBRO CUARTO<br />
NEFERNEFERNEFER<br />
A primera hora me fui a casa <strong>de</strong> Nefernefernefer, pero dormía<br />
todavía y sus servidores también, <strong>de</strong> manera que me insultaron y me<br />
arrojaron agua sucia cuando los <strong>de</strong>sperté. Por esto me senté en el<br />
1
umbral como un mendigo hasta el momento en que oí ruido <strong>de</strong> voces<br />
en la casa.<br />
Nefernefernefer estaba tendida sobre su cama con el rostro<br />
pequeño y <strong>de</strong>lgado y los ojos turbios todavía por el vino.<br />
-Me molestas, Sinuhé -dijo-. Verda<strong>de</strong>ramente me molestas mucho.<br />
¿Qué quieres?<br />
-Quiero comer y beber y divertirme contigo tal como me lo<br />
prometiste -dije yo con un nudo en la garganta.<br />
-Esto fue ayer y hoy es otro día -dijo, mientras su esclava le quitaba<br />
la túnica arrugada y le daba masajes con ungüentos.<br />
Después se miró en su espejo y se puso afeites y una peluca y tomó<br />
una dia<strong>de</strong>ma <strong>de</strong> oro con incrustaciones <strong>de</strong> perlas y piedras preciosas<br />
que se puso en la frente.<br />
-Esta joya es bella -dijo-. Vale seguramente un alto precio, pero<br />
estoy cansada y mis miembros están agotados como si hubiese<br />
luchado toda la noche.<br />
Bostezó y bebió un sorbo <strong>de</strong> vino para reanimarse. Me ofreció<br />
también vino, pero lo bebí sin placer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella.<br />
-Así, ayer me mentiste al <strong>de</strong>cirme que no podías divertirte<br />
conmigo. Pero ya sabía yo ayer que no era verdad.<br />
-Me equivoqué -dijo-. Era, no obstante, la época. Estoy muy inquieta<br />
y acaso esté embarazada por tu causa, Sinuhé, porque he sido débil en<br />
tus brazos y eres fogoso.<br />
Pero diciendo estas palabras sonreía con aire malicioso, <strong>de</strong> manera<br />
que me di cuenta <strong>de</strong> que se burlaba <strong>de</strong> mí.<br />
-Esta joya proce<strong>de</strong> seguramente <strong>de</strong> una tumba real <strong>de</strong> Siria -le dije-.<br />
Recuerdo que me hablaste <strong>de</strong> ella ayer.<br />
-Sí -dijo ella-. En realidad, la he encontrado <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />
almohada <strong>de</strong> un comerciante sirio, pero no tienes por qué<br />
inquietarte, porque es un hombre ventrudo, gordo como un cerdo y<br />
apesta a ajo. Ahora que he obtenido lo que <strong>de</strong>seaba no quiero volver<br />
a verlo jamás.<br />
Se quitó la peluca y la dia<strong>de</strong>ma y las <strong>de</strong>jó caer con negligencia al<br />
lado <strong>de</strong> la cama y se tendió. Su cráneo era liso y bello y estiró<br />
voluptuosamente todo su cuerpo poniendo las manos en la nuca.<br />
-Estoy débil y cansada Sinuhé -repitió-. Abusas <strong>de</strong> mi agotamiento<br />
<strong>de</strong>vorándome con los ojos cuando no puedo impedirlo. Debes<br />
recordar que no soy una mujer <strong>de</strong>spreciable, pese a que viva sola, y<br />
<strong>de</strong>bo velar por mi reputación.<br />
-Ya sabes que no tengo nada que ofrecerte, puesto que posees<br />
cuanto tenía -le dije, inclinando mi frente sobre su cama.<br />
Y sentí el olor <strong>de</strong> sus ungüentos y el perfume <strong>de</strong> su piel.
Ella me acarició la cabeza, pero retiró la mano y se echó a reír<br />
moviendo la cabeza.<br />
-¡Cuán pérfidos y mentirosos son los hombres! -dijo-. También tú<br />
me mientes, pero te amo y soy débil, Sinuhé. Me dijiste una vez que<br />
mi seno ar<strong>de</strong> más que la llama, pero no es cierto. Pue<strong>de</strong>s tocar mi<br />
pecho, es firme y fresco para ti. Y mis pechos aman tus caricias<br />
porque están cansados.<br />
Pero cuando quise gozar <strong>de</strong> ella me rechazó, se incorporó y dijo<br />
con tono ofendido:<br />
-Aunque esté sola y sea débil, no permito que me toque un<br />
hombre pérfido. ¿Por qué no me dices que tu padre posee una casa<br />
en el barrio <strong>de</strong> los pobres? Cierto es que no tiene gran valor, pero<br />
está cercana a los muelles y se podría sacar algo <strong>de</strong> los muebles<br />
vendiéndolos allí mismo. Quizá podría comer y beber y divertirme<br />
contigo hoy si me dieses estos bienes, porque mañana nada es<br />
seguro y <strong>de</strong>bo velar por mi reputación.<br />
-La fortuna <strong>de</strong> mi padre no es mía -dije, asustado-. No pue<strong>de</strong>s<br />
pedirme lo que no me pertenece, Nefernefernefer. Pero ella inclinó<br />
la cabeza y me miró con sus ojos ver<strong>de</strong>s y su rostro era pálido y fino<br />
cuando me dijo:<br />
-La fortuna <strong>de</strong> tu padre es tu herencia legal, Sinuhé, lo sabes muy<br />
bien, ya que tus padres no tiene ninguna hija, que tendría prioridad<br />
sobre ti, porque eres hijo único. Me ocultas también que tu padre es<br />
ciego y te ha dado su sello para que administres sus bienes y<br />
dispongas <strong>de</strong> ellos como si fueran tuyos.<br />
Era verdad. A punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la vista, mi padre me había dado su<br />
sello encargándome <strong>de</strong> velar por sus intereses, porque no podía ya<br />
firmar con su nombre. Kipa y él <strong>de</strong>cían a menudo que <strong>de</strong>berían<br />
ven<strong>de</strong>r la casa por un buen precio a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r comprar una casa<br />
<strong>de</strong> campo fuera <strong>de</strong> la villa y vivir en ella hasta el día en que entrasen<br />
en la tumba avanzando hacia la vida eterna. No supe qué respon<strong>de</strong>r,<br />
tanto me llenaba <strong>de</strong> horror la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que iba a engañar a mis<br />
padres, que tanta confianza tenían en mí. Pero Nefernefernefer<br />
entornó los ojos y dijo:<br />
-Toma mi cabeza entre tus manos y apoya tus labios sobre mi<br />
pecho, porque tienes algo que me hace débil, Sinuhé. Por esto<br />
<strong>de</strong>scuido por ti mis verda<strong>de</strong>ros intereses y me divertiré todo el día<br />
contigo si me ce<strong>de</strong>s la fortuna <strong>de</strong> tu padre, pese a que no tenga gran<br />
valor.<br />
Tomé su cabeza entre mis manos y era pequeña y lisa, y una<br />
excitación in<strong>de</strong>cible se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí.<br />
-Que sea como tú <strong>de</strong>seas -le dije.<br />
Y mi voz se quebró. Pero cuando quise tocarla dijo:
-Pronto tendrás lo que <strong>de</strong>seas, pero ve antes a buscar un escriba que<br />
redacte las actas conforme a la ley, porque no<br />
me fío <strong>de</strong> las promesas <strong>de</strong> los hombres, que son todos pérfidos, y <strong>de</strong>bo<br />
velar por mi reputación.<br />
Fui a buscar el escriba y cada uno <strong>de</strong> mis pasos fue un sufrimiento.<br />
Le di prisa al escriba y puse el sello <strong>de</strong> mi padre sobre el papel a fin <strong>de</strong><br />
que pudiese llevarlo a los archivos. Pero no tenía oro ni cobre con que<br />
pagarlo, y estuvo <strong>de</strong>scontento, pero consintió en aplazar el cobro hasta<br />
el día en que vendiera la casa, lo cual fue consignado en el acta <strong>de</strong><br />
cesión.<br />
A mi regreso a casa <strong>de</strong> Nefernefernefer sus servidores me dijeron<br />
que su señora dormía y tuve que esperar a que se <strong>de</strong>spertase hasta la<br />
noche. Finalmente me recibió y le entregué el papel <strong>de</strong>l escriba, que<br />
encerró distraídamente en un cofrecito <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra negra.<br />
-Eres obstinado, Sinuhé -me dijo-, pero yo soy una mujer honrada y<br />
mantengo siempre mis promesas. Toma, pues, lo que has venido a<br />
buscar. Se tendió en la cama y me abrió los brazos, pero no halló el<br />
menor placer en mí; volvió la cabeza para mirarse en un espejo y<br />
ahogaba los bostezos con una mano, <strong>de</strong> manera que el goce que<br />
esperaba se convirtió para mí en cenizas. Cuando me levanté, dijo:<br />
-Ya has recibido lo que querías, Sinuhé; déjame ahora en paz,<br />
porque me aburres prodigiosamente. No me produces el menor placer,<br />
porque eres torpe y violento y tus manos me hacen daño. Pero no<br />
quiero enumerarte las penas que me causas, puesto que eres tan torpe.<br />
Retírate, pues. Podrás volver otro día, a menos que estés ya harto <strong>de</strong><br />
mí.<br />
Yo me sentía vacío como la cáscara <strong>de</strong> un huevo. Tambaleándome<br />
salí y llegué a mi casa. Quería encerrarme en una habitación oscura<br />
para llorar mi infortunio y mi miseria, pero en el umbral vi a un<br />
hombre sentado con una peluca teñida y un traje sirio <strong>de</strong> colores vivos.<br />
Me saludó con arrogancia Y me pidió un consejo como médico.<br />
-No recibo ya más enfermos, porque esta casa no es mía -le dije.<br />
-Tengo varices -dijo con un lenguaje sembrado <strong>de</strong> palabras sirias-.<br />
Tu bravo esclavo Kaptah me ha recomendado a ti por tu gran saber en<br />
materia <strong>de</strong> varices. Líbrame <strong>de</strong> mis dolores y no tendrás que<br />
arrepentirte.<br />
Insistía tanto que acabé haciéndolo entrar y llamé a Kaptah para que<br />
trajese agua caliente para lavarme. Pero Kaptah estaba ausente y<br />
solamente al examinar las varices <strong>de</strong>l sirio me di cuenta <strong>de</strong> que eran<br />
las <strong>de</strong> mi esclavo.<br />
Kaptah se quitó la peluca, echándose a reír.<br />
-¿Qué significa esta farsa? -dije, dándole un bastonazo que cambió<br />
su risa en gemidos.
Cuando hube <strong>de</strong>jado el bastón, me dijo:<br />
-Puesto que ya no soy tu esclavo, sino el <strong>de</strong> otra persona, puedo<br />
confesarte que pienso huir y he probado si mi disfraz era bueno.<br />
Le recordé los castigos aplicados a los esclavos fugitivos y le dije que<br />
un día u otro le pescarían, porque, ¿<strong>de</strong> qué<br />
iba a vivir? Pero me respondió:<br />
-Después <strong>de</strong> haber bebido mucha cerveza esta noche he tenido un<br />
sueño. En este sueño, tú, mi amo, estabas tendido en un horno, pero<br />
llegaba yo súbitamente y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberte cubierto <strong>de</strong> reproches te<br />
tiraba por la nuca y te sumergía en una corriente <strong>de</strong> agua que te<br />
llevaba lejos. He ido al mercado y he preguntado a un oniromante qué<br />
significaba este sueño y me ha dicho que mi amo corría un gran<br />
peligro, que recibiría numerosos bastonazos a causa <strong>de</strong> mi<br />
impru<strong>de</strong>ncia y que mi amo empren<strong>de</strong>ría un largo viaje. El sueño es<br />
verdad, porque basta ver tu cara para compren<strong>de</strong>r que estás en grave<br />
peligro; los bastonazos los he recibido ya y el final <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong>be ser<br />
verdad también. Por esto me he procurado esta ropa a fin <strong>de</strong> que no<br />
me reconozcan, porque pienso seriamente acompañarte en tu viaje.<br />
-Tu fi<strong>de</strong>lidad me emociona, Kaptah -le dije afectando un tono<br />
irónico-. Es posible que me espere un largo viaje, pero en este caso me<br />
conducirá a la Casa <strong>de</strong> los Muertos y no creo que quieras<br />
acompañarme.<br />
-Del mañana nadie está seguro -dijo él con <strong>de</strong>sfachatez-. Eres<br />
todavía joven y tierno como un ternero que su madre no ha lamido<br />
bastante. Por esto no me atrevo a <strong>de</strong>jarte salir solo para el penoso viaje<br />
a la Casa <strong>de</strong> los Muertos y el país <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte. Es probable que te<br />
acompañe para ayudarte con mi experiencia, porque mi corazón te es<br />
adicto a pesar <strong>de</strong> tu locura y no tengo hijos a pesar <strong>de</strong> haber<br />
engendrado probablemente más <strong>de</strong> uno. Pero no los he visto nunca y<br />
por esto quiero hacerme el cargo <strong>de</strong> que eres hijo mío. No digo esto<br />
para <strong>de</strong>spreciarte, sino para mostrarte cuáles son mis sentimientos<br />
hacia ti.<br />
Su <strong>de</strong>sfachatez pasaba <strong>de</strong> los límites, pero renuncié a apalearlo,<br />
porque no era mi esclavo. Me encerré en mi cuarto, me cubrí la cabeza<br />
y dormí como un muerto hasta la mañana siguiente, porque cuando la<br />
vergüenza y el arrepentimiento son suficientemente gran<strong>de</strong>s obran<br />
como soporíferos. Pero en cuanto abrí los ojos pensé en<br />
Nefernefernefer, en sus ojos y en su cuerpo y me pareció estrecharla<br />
entre mis brazos y acariciar su cabeza lisa. ¿Por qué? No lo sé, quizá<br />
me había encantado con un sortilegio misterioso y, sin embargo, no<br />
creo gran cosa en la magia. Lo único que sé, es que me aseé y arreglé<br />
para ir a su casa.
Me recibió en el jardín, cerca <strong>de</strong>l estanque <strong>de</strong> los lotos. Sus ojos eran<br />
brillantes y alegres y más ver<strong>de</strong>s que las aguas <strong>de</strong>l Nilo. Lanzó un grito<br />
al verme y dijo:<br />
-¡Oh, Sinuhé, regresas a mí, a pesar <strong>de</strong> todo! Acaso no sea todavía<br />
vieja y fea, puesto que no te has saciado <strong>de</strong> mi. ¿Qué quieres?<br />
La miré como un hambriento mira un pan, y ella, inclinando la<br />
cabeza, dijo con tono enojado:<br />
-Sinuhé, Sinuhé, ¿<strong>de</strong>seas verda<strong>de</strong>ramente gozar todavía <strong>de</strong> mí?<br />
Cierto es que vivo sola, pero no soy una mujer <strong>de</strong>spreciable y <strong>de</strong>bo<br />
velar por mi reputación.<br />
-Te cedí ayer toda la fortuna <strong>de</strong> mi padre -le dije-. Ahora está<br />
arruinado, pese a haber sido un médico reputado, y tendrá que ir a<br />
mendigar el pan <strong>de</strong> sus ancianos días y mi madre hará coladas.<br />
-Ayer era ayer, y hoy es hoy -dijo, mirándome con los ojos entornados-.<br />
Pero no soy exigente y te permito sentarte a mi lado y cogerme la<br />
mano si esto te causa placer. Hoy mi corazón está lleno <strong>de</strong> júbilo y<br />
quiero compartirlo contigo, pese a que no me atreva probablemente a<br />
gozar contigo <strong>de</strong> ninguna otra manera.<br />
Me miraba maliciosamente y sonreía al acariciarme la rodilla.<br />
-No me preguntas por qué mi corazón está lleno <strong>de</strong> júbilo -dijo ella<br />
con tono <strong>de</strong> reproche-. Pero puedo, sin<br />
embargo, <strong>de</strong>círtelo. Debes saber, pues, que acaba <strong>de</strong> llegar un noble <strong>de</strong>l<br />
país <strong>de</strong>l bajo Sur y trae un vaso <strong>de</strong> oro que pesa cerca <strong>de</strong> cien <strong>de</strong>ben y<br />
cuyos lados están adornados con diversos dibujos. Es tan viejo y flaco<br />
que sus huesos se me clavarían probablemente en los muslos, pero creo<br />
que este bello vaso <strong>de</strong>corará mañana mi casa. No soy una mujer<br />
<strong>de</strong>spreciable y <strong>de</strong>bo velar por mi reputación. Respiró profundamente al<br />
ver que yo no <strong>de</strong>cía nada y miró soñadora los lotos y <strong>de</strong>más flores <strong>de</strong>l<br />
jardín. Después se <strong>de</strong>snudó sin prisas y comenzó a nadar en el estanque.<br />
Su cabeza emergía <strong>de</strong>l agua entre los lotos y era más bella que ellos.<br />
Flotaba sobre el agua <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí con la mano bajo la nuca y me<br />
dijo:<br />
-Estás muy silencioso hoy, Sinuhé. Espero no haberte ofendido sin<br />
querer. Si puedo compensarte mi maldad, lo<br />
haré con gusto.<br />
Entonces yo no pu<strong>de</strong> resistir ya más.<br />
-Sabes muy bien lo que quiero, Nefernefernefer.<br />
-Tu rostro está colorado y tus arterias palpitan con fuerza, Sinuhé -<br />
dijo-. Deberías <strong>de</strong>snudarte y venir a refrescarte<br />
2
en el estanque conmigo, porque la jornada es verda<strong>de</strong>ramente<br />
calurosa. Aquí nadie nos ve; no tienes nada que temer.<br />
Me <strong>de</strong>snudé y bajé a su lado, y bajo el agua mi costado tocó el suyo.<br />
Pero cuando quise tomarla se escapó riendo y me salpicó el rostro.<br />
-Sé muy bien lo que quieres, Sinuhé, a pesar <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong>masiado<br />
tímida para mirarte. Pero <strong>de</strong>bes empezar por darme un regalo, porque<br />
ya sabes que no soy una mujer <strong>de</strong>spreciable.<br />
Yo me enojé y dije:<br />
-Estás loca, Nefernefernefer, porque sabes muy bien que me has<br />
<strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> todo. Tengo ya vergüenza <strong>de</strong> mí y no me atreveré nunca<br />
más a mirar a mis padres. Pero soy todavía médico y mi nombre está<br />
incrito en el Libro <strong>de</strong> la Vida. Quizás un día ganaré lo suficiente para<br />
hacerte un regalo digno <strong>de</strong> ti, pero ten compasión <strong>de</strong> mí, porque<br />
incluso en el agua mi cuerpo ar<strong>de</strong> bajo las llamas y me muerdo los<br />
<strong>de</strong>dos hasta hacer brotar la sangre al mirarte.<br />
Ella comenzó a nadar sobre la espaldas balanceándose ligeramente y<br />
sus pechos salían <strong>de</strong>l agua como dos flores rojas.<br />
-Un médico ejerce su profesión con las manos y los ojos, ¿no es<br />
verdad, Sinuhé? Sin ojos y sin manos no serías ya médico, aunque tu<br />
nombre estuviese escrito mil veces en el Libro <strong>de</strong> la Vida. Quizá<br />
bebería y gozaría contigo hoy si me <strong>de</strong>jases reventarte los ojos y<br />
cortarte las manos a fin <strong>de</strong> que pudiese suspen<strong>de</strong>rlas como trofeos en<br />
el dintel <strong>de</strong> mi puerta para que mis amigos me respetasen y supiesen<br />
que no soy una mujer <strong>de</strong>spreciable. -Me miró por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus<br />
párpados pintados <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y añadió-: Pero no, renuncio, porque no<br />
haría nada con tus ojos, y tus manos podrían atraer moscas. Pero, ¿no<br />
podríamos encontrar algo, Sinuhé, que pudieras darme? Me haces<br />
débil y siento impaciencia al verte <strong>de</strong>snudo en el estanque. Eres torpe<br />
e inexperimentado, pero creo que en el transcurso <strong>de</strong> una jornada<br />
podría enseñarte muchas cosas que ignoras todavía, porque conozco<br />
innumerables maneras que gustan a los hombres y pue<strong>de</strong>n también<br />
hacer gozar a una mujer. Reflexiona un poco, Sinuhé.<br />
Pero cuando traté <strong>de</strong> agarrarla se me escapó, salió <strong>de</strong>l agua y se<br />
<strong>de</strong>tuvo bajo un árbol chorreando agua.<br />
-No soy más que una mujer débil y los hombres son traidores y<br />
pérfidos. Tú también lo eres, Sinuhé, puesto que sigues mintiendo. Mi<br />
corazón está triste y las lágrimas acu<strong>de</strong>n a mis ojos, porque<br />
evi<strong>de</strong>ntemente estás cansado <strong>de</strong> mí. De lo contrario no me ocultarías<br />
que tus padres se han preparado una bella tumba en la Villa <strong>de</strong> los<br />
Muertos y que han <strong>de</strong>positado en el templo una suma suficiente para<br />
que sus cuerpos sean embalsamados y puedan soportar la muerte y el<br />
viaje hacia el país <strong>de</strong> poniente.<br />
Al oír estas palabras me <strong>de</strong>sgarré el pecho y la sangre brotó, y grité:<br />
-¡En verdad que eres Tabubué, estoy seguro <strong>de</strong> ello ahora!
Pero ella me contestó tranquilamente:<br />
-No <strong>de</strong>bes censurarme por no ser una mujer <strong>de</strong>spreciable. No he<br />
sido yo quien te ha invitado a venir; has venido solo. Pero está bien.<br />
Ahora sé que no me amas ya y que vienes solamente para burlarte <strong>de</strong><br />
mí, puesto que una bagatela como ésta es un obstáculo entre nosotros.<br />
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y suspiré <strong>de</strong> dolor, pero me<br />
acerqué a ella y apoyó ligeramente su cuerpo contra el mío.<br />
-Esta i<strong>de</strong>a es verda<strong>de</strong>ramente culpable e Impía -le dije-. ¿Debo acaso<br />
privar a mis padres <strong>de</strong> la vida eterna y <strong>de</strong>jar que sus cuerpos se<br />
disuelvan en la nada como los <strong>de</strong> los esclavos y los pobres y los <strong>de</strong> los<br />
criminales arrojados al río? ¿Es, pues, esto lo que exiges <strong>de</strong> mí?<br />
Ella estrechó su cuerpo <strong>de</strong>snudo contra el mío, y dijo:<br />
-Cé<strong>de</strong>me la tumba <strong>de</strong> tus padres y murmuraré a tu oído la palabra<br />
«hermano», y mi cuerpo estará para ti lleno <strong>de</strong> fuego <strong>de</strong>licioso y te<br />
enseñaré mil secretos que ignoras y que gustan a los hombres.<br />
No pu<strong>de</strong> contenerme y me eché a llorar al <strong>de</strong>cir:<br />
-Haré lo que me pi<strong>de</strong>s y que mi nombre sea maldito durante toda la<br />
eternidad. Pero no puedo resistirme, tan gran<strong>de</strong> es la magia <strong>de</strong> tu<br />
fuerza sobre mí.<br />
Pero ella dijo:<br />
-No hables <strong>de</strong> magia en mi presencia porque es una ofensa para mí,<br />
ya que no soy una mujer <strong>de</strong>spreciable, vivo en una casa mía y velo por<br />
mi reputación. Pero puesto que eres enojoso y pesado, voy a enviar a<br />
un esclavo a buscar un escriba y entretanto vamos a beber vino y<br />
comer, para que tu corazón se reconforte y podamos gozar juntos una<br />
vez esté firmada la cesión.<br />
Se marchó riendo alegremente y corriendo.<br />
Yo me vestí y la seguí y los servidores me vertieron agua sobre las<br />
manos y se inclinaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas. Me di perfecta cuenta <strong>de</strong> que a mi espalda se reían y se<br />
burlaban <strong>de</strong> mí, pero afecté comportarme como si sus mofas fuesen<br />
como un zumbido <strong>de</strong> moscas a mis oídos. Se callaron en cuanto<br />
reapareció Nefernefernefer y comimos y bebimos juntos, y había cinco<br />
especies <strong>de</strong> carne y doce especies <strong>de</strong> pasteles, y bebimos vino mezclado<br />
que se sube pronto a la cabeza. El escriba llegó y redactó los papeles<br />
necesarios por los cuales cedía a Nefernefernefer la tumba <strong>de</strong> mis<br />
padres en la Villa <strong>de</strong> los Muertos con todo el mobiliario y el dinero<br />
<strong>de</strong>positado en el templo, <strong>de</strong> manera que perdieron la vida eterna y la<br />
posiblidad <strong>de</strong> efectuar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte el viaje al país <strong>de</strong><br />
Poniente. Puse el sello <strong>de</strong> mi padre sobre las actas y el escriba se las<br />
llevó a fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>positarlas en seguida en los registros para que tuvieran<br />
fuerza <strong>de</strong> ley. Entregó a Nefernefernefer un recibo, que guardó<br />
distraídamente en un cofre negro, y ella le hizo un regalo, <strong>de</strong> manera
que salió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse inclinado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella, llevándose las<br />
manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas. En cuanto se hubo marchado, dije:<br />
-Des<strong>de</strong> este momento estoy maldito ante los hombres y los dioses,<br />
Nefernefernefer. Demuéstrame ahora que mi acto merece su recompensa.<br />
Cuando quise poseerla me rechazó y vertió vino en mi copa. Al cabo<br />
<strong>de</strong> un instante miró al sol y dijo:<br />
-Ya sabes que <strong>de</strong>bo ir a vestirme y arreglarme, porque una copa <strong>de</strong><br />
oro me espera para que mañana pueda adornar con ella mi casa.<br />
Cuando quise tocarla se me escapó y llamando en voz alta acudieron<br />
los esclavos. Y les dijo:<br />
-¿Quién ha <strong>de</strong>jado entrar a este inoportuno mendigo? ¡Arrojadlo a la<br />
calle y no le abráis nunca más la puerta, y si insiste dadle <strong>de</strong><br />
bastonazos! Los esclavos me arrojaron a la calle, porque el vino y la<br />
cólera me habían restado todas las fuerzas, y me dieron <strong>de</strong> palos<br />
porque no quería alejarme <strong>de</strong> allí. Comencé a gritar y aullar y la gente<br />
se arremolinó, pero los esclavos les dijeron:<br />
-Este beodo ha ofendido a nuestra señora, que vive en una casa suya<br />
y no es una mujer <strong>de</strong>spreciable.<br />
Nuevamente me dieron <strong>de</strong> palos y me abandonaron <strong>de</strong>svanecido en<br />
el arroyo, don<strong>de</strong> la gente escupía sobre mí mientras los perros se me<br />
orinaban encima.<br />
Habiendo recobrado el conocimiento y dándome cuenta <strong>de</strong> mi triste<br />
situación, permanecí tendido en el suelo hasta el alba. La oscuridad<br />
me protegía y tenía la sensación <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r abordar nunca más a un<br />
ser humano. El here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l trono me había llamado «El que es<br />
solitario», y verda<strong>de</strong>ramente solitario era entre los hombres aquella<br />
noche. Pero al alba, cuando la gente comenzó a circular, cuando los<br />
merca<strong>de</strong>res dispusieron sus escaparates y los bueyes pasaron<br />
arrastrando las carretas, salí <strong>de</strong> la villa y me oculté tres días y tres<br />
noches, sin comer ni beber, entre los cañaverales. Mi cuerpo y mi alma<br />
no eran más que una llaga y si alguien me hubiese dirigido la palabra<br />
hubiese aullado como un <strong>de</strong>mente.<br />
3<br />
El tercer día lavé mi cara, mis pies y mis ropas ensangrentadas y<br />
regresé a la villa. Mi casa no era ya mía y ostentaba el nombre <strong>de</strong> otro<br />
médico. Llamé a Kaptah, que salió corriendo y lloró <strong>de</strong> júbilo al verme.<br />
-¡Oh, dueño mío! -dijo-, porque en mi corazón sigues siendo mi<br />
dueño, aunque otro me dé ór<strong>de</strong>nes. Tu sucesor es un hombre joven<br />
que se cree un gran médico, se prueba tus ropas y ríe satisfecho. Su
madre está ya instalada en la cocina y me ha arrojado agua hirviendo a<br />
los pies llamándome rata y mosca <strong>de</strong> estercolero. Pero tus enfermos te<br />
echan <strong>de</strong> menos y dicen que su mano no es tan ligera como la tuya, que<br />
sus cuidados les causan dolores exagerados y que no conoce sus males<br />
como tú.<br />
Continuó hablando y su ojo ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> rojo expresaba el temor, <strong>de</strong><br />
manera que acabé diciéndole:<br />
-Cuéntame todo, Kaptah. Mi corazón es como una piedra en mi<br />
cuerpo y nada me importa ya.<br />
Entonces levantó el brazo para expresar el dolor más profundo y<br />
dijo:<br />
-Hubiera dado mi único ojo para evitarte este dolor. Porque esta<br />
jornada es mala para ti; <strong>de</strong>bes saber que tus padres han muerto.<br />
-¡Mi padre Senmut y mi madre Kipa! -exclamé, levantando el brazo<br />
como es costumbre, mientras mi corazón saltaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi pecho.<br />
-Esta mañana los servidores <strong>de</strong> la justicia han forzado su puerta<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberles dado ayer la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcharse -refirió Kaptah-,<br />
pero reposan sobre el lecho y no respiran ya. Tienes todo el día <strong>de</strong> hoy<br />
para llevar sus cuerpos a la Casa <strong>de</strong> los Muertos porque mañana la<br />
casa será <strong>de</strong>rruida, según las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l nuevo propietario.<br />
-¿Sabían mis padres por qué los expulsaban así?<br />
-Tu padre Senmut ha venido a buscarte -dijo Kaptah-. Tu madre lo<br />
guiaba, porque había perdido la vista y los dos<br />
eran viejos y <strong>de</strong>crépitos y caminaban temblando. Pero yo no sabía<br />
dón<strong>de</strong> estabas. Entonces tu padre ha dicho que quizá es mejor así. Ha<br />
contado que los servidores <strong>de</strong> la justicia pusieron los sellos sobre todos<br />
sus bienes, <strong>de</strong> manera que no poseían ya más que las ropas que<br />
llevaban. Cuando preguntó por qué lo expulsaban <strong>de</strong> aquella forma,<br />
los servidores respondieron riendo que su hijo Sinuhé había vendido<br />
la casa y los muebles e incluso la tumba <strong>de</strong> sus padres para po<strong>de</strong>r dar<br />
oro a una mujer <strong>de</strong> mala vida. Después <strong>de</strong> haber vacilado mucho, tu<br />
padre me pidió una moneda para po<strong>de</strong>r dictar a un escriba una carta<br />
para ti. Pero el nuevo médico había entrado ya en la casa y cuando tu<br />
madre me llamó me dio un bastonazo por per<strong>de</strong>r el tiempo charlando<br />
con mendigos. Me creerás si te digo que hubiera dado la moneda a tu<br />
padre, porque aunque no he tenido tiempo todavía <strong>de</strong> robar a mi<br />
nuevo dueño, he economizado un poco <strong>de</strong> cobre sobre mis antiguas<br />
supercherías. Pero cuando volví a salir a la calle tus padres se habían<br />
marchado y mi nueva dueña me prohibió correr tras ellos y me encerró<br />
en casa toda la noche.<br />
-Así mi padre no te ha <strong>de</strong>jado ningún mensaje para mí... Y<br />
Kaptah respondió.<br />
-Tu padre no ha <strong>de</strong>jado ningún mensaje para ti.
Mi corazón era como una piedra en mi pecho y no latía ya, pero mis<br />
pensamientos eran como pájaros en el aire<br />
glacial. Al cabo <strong>de</strong> un instante, le dije a Kaptah:<br />
-Dame todo tu cobre y tu plata. Dámelos pronto y quizás Amón te lo<br />
recompensará si yo no puedo hacerlo, porque tengo que llevar a mis<br />
padres a la Casa <strong>de</strong> la Muerte y no tengo nada con que pagar la<br />
conservación <strong>de</strong> sus cuerpos.<br />
Kaptah comenzó a gemir y llorar, levantó los brazos al cielo en señal<br />
<strong>de</strong> gran dolor, pero finalmente fue a un rincón <strong>de</strong>l jardín y miró hacia<br />
atrás como un perro que va a <strong>de</strong>senterrar un hueso. Movió una piedra<br />
y sacó un trapo en el cual había empaquetado su cobre y su plata; no<br />
había siquiera por valor <strong>de</strong> dos <strong>de</strong>ben, pero era el precio <strong>de</strong> toda su<br />
vida <strong>de</strong> esclavitud. Me los dio llorando y dando muestras <strong>de</strong> un<br />
profundo dolor; por esto su nombre merece ser bendito para siempre<br />
jamás y su cuerpo conservado eternamente.<br />
En verdad tenía amigos, pues Ptahor y Horemheb me hubieran<br />
quizá prestado dinero y Thotmés hubiese podido también ayudarme,<br />
pero era joven y creía que mi <strong>de</strong>shonor era ya conocido <strong>de</strong> todos y no<br />
me hubiera atrevido a mirar a mis amigos cara a cara. Antes morir.<br />
Estaba maldito y cubierto <strong>de</strong> vergüenza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los dioses y los<br />
hombres, y no podía siquiera darle las gracias a Kaptah, pues la madre<br />
<strong>de</strong> su dueño había aparecido a la puerta y lo llamó con voz enojada,<br />
con un rostro como el <strong>de</strong> un cocodrilo y un bastón en la mano. Por esto<br />
Kaptah me abandonó corriendo y comenzó a gritar al subir la escalera<br />
<strong>de</strong> la terraza aun antes <strong>de</strong> que el bastón lo hubiese tocado. Y esta vez<br />
no tenía necesidad <strong>de</strong> disimular su dolor, porque lloraba amargamente<br />
por la pérdida <strong>de</strong> su pequeño peculio.<br />
Me fui en seguida a casa <strong>de</strong> mis padres; las puertas estaban<br />
<strong>de</strong>strozadas y todo ostentaba los sellos <strong>de</strong> la justicia. Los vecinos<br />
estaban reunidos en el patio y levantaron los brazos en señal <strong>de</strong> duelo,<br />
pero nadie me dirigió la palabra, sino que todos se apartaron <strong>de</strong> mí<br />
con horror. Senmut y Kipa reposaban sobre el lecho con el rostro<br />
todavía rojo como si hubiesen dormido y en el suelo ahumaba un<br />
brasero con cuyo humo se habían asfixiado cerrando las puertas y<br />
ventanas. Envolví sus cuerpos en una manta sin preocuparme <strong>de</strong> los<br />
sellos <strong>de</strong> la justicia y fui a buscar a un arriero que con su asno quisiera<br />
transportar los cuerpos. Me ayudó a cargar los <strong>de</strong>spojos mortales<br />
sobre el asno y partimos hacia la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Pero se negaron a<br />
<strong>de</strong>jarnos entrar porque no tenía dinero suficiente para pagar el<br />
embalsamamiento más rudimentario:<br />
Entonces dije a los lavadores <strong>de</strong> cadáveres:<br />
-Soy Sinuhé, hijo <strong>de</strong> Senmut, y mi nombre está inscrito en el registro<br />
<strong>de</strong> la Vida, pese a que la suerte adversa me
haya llevado hasta el punto <strong>de</strong> que no tengo dinero para pagar el<br />
entierro <strong>de</strong> mis padres. Por esto, por Amón y por todos los dioses <strong>de</strong><br />
Egipto, os suplico que embalsaméis los cuerpos <strong>de</strong> mis padres para<br />
que resistan a la <strong>de</strong>strucción y yo os serviré con todo mi arte mientras<br />
dure el embalsamamiento.<br />
Lanzaron maldiciones contra mi insistencia y me injuriaron, pero<br />
finalmente el jefe aceptó el dinero <strong>de</strong> Kaptah y, plantando el garfio<br />
bajo la barbilla <strong>de</strong> mi padre, arrojó el cuerpo en el gran aljibe <strong>de</strong> los<br />
pobres. Después hizo lo mismo con el <strong>de</strong> mi madre. Había treinta<br />
aljibes, <strong>de</strong> manera que cada día se llenaba uno y se vaciaba otro, <strong>de</strong><br />
modo que los cuerpos <strong>de</strong> los pobres permanecían en total treinta días y<br />
treinta noches en el agua salada y en lixiviación para po<strong>de</strong>r resistir a la<br />
<strong>de</strong>strucción, y no se hacía más para su conservación, como lo supe más<br />
tar<strong>de</strong>.<br />
Tenía que regresar todavía a casa <strong>de</strong> mi padre a <strong>de</strong>volver la manta<br />
sellada por la justicia. El jefe embalsamador se burló <strong>de</strong> mí y me dijo:<br />
-Regresa antes <strong>de</strong>l alba, porque si no has vuelto entonces sacaremos<br />
<strong>de</strong>l aljibe los cuerpos <strong>de</strong> tus padres y los arrojaremos a los perros.<br />
Esto me hizo pensar que no me creían médico legalizado, sino que<br />
imaginaron que había mentido.<br />
Regresé a casa <strong>de</strong> mi padre y mi corazón era pesado como una<br />
piedra. Cada ladrillo <strong>de</strong> los muros me gritaba sus reproches, el viejo<br />
sicómoro gritaba y el estanque <strong>de</strong> mi infancia gritaba también. Por<br />
esto me alejé rápidamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado la manta en su<br />
sitio, pero en el umbral me crucé con un escriba que ejercía su oficio<br />
en la esquina <strong>de</strong> la calle frente a la tienda <strong>de</strong> un merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />
comestibles. Levantó el brazo en señal <strong>de</strong> dolor y me dijo:<br />
-Sinuhé, hijo <strong>de</strong> Senmut, ¿eres tú? Y yo le contesté:<br />
-Sí, yo soy.<br />
El escriba habló:<br />
-No huyas, pues tu padre me ha confiado un mensaje para ti al no<br />
encontrarte en casa.<br />
Entonces me arrojé al suelo y me llevé las manos a la cabeza,<br />
mientras el escriba sacaba un papel y leía:<br />
-«Senmut, cuyo nombre está inscrito en el Libro <strong>de</strong> la Vida, y su<br />
esposa Kipa envían este saludo a su hijo Sinuhé, a quien fue dado en el<br />
palacio <strong>de</strong>l faraón el nombre <strong>de</strong> "El que es solitario". Los dioses te<br />
enviaron a nosotros, y cada día <strong>de</strong> tu vida nos ha causado alegrías y<br />
jamás pesadumbres, y nuestro orgullo ha sido gran<strong>de</strong> a causa <strong>de</strong> ti.<br />
Ahora estamos tristes a causa <strong>de</strong> ti, y estamos tristes porque has<br />
tenido contratiempos y no hemos podido ayudarte como hubiéramos<br />
querido. Y creemos que todo lo que has hecho has tenido razón al<br />
hacerlo, porque no podías hacer otra cosa. No te que<strong>de</strong>s <strong>de</strong>solado por
nosotros, pese a que hayas vendido incluso nuestra tumba, porque no<br />
lo habrás hecho sin una razón imperativa. Pero los servidores <strong>de</strong> la<br />
justicia llevan prisa y no hemos tenido el valor <strong>de</strong> esperar el día <strong>de</strong><br />
nuestra muerte; pero la muerte es para nosotros bien venida como el<br />
sueño para el hombre cansado y la casa para el ausente. Nuestra vida<br />
ha sido larga y nuestras alegrías numerosas, pero eres tú, Sinuhé,<br />
quien nos ha proporcionado las mayores cuando viniste a nuestra casa<br />
siendo ya nosotros viejos y solitarios. Por esto te ben<strong>de</strong>cimos y no<br />
<strong>de</strong>bes preocuparte porque no tengamos tumba, porque la vanidad <strong>de</strong><br />
las cosas es gran<strong>de</strong> y acaso es mejor que <strong>de</strong>saparezcamos en la nada,<br />
sin conocer los peligros y las angustias <strong>de</strong>l largo viaje al reino <strong>de</strong>l<br />
Poniente. Recuerda siempre que nuestra muerte ha sido fácil y te<br />
ben<strong>de</strong>cimos antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer. Que los dioses <strong>de</strong> Egipto te protejan<br />
<strong>de</strong> todos los peligros, que el dolor sea evitado a tu corazón y tengas<br />
tanto goce <strong>de</strong> tus hijos como nosotros hemos tenido <strong>de</strong> ti. Esto es lo<br />
que te <strong>de</strong>sean tu padre Senmut y tu madre Kipa.»<br />
Mi corazón no era ya como una piedra, vivía y se fundía y vertía<br />
lágrimas sobre el polvo <strong>de</strong> la tierra. Pero el escriba dijo:<br />
-He aquí la carta. Falta, es cierto, el sello <strong>de</strong> tu padre, y no ha podido<br />
firmarla con su nombre, pero me creerás ciertamente si te digo que la<br />
escribí bajo el dictado y que las lágrimas <strong>de</strong> tu madre han <strong>de</strong>jado huellas<br />
aquí.<br />
Me mostró el billete, pero mis ojos estaban cegados por las lágrimas<br />
y no vi nada. Arrolló el papiro y me lo puso en la mano, diciéndome:<br />
-Tu padre Senmut era justo y tu madre Kipa una buena mujer, si<br />
bien, a veces, tenía un poco expedita la lengua,<br />
como es costumbre en las mujeres. Por esto escribí este billete, bien<br />
que tu padre no pudiese hacerme el menor regalo y yo te doy este<br />
papiro pese a que sea <strong>de</strong> primera calidad y podría rascarlo y emplearlo<br />
todavía una vez más.<br />
Reflexioné un instante y le dije:<br />
-Tampoco yo tengo regalo alguno para ti, amigo mío. Pero toma mi<br />
túnica, es <strong>de</strong> buena tela, pese a que esté sucia y arrugada.<br />
Me quité la ropa y se la tendí; él examinó la tela con <strong>de</strong>sconfianza y<br />
levantó los ojos sorprendido, diciendo:<br />
-Tu generosidad es gran<strong>de</strong>, Sinuhé, diga la gente lo que diga <strong>de</strong> ti.<br />
Aun cuando dijesen que has <strong>de</strong>spojado a tus padres y los has arrojado<br />
<strong>de</strong>snudos a la muerte, te <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ré. Pero no puedo aceptar tu túnica<br />
porque la tela es <strong>de</strong> precio y sin ella el sol te tostará la espalda como la<br />
<strong>de</strong> los esclavos y te levantará ampollas que duelen terriblemente.<br />
-Tómala y que todos los dioses <strong>de</strong> Egipto te bendigan y tu cuerpo se<br />
conserve eternamente, porque no sabes el bien que me has concedido.<br />
Entonces aceptó mi túnica y se alejó, sosteniéndola en alto por encima<br />
<strong>de</strong> su cabeza, riéndose <strong>de</strong> felicidad. Y yo regresé a la Casa <strong>de</strong> la Muerte,<br />
cubierto tan sólo por mi <strong>de</strong>lantal como los esclavos y los boyeros, para<br />
servir a los embalsamadores durante treinta días y treinta noches.<br />
4
Como médico, creía estar familiarizado con la muerte y el<br />
sufrimiento, haberme endurecido frente a las pestilencias y ante el<br />
contacto con los abscesos y las llagas purulentas; pero cuando hube<br />
comenzado mi trabajo en la Casa <strong>de</strong> los Muertos comprendí que no<br />
era más que un novicio y que no sabía nada. A <strong>de</strong>cir verdad, los<br />
pobres no daban mucho trabajo, porque reposaban tranquilamente<br />
en su baño <strong>de</strong> natrón <strong>de</strong> olor acre, y aprendí pronto a manejar el<br />
garfio con el cual se los trasladaba <strong>de</strong> un lugar a otro. Pero los<br />
cuerpos <strong>de</strong> grado superior exigían mucha habilidad y el lavado <strong>de</strong> los<br />
intestinos y su colocación en los canopes exigían bastante resistencia.<br />
Pero lo que me asqueó sobre todo fue comprobar que los sacerdotes<br />
<strong>de</strong> Amón robaban a la gente todavía más <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte que<br />
antes, porque el precio <strong>de</strong> la conservación variaba según las fortunas,<br />
y los embalsamadores engañaban a los parientes <strong>de</strong> los difuntos<br />
facturándoles numerosos bálsamos y ungüentos costosos que <strong>de</strong>cían<br />
haber utilizado, cuando empleaban una única y sola clase <strong>de</strong> aceite<br />
para todo el mundo. Los cadáveres <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s eran preparados<br />
según todas las reglas <strong>de</strong>l arte, pero en las cavida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más se<br />
limitaban a inyectar un aceite que disolvía las entrañas y metían en<br />
ellas cañas mojadas en pez. Para los pobres, no se tomaban siquiera<br />
este trabajo; los <strong>de</strong>jaban secar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlos tenido en el baño<br />
durante treinta días y los <strong>de</strong>volvían a las familias.<br />
Los sacerdotes vigilaban la Casa <strong>de</strong> la Muerte, pero a pesar <strong>de</strong> ello<br />
los embalsamadores robaban todo lo que podían consi<strong>de</strong>rándose con<br />
<strong>de</strong>recho a ello. Robaban las plantas medicinales, los ungüentos<br />
preciosos y las ban<strong>de</strong>letas <strong>de</strong> tela para reven<strong>de</strong>rlos y volver a<br />
robarlos, y los sacerdotes no podían impedirlo, porque aquellos<br />
hombres conocían bien su oficio y no era fácil reclutar hombres para<br />
la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Sólo la gente mal<strong>de</strong>cida por los dioses, y los<br />
criminales, se contrataban como embalsamadores para escapar a la<br />
justicia y se les reconocía <strong>de</strong> lejos por su olor salobre y a cadáver, <strong>de</strong><br />
manera que todo el mundo los evitaba y no eran admitidos ni en las<br />
tabernas ni en las casas <strong>de</strong> placer.<br />
Por esto me tomaron por uno <strong>de</strong> los suyos al ver que me ofrecía y<br />
no me ocultaron nada <strong>de</strong> sus trucos. Si no hubiese cometido yo<br />
mismo un <strong>de</strong>lito peor aún, hubiese huido <strong>de</strong> allí con horror al ver<br />
cómo maltrataban los cuerpos, incluso <strong>de</strong> los nobles, y los<br />
<strong>de</strong>spedazaban para ven<strong>de</strong>r a los hechiceros los órganos humanos que<br />
necesitaban. Si existe un reino <strong>de</strong>l Poniente como lo espero por mis<br />
padres, creo que muchos difuntos quedarán sorprendidos al ver cuán<br />
incompletos están sus cuerpos para empren<strong>de</strong>r el largo viaje, pese a<br />
haber <strong>de</strong>positado en el templo el dinero necesario para su eterno<br />
reposo.
Pero el júbilo llegaba a su colmo cuando les llevaban el cadáver <strong>de</strong><br />
una mujer joven; poco importaba que fuese fea o bonita. No la<br />
arrojaban en seguida al aljibe sino que <strong>de</strong>bía pasar una noche sobre el<br />
camastro <strong>de</strong> un embalsamador y se la jugaban a la suerte. Porque era<br />
tal el espanto que inspiraba un embalsamados que incluso la más vil<br />
mujer <strong>de</strong> la calle se negaba a divertirse con ellos cualquiera que fuese<br />
la cantidad <strong>de</strong> oro que le ofreciesen; incluso las negras los temían<br />
<strong>de</strong>masiado para acogerlos. Antes, cotizaban para comprar una esclava<br />
en común cuando se vendían baratas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s<br />
expediciones guerreras, pero era tan atroz la vida <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la<br />
Muerte que estas mujeres no tardaban en volverse locas y<br />
escandalizaban <strong>de</strong> tal manera que los sacerdotes les prohibieron<br />
comprar esclavas. Des<strong>de</strong> entonces los embalsamadores tuvieron que<br />
prepararse ellos mismos la comida y lavar sus ropas, y se contentaban<br />
con gozar <strong>de</strong> los cadáveres. Pero se justificaban diciendo que una vez,<br />
durante el reinado <strong>de</strong>l gran rey, habían llevado a la Casa <strong>de</strong> la Muerte<br />
a una mujer que se <strong>de</strong>spertó durante el tratamiento, lo cual fue un<br />
milagro en honor <strong>de</strong> Amón y una alegría <strong>de</strong> los parientes y el marido<br />
<strong>de</strong> la mujer. Por esto era para ellos un piadoso <strong>de</strong>ber tratar <strong>de</strong><br />
renovar el milagro recalentando con su espantoso calor a las mujeres<br />
que les traían, salvo si eran <strong>de</strong>masiado viejas, para que su<br />
resurrección pudiese causar júbilo a alguien. No sabría <strong>de</strong>cir si los<br />
sacerdotes estaban al corriente <strong>de</strong> estas prácticas, porque todo<br />
aquello ocurría <strong>de</strong> noche y en secreto, cuando la Casa <strong>de</strong> la Muerte<br />
estaba cerrada.<br />
Quien se hubiese contratado como embalsamador en la Casa <strong>de</strong> la<br />
Muerte, salía <strong>de</strong> ella raramente, para evitar los sarcasmos, y pasaba<br />
su vida entre los cadáveres. Los primeros días, los consi<strong>de</strong>raba a<br />
todos como malditos <strong>de</strong> los dioses y sus palabras, mientras<br />
profanaban los cuerpos y se mofaban <strong>de</strong> ellos, me causaban espanto.<br />
Al principio no vi más que a los más endurecidos e impúdicos, que<br />
gozaban dándome ór<strong>de</strong>nes y confiándome las tareas más<br />
repugnantes; pero más tar<strong>de</strong> me di cuenta <strong>de</strong> que entre ellos había<br />
también hábiles profesionales cuya ciencia se transmitía <strong>de</strong>l mejor al<br />
mejor, que consi<strong>de</strong>raban su arte como muy digno <strong>de</strong> respeto y<br />
completamente esencial. Cada uno tenía su especialidad, como en la<br />
Casa <strong>de</strong> la Vida, y uno trataba la cabeza <strong>de</strong>l cadáver, otro el vientre, el<br />
tercero el corazón, un cuarto los pulmones, hasta que todas las partes<br />
<strong>de</strong>l cuerpo habían sido preparadas para la eternidad.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos se llamaba Ramose, era un hombre ya <strong>de</strong> edad, cuya<br />
tarea era la más <strong>de</strong>licada. El era quien soltaba y sacaba por la nariz el<br />
cerebro <strong>de</strong>l cadáver para lavar <strong>de</strong>spués el cráneo con un aceite<br />
especial. Observó mi habilidad manual y se asombró; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>cidió
instruirme en su arte <strong>de</strong> manera que a la mitad <strong>de</strong> mi estancia en la<br />
Casa <strong>de</strong> la Muerte me tomó como ayudante, lo cual hizo mi existencia<br />
soportable. Mientras a mis ojos todos los embalsamadores eran unos<br />
brutos poseídos cuyos pensamientos y palabras no recordaban en<br />
nada los <strong>de</strong> los hombres que viven bajo el sol, Ramose, como animal,<br />
hacía pensar sobre todo en una tortuga que vive bajo su concha.<br />
Tenía la nuca curvada como la <strong>de</strong> la tortuga y su rostro y sus brazos<br />
estaban arrugados como la piel <strong>de</strong> este animal. Yo le ayudaba en su<br />
trabajo, que era el más limpio y consi<strong>de</strong>rado en la Casa, y su<br />
autoridad era tan gran<strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más no se atrevían ya a gastarme<br />
bromas ni lanzarme intestinos o excrementos. Pero no sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />
procedía esta autoridad, porque no levantaba nunca la voz.<br />
Viendo cómo robaban los embalsamadores y cuán poco se<br />
preocupaban <strong>de</strong> la conservación <strong>de</strong> los cuerpos <strong>de</strong> los pobres, pese a<br />
que el precio fuese elevado, resolví ayudar a mis padres en la medida<br />
<strong>de</strong> lo posible y robar para asegurarles una vida eterna. Porque<br />
estimaba que mi pecado contra ellos era tan abominable que el robo<br />
no podía ensombrecerlo más. En su bondad, Ramose me enseñó<br />
cómo y cuánto podía robar a un cadáver <strong>de</strong> noble, porque no trataba<br />
más que a éstos y yo era su ayudante. Así pu<strong>de</strong> retirar <strong>de</strong>l aljibe<br />
común los cadáveres <strong>de</strong> mis padres y meterles cañas embadurnadas<br />
en pez en el vientre y ro<strong>de</strong>arlos <strong>de</strong> .ban<strong>de</strong>letas, pero no pu<strong>de</strong> ir más<br />
lejos, porque el robo tiene límites precisos que ni aun el propio<br />
Ramose podía traspasar.<br />
Durante su lento y tranquilo trabajo en las cavernas <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong><br />
la Muerte me dio, a<strong>de</strong>más, sabias enseñanzas. Con el tiempo, me<br />
atreví a hacerle preguntas y no se molestó. Mi nariz se había<br />
acostumbrado ya a la pestilencia <strong>de</strong> la Casa, porque el hombre se<br />
adapta fácilmente a todo y la cordura <strong>de</strong> Ramose disipó mi temor.<br />
Le pregunté en primer lugar por qué los embalsamadores<br />
blasfemaban incesantemente y se peleaban por los cadáveres <strong>de</strong> las<br />
mujeres no pensando más que en su pasión carnal, cuando hubiera<br />
sido <strong>de</strong> creer que se hubiese ya calmado al vivir tantos años, día tras<br />
día, en compañía <strong>de</strong> la muerte. Ramose me dijo:<br />
-Son hombres <strong>de</strong> baja extracción y su voluntad se revuelca por el<br />
fango <strong>de</strong> la misma manera que el cuerpo <strong>de</strong>l hombre no es más que<br />
fango si se <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>scomponer. Pero el fuego alienta una pasión por la<br />
vida, y esta pasión ha hecho nacer las bestias y los hombres y estoy<br />
seguro <strong>de</strong> que ha suscitado también los dioses. Por cuanto más cerca<br />
está el hombre <strong>de</strong> la muerte, más fuerte surge en él la llamada <strong>de</strong>l<br />
fango si su voluntad vive en él, por esto la muerte calma al virtuoso,<br />
pero transforma al hombre vil en una bestia que, incluso atravesado<br />
por una flecha, vierte su simiente en la arena. Y el cuerpo <strong>de</strong> estos
hombres ha sido atravesado por una flecha, <strong>de</strong> lo contrario no<br />
estarían aquí. No te asombres, pues, <strong>de</strong> su conducta, sino ten piedad<br />
<strong>de</strong> ellos. Porque no causan mal ni perjuicio al cadáver, puesto que el<br />
cadáver está frío y no siente nada, pero cada vez se hacen daño a sí<br />
mismos porque vuelven a caer en el fango.<br />
Pru<strong>de</strong>nte y lentamente, metiendo unos cortos instrumentos en la<br />
nariz, rompía los débiles huesos <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong>l cráneo <strong>de</strong> un noble y<br />
<strong>de</strong>spués, tomando unas largas pinzas flexibles, extraía el cerebro, que<br />
<strong>de</strong>positaba en una ánfora que contenía un aceite fuerte.<br />
-¿Por qué -le pregunté yo- hay que conservar eternamente el<br />
cuerpo, pese a que esté frío y no sienta nada?<br />
Ramose me miró con sus diminutos ojos <strong>de</strong> tortuga, se secó las<br />
manos y bebió cerveza.<br />
-Siempre se ha hecho y siempre se hará -dijo-. ¿Quién soy yo para<br />
explicarte una costumbre que se remonta al comienzo <strong>de</strong> los tiempos?<br />
Pero se dice que en la tumba, el Ka <strong>de</strong>l hombre, que es su alma,<br />
recupera el cuerpo Y come el alimento que se le ofrece y goza <strong>de</strong> las<br />
flores que tiene <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Pero el Ka consume muy poco, <strong>de</strong><br />
manera que el ojo humano no pue<strong>de</strong> darse cuenta. Por esto la misma<br />
ofrenda pue<strong>de</strong> servir para varios, y la ofrenda al faraón pasa <strong>de</strong> su<br />
tumba a la <strong>de</strong> los nobles, y finalmente los sacerdotes la comen cuando<br />
viene la noche. Pero Ka, que es el espíritu <strong>de</strong>l hombre, sale por la<br />
nariz en el momento <strong>de</strong> la muerte y nadie sabe hacia dón<strong>de</strong> vuela.<br />
Pero mucha gente ha atestiguado que es así. Entre Ka y el hombre no<br />
hay más diferencia que ésta: Ka no tiene sombra bajo la luz, mientras<br />
que el hombre sí. Por lo <strong>de</strong>más, son iguales. Esto es lo que se dice.<br />
-Tus palabras son como un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis oídos,<br />
Ramose, -le dije-. No soy ningún imbécil y no tienes que contarme<br />
leyendas que he leído hasta la saciedad. Pero ¿dón<strong>de</strong> está la verdad?<br />
Ramose bebió <strong>de</strong> nuevo cerveza y contempló el cerebro, que en<br />
pequeños fragmentos flotaba sobre el aceite.<br />
-Eres todavía <strong>de</strong>masiado joven y ardiente para hacer estas<br />
preguntas -dijo sonriendo-. Tu corazón está inflamado para que<br />
hables así. Mi corazón es viejo y está cicatrizado y no se atormenta<br />
ya por estas vanas cuestiones. En cuanto a saber si es útil o no para<br />
el hombre que su cuerpo se conserve eternamente, no podría<br />
<strong>de</strong>círtelo, y nadie, ni aun los sacerdotes, lo saben. Pero puesto que<br />
así se ha hecho y se hará en todos los tiempos, lo más cuerdo es<br />
respetar la costumbre, porque así no se causa ningún perjuicio. Lo<br />
que sé es que nadie ha vuelto todavía <strong>de</strong>l país <strong>de</strong>l Poniente para<br />
contar lo que en él ocurre. Algunos preten<strong>de</strong>n que los Ka <strong>de</strong> sus<br />
queridos difuntos vuelven a ellos en sueños para darles consejos,<br />
advertencias y enseñanzas, pero los sueños, sueños son y al alba no
queda nada <strong>de</strong> ellos, se han disipado. Es verdad que una vez una<br />
mujer se <strong>de</strong>spertó en la Casa <strong>de</strong> la Muerte y volvió a sus padres y<br />
marido y que vivió mucho tiempo todavía antes <strong>de</strong> volver a morir,<br />
pero es probable que no estuviese muerta y que alguien la hubiese<br />
hechizado para robar su cuerpo y dirigirla a su antojo como a veces<br />
ocurre. Esta mujer contó que había bajado al valle <strong>de</strong> los muertos,<br />
don<strong>de</strong> todo está oscuro, don<strong>de</strong> unos seres horribles la persiguieron,<br />
entre otros, unos babuinos que querían poseerla y unos monstruos<br />
<strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> cocodrilo que le mordían los senos y todo esto ha sido<br />
consignado por escrito en un documento que se conserva en el<br />
templo y que todos los que lo <strong>de</strong>sean pue<strong>de</strong>n leer pagando. Pero,<br />
¿quién pue<strong>de</strong> dar crédito a la narración <strong>de</strong> una mujer? En todo caso,<br />
la muerte surtió para ella el efecto <strong>de</strong> hacerla <strong>de</strong>vota hasta el fin <strong>de</strong><br />
sus días; iba cada día al templo, don<strong>de</strong> disipaba en ofrendas toda la<br />
fortuna <strong>de</strong> su marido, <strong>de</strong> manera que sus hijos quedaron arruinados<br />
y no tuvieron los medios <strong>de</strong> hacer embalsamar su cuerpo una vez<br />
estuvo realmente muerta. A cambio, el templo le dio una tumba e<br />
hizo conservar su cuerpo. Enseñan todavía esta tumba en la Villa <strong>de</strong><br />
los Difuntos, como acaso sepas.<br />
Pero a medida que me hablaba yo me confirmaba en mi<br />
resolución <strong>de</strong> hacer embalsamar los cuerpos <strong>de</strong> mis padres, porque<br />
creo que les <strong>de</strong>bía esto, a pesar <strong>de</strong> que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estaba en la Casa<br />
<strong>de</strong> la Muerte ya no sabía si obtendría con ello algún provecho o no.<br />
Su única alegría y la única esperanza <strong>de</strong> sus últimos días había sido<br />
pensar que sus cuerpos se conservarían eternamente y yo tenía<br />
empeño en ver realizado su <strong>de</strong>seo. Por esto, con la ayuda <strong>de</strong><br />
Ramose, los embalsamé y los envolví en ban<strong>de</strong>letas <strong>de</strong> tela, lo cual<br />
me obligó a pasar cuarenta días y cuarenta noches en la Casa <strong>de</strong> la<br />
Muerte, <strong>de</strong> lo contrario no hubiera tenido tiempo <strong>de</strong> robar lo<br />
suficiente para tratarlos dignamente. Pero no tenía tumba alguna<br />
que darles y ni siquiera un ataúd <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Por esto los cosí a los<br />
dos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una piel <strong>de</strong> buey a fin <strong>de</strong> que viviesen eternamente<br />
juntos.<br />
Nada me retenía ya en la Casa <strong>de</strong> la Muerte, pero vacilaba en<br />
abandonarla porque mi corazón estaba acongojado.<br />
Ramose, conociendo la habilidad <strong>de</strong> mis manos, me pedía que me<br />
quedase a su lado, y como ayudante hubiera podido ganar largamente<br />
mi vida y robar y vivir en los antros <strong>de</strong> la Casa sin que nadie supiese<br />
dón<strong>de</strong> estaba y sin experimentar los sinsabores y contrarieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />
existencia. Sin embargo, no permanecí en la Casa <strong>de</strong> la Muerte. ¿Por<br />
qué? Lo ignoro, porque ahora que estaba acostumbrado al lugar me<br />
encontraba bien en él y no echaba nada <strong>de</strong> menos.
Por esto me lavé y purifiqué lo mejor que supe y salí <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la<br />
Muerte bajo los insultos y las pullas <strong>de</strong> los embalsamadores. No era<br />
que estuviesen mal dispuestos contra mí, sino que era su manera <strong>de</strong><br />
hablar entre ellos. Me ayudaron a llevar la piel <strong>de</strong> buey en que estaban<br />
cosidos los cuerpos <strong>de</strong> mis padres. Pero, pese a que me había lavado<br />
cuidadosamente, la gente se apartaba <strong>de</strong> mí y se tapaba la nariz y<br />
<strong>de</strong>mostraba su repugnancia con gestos, hasta tal punto se me había<br />
impregnado el olor <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte, y nadie se prestó a<br />
pasarme al otro lado <strong>de</strong>l río. Por esto esperé la noche y, sin temor a los<br />
guardias, robé una barca y transporté los cuerpos <strong>de</strong> mis padres a la<br />
necrópolis.<br />
La Villa <strong>de</strong> los Muertos estaba tan vigilada por la noche que no<br />
conseguí encontrar una sola tumba don<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r los cuerpos <strong>de</strong> mis<br />
padres para que viviesen para siempre en ella y se beneficiasen <strong>de</strong> las<br />
ofrendas hechas a los ricos y nobles. Tuve que llevármelos al <strong>de</strong>sierto y<br />
el sol me abrasaba la espalda y me agotaba tanto que me creí a punto<br />
<strong>de</strong> morir. Pero con mi fardo al hombro tomé los peligrosos sen<strong>de</strong>ros a<br />
lo largo <strong>de</strong> las colinas por las cuales sólo los ladrones <strong>de</strong> tumbas se<br />
atreven a aventurarse y entré en el valle prohibido don<strong>de</strong> estaban<br />
enterrados los faraones. Los chacales aullaban, las serpientes<br />
venenosas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto silbaban a mi vista y los escorpiones caminaban<br />
sobre las rocas ardientes, pero yo no tenía miedo, porque mi corazón<br />
estaba endurecido contra todo riesgo y, pese a que fuese joven, hubiera<br />
saludado a la muerte con júbilo si ella hubiese querido <strong>de</strong> mí. No sabía<br />
todavía que la muerte se aparta <strong>de</strong> los que la llaman. Por esto las<br />
serpientes venenosas se apartaban <strong>de</strong> mí y los escorpiones no<br />
intentaban atacarme, y el sol no conseguía consumirme abrasado. Los<br />
guardianes <strong>de</strong> la villa prohibida fueron ciegos y sordos, no me vieron<br />
ni oyeron los guijarros resbalar bajo mis pies. Porque si me hubiesen<br />
visto me hubieran dado muerte en el acto abandonando mi cuerpo a<br />
los chacales. Pero yo llegaba <strong>de</strong> noche y acaso temiesen al valle que<br />
guardaban, porque los sacerdotes habían hechizado y encantado todas<br />
las tumbas reales con su potente magia. Al oír las piedras resbalar por<br />
los flancos <strong>de</strong> las montañas y verme pasar en medio <strong>de</strong> la noche<br />
cargado con una piel <strong>de</strong> buey a la espalda, volvían probablemente la<br />
cabeza y se tapaban la cara, pensando que los difuntos erraban por el<br />
valle. Yo no los evitaba ni hubiera podido evitarlos, puesto que<br />
5
ignoraba la situación <strong>de</strong> sus puestos y no me ocultaba <strong>de</strong> ellos. El Valle<br />
<strong>de</strong> los Reyes se abría ante mí, tranquilo como la muerte en toda su<br />
<strong>de</strong>solación, más majestuosa a mis ojos <strong>de</strong> lo que pudieron ser los<br />
faraones sobre su trono durante su vida.<br />
Anduve toda la noche por el valle en busca <strong>de</strong> la tumba <strong>de</strong> un gran<br />
faraón cuya puerta hubiese sido sellada por los sacerdotes, porque<br />
hasta entonces no había encontrado nada suficientemente bueno para<br />
mis padres. Quería también la tumba cuyo faraón no hubiese tomado<br />
la barca <strong>de</strong> Amón hacía mucho tiempo, para que las ofrendas<br />
estuviesen frescas todavía e impecable el servicio <strong>de</strong>l templo<br />
mortuorio <strong>de</strong> la orilla <strong>de</strong>l río, porque sólo lo mejor era suficientemente<br />
bueno para mis padres, ya que no podía darles una tumba particular.<br />
Cuando la luna se acostó, cavé una fosa al lado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> una<br />
tumba <strong>de</strong> un gran faraón, metí en ella la piel <strong>de</strong> buey en que estaban<br />
cosidos los cuerpos <strong>de</strong> mis padres y volví a cubrirla <strong>de</strong> arena. A lo<br />
lejos, en el <strong>de</strong>sierto, los chacales aullaban, <strong>de</strong> manera que supe que<br />
Anubis erraba por las soleda<strong>de</strong>s y se ocuparía <strong>de</strong> mis padres para<br />
guiarlos durante su último viaje. Estaba seguro <strong>de</strong> que <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
Osiris mis padres pasarían con éxito el pesaje <strong>de</strong> los corazones, aun sin<br />
tener un Libro <strong>de</strong> los Muertos escrito por los sacerdotes y repleto <strong>de</strong><br />
mentiras. Por esto experimentaba un inmenso alivio al amasar la<br />
arena sobre la tumba <strong>de</strong> mis padres. Sabía que vivirían eternamente al<br />
lado <strong>de</strong>l gran faraón y que gozarían humil<strong>de</strong>mente <strong>de</strong> las piadosas<br />
ofrendas. En el país <strong>de</strong>l Poniente podrían navegar en la barca real,<br />
comer el pan <strong>de</strong> los faraones y beber sus vinos. Esto es lo que había<br />
obtenido exponiendo mi cuerpo a las lanzas <strong>de</strong> los guardianes <strong>de</strong>l valle<br />
prohibido pero no hay que darme mérito alguno por esto, porque no<br />
temía sus lanzas, ya que aquella noche la muerte me hubiera sido más<br />
<strong>de</strong>liciosa que la mirra.<br />
Mientras cerraba la tumba, mi mano tropezó con un objeto y vi que<br />
era un escarabajo tallado en una piedra roja, cuyos ojos eran piedras<br />
preciosas y estaba cubierto <strong>de</strong> signos sagrados. Entonces un temblor se<br />
apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí y mis lágrimas resbalaron en la arena, porque en pleno<br />
Valle <strong>de</strong> la Muerte me parecía haber recibido <strong>de</strong> mis padres el signo<br />
que indicaba que estaban tranquilos y felices. Esto es lo que quería<br />
creer, pero no obstante, sabía que aquel escarabajo había caído<br />
seguramente <strong>de</strong> entre los objetos <strong>de</strong>l faraón durante el entierro.<br />
La luna se acostaba y el cielo tomaba un color gris. Me postré sobre<br />
la arena y levantando los brazos saludé a mi padre Senmut y a mi<br />
madre Kipa. Que sus cuerpos duren eternamente y su vida sea feliz en<br />
el reino <strong>de</strong>l Poniente, porque solamente por ellos quería creer en la<br />
existencia <strong>de</strong> este país. Después me alejé sin volver la cabeza. Pero<br />
llevaba en la mano el escarabajo sagrado y su fuerza era gran<strong>de</strong>,
porque los guardianes no me vieron, pese a que yo los viese a ellos<br />
cuando salían <strong>de</strong> sus cabañas para preparar al fuego sus comidas. El<br />
escarabajo era muy po<strong>de</strong>roso, porque mi pie no resbaló sobre la roca<br />
ni las serpientes y los escorpiones me tocaron, a pesar <strong>de</strong> que no<br />
llevaba ya la piel <strong>de</strong> buey sobre los hombros. Aquella misma noche<br />
alcancé la ribera <strong>de</strong>l Nilo y bebí el agua <strong>de</strong>l Nilo, <strong>de</strong>spués me acosté<br />
entre los cañaverales y me dormí. Mis pies estaban llenos <strong>de</strong> sangre y<br />
mis manos <strong>de</strong>sgarradas; y el <strong>de</strong>sierto me había <strong>de</strong>slumbrado, mi<br />
cuerpo ardía y estaba cubierto <strong>de</strong> ampollas, pero vivía, y el dolor no<br />
me impidió dormir porque estaba muy cansado.<br />
Por la mañana me <strong>de</strong>spertaron los gritos <strong>de</strong> los patos entre las<br />
cañas. Amón atravesaba el cielo en su barca dorada y el ruido <strong>de</strong> la<br />
villa llegaba hasta mí a través <strong>de</strong>l río. Las barcas y los navíos<br />
<strong>de</strong>scendían por el río con sus velas limpias y las lavan<strong>de</strong>ras agitaban<br />
sus palas y reían y gritaban trabajando. El alba era joven, y clara, pero<br />
mi corazón estaba vacío y la vida era ceniza en mis manos.<br />
Los dolores <strong>de</strong> mi cuerpo me causaban júbilo, porque daban un<br />
cierto sentido a mi existencia. Hasta entonces no había tenido más que<br />
un objeto y mi única tarea había sido asegurar a mis padres la vida<br />
eterna que les había robado precipitándolos a una muerte prematura.<br />
Mi crimen estaba expiado, pero mi vida no tenía objeto ni sentido. No<br />
llevaba sobre mí más que un trozo <strong>de</strong> tela hecha jirones, como el traje<br />
<strong>de</strong> un esclavo; mi espalda estaba cubierta <strong>de</strong> ampollas y no tenía la<br />
más pequeña moneda con que comprar alimentos. Si me movía sabía<br />
que pronto los guardianes me preguntarían quién era y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />
venía, y yo no sabría contestar, porque me figuraba que el hombre <strong>de</strong><br />
Sinuhé estaba maldito y <strong>de</strong>shonrado para siempre. Por esto no podía<br />
tampoco dirigirme a mis amigos, no <strong>de</strong>bía hacerles compartir mi<br />
infamia y no quería verles levantar el brazo en signo <strong>de</strong> reproche o<br />
volverme la espalda. Creía que había causado ya suficiente escándalo.<br />
Tales eran mis reflexiones cuando me di cuenta <strong>de</strong> que un ser<br />
viviente rondaba a mi alre<strong>de</strong>dor, pero no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong> momento<br />
consi<strong>de</strong>rarlo un hombre, tal era su aspecto <strong>de</strong> fantasma <strong>de</strong> pesadilla.<br />
Un agujero ocupaba el sitio <strong>de</strong> su nariz; sus orejas estaban cortadas y<br />
su <strong>de</strong>macración era espantosa; mirándolo mejor vi que sus manos eran<br />
gruesas y nudosas y su cuerpo vigoroso y cubierto <strong>de</strong> equimosis<br />
producidas por los fardos y las cuerdas.<br />
6
En cuanto se dio cuenta <strong>de</strong> que lo había visto me dirigió la palabra y<br />
dijo: -¿Qué llevas en tu puño cerrado?<br />
Abrí la mano, le mostré el escarabajo sagrado <strong>de</strong>l faraón que había<br />
encontrado en la arena, y me dijo:<br />
-Dámelo para que me traiga suerte, porque tengo necesidad <strong>de</strong> ella.<br />
Pero yo le respondí:<br />
-También yo soy pobre y no poseo más que este escarabajo. Quiero<br />
conservarlo como talismán para que me traiga suerte.<br />
Y él dijo:<br />
-Aunque sea pobre y miserable te daré por él una pieza <strong>de</strong> plata, y<br />
no obstante, es mucho para un trozo <strong>de</strong> piedra pintada. Pero tengo<br />
piedad <strong>de</strong> tu pobreza. Por esto te daré una pieza <strong>de</strong> plata.<br />
Sacó una moneda <strong>de</strong> su cinturón, pero yo estaba firmemente<br />
<strong>de</strong>cidido a guardar el escarabajo, porque <strong>de</strong> repente<br />
me imaginé que iba a asegurarme el éxito, y así se lo dije al hombre.<br />
Pero éste respondió con cólera:<br />
-Olvidas que hubiera podido asesinarte mientras dormías, porque<br />
te he observado largo tiempo y me preguntaba qué tendrías en tu<br />
mano crispada. He esperado tu <strong>de</strong>spertar, pero ahora lamento no<br />
haberte dado muerte, puesto que eres tan ingrato.<br />
Yo le contesté en estos términos:<br />
-Por tu nariz y tus orejas veo que eres un criminal y que has huido<br />
<strong>de</strong> las minas. Si me hubieses matado durante mi sueño hubieras<br />
realizado una buena acción, porque estoy solo y no sé adón<strong>de</strong><br />
dirigirme. Pero ten cuidado y huye, porque si los guardias te ven aquí<br />
te cogerán y colgarán <strong>de</strong> la pared cabeza abajo o te mandarán <strong>de</strong> nuevo<br />
a las minas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> te has escapado.<br />
Y él dijo:<br />
-Podría matarte todavía ahora si quisiera, porque en mi miseria soy<br />
fuerte. Pero renuncio a hacerlo a cambio <strong>de</strong> una piedra porque<br />
estamos cerca <strong>de</strong> la Villa <strong>de</strong> los Difuntos y los guardianes podrían oír<br />
tus gritos. Guarda, pues, tu talismán: acaso tengas más necesidad <strong>de</strong> él<br />
que yo. Me pregunto también <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> vienes, puesto que no sabes<br />
que no tengo ya nada que temer <strong>de</strong> los guardias, que soy libre y ya no<br />
esclavo. Podría irme a la villa, pero no quiero, porque los chiquillos<br />
tienen miedo <strong>de</strong> mi rostro.<br />
-¿Cómo pue<strong>de</strong> ser libre un con<strong>de</strong>nado a perpetuidad en las minas?<br />
Tu nariz y tus orejas cortadas te traicionan -le dije irónicamente,<br />
porque imaginaba que era jactancia.<br />
-No me ofendo <strong>de</strong> tus palabras porque soy piadoso y temo a los<br />
dioses -dijo-. Por esto no te he matado durante tu sueño. Pero,<br />
¿ignoras verda<strong>de</strong>ramente que, cuando su coronación, el príncipe<br />
here<strong>de</strong>ro ha mandado romper todas las ca<strong>de</strong>nas y liberar a los<br />
con<strong>de</strong>nados a las minas y canteras <strong>de</strong> manera que a partir <strong>de</strong> entonces<br />
sólo trabajan en ellas los hombres libres a cambio <strong>de</strong> un salario?<br />
Así fue como me enteré <strong>de</strong> que el nuevo faraón había subido al trono<br />
con el nombre <strong>de</strong> Amenhotep IV y que había liberado a todos los<br />
esclavos, <strong>de</strong> manera que las minas y las canteras <strong>de</strong> las riberas <strong>de</strong>l mar<br />
oriental estaban tan <strong>de</strong>siertas como las <strong>de</strong>l Sinaí. Porque nadie en<br />
Egipto estaba suficientemente loco para ir a trabajar voluntariamente
en las minas. La gran esposa real era ahora la princesa <strong>de</strong> Mitanni, que<br />
jugaba con sus muñecas, y el faraón era un jovenzuelo que adoraba a<br />
un nuevo dios.<br />
-Su dios es ciertamente un ser extraordinario -dijo el antiguo<br />
minero-, puesto que incita al faraón a estos actos insensatos. Porque<br />
los bandidos y los asesinos se pasean ahora en libertad por los dos<br />
reinos, las minas están <strong>de</strong>siertas y Egipto no se enriquece ya. Cierto es<br />
que soy inocente <strong>de</strong> todo <strong>de</strong>lito y fui castigado injustamente, pero<br />
siempre fue y será así. Por esto es insensato liberar a centenares <strong>de</strong><br />
miles <strong>de</strong> criminales a fin <strong>de</strong> rendir justicia a un inocente. Pero esto es<br />
asunto <strong>de</strong>l faraón y no mío.<br />
Mientras hablaba me miraba y me tocaba las manos y las ampollas<br />
<strong>de</strong> mi espalda. El olor <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte no le incomodaba y<br />
sentía probablemente piedad <strong>de</strong> mi juventud, porque me dijo:<br />
-El sol te ha abrasado la piel. Tengo aceite. ¿Quieres que te unte? Me<br />
frotó la espalda y los brazos, pero al hacerlo iba murmurando y <strong>de</strong>cía:<br />
-Por Amón, que no sé verda<strong>de</strong>ramente por qué te cuido, porque no<br />
sacaré <strong>de</strong> ello ningún provecho y nadie me cuidó cuando estaba<br />
apaleado y herido y mal<strong>de</strong>cía a todos los dioses por la injusticia <strong>de</strong> que<br />
era víctima. Yo sabía que todos los esclavos y los con<strong>de</strong>nados<br />
protestaban <strong>de</strong> su inocencia, pero aquel hombre había sido bueno para<br />
mí. Por esto quería <strong>de</strong>mostrarle mi agra<strong>de</strong>cimiento y estaba tan<br />
abandonado que temía verlo partir y quedarme solo con mi angustia.<br />
Por esto le dije:<br />
-Cuéntame la injusticia <strong>de</strong> que fuiste víctima a fin <strong>de</strong> que pueda<br />
<strong>de</strong>plorarla contigo.<br />
Y habló así:<br />
-El dolor me fue arrancado <strong>de</strong>l cuerpo a bastonazos durante el<br />
primer año en la mina. La cólera fue más resistente, porque fueron<br />
necesarios cinco años para librarme <strong>de</strong> ella y para que mi corazón<br />
fuese huérfano <strong>de</strong> todo sentimiento humano. Pero será mejor que te<br />
cuente toda mi historia para distraerte porque, frotando tus llagas, te<br />
he hecho seguramente daño. Debes saber, pues, que yo era un hombre<br />
libre que cultivaba la tierra y poseía una cabaña y bueyes, y una mujer<br />
y tenía cerveza en mi jarra. Pero tenía por vecino a un hombre<br />
po<strong>de</strong>roso llamado Anukis (¡que su cuerpo se pudra!). La vista no podía<br />
medir sus tierras y su ganado era numeroso como la arena. Y Mugía<br />
tan fuerte como la resaca <strong>de</strong>l mar, pero a pesar <strong>de</strong> esto <strong>de</strong>seaba mis<br />
bienes. Por esto me buscaba querella, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada crecida el<br />
mojón se acercaba a mi cabaña y yo iba perdiendo tierras. Yo no podía<br />
hacer nada, Porque los geómetras lo escuchaban y rechazaban mis<br />
quejas porque él les hacía buenos regalos. Obstruía así mis canales <strong>de</strong><br />
irrigación y me impedía regar mis campos, <strong>de</strong> manera que mis bueyes
sufrían sed, mis cereales se agostaban y mi jarra se vaciaba <strong>de</strong> cerveza.<br />
Pero cerraba la oreja a mis súplicas; en invierno vivía en Tebas en una<br />
bella mansión y en verano <strong>de</strong>scansaba en sus vastos dominios y sus<br />
esclavos me apaleaban y excitaban a los perros si me atrevía a<br />
acercarme.<br />
El hombre <strong>de</strong> la nariz cortada lanzó un profundo suspiro y <strong>de</strong> nuevo<br />
comenzó a untarme la espalda. Después reanudó su relato.<br />
-Pero viviría todavía en mi cabaña si los dioses no me hubiesen dado<br />
una hija <strong>de</strong> una gran belleza. Tenía cinco hijos y tres hijas, porque el<br />
pobre se reproduce aprisa, y una vez mis hijos fueron mayores<br />
pudieron secundarme y darme gran<strong>de</strong>s alegrías, pese a que un<br />
merca<strong>de</strong>r sirio me robó uno. Pero la menor <strong>de</strong> mis hijas era muy bella,<br />
y yo, en mi locura, me alegraba <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong> manera que no tenía<br />
necesidad <strong>de</strong> hacer gran<strong>de</strong>s trabajos ni <strong>de</strong> tostarse la piel en los<br />
campos ni transportar agua. Hubiera obrado más cuerdamente<br />
cortándole el cabello y ennegreciéndole la piel, porque mi vecino<br />
Anukis la vio y la <strong>de</strong>seó, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces no tuve ya tranquilidad. Me<br />
citó en justicia y juró que mis bueyes habían hollado sus tierras, que<br />
mis hijos habían obstruido malvadamente sus canales <strong>de</strong> irrigación y<br />
que habían arrojado animales muertos a sus pozos. Juró también que<br />
le había pedido trigo prestado durante los años malos y sus esclavos<br />
certificaron la exactitud <strong>de</strong> sus quejas y el juez se negó a escucharme.<br />
Pero el vecino me hubiera <strong>de</strong>jado mis campos si le hubiese dado mi<br />
hija. No consentí en ello, porque esperaba que a causa <strong>de</strong> su belleza<br />
encontraría un marido conveniente que me sostendría durante los días<br />
<strong>de</strong> mi vejez y sería generoso conmigo. Finalmente, los esclavos <strong>de</strong><br />
Anukis cayeron sobre mí y yo no tenía más que un bastón, pero uno <strong>de</strong><br />
ellos recibió un golpe en la cabeza y murió. Entonces me cortaron la<br />
nariz y las orejas y me mandaron a las minas, y mi mujer y mis hijos<br />
fueron vendidos para pagar mis <strong>de</strong>udas, pero la pequeña le tocó a<br />
Anukis, quien <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber abusado <strong>de</strong> ella, la cedió a sus<br />
esclavos. Por esto te digo que se cometió una injusticia conmigo<br />
mandándome a las minas. Ahora que al cabo <strong>de</strong> diez años el faraón me<br />
ha <strong>de</strong>vuelto la libertad, he regresado en seguida a mi casa, pero la<br />
cabaña había sido <strong>de</strong>rribada y un rebaño <strong>de</strong>sconocido pace por mis<br />
tierras y mi hija no ha querido reconocerme y me ha lanzado agua<br />
caliente a las piernas. Me he enterado <strong>de</strong> que Anukis ha muerto y que<br />
su gran tumba está en la Villa <strong>de</strong> los Muertos <strong>de</strong> Tebas con una gran<br />
inscripción sobre la puerta. He venido a Tebas para alegrar mi corazón<br />
leyendo lo que dice la inscripción, pero no sé leer y nadie me lo ha<br />
leído.<br />
-Si quieres te lo leeré, porque sé leer -dije.
-Que tu cuerpo se conserve eternamente -dijo-, si me haces este<br />
servicio. Porque soy un pobre hombre que cree cuanto está escrito. Por<br />
esto quiero saber antes <strong>de</strong> morir lo que se ha escrito sobre Anukis.<br />
Acabó <strong>de</strong> untarme el cuerpo y lavó mi pobre <strong>de</strong>lantal en el río.<br />
Fuimos juntos a la Villa <strong>de</strong> los Muertos y los guardias no nos<br />
<strong>de</strong>tuvieron. Después <strong>de</strong> haber caminado por entre las hileras <strong>de</strong><br />
tumbas, llegó a una gran tumba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cual habían <strong>de</strong>positado<br />
carne y muchos frutos, pasteles y flores. Una jarra <strong>de</strong> vino sellada<br />
estaba al lado <strong>de</strong> la puerta. El hombre <strong>de</strong> la nariz cortada se sirvió y<br />
me ofreció también comida; <strong>de</strong>spués me pidió que le leyese la<br />
inscripción.<br />
-«Yo, Anukis, he cultivado el trigo y plantado árboles y mis cosechas<br />
eran abundantes, porque temía a los dioses y les ofrecía la quinta parte<br />
<strong>de</strong> mis cosechas. El Nilo me testimoniaba su favor y en mis dominios<br />
nadie conoció el hambre; mientras viví mis vecinos no conocieron el<br />
hambre tampoco, porque llevaba el agua a sus campos y les daba trigo<br />
los años <strong>de</strong> penuria. Secaba las lágrimas <strong>de</strong> los huérfanos y no<br />
<strong>de</strong>spojaba a las viudas, sino que renunciaba a todos mis créditos sobre<br />
ellas, <strong>de</strong> manera que todos, <strong>de</strong> un extremo a otro <strong>de</strong>l país, ben<strong>de</strong>cían<br />
mi nombre. A quien había perdido un buey, yo, Anukis, le daba uno<br />
más bello. Me oponía al cambio fraudulento <strong>de</strong> los mojones y no<br />
impedía que el agua corriese por los campos <strong>de</strong> mis vecinos, porque fui<br />
justo y piadoso cada día <strong>de</strong> mi vida. He aquí todo lo que he hecho yo,<br />
Anukis, a fin <strong>de</strong> que los dioses me sean propicios y faciliten mi viaje<br />
hacia el país <strong>de</strong> Poniente.»<br />
El hombre <strong>de</strong> la nariz cortada me había escuchado con atención y al<br />
final <strong>de</strong> la lectura lloraba amargamente. Después me dijo:<br />
-Soy un pobre hombre y creo todo lo que está escrito. Veo, pues, que<br />
Anukis era un hombre piadoso y que se le honra <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto.<br />
Las generaciones futuras leerán la inscripción sobre su puerta y lo<br />
honrarán. Pero yo soy un criminal sin nariz ni orejas, <strong>de</strong> manera que<br />
todos ven mi infamia y cuando muera seré arrojado al río y no existiré<br />
ya más. ¿No es acaso todo vanidad en este bajo mundo?<br />
Rompió el precinto <strong>de</strong> la jarra y bebió un buen trago. Un guardián se<br />
acercó a él amenazándole con su bastón, pero el hombre le dijo:<br />
Anukis me hizo mucho bien durante su vida. Por esto quiero honrar su<br />
memoria comiendo y bebiendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su tumba. Pero si pones la<br />
mano sobre mí o sobre mi amigo, que es un hombre instruido, puesto<br />
que sabe leer las inscripciones, <strong>de</strong>bes saber que somos numerosos en<br />
los cañaverales y tenemos cuchillos, <strong>de</strong> manera que vendremos por la<br />
noche a cortarte el cuello. Pero me apenaría, porque soy un hombre<br />
piadoso que cree en los dioses y no quiere hacer daño a nadie. Por esto
creo mejor que nos <strong>de</strong>jes en Paz y hagas como si no nos vieses. Será<br />
mejor para ti.<br />
Movía los ojos y estaba tan horrible en sus andrajos, <strong>de</strong> manera que<br />
el guardián juzgó pru<strong>de</strong>nte retirarse. Comimos y bebimos junto a la<br />
tumba <strong>de</strong> Anukis y el lugar <strong>de</strong> las ofrendas era fresco y umbrío.<br />
Después <strong>de</strong> haber bebido, el hombre <strong>de</strong> la nariz cortada habló:<br />
-Ahora comprendo que hubiera tenido que ce<strong>de</strong>r voluntariamente<br />
mi hija a Anukis. Acaso me hubiese <strong>de</strong>jado mis campos e incluso me<br />
hubiera hecho regalos, porque mi hija era bella e inocente y ahora no<br />
es más que una vieja estera usada por los esclavos. Ahora sé ya que en<br />
este mundo no hay otro <strong>de</strong>recho que el <strong>de</strong>l rico y el fuerte y que el<br />
lamento <strong>de</strong>l pobre no llega a los oídos <strong>de</strong>l faraón.<br />
Levantó la jarra riéndose ruidosamente y dijo:<br />
-A tu salud, justo Anukis; que tu cuerpo se conserve eternamente,<br />
porque no tengo el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> seguirte hacia el país <strong>de</strong>l Poniente,<br />
don<strong>de</strong> tú y tus semejantes lleváis una vida alegre con el permiso <strong>de</strong> los<br />
dioses. Pero a mi juicio sería equitativo que continuases tus bonda<strong>de</strong>s<br />
sobre la tierra y que compartieses conmigo las copas <strong>de</strong> oro y las joyas<br />
que hay en tu tumba. Por esto la noche próxima volveré a saludarte si<br />
la luna se oculta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las nubes.<br />
-¿Qué dices, hombre? -exclamé, asustado, haciendo al mismo<br />
tiempo con la mano el signo sagrado <strong>de</strong> Amón-. No vas a comenzar a<br />
robar las tumbas, porque es el más infamante <strong>de</strong> todos los crímenes a<br />
los ojos <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> los hombres...<br />
Pero bajo el efecto <strong>de</strong>l vino respondió:<br />
-Divagas con elocuencia, pero Anukis es mi <strong>de</strong>udor y yo no soy tan<br />
generoso como él; reclamo mi crédito. Si quieres impedírmelo te<br />
romperé la nuca; pero si eres razonable me ayudarás, porque cuatro<br />
ojos ven más que dos y juntos podremos llevarnos <strong>de</strong> la tumba el doble<br />
<strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> llevar un hombre solo.<br />
-No tengo interés en que me cuelguen <strong>de</strong> las murallas cabeza abajo -<br />
dije con inquietud.<br />
Pero, reflexionando, me dije que mi vergüenza no sería mayor si mis<br />
amigos me veían en esta postura, y la muerte en sí misma no me<br />
asustaba. Cuando hubimos apurado la jarra la rompimos y lanzamos<br />
los trozos a las tumbas vecinas. Los guardias no nos dijeron nada y nos<br />
volvieron la espalda, porque nos tenían miedo. Por la noche, los<br />
soldados venían a proteger las tumbas <strong>de</strong> la Villa <strong>de</strong> los Muertos, pero<br />
el nuevo faraón no les había hecho regalos como era la costumbre. Por<br />
esto murmuraban y encendían antorchas y penetraban en las tumbas<br />
fracturándolas para saquearlas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber bebido vino, porque<br />
había muchas jarras en los abrigos <strong>de</strong> las ofrendas. Nadie nos impidió<br />
forzar la tumba <strong>de</strong> Anukis, volcar el ataúd y llevarnos tantas copas <strong>de</strong>
oro como pudimos coger. Al alba numerosos merca<strong>de</strong>res sirios<br />
esperaban en la ribera, dispuestos a comprar los objetos robados y<br />
llevárselos en sus barcas. Les vendimos nuestro botín y nos dieron oro<br />
y plata por cerca <strong>de</strong> doscientos <strong>de</strong>ben, que nos repartimos, según el<br />
peso marcado sobre el oro y la plata. Pero el precio que recibimos no<br />
era más que una ínfima fracción <strong>de</strong>l valor real <strong>de</strong> los objetos, y el oro<br />
con que nos pagaron no era puro. El hombre <strong>de</strong> la nariz cortada<br />
estaba, sin embargo en el colmo <strong>de</strong> su júbilo y me dijo:<br />
-Heme, pues, rico, porque, verda<strong>de</strong>ramente, este oficio es más<br />
lucrativo que el <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargador o portador <strong>de</strong> agua en los campos.<br />
Pero yo le respondí:<br />
-Tanto va el cántaro a la fuente que al final se quiebra.<br />
Y así nos separamos y un merca<strong>de</strong>r me llevó en su barca al otro lado<br />
<strong>de</strong>l río y llegué a Tebas. Me compré ropas nuevas y comí y bebí en una<br />
taberna, porque mi cuerpo no olía ya a la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Pero<br />
durante todo el día se oyó al otro lado <strong>de</strong>l río toques <strong>de</strong> trompetas y<br />
ruido <strong>de</strong> armas. Los carros <strong>de</strong> guerra recorrían las avenidas y los<br />
guardias <strong>de</strong> corps <strong>de</strong>l faraón atravesaban con sus lanzas a los soldados<br />
que habían saqueado las tumbas y a los mineros liberados, cuyos<br />
aullidos llegaban hasta la villa. Aquella noche el muro se cubrió <strong>de</strong><br />
cuerpos cabeza abajo y el or<strong>de</strong>n reinó en Tebas.<br />
Después <strong>de</strong> una noche transcurrida en una posada me acerqué a mi<br />
antigua casa y llamé a Kaptah. Llegó cojeando y con una mejilla<br />
tumefacta, pero al verme, lloró <strong>de</strong> júbilo con su único ojo y se arrojó a<br />
mis pies diciendo:<br />
-¡Oh dueño mío, hete aquí cuando ya te creía muerto! Porque me<br />
<strong>de</strong>cía que si vivieses hubieras vuelto a pedirme plata y cobre. Porque<br />
cuando se da una vez hay que darlo siempre. Pero no venías y, sin<br />
embargo, yo robaba para ti a mi nuevo dueño (¡que su cuerpo se<br />
<strong>de</strong>scomponga!) tanto como podía, como pue<strong>de</strong>s verlo por mi mejilla y<br />
mi pierna que han recibido <strong>de</strong> golpes. Su madre, este cocodrilo (¡que<br />
se disuelva en polvo!), ha amenazado con ven<strong>de</strong>rme y estoy muy<br />
asustado. Apresurémonos, pues, a huir los dos <strong>de</strong> esta casa maldita.<br />
Vacilé y él comprendió los motivos, porque añadió:<br />
-En verdad he robado tanto que durante algún tiempo podré<br />
mantenerte, ¡oh dueño mío!, y cuando el dinero llegue a su fin,<br />
7
trabajaré para ti, a condición <strong>de</strong> que me saques <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> este<br />
cocodrilo y <strong>de</strong>l imbécil <strong>de</strong> su hijo.<br />
-He venido a pagarte mi <strong>de</strong>uda, Kaptah -le dije, dándole oro y plata<br />
en cantidad mucho mayor <strong>de</strong> la que me había<br />
prestado-. Pero, si lo <strong>de</strong>seas, puedo comprarte a tu amo a fin <strong>de</strong> que<br />
puedas ir libremente adon<strong>de</strong> quieras.<br />
Al sentir en su mano el peso <strong>de</strong>l oro y la plata, Kaptah llegó al colmo<br />
<strong>de</strong> su júbilo y comenzó a bailar pese a que era viejo, olvidando su<br />
cojera. Después tuvo vergüenza <strong>de</strong> su conducta y dijo:<br />
-En realidad he vertido amargas lágrimas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberte dado<br />
mi peculio, pero no me guar<strong>de</strong>s rencor. Y si me comprabas para<br />
liberarme, ¿adón<strong>de</strong> iría yo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido esclavo toda la vida?<br />
Sin ti, soy un gato ciego o un cor<strong>de</strong>ro abandonado por su madre. Y,<br />
a<strong>de</strong>más, es inútil malgastar todo este dinero para comprar lo que ya te<br />
pertenece.<br />
-Guiñó maliciosamente su ojo único y dijo en tono astuto-:<br />
Esperándote, me he ido informando cada día <strong>de</strong> los barcos que salen.<br />
En este instante está aparejando un barco que inspira confianza y<br />
saldrá hacia Simyra, y creo que podríamos arriesgarnos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber hecho una ofrenda suficiente a los dioses. La única contrariedad<br />
es que no he encontrado todavía un dios suficientemente po<strong>de</strong>roso<br />
para remplazar a Amón, <strong>de</strong> quien he renegado por haberme traído<br />
tantos sinsabores. Me he informado respecto a los diferentes dioses y<br />
he probado en seguida el nuevo dios <strong>de</strong>l faraón, cuyo templo acaba <strong>de</strong><br />
abrirse y al que va mucha gente para ganarse el favor <strong>de</strong>l faraón. Pero<br />
se dice que el faraón afirma que su dios sólo vive <strong>de</strong> la verdad, y por<br />
eso temo que sea un dios muy complicado, lo cual no me sería útil.<br />
Recordé el escarabajo que había encontrado y lo mostré a Kaptah<br />
diciendo:<br />
-He aquí un dios muy po<strong>de</strong>roso aunque sea <strong>de</strong> pequeño tamaño.<br />
Consérvalo cuidadosamente, porque creo que nos traerá suerte, puesto<br />
que tengo ya oro en mi bolsa. Disfrázate <strong>de</strong> sirio y huye, si<br />
verda<strong>de</strong>ramente lo <strong>de</strong>seas, pero no me reproches nada si te cogen. Que<br />
este pequeño dios te ayu<strong>de</strong>, porque, verda<strong>de</strong>ramente, es mejor<br />
economizar nuestro dinero para pagar nuestro pasaje hasta Simyra. En<br />
Tebas, en efecto, no me atrevo a mirar las gentes cara a cara, y<br />
tampoco en todo Egipto. Por esto quiero partir, puesto que tengo que<br />
vivir en alguna parte y no regresaré jamás a Tebas.<br />
Pero Kaptah dijo:<br />
-No hay que jurar nada, ¡oh dueño mío!, porque <strong>de</strong>l mañana nadie<br />
sabe nada y quien ha bebido agua <strong>de</strong>l Nilo no
apagará su sed con otra agua. Pero, por lo <strong>de</strong>más, tu <strong>de</strong>cisión es<br />
cuerda; mas harás mejor en llevarme contigo, porque sin mí eres como<br />
un niño que no sabe doblar sus pañales. No sé qué <strong>de</strong>lito has<br />
cometido, pese a que tus ojos centellean cuando hablas <strong>de</strong> él, pero eres<br />
todavía joven y olvidarás. Un acto humano es como una piedra<br />
arrojada al mar. Cae con gran estrépito y agita el agua, pero al cabo <strong>de</strong><br />
un instante la superficie está <strong>de</strong> nuevo lisa y no se ve ya rastro <strong>de</strong> la<br />
piedra. Lo mismo ocurre con la memoria. Con el tiempo, todo se<br />
olvida, y podrás regresar y espero que entonces serás suficientemente<br />
po<strong>de</strong>roso y rico para protegerme si por casualidad la lista <strong>de</strong> esclavos<br />
fugados me causare perjuicios.<br />
-Parto mañana para no volver -dije resueltamente.<br />
Pero en aquel momento Kaptah fue llamado por la voz aguda <strong>de</strong> su<br />
dueña. Fui a esperarlo a la esquina <strong>de</strong> la calle y<br />
no tardó en comparecer con un cesto y un fardo, haciendo sonar sus<br />
monedas <strong>de</strong> cobre en la mano.<br />
-La madre <strong>de</strong> todos los cocodrilos me manda a hacer compras al<br />
mercado -dijo, encantado-. Naturalmente, como <strong>de</strong> costumbre, no me<br />
ha dado bastante dinero, pero será, <strong>de</strong> todos modos, una pequeña<br />
contribución a la caja <strong>de</strong>l viaje, porque me parece que Simyra está<br />
lejos <strong>de</strong> aquí .<br />
En la cesta estaba su traje y su peluca. Fuimos hasta la ribera y se<br />
cambió <strong>de</strong> ropa entre los cañaverales; yo le<br />
compré un bastón como suelen llevar los servidores <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s y<br />
los corredores. Después fuimos al muelle <strong>de</strong> Siria, don<strong>de</strong> encontramos<br />
un gran barco <strong>de</strong> tres palos con unos obenques <strong>de</strong> proa a popa gruesos<br />
como un hombre, y el pabellón <strong>de</strong> aparejar flotando en lo alto. El<br />
capitán era sirio y estuvo encantado en saber que yo era médico,<br />
porque respetaba la medicina egipcia y la mayoría <strong>de</strong> sus marineros<br />
estaban enfermos. El escarabajo nos había traído realmente suerte,<br />
porque el capitán nos inscribió en el registro <strong>de</strong>l navío y no nos pidió<br />
nada por la travesía, pero teníamos que ganarnos la manutención.<br />
Des<strong>de</strong> aquel instante Kaptah honró al escarabajo como a un dios, lo<br />
ungió con aceite precioso y lo envolvió en una tela fina.<br />
El barco se alejó <strong>de</strong>l muelle, los esclavos se inclinaron sobre sus<br />
remos y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un viaje <strong>de</strong> doce días llegamos a la frontera <strong>de</strong> los<br />
dos reinos. Al cabo <strong>de</strong> doce días más llegamos a un sitio don<strong>de</strong> el río se<br />
divi<strong>de</strong> en dos para lanzarse al mar y dos días <strong>de</strong>spués el mar se abría<br />
ante nosotros. Durante el camino habíamos visto templos y palacios,<br />
campos y rebaños, pero la riqueza <strong>de</strong> Egipto no alegraba mi corazón,<br />
porque tenía prisa en abandonar el país <strong>de</strong> la tierra negra. Mas cuando<br />
el mar se extendió ante nosotros sin que se viese la ribera opuesta,<br />
Kaptah se sintió inquieto y me preguntó si no sería pru<strong>de</strong>nte
<strong>de</strong>sembarcar y llegar a Simyra por tierra a pesar <strong>de</strong> que este viaje fuese<br />
malo y peligroso a causa <strong>de</strong> los bandidos. Su inquietud aumentó<br />
todavía cuando los marineros y los remeros empezaron, según su<br />
costumbre, a gemir y hacerse cortes en la cara con guijarros afilados,<br />
pese a la prohibición <strong>de</strong>l capitán, que no quería que la vista <strong>de</strong> la<br />
sangre asustase a sus numerosos pasajeros. El barco se llamaba El<br />
Delfín. El capitán hizo flagelar a los marineros y los esclavos, pero esto<br />
no disminuyó sus gemidos ni sus gritos, <strong>de</strong> manera que numerosos<br />
pasajeros comenzaron a lamentarse y a sacrificar a sus dioses. Los<br />
egipcios invocaron a Amón y los sirios se arrancaban la barba<br />
llamando a los Baal <strong>de</strong> Simyra, <strong>de</strong> Sidón, <strong>de</strong> Biblos y <strong>de</strong> otras villas,<br />
según su origen.<br />
Por esto le dije a Kaptah que ofreciese un sacrificio a nuestro dios si<br />
tenía miedo, y sacando el escarabajo se postró <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y lanzó al<br />
agua una moneda <strong>de</strong> plata para calmar a las divinida<strong>de</strong>s marinas,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual vertió lágrimas sobre el dios y por la moneda<br />
perdida. Los marineros <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> gritar e izaron las velas, el barco<br />
escoró y comenzó a bailar y los remeros recibieron cerveza y pan.<br />
Pero en cuanto el barco comenzó a cabecear, Kaptah cambió <strong>de</strong><br />
color, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> gritar y se agarró al obenque. Al cabo <strong>de</strong> un instante me<br />
dijo en voz baja con tono plañi<strong>de</strong>ro que el estómago le subía hasta las<br />
orejas y que iba a morir. No me dirigió ningún reproche por haberlo<br />
metido en aquella aventura, sino que me lo perdonó todo, a fin <strong>de</strong> que<br />
los dioses fuesen reconocidos y propicios, porque tenía la débil<br />
esperanza <strong>de</strong> que el agua <strong>de</strong>l mar sería lo suficientemente salada para<br />
conservar su cuerpo, <strong>de</strong> manera que incluso ahogado podría verificar<br />
el último viaje al país <strong>de</strong>l Poniente.<br />
Pero los marinos, que lo habían oído, se burlaron <strong>de</strong> él, diciéndole<br />
que el mar estaba atestado <strong>de</strong> monstruos que lo <strong>de</strong>vorarían antes <strong>de</strong><br />
que hubiese llegado al fondo.<br />
El viento refrescó y el barco cabeceaba furiosamente. El capitán hizo<br />
rumbo a alta mar y perdimos <strong>de</strong> vista la costa. Yo empecé también a<br />
inquietarme un poco, porque me preguntaba cómo encontraríamos la<br />
costa. Y <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> mofarme <strong>de</strong> Kaptah; sentía un vago vértigo y un<br />
profundo malestar. Al cabo <strong>de</strong> un momento Kaptah se <strong>de</strong>splomó sobre<br />
cubierta, su rostro se puso ver<strong>de</strong>, vomitó y no dijo nada más. Entonces<br />
tuve miedo, y viendo que numerosos pasajeros vomitaban y se ponían<br />
ver<strong>de</strong>s y creían rendir el alma, corrí hacia el capitán y le dije que<br />
visiblemente los dioses habían mal<strong>de</strong>cido su navío, porque a pesar <strong>de</strong><br />
toda mi ciencia médica se había <strong>de</strong>clarado a bordo una terrible<br />
epi<strong>de</strong>mia. Por esto le conjuré a que virase en redondo y volviese hacia<br />
la costa mientras era posible todavía, <strong>de</strong> lo contrario, como médico, no<br />
respondía <strong>de</strong> las consecuencias. Añadí que la tempestad que nos
azotaba y sacudía el navío hasta hacer crujir las junturas era terrible,<br />
si bien no quería intervenir en cuestiones pertenecientes a su oficio.<br />
Pero el capitán me calmó y me dijo que navegábamos sencillamente<br />
bajo un vientecillo fresco excelente para navegar, propio para acelerar<br />
la travesía, <strong>de</strong> manera que no tenía que provocar a los dioses hablando<br />
<strong>de</strong> tempesta<strong>de</strong>s. En cuanto a la enfermedad que se había <strong>de</strong>clarado a<br />
bordo provenía únicamente <strong>de</strong> que, habiendo pagado la comida, se<br />
habían hartado con exceso, cosa que causaba un perjuicio consi<strong>de</strong>rable<br />
a la Compañía siria dueña <strong>de</strong>l navío. Por esto en Simyra seguramente<br />
la Compañía <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ofrecer sacrificios a los dioses indicados para<br />
que los pasajeros vomitasen todo lo que habían comido y no agotasen<br />
como fieras la provisiones <strong>de</strong> a bordo.<br />
Esta contestación no acabó <strong>de</strong> convencerme y le pregunté si estaba<br />
seguro <strong>de</strong> encontrar la orilla ahora que la noche había cerrado. Me<br />
aseguró que su camarote encerraba una buena cantidad <strong>de</strong> divinida<strong>de</strong>s<br />
que le ayudarían a encontrar la tierra tanto <strong>de</strong> día como <strong>de</strong> noche, con<br />
la sola condición <strong>de</strong> que las estrellas brillasen <strong>de</strong> noche y el sol <strong>de</strong> día.<br />
Pero era seguramente una mentira, porque no sé que existan dioses <strong>de</strong><br />
esta naturaleza.<br />
Por esto, a fin <strong>de</strong> burlarme un poco <strong>de</strong> él, le pregunté por qué yo no<br />
estaba enfermo como los <strong>de</strong>más pasajeros. Me dijo que era muy<br />
natural, porque me ganaba la manutención a bordo y no causaba<br />
perjuicio a la Compañía . En cuanto a Kaptah, dijo que los esclavos eran<br />
un caso particular; unos caían enfermos y otros no. Pero juró por su<br />
barba que todos los pasajeros estarían sanos como un macho cabrío en<br />
cuanto pusiesen pie a tierra en Simyra, <strong>de</strong> manera que no tenía que<br />
temer por mi reputación <strong>de</strong> médico . Pero viendo el estado lamentable<br />
<strong>de</strong> los pasajeros me costaba creerlo.<br />
En cuanto a saber por qué yo no me sentía enfermo como los <strong>de</strong>más ,<br />
lo ignoro, pero acaso fuese <strong>de</strong>bido a que recién nacido me habían<br />
confiado a una cesta <strong>de</strong> cañas para bajar por el Nilo. No veo otra<br />
explicación. Traté <strong>de</strong> cuidar lo mejor posible a Kaptah, y los pasajeros,<br />
pero me lanzaban improperios en cuanto los tocaba, y Kaptah, cuando<br />
le ofrecí algo <strong>de</strong> comida para fortificarlo, volvió la cabeza y soltó unos<br />
ruidos extravagantes como un hipopótamo que estuviese aliviando su<br />
vientre, a pesar <strong>de</strong> que no tenía nada que evacuar. Jamás hasta<br />
entonces Kaptah había rechazado un plato; por esto empecé a creer<br />
realmente que iba a morir, y estaba muy afligido porque me había<br />
acostumbrado ya a sus vanas divagaciones.<br />
Vino la noche y acabé durmiéndome, pese a que el chasquido <strong>de</strong> las<br />
velas y el estruendo <strong>de</strong> las olas contra los flancos <strong>de</strong>l navío eran<br />
terribles. Pasaron varios días y no murió ningún pasajero; algunos se<br />
restablecieron incluso y volvieron a comer y pasearse por cubierta.
Kaptah seguía echado sin probar comida, pero daba signos <strong>de</strong> vida<br />
implorando la ayuda <strong>de</strong> nuestro escarabajo, lo cual me hizo pensar<br />
que, a pesar <strong>de</strong> todo, pensaba llegar vivo a puerto.<br />
El séptimo día apareció la costa y el capitán me dijo que había<br />
navegado a lo lejos <strong>de</strong> Joppe y <strong>de</strong> Tiro directamente hacia Simyra<br />
gracias al viento favorable. Pero ignoro cómo lo sabía. En todo caso,<br />
Simyra apareció al día siguiente y el capitán hizo ofrendas a los dioses<br />
<strong>de</strong>l mar y <strong>de</strong> su camarote. Se arriaron las velas; los remeros metieron<br />
sus remos en el agua y el navío hizo su entrada en el puerto.<br />
En cuanto estuvimos en agua mansa, Kaptah se levantó y juró por el<br />
escarabajo que nunca más volvería a poner el pie en un navío.<br />
LIBRO QUINTO<br />
LOS KHABIRI<br />
Voy a hablar <strong>de</strong> las villas que en Siria he visitado, pero ante todo hay<br />
que hacer constar que en las tierras rojas ocurre lo contrario que en las<br />
negras. Así ocurre que no hay río, pero el agua cae <strong>de</strong>l cielo y riega la<br />
tierra. Al lado <strong>de</strong> cada valle se levanta una montaña <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cual<br />
hay otro valle, y en cada valle vive un pueblo diferente que tiene un<br />
príncipe in<strong>de</strong>pendiente que paga un tributo al faraón. Hablan lenguas<br />
y dialectos diferentes y los habitantes <strong>de</strong>l litoral viven <strong>de</strong>l mar, ya<br />
como pescadores, ya como navegantes, pero en el interior la población<br />
cultiva los campos y se entrega a una serie <strong>de</strong> robos que las<br />
guarniciones egipcias son impotentes para evitar. Las vestiduras que<br />
llevan son abigarradas y hábilmente tejidas en lana, y se cubren el<br />
cuerpo <strong>de</strong> pies a cabeza, probablemente porque su País es más frío que<br />
Egipto, pero también porque juzgan impúdico <strong>de</strong>scubrir su cuerpo,<br />
salvo para hacer sus necesida<strong>de</strong>s al aire libre, lo cual es un horror para<br />
un egipcio. Llevan barba y el cabello largo y toman siempre sus<br />
comidas en el interior <strong>de</strong> las casas; sus dioses, que difieren en cada<br />
villa, exigen también sacrificios humanos. Estas palabras bastan para<br />
hacer compren<strong>de</strong>r que en los países rojos todo es diferente <strong>de</strong> los<br />
países negros, pero no sabría dar una explicación<br />
satisfactoria.<br />
Así todo el mundo compren<strong>de</strong>rá que los nobles egipcios enviados en<br />
aquellas épocas a las villas <strong>de</strong> Siria para recaudar el tributo <strong>de</strong>l faraón<br />
y mandar las guarniciones, consi<strong>de</strong>rasen su misión más como un
castigo que como un honor y que echasen <strong>de</strong> menos las riberas <strong>de</strong>l río,<br />
salvo algunos que se afeminaban y, seducidos por la novedad,<br />
cambiaban <strong>de</strong> vestiduras y <strong>de</strong> mentalidad y sacrificaban a los dioses<br />
extranjeros. Las costumbres extravagantes <strong>de</strong> Siria, sus continuas<br />
intrigas y sus <strong>de</strong>moras en el pago <strong>de</strong>l tributo, así como las querellas<br />
entre los príncipes, causaban muchas preocupaciones a los<br />
funcionarios egipcios. Había, sin embargo, en Simyra un templo <strong>de</strong><br />
Amón y la colonia egipcia daba festines y vivía sin mezclarse con la<br />
población siria, conservando sus propias costumbres y tratando <strong>de</strong><br />
imaginarse <strong>de</strong> la mejor manera posible estar en Egipto.<br />
Pasé dos años en Siria y aprendí la lengua y la escritura <strong>de</strong><br />
Babilonia, porque me habían dicho que el hombre que las conocía<br />
podía viajar por todo el mundo conocido y hacerse compren<strong>de</strong>r por la<br />
gente <strong>de</strong> cultura. El babilonio se escribe sobre una tablilla <strong>de</strong> arcilla<br />
con un punzón, como todo el mundo sabe, y así es como los reyes se<br />
escriben entre ellos. Pero no podría <strong>de</strong>cir por qué, a menos que sea<br />
porque el papiro se pue<strong>de</strong> quemar, mientras las tablillas se conservan<br />
in<strong>de</strong>finidamente y pue<strong>de</strong>n probar con cuánta rapi<strong>de</strong>z los reyes y los<br />
soberanos olvidan sus alianzas y sus tratados secretos.<br />
Al <strong>de</strong>cir que en Siria todo ocurre <strong>de</strong> forma distinta que en Egipto,<br />
entiendo también que el médico <strong>de</strong>be ir él mismo en busca <strong>de</strong>l<br />
enfermo y que éstos no llaman al médico, sino que toman el que va a<br />
su casa, porque imaginan que ha sido llamado por los dioses. Dan el<br />
regalo al médico antes y no <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la curación, lo cual es favorable<br />
a los médicos, porque un enfermo curado olvida el reconocimiento. Es<br />
también costumbre que los nobles y los ricos tengan un médico titular<br />
a quien hacen regalos mientras gozan <strong>de</strong> buena salud, pero una vez<br />
enfermos no le dan nada hasta que están curados.<br />
Yo me proponía empezar a practicar tranquilamente mi arte en<br />
Simyra, pero Kaptah me dijo: «No.» Su i<strong>de</strong>a era que <strong>de</strong>bía gastar todo<br />
mi dinero en comprar ropas suntuosas y retribuir a los heraldos<br />
encargados <strong>de</strong> cantar mis cualida<strong>de</strong>s por los lugares don<strong>de</strong> se reunía la<br />
gente. Estos hombres <strong>de</strong>bían <strong>de</strong>cir también que yo no iba a buscar a<br />
los enfermos, sino que éstos <strong>de</strong>bían acudir a mi casa, y Kaptah no me<br />
permitía recibir a ningún cliente que no hubiese pagado por lo menos<br />
una pieza <strong>de</strong> oro. Yo le dije que aquello era insensato en una ciudad<br />
don<strong>de</strong> nadie me conocía y cuyas costumbres eran diferentes <strong>de</strong> las <strong>de</strong><br />
la tierra sagrada, pero Kaptah se mantuvo firme y tuve que inclinarme,<br />
porque cuando se le metía una i<strong>de</strong>a en la cabeza era terco como una<br />
mula.<br />
<strong>de</strong>cirles: Me <strong>de</strong>cidió también a ir a ver los mejores médicos <strong>de</strong> Simyra y<br />
<strong>de</strong> -Soy
venido<br />
aprovecharme<br />
a vuestra<br />
<strong>de</strong> vuestra<br />
villa para<br />
ciencia<br />
estudiar<br />
y vuestro<br />
las enfermeda<strong>de</strong>s<br />
saber.<br />
y curarlas, y<br />
No<br />
porque,<br />
es mi<br />
?quién<br />
intención<br />
soy yo<br />
entorpeceros<br />
para rivalizar<br />
en la<br />
con<br />
práctica<br />
vosotros?<br />
<strong>de</strong> vuestra<br />
El oro es<br />
profesión,<br />
polvo para mis pies, y así os propongo que me mandéis a los enfermos<br />
como el<br />
que<br />
vosotros<br />
hayan<br />
no<br />
incurrido<br />
podéis curar,<br />
en la cólera<br />
y sobre<br />
<strong>de</strong> vuestros<br />
todo aquellos<br />
dioses<br />
que<br />
y por<br />
necesiten<br />
esta razón<br />
intervención <strong>de</strong>l cuchillo, que vosotros no empleáis, a fin <strong>de</strong> que vea<br />
la<br />
mi dios pue<strong>de</strong> curarlos. Si lo consigo os daré la mitad <strong>de</strong>l regalo que<br />
si<br />
reciba,<br />
Y si no<br />
porque<br />
los curo,<br />
en<br />
no<br />
realidad<br />
querré<br />
no<br />
recibir<br />
he venido<br />
regalo<br />
aquí<br />
alguno<br />
a amasar<br />
y os los<br />
oro,<br />
<strong>de</strong>volveré<br />
sino saber.<br />
su regalo.<br />
con<br />
Los médicos <strong>de</strong> Simyra a quienes encontraba en la calle o en las<br />
plazas en busca <strong>de</strong> enfermos y a quienes hablaba así, se rascaban la<br />
barba moviendo sus vestidos al tiempo que me <strong>de</strong>cían:<br />
-Eres ciertamente joven, pero tu dios te ha concedido la cordura,<br />
porque tus palabras son agradables a mis oídos,<br />
sobre todo lo que dices respecto al oro y los regalos. Tu proposición<br />
respecto a las operaciones con el cuchillo nos conviene también, porque<br />
al cuidar un enfermo no recurrimos nunca al cuchillo, porque un<br />
enfermo tratado <strong>de</strong> esta forma muere más seguramente que si no ha<br />
sido operado. Lo único que te pedimos es que no cures a la gente por<br />
magia, porque nuestra magia es muy po<strong>de</strong>rosa y en este terreno la<br />
concurrencia es ya muy exagerada en Siria y otras villas <strong>de</strong>l litoral.<br />
Lo que <strong>de</strong>cían <strong>de</strong> la magia era verdad, porque por las calles<br />
circulaban gran número <strong>de</strong> hombres ignorantes que no sabían escribir y<br />
prometían curar a los enfermos por medio <strong>de</strong> la magia y vivían<br />
opulentamente a costa <strong>de</strong> los crédulos hasta que sus clientes se morían<br />
o estaban curados. También sobre este punto diferían <strong>de</strong> Egipto, don<strong>de</strong>,<br />
como todo el mundo sabe, la magia no se practica más que en los<br />
templos, por medio <strong>de</strong> los sacerdotes <strong>de</strong> grado superior, <strong>de</strong> manera que<br />
todos los <strong>de</strong>más que curan <strong>de</strong>ben trabajar en secreto y bajo la amenaza<br />
<strong>de</strong> un severo castigo.<br />
El resultado fue que vi acudir a mí enfermos que los <strong>de</strong>más médicos<br />
no habían podido curar y yo los sanaba, pero a los incurables volvía a<br />
mandarlos a los médicos <strong>de</strong> Simyra. Iba a buscar el fuego sagrado al<br />
templo <strong>de</strong> Amón para purificarme según está mandado y en seguida<br />
me arriesgaba a utilizar el cuchillo y realizar operaciones que<br />
maravillaban a mis colegas <strong>de</strong> Simyra. Conseguí también <strong>de</strong>volver la<br />
vista a un ciego que había sido tratado en vano por los médicos y los<br />
hechiceros con un bálsamo hecho con saliva y polvo. Pero yo lo curé<br />
con una aguja, a la moda egipcia, y este caso me valió una inmensa<br />
reputación, pese a que el enfermo perdiese la vista poco <strong>de</strong>spués,<br />
porque estas curaciones son <strong>de</strong> corta duración.<br />
Los merca<strong>de</strong>res y los ricos <strong>de</strong> Simyra llevan una existencia <strong>de</strong> pereza<br />
y <strong>de</strong> lujo y son más gordos que los egipcios, pero sufren <strong>de</strong> asma y<br />
dolor <strong>de</strong> estómago. Yo los trataba con el cuchillo <strong>de</strong> manera que su<br />
sangre corría como la <strong>de</strong> un cerdo cebado, y cuando mi provisión <strong>de</strong><br />
medicamentos tocó a su fin me felicité por haber aprendido a recoger<br />
las hierbas medicinales los días propicios según la luna y las estrellas,
porque sobre este punto el saber <strong>de</strong> los médicos sirios era tan<br />
insuficiente que no me fiaba <strong>de</strong> sus remedios. A la gente obesa les daba<br />
drogas que calmaban sus dolores <strong>de</strong> estómago y les evitaba sofocarse.<br />
Les vendía estos remedios muy caros, a cada cual según su fortuna, y<br />
no tuve conflicto con nadie porque hacía regalos a los médicos v a las<br />
autorida<strong>de</strong>s, y Kaptah cantaba mis alabanzas y albergaba en mi casa<br />
mendigos y narradores a fin <strong>de</strong> que proclamasen mi fama por las calles<br />
y plazas con objeto <strong>de</strong> que mi nombre no naufragase en el olvido.<br />
Ganaba bastante, y el oro que no utilizaba para mí o para hacer<br />
regalos lo <strong>de</strong>positaba en las casas <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong> Simyra que<br />
mandaban navíos a Egipto, a las islas <strong>de</strong>l mar y al país <strong>de</strong> Khatti, <strong>de</strong><br />
manera que poseía partes <strong>de</strong> navíos, tan pronto una centésima parte,<br />
tan pronto cinco centésimas, según el estado <strong>de</strong> mis finanzas. Algunos<br />
navíos no regresaban jamás a puerto, pero la mayor parte volvían y mi<br />
cuenta en los registros <strong>de</strong> las Compañías se doblaba o triplicaba. Tal<br />
era la costumbre en Simyra, <strong>de</strong>sconocida en Egipto, porque se<br />
juntaban quince o veinte para comprar una participación <strong>de</strong> una<br />
milésima <strong>de</strong> navío o cargamento. Así no tenía que guardar mi oro en<br />
mi casa, porque atrae a los ladrones y bandidos, y todo mi oro estaba<br />
inscrito en los registros <strong>de</strong> las Compañías, <strong>de</strong> manera que cuando iba,<br />
a Biblos o Sidón a cuidar algún enfermo, no tenía necesidad <strong>de</strong><br />
llevarme oro y la Compañía me entregaba una tablilla <strong>de</strong> arcilla y a su<br />
presentación las Compañías <strong>de</strong> Biblos o Sidón me entregaban oro si lo<br />
necesitaba o quería hacer alguna compra. Pero la mayoría <strong>de</strong> las veces<br />
no tenía necesidad <strong>de</strong> recurrir a ello, porque recibía oro <strong>de</strong> los<br />
enfermos a quienes había curado y que me habían llamado <strong>de</strong> Simyra,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber perdido la confianza en los médicos <strong>de</strong> su villa.<br />
Así progresaba y me enriquecía, y Kaptah engordaba y llevaba<br />
vestidos <strong>de</strong> precio y se untaba con perfumes y se volvía arrogante<br />
conmigo y entonces tenía que darle <strong>de</strong> bastonazos. En cuanto a saber<br />
por qué todo iba tan bien, no podría <strong>de</strong>cirlo. Eran joven y creía en mi<br />
ciencia, mis manos no temblaban al manejar el cuchillo y era osado en<br />
el tratamiento <strong>de</strong> mis enfermos, porque no tenía nada que per<strong>de</strong>r. No<br />
<strong>de</strong>spreciaba tampoco la ciencia siria y recurría a ella cuando sus<br />
métodos me parecían buenos, y eran sobre todo hábiles en el manejo<br />
<strong>de</strong>l cauterio en lugar <strong>de</strong>l cuchillo, pese a que este procedimiento fuese<br />
más doloroso para el enfermo.<br />
Pero la razón <strong>de</strong> mi gran éxito era que no envidiaba a nadie ni<br />
rivalizaba con nadie, puesto que partía generosamente mis regalos con<br />
los otros y recibía los enfermos que mis colegas no podían curar, y<br />
para mí el saber era tan importante como el oro. Una vez hube<br />
acumulado suficiente oro para po<strong>de</strong>r vivir lujosamente según mi
ango, éste perdió para mí todo valor y algunas veces curé a algún<br />
indigente para instruirme con sus sufrimientos.<br />
2<br />
Pero seguía solitario y la vida no me procuraba ningún placer. Me<br />
cansé pronto <strong>de</strong>l vino porque no alegraba mi corazón; mi rostro se<br />
ponía negro como el hollín y creía que iba a morir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
bebido. Pero aumentaba mi saber y aprendía la lectura y escritura <strong>de</strong><br />
Babilonia, <strong>de</strong> manera que no tenía un momento <strong>de</strong> ocio durante mis<br />
días, y por la noche mi sueño era profundo.<br />
Estudiaba también los dioses <strong>de</strong> Siria para ver si tendrían algún<br />
mensaje para mí. Como todo lo <strong>de</strong>más, los dioses egipcios se<br />
diferenciaban <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Simyra. Su dios supremo era Baal, <strong>de</strong> Simyra, y<br />
era un dios cruel cuyos sacerdotes castraban y exigían sangre humana<br />
para ser propicio a la villa. El mar pedía también sacrificios y Baal<br />
quería incluso niños, <strong>de</strong> manera que los merca<strong>de</strong>res y las autorida<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> Simyra estaban sin cesar preocupados en encontrar víctimas. Por<br />
esto no había visto en Simyra un solo esclavo <strong>de</strong>forme y los pobres<br />
eran sometidos a castigos espantosos por cualquier bagatela, <strong>de</strong> forma<br />
que el hombre que robaba un pescado para alimentar a su familia era<br />
<strong>de</strong>scuartizado vivo en el altar <strong>de</strong> Baal. En cambio, el hombre que<br />
engañaba al prójimo falseando las pesas o mezclando plata al oro, no<br />
era castigado, sino que se admiraba su astucia y la gente <strong>de</strong>cía: «El<br />
hombre ha sido creado para ser engañado.» Por esto también los<br />
merca<strong>de</strong>res y los capitanes robaban niños incluso en Egipto y a lo<br />
largo <strong>de</strong> las costas para los sacrificios a Baal, lo cual era para ellos un<br />
gran mérito.<br />
Su diosa Astarté, que se llamaba también Ishtar, tenía numerosos<br />
pechos y se la adornaba cada día con ropas finas y joyas y era servida<br />
por mujeres que se llamaban las vírgenes <strong>de</strong>l templo a pesar <strong>de</strong> que no<br />
fuesen ya vírgenes. Al contrario, su función consistía en prostituirse en<br />
el templo y este acto era agradable a la diosa, la cual se mostraba tanto<br />
más favorable cuanto más plata y oro daban los visitantes <strong>de</strong>l templo.<br />
Por esto estas mujeres rivalizaban en habilidad para gustar a los<br />
hombres y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia se las instruía para este fin con objeto <strong>de</strong><br />
que los hombres fuesen generosos con la diosa. Esta costumbre es<br />
también diferente en Egipto, don<strong>de</strong> es un gran pecado divertirse con<br />
una mujer en el terreno <strong>de</strong>l templo y si es sorprendida una pareja se<br />
manda al hombre a las minas y se purifica el templo.
Pero los merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Simyra vigilan estrechamente a sus mujeres<br />
Y las guardan recluidas en sus casas y llevan espesos vestidos <strong>de</strong> la<br />
cabeza a los pies a fin <strong>de</strong> no seducir por su aspecto exterior. Ellos van<br />
al templo a distraer y a adorar a los dioses. Por esto no existen en<br />
Simyra casas <strong>de</strong> placer como en Egipto, y si un hombre no se contenta<br />
con las vírgenes <strong>de</strong>l templo se ve reducido a casarse o comprar una<br />
esclava para divertirse con ella. Cada día numerosas esclavas eran<br />
puestas en venta porque llegaban navíos sin cesar , y las había <strong>de</strong> todos<br />
colores y dimensiones, gordas y flacas, chiquillas y vírgenes, para<br />
contentar y satisfacer todos los gustos. Los esclavos contrahechos eran<br />
comprados a bajo precio por las autorida<strong>de</strong>s para ser sacrificados a<br />
Baal, y los habitantes <strong>de</strong> Simyra sonreían y se golpeaban los muslos<br />
consi<strong>de</strong>rándose muy listos por haber engañado <strong>de</strong> esta forma al dios.<br />
Pero si el esclavo sacrificado era muy viejo o <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntado o inválido o<br />
moribundo, ponían una venda <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong>l dios a fin <strong>de</strong> que<br />
no viese los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> la víctima, <strong>de</strong>leitando al mismo tiempo su<br />
olfato con el olor <strong>de</strong> la sangre vertida en su honor.<br />
También yo sacrificaba a Baal, porque era el dios <strong>de</strong> la villa y era<br />
mejor estar en buenas relaciones con él. Pero, como buen egipcio, no<br />
le ofrecía víctimas humanas, sino que le entregaba oro. Algunas veces<br />
iba también al templo <strong>de</strong> Astarté, que se abría por la noche, y<br />
escuchaba la música contemplando cómo las mujeres <strong>de</strong>l templo, que<br />
me resisto a llamar vírgenes, ejecutaban sus danzas voluptuosas en<br />
honor <strong>de</strong> la diosa. Puesto que era la costumbre, me divertía también<br />
con ellas, y mi estupefacción fue gran<strong>de</strong> cuando me enseñaron muchas<br />
cosas que ignoraba. Pero mi corazón no gozaba con ellas, y no iba más<br />
que por curiosidad, y cuando me hubieron enseñado todo lo que<br />
sabían, me cansé <strong>de</strong> ellas y no volví al templo y a mi juicio nada había<br />
más monótono que su habilidad.<br />
Sin embargo, Kaptah estaba inquieto por mí y movía la cabeza<br />
mirándome, porque mi rostro envejecía y las<br />
arrugas aparecían entre mis cejas, y mi corazón se cerraba. Por esto<br />
esperaba que comprase una esclava para divertirme con ella cuando<br />
tuviese tiempo. Como Kaptah era mi inten<strong>de</strong>nte y tenía mi bolsa me<br />
compró un día una esclava a su gusto, la lavó, la untó y la vistió y me la<br />
mostró una noche cuando, cansado <strong>de</strong> mis cuidados a los enfermos,<br />
<strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>scansar tranquilamente.<br />
Esta esclava venía <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar y tenía la piel blanca y los<br />
dientes sin <strong>de</strong>fectos. No estaba <strong>de</strong>lgada y sus ojos eran redondos y<br />
dulces como los <strong>de</strong> una ternera. Me observaba respetuosamente y<br />
temía la villa extranjera en que había caído. Kaptah me la mostró y me<br />
<strong>de</strong>scribió entusiasmado su belleza, <strong>de</strong> manera que para complacerle<br />
consentí en divertirme con ella. Pero a pesar <strong>de</strong> mis esfuerzos por
omper mi soledad, mi corazón no gozaba Y con mi mejor voluntad no<br />
pu<strong>de</strong> llamarla hermana.<br />
Pero fue un error mostrarme gentil con ella, porque se volvió<br />
orgullosa Y no cesaba <strong>de</strong> estorbarme en mi trabajo. Comía mucho y<br />
engordaba Y reclamaba continuamente joyas, siguiéndome por todas<br />
partes con sus ojos lánguidos y queriendo sin cesar divertirse conmigo.<br />
En vano partía <strong>de</strong> viaje al interior <strong>de</strong>l país y las villas <strong>de</strong> la costa,<br />
porque a mi regreso era la primera en saludarme y lloraba <strong>de</strong> júbilo<br />
persiguiéndome para que me divirtiese con ella. En vano en mi cólera<br />
le daba bastonazos, porque no hacía más que excitarla y admirar mi<br />
cólera, <strong>de</strong> manera que mi vida fue imposible en mi casa. Finalmente<br />
<strong>de</strong>cidí dársela a Kaptah, que la había elegido a gusto suyo a fin <strong>de</strong> que<br />
se divirtiese con ella y yo quedase en paz, pero mordió Y arañó a<br />
Kaptah y lo injurió en la lengua <strong>de</strong> Simyra, <strong>de</strong> la que había aprendido<br />
algunas palabras, y en la <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar, <strong>de</strong> la que ninguno <strong>de</strong> los<br />
dos sabía una palabra. Y fue en vano que entre los dos le pegásemos<br />
porque insistía en querer divertirse conmigo.<br />
Pero el escarabajo nos sacó <strong>de</strong> este mal paso, porque un día recibí la<br />
visita <strong>de</strong> un príncipe <strong>de</strong>l interior, que era el rey <strong>de</strong> Amurrú, llamado<br />
Aziru, que conocía mi reputación. Le cuidé los dientes y le hice uno <strong>de</strong><br />
marfil; luego recubrí <strong>de</strong> oro sus dientes cariados. Hice cuanto supe y<br />
durante su estancia en Simyra fue todos los días a casa. Así fue como<br />
vio a mi esclava, a la que había dado el nombre <strong>de</strong> Keftiú porque no<br />
podía pronunciar su nombre pagano, y se enamoró <strong>de</strong> ella. Aziru era<br />
robusto como un toro y tenía la piel blanca. Su barba era <strong>de</strong> un negro<br />
azulado y brillante y sus ojos tenían un brillo altivo, <strong>de</strong> manera que<br />
Keftiú se puso también a mirarlo con concupiscencia, porque todo lo<br />
que es extranjero cautiva a las mujeres. El admiraba, sobre todo, la<br />
corpulencia <strong>de</strong> la esclava, que era joven todavía, y sus vestiduras, que<br />
vestía a la moda cretense, lo excitaban fuertemente, porque tapaban el<br />
cuello pero <strong>de</strong>jaban al <strong>de</strong>scubierto los pechos, y él estaba<br />
acostumbrado a ver a su mujer tapada <strong>de</strong> pies a cabeza. Por todas estas<br />
razones acabó no pudiendo dominar más su pasión, y suspirando<br />
profundamente un día me dijo:<br />
-Cierto es que soy tu amigo, Sinuhé el egipcio, y me has cuidado los<br />
dientes y gracias a ti mi boca reluce ahora <strong>de</strong> oro cuando la abro, <strong>de</strong><br />
manera que tu reputación será gran<strong>de</strong> en el país <strong>de</strong> Amurrú. La<br />
recompensa <strong>de</strong> tus cuidados será tan magnífica que levantarás los<br />
brazos asombrado. Pero a pesar <strong>de</strong> todo tengo que ofen<strong>de</strong>rte contra mi<br />
voluntad, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que he visto la mujer que habita en esta casa<br />
estoy perdidamente enamorado y no puedo refrenar mi <strong>de</strong>seo, porque<br />
la pasión me <strong>de</strong>sgarra el cuerpo como un gato salvaje y todo tu arte es<br />
impotente para curar esta enfermedad. Como jamás hasta ahora he
visto otra igual, comprendo que la ames cuando <strong>de</strong> noche calienta tu<br />
lecho. A pesar <strong>de</strong> todo te pido que me la <strong>de</strong>s, para hacer <strong>de</strong> ella una <strong>de</strong><br />
mis mujeres y no sea ya esclava. Te hablo francamente, porque soy tu<br />
amigo y un hombre honrado, y te pagaré el precio que me pidas. Pero<br />
también te digo francamente que si no me la ce<strong>de</strong>s, la raptaré por la<br />
fuerza y me la llevaré a mi país, don<strong>de</strong> no la encontrarás jamás aun<br />
cuando te aventures a buscarla. Y si huyeres <strong>de</strong> Simyra con ella, te<br />
<strong>de</strong>scubriré y mis enviados te matarán y me la llevarán a casa. Te<br />
expongo todo esto porque soy un hombre honrado y amigo tuyo y no<br />
quiero dirigirte palabras pérfidas.<br />
Estas palabras me causaron tal júbilo que levanté los brazos en señal<br />
<strong>de</strong> alegría, mientras Kaptah se arrancaba los cabellos y vociferaba:<br />
-Este día es nefasto, y más hubiera valido que mi amo no hubiese<br />
nacido, pues quieres robarle la única mujer que regocija su corazón.<br />
Esta pérdida será irreparable, pues para mi dueño esta mujer es más<br />
preciosa que el oro, las joyas y el incienso, más bella que la luna llena y<br />
su vientre es blanco y redondo como un seno, y sus senos son como<br />
dos melones, como tú mismo pue<strong>de</strong>s ver.<br />
Hablaba así porque había aprendido las costumbres <strong>de</strong> los<br />
merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Simyra y quería obtener un buen precio por la esclava,<br />
<strong>de</strong> la que nuestro común <strong>de</strong>seo era <strong>de</strong>sembarazarnos cuanto antes.<br />
Ante estas palabras, Keftiú se echó a llorar y <strong>de</strong>claró que jamás me<br />
abandonaría, pero entre los <strong>de</strong>dos miraba con admiración a Aziru y su<br />
barba rizada.<br />
Yo levanté el brazo imponiéndole silencio y, afectando un tono muy<br />
serio, dije:<br />
-Príncipe Aziru, rey <strong>de</strong> Amurrú y amigo mío: cierto es que esta<br />
mujer es dulce a mi corazón y la llamo mi hermana, pero tu amistad<br />
me es más preciosa que todo y por esto te la doy en prenda <strong>de</strong> amistad;<br />
no te la vendo, es un regalo, y te ruego que la trates bien y hagas todo<br />
lo que reclame el gato montés <strong>de</strong> tu cuerpo, porque, si no me equivoco,<br />
su corazón se ha vuelto hacia ti y estará encantada <strong>de</strong> cuanto hagas,<br />
porque su cuerpo encierra también más <strong>de</strong> un animal salvaje.<br />
Aziru lanzó un grito <strong>de</strong> júbilo y dijo:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, Sinuhé, pese a que seas egipcio y todo el mal<br />
venga <strong>de</strong> Egipto, seré siempre más tu amigo y tu<br />
hermano, y tu nombre será ben<strong>de</strong>cido en todo el país <strong>de</strong> Amurrú, y<br />
cuando acudas a verme estarás sentado a mi <strong>de</strong>recha con mis nobles y<br />
mis <strong>de</strong>más huéspe<strong>de</strong>s, aun cuando sean reyes; yo te lo juro.<br />
Habiendo dicho estas palabras sonrió mostrando el oro <strong>de</strong> su boca y<br />
miró a Keftiú, que había olvidado sus lágrimas, y se puso serio. Sus<br />
ojos brillaron como ascuas y la tomó en sus brazos, haciendo temblar<br />
los dos melones, y la echó sobre su litera sin parecer incomodado por
su peso. Así fue como se llevó a Keftiú, y no lo vi más durante tres días,<br />
ni nadie lo vio por la villa, pues se había encerrado en su hostería. Pero<br />
Kaptah y yo estábamos encantados <strong>de</strong> habernos <strong>de</strong>sembarazado <strong>de</strong> tan<br />
molesta persona. Mi esclavo me reprochó, sin embargo, no haber<br />
exigido un regalo, puesto que Aziru me hubiera dado cuanto le hubiese<br />
pedido, pero yo le dije:<br />
-Dándole esta esclava me he conquistado la amistad <strong>de</strong> Aziru. Del<br />
mañana nada es seguro. Aunque el país <strong>de</strong> Amurrú sea pequeño y no<br />
produzca más que asnos y cor<strong>de</strong>ros, la amistad <strong>de</strong> un rey es quizá más<br />
importante que el oro.<br />
Kaptah movió la cabeza, pero ungió <strong>de</strong> mirra el escarabajo y le<br />
ofreció excrementos frescos para darle las gracias por habernos<br />
<strong>de</strong>sembarazado <strong>de</strong> Keftiú.<br />
Antes <strong>de</strong> regresar a su país, Aziru fue a verme e, inclinándose hasta<br />
el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, dijo:<br />
-No te ofrezco regalos, Sinuhé, porque me has dado un presente que<br />
no pue<strong>de</strong> compensarse con regalos. Esta esclava es todavía más<br />
maravillosa <strong>de</strong> loque yo creía y sus ojos son como pozos sin fondo y<br />
jamás me cansaré <strong>de</strong> ella, pese a que me haya sacado ya toda la<br />
simiente como se prensa una oliva para extraer aceite. Para hablarte<br />
francamente, mi país no es muy rico y no puedo procurarme oro más<br />
que imponiendo un tributo a los merca<strong>de</strong>res<br />
que atraviesan mis tierras y guerreando contra mis vecinos, pero<br />
entonces los egipcios son como moscardones en torno mío y el daño es<br />
a menudo superior al provecho. Por esto no puedo darte oro ni los<br />
regalos que merecerías, y estoy enojado contra Egipto, que ha<br />
aniquilado la antigua libertad <strong>de</strong> mi país; <strong>de</strong> manera que no puedo<br />
guerrear a mi antojo ni <strong>de</strong>svalijar a los merca<strong>de</strong>res según la antigua<br />
costumbre <strong>de</strong> mi padre. Pero te prometo que si alguna vez acu<strong>de</strong>s a mí<br />
para pedirme cualquier cosa, te la daré si está en mi mano, a condición<br />
<strong>de</strong> que no sea esta esclava ni caballos, porque tengo muy pocos y los<br />
necesito para mis carros <strong>de</strong> guerra. Pero pí<strong>de</strong>me otra cosa y te la daré<br />
si está en mi po<strong>de</strong>r. Y si alguien trata <strong>de</strong> perjudicarte, mándame un<br />
mensaje y mis emisarios lo matarán don<strong>de</strong>quiera que esté, porque<br />
tengo hombres míos, en Simyra, aunque nadie lo sepa, así como en<br />
otras villas <strong>de</strong> Siria, pero espero que guardarás el secreto para ti. Te<br />
digo esto para que sepas que haré matar a quien quieras y nadie lo<br />
sabrá y tu nombre no estará mezclado en el asunto. Tal es mi amistad<br />
por ti.<br />
Con estas palabras me besó, a la siria, y comprendí que me<br />
respetaba y admiraba sobremanera, porque se quitó una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro<br />
que llevaba en el cuello y me la tendió, pese a que fuese sin duda un<br />
gran sacrificio porque al hacerlo lanzó un profundo suspiro. Por esto a
mi vez le di una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> mi cuello, que había recibido <strong>de</strong>l más<br />
rico merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Simyra por haber salvado a su mujer en un parto<br />
difícil, con lo cual no perdió nada en el cambio y le fue agradable. Y así<br />
fue como nos separamos.<br />
Liberado <strong>de</strong> mi esclava, mi corazón era ligero como un pájaro, mis<br />
ojos aspiraban <strong>de</strong> nuevo a ver y una vaga inquietud invadía mi<br />
espíritu, <strong>de</strong> manera que no me sentía ya a gusto en Simyra. Era la<br />
primavera y en el puerto los navíos se preparaban para gran<strong>de</strong>s viajes<br />
y los sacerdotes salían <strong>de</strong> la villa hacia el campo ver<strong>de</strong>ante para<br />
<strong>de</strong>senterrar a su Tammuz, al que habían enterrado en otoño en medio<br />
<strong>de</strong> lamentos, cortándose la cara.<br />
En mi agitación, seguí a los sacerdotes mezclado con la<br />
muchedumbre , y la tierra rever<strong>de</strong>cía, las palomas se arrullaban y las<br />
ranas croaban en los estanques. Los sacerdotes apartaron la piedra<br />
que obstruía la tumba y sacaron al dios con gran<strong>de</strong>s gritos <strong>de</strong> alegría<br />
diciendo que resucitaba. El pueblo lanzó clamores <strong>de</strong> entusiasmo y<br />
comenzó a romper ramas y beber vino y cerveza en unos ten<strong>de</strong>retes<br />
que los merca<strong>de</strong>res habían levantado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la tumba. Las<br />
mujeres arrastraban en una carreta un enorme miembro viril <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra y a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se quitaron las ropas y corrieron por los<br />
prados y, fuese casado o soltero, cualquiera podía elegir una<br />
compañera a su gusto, y por todas partes se veían parejas. Todo esto<br />
era distinto también <strong>de</strong> Egipto. Este espectáculo me entristeció y me<br />
dije que era viejo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi nacimiento, como la tierra negra es más<br />
vieja que las <strong>de</strong>más, mientras aquella gente era joven y servía a sus<br />
dioses a<strong>de</strong>cuadamente. .<br />
Con la primavera se esparció la noticia <strong>de</strong> que los khabiri habían<br />
abandonado su <strong>de</strong>sierto y asolaban las regiones fronterizas <strong>de</strong> la Siria<br />
<strong>de</strong> Norte a Sur, incendiando los pueblos y sitiando las ciuda<strong>de</strong>s. Pero<br />
las tropas <strong>de</strong>l faraón llegaron a Tanis a través <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí y<br />
entablaron la lucha contra los khabiri y enca<strong>de</strong>naron a sus jefes<br />
rechazándolos hacia el <strong>de</strong>sierto. Estos acontecimientos se reproducían<br />
todos los años, pero esta vez los habitantes <strong>de</strong> Simyra estaban<br />
inquietos, porque los khabiri habían saqueado la villa <strong>de</strong> Katna, don<strong>de</strong><br />
había una guarnición egipcia, matando al rey y pasando a cuchillo a<br />
todos los egipcios, comprendiendo mujeres y niños, sin hacer<br />
prisioneros para obtener rescate, cosa que no había ocurrido jamás,<br />
porque habitualmente los khabiri evitaban las villas don<strong>de</strong> había<br />
guarnición.<br />
3
La guerra se había <strong>de</strong>clarado, pues, en Siria y yo no había visto<br />
nunca una guerra. Por eso me reuní con las tropas <strong>de</strong>l faraón, porque<br />
<strong>de</strong>seaba conocer también la guerra y ver lo que podía enseñarme, y<br />
estudiar las heridas producidas por las armas y las mazas. Pero ante<br />
todo partí porque las tropas estaban mandadas por Horemheb y en mi<br />
soledad <strong>de</strong>seaba ver el rostro <strong>de</strong> un amigo y escuchar su voz. Por esto<br />
luchaba conmigo mismo y me <strong>de</strong>cía que no tenía más que fingir no<br />
conocerme si sentía vergüenza <strong>de</strong> mis actos. Pero el tiempo había<br />
pasado; en dos años habían ocurrido muchas cosas y mi corazón no<br />
<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar tan endurecido, puesto que el recuerdo <strong>de</strong> mi infancia<br />
no me consternaba tanto como antes. Por eso salí en barco hacia las<br />
tierras <strong>de</strong>l Sur y llegué al interior con las tropas <strong>de</strong> avituallamiento y<br />
los bueyes que arrastraban las carretas <strong>de</strong> trigo y los asnos cargados <strong>de</strong><br />
jarras <strong>de</strong> aceite, vino y sacos <strong>de</strong> cebollas. Así llegué a una pequeña villa<br />
situada en el flanco <strong>de</strong> una colina cuyo nombre era Jerusalén. Había<br />
en ella una guarnición egipcia y Horemheb había establecido en ella su<br />
cuartel general. Pero los rumores que corrían por Simyra habían<br />
exagerado gran<strong>de</strong>mente la fuerza <strong>de</strong>l ejército, porque Horemheb no<br />
tenía más que una sección <strong>de</strong> carros <strong>de</strong> combate con dos mil arqueros<br />
y lanceros, mientras se <strong>de</strong>cía que la horda <strong>de</strong> khabiri era más<br />
numerosa que las arenas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto.<br />
Horemheb me recibió en una sórdida cabaña y me dijo:<br />
-Conocí un tiempo a un Sinuhé que era médico y, a<strong>de</strong>más, mi amigo.<br />
Me miró y el manto sirio que yo llevaba lo <strong>de</strong>sconcertó. Había<br />
envejecido también, como él, y el rostro había cambiado. Pero me<br />
reconoció y, levantando su látigo trenzado <strong>de</strong> oro, sonrió y me dijo:<br />
-¡Por Amón, tú eres Sinuhé y yo te creí muerto!<br />
Despidió a sus oficiales <strong>de</strong> estado mayor y a sus secretarios con<br />
notas y mapas, pidió vino y me ofreció<br />
diciéndome:<br />
-Extraños son los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> Amón, puesto que nos encontramos<br />
en las tierras rojas <strong>de</strong> este asqueroso poblado.<br />
Al oír estas palabras mi corazón vibró en mi pecho y comprendí que<br />
había echado <strong>de</strong> menos a mi amigo. Le narré<br />
mi vida y mis aventuras, cosa que consi<strong>de</strong>ré conveniente, y me dijo:<br />
-Si así lo <strong>de</strong>seas, pue<strong>de</strong>s seguir a las tropas como médico y<br />
compartir los honores conmigo porque verda<strong>de</strong>ramente cuento con<br />
administrar a estos cochinos khabiri una corrección que les hará llorar<br />
por haber nacido.<br />
-Y añadió-: Cuando nos conocimos yo era un ignorante y no me<br />
había lavado todavía la suciedad <strong>de</strong> los pies. Tú eras un hombre <strong>de</strong><br />
mundo y me diste buenos consejos. Ahora sé algo más y mi mano<br />
sostiene un látigo <strong>de</strong> oro, como pue<strong>de</strong>s verlo. Pero lo he merecido por
un miserable trabajo en la guardia <strong>de</strong>l faraón, persiguiendo a los<br />
bandidos y criminales que en su locura había liberado <strong>de</strong> las minas;<br />
fue un arduo trabajo aniquilarlos. Pero al enterarme <strong>de</strong>l ataque <strong>de</strong> los<br />
khabiri he pedido al faraón tropas para venir a combatirlos y ningún<br />
oficial superior se ha opuesto a ello, porque las gracias llueven más<br />
fácilmente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l faraón que en el <strong>de</strong>sierto y los khabiri tienen<br />
las lanzas aceradas y sus gritos <strong>de</strong> guerra son espantosos, como he<br />
podido comprobar yo mismo. Pero puedo adquirir experiencia y llevar<br />
las tropas a la batalla. Y, sin embargo, la única preocupación <strong>de</strong>l<br />
faraón es que erijan un templo a su dios en Jerusalén y que arroje a los<br />
khabiri sin efusión <strong>de</strong> sangre.<br />
Horemheb se echó a reír dándose un golpe en el muslo con el látigo.<br />
Yo me reí también, pero él pronto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> reír, bebió vino y dijo-: Para<br />
ser sincero, Sinuhé, he cambiado mucho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que no nos hemos<br />
visto, porque quien viva cerca <strong>de</strong>l faraón tiene que cambiar a la fuerza,<br />
quiera o no. Me inquieta, porque piensa mucho y habla <strong>de</strong> su dios, que<br />
es diferente <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, <strong>de</strong> manera que en Tebas, tenía yo también la<br />
sensación <strong>de</strong> que las hormigas circulaban por mi cráneo, y por la<br />
noche no podía dormir si no había bebido vino y me había acostado<br />
con mujeres para aclararme las i<strong>de</strong>as. Su dios es extraordinario. No<br />
tiene forma, pese a que esté por todas partes; su imagen es redonda y<br />
bendice con las manos a todo el que está <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, porque no hace<br />
diferencia entre un noble y un esclavo. Dime, Sinuhé: ¿verdad que<br />
todo esto son palabras <strong>de</strong> un enfermo? Me digo que quizás un mono<br />
enfermo le mordió cuando su infancia. Porque sólo un loco pue<strong>de</strong><br />
pensar que se pue<strong>de</strong> arrojar a los khabiri sin efusión <strong>de</strong> sangre. En<br />
cuanto los hayas oído aullar en el combate verás si tengo razón. Pero el<br />
faraón podrá lavarse las manos si tal es su voluntad. Me haré cargo a<br />
mi gusto <strong>de</strong> este pecado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su dios y aplastaré a los khabiri con<br />
mi ejército <strong>de</strong> carros.<br />
Volvió a tomar vino y dijo:<br />
-Horus es mi dios y no tengo nada contra Amón, porque en Tebas he<br />
aprendido una serie <strong>de</strong> excelentes blasfemias<br />
en las que figura su nombre y son <strong>de</strong> gran eficacia con los soldados.<br />
Pero comprendo que Amón ha llegado a ser <strong>de</strong>masiado po<strong>de</strong>roso y por<br />
esta razón el nuevo dios lucha contra Amón para fortalecer su po<strong>de</strong>río<br />
real. La reina madre me lo ha dicho y el sacerdote Ai, que lleva ahora<br />
el cetro a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l faraón, me lo ha confirmado. Con la ayuda <strong>de</strong><br />
su Atón esperan <strong>de</strong>rribar a Amón, o en todo caso restringir su po<strong>de</strong>río,<br />
porque no conviene que el cetro <strong>de</strong> Amón gobierne Egipto por encima<br />
<strong>de</strong>l rey. Es alta política y como soldado comprendo muy bien por qué<br />
el nuevo dios es necesario. No tendría nada que objetar si el faraón se<br />
limitara a erigirle templos y reclutar sacerdotes, pero piensa
<strong>de</strong>masiado en él, habla <strong>de</strong> él a propósito <strong>de</strong> cualquier cosa y acaba<br />
siempre volviendo a su dios. De esta forma vuelve a todos los que lo<br />
ro<strong>de</strong>an más locos que él. Dice que vive <strong>de</strong> la verdad, pero la verdad es<br />
como un cuchillo acerado en manos <strong>de</strong> un niño, y es todavía más<br />
peligrosa en manos <strong>de</strong> un loco.<br />
Bebió más y prosiguió:<br />
-Doy gracias a mi halcón por haber podido salir <strong>de</strong> Tebas, porque la<br />
ciudad se agita como un nido <strong>de</strong> serpientes a<br />
causa <strong>de</strong> su dios, y no quiero mezclarme en disputas teológicas. Los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> Amón cuentan ya muchas anécdotas escabrosas sobre el<br />
nacimiento <strong>de</strong>l faraón y excitan al pueblo contra el nuevo dios. Su<br />
matrimonio ha causado también indignación, porque la princesa <strong>de</strong><br />
Mitanni, que jugaba con sus muñecas, murió súbitamente y el faraón<br />
ha escogido como esposa real a la joven Nefertiti, que es hija <strong>de</strong> Ai.<br />
Cierto es que es bella y se viste bien, pero es muy obstinada y digna<br />
hija <strong>de</strong> su padre.<br />
-¿Cómo ha muerto la princesa <strong>de</strong> Mitanni? -pregunté, porque había<br />
visto a aquella chiquilla <strong>de</strong> ojos tristes mirar a Tebas con angustia<br />
cuando la llevaban al templo por la Avenida <strong>de</strong> los Carneros vestida y<br />
adornada como la imagen <strong>de</strong> un dios.<br />
-Los médicos dicen que no ha soportado el clima <strong>de</strong> Egipto -contestó<br />
Horemheb, riéndose-. Es una broma, porque todo el mundo sabe que<br />
en ninguna parte el clima es tan sano como en Egipto. Pero ya sabes<br />
que la mortalidad infantil en el gineceo real es gran<strong>de</strong>, más gran<strong>de</strong> que<br />
en el barrio <strong>de</strong> los pobres <strong>de</strong> Tebas, aunque parezca increíble. Es más<br />
pru<strong>de</strong>nte no mencionar nombres, pero yo llevaría mi carro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
la casa <strong>de</strong> Al, si me atreviese.<br />
Hablaba <strong>de</strong>scuidadamente, dándose golpes con el látigo en los<br />
muslos y bebiendo vino, pero había crecido y se había virilizado; su<br />
espíritu conocía las preocupaciones, <strong>de</strong> manera que no era ya un<br />
muchacho jactancioso. Dijo aún:<br />
-Si <strong>de</strong>seas conocer al dios <strong>de</strong>l faraón acu<strong>de</strong> mañana al templo que le<br />
he hecho erigir rápidamente en la colina <strong>de</strong> esta villa. Le mandaré un<br />
informe <strong>de</strong> la fiesta sin mencionar los muertos ni la sangre vertida, por<br />
no atormentarlo en su palacio <strong>de</strong> oro. -Y añadió-: Pasa la noche en una<br />
tienda si encuentras sitio. Mi dignidad exige que duerma aquí en el<br />
palacio <strong>de</strong>l príncipe, pese a que impere en él la suciedad. Pero la<br />
suciedad forma parte <strong>de</strong> la guerra, como el hambre y la sed, las heridas<br />
y los poblados incendiados, <strong>de</strong> manera que no me quejo.<br />
Pasé la noche en una tienda don<strong>de</strong> me trataron muy bien, porque<br />
por el camino había trabado amistad con un oficial <strong>de</strong>l<br />
avituallamiento. Le encantó saber que seguiría a las tropas como
médico, y ¿qué soldado no tendría empeño en estar en buenas<br />
relaciones con un médico?<br />
Al alba las trompetas me <strong>de</strong>spertaron y los soldados formaron<br />
alineándose, y los oficiales y los jefes pasaban entre las filas gritando y<br />
distribuyendo latigazos. Cuando todos estuvieron en or<strong>de</strong>n, Horemheb<br />
salió <strong>de</strong> la sórdida resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l príncipe, con el látigo <strong>de</strong> oro en la<br />
mano, y un servidor sostenía un parasol sobre su cabeza y espantaba<br />
las moscas, mientras Horemheb habló a los soldados en los siguientes<br />
términos:<br />
-¡Soldados <strong>de</strong> Egipto! Digo soldados <strong>de</strong> Egipto y con estas palabras<br />
os <strong>de</strong>signo tanto a vosotros, negros asquerosos, como a vosotros,<br />
sucios lanceros sirios, y a vosotros también, sardos y conductores <strong>de</strong><br />
carros <strong>de</strong> guerra que parecéis más soldados y egipcios que este rebaño<br />
vociferante qué está mugiendo. He sido paciente con vosotros y os he<br />
entrenado a conciencia, pero ahora mi paciencia se ha agotado y<br />
renuncio a mandaros a hacer ejercicio, porque si lo hicieseis os<br />
embarazaríais con vuestras lanzas, y si disparáis el arco corriendo,<br />
vuestras flechas vuelan hacia los cuatro vientos <strong>de</strong>l cielo y os herís los<br />
unos a los otros y vuestras flechas se pier<strong>de</strong>n, lo cual es un <strong>de</strong>spilfarro<br />
que no po<strong>de</strong>mos permitirnos gracias al faraón, que su cuerpo se<br />
conserve eternamente. Por esto hoy os llevaré al combate, porque mis<br />
exploradores me han comunicado que los khabiri han acampado<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas, pero no sé cuántos son, porque mis<br />
exploradores han huido antes <strong>de</strong> haberlos contado, tan gran<strong>de</strong> era su<br />
miedo. Espero, sin embargo, que serán lo suficientemente numerosos<br />
para aniquilaros hasta el último <strong>de</strong> vosotros, a fin <strong>de</strong> que no tenga que<br />
contemplar más vuestros rostros repugnantes y cobar<strong>de</strong>s y que pueda<br />
regresar a Egipto a reunir un ejército <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ros hombres que<br />
amen el botín y el honor. Sea como sea, os ofrezco hoy la última<br />
probabilidad. ¡Oficial! Tú, sí, el <strong>de</strong> la nariz hendida, arréale una patada<br />
a este hombre que se rasca el trasero mientras hablo. Sí, os ofrezco hoy<br />
la última probabilidad. -Horemheb lanzó sobre sus hombres una<br />
mirada furibunda y nadie se atrevió a moverse mientras hablaba-. Os<br />
llevaré al combate y que cada uno sepa que me lanzo el primero a la<br />
pelea sin entretenerme a mirar quién me sigue. Porque soy hijo <strong>de</strong><br />
Horus y un halcón vuela <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, y hoy quiero aniquilar a los<br />
khabiri aunque tenga que hacerlo solo. Pero os advierto que esta noche<br />
mi látigo chorreará sangre, porque pienso azotar a todo el que no me<br />
siga o trate <strong>de</strong> huir, y lo azotaré tanto que <strong>de</strong>seará no haber nacido,<br />
porque os advierto que mi látigo muer<strong>de</strong> más que las lanzas <strong>de</strong> los<br />
khabiri, que son falsas y se rompen fácilmente. Y los khabiri no tienen<br />
nada <strong>de</strong> espantoso, salvo sus gritos, que son verda<strong>de</strong>ramente<br />
horribles; pero si hay alguno <strong>de</strong> vosotros que <strong>de</strong>teste los aullidos no
tiene más que taparse los oídos con arcilla. No causará ningún<br />
perjuicio, porque los gritos <strong>de</strong> los khabiri os impedirán oír las ór<strong>de</strong>nes,<br />
pero todos <strong>de</strong>béis seguir a vuestro jefe y todos seguiréis a mi halcón.<br />
Puedo <strong>de</strong>ciros todavía que los khabiri se baten en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, como un<br />
rebaño, pero yo os he enseñado a formar filas y he ejercitado a los<br />
arqueros a tirar todos a la vez a la voz <strong>de</strong> mando o a la señal. Que Seth<br />
y todos sus <strong>de</strong>monios asen a quienquiera que tire <strong>de</strong>masiado<br />
rápidamente o sin apuntar. No os lancéis a la batalla gritando como<br />
mujeres, pero tratad <strong>de</strong> ser hombres que llevan un <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong>lante y<br />
no faldas. Si <strong>de</strong>rrotáis a los khabiri podréis repartiros sus rebaños y<br />
sus mercancías y seréis ricos, porque nos han cogido un gran botín en<br />
los poblados incendiados y no quiero quedarme para mí ni un solo<br />
buey ni un solo esclavo y todo será para vosotros. Podréis también<br />
repartiros sus mujeres, y creo que gozaréis acariciándolas esta noche,<br />
porque son bellas y ardientes y aman a los soldados aguerridos.<br />
Horemheb miró a sus soldados, que súbitamente comenzaron a<br />
gritar y a golpear sus escudos con las lanzas y a ten<strong>de</strong>r sus arcos.<br />
Horemheb sonrió y, agitando distraídamente su látigo, dijo:<br />
-Veo que os morís <strong>de</strong> ganas <strong>de</strong> haceros flagelar, pero antes tenemos<br />
que inaugurar un nuevo templo al dios <strong>de</strong>l faraón que se llama Atón.<br />
Es, sin embargo, un dios que no tiene nada <strong>de</strong> guerrero, y no creo que<br />
os sea <strong>de</strong> gran utilidad hoy. Por esto el grueso <strong>de</strong> la tropa va a partir y<br />
la retaguardia se quedará para la fiesta a fin <strong>de</strong> asegurar la<br />
benevolencia <strong>de</strong>l faraón hacia nosotros. Tendréis una larga marcha<br />
que hacer, porque pienso lanzaros a la batalla tan cansados como sea<br />
posible a fin <strong>de</strong> que no tengáis fuerzas para huir, y que os batáis<br />
valientemente para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la vida.<br />
Agitó <strong>de</strong> nuevo el látigo y la tropa lanzó gritos <strong>de</strong> entusiasmo<br />
saliendo <strong>de</strong> la villa en gran <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, cada sección siguiendo su<br />
insignia, que iba sujeta en lo alto <strong>de</strong> una pica. Así los soldados<br />
siguieron colas <strong>de</strong> león y los milanos y las cabezas <strong>de</strong> cocodrilo, y los<br />
carros <strong>de</strong> guerra precedían a las tropas y cubrían su marcha. Pero los<br />
jefes superiores y la retaguardia acompañaron a Horemheb al templo<br />
que se elevaba sobre una roca en el lin<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la villa. Mientras nos<br />
dirigíamos allá oí que los oficiales murmuraban entre ellos, diciendo:<br />
«¿No es estúpido que el jefe se arroje el primero al combate? Nosotros<br />
no lo haremos, porque <strong>de</strong> todos los tiempos ha sido siempre<br />
costumbre llevar a los jefes y oficiales en literas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las tropas,<br />
porque son los únicos que saben escribir, y, <strong>de</strong> otra manera, ¿cómo<br />
anotar los actos <strong>de</strong> los soldados y castigar a los cobar<strong>de</strong>s?» Horemheb<br />
oyó perfectamente estas frases, pero se limitó a agitar su látigo<br />
sonriendo.
El templo era pequeño y había sido construido precipitadamente<br />
con ma<strong>de</strong>ra y arcilla y no era como los templos ordinarios, porque<br />
carecía <strong>de</strong> techo y en medio se veía un altar, pero en él no había<br />
ningún dios, <strong>de</strong> manera que los soldados se miraban con sorpresa<br />
buscándole. Horemheb les habló así:<br />
-Su dios es redondo y parecido al disco <strong>de</strong>l sol, <strong>de</strong> manera que mirad<br />
hacia el cielo y acaso lo veáis. Os bendice con sus manos, pese a que<br />
me doy cuenta <strong>de</strong> que hoy, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la marcha, sus <strong>de</strong>dos os harán el<br />
efecto <strong>de</strong> agujas can<strong>de</strong>ntes sobre vuestra espalda.<br />
Pero los soldados murmuraron y dijeron que el dios <strong>de</strong>l faraón<br />
estaba <strong>de</strong>masiado lejos. Deseaban un dios <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l cual pudiesen<br />
prosternarse y tocarlo con las manos si se atrevían. Pero se callaron<br />
cuando el sacerdote avanzó, y éste era un hombre joven y frágil, cuya<br />
cabeza no estaba afeitada y llevaba una túnica blanca. Sus ojos eran<br />
brillantes e inspirados, y <strong>de</strong>positó como ofrenda sobre el altar flores<br />
primaverales, aceite y vino, hasta el momento en que los soldados se<br />
rieron en voz alta. Cantó también un himno a Atón y se dijo que el<br />
faraón lo había compuesto. Era muy largo y monótono, y los soldados<br />
escuchaban con la boca abierta sin enten<strong>de</strong>r nada. He aquí las<br />
palabras:<br />
Tu aparición es bella en el horizonte <strong>de</strong>l cielo<br />
¡oh, vivo Atón, príncipe <strong>de</strong> vida!<br />
Cuando te levantas en el horizonte oriental <strong>de</strong>l cielo,<br />
llenas los países con tu beldad,<br />
porque eres bello, gran<strong>de</strong>, resplan<strong>de</strong>ciente,<br />
elevado sobre la tierra.<br />
Tus rayos envuelven los países<br />
y cuanto has creado.<br />
Los enca<strong>de</strong>nas con tu amor;<br />
aunque estés alejado,<br />
tus rayos caen sobre la tierra;<br />
aunque residas en el cielo,<br />
las huellas <strong>de</strong> tus pasos son el día.<br />
Después el sacerdote <strong>de</strong>scribió las tinieblas nocturnas y los leones<br />
que salen <strong>de</strong> sus antros por la noche y las serpientes que muer<strong>de</strong>n,<br />
hasta tal punto que muchos soldados comenzaron a temblar. Describía<br />
la claridad <strong>de</strong>l día y afirmaba que al alba los pajarillos agitan las alas<br />
para alabar a Atón. Declaraba también que este nuevo dios creaba el<br />
infierno en el seno <strong>de</strong> la mujer. A darle crédito se quedaba persuadido<br />
<strong>de</strong> que este Atón no omitía ningún <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l universo; porque no hay
polluelo que llegue a romper las cáscaras <strong>de</strong>l huevo ni a piar sin ayuda<br />
<strong>de</strong> Atón.<br />
Estás en mi corazón<br />
y nadie te conoce sino tu hijo el faraón.<br />
Tú lo inicias para tus <strong>de</strong>signios<br />
y lo consagras con tu po<strong>de</strong>río;<br />
el universo está en tus manos<br />
tal como lo has creado;<br />
los hombres viven <strong>de</strong> tu luz;<br />
cuando te acuestas mueren,<br />
porque eres la vida<br />
y por ti los hombres viven.<br />
Todos los ojos contemplan<br />
tu belleza hasta que te acuestas;<br />
todo trabajo es abandonado<br />
cuando <strong>de</strong>sapareces tras el Occi<strong>de</strong>nte.<br />
Des<strong>de</strong> que has establecido la tierra,<br />
la has preparado para la venida <strong>de</strong> tu hijo<br />
que ha salido <strong>de</strong> tus brazos,<br />
para ver el dios en vida <strong>de</strong> la verdad.<br />
El dueño <strong>de</strong> los dos países,<br />
hijo <strong>de</strong> Ra, que vive <strong>de</strong> la verdad,<br />
por el sueño <strong>de</strong> las dos coronas<br />
has creado el mundo,<br />
y para la gran esposa real,<br />
su amada, Dueña y Señora<br />
<strong>de</strong>l Doble País, por Nefertiti,<br />
viva y próspera para siempre.<br />
Los soldados prestaban atención escarbando en la arena con los<br />
<strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies, y al final <strong>de</strong>l himno lanzaron vítores en honor <strong>de</strong>l<br />
faraón, porque lo único que habían entendido <strong>de</strong> él era que su objeto<br />
era proclamar hijo <strong>de</strong>l dios al faraón y cantar sus alabanzas, lo cual era<br />
justo y bueno, puesto que siempre había ocurrido así y así sería para<br />
siempre. Horemheb <strong>de</strong>spidió al sacerdote, quien encantado <strong>de</strong> los<br />
aplausos <strong>de</strong> los soldados, se fue a redactar un informe para el faraón.<br />
Pero me parece que el himno y sus i<strong>de</strong>as no causaron el menor placer a<br />
los soldados que escarbaban en la arena y se disponían a partir para el<br />
combate y acaso hacia una muerte violenta.
La retaguardia se puso en movimiento seguida <strong>de</strong> las carretas <strong>de</strong><br />
bueyes y las acémilas. Horemheb se puso a la cabeza con su carro y los<br />
oficiales se alejaron en sus literas, quejándose <strong>de</strong>l ardor <strong>de</strong>l sol. Yo me<br />
contenté con montar un asno en compañía <strong>de</strong> mi amigo el oficial <strong>de</strong><br />
avituallamiento y me llevé mi caja <strong>de</strong> medicamentos, <strong>de</strong> la que<br />
pensaba tener necesidad.<br />
Las tropas caminaron hasta la noche con un breve <strong>de</strong>scanso para<br />
comer y beber. Algunos rezagados, cada vez más numerosos, se<br />
quedaban en los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l camino, incapaces <strong>de</strong> levantarse, ni aun<br />
cuando los oficiales los azotaban o saltaban con los pies juntos sobre<br />
ellos. Los soldados tan pronto cantaban como blasfemaban y cuando<br />
las sombras se alargaron, las flechas comenzaron a caer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />
colinas en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino, <strong>de</strong> manera que algunas veces en la<br />
columna un hombre lanzaba un grito llevándose la mano a su hombro<br />
atravesado o se <strong>de</strong>splomaba sobre el suelo. Pero Horemheb no se<br />
entretuvo en limpiar el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino, aceleró la marcha y<br />
acabaron llevando el paso <strong>de</strong> carrera. Los carros ligeros abrieron el<br />
camino y pronto vimos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> éste los cuerpos <strong>de</strong>scuartizados<br />
<strong>de</strong> algunos khabiri, acostados sobre sus mantos, con la boca y los ojos<br />
llenos <strong>de</strong> moscas. Algunos soldados salieron <strong>de</strong> la columna<br />
para dar vuelta a los cuerpos y buscar algún recuerdo <strong>de</strong> guerra, pero<br />
no había ya nada que robar.<br />
El oficial <strong>de</strong> avituallamiento sudaba sobre su asno. Me encargó que<br />
transmitiese su último adiós a su mujer y sus hijos porque presentía<br />
que aquél sería su último día. Por esto me dio la dirección <strong>de</strong> su mujer<br />
en Tebas, rogándome que velase por que su cuerpo no fuese<br />
<strong>de</strong>svalijado, a menos que los khabiri nos hubiesen aniquilado a todos<br />
antes <strong>de</strong> la noche, tal como era su presentimiento.<br />
Finalmente se abrió ante nosotros una llanura don<strong>de</strong> los khabiri<br />
habían acampado, Horemheb hizo sonar las trompetas y dispuso sus<br />
tropas para el ataque, los lanceros en el centro y los arqueros en los<br />
dos flancos. En cuanto a los carros, los <strong>de</strong>spidió y salieron a toda<br />
velocidad, levantando nubes <strong>de</strong> polvo. No conservó a su lado más que<br />
algunos carros pesados. De los valles lejanos, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas,<br />
ascendía el humo <strong>de</strong> los poblados incendiados. El número <strong>de</strong> khabiri<br />
<strong>de</strong> la llanura parecía inmenso y sus rugidos y sus gritos llenaban el aire<br />
al avanzar a nuestro encuentro; era como el mugido <strong>de</strong> las olas; los<br />
escudos y las puntas <strong>de</strong> las lanzas relucían terribles bajo la luz <strong>de</strong>l sol<br />
poniente. Pero Horemheb gritó:<br />
-Que vuestras rodillas no tiemblen, porque los khabiri armados son<br />
poco numerosos y los que veis son sus mujeres, sus hijos y sus<br />
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ganados, que serán vuestro botín antes <strong>de</strong> la noche. Y en sus marmitas<br />
<strong>de</strong> tierra os espera una comida caliente. Pegad duro, pues, a fin <strong>de</strong> que<br />
podáis pronto saciaros, porque tengo ya un hambre <strong>de</strong> cocodrilo.<br />
Pero la horda <strong>de</strong> khabiri se lanzaba contra nosotros, espantosa, y<br />
eran más numerosos que nosotros y bajo la luz <strong>de</strong>l sol sus lanzas<br />
parecían <strong>de</strong> fuego y la guerra no me divertía en absoluto. Las filas <strong>de</strong><br />
lanceros flaquearon y los hombres miraban hacia atrás, como yo<br />
mismo, pero los oficiales blandían los látigos y juraban, y los soldados<br />
se <strong>de</strong>cían sin duda que estaban <strong>de</strong>masiado cansados y las filas se<br />
formaban <strong>de</strong> nuevo y los arqueros comenzaron a palpar nerviosamente<br />
la cuerda <strong>de</strong> su arco esperando la señal.<br />
Llegados a buena distancia, los khabiri lanzaron sus gritos <strong>de</strong><br />
guerra, y sus aullidos eran tan espantosos que toda mi sangre acudió a<br />
mi corazón y mis piernas flaquearon. Se lanzaron contra los nuestros y<br />
oí las flechas silbar en mis oídos como zumbidos <strong>de</strong> moscas, pst... pst...<br />
jamás en mi vida había oído un ruido tan emocionante como el silbido<br />
<strong>de</strong> las flechas. Pero me tranquilizaba diciéndome que habían<br />
producido poco daño, pues o volaban <strong>de</strong>masiado alto o caían sobre los<br />
escudos. En aquel instante Horemheb gritó: « ¡Seguidme, cochinos! Su<br />
conductor lanzó los caballos al galope los arqueros dispararon<br />
mientras los carros <strong>de</strong> guerra lo seguían y los lanceros echaron a<br />
correr <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos. Entonces, <strong>de</strong> todas las gargantas salió un grito<br />
más espantoso que el <strong>de</strong> los khabiri, porque todo el mundo gritaba por<br />
su vida y para acallar su miedo, y me di cuenta <strong>de</strong> que también yo<br />
gritaba con todas mis fuerzas, lo cual me calmó inmediatamente.<br />
Los carros <strong>de</strong> guerra penetraron con gran estruendo en la masa <strong>de</strong><br />
los khabiri, y en primera fila, por encima <strong>de</strong> las nubes <strong>de</strong> polvo y <strong>de</strong> las<br />
lanzas blandidas, se <strong>de</strong>stacaba el casco <strong>de</strong> Horemheb con sus plumas<br />
<strong>de</strong> avestruz. En la brecha <strong>de</strong> los carros avanzaron los lanceros <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> las colas <strong>de</strong> león y los milanos, y los arqueros se <strong>de</strong>splegaron en la<br />
llanura haciendo disparos contra la multitud <strong>de</strong>nsa <strong>de</strong> los khabiri. A<br />
partir <strong>de</strong> aquel momento no hubo más que una confusión<br />
in<strong>de</strong>scriptible, un estruendo, choques <strong>de</strong> armas, aullidos y gritos <strong>de</strong><br />
agonía. Las flechas silbaban en mis oídos y mi asno se <strong>de</strong>sbocó<br />
lanzándose a lo más recio <strong>de</strong> la pelea, a pesar <strong>de</strong> mis patadas y mis<br />
gritos. Los khabiri se batían con valentía y sin miedo y los hombres<br />
<strong>de</strong>rribados <strong>de</strong> sus caballos trataban todavía <strong>de</strong> alcanzar con sus lanzas<br />
a los que pasaban a su alcance y más <strong>de</strong> un egipcio perdió la vida al<br />
agacharse para cortar como trofeo la mano <strong>de</strong> un enemigo <strong>de</strong>rribado.<br />
El olor a sangre dominaba el <strong>de</strong> sudor <strong>de</strong> los soldados y los cuervos<br />
revoloteaban por el cielo en enjambres cada vez más numerosos.<br />
Súbitamente los khabiri lanzaron un grito <strong>de</strong> furia y emprendieron<br />
la huida porque vieron que los carros ligeros, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber
o<strong>de</strong>ado la llanura, atacaban el campo persiguiendo a las mujeres y<br />
dispersando el ganado robado.<br />
No pudieron soportar este espectáculo y huyeron para tratar <strong>de</strong><br />
proteger a sus mujeres y su campo, y aquello fue su pérdida. Porque<br />
los carros se volvieron contra ellos y los dispersaron, y los lanceros y<br />
los arqueros <strong>de</strong> Horemheb acabaron aquella carnicería. Cuando el sol<br />
se puso, la llanura estaba en llamas y por todas partes mugía el ganado<br />
disperso.<br />
Pero en el furor <strong>de</strong> la victoria los soldados continuaban matando y<br />
hundiendo sus lanzas en cuanto se movía; así mataban a hombres que<br />
habían <strong>de</strong>puesto las armas, a infelices chiquillos a mazazos y tiraban<br />
estúpidamente sobre el ganado enloquecido. Horemheb dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />
tocar las trompetas y los oficiales recobraron la serenidad y reunieron<br />
a los soldados a latigazos. Pero mi asno enloquecido continuaba<br />
corriendo por la llanura y sacudiéndome como un saco, <strong>de</strong> manera que<br />
no sabía ya si estaba muerto o vivo. Los soldados se mofaban <strong>de</strong> mí y<br />
me insultaban, y finalmente un hombre dio un golpe con el asta <strong>de</strong> la<br />
lanza en el hocico <strong>de</strong>l asno, que se <strong>de</strong>tuvo irguiendo sus orejas<br />
<strong>de</strong>sconcertado, y pu<strong>de</strong> por fin echar pie a tierra. Des<strong>de</strong> entonces los<br />
soldados me llamaron Hijo <strong>de</strong>Onagro.<br />
Los prisioneros fueron reunidos y encerrados en una empalizada,<br />
se recogieron las armas y se mandaron pastores en busca <strong>de</strong>l ganado<br />
disperso. Los khabiri eran tan numerosos que una gran parte pudo<br />
huir, pero Horemheb, pensó que correrían toda la noche y tardarían<br />
en volver. A la luz <strong>de</strong> las tiendas y <strong>de</strong> los montones <strong>de</strong> forraje en<br />
llamas, entregaron a Horemheb el cofre <strong>de</strong>l dios, y lo abrió, sacando<br />
<strong>de</strong> él a Sekhmet con su cabeza <strong>de</strong> leona que erguía orgullosamente sus<br />
pechos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Los soldados la salpicaron alegremente con la<br />
sangre <strong>de</strong> sus heridas y arrojaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella las manos cortadas<br />
como trofeo. Estas manos formaron un gran montón y algunos<br />
soldados arrojaban tres o cuatro y aun cinco. Horemheb recompensó a<br />
los más bravos, distribuyendo ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro y nombrándolos<br />
suboficiales. Estaba cubierto <strong>de</strong> polvo y ensangrentado y su látigo<br />
chorreaba sangre también, pero sonreía a los soldados dándoles<br />
nombres afectuosos.<br />
Yo tenía mucho trabajo, porque las lanzas y las mazas <strong>de</strong> los khabiri<br />
habían producido heridas espantosas.<br />
Trabajaba a la luz <strong>de</strong> los incendios, y a los gritos <strong>de</strong> dolor <strong>de</strong> los<br />
heridos se mezclaban los lamentos <strong>de</strong> las mujeres<br />
que los soldados se llevaban para echarlas a suerte y divertirse con<br />
ellas. Lavaba y suturaba las heridas abiertas, metía en su sitio los<br />
intestinos salidos <strong>de</strong> los vientres <strong>de</strong>sgarrados y cosía los cueros<br />
cabelludos caídos sobre los ojos. A los que <strong>de</strong>bían morir les daba
cerveza o estupefacientes para que la muerte sobreviniese dulcemente<br />
durante la noche.<br />
Cuidaba también a los khabiri cuyas heridas les habían impedido<br />
huir, pero no sé por qué obraba así, acaso porque pensaba que<br />
Horemheb sacaría mejor precio vendiéndolos como esclavos si los<br />
curaba. Pero muchos <strong>de</strong> ellos rehusaban mis cuidados y otros se<br />
arrancaban los apósitos al oír llorar a los niños y gemir a las mujeres<br />
violadas por los soldados egipcios. Doblaban la pierna, se cubrían la<br />
cabeza y morían <strong>de</strong> hemorragia.<br />
Viéndolos, no me sentía ya tan orgulloso <strong>de</strong> nuestra victoria, porque<br />
eran infelices habitantes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, y el ganado y el trigo <strong>de</strong> los<br />
valles los atraía porque pa<strong>de</strong>cían hambre. Por esto se entregaban al<br />
pillaje en Siria y tenían los miembros <strong>de</strong>macrados y muchos los ojos<br />
enfermos. Sin embargo, eran rudos y temibles combatientes, y a su<br />
paso subía el humo <strong>de</strong> los poblados incendiados y el llanto y los<br />
gemidos. Pero viendo pali<strong>de</strong>cer sus largas narices mientras para morir<br />
se cubrían con sus harapos, sentía piedad por ellos.<br />
Al día siguiente vi a Horemheb, que me felicitó, y yo le aconsejé<br />
construir un campo fortificado don<strong>de</strong> los soldados más gravemente<br />
heridos podrían curarse, porque si los transportábamos a Jerusalén<br />
morirían por el camino. Horemheb me dio las gracias por mi ayuda y<br />
me dijo:<br />
-No te creía tan valiente, y ayer, con mis propios ojos, me di cuenta<br />
<strong>de</strong> que lo eras mientras te lanzabas en medio <strong>de</strong> la refriega montado en<br />
un asno furioso. Sin duda no sabías que en la guerra el trabajo <strong>de</strong> un<br />
médico no comienza hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> terminada la batalla. He oído<br />
que los soldados te llamaban Hijo <strong>de</strong> Onagro, y si quieres te llevaré<br />
al combate en mi propio carro porque tienes suerte <strong>de</strong> estar todavía<br />
vivo no llevando lanza ni coraza.<br />
-Tus hombres te celebran y prometen seguirte adon<strong>de</strong> vayas -le dije<br />
para halagarlo-. Pero, ¿cómo es posible que no tengas la menor<br />
herida cuando pensé que ibas a hallar la muerte al arrojarte el<br />
primero en el fragor <strong>de</strong> la batalla, en medio <strong>de</strong> las flechas y las<br />
lanzas?<br />
-Tengo un conductor hábil -dijo-. A<strong>de</strong>más, mi halcón me protege,<br />
porque pronto se tendrá necesidad <strong>de</strong> mí para altas misiones. Por<br />
esto mi conducta <strong>de</strong> ayer no tiene nada <strong>de</strong> meritoria ni valerosa,<br />
puesto que sé que las flechas, las lanzas y las mazas <strong>de</strong>l enemigo me<br />
evitan. Me lanzo el primero porque sé que estoy llamado a verter<br />
mucha sangre, pese a que la sangre vertida no me produzca ya júbilo<br />
alguno ni me diviertan los aullidos <strong>de</strong> los soldados aplastados bajo mi<br />
carro <strong>de</strong> guerra. En cuanto mis tropas estén suficientemente<br />
entrenadas para no temer la muerte, me haré llevar en litera <strong>de</strong>trás
<strong>de</strong> ellos como hace todo capitán razonable, porque un verda<strong>de</strong>ro<br />
capitán no mancilla sus manos con una tarea horrenda y sangrienta<br />
que el más vil esclavo pue<strong>de</strong> ejecutar, sino que trabaja con su cerebro<br />
y emplea mucho tiempo dictando a los escribas sus ór<strong>de</strong>nes, que tú,<br />
Sinuhé, no compren<strong>de</strong>s, porque no es tu oficio, como yo no<br />
comprendo nada <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> la Medicina, aunque lo respete, sin<br />
embargo. Por esto experimento casi vergüenza por haberme<br />
ensuciado las manos y el rostro con la sangre <strong>de</strong> los ladrones <strong>de</strong><br />
ganado, pero no podía obrar <strong>de</strong> otra manera; si no hubiese precedido<br />
a mis hombres, les hubiera faltado valor y hubieran caído <strong>de</strong> rodillas<br />
gimiendo, porque en verdad los soldados egipcios que no han visto la<br />
guerra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> dos generaciones son todavía más cobar<strong>de</strong>s y<br />
lamentables que los khabiri. Por esto los llamo a veces escarabajos y<br />
se sienten orgullosos <strong>de</strong> este nombre.<br />
Yo no podía creer que al arrojarse en la refriega como lo hacía no<br />
sintiese miedo a la muerte. Por esto insistí:<br />
-Tienes la piel caliente y la sangre corre por tus venas como en los<br />
<strong>de</strong>más hombres. ¿Gracias a algún po<strong>de</strong>roso sortilegio evitas las<br />
heridas, o <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> viene que no sientas el miedo?<br />
Y él dijo:<br />
-He oído hablar <strong>de</strong> sortilegios <strong>de</strong> esta suerte y sé que muchos<br />
soldados llevan al cuello amuletos que <strong>de</strong>ben<br />
protegerlos, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l combate <strong>de</strong> hoy se han recogido muchos<br />
hombres que los llevan, <strong>de</strong> manera que no creo ya en esta hechicería,<br />
si bien pue<strong>de</strong> ser útil, porque inspira confianza al hombre inculto que<br />
no sabe leer ni escribir y lo hace heroico en el combate. En realidad,<br />
todo esto es un engaño, Sinuhé. Para mí es diferente porque sé que<br />
<strong>de</strong>bo realizar gran<strong>de</strong>s hazañas, pero no sabría <strong>de</strong>cirte cómo lo sé. Un<br />
soldado tiene suerte o no la tiene, y yo la he tenido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que mi<br />
halcón me condujo hasta el faraón. Verdad es que mi halcón no se<br />
encontraba a gusto en palacio y levantó el vuelo para no volver; pero<br />
mientras atravesábamos el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Sinaí para venir a Siria y<br />
sufríamos hambre y sobre todo sed, porque yo también sufro con mis<br />
soldados para saber mejor lo que sienten Y po<strong>de</strong>rlos mandar mejor, he<br />
visto en un valle un matorral ardiendo. Era un fuego vivo que parecía<br />
un matorral o un árbol, y no<br />
se consumía ni bajaba, sino que ardía día y noche y reinaba un olor<br />
que subía a la cabeza y me daba valor. Lo he visto cazando las fieras<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto lejos <strong>de</strong> mis tropas, y sólo el conductor <strong>de</strong> mi carro lo ha<br />
visto y lo pue<strong>de</strong> atestiguar. Des<strong>de</strong> entonces supe que ni la lanza, ni la<br />
flecha, ni la maza podrán alcanzarme, mientras mi hora no haya<br />
llegado, pero no puedo <strong>de</strong>cir cómo lo sé porque es un misterio.
Lo creí y mi respeto hacia él aumentó, porque no tenía ningún<br />
motivo para inventar esta historia para divertirme<br />
y no creo que hubiese sido capaz, porque no creía más que aquello que<br />
había visto con sus ojos o tocado con sus manos.<br />
Hizo acampar a sus tropas en el campo <strong>de</strong> los khabiri, don<strong>de</strong><br />
comieron y bebieron, y <strong>de</strong>spués tiraron al blanco y se ejercitaron con<br />
la lanza y tomaban como blanco a los khabiri <strong>de</strong>masiado heridos para<br />
ser vendidos como esclavos o excesivamente rebel<strong>de</strong>s para someterse<br />
como tales. Por esto los hombres no se quejaron <strong>de</strong> este juego, al<br />
contrario, se entregaron a él con verda<strong>de</strong>ro júbilo. Pero al tercer día el<br />
olor <strong>de</strong> los cadáveres extendidos sobre la llanura se hizo terrible y los<br />
cuervos, los chacales y las hienas armaban tal escándalo por la noche<br />
que nadie podía dormir. La mayoría <strong>de</strong> las mujeres khabiri se habían<br />
estrangulado con sus cabellos, que llevaban largos, y no divertían ya a<br />
nadie.<br />
El tercer día Horemheb levantó el campo y mandó una parte <strong>de</strong> las<br />
tropas a Jerusalén para transportar el botín, porque los merca<strong>de</strong>res<br />
no habían acudido en número suficiente al campo para comprar<br />
todos los esclavos, utensilios <strong>de</strong> cocina y trigo, y el resto se fue a<br />
apacentar los rebaños. Se montó un campo para los heridos, que<br />
quedaron bajo la custodia <strong>de</strong> los soldados <strong>de</strong> una cola <strong>de</strong> león, pero<br />
muchos <strong>de</strong> ellos murieron. Horemheb salió con los carros a la<br />
persecución <strong>de</strong> los khabiri, porque al interrogar a los prisioneros<br />
supo que habían conseguido huir con su dios.<br />
Me llevó con él pese a mi resistencia y yo iba <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él<br />
agarrado a su cintura y lamentando el día en que nací, porque<br />
avanzaba como un alocado y a cada momento pensaba que<br />
volcaríamos y me estrellaría la cabeza contra las rocas. Pero él se reía<br />
<strong>de</strong> mí y <strong>de</strong>cía que quería mostrarme la guerra, puesto que había<br />
<strong>de</strong>seado saber si podía enseñarme alguna cosa.<br />
Me hizo saborear la guerra y vi los carros arrojarse contra los<br />
khabiri como un huracán mientras cantaban <strong>de</strong> alegría empujando<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos el ganado robado hacia los escondrijos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto.<br />
Los caballos aplastaban a los ancianos y los niños en medio <strong>de</strong>l humo<br />
<strong>de</strong> las tiendas incendiadas, y Horemheb enseñaba a los khabiri con<br />
sangre y lágrimas que hubieran hecho mejor en permanecer pobres<br />
en su <strong>de</strong>sierto y reventar <strong>de</strong> hambre en sus cavernas que invadir la<br />
rica y fértil Siria para untarse <strong>de</strong> aceite la piel quemada por el sol y<br />
engordarse con trigo robado. Así fue como saboreé la guerra, que no<br />
era ya en realidad una guerra, sino una persecución y una matanza,<br />
hasta el momento en que Horemheb se sintió satisfecho e hizo<br />
levantar los mojones sin preocuparse <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>rlos en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Y dijo :
-Necesito guardar simiente <strong>de</strong> khabiri para po<strong>de</strong>r entrenar a mis<br />
soldados, porque si los pacifico matándolos a todos no existirá en<br />
todo el país un solo lugar don<strong>de</strong> batirse. La paz reina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />
cuarenta años en el mundo, los pueblos viven en buena armonía y los<br />
reyes <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s Estados se llaman en sus cartas hermano y<br />
amigo; el faraón les manda oro para que puedan erigirle una estatua<br />
en los templos <strong>de</strong> sus dioses. Por esto quiero guardar semilla <strong>de</strong><br />
khabiri, porque <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos años el hambre los arrojará <strong>de</strong> nuevo<br />
<strong>de</strong> su <strong>de</strong>sierto y olvidarán lo que les había costado la última vez.<br />
Así consiguió alcanzar en su carro al dios <strong>de</strong> los khabiri y se arrojó<br />
sobre ellos como un halcón, <strong>de</strong> manera que los que lo llevaban lo<br />
arrojaron al suelo y huyeron hacia las montañas, lejos <strong>de</strong> los carros.<br />
Horemheb hizo cortar el dios a pedazos y lo quemó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
Sekhmet, y los soldados se golpeaban el pecho y <strong>de</strong>cían con orgullo:<br />
«Así es como quemamos al dios <strong>de</strong> los khabiri. » El nombre <strong>de</strong> este<br />
dios era Jahvé o Jehu, y los khabiri no tenían otro, <strong>de</strong> manera que<br />
tuvieron que regresar sin dios a su <strong>de</strong>sierto y más pobres todavía que a<br />
su marcha, a pesar <strong>de</strong> que hubiesen cantado ya <strong>de</strong> júbilo agitando<br />
ramas <strong>de</strong> palmera.<br />
Horemheb entró en Jerusalén, don<strong>de</strong> se habían reunido los fugitivos<br />
<strong>de</strong> las regiones fronterizas, y les volvió a ven<strong>de</strong>r su ganado, su trigo y<br />
sus utensilios <strong>de</strong> cocina, <strong>de</strong> manera que ellos se <strong>de</strong>sgarraban las<br />
vestiduras y <strong>de</strong>cían: «Este pillaje es peor que el <strong>de</strong> los khabiri.» Pero<br />
no tenían porqué quejarse, porque podían pedir dinero prestado a sus<br />
templos, a los merca<strong>de</strong>res y a las oficinas <strong>de</strong>l fisco, y lo que no<br />
pudieron volver a comprar, Horemheb lo vendió a los merca<strong>de</strong>res<br />
venidos <strong>de</strong> toda Siria. Así fue como pudo distribuir a los soldados una<br />
recompensa en cobre y plata, y entonces comprendí por qué la mayoría<br />
<strong>de</strong> los heridos habían muerto en el campo pese a mis cuidados. Sus<br />
camaradas recibían <strong>de</strong> esta forma una parte más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> botín, y,<br />
a<strong>de</strong>más, habían robado los vestidos <strong>de</strong> los heridos, sus armas y sus<br />
joyas, y no les dieron ni agua ni comida, <strong>de</strong> manera que se murieron.<br />
También comprendí por qué a los ignorantes fabricantes <strong>de</strong> embutidos<br />
les gustaba tanto acompañar a los ejércitos a las guerras y regresaban<br />
ricos a Egipto, pese a que su saber fuese mínimo.<br />
Los gritos y la música siria resonaban por todo Jerusalén. Los<br />
soldados tenían cobre y plata y bebían cerveza y se divertían con las<br />
mujeres pintadas que los merca<strong>de</strong>res habían traído, y se disputaban y<br />
peleaban y se robaban unos a otros, <strong>de</strong> manera que cada día nuevos<br />
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cuerpos pendían cabeza abajo <strong>de</strong> los muros. Pero los soldados no se<br />
preocupaban y <strong>de</strong>cían: «Así fue siempre y siempre será. »<br />
Derrochaban su cobre y plata en cerveza y mujeres hasta la marcha <strong>de</strong><br />
los merca<strong>de</strong>res. Horemheb impuso un tributo a los merca<strong>de</strong>res a su<br />
llegada y a su marcha, y se enriqueció, pese a haber cedido su parte <strong>de</strong><br />
botín a los soldados. Pero no se alegró en lo más mínimo, porque<br />
cuando fui a <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> él para regresar a Simyra me dijo:<br />
-Esta campaña ha terminado aun antes <strong>de</strong> haber empezado, y el<br />
faraón me reprocha en una carta haber vertido sangre a pesar <strong>de</strong> su<br />
prohibición. Tengo que regresar a Egipto con mis soldados y<br />
licenciarlos, y <strong>de</strong>positar en los templos sus halcones y sus colas <strong>de</strong><br />
león. Pero no sé qué ocurrirá, porque son las únicas tropas ejercitadas<br />
que hay en Egipto, y las <strong>de</strong>más no sirven más que para cagar en los<br />
muros y pellizcar a las mujeres. Por Amón, es fácil para el faraón<br />
componer himnos a su dios en el palacio dorado y creer que gobernará<br />
los pueblos por amor, pero tendría que oír los gemidos <strong>de</strong> los hombres<br />
<strong>de</strong>strozados y los aullidos <strong>de</strong> las mujeres en los poblados incendiados<br />
cuando el enemigo inva<strong>de</strong> un país, y entonces quizá cambiaría <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a.<br />
-Egipto no tiene enemigos porque es <strong>de</strong>masiado rico y po<strong>de</strong>roso -<br />
dije yo-. Tu reputación se ha extendido por toda Siria y los khabiri no<br />
franquearán ya más la frontera. Es, pues, mejor licenciar a las tropas,<br />
porque en verdad se embriagan y arman escándalo, y sus barrios<br />
apestan a orines y la porquería lo inva<strong>de</strong> todo.<br />
-No sabes lo que dices -respondió, rascándose bajo el brazo porque<br />
la cabaña <strong>de</strong>l rey estaba llena <strong>de</strong> parásitos-. Egipto se basta, pero las<br />
rebeliones se fomentan fuera <strong>de</strong> él. Así es como me he enterado que el<br />
rey <strong>de</strong> Amurrú se procura febrilmente caballos y carros <strong>de</strong> guerra,<br />
cuando haría mejor en pagar más regularmente su tributo al faraón.<br />
En su país se cuenta ya abiertamente que un día los amorritas<br />
dominaron el mundo entero, en lo cual hay un fondo <strong>de</strong> verdad,<br />
porque los últimos hiksos viven allí.<br />
-Este Aziru es amigo mío, y está saturado <strong>de</strong> vanidad porque le doré<br />
los dientes. Creo también que tiene otras preocupaciones, porque ha<br />
tomado una mujer que agota sus fuerzas y <strong>de</strong>bilita sus rodillas.<br />
-Muchas cosas sabes, Sinuhé -dijo Horemheb con expresión pensativa-.<br />
Eres un hombre libre y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s tus actos y viajas <strong>de</strong> una ciudad a<br />
otra oyendo cosas que los <strong>de</strong>más ignoran. Si estuviese en tu sitio y<br />
fuese libre como tú, iría a todos los países para instruirme. Iría a<br />
Mitanni y Babilonia y aprovecharía la ocasión para instruirme sobre<br />
los carros <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> los hititas y la manera como ejercitan sus<br />
tropas, y visitaría también las islas <strong>de</strong>l mar para ver cuál es la<br />
verda<strong>de</strong>ra fuerza <strong>de</strong> los navíos <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> que tanto se habla. Pero yo<br />
no puedo porque el faraón me llama. A<strong>de</strong>más, mi nombre es tan
conocido en toda Siria que no me contarían lo que <strong>de</strong>seo averiguar .<br />
Pero tú, Sinuhé, vas vestido a lo sirio y hablas la lengua <strong>de</strong> la gente<br />
culta <strong>de</strong> todos los países. Eres médico y nadie cree que estés al<br />
corriente <strong>de</strong> otra cosa que <strong>de</strong> tu arte. Tu lenguaje es simple y a menudo<br />
infantil a mis oídos; me miras con ojos abiertos, y, no obstante, sé que<br />
tu corazón está cerrado y que no eres como te creen. ¿Es verdad?<br />
-Quizá sí -dije-. Pero, ¿qué quieres <strong>de</strong> mí?<br />
-Si te diera mucho oro -dijo- para que pudieses ir a los países <strong>de</strong> que<br />
te he hablado a practicar tu arte y difundir el renombre <strong>de</strong> la medicina<br />
egipcia y tu reputación como sanador, en cada villa los ricos te<br />
invitarían a sus casas y podrías escrutar sus corazones, y quizá los<br />
reyes y soberanos te llamarían también y podrías son<strong>de</strong>ar sus<br />
intenciones. Pero mientras ejercieras tu arte, tus ojos serían los míos y<br />
tus orejas las mías, y grabarías en tu espíritu todo lo que vieses y<br />
oyeses a fin <strong>de</strong> contármelo cuando regresaras a Egipto.<br />
-No regresaré jamás a Egipto -dije-. Y tus proposiciones son peligrosas;<br />
no tengo interés en acabar colgado cabeza abajo <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong><br />
una villa extranjera.<br />
-Del mañana nadie está seguro -respondió-. Creo que regresarás a<br />
Egipto, porque quien ha bebido el agua <strong>de</strong>l Nilo no pue<strong>de</strong> apagar la<br />
sed con otra. También las golondrinas y las grullas regresan cada<br />
invierno a Egipto porque no se encuentran bien en otra parte. Por esto<br />
tus palabras son como un zumbido <strong>de</strong> moscas a mis oídos. El oro no es<br />
más que polvo a mis pies y con gusto lo cambiaría por informaciones.<br />
Lo que dices <strong>de</strong> colgarte es estúpido, porque no te pido que cometas<br />
ningún acto reprensible ni que violes las leyes <strong>de</strong> los países<br />
extranjeros. Las gran<strong>de</strong>s villas, ¿no atraen acaso a los extranjeros para<br />
que visiten sus templos, no organizan fiestas y diversiones para<br />
distraer a los viajeros a fin <strong>de</strong> que éstos <strong>de</strong>jen su oro en manos <strong>de</strong> los<br />
habitantes <strong>de</strong> la villa? Si llevas oro en tus bolsillos serás bien recibido<br />
en todas partes. Y tu arte será apreciado en los países don<strong>de</strong> matan a<br />
los ancianos a hachazos o se llevan a los enfermos a morir al <strong>de</strong>sierto,<br />
como lo he oído contar. Los reyes están orgullosos <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río y<br />
hacen <strong>de</strong>sfilar sus tropas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos a fin <strong>de</strong> que los extranjeros<br />
se formen i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río. ¿Qué mal habría en que observes cómo<br />
marchan los soldados y qué armas llevan, el número <strong>de</strong> carros <strong>de</strong><br />
guerra que tienen y si son gran<strong>de</strong>s y pesados o pequeños y ligeros, y si<br />
llevan dos o tres hombres, porque han dicho que algunas veces un<br />
escu<strong>de</strong>ro toma sitio al lado <strong>de</strong>l conductor? Es igualmente importante<br />
saber si los soldados están bien alimentados y brillantes <strong>de</strong> grasa, o si,<br />
por el contrario, están flacos y <strong>de</strong>vorados por los parásitos o si tienen<br />
los ojos enfermos como los gatos. Se cuenta también que los hititas<br />
han <strong>de</strong>scubierto por medio <strong>de</strong> la magia un nuevo metal capaz <strong>de</strong> hacer
mella en el bronce mejor templado y este metal es azul y se llama<br />
hierro, pero no sé si es verdad, porque es posible que hayan<br />
encontrado simplemente un nuevo método para templar el cobre y<br />
mezclarlo pero quisiera saber <strong>de</strong> qué se trata. Sin embargo, lo que es<br />
esencial es saber las disposiciones <strong>de</strong>l soberano y las <strong>de</strong> sus consejeros.<br />
¡Mírame!<br />
Lo miré y pareció crecer ante mis ojos; su mirada tenía una<br />
expresión sombría y era parecido a un dios, <strong>de</strong> manera que mi corazón<br />
se estremecía y me incliné ante él, llevándome las manos a la altura <strong>de</strong><br />
las rodillas. Y entonces me dijo:<br />
-¿Crees que soy tu dueño?<br />
-Mi corazón me dice que eres mi dueño, pero no sé por qué -dije,<br />
con la lengua torpe y sintiendo miedo-. Es<br />
probablemente exacto que estás llamado a ser un conductor <strong>de</strong><br />
muchedumbres como lo afirmas. Partiré, pues, y mis ojos serán tus<br />
ojos y mis oídos serán tus oídos, pero no sé si te aprovecharás <strong>de</strong> todo<br />
lo que vea y oiga, porque no soy entendido en las cosas que te<br />
interesan y sólo en medicina soy docto. Sin embargo, haré cuanto<br />
pueda, y no por oro, sino porque eres mi amigo y porque los dioses lo<br />
han <strong>de</strong>cidido manifiestamente así, si es que hay dioses.<br />
Y contestó él:<br />
-Creo que no te arrepentirás nunca <strong>de</strong> ser mi amigo, pero te daré oro<br />
porque lo necesitarás, pues conozco bien a los<br />
hombres. No tienes que preguntarte por qué los informes que <strong>de</strong>seo<br />
tener me son más preciosos que el oro. Puedo, sin embargo, <strong>de</strong>cirte<br />
que los gran<strong>de</strong>s faraones envían hombres hábiles a las Cortes <strong>de</strong> los<br />
otros reinos, pero los enviados <strong>de</strong> los faraones son imbéciles que no<br />
saben contar más que la forma como se plisan las ropas, cómo se<br />
llevan las con<strong>de</strong>coraciones y en qué or<strong>de</strong>n cada cual está sentado a la<br />
<strong>de</strong>recha o a la izquierda <strong>de</strong>l soberano. No te preocupes, pues, <strong>de</strong> ellos<br />
si los encuentras, y que sus discursos sean como un zumbido <strong>de</strong><br />
moscas para tu oído.<br />
Pero cuando me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> él abandonó su dignidad y puso su<br />
mano sobre mi mejilla y tocó mi hombro con su rostro, diciendo:<br />
-Mi corazón se acongoja por tu marcha, Sinuhé, porque si eres<br />
solitario yo estoy solo también y nadie conoce los secretos <strong>de</strong> mi<br />
corazón. Creo que al <strong>de</strong>cir estas palabras pensaba en la princesa<br />
Baketamon, cuya belleza lo había hechizado.<br />
Me entregó mucho oro, más <strong>de</strong>l que yo pensaba, y creo que me<br />
entregó todo el oro que había ganado en la campaña <strong>de</strong> Siria, y<br />
or<strong>de</strong>nó a una escolta que me acompañase hasta la costa para<br />
protegerme <strong>de</strong> los bandidos. Yo <strong>de</strong>posité el oro en una gran casa <strong>de</strong><br />
comercio y lo cambié por unas tablillas <strong>de</strong> arcilla más fáciles <strong>de</strong>
transportar porque los ladrones no podían utilizarlas, y tomé el<br />
barco para regresar a Simyra.<br />
Tengo que mencionar también que antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Jerusalén<br />
trepané a un soldado que había recibido un golpe <strong>de</strong> maza en la<br />
cabeza durante una riña <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Atón, y el cráneo<br />
estaba fracturado y el hombre agonizaba y no podía mover los<br />
brazos ni piernas. Pero no pu<strong>de</strong> curarlo; su cuerpo se puso ardiente<br />
y se contorsionaba y murió al día siguiente.<br />
LIBRO SEXTO<br />
LA JORNADA D<strong>EL</strong> FALSO REY<br />
Al principio <strong>de</strong> este nuevo libro tengo que elogiar aquel tiempo<br />
pasado durante el cual pu<strong>de</strong> viajar sin obstáculos por tantos países y<br />
apren<strong>de</strong>r tantas cosas, porque jamás volveré a ver días parecidos.<br />
Recorría un mundo que no había visto una guerra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía<br />
cuarenta años, y los soldados <strong>de</strong> los reyes protegían las rutas <strong>de</strong> las<br />
caravanas y los merca<strong>de</strong>res y los navíos <strong>de</strong> los soberanos <strong>de</strong>fendían el<br />
río y los mares contra los piratas. Las fronteras estaban abiertas, los<br />
merca<strong>de</strong>res y los viajeros eran bien recibidos en las villas y la gente no<br />
se ofendía una <strong>de</strong> otra y se saludaban con las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas, informándose <strong>de</strong> las costumbres ajenas, <strong>de</strong> manera que<br />
muchas personas cultas hablaban varias lenguas y conocían dos<br />
escrituras. Se regaban los campos que producían abundantes cosechas,<br />
y en lugar <strong>de</strong>l Nilo terrestre, el Nilo celeste regaba los prados y las<br />
tierras rojas. Durante mis viajes los rebaños pacían tranquilamente y<br />
los pastores no usaban lanza, sino que tocaban la flauta y cantaban<br />
alegremente. Los viñedos eran florecientes y los árboles frutales se
inclinaban bajo el peso <strong>de</strong> su carga, los sacerdotes se untaban <strong>de</strong> aceite<br />
y ungüentos y estaban gordos, y el humo <strong>de</strong> infinitos sacrificios subía<br />
hacia el cielo por los patios <strong>de</strong> los templos <strong>de</strong> todo el país. Los dioses<br />
eran también generosos y propicios y gozaban con las suntuosas<br />
ofrendas. Los ricos se enriquecían todavía más y los po<strong>de</strong>rosos<br />
aumentaban su po<strong>de</strong>río, y los pobres eran más pobres todavía, como<br />
los dioses lo han prescrito, <strong>de</strong> manera que cada cual estaba contento<br />
con su suerte y nadie murmuraba. Tal me parece este pasado que no<br />
volverá nunca más; el tiempo en que yo estaba en la fuerza <strong>de</strong> la edad y<br />
no cansado por los largos viajes, mis ojos tenían curiosidad <strong>de</strong> ver<br />
cosas nuevas y mi corazón avi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> saber.<br />
Para <strong>de</strong>mostrar lo bien organizadas que estaban las condiciones,<br />
diré que la casa <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong><br />
Babilonia me entregó sin vacilar el oro contra mis tablillas <strong>de</strong> arcilla<br />
escritas por la <strong>de</strong> Simyra, y en cada gran villa se podía comprar vino <strong>de</strong><br />
la proce<strong>de</strong>ncia más lejana y en las villas sirias gustaba sobre todo el<br />
vino <strong>de</strong> las colinas <strong>de</strong> Babilonia, mientras los babilonios compraban a<br />
precio <strong>de</strong> oro el vino <strong>de</strong> Siria.<br />
Después <strong>de</strong> haber ensalzado aquellos tiempos felices en los que el<br />
sol era más brillante y el viento más dulce que en nuestras duras<br />
épocas actuales, voy a hablar <strong>de</strong> mis viajes y <strong>de</strong> todo lo que he visto<br />
con mis ojos y oído con mis orejas. Pero tengo que narrar primero<br />
cómo regresé a Simyra.<br />
A mi llegada a casa, Kaptah salió a mi encuentro llorando <strong>de</strong> gozo y,<br />
gritando, se arrojó a mis pies y dijo:<br />
-¡Bendito es el día que vuelve el dueño a su casa! Has vuelto y, sin<br />
embargo, te creía muerto en la guerra, y estaba seguro <strong>de</strong> que habías<br />
sido atravesado por una lanza por haber <strong>de</strong>soído mis advertencias y<br />
querido ver cómo era la guerra. Pero nuestro escarabajo es<br />
verda<strong>de</strong>ramente po<strong>de</strong>roso y te ha protegido. Mi corazón <strong>de</strong>sborda <strong>de</strong><br />
júbilo al verte, y la alegría brota <strong>de</strong> mis ojos en forma <strong>de</strong> lágrimas, y,<br />
sin embargo, creía heredar <strong>de</strong> ti todo el oro que habías <strong>de</strong>positado en<br />
las casas <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong> Simyra. Pero no lamento esta riqueza que se<br />
me escapa, porque sin ti soy un cabritillo perdido y balo<br />
lamentablemente y mis días son lúgubres. Durante tu ausencia no te<br />
he robado más que <strong>de</strong> costumbre, me he cuidado <strong>de</strong> tu casa y <strong>de</strong> tu<br />
fortuna, y he velado tan bien por tus intereses que eres más rico que<br />
antes <strong>de</strong> tu marcha.<br />
Me lavó los pies, vertió agua sobre mis manos y me cuidó sin <strong>de</strong>jar<br />
<strong>de</strong> hablar, pero yo le or<strong>de</strong>né que se callara y le dije:<br />
-Prepáralo todo porque vamos a salir <strong>de</strong> viaje muy lejos, durante<br />
algunos años quizás, y el viaje será penoso, porque visitaremos el país<br />
<strong>de</strong> Mitanni y Babilonia y las islas <strong>de</strong>l mar.<br />
Entonces Kaptah comenzó a llorar y gemir:<br />
-¿Por qué habré nacido en un mundo como éste? ¿Para qué haber<br />
engordado y vivido días felices, puesto que<br />
tengo que renunciar a ellos? Si te marchases por un mes o dos, como<br />
otras veces, no diría nada y me quedaría en Simyra, pero si tu viaje<br />
dura años es posible que no regreses nunca y no vuelva a verte más.
Por esto <strong>de</strong>bo seguirte llevándome el escarabajo, porque durante un<br />
viaje como éste necesitarás toda la suerte, y sin el escarabajo caerás en<br />
los abismos y los bandidos te atravesarán con sus lanzas. Sin mí y mi<br />
experiencia eres como un ternero al que un ladrón ata las patas <strong>de</strong><br />
atrás para llevárselo sobre los hombros, sin mí eres como un hombre<br />
con los ojos vendados que anda a tientas al azar, <strong>de</strong> manera que<br />
cualquiera te robaría a su antojo, cosa que no permitiría, puesto que si<br />
<strong>de</strong>bes ser robado es mejor que lo seas por mí, porque te robo<br />
razonablemente teniendo en cuenta tus recursos y tus intereses. Pero<br />
es mucho mejor que nos que<strong>de</strong>mos en nuestra casa <strong>de</strong> Simyra.<br />
La <strong>de</strong>sfachatez <strong>de</strong> Kaptah había crecido con los años, y mi esclavo<br />
hablaba ahora <strong>de</strong> «nuestra casa», <strong>de</strong> «nuestro escarabajo», y, al hablar<br />
<strong>de</strong> pagos, <strong>de</strong> «nuestro oro». Pero esta vez me sentía excedido y<br />
agarrando mi bastón le acaricié sus bien redondas nalgas a fin <strong>de</strong> darle<br />
motivo legítimo <strong>de</strong> llorar. Y le dije:<br />
-Mi corazón me dice que un día pen<strong>de</strong>rás cabeza abajo en los muros<br />
por culpa <strong>de</strong> tu <strong>de</strong>sfachatez. Deci<strong>de</strong> ya si quieres acompañarme o<br />
quedarte, pero cesa en tus sempiternas charlas, que me irritan las<br />
orejas.<br />
Kaptah acabó resignándose a su suerte y preparamos la marcha.<br />
Como había jurado no volver a poner nunca más los pies sobre un<br />
navío nos asociamos a una caravana que se dirigía hacia la Siria <strong>de</strong>l<br />
Norte, porque quería ver las selvas <strong>de</strong> cedros <strong>de</strong>l Líbano que<br />
procuraban la ma<strong>de</strong>ra para los palacios y la barca sagrada <strong>de</strong> Amón.<br />
Poco tengo que <strong>de</strong>cir sobre este viaje, que fue monótono y sin<br />
inci<strong>de</strong>ntes. Las hosterías era limpias y comíamos y bebíamos<br />
convenientemente y en ciertas etapas me llevaron enfermos que pu<strong>de</strong><br />
curar. Me hacía llevar en una litera porque estaba harto <strong>de</strong> asnos que,<br />
por otra parte, tampoco gustaban a Kaptah pero no pu<strong>de</strong> tomarlo en<br />
mi litera a causa <strong>de</strong> mi dignidad, porque era mi servidor. Por esto<br />
gimió y llamaba a la muerte. Yo le recordé que hubiéramos podido<br />
hacer este viaje más rápidamente y con mayores comodida<strong>de</strong>s por<br />
mar, pero no fue esto para él un consuelo. El viento seco me irritaba la<br />
cara y tenía que untarme continuamente <strong>de</strong> pomada y el polvo me<br />
llenaba la boca, y las pulgas <strong>de</strong> arena me atormentaban, pero estos<br />
inconvenientes me parecían mínimos y mis ojos gozaban <strong>de</strong> todo lo<br />
que veían.<br />
Admiré también los bosques <strong>de</strong> cedros, cuyos árboles son tan<br />
gran<strong>de</strong>s que ningún egipcio me creería si hablara <strong>de</strong> ellos. Por esto los<br />
paso en silencio. Pero <strong>de</strong>bo, sin embargo, <strong>de</strong>cir que el perfume <strong>de</strong> estas<br />
selvas es maravilloso y los arroyos muy claros, y yo me <strong>de</strong>cía que nadie<br />
pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>sgraciado en tan bello país. Pero entonces vi esclavos que<br />
cortaban aquellos árboles y hacían pedazos <strong>de</strong> ellos para
transportarlos a la costa por las pendientes. Su miseria era gran<strong>de</strong>,<br />
tenían los brazos y las piernas cubiertas <strong>de</strong> abscesos purulentos y<br />
sobre sus espaldas las moscas se fijaban en los surcos <strong>de</strong> los latigazos.<br />
Esto me hizo cambiar <strong>de</strong> opinión.<br />
Acabamos llegando a la villa <strong>de</strong> Ka<strong>de</strong>sh, don<strong>de</strong> había un fuerte y una<br />
guarnición egipcia. Pero las murallas no estaban guardadas ni los<br />
fosos llenos; los soldados y oficiales vivían en la villa con sus familias,<br />
sin acordarse <strong>de</strong> que eran soldados más que los días en que distribuían<br />
trigo, cebollas y cerveza. Nos quedamos en esta villa hasta que las<br />
llagas <strong>de</strong>l trasero <strong>de</strong> Kaptah estuvieron cicatrizadas y cuidé muchos<br />
enfermos, porque los médicos <strong>de</strong> la guarnición eran malos y sus<br />
nombres fueron borrados <strong>de</strong>l registro <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida, si es que<br />
habían figurado alguna vez en él, por esto los enfermos que disponían<br />
<strong>de</strong> medios se hacían transportar al país <strong>de</strong> Mitanni, para recibir los<br />
cuidados <strong>de</strong> los médicos instruidos en Babilonia. Vi los monumentos<br />
erigidos por los gran<strong>de</strong>s faraones y leí las inscripciones que hablaban<br />
<strong>de</strong> sus victorias, <strong>de</strong>l número <strong>de</strong> enemigos muertos y <strong>de</strong> cazas al<br />
elefante. Me hice grabar un sello en una piedra preciosa, porque aquí<br />
los sellos no son iguales que en Egipto y no se llevan engarzados en<br />
una sortija en el <strong>de</strong>do, sino en el cuello, porque son pequeños cilindros<br />
atravesados por un agujero y se hacen rodar sobre la tablilla <strong>de</strong> arcilla<br />
para que <strong>de</strong>jen la marca. Pero los pobres y los ignorantes, cuando<br />
tienen que utilizar alguna tablilla, imprimen en ella solamente la<br />
impresión <strong>de</strong> su pulgar.<br />
Ka<strong>de</strong>sh era una villa tan triste y lúgubre, tan abrasada por el sol y<br />
tan <strong>de</strong>svergonzada, que incluso Kaptah se alegró <strong>de</strong> abandonarla a<br />
pesar <strong>de</strong> que temía los asnos. La única diversión era la llegada <strong>de</strong><br />
numerosas caravanas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> todos los países, porque era un<br />
importante cruce <strong>de</strong> caminos. Todas las villas fronterizas son<br />
parecidas, sean quienes sean sus soberanos, y para los oficiales y<br />
soldados son lugares <strong>de</strong> castigo, pertenezcan a Egipto, a Mitanni o a<br />
Babilonia y a Khatti, <strong>de</strong> manera que en estas guarniciones los soldados<br />
y los oficiales no hacían más que lamentarse y mal<strong>de</strong>cir el día en que<br />
habían nacido.<br />
Pronto cruzamos la frontera y entramos en Naharanni sin que nadie<br />
nos lo impidiese y vimos un río que corría hacia arriba y no hacia<br />
abajo como el Nilo. Nos dijeron que estábamos en el país <strong>de</strong> Mitanni y<br />
pagamos los <strong>de</strong>rechos percibidos sobre los viajeros para las cajas <strong>de</strong>l<br />
rey. Pero como éramos egipcios, la gente nos trataba con respeto y se<br />
acercaban a nosotros diciéndonos:<br />
-Bien venidos seáis, porque nuestro corazón se regocija al ver<br />
egipcios. Hace tiempo que no habíamos visto ninguno y estábamos<br />
inquietos, porque el faraón no nos manda soldados ni armas ni oro y
dicen que ha ofrecido a nuestro rey un nuevo dios <strong>de</strong>l que no sabemos<br />
nada, cuando teníamos ya a Ishtar <strong>de</strong> Nínive y una multitud <strong>de</strong> otros<br />
dioses po<strong>de</strong>rosos que nos han protegido hasta ahora.<br />
Me invitaron a sus casas y nos obsequiaron a Kaptah y a mí, <strong>de</strong><br />
manera que mi esclavo exclamaba:<br />
-Es un buen país. Quedémonos aquí, dueño mío, para ejercer la<br />
medicina, porque todo indica que esta gente es ignorante y crédula y<br />
podremos engañarlos fácilmente.<br />
El rey <strong>de</strong> Mitanni se había retirado a las montañas para pasar los<br />
calores <strong>de</strong>l estío, y yo no tenía el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llegar a él, porque<br />
estaba impaciente por ver todas las maravillas <strong>de</strong> Babilonia <strong>de</strong> las que<br />
tanto había oído hablar. Pero, cumpliendo ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Horemheb,<br />
conversé con los notables y los humil<strong>de</strong>s y todos me dijeron lo mismo<br />
y yo comprendía que estuviesen inquietos. Porque un día el país <strong>de</strong><br />
Mitanni había sido po<strong>de</strong>roso, pero ahora se encontraba entre<br />
Babilonia al Este, los pueblos bárbaros al Norte y los hititas al Oeste,<br />
en el país <strong>de</strong> los Khatti. Cuanto más oía hablar <strong>de</strong> los hititas, a quienes<br />
temían, mejor comprendía que <strong>de</strong>bía ir también al país <strong>de</strong> Khatti, pero<br />
antes quería visitar Babilonia.<br />
Los habitantes <strong>de</strong> Mitanni son <strong>de</strong> escasa talla y sus mujeres bellas y<br />
elegantes y sus hijos como muñecos. Quizá fueron un día un pueblo<br />
fuerte, porque preten<strong>de</strong>n haber dominado sobre todos, los pueblos <strong>de</strong>l<br />
Norte, Sur, Este y Oeste, pero todos los pueblos dicen lo mismo. No<br />
creo que hayan podido vencer y saquear a Babilonia como lo afirman;<br />
si lo han hecho <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser con la ayuda <strong>de</strong>l faraón. Porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />
época <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones este país ha sido <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Egipto<br />
y durante dos generaciones las hijas <strong>de</strong> sus reyes han habitado el<br />
palacio como esposas <strong>de</strong>l faraón. Los antepasados <strong>de</strong> Amenhotep han<br />
atravesado este país con sus carros <strong>de</strong> guerra y en las villas se<br />
muestran todavía estelas <strong>de</strong> sus victorias. Oyendo los lamentos y<br />
recriminaciones <strong>de</strong> los habitantes comprendía que este país era un<br />
tapón que cubría la Siria y el Egipto contra Babilonia y los poblados<br />
bárbaros, y que <strong>de</strong>bía ser el escudo <strong>de</strong> la Siria y recibir las lanzas<br />
dirigidas contra el po<strong>de</strong>río egipcio. Esta era la única razón por la que<br />
los egipcios sostenían el vacilante trono <strong>de</strong> su rey y le enviaban oro,<br />
armas y tropas mercenarias. Pero los habitantes no lo comprendían,<br />
estaban muy orgullosos <strong>de</strong> su país y <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río y <strong>de</strong>cían:<br />
-Tadu-Hepa, la hija <strong>de</strong> nuestro rey, era la gran esposa real en Tebas,<br />
pese a que no era más que una chiquilla, y<br />
murió súbitamente. No compren<strong>de</strong>mos por qué el faraón no nos<br />
manda más oro, pese a que los faraones han querido siempre a<br />
nuestros reyes como hermanos, y a causa <strong>de</strong> este amor les daban<br />
siempre armas y carros <strong>de</strong> guerra, y oro y piedras preciosas.
Pero yo me daba cuenta <strong>de</strong> que este país estaba cansado y que la<br />
sombra <strong>de</strong> la muerte planeaba sobre sus templos y<br />
sus bellos edificios. Ellos no se daban cuenta, y sólo se preocupaban <strong>de</strong><br />
su alimentación, que preparaban <strong>de</strong> muchas maneras extrañas y<br />
pasaban el tiempo probando nuevas vestiduras y zapatos <strong>de</strong> punta<br />
retorcida y altos sombreros, y escogían sus joyas con cuidado. Sus<br />
brazos eran <strong>de</strong>lgados como los <strong>de</strong> los egipcios y la piel <strong>de</strong> sus mujeres<br />
era suave, <strong>de</strong> manera que se veía la sangre azul correr por sus venas, y<br />
hablaban y se comportaban con elegancia y aprendían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
infancia a caminar graciosamente.<br />
Su medicina estaba también a un alto nivel y sus médicos eran<br />
hábiles; conocían su profesión y sabían muchas<br />
cosas que yo ignoraba. Así fue como me dieron un vermífugo que<br />
causaba menos dolores y menos inconvenientes que los otros que yo<br />
conocía. Sabían también <strong>de</strong>volver la vista a los ciegos con las agujas y<br />
yo les enseñé a manejarlas mejor. Pero ignoraban completamente la<br />
trepanación y no creían lo que yo les <strong>de</strong>cía; pretendían que sólo los<br />
dioses podían curar las heridas <strong>de</strong> la cabeza, y si los dioses las curan,<br />
los enfermos no recobran nunca su estado anterior, <strong>de</strong> manera que era<br />
mejor que se muriesen.<br />
Los habitantes <strong>de</strong> Mitanni llevados por su curiosidad, me llevaron<br />
también enfermos, porque todo lo que era<br />
extranjero les gustaba; se vestían incluso a la extranjera, se <strong>de</strong>leitaban<br />
con platos extranjeros, bebían el vino <strong>de</strong> las colinas y adoraban las<br />
joyas extranjeras; <strong>de</strong> la misma forma <strong>de</strong>seaban ser cuidados por un<br />
médico extranjero. Vinieron también mujeres, y me sonreían al<br />
contarme sus penas, y se lamentaban <strong>de</strong> la frialdad <strong>de</strong> sus maridos y<br />
<strong>de</strong> su pereza.<br />
Yo sabía muy bien lo que esperaban <strong>de</strong> mí, pero no las tocaba ni me<br />
divertía con ellas, porque no quería violar las leyes <strong>de</strong>l país. En<br />
<strong>de</strong>squite, les daba remedios que hubieran llevado a un muerto a<br />
divertirse con una mujer, porque en esta materia los médicos sirios<br />
son los más hábiles <strong>de</strong>l mundo y sus filtros mucho más po<strong>de</strong>rosos que<br />
los egipcios. En cuanto a saber si las mujeres los daban a sus maridos<br />
o a otros hombres, lo ignoro; sin embargo, creo que <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong><br />
utilizarlos para sus amantes en <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> sus maridos, porque sus<br />
costumbres eran libres y no tenían hijos, lo cual reforzaba mi creencia<br />
<strong>de</strong> que la muerte flotaba sobre el país.<br />
Debo consignar también que los habitantes <strong>de</strong> Mitanni ignoraban<br />
las fronteras exactas <strong>de</strong> su país, porque los mojones se <strong>de</strong>splazaban<br />
incesantemente, los hititas se los llevaban en sus carros para<br />
levantarlos en otro sitio a su antojo. Si lo que contaban <strong>de</strong> los hititas<br />
era verdad, no existía en el mundo un pueblo más cruel y más temible.
Según ellos, los hititas no tenían mayor placer que escuchar los<br />
gemidos <strong>de</strong> los torturados y ver correr la sangre, cortaban las manos<br />
<strong>de</strong> los habitantes fronterizos que se quejaban <strong>de</strong> que los rebaños <strong>de</strong> los<br />
hititas pisoteaban sus campos y pacían el trigo joven, y <strong>de</strong>spués se<br />
burlaban <strong>de</strong> ellos diciéndoles que volviesen a poner los mojones en su<br />
sitio. Les cortaban también los pies y les <strong>de</strong>cían que corriesen a<br />
quejarse a su rey y les soltaban la piel <strong>de</strong>l cráneo para bajársela<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los ojos para que no viesen cómo cambiaban <strong>de</strong> sitio los<br />
mojones. Los habitantes <strong>de</strong> Mitanni pretendían que los hititas se<br />
mofaban <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> Egipto, lo cual era una terrible ofensa para<br />
todo el país, y esto solo hubiera sido motivo para que el faraón<br />
mandase oro, armas y mercenarios a fin <strong>de</strong> resistir por la fuerza a los<br />
hititas; pero a la gente <strong>de</strong> Mitanni no le gustaba la guerra y esperaban<br />
que los hititas se retirarían al ver que el faraón sostenía Mitanni. No<br />
puedo repetir aquí todo el mal que los hititas les hubieran causado ni<br />
las cruelda<strong>de</strong>s y horrores cometidos por ellos. Pero <strong>de</strong>cían que eran<br />
peores que la langosta, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> la langosta el suelo<br />
rever<strong>de</strong>ce, pero sobre el rastro <strong>de</strong> los carros hititas la hierba no vuelve<br />
a crecer.<br />
Yo no quería entretenerme más en Mitanni, porque creía haberme<br />
enterado <strong>de</strong> todo lo que quería saber, pero mi honor <strong>de</strong> médico se<br />
sentía ofendido ante las sospechas <strong>de</strong> los médicos <strong>de</strong>l país, que no<br />
querían creer lo que les contaba <strong>de</strong> la trepanación. Y un día vino a<br />
verme un noble que se quejaba <strong>de</strong> oír constantemente en su cabeza el<br />
ruido <strong>de</strong>l mar, y se caía sin conocimiento y tenía tales dolores en la<br />
cabeza que si no se podía curar no tenía ya apego a la vida. Los<br />
médicos <strong>de</strong> Mitanni se negaban a tratarlo . Por esto quería morir,<br />
porque la vida le era un sufrimiento continuo Y yo le dije:<br />
-Es posible que vivas, si <strong>de</strong>jas que te agujeree el cráneo, pero<br />
también que mueras, porque sólo el uno por ciento <strong>de</strong> los enfermos<br />
sobrevive a una trepanación.<br />
Y él dijo:<br />
-Loco sería <strong>de</strong> no aceptar tu proposición, pues tengo una<br />
probabilidad sobre ciento; pero si tengo que librarme yo<br />
mismo <strong>de</strong> mis sufrimientos, permaneceré echado y no me levantaré<br />
más. En verdad no creo que puedas curarme, pero si me trepanas no<br />
pecaré contra los dioses, como pecaría quitándome la vida. Si, en todo<br />
caso, contra toda esperanza, me curases, te daré la mitad <strong>de</strong> cuanto<br />
poseo, y no es poco; pero si muero no tendrás nada que lamentar,<br />
porque tu regalo será gran<strong>de</strong>. Lo examiné a fondo explorándole el<br />
cráneo con atención, pero mi reconocimiento no le causó dolor ni el<br />
cráneo presentaba en ninguna parte la menor anomalía. Entonces<br />
Kaptah, dijo:
-Pálpale el cráneo con el martillo; no arriesgas nada.<br />
Le golpeé el cráneo con un martillo y no se quejaba, pero <strong>de</strong> repente<br />
lanzó un grito y cayó <strong>de</strong>svanecido. Creyendo<br />
haber encontrado el sitio don<strong>de</strong> había que abrir el cráneo, convoqué a<br />
los médicos <strong>de</strong> Mitanni, que no habían querido creerme, y les dije:<br />
-Me creeréis o no, pero voy a trepanar a este enfermo para curarlo,<br />
si bien es muy probable que muera.<br />
Pero los médicos rieron maliciosamente, diciendo:<br />
-Tenemos verda<strong>de</strong>ramente curiosidad <strong>de</strong> verlo.<br />
Mandé a buscar fuego al templo <strong>de</strong> Amón y me lavé, y lavé también al<br />
enfermo que iba a operar y purifiqué todo cuanto había en la habitación.<br />
Cuando la luz fue más clara, a mediados <strong>de</strong>l día, me puse a la obra y<br />
corté una fuerte hemorragia con un cauterio, pese a que <strong>de</strong>ploraba el<br />
dolor que producía. Pero el enfermo dijo que aquel dolor no era nada<br />
comparado con el que sentía todos los días. Yo le había dado mucho vino<br />
en el cual había disuelto anestésicos, <strong>de</strong> manera que tenía los ojos fijos<br />
como los <strong>de</strong> un pescado muerto y estaba muy alegre. Entonces le abrí el<br />
cráneo con toda la pru<strong>de</strong>ncia posible con la ayuda <strong>de</strong> los instrumentos <strong>de</strong><br />
que disponía y el enfermo no perdió el conocimiento, y dijo que se sentía<br />
mejor cuando levanté el trozo <strong>de</strong> hueso que había cortado. Mi corazón se<br />
alegró, porque en el preciso lugar que había elegido, el diablo o el<br />
espíritu <strong>de</strong> la enfermedad había puesto su huevo, como <strong>de</strong>cía Ptahor, y<br />
éste era rojizo y feo y <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un huevo <strong>de</strong> golondrina. Con todo<br />
mi arte yo extirpé y cautericé todo lo que lo sujetaba al cerebro y lo<br />
mostré a los médicos, que ya no se reían. Pronto volví a cerrar el cráneo<br />
con una placa <strong>de</strong> plata y cosí la piel <strong>de</strong>l cráneo, y durante toda esta<br />
operación el enfermo no perdió el conocimiento, y <strong>de</strong>spués se levantó,<br />
anduvo y me dio las gracias, porque ya no oía aquel espantoso ruido en<br />
los oídos y sus dolores habían cesado.<br />
Esta operación me valió una inmensa reputación en Mitanni y la<br />
noticia se extendió hasta Babilonia. Pero mi enfermo comenzó a beber<br />
vino y divertirse y su cuerpo se puso ardiente y <strong>de</strong>liró, y en su <strong>de</strong>lirio, al<br />
tercer día, se escapó <strong>de</strong> la cama y se cayó <strong>de</strong> las murallas rompiéndose<br />
la nuca y se mató. Sin embargo, todo el mundo reconoció que no era<br />
culpa mía y se celebró mi habilidad.<br />
Al poco tiempo alquilé una barca y en compañía <strong>de</strong> Kaptah bajé por<br />
el río hasta Babilonia.<br />
El país que domina Babilonia lleva diferentes nombres, y se llama<br />
tan pronto Cal<strong>de</strong>a como Khosea, según el pueblo que lo habita. Pero yo<br />
lo llamo Babilonia porque así todo el mundo sabe <strong>de</strong> cuál se trata. Es<br />
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un país fértil los campos están surcados por canales <strong>de</strong> irrigación y el<br />
suelo es llano hasta per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> vista, y no como en Egipto, don<strong>de</strong><br />
todo es diferente, porque, por ejemplo, así como en Egipto las mujeres<br />
muelen el trigo <strong>de</strong> rodillas dando vueltas a una muela redonda, las<br />
mujeres <strong>de</strong> Babilonia permanecen <strong>de</strong> pie y hacen girar dos muelas en<br />
sentido contrario, lo cual es, naturalmente, mucho más penoso.<br />
En este país los árboles son tan poco numerosos que es un crimen<br />
contra los dioses y los hombres cortar uno, pero, por el contrario, si<br />
alguien planta alguno se gana el favor <strong>de</strong> los dioses. En Babilonia la<br />
gente es más corpulenta que en los <strong>de</strong>más sitios y se ríe mucho, a la<br />
manera <strong>de</strong> los obesos. Comen platos grasos y feculentos, y he visto en<br />
sus casas un pájaro que llaman gallina que no pue<strong>de</strong> volar, pero habita<br />
con los hombres y cada día les pone un huevo, que tiene el tamaño <strong>de</strong><br />
un huevo <strong>de</strong> cocodrilo, pero ya sé que nadie me creerá. Sin embargo,<br />
me han ofrecido huevos <strong>de</strong> éstos, que los babilonios consi<strong>de</strong>ran como<br />
un manjar exquisito. Pero yo no me he atrevido a probarlo porque he<br />
pensado que era mejor ser pru<strong>de</strong>nte y me he contentado con los platos<br />
que ya conocía y sabía cómo estaban preparados.<br />
Los babilonios dicen que su villa es la más gran<strong>de</strong> y más antigua<br />
<strong>de</strong>l mundo, pero yo no lo creo, porque ésta es Tebas. Y afirmo <strong>de</strong><br />
nuevo que no existe en el mundo una ciudad como Tebas, pero<br />
Babilonia me sorprendió por su magnificencia y su riqueza, porque<br />
las murallas son altas como montañas y el templo que han erigido a<br />
su dios sube hasta el cielo. Las casas tienen cuatro o cinco pisos, <strong>de</strong><br />
manera que viven unos sobre otros, y en ningún sitio, ni aun en<br />
Tebas, he visto almacenes tan lujosos y una cantidad tal <strong>de</strong><br />
mercancías como hay en las casas <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong>l templo.<br />
Su dios es Marduk, y en Ishtar han elevado un pórtico que es más<br />
gran<strong>de</strong> que el pilón <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Amón, y lo han revestido <strong>de</strong><br />
ladrillos policromados y brillantes, cuyos dibujos <strong>de</strong>slumbran la<br />
vista bajo el sol. Des<strong>de</strong> este pórtico, una avenida lleva hasta el<br />
templo <strong>de</strong> Marduk, y la torre tiene varios pisos y el camino sube<br />
hasta lo alto y es tan ancho y poco inclinado que pue<strong>de</strong>n pasar por él<br />
varios carros <strong>de</strong> frente a la vez. En lo alto <strong>de</strong> la torre es don<strong>de</strong> viven<br />
los astrólogos, que saben cuanto hace referencia a los movimientos<br />
<strong>de</strong> los astros y calculan sus órbitas y anuncian los días fastos y<br />
nefastos, <strong>de</strong> manera que cada cual pue<strong>de</strong> amoldar a ellos su vida.<br />
Dicen que pue<strong>de</strong>n también pre<strong>de</strong>cir el porvenir, pero para esto<br />
tienen que saber el día y el momento <strong>de</strong>l nacimiento, <strong>de</strong> manera que<br />
no pu<strong>de</strong> recurrir a su saber, pese a todo mi <strong>de</strong>seo, puesto que<br />
ignoraba el momento preciso <strong>de</strong> mi nacimiento.<br />
Tenía a mi disposición todo el oro que quisiera retirar <strong>de</strong> la caja<br />
<strong>de</strong>l templo a cambio <strong>de</strong> mis tablillas, y por esto me alojé cerca <strong>de</strong> la
puerta <strong>de</strong> Ishtar, en una gran hostería <strong>de</strong> varios pisos y sobre el<br />
techo <strong>de</strong> la cual crecían árboles frutales y arrayanes, y había también<br />
en él arroyos y estanques con peces. Allí es don<strong>de</strong> se alojaban los<br />
gran<strong>de</strong>s si no tenían casa en la villa, así como los enviados <strong>de</strong> los<br />
países extranjeros, y las habitaciones estaban amuebladas con<br />
espesas alfombras y los muebles tapizados con pieles <strong>de</strong> animales y<br />
las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>coradas con ladrillos brillantes con figuras ligeras. El<br />
nombre <strong>de</strong> esta hostelería era «Pabellón <strong>de</strong> Ishtar» y pertenecía a la<br />
torre <strong>de</strong>l dios, como todo lo notable <strong>de</strong> Babilonia. Si se cuentan<br />
todas las habitaciones y el personal <strong>de</strong> servicio, creo que se verá que<br />
esta sola casa alberga tanta gente como todo un barrio <strong>de</strong> Tebas. Y,<br />
sin embargo, nadie que no lo haya visto con sus ojos lo creerá.<br />
En ninguna parte <strong>de</strong>l mundo se ven tantas gentes diferentes como<br />
en Babilonia y en ninguna parte se oyen hablar a la vez tantas<br />
lenguas como aquí, porque los babilonios dicen con orgullo que<br />
todos los caminos llevan a Babilonia, que es el centro <strong>de</strong>l mundo. En<br />
efecto, aseguran que su país no está en el extremo <strong>de</strong>l mundo, como<br />
se afirma en Egipto, sino que por el Este, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas, se<br />
extien<strong>de</strong>n po<strong>de</strong>rosos reinos cuyas caravanas armadas traen algunas<br />
veces a Babilonia extrañas mercancías, telas y preciosos vasos<br />
transparentes. Debo <strong>de</strong>cir que en Babilonia he visto gente <strong>de</strong> piel<br />
amarilla y ojos ovalados, pese a que no iban pintados, y se<br />
<strong>de</strong>dicaban al comercio vendiendo telas finas como el lino real, pero<br />
más finas todavía, lanzando <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> todos los colores,<br />
como el aceite puro.<br />
Porque los habitantes <strong>de</strong> Babilonia son ante todo comerciantes y<br />
no respetan nada tanto como el comercio, <strong>de</strong> manera que incluso<br />
sus dioses hacen negocios con ellos. Por esto no les gustan las<br />
guerras, pero reclutan mercenarios y elevan murallas tan sólo para<br />
proteger su comercio, y su <strong>de</strong>seo es que las rutas estén abiertas a<br />
todos los pueblos y a todos los países. Porque el negocio les produce<br />
mayor beneficio que la guerra. Sin embargo, están orgullosos <strong>de</strong> sus<br />
soldados, que vigilan los baluartes <strong>de</strong> la villa y sus templos y <strong>de</strong>sfilan<br />
cada día bajo el pórtico <strong>de</strong> Ishtar, con sus cascos y sus corazas <strong>de</strong><br />
oro y plata resplan<strong>de</strong>cientes. Las empuñaduras <strong>de</strong> sus sables y las<br />
puntas <strong>de</strong> sus lanzas están recubiertas <strong>de</strong> oro y plata como muestra<br />
<strong>de</strong> su riqueza. Y dicen:<br />
-¿Acaso has visto jamás, ¡oh extranjero!, soldados o carros <strong>de</strong><br />
guerra parecidos?<br />
El rey <strong>de</strong> Babilonia era un adolescente imberbe que tenía que<br />
ponerse una barba postiza para subir al trono. Su nombre era<br />
Burraburiash. Le gustaban los juguetes y las historias maravillosas,<br />
y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Mitanni mi reputación me había precedido hasta Babilonia,
<strong>de</strong> manera que apenas instalado en el «Pabellón <strong>de</strong> Ishtar», <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> haber visitado el templo y hablado con los médicos y sacerdotes<br />
<strong>de</strong> la Torre, recibí un recado diciéndome que el rey me esperaba.<br />
Kaptah se inquietó, según su costumbre, y me dijo:<br />
-No vayas; huyamos más bien juntos, porque <strong>de</strong> un rey no pue<strong>de</strong><br />
esperarse nada bueno.<br />
Pero yo le respondí:<br />
-¡Idiota! ¿Has olvidado acaso que tenemos nuestro escarabajo? Y<br />
él dijo:<br />
-El escarabajo es un escarabajo y no lo he olvidado en absoluto,<br />
pero es mejor estar seguro <strong>de</strong> las cosas y no hay que abusar <strong>de</strong> la<br />
paciencia <strong>de</strong> nuestro amuleto. Si, <strong>de</strong> todos modos, estás firmemente<br />
<strong>de</strong>cidido a ir a palacio, te acompañaré para que muramos juntos. En<br />
efecto, si alguna vez regresamos a Egipto quisiera po<strong>de</strong>r contar que<br />
me he postrado ante el rey <strong>de</strong> Babilonia. Sería tonto no aprovechar<br />
esta casualidad que se ofrece ante mí. Sin embargo, si vamos,<br />
<strong>de</strong>bemos conservar nuestra dignidad y <strong>de</strong>bes exigir que te man<strong>de</strong>n<br />
una litera real, pero no iremos hoy porque es un día nefasto según<br />
las creencias <strong>de</strong>l país; los merca<strong>de</strong>res han cerrado sus tiendas y la<br />
gente reposa en sus casas, porque hoy todo fracasaría, siendo el<br />
séptimo día <strong>de</strong> la semana.<br />
Reflexionando comprendí que Kaptah tenía razón, porque si bien<br />
para un egipcio todos los días son iguales, salvo los que son<br />
proclamados nefastos según las estrellas, era posible que en este<br />
país el séptimo día fuese también nefasto para un egipcio, y era<br />
preferible la seguridad a la incertidumbre. Por esto dije al servidor<br />
<strong>de</strong>l rey:<br />
-Debes pensar seguramente que soy extranjero y loco, puesto que<br />
me invitas a ir a ver al rey en un día como hoy. Pero iré mañana si el<br />
rey me envía una litera, porque no soy hombre <strong>de</strong>spreciable, y no<br />
quiero presentarme ante él con los pies llenos <strong>de</strong> estiércol <strong>de</strong> asno.<br />
Y el servidor dijo:<br />
-Temo, vil egipcio, que tendré que llevarte <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey<br />
acariciándote las nalgas con mi lanza.<br />
Pero salió y al día siguiente fue la litera real a buscarme al<br />
«Pabellón <strong>de</strong> Ishtar».<br />
Pero era una litera ordinaria como las que llevaban al palacio a los<br />
merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> mostrar joyas o plumas o monos. Por esto<br />
Kaptab apostrofó a los portadores en estos términos:<br />
-¡Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, que Mardux os azote con su látigo<br />
<strong>de</strong> escorpiones, y marchaos pronto, porque mi<br />
dueño no subirá jamás a esta litera!
Los portadores se marcharon <strong>de</strong>cepcionados y el corredor amenazó<br />
a Kaptah con su bastón, mientras una multitud <strong>de</strong> papanatas se<br />
aglomeraba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pabellón riendo y gritando:<br />
-Tenemos curiosidad <strong>de</strong> ver a tu dueño, para quien la litera no es<br />
bastante buena.<br />
Pero Kaptah alquiló una litera <strong>de</strong>l albergue, que requería cuarenta<br />
servidores y que era utilizada por los invitados extranjeros en sus<br />
misiones importantes y en la cual se llevaba a los dioses extranjeros a<br />
su llegada a la villa. Y la gente no se rió ya cuando bajé <strong>de</strong> mi<br />
habitación con vestiduras sobre las cuales habían bordado en oro y<br />
plata los dibujos simbólicos <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> la medicina, con mi collarete<br />
resplan<strong>de</strong>ciente <strong>de</strong> oro y piedras preciosas y las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro<br />
balanceándose en mi cuello y los esclavos <strong>de</strong>l albergue llevando <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> mí cajas <strong>de</strong> ébano y cedro con marquetería <strong>de</strong> marfil que contenían<br />
mis instrumentos y mis remedios. La gente no se reía ya, sino que se<br />
inclinaba profundamente ante mí diciendo:<br />
-Este hombre es ciertamente igual a los dioses menores en su saber.<br />
Sigámosle hasta el palacio.<br />
Así fue como una muchedumbre <strong>de</strong> curiosos siguió hasta el palacio<br />
la litera <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cual avanzaba Kaptah montado en un asno<br />
blanco y los cascabeles resonaban en sus arneses. No por mí obraba <strong>de</strong><br />
aquella forma, sino por Horemheb, porque me había dado mucho oro<br />
y mis ojos eran sus ojos y mis oídos sus oídos.<br />
Delante <strong>de</strong>l palacio la guardia dispersó a la muchedumbre y<br />
levantaron sus escudos, que formaron una doble hilera <strong>de</strong> oro y plata,<br />
y los leones alados guardaban el camino por el que me llevaban al<br />
palacio. Fui acogido por un anciano cuya barbilla estaba afeitada a la<br />
manera <strong>de</strong> los sabios. Pendientes <strong>de</strong> oro resonaban en sus orejas y sus<br />
mejillas pendían lacias. Dirigiéndome una mirada hostil, me dijo:<br />
-Mi hígado está enfermo por todo el ruido y escándalo que provoca<br />
tu llegada, porque el dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes se pregunta ya<br />
cuál es el hombre suficientemente osado para venir cuando le conviene<br />
y no cuando conviene al rey y que tanto ruido arma viniendo.<br />
Y yo le dije:<br />
-Anciano, tus palabras son como un zumbido <strong>de</strong> moscas para mis<br />
oídos, pero te pregunto, sin embargo, quién eres para osar hablarme<br />
en este tono. Y él dijo:<br />
-Soy el médico particular <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes; pero<br />
tú ¿qué embaucador eres que vienes a sonsacar el oro y la plata a<br />
nuestro rey con tus charlatanerías? Debes saber, sin embargo, que si<br />
nuestro rey te da, en su bondad, oro o plata timbrado, tendrás que<br />
darme la mitad.<br />
Y yo le dije:
-Tu hígado me <strong>de</strong>ja indiferente y harías mejor en hablar <strong>de</strong> todo esto<br />
con mi servidor, porque él es el encargado <strong>de</strong><br />
alejar a los importunos y los pedigüeños. Quiero, sin embargo, ser<br />
amigo tuyo, porque eres viejo y tu inteligencia es muy limitada. Por<br />
esto te doy mis brazaletes, para <strong>de</strong>mostrarte que el oro no es más que<br />
polvo para mis pies y no he venido aquí a buscar oro, sino saber.<br />
Le tendí unos brazaletes <strong>de</strong> oro y quedó tan <strong>de</strong>sconcertado que no<br />
supo qué <strong>de</strong>cir. Por esto autorizó también a Kaptah a entrar y nos<br />
condujo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey. Burraburiash estaba sentado sobre unos<br />
blandos almohadones en una vasta sala cuyos muros relucían <strong>de</strong><br />
azulejos brillantes. Era un niño mimado y a su lado un cachorro <strong>de</strong><br />
león rugió al vernos entrar. El anciano se arrojó vientre a tierra para<br />
lamer el suelo ante su rey, y Kaptah lo imitó, pero al oír los rugidos <strong>de</strong>l<br />
león se levantó <strong>de</strong> un salto como una rana y aulló <strong>de</strong> miedo, <strong>de</strong> manera<br />
que el rey soltó la carcajada y se echó hacia atrás en sus almohadones<br />
ahogándose <strong>de</strong> risa. Pero Kaptah se enfadó y gritó:<br />
-Llevaos a este animal maldito antes <strong>de</strong> que muerda, porque en mi<br />
vida he visto un monstruo más espantoso y su grito es como el<br />
estruendo <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> guerra en las plazas <strong>de</strong> Tebas cuando los<br />
soldados borrachos regresan a sus cuarteles <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una fiesta.<br />
Se sentó y levantó los brazos en actitud <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa y el león se sentó<br />
también y bostezó; <strong>de</strong>spués cerró las fauces con un ruido parecido al<br />
<strong>de</strong>l cofre <strong>de</strong>l templo al cerrarse sobre el diezmo <strong>de</strong> la viuda.<br />
El rey se reía tanto que las lágrimas corrían por sus mejillas;<br />
<strong>de</strong>spués se acordó <strong>de</strong> su dolor y comenzó a gemir llevándose la mano a<br />
la mejilla, que estaba fuertemente hinchada hasta el punto <strong>de</strong> que uno<br />
<strong>de</strong> los ojos estaba casi cerrado. Frunció el ceño y el anciano se<br />
apresuró a <strong>de</strong>cir;<br />
-He aquí a este egipcio recalcitrante que no ha venido cuando lo<br />
llamabas. Di una palabra y los soldados le reventarán la barriga con<br />
sus lanzas.<br />
Pero el rey le largó un puntapié y dijo:<br />
-Basta ya <strong>de</strong> tonterías; ahora se trata <strong>de</strong> curarme rápidamente,<br />
porque mis dolores son atroces y temo morir. Hace<br />
noches que no duermo y no puedo tomar más que caldos tibios.<br />
Entonces el anciano se lamentó y, golpeando el suelo con su<br />
frente, dijo:<br />
-Oh, dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes, lo hemos hecho todo para<br />
curarte y hemos sacrificado mandíbulas y barbillas en el templo<br />
para expulsar el diablo que se ha ocultado en el fondo <strong>de</strong> tu boca;<br />
hemos hecho redoblar el tambor y sonar las trompetas y hemos<br />
danzado con vestiduras rojas para exorcizar al <strong>de</strong>monio, y no hemos<br />
podido hacer nada más para curarte, porque no nos has permitido
tocar tu barbilla sagrada. Y no creo que este cochino extranjero sea<br />
más competente que nosotros.<br />
Pero yo dije:<br />
-Soy Sinuhé el egipcio, el que es solitario, el Hijo <strong>de</strong> Onagro, y no<br />
tengo que examinarte para ver que uno <strong>de</strong> tus<br />
molares ha infectado tu boca, porque no te lo has limpiado o hecho<br />
arrancar, según los consejos <strong>de</strong> tus médicos. Esta es una enfermedad<br />
<strong>de</strong> niños y perezosos, y no digna <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes,<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l cual los pueblos tiemblan y, por lo que veo, el león inclina<br />
la cabeza. Pero sé que tu dolor es gran<strong>de</strong> y por esto quiero ayudarte.<br />
El rey conservaba la mano sobre la mejilla y dijo:<br />
-Tus palabras son osadas, y si estuviese en buena salud te haría<br />
arrancar la lengua <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong>svergonzada y<br />
reventar el estómago, pero no es ahora el momento; date prisa en<br />
curarme y mi recompensa será gran<strong>de</strong>. Pero si me haces daño te haré<br />
matar en el acto.<br />
Y yo le dije:<br />
-Que tu voluntad sea hecha. Tengo como protector un dios muy<br />
pequeño, pero muy eficaz, que me ha impedido<br />
venir ayer a verte porque mi visita hubiera sido ineficaz. Pero ahora<br />
veo, sin siquiera examinarte, que tu ineficaz absceso está a punto <strong>de</strong><br />
ser reventado y lo haré en seguida, pero <strong>de</strong>bes saber que los dioses no<br />
pue<strong>de</strong>n evitar el dolor ni aun a un rey. Sin embargo, te aseguro que tu<br />
alivio será tan gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>spués que no te acordarás siquiera <strong>de</strong>l dolor y<br />
te prometo que mi mano será tan ligera como sea posible.<br />
El rey vaciló un momento mirándome frunciendo el ceño. Era un<br />
muchacho muy bello, seguro <strong>de</strong> sí mismo y sentí que me agradaba.<br />
Sostuve su mirada y con rabia dijo:<br />
-¡Pronto!<br />
El anciano comenzó a gemir y golpear el suelo con su frente, pero no<br />
me inquieté y le di or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> calentar vino,<br />
don<strong>de</strong> eché un anestésico que hice beber al rey, y al cabo <strong>de</strong> un<br />
instante se mostró alegre y dijo:<br />
-Tengo menos dolor; no te acerques a mí con tus pinzas y tus<br />
cuchillos. Pero mi voluntad era más fuerte que la suya y le hice abrir la<br />
boca manteniendo sólidamente su cabeza bajo mi brazo y pinché el<br />
absceso con un cuchillo purificado a la llama <strong>de</strong>l fuego traído por<br />
Kaptah. No era, en realidad, el fuego sagrado <strong>de</strong> Amón, porque Kaptah<br />
lo había <strong>de</strong>jado apagar por <strong>de</strong>scuido durante el viaje por el río, pero<br />
había vuelto a encen<strong>de</strong>r otro en presencia <strong>de</strong>l escarabajo, y en su<br />
locura lo creía tan po<strong>de</strong>roso como el <strong>de</strong> Amón.<br />
El rey lanzó un grito en cuanto el cuchillo lo tocó y el león se levantó<br />
y agitó la cola con los ojos brillantes. Pero el rey tenía mucho trabajo
en escupir el pus que salía <strong>de</strong>l absceso, y su alivio fue rápido y yo le<br />
ayudaba apretando ligeramente sobre su mejilla. Escupía y lloraba <strong>de</strong><br />
gozo y volvía a escupir, y <strong>de</strong>spués dijo:<br />
-Sinuhé, el egipcio, eres un hombre bendito, aunque me hayas hecho<br />
daño.<br />
Y volvía a escupir. Pero el anciano<br />
dijo:<br />
-Yo hubiera trabajado tan bien y aun mejor que él si me hubieses<br />
permitido tocar tu mandíbula sagrada. Y tu<br />
<strong>de</strong>ntista lo hubiera hecho mejor todavía.<br />
Quedó muy sorprendido cuando contesté en estos términos:<br />
-Este anciano dice verdad, porque lo hubiera hecho tan bien como<br />
yo y tu <strong>de</strong>ntista aún mejor. Pero su voluntad no era tan fuerte como la<br />
mía y por esto no han podido <strong>de</strong>sembarazarte <strong>de</strong> tus dolores. Porque<br />
un médico <strong>de</strong>be atreverse a hacerle daño incluso a un rey si es<br />
necesario, sin temer por sí mismo. Ellos han tenido miedo y yo no,<br />
porque todo me es igual, y si lo <strong>de</strong>seas pue<strong>de</strong>s or<strong>de</strong>nar a tus guardias<br />
que me revienten el estómago porque te he curado.<br />
El rey escupía sosteniéndose la mejilla y volvía a escupir, y su<br />
mejilla no le hacía daño ya, y dijo:<br />
-No he oído nunca a nadie hablar como tú, Sinuhé. Si lo que dices es<br />
verdad, no vale la pena hacerte reventar el estómago por mis soldados,<br />
porque, si no te contraría, ¿<strong>de</strong> que habría <strong>de</strong> servirme? En verdad me<br />
has procurado un gran alivio y por eso te perdono tu <strong>de</strong>sfachatez y<br />
perdono también a tu servidor, pese a que ha visto mi cabeza bajo tu<br />
brazo y oído mis gritos. Pero lo perdono porque me ha hecho reír por<br />
primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo con su cómico salto.<br />
Y dijo a Kaptah:<br />
-Vuelve a hacerlo.<br />
Pero Kaptah dijo con <strong>de</strong>sprecio:<br />
-Está por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi dignidad.<br />
Burraburiash sonrió y dijo:<br />
-Lo vamos a ver.<br />
Llamó al león, que se levantó <strong>de</strong>sperezándose hasta hacer gruñir sus<br />
articulaciones y miró a su dueño con ojos inteligentes. El rey le mostró<br />
a Kaptah y el león se dirigió lentamente hacia él, balanceando la cola, y<br />
Kaptah retrocedía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, como fascinado. Entonces,<br />
súbitamente, el león lanzó un rugido sordo y Kaptah dio media vuelta<br />
y, agarrándose a la cortina, trepó por el montante <strong>de</strong> la puerta<br />
lanzando gritos, mientras el león trataba <strong>de</strong> alcanzarlo con la pata. El<br />
rey se reía a gusto y dijo:<br />
-No he visto nunca nada tan gracioso.<br />
El león se sentó lamiéndose el hocico, mientras Kaptah se agarraba a<br />
los montantes <strong>de</strong> la puerta, angustiado. Pero el rey pidió <strong>de</strong> comer y<br />
beber diciendo:<br />
-Tengo hambre.<br />
Entonces el anciano lloró <strong>de</strong> júbilo porque el rey estaba curado, y le<br />
trajeron numerosos manjares en fuentes <strong>de</strong> plata grabadas y vino en<br />
copas <strong>de</strong> oro y dijo:<br />
-Regálate conmigo, Sinuhé, aunque sea contrario a la etiqueta, pero<br />
hoy olvido mi dignidad porque has tenido mi cabeza bajo tu brazo y<br />
me has metido los <strong>de</strong>dos en la boca.<br />
Así fue como comí y bebí con el rey, y le dije:<br />
-Tus dolores han <strong>de</strong>saparecido, pero seguramente volverás a<br />
tenerlos si no te haces arrancar la muela que los causa. Por eso <strong>de</strong>bes<br />
or<strong>de</strong>nar a tu <strong>de</strong>ntista que te la arranque así haya <strong>de</strong>saparecido la<br />
hinchazón <strong>de</strong> tu mejilla. El rey se ensombreció y dijo con impaciencia:<br />
-Tus palabras son malvadas y <strong>de</strong>struyes mi alegría, extranjero<br />
estúpido.<br />
-Pero al cabo <strong>de</strong> un instante dijo-: Acaso tengas razón, porque estos<br />
dolores vuelven cada otoño y cada primavera, cuando tengo los pies<br />
mojados, y son tan violentos que quisiera morirme. Pero si es
necesario serás tú quien me operarás, pues no quiero volver a mi<br />
<strong>de</strong>ntista, que tanto me ha torturado para nada.<br />
Yo le dije:<br />
-Tus palabras me revelan que durante tu infancia has bebido más<br />
vino que leche, y las cosas dulces no te convienen, porque en esta villa<br />
las preparan con jarabe <strong>de</strong> dátiles, que estropea los dientes, mientras<br />
en Egipto se utiliza la miel que los pequeños pajarillos recogen para el<br />
hombre. Por esto, a partir <strong>de</strong> ahora, come solamente las cosas dulces<br />
que vienen por el puerto y bebe leche cada mañana al <strong>de</strong>spertar.<br />
Y él dijo:<br />
-Eres ciertamente bromista, Sinuhé, porque no he oído nunca <strong>de</strong>cir<br />
que los pajarillos recogiesen cosas dulces para los hombres.<br />
Pero yo le respondí:<br />
-Mi suerte es adversa, porque en mi país la gente me tratará <strong>de</strong><br />
mentiroso cuando les cuente que aquí he visto pájaros que viven con<br />
los hombres y les ponen un huevo cada mañana, enriqueciendo así a<br />
los propietarios. En estas condiciones es mejor para mí no contar<br />
nada, si no, per<strong>de</strong>ría mi reputación y me tratarían <strong>de</strong> embustero.<br />
Pero él protestó con energía e insistió en que siguiese hablando<br />
porque nadie hasta entonces se había expresado<br />
como yo en su presencia.<br />
Y entonces le dije, seriamente:<br />
-No quiero arrancarte esta muela, pero tu <strong>de</strong>ntista lo hará, porque es<br />
muy hábil y no quisiera provocar su rencor.<br />
Pero yo podré estar a tu lado y tenerte la mano durante la operación.<br />
Así disminuiré tus dolores con todo mi po<strong>de</strong>r, con los medios que he<br />
aprendido en mi patria y en otros paises. Fijemos esta operación para<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días, porque es conveniente que la fecha sea fijada <strong>de</strong><br />
antemano a fin <strong>de</strong> que no cambies <strong>de</strong> opinión. Tu encía estará<br />
entonces curada y hasta entonces te lavarás la boca cada día con un<br />
remedio que voy a darte, pese a que tenga un gusto un poco amargo.<br />
Adoptó un aire contrariado y dijo:<br />
-¿Y si me niego?<br />
Yo le dije:<br />
-Debes darme tu real palabra <strong>de</strong> que seguirás mis prescripciones y el<br />
dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes no faltará a ella. Si aceptas, te<br />
divertiré cambiando el agua en sangre en tu presencia y te enseñaré el<br />
procedimiento para que puedas asombrar a tus súbditos. Pero <strong>de</strong>bes<br />
prometerme no comunicar el secreto a nadie, porque es un secreto<br />
sagrado <strong>de</strong> los sacerdotes <strong>de</strong> Amón, y yo lo sé porque soy sacerdote <strong>de</strong><br />
primer grado, y sólo te lo revelo porque eres rey.<br />
A estas palabras Kaptah comenzó a lamentarse en voz plañi<strong>de</strong>ra<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la puerta.<br />
-Llevaos esta bestia maldita o bajo y la mato, porque mis manos<br />
están entumecidas y me duele el trasero <strong>de</strong> estar en esta postura tan<br />
poco conveniente para mi dignidad. Verda<strong>de</strong>ramente voy a bajar y<br />
retorcer el pescuezo a este animal si no se lo llevan.<br />
Burraburiash comenzó a reírse a gusto al oír estas amenazas y fingió<br />
tomarlas en serio y dijo:<br />
-Sería lástima que matases a mi león, porque ha crecido bajo mis<br />
ojos y es mi amigo. Por esto voy a llamarlo a fin <strong>de</strong> que no cometas<br />
ningún <strong>de</strong>safuero en mi palacio.<br />
Llamó al león y Kaptah bajó agarrándose a la cortina y se frotó sus<br />
miembros entumecidos lanzando miradas <strong>de</strong> odio al león, tanto, que el<br />
rey se reía golpeándose los muslos.
-Verda<strong>de</strong>ramente -dijo-, no he visto nunca un hombre tan gracioso.<br />
Vén<strong>de</strong>melo y te haré rico.<br />
Pero yo no quería ven<strong>de</strong>r a Kaptah y el rey no insistió y nos<br />
separamos como buenos amigos cuando comenzó a cabecear y sus ojos<br />
se cerraron, porque el sueño reclamaba sus <strong>de</strong>rechos en vista <strong>de</strong> que<br />
los dolores le habían impedido dormir durante muchas noches.<br />
El anciano me acompañó y me dijo:<br />
-He comprobado por tu conducta y tus palabras que no eres un<br />
granuja, sino un hábil médico que conoce su oficio. Admiro, sin<br />
embargo, la valentía con que has hablado al dueño <strong>de</strong> los cuatro<br />
continentes, porque si uno <strong>de</strong> sus médicos se hubiese atrevido a<br />
hacerlo reposaría ya en una jarra <strong>de</strong> arcilla al lado <strong>de</strong> sus antepasados.<br />
-Será conveniente que dispongamos juntos lo que será necesario<br />
hacer <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días, porque será un mal día y convendría<br />
sacrificar anticipadamente a todos los dioses propicios -le dije.<br />
Mis palabras le gustaron porque era piadoso y convinimos en<br />
encontrarnos en el templo para hacer sacrificios y tener una consulta<br />
sobre las muelas <strong>de</strong>l rey. Pero antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme marchar ofreció una<br />
colación a los servidores que me habían traído, y comieron y bebieron<br />
cantando mis alabanzas. Al volver al albergue, cantaban a voz en grito<br />
y la muchedumbre nos seguía y mi nombre fue célebre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />
en toda Babilonia. Pero Kaptah iba montado con aire contrariado en<br />
su asno blanco y no me dirigió la palabra porque su dignidad estaba<br />
ofendida.<br />
Al cabo <strong>de</strong> dos semanas encontré en la torre <strong>de</strong> Marduk a los<br />
médicos reales y sacrificamos juntos un cor<strong>de</strong>ro, <strong>de</strong>l que los médicos<br />
examinaron el hígado para leer los presagios, porque en Babilonia los<br />
sacerdotes leen en el hígado <strong>de</strong> las víctimas y hallan en él cosas que la<br />
<strong>de</strong>más gente ignora. Dijeron que el rey se enojaría con nosotros, pero<br />
que nadie per<strong>de</strong>ría la vida ni recibiría herida alguna grave. Pero<br />
teníamos que tener cuidado con las uñas <strong>de</strong>l rey durante la<br />
operación. Los astrólogos leyeron también en el Libro <strong>de</strong>l Cielo para<br />
saber si el día elegido era el más apropiado. Nos dijeron que era<br />
propicio, pero que hubiéramos podido escoger uno mejor todavía.<br />
A<strong>de</strong>más, los sacerdotes vertieron aceite sobre el agua, pero no<br />
leyeron nada <strong>de</strong> particular. A nuestra salida <strong>de</strong>l templo, un águila<br />
voló sobre nosotros llevando en sus garras una cabeza humana cogida<br />
en las murallas y los sacerdotes vieron, con gran sorpresa por mi<br />
parte, un presagio sumamente favorable para nosotros.<br />
3
Siguiendo el consejo dado por el hígado, echamos <strong>de</strong> la estancia a<br />
los guardias armados, y el león no fue admitido tampoco en la sala,<br />
porque el rey hubiera podido, en su cólera, lanzarlo sobre nosotros<br />
para que nos <strong>de</strong>vorase, como lo había ya hecho según <strong>de</strong>cían los<br />
médicos. Pero el rey estaba lleno <strong>de</strong> valor al entrar, había bebido vino<br />
para alegrarse el hígado, como se <strong>de</strong>cía en Babilonia. Pero al ver el<br />
sillón <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista que se había llevado a la estancia, se puso pálido y<br />
dijo que tenía importantes asuntos <strong>de</strong> Estado que resolver, pero que<br />
los había olvidado bebiendo vino.<br />
Quiso retirarse, pero mientras los <strong>de</strong>más médicos se postraban<br />
ante él lamiendo el suelo, yo lo cogí por la mano y le dije que todo<br />
terminaría pronto si tenía valor. Or<strong>de</strong>né a los médicos que se lavasen<br />
y yo purifiqué al fuego <strong>de</strong>l escarabajo los instrumentos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista y<br />
unté las encías <strong>de</strong>l rey con un anestésico, pero me dijo que cesase<br />
porque sentía la mejilla como ma<strong>de</strong>ra y no podía mover la lengua.<br />
Entonces nos sentamos sobre la silla y sujetamos la cabeza <strong>de</strong>l rey y<br />
le metimos una mordaza en la boca para que no la pudiese cerrar. Yo<br />
lo sujetaba por las manos y lo animaba y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber evocado a<br />
todos los dioses <strong>de</strong> Babilonia, el <strong>de</strong>ntista introdujo las pinzas en la<br />
boca y arrancó la muela con tanta habilidad que jamás hasta entonces<br />
había visto una extracción tan rápidamente hecha. Pero el rey lanzó<br />
unos gritos horribles, y el león comenzó a rugir <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta,<br />
lanzándose contra ella y arañándola con sus garras.<br />
Fue un momento terrible, porque el rey comenzó a escupir sangre y<br />
a gritar y las lágrimas le corrían por los ojos. Cuando hubo terminado<br />
<strong>de</strong> escupir llamó a los guardas para que nos matasen y llamó también<br />
al león, <strong>de</strong>rribó el fuego sagrado y golpeó a los médicos, pero yo le<br />
cogí el bastón y le dije que se enjuagase la boca. Así lo hizo; los<br />
médicos permanecían echados sobre el vientre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él,<br />
temblorosos, y el <strong>de</strong>ntista creyó llegada su última hora. Pero el rey se<br />
calmó y bebió vino torciendo la boca, y me pidió que lo divirtiese<br />
como le había prometido.<br />
Pasamos a la gran sala <strong>de</strong> fiestas, porque aquella don<strong>de</strong> estábamos<br />
no le gustaba ya <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la operación, y la hizo cerrar para siempre<br />
y la llamó la cámara maldita. Yo vertí agua en un vaso y la hice probar<br />
al rey y a los médicos, y todos dijeron que, en efecto, era agua<br />
corriente. Entonces transvasé el agua lentamente y a medida que caía<br />
en el otro vaso se iba convirtiendo en sangre, <strong>de</strong> manera que el rey y<br />
los médicos lanzaron gritos <strong>de</strong> asombro y se asustaron.<br />
Hice traer por Kaptah una caja conteniendo un cocodrilo, porque<br />
todos los juguetes fabricados en Babilonia son <strong>de</strong> arcilla e ingeniosos,<br />
pero al recordar el cocodrilo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con el que había jugado<br />
durante mi infancia, había encargado a un hábil artesano prepararme
uno parecido según mis indicaciones. Era <strong>de</strong> cedro y plata, pintado y<br />
adornado <strong>de</strong> manera que parecía un cocodrilo verda<strong>de</strong>ro. Lo saqué <strong>de</strong><br />
la caja y, tirando <strong>de</strong> él, me seguía moviendo las patas y abriendo las<br />
fauces como buscando una presa. Se lo regalé al rey, que estuvo<br />
encantado, porque en sus ríos no había cocodrilos. Arrastrando el<br />
cocodrilo por el suelo olvidó sus dolores recientes y los médicos me<br />
miraron sonriendo con alegría.<br />
Entonces el rey dio a los médicos ricos regalos y el <strong>de</strong>ntista fue rico<br />
en lo sucesivo y todos se marcharon. Pero me hizo quedar para que le<br />
explicase el misterio <strong>de</strong>l agua, y se lo enseñé dándole unos polvos que<br />
se mezclan con el agua antes <strong>de</strong> que el milagro se produzca. El truco<br />
es muy sencillo, como saben todos los que lo conocen. Pero todo gran<br />
arte es sencillo, y el rey quedó muy sorprendido y me felicitó. No paró<br />
hasta que hubo convocado a los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Corte y al pueblo en el<br />
jardín <strong>de</strong>l palacio, y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todos cambió en sangre el agua <strong>de</strong> un<br />
estanque; todo el mundo lanzaba gritos <strong>de</strong> horror y se postró <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong>l rey, que estaba encantado.<br />
No pensaba ya en su muela y me dijo:<br />
-Sinuhé el egipcio, me has curado <strong>de</strong> un mal muy penoso y me has<br />
divertido el hígado. Pue<strong>de</strong>s pedirme lo que<br />
quieras y te lo daré, porque también yo quiero divertirte el hígado.<br />
Y entonces yo le dije:<br />
-¡Oh, rey Burraburiash, señor <strong>de</strong> los cuatro continentes! Como<br />
médico he tenido tu cabeza bajo mi brazo y he<br />
estrechado tus manos mientras aullabas <strong>de</strong> dolor, y no es justo que yo,<br />
un extranjero, guar<strong>de</strong> un tal recuerdo <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Babilonia cuando<br />
regrese a mi país para relatar lo que he visto. Por eso <strong>de</strong>seo que me<br />
hagas temblar como hombre mostrándome toda tu fuerza y que,<br />
poniéndote la barba en el mentón, ciñas tu cintura y hagas <strong>de</strong>sfilar<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti a tus soldados a fin <strong>de</strong> que vea tu po<strong>de</strong>río y pueda<br />
postrarme humil<strong>de</strong>mente ante tu majestad y besar el suelo que<br />
pisas. Esto es lo que te pido y nada más. Mi petición le fue grata<br />
porque dijo:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, jamás nadie me ha hablado como tú, Sinuhé. Por<br />
esto escucharé tu ruego, bien que sea enojoso para mí, porque tengo<br />
que permanecer sentado un día en mi trono dorado y mis ojos se<br />
cansan y comienzo a bostezar. Pero así sea, puesto que tú lo <strong>de</strong>seas.<br />
Mandó un emisario a cada provincia para convocar las tropas y se<br />
fijó el día <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile.<br />
Este tuvo efecto cerca <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Ishtar y el rey estaba sentado<br />
en el trono dorado con el león a sus pies y los nobles le ro<strong>de</strong>aban con<br />
sus armas, <strong>de</strong> manera que parecía una nube <strong>de</strong> oro, plata y púrpura.<br />
Pero abajo, en una ancha avenida, el ejército <strong>de</strong>sfilaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él,
los lanceros y los arqueros en un frente <strong>de</strong> sesenta hombres, y los<br />
carros <strong>de</strong> guerra formados <strong>de</strong> seis en fondo y transcurrió todo el día<br />
antes <strong>de</strong> que todos los hombres hubiesen <strong>de</strong>sfilado. Las ruedas <strong>de</strong> los<br />
carros <strong>de</strong> guerra rugían como estruendo <strong>de</strong> mar durante la tormenta,<br />
<strong>de</strong> manera que la cabeza me daba vueltas y mis piernas temblaban<br />
contemplando aquel espectáculo.<br />
Pero le dije a Kaptah:<br />
-No basta po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir que los ejércitos <strong>de</strong> Babilonia son numerosos<br />
como las arenas <strong>de</strong>l mar y las estrellas <strong>de</strong>l<br />
cielo. Necesitamos saber el número.<br />
Pero Kaptah murmuró:<br />
-Es imposible, porque no existen en el mundo cifras suficientes.<br />
Los conté, sin embargo, y llegué a encontrar que la Infantería era<br />
sesenta veces sesenta veces sesenta, y los carros<br />
<strong>de</strong> guerra sesenta veces sesenta, porque sesenta es un número sagrado<br />
en Babilonia y los <strong>de</strong>más números sagrados son cinco, siete y doce,<br />
pero no sé por qué, pese a que los sacerdotes me lo hayan explicado,<br />
porqué no entendí una palabra <strong>de</strong> sus explicaciones.<br />
Vi también que las ro<strong>de</strong>las <strong>de</strong> los guardas <strong>de</strong> corps brillaban <strong>de</strong> oro y<br />
plata y sus armas eran doradas y plateadas y sus rostros relucían <strong>de</strong><br />
aceite y estaban tan gordos que se ahogaban al pasar corriendo <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong>l rey, como un rebaño <strong>de</strong> bueyes cebados. Pero su número era<br />
pequeño, y las tropas venidas <strong>de</strong> las provincias eran bronceadas y<br />
sucias y apestaban a orines. Muchos no llevaban lanza porque la or<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong>l rey los había sorprendido, y las moscas habían roído sus párpados,<br />
<strong>de</strong> manera que yo me <strong>de</strong>cía que los ejércitos son los mismos en todos<br />
los países. Observé también que los carros <strong>de</strong> guerra eran viejos y<br />
<strong>de</strong>startalados y algunos habían perdido sus ruedas durante el <strong>de</strong>sfile y<br />
las hoces fijadas en los ejes estaban cubiertas <strong>de</strong> moho.<br />
El rey me mandó llamar y me preguntó sonriendo: ¿Has<br />
visto mi po<strong>de</strong>río, Sinuhé?<br />
Yo me postré <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y besé el suelo a sus pies, respondiendo:<br />
-En verdad que no existe rey más po<strong>de</strong>roso que tú y con justeza te<br />
llaman el dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes. Mis ojos están cansados <strong>de</strong><br />
girar en mi cabeza y mis miembros están paralizados por el miedo,<br />
porque el número <strong>de</strong> tus soldados es como la arena <strong>de</strong>l mar o las<br />
estrellas <strong>de</strong>l cielo. Sonrió con satisfacción y dijo:<br />
-Has conseguido lo que <strong>de</strong>seabas, Sinuhé, pero hubieras podido<br />
creerme con menos gasto, porque mis consejeros están muy<br />
enfadados, porque este capricho me costará los impuestos <strong>de</strong> una<br />
provincia durante un año, porque hay que alimentar a los soldados y<br />
esta noche cometerán violencias y armarán escándalos en la villa<br />
según la costumbre <strong>de</strong> los soldados, y durante un mes los caminos no
serán seguros a causa <strong>de</strong> ellos, tanto que me parece que no repetiré<br />
nunca más este <strong>de</strong>sfile. Mi augusto trasero está dolorido por haber<br />
pasado todo el día sentado en mi trono dorado y los ojos me duelen.<br />
Bebamos, pues, vino y regocijémonos <strong>de</strong> esta jornada agotadora,<br />
porque tengo muchas cosas que preguntarte.<br />
Bebí vino con él y me hizo una serie <strong>de</strong> preguntas, como lo hacen los<br />
niños y los adolescentes que no han visto mucho todavía. Pero mis<br />
respuestas le gustaron y para terminar me dijo:<br />
-¿Tiene alguna hija tu faraón? Porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo que me has<br />
contado <strong>de</strong> Egipto he <strong>de</strong>cidido pedir la mano <strong>de</strong> una hija <strong>de</strong>l faraón.<br />
Cierto es que tengo ya en el gineceo cuatrocientas mujeres y que es<br />
suficiente para mí, porque no puedo ver más que una por día, y sería<br />
muy enojoso que no fueran todas diferentes, pero mi dignidad<br />
aumentaría si entre mis esposas contase una hija <strong>de</strong>l faraón, y los<br />
pueblos sobre los que reino me honrarían todavía más.<br />
Levanté el brazo en signo <strong>de</strong> reprobación y respondí:<br />
-Burrraburiash, tú no sabes lo que dices, porque jamás, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el<br />
mundo es mundo, una hija <strong>de</strong>l faraón se ha unido a un extranjero,<br />
porque <strong>de</strong>ben casarse con sus hermanos, y si no los tienen<br />
permanecen solteras para siempre y se hacen sacerdotisas. Por esto<br />
tus palabras son una blasfemia contra los dioses <strong>de</strong> Egipto, pero te lo<br />
perdono porque no sabes lo que dices.<br />
Frunció el ceño y con aire contrariado dijo:<br />
-¿Quién eres tú para perdonarme? ¿No vale mi sangre acaso la <strong>de</strong><br />
los faraones?<br />
-He visto correr tu sangre y la <strong>de</strong>l faraón y confieso que no he<br />
notado diferencia entre ellas. Pero no <strong>de</strong>bes olvidar que el faraón está<br />
casado hace poco y no sé si tiene ya alguna hija.<br />
-Soy todavía joven y puedo esperar -dijo Burraburiash, lanzándome<br />
una mirada <strong>de</strong> picardía, porque era el rey <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>res.<br />
A<strong>de</strong>más, si el faraón no tiene ninguna hija o no quiere dármela si la<br />
tiene, le basta mandarme cualquier dama egipcia noble para que yo<br />
pueda <strong>de</strong>cir que es la hija <strong>de</strong>l faraón. Porque aquí nadie pondrá en<br />
duda mis palabras y el faraón no pier<strong>de</strong> nada con ello. Pero si se niega<br />
mandaré mis tropas a buscar una hija <strong>de</strong>l faraón, porque soy muy<br />
obstinado y no abandono nunca mis proyectos.<br />
Sus palabras me inquietaron y le dije que una guerra costaría<br />
muchísimo y complicaría el comercio mundial, lo cual le traería más<br />
perjuicios que a Egipto. Le dije también:<br />
-Será mejor que tus enviados te notifiquen el nacimiento <strong>de</strong> una hija<br />
<strong>de</strong>l faraón. Entonces podrás dirigir una tablilla <strong>de</strong> arcilla al faraón y, si
se digna acce<strong>de</strong>r a tu <strong>de</strong>manda, te mandará a su hija y no te engañará,<br />
porque tiene un nuevo dios po<strong>de</strong>roso con el cual vive en la verdad.<br />
Pero Burraburiash se hizo el sordo y dijo:<br />
-No quiero saber nada <strong>de</strong> este dios y me extraña que tu faraón le<br />
haya elegido, porque todo el mundo sabe que la verdad a veces<br />
perjudica y empobrece. Cierto es que adoro a todos los dioses, incluso<br />
los que no conozco, porque vale más estar seguro y es la costumbre,<br />
pero un dios como éste no quiero conocerlo más que <strong>de</strong> lejos. -Y<br />
añadió-: El vino que anima y alegra mi hígado, y tus palabras sobre las<br />
hijas <strong>de</strong>l faraón y su belleza me han excitado, <strong>de</strong> manera que voy a<br />
retirarme a mi gineceo. Acompáñame, pues en tu calidad <strong>de</strong> médico<br />
pue<strong>de</strong>s entrar, y como te lo he dicho, tengo abundancia <strong>de</strong> mujeres y<br />
no me enojaré si eliges una para divertirte con ella con tal <strong>de</strong> que no<br />
tengas un hijo con ella, porque esto trae muchas complicaciones.<br />
Tengo también curiosidad <strong>de</strong> ver cómo hace el amor un egipcio,<br />
porque cada pueblo tiene sus costumbres, y no me creerías si te<br />
contase las extrañas maneras que emplean aquellas <strong>de</strong> mis mujeres<br />
que vienen <strong>de</strong> lejanos países.<br />
Se negó a escuchar mis protestas y me llevó a la fuerza al harén,<br />
don<strong>de</strong> me mostró las <strong>de</strong>coraciones murales <strong>de</strong> azulejos relucientes en<br />
los que hombres y mujeres hacían el amor <strong>de</strong> todas las maneras. Me<br />
hizo ver también algunas <strong>de</strong> sus esposas, que iban ricamente vestidas y<br />
cubiertas <strong>de</strong> joyas y las había <strong>de</strong> todos los países conocidos y <strong>de</strong><br />
pueblos bárbaros que los merca<strong>de</strong>res le habían llevado. Charlaban<br />
entre ellas en toda clase <strong>de</strong> lenguas y parecían una bandada <strong>de</strong> moscas.<br />
Bailaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong>scubriendo su vientre y rivalizando en<br />
ingeniosidad para ganar sus favores. No cesaba <strong>de</strong> invitarme a elegir<br />
una que fuese <strong>de</strong> mi gusto y finalmente le dije que me había prometido<br />
a mí mismo abstenerme <strong>de</strong> tocar mujeres mientras tuviese enfermos<br />
que cuidar. Y habiendo prometido operar al día siguiente a uno <strong>de</strong> sus<br />
nobles que tenía una adherencia en los testículos, no podía tocar<br />
mujer. El rey me creyó y me <strong>de</strong>jó marchar, pero las mujeres quedaron<br />
<strong>de</strong>soladas y me lo <strong>de</strong>mostraron con gestos y palabras <strong>de</strong> reproche.<br />
Porque aparte los eunucos <strong>de</strong>l rey, no habían visto nunca un hombre<br />
completo en el gineceo, y el rey era joven e imberbe y <strong>de</strong> constitución<br />
débil.<br />
Pero antes <strong>de</strong> mi marcha, él me dijo aún:<br />
-Los ríos se han <strong>de</strong>sbordado y ha llegado la primavera. Por esto los<br />
sacerdotes han fijado la fiesta <strong>de</strong> la primavera y la <strong>de</strong>l falso rey a<br />
treinta días a partir <strong>de</strong> hoy. Para esta fiesta te he preparado una<br />
sorpresa que, espero, te gustará mucho y creo hallar diversión en ello
yo también, pero no quiero <strong>de</strong>cirte lo que será para no estropear mi<br />
ilusión.<br />
Por esto me marché lleno <strong>de</strong> sombríos presentimientos, porque<br />
temía que lo que era capaz <strong>de</strong> divertir al rey Burraburiash no fuese en<br />
absoluto divertido para mí. En este punto, por una sola vez, Kaptah<br />
fue <strong>de</strong> mi opinión.<br />
Los médicos <strong>de</strong>l rey no sabían cómo testimoniarme su<br />
reconocimiento, pues gracias a mí no habían incurrido en la cólera<br />
real, sino recibido gran<strong>de</strong>s regalos y los había <strong>de</strong>fendido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
soberano encomiando su saber. Yo lo había hecho <strong>de</strong> corazón, pues<br />
eran hábiles en su ramo, yo tenía mucho que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellos y no<br />
me ocultaban ninguno <strong>de</strong> sus métodos. Lo que me interesó sobre todo<br />
fue la manera <strong>de</strong> extraer el jugo <strong>de</strong> los granos <strong>de</strong> la adormi<strong>de</strong>ra para<br />
preparar medicamentos que dan un buen sueño, la pérdida <strong>de</strong>l<br />
conocimiento o la muerte, según la dosis. Muchas personas <strong>de</strong><br />
Babilonia utilizaban este remedio con o sin vino y <strong>de</strong>cían que les<br />
procuraba un gran goce. Los sacerdotes recurrían también a él para<br />
sus predicciones. Por esto se cultivaba mucho la adormi<strong>de</strong>ra en<br />
Babilonia, y los campos con las flores multicolores eran extraños y<br />
terribles <strong>de</strong> ver a causa <strong>de</strong> la abundancia <strong>de</strong> colores, y los llamaban<br />
los campos <strong>de</strong> los dioses, porque eran propiedad <strong>de</strong> la Torre y el<br />
Pórtico.<br />
Los sacerdotes trataban también por procedimientos secretos los<br />
granos <strong>de</strong> cáñamo y extraían <strong>de</strong> él una medicina que volvía a los<br />
hombres insensibles al dolor y a la muerte, y si se tomaba a menudo y<br />
con exageración, no se <strong>de</strong>seaba a las mujeres y se gozaba <strong>de</strong> una<br />
beatitud celeste con las fantásticas mujeres que el sueño provocado<br />
por la droga arrojaba en sus brazos. Así fue como adquirí muchos<br />
conocimientos durante mi estancia en Babilonia, pero admiré sobre<br />
todo la habilidad <strong>de</strong> los sacerdotes para confeccionar, con cristal<br />
claro como el cristal <strong>de</strong> montaña, unos instrumentos que aumentaban<br />
el tamaño <strong>de</strong> los objetos si se miraba a través <strong>de</strong>l vidrio mágico. Me<br />
negaría a creerlo si no hubiese tenido en mis manos uno <strong>de</strong> estos<br />
cristales, pero no sé por qué este cristal poseía aquella facultad ni los<br />
sacerdotes supieron explicármelo, ni creo que nadie fuese capaz <strong>de</strong><br />
hacerlo. Pero los nobles y los gran<strong>de</strong>s utilizaban estos cristales<br />
cuando su vista había menguado.<br />
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Pero lo que era más extraño todavía era que cuando el sol<br />
atravesaba estos cristales, sus rayos podían inflamar el estiércol seco<br />
o las hojas <strong>de</strong>smenuzadas, <strong>de</strong> modo que se podía encen<strong>de</strong>r fuego sin<br />
frotamiento. Creo que, <strong>de</strong>bido a estos cristales, los hechiceros<br />
babilonios son más fuertes que los <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más países y yo respetaba<br />
profundamente a sus sacerdotes. Estos cristales son caros y valen<br />
varias veces su peso en oro, pero viendo cómo me interesaban, el<br />
<strong>de</strong>ntista <strong>de</strong>l rey me regaló uno.<br />
Pero para saber mejor lo que ocurre hay que leer el libro luminoso<br />
<strong>de</strong>l cielo durante las noches. Yo no intenté siquiera apren<strong>de</strong>r los<br />
rudimentos <strong>de</strong> esta escritura porque hubiera necesitado años y<br />
décadas, y los astrólogos eran viejos <strong>de</strong> barba blanca con los ojos<br />
gastados <strong>de</strong> tanto examinar las estrellas y, no obstante, no <strong>de</strong>jaban<br />
nunca <strong>de</strong> pelearse entre ellos y no eran nunca <strong>de</strong> la misma opinión<br />
sobre la importancia <strong>de</strong> las posiciones astrales, <strong>de</strong> manera que juzgué<br />
este estudio inútil. Pero por los sacerdotes aprendí que lo que ocurre<br />
en la tierra ocurre también en el cielo y que no hay cosa pequeña que<br />
no pueda leerse en las estrellas por a<strong>de</strong>lantado, a condición <strong>de</strong> que se<br />
esté al corriente <strong>de</strong> la escritura astral. Esta doctrina me pareció<br />
mucho más digna <strong>de</strong> fe que muchas otras sobre los hombres y los<br />
dioses, y facilita la vida, puesto que enseña a los hombres a<br />
compren<strong>de</strong>r que todo ocurre según una ley inflexible y que nadie<br />
pue<strong>de</strong> modificar su <strong>de</strong>stino, porque, ¿quién podría modificar la<br />
posición <strong>de</strong> los astros y fijar sus movimientos? Si se reflexiona bien,<br />
esta doctrina es la más lógica y natural <strong>de</strong> todas y correspon<strong>de</strong> a la<br />
creencia <strong>de</strong>l corazón humano, aun cuando los babilonios hablan <strong>de</strong>l<br />
hígado cuando los egipcios hablan <strong>de</strong>l corazón, pero esta diferencia<br />
no es más que cuestión <strong>de</strong> palabras.<br />
Estudié también el hígado <strong>de</strong> los cor<strong>de</strong>ros y tomé nota asimismo <strong>de</strong><br />
los informes que me dieron los sacerdotes <strong>de</strong> Marduk sobre el vuelo<br />
<strong>de</strong> los pájaros, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r sacar <strong>de</strong> ellos las enseñanzas durante<br />
mis viajes. Consagré también mucho tiempo a hacerles verter aceite<br />
sobre el agua y explicarme las imágenes que se formaban en la<br />
superficie, pero este arte me inspiró menos confianza, porque los<br />
dibujos eran siempre diferentes y para explicarlos no era necesaria<br />
mucha ciencia, sino especialmente mucha ligereza <strong>de</strong> lengua.<br />
Pero antes <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> la primavera en Babilonia y <strong>de</strong><br />
la jornada <strong>de</strong>l falso rey, tengo que relatar un inci<strong>de</strong>nte extraordinario<br />
relacionado con mi nacimiento. En efecto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
estudiado el hígado <strong>de</strong> un cor<strong>de</strong>ro y las manchas <strong>de</strong> aceite sobre el<br />
agua, los sacerdotes me dijeron:
-Un espantoso secreto está relacionado con tu nacimiento y no lo<br />
po<strong>de</strong>mos explicar, porque resulta que no solamente no eres egipcio<br />
como crees, sino que eres extranjero en todo el mundo.<br />
Entonces les referí cómo me habían recogido en la orilla. Los<br />
sacerdotes se miraron e inclinándose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí dijeron:<br />
-Así lo creíamos.<br />
Y me contaron que su gran rey Sargón, que había sometido los<br />
cuatro continentes y reinado incluso sobre las islas <strong>de</strong>l mar, había<br />
bajado también por el río en una cesta <strong>de</strong> cañas embreadas y que se<br />
ignoró todo <strong>de</strong> su nacimiento hasta el día en que resultó <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong>l cielo.<br />
Pero mi corazón se acongojó al oír estas palabras y, tratando <strong>de</strong><br />
reír, les dije:<br />
-¿No creeréis, sin embargo, que yo, médico, haya nacido <strong>de</strong> los<br />
dioses?<br />
Pero ellos no se rieron y contestaron:<br />
-Lo ignoramos, pero vale más estar seguro y por esto nos inclinamos<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti.<br />
Pero yo acabé diciéndoles:<br />
-Cesad en vuestras reverencias y volvamos a nuestros cor<strong>de</strong>ros.<br />
De nuevo comenzaron a explicarme el sentido <strong>de</strong> las<br />
circunvoluciones <strong>de</strong>l hígado, pero a hurtadillas me lanzaban<br />
miradas respetuosas, y cuchicheaban entre ellos.<br />
Quiero contar también la fiesta <strong>de</strong>l falso rey. Cuando los granos<br />
hubieron germinado y las noches fueron más cálidas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las<br />
gran<strong>de</strong>s heladas, los sacerdotes salieron <strong>de</strong> la villa y <strong>de</strong>senterraron el<br />
dios gritando que había resucitado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual Babilonia se<br />
convirtió en una plaza <strong>de</strong> fiesta ruidosa y animada; las calles<br />
<strong>de</strong>sbordaban <strong>de</strong> gente bien vestida y la plebe saqueaba las tiendas y<br />
metía más bullicio que los soldados a punto <strong>de</strong> marcha. Las mujeres y<br />
muchas muchachas iban al templo <strong>de</strong> Ishtar para ganar el dinero <strong>de</strong> su<br />
dote y cualquiera podía divertirse con ellas, porque no era consi<strong>de</strong>rado<br />
una cosa infamante. El último día <strong>de</strong> la fiesta era la jornada <strong>de</strong>l falso<br />
rey.<br />
Me había ya acostumbrado a muchas cosas <strong>de</strong> Babilonia, pero a<br />
pesar <strong>de</strong> todo, quedé atónito cuando vi la guardia <strong>de</strong>l rey penetrar,<br />
todos borrachos, al alba, en el "Pabellón <strong>de</strong> Ishtar» y forzando las<br />
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puertas golpeaban a los huéspe<strong>de</strong>s con el asta <strong>de</strong> su lanza gritando con<br />
toda la fuerza <strong>de</strong> sus pulmones:<br />
-¿Dón<strong>de</strong> se escon<strong>de</strong> nuestro rey? Devolvednos nuestro rey, porque<br />
el día va a amanecer y tiene que administrar la justicia al pueblo.<br />
El escándalo era espantoso, se encendían las lámparas, la<br />
servidumbre <strong>de</strong>l albergue corría por los alre<strong>de</strong>dores. Kaptah creyó que<br />
había estallado una revuelta y se escondió bajo mi cama, pero yo salí al<br />
encuentro <strong>de</strong> los soldados, <strong>de</strong>snudo bajo mi manto y les pregunté:<br />
-¿Qué queréis? Guardaos mucho <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>rme, porque soy Sinuhé<br />
el egipcio, Hijo <strong>de</strong> Onagro y habéis sin duda oído pronunciar mi<br />
nombre. Gritando, respondieron:<br />
-Si eres Sinuhé, es a ti a quien buscamos.<br />
Me arrancaron mi manto y comenzaron a examinarme con sorpresa ,<br />
porque no habían visto nunca a un hombre<br />
circunciso. Y dijeron:<br />
-¿Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>jarlo en libertad? Es un peligro para nuestras mujeres,<br />
que son curiosas <strong>de</strong> toda novedad.<br />
Y <strong>de</strong>cían también:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente no habíamos visto nada tan extraño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día<br />
en que nos llegó <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar caliente un<br />
hombre negro <strong>de</strong> pelo rizado que se había pasado por el miembro viril<br />
un hueso con un cascabel para gustar a las mujeres.<br />
Después <strong>de</strong> haberse burlado <strong>de</strong> mí a sus anchas, me soltaron<br />
diciéndome:<br />
-Cesa ya <strong>de</strong> hacernos per<strong>de</strong>r tiempo y entréganos a tu esclavo,<br />
porque tenemos que llevárnoslo a palacio, porque es la jornada <strong>de</strong>l<br />
falso rey y el rey quiere que lo llevemos a palacio.<br />
Al oír estas palabras, Kaptah empezó a temblar con tanta fuerza que<br />
sacudió la cama <strong>de</strong> manera que los soldados lo vieron y se apo<strong>de</strong>raron<br />
<strong>de</strong> él lanzando gritos <strong>de</strong> triunfo e inclinándose ante él. Y <strong>de</strong>cían:<br />
-Es para nosotros un día <strong>de</strong> gran alegría, porque hemos encontrado<br />
a nuestro rey, que había huido para escon<strong>de</strong>rse, pero ahora nuestros<br />
ojos son felices al verlo y esperamos que sabrá recompensarnos<br />
generosamente nuestra fi<strong>de</strong>lidad.<br />
Kaptah los miraba, aturdido, con los ojos <strong>de</strong>smesuradamente<br />
abiertos. Viendo su temor y su sorpresa, los soldados redoblaron sus<br />
risas y dijeron:<br />
-En verdad es el rey <strong>de</strong> los cuatro continentes y lo reconocemos por<br />
su rostro.<br />
Se inclinaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él mientras otros le arreaban puntapiés en<br />
el trasero para acelerar su marcha.<br />
Kaptah me dijo:
-En verdad que esta villa está corrompida y ha perdido el juicio y el<br />
pueblo está lleno <strong>de</strong> maldad; parece que nuestro escarabajo sea<br />
incapaz <strong>de</strong> protegerme. No sé si estoy <strong>de</strong> pie o <strong>de</strong> cabeza, o quizá<br />
duermo en esta cama y estoy soñando, porque todo esto no es más que<br />
un sueño. Sea como sea, tengo que seguirlos porque son fuertes, pero<br />
tú, oh, dueño mío, salva tu piel y <strong>de</strong>scuelga mi cuerpo cuando lo hayan<br />
colgado en las murallas cabeza abajo, consérvalo y no <strong>de</strong>jes que lo<br />
arrojen al río.<br />
Pero los soldados se reían a carcajadas al oírlo y se daban golpes en<br />
la espalda diciendo:<br />
-Por Marduk, que no hubiéramos encontrado un mejor rey, porque<br />
su lengua no se traba al hablar.<br />
Pero alboreaba ya y le dieron a Kaptah golpes con el asta <strong>de</strong> la lanza<br />
para hacerlo avanzar, y se marcharon con él. Yo me vestí rápidamente<br />
y me fui al palacio, don<strong>de</strong> nadie me impidió entrar, pero los patios y<br />
las antecámaras <strong>de</strong>l palacio estaban atestadas <strong>de</strong> gente agitada. Por<br />
esto estaba convencido <strong>de</strong> que había estallado una revuelta en<br />
Babilonia y que la sangre no tardaría en correr por las calles antes <strong>de</strong><br />
que las tropas regresaran <strong>de</strong> las provincias.<br />
Una vez llegado a la gran sala <strong>de</strong>l palacio, vi que Burraburiash<br />
estaba sentado en su trono <strong>de</strong> baldaquino sostenido por patas <strong>de</strong> león<br />
y que llevaba el vestido real y sus emblemas. A su alre<strong>de</strong>dor estaban<br />
agrupados los sumos sacerdotes <strong>de</strong> Marduk y sus consejeros y<br />
dignatarios. Pero los soldados, sin ocuparse <strong>de</strong> él, arrastraron a<br />
Kaptah <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l trono. Súbitamente reinó el silencio, pero Kaptah<br />
comenzó a gemir.<br />
-¡Llevaos pronto a este cochino animal, si no renuncio a todo y me<br />
voy! Pero en el mismo instante la luz <strong>de</strong>l sol que se elevaba entró por<br />
los ventanales y todo el mundo comenzó a gritar:<br />
-¡Tiene razón! Llevaos a esta bestia, porque estamos asqueados <strong>de</strong><br />
este chiquillo imberbe. Pero este hombre es sabio y por esto lo<br />
consagramos rey a fin <strong>de</strong> que nos pueda gobernar.<br />
No daba crédito a mis ojos cuando los vi lanzarse sobre el rey <strong>de</strong> una<br />
manera violenta, pero riéndose, y arrancarle las insignias reales y el<br />
traje, <strong>de</strong> manera que el rey quedó pronto casi <strong>de</strong>snudo. Le pellizcaban<br />
los brazos y le palpaban los muslos y se burlaban <strong>de</strong> él diciendo:<br />
-Bien se ve que está apenas <strong>de</strong>smamado y su boca huele todavía a<br />
leche materna. Por esto pensamos que es hora <strong>de</strong> que las mujeres <strong>de</strong>l<br />
gineceo puedan divertirse un poco, y este farsante <strong>de</strong> Kaptah, el<br />
egipcio, será seguramente un buen caballero para ellas.<br />
Burraburiash no ofreció la menor resistencia, se reía también, y su<br />
león, asustado, se retiró a un rincón con la cola entre las piernas.<br />
Yo ya no sabía si estaba <strong>de</strong> pie o sobre la cabeza, porque<br />
abandonaron al rey para correr hacia Kaptah y poniéndole los hábitos<br />
reales le forzaron a tomar los emblemas <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y lo instalaron en el<br />
trono y, postrándose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, besaron el suelo a sus pies. El<br />
primero en arrastrarse hacia él fue Burraburiash, <strong>de</strong>snudo como un<br />
gusano, que gritó:
-Es justo. Que sea nuestro rey; no podíamos encontrar uno mejor.<br />
Todo el mundo se levantó y aclamó a Kaptah, retorciéndose <strong>de</strong> risa y<br />
apretándose los ijares.<br />
Kaptah, con los ojos asombrados, observaba todo aquello y sus<br />
cabellos se erizaban bajo la corona real que habían puesto <strong>de</strong> través en<br />
su cabeza. Pero acabó enfadándose y con una voz fuerte que imponía<br />
silencio, gritó:<br />
-Todo esto <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser una pesadilla que este maldito mago me hace<br />
ver, como ocurre algunas veces. No tengo el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ser<br />
vuestro rey; preferiría ser el rey <strong>de</strong> los babuinos o <strong>de</strong> los cerdos. Pero<br />
si verda<strong>de</strong>ramente queréis que sea vuestro rey no puedo hacer nada,<br />
porque sois <strong>de</strong>masiado numerosos. Por esto os pregunto francamente<br />
si soy, en efecto, vuestro rey o no.<br />
Y todos a la vez gritaron:<br />
-Eres nuestro rey y el dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes. ¿No lo<br />
sientes y lo compren<strong>de</strong>s, imbécil?<br />
Después se inclinaron <strong>de</strong> nuevo y uno <strong>de</strong> ellos se revistió con una<br />
piel <strong>de</strong> león y se agazapó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y rugió<br />
estremeciéndose cómicamente.<br />
Kaptah reflexionó un instante y dijo:<br />
-Si verda<strong>de</strong>ramente soy rey vale la pena mojar el acontecimiento.<br />
Traed pronto vino, esclavos, si es que hay; si no, mi bastón bailará<br />
sobre vuestras espaldas y os haré colgar en los muros, puesto que soy<br />
rey. Traed mucho vino, pues estos amigos que me han elegido rey<br />
quieren beber a mi salud y quieren nadar en vino hasta el cuello.<br />
Estas palabras suscitaron una viva alegría y una multitud animada<br />
lo escoltó hasta la gran sala don<strong>de</strong> estaban servidos manjares y vinos<br />
excelentes y variados. Cada cual se sirvió a su antojo y Burraburiash se<br />
tapó con un <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> esclavo y corrió por entre las piernas <strong>de</strong> la<br />
gente, vertiendo las copas y las salsas sobre las ropas <strong>de</strong> los invitados y<br />
todos gritaban contra él y le arrojaban huesos mondos. En todos los<br />
patios <strong>de</strong>l palacio se ofrecía comida y bebida al pueblo y se distribuían<br />
bueyes enteros y cor<strong>de</strong>ros y se podía sacar vino y cerveza <strong>de</strong> los<br />
cuencos <strong>de</strong> arcilla y llenarse la panza <strong>de</strong> papilla <strong>de</strong> trigo con leche y<br />
dátiles dulces, <strong>de</strong> manera que cuando el sol estuvo alto en el cielo, en<br />
el palacio reinaba un escándalo, una confusión y un <strong>de</strong>sconcierto tan<br />
gran<strong>de</strong> como jamás se hubiera creído posible. En cuanto pu<strong>de</strong> me<br />
acerqué a Kaptah y le susurré al oído:<br />
-Kaptah, sígueme, vamos a ocultarnos y huir, porque todo esto no<br />
traerá nada bueno.<br />
Pero había bebido vino, tenía la panza repleta, <strong>de</strong> manera que me<br />
contestó:
-Tus palabras son un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis oídos y en mi vida<br />
he oído nada más estúpido. ¿Marcharme cuando este pueblo simpático<br />
acaba <strong>de</strong> nombrarme su rey y todo el mundo se inclina <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí?<br />
Es el escarabajo, lo sé, el que me procura este honor, así como mis<br />
cualida<strong>de</strong>s que este pueblo ha sabido apreciar al fin en su justo valor.<br />
A mi modo <strong>de</strong> ver no es conveniente que sigas llamándome Kaptah<br />
como a un esclavo y hablándome tan familiarmente, sino que <strong>de</strong>bes<br />
inclinarte ante mí como los <strong>de</strong>más.<br />
-Kaptah, Kaptah, esto no es más que una farsa que pagarás muy<br />
caro. Huye mientras es tiempo todavía y te perdonaré tu <strong>de</strong>sfachatez.<br />
Pero él se secó su boca grasienta y me amenazó con un hueso <strong>de</strong><br />
asno que estaba royendo.<br />
Gritó:<br />
-Llevaos a este inmundo egipcio antes <strong>de</strong> que me enfa<strong>de</strong> y haga<br />
danzar mi bastón sobre sus espaldas.<br />
Entonces el hombre disfrazado <strong>de</strong> león se arrojó sobre mí rugiendo y<br />
me mordió en el muslo, me <strong>de</strong>rribó y me<br />
arañó la cara. Yo no estaba tranquilo, pero afortunadamente en aquel<br />
momento sonaron las trompetas y se anunció que el rey iba a dictar<br />
justicia al pueblo y me olvidaron.<br />
Kaptah quedó un poco <strong>de</strong>sconcertado cuando lo llevaron a la casa<br />
<strong>de</strong> la Justicia y <strong>de</strong>claró que se entregaba enteramente en manos <strong>de</strong> los<br />
jueces <strong>de</strong>l país. Pero el pueblo protestó con gritos:<br />
-Queremos ver la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l rey para estar seguros <strong>de</strong> que es<br />
realmente nuestro rey y que conoce las leyes.<br />
Así fue como Kaptah fue izado en el trono <strong>de</strong> la justicia y le<br />
pusieron en la mano los emblemas, el látigo y las esposas y se invitó al<br />
pueblo a presentarse y exponer sus asuntos al rey. El primero que se<br />
arrojó a los pies <strong>de</strong> Kaptah fue un hombre que había <strong>de</strong>sgarrado sus<br />
vestiduras y se había <strong>de</strong>rramado ceniza sobre los cabellos. Se postró<br />
llorando y gritando a los pies <strong>de</strong> Kaptah y dijo:<br />
-Nadie tiene la sabiduría <strong>de</strong> nuestro rey, dueño <strong>de</strong> los cuatro<br />
continentes. Por esto invoco su justicia y he aquí el asunto que me<br />
trae. Tengo una mujer que tomé hace cuatro años y no tenemos hijos,<br />
pero ahora está embarazada. Ayer me enteré <strong>de</strong> que mi mujer me<br />
engañaba con un soldad; los he sorprendido en flagrante <strong>de</strong>lito, pero el<br />
soldado es alto y fuerte, <strong>de</strong> manera que no he podido hacerle nada y<br />
ahora mi hígado está lleno <strong>de</strong> pena y <strong>de</strong> duda porque, ¿cómo saber si el<br />
niño que tiene que nacer es hijo mío o <strong>de</strong>l soldado? Por esto pido<br />
justicia al rey y quiero saber con certeza <strong>de</strong> quién es el hijo, para obrar<br />
en consecuencia.<br />
Kaptah lanzó unas miradas <strong>de</strong> angustia a su alre<strong>de</strong>dor, pero acabó<br />
por <strong>de</strong>cir con aplomo:
-Coged unos palos y apalead a este hombre para que se acuer<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
este día.<br />
Los alguaciles cogieron al hombre y lo apalearon y el hombre gritó y<br />
se dirigió al pueblo, gritando:<br />
-¿Es justo eso?<br />
Y el pueblo murmuraba también y exigió explicaciones.<br />
Y entonces Kaptah habló:<br />
-Este hombre ha merecido una paliza en primer lugar porque me<br />
molesta por una tontería. Pero, a<strong>de</strong>más, a causa<br />
<strong>de</strong> su estupi<strong>de</strong>z, porque, ¿se ha oído jamás hablar <strong>de</strong> un hombre que<br />
<strong>de</strong>jando su campo inculto venga a quejarse <strong>de</strong> que otro lo siembre por<br />
pura bondad y le ceda la cosecha? Y no es culpa <strong>de</strong> la mujer que se<br />
dirija a otro hombre, sino <strong>de</strong>l marido, puesto que no ha sabido dar a su<br />
mujer lo que ésta <strong>de</strong>sea, y también por esto este hombre merece ser<br />
apaleado.<br />
Al oír estas palabras el pueblo lanzó gran<strong>de</strong>s gritos <strong>de</strong> júbilo y elogió<br />
altamente la cordura <strong>de</strong>l rey. Y entonces un grave anciano se acercó y<br />
dijo:<br />
-Delante <strong>de</strong> esta columna don<strong>de</strong> está grabada la ley y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey<br />
pido justicia para mi caso, que es el siguiente: Me he hecho construir<br />
una casa en la esquina <strong>de</strong> una calle, pero el contratista me ha<br />
engañado, <strong>de</strong> manera que se ha venido abajo matando a un transeúnte<br />
al caer. Ahora los parientes <strong>de</strong> la víctima me reclaman una<br />
in<strong>de</strong>mnización. ¿Qué <strong>de</strong>bo hacer?<br />
Después <strong>de</strong> haber reflexionado, Kaptah dijo:<br />
-Es un asunto complicado que merece reflexión, y a mi juicio<br />
concierne más a los dioses que a los hombres. ¿Qué dice la ley a este<br />
respecto?<br />
Los juristas avanzaron, leyeron la columna <strong>de</strong> la ley y se explicaron<br />
<strong>de</strong> esta forma:<br />
-Si la casa se hun<strong>de</strong> por negligencia <strong>de</strong>l contratista y el propietario<br />
perece en los escombros, el contratista está con<strong>de</strong>nado a muerte. Pero<br />
si al <strong>de</strong>rrumbarse mata al hijo <strong>de</strong>l propietario será con<strong>de</strong>nado a<br />
muerte el hijo <strong>de</strong>l<br />
contratista. La ley no dice nada más, pero la interpretamos así:<br />
cualquier cosa que la casa <strong>de</strong>struya al hundirse, el contratista es<br />
responsable y se <strong>de</strong>struirá una parte a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> sus bienes. No<br />
po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir nada más.<br />
Kaptah, entonces, dijo:<br />
-No sabía que existiesen aquí contratistas tan pérfidos, y, en<br />
a<strong>de</strong>lante, estaré en guardia. Pero, según la ley, este caso es sencillo:<br />
que los parientes <strong>de</strong> la víctima vayan a casa <strong>de</strong>l contratista y que<br />
acechen y maten al primer transeúnte que vean y la ley será observada.
Pero al obrar así tendrán que respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las consecuencias si los<br />
parientes <strong>de</strong>l muerto pi<strong>de</strong>n justicia contra el asesinato. A mi juicio, el<br />
más culpable es el transeúnte que va a pasearse por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una<br />
casa que amenaza ruina, cosa que no hace ninguna persona <strong>de</strong> juicio<br />
salvo si los dioses lo han prescrito. Por esto libero al contratista <strong>de</strong><br />
toda responsabilidad y <strong>de</strong>claro que el hombre que ha venido a pedir<br />
justicia es un imbécil por no haber vigilado al contratista, a fin <strong>de</strong> que<br />
trabajase concienzudamente, <strong>de</strong> manera que el contratista ha hecho<br />
bien en engañarlo, porque hay que engañar a los imbéciles para que el<br />
perjuicio les haga pru<strong>de</strong>ntes. Así ha sido y así será siempre.<br />
El pueblo cantó <strong>de</strong> nuevo las alabanzas <strong>de</strong>l rey y el <strong>de</strong>mandante se<br />
alejó, taciturno. Entonces se presentó un merca<strong>de</strong>r corpulento que<br />
llevaba un traje <strong>de</strong> precio. Expuso su caso y dijo:<br />
-Hace tres días fui al pórtico <strong>de</strong> Ishtar don<strong>de</strong> las muchachas pobres<br />
<strong>de</strong> la villa se reúnen en ocasión <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> primavera, a fin <strong>de</strong><br />
sacrificar su virginidad a la diosa y constituirse una dote. Entre ellas<br />
había una que me gustó mucho, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
largamente merca<strong>de</strong>ado le entregué una suma <strong>de</strong> plata y el asunto<br />
quedó concluido. Pero cuando me disponía a realizar lo que allí me<br />
había llevado fui súbitamente presa <strong>de</strong> cólicos y tuve que salir para<br />
<strong>de</strong>sahogarme. A mi regreso la muchacha estaba acostada con otro<br />
hombre que le había dado dinero y estaba realizando lo mismo que me<br />
había llevado a mí al pórtico. Me ofreció divertirse también conmigo,<br />
es verdad, pero yo me negué porque ya no era virgen y le reclamé el<br />
dinero, pero se negó a <strong>de</strong>volvérmelo. Por esto pido justicia al rey,<br />
porque, ¿no soy acaso víctima <strong>de</strong> la mayor injusticia, puesto que he<br />
perdido mi dinero sin nada recibir a cambio? En efecto, si compro un<br />
jarro, el jarro es mío hasta que lo rompa, pero el ven<strong>de</strong>dor no tiene<br />
<strong>de</strong>recho a romperlo y ofrecerme los fragmentos.<br />
A estas palabras, Kaptah se levantó <strong>de</strong>l trono, enojado, y, haciendo<br />
chasquear su látigo, gritó:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, nunca he visto tanta estupi<strong>de</strong>z como en esta villa<br />
y sólo me cabe pensar que este cornudo se está burlando <strong>de</strong> mí. La<br />
muchacha tenía perfectamente razón al aceptar a otro hombre, puesto<br />
que este imbecil no estaba en estado <strong>de</strong> aprovechar aquello en cuya<br />
busca había ido. Ha obrado también perfectamente al ofrecer a este<br />
hombre una recompensa que no había merecido. Este hombre hubiera<br />
<strong>de</strong>bido estar reconocido a la muchacha y al hombre, puesto que,<br />
divirtiéndose juntos, han suprimido un obstáculo que no hace más que<br />
causar disgustos y preocupaciones en estos asuntos. Y tiene el aplomo <strong>de</strong><br />
comparecer ante mí y hablarme <strong>de</strong> jarros. Puesto que confun<strong>de</strong> las<br />
muchachas con los jarros lo con<strong>de</strong>no a no divertirse en a<strong>de</strong>lante más que<br />
con jarros y nunca más tocará a una muchacha.<br />
Habiendo dictado esta sentencia, Kaptah se sintió hastiado <strong>de</strong> la<br />
justicia y, <strong>de</strong>sperezándose en el trono, dijo:<br />
-Hoy ya he comido, bebido y trabajado suficiente, y rendir justicia me<br />
fatiga <strong>de</strong>masiado. Los jueces pue<strong>de</strong>n seguir administrando justicia si así<br />
lo <strong>de</strong>sean, porque este último caso me ha recordado que, como rey, soy<br />
también dueño <strong>de</strong>l harén don<strong>de</strong>, según me han dicho, cuatrocientas<br />
mujeres me esperan. Por esto voy a elegirme una compañera, y no me<br />
sorpren<strong>de</strong>ría que durante esta expedición rompiese algunos jarros,<br />
porque el vino y el po<strong>de</strong>rme han fortificado maravillosamente y me<br />
siento fuerte como un león.
Al oír estas palabras, el pueblo lanzó gritos que no terminaban nunca y<br />
la muchedumbre lo escoltó hacia el palacio y se <strong>de</strong>tuvo en la puerta <strong>de</strong>l<br />
gineceo. Pero Burraburiash no se reía ya. Al verme, acudió a mí y me<br />
dijo:<br />
-Sinuhé, tú eres amigo y, como médico, pue<strong>de</strong>s entrar en el gineceo<br />
real. Síguelo y vela por que no haga nada <strong>de</strong> que tenga que arrepentirse<br />
amargamente, porque en verdad que lo haré <strong>de</strong>sollar vivo y su piel<br />
colgará <strong>de</strong> las murallas si toca a una <strong>de</strong> mis mujeres; pero si se porta bien<br />
la muerte le será leve.<br />
Yo le pregunté:<br />
-Burraburiash, soy verda<strong>de</strong>ramente tu amigo y estoy dispuesto a<br />
ayudarte, pero dime qué significa todo esto, porque estoy angustiado<br />
viéndote vestido <strong>de</strong> esclavo y escarnecido por todos.<br />
Con impaciencia, dijo:<br />
-Es la jornada <strong>de</strong>l falso rey; todo el mundo lo sabe, pero date prisa, a<br />
fin <strong>de</strong> que no ocurra nada irreparable.<br />
Pero no obe<strong>de</strong>cí, pese a que me hubiese agarrado <strong>de</strong>l brazo, y le dije:<br />
-No conozco las costumbres <strong>de</strong> este país, y por lo tanto <strong>de</strong>bes<br />
explicarme lo que todo esto significa.<br />
Entonces habló:<br />
-Cada año se elige este día al hombre más bestia <strong>de</strong> Babilonia y pue<strong>de</strong><br />
reinar todo un día <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el alba hasta la puesta <strong>de</strong>l sol y con todo el<br />
po<strong>de</strong>río <strong>de</strong>l rey, y el rey ha <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cerle. Y jamás he visto a un rey más<br />
divertido que Kaptah, a quien he <strong>de</strong>signado yo mismo a causa <strong>de</strong> su<br />
comicidad. Ignora lo que le espera, y esto es lo más gracioso <strong>de</strong> todo.<br />
-¿Qué le espera? -pregunté yo.<br />
-A la puesta <strong>de</strong>l sol será ejecutado con la misma rapi<strong>de</strong>z con que ha<br />
sido coronado al alba -explicó Burraburiash-. Puedo hacerlo pa<strong>de</strong>cer<br />
cruelmente si quiero, pero, generalmente, se mezcla un veneno en el vino<br />
y el falso rey se duerme tranquilamente sin saber que muere, porque un<br />
hombre que ha reinado no pue<strong>de</strong> continuar con vida. Pero una vez<br />
ocurrió que el verda<strong>de</strong>ro rey murió durante la fiesta por haber bebido en<br />
su embriaguez un bol <strong>de</strong> caldo hirviendo y el falso rey permaneció en el<br />
trono durante treinta y seis años y nadie tuvo nada que <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> su<br />
reinado. Por esto <strong>de</strong>bo abstenerme hoy <strong>de</strong> beber caldo hirviendo. Pero<br />
date prisa en ir a ver que tu servidor no haga nada <strong>de</strong> que tenga que<br />
arrepentirse esta noche.<br />
No tuve, sin embargo, que ir en busca <strong>de</strong> Kaptah, porque salió<br />
corriendo <strong>de</strong>l gineceo, muy irritado y con una mano sobre un ojo; la<br />
sangre salía <strong>de</strong> su nariz. Y gemía y gritaba:<br />
-Mira lo que me han hecho; me han ofrecido mujeres viejas, negras y<br />
gordas, pero cuando he querido tocar una jovencita se me ha convertido<br />
en una tigresa, me ha dado un puñetazo en mi ojo y me ha hecho sangrar<br />
la nariz a golpes <strong>de</strong> babucha.<br />
Entonces Burraburiash se rió tan a gusto que tuvo que agarrarse a mi<br />
brazo para tenerse en pie. Pero Kaptahh continuaba gimiendo:<br />
-No me atrevo a abrir la puerta, porque esta mujer está fuera <strong>de</strong> sí y se<br />
comporta como una fiera, pero ve tú, Sinuhé, a trepanarla hábilmente a<br />
fin <strong>de</strong> que el mal espíritu salga <strong>de</strong> su cabeza. Tiene que estar poseída, <strong>de</strong><br />
lo contrario no hubiera osado poner la mano sobre su rey haciéndome<br />
brotar la sangre <strong>de</strong> la nariz como un buey que se <strong>de</strong>sangra.<br />
Burraburiash me dio un golpe con el codo y dijo:<br />
-Ve a ver qué ha ocurrido, Sinuhé, puesto que conoces la casa, porque<br />
hoy no puedo entrar, y ven luego a contarme lo que ocurre. Creo saber <strong>de</strong><br />
qué se trata porque ayer me trajeron <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar una muchacha<br />
con quien me prometo mucho placer, pero habrá que calmarla primero<br />
con jugo <strong>de</strong> adormi<strong>de</strong>ra.<br />
Tanto insistió que acabé entrando en el gineceo, don<strong>de</strong> reinaba una<br />
gran confusión, y los eunucos no me <strong>de</strong>tuvieron, porque sabían que era<br />
médico. Las mujeres viejas, que se habían adornado y puesto afeites y
pintado para esta jornada, me ro<strong>de</strong>aron y me preguntaron con una sola<br />
voz:<br />
-¿Dón<strong>de</strong> se ha ido, pues, nuestra monada, nuestra joya, nuestro<br />
cabrón que estamos esperando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el alba?<br />
Una gruesa negra, cuyos pechos caían lacios y negros sobre el vientre,<br />
se había <strong>de</strong>snudado para ser la primera en recibir a Kaptah, y gemía:<br />
-¡Devuélveme a mi encanto para que lo estreche contra mi pecho!<br />
¡Devuélveme a mi elefante para que pase su trompa alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mi<br />
cintura!<br />
Pero con aire preocupado, los eunucos me dijeron:<br />
-No te inquietes por estas mujeres, porque estaban encargadas <strong>de</strong><br />
divertir al falso rey y se han alegrado el hígado con vino esperándolo.<br />
Pero tenemos verda<strong>de</strong>ramente necesidad <strong>de</strong> un médico, porque la<br />
muchacha que trajeron ayer se ha vuelto loca y es más fuerte que<br />
nosotros y nos da <strong>de</strong> puntapiés, <strong>de</strong> manera que no sabemos qué va a<br />
ocurrir, porque ha encontrado un cuchillo y está verda<strong>de</strong>ramente<br />
furiosa.<br />
Me condujeran al patio <strong>de</strong>l harén, que relucía bajo el sol con todo el<br />
brillo <strong>de</strong> sus azulejos <strong>de</strong> colores. En el centro había un surtidor en el que<br />
unos animales marinos esculpidos vertían agua. Allí se había refugiado la<br />
muchacha furibunda; los eunucos habían <strong>de</strong>sgarrado sus ropas al tratar<br />
<strong>de</strong> dominarla y estaba muy mojada por haber nadado en el surtidor y el<br />
agua caía en torno <strong>de</strong> ella. Pero, para no caerse, estaba agarrada con una<br />
mano al morro <strong>de</strong> un <strong>de</strong>lfín que arrojaba agua y con la otra esgrimía un<br />
cuchillo. El agua se agitaba y los eunucos gritaban, <strong>de</strong> manera que yo no<br />
podía enten<strong>de</strong>r las palabras <strong>de</strong> la muchacha. Era, ciertamente, bella,<br />
pese a que sus ropas estuviesen <strong>de</strong>sgarradas y sus cabellos en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n,<br />
pero adopté una actitud tranquila y dije a los eunucos.<br />
-Largaos <strong>de</strong> aquí a fin <strong>de</strong> que pueda hablarle y calmarla, y <strong>de</strong>tened los<br />
chorros <strong>de</strong> agua, para po<strong>de</strong>r oír lo que grita.<br />
Cuando el ruido <strong>de</strong>l agua hubo cesado oí que cantaba en una lengua<br />
extranjera que no comprendía. Cantaba con la cabeza erguida y los ojos<br />
ver<strong>de</strong>s y brillantes como los <strong>de</strong> un gato, y sus mejillas estaban rojas <strong>de</strong><br />
excitación, <strong>de</strong> manera que la apostrofé vivamente:<br />
-Deja <strong>de</strong> maullar, gata vieja, tira tu cuchillo y ven aquí para que<br />
podamos hablar y te cure, porque estás seguramente loca.<br />
La muchacha <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> cantar y me contestó en lengua babilónica todavía<br />
peor que la mía:<br />
-Salta al agua, babuino, y ven aquí a que te hunda el cuchillo en el<br />
hígado, porque estoy furiosa.<br />
Yo le grité:<br />
-No quiero hacerte ningún daño. Y ella respondió:
-Muchos hombres me han dicho lo mismo para enmascarar sus<br />
malvadas intenciones, pero yo estoy consagrada a un dios para bailar<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Por esto tengo este cuchillo, y antes le haré beber mi<br />
sangre que permitir que un hombre me toque, especialmente este diablo<br />
tuerto que parece más un cuero hinchado que un ser humano.<br />
-Así que eres tú quién ha golpeado al rey, ¿verdad? -pregunté.<br />
Y ella respondió:<br />
-Le he golpeado en un ojo y he abierto las fuentes <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> su<br />
nariz con mi babucha, y estoy orgullosa <strong>de</strong> mi acto, porque ni aun un rey<br />
me tocará, puesto que estoy <strong>de</strong>stinada a bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un dios.<br />
-Baila cuanto quieras, locuela -le dije-. No es cosa mía, pero vas a<br />
<strong>de</strong>jar este cuchillo, con el que podrías hacerte daño, y sería una lástima,<br />
porque los eunucos me han dicho que el rey ha pagado por ti una fuerte<br />
suma en el mercado <strong>de</strong> esclavos.<br />
Y ella respondió:<br />
-No soy ninguna esclava; he sido traidoramente raptada, como pue<strong>de</strong>s<br />
adivinarlo si tienes ojos en la cara. Pero, ¿no hablas ninguna lengua que<br />
esta gente no entienda? He visto a algunos eunucos ocultarse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
las columnas para espiar nuestras palabras.<br />
-Soy egipcio -le dije en esta lengua-, y mi nombre es Sinuhé, El que es<br />
solitario, el Hijo <strong>de</strong> Onagro. Soy médico, <strong>de</strong> manera que no tienes nada<br />
que temer <strong>de</strong> mí.<br />
Entonces se echó al agua y nadó vigorosamente hacia mí con el<br />
cuchillo en la mano y se tendió <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, diciendo:<br />
-Sé que los egipcios son débiles y no hacen nunca daño a las mujeres,<br />
a menos que ellas lo <strong>de</strong>seen. Por esto tengo confianza en ti y espero me<br />
perdonarás que no <strong>de</strong>je el cuchillo, porque es probable que esta noche<br />
tenga que abrirme las venas para no ser <strong>de</strong>shonrada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi dios.<br />
Pero si eres temeroso <strong>de</strong> los dioses y quieres mi bien, sálvame y sácame<br />
<strong>de</strong> este país, pese a que no pueda recompensarte como te mereces,<br />
porque no <strong>de</strong>bo entregarme a ningún hombre.<br />
-No tengo el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> tocarte -le dije-. Sobre este punto pue<strong>de</strong>s<br />
estar tranquila. Pero tu locura es gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> querer salir <strong>de</strong>l real harén,<br />
don<strong>de</strong> estarías bien alimentada y recibirías cuanto tu corazón anhelase.<br />
-Hablas <strong>de</strong> comida y ropas porque no entien<strong>de</strong>s nada <strong>de</strong> nada -dijo<br />
lanzándome una mirada <strong>de</strong> irritación--. Y cuando afirmas no quererme<br />
tocar, me ofen<strong>de</strong>s. Estoy ya acostumbrada a que los hombres me <strong>de</strong>seen<br />
y lo he leído en sus ojos y oído en su respiración durante mis danzas. Lo<br />
he visto mejor aún en el mercado <strong>de</strong> esclavas, cuando los hombres<br />
babeaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z cuando pedían a los eunucos que<br />
comprobasen si era virgen. Pero podremos hablar <strong>de</strong> todo esto más tar<strong>de</strong><br />
si quieres, porque, ante todo, tienes que sacarme <strong>de</strong> aquí y ayudarme a<br />
huir <strong>de</strong> Babilonia.
Su aplomo era tan gran<strong>de</strong> que yo no sabía qué <strong>de</strong>cirle, y por fin<br />
respondí, bruscamente:<br />
-No tengo la menor intención <strong>de</strong> ayudarte a huir, porque esto sería un<br />
crimen contra el rey, que es mi amigo. Debo <strong>de</strong>cirte también que el<br />
pellejo hinchado que has visto aquí no es más que el falso rey que reina<br />
solamente hoy, y mañana el verda<strong>de</strong>ro querrá verte. Es un muchacho<br />
joven, <strong>de</strong> complexión agradable, y te espera mucho placer con él cuando<br />
te hayas calmado un poco. No creo que el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> tu dios se extienda<br />
hasta aquí, <strong>de</strong> manera que no tienes nada que per<strong>de</strong>r al someterte a la<br />
necesidad. Por esto tendrías que renunciar a tus chiquilladas y darme el<br />
cuchillo.<br />
Pero ella dijo:<br />
-Mi nombre es Minea. Puesto que quieres ocuparte <strong>de</strong> mí toma el<br />
cuchillo que me ha protegido hasta ahora; te lo doy porque sé que a<br />
partir <strong>de</strong> ahora serás tú quien me protegerá y que no me engañarás, sino<br />
que me sacarás <strong>de</strong> este cochino país.<br />
Me sonrió, tendiéndome el cuchillo, pese a mis <strong>de</strong>negaciones.<br />
-¡No quiero tu cuchillo, locuela!<br />
Minea no quería volver a cogerlo y me miraba sonriendo por entre sus<br />
cabellos mojados, <strong>de</strong> manera que acabé marchándome contrariado, con<br />
el cuchillo en la mano. Porque me había dado cuenta <strong>de</strong> que era mucho<br />
más hábil que yo y al darme el cuchillo me había ligado a su suerte, <strong>de</strong><br />
manera que yo no podía abandonarla.<br />
A mi salida <strong>de</strong>l gineceo, Burraburiash me preguntó con viva<br />
curiosidad qué había pasado.<br />
-Tus eunucos han hecho un mal negocio -le dije-, porque Minea, la<br />
muchacha que han comprado para ti, está furiosa y no quiere entregarse<br />
a un hombre, porque su dios se lo prohíbe. Por esto harías mejor en<br />
<strong>de</strong>jarla en paz hasta que se haya puesto razonable.<br />
Pero Burraburiash se rió alegremente y dijo:<br />
-En verdad que encontraré mucho placer con ella, porque conozco<br />
estas muchachas y no se doman más que a bastonazos. Soy todavía joven<br />
e imberbe. Por esto me fatigo divirtiéndome con una mujer y hallo<br />
mucho mayor placer contemplándolas y escuchándolas mientras mis<br />
eunucos las golpean con sus <strong>de</strong>lgados juncos. Esta pequeña recalcitrante<br />
me proporcionará tanto mayor placer cuanto que tendré un motivo para<br />
hacerla fustigar por mis eunucos, y en verdad te juro que la próxima<br />
noche su piel estará tan hinchada que no podrá dormir sobre su espalda<br />
y mi placer será tanto más gran<strong>de</strong>.<br />
Se alejó frotándose las manos y riéndose como una mujer. Viéndole<br />
alejarse, comprendí que ya no era mi amigo.
Después <strong>de</strong> aquello fui incapaz <strong>de</strong> reír ni divertirme, pese a que el<br />
palacio estuviese lleno <strong>de</strong> una muchedumbre jocosa que bebía vino y<br />
cerveza y se divertía con todas las extravagancias que Kaptah inventaba<br />
sin cesar, porque había olvidado su <strong>de</strong>sventura <strong>de</strong>l gineceo y habiéndole<br />
puesto un trozo <strong>de</strong> carne cruda sobre el ojo no tenía daño ya. Pero yo<br />
estaba atormentado sin saber por qué.<br />
Me <strong>de</strong>cía que tenía muchas cosas que apren<strong>de</strong>r todavía en Babilonia,<br />
puesto que mis estudios sobre el hígado <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro no estaban acabados<br />
y no sabía todavía verter el aceite sobre el agua como lo hacían los<br />
sacerdotes. Si me conservaba en buenas relaciones con él, Burraburiash,<br />
a cambio <strong>de</strong> mis cuidados y mi amistad, me daría seguramente<br />
generosos regalos cuando me fuera. Pero cuanto más reflexionaba, más<br />
me obsesionaba Minea, cualquiera que fuese su extravagancia, y pensaba<br />
también en Kaptah, que tenía que perecer aquella noche por un estúpido<br />
capricho <strong>de</strong>l rey, que, sin consultarme, lo había <strong>de</strong>signado como falso rey<br />
a pesar <strong>de</strong> que fuese mi servidor.<br />
Así endurecía mi corazón diciéndome que Burraburiash había<br />
abusado <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> manera que estaría justificado <strong>de</strong>volviéndole la misma<br />
moneda, pese a que mi corazón me <strong>de</strong>cía que <strong>de</strong> esta manera violaría<br />
todas las leyes <strong>de</strong> la amistad. Pero era extranjero y solo, y nada me ligaba<br />
a él. Por esto, por la tar<strong>de</strong>, fui a la ribera <strong>de</strong>l río y alquilé una barca <strong>de</strong><br />
diez remeros y les dije:<br />
-Esta es la jornada <strong>de</strong>l falso rey y sé que estáis borrachos <strong>de</strong> cerveza y<br />
alegría y que vacilaréis en salir. Pero os daré doble paga porque mi tío ha<br />
muerto y <strong>de</strong>bo llevar su cadáver entre los <strong>de</strong> sus antepasados. El viaje<br />
será largo, porque nuestra tumba <strong>de</strong> familia se encuentra cerca <strong>de</strong> la<br />
frontera <strong>de</strong> Mitanni.<br />
Los remeros murmuraron, pero yo les procuré dos barriles <strong>de</strong> cerveza<br />
y les dije que podían beber hasta la puesta <strong>de</strong>l sol a condición <strong>de</strong> que<br />
estuviesen a punto <strong>de</strong> partir a la caída <strong>de</strong> la noche. Pero ellos protestaron<br />
diciendo:<br />
-No remaremos <strong>de</strong> noche, porque las tinieblas están llenas <strong>de</strong> temibles<br />
diablillos que lanzan gritos espantosos y quizá vuelquen nuestra barca y<br />
nos maten.<br />
Pero yo les dije:<br />
-Voy a sacrificar al templo para que no nos ocurra nada malo y el<br />
sonido <strong>de</strong> todo el dinero que os daré al final <strong>de</strong>l viaje os impedirá<br />
seguramente oír los aullidos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>monios.<br />
6
Fui a la Torre, don<strong>de</strong> sacrifiqué un cor<strong>de</strong>ro, y había poca gente en los<br />
patios porque toda la villa estaba agrupada alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l palacio.<br />
Examiné el hígado <strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>ro, pero estaba tan distraído que no vi nada<br />
<strong>de</strong> particular, observé solamente que era mayor que <strong>de</strong> ordinario y olía<br />
muy fuerte, <strong>de</strong> manera que me sentí invadido <strong>de</strong> malos pensamientos.<br />
Recogí la sangre en la bolsa <strong>de</strong> cuero y me la llevé a palacio. A mi entrada<br />
en el harén una golondrina voló sobre mi cabeza, lo cual reanimó mi<br />
corazón y me reconfortó, porque era un pájaro <strong>de</strong> mi país y me daría<br />
suerte.<br />
Dije a los eunucos:<br />
-Dejadme solo con esta mujer loca a fin <strong>de</strong> que pueda exorcizar a los<br />
<strong>de</strong>monios.<br />
Me obe<strong>de</strong>cieron conduciéndome a una pequeña habitación, don<strong>de</strong><br />
expliqué a Minea lo que <strong>de</strong>bía hacer y le entregué su puñal y la bolsa <strong>de</strong><br />
sangre. Me prometió seguir mis instrucciones y la <strong>de</strong>jé, diciendo a los<br />
eunucos que nadie <strong>de</strong>bía molestarla, porque le había dado un remedio<br />
para expulsar el <strong>de</strong>monio y éste podría meterse en el cuerpo <strong>de</strong> toda<br />
persona que abriese la puerta sin permiso. Y me creyeron sin discutir.<br />
El sol iba a ocultarse y la luz era roja en todas las habitaciones <strong>de</strong><br />
palacio. Kaptah comía y bebía servido por Burraburiash, que se reía<br />
como un chiquillo. El suelo estaba cubierto <strong>de</strong> charcos <strong>de</strong> vino en los que<br />
yacían los hombres, nobles y villanos, que dormían la borrachera. Yo le<br />
dije a Burraburiash:<br />
-Quiero asegurarme <strong>de</strong> que la muerte <strong>de</strong> Kaptah será dulce, porque es<br />
mi servidor y soy responsable <strong>de</strong> él.<br />
Y él me dijo:<br />
-Date prisa, porque vierten ya el veneno en el vino y tu servidor<br />
morirá a la puesta <strong>de</strong>l sol, como es costumbre aquí.<br />
Fui a encontrar al médico <strong>de</strong>l rey y me creyó cuando le dije que el rey<br />
me había encargado que mezclara yo mismo el veneno.<br />
-Será mejor que me remplaces tú entonces -dijo-, porque mis manos<br />
tiemblan y mis ojos están húmedos. Es que he vaciado muchas copas y tu<br />
servidor nos ha divertido <strong>de</strong> una manera prodigiosa.<br />
Vertí en el vino jugo <strong>de</strong> adormi<strong>de</strong>ra, pero no lo suficiente para<br />
producir la muerte. Llevé la copa a Kaptah y le dije:<br />
-Kaptah, es posible que no volvamos a vernos nunca más, porque tu<br />
dignidad se te ha subido a la cabeza y mañana no me reconocerás ya.<br />
Vacía, pues, esta copa a fin <strong>de</strong> que a mi regreso a Egipto pueda contar<br />
que soy amigo <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong> los cuatro continentes. Al vaciarla <strong>de</strong>bes<br />
saber que no pienso más que en tu bien, pase lo que pase, y acuérdate <strong>de</strong><br />
nuestro escarabajo.<br />
Y Kaptah dijo:
-Las palabras <strong>de</strong> este egipcio serían un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis<br />
oídos si no estuviesen ya llenos <strong>de</strong>l murmullo <strong>de</strong>l vino, <strong>de</strong> manera que no<br />
oigo lo que me dice. Pero no he escupido nunca en una copa <strong>de</strong> vino,<br />
como he tratado hoy <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarlo a mis súbditos que me gustan<br />
mucho. Vaciaré, pues, esta copa, pese a que mañana los asnos salvajes<br />
me pisotearán la cabeza.<br />
Bebió y al mismo tiempo el sol se puso y trajeron las lámparas y todo<br />
el mundo se levantó y un gran silencio se extendió por el palacio. Kaptah<br />
se quitó la corona real y dijo:<br />
-Esta maldita corona me <strong>de</strong>stroza el cráneo y estoy harto <strong>de</strong> ella. Mis<br />
piernas se entumecen y mis párpados pesan como el plomo; es el<br />
momento <strong>de</strong> dormir. Tiró <strong>de</strong>l pesado mantel y se cubrió con él,<br />
<strong>de</strong>rribando las copas y los jarros, <strong>de</strong> manera que nadaba verda<strong>de</strong>ramente<br />
en vino como había prometido por la mañana. Pero los servidores lo<br />
<strong>de</strong>snudaron y pusieron a Burraburiash las vestiduras manchadas <strong>de</strong> vino<br />
y, <strong>de</strong>volviéndole la corona y los emblemas <strong>de</strong> su realeza, lo llevaron al<br />
trono.<br />
-Esta jornada ha sido muy cansada -dijo el rey-, pero he observado, no<br />
obstante, a algunas personas que no me han <strong>de</strong>mostrado suficiente<br />
consi<strong>de</strong>ración durante la farsa, esperando probablemente que me<br />
ahogaría bebiendo caldo caliente. Echad, pues, a palos a todos estos<br />
borrachos y barred la sala, y, en cuanto haya muerto, meted en una jarra<br />
al payaso éste, <strong>de</strong>l que ya estoy cansado.<br />
Se volvió a Kaptah <strong>de</strong> espaldas y el médico lo palpó con sus<br />
temblorosas manos <strong>de</strong> borracho y dijo:<br />
-Este hombre está realmente muerto.<br />
Los servidores trajeron una gran ánfora <strong>de</strong> arcilla como aquellas en<br />
que los babilonios entierran a sus muertos, y metiendo a Kaptah <strong>de</strong>ntro<br />
la cerraron. El rey dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> llevarlo a los sótanos <strong>de</strong> palacio entre los<br />
prece<strong>de</strong>ntes falsos reyes, pero entonces yo dije:<br />
-Este hombre es egipcio y circunciso como yo. Por esto tengo que<br />
embalsamarlo y proveerlo <strong>de</strong> todo lo necesario para el viaje al país <strong>de</strong>l<br />
Poniente a fin <strong>de</strong> que pueda comer y beber y divertirse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />
muerte sin hacer nada. Este trabajo dura treinta o setenta días, según el<br />
rango <strong>de</strong>l difunto en vida. Para Kaptah, creo que treinta días serán<br />
suficientes, porque no era más que un servidor. Después <strong>de</strong> este plazo te<br />
<strong>de</strong>volveré el cuerpo a fin <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong>positado al lado <strong>de</strong> los anteriores<br />
falsos reyes en los sótanos <strong>de</strong>l palacio.<br />
Burraburiash me escuchó con curiosidad y dijo:<br />
-De acuerdo, pese a que crea que tu trabajo es cosa perdida, porque un<br />
hombre muerto permanece acostado y su espíritu va errante por todas<br />
partes con inquietud y se alimenta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sperdicios arrojados en las<br />
calles, a menos que sus parientes guar<strong>de</strong>n su cuerpo en un jarro <strong>de</strong>
arcilla, a fin <strong>de</strong> que su espíritu reciba su parte <strong>de</strong> las comidas. Es la<br />
suerte <strong>de</strong> todos, salvo la mía, porque soy el rey y los dioses me acogerán<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi muerte, <strong>de</strong> manera que no tengo que ocuparme <strong>de</strong> mi<br />
comida ni <strong>de</strong> mi cerveza <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto. Pero obra a tu antojo,<br />
puesto que es la costumbre <strong>de</strong> tu país.<br />
Hice llevar la jarra a una litera que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l palacio,<br />
pero antes <strong>de</strong> marcharme dije al rey:<br />
-Durante treinta días no me verás, porque mientras dura el<br />
embalsamamiento <strong>de</strong>bo permanecer sin mostrarme a nadie a fin <strong>de</strong> no<br />
infectarlo con los miasmas que trascien<strong>de</strong> el cadáver.<br />
Burraburiash se echó a reír y dijo:<br />
-Sea como tú quieras, y si apareces por aquí mis servidores te echarán<br />
a palos a fin <strong>de</strong> que no introduzcas malos espíritus en mi palacio.<br />
Y en la litera agujereé la arcilla <strong>de</strong> la jarra que estaba blanda todavía, a<br />
fin <strong>de</strong> que Kaptah pudiese respirar. Después volví a entrar secretamente<br />
en el palacio y penetré en el harén, don<strong>de</strong> los eunucos se sintieron felices<br />
al verme, porque temían la llegada <strong>de</strong>l rey.<br />
Después <strong>de</strong> haber abierto la puerta <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> Minea, me<br />
volví rápidamente a los eunucos y, <strong>de</strong>sgarrándome las vestiduras, grité:<br />
-Venid a ver lo que ha ocurrido; yace empapada en sangre y el<br />
cuchillo ensangrentado está a su lado y sus cabellos están cubiertos <strong>de</strong><br />
sangre también.<br />
Se acercaron y fueron presa <strong>de</strong>l terror, porque los eunucos temen la<br />
sangre y no osan tocarla.<br />
-Todos estamos en el mismo compromiso. Traed, pues, pronto una<br />
alfombra para que pueda arrollar en ella su cuerpo y <strong>de</strong>spués lavad el<br />
suelo a fin <strong>de</strong> que nadie sepa lo ocurrido. Corred en seguida a comprar<br />
otra esclava, <strong>de</strong> preferencia una que venga <strong>de</strong> un país lejano e ignore<br />
vuestra lengua. Vestidla y adornadla para el rey, y si resiste, apaleadla<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, porque estará contento y os recompensará generosamente.<br />
Los eunucos comprendieron la cordura <strong>de</strong> mi consejo y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
algún regateo les di la mitad <strong>de</strong> lo que me pedían para comprar otra<br />
esclava, si bien sabiendo que me robaban, porque pagarían la esclava con<br />
el dinero <strong>de</strong>l rey y ganarían todavía exigiendo <strong>de</strong>l merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esclavos<br />
que marcase sobre la tablilla un precio superior al convenido, porque<br />
ésta es y será siempre la costumbre <strong>de</strong> los eunucos en todo el mundo.<br />
Pero no quería pelear con ellos. Me trajeron una alfombra en la cual<br />
envolví a Minea y me ayudaron a llevarla por los patios oscuros hasta la<br />
litera, don<strong>de</strong> me esperaba Kaptah metido en su jarra.<br />
Así fue como, en medio <strong>de</strong> las tinieblas, abandoné Babilonia como<br />
fugitivo, abandonando también mucho oro y plata, pese a que hubiera<br />
podido enriquecerme y adquirir todavía mucho saber.
Llegado a la ribera hice meter la jarra en la barca, pero cogí yo mismo<br />
la alfombra y la <strong>de</strong>posité bajo el ten<strong>de</strong>rete. Y dije a los servidores:<br />
-¡Esclavos e hijos <strong>de</strong> perro! Esta noche no habéis visto ni oído nada si<br />
alguien os interroga, y por esto os doy una moneda <strong>de</strong> plata a cada uno.<br />
Saltaron <strong>de</strong> júbilo y gritaron:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, hemos servido a un gran señor y nuestros oídos son<br />
sordos y nuestros ojos ciegos, y no hemos visto ni oído nada esta noche.<br />
Así fue como me <strong>de</strong>sembaracé <strong>de</strong> ellos, pero sabía que se<br />
emborracharían, según costumbre <strong>de</strong> los portadores <strong>de</strong> todos los<br />
tiempos y que en su embriaguez revelarían todo lo que habían visto. Pero<br />
no podía evitarlo, porque eran ocho y muy robustos, y no podía matarlos<br />
y arrojarlos al río como hubiera querido hacer.<br />
Después <strong>de</strong> su marcha <strong>de</strong>sperté a los remeros y al salir la luna<br />
hundieron sus pértigas en el agua y empujaron <strong>de</strong> firme, bostezando y<br />
murmurando contra su suerte porque sus cabezas estaban pesadas por la<br />
cerveza que habían bebido. Así fue como huí <strong>de</strong> Babilonia, y no podría<br />
<strong>de</strong>cir por qué, ya que lo ignoro; pero todo estaba escrito en las estrellas<br />
antes <strong>de</strong> mi nacimiento y no podía cambiar nada.<br />
LIBRO SÉPTIMO<br />
MINEA<br />
Una vez salido <strong>de</strong> la villa sin ser interrogado por los guardias, pues el<br />
río no está cerrado por la noche, me metí bajo el toldo para <strong>de</strong>scansar mi<br />
cabeza fatigada. Los soldados <strong>de</strong>l rey me habían <strong>de</strong>spertado antes <strong>de</strong>l<br />
alba, como ya he referido, y la jornada había sido rica en inquietu<strong>de</strong>s e<br />
inci<strong>de</strong>ntes, hasta el punto que jamás había vivido otra parecida. Pero no<br />
1
encontraba todavía la paz, porque Minea se había <strong>de</strong>sembarazado <strong>de</strong> la<br />
alfombra y se lavaba sacando agua <strong>de</strong>l río y las gotas que caían <strong>de</strong> su<br />
mano brillaban al claro <strong>de</strong> luna. Me miró con aire <strong>de</strong> reproche y sin<br />
sonreírme me dijo:<br />
-Me he ensuciado horriblemente siguiendo tus consejos y apesto a<br />
sangre y no podré <strong>de</strong>sembarazarme jamás <strong>de</strong> este olor, y todo por tu<br />
culpa. Y al llevarme envuelta en la alfombra me has estrechado contra tu<br />
pecho más <strong>de</strong> lo necesario, <strong>de</strong> manera que no podía respirar.<br />
Pero yo estaba muy cansado y estas palabras aumentaron todavía mi<br />
lasitud. Por esto ahogué un bostezo diciendo:<br />
-Cállate, mujer maldita, porque al pensar en todo lo que me has hecho<br />
hacer mi corazón se rebela, y estoy dispuesto a arrojarte al río, don<strong>de</strong><br />
podrás lavarte a tu antojo. Porque sin ti estaría sentado al lado <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong><br />
Babilonia y los sacerdotes <strong>de</strong> la Torre me enseñarían toda su ciencia sin<br />
ocultarme nada <strong>de</strong> manera que sería en breve el más eminente <strong>de</strong> todos<br />
los médicos <strong>de</strong>l mundo. He perdido también por culpa tuya todos mis<br />
regalos <strong>de</strong> médico y mi oro se ha fundido y no me atrevo a utilizar mis<br />
tablillas <strong>de</strong> arcilla para retirar dinero en las cajas <strong>de</strong> los templos. Todo<br />
esto me ha ocurrido por causa tuya, y maldigo verda<strong>de</strong>ramente el día en<br />
que te vi, y cada año lo recordaré cubriéndome con un saco <strong>de</strong> ceniza.<br />
Ella llevaba la mano hundida en la corriente al claro <strong>de</strong> luna y el agua<br />
se hendía como plata líquida. Entonces me dijo con voz grave, pero sin<br />
mirarme:<br />
-Si es así, es mejor que salte al agua como <strong>de</strong>seas. Así te<br />
<strong>de</strong>sembarazarás <strong>de</strong> mí.<br />
Se levantó para arrojarse al río, pero yo la agarré por el brazo y le dije:<br />
-Cesa <strong>de</strong> disparatar, porque si saltas al agua, todo lo que he hecho hoy<br />
habrá sido inútil y sería el colmo <strong>de</strong> la tontería. En nombre <strong>de</strong> todos los<br />
dioses, déjame <strong>de</strong>scansar un instante, Minea, y no me molestes con tus<br />
caprichos, porque estoy muy cansado.<br />
Habiendo dicho estas palabras me metí bajo la alfombra y me cubrí<br />
con ella, porque la noche era fresca pese a que estuviésemos en<br />
primavera y las cigüeñas gritasen en los juncales. Pero ella se <strong>de</strong>slizó<br />
reptando bajo la alfombra y dijo dulcemente:<br />
-Puesto que no puedo hacer nada más por ti, quiero calentarte con mi<br />
cuerpo, porque la noche es fría.<br />
Yo no tuve la fuerza <strong>de</strong> protestar y me quedé dormido y pu<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>scansar, porque su cuerpo era como una <strong>de</strong>lgada estufa contra el mío.<br />
Al alba estábamos ya muy lejos <strong>de</strong> la villa y los remeros murmuraron:<br />
-Nuestros hombros son como <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y nuestras espaldas están<br />
doloridas. ¿Quieres hacernos perecer con los remos en la mano, puesto<br />
que no vamos a apagar ningún incendio?<br />
Pero yo endurecí mi corazón y les dije:
-El que <strong>de</strong>jare <strong>de</strong> bogar sabrá el sabor <strong>de</strong> mi bastón, porque no nos<br />
<strong>de</strong>tendremos hasta media jornada. Entonces podréis comer y beber y<br />
cada uno <strong>de</strong> vosotros recibirá un trago <strong>de</strong> vino, y dátiles, y os animará y<br />
os sentiréis ligeros como pájaros. Pero si refunfuñáis contra mí soltaré<br />
contra vosotros todos los <strong>de</strong>monios <strong>de</strong> los infiernos, porque sabed que<br />
soy sacerdote y hechicero y conozco numerosos diablos que adoran la<br />
carne humana.<br />
Yo hablaba así para asustarlos, pero no me oyeron, porque el sol<br />
brillaba, y dijeron:<br />
-Está solo y nosotros somos diez.<br />
Y uno <strong>de</strong> ellos intentó golpearme con su remo.<br />
Pero en aquel instante la jarra que llevaba a popa comenzó a resonar,<br />
porque Kaptah daba golpes y gritaba aullando con una voz aguda y los<br />
remeros se pusieron pálidos <strong>de</strong> miedo y, echándose al agua uno tras otro,<br />
<strong>de</strong>saparecieron en la corriente. La barca comenzó a <strong>de</strong>rivar e<br />
inclinarse, pero pu<strong>de</strong> guiarla hacia la orilla y eché el ancla, Minea salió<br />
<strong>de</strong>l ten<strong>de</strong>rete peinándose y yo no tuve ya miedo <strong>de</strong> nada, porque era bella<br />
a mis ojos y el sol brillaba y las cigüeñas gritaban en los juncales. Fui<br />
hacia la jarra y rompí la arcilla diciendo en voz alta:<br />
-¡Sal, hombre que reposas aquí <strong>de</strong>ntro!<br />
Kaptah salió <strong>de</strong> la jarra con los cabellos erizados y dirigió a su<br />
alre<strong>de</strong>dor miradas <strong>de</strong> sorpresa. Jamás yo había visto un aspecto tan<br />
estupefacto. Gimió y dijo:<br />
-¿Qué farsa es ésta? ¿Dón<strong>de</strong> estoy y dón<strong>de</strong> está mi real corona y mis<br />
emblemas reales? ¿Por qué me veo <strong>de</strong>snudo y tengo frío? Mi cabeza está<br />
llena <strong>de</strong> avispas y mis miembros son <strong>de</strong> plomo, como si hubiese sido<br />
mordido por una serpiente venenosa. Andate con cuidado, Sinuhé, en<br />
gastarme bromas, porque con los reyes no se juega.<br />
Yo quería castigarlo por la arrogancia <strong>de</strong> la víspera, y por esto,<br />
fingiendo ignorancia, le dije:<br />
-No entiendo tus palabras, Kaptah, y estás seguramente todavía<br />
borracho, porque no te acuerdas <strong>de</strong> que ayer, antes <strong>de</strong> nuestra salida <strong>de</strong><br />
Babilonia, bebiste <strong>de</strong>masiado vino y metiste tanto escándalo a bordo que<br />
los remeros te encerraron en esta jarra por miedo a que los hirieses.<br />
Hablabas sin cesar <strong>de</strong> un rey y <strong>de</strong> los jueces y no <strong>de</strong>cías más que<br />
tonterías.<br />
Kaptah cerró los ojos y reflexionó un buen rato; <strong>de</strong>spués dijo:<br />
-¡Oh, dueño mío! No quiero beber vino nunca más, porque el vino y el<br />
sueño me han arrastrado a aventuras que no podría<br />
contarte. Pero puedo, sin embargo, <strong>de</strong>cirte que por la gracia <strong>de</strong>l<br />
escarabajo me imaginaba ser rey y rendir justicia y fui incluso al harén<br />
real y me divertí con una linda muchacha. Y tuve, a<strong>de</strong>más, muchas otras<br />
aventuras, pero no tengo ya fuerzas para pensar en ellas, porque me
duele la cabeza y serías bien misericordioso si me dieses el remedio que<br />
los borrachos <strong>de</strong> esta maldita Babilonia usan al día siguiente.<br />
Y entonces Kaptah vio a Minea y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la jarra,<br />
diciendo con voz plañi<strong>de</strong>ra:<br />
-¡Oh dueño mío, no estoy bien o sueño, porque creo ver allá a la<br />
muchacha que encontré en el real harén! ¡Que el escarabajo me proteja,<br />
porque creo per<strong>de</strong>r la razón!<br />
Se tocó su ojo tumefacto y comenzó a llorar tristemente. Pero Minea<br />
se acercó a la jarra y agarrando la pelambrera <strong>de</strong> Kaptah le sacó la cabeza<br />
fuera diciendo:<br />
-¡Mírame! ¿Soy yo la mujer con la cual te has divertido la noche<br />
pasada?<br />
Kaptah le dirigió una mirada temerosa, cerró los ojos y dijo, gimiendo:<br />
-Que los dioses <strong>de</strong> Egipto tengan piedad <strong>de</strong> mí y me perdonen haber<br />
adorado a los dioses extranjeros, pero eres tú, y <strong>de</strong>bes perdonarme,<br />
porque era un sueño.<br />
Minea se quitó la babucha y le dio golpes en la cara diciendo:<br />
-He aquí tu castigo por tu sueño in<strong>de</strong>cente, a fin <strong>de</strong> que sepas que<br />
ahora estás <strong>de</strong>spierto.<br />
Pero Kaptah redoblaba sus gritos diciendo:<br />
-En verdad que no sé ya si duermo o estoy <strong>de</strong>spierto, porque he<br />
sufrido el mismo castigo durante mi sueño cuando esta espantosa mujer<br />
se ha arrojado sobre mí en el harén.<br />
Lo ayudé a salir <strong>de</strong> la jarra y le di un remedio amargo para purgarlo y<br />
le até una cuerda a la cintura para sumergirlo a pesar <strong>de</strong> sus gritos y lo<br />
<strong>de</strong>jé agitarse en el agua para disipar su borrachera <strong>de</strong> vino y adormi<strong>de</strong>ra.<br />
Cuando lo saqué <strong>de</strong>l agua lo perdoné y le dije:<br />
-Que sea esto una lección por tu <strong>de</strong>svergüenza conmigo, que soy tu<br />
dueño. Pero <strong>de</strong>bes saber que cuanto has soñado es verdad y sin mí<br />
reposarías ahora en esta jarra al lado <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más falsos reyes.<br />
Y le conté lo ocurrido, pero tuve que repetírselo varias veces para que<br />
se convenciera. Para terminar, dije:<br />
-Nuestra vida está en peligro y no tengo ganas <strong>de</strong> reír, porque tan<br />
cierto como estamos en esta barca, que colgaremos <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong> la<br />
villa, con la cabeza abajo, si el rey nos echa la garra, y podrá infligirnos<br />
suplicios peores todavía. Por esto toda buena i<strong>de</strong>a es preciosa, puesto<br />
que nuestros remeros han <strong>de</strong>saparecido y eres tú, Kaptah, quien tiene<br />
que encontrar un medio <strong>de</strong> llevarnos sanos y salvos hasta el país <strong>de</strong><br />
Mitanni.<br />
Kaptah se rascó la cabeza y reflexionó largo rato. Después, dijo:<br />
-Si he comprendido bien tus palabras, todo lo que me ha ocurrido es<br />
verdad y no he soñado y el vino no me ha jugado una mala pasada. Por<br />
esto esta jornada es feliz, porque puedo beber vino sin preocupaciones
para aclararme las i<strong>de</strong>as cuando creía ya que nunca más podría saborear<br />
este néctar.<br />
Y con estas palabras se metió bajo el ten<strong>de</strong>rete, rompió el sello <strong>de</strong> una<br />
<strong>de</strong> las jarras y bebió largamente alabando a todos los dioses <strong>de</strong> Egipto y<br />
Babilonia cuyos nombres citaba, y alabando también a los dioses<br />
<strong>de</strong>sconocidos cuyos nombres ignoraba. A cada nombre <strong>de</strong> dios,<br />
levantaba la jarra, y finalmente se <strong>de</strong>splomó sobre la alfombra y<br />
comenzó a roncar con una voz sorda como un hipopótamo.<br />
Yo estaba tan furioso por su conducta que me disponía a arrojarlo al<br />
agua cuando Minea dijo:<br />
-Este Kaptah tiene razón, porque a cada día le basta su pena. ¿Por qué<br />
no beber vino para alegrarnos en este rincón al que la corriente nos ha<br />
traído, porque la campiña es bella y los cañaverales nos dan sombra y las<br />
cigüeñas gritan en los juncales? Veo también los patos volar con el cuello<br />
tendido para ir a construir sus nidos; el agua brilla ver<strong>de</strong> y amarilla bajo<br />
el sol y mi corazón se siente ligero como un pájaro liberado <strong>de</strong> su<br />
cautiverio.<br />
-Puesto que los dos estáis locos, ¿por qué no lo estaría yo también?<br />
Porque, en verdad, me da igual que mi piel se seque mañana en las<br />
murallas o <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> diez años, porque todo está escrito en las estrellas<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> nuestro nacimiento, como me lo han enseñado los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> la Torre. El sol brilla <strong>de</strong>liciosamente y el trigo ver<strong>de</strong>a en las<br />
riberas. Por esto quiero nadar en el río y coger peces con la mano, como<br />
en mi infancia, porque este día es tan bueno como otro.<br />
Y nadamos en el río y el sol secó nuestras ropas y <strong>de</strong>spués bebimos y<br />
comimos y Minea ofreció una libación a su dios y<br />
bailó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí en la barca, <strong>de</strong> manera que yo me quedé sin aliento.<br />
Y por esto le dije:<br />
-Una sola vez en mi vida he llamado a una mujer , pero<br />
sus brazos fueron para mí como un horno ardiente y su cuerpo era como<br />
un <strong>de</strong>sierto árido. Por esto te suplico, Minea, líbrame <strong>de</strong>l sortilegio en<br />
que me tienen sujeto tus miembros y no me mires con estos ojos que son<br />
como el claro <strong>de</strong> luna en el espejo <strong>de</strong>l río, porque <strong>de</strong> lo contrario te<br />
llamaría y también tú me llevarías por el camino <strong>de</strong>l<br />
crimen y <strong>de</strong> la muerte, como aquella maldita mujer.<br />
Minea me miró con aire sorprendido y dijo:<br />
-Has frecuentado, verda<strong>de</strong>ramente, extrañas mujeres, Sinuhé, para<br />
hablar conmigo <strong>de</strong> esta forma, pero quizás en tu país las mujeres son así.<br />
Pero no tengo la menor intención <strong>de</strong> seducirte, como pareces temer. En<br />
efecto, mi dios me ha prohibido entregarme a ningún hombre, y si lo<br />
hago tendría que morir.<br />
Cogió mi cabeza entre sus manos y la puso sobre sus rodillas y,<br />
acariciándome el cabello y las mejillas, dijo:
-Eres verda<strong>de</strong>ramente malvado para hablar <strong>de</strong> esta forma <strong>de</strong> las<br />
mujeres, porque si bien las hay que envenenan los pozos, otras son como<br />
un manantial en el <strong>de</strong>sierto o el rocío sobre un prado seco. Pero pese a<br />
que tu cabeza sea espesa y limitada y que tus cabellos sean negros y<br />
recios, tengo con gusto tu cabeza sobre mis rodillas, porque en ti, en tus<br />
brazos y en tus ojos, se oculta una fuerza que me gusta <strong>de</strong>liciosamente.<br />
Por esto estoy <strong>de</strong>sconsolada por no po<strong>de</strong>r entregarme a ti como lo<br />
<strong>de</strong>seas, y estoy <strong>de</strong>sconsolada no solamente por ti, sino también por mí, si<br />
esta confesión impúdica pue<strong>de</strong> alegrarte.<br />
El agua corría ver<strong>de</strong> y amarilla a ambos lados <strong>de</strong> la barca y yo tenía<br />
cogidas las manos <strong>de</strong> Minea, que eran firmes y bellas. Como un<br />
ahogado me agarraba a sus manos y contemplaba sus ojos, que eran<br />
como un claro <strong>de</strong> luna sobre el río, cálidos como una caricia, y le dije:<br />
-¡Minea, hermana mía! En el mundo hay muchos dioses y cada país<br />
posee el suyo, el número <strong>de</strong> dioses es infinito y yo estoy saciado <strong>de</strong> todos<br />
los dioses que los hombres inventan sólo por temor, según lo que creo.<br />
Por esto <strong>de</strong>bes renunciar a tu dios, porque sus exigencias son crueles e<br />
inútiles Y sobre todo crueles hoy. Yo te llevaré a un país al que no alcanza<br />
el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> tu dios; aunque tuviéramos que ir al fin <strong>de</strong>l mundo y comer<br />
hierba y pescado seco en el país <strong>de</strong> los bárbaros y pasar las noches en los<br />
cañaverales hasta el fin <strong>de</strong> nuestros días.<br />
Pero ella apartó la mirada y dijo:<br />
-Adon<strong>de</strong>quiera que vaya, el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mi dios me alcanza y <strong>de</strong>beré<br />
morir si me doy a un hombre. Hoy, al mirarte, creo que quizá mi dios es<br />
cruel Y exige un vano sacrificio, pero no puedo hacer nada y mañana<br />
todo será diferente cuando estés cansado <strong>de</strong> mí y me olvi<strong>de</strong>s, porque los<br />
hombres sois así.<br />
En mí todo ardía por ella como si mi cuerpo hubiese sido un montón<br />
<strong>de</strong> cañas abrasadas por el sol y bruscamente encendidas por una tea.<br />
-Tus palabras son vanos pretextos y sólo quieres atormentarme, como<br />
es costumbre en las mujeres, para gozar <strong>de</strong> mis penas.<br />
Pero ella retiró su mano y, dirigiéndome una mirada <strong>de</strong> reproche,<br />
dijo:<br />
-No soy una mujer ignorante, porque hablo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> mi lengua<br />
materna, la <strong>de</strong> Babilonia y la tuya y sé escribir mi nombre <strong>de</strong> tres<br />
maneras diferentes, tanto sobre la arcilla como en el papiro. He visitado<br />
también muchas gran<strong>de</strong>s villas y he ido hasta Egipto por mi dios y he<br />
danzado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> numerosos espectadores que han admirado mi arte<br />
hasta el día en que los merca<strong>de</strong>res me raptaron cuando naufragó nuestro<br />
barco. Sé que los hombres y las mujeres son iguales en todos los países a<br />
pesar <strong>de</strong> la diferencia <strong>de</strong> su color y su lengua, pero adoran dioses<br />
diferentes. Sé también que la gente culta es igual en todos los países y<br />
que difieren poco en i<strong>de</strong>as y costumbres, pero se alegran el corazón con
vino y en el fondo no creen ya en los dioses, porque así ha sido siempre y<br />
vale estar seguro. Sé todo esto, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi infancia he sido criada en<br />
el ambiente <strong>de</strong>l dios y habiendo sido iniciada en todos los ritos secretos<br />
<strong>de</strong> su culto, ninguna potencia ni ninguna magia pue<strong>de</strong>n separarme <strong>de</strong> mi<br />
dios. Si hubieses bailado también <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y saltado al bailar<br />
por entre sus cuernos afilados tocando con el pie el hocico mugiente <strong>de</strong>l<br />
animal, acaso pudieses compren<strong>de</strong>rme. Pero me parece que no has visto<br />
nunca muchachas ni muchachos danzar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros.<br />
-He oído hablar <strong>de</strong> ello -dije-. Y sé también que se han practicado<br />
estos juegos en el bajo país, pero pensaba que era para divertir al pueblo;<br />
sin embargo, hubiera <strong>de</strong>bido adivinar que los dioses estaban por algo.<br />
También en Egipto se adora un toro que lleva las marcas <strong>de</strong>l dios y nace<br />
solamente una vez por generación, pero no he oído nunca <strong>de</strong>cir que se<br />
haya saltado sobre su nuca ni bailado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, lo cual hubiera sido<br />
una profanación. Pero consi<strong>de</strong>ro inaudito que tengas que reservar tu<br />
virginidad para los toros, pese a que sepa que en los ritos secretos <strong>de</strong><br />
Siria los sacerdotes sacrificaban a los machos cabríos chiquillas vírgenes<br />
elegidas entre el pueblo.<br />
Me largó dos bofetadas ardientes y sus ojos brillaron en la noche como<br />
los <strong>de</strong> un gato montés y gritó:<br />
-Tus palabras me <strong>de</strong>muestran que no hay diferencia entre un hombre<br />
y un macho cabrío y tus pensamientos giran solamente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las<br />
cuestiones carnales, <strong>de</strong> manera que una cabra podría satisfacer tu pasión<br />
lo mismo que una mujer. Vete al diablo y <strong>de</strong>ja ya <strong>de</strong> atormentarme con<br />
tus celos, porque hablas <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> las que entien<strong>de</strong>s tanto como un<br />
cerdo <strong>de</strong> dinero.<br />
Sus palabras eran perversas y las mejillas me escocían, y así me calmé<br />
y me retiré a la parte posterior <strong>de</strong> la barca. Para matar el tiempo<br />
comencé a limpiar mis instrumentos y pesar los remedios. Sentada a<br />
proa, Minea golpeaba nerviosamente con el pie el fondo <strong>de</strong> la barca;<br />
<strong>de</strong>spués, al cabo <strong>de</strong> un instante, se <strong>de</strong>snudó y se untó <strong>de</strong> aceite antes <strong>de</strong><br />
ponerse a bailar, y lo<br />
hacía con tanto ardor que la barca oscilaba. Yo la observaba a<br />
hurtadillas, porque su habilidad era gran<strong>de</strong> e increíble; tendía sin<br />
esfuerzo el cuerpo como un arco, sosteniéndose sobre las manos. Todos<br />
los músculos <strong>de</strong>l cuerpo vibraban bajo la piel reluciente <strong>de</strong> aceite y sus<br />
cabellos flotaban sobre la cabeza porque esta danza exigía una gran<br />
fuerza y no había visto jamás nada parecido, a pesar <strong>de</strong> que hubiese<br />
admirado en muchas casas <strong>de</strong> placer el talento <strong>de</strong> las danzarinas.<br />
Mientras la miraba, la cólera iba fundiéndose en mi corazón y no<br />
pensaba ya en las pérdidas que había sufrido al raptar a aquella criatura<br />
caprichosa e ingrata <strong>de</strong>l gineceo real. Me <strong>de</strong>cía también que había estado<br />
dispuesta a quitarse la vida para conservar la virginidad, y comprendí
que obraba mal y cobar<strong>de</strong>mente exigiéndole lo que no podía darme.<br />
Agotada por la danza, con el cuerpo lleno <strong>de</strong> sudor y los miembros<br />
<strong>de</strong>shechos <strong>de</strong> fatiga, se dio masaje y se bañó en el río. Después, volvió a<br />
vestirse, se cubrió la cabeza y la oí llorar. Entonces olvidé mis<br />
instrumentos y mis remedios y corrí hacia ella tocándole suavemente la<br />
espalda y le dije:<br />
-¿Estás enferma?<br />
No me respondió, rechazó bruscamente la mano y redobló su llanto.<br />
Me senté a su lado con el corazón henchido <strong>de</strong> dolor y le dije:<br />
-Minea, hermana mía, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> llorar, porque en verdad no puedo<br />
pensar ya en tomarte, ni aunque me lo pidieses, pues quiero evitarte<br />
pena y dolor.<br />
-No temo ni la pena ni el dolor, como piensas, imbécil. No lloro por<br />
causa tuya, sino por mi <strong>de</strong>stino que me ha separado <strong>de</strong> mi dios<br />
haciéndome débil como un trapo mojado, hasta el punto que la mirada<br />
<strong>de</strong> un hombre basta para turbarme.<br />
Al <strong>de</strong>cir estas palabras no me miraba.<br />
Le tomé las manos, que no me retiró; <strong>de</strong>spués volvió la cabeza hacia<br />
mí y dijo:<br />
-Sinuhé el egipcio, soy verda<strong>de</strong>ramente ingrata e irritante a tus ojos,<br />
pero no puedo hacer nada, porque no me conozco ya. Te hablaría más <strong>de</strong><br />
mi dios a fin <strong>de</strong> que me comprendieses mejor, pero está prohibido <strong>de</strong>cir<br />
nada <strong>de</strong> él a los profanos. Debes saber, sin embargo, que es un dios <strong>de</strong>l<br />
mar que vive en una gruta oscura y que nadie si ha entrado en ella, ha<br />
vuelto a salir jamás, pero en ella se vive eternamente con él. Algunos<br />
dicen que tiene la forma <strong>de</strong> un toro aunque viva en el mar, y por esto nos<br />
enseñan a bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un toro. Otros preten<strong>de</strong>n que es como un<br />
hombre con cabeza <strong>de</strong> toro, pero creo que es una leyenda. Lo único que<br />
sé es que cada año se echan en suerte doce iniciados que pue<strong>de</strong>n entrar<br />
en la gruta, uno a cada Plenilunio, y es la felicidad más gran<strong>de</strong> para un<br />
iniciado. La suerte me había <strong>de</strong>signado, pero antes <strong>de</strong> que me tocase el<br />
turno mi navío naufragó, como te he dicho, y unos merca<strong>de</strong>res me<br />
vendieron como esclava en el mercado <strong>de</strong> Babilonia. Durante mi<br />
juventud he soñado las maravillosas salas <strong>de</strong>l dios, el lecho divino y la<br />
vida eterna, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber permanecido un mes con el dios, la<br />
iniciada pue<strong>de</strong> regresar a su casa si lo quiere, pero no ha vuelto todavía<br />
ninguna. Por esto creo que la vida terrenal no ofrece atractivo alguno a la<br />
que ha conocido al dios.<br />
Mientras hablaba, una sombra parecía velar el sol y todo se volvió<br />
lívido a mis ojos y me puse a temblar, porque<br />
comprendía que Minea no era para mí. Su relato era parecido al <strong>de</strong> todos<br />
los sacerdotes <strong>de</strong> los países <strong>de</strong>l mundo, pero ella creía y esto la separaba
<strong>de</strong> mí para siempre. Y yo no quería quebrantar su fe ni causarle pena,<br />
pero le calentaba las manos y finalmente le dije:<br />
-Comprendo que <strong>de</strong>sees volver a tu dios. Por esto te llevaré a Creta,<br />
porque ahora conozco que eres cretense. Lo había presentido cuando me<br />
has hablado <strong>de</strong>l toro, pero ahora lo sé seguro, puesto que tu dios habita<br />
en una mansión tenebrosa, y los merca<strong>de</strong>res y navegantes me habían<br />
hablado <strong>de</strong> ello en Simyra, pero hasta ahora no los había creído.<br />
-Tengo que regresar, ya lo sabes, porque en ninguna parte hallaría la<br />
paz. Y, sin embargo, Sinuhé, cada día que paso contigo y cada vez que te<br />
veo mi corazón se regocija. No porque me hayas salvado <strong>de</strong>l peligro sino<br />
porque no hay nadie como tú para mí, y ya no entraré con alegría en la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios, sino con el corazón lleno <strong>de</strong> pena. Si me lo permiten,<br />
volveré a salir para reunirme contigo, pero es poco probable, porque<br />
nadie ha regresado todavía. Sin embargo, nuestra vida es breve y <strong>de</strong>l<br />
mañana nada se sabe, como dices tú. Por esto, Sinuhé, gocemos <strong>de</strong> cada<br />
día, gocemos <strong>de</strong> los ána<strong>de</strong>s que vuelan sobre nuestras cabezas batiendo<br />
las alas, gocemos <strong>de</strong>l río y sus cañaverales, <strong>de</strong> la comida y <strong>de</strong>l vino, sin<br />
pensar en el porvenir.<br />
Ocultos entre los cañaverales comimos y el porvenir estaba lejos <strong>de</strong><br />
nosotros. Minea bajó la cabeza y me acarició el rostro con sus cabellos y<br />
me sonrió, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber bebido vino tomó mis labios con sus<br />
labios húmedos, y el dolor que me causaba en el corazón me era<br />
<strong>de</strong>licioso, más <strong>de</strong>licioso quizá que si la hubiese violentado.<br />
A la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, Kaptah se <strong>de</strong>spertó frotándose los ojos y dijo:<br />
-Por el escarabajo, y sin olvidar a Amón, que mi cabeza no es ya como<br />
yunque en la forja y me siento reconciliado con el mundo a condición <strong>de</strong><br />
que pueda comer, porque tengo la impresión <strong>de</strong> tener en el estómago<br />
algunos leones en ayunas.<br />
Sin pedirnos permiso, se asoció a nuestra comida y se tragó algunos<br />
pájaros cocidos en un recipiente <strong>de</strong> arcilla, escupiendo los huesos al río.<br />
Pero al volver a verlo recordé nuestra situación, que era espantosa, y le<br />
dije:<br />
-Mochuelo borracho, hubieras <strong>de</strong>bido ayudarnos con tus consejos y<br />
sacarnos <strong>de</strong> apuros a fin <strong>de</strong> que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco no pendamos los tres<br />
boca abajo <strong>de</strong> las murallas, y en lugar <strong>de</strong> esto te has emborrachado para<br />
revolcarte como un cerdo por el fango. Dinos pronto qué po<strong>de</strong>mos hacer,<br />
porque seguramente los soldados <strong>de</strong>l rey están ya buscándonos.<br />
Pero Kaptah no se atolondró y dijo:<br />
2
-Había creído compren<strong>de</strong>r que el rey no te espera antes <strong>de</strong> treinta días<br />
y que te arrojaría a bastonazos si aparecías antes <strong>de</strong> la expiración <strong>de</strong> este<br />
plazo. Por esto, a mi juicio, no hay prisa, pero si los portadores han<br />
<strong>de</strong>nunciado tu huida o si los eunucos han enredado las cosas en el harén,<br />
todos nuestros esfuerzos serán inútiles. Pero conservo confianza en el<br />
escarabajo, y, a mi juicio, has hecho mal en darme este brebaje <strong>de</strong><br />
adormi<strong>de</strong>ra que me ha puesto la cabeza como si un sastre me hubiese<br />
picado con su aguja, porque si no hubieses precipitado <strong>de</strong> esta forma las<br />
cosas, Burraburiash hubiera podido ahogarse con un hueso o caer y<br />
romperse la nuca, <strong>de</strong> manera que yo sería ahora rey <strong>de</strong> Babilonia y dueño<br />
<strong>de</strong> los cuatro continentes y no tendríamos nada que temer. Tal es mi fe<br />
en el escarabajo, que te perdono, sin embargo, porque eres mi dueño y<br />
no has podido obrar mejor. Y te perdono también haberme encerrado en<br />
una jarra <strong>de</strong> arcilla don<strong>de</strong> a poco me ahogo, lo cual es una ofensa a mi<br />
dignidad. Pero, a mi juicio, lo más urgente era curarme la cabeza, a fin <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r darte buenos consejos, porque esta mañana hubieras podido<br />
sacarlos mejor <strong>de</strong> una raíz podrida que <strong>de</strong> mi cabeza. En cambio, en este<br />
momento estoy dispuesto a poner a tu disposición todo mi ingenio,<br />
porque sé muy bien que sin mí serías como un cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>scarriado que<br />
llora a su madre.<br />
Puse fin a sus sempiternas charlas preguntándole qué podíamos hacer<br />
para salir <strong>de</strong> Babilonia. Se rascó la cabeza y dijo:<br />
-En verdad que nuestra barca es <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para que entre los<br />
tres podamos hacerla remontar la corriente y, a<strong>de</strong>más, los remos me<br />
estropean las manos. Por esto <strong>de</strong>bemos bajar a tierra y robar dos asnos<br />
don<strong>de</strong> cargar nuestros equipajes. Para no llamar la atención nos<br />
vestiremos pobremente y regatearemos en las posadas y en los pueblos, y<br />
ocultarás que eres médico. Seremos una compañía <strong>de</strong> cómicos<br />
ambulantes que divierte a la gente por las noches en las eras <strong>de</strong> los<br />
pueblos, porque nadie maltrata a los cómicos y los bandoleros los juzgan<br />
indignos <strong>de</strong> ser saqueados. Tú leerás el porvenir en el aceite como has<br />
aprendido a hacerlo y yo contaré leyendas graciosas como las conozco<br />
hasta el infinito y Minea pue<strong>de</strong> ganar su pan bailando. Pero <strong>de</strong>bemos<br />
partir en seguida y si los remeros tratan <strong>de</strong> mandar a los guardias en<br />
nuestra persecución creo que nadie los creerá, porque hablarán <strong>de</strong><br />
diablos <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nados en jarras funerarias y <strong>de</strong> prodigios espantosos,<br />
<strong>de</strong> manera que los soldados y los jueces los mandarán al templo sin<br />
tomarse la molestia <strong>de</strong> escuchar sus extravagancias.<br />
La tar<strong>de</strong> caía, <strong>de</strong> manera que había que darse prisa, porque Kaptah<br />
tenía seguramente razón al creer que los remeros dominarían su miedo e<br />
intentarían recuperar su barca, y eran diez contra nosotros. Por esto nos<br />
untamos con el aceite <strong>de</strong> los remeros y ensuciamos <strong>de</strong> barro nuestras<br />
ropas; <strong>de</strong>spués nos repartimos el oro y la plata ocultándolo en nuestros
cinturones. En cuanto a mi caja <strong>de</strong> médico no quería abandonarla y la<br />
envolví en una alfombra que Kaptah tuvo que cargar sobre sus hombros<br />
pese a sus protestas. Abandonamos la barca en los cañaverales con<br />
comida abundante y dos jarras <strong>de</strong> vino, <strong>de</strong> manera que Kaptah pensaba<br />
que los remeros se contentarían con emborracharse sin preocuparse <strong>de</strong><br />
perseguirnos. Una vez serenos, si se les ocurría dirigirse a los jueces,<br />
serían incapaces <strong>de</strong> explicar lo ocurrido.<br />
Así salimos hacia las tierras cultivadas y alcanzamos la ruta <strong>de</strong> las<br />
caravanas, que seguimos durante toda la noche, y Kaptah blasfemaba a<br />
causa <strong>de</strong>l paquete, que le aplastaba la nuca. Al alba llegamos a un<br />
poblado don<strong>de</strong> los habitantes nos recibieron bien y nos admiraron<br />
porque habíamos osado caminar toda la noche sin miedo a los diablos.<br />
Nos dieron papillas <strong>de</strong> leche, nos vendieron dos asnos y celebraron<br />
nuestra marcha, porque eran gente simple que no habían visto dinero<br />
sellado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía dos meses, pues pagaban sus impuestos en trigo y<br />
ganado y vivían en cabañas <strong>de</strong> arcilla con sus animales.<br />
Así, día tras día, avanzamos por los caminos <strong>de</strong> Babilonia,<br />
cruzándonos con merca<strong>de</strong>res y apartándonos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las literas <strong>de</strong> los<br />
ricos. El sol tostaba nuestra piel y las ropas se iban haciendo andrajos, y<br />
dábamos representaciones en las eras <strong>de</strong> tierra apretada. Yo vertía el<br />
aceite en el agua y pronosticaba buenas cosechas y días felices, hijos<br />
varones y matrimonios ventajosos, porque sentía piedad <strong>de</strong> su miseria y<br />
no quería anunciarles <strong>de</strong>sgracias. Me creían y se regocijaban. Pero si les<br />
hubiese dicho la verdad, les hubiera pronosticado preceptores crueles,<br />
bastonazos y jueces inicuos, el hambre, los años <strong>de</strong> miseria, fiebres<br />
durante la crecida <strong>de</strong>l río, la langosta y los mosquitos, la sequía ardiente<br />
y el agua podrida en verano, el trabajo penoso y tras el trabajo la muerte,<br />
porque ésta era su vida. Kaptah les contaba leyendas <strong>de</strong> magos y<br />
princesas, y <strong>de</strong> países extranjeros don<strong>de</strong> la gente se paseaba con la<br />
cabeza bajo el brazo y se transformaba en lobos una vez al año, y la gente<br />
lo creía, lo respetaba y nos colmaba <strong>de</strong> vituallas. Minea bailaba <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> ellos, a fin <strong>de</strong> conservar su ligereza y su arte para su dios, y la<br />
admiraban diciendo:<br />
-No hemos visto nunca nada parecido.<br />
Este viaje me fue muy útil y aprendí a ver que los pobres son más<br />
caritativos que los ricos, porque creyéndonos pobres nos daban leche<br />
cuajada y pescado seco sin reclamar nada a cambio, por pura bondad. Mi<br />
corazón se compa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong>sgraciados a causa <strong>de</strong> su<br />
simplicidad y no podía evitar cuidar a los enfermos, abrirles sus abscesos<br />
y limpiar sus ojos, que hubieran perdido la vista sin mis cuidados. Y no<br />
pedía regalos a cambio <strong>de</strong> ello.<br />
Pero no podría <strong>de</strong>cir por qué obraba así aún a riesgo <strong>de</strong> hacernos<br />
reconocer.
Acaso mi corazón se sintiese enternecido a causa <strong>de</strong> Minea, a quien<br />
veía todos los días y cuya juventud calentaba mi cuerpo todas las noches<br />
en las eras que olían a paja y a estiércol. Quizá tratase <strong>de</strong> esta forma <strong>de</strong><br />
hacerme propicios a los dioses por mis buenas obras, pero podía ser<br />
también que quisiera practicar mi arte para no per<strong>de</strong>r mi habilidad<br />
manual y la precisión <strong>de</strong> mis ojos en el examen <strong>de</strong> mis enfermos. Porque<br />
cuanto más he vivido, más he comprobado que, haga lo que haga el<br />
hombre, obra por muchas causas que él ignora sin saber los móviles que<br />
lo empujan. Por esto todos los actos <strong>de</strong> los hombres son como polvo a mi<br />
pies, mientras no sé <strong>de</strong> ellos el objeto y la intención.<br />
Durante el viaje nuestras pruebas fueron numerosas y mis manos se<br />
endurecieron y mis pies se curtieron; el sol me secó el rostro y el polvo<br />
me cegó, pero a pesar <strong>de</strong> todo, pensándolo <strong>de</strong>spués, este viaje por las<br />
rutas polvorientas <strong>de</strong> Babilonia fue bello, y no puedo olvidarlo, y daría<br />
mucho por po<strong>de</strong>r volver a empezar tan joven, tan infatigable y tan<br />
curioso, como cuando Minea caminaba a mi lado, con los ojos brillantes<br />
como un claro <strong>de</strong> luna sobre el río. La muerte nos acompañó<br />
constantemente como una sombra, y no hubiera sido dulce si<br />
hubiésemos caído en manos <strong>de</strong>l rey. Pero en aquellos tiempos lejanos no<br />
pensaba ni temía la muerte, pese a que la vida me fuese cara <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
tenía a Minea a mi lado y la veía danzar sobre las eras regadas a fin <strong>de</strong><br />
evitar el polvo. Ella me hacía olvidar la vergüenza y los crímenes <strong>de</strong> mi<br />
juventud, y cada mañana, al <strong>de</strong>spertarme el balido <strong>de</strong> los cor<strong>de</strong>ros, me<br />
sentía el corazón ligero como un pájaro, mientras veía el sol levantarse y<br />
navegar como una barca dorada por el firmamento azulado por la noche.<br />
Acabamos llegando a las regiones fronterizas que habían sido<br />
saqueadas, pero los pastores, tomándonos por pobres, nos guiaron hacia<br />
el país <strong>de</strong> Mitanni evitando los guardias <strong>de</strong> los dos reinos. Llegados a una<br />
villa entramos en los almacenes para comprar vestidos, y nos lavamos y<br />
vestimos según nuestro rango para hospedarnos en una hostería <strong>de</strong><br />
nobles. Como quedaba poco oro, estuve algún tiempo allí ejerciendo mi<br />
arte y tuve muchos clientes y practiqué muchas curaciones, porque los<br />
habitantes <strong>de</strong> Mitanni eran curiosos y aficionados a todo lo nuevo. Minea<br />
suscitaba también la curiosidad por su belleza y me ofrecieron a menudo<br />
comprármela. Kaptah se consolaba <strong>de</strong> sus penas y engordaba, y encontró<br />
muchas mujeres que fueron amables con él a causa <strong>de</strong> sus historias.<br />
Después <strong>de</strong> haber bebido en las casas <strong>de</strong> placer, contaba su jornada como<br />
rey <strong>de</strong> Babilonia y la gente se reía y golpeándose los muslos exclamaba:<br />
-Jamás hemos oído a un embustero semejante! Su lengua es larga Y<br />
rápida como un río.<br />
Así pasaron los días hasta el momento en que Minea comenzó a<br />
mirarme <strong>de</strong> una manera inquieta y a llorar por la noche.<br />
Finalmente, le dije:
-Sé que echas <strong>de</strong> menos tu dios y tu país y que nos espera un largo<br />
viaje. Pero, por razones que no te puedo exponer, <strong>de</strong>bo ir primero al país<br />
<strong>de</strong> Khatti, don<strong>de</strong> viven los hititas. Después <strong>de</strong> haber interrogado a los<br />
merca<strong>de</strong>res, los viajeros y los hoteleros he recogido muchos informes<br />
que son a menudo contradictorios, pero creo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el país <strong>de</strong> Khatti<br />
podremos embarcar para Creta y, si lo quieres, te llevaré a la costa <strong>de</strong><br />
Siria <strong>de</strong> don<strong>de</strong> parten cada semana los barcos para Creta. Pero me he<br />
enterado <strong>de</strong> que en breve saldrá una embajada para llevar el tributo<br />
anual <strong>de</strong> los mitannianos al rey <strong>de</strong> los hititas y con ella podremos viajar<br />
en seguridad y ver y conocer muchas cosas que ignoramos, y esta.<br />
ocasión no se me volverá a presentar hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un año. No quiero,<br />
sin embargo, imponerte una <strong>de</strong>cisión; tómala tú misma.<br />
En mi corazón yo sabía que mentía, porque mi proyecto <strong>de</strong> visitar el<br />
país <strong>de</strong> los Khatti no estaba inspirado más que en el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conservarla<br />
el mayor tiempo posible a mi lado, antes <strong>de</strong> verme obligado a entregarla<br />
a su dios.<br />
Pero ella me dijo:<br />
-¿Quién soy yo para perturbar tus proyectos? Te acompañaré con<br />
gusto adon<strong>de</strong> vayas, puesto que me has prometido llevarme a mi país. Sé<br />
también que en la costa, en el país <strong>de</strong> los hititas, las muchachas y los<br />
adolescentes sueñan bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros, <strong>de</strong> manera que no <strong>de</strong>be<br />
<strong>de</strong> estar alejado <strong>de</strong> Creta. Y tendré también ocasión <strong>de</strong> entrenarme un<br />
poco, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace más <strong>de</strong> un año no he bailado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ningún<br />
toro y temo que me atraviesen con sus cuernos si tengo que bailar en<br />
Creta sin haberme ejercitado.<br />
Yo le dije:<br />
-Nada sé <strong>de</strong> estos toros, pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que según todos los<br />
informes los hititas son un pueblo cruel, <strong>de</strong> manera que durante el viaje<br />
nos amenazarán muchos peligros y aun la muerte. Por esto harías mejor<br />
en esperarnos en Mitanni y te <strong>de</strong>jaré suficiente oro para vivir<br />
convenientemente.<br />
Pero ella dijo:<br />
-Sinuhé, tus palabras son estúpidas. Adon<strong>de</strong> vayas te seguiré; y si la<br />
muerte nos sorpren<strong>de</strong>, estaré contrariada por ti, no por mí.<br />
Así fue como <strong>de</strong>cidí unirme a la embajada real como médico para<br />
llegar con seguridad al país <strong>de</strong> los Khatti. Pero al oír esto Kaptah<br />
comenzó a lanzar maldiciones y a invocar a todos los dioses, diciendo:<br />
-Apenas acabamos <strong>de</strong> escapar a un peligro <strong>de</strong> muerte cuando ya ni<br />
dueño quiere meterse en otra aventura peligrosa. Todo el mundo sabe<br />
que los hititas son como bestias feroces que se alimentan <strong>de</strong> carne<br />
hurnana y sacan los ojos a los extranjeros para hacerles dar vueltas a sus<br />
pesadas muelas. Los dioses han castigado a mi dueño con la locura, y tú<br />
también, Minea, estás loca, puesto que tomas su partido, y valdría más
atar a nuestro dueño con cuerdas y encerrarlo en una habitación y<br />
ponerle sanguijuelas en los tobillos para que se calme. ¡Por el escarabajo!<br />
He encontrado apenas mi pobre barriga, y ya hay que volver a empezar<br />
sin motivo un nuevo viaje penoso... ¡Maldito sea el día en que nací para<br />
sufrir los caprichos <strong>de</strong> un amo insensato!<br />
De nuevo tuve que darle <strong>de</strong> bastonazos para calmarlo.<br />
-Sea como <strong>de</strong>seas -dije-. Te mandaré a Simyra con unos merca<strong>de</strong>res y<br />
pagaré tu viaje. Cuida <strong>de</strong> mi casa hasta mi regreso, porque en verdad<br />
estoy harto <strong>de</strong> tus continuas lamentaciones.<br />
Pero <strong>de</strong> nuevo se excitó y dijo:<br />
-¿Crees acaso posible que <strong>de</strong>je a mi dueño ir solo al país <strong>de</strong> los Khatti?<br />
Sería como meter a un cor<strong>de</strong>ro recién nacido en una perrera y mi<br />
corazón no cesaría <strong>de</strong> reprocharse un crimen parecido. Por esto te ruego<br />
que me contestes francamente a una pregunta: ¿Vamos al país <strong>de</strong> los<br />
Khatti por mar?<br />
Le dije que a mi modo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r no había mar entre Mitanni y el<br />
país <strong>de</strong> los Khatti, pese a que los informes fuesen inciertos, pero que el<br />
viaje sería probablemente largo.<br />
Y respondió:<br />
-Que mi escarabajo sea bendito, porque si hubiese habido que ir por<br />
mar no hubiera podido acompañarte, ya que lo he jurado a los dioses por<br />
razones <strong>de</strong>masiado largas <strong>de</strong> explicar y no puedo poner nunca más los<br />
pies en un navío. Ni aun por ti, ni por esta arrogante Minea que habla y<br />
se comporta como un muchacho, podría romper este juramento hecho a<br />
los dioses, cuyos nombres puedo enumerarte si lo <strong>de</strong>seas.<br />
Y habiendo hablado así, preparó los efectos para el viaje y yo confié en<br />
él, porque era más experto que yo.<br />
He referido ya lo que se <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> los hititas en el país <strong>de</strong> Mitanni y en<br />
a<strong>de</strong>lante me limitaré a exponer lo que he visto con mis ojos y sé que es<br />
exacto. Pero ignoro si se me creerá, tal es el terror que el po<strong>de</strong>río hitita<br />
ha inspirado en todo el mundo y tales son los horrores que se cuentan<br />
sobre ellos. Y, sin embargo, tienen cualida<strong>de</strong>s también y pue<strong>de</strong> uno<br />
instruirse con ellos, pese a que sean <strong>de</strong> temer. En su país no reina el<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, como se ha dicho, sino un or<strong>de</strong>n estricto y una disciplina, <strong>de</strong><br />
manera que el viaje por sus montañas es seguro para el que ha obtenido<br />
un salvoconducto, hasta el punto <strong>de</strong> que si un viajero <strong>de</strong>saparece o es<br />
<strong>de</strong>svalijado por el camino, el rey le in<strong>de</strong>mniza el doble <strong>de</strong> sus pérdidas, y<br />
3
si el viajero perece a manos <strong>de</strong> los hititas, el rey, <strong>de</strong> acuerdo con una<br />
tabla especial, paga a los parientes una suma correspondiente al valor <strong>de</strong><br />
lo que ganaba el difunto.<br />
Por esto el viaje en compañía <strong>de</strong> los enviados <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Mitanni fue<br />
monótono y sin inci<strong>de</strong>ntes, porque los carros <strong>de</strong> guerra hititas nos<br />
escoltaron velando para que tuviésemos vituallas y bebidas en las etapas.<br />
Los hititas son gente dura y no temen ni el frío ni el calor, porque<br />
habitan las montañas áridas y <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia acostumbrarse a<br />
las fatigas impuestas por el clima. Por esto son gente sin miedo en el<br />
combate y no se perdonan, y <strong>de</strong>sprecian a los pueblos blandos y los<br />
someten, pero respetan a los valientes y fuertes buscando su amistad.<br />
Su pueblo está dividido en numerosas tribus y poblados, gobernados<br />
soberanamente por príncipes, pero estos príncipes están sometidos a su<br />
gran rey, que vive en la villa <strong>de</strong> Khatushash, en medio <strong>de</strong> las montañas.<br />
Es su sumo sacerdote, su jefe supremo y su gran juez, <strong>de</strong> manera que<br />
acumula toda la soberanía, y no conozco ningún otro rey que posea un<br />
po<strong>de</strong>r tan absoluto. En efecto, en los otros países, como en Egipto, los<br />
sacerdotes y los jueces <strong>de</strong>terminan los actos <strong>de</strong>l rey más <strong>de</strong> lo que él cree.<br />
Y voy a referir cómo es su capital en medio <strong>de</strong> las montañas, pese a<br />
que sepa que no se me creerá si se lee mi relato.<br />
Atravesando las regiones fronterizas dominadas por las guarniciones<br />
que saquean los países vecinos y cambian a su antojo los jalones para<br />
asegurarse un sueldo, nadie podría sospechar la riqueza <strong>de</strong>l país hitita, y<br />
menos todavía sus montañas estériles que el sol abrasa en verano, pero<br />
que en invierno se cubre con plumas frías, según me han dicho, pero que<br />
no he visto. Estas plumas caen <strong>de</strong>l cielo y cubren el suelo, fundiéndose en<br />
agua cuando llega el verano.<br />
He visto tantas cosas sorpren<strong>de</strong>ntes en el país <strong>de</strong> los hititas que doy<br />
crédito a este relato, por más que no comprenda cómo las plumas<br />
pue<strong>de</strong>n convertirse en agua. Pero <strong>de</strong> lejos he visto las montañas<br />
cubiertas <strong>de</strong> estas plumas blancas.<br />
En la llanura <strong>de</strong>solada <strong>de</strong> la frontera siria tienen la fortaleza <strong>de</strong><br />
Karchemish, cuyas murallas están construidas con piedras enormes y<br />
cubiertas <strong>de</strong> imágenes espantosas. Allí es don<strong>de</strong> recaudan los impuestos<br />
sobre todas las caravanas y los merca<strong>de</strong>res que cruzan su país, y así<br />
amontonan abundantes riquezas, porque los impuestos son pesados y<br />
Karchemish está situada en un cruce <strong>de</strong> numerosas rutas <strong>de</strong> las<br />
caravanas. Quien haya visto esta fortaleza alzarse espantosa sobre la<br />
montaña, a la luz <strong>de</strong>l crepúsculo matutino, en medio <strong>de</strong> la llanura en la<br />
cual los cuervos se precipitan para roer cráneos y huesos blanqueados<br />
por el sol, creerá lo que cuento <strong>de</strong> los hititas y no dudará <strong>de</strong> mis palabras.<br />
Pero no permiten a las caravanas y a los merca<strong>de</strong>res atravesar su país<br />
más que por algunos caminos <strong>de</strong>terminados, y a lo largo <strong>de</strong> estos
caminos los poblados son pobres y mezquinos y los viajeros ven tan sólo<br />
algunos raros campos cultivados, y si alguien se aparta <strong>de</strong>l camino<br />
autorizado, es aprisionado y <strong>de</strong>svalijado y llevado como esclavo a las<br />
minas.<br />
Yo creo que la riqueza <strong>de</strong> los hititas proviene <strong>de</strong> las minas don<strong>de</strong> los<br />
esclavos y los prisioneros extraen, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l oro y el cobre, un metal<br />
<strong>de</strong>sconocido que tiene un brillo gris azulado y es más duro que todos los<br />
minerales y tan caro que en Babilonia lo utilizan para hacer joyas, pero<br />
los hititas hacen armas. Ignoro cómo se pue<strong>de</strong> llegar a forjar o dar forma<br />
a este metal, porque no se fun<strong>de</strong> al calor como el cobre. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las<br />
minas, los valles y las montañas, poseen campos fértiles y arroyos claros<br />
y cultivan los árboles frutales, que crecen en las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> las montañas,<br />
y en las cuestas tienen también viñas. La mayor riqueza visible <strong>de</strong> cada<br />
uno está constituida por los rebaños <strong>de</strong> ganado.<br />
Cuando se citan las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo se habla <strong>de</strong> Tebas y<br />
Babilonia y algunas veces <strong>de</strong> Nínive, pese a que no he estado, pero nadie<br />
habla nunca <strong>de</strong> Khatushash, que es la capital <strong>de</strong> los hititas y el hogar <strong>de</strong><br />
su po<strong>de</strong>río, como el águila posee su nido en las montañas en el centro <strong>de</strong><br />
terrenos <strong>de</strong> caza. Y, sin embargo, esta villa, por su po<strong>de</strong>río, resiste las<br />
comparaciones con Tebas y Babilonia, y cuando se piensa que sus<br />
inmensos edificios altos como las montañas están construidos con<br />
piedras talladas y sus murallas no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>rrumbarse y son más sólidas<br />
que todas las que he visto, estimo que esta villa es una <strong>de</strong> las maravillas<br />
<strong>de</strong>l mundo, porque no esperaba ver lo que en ella <strong>de</strong>scubrí. Pero el<br />
misterio <strong>de</strong> esta villa estriba en que el rey ha prohibido el acceso a ella a<br />
los extranjeros, <strong>de</strong> manera que sólo son admitidos los enviados <strong>de</strong> los<br />
reyes portadores <strong>de</strong> regalos, y se les vigila estrechamente durante su<br />
estancia. Por esto los habitantes no hablan con los extranjeros aunque<br />
entiendan su lengua, y si se les hace una pregunta contestan: «No lo sé»<br />
o «No entiendo, y miran a su alre<strong>de</strong>dor, con miedo, para ver si alguien<br />
les ha visto hablar con el extranjero. Sin embargo, no son mala gente;<br />
son <strong>de</strong> natural amables y observan las ropas <strong>de</strong> los extranjeros si son<br />
soberbias, y los siguen por las calles.<br />
No obstante, las vestiduras <strong>de</strong> sus nobles y gran<strong>de</strong>s son tan bellas<br />
como las <strong>de</strong> los extranjeros y enviados, porque les gustan mucho las<br />
ropas abigarradas y bordadas <strong>de</strong> oro y plata, y como insignias llevan<br />
almenas y un hacha doble que son los emblemas <strong>de</strong> sus dioses. Sobre sus<br />
trajes <strong>de</strong> fiesta se ve también algunas veces un disco alado. Llevan botas<br />
<strong>de</strong> cuero flexible Y pintado o zapatos con la punta larga y levantada,<br />
tienen unos altos sombreros puntiagudos y sus mangas son muy largas,<br />
llegando a veces hasta el suelo, y unos trajes también muy largos y<br />
plisados. Se diferencian <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Siria, Mitanni y Babilonia<br />
en que llevan el mentón afeitado a la moda egipcia y algunos nobles se
afeitan también el cráneo, no <strong>de</strong>jando sobre la cabeza más que un<br />
mechón <strong>de</strong> cabellos que trenzan. Tienen la barbilla fuerte y vigorosa, y la<br />
nariz es larga y ganchuda como las aves <strong>de</strong> rapiña. Los nobles y los<br />
gran<strong>de</strong>s que viven en la ciudad son gordos, y su rostro es reluciente,<br />
porque están acostumbrados a una alimentación abundante.<br />
No reclutan mercenarios, como los pueblos civilizados, sino que son<br />
todos soldados y se reparten entre sí los grados, <strong>de</strong> manera que los más<br />
elevados son los que pue<strong>de</strong>n sostener un carro <strong>de</strong> guerra, y el rango no se<br />
fija según el nacimiento, sino según su habilidad en el manejo <strong>de</strong> las<br />
armas. Por esto todos los hombres se reúnen una vez al año bajo el<br />
mando <strong>de</strong> sus jefes y sus príncipes para hacer ejercicios militares.<br />
Khatushash no es una villa comerciante como todas las <strong>de</strong>más gran<strong>de</strong>s<br />
ciuda<strong>de</strong>s, sino que está llena <strong>de</strong> talleres y forjas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sale sin cesar<br />
un estruendo <strong>de</strong> metal, porque forjan las puntas <strong>de</strong> las lanzas y las<br />
flechas, así como ruedas y cureñas <strong>de</strong> carros <strong>de</strong> guerra.<br />
Su justicia difiere también <strong>de</strong> la <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más pueblos porque<br />
sus castigos son extraños y ridículos. Así si un príncipe intriga contra el<br />
rey para <strong>de</strong>stronarlo no es con<strong>de</strong>nado a muerte, sino que es mandado a<br />
la frontera para que adquiera mérito y mejore su reputación. Y no hay<br />
casi crimen que no pueda expiarse con multas, porque un hombre pue<strong>de</strong><br />
matar a otro sin ser con<strong>de</strong>nado a muerte y <strong>de</strong>be sencillamente<br />
in<strong>de</strong>mnizar a los parientes <strong>de</strong> la víctima. No castigan tampoco el<br />
adulterio, porque si una mujer encuentra un hombre que le guste más<br />
que su marido, tiene el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> abandonar el hogar, pero el nuevo<br />
marido <strong>de</strong>be in<strong>de</strong>mnizar al primero. Los matrimonios estériles son<br />
anulados públicamente, porque la ley exige a los súbditos muchos hijos.<br />
Si alguien mata a otro en un lugar <strong>de</strong>sierto, no tiene que pagar tanto<br />
como si la muerte ha tenido efecto en la ciudad y en público, porque a su<br />
juicio el hombre que se va solo a un lugar solitario induce al otro a la<br />
tentación <strong>de</strong> ejercitarse. No hay más que dos crímenes castigados con la<br />
muerte, y en este castigo es don<strong>de</strong> se observa mejor la locura <strong>de</strong> su<br />
sistema judicial. Los hermanos y hermanas no pue<strong>de</strong>n casarse entre sí<br />
sin incurrir en la pena <strong>de</strong> muerte, y nadie <strong>de</strong>be ejercer la magia sin<br />
permiso, pero los magos <strong>de</strong>ben mostrar su habilidad <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las<br />
autorida<strong>de</strong>s y obtener la autorización correspondiente para ejercer su<br />
oficio.<br />
A mi llegada al país <strong>de</strong> Khatti, su gran rey Shubbiluliuma reinaba<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía veinticinco años y su nombre era tan temido que la gente se<br />
inclinaba y levantaba el brazo al oírlo, y lanzaba vítores en su honor,<br />
porque había restablecido el or<strong>de</strong>n en el país y sometido numerosos<br />
pueblos. Habitaba un palacio <strong>de</strong> piedra en el centro <strong>de</strong> la ciudad y se<br />
contaban muchas leyendas sobre sus hazañas y sus altos hechos, como es<br />
el caso con todos los gran<strong>de</strong>s reyes, pero no pu<strong>de</strong> verlo, como tampoco
los enviados <strong>de</strong> Mitanni que tuvieron que <strong>de</strong>positar sus regalos sobre el<br />
entarimado <strong>de</strong> la gran sala <strong>de</strong> recepción, y los soldados se mofaban <strong>de</strong><br />
ellos y los insultaban.<br />
No me pareció al principio que un médico <strong>de</strong>biese tener mucho<br />
trabajo en esta villa, porque, por lo que comprendí, los hititas se<br />
avergüenzan <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s y las ocultan cuanto pue<strong>de</strong>n, y los<br />
niños débiles o contrahechos son matados en cuanto nacen, así como los<br />
esclavos enfermos. Sus médicos no me parecieron muy hábiles; son<br />
hombres incultos que no saben leer, pero tratan hábilmente las heridas y<br />
contusiones y tienen excelentes remedios contra el mal <strong>de</strong> las montañas<br />
y las fiebres. Sobre este punto yo me instruí con ellos. Pero si alguien<br />
caía mortalmente enfermo, prefería la muerte a la curación, por miedo a<br />
quedar enfermizo hasta el fin <strong>de</strong> sus días. En efecto, los hititas no temen<br />
a la muerte, como todos los pueblos civilizados, sino que temen más la<br />
<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l cuerpo.<br />
Pero, al fin y al cabo, todas las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s son parecidas, así<br />
como los nobles <strong>de</strong> todos los países. Así fue que cuando mi reputación se<br />
hubo extendido, numerosos hititas acudieron a mis cuidados y pu<strong>de</strong><br />
curarlos, pero acudían a verme disfrazados, a hurtadillas y <strong>de</strong> noche,<br />
para que no se les <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rara. Me hicieron regalos generosos, <strong>de</strong><br />
manera que acabé acumulando mucho oro y plata en Khatushash,<br />
cuando había creído marchar como un mendigo. El gran mérito le<br />
correspon<strong>de</strong> a Kaptah, que, como <strong>de</strong> costumbre, pasaba el tiempo en<br />
tabernas y hosterías don<strong>de</strong> la gente se reunía, y contaba mis alabanzas y<br />
ensalzaba mi saber en todas las lenguas posibles, y así los servidores<br />
hablaban <strong>de</strong> mí a sus dueños.<br />
Las costumbres <strong>de</strong> los hititas son austeras, y un noble no pue<strong>de</strong><br />
mostrarse embriagado en la calle sin per<strong>de</strong>r su reputación, pero, como<br />
en todas partes, los nobles y los gran<strong>de</strong>s bebían mucho vino, y también<br />
unos pérfidos vinos mezclados, y los curé <strong>de</strong> los males producidos por el<br />
vino y los liberé <strong>de</strong>l temblor <strong>de</strong> las manos cuando <strong>de</strong>bían presentarse<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey, y a algunos les prescribí baños y calmantes cuando me<br />
<strong>de</strong>cían que los ratones les roían el cuerpo. Permití también a Minea<br />
bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos y le hicieron muchos regalos sin exigirle nada,<br />
porque los hititas son muy generosos cuando alguien les gusta. Supe así<br />
ganar su amistad y pu<strong>de</strong> hacerles muchas preguntas sobre temas que no<br />
me hubiera atrevido a abordar en público. Fui, sobre todo, informado<br />
por el epistológrafo real, que hablaba y escribía varias lenguas y se<br />
ocupaba <strong>de</strong> la correspon<strong>de</strong>ncia extranjera <strong>de</strong>l rey y no estaba ligado por<br />
las costumbres. Le di a enten<strong>de</strong>r que había sido expulsado <strong>de</strong> Egipto y<br />
que no podría volver allí nunca más, y que recorría los países para ganar<br />
oro y aumentar mi saber, y que mis viajes no tenían otro objeto. Por esto
me concedió su confianza y respondió a mis preguntas cuando le ofrecí<br />
vino mientras hacía bailar a Minea <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
Así fue como le pregunté un día:<br />
-¿Por qué Khatushash está cerrada a los extranjeros y por qué las<br />
caravanas <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>res tienen que seguir <strong>de</strong>terminadas rutas, cuando<br />
vuestro país es rico y vuestra villa rivaliza en curiosida<strong>de</strong>s con cualquier<br />
otra? ¿No sería mejor que los otros pueblos pudiesen conocer vuestro<br />
po<strong>de</strong>río para elogiaros entre ellos como merecéis?<br />
Saboreó el vino y, dirigiendo miradas <strong>de</strong> admiración a los flexibles<br />
miembros <strong>de</strong> Minea, dijo:<br />
-Nuestro gran rey Shubbiluliuma dijo al subir al trono: «Dadme<br />
treinta años y haré <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Khatti el imperio más po<strong>de</strong>roso que el<br />
mundo habrá visto jamás.» Este plazo está próximo a expirar y creo que<br />
pronto el mundo oirá hablar <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> los Khatti más <strong>de</strong> lo que en<br />
realidad quisiera.<br />
-Pero -le dije yo- yo he visto en Babilonia sesenta veces sesenta veces<br />
sesenta soldados <strong>de</strong>sfilar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey y el ruido <strong>de</strong> sus pasos era como<br />
el estruendo <strong>de</strong>l mar. Aquí no he visto más <strong>de</strong> diez veces diez soldados<br />
juntos y no comprendo qué hacéis <strong>de</strong> los numerosos carros <strong>de</strong> guerra que<br />
construís en vuestra villa, porque, ¿qué haréis <strong>de</strong> ellos en las montañas,<br />
puesto que están <strong>de</strong>stinados a combatir en llano?<br />
Se rió y dijo:<br />
-Muy curioso eres por ser médico, Sinuhé el egipcio. Quizá sea para<br />
ganar nuestro mezquino pan vendiendo los carros a los reyes <strong>de</strong> la<br />
llanura. Y al <strong>de</strong>cir estas palabras me guiñaba el ojo y adoptó un aire<br />
malicioso.<br />
-No creo una palabra <strong>de</strong> lo que me dices -le dije osadamente-. Antes<br />
prestaría el lobo sus garras y sus dientes a la liebre; si os conozco bien.<br />
Se echó a reír ruidosamente golpeándose los muslos, <strong>de</strong>spués bebió<br />
un sorbo y dijo:<br />
-Voy a contárselo al rey y acaso veas una gran caza <strong>de</strong> liebres, porque<br />
el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los hititas es diferente <strong>de</strong>l <strong>de</strong> las llanuras. Si no os<br />
comprendo mal, en vuestro país los ricos gobiernan a los pobres, pero en<br />
el nuestro los fuertes gobiernan a los débiles, y creo que el mundo<br />
conocerá la nueva doctrina antes <strong>de</strong> que tus cabellos hayan blanqueado,<br />
Sinuhé.<br />
-El nuevo faraón <strong>de</strong> Egipto ha <strong>de</strong>scubierto también un nuevo dios -<br />
dije yo, afectando candi<strong>de</strong>z.<br />
-Lo sé -dijo-, porque leo todas las cartas <strong>de</strong> mi rey, y este nuevo dios<br />
quiere la paz y dice que no hay conflicto en el mundo que no se pueda<br />
solventar amistosamente, y no tenemos nada contra este dios, al<br />
contrario, lo apreciamos mucho mientras reine en Egipto y los llanos.<br />
Vuestro faraón ha enviado a nuestro rey una cruz egipcia que llama signo
<strong>de</strong> vida, y gozará, ciertamente, <strong>de</strong> la paz durante algunos años todavía, si<br />
nos manda suficiente oro para que podamos almacenar más cobre y<br />
hierro y cereales y fundar nuevos talleres y preparar carros <strong>de</strong> guerra<br />
más pesados todavía; porque todo esto exige mucho, y nuestro rey ha<br />
traído a Khatushash los más hábiles armeros <strong>de</strong> todos los países,<br />
ofreciéndoles salarios generosos, pero no creo que el saber <strong>de</strong> un médico<br />
pueda respon<strong>de</strong>rte a la pregunta <strong>de</strong> por qué lo ha hecho.<br />
-El porvenir que predices alegrará a los cuervos y los chacales -le dije-,<br />
pero a mí no me causa la menor alegría ni veo en él nada agradable. He<br />
observado que las muelas <strong>de</strong> vuestros molinos son movidas por esclavos<br />
con los ojos arrancados y en Mitanni se cuentan <strong>de</strong> vuestras cruelda<strong>de</strong>s<br />
en las regiones fronterizas, historias que no quiero repetirte para no<br />
ofuscarte, porque son intolerables para un pueblo civilizado.<br />
-¿Qué es civilización? -preguntó, sirviéndose vino-. También nosotros<br />
sabemos leer y escribir y conservamos en nuestros archivos las tablillas<br />
<strong>de</strong> arcilla numeradas. Por pura filantropía arrancamos los ojos a los<br />
esclavos con<strong>de</strong>nados a empujar las muelas <strong>de</strong> los molinos, porque es un<br />
trabajo muy penoso y les parecería más penoso aún si viesen el cielo y la<br />
tierra y los pájaros en el aire. Esto les daría vanas i<strong>de</strong>as y habría que<br />
con<strong>de</strong>narlos a muerte por sus tentativas <strong>de</strong> evasión. Si en nuestras<br />
fronteras los soldados cortan las manos <strong>de</strong> unos y sobre los ojos <strong>de</strong> otros<br />
dan la vuelta a la piel <strong>de</strong>l cráneo, no es por crueldad, porque has podido<br />
observar que somos hospitalarios y amables, adoramos a los niños y a los<br />
animalitos y no apaleamos a las mujeres. Pero nuestro objeto es<br />
<strong>de</strong>spertar el miedo y el terror en los pueblos hostiles a fin <strong>de</strong> que a la<br />
larga se sometan a nuestro po<strong>de</strong>río sin luchar, evitándose <strong>de</strong> esta forma<br />
daños y <strong>de</strong>strucciones. Porque no nos gustan los <strong>de</strong>strozos y<br />
<strong>de</strong>sperfectos, y <strong>de</strong>seamos encontrar los países tan intactos como sea<br />
posible y las ciuda<strong>de</strong>s respetadas. Un enemigo que tiene miedo está<br />
vencido a medias.<br />
-¿Todos los pueblos son, pues, vuestros enemigos? -le pregunté yo,<br />
irónicamente-. ¿No tenéis, según he <strong>de</strong> suponer, ningún amigo?<br />
-Nuestros amigos son los pueblos que se someten a nuestro po<strong>de</strong>río y<br />
nos pagan un tributo -dijo con tono doctoral-. Los <strong>de</strong>jamos vivir a su<br />
antojo y no herimos ni sus tradiciones ni sus dioses, con tal <strong>de</strong> que<br />
podamos gobernarlos. Nuestros amigos son también, en general, los<br />
pueblos que no son vecinos, en todo caso hasta el momento en que llegan<br />
a serlo, porque entonces observamos en ellos muchos rasgos irritantes<br />
que perturban la buena comprensión y nos fuerzan a <strong>de</strong>clararles la<br />
guerra. Este fue el caso hasta ahora, y temo que así será en el porvenir, si<br />
conozco bien a nuestro gran rey.<br />
-¿Y vuestros dioses no tienen nada que objetar? Porque en los <strong>de</strong>más<br />
países suelen <strong>de</strong>cidir sobre lo justo y lo falso.
-¿Qué es lo justo y qué es lo falso? -preguntó a su vez-. Para nosotros<br />
es justo lo que <strong>de</strong>seamos y falso lo que <strong>de</strong>sean nuestros vecinos. Es una<br />
doctrina muy simple que hace la vida fácil y la diplomacia cómoda, y no<br />
difiere gran cosa, a mi modo <strong>de</strong> ver, <strong>de</strong> la teología <strong>de</strong> los llanos, porque,<br />
por lo que he entendido, los dioses <strong>de</strong> los llanos estiman justo lo que<br />
<strong>de</strong>sean los ricos y falso lo que <strong>de</strong>sean los pobres. Pero si quieres<br />
realmente informarte respecto a nuestros dioses, <strong>de</strong>bes saber que<br />
nuestros dioses son el Cielo y la Tierra, y los honramos cada primavera,<br />
cuando la primera lluvia <strong>de</strong>l cielo fertiliza la tierra como la simiente <strong>de</strong>l<br />
hombre fertiliza a la mujer. Durante estas fiestas relajamos un poco la<br />
austeridad <strong>de</strong> nuestras costumbres, porque el pueblo tiene que po<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong>sahogarse por lo menos una vez al año. Por eso entonces se engendran<br />
muchos hijos, lo cual es conveniente, porque un país crece a causa <strong>de</strong> los<br />
niños y los matrimonios precoces. El pueblo posee, naturalmente, un<br />
gran número <strong>de</strong> dioses menores, como todos los pueblos, pero no hay<br />
que tenerlos en cuenta, porque no tienen importancia política. En estas<br />
condiciones no creo que puedas negar a nuestra religión una cierta<br />
gran<strong>de</strong>za, si es que puedo expresarme así.<br />
-Cuanto más oigo hablar <strong>de</strong> los dioses, más asco me dan -dije yo,<br />
<strong>de</strong>sfallecido.<br />
El epistológrafo se limitó a echarse a reír, recostándose en su asiento,<br />
con la nariz ya rubicunda.<br />
-Si eres cuerdo y previsor -prosiguió-, te quedarás con nosotros y<br />
honrarás a nuestros dioses, porque todos los <strong>de</strong>más pueblos han<br />
dominado a su vez el mundo conocido y ahora nos toca a nosotros.<br />
Nuestros dioses son muy po<strong>de</strong>rosos y sus nombres son Po<strong>de</strong>r y Miedo, y<br />
vamos a elevarles gran<strong>de</strong>s altares con cráneos blanqueados. Si eres lo<br />
suficientemente tonto para abandonarnos, no te prohíbo que repitas mis<br />
palabras, porque nadie te creerá, ya que todo el mundo sabe que los<br />
hititas son unos pobres pastores que no practican más que el pastoreo y<br />
viven en las montañas con sus cabras y cor<strong>de</strong>ros. Pero me he <strong>de</strong>morado<br />
ya <strong>de</strong>masiado en tu casa y <strong>de</strong>bo ir a vigilar a mis escribas e imprimir las<br />
monedas sobre arcilla tierna para asegurar a todos los pueblos nuestras<br />
buenas intenciones, tal como correspon<strong>de</strong> a las funciones que<br />
<strong>de</strong>sempeño. Se marchó y aquella misma noche le dije a Minea:<br />
-Sé ya lo suficiente sobre el país <strong>de</strong> los Khatti y he encontrado lo que<br />
quería. Por eso estoy dispuesto a abandonar contigo este país, si los<br />
dioses lo permiten, porque aquí todo apesta a cadáver y un olor <strong>de</strong><br />
muerte se me agarra a la garganta. Verda<strong>de</strong>ramente, la muerte<br />
planeará sobre mí como una sombra pesada mientras estemos aquí, y no<br />
dudo <strong>de</strong> que el rey me haría empalar si supiese <strong>de</strong> cuántas cosas me he<br />
enterado. Porque cuando quieren matar a alguien, no lo cuelgan <strong>de</strong> las<br />
murallas como en los pueblos civilizados, sino que los empalan. Por esto,
mientras esté en el interior <strong>de</strong> estas fronteras, estaré inquieto. Después<br />
<strong>de</strong> todo lo que he oído <strong>de</strong>cir preferiría haber nacido cuervo.<br />
Gracias a mis enfermos influyentes obtuve un salvoconducto que me<br />
autorizaba a tomar un barco para salir <strong>de</strong>l país, pese a que mis clientes<br />
lamentasen profundamente mi marcha, insistiendo en que me quedase y<br />
asegurándome que en pocos años acumularía una fortuna. Pero nadie se<br />
opuso a mi marcha, y yo sonreía y les contaba historias que les gustaban,<br />
<strong>de</strong> manera que nos separamos en buena amistad llevándonos ricos<br />
regalos. Así nos alejamos <strong>de</strong> las horribles murallas <strong>de</strong> Khatushash, <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> las cuales se preparaba el mundo futuro, y pasamos montados en<br />
unos asnos cerca <strong>de</strong> los ruidosos molinos movidos por los esclavos<br />
ciegos, y vimos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> los caminos los cuerpos empalados <strong>de</strong> los<br />
brujos, porque era con<strong>de</strong>nado como brujo todo aquel que enseñase<br />
doctrinas no reconocidas por el Estado, y el Estado no reconocía más que<br />
una. Aceleré el paso lo más que pu<strong>de</strong> y el vigésimo día llegamos a puerto.<br />
A este puerto abordaban los navíos <strong>de</strong> Siria y <strong>de</strong> todas las islas <strong>de</strong>l mar<br />
y era parecido a todos los <strong>de</strong>más puertos, pese a que los hititas lo<br />
vigilasen estrechamente a fin <strong>de</strong> percibir un impuesto sobre los navíos y<br />
fiscalizar las tablillas <strong>de</strong> todos los que abandonaban el país. Pero nadie<br />
<strong>de</strong>sembarcaba para ir al interior <strong>de</strong>l país, y los capitanes, los segundos y<br />
los marineros no conocían <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Khatti más que este puerto, y <strong>de</strong><br />
este puerto, las mismas tabernas, las mismas casas <strong>de</strong> placer, las mismas<br />
barraganas y la misma música siria que en todos los <strong>de</strong>más países <strong>de</strong>l<br />
mundo. Por esto se encontraban en él a sus anchas y les gustaba y para<br />
mayor seguridad sacrificaban también a los dioses <strong>de</strong> los hititas, al Cielo<br />
y a la Tierra, sin olvidar, no obstante, sus propios dioses que los<br />
capitanes conservaban encerrados en sus camarotes.<br />
Permanecimos algún tiempo en esta villa pese a que fuese turbulenta<br />
y estuviera llena <strong>de</strong> vicios y <strong>de</strong> crímenes, porque cada vez que veíamos un<br />
barco que aparejaba para Creta, Minea <strong>de</strong>cía:<br />
-Es <strong>de</strong>masiado pequeño y podría naufragar; no quiero que me ocurra<br />
otra vez.<br />
Si el navío era <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>cía:<br />
-Es un navío sirio; no quiero viajar en él.<br />
Y <strong>de</strong> un tercero <strong>de</strong>cía:<br />
-El capitán tiene la mirada <strong>de</strong> malvado y temo que sea capaz <strong>de</strong><br />
ven<strong>de</strong>r a sus pasajeros como esclavos en el extranjero.<br />
4
Así, nuestra estancia se prolongaba, y no me sentía contrariado,<br />
porque bastante quehacer tenía en recoser heridas y trepanar cráneos<br />
fracturados. El jefe <strong>de</strong> los guardias <strong>de</strong>l puerto recurrió también a mí,<br />
porque sufría <strong>de</strong> la enfermedad <strong>de</strong> los puertos y no podía tocar a una<br />
mujer sin experimentar vivos dolores. Pero yo conocía esta enfermedad<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi estancia en Simyra y pu<strong>de</strong> curarla gracias a los remedios <strong>de</strong> los<br />
médicos sirios; la gratitud <strong>de</strong>l jefe no tuvo límites, puesto que <strong>de</strong> nuevo<br />
podía divertirse a su antojo con las prostitutas <strong>de</strong>l puerto. Era, en efecto,<br />
una <strong>de</strong> sus prerrogativas, y cada mujer que quería ejercer su profesión en<br />
el puerto tenía primero que entregarse gratuitamente a él y a sus<br />
secretarios. Por esto estaba <strong>de</strong>sesperado <strong>de</strong> tener que renunciar a este<br />
privilegio.<br />
En cuanto estuvo curado, me dijo:<br />
-¿Qué regalo puedo hacerte para recompensar tu habilidad, Sinuhé?<br />
¿Debo pesar lo que has curado y darte su peso en oro?<br />
Pero yo respondí:<br />
-No me interesa tu oro. Pero dame el puñal que llevas en la cintura y<br />
te lo agra<strong>de</strong>ceré, y así tendré un recuerdo tuyo.<br />
Pero él protestó, diciendo:<br />
-Este puñal es común, ningún lobo corre por su hoja y el puño no está<br />
plateado.<br />
Pero hablaba así porque esta arma era <strong>de</strong> metal hitita y estaba<br />
prohibido darlo o ven<strong>de</strong>rlo a los extranjeros, <strong>de</strong> manera que en<br />
Khatushash no había podido adquirirlo, no atreviéndome a insistir<br />
<strong>de</strong>masiado por miedo a <strong>de</strong>spertar sospechas. Estos puñales no se veían<br />
más que en posesión <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s señores <strong>de</strong> Mitanni y su precio era<br />
diez veces el <strong>de</strong> su peso en oro y catorce en plata; sus poseedores no<br />
querían <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> ellos porque había muy pocos en el mundo. Pero<br />
para un hitita esta arma no tenía gran valor, puesto que no tenía <strong>de</strong>recho<br />
a ven<strong>de</strong>rla.<br />
Pero el jefe <strong>de</strong> los guardias se dijo que yo abandonaría pronto el país y<br />
que podría utilizar su oro con mejor provecho que pagando un médico.<br />
Por esto acabó dándome el puñal, que era tan cortante y afilado que<br />
cortaba los pelos <strong>de</strong> la barba mejor que la más afilada navaja <strong>de</strong> sílex y<br />
podía hacer fácilmente una muesca en una hoja <strong>de</strong> cobre. Este regalo me<br />
causó el más vivo placer y <strong>de</strong>cidí dorarlo y platearlo, como hacían los<br />
nobles <strong>de</strong> Mitanni cuando conseguían procurarse uno. El jefe <strong>de</strong> los<br />
guardianes, lejos <strong>de</strong> guardarme rencor, se hizo amigo mío, porque lo<br />
había curado radicalmente. Pero le aconsejé que echase <strong>de</strong>l puerto a la<br />
mujer que lo había infectado, y me dijo que la había ya hecho empalar,<br />
porque esta enfermedad era, indudablemente, producto <strong>de</strong> un<br />
embrujamiento.
El puerto poseía también una pra<strong>de</strong>ra don<strong>de</strong> se guardaban toros<br />
salvajes como en la mayoría <strong>de</strong> los puertos, y la gente joven ponía a<br />
prueba su agilidad y su valor peleándose contra las bestias, clavándoles<br />
rehiletes en la nuca y saltando por encima <strong>de</strong> ellos. Minea estuvo<br />
encantada <strong>de</strong> ver aquellos toros y quiso entrenarse con ellos. Así fue<br />
como la vi por primera vez bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros; yo no había visto<br />
nunca un espectáculo parecido y mi corazón se estremecía <strong>de</strong> angustia<br />
por ella. Porque un toro salvaje es la más terrible <strong>de</strong> todas las fieras, peor<br />
incluso que un elefante, que se está quieto si no se le molesta, y sus<br />
cuernos son largos y afilados y es capaz <strong>de</strong> atravesar fácilmente a un<br />
hombre y lanzarlo al aire para pisotearlo con sus pezuñas.<br />
Pero Minea bailó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros, ligeramente vestida,<br />
esquivando los cuernos cuando la bestia bajaba la cabeza y atacaba<br />
mugiendo. Su rostro se excitaba, y se animaba y arrojaba la re<strong>de</strong>cilla <strong>de</strong><br />
oro <strong>de</strong> sus cabellos, que flotaban al viento, y su danza era tan rápida que<br />
la mirada no podía discernir sus movimientos cuando saltaba por entre<br />
los cuernos <strong>de</strong>l toro, y, agarrándose a ellos, ponía un pie en su testuz<br />
peludo para saltar en el aire y volver a caer sobre su lomo. Yo admiraba<br />
su arte y ella se daba cuenta, porque realizó proezas que hubiera<br />
consi<strong>de</strong>rado imposibles para un cuerpo humano si me las hubiesen<br />
contado. Por esto la miraba, con el cuerpo bañado en sudor, incapaz <strong>de</strong><br />
permanecer en mi sitio, a pesar <strong>de</strong> las protestas <strong>de</strong> los espectadores<br />
situados <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi, que me tiraban <strong>de</strong> los faldones <strong>de</strong> mi túnica.<br />
A su regreso <strong>de</strong>l campo fue generosamente festejada, y le pusieron<br />
coronas <strong>de</strong> flores en la cabeza y en el cuello y los muchachos jóvenes le<br />
regalaron una copa soberbia sobre la cual estaba pintada en rojo y negro<br />
la imagen <strong>de</strong>l toro. Y todos <strong>de</strong>cían:<br />
-Es el espectáculo más bello que verse pue<strong>de</strong>.<br />
Y los capitanes que habían estado en Creta <strong>de</strong>cían:<br />
-Difícilmente se encontraría en toda Creta una bailarina igual.<br />
Pero ella se me acercó y se apoyó contra mí, cubierta <strong>de</strong> sudor. Apoyó<br />
su cuerpo juvenil, <strong>de</strong>lgado y flexible, en el que cada músculo temblaba <strong>de</strong><br />
fatiga y <strong>de</strong> orgullo, y yo le dije:<br />
-No he visto nunca a nadie que se parezca a ti.<br />
Pero mi corazón estaba henchido <strong>de</strong> melancolía, porque, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haberla visto bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros, sabía que los toros la separaban<br />
<strong>de</strong> mí como una magia funesta.<br />
Poco <strong>de</strong>spués llegó al puerto un navío <strong>de</strong> Creta que no era ni<br />
<strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> ni <strong>de</strong>masiado pequeño, y cuyo capitán no tenía la<br />
mirada <strong>de</strong> malvado y a<strong>de</strong>más hablaba el idioma <strong>de</strong> Minea. Por esto ella<br />
me dijo:
-Este navío me llevará con seguridad hacia el dios <strong>de</strong> mi patria, <strong>de</strong><br />
manera que podrás abandonarme y alegrarte <strong>de</strong> haberte <strong>de</strong>sembarazado<br />
por fin <strong>de</strong> mí, que tantas molestias y perturbaciones te he causado.<br />
Pero yo le dije:<br />
-Sabes muy bien, Minea, que te seguiré a Creta.<br />
Ella me miró y sus ojos eran como el mar al claro <strong>de</strong> luna; se había<br />
pintado los labios, y sus cejas eran dos <strong>de</strong>lgadas líneas negras sobre la<br />
frente, y dijo:<br />
-No sé, verda<strong>de</strong>ramente, por qué quieres seguirme, Sinuhé, puesto<br />
que sabes muy bien que este navío me llevará directamente a mi país y<br />
que no pue<strong>de</strong> ocurrirme ninguna <strong>de</strong>sgracia por el camino.<br />
Y yo le dije:<br />
-Lo sabes tan bien como yo, Minea.<br />
Entonces ella puso sus largos <strong>de</strong>dos en mis manos y suspirando, dijo:<br />
-He pasado por muchas pruebas en tu compañía, Sinuhé, y he visto<br />
muchos pueblos, <strong>de</strong> manera que mi patria se ha esfumado un poco en mi<br />
espíritu como un bello sueño y no aspiro ya como antes a volver a ver a<br />
mi dios. Por esto he <strong>de</strong>morado mi marcha, como ya te habrás dado<br />
cuenta, pero al bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros he sentido que <strong>de</strong>bería morir si<br />
pusieras la mano sobre mí.<br />
Y yo le dije:<br />
-Sí, sí, sí, hemos hablado a menudo <strong>de</strong> eso ya, y no pondré la mano<br />
sobre ti, porque sería vano irritar a tu dios por una bagatela que<br />
cualquier mujer pue<strong>de</strong> darme, como dice muy bien Kaptah.<br />
Entonces sus ojos lanzaron llamas como los <strong>de</strong> un gato montés en la<br />
oscuridad y clavó sus uñas en mis manos, gritando:<br />
-Ve corriendo a casa <strong>de</strong> estas mujeronas, porque tu presencia me<br />
repugna. Corre a casa <strong>de</strong> estas cochinas mujeres <strong>de</strong>l puerto, puesto que<br />
sientes <strong>de</strong>seos pero <strong>de</strong>bes saber bien que <strong>de</strong>spués no te conoceré ya, y<br />
que acaso te haga sangrar con mi puñal. Pue<strong>de</strong>s perfectamente<br />
prescindir <strong>de</strong> lo que yo prescindo también.<br />
Yo le sonreí y dije:<br />
-Ningún dios me lo ha prohibido.<br />
Pero ella respondió:<br />
-Yo soy quien te lo prohíbe, e intenta acercarte a mí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haberlo hecho.<br />
Yo le dije:<br />
-No tengas miedo, Minea, porque estoy profundamente asqueado <strong>de</strong><br />
lo que hablas, y no hay nada más fastidioso que divertirse con una mujer,<br />
<strong>de</strong> manera que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo probado, no quiero renovar el experimento.<br />
Pero ella se excitó <strong>de</strong> nuevo y dijo:
-Tus palabras ofen<strong>de</strong>n gravemente mis sentimientos femeninos y<br />
estoy segura <strong>de</strong> que no te cansarías <strong>de</strong> mí.<br />
Así me era imposible contentarla, a pesar <strong>de</strong> mi esfuerzo, y aquella<br />
noche no acudió a mi lado como <strong>de</strong> costumbre, sino que se llevó su<br />
alfombra a otra habitación y se cubrió la cabeza para dormir.<br />
Entonces la llamé y dije:<br />
-Minea, ¿por qué no calientas mi cuerpo como antes, puesto que eres<br />
más joven que yo y la noche es fría y tiemblo bajo mi alfombra?<br />
-No dices la verdad, porque mi cuerpo está ardiendo como si estuviese<br />
enferma, y no puedo respirar con este calor asfixiante. Por esto prefiero<br />
dormir sola, y si tienes frío pi<strong>de</strong> una estufa o ponte un gato al lado y no<br />
me molestes más.<br />
Me acerqué a ella y le toqué el cuerpo y la frente, y estaba<br />
verda<strong>de</strong>ramente febril y temblaba bajo su alfombra, <strong>de</strong> manera que le<br />
dije:<br />
-Quizás estés enferma; déjame que te cui<strong>de</strong>.<br />
Pero ella rechazó su manta con el pie y dijo con cólera:<br />
-Vete; no dudo <strong>de</strong> que mi dios curará mi enfermedad.<br />
Pero al cabo <strong>de</strong> un momento dijo:<br />
-Dame <strong>de</strong> todos modos un remedio, Sinuhé, porque me ahogo y tengo<br />
ganas <strong>de</strong> llorar.<br />
Le di un calmante y acabó durmiéndose, pero yo velé a su lado hasta<br />
el alba, cuando los perros comenzaron a ladrar en el crepúsculo lívido.<br />
Y llegó el día <strong>de</strong> la marcha y le dije a Kaptah:<br />
-Recoge todos nuestros efectos, porque embarcamos hacia la isla <strong>de</strong><br />
Keftiú, que es la patria <strong>de</strong> Minea.<br />
Pero Kaptah dijo:<br />
-Me lo figuraba, pero no <strong>de</strong>sgarraré mis vestiduras porque tendría que<br />
volverlas a coser, ni tu perfidia merece que <strong>de</strong>rrame ceniza sobre mis<br />
cabellos, porque a nuestra salida <strong>de</strong> Mitanni me has prometido que no<br />
volveríamos a tomar nunca jamás otro navío. Esta maldita Minea<br />
acabará llevándonos a la muerte, como lo presentí cuando nuestro<br />
primer encuentro. Pero mi corazón se ha endurecido y no protesto ni<br />
aúllo por no per<strong>de</strong>r la vista <strong>de</strong> mi único ojo, porque he llorado ya<br />
<strong>de</strong>masiado por culpa tuya por todos los países a los que tu sagrada locura<br />
nos ha llevado. Te digo simplemente que sé <strong>de</strong> antemano que será mi<br />
último viaje y renuncio incluso a cubrirte <strong>de</strong> reproches. He preparado ya<br />
todos nuestros efectos y estoy a punto para la marcha, y no tengo otro<br />
consuelo que saber que has escrito ya todo esto en mi espalda a fuerza <strong>de</strong><br />
bastonazos el mismo día en que me compraste en el mercado <strong>de</strong> esclavos<br />
<strong>de</strong> Tebas.<br />
La docilidad <strong>de</strong> Kaptah me sorprendió profundamente, pero pronto<br />
comprobé que había interrogado a varios marinos y que les había
comprado muy caros diversos medicamentos contra el mareo. Antes <strong>de</strong><br />
nuestra marcha se puso un amuleto en el cuello y ayunó, y se apretó<br />
estrechamente el cinturón y bebió una poción calmante, <strong>de</strong> manera que<br />
subió a bordo con los ojos <strong>de</strong> un pescado cocido y pidió con voz pastosa<br />
carne <strong>de</strong> cerdo grasa que, según las afirmaciones <strong>de</strong> los marinos, era el<br />
mejor remedio contra el mareo. Después se tendió y se durmió con una<br />
costilla <strong>de</strong> cerdo en una mano y el escarabajo en la otra. El jefe <strong>de</strong> los<br />
guardias me <strong>de</strong>seó buen viaje tomando mi tablilla, y <strong>de</strong>spués los remeros<br />
sacaron sus remos y el navío ganó alta mar. Así comenzó el viaje a Creta<br />
y, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l puerto, el capitán ofreció un sacrificio al dios <strong>de</strong>l mar y a<br />
los dioses secretos <strong>de</strong> su camarote y, haciendo izar las velas, el barco se<br />
inclinó y hendió las aguas, y el estómago se me subió a la boca, porque el<br />
mar inmenso estaba muy agitado y no se veía ya la costa.<br />
LIBRO OCTAVO<br />
LA CASA OSCURA<br />
Durante muchos días el mar onduló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, inmenso y<br />
sin riberas, pero yo no tenía miedo, porque Minea estaba con nosotros, y,<br />
al respirar el aire marino, florecía y el resplandor <strong>de</strong> la luna iluminaba<br />
sus ojos cuando, inclinada sobre el mascarón <strong>de</strong> proa, respiraba a pleno<br />
pulmón como si quisiera acelerar la marcha <strong>de</strong>l navío. El cielo era azul<br />
sobre nuestras cabezas, el sol brillaba y un viento mo<strong>de</strong>rado hinchaba las<br />
velas. El capitán me aseguraba que navegábamos en buena dirección y yo<br />
di crédito a sus palabras. Una vez acostumbrado a los movimientos <strong>de</strong>l<br />
navío no me sentí enfermo, pese a que la congoja ante lo <strong>de</strong>sconocido me<br />
estrujase el corazón cuando las últimas aves marinas abandonaron el<br />
navío el segundo día y se alejaron hacia la costa. Pero entonces fueron<br />
1
los enganches <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>l mar y las marsopas los que nos escoltaron con<br />
sus dorsos brillantes, y Minea los saludaba con sus gritos <strong>de</strong> júbilo,<br />
porque le llevaba el saludo <strong>de</strong> su dios.<br />
Pronto vimos un barco <strong>de</strong> guerra cretense cuyos flancos estaban<br />
adornados con ro<strong>de</strong>las <strong>de</strong> cobre y nos saludó con su pabellón <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber comprobado que no éramos piratas. Kaptah salió <strong>de</strong> su camarote,<br />
orgulloso <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r pasearse por cubierta, y empezó a contar a los<br />
marinos sus viajes. Se jactó <strong>de</strong> la travesía hecha una vez <strong>de</strong> Egipto a<br />
Simyra, con las velas <strong>de</strong>sgarradas, cuando sólo el capitán y él estuvieron<br />
en estado <strong>de</strong> comer mientras todos los <strong>de</strong>más gemían y vomitaban.<br />
Habló también <strong>de</strong> los monstruos marinos que guardaban el <strong>de</strong>lta <strong>de</strong>l<br />
Nilo y <strong>de</strong>voran toda barca <strong>de</strong> pesca suficientemente impru<strong>de</strong>nte para<br />
aventurarse en alta mar. Los marinos le respondieron en el mismo tono<br />
hablándole <strong>de</strong> las columnas que sostienen el cielo en el otro extremo <strong>de</strong>l<br />
mar y <strong>de</strong> las sirenas <strong>de</strong> cola <strong>de</strong> pescado que acechan a los marineros para<br />
hechizarlos y divertirse con ellos; y en cuanto a los monstruos marinos,<br />
contaron historias tan terroríficas que Kaptah se refugió cerca <strong>de</strong> mí,<br />
pálido <strong>de</strong> miedo, agarrándome por la túnica. Minea se animaba cada vez<br />
más, y sus cabellos flotaban al viento y sus ojos eran como un claro <strong>de</strong><br />
luna sobre el mar, y era viva y bella <strong>de</strong> ver, <strong>de</strong> manera que mi corazón se<br />
fundía pensando que en breve <strong>de</strong>bía per<strong>de</strong>rla. ¿Para qué regresar a<br />
Simyra y Egipto sin ella? Cuando me <strong>de</strong>cía que pronto no la vería ya, que<br />
no tendría ya su mano entre las mías y que su flanco no me calentaría<br />
nunca más, la vida no era más que ceniza en mi boca. Pero el capitán y<br />
los marineros la respetaban altamente, porque sabían que bailaba<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y que había echado a la suerte el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> entrar<br />
en la mansión <strong>de</strong>l dios durante el plenilunio, pese a que se lo hubiese<br />
impedido un naufragio. Cuando traté <strong>de</strong> interrogarlos sobre su dios, me<br />
respondieron evasivamente que no sabían nada. Y algunos añadieron:<br />
-No compren<strong>de</strong>mos tu lengua, extranjero.<br />
Pero me enteré <strong>de</strong> que el dios <strong>de</strong> Creta reinaba sobre el mar y que las<br />
islas tributarias enviaban muchachos y muchachas a bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los<br />
toros.<br />
Vino el día en que Creta emergió <strong>de</strong> las olas como una nube blanca, y<br />
los marineros lanzaron gritos <strong>de</strong> júbilo y el capitán sacrificó al dios <strong>de</strong>l<br />
mar que nos había concedido una travesía feliz. Las montañas <strong>de</strong> Creta y<br />
las riberas abruptas con sus olivos eleváronse ante mis ojos, y yo los<br />
miraba como una tierra extraña en la que <strong>de</strong>bía enterrar mi corazón.<br />
Pero Minea la consi<strong>de</strong>raba como su patria y lloró <strong>de</strong> júbilo ante las<br />
montañas salvajes y el dulce verdor <strong>de</strong> los valles cuando los marineros<br />
arriaron las velas y sacaron los remos para acostar el navío al muelle,<br />
pasando al lado <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más navíos anclados, la mayoría <strong>de</strong> los cuales<br />
eran barcos <strong>de</strong> guerra. El puerto <strong>de</strong> Creta albergaba quizá mil navíos, y
Kaptah, al verlos, dijo que jamás hubiera creído que en el mundo hubiese<br />
tantas embarcaciones. En el puerto no existían ni torres, ni baluartes, ni<br />
fortificaciones, y la villa comenzaba en la misma ribera. Tal era la<br />
supremacía <strong>de</strong> Creta sobre el mar y el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> su dios.<br />
Voy a hablar <strong>de</strong> Creta y <strong>de</strong>cir lo que he visto con mis propios ojos,<br />
pero no diré lo que pienso <strong>de</strong> Creta y <strong>de</strong> su dios, y cierro el corazón a lo<br />
que mis ojos contarán. Por esto <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que no he visto, durante todos<br />
mis viajes por el mundo conocido, nada tan bello y tan extraño como<br />
Creta. De la misma manera que el mar empujaba hacia las costas su<br />
espuma iridiscente y sus burbujas brillan con los cinco colores <strong>de</strong>l arco<br />
iris y las conchas marinas dan su resplandor <strong>de</strong> claridad nacarada, Creta<br />
brillaba y lanzaba sus <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> espuma ante mis ojos. Porque la<br />
alegría <strong>de</strong> vivir y el placer no son en ninguna parte tan directos y<br />
caprichosos como en Creta, y nadie consiente obrar <strong>de</strong> otra forma que<br />
siguiendo sus impulsos, <strong>de</strong> manera que es difícil llegar a algún acuerdo<br />
con ellos, porque cada cual cambia <strong>de</strong> parecer <strong>de</strong> un momento a otro,<br />
según sus caprichos. Por esto dicen siempre lo que pue<strong>de</strong> causar placer,<br />
aunque no sea verdad, porque el sonido armonioso <strong>de</strong> las palabras les<br />
gusta y en su país no se conoce la muerte, y creo incluso que en su lengua<br />
no hay palabra para <strong>de</strong>signarla, porque la ocultan y, si alguien muere, se<br />
le entierra a hurtadillas para no entristecer a los <strong>de</strong>más. Creo también<br />
que queman los cuerpos <strong>de</strong> los difuntos, pero no estoy seguro, porque<br />
durante mi estancia en Creta no he visto un solo difunto ni una tumba,<br />
aparte las <strong>de</strong> los antiguos reyes que fueron construidas en los tiempos<br />
antiguos con piedras enormes y <strong>de</strong> las que la gente se aparta, porque<br />
nadie quiere pensar en la muerte, como si esto fuese una manera <strong>de</strong><br />
escapar <strong>de</strong> ella.<br />
Su arte es también maravilloso y caprichoso, y cada artista pinta<br />
según su inspiración, sin preocuparse <strong>de</strong> las reglas ni los cánones. Sus<br />
jarras y sus copas resplan<strong>de</strong>cen <strong>de</strong> colores brillantes, y en sus flancos<br />
nadan todos los animales extraños y los peces <strong>de</strong>l mar, las flores se abren<br />
y las mariposas flotan en el aire, <strong>de</strong> manera que un hombre<br />
acostumbrado a un arte dominado por las tradiciones siente una<br />
inquietud que le da la sensación <strong>de</strong> que está soñando.<br />
Sus edificios no son gran<strong>de</strong>s y formidables como los templos y<br />
palacios <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más países, pero al construirlos se buscan la<br />
comodidad y el lujo sin preocuparse <strong>de</strong>l exterior. Les gusta el aire y la<br />
2
limpieza, y sus ventanas son anchas; en las casas hay numerosas salas <strong>de</strong><br />
baño, en cuyas pilas brota el agua caliente y fría, según se quiera. Incluso<br />
en los recintos más privados el agua a chorros limpia las cubetas, <strong>de</strong><br />
manera que en ninguna parte he encontrado tanto lujo como en Creta. Y<br />
no es solamente el caso para los nobles y los ricos, sino para todos los<br />
que viven en el puerto, don<strong>de</strong> resi<strong>de</strong>n los extranjeros y los obreros.<br />
Sus mujeres consagran un tiempo infinito a lavarse, <strong>de</strong>pilarse y<br />
pintarse el rostro, <strong>de</strong> manera que no están nunca listas a tiempo, sino<br />
que llegan siempre tar<strong>de</strong> a las invitaciones. No son puntuales ni siquiera<br />
en las recepciones <strong>de</strong>l rey y nadie se preocupa <strong>de</strong> ello. Pero su<br />
indumentaria es <strong>de</strong> lo más sorpren<strong>de</strong>nte, porque se visten con trajes muy<br />
ceñidos y bordados en oro y plata que les cubren todo el cuerpo, salvo los<br />
brazos y el pecho, que quedan <strong>de</strong>snudos, porque están orgullosas <strong>de</strong> su<br />
bello pecho. Tienen también trajes compuestos <strong>de</strong> centenares <strong>de</strong><br />
lentejuelas <strong>de</strong> oro, pulpos, mariposas y palmeras, y la piel aparece por<br />
entre ellas. Los cabellos los llevan artísticamente rizados en altos<br />
peinados que exigen días enteros <strong>de</strong> trabajo y los adornan con pequeños<br />
sombreros fijados con agujas <strong>de</strong> oro que parecen flotar sobre sus cabezas<br />
como las mariposas al remontar el vuelo. Su talle es elegante y flexible y<br />
sus ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>lgadas como las <strong>de</strong> los muchachos, <strong>de</strong> manera que los<br />
partos son difíciles y hacen todo lo posible por evitarlos, <strong>de</strong> modo que no<br />
es ninguna vergüenza no tener más que uno o dos hijos y aun ninguno.<br />
Los hombres llevan unas botas <strong>de</strong>coradas que les llegan hasta las<br />
rodillas, pero como contraste el <strong>de</strong>lantalito es sencillo y pequeño y el<br />
talle estrecho, porque están orgullosos <strong>de</strong> la esbeltez <strong>de</strong> su cintura y <strong>de</strong> lo<br />
cuadrado <strong>de</strong> sus hombros. Tienen la cabeza pequeña y fina, los<br />
miembros y los puños <strong>de</strong>licados e, imitando a las mujeres, no <strong>de</strong>jan un<br />
solo pelo en todo su cuerpo. Sólo muy pocos hablan alguna lengua<br />
extranjera, porque se encuentran bien en su país y no aspiran a<br />
abandonarlo por otros que no les ofrecen las mismas comodida<strong>de</strong>s y<br />
atractivos. Pese a que obtienen toda su riqueza <strong>de</strong>l puerto y <strong>de</strong>l comercio,<br />
he encontrado entre ellos gente que se negaba a bajar hasta el puerto<br />
porque olía mal, y que no sabía hacer el cálculo más simple, por lo que<br />
fiaba enteramente en sus contables. Por esto los extranjeros listos se<br />
enriquecían rápidamente en Creta si se conformaban con vivir en el<br />
puerto.<br />
Tienen también instrumentos <strong>de</strong> música que tocan aun cuando no hay<br />
ningún músico en la casa, y preten<strong>de</strong>n saber anotar la música, <strong>de</strong> manera<br />
que, leyendo estos textos, se pue<strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a tocar una música aunque<br />
no se haya oído nunca. Los músicos <strong>de</strong> Babilonia afirmaban conocer<br />
también este arte, pero yo no quiero discutir ni con ellos ni con los<br />
cretenses, porque no soy músico y los instrumentos <strong>de</strong> los diferentes<br />
países han <strong>de</strong>sconcertado mi oído. Pero todo esto me ayuda a
compren<strong>de</strong>r por qué en todas partes suele <strong>de</strong>cirse: «Mentir como<br />
cretense.»<br />
Tampoco tienen templos visibles ni se preocupan <strong>de</strong> los dioses,<br />
contentándose con adorar a los toros. Pero lo hacen con un ardor tan<br />
gran<strong>de</strong> que no transcurre un día sin que se les vea en la arena <strong>de</strong> los<br />
toros. No creo, sin embargo, que sea tanto por el respeto <strong>de</strong>bido a los<br />
dioses como por el apasionante placer que proporcionan las danzas<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros.<br />
No sabría <strong>de</strong>cir tampoco que <strong>de</strong>n pruebas <strong>de</strong> un profundo respeto por<br />
su rey, que es uno <strong>de</strong> sus semejantes, aun cuando habite un palacio<br />
mucho más gran<strong>de</strong> que los <strong>de</strong> sus súbditos. Se comportan con él como si<br />
fuese un igual, y le gastan bromas, y cuentan anécdotas sobre él y acu<strong>de</strong>n<br />
a sus recepciones o se marchan <strong>de</strong> ellas a su antojo. Beben vino con<br />
mo<strong>de</strong>ración para alegrarse, y sus costumbres son muy libres, pero no se<br />
emborrachan nunca, porque es grosero a sus ojos, y no he visto nunca<br />
vomitar a nadie por haber bebido <strong>de</strong>masiado, como ocurre en Egipto y<br />
los <strong>de</strong>más países. En cambio, se apasionan fácilmente unos por otros, sin<br />
preocuparse <strong>de</strong> si están casados o no, y se divierten juntos cuando y<br />
don<strong>de</strong> les parece bien. Los muchachos que bailan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros<br />
gozan <strong>de</strong> gran fervor cerca <strong>de</strong> las mujeres, <strong>de</strong> manera que hay<br />
muchachos que se ejercitan en este arte para divertirse, pese a no haber<br />
sido iniciados, y a menudo adquieren tanta habilidad como los<br />
profesionales, que no tienen que tocar mujer, como las muchachas no<br />
<strong>de</strong>ben tocar hombre. Cuento todo esto para <strong>de</strong>mostrar que a menudo me<br />
encontré <strong>de</strong>sconcertado por las costumbres cretenses, con las cuales, por<br />
otra parte, no me familiarizaría jamás, porque su orgullo consiste en<br />
encontrar constantemente algo nuevo y sorpren<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong> manera que<br />
con ellos no se sabe nunca lo que reserva el momento siguiente. Pero<br />
tengo que hablar <strong>de</strong> Minea, pese a que mi corazón se acongoje al pensar<br />
en ella.<br />
Llegados al puerto, nos hospedamos en la hostería <strong>de</strong> los extranjeros,<br />
cuyas comodida<strong>de</strong>s sobrepasaban todo lo que había visto, pese a que no<br />
fuese muy gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong> manera que el «Pabellón <strong>de</strong> lshtar», con todo su<br />
lujo polvoriento y sus esclavos ignorantes, me pareció una cosa bárbara.<br />
Minea se hizo rizar el pelo y compró vestidos para po<strong>de</strong>r mostrarse a sus<br />
amigos, <strong>de</strong> manera que quedé sorprendido <strong>de</strong> verla con un sombrerito<br />
que parecía una lámpara y tenía también unos zapatos con los tacones<br />
muy altos que la hacían caminar difícilmente. Pero no quise enojarla<br />
criticando su atavío y le regalé unos pendientes y un collar <strong>de</strong> piedras <strong>de</strong><br />
colores, porque el ven<strong>de</strong>dor me aseguró que era entonces moda en Creta,<br />
pero que no estaba seguro <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>l día siguiente. Miré también con<br />
sorpresa sus pechos <strong>de</strong>snudos que salían <strong>de</strong> su traje plateado, y vi que se<br />
había pintado los pezones <strong>de</strong> colorado, <strong>de</strong> manera que evitó mis miradas
y dijo con tono <strong>de</strong> reto que no tenía por qué avergonzarse <strong>de</strong> su pecho,<br />
que podía rivalizar con el <strong>de</strong> cualquier cretense. Después <strong>de</strong> haberla<br />
mirado bien, no protesté, porque sobre este punto tenía toda la razón.<br />
Después <strong>de</strong> lo cual una litera nos llevó <strong>de</strong>l puerto a la meseta, don<strong>de</strong> la<br />
ciudad, con sus edificios ligeros y sus jardines, era como un nuevo<br />
mundo al lado <strong>de</strong> la aglomeración, el ruido y el olor a pescado <strong>de</strong>l puerto.<br />
Minea me llevó a casa <strong>de</strong> un noble anciano que había sido su protector<br />
especial y su amigo, <strong>de</strong> manera que había vivido en su casa y usaba <strong>de</strong><br />
ella como <strong>de</strong> la suya propia. El anciano estaba estudiando los catálogos<br />
<strong>de</strong> los toros y tomaba notas para las apuestas <strong>de</strong>l día siguiente. Pero al<br />
ver a Minea olvidó sus papeles, se alegró muchísimo y la besó diciendo:<br />
-¿Dón<strong>de</strong> te has escondido durante tanto tiempo? Te creía ya<br />
<strong>de</strong>saparecida en la mansión <strong>de</strong>l dios. Pero no me he procurado todavía<br />
una nueva protegida, <strong>de</strong> manera que tu dormitorio sigue a tu<br />
disposición, a menos que los esclavos hayan olvidado cuidar <strong>de</strong> él o que<br />
mi esposa lo haya hecho <strong>de</strong>rribar para construir un estanque, porque se<br />
ha puesto a criar peces raros y no piensa más que en esto.<br />
-¿Helea cría peces en un estanque? -preguntó Minea, sorprendida<br />
-No es ya Helea -dijo el anciano con cierta impaciencia-. Tengo una<br />
mujer nueva que recibe en este momento a un joven muchacho no<br />
iniciado a quien muestra sus peces y me parece que la contrariaría que la<br />
interrumpiésemos. Pero preséntame a tu amigo, a fin <strong>de</strong> que sea mi<br />
amigo también y disponga <strong>de</strong> esta casa como suya.<br />
-Mi amigo es Sinuhé el egipcio, El que es solitario, y es médico -dijo<br />
Minea.<br />
-Me pregunto si permanecerá solitario mucho tiempo aquí -dijo el<br />
anciano con tono jocoso-. Pero ¿estás acaso enferma, Minea, puesto que<br />
llevas un médico contigo? Sería <strong>de</strong> lamentar, porque esperaba que<br />
mañana pudieras bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y traerme un poco <strong>de</strong> suerte.<br />
Mi inten<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l puerto se queja <strong>de</strong> que mis ingresos no bastan para<br />
cubrir mis gastos, o viceversa, no importa, porque no entiendo una<br />
palabra <strong>de</strong> las complicadas cuentas que me mete constantemente por las<br />
narices, lo cual me molesta.<br />
-No estoy enferma en absoluto -dijo Minea-. Pero este amigo me ha<br />
salvado <strong>de</strong> numerosos peligros y hemos atravesado juntos muchos países<br />
antes <strong>de</strong> regresar aquí, porque he sufrido un naufragio y he bailado<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros en Siria.<br />
-¿De veras? -dijo el anciano, inquieto-. Espero, sin embargo, que esta<br />
amistad no te haya impedido conservar tu virginidad, si no, te negarán el<br />
acceso al concurso, y, como sabes muy bien, esto te acarreará una serie<br />
<strong>de</strong> contrarieda<strong>de</strong>s. Estoy verda<strong>de</strong>ramente contrariado, porque veo que tu<br />
pecho se ha <strong>de</strong>sarrollado <strong>de</strong> una manera sospechosa y tus ojos tienen un<br />
brillo húmedo. Minea, Minea, ¿te has <strong>de</strong>jado seducir?
-No -respondió con rabia Minea-. Y cuando digo no, pue<strong>de</strong>s creerme,<br />
y nadie tiene que examinarme, como lo hicieron en el mercado <strong>de</strong><br />
esclavos <strong>de</strong> Babilonia. Te cuesta creer que sólo gracias a este amigo he<br />
podido escapar a todos los peligros y regresar a mi patria, y yo creía que<br />
mis amigos se alegrarían <strong>de</strong> verme, pero no piensas más que en tus toros<br />
y en tus apuestas.<br />
Se echó a llorar <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho y las lágrimas mojaron los afeites <strong>de</strong> sus<br />
mejillas.<br />
El anciano se conmovió y, lamentando sus palabras, dijo:<br />
-No dudo <strong>de</strong> que estás fatigada por tus viajes, porque en el extranjero<br />
no habrás podido bañarte cada día, ¿verdad? Y no creo que los toros <strong>de</strong><br />
Babilonia valgan más que los nuestros. Pero esto me hace pensar que<br />
hace ya rato <strong>de</strong>bería estar en casa <strong>de</strong> Minos, porque he olvidado esta<br />
invitación y voy a ir allá sin cambiarme <strong>de</strong> ropa. Sin embargo, nadie se<br />
fijará en ella, hay tanta gente... Reposad, pues, aquí, amigos míos, y tú,<br />
Minea, trata <strong>de</strong> calmarte, y, si mi mujer viene, <strong>de</strong>cidle que me he<br />
marchado ya porque no quería molestarla estando con este muchacho.<br />
En el fondo podría irme a dormir porque en casa <strong>de</strong> Minos no se fijarán<br />
en si estoy presente o ausente, pero, ahora que lo pienso, voy a pasar por<br />
los establos a preguntar el estado <strong>de</strong>l nuevo toro que lleva una mancha<br />
en el costado, <strong>de</strong> manera que es mejor que vaya. Se trata <strong>de</strong> un toro<br />
verda<strong>de</strong>ramente notable.<br />
Nos sonrió con aire distraído y Minea dijo:<br />
-Te acompañaremos a casa <strong>de</strong> Minos, don<strong>de</strong> podré ver a mis amigos Y<br />
presentarles a Sinuhé.<br />
Así fue como fuimos juntos al palacio <strong>de</strong> Minos, a pie, porque el<br />
anciano no llegó nunca a <strong>de</strong>cidir si valía la pena o no <strong>de</strong> tomar una litera<br />
para un trayecto tan corto. Solamente al entrar me di cuenta <strong>de</strong> que<br />
Minos era su rey y me enteré <strong>de</strong> que se llamaba siempre Minos, pero no<br />
sé qué número <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n llevaba, porque nadie se preocupaba <strong>de</strong> la<br />
circunstancia. Un Minos <strong>de</strong>saparecía y era remplazado por otro.<br />
El palacio comprendía numerosas habitaciones, y en los muros <strong>de</strong> la<br />
sala <strong>de</strong> recepciones ondulaban las algas, los pulpos y<br />
las medusas, nadando en un agua transparente. La gran sala estaba<br />
llena <strong>de</strong> gentes vestidas <strong>de</strong> manera más o menos lujosa que hablaban con<br />
vivacidad, riéndose fuerte y bebiendo en pequeñas copas bebidas frescas,<br />
vinos o jugos <strong>de</strong> fruta, y las mujeres establecían comparaciones entre sus<br />
atavíos. Minea me presentó a sus amigos, que eran todos corteses y<br />
distraídos, y Minos me dirigió en mi lengua algunas palabras, dándome<br />
las gracias por haber salvado a Minea y haberla llevado hacia su dios, <strong>de</strong><br />
manera que a la primera ocasión podría entrar en la mansión sombría,<br />
pese a que su turno había pasado ya.
Minea andaba por el palacio como si estuviese en su casa, y me llevó<br />
<strong>de</strong> una habitación a otra, admirándose constantemente al reconocer los<br />
objetos familiares y saludando a los esclavos que se inclinaban <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> ella, como si no hubiese estado nunca ausente. Me dijo que cualquier<br />
noble podía retirarse a sus dominios o salir <strong>de</strong> viaje sin advertir <strong>de</strong> ello a<br />
sus amigos y que nadie se enfadaba por ello; a su regreso volvía a ocupar<br />
su sitio como si no se hubiese movido <strong>de</strong> allí. Esto hacía también fácil la<br />
muerte, porque si alguien <strong>de</strong>saparecía, nadie se inquietaba por él hasta<br />
que había sido olvidado, y si por azar se notaba una ausencia en ocasión<br />
<strong>de</strong> una cita convenida o una reunión, nadie se sorprendía, porque se<br />
<strong>de</strong>cían que la persona pudo haberse ausentado <strong>de</strong> repente por capricho.<br />
Minea me condujo a una habitación situada en lo alto <strong>de</strong>l flanco <strong>de</strong> la<br />
colina, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cual la vista dominaba a lo lejos los prados sonrientes,<br />
los bosques <strong>de</strong> olivos y las plantaciones <strong>de</strong> fuera <strong>de</strong> la villa. Me dijo que<br />
era su habitación, y todo estaba en or<strong>de</strong>n, como si no hubiese salido <strong>de</strong><br />
ella, pese a que las vestiduras y las joyas <strong>de</strong> los cofres estuviesen ya<br />
pasadas <strong>de</strong> moda y no podía usarlas ya. Sólo entonces supe que<br />
pertenecía a la familia <strong>de</strong> Minos, si bien hubiera <strong>de</strong>bido darme cuenta<br />
antes, dado su nombre. Por esto el oro y la plata y los regalos <strong>de</strong> precio<br />
no ejercían influencia alguna sobre ella, puesto que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia<br />
había estado acostumbrada a tener todo lo que quería. Pero también,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia, había sido consagrada al dios, y por esto había sido<br />
criada en la casa <strong>de</strong> los toros, don<strong>de</strong> vivía cuando no estaba en su<br />
habitación o en casa <strong>de</strong> su viejo amigo, porque los cretenses son tan<br />
caprichosos sobre este punto como sobre los <strong>de</strong>más.<br />
Yo sentía curiosidad por ver las arenas y entramos a saludar al<br />
protector <strong>de</strong> Minea, que quedó muy extrañado al verme, y me preguntó<br />
si no nos conocíamos ya, porque mi rostro no le era <strong>de</strong>sconocido. Minea<br />
me llevó <strong>de</strong>spués a la casa <strong>de</strong> los toros, que formaba toda una villa con<br />
sus establos, sus campus, sus estrados, sus pistas, los edificios <strong>de</strong> sus<br />
escuelas y la habitación <strong>de</strong> los sacerdotes. Pasamos <strong>de</strong> un establo a otro<br />
entre el olor nauseabundo <strong>de</strong> los toros, y Minea no se cansaba <strong>de</strong><br />
dirigirles cumplidos y darles bellos nombres pese a que intentasen<br />
atravesar el vallado con sus cuernos, mugiendo y escarbando el suelo con<br />
sus agudas pezuñas y lanzando llamas por los ojos.<br />
Encontré también muchachos y muchachas a quienes conocía, pese a<br />
que los danzarines no fuesen en general muy cordiales entre sí, porque<br />
tenían celos unos <strong>de</strong> otros y no querían revelarse sus trucos. Pero los<br />
sacerdotes que entrenaban a los toros e instruían a los danzarines nos<br />
acogieron amablemente, y, habiéndose enterado <strong>de</strong> que yo era médico,<br />
me hicieron una serie <strong>de</strong> preguntas relacionadas con la digestión en los<br />
toros, las mezclas <strong>de</strong> forraje, y el brillo <strong>de</strong>l pelo, y, sin embargo, sabían<br />
mucho más que yo sobre esta materia. Minea era bien vista entre ellos,
porque obtuvo en seguida un número y un toro para las carreras <strong>de</strong>l día<br />
siguiente. Ardía <strong>de</strong> impaciencia por mostrarme su habilidad frente a los<br />
mejores toros.<br />
Para terminar, me llevó a un pequeño edificio don<strong>de</strong> vivía solitario el<br />
sumo sacerdote <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong> Creta y <strong>de</strong> los toros. De la misma manera que<br />
el rey era siempre Minos, el sumo sacerdote se llamaba siempre<br />
Minotauro, y era el hombre más respetado y temido <strong>de</strong> toda la isla, hasta<br />
tal punto que se evitaba pronunciar su nombre y se le llamaba «el<br />
hombre <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong> los toros». Minea temía también ir a verle, pese a<br />
que no me dijese nada, pero lo leí en sus ojos, <strong>de</strong> los que ninguna<br />
expresión me era <strong>de</strong>sconocida.<br />
El sacerdote nos recibió en una habitación oscura y a primera vista<br />
creí columbrar un dios, porque estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un hombre que parecía<br />
un ser humano, pero con una cabeza <strong>de</strong> toro dorada. Después <strong>de</strong> haberse<br />
inclinado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, se quitó la cabeza dorada y nos mostró su<br />
rostro. Pero pese a que nos sonrió cortésmente, no me gustó porque en<br />
su rostro inexpresivo había algo duro y cruel, y no pu<strong>de</strong> explicarme esta<br />
expresión, porque era un hombre bello, <strong>de</strong> tez bronceada y nacido para<br />
mandar. Minea no tuvo necesidad <strong>de</strong> darle explicaciones porque él<br />
conocía ya su naufragio y sus aventuras y no hizo preguntas ociosas, sino<br />
que me dio las gracias por la bondad <strong>de</strong> que había dado pruebas con<br />
respecto a Minea y, por lo tanto, para con Creta y su dios, y añadió que<br />
en mi albergue me esperaban numerosos regalos <strong>de</strong> los que estaría<br />
seguramente contento.<br />
-No me preocupo mucho <strong>de</strong> los regalos -le dije-, porque para mí el<br />
saber es más precioso que el oro, y por esto he viajado por numerosos<br />
países para aumentar mis conocimientos y me he familiarizado con las<br />
costumbres <strong>de</strong> Babilonia y <strong>de</strong> los hititas. Por eso espero conocer también<br />
el dios <strong>de</strong> Creta, sobre el cual he oído relatos maravillosos y sé que ama a<br />
las vírgenes y a los muchachos irreprochables, al contrario <strong>de</strong> los dioses<br />
<strong>de</strong> Siria, don<strong>de</strong> los templos son casas <strong>de</strong> lenocinio y en los que ofician<br />
sacerdotes castrados.<br />
-Tenernos numerosos dioses que el pueblo adora -dijo-. Hay, a<strong>de</strong>más,<br />
en el puerto templos erigidos a los diferentes dioses <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más países,<br />
<strong>de</strong> manera que podrás sacrificar a Amón o a Baal <strong>de</strong>l puerto si lo <strong>de</strong>seas.<br />
Pero no quiero inducirte a error. Por esto reconozco que el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong><br />
Creta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l dios adorado en secreto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos más remotos.<br />
Solamente los iniciados lo conocen, pero lo conocen únicamente<br />
al encontrarlo, y nadie ha regresado todavía para <strong>de</strong>scribir su apariencia.<br />
-Los dioses <strong>de</strong> los hititas son el Cielo y la Tierra y la Lluvia que<br />
<strong>de</strong>scien<strong>de</strong> <strong>de</strong>l cielo y fertiliza la tierra -le dije-. Comprendo que el mar<br />
sea el dios <strong>de</strong> los cretenses, puesto que el po<strong>de</strong>río y la riqueza <strong>de</strong> Creta<br />
<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l mar.
-Quizá tengas razón, Sinuhé -dijo con una extraña sonrisa-. Debes<br />
saber, sin embargo, que nosotros, los cretenses, adoramos a un dios vivo,<br />
lo cual nos distingue <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong>l continente, que adoran muertos<br />
o estatuas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Nuestro dios no es un simulacro, pese a que los<br />
toros sean su símbolo, pero mientras viva este dios la supremacía <strong>de</strong><br />
Creta se mantendrá sobre los mares. Es lo que ha sido predicho, y lo<br />
sabemos, pese a que contamos también mucho con nuestros navíos <strong>de</strong><br />
guerra, con los cuales ningún otro pueblo marítimo pue<strong>de</strong> rivalizar.<br />
-He oído <strong>de</strong>cir que vuestro dios vive en los meandros <strong>de</strong> una mansión<br />
oscura -insistí yo-. Quisiera con gusto ver este laberinto, pero no<br />
comprendo por qué los iniciados no regresan jamás a pesar <strong>de</strong> que<br />
tengan la posibilidad <strong>de</strong> hacerlo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber pasado allí una luna.<br />
-El más gran<strong>de</strong> honor y la felicidad más gran<strong>de</strong> que pue<strong>de</strong> ocurrirle a<br />
un joven cretense es entrar en la mansión <strong>de</strong>l dios -dijo el Minotauro,<br />
repitiendo las palabras que había pronunciado ya incontables veces-. Por<br />
esto incluso las islas <strong>de</strong>l mar rivalizan en mandarnos sus vírgenes más<br />
bellas y sus mejores adolescentes para bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestros toros.<br />
En las mansiones <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>l mar la vida es tan maravillosa que nadie<br />
que la conozca pue<strong>de</strong> sentir el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> volver a encontrar los<br />
dolores y las penas terrenales. ¿Temerías acaso tú, Minea, entrar en la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios? Pero Minea no respondió nada, y yo dije:<br />
-En la costa <strong>de</strong> Simyra he visto cadáveres <strong>de</strong> marinos ahogados y sus<br />
cabeza estaba hinchada y su vientre abultado y su expresión no reflejaba<br />
goce alguno. Es todo lo que sé <strong>de</strong> las mansiones <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>l mar, pero no<br />
pongo lo más mínimo en duda tus palabras y le <strong>de</strong>seo a Minea mucha<br />
felicidad.<br />
El Minotauro dijo fríamente:<br />
-Verás el laberinto porque la luna llena se acerca, y aquella noche<br />
Minea entrará en la mansión <strong>de</strong>l dios.<br />
-¿Y si Minea se negara? -pregunté con vivacidad, porque sus palabras<br />
me sorprendían a la vez que me helaban el corazón.<br />
-No ha ocurrido jamás -dijo él- . No temas, Sinuhé el egipcio. Minea<br />
entrará por propia voluntad en la mansión <strong>de</strong>l dios.<br />
Se volvió a poner la dorada cabeza <strong>de</strong> toro para <strong>de</strong>mostrar que la<br />
entrevista había terminado y no vimos más su rostro. Minea me tomó <strong>de</strong><br />
la mano y me llevó, y ella no sentía ya júbilo alguno.<br />
3
Kaptah nos esperaba en la hostería habiendo saboreado<br />
abundantemente los vinos <strong>de</strong>l puerto, y me dijo:<br />
-¡Oh dueño mío! Este país es el reino <strong>de</strong>l Poniente para los servidores,<br />
porque nadie los apalea ni se preocupa <strong>de</strong> saber cuánto oro llevan en su<br />
bolsa o qué joyas han comprado. Verda<strong>de</strong>ramente, ¡oh dueño mío!, esto<br />
es un paraíso terrestre para los servidores, porque si un dueño se enfada<br />
con un esclavo lo arroja <strong>de</strong> la casa, lo cual es el peor castigo, y el servidor<br />
no tiene más que escon<strong>de</strong>rse y volver al día siguiente y el dueño lo ha<br />
olvidado todo. Pero para los marinos y los esclavos <strong>de</strong>l puerto es un país<br />
muy duro, porque los inten<strong>de</strong>ntes tienen unos juncos muy flexibles y son<br />
avaros y los merca<strong>de</strong>res engañan a un simyriano tan fácilmente como un<br />
simyriano engaña a un egipcio. Tienen, sin embargo, unos peces<br />
pequeños conservados en aceite que son agradables <strong>de</strong> comer, bebiendo.<br />
La exquisitez <strong>de</strong> estos peces hace que se les perdone muchas cosas.<br />
Dijo todo esto a su manera habitual, como si estuviese borracho, pero<br />
inmediatamente cerró la puerta y, asegurándose <strong>de</strong> que nadie nos oía,<br />
dijo:<br />
-¡Oh dueño mío! En este país ocurren cosas muy extrañas, porque en<br />
las tabernas los marineros cuentan que el dios <strong>de</strong> Creta ha muerto, y los<br />
sacerdotes, enloquecidos, buscan a otro. Pero estas palabras son<br />
peligrosas y algunos marinos, por haberlas repetido, han sido arrojados a<br />
los pulpos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> las rocas. En efecto, ha sido predicho que el<br />
po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Creta se <strong>de</strong>rrumbará el día en que muera su dios.<br />
Entonces una inmensa esperanza inflamó mi corazón y le dije a<br />
Kaptah:<br />
-La noche <strong>de</strong>l plenilunio Minea <strong>de</strong>be entrar en la mansión <strong>de</strong>l dios,<br />
pero si éste ha muerto realmente, lo cual es muy posible, porque el<br />
pueblo es siempre el primero en saber las cosas, pese a que no se le diga<br />
nada, Minea podrá volver a salir <strong>de</strong> esta mansión <strong>de</strong> la cual no ha salido<br />
nunca nadie.<br />
Al día siguiente, gracias a Minea, obtuve un buen sitio en el estrado<br />
levemente inclinado y admiré vivamente la ingeniosa disposición <strong>de</strong> los<br />
bancos escalonados, <strong>de</strong> manera que todo el mundo podía ver el<br />
espectáculo. Los toros fueron introducidos uno a uno en la arena y cada<br />
bailarín realizó su programa, que era complicado, porque comprendía<br />
diferentes pases que <strong>de</strong>bían ser realizados sin faltas y en el or<strong>de</strong>n<br />
prescrito, pero lo más difícil era saltar por entre los cuernos para volver a<br />
caer sentados en el lomo <strong>de</strong>l animal. Ni aun el más hábil lo conseguía <strong>de</strong><br />
una manera impecable, porque también <strong>de</strong>pendía mucho <strong>de</strong>l toro, <strong>de</strong> la<br />
manera como corría o se paraba, o doblaba la nuca. Los nobles y los ricos<br />
cretenses apostaban por sus protegidos, pero yo no llegaba a compren<strong>de</strong>r<br />
aquel apasionamiento y excitación extraordinarios porque para mí todos<br />
los toros se parecían y no llegaba a distinguir los diferentes ejercicios.
Minea bailó también <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y mi inquietud fue gran<strong>de</strong>,<br />
hasta el momento en que su maravillosa docilidad y flexibilidad <strong>de</strong> su<br />
cuerpo me hechizaron hasta el punto <strong>de</strong> hacerme olvidar el peligro que<br />
corría y me asocié a los clamores <strong>de</strong> entusiasmo <strong>de</strong> la muchedumbre. Allí<br />
las muchachas bailaban <strong>de</strong>snudas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros, como también los<br />
jóvenes, porque la menor vestidura podría entorpecer sus movimientos y<br />
poner su vida en peligro. Pero Minea, era, a mi juicio, la más bella <strong>de</strong><br />
todas cuando bailaba <strong>de</strong>snuda con el cuerpo reluciente <strong>de</strong> aceite; sin<br />
embargo, <strong>de</strong>bo confesar que muchas <strong>de</strong> sus camaradas eran tan bellas<br />
como ella y obtuvieron un gran éxito. Pero yo no tenía ojos más que para<br />
Minea. Después <strong>de</strong> su larga ausencia estaba mucho menos entrenada que<br />
las <strong>de</strong>más y no ganó una sola corona.<br />
Su viejo protector, que había apostado por ella, estaba <strong>de</strong>solado, pero<br />
pronto olvidó sus pérdidas y fue a los establos a elegir otro toro, como<br />
era su <strong>de</strong>recho, puesto que Minea era su protegida.<br />
Pero cuando volví a ver a Minea <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l espectáculo me dijo<br />
fríamente:<br />
-Sinuhé, no puedo verte más, porque unos amigos me han invitado a<br />
una fiesta y <strong>de</strong>bo prepararme para el dios, porque pasado mañana es ya<br />
plenilunio. Por esto no nos veremos probablemente más antes <strong>de</strong> que<br />
parta para la mansión <strong>de</strong>l dios, si sientes el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> acompañarme con<br />
mis amigos.<br />
-Como quieras -dije-. Hay ciertamente muchas cosas que ver en Creta,<br />
y las costumbres <strong>de</strong>l país y los trajes <strong>de</strong> las mujeres me divierten<br />
enormemente. Durante el espectáculo, muchas <strong>de</strong> tus amigas me han<br />
invitado a ir a verlas, y sus rostros y sus pechos son agradables <strong>de</strong><br />
contemplar, porque son un poco más gordas y frívolas que tú.<br />
Entonces me cogió vivamente la mano y sus ojos brillaron; respirando<br />
agitadamente, dijo:<br />
-No te permito que vayas a divertirte con mis amigas cuando yo no<br />
estoy contigo. Podrías esperar, por lo menos, a que estuviese fuera,<br />
Sinuhé. Aunque esté <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>lgada para tu gusto, cosa que no<br />
sabía, podrías hacerlo por lo menos por amistad a mí.<br />
-Bromeaba -dije yo-, y no quiero causarte molestias, porque, naturalmente,<br />
estás muy ocupada antes <strong>de</strong> entrar en la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios. Voy a regresar a casa y cuidar <strong>de</strong> mis enfermos,<br />
porque en el puerto hay mucha gente que necesita <strong>de</strong> mis cuidados.<br />
Me separé <strong>de</strong> ella, y durante mucho rato el olor <strong>de</strong> los toros persistió<br />
en mi olfato, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces me obsesiona hasta el punto <strong>de</strong> que la<br />
mera visión <strong>de</strong> un rebaño <strong>de</strong> bueyes me da náuseas y no puedo comer y<br />
mi corazon, se acongoja. La abandoné, sin embargo, y recibí a los<br />
enfermos en mi alojamiento, y los cuidé hasta la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>,<br />
cuando las luces se encien<strong>de</strong>n en las casas <strong>de</strong> placer <strong>de</strong>l puerto. A través
<strong>de</strong> los muros oía la música y las risas y todos los ruidos <strong>de</strong> la<br />
<strong>de</strong>spreocupación humana, porque los esclavos y los servidores cretenses<br />
seguían en este punto las costumbres <strong>de</strong> sus dueños y cada cual vivía<br />
como si no tuviese que morir jamás y no hubiese en el mundo ni dolor, ni<br />
pena, ni contrariedad.<br />
Vino la noche, Kaptah había extendido ya las alfombras para dormir y<br />
yo no quería luz. La luna se levantó redonda y brillante, pese a que no<br />
fuese llena todavía, y yo la <strong>de</strong>testaba porque iba a separarme <strong>de</strong> la única<br />
mujer a quien consi<strong>de</strong>raba como mi hermana, y me <strong>de</strong>testaba a mí<br />
mismo, porque era débil y cobar<strong>de</strong> y no era capaz <strong>de</strong> obrar. Súbitamente,<br />
la puerta se abrió y entró Minea cautelosamente, mirando a su alre<strong>de</strong>dor,<br />
y no iba vestida ala cretense, sino que llevaba el sencillo traje con el cual<br />
había bailado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s y pequeños en tantos países, y sus<br />
cabellos estaban sujetos por una cinta <strong>de</strong> oro.<br />
-¡Minea! -exclamé, sorprendido-. Hete aquí cuando te creía<br />
preparándote para tu dios.<br />
-Habla más bajo, no quiero que nos oigan.<br />
Se sentó a mi lado contemplando la luna y, caprichosamente, dijo:<br />
-Detesto mi lecho <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los toros y no siento con mis amigos el<br />
mismo placer <strong>de</strong> antes. Pero yo misma ignoro por qué he venido a esta<br />
hospe<strong>de</strong>ría, cosa que no es nada correcta. Si <strong>de</strong>seas <strong>de</strong>scansar, me<br />
marcharé, pero como no podía dormir he <strong>de</strong>seado volver a verte y sentir<br />
el olor <strong>de</strong> los medicamentos y tirarle <strong>de</strong> la oreja a Kaptali por sus<br />
estúpidos discursos. Porque los viajes y los pueblos seguramente han<br />
perturbado mis i<strong>de</strong>as, ya que no me siento a gusto en la casa <strong>de</strong> los toros,<br />
no gozo ya <strong>de</strong> las aclamaciones en la arena y no aspiro ya como antes a<br />
entrar en la mansión <strong>de</strong>l dios; las palabras <strong>de</strong> la gente a mi alre<strong>de</strong>dor son<br />
como la charla <strong>de</strong> los niños irrazonables y su júbilo como la espuma, y no<br />
me divierto ya con sus juegos. En el lugar <strong>de</strong>l corazón tengo un gran<br />
agujero, mi cabeza está vacía y no tengo una sola i<strong>de</strong>a mía; todo me<br />
ofen<strong>de</strong> y jamás mi espíritu estuvo tan melancólico. Por esto te pido que<br />
cojas mis manos como en otros tiempos, porque no temo nada, ni<br />
siquiera la muerte, cuando mis manos están entre las tuyas, Sinuhé, aun<br />
cuando sepa que prefieres las mujeres más gordas y más frívolas que yo.<br />
--Minea, hermana mía, mi infancia y mi juventud fueron límpidas<br />
como un arroyo, pero mi virilidad fue un río que se <strong>de</strong>sparrama a lo lejos<br />
y cubre muchas tierras, pero sus aguas son bajas y se estancan y<br />
corrompen. Pero cuando viniste a mí, Minea, las aguas volvieron a subir<br />
v se precipitaron alegremente en un curso profundo y todo en mí se<br />
purificó, y el mundo me sonrió <strong>de</strong> nuevo y todo el mal era para mí como<br />
una telaraña que la mano aparta sin pena. por ti quería ser bueno v curar<br />
a la gente sin ocuparme <strong>de</strong> los regalos que me hacían, y los dioses<br />
maléficos no tenían ya presa sobre mí. Así era, pero ahora que me
abandonas todo se ensombrece a mi alre<strong>de</strong>dor y mi corazón es como un<br />
cuervo solitario en el <strong>de</strong>sierto y no quiero ya socorrer a mi prójimo, sino<br />
que lo <strong>de</strong>testo, y <strong>de</strong>testo también a los dioses y no quiero oír hablar más<br />
<strong>de</strong> ellos. Por esto, Minea, te digo: en el mundo existen muchos países,<br />
pero un solo río. Déjame que te lleve conmigo a las tierras negras al<br />
bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l río en el que los ána<strong>de</strong>s cantan en los juncales y el sol navega<br />
cada día por el cielo en una barca dorada. Parte conmigo, Minea;<br />
romperemos juntos una jarra y seremos marido y mujer y no nos<br />
separaremos jamás, sino que la vida nos será fácil y a nuestra muerte<br />
nuestros cuerpos serán embalsamados para reunirse otra vez en el país<br />
<strong>de</strong>l Poniente y vivir en él eternamente.<br />
Pero ella me estrechó las manos y acariciándome los ojos, la boca y el<br />
cuello con los <strong>de</strong>dos, me dijo:<br />
-Sinuhé, a pesar <strong>de</strong> todo mi <strong>de</strong>seo no puedo seguirte, porque ningún<br />
navío podría alejarnos <strong>de</strong> Creta ni ningún capitán querría ocultarme en<br />
él. Se me vigila ya y no quisiera ser causa <strong>de</strong> tu muerte. Aunque quisiera<br />
no podría marcharme contigo, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que he bailado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
los toros su voluntad es más fuerte que la mía, pero tú no pue<strong>de</strong>s<br />
compren<strong>de</strong>rlo. Por esto <strong>de</strong>bo penetrar en la mansión <strong>de</strong>l dios la noche<br />
<strong>de</strong>l plenilunio, y ni tú, ni yo, ni ninguna potencia pue<strong>de</strong>n impedirlo.<br />
Mi corazón estaba vacío en mi pecho como una tumba, y dije:<br />
-Del mañana nadie está seguro y no creo que regreses <strong>de</strong> allá <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />
nadie ha regresado. Quizás en las salas doradas <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>l mar beberás<br />
la vida eterna en la copa divina y olvidarás este mundo como a mí. Y, sin<br />
embargo, no creo nada <strong>de</strong> esto, porque todo no es más que leyenda y<br />
nada <strong>de</strong> lo que he visto hasta ahora en todos los países viene a reformar<br />
mi creencia en las leyendas divinas. Debes saber, por consiguiente, que si<br />
no regresas pronto, penetraré a la fuerza en la mansión divina para<br />
sacarte <strong>de</strong> ella. Y te llevaré conmigo, aunque no quieras. Esto es lo que<br />
haré, Minea, aunque fuese el último acto <strong>de</strong> mi vida en esta tierra.<br />
Pero, asustada, puso su mano sobre mi boca y mirando a su alre<strong>de</strong>dor,<br />
dijo:<br />
-Cállate, Sinuhé. Cesa <strong>de</strong> alimentar tales pensamientos, porque la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios es oscura y ningún extranjero hallaría el camino y todo<br />
profano que penetra en ella perece <strong>de</strong> una muerte horrenda. Pero,<br />
créeme, volveré por mi propia voluntad, porque mi dios no pue<strong>de</strong> ser tan<br />
cruel que me retenga a la fuerza. Es un dios maravillosamente bello que<br />
vela sobre la prosperidad <strong>de</strong> Creta y su po<strong>de</strong>río, y los olivos florecen, el<br />
trigo madura y los navíos navegan <strong>de</strong> puerto a puerto. Hace los vientos<br />
favorables y guía los navíos en la niebla y nada malo pue<strong>de</strong> ocurrir a los<br />
que están bajo su protección. ¿Por qué piensas que querría mi <strong>de</strong>sgracia?<br />
Des<strong>de</strong> su infancia había crecido a la sombra <strong>de</strong>l dios y sus ojos<br />
estaban ciegos y yo no podía curarlos con una aguja. Por esto en la rabia
<strong>de</strong> mi impotencia la estreché violentamente entre mis brazos y la besé y<br />
le acaricié los miembros, y sus miembros eran lisos como el cristal y era<br />
para mí en mis brazos, como el manantial para el viajero en el <strong>de</strong>sierto. Y<br />
ella no resistía y, su rostro contra el mío y se estremecía y sus lágrimas<br />
corrían cálidas sobre mi cuello, mientras me <strong>de</strong>cía:<br />
--"Sinuhé, amigo mío, si dudas <strong>de</strong> mi regreso no puedo rehusarte<br />
nada; haz, pues, lo que quieras si esto te pue<strong>de</strong> causar placer, aunque<br />
tuviese que morir, porque en tus brazos no temo la muerte y nada me<br />
importa al pensar que mi dios pudiese separarme <strong>de</strong> ti.<br />
Y yo le pregunté:<br />
-¿Te causaría placer?<br />
Ella vaciló y dijo:<br />
-No losé. Lo único que sé es que mí cuerpo está inquieto e<br />
inconsolable cuando no esta cerca <strong>de</strong> ti. Sé solamente que una niebla<br />
inva<strong>de</strong> mis ojos y que mis rodillas flaquean cuando me tocas. Antes me<br />
<strong>de</strong>testaba por esta misma razón y temía tu contacto, porque entonces<br />
todo era límpido en mí y nada turbaba mi paz, porque estaba orgullosa<br />
<strong>de</strong> la habilidad y <strong>de</strong> la flexibilidad inmaculada <strong>de</strong> mi cuerpo. Ahora ya sé<br />
que tus caricias son <strong>de</strong>liciosas, aunque <strong>de</strong>bieran hacerme daño, Y, sin<br />
embargo, ignoro si experimentaría placer cediendo a tus <strong>de</strong>seos, y acaso<br />
estuviese triste <strong>de</strong>spués. Pero si es un placer para ti, no vaciles, porque tu<br />
placer es el mío y nada <strong>de</strong>seo tanto como hacerte feliz.<br />
Entonces <strong>de</strong>shice mi abrazo y le acaricié los cabellos y el cuello y le<br />
dije:<br />
--Me basta con que hayas venido a mi casa tal como durante nuestros<br />
viajes por Babilonia. Dame la cinta <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> tus cabellos y no te pido<br />
nada más.<br />
Pero ella me miró con <strong>de</strong>sconfianza, se tocó las ca<strong>de</strong>ras y dijo:<br />
-Quita sea <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>lgada para tu gusto y dudo que te procurase<br />
mucho placer, porque prefieres probablemente las mujeres más frívolas.<br />
Pero si quieres, trataré <strong>de</strong> ser le más frívola posible y te complaceré en<br />
todo a fin <strong>de</strong> que no que<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cepcionado, porque quiero darte todo el<br />
placer que pueda.<br />
Yo sonreía acariciando sus hombros suaves y dije:<br />
-Minea, ninguna mujer es a mis ojos más bella que tú, y ninguna<br />
podría Proporcionarme mayor placer, pero no quiero tomarte por mi<br />
solo goce, porque tu no experimentarías ninguno, dada tu inquietud por<br />
tu dios. Pero sé una cosa que po<strong>de</strong>mos hacer y que nos procurará placer<br />
a los dos. Vamos a coger una jarra y romperla según la costumbre <strong>de</strong> mi<br />
país. Entonces seremos marido y mujer, aunque no haya aquí<br />
sacerdotes para atestiguar el hecho e inscribir nuestros nombres en el<br />
registro <strong>de</strong>l templo.
Sus ojos se agrandaron y brillaron al claro <strong>de</strong> luna y batió palmas<br />
riéndose <strong>de</strong> gozo. Salí en busca <strong>de</strong> Kaptah y lo encontré sentado <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> mi puerta llorando amargamente. Al verme se secó el rostro con el<br />
reverso <strong>de</strong> la mano Y volvió a llorar.<br />
-¿Qué te ocurre, Kaptah? -le dije-. Por qué lloras?<br />
Y <strong>de</strong>scaradamente me contestó:<br />
-¡Oh dueño mío! Tengo el corazón sensible y no he podido contener<br />
mis lágrimas al oír tu conversación con esta muchacha <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ras<br />
estrechas, porque no he oído nunca nada tan conmovedor.<br />
Yo le di un puntapié, diciéndole:<br />
-Entonces, ¿has escuchado todo lo que hemos dicho?<br />
Y él, con aire inocente, contestó:<br />
-Sí, porque otros venían también a escucharte, pero no tenían nada en<br />
común contigo y venían a espiar a Minea. Los he echado amenazándoles<br />
con mi palo y me he instalado ante tu puerta para velar por tu<br />
tranquilidad, porque me dije que no estarías contento si te interrumpían<br />
en medio <strong>de</strong> esa importante conversación. Y así no he podido evitar oír lo<br />
que <strong>de</strong>cíais, y era tan emocionante, aunque infantil, que he llorado.<br />
--Puesto que has escuchado, sabes lo que <strong>de</strong>seo. Ve a buscarme una<br />
jarra.<br />
Pero él trató <strong>de</strong> evadirse,<br />
--¿Qué clase <strong>de</strong> jarra quieres? -dijo-. ¿De arcilla o gres, pintada o lisa,<br />
alta o baja, ancha o <strong>de</strong>lgada?<br />
Le di un bastonazo, pero no muy fuerte, porque mi corazón<br />
<strong>de</strong>sbordaba <strong>de</strong> ternura hacia el prójimo, y le dije:<br />
--Ya sabes lo que quiero, toda jarra es buena para esto. Date prisa y<br />
trae la primera que encuentres.<br />
-Voy, corro, vuelo, pero he hablado solamente para darte tiempo a<br />
reflexionar, porque romper una jarra en compañía <strong>de</strong> una mujer es un<br />
acontecimiento grave en la vida <strong>de</strong> un hombre y no hay que precipitarse.<br />
Pero iré a buscarla, puesto que tú lo quieres y no puedo evitarlo.<br />
Y así, Kaptah volvió con una vieja jarra que apestaba a pescado y yo la<br />
rompí con Minea.<br />
Kaptah fue nuestro testigo y puso el pie <strong>de</strong> Minea sobre su nuca,<br />
diciendo:<br />
-En a<strong>de</strong>lante serás mi dueña y señora y me darás ór<strong>de</strong>nes tan a<br />
menudo o más que mi dueño, pero espero que no me tirarás agua<br />
caliente a las piernas cuando estés enojada, y espero también que usarás<br />
babuchas blandas y sin tacones, porque <strong>de</strong>testo los tacones, que <strong>de</strong>jan<br />
marcas y chichones en mi cabeza. En todo caso, te serviré tan fielmente<br />
como a mi dueño, porque, por alguna extraña razón mi espíritu te ha<br />
cobrado afecto, pese a que estés <strong>de</strong>lgada y tu pecho sea pequeño, y no<br />
comprendo qué ve mi dueño en ti. Pero todo irá mejor cuando tengas tu
primer hijo. Te robaré tan concienzudamente como a mi dueño hasta<br />
ahora, teniendo en cuenta más tu propio interés que el mío.<br />
Habiendo hablado <strong>de</strong> esta forma, Kaptah, se sintió tan conmovido que<br />
comenzó a llorar escandalosamente. Minea le frotó la espalda con la<br />
mano y tocó sus recias mejillas para consolarlo, y él se calmó, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
lo cual le mandé recoger los fragmentos <strong>de</strong> la jarra y se marchó.<br />
Aquella noche Minea y yo dormimos juntos como en los antiguos<br />
tiempos, y reposó en mis brazos, respirando apoyada en mi cuello, y sus<br />
cabellos me acariciaban las mejillas. Pero no abusé <strong>de</strong> ella, porque un<br />
placer que no hubiese sido compartido por ella no lo hubiera sido<br />
tampoco para mí. Creo, sin embargo, que mi júbilo fue mayor teniéndola<br />
<strong>de</strong> aquella forma en rnis brazos sin poseerla. No podría afirmarlo con<br />
certeza, pero lo que sé es que aquella noche quería ser bueno para todo el<br />
mundo y mi corazón no albergaba ni un solo mal pensamiento y cada<br />
hombre era mi hermano y cada mujer mi madre, y cada muchacha mi<br />
hermana, tanto en las tierras negras como en los países rojos bañados<br />
por el mismo claro <strong>de</strong> luna.<br />
Al día siguiente Minea bailó <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y mi<br />
corazón temblaba por ella, pero no ocurrió ningún acci<strong>de</strong>nte. En cambio,<br />
un muchacho resbaló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l toro y se cayó, y el animal lo atravesó<br />
con sus cuernos, y lo pisoteó, <strong>de</strong> manera que los espectadores se<br />
levantaron gritando <strong>de</strong> terror v entusiasmo. Echaron al toro y se llevaron<br />
el cadáver <strong>de</strong>l muchacho, y las mujeres corrieron a verlo y tocaron su<br />
cuerpo ensangrentado, respirando excitadas y diciendo: «¡Qué<br />
espectáculo!» Y los hombres <strong>de</strong>cían: «Des<strong>de</strong> hace mucho tiempo no<br />
habíamos visto una fiesta tan lograda.>, y no gemían al pagar las<br />
apuestas y al pesar el oro y la plata, sino que se fueron a beber y<br />
divertirse en sus casas, y las mujeres se separaron <strong>de</strong> sus maridos y se<br />
extraviaron <strong>de</strong> manera que las luces brillaron hasta tar<strong>de</strong> en la ciudad<br />
por lechos ajenos, pero nadie se ofendió porque ésta era la costumbre.<br />
Pero yo reposé .solo sobre mi alfombra, porque Minea no pudo acudir<br />
a mi encuentro, y por la mañana alquilé en el puerto una litera para<br />
acompañarla a la mansión <strong>de</strong>l dios. Ella iba en un carro dorado tirado<br />
por caballos empenachados y sus amigos la seguían en literas o a pie,<br />
cantando y arrojando flores, v <strong>de</strong>teniéndose en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino para<br />
beber vino. El camino, era largo, pero todo el mundo se había llevado<br />
provisiones, y rompían las ramas <strong>de</strong> los olivos para abanicarse,<br />
4
asustando a los cor<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> los pobres campesinos y gastando toda clase<br />
<strong>de</strong> bromas. Pero la mansión <strong>de</strong>l dios se levantaba en un lugar .solitario al<br />
pie <strong>de</strong> la montaña, cerca <strong>de</strong> la ribera vyal acercarse a ella la gente fue<br />
calmándose, hablando en voz baja, y nadie se reía ya.<br />
Pero me es difícil <strong>de</strong>scribir la mansión <strong>de</strong>l dios, porque parecía una<br />
colina baja y cubierta <strong>de</strong> césped y <strong>de</strong> flores y tocaba a la montaña. La<br />
entrada estaba formada por unas puertas <strong>de</strong> bronce altas como<br />
montañas y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellas se alzaba un templo don<strong>de</strong> se procedía a las<br />
iniciaciones y don<strong>de</strong> vivían los guardianes. El cortejo llegó por la tar<strong>de</strong> y<br />
los amigos <strong>de</strong> Minea bajaron <strong>de</strong> las literas y acamparon por el césped,<br />
comiendo, bebiendo y divirtiéndose, sin observar siquiera el recato<br />
<strong>de</strong>bido a la proximidad <strong>de</strong>l templo, porque los cretenses olvidan pronto.<br />
A la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> encendieron antorchas y jugaron por los<br />
matorrales, y se oían los gritos <strong>de</strong> las mujeres y las risas <strong>de</strong> los hombres.<br />
Pero Minea estaba sola en el templo y nadie podía aproximarse a ella.<br />
Yo la contemplaba sentado en el templo. Iba vestida <strong>de</strong> oro como un<br />
ídolo, con un enorme peinado, v trataba <strong>de</strong> sonreírme <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, pero<br />
sobre su rostro no se leía goce alguno. Al salir la luna, le quitaron la ropa<br />
y las joyas y le pusieron una <strong>de</strong>lgada túnica y sus cabellos fueron<br />
anudados en una malla <strong>de</strong> plata. Después los guardas quitaron los<br />
cerrojos y abrieron las puertas. Las puertas se separaron con un ruido<br />
sordo y fueron necesarios diez hombres para abrirlas y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellas<br />
solo habla oscuridad, y nadie hablaba; todos contenían la respiración. El<br />
Minotauro ciñó su espada dorada y se puso la cabeza <strong>de</strong> toro, <strong>de</strong> manera<br />
que no tenía ya aspecto humano. Le dieron una antorcha encendida a<br />
Minea y el Minotauro la precedió en el sombrío palacio y pronto el<br />
resplandor <strong>de</strong> la antorcha <strong>de</strong>sapareció. Entonces las puertas volvieron a<br />
cerrarse lentamente, se corrieron los cerrojos y no volví a ver a Minea.<br />
Este espectáculo me inspiró una <strong>de</strong>sesperación tan profunda que mi<br />
corazón era como una llaga abierta por la cual se escapaba toda mi<br />
sangre, y mis fuerzas se agotaban, <strong>de</strong> manera que caí <strong>de</strong> rodillas y oculté<br />
mi semblante en la hierba. Porque en aquel instante tenía la certidumbre<br />
<strong>de</strong> que no volverla a ver nunca más a Minea, pese a que que hubiese<br />
prometido que regresaría para irse conmigo. Sabía que no volvería y, sin<br />
embargo, hasta entonces había esperado y temido, porque me había<br />
dicho que el dios <strong>de</strong> Creta no era parecido a los otros y que soltaría a<br />
Minea a causa <strong>de</strong>l amor que la ligaba a mí. Pero no esperaba ya,<br />
permanecía postrado, y Kaptah, sentado a mi lado, movía la cabeza y<br />
gemía. Los nobles y los gran<strong>de</strong>s cretenses habían encendido antorchas y<br />
corrían a mi alre<strong>de</strong>dor ejecutando danzas complicadas y cantando<br />
himnos cuyas palabras no entendía. Una vez cerradas las puertas <strong>de</strong>l<br />
palacio fueron presa <strong>de</strong> una frenética excitación y bailaron y saltaron
hasta el agotamiento, y sus gritos llegaban a mí como el graznar <strong>de</strong> los<br />
cuervos en las murallas.<br />
Pero al cabo <strong>de</strong> un momento Kaptah <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> gemir y dijo:<br />
-Si mi ojo no me engaña, y no creo, porque no he bebido todavía la<br />
mitad <strong>de</strong>l vino que soporto sin ver doble, el cornudo ha regresado <strong>de</strong> la<br />
montaña, pero ignoro cómo, porque nadie ha abierto las puertas <strong>de</strong><br />
bronce.<br />
Decía la verdad, porque el Mínotauro había, en efecto, salido <strong>de</strong> la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios y su cabeza dorada brillaba con un resplandor terrible<br />
bajo el claro <strong>de</strong> luna mientras ejecutaba con los <strong>de</strong>más una danza ritual<br />
golpeando alternativamente el suelo con sus talones. Viéndolo, no pu<strong>de</strong><br />
contenerme, me levanté, corrí hacia él y agarrándolo <strong>de</strong>l brazo le dije:<br />
-¿Dón<strong>de</strong> está Minea?<br />
El hombre se soltó y movió la cabeza <strong>de</strong> toro, pero en vista <strong>de</strong> que yo<br />
no me alejaba, <strong>de</strong>scubrió su rostro y dijo, con cólera:<br />
-Es in<strong>de</strong>cente turbar las ceremonias sagradas, pero lo ignoras,<br />
probablemente porque eres extranjero y por esto te perdono, a condición<br />
<strong>de</strong> que no vuelcas, a tocarme.<br />
-¿Don<strong>de</strong> está Minea?<br />
Ante mi insistencia, dijo:<br />
-La he <strong>de</strong>jado en las tinieblas <strong>de</strong> la mansión <strong>de</strong>l dios tal como está<br />
escrito y he salido a bailar la danza en honor <strong>de</strong>l dios. Pero ¿qué quieres<br />
ya <strong>de</strong> Minea, puesto que has recibido regalos por habérnosla traído?<br />
-¿Cómo has salido tú, puesto que ella se ha quedado? -le dije,<br />
colocándome <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
Pero me rechazó y los bailarines me separaron. Kaptah me cogió por<br />
el brazo y me llevó a la fuerza e hizo bien, porque no sé lo que hubiera<br />
sido capaz <strong>de</strong> hacer en aquel momento.<br />
Y me dijo:<br />
-Eres bestia y estúpido por llamar <strong>de</strong> este modo la atención; mejor<br />
harías en bailar y divertirte como los <strong>de</strong>más, <strong>de</strong> lo contrario, corres el<br />
riesgo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar sospechas. Te diré que el Minotauro ha salido por<br />
una puertecilla lateral, lo cual no tiene nada <strong>de</strong> .sorpren<strong>de</strong>nte, pues he<br />
ido y he visto al guarda cerrarla y guardarse la llave. Pero quisiera verte<br />
beber vino, ¡oh dueño mío!, a fin <strong>de</strong> que te calmes, porque tu rostro se<br />
halla contorsionado como el <strong>de</strong> un poseído y mueves los ojos como un<br />
mochuelo.<br />
Me hizo beber vino y dormí sobre el césped al claro <strong>de</strong> luna, mientras<br />
las antorchas se agitaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos, porque Kaptah había<br />
vertido pérfidamente jugo <strong>de</strong> adormi<strong>de</strong>ra en mi vino. Así se vengó <strong>de</strong>l<br />
tratamiento que le había infligido en Babilonia para salvarle la vida, pero<br />
no me encerró en una jarra, sino que me cubrió e impidió que los<br />
bailarines me pisotearan. Y me salvó la vida, porque en mi <strong>de</strong>sesperación
hubiera sido capaz <strong>de</strong> apuñalar al Minotauro. Toda la noche veló a mi<br />
lado mientras hubo vino, y <strong>de</strong>spués se durmió, echándome al rostro su<br />
avinado aliento.<br />
Al día siguiente me <strong>de</strong>sperté tar<strong>de</strong> y la droga había sido tan fuerte que<br />
me pregunté don<strong>de</strong> estaba. Pero me sentí tranquilo y el espíritu<br />
<strong>de</strong>spierto, gracias al soporífero. Muchos <strong>de</strong> los participantes habían<br />
regresado ya a la ciudad, pero otros dormían sobre la hierba, hombres y<br />
mujeres mezclados, con los cuerpos impúdicamente <strong>de</strong>snudos, porque<br />
habían bebido vino y bailado v saltado hasta el alba. Al <strong>de</strong>spertar, se<br />
vistieron y las mujeres se arreglaron el peinado, y se sentían<br />
incomodadas porque no podían bañarse, porque el agua <strong>de</strong> los arroyos<br />
era <strong>de</strong>masiado fría para ellas, acostumbradas corno estaban al agua<br />
caliente que manaba <strong>de</strong> los caños <strong>de</strong> plata.<br />
Pero se enjuagaron la boca y se pintaron los labios y las cejas y<br />
bostezando <strong>de</strong>cían:<br />
-¿Quien se queda a esperar a Minea y quién se va a casa?<br />
Las francachelas por los matorrales y sobre el césped habían <strong>de</strong>jado<br />
<strong>de</strong> divertirles ya, <strong>de</strong> manera que la mayoría regresó a la ciudad Y sólo los<br />
más ardientes amigos <strong>de</strong> Minea se quedaron con el pretexto <strong>de</strong> esperar<br />
su regreso, pero todos sabían que no había regresado nunca nadie <strong>de</strong> la<br />
mansión <strong>de</strong>l dios. Se quedaban, porque durante noche habían<br />
encontrado un alma hermana, y las mujeres aprovechaban la ocasión<br />
para mandar a sus maridos a casa y <strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> ellos. Esto me<br />
hizo compren<strong>de</strong>r por qué en toda la villa no había ni una sola casa <strong>de</strong><br />
placer, y sí solamente en el puerto. Después <strong>de</strong> haber visto sus juegos<br />
durante la noche y el día siguiente, comprendí que las profesionales<br />
hubieran tenido dificultad en rivalizar con las mujeres cretenses.<br />
Pero antes <strong>de</strong> su marcha, le dije al Minotauro:<br />
-¿Puedo quedarme a esperar el regreso <strong>de</strong> Minea con sus amigos,<br />
aunque sea extranjero?<br />
Me lanzó una mirada <strong>de</strong> maldad y dijo:<br />
-Nadie te lo impi<strong>de</strong>, pero creo que en estos momentos hay en el puerto<br />
un navío que podría llevarte a Egipto, porque tu espera es vana. Ninguna<br />
iniciada ha salido jamás <strong>de</strong> la mansión <strong>de</strong>l dios.<br />
Pero yo afecté un aire estúpido y le dije para complacerle:<br />
--Es cierto que esta Minea me gusta mucho, pese a que está prohibido<br />
divertirse con ella a causa <strong>de</strong> su dios. A <strong>de</strong>cir verdad, no espero que<br />
vuelva, pero hago como los <strong>de</strong>más, porque veo aquí mujeres<br />
encantadoras que me miran a los ojos y me meten en las narices pechos<br />
apetitosos como no los he visto nunca. A<strong>de</strong>más, Minea era terriblemente<br />
celosa y pesada y me impedía divertirme con las <strong>de</strong>más. Tengo que<br />
pedirte perdón también por haberte molestado la noche anterior en mi<br />
borrachera, por más que mis recuerdos sean muy confusos. Pero creo
haberte cogido por el cuello para pedirte que me enseñases el paso <strong>de</strong><br />
baile que tan bien y solemnemente ejecutas. Si te he ofendido, te pido<br />
humil<strong>de</strong>mente perdón, porque soy un extranjero que ignora todavía<br />
vuestras costumbres, y no sabía que estuviese prohibido tocarte, porque<br />
eres un personaje sagrado.<br />
Le largué todas estas frases guiñándole el ojo y cogiéndome la cabeza<br />
<strong>de</strong> manera que acabó consi<strong>de</strong>rándome un imbécil, y sonriendo, me dijo:<br />
-Si es así, no quiero impedirte que te diviertas, pero trata <strong>de</strong> no<br />
embarazar a nadie, porque siendo extranjero sería in<strong>de</strong>cente. No somos<br />
gente morigerada ni <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as extrañas; quédate, pues, esperando a<br />
Minea tanto tiempo corno quieras.<br />
Le aseguré que sería pru<strong>de</strong>nte y le conté lo que había visto en Siria y<br />
Babilonia con las vírgenes <strong>de</strong>l templo y me tomó verda<strong>de</strong>ramente por un<br />
tonto, v dándome un golpe en el hombro me <strong>de</strong>jó para regresar a la<br />
ciudad. Pero creo que encargó a los guardas que me vigilasen y creo que<br />
dijo también alas mujeres que se divirtiesen a costa mía, porque poco<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su marcha algunas cretenses se acercaron a mi para<br />
anudarme coronas en el cuello y apoyar sobre mi brazo sus pechos<br />
<strong>de</strong>snudos. Me llevaron hacia los matorrales <strong>de</strong> laureles para comer y<br />
beber conmigo. Así conocí la ligereza <strong>de</strong> sus costumbres y no se<br />
intimidaban en lo más mínimo conmigo, pero bebí y fingí estar ebrio, <strong>de</strong><br />
manera que no tuvieron goce alguno conmigo y me abandonaron<br />
tratándome <strong>de</strong> bárbaro y <strong>de</strong> cerdo. Kaptah vino y me llevó<br />
sosteniéndome por los brazos y lanzando maldiciones contra mi<br />
embriaguez y ofreciéndose a remplazarme. Ellas se rieron al verlo y los<br />
muchachos se burlaban y señalaban con el <strong>de</strong>do su grueso vientre y su<br />
cabeza calva. Pero era extranjero, y esto atrae siempre a las mujeres <strong>de</strong><br />
todos los países, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse reído <strong>de</strong> él a sus<br />
anchas, se lo llevaron y le ofrecieron vino metiendole frutos en la boca,<br />
apretándose contra él y llamándolo macho cabrío.<br />
Así transcurrió la jornada y yo me cansé <strong>de</strong> sus placeres y <strong>de</strong> su<br />
libertinaje, porque me <strong>de</strong>cía que no pue<strong>de</strong> haber vida más agotadora;<br />
que un capricho que no sigue ninguna ley acaba por cansar antes que<br />
una vida or<strong>de</strong>nada. Pasaron la noche como la prece<strong>de</strong>nte y<br />
continuamente mi sueño fue turbado por los gritos <strong>de</strong> las mujeres que<br />
huían hacia los matorrales perseguidas por los muchachos que les<br />
arrancaban las vestiduras y se divertían con ellas. Pero al alba todo el<br />
mundo estaba cansado y asqueado <strong>de</strong> no haber podido tomar un baño, y<br />
la mayoría regresó a la ciudad, y sólo los más ardientes permanecieron<br />
junto a las puertas <strong>de</strong> bronce.<br />
Pero al tercer día se marcharon por fin los últimos y yo les presté<br />
incluso mi litera, que me había esperado, porque los que habían venido a<br />
pie no tenían fuerzas para caminar, sino que se tambaleaban por los
excesos <strong>de</strong> la víspera y me convenía <strong>de</strong>sembarazarme <strong>de</strong> mi litera, a fin<br />
<strong>de</strong> que nadie me esperase. Cada día había ofrecido vino a los guardas y<br />
no quedaron sorprendidos cuando por la noche les llevé una gran jarra<br />
<strong>de</strong> vino, sino que la aceptaron con gusto, porque tenían pocas<br />
diversiones en aquella soledad que duraba un mes entero, hasta la<br />
llegada <strong>de</strong> la nueva iniciada. Su única sorpresa era que yo persistiese en<br />
esperar a Minea, porque no había ocurrido todavía nunca pero yo era<br />
extranjero y me tenían por un loco chiflado. Por esto comenzaron a<br />
beber y habiendo visto al sacerdote unirse a ellos, le dije a Kaptah:<br />
-Los dioses han <strong>de</strong>cretado que <strong>de</strong>bemos separarnos ahora, porque<br />
Minea no ha regresado y creo que no regresará si no voy a buscarla. Pero<br />
nadie que haya entrado en esta mansión ha vuelto a salir, y es probable<br />
que yo no regrese tampoco. En estas condiciones es mejor que te ocultes<br />
en el bosque y si al alba no he salido regresa solo a la ciudad. Si te<br />
preguntan por mi, di que me he caído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las rocas al mar o inventa lo<br />
que quieras, porque eres más hábil que yo en este arte. Sin embargo,<br />
estoy seguro <strong>de</strong> no regresar, <strong>de</strong> manera que pue<strong>de</strong>s marcharte en seguida<br />
si quieres. Te he escrito una tablilla <strong>de</strong> arcilla en la que he puesto mi sello<br />
sirio a fin <strong>de</strong> que puedas ir a Simyra a cobrar mi dinero en las casas <strong>de</strong><br />
comercio. Pue<strong>de</strong>s también ven<strong>de</strong>r mi casa si quieres. Entonces serás<br />
libre para ir adon<strong>de</strong> te plazca, pero si tienes miedo <strong>de</strong> que en Egipto te<br />
inquieten como esclavo fugitivo, fíjate en Simyra y vive en mi casa <strong>de</strong> mis<br />
rentas. Y no tendrás que inquietarte por la conservación <strong>de</strong> mi cuerpo,<br />
porque si no encuentro a Minea me es indiferente que mi cuerpo sea<br />
conservado o no. Has sido un servidor fiel, aunque algunas veces me<br />
hayas fatigado con tus eternas charlas, y por eso lamento los golpes que<br />
te he dado, aunque lo he hecho en interés tuvo y te han hecho mucho<br />
bien, <strong>de</strong> manera que espero no me guardarás rencor. Que nuestro<br />
escarabajo te traiga suerte, porque te lo doy, puesto que crees en él más<br />
que Yo. Don<strong>de</strong> voy, no creo tener necesidad<br />
<strong>de</strong>l escarabajo.<br />
Kaptah permaneció largo rato silencioso sin <strong>de</strong>cir nada y <strong>de</strong>spués<br />
habló así:<br />
-¡Oh dueño mío! No te guardo rencor alguno, pese a que tus golpes<br />
fueron algunas veces un poco fuertes, porque lo has hecho por mi bien y<br />
según tu leal enten<strong>de</strong>r. Pero a menudo has escuchado mis consejos y me<br />
has hablado más como a un amigo que como a un servidor, <strong>de</strong> manera<br />
que había temido algunas veces por tu prestigio, hasta que tus<br />
bastonazos restablecían la distancia fijada por los dioses. Pero ahora<br />
resulta que Minea es mi dueña también, puesto que ha puesto su pie<br />
sobre mi nuca, y <strong>de</strong>bo respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ella también, puesto que soy su<br />
servidor. Por otra parte, me niego a <strong>de</strong>jarte entrar solo en esta mansión<br />
oscura, por muchas razones que sería vano enumerar aquí, <strong>de</strong> manera
que, puesto que no puedo acompañarte como servidor tuyo, ya que me<br />
has <strong>de</strong>spedido y <strong>de</strong>bo obe<strong>de</strong>cer tus ór<strong>de</strong>nes, aunque sean estúpidas, te<br />
acompañaré como amigo porque no quiero <strong>de</strong>jarte solo, y menos aún sin<br />
el escarabajo, por más que piense, como tú, que no nos será <strong>de</strong> gran<br />
utilidad.<br />
Hablaba con tan buen sentido y reflexión que casi no lo reconocía, y<br />
no gemía como <strong>de</strong> costumbre. Pero consi<strong>de</strong>rando insensato mandarlo a<br />
la muerte, puesto que uno bastaba, así se lo dije y le mandé marcharse y<br />
no <strong>de</strong>cir tonterías. Pero él era obstinado v dijo:<br />
-Si no me permites acompañarte, te seguiré; pero prefiero ir contigo<br />
porque tengo miedo en la oscuridad. Por otra parte, esta mansión<br />
sombría me atemoriza <strong>de</strong> tal modo que mis huesos se fun<strong>de</strong>n sólo al<br />
pensar en ella, y por esto espero que me permitirás llevarme una jarra <strong>de</strong><br />
vino para animarme por el camino, porque sin esto me expongo a aullar<br />
<strong>de</strong> miedo v molestarte. Es inútil que tome un arma, porque tengo el<br />
corazón tierno y siento horror <strong>de</strong> ver correr la sangre, y tengo siempre<br />
más confianza en mis piernas que en las armas, y por esto si quieres<br />
luchar con el dios, es asunto tuyo, pero yo miraré y te ayudaré con mis<br />
consejos.<br />
Pero yo le interrumpí.<br />
-Deja va <strong>de</strong> divagar y toma una jarra si quieres, pero vámonos, porque<br />
creo que los guardas duermen bajo el efecto <strong>de</strong>l soporífero que les he<br />
dado con el vino.<br />
En efecto, los guardas dormían profundamente y el sacerdote<br />
también, <strong>de</strong> manera que pu<strong>de</strong> coger la llave <strong>de</strong> la pequeña puerta y nos<br />
llevamos también una lámpara y antorchas. Al claro <strong>de</strong> luna, nos fue fácil<br />
abrir la puerta y entrar en la mansión <strong>de</strong>l dios, y en las tinieblas oía los<br />
dientes <strong>de</strong> Kaptah castañetear contra el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la jarra.<br />
Después <strong>de</strong> haberse dado ánimos bebiendo, Kaptah me dijo con voz<br />
apagada:<br />
-¡Oh dueño mío! Encien<strong>de</strong> una antorcha, porque estas tinieblas son<br />
peores que las <strong>de</strong>l infierno, que nadie pue<strong>de</strong> evitar, pero aquí estamos<br />
por nuestra voluntad.<br />
Sople sobre las ascuas y encendí una antorcha y vi que estábamos en<br />
una caverna cerrada por puertas <strong>de</strong> bronce. De esta caverna partían en<br />
direcciones diferentes diez corredores <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ladrillo y no me<br />
sorprendió, porque había oído <strong>de</strong>cir que el dios <strong>de</strong> Creta habitaba en un<br />
5
laberinto, y los sacerdotes <strong>de</strong> Babilonia me habían enseñado que los<br />
laberintos se construyeron según el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> los intestinos <strong>de</strong> los<br />
animales sacrificados. Por esto esperaba encontrar el buen camino,<br />
porque durante los sacrificios había visto a menudo intestinos <strong>de</strong> toro.<br />
Por eso mostré a Kaptah el corredor más alejado y le dije:<br />
-Pasemos por allá.<br />
Y Kaptah dijo:<br />
--No tenemos prisa y la pru<strong>de</strong>ncia es la madre <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s. Por esto<br />
sería pru<strong>de</strong>nte asegurarnos po<strong>de</strong>r regresar hasta aquí, cosa que dudo.<br />
Y con estas palabras sacó <strong>de</strong>l bolsillo un ovillo <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>l, que ató<br />
firmemente a una clavija <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que hundió sólidamente entre dos<br />
ladrillos. En su simplicidad, esta i<strong>de</strong>a era tan cuerda que jamás se me<br />
hubiera ocurrido, pero no se lo dije para no per<strong>de</strong>r prestigio a sus ojos.<br />
Por esto le dije con rabia que se diese prisa. Avancé por el corredor<br />
teniendo en mi mente la imagen <strong>de</strong> los intestinos <strong>de</strong> los toros y Kaptah<br />
iba <strong>de</strong>senrollando el ovillo <strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>l a medida que avanzábamos.<br />
Anduvimos errantes sin fin por corredores oscuros, y nuevos<br />
corredores se abrían ante nosotros y a veces volvíamos sobre nuestros<br />
pasos cuando una pared nos cerraba el camino y nos metíamos por otro<br />
corredor, pero <strong>de</strong> repente Kaptah se <strong>de</strong>tuvo, husmeó el aire, sus dientes<br />
comenzaron a castañetear, la antorcha que tenía en la mano tembló y<br />
dijo:<br />
¡Oh dueño mío! ¿No notas el olor <strong>de</strong> los toros?<br />
Advertí, en efecto, un olor que recordaba el <strong>de</strong> los toros, pero más<br />
repugnante todavía, que parecía trasudar <strong>de</strong> los muros por entre los que<br />
caminábamos, como si el laberinto entero hubiese sido un inmenso<br />
establo.<br />
Pero di or<strong>de</strong>n a Kaptah <strong>de</strong> avanzar sin husmear el aire y cuando hubo<br />
echado un buen trago avanzamos rápidamente, hasta el momento en que<br />
mi pie tropezó con un objeto y al agacharme vi que era una cabeza <strong>de</strong><br />
mujer en estado <strong>de</strong> putrefacción que conservaba todavía los cabellos.<br />
Entonces supe que no encontraría a Minea viva, pero una sed insensata<br />
<strong>de</strong> saber toda la verdad me indujo a seguir a<strong>de</strong>lante y empujé a Kaptah<br />
prohibiéndole lamentarse, y el cor<strong>de</strong>l iba <strong>de</strong>senrollándose a medida que<br />
avanzábamos. Pero pronto una pared se levantó ante nosotros y tuvimos<br />
que volver sobre nuestros pasos.<br />
Súbitamente, Kaptah se <strong>de</strong>tuvo, sus escasos cabellos se erizaron en su<br />
cabeza y su rostro se puso lívido. Miré también y vi en el corredor una<br />
boñiga <strong>de</strong> toro seca, pero era <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un cuerpo humano y si<br />
procedía <strong>de</strong> un toro, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser éste un animal <strong>de</strong> tales proporciones<br />
que era imposible imaginarlo.<br />
Kaptah adivinó mis i<strong>de</strong>as y dijo:
-No pue<strong>de</strong> ser una boñiga <strong>de</strong> toro, porque un animal <strong>de</strong> estas<br />
dimensiones no podría pasar por estos corredores. Creo que <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> ser<br />
los excrementos <strong>de</strong> una serpiente gigante.<br />
A estas palabras bebió un largo trago, sus dientes castañeteaban<br />
contra el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la jarra, y yo me dije que aquellos<br />
meandros parecían, efectivamente, hechos para ser seguidos por las<br />
ondulaciones <strong>de</strong> una serpiente gigantesca, y me <strong>de</strong>cidí a volver atrás.<br />
Pero me acordé nuevamente <strong>de</strong> Minea. Una horrenda <strong>de</strong>sesperación se<br />
apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí y arrastré a Kaptah agarrando en mi mano un puñal que<br />
sabía había <strong>de</strong> serme útil.<br />
Pero a medida que avanzábamos el olor se iba haciendo más fuerte y<br />
parecía proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> fosa común, y nos faltaba la<br />
respiración. Pero mi espíritu se reconfortaba, porque sabía que pronto<br />
llegaríamos a la meta. Bruscamente, un lejano resplandor llenó el<br />
corredor <strong>de</strong> un tono grisáceo y entramos en la montaña, don<strong>de</strong> las<br />
pare<strong>de</strong>s no eran ya <strong>de</strong> ladrillo, sino <strong>de</strong> piedra blanda. El corredor<br />
formaba un suave <strong>de</strong>clive y tropezábamos con osamentas humanas y<br />
excrementos <strong>de</strong> toro, como si nos encontrásemos en el antro <strong>de</strong> alguna<br />
enorme fiera y finalmente se abrió <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros una inmensa<br />
gruta y nos <strong>de</strong>tuvimos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la roca para contemplar las ondas<br />
en medio <strong>de</strong> una pestilencia espantosa.<br />
Esta gruta estaba iluminada por el mar, porque podíamos ver sin<br />
antorchas bajo una espantosa luz verdosa y oíamos el ruido <strong>de</strong> las olas<br />
contra las rocas en algún sitio lejano. Pero <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, sobre la<br />
superficie <strong>de</strong>l mar, flotaba una hilera <strong>de</strong> gigantescos pellejos <strong>de</strong> cuero y<br />
pronto nuestros ojos vieron que se trataba <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> un animal<br />
enorme, más espantoso que todo lo imaginable y en plena putrefacción.<br />
La cabeza estaba metida bajo el agua, pero parecía la <strong>de</strong> un toro y el<br />
cuerpo era el <strong>de</strong> una inmensa serpiente con sus circunvoluciones<br />
tortuosas. comprendí que contemplaba el dios <strong>de</strong> Creta, pero vi también<br />
que este monstruo espantoso estaba muerto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algunos meses.<br />
¿Dón<strong>de</strong> estaba, pues, Minea?<br />
Pensando en ella, pensaba también en todos los que, consagrados al<br />
dios, habían penetrado en este antro <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber aprendido a<br />
bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los Toros. Pensaba en los jóvenes que habían tenido<br />
que abstenerse <strong>de</strong> tocar muier v en las muchachas que habían <strong>de</strong>bido<br />
Preservar su virginidad para po<strong>de</strong>r presentarse ante el dios <strong>de</strong> luz y<br />
felicidad, y pensaba en sus cráneos v sus huesos que yacían en la<br />
mansión oscura y en el monstruo que los acechaba en los corredores<br />
sinuosos y que les cerraba el camino con su espantoso cuerpo, <strong>de</strong> manera<br />
que su habilidad y sus saltos no les servían para nada. El monstruo vivía<br />
<strong>de</strong> carne humana y una comida al mes le bastaba., y por esta comida los<br />
dueños <strong>de</strong> Creta le sacrificaban la flor y nata <strong>de</strong> su bella juventud. Este
monstruo <strong>de</strong>bió, sin duda, <strong>de</strong> salir un día <strong>de</strong> los abismos espantosos <strong>de</strong>l<br />
mar y una tempestad lo había arrojado a aquella gruta y le habían<br />
cerrado la salida construyéndole un laberinto para llegar hasta él<br />
alimentándolo con ofrendas humanas, hasta el día en que había muerto,<br />
y no podía ser sustituido por otro. Pero, ¿dón<strong>de</strong> estaba Minea?<br />
Enloquecido <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, la llamé por su nombre, y toda la gruta<br />
resonó, pero Kaptah me mostró en el suelo unas manchas <strong>de</strong> sangre ya<br />
secas sobre las losas. Seguí este rastro con la mirada y en el agua vi el<br />
cuerpo <strong>de</strong> Minea, o, mejor dicho, lo que <strong>de</strong> él quedaba, porque reposaba<br />
sobre la arena don<strong>de</strong> los cangrejos la <strong>de</strong>voraban y no tenía ya rostro,<br />
pero la reconocí por sus cabellos. Y no tuve necesidad <strong>de</strong> ver la herida <strong>de</strong><br />
espada en su flanco, porque ya sabia que el Minotauro la había llevado<br />
hasta allí para herirla por la espalda y arrojarla al agua a fin <strong>de</strong> que nadie<br />
supiese que el dios <strong>de</strong> Creta había rnuerto. Tal había sido, sin duda, la<br />
suerte <strong>de</strong> muchos iniciados antes que la pobre Minea.<br />
Ahora que veía, sabía y lo comprendía todo, un grito espantoso salió<br />
<strong>de</strong> mi garganta y cayendo <strong>de</strong> rodillas perdí el conocimiento, y hubiera ido<br />
seguramente a reunirme con Minea si Kaptah, cogiéndome por los<br />
brazos, no me hubiese echado hacia atrás, como me contó más tar<strong>de</strong>. En<br />
efecto, a partir <strong>de</strong> aquel momento no recuerdo ya nada, salvo lo que<br />
Kaptah me contó. Profunda y misericordiosamente, la inconsciencia me<br />
había arrancado a mis dolores y mi <strong>de</strong>sesperación.<br />
Kaptah me contó que durante largo rato gimió al lado <strong>de</strong> mi cuerpo,<br />
creyéndome muerto, y lloró también por la pobre Minea. Cuando<br />
recobró la serenidad me tocó y se dio cuenta <strong>de</strong> que vivía y se dijo que<br />
<strong>de</strong>bía salvarme, puesto que no podía hacer nada por Minea. Había visto<br />
otros cuerpos <strong>de</strong>vorados por los cangrejos, los cuales reposaban blancos<br />
y mondos en el fondo <strong>de</strong>l mar. En todo caso, la pestilencia comenzaba a<br />
incomodarlo, y habiéndose dado cuenta <strong>de</strong> que no podía transportar a la<br />
vez la jarra y mi cuerpo, la vació resueltamente y la arrojó al agua, y el<br />
vino le dio tal fuerza que, consiguió llevarme hasta las puertas <strong>de</strong> bronce,<br />
siguiendo el cor<strong>de</strong>l <strong>de</strong>senrollado. Después <strong>de</strong> haber reflexionado, arrolló<br />
<strong>de</strong> nuevo el cor<strong>de</strong>l a fin <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar rastro <strong>de</strong> nuestro paso por el<br />
laberinto y me afirmó haber visto sobre las pare<strong>de</strong>s, en los cruces <strong>de</strong><br />
corredores, signos secretos que el Minotauro había seguramente trazado<br />
para reconocer el camino <strong>de</strong> dédalos <strong>de</strong> los corredores. En cuanto a la<br />
jarra, la había lanzado al agua para procurar una buena sorpresa al<br />
Minotauro cuando efectuara su nueva visita <strong>de</strong> verdugo.<br />
Amanecía en el momento en que me sacó <strong>de</strong>l laberinto y fue a <strong>de</strong>jar en<br />
su sitio la llave en la casa <strong>de</strong>l sacerdote, porque éste y los guardas<br />
dormían todavía bajo el efecto <strong>de</strong> la droga. Entonces me llevó al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
un arroyo, ocultándome entre las matas, y me lavó el rostro con agua y<br />
me dio masaje en los brazos hasta que recobré el conocimiento. Pero no
conservo el menor recuerdo, porque no recuperé mi espíritu hasta<br />
mucho más tar<strong>de</strong>, cuando nos acercábamos a la villa, y Kaptah me<br />
sostenía por los brazos. A partir <strong>de</strong> entonces me acuerdo <strong>de</strong> todo.<br />
No recuerdo haber sentido entonces un profundo dolor, y no me<br />
acordaba mucho <strong>de</strong> Minea, que era como una sombra lejana en mi<br />
memoria, una mujer conocida antaño en otro mundo. En cambio, me<br />
<strong>de</strong>cía que el dios <strong>de</strong> Creta estaba muerto y que el po<strong>de</strong>río cretense iba a<br />
<strong>de</strong>rrumbarse tal como estaba escrito en las predicciones, y a mí no me<br />
contrariaba, pese a que los cretenses hubiesen sido amables conmigo, y<br />
su existencia <strong>de</strong>spreocupada fuera como una espuma resplan<strong>de</strong>ciente en<br />
el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mar. Acercándome a la villa, experimentaba júbilo al<br />
<strong>de</strong>cirme que aquellas mansiones se retorcerían bajo las llamas y que los<br />
gritos <strong>de</strong> las mujeres en celo se transformarían en aullidos <strong>de</strong> agonía y<br />
que la cabeza <strong>de</strong>l Minotauro sería aplastada a golpes <strong>de</strong> maza y hecha<br />
pedazos cuando llegase la hora <strong>de</strong>l reparto <strong>de</strong>l botín y que nada quedaría<br />
<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>río cretense, sino que la isla se hundiría en las ondas <strong>de</strong> las<br />
cuales había emergido junto con el monstruo.<br />
Pensaba también en el Minotauro v no solamente con cólera, porque<br />
la muerte <strong>de</strong> Minea <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser dulce y no había tenido que huir <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong>l monstruo usando <strong>de</strong> todas sus fuerzas, sino que había perecido sin<br />
saber muy bien lo que ocurría. Pensaba en el Minotauro como en el solo<br />
hombre que sabía que su dios estaba muerto y que Creta iba a<br />
<strong>de</strong>rrumbarse, y comprendía que el secreto era pesado <strong>de</strong> llevar. No, no<br />
alimentaba ningún odio contra el Minotauro, sino que iba canturreando<br />
y riéndome estúpidamente con Kaptah, que me sostenía, <strong>de</strong> manera que<br />
éste podía fácilmente explicar a la gente con quienes nos cruzábamos que<br />
estaba todavía ebrio a causa <strong>de</strong> haber esperado a Minea <strong>de</strong>masiado<br />
tiempo, lo cual era comprensible, puesto que era extranjero y no conocía<br />
bien las costumbres <strong>de</strong>l país e ignoraba que no era <strong>de</strong>cente mostrarse<br />
ebrio por la calle en pleno día. Kaptah acabó encontrando una litera y me<br />
llevó a la hostería, don<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> beber mucho vino a mis anchas y <strong>de</strong>spués<br />
me dormí larga y profundamente.<br />
Al <strong>de</strong>spertar me sentí <strong>de</strong> nuevo fresco y dispuesto a todo y alejado ya<br />
<strong>de</strong> todo el pasado, <strong>de</strong> manera que pensé en el<br />
Minotauro y me dije que podría ir a matarlo, pero pensé que aquello no<br />
me proporcionaría ni provecho ni placer. Hubiera podido revelar a la<br />
gente <strong>de</strong>l pueblo que su dios estaba muerto, a fin <strong>de</strong> que prendiesen<br />
fuego a todo y corriese la sangre por la villa, pero tampoco aquello me<br />
hubiera procurado provecho ni goce. Verdad era que hablando así<br />
hubiese podido salvar la vida <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>signados para entrar en la<br />
casa <strong>de</strong>l dios, pero sabía que la verdad es un puñal <strong>de</strong>snudo en la mano<br />
<strong>de</strong> un niño y que se vuelve contra el que lo lleva.
Me <strong>de</strong>cía que el dios <strong>de</strong> Creta no tenía nada que ver conmigo, puesto<br />
que no me <strong>de</strong>volvería a Minea y que los cangrejos y los camarones<br />
<strong>de</strong>snudarían sus <strong>de</strong>lgados huesos que reposaban sobre la arena para toda<br />
la eternidad. Me <strong>de</strong>cía que todo aquello había estado escrito en las<br />
estrellas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes <strong>de</strong> mi nacimiento. Estos pensamientos me<br />
procuraban consuelo y así se lo dije a Kaptah, pero me contestó que<br />
<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar enfermo y necesitaba reposo, y no permitió que nadie<br />
fuese a verme.<br />
En general estaba bastante <strong>de</strong>scontento <strong>de</strong> Kaptah, que me llevaba<br />
constantemente comida a pesar <strong>de</strong> que no tenía apetito y hubiera<br />
preferido vino. Tenía una sed inextinguible que sólo el vino era capaz <strong>de</strong><br />
calmar y me sentía más tranquilo cuando el vino me hacía ver las cosas<br />
dobles. Entonces me daba cuenta <strong>de</strong> que nada es como aparenta serlo, ya<br />
que un bebedor ve doble cuando ha bebido y lo cree verdad, pese a que<br />
sabe que no lo es. Esta era, a mi juicio, la esencia <strong>de</strong> todo saber, pero<br />
cuando trataba <strong>de</strong> explicárselo pacientemente a Kaptah no me escuchaba<br />
y mandándome acostar me hacía cerrar los ojos para calmarme. Sin<br />
embargo, me sentía tranquilo y calmado, como un pez muerto en un<br />
bocal y no quería tener los ojos cerrados, porque entonces veía cosas<br />
<strong>de</strong>sagradables, como, en un agua estancada, los huesos humanos<br />
blanqueados <strong>de</strong> una cierta Minea a quien había conocido un día,<br />
mientras ejecutaba una danza complicada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una serpiente con<br />
la cabeza <strong>de</strong> toro. Por eso no quería tener los ojos cerrados y buscaba mi<br />
bastón para apalear a Kaptah, <strong>de</strong>l que estaba asqueado. Pero él lo había<br />
escondido, así como el puñal tan precioso que había recibido como<br />
regalo <strong>de</strong>l comandante <strong>de</strong> los guardas hititas <strong>de</strong>l puerto, y no lo<br />
encontraba cuando quería ver manar la sangre <strong>de</strong> mis arterias.<br />
Y Kaptah tuvo la osadía <strong>de</strong> negarse a llamar a mi casa al Minotauro, a<br />
pesar <strong>de</strong> mi insistencia, porque hubiera querido discutir con él, ya que<br />
me parecía el único hombre <strong>de</strong>l mundo capaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r mis<br />
profundos puntos <strong>de</strong> vista sobre los dioses, la verdad y la imaginación. Y<br />
Kaptah se negó también a traerme una cabeza <strong>de</strong> toro ensangrentada<br />
para po<strong>de</strong>r discutir con ella sobre los toros, el mar y las danzas <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> los toros. Rechazaba incluso mis <strong>de</strong>mandas más mo<strong>de</strong>stas, <strong>de</strong> manera<br />
que estaba seriamente irritado contra él.<br />
Más tar<strong>de</strong> me di cuenta <strong>de</strong> que en aquel momento estaba enfermo y<br />
no trato siquiera <strong>de</strong> recordar mis pensamientos <strong>de</strong> entonces, porque el<br />
vino me <strong>de</strong>bilitaba el espíritu y turbaba mi memoria. Pero creo, sin<br />
embargo, que el vino me salvó la razón y, con mi fe en los dioses y en la<br />
bondad humana, me ayudó a pasar el peor momento, una vez hube<br />
perdido a Minea.<br />
El río <strong>de</strong> mi vida se <strong>de</strong>tuvo en su carrera y se extendió en un vasto<br />
estanque bello a la vista, que reflejaba el cielo y las estrellas, pero si se
probaba a hundir en él un bastón, el agua era baja y el fondo estaba lleno<br />
<strong>de</strong> limo y podredumbre.<br />
Después vino el día en que me <strong>de</strong>sperté en mi albergue y vi a Kaptah<br />
sentado en un rincón <strong>de</strong> la estancia, llorando suavemente y moviendo la<br />
cabeza. Incliné la jarra <strong>de</strong> vino con mis manos temblorosas y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber bebido le dije:<br />
-¿Por qué lloras, perro?<br />
Era la primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo que le dirigía la palabra,<br />
porque estaba harto <strong>de</strong> sus cuidados y <strong>de</strong> su idiotez. Levantó la cabeza y<br />
dijo:<br />
-En el puerto hay un bello navío que apareja para Siria, y será<br />
probablemente el último antes <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s tormentas <strong>de</strong>l invierno.<br />
Por esto lloro.<br />
Y yo le dije:<br />
-Ve pronto a embarcarte antes <strong>de</strong> que te apalee, porque estoy hastiado<br />
<strong>de</strong> tu odiosa presencia ,y <strong>de</strong> tus incesantes lamentaciones.<br />
Pero tuve vergüenza <strong>de</strong> mis palabras y <strong>de</strong>jé la jarra <strong>de</strong> vino,<br />
experimentando un dulce consuelo a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que existía en el mundo<br />
un ser que <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> mí, aun cuando no fuese más que un esclavo<br />
fugitivo. Pero Kaptah dijo:<br />
-En verdad, ¡oh dueño mío!, también yo estoy harto <strong>de</strong> ver tu<br />
embriaguez y tu vida <strong>de</strong> cerdo, hasta el punto <strong>de</strong> que el vino ha perdido<br />
todo sabor para mi boca, cosa que jamás hubiera creído posible, y he<br />
renunciado incluso a beber cerveza. Los muertos, muertos están, <strong>de</strong><br />
manera que creo que haríamos bien en largarnos <strong>de</strong> aquí mientras<br />
estemos a tiempo <strong>de</strong> hacerlo. Has arrojado ya por la ventana todo el oro<br />
y la plata que has ganado en tus viajes, y no creo que con tus manos<br />
temblorosas seas capaz <strong>de</strong> curar a nadie, puesto que no eres casi capaz <strong>de</strong><br />
llevarte una jarra a los labios. Debo confesar que al principio veía con<br />
gusto cómo bebías para calmarte y yo te inducía a beber, y he<br />
<strong>de</strong>sprecintado para ti nuevas jarras y yo bebía también. Y me jactaba con<br />
los <strong>de</strong>más:
porque este método es más rápido y más agradable y no tienes que<br />
avergonzarte <strong>de</strong> él. Yo reflexionaba sobre sus palabras v contemplaba<br />
mis manos que habían sido las <strong>de</strong> un hombre que curaba, pero que<br />
temblaban ahora como si tuvieran voluntad propia y no pudiese<br />
dominarlas. Entonces pensé en todo el saber que había acumulado en<br />
tantos países, y comprendí que todo exceso es una locura y que tan<br />
insensato era exagerar en el comer y beber como en el dolor y la alegría.<br />
Y por esto le dije a Kaptah:<br />
-Sea como tú <strong>de</strong>seas, pero <strong>de</strong>bes saber que estoy perfectamente al<br />
corriente <strong>de</strong> todo lo que acabas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir y que tus palabras no ejercen<br />
influencia alguna sobre mis <strong>de</strong>cisiones, sino que son como el zumbido<br />
inoportuno <strong>de</strong> los moscas en mis oídos. Pero voy a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> beber ahora,<br />
durante algún tiempo no abriré una sola jarra <strong>de</strong> vino. He conseguido, en<br />
efecto, ver claro en mi y quiero abandonar Creta y regresar a Simyra.<br />
Al oír estas palabras, Kaptah saltó <strong>de</strong> júbilo, riéndose <strong>de</strong> un lado a otro<br />
<strong>de</strong> la estancia, a la manera <strong>de</strong> los esclavos.<br />
Después salió a preparar nuestra marcha y el mismo día nos<br />
embarcamos. Los remeros metieron los remos en el agua y<br />
sacaron el navío <strong>de</strong>l puerto pasando por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> centenares <strong>de</strong> navíos<br />
y barcos <strong>de</strong> guerra cretenses con los cascos cubiertos <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>las <strong>de</strong> cobre.<br />
Pero ya fuera, los remeros tiraron sus remos, el capitán ofreció un<br />
sacrificio al dios <strong>de</strong>l mar y a los <strong>de</strong> su camarote y mandó izar las velas. El<br />
navío se inclinó y las olas azotaron su casco con violencia. Pusimos proa<br />
a las riberas <strong>de</strong> Siria, y Creta <strong>de</strong>sapareció bajo el horizonte como una<br />
nube azul, una sombra o un sueño, y a nuestro alre<strong>de</strong>dor no quedaba<br />
más que la inmensidad agitada <strong>de</strong>l océano.<br />
LIBRO NOVENO<br />
LA COLA DE COCODRILO
Así fue como llegué a ser hombre y no era ya ningún muchacho<br />
cuando llegué a Simyra <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres años <strong>de</strong> ausencia. El viento<br />
marino disipó los vapores <strong>de</strong> la embriaguez, dio claridad a mis ojos y<br />
restauró la fuerza <strong>de</strong> mis miembros, <strong>de</strong> manera que comía y bebía y me<br />
comportaba como los <strong>de</strong>más, aunque no hablase tanto, porque era más<br />
solitario todavía que antes. Y, no obstante, la soledad es el patrimonio <strong>de</strong><br />
la edad adulta, así ha sido siempre establecido, pero yo había sido<br />
solitario <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi infancia y extraño al mundo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que abordé a las<br />
riberas <strong>de</strong>l Nilo y no tuve que acostumbrarme a la soledad como tantos<br />
otros, sino que la soledad era para mí un hogar y un refugio en las<br />
tinieblas.<br />
De pie, a proa, frente a las olas ver<strong>de</strong>s y azotado por un viento que<br />
alejaba todos los vanos pensamientos, veía a lo lejos unos ojos que<br />
parecían el claro <strong>de</strong> luna sobre el mar y oía la risa caprichosa <strong>de</strong> Minea y<br />
la veía bailar sobre las eras arcillosas <strong>de</strong> Babilonia, con una túnica ligera,<br />
joven y flexible como un junco. Y esta imagen no me causaba ya pena ni<br />
dolor, era un tormento <strong>de</strong>licioso como el que se experimenta al <strong>de</strong>spertar<br />
cuando se evoca un sueño nocturno más bello que la realidad. Por esto<br />
me alegraba <strong>de</strong> haberla encontrado en mi camino y no hubiera<br />
renunciado a ninguno <strong>de</strong> los instantes vividos con ella, porque sabía que<br />
sin ella mi medida no hubiera sido colmada. El mascarón <strong>de</strong> proa era <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra pintada, pero tenía un rostro <strong>de</strong> mujer y sentía cerca <strong>de</strong> ella que<br />
mi virilidad era todavía fuerte y que gozaría aún <strong>de</strong> muchas mujeres,<br />
porque las noches son frías para un solitario. Pero estaba seguro <strong>de</strong> que<br />
estas otras mujeres no serían para mí más que ma<strong>de</strong>ra pintada e<br />
insensible y que al estrecharlas entre mis brazos por la noche en la<br />
oscuridad no buscaría en ellas más que a Minea, el brillo<br />
<strong>de</strong> sus ojos claro <strong>de</strong> luna, el calor <strong>de</strong> su cuerpo <strong>de</strong>lgado y el olor a ciprés<br />
<strong>de</strong> su piel. Y así me <strong>de</strong>spedí para siempre <strong>de</strong> Minea, al lado <strong>de</strong> aquel<br />
mascarón <strong>de</strong> proa.<br />
En Simyra, mi casa estaba en su sitio, si bien los ladrones habían<br />
forzado las ventanas llevándose todo lo que valía la pena y olvidé<br />
<strong>de</strong>positar en los graneros <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> comercio. Al prolongarse mi<br />
ausencia, los vecinos habían aprovechado el patio para arrojar las<br />
basuras y hacer sus necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> manera que el hedor era espantoso y<br />
las ratas reinaban en las habitaciones llenas <strong>de</strong> telarañas. Los vecinos no<br />
estuvieron muy encantados <strong>de</strong> verme, sino que me cerraron las puertas<br />
en las narices diciendo: «Es egipcio y todo el mal viene <strong>de</strong> Egipto. Por<br />
esto me instalé en la hostería mientras Kaptah ponía la casa en or<strong>de</strong>n y<br />
yo iba a la casa <strong>de</strong> comercio don<strong>de</strong> había <strong>de</strong>positado mis fondos. Puesto<br />
1
que al cabo <strong>de</strong> tres años <strong>de</strong> viajes regresaba más pobre que antes porque,<br />
a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> todo lo que había ganado con mi arte, había perdido el resto<br />
<strong>de</strong>l oro <strong>de</strong> Horemheb, que quedó en manos <strong>de</strong> los sacerdotes <strong>de</strong><br />
Babilonia a causa <strong>de</strong> Minea.<br />
Los ricos armadores quedaron muy sorprendidos al verme y su nariz<br />
se alargó y se rascaron la barbilla, porque pensaban ya haber heredado<br />
mi parte. Pero me pagaron honradamente mis ganancias, porque si bien<br />
algunos barcos habían naufragado, otros habían reportado pingües<br />
beneficios, <strong>de</strong> manera que era mucho más rico a mi regreso que a mi<br />
marcha y no tenía que preocuparme por mi vida en Simyra.<br />
Y, entonces mis amigos los armadores me invitaron a sus casas y me<br />
ofrecieron vino y bizcochos <strong>de</strong> miel y me dijeron con aire embarazado:<br />
-Sinuhé, tú eres nuestro médico, pero eres egipcio, y si bien comerciamos<br />
gustosos con Egipto, no <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> ver con <strong>de</strong>sagrado a los egipcios<br />
instalarse en nuestro país, porque el pueblo gruñe y está abrumado por<br />
los impuestos que tiene que pagar al faraón. Ignoramos cómo ha<br />
comenzado la cosa, pero ha ocurrido, ya que dos egipcios han sido<br />
lapidados por las calles y su osamenta arrojada al río y se han lanzado<br />
animales muertos a sus templos y la gente no quiere mostrarse en<br />
público con un egipcio. Tú, Sinuhé, eres nuestro amigo y te respetamos<br />
mucho a causa <strong>de</strong> tus curaciones. Por esto queremos avisártelo, para que<br />
estés en guardia.<br />
Estas palabras me causaron la más profunda estupefacción, pues<br />
antes <strong>de</strong> mi partida los sirios rivalizaban en su amistad por los egipcios y<br />
los invitaban a sus casas, y <strong>de</strong> la misma manera que en Tebas se<br />
imitaban las costumbres sirias, en Simyra se copiaban las modas <strong>de</strong><br />
Egipto. Y, sin embargo, Kaptah confirmó estas <strong>de</strong>claraciones y muy<br />
excitado me dijo:<br />
-Algún malvado diablo ha penetrado sin duda alguna por el ano a los<br />
simyrianos, porque se comportan como perros<br />
enloquecidos y fingen no hablar el egipcio, y me han arrojado <strong>de</strong> la<br />
taberna don<strong>de</strong> había entrado para refrescar mi garganta, que estaba seca<br />
como el polvo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todas las pruebas pasadas por tu culpa, ¡oh mi<br />
dueño! Me han arrojado por la puerta cuando han comprobado que era<br />
egipcio y me han lanzado injurias y los chiquillos excrementos <strong>de</strong> asno.<br />
Por esto me he metido en otra taberna, porque verda<strong>de</strong>ramente mi<br />
garganta estaba seca como un saco <strong>de</strong> esparto y tenía muchas ganas <strong>de</strong><br />
beber cerveza siria, que es fuerte, pero no dije una palabra, lo cual me fue<br />
muy difícil, como pue<strong>de</strong>s imaginar, porque mi lengua es como un animal<br />
ágil que no pue<strong>de</strong> permanecer quieto. En todo caso, sin <strong>de</strong>cir palabra,<br />
metí mi paja en la jarra <strong>de</strong> cerveza y presté oído a lo que <strong>de</strong>cían los<br />
<strong>de</strong>más bebedores. Decían que antaño Simyra era una ciudad libre que no<br />
pagaba impuestos y que no quieren que sus hijos sean <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su
nacimiento esclavos <strong>de</strong>l faraón. Las <strong>de</strong>más villas sirias han sido también<br />
libres; por lo tanto, habría que partir la cabeza a todos los egipcios y<br />
echarlos <strong>de</strong> Siria, y que esto es lo que tenían que hacer los amantes <strong>de</strong> la<br />
libertad que no quisieran ser esclavos <strong>de</strong>l faraón. He aquí las estupi<strong>de</strong>ces<br />
que <strong>de</strong>cían, y, sin embargo, todo el mundo sabe que Egipto ocupa Siria<br />
por el bien <strong>de</strong> ésta y que no saca <strong>de</strong> ella provecho alguno, sino que se<br />
limita a proteger a los sirios unos <strong>de</strong> otros, porque, abandonadas a sí<br />
mismas, las villas <strong>de</strong> Siria son como gatos monteses encerrados en un<br />
saco, y se querellan, se baten y se <strong>de</strong>strozan, <strong>de</strong> forma que la agricultura,<br />
la cría <strong>de</strong> ganado y el comercio van en <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia. Esto lo saben todos<br />
los egipcios, pero los sirios hablaban <strong>de</strong> una alianza entre todas las<br />
ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Siria y se jactaban <strong>de</strong> su fuerza, y sus palabras acabaron<br />
asqueándome hasta el punto <strong>de</strong> que me eclipsé, mientras el dueño me<br />
volvía la espalda, sin pagar mi gasto.<br />
No tuve necesidad <strong>de</strong> circular mucho tiempo por la ciudad para darme<br />
cuenta <strong>de</strong> la veracidad <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Kaptah. Cierto es que nadie me<br />
molestó, porque llevaba vestidos sirios, pero la gente que me conocía me<br />
volvía la cara y los egipcios iban escoltados por guardias. A pesar <strong>de</strong> esto<br />
los insultaban y les arrojaban frutas podridas y animales muertos. Pero<br />
yo no creía que fuese muy peligroso; los sirios estaban manifiestamente<br />
enfurecidos por los nuevos impuestos, pero esta excitación se<br />
<strong>de</strong>svanecería porque Siria sacaba <strong>de</strong> Egipto tanto provecho como ésta <strong>de</strong><br />
ella y no creo que las ciuda<strong>de</strong>s costeras pudiesen subsistir mucho tiempo<br />
sin el trigo <strong>de</strong> Egipto.<br />
Por esto hice instalar mi casa para recibir en ella a los enfermos, y<br />
curé a muchos, y muchos clientes volvieron, porque la enfermedad y el<br />
dolor no se informan acerca <strong>de</strong> la nacionalidad <strong>de</strong>l médico, sino <strong>de</strong> su<br />
habilidad. Pero, aun así, a menudo mis clientes discutían conmigo y me<br />
<strong>de</strong>cían:<br />
-Tú, que eres egipcio, dime si no es injusto que Egipto nos exija<br />
impuestos y se aproveche <strong>de</strong> nosotros y engor<strong>de</strong> a costa nuestra como<br />
una sanguijuela. La guarnición egipcia en nuestra ciudad es una ofensa,<br />
porque nos bastamos para mantener el or<strong>de</strong>n y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos contra<br />
nuestros enemigos. También es injusto que no podamos reconstruir<br />
nuestras murallas y reparar nuestras torres si no consentimos en<br />
soportar los gastos. Nuestras autorida<strong>de</strong>s son aptas para gobernarnos sin<br />
que los egipcios intervengan en la coronación <strong>de</strong> nuestros príncipes y en<br />
nuestra jurisdicción. Por Baal, que sin los egipcios seríamos un pueblo<br />
próspero y feliz, pero los egipcios caen sobre nosotros como la langosta y<br />
vuestro faraón quiere imponernos un nuevo dios, <strong>de</strong> manera que<br />
perdamos el favor <strong>de</strong> los nuestros.<br />
Yo no tenía muchas ganas <strong>de</strong> discutir con ellos, pero respondí, sin<br />
embargo:
-¿Contra quién queréis construir murallas y torres sino contra Egipto?<br />
Es cierto que en los tiempos <strong>de</strong> mis padres y <strong>de</strong> los vuestros, vuestra<br />
ciudad era libre en sus murallas, pero vertíais sangre y os empobrecíais<br />
en unas guerras interminables con vuestros vecinos a quienes seguís<br />
<strong>de</strong>testando, y vuestros príncipes practicaban el arbitraje, <strong>de</strong> manera que<br />
ricos y pobres estaban sometidos a su capricho. Ahora los escudos y las<br />
lanzas <strong>de</strong> los egipcios os protegen <strong>de</strong> vuestros enemigos y la ley <strong>de</strong> Egipto<br />
garantiza los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> los pobres y los ricos.<br />
Pero ellos se excitaban, sus ojos se inyectaban en sangre y con voz<br />
agitada <strong>de</strong>cían:<br />
-Las leyes <strong>de</strong> Egipto son puro estiércol y vuestros dioses una abominación.<br />
Si nuestros príncipes empleaban la injusticia y la violencia, cosa<br />
que no creemos porque es una mentira <strong>de</strong> los egipcios para hacernos<br />
olvidar nuestra libertad, eran, por lo menos, <strong>de</strong> los nuestros, y nuestro<br />
corazón nos dice que la injusticia en un país libre es preferible a la<br />
justicia en un país sometido.<br />
Y yo les contestaba:<br />
-No veo sobre vosotros las marcas <strong>de</strong> la esclavitud, al contrario,<br />
engordáis y os jactáis <strong>de</strong> enriqueceros por la estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> los egipcios.<br />
Pero si fueseis libres os robaríais los navíos y os cortaríais los árboles<br />
frutales y vuestras vidas no estarían seguras durante los viajes por el<br />
interior <strong>de</strong>l país.<br />
Pero se negaban a escucharme, me lanzaban su regalo y se marchaban<br />
diciendo:<br />
-En el fondo <strong>de</strong> tu corazón eres egipcio, aunque lleves vestiduras<br />
sirias. Todo egipcio es un opresor y un malhechor, y no hay egipcio<br />
bueno más que cuando está muerto.<br />
Por todas estas razones no me encontraba a gusto en Simyra y<br />
comencé a entrar en posesión <strong>de</strong> mis créditos y a preparar mi marcha,<br />
porque según mi promesa <strong>de</strong>bía presentar mi informe a Horemheb.<br />
Tenía que regresar a Egipto. Pero no me daba prisa, porque mi corazón<br />
se sentía presa <strong>de</strong> un extraño temblor al pensar que bebería <strong>de</strong> nuevo<br />
agua <strong>de</strong>l Nilo. El tiempo pasaba y los espíritus se calmaron un poco,<br />
porque una mañana se encontró en el puerto a un soldado egipcio<br />
<strong>de</strong>gollado y la gente se asustó tanto que todo el mundo se encerró en su<br />
casa y se restableció la tranquilidad. Pero las autorida<strong>de</strong>s no<br />
consiguieron <strong>de</strong>scubrir al culpable y no ocurrió nada. De manera que los<br />
ciudadanos volvieron a abrir sus puertas y aumentó la aversión a los<br />
egipcios y la gente no cedía ya el paso a los egipcios, sino que eran ellos<br />
los que tenían que apartarse y circular armados.<br />
Una tar<strong>de</strong>, mientras volvía <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Ishtar, al que iba algunas<br />
veces, como el hombre sediento que apaga su sed sin mirar en qué pozo<br />
bebe, encontré unos sirios cerca <strong>de</strong> las murallas y dijeron:
-¿No es un egipcio? ¿Vamos a permitir a este circunciso acostarse con<br />
nuestras vírgenes y profanar nuestros templos?<br />
Y yo les dije:<br />
-Vuestra vírgenes, que con justicia podrían llamarse con otro nombre,<br />
no miran el aspecto ni la nacionalidad <strong>de</strong>l hombre, sino que pesan su<br />
placer con el peso <strong>de</strong>l oro <strong>de</strong> su bolsa, cosa que no les censuro, puesto<br />
que voy a divertirme con ellas y cuento hacerlo cada vez que me venga en<br />
gana.<br />
Entonces se cubrieron el rostro con sus mantos y se arrojaron sobre mí,<br />
me <strong>de</strong>rribaron y me golpearon la cabeza contra el<br />
suelo hasta el punto <strong>de</strong> que creí llegada mi última hora. Pero mientras<br />
me <strong>de</strong>svalijaban y me <strong>de</strong>snudaban para arrojar mi<br />
cuerpo al puerto, uno <strong>de</strong> ellos vio mi rostro y gritó:<br />
-¿No es acaso Sinuhé, el médico egipcio y amigo <strong>de</strong>l rey Aziru?<br />
Se <strong>de</strong>tuvieron y yo les grité que los haría matar y arrojar sus cuerpos a<br />
los perros, porque me habían hecho daño y estaba tan furioso que no<br />
pensaba siquiera en tener miedo. Entonces me <strong>de</strong>jaron y me <strong>de</strong>volvieron<br />
mis ropas, y huyeron ocultándose el rostro y yo no comprendía por qué<br />
obraban así, pues no tenían nada que temer <strong>de</strong> las vanas amenazas <strong>de</strong> un<br />
hombre solo.<br />
Algunos días más tar<strong>de</strong> un mensajero <strong>de</strong>tuvo su caballo ante mi<br />
puerta, lo cual era un espectáculo raro, porque un egipcio no monta<br />
nunca a caballo y un sirio tan sólo en raras ocasiones, y únicamente los<br />
rudos bandoleros <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto utilizan esta montura. Porque el caballo es<br />
un animal gran<strong>de</strong> y violento que cocea y muer<strong>de</strong> si se trata <strong>de</strong> montarlo y<br />
hace caer al jinete, mientras un asno se acostumbra a todo. Incluso<br />
enganchado a un carro es un animal temible; sólo los soldados<br />
entrenados pue<strong>de</strong>n dominarlo metiéndole los <strong>de</strong>dos en los agujeros <strong>de</strong> la<br />
nariz. Sea como fuere, un hombre a caballo se presentó ante la puerta <strong>de</strong><br />
mi casa y el caballo estaba cubierto <strong>de</strong> espuma y la sangre manaba <strong>de</strong> su<br />
boca y se agitaba terriblemente. Por las ropas <strong>de</strong>l hombre vi que venía <strong>de</strong><br />
las montañas <strong>de</strong> los pastores y leí en su rostro que estaba muy inquieto.<br />
Se precipitó tan bruscamente hacia mí que no tuvo apenas tiempo <strong>de</strong><br />
tocarse la frente con la mano al inclinarse, y lleno <strong>de</strong> angustia me gritó:<br />
-Haz preparar tu litera, médico Sinuhé, y sígueme con urgencia,<br />
porque vengo <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Amurrú y el rey Aziru me envía a buscarte. Su<br />
hijo está enfermo y nadie sabe lo que tiene; el rey está encolerizado como<br />
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un león en el <strong>de</strong>sierto y le rompe los miembros a todo el que se acerca a<br />
él. Toma tu caja <strong>de</strong> médico y sígueme <strong>de</strong> prisa; si no, te rebanaré el cuello<br />
con este puñal y tu cabeza rodará por la calle.<br />
-Tu rey no haría nada con mi cabeza -le dije yo-, porque sin cabeza no<br />
puedo curar a nadie. Pero te perdono tus palabras impacientes y te<br />
seguiré. No a causa <strong>de</strong> tus amenazas, que no me causan ningún temor,<br />
sino porque el rey Aziru es mi amigo y quiero ayudarlo.<br />
Mandé a Kaptah a buscar una litera y seguí al mensajero, y mi espíritu<br />
se alegraba, porque estaba tan solitario que sería para mí un placer<br />
encontrar incluso a un hombre tan simple como Aziru, a quien había<br />
dorado los dientes. Pero cesé <strong>de</strong> gozar cuando llegamos al pie <strong>de</strong> una<br />
montaña y me instalaron con mi caja <strong>de</strong> médico en un carro <strong>de</strong> guerra y<br />
unos caballos salvajes nos llevaron por entre las rocas y las montañas; <strong>de</strong><br />
manera que yo esperaba romperme los miembros a cada instante y<br />
lanzaba unos aullidos <strong>de</strong> miedo a mi guía, que se quedaba atrás con su<br />
caballo reventado, y yo esperaba a cada momento que se rompiera la<br />
nuca.<br />
Detrás <strong>de</strong> las montañas me arrojaron con mi caja en otro carro con los<br />
caballos frescos y yo no sabía ya si estaba <strong>de</strong> pie o cabeza abajo y no me<br />
cansaba <strong>de</strong> gritar al conductor: «¡Bandido, canalla, granuja!», y <strong>de</strong> darle<br />
puñetazos en la espalda en cuanto el camino era llano y me atrevía a<br />
soltar una mano <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l carro. Pero al hombre no le inquietaba<br />
nada <strong>de</strong> esto, tiraba <strong>de</strong> las riendas y hacía restallar el látigo, <strong>de</strong> manera<br />
que el carro saltaba por las piedras y yo temía que las ruedas se soltasen.<br />
De esta manera, el viaje no fue largo y antes <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol<br />
llegamos a la villa ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> murallas muy nuevas. Soldados armados<br />
velaban en ellas, pero la puerta se abrió ante nosotros y atravesamos la<br />
villa en medio <strong>de</strong>l rebuzno <strong>de</strong> los asnos, los gritos <strong>de</strong> las mujeres y los<br />
chillidos <strong>de</strong> los chiquillos, <strong>de</strong>rribando las cestas <strong>de</strong> frutas y rompiendo<br />
innumerables jarras <strong>de</strong> vino, porque el conductor no miraba por dón<strong>de</strong><br />
pasaba. Pero cuando me bajaron <strong>de</strong>l carro no podía caminar, me<br />
tambaleaba como un hombre ebrio, y los guardias me llevaron al palacio<br />
<strong>de</strong> Aziru sosteniéndome por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los brazos mientras los esclavos<br />
corrían con mi caja. Apenas llegado al vestíbulo, que estaba lleno <strong>de</strong><br />
armaduras y escudos, <strong>de</strong> plumas y <strong>de</strong> colas <strong>de</strong> león en las puntas <strong>de</strong> las<br />
lanzas, vi a Aziru precipitarse hacia mí aullando como un elefante herido.<br />
Había <strong>de</strong>sgarrado sus vestiduras y lacerado su rostro con las uñas.<br />
-¿Por qué habéis tardado tanto, bandidos, canallas, babosas? -rugió,<br />
mesándose la barba rizada, <strong>de</strong> manera que los lazos dorados que la<br />
adornaban volaron por el aire como relámpagos.<br />
Golpeó con el puño a los conductores que me sostenían y bramó como<br />
una fiera:
-¿Por dón<strong>de</strong> habéis rondado, malos servidores, mientras mi hijo se<br />
muere?<br />
Pero los conductores se <strong>de</strong>fendieron diciendo:<br />
-Hemos corrido tanto que muchos <strong>de</strong> los caballos están reventados y<br />
hemos cruzado las montañas más aprisa que los pájaros. Todo el mérito<br />
es <strong>de</strong> este médico, pues ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> llegar para curar a tu hijo, y<br />
nos animaba con sus gritos cuando estábamos cansados y nos daba<br />
puñetazos cuando la velocidad disminuía, lo cual es increíble por parte<br />
<strong>de</strong> un egipcio; jamás, pue<strong>de</strong>s creernos, se ha venido tan <strong>de</strong> prisa <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
Simyra a Amurrú.<br />
Entonces Aziru me abrazó efusivamente y, llorando, dijo:<br />
-Sanarás a mi hijo, lo curarás y cuanto poseo es tuyo.<br />
Pero yo le dije:<br />
-Permíteme primero ver a tu hijo, para saber si puedo curarlo.<br />
Me llevó rápidamente a una gran habitación don<strong>de</strong> una estufa<br />
<strong>de</strong>spedía un fuerte calor, a pesar <strong>de</strong> que estábamos en verano. En medio<br />
había una cuna en la cual lloraba un niño <strong>de</strong> apenas un año, envuelto en<br />
telas <strong>de</strong> lana. Lloraba con tanta fuerza que tenía el rostro violáceo y el<br />
sudor brotaba <strong>de</strong> su frente, y tenía la espesa cabellera negra <strong>de</strong> su padre,<br />
pese a ser tan pequeño. Lo examiné y vi que no tenía nada grave, pues si<br />
hubiese estado a punto <strong>de</strong> morir no hubiera chillado tan fuerte. Miré a<br />
mi alre<strong>de</strong>dor y vi, echada al lado <strong>de</strong> la cuna, a Keftiú, la mujer que había<br />
regalado a Aziru, y estaba más gorda y más blanca que nunca, y sus<br />
carnes abundantes temblaban mientras en su dolor golpeaba el suelo con<br />
su frente, gimiendo. En todos los rincones <strong>de</strong> la habitación, esclavas y<br />
nodrizas gemían también, y estaban cubiertas <strong>de</strong> golpes y chichones,<br />
tanto las había apaleado Aziru en su impotencia para curar a su hijo.<br />
-Nada temas, Aziru -le dije-. Tu hijo no morirá, pero <strong>de</strong>seo lavarme<br />
antes <strong>de</strong> auscultarlo, y llevaos esta maldita estufa porque aquí se ahoga<br />
uno. Entonces Keftiú levantó bruscamente la cabeza, y asustada, dijo:<br />
-El niño tendrá frío. -Después me miró largamente y me sonrió; se<br />
levantó para reparar el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus cabellos y sus ropas, y me sonrió<br />
<strong>de</strong> nuevo, diciéndome-: Sinuhé, ¿eres tú?<br />
Pero Aziru se retorcía las manos y gritaba:<br />
-Mi hijo no come, vomita todo lo que toma, su cuerpo está ardiendo<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tres días y llora continuamente, <strong>de</strong> manera que mi corazón se<br />
parte al oírlo llorar así.<br />
Le pedí que <strong>de</strong>spidiese a las nodrizas y las esclavas, y me obe<strong>de</strong>ció,<br />
olvidando su dignidad real. Después <strong>de</strong> haberme lavado, <strong>de</strong>snudé al<br />
chiquillo y le quité todas aquellas telas <strong>de</strong> lana y mandé abrir la ventana<br />
para renovar el aire. El chiquillo se calmó en el acto y comenzó a<br />
remover sus regor<strong>de</strong>tas piernas. Le toqué la barriga y el cuerpo, y<br />
<strong>de</strong>spués, al ser asaltado por una duda, le metí el <strong>de</strong>do en la boca y vi que
había adivinado. El primer diente había atravesado la encía como una<br />
perla blanca.<br />
Entonces dije vivamente:<br />
-Aziru, Aziru... ¿Para esta insignificancia has traído aquí con tus<br />
caballos salvajes al mejor médico <strong>de</strong> toda Siria? Porque sin jactancia<br />
puedo <strong>de</strong>cir que he aprendido muchas cosas durante mis viajes por los<br />
diferentes países. Tu hijo no corre peligro alguno, pero es tan impaciente<br />
y rabioso como su padre y quizá tenga un poco <strong>de</strong> fiebre, pero<br />
<strong>de</strong>saparecerá y, si ha vomitado, ha obrado muy cuerdamente, porque lo<br />
habéis atracado <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> leche grasa. Keftiú <strong>de</strong>be <strong>de</strong>smamarlo sin<br />
tardar, porque, si no, en breve le va a mor<strong>de</strong>r los pezones, lo cual,<br />
imagino, no te causaría ningún placer, pues supongo que quieres gozar<br />
todavía <strong>de</strong> tu mujer. Debes saber, pues, que tu hijo no ha hecho más que<br />
berrear <strong>de</strong> impaciencia esperando su primer diente, y si no me crees<br />
míralo tú mismo.<br />
Abrí la boca <strong>de</strong>l chiquillo y Aziru se llenó <strong>de</strong> alegría, batió palmas y<br />
bailó alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la habitación golpeando el entarimado con los pies.<br />
Mostré también el diente a Keftiú y me dijo que no había visto nunca un<br />
diente <strong>de</strong> criatura tan bello. Pero cuando quiso volver a poner los pañales<br />
al niño se lo prohibí y no autoricé más que una túnica <strong>de</strong> lino.<br />
Aziru cantaba y bailaba y golpeaba el suelo con los pies y no<br />
experimentaba la menor vergüenza por haberme molestado por tan poca<br />
cosa, pero quiso hacer admirar el diente por los nobles y los jefes e invitó<br />
a los guardianes a verlo, y todos se apretujaron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cuna,<br />
haciendo chocar sus lanzas y sus escudos tratando <strong>de</strong> meter sus <strong>de</strong>dos<br />
sucios en la boca <strong>de</strong>l príncipe, pero yo los eché y rogué a Aziru que<br />
pensase en su dignidad y se mostrase razonable.<br />
Aziru quedó confuso y dijo:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente he olvidado quizá mi dignidad, pero he velado<br />
varias noches al lado <strong>de</strong> la cuna, con el corazón angustiado y <strong>de</strong>bes<br />
compren<strong>de</strong>r que es mi primer hijo, mi príncipe, la joya <strong>de</strong> mi corona, mi<br />
leoncito que llevará la corona <strong>de</strong> Amurrú <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mí y gobernará<br />
numerosos pueblos, porque verda<strong>de</strong>ramente quiero acrecentar mi reino<br />
para que mi hijo tenga una bella herencia y elogie el nombre <strong>de</strong> su padre.<br />
Sinuhé, Sinuhé, no sabes cuán agra<strong>de</strong>cido te estoy por haber quitado esta<br />
piedra <strong>de</strong> mi corazón, porque tienes que reconocer que no has visto<br />
jamás una criatura tan vigorosa, a pesar <strong>de</strong> que hayas viajado por<br />
numerosos países. Mira un poco sus cabellos, estas crines negras <strong>de</strong> león<br />
sobre su cabeza, y dime si has visto alguna vez una cabellera como ésta<br />
en un niño <strong>de</strong> su edad. Has visto también que su diente es como una<br />
perla, clara y perfecta, y mira su vientre y sus miembros que son como<br />
pequeños toneles.
Toda esta charla me fastidió hasta el punto que dije al rey que se fuese<br />
al diablo con su hijo y que mis miembros estaban <strong>de</strong>strozados por el<br />
fatigador viaje y que no sabía todavía si estaba <strong>de</strong> pie o sobre mi cabeza.<br />
Pero él me acarició y me cogió por los hombros y me ofreció platos<br />
variados en fuentes <strong>de</strong> plata y cor<strong>de</strong>ro asado y leche agria cocida en grasa<br />
y vino en una copa <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> manera que me repuse y lo perdoné.<br />
Estuve varios días en su casa y me colmó <strong>de</strong> regalos abundantes, así<br />
como oro y plata, porque se había enriquecido mucho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestro<br />
encuentro, pero no quiso <strong>de</strong>cirme cómo su país, tan pobre antes, había<br />
conseguido enriquecerse también, y se limitó a sonreír con su barba<br />
rizada diciendo que la mujer que yo le había regalado le había dado<br />
suerte. Keftiú se mostró también amable conmigo, respetándome<br />
seguramente por el recuerdo <strong>de</strong>l palo con el que había comprobado a<br />
menudo la soli<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su piel, y me seguía por todas partes sonriéndome<br />
gentilmente, balanceando sus carnes opulentas. La tersura <strong>de</strong> su piel<br />
había <strong>de</strong>slumbrado a todos los jefes <strong>de</strong> Aziru, porque a los sirios les<br />
gustan las mujeres enormes, al contrario <strong>de</strong> los egipcios, que difieren<br />
también <strong>de</strong> ellos sobre este particular. Por eso los poetas amorritas han<br />
escrito poemas en su honor y se cantan con una voz lánguida repitiendo<br />
siempre las mismas palabras, e incluso sobre las murallas los guardianes<br />
celebran sus encantos, <strong>de</strong> manera que Aziru estaba orgulloso <strong>de</strong> ella y la<br />
amaba tan apasionadamente que iba raramente a ver a sus otras esposas<br />
y tan sólo por cortesía, porque había tomado por esposas a las hijas <strong>de</strong><br />
sus jefes a fin <strong>de</strong> atraerse así también a los padres.<br />
Yo había viajado tanto y visto tantos países que él sintió la necesidad<br />
<strong>de</strong> jactarse <strong>de</strong> su realeza y me reveló muchas cosas que seguramente<br />
lamentó más tar<strong>de</strong> haberme comunicado. Así me enteré <strong>de</strong> que habían<br />
sido precisamente sus emisarios quienes me habían atacado en Simyra<br />
para arrojarme al agua, y <strong>de</strong> esta manera se enteró <strong>de</strong> mi regreso a Siria.<br />
Deploró vivamente el inci<strong>de</strong>nte y dijo:<br />
-Habrá que matar todavía muchos egipcios y lanzar al puerto muchos<br />
cadáveres <strong>de</strong> soldados antes <strong>de</strong> que Simyra, Biblos, Sidón y Ghaza<br />
comprendan que el egipcio no es invulnerable ni inviolable. Los<br />
merca<strong>de</strong>res sirios son tremendamente pru<strong>de</strong>ntes y sus príncipes unos<br />
cobar<strong>de</strong>s, y los pueblos, lentos como bueyes. Por esto los más ágiles<br />
<strong>de</strong>ben ponerse a la cabeza <strong>de</strong>l movimiento y dar el ejemplo.<br />
Y yo le pregunté:<br />
-¿Por qué obras <strong>de</strong> esta forma y por qué <strong>de</strong>testas tanto a los egipcios,<br />
Aziru?<br />
Acarició su barba rizada y, dirigiéndome una mirada <strong>de</strong> astucia, dijo:<br />
-¿Quién preten<strong>de</strong> que <strong>de</strong>testo a los egipcios, Sinuhé? Tampoco te<br />
<strong>de</strong>testo a ti, pese a que seas egipcio. También yo he vivido mi infancia en<br />
el palacio dorado <strong>de</strong>l faraón, como mi padre antes que yo y como todos
los príncipes sirios. Por esto conozco las costumbres egipcias y sé leer y<br />
escribir, pese a que mis maestros me hayan tirado <strong>de</strong> los cabellos y<br />
golpeado los <strong>de</strong>dos más que a los otros discípulos, porque era sirio. Pero<br />
a pesar <strong>de</strong> esto no <strong>de</strong>testo a los egipcios, porque he aprendido con ellos<br />
muchas cosas y podré regresar a su tierra cuando sea ocasión. Deberías<br />
saberlo: un señor y un soberano no <strong>de</strong>testa a nadie ni ve diferencia entre<br />
los pueblos, pero el odio es una potente palanca entre sus manos, más<br />
potente que las armas, porque sin el odio los brazos no tienen fuerza<br />
para levantar las armas. Yo he nacido para mandar, porque por mis<br />
venas corre sangre <strong>de</strong> los reyes <strong>de</strong> Amurrú y con los hiksos mi pueblo<br />
dominó un día todos los países <strong>de</strong> un mar a otro. Por esto me esfuerzo en<br />
fomentar el odio entre Siria y Egipto y en soplar entre las ascuas, que se<br />
van enrojeciendo lentamente,<br />
pero que una vez inflamadas <strong>de</strong>struirán todo el po<strong>de</strong>río egipcio sobre<br />
Siria. Por esto todas las villas y tribus <strong>de</strong> Siria <strong>de</strong>ben apren<strong>de</strong>r a saber<br />
que el egipcio es más miserable, más haragán, más cruel, más infame,<br />
más codicioso y más ingrato que el sirio. Todos tienen que apren<strong>de</strong>r a<br />
escupir <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio al oír pronunciar el nombre <strong>de</strong> Egipto y ver en los<br />
egipcios unos opresores inicuos, unas sanguijuelas ávidas, verdugos <strong>de</strong><br />
mujeres y niños, a fin <strong>de</strong> que su odio sea suficientemente fuerte para<br />
mover las montañas.<br />
-Pero todo esto es falso, como sabes muy bien -le hice observar.<br />
Tendió las manos con la palma hacia arriba y dijo:<br />
-¿Qué es la verdad, Sinuhé? Después <strong>de</strong> haberse impregnado <strong>de</strong> la<br />
verdad que yo les inculco estarán dispuestos a jurar por todos los dioses<br />
que es cierto, y si alguien preten<strong>de</strong> probarles lo contrario, lo matarán<br />
como si fuera un blasfemo. Tienen que pensar que son los más fuertes,<br />
los más bravos y los más justos <strong>de</strong>l mundo y amar la libertad más que el<br />
hambre, la muerte y las privaciones a fin <strong>de</strong> estar dispuestos a pagar su<br />
libertad a cualquier precio. He aquí lo que les enseño y son muchos ya<br />
los que creen mi verdad, y cada creyente convierte a otras personas y<br />
pronto el fuego se exten<strong>de</strong>rá oculto por todo Siria. Es también una<br />
verdad que Egipto trajo a Siria la sangre y el fuego, y por la sangre y el<br />
fuego será expulsado <strong>de</strong> ella.<br />
-¿Cuál es la libertad <strong>de</strong> que les hablas? -le pregunté, porque sus<br />
palabras me llenaban <strong>de</strong> temor por Egipto y todas las colonias.<br />
De nuevo me mostró las palmas <strong>de</strong> sus manos diciendo con<br />
benevolencia:<br />
-La libertad es una palabra complicada y cada cual le da el significado<br />
que quiere, pero esto importa poco, mientras la libertad no está<br />
conseguida. Para llegar a la verdad hay que ser muchos, pero una vez<br />
adquirida es mejor no compartirla con nadie y reservarla para uno solo.<br />
Por esto creo que el país <strong>de</strong> Amurrú tendrá un día el honor <strong>de</strong> ser
llamado la cuna <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia siria. Puedo también <strong>de</strong>cirte que un<br />
pueblo que cree todo lo que le cuentan es como un rebaño <strong>de</strong> bueyes<br />
llevado con las picas o como un rebaño <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ros que sigue al carnero<br />
sin preguntarse adón<strong>de</strong> lo lleva. Quizá yo sea tanto la pica como el<br />
carnero.<br />
-Creo verda<strong>de</strong>ramente que eres un auténtico carnero -le dije-, puesto<br />
que hablas así, porque tus palabras son peligrosas; y si el faraón se<br />
entera <strong>de</strong> ellas, podría enviar sus carros <strong>de</strong> guerra y sus lanceros contra ti<br />
para <strong>de</strong>struir tus murallas y ahorcarte en la proa <strong>de</strong> su navío con tu hijo<br />
al regresar a Tebas.<br />
Pero Aziru se limitó a sonreír y dijo:<br />
-Creo no tener que temer nada <strong>de</strong>l faraón, porque he aceptado <strong>de</strong> su<br />
mano la cruz <strong>de</strong> vida y elevado un templo a su dios. Por esto tiene plena<br />
confianza en mí; mucha más que en ninguno <strong>de</strong> sus enviados y<br />
comandantes <strong>de</strong> guarnición que creen todavía en Amón. Voy a enseñarte<br />
algo que te divertirá.<br />
Me llevó cerca <strong>de</strong> un muro y me mostró un cuerpo colgado cabeza<br />
abajo sobre el que pululaban las moscas.<br />
-Si te fijas bien, verás que este hombre está circunciso y es un egipcio.<br />
Era incluso un recaudador <strong>de</strong>l faraón y tuvo la osadía <strong>de</strong> venir a mi<br />
palacio a preguntarme por qué mi tribu llevaba un retraso <strong>de</strong> algunos<br />
años. Mis soldados se divirtieron mucho con él antes <strong>de</strong> colgarlo por su<br />
<strong>de</strong>sfachatez. Con este acto he conseguido que en a<strong>de</strong>lante los egipcios se<br />
abstengan <strong>de</strong> atravesar mi país y los merca<strong>de</strong>res prefieren pagarme los<br />
<strong>de</strong>rechos a mí y no a ellos. Compren<strong>de</strong>rás lo que esto quiere <strong>de</strong>cir cuanto<br />
te diga que Megiddo está en mi po<strong>de</strong>r y me obe<strong>de</strong>ce a mí y no a su<br />
guarnición egipcia, que se oculta en el fuerte y no se atreve a mostrarse<br />
por las calles.<br />
-Que la sangre <strong>de</strong> este <strong>de</strong>sgraciado caiga sobre tu cabeza -dije yo,<br />
asustado-. Tu castigo será terrible, porque en Egipto se pue<strong>de</strong> bromear<br />
con todo menos con los recaudadores <strong>de</strong>l faraón.<br />
-He expuesto simplemente la verdad, sobre este muro -dijo Aziru con<br />
satisfacción-. Naturalmente, el asunto fue objeto <strong>de</strong> largas<br />
investigaciones y he accedido con gusto a redactar cartas y tablillas, y he<br />
recibido también un gran número, que conservo cuidadosamente<br />
numeradas en mis archivos a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer referencia a ellas al<br />
escribir nuevas epístolas, hasta que pueda edificar con ellas un baluarte<br />
para protegerme. Por el Baal <strong>de</strong> Amurrú, he conseguido ya embrollar el<br />
asunto hasta un punto que el gobernador <strong>de</strong> Megiddo maldice el día <strong>de</strong><br />
su nacimiento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo asedio a tablillas para que me dé satisfacción<br />
<strong>de</strong>l agravio infligido por el recaudador. Con la ayuda <strong>de</strong> numerosos<br />
testigos he conseguido probar también que este hombre era un asesino,<br />
un ladrón y un prevaricador. He probado que violaba las mujeres en los
pueblos, blasfemaba sobre los dioses <strong>de</strong> Siria y había profanado el altar<br />
<strong>de</strong> Atón en mi propia ciudad, lo cual bastará para ganar la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>l<br />
rey. ¿Compren<strong>de</strong>s, Sinuhé? La justicia y la ley escritas sobre las tablillas<br />
<strong>de</strong> arcilla son lentas y peliagudas y los asuntos se complican a medida<br />
que las tablillas <strong>de</strong> arcilla se amontonan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los jueces, y al final<br />
ni el mismo diablo llegaría a <strong>de</strong>senmarañar las cosas y <strong>de</strong>scubrir la<br />
verdad. En esta materia soy más fuerte que los egipcios y pronto seré<br />
también más fuerte que ellos en otros aspectos.<br />
Pero cuanto más me hablaba más pensaba en Horemheb, porque<br />
estos dos hombres se parecían y eran soldados natos. Aziru tenía más<br />
años y estaba más corrompido por la política siria. No le creía capaz <strong>de</strong><br />
gobernar gran<strong>de</strong>s pueblos y me <strong>de</strong>cía que sus proyectos databan <strong>de</strong> los<br />
tiempos <strong>de</strong> su padre, cuando Siria era un palpitante nido <strong>de</strong> serpientes<br />
mientras los reyezuelos se disputaban el po<strong>de</strong>r y se asesinaban, antes <strong>de</strong><br />
que Egipto hubiese pacificado el país y dado a los hijos <strong>de</strong> los reyes una<br />
buena educación en la mansión dorada <strong>de</strong>l faraón para civilizarlos. Traté<br />
también <strong>de</strong> exponerle que no tenía una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Egipto ni <strong>de</strong><br />
sus riquezas, y lo puse en guardia contra un exceso <strong>de</strong> confianza, porque<br />
un saco pue<strong>de</strong> llenarse <strong>de</strong> aire, pero si se le hace un agujero, se<br />
<strong>de</strong>shincha y pier<strong>de</strong> su grosor. Pero Aziru se rió mostrando sus dientes<br />
dorados y, para hacer ostentación <strong>de</strong> sus riquezas, me hizo servir cor<strong>de</strong>ro<br />
asado en fuentes <strong>de</strong> plata.<br />
Su cuarto <strong>de</strong> trabajo estaba en efecto lleno <strong>de</strong> tablillas <strong>de</strong> arcilla, y los<br />
mensajeros le llevaban cartas <strong>de</strong> todos los rincones <strong>de</strong> Siria. Recibía<br />
también mensajes <strong>de</strong> los reyes hititas y <strong>de</strong> Babilonia, pero no me<br />
permitió leerlas, lo cual no le impidió jactarse <strong>de</strong> ellas. Me interrogó<br />
sobre el país <strong>de</strong> los hititas y Khatushash, pero comprobé que sabía tanto<br />
como yo. Los enviados hititas iban a verle y conversaban con sus jefes y<br />
sus soldados y, viendo todo aquello, le dije:<br />
-El león y el chacal pue<strong>de</strong>n perfectamente enten<strong>de</strong>rse para cazar a<br />
medias, pero, ¿has visto alguna vez al chacal recibir los mejores pedazos<br />
<strong>de</strong>l botín?<br />
Se rió mostrando sus dientes <strong>de</strong> oro y dijo:<br />
-Tengo como tú un vivo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> instruirme, pero no he podido viajar<br />
como tú, que no tienes preocupaciones administrativas y eres libre como<br />
el pájaro. No hay mal alguno en que los oficiales hititas enseñen a mis<br />
jefes el arte militar, porque tienen armas nuevas y una gran experiencia.<br />
No pue<strong>de</strong> ser más que útil para el faraón, porque si estalla una nueva<br />
guerra, Siria será <strong>de</strong> nuevo el escudo <strong>de</strong> Egipto por el Norte y este escudo<br />
se ha visto más <strong>de</strong> una vez ensangrentado, <strong>de</strong> lo cual nos acordaremos<br />
cuando llegue el momento <strong>de</strong> ajustar cuentas entre Siria y Egipto.<br />
Mientras me hablaba <strong>de</strong> la guerra yo pensaba otra vez en Horemheb y<br />
le dije:
-Hace ya tiempo que abuso <strong>de</strong> tu hospitalidad y <strong>de</strong>searía regresar a<br />
Simyra, si pones a mi disposición una litera, porque no volveré a subir<br />
jamás a estos terribles carros <strong>de</strong> guerra. Pero Simyra no me gusta y he<br />
chupado ya quizá <strong>de</strong>masiado la sangre <strong>de</strong> esta pobre Siria, <strong>de</strong> manera<br />
que me propongo regresar a Egipto a la primera ocasión. Por esto quizás<br />
estaremos mucho tiempo sin vernos, porque el recuerdo <strong>de</strong>l sabor <strong>de</strong>l<br />
agua <strong>de</strong>l Nilo me es <strong>de</strong>licioso a la boca y me contentaré con beberla<br />
durante el resto <strong>de</strong> mis días, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto mucho mal en este<br />
mundo y haber recibido <strong>de</strong> ti también una lección.<br />
Y Aziru dijo:<br />
-Del mañana nadie está seguro y en la piedra que rueda no se cría<br />
musgo; la inquietud que brilla en tus ojos te impedirá permanecer<br />
mucho tiempo en ninguna parte. Pero elige una mujer, la que quieras en<br />
mi país, te haré construir una casa en la villa y no tendrás que<br />
arrepentirte <strong>de</strong> haber practicado la medicina aquí.<br />
Bromeando, le dije:<br />
-El país <strong>de</strong> Amurrú es el más inicuo y odioso <strong>de</strong> la tierra, su Baal es un<br />
horror y sus mujeres apestan a cabra. Por esto siembro el odio entre<br />
Amurrú y yo, y trepanaré a quien dijere bien <strong>de</strong> él y haré a<strong>de</strong>más muchas<br />
otras cosas que no puedo enumerar aquí, porque no me acuerdo <strong>de</strong> ellas,<br />
pero cuento con escribir, sobre tablillas numeradas que has violado a mi<br />
mujer y robado los bueyes que jamás he poseído, y que te has entregado<br />
a la magia, a fin <strong>de</strong> que te cuelguen cabeza abajo, y saquearé tu casa y me<br />
llevaré tu oro para comprar cien veces cien jarras <strong>de</strong> vino a fin <strong>de</strong> beber a<br />
tu salud. El palacio resonó bajo sus carcajadas, y sus dientes <strong>de</strong> oro<br />
brillaban entre su barba rizada. Bajo este aspecto acu<strong>de</strong> a mi mente<br />
durante los malos días, pero nos separamos amigos, y me dio una litera y<br />
numerosos regalos, y sus soldados me escoltaron hasta Simyra para<br />
evitarme todo inci<strong>de</strong>nte en el curso <strong>de</strong>l camino.<br />
Cerca <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Simyra una golondrina pasó veloz sobre mi<br />
cabeza y mi espíritu se inquietó, y la calle me abrasaba los pies. Por esto<br />
en cuanto hube llegado le dije a Kaptah:<br />
-Ven<strong>de</strong> esta casa y prepara nuestros equipajes, porque nos vamos a<br />
Egipto.<br />
No me exten<strong>de</strong>ré mucho sobre nuestro viaje <strong>de</strong> regreso porque fue<br />
como una sombra o un sueño <strong>de</strong> inquietud. Una vez a bordo para<br />
regresar al país <strong>de</strong> las tierras negras y volver a Tebas, la villa <strong>de</strong> mi<br />
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infancia, fui presa <strong>de</strong> una impaciencia tan febril que no podía<br />
permanecer quieto, sino que me paseaba por cubierta, dando vueltas<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los equipajes y mercancías, perseguido por el dolor <strong>de</strong> Siria,<br />
esperando cada día con mayor impaciencia ver, en lugar <strong>de</strong> las riberas<br />
montañosas, las ver<strong>de</strong>s llanuras orladas por los cañaverales. Durante las<br />
largas escalas en las villas costeras no tuve la paciencia <strong>de</strong> estudiarlas ni<br />
<strong>de</strong> recoger informaciones.<br />
La primavera renacía en los valles sirios, y las montañas, vistas <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
el mar, se enrojecían como las viñas, y por la tar<strong>de</strong> la primavera pintaba<br />
<strong>de</strong> ver<strong>de</strong> pálido el agua espumosa <strong>de</strong> las riberas; los sacerdotes <strong>de</strong> Baal<br />
aullaban en los callejones estrechos, arañándose el rostro, y las mujeres<br />
<strong>de</strong> ojos centelleantes y cabelleras sueltas tiraban <strong>de</strong> las carretas <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los sacerdotes. Pero estos espectáculos me eran<br />
familiares, y las costumbres groseras y aquella excitación brutal me<br />
repugnaban ahora que veía ya cercana a mi patria. Creía mi corazón<br />
endurecido, acostumbrado a todas las creencias y costumbres, creía<br />
compren<strong>de</strong>r a la gente, fuese cual fuere su color, sin menospreciar a<br />
nadie, porque mi sola intención era adquirir saber, pero el mero<br />
pensamiento <strong>de</strong> estar en camino hacia las tierras negras <strong>de</strong>svanecía esta<br />
indiferencia. Como unas vestiduras extranjeras, los pensamientos<br />
extranjeros caíanse <strong>de</strong> mi espíritu y era <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong> todo corazón, un<br />
egipcio, y me impacientaba por sentir otra vez el olor a pescado frito <strong>de</strong><br />
las calles <strong>de</strong> Tebas a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, cuando las mujeres encien<strong>de</strong>n<br />
los fuegos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus cabañas <strong>de</strong> tierra amasada; aspiraba el sabor<br />
<strong>de</strong>l vino egipcio en mi lengua y <strong>de</strong>l agua <strong>de</strong>l Nilo con su aroma <strong>de</strong> barro<br />
fértil. Quería oír susurrar los papiros bajo el viento primaveral, ver <strong>de</strong><br />
nuevo el loto florecer en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l río, admirar las columnas<br />
policromadas con sus imágenes eternas y los jeroglíficos <strong>de</strong> los templos<br />
mientras el humo <strong>de</strong>l incienso subía por entre los pilares. Tal era la<br />
locura <strong>de</strong> mi corazón.<br />
Regresaba a mi país y, sin embargo, no tenía casa en él y era un<br />
extranjero sobre la tierra. Llegaba a mi país y los recuerdos me eran más<br />
dolorosos, pero el tiempo y el saber los habían cubierto con la arena <strong>de</strong>l<br />
olvido. No sentía ya dolor ni vergüenza, sino que el país me saturaba el<br />
corazón.<br />
Abandonábamos la rica y fértil Siria, estremecida <strong>de</strong> odio y <strong>de</strong> pasión.<br />
Nuestro navío seguía las costas rojas <strong>de</strong>l Sinaí y el viento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto<br />
azotaba seco y ardiente nuestros rostros, pese a que estuviésemos en<br />
primavera. Después vino el día en que el mar se tiñó <strong>de</strong> amarillo y <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> él apareció una <strong>de</strong>lgada línea ver<strong>de</strong> y los marinos metieron en el mar<br />
un cántaro y se llenó <strong>de</strong> agua casi dulce, porque era agua <strong>de</strong>l Nilo eterno<br />
que sabía a fango <strong>de</strong> Egipto. Y jamás vino alguno fue más <strong>de</strong>licioso a mi
paladar que aquella agua fangosa salida <strong>de</strong>l mar, lejos <strong>de</strong> la tierra. Pero<br />
Kaptah dijo:<br />
-El agua siempre es agua incluso en el Nilo. Espera, ¡oh dueño mío!,<br />
que estemos en una taberna <strong>de</strong>cente don<strong>de</strong> la cerveza es espumosa y<br />
clara y no hay que filtrarla para quitarle la cáscara <strong>de</strong>l grano. Sólo<br />
entonces me sentiré en Egipto.<br />
Estas palabras impías y ofensivas me hirieron vivamente y le dije:<br />
-Un esclavo será siempre un esclavo, incluso bajo las ropas más<br />
suntuosas. Espera a que haya encontrado mi flexible bastón <strong>de</strong> junco,<br />
como se encuentran en los juncales <strong>de</strong>l Nilo, y entonces te sentirás<br />
verda<strong>de</strong>ramente en casa.<br />
Pero Kaptah no se ofuscó, sus ojos se hume<strong>de</strong>cieron <strong>de</strong> emoción, su<br />
barbilla tembló y se inclinó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, con las manos a la altura <strong>de</strong><br />
las rodillas y dijo:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, ¡oh dueño mío!, tienes el talento <strong>de</strong> hallar en todo<br />
momento la palabra justa, porque había olvidado ya la dulzura <strong>de</strong> un<br />
golpe <strong>de</strong>l junco flexible aplicado sobre las nalgas o los muslos. ¡Ah,<br />
dueño mío! Es un goce que quisiera que conocieses, porque mejor que el<br />
agua y la cerveza, mejor que el incienso en los templos y los ána<strong>de</strong>s en<br />
los cañaverales, recuerda la vida <strong>de</strong> Egipto don<strong>de</strong> cada cual está en su<br />
justo sitio y nada cambia con el curso <strong>de</strong> los años, sino que todo<br />
permanece inmutable. No te extrañes, pues, si lloro <strong>de</strong> emoción, porque<br />
ahora siento verda<strong>de</strong>ramente que regreso a mi país <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
visto tantas cosas extrañas, incomprensibles y <strong>de</strong>spreciables. ¡Sé pues,<br />
bendita, caña <strong>de</strong> junco que pones las cosas en or<strong>de</strong>n y resuelves todos los<br />
problemas, porque nada es igual a ti!<br />
Lloró <strong>de</strong> emoción un buen rato y fue a ungir el escarabajo, pero<br />
observé que no empleaba para esto un aceite tan precioso como antes,<br />
porque las costas estaban cercanas y una vez en Egipto, contaba<br />
componérselas con su propios medios.<br />
Sólo al abordar en el gran puerto <strong>de</strong>l bajo país comprendí hasta qué<br />
punto estaba saciado <strong>de</strong> ver vestiduras amplias y abigarradas, barbas<br />
rizadas y cuerpos obesos. Los flancos <strong>de</strong>macrados <strong>de</strong> los portadores, sus<br />
minúsculos paños, su mentón afeitado, el dialecto <strong>de</strong>l bajo país, el olor a<br />
sudor, el aroma a fango, el <strong>de</strong> las cañas y el <strong>de</strong>l puerto, todo era diferente<br />
<strong>de</strong> Siria, todo era familiar y mis vestiduras sirias comenzaban a<br />
estorbarme. Después <strong>de</strong> haberme <strong>de</strong>sembarazado <strong>de</strong> los escribas <strong>de</strong>l<br />
puerto y haber inscrito mi nombre numerosas veces, fui inmediatamente<br />
a comprarme nuevas ropas y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la lana, el lino más fino fue <strong>de</strong><br />
nuevo una <strong>de</strong>licia para mi piel. Pero Kaptah optó por hacerse pasar por<br />
sirio, porque temía que su nombre figurase en la lista <strong>de</strong> los esclavos<br />
fugitivos, pese a que le hubiese procurado una tablilla <strong>de</strong> arcilla en la que
las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Simyra atestiguaban que hacía nacido esclavo en Siria<br />
y que yo lo había comprado legalmente.<br />
Después <strong>de</strong> esto subimos a un barco <strong>de</strong>l río para remontar la<br />
corriente. Transcurrían los días y nosotros íbamos acostumbrándonos a<br />
Egipto, y los campos se secaban a ambos lados <strong>de</strong>l río y los bueyes<br />
tiraban lentamente <strong>de</strong> los arados <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, y los campesinos, con la<br />
cabeza baja, caminaban por los surcos para sembrar en el barro tierno.<br />
Las golondrinas volaban por encima <strong>de</strong> nuestro barco y bandadas <strong>de</strong><br />
ellas gritaban con inquietud y se lanzaban hacia el suelo para escon<strong>de</strong>rse<br />
en el barro durante la época más calurosa <strong>de</strong>l año. Las palmeras<br />
elevaban sus cúpulas sobre las riberas, las cabañas aplastadas <strong>de</strong> los<br />
poblados se abrigaban a la sombra <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s sicómoros, el barco se<br />
<strong>de</strong>tenía en los <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> las poblaciones gran<strong>de</strong>s y pequeñas y<br />
no había taberna a la que Kaptah no se precipitase para apagar su sed<br />
egipcia, para jactarse <strong>de</strong> su viaje y asombrar a los obreros <strong>de</strong>l puerto, que<br />
lo escuchaban riéndose e invocando a sus dioses.<br />
Y yo vi <strong>de</strong> nuevo al este <strong>de</strong>l río elevarse las tres montañas hacia el<br />
cielo, los tres eternos guardianes <strong>de</strong> Tebas. La población era más <strong>de</strong>nsa y<br />
los poblados pobres con sus cabañas <strong>de</strong> tierra amasada, alternaban con<br />
los barrios ricos <strong>de</strong> las villas; <strong>de</strong>spués aparecieron las murallas, potentes<br />
como montañas; y vi el techo <strong>de</strong>l gran templo y sus columnas y los<br />
innumerables edificios <strong>de</strong>l templo y el lago sagrado. Al Este se extendían<br />
sin fin hasta las colinas <strong>de</strong> la Villa <strong>de</strong> los Muertos, y los templos<br />
mortuorios <strong>de</strong> los faraones resplan<strong>de</strong>cían <strong>de</strong> blancura sobre las<br />
montañas amarillas, y los pórticos <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> la gran reina<br />
soportaban un mar <strong>de</strong> árboles en flor. Detrás <strong>de</strong> las montañas aparecía el<br />
valle prohibido con sus serpientes y sus escorpiones, y en esta arena,<br />
cerca <strong>de</strong> la tumba <strong>de</strong> un gran faraón, era don<strong>de</strong> reposaban mi padre<br />
Senmut y mi madre Kipa, envueltos en una piel <strong>de</strong> buey para que<br />
vivieran eternamente.<br />
Pero más lejos al Sur, en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l río, se levantaba, ligero y<br />
azulado, con sus jardines y baluartes, el palacio dorado <strong>de</strong>l faraón. Y yo<br />
me pregunté si mi amigo Horemheb habitaba en él.<br />
El barco abordó en el muelle <strong>de</strong> piedra familiar y todo estaba como<br />
antes; no estaba lejos el lugar don<strong>de</strong> había vivido mi juventud sin darme<br />
cuenta <strong>de</strong> que más tar<strong>de</strong> aniquilaría la vida <strong>de</strong> mis padres. La arena <strong>de</strong>l<br />
tiempo y <strong>de</strong> los amargos recuerdos comenzó a moverse ante esta<br />
evocación, y sentí <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ocultarme y cubrirme el rostro y no<br />
experimentaba ningún goce, pese a que la muchedumbre <strong>de</strong>l gran puerto<br />
me ro<strong>de</strong>ase <strong>de</strong> nuevo, y sentía las miradas <strong>de</strong> la gente, sus a<strong>de</strong>manes<br />
inquietos y su precipitación, porque todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> mi encuentro con<br />
Horemheb y <strong>de</strong> su situación en la Corte. Pero en cuanto mis pies<br />
tocaron las piedras <strong>de</strong>l puerto, supe lo que haría, y ello no me pre<strong>de</strong>cía ni
gloria médica, ni riqueza, ni gran<strong>de</strong>s regalos por mi saber tan<br />
penosamente adquirido, como me lo había figurado antes, porque todo<br />
esto implicaba una vida sencilla, la oscuridad y enfermos indigentes. Y,<br />
sin embargo, una extraña paz llenaba mi corazón ante la perspectiva <strong>de</strong><br />
este porvenir mo<strong>de</strong>sto y, sin embargo, yo pretendía conocer el mío a<br />
fondo. Jamás tal proyecto había pasado por mi espíritu, pero había<br />
probablemente madurado sin darme cuenta, como fruto <strong>de</strong> todas mis<br />
experiencias. Después <strong>de</strong> haber oído el zumbido <strong>de</strong> Tebas a mi alre<strong>de</strong>dor<br />
y tocado con mis pies las piedras calentadas por el sol <strong>de</strong> Egipto, me<br />
sentía <strong>de</strong> nuevo un niño, y observaba con ojos curiosos y serios a mi<br />
padre Senmut recibiendo a sus enfermos. Por esto rechacé a los<br />
portadores que se precipitaban hacia mí y le dije a Kaptah:<br />
-Deja los equipajes a bordo y ve pronto a comprarme una casa,<br />
cualquiera, cerca <strong>de</strong>l puerto, en el barrio <strong>de</strong> los pobres, si es posible cerca<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> vivió mi padre hasta que fue <strong>de</strong>rribada la suya. Ve pronto, a fin<br />
<strong>de</strong> que pueda instalarme hoy mismo y comenzar mañana a practicar mi<br />
arte.<br />
Kaptah bajó la cabeza y su rostro se alargó, porque había creído que<br />
nos alojaríamos en la mejor hospe<strong>de</strong>ría, don<strong>de</strong> nos servirían los esclavos.<br />
Pero por una vez no protestó y, mirándome atentamente, cerró la boca y<br />
se alejó con la cabeza baja. La misma tar<strong>de</strong> entré en la casa <strong>de</strong> un<br />
antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre en el barrio <strong>de</strong> los pobres y me llevaron allí<br />
mis efectos y extendí mi alfombrilla sobre el suelo <strong>de</strong> tierra apisonada.<br />
Delante <strong>de</strong> las cabañas <strong>de</strong> las callejuelas pobres ardían los fuegos <strong>de</strong> las<br />
cocinas y el olor <strong>de</strong> pescado frito en grasa flotaba por todo el barrio<br />
pobre, sucio y miserable; <strong>de</strong>spués se encendieron las luces en las casas<br />
<strong>de</strong> placer, la música siria estalló en la noche mezclándose a los gritos <strong>de</strong><br />
los marineros ebrios, y por encima <strong>de</strong> Tebas el cielo se enrojecía a causa<br />
<strong>de</strong> las innumerables luces <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> la villa. Estaba <strong>de</strong> nuevo en mi<br />
casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber seguido hasta el fin rutas <strong>de</strong>cepcionantes,<br />
huyendo <strong>de</strong> mí mismo en muchos países en busca <strong>de</strong> saber.<br />
A la mañana siguiente le dije a Kaptah:<br />
-Coloca una placa <strong>de</strong> médico en mi puerta, pero sencilla, sin pinturas<br />
ni adornos. Y si alguien pregunta por mí no hables <strong>de</strong> mi sabiduría ni <strong>de</strong><br />
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mi reputación, sino que dirás simplemente que el médico Sinuhé recibe a<br />
los enfermos, los pobres también, y que cada cual hará el regalo según<br />
sus recursos.<br />
-¿También los pobres? -exclamó Kaptah con un temor inocente-. ¡Oh<br />
dueño mío! ¿No estarás enfermo? ¿Has bebido agua estancada o te ha<br />
picado algún escorpión?<br />
-Ejecuta mis ór<strong>de</strong>nes si quieres seguir en mi casa -le dije-. Pero si esta<br />
casa mo<strong>de</strong>sta no te gusta o el olor <strong>de</strong> los pobres incomoda tu olfato<br />
refinado en Siria, te permito ir y venir a tu antojo. Imagino que me has<br />
robado lo suficiente para comprarte una casa y tomar una mujer si lo<br />
<strong>de</strong>seas. No te retengo.<br />
-¿Una mujer? -dijo Kaptah más asustado todavía-. Verda<strong>de</strong>ramente<br />
estás enfermo, ¡oh dueño mío! Tienes fiebre. ¿Por qué tomaría yo una<br />
mujer que me oprimiría y me olería el aliento a mi regreso, y por la<br />
mañana, cuando me <strong>de</strong>spertase con la cabeza pesada, agarraría el bastón<br />
y me abrumaría bajo palabras infames? ¿A qué casarse, en verdad,<br />
cuando cualquier esclava rin<strong>de</strong> el mismo servicio, como te lo he expuesto<br />
ya? Sin duda alguna, los dioses te han imbuido la locura, lo cual no me<br />
extraña, porque conozco tu i<strong>de</strong>a sobre ellos, pero eres mi dueño y tu<br />
camino es el mío, y tu castigo también, y, sin embargo, esperaba haber<br />
llegado ya a puerto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todas las terribles pruebas que me has<br />
impuesto, sin hablar <strong>de</strong> las travesías, pero prefiero olvidar. Si una<br />
alfombrilla <strong>de</strong> juncos te basta para dormir, me bastará a mí también, y<br />
esta miseria tendrá por lo menos el buen aspecto <strong>de</strong> que las tabernas y<br />
las casas <strong>de</strong> placer estarán a mi alcance y «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo», <strong>de</strong> que<br />
te he hablado, no está lejos <strong>de</strong> aquí. Espero que me perdonarás si voy<br />
hoy mismo y me embriago. Verda<strong>de</strong>ramente, al mirarte, presiento<br />
siempre una <strong>de</strong>sgracia, y no sé nunca lo que vas a hacer o <strong>de</strong>cir, porque<br />
hablas y obras siempre contrariamente al sentido común, pero <strong>de</strong> todos<br />
modos no me esperaba esto. Sólo un loco oculta una joya en un montón<br />
<strong>de</strong> estiércol y tú entierras tu saber y tu habilidad en la basura.<br />
-Kaptah -le dije-, el hombre nace <strong>de</strong>snudo en este mundo, y en la<br />
enfermedad no existe diferencia entre pobres y ricos, egipcios o sirios.<br />
-Es posible -dijo Kaptah-, pero existe una diferencia entre sus regalos.<br />
Sin embargo, tu i<strong>de</strong>a es bella y no hubiera tenido nada que objetar si otro<br />
la practicase, pero no tú, precisamente en el momento en que, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> tantas penalida<strong>de</strong>s, hubiéramos podido balancearnos sobre una rama<br />
dorada. Tu i<strong>de</strong>a convendría más a un esclavo <strong>de</strong> nacimiento; sería<br />
comprensible, y en mi juventud he tenido algunas semejantes hasta que<br />
me las extirparon a bastonazos.<br />
-Para que lo sepas todo -le dije-, añadiré que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algún tiempo,<br />
si <strong>de</strong>scubro algún niño abandonado, me propongo adoptarlo y educarlo<br />
como un hijo.
-¿Para qué? -dijo con aire sorprendido-. En los templos existen<br />
hogares para los niños abandonados y algunos llegan a ser sacerdotes <strong>de</strong><br />
grados inferiores, y otros son castrados y llevan en los gineceos <strong>de</strong> los<br />
faraones una vida mucho más brillante que la que su madre podía<br />
esperar para ellos. Por otra parte, si <strong>de</strong>seas un hijo, lo cual es muy<br />
comprensible, nada es más fácil, con tal <strong>de</strong> que no cometas la tontería <strong>de</strong><br />
romper una jarra con una mujer que no nos proporcionaría más que<br />
disgustos. Si no quieres comprar una esclava pue<strong>de</strong>s seducir la hija <strong>de</strong><br />
algún pobre y sería feliz y te estaría agra<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> que la <strong>de</strong>sembarazaras<br />
<strong>de</strong> su hijo y le evitases así la vergüenza. Pero los chiquillos causan<br />
muchas preocupaciones y dificulta<strong>de</strong>s, y se exagera ciertamente el placer<br />
que producen, pese a que yo no sea competente en esta materia, puesto<br />
que no he visto nunca los míos, pese a que tenga muchos motivos <strong>de</strong><br />
creer que crecen en bandadas por los cuatro vientos <strong>de</strong>l cielo. Obrarías<br />
cuerdamente comprando hoy mismo una joven esclava que podría<br />
secundarme, porque mis miembros están endurecidos y mis manos<br />
tiemblan <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantas pruebas sufridas sobre todo por la mañana, y<br />
hay <strong>de</strong>masiado trabajo para mí solo en cuidarme <strong>de</strong> la casa, sin contar<br />
que tengo que ocuparme <strong>de</strong> colocar mis fondos.<br />
-No había pensado en ello -le dije-. Pero no tengo ganas <strong>de</strong> comprar<br />
una esclava. Contrata, pues, un servidor a mi costa, porque te lo has<br />
ganado. Si te quedas en mi casa, serás libre <strong>de</strong> ir y venir a tu antojo,<br />
como premio <strong>de</strong> tu fi<strong>de</strong>lidad, y creo que podrás proporcionarme muchos<br />
informes útiles gracias a tu sed. Haz lo que te digo, y cesa <strong>de</strong> refunfuñar,<br />
porque mi <strong>de</strong>cisión ha sido tomada con una fuerza irresistible y es<br />
irrevocable.<br />
Y con estas palabras salí para informarme acerca <strong>de</strong> mis amigos.<br />
Pregunté por Thotmés en «La jarra Siria», pero el patrón había<br />
cambiado y el nuevo no sabía ni una palabra <strong>de</strong>l pobre artista que<br />
ganaba su vida dibujando gatos en los libros para los chiquillos ricos.<br />
Para encontrar a Horemheb, fui a la casa <strong>de</strong> los soldados, pero estaba<br />
vacía. No había luchadores en el patio y los soldados no atravesaban ya<br />
sacos <strong>de</strong> cañas con sus lanzas como antes, ni las gran<strong>de</strong>s marmitas<br />
hervían sobre los hogares, sino que todo estaba <strong>de</strong>sierto. Un suboficial<br />
sardo, malhumorado, me miraba, arañando la arena con los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los<br />
pies; su rostro tostado era huesudo y estaba sin engrasar, pero se inclinó<br />
al oír el nombre <strong>de</strong> Horemheb, el jefe militar que había dirigido una<br />
campaña contra los khabiri en Siria algunos años antes. Horemheb era<br />
todavía comandante real, me dijo en un dialecto egipcio, pero estaba<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía dos meses en el país <strong>de</strong> Kush para suprimir las guarniciones<br />
y licenciar las tropas, y no se sabía cuándo regresaría. Le di una pieza <strong>de</strong><br />
plata porque estaba melancólico y estuvo tan contento que olvidó su
dignidad sarda y me sonrió jurando por un dios cuyo nombre me era<br />
<strong>de</strong>sconocido.<br />
Me iba a marchar, pero me <strong>de</strong>tuvo cogiéndome <strong>de</strong> la manga y me<br />
mostró el patio <strong>de</strong>sierto.<br />
-Horemheb es un gran capitán -dijo-, compren<strong>de</strong> a los soldados y es<br />
soldado él mismo. Horemheb es un león, y el faraón un macho cabrío sin<br />
cuernos. El cuartel está vacío, sin soldados ni comida. Mis camaradas<br />
van mendigando por los campos. No sé lo que durará esto. Que Amón te<br />
bendiga por tu generosidad. Des<strong>de</strong> hace meses no he bebido<br />
convenientemente. Estoy triste. Con bellas promesas se nos atrae a este<br />
país. Los reclutadores egipcios van <strong>de</strong> tienda en tienda prometiendo<br />
mucho dinero, muchas mujeres, muchas borracheras. ¿Y ahora, qué? Ni<br />
dinero, ni mujeres, ni vino.<br />
Escupió <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho y pisó el escupitajo con su pie endurecido. Era<br />
un sardo muy triste y me dio lástima, porque comprendía que el faraón<br />
había abandonado a sus soldados y licenciado sus tropas reclutadas con<br />
gran<strong>de</strong>s gastos por su padre. Esto me recordó al viejo Ptahor, y para<br />
saber dón<strong>de</strong> vivía me armé <strong>de</strong> valor y me fui al templo <strong>de</strong> Amón a<br />
preguntar su dirección en la Casa <strong>de</strong> la Vida. Pero el registrador me dijo<br />
que el viejo trepanador había muerto hacía tiempo y estaba<br />
enterrado hacía ya dos años en la Villa <strong>de</strong> los Muertos. Así fue como me<br />
encontré sin un solo amigo en Tebas.<br />
Puesto que estaba en el templo penetré en la gran sala <strong>de</strong> las<br />
columnas y reconocí la sombra sagrada <strong>de</strong> Amón, y el olor <strong>de</strong>l incienso<br />
cerca <strong>de</strong> los pilares policromados cubiertos <strong>de</strong> inscripciones sagradas, y<br />
las golondrinas iban y venían por los altos ventanales <strong>de</strong> cruceros <strong>de</strong><br />
piedra. Pero el templo estaba vacío, el patio vacío, y en las innumerables<br />
tiendas y talleres no reinaba ya la antigua animación. Los sacerdotes,<br />
vestidos <strong>de</strong> blanco, con sus cabezas afeitadas y relucientes <strong>de</strong> aceite, me<br />
dirigían miradas inquietas, y la gente <strong>de</strong>l patio hablaba en voz baja y<br />
miraba a su alre<strong>de</strong>dor con recelo. Yo no tenía ningún amor a Amón, pero<br />
una extraña melancolía se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mi corazón, como cuando se evoca<br />
la juventud <strong>de</strong>saparecida para siempre, haya esta juventud sido feliz o<br />
penosa.<br />
Pasando por entre las estatuas gigantes <strong>de</strong> los faraones, me di cuenta<br />
<strong>de</strong> que cerca <strong>de</strong>l gran templo había sido erigido otro santuario <strong>de</strong> forma<br />
extraña, gran<strong>de</strong> como no había visto ninguno. No estaba ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong><br />
muros y, al penetrar en él, vi que las columnas circundaban un patio<br />
abierto sobre los altares en el cual se acumulaban, a guisa <strong>de</strong> ofrendas,<br />
trigo, flores y frutos. Sobre un gran bajorrelieve, un disco <strong>de</strong> Atón<br />
extendía sus innumerables rayos sobre el faraón sacrificando, y cada<br />
rayo terminaba en una mano bendiciendo y cada mano tenía una cruz <strong>de</strong><br />
la vida. Los sacerdotes vestidos <strong>de</strong> blanco no se habían afeitado el cráneo
y eran todos jóvenes, y su rostro <strong>de</strong>lataba el éxtasis mientras cantaban<br />
un himno sagrado cuyas palabras recordé haber oído en Jerusalén y<br />
Siria. Pero lo que me impresionó más que los sacerdotes y las imágenes<br />
fueron cuarenta enormes pilares, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cuales una estatua <strong>de</strong>l nuevo<br />
faraón, esculpida en un tamaño mayor que el natural, con los brazos<br />
cruzados sobre el pecho y sosteniendo el cetro y el látigo real, miraba<br />
fijamente a los espectadores.<br />
Estas esculturas representaban al faraón, estaba seguro, porque<br />
reconocía su rostro espantoso <strong>de</strong> pasión y aquel cuerpo frágil con las<br />
ca<strong>de</strong>ras anchas y sus brazos y piernas <strong>de</strong>lgados. Un estremecimiento<br />
recorrió mi espalda<br />
pensando en el escultor que se había atrevido a esculpir aquellas<br />
estatuas, porque si mi amigo Thotmés había soñado un día en el arte<br />
libre, hubiera visto aquí un ejemplo bajo una forma terrible y<br />
caricaturesca. En efecto, el escultor había subrayado contra la lógica los<br />
<strong>de</strong>fectos <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong>l faraón, sus muslos hinchados, sus tobillos<br />
<strong>de</strong>lgados y su cuello flaco, como si poseyesen un sentido divino y secreto.<br />
Pero lo más terrible <strong>de</strong> todo era el rostro <strong>de</strong>l faraón, aquel rostro<br />
espantosamente alargado con sus ángulos agudos y sus pómulos<br />
salientes, la sonrisa misteriosa <strong>de</strong>l soñador y <strong>de</strong>l cínico circundando sus<br />
labios protuberantes. A cada lado <strong>de</strong>l pilón <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Amón, los<br />
faraones se erguían majestuosos y parecidos a dioses en sus estatuas <strong>de</strong><br />
piedra. Aquí, un hombre rechoncho y raquítico contemplaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo<br />
alto <strong>de</strong> cuarenta pilares los altares <strong>de</strong> Atón. Era un ser humano que veía<br />
más lejos que los otros, y una tensión apasionada, una ironía exótica<br />
trascendía <strong>de</strong> su ser esculpido en la piedra.<br />
Viendo aquellas estatuas, todo mi ser se estremecía, y temblaba,<br />
porque por primera vez veía a Amenhotep IV tal como probablemente se<br />
veía él mismo. Yo lo había conocido una vez, en su juventud, enfermo,<br />
débil, atormentado por el gran mal, y en mi cordura <strong>de</strong>masiado precoz lo<br />
había observado con los ojos fríos <strong>de</strong>l médico, no viendo en sus palabras<br />
más que divagaciones <strong>de</strong> enfermo. Ahora lo veía tal como lo había visto<br />
el artista amándolo y <strong>de</strong>testándolo a la vez, un artista como no había<br />
existido todavía ninguno en Egipto, porque si alguien antes que él se<br />
hubiese atrevido a esculpir <strong>de</strong>l faraón una imagen parecida, hubiese sido<br />
muerto y colgado <strong>de</strong> los muros por blasfemo.<br />
No había tampoco mucha gente en este templo. Algunos hombres y<br />
mujeres eran manifiestamente cortesanos y gran<strong>de</strong>s a juzgar por el lino<br />
real <strong>de</strong> sus vestidos, sus pesados collares y sus joyas <strong>de</strong> oro. La gente<br />
ordinaria escuchaba el canto <strong>de</strong> los sacerdotes y su rostro expresaba una<br />
incomprensión total, porque los sacerdotes cantaban himnos nuevos<br />
cuyo sentido era difícil <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r. No era como los antiguos textos<br />
que datan <strong>de</strong> la época <strong>de</strong> las pirámi<strong>de</strong>s, hace cosa <strong>de</strong> dos mil años, y a los
cuales el oído piadoso está acostumbrado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia, <strong>de</strong> manera<br />
que se compren<strong>de</strong>n con el corazón aun sin enten<strong>de</strong>r el sentido, si es que<br />
en realidad tiene uno todavía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo en que han sido<br />
modificados y falsamente reproducidos en el transcurso <strong>de</strong> varias<br />
generaciones.<br />
Sea como fuere, un anciano, a quien juzgué campesino por su vestido,<br />
fue a hablar respetuosamente con los sacerdotes y les pidió un talismán<br />
apropiado a un ojo protector, o algún texto secreto, si es que los vendían<br />
a un precio razonable. Los sacerdotes le respondieron que en este templo<br />
no vendían nada, porque Atón no tenía necesidad <strong>de</strong> textos mágicos ni<br />
talismanes, sino que se acercaba a todo aquel que creía en él, sin<br />
ofrendas ni sacrificios. Ante estas palabras el anciano se enojó y,<br />
alejándose refunfuñando contra las falsas doctrinas, se dirigió<br />
directamente al antiguo templo <strong>de</strong> Amón.<br />
Una pesca<strong>de</strong>ra vieja se acercó a los sacerdotes y, mirándolos con ojos<br />
llenos <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción, dijo:<br />
-¿Es que nadie sacrifica aquí a Atón bueyes o carneros a fin <strong>de</strong> que<br />
tengáis un poco <strong>de</strong> carne que comer, puesto que estáis tan <strong>de</strong>lgados, mis<br />
pobres muchachos? Si vuestro dios es po<strong>de</strong>roso y fuerte como dicen, e<br />
incluso más po<strong>de</strong>roso que Amón, pese a que yo no lo crea, sus sacerdotes<br />
<strong>de</strong>berían engordar y resplan<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> obesidad. No soy más que una<br />
vulgar mujer, pero os <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> todo corazón mucha carne y buena grasa.<br />
Los sacerdotes se rieron y bromearon entre ellos como chiquillos que<br />
se divierten, pero el más viejo recobró pronto la serenidad y le dijo a la<br />
mujer:<br />
-Atón no quiere ofrendas sangrientas, y no <strong>de</strong>bes hablar <strong>de</strong> Amón en<br />
su templo, porque Amón es un falso dios y pronto su trono se<br />
<strong>de</strong>rrumbará y su templo será <strong>de</strong>struido.<br />
La mujer se retiró precipitadamente y escupió en el suelo haciendo los<br />
signos sagrados <strong>de</strong> Amón y dijo:<br />
-Tú eres quien lo ha dicho y no yo, y la maldición caerá sobre tu<br />
cabeza. Salió rápidamente seguida <strong>de</strong> otras personas que lanzaban<br />
miradas inquietas a los sacerdotes.<br />
Pero éstos se reían ruidosamente, gritándoles:<br />
-¡Huid, seres <strong>de</strong> poca fe, pero Amón es un falso dios! Amón es un falso<br />
dios y su po<strong>de</strong>río se abatirá como la hierba bajo la hoz.<br />
Entonces, uno <strong>de</strong> los hombres cogió una piedra y la arrojó contra los<br />
sacerdotes y uno <strong>de</strong> ellos fue herido en el rostro y comenzó a gemir y sus<br />
colegas llamaron en seguida a los guardias, pero el hombre se había<br />
eclipsado ya en medio <strong>de</strong> la muchedumbre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pilón <strong>de</strong>l templo<br />
<strong>de</strong> Amón.<br />
Este inci<strong>de</strong>nte me dio a reflexionar y, acercándome a los sacerdotes,<br />
les dije:
-Soy egipcio, pero he vivido mucho tiempo en Siria y no conozco a este<br />
dios a quien llamáis Atón. ¿Tendríais la bondad <strong>de</strong> disipar mi ignorancia<br />
y explicarme quién es, lo que pi<strong>de</strong> y cómo se le adora?<br />
Vacilaron buscando en vano la ironía en mi expresión y uno <strong>de</strong> ellos<br />
dijo:<br />
-Atón es el solo dios verda<strong>de</strong>ro. Ha creado la Tierra y el río y los<br />
hombres y los animales y todo lo que existe y se mueve. Ha existido<br />
siempre y los hombres lo han adorado como Ra en sus antiguas<br />
manifestaciones, pero en nuestros tiempos se ha aparecido bajo la forma<br />
<strong>de</strong> Atón al faraón, que es su hijo y vive solamente <strong>de</strong> la verdad. Des<strong>de</strong><br />
entonces es el único dios y todos los <strong>de</strong>más son dioses falsos. No rechaza<br />
a nadie que acuda a él y los ricos y los pobres son para él iguales, y cada<br />
mañana lo saludamos en el disco <strong>de</strong>l sol, que con sus rayos bendice tanto<br />
a la Tierra como a los buenos y a los malos, tendiendo a cada cual la cruz<br />
<strong>de</strong> vida. Si la tomas, eres su servidor, porque su ser es todo amor, y es<br />
eterno e imperece<strong>de</strong>ro, y está presente en todas las partes, <strong>de</strong> forma que<br />
nada ocurre sin su voluntad.<br />
Pero yo les dije:<br />
-Todo esto está muy bien, pero ¿también por su voluntad una piedra<br />
acaba <strong>de</strong> ensangrentar el rostro <strong>de</strong> este hombre?<br />
Los sacerdotes perdieron un poco su seguridad, se miraron y dijeron:<br />
-Te burlas <strong>de</strong> nosotros.<br />
Pero el que había sido herido dijo:<br />
-Ha permitido que esto ocurriese porque no soy digno <strong>de</strong> él, para que<br />
me instruyera. Me ha glorificado en el fondo <strong>de</strong> mi corazón <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong><br />
que he gozado con el faraón, porque soy <strong>de</strong> humil<strong>de</strong> cuna y mi padre<br />
apacentaba los rebaños y mi madre transportaba agua <strong>de</strong>l río cuando el<br />
faraón me concedió su favor, porque tenía una bella voz para celebrar su<br />
dios.<br />
Con fingido respeto le dije:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, este dios <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser muy po<strong>de</strong>roso, puesto que<br />
llega a elevar a un hombre <strong>de</strong>l fango hasta la mansión dorada <strong>de</strong>l faraón.<br />
Con una sola voz respondieron:<br />
-Tienes razón, porque el faraón no se ocupa <strong>de</strong> la apariencia ni <strong>de</strong> la<br />
riqueza, ni <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l hombre, sino solamente <strong>de</strong> su corazón, y<br />
gracias a la fuerza <strong>de</strong> Atón, sumerge sus miradas en lo más hondo <strong>de</strong>l<br />
corazón <strong>de</strong> los hombres y lee sus pensamientos más secretos.<br />
Yo protesté:<br />
-Entonces no es un hombre, porque no está en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />
hombres leer en el corazón ajeno, y sólo Osiris pue<strong>de</strong> pesar los corazones<br />
<strong>de</strong> los hombres.<br />
Discutieron entre ellos y me dijeron:
-Osiris no es más que un mito popular <strong>de</strong>l que no tiene necesidad el<br />
hombre si cree en Atón. A pesar <strong>de</strong> que el faraón aspira ardientemente a<br />
no ser más que un hombre, nosotros sabemos ciertamente que su<br />
esencia es divina, y esto lo prueban sus visiones durante las cuales vive<br />
en algunos instantes diferentes existencias. Pero sólo lo saben aquellos a<br />
quienes ama. Por esto el artista que ha esculpido estas estatuas <strong>de</strong>l<br />
templo lo ha representado a la vez como un hombre y como una mujer,<br />
porque Atón es la fuerza viva que anima la simiente <strong>de</strong>l hombre y<br />
procrea el infante en el seno materno.<br />
Entonces levanté irónicamente los brazos y cogiéndome la cabeza con<br />
las manos, dije:<br />
-No soy más que un hombre sencillo como la mujer sencilla <strong>de</strong> hace<br />
un momento, pero no llego a compren<strong>de</strong>r vuestras doctrinas. Me parece,<br />
por otra parte, que vuestra sabiduría es un poco confusa incluso para<br />
vosotros mismos, puesto que tenéis que discutirla entre vosotros antes<br />
<strong>de</strong> contestarme.<br />
Protestaron vivamente, diciendo:<br />
-Atón es perfecto, como es perfecto el disco <strong>de</strong>l sol, y todo lo que es,<br />
vive y respira en él es perfecto, pero el pensamiento humano es<br />
imperfecto, y parecido a una bruma y por esto no po<strong>de</strong>mos explicártelo<br />
todo, porque no lo sabemos todavía, pero cada día apren<strong>de</strong>mos algo <strong>de</strong><br />
su voluntad, y su voluntad es sólo conocida <strong>de</strong>l faraón, que es su hijo y<br />
vive en la verdad.<br />
Estas palabras me impresionaron, porque <strong>de</strong>mostraban que eran<br />
sinceros, pese a que estuviesen vestidos <strong>de</strong> fino lino y al cantar gozasen<br />
<strong>de</strong> las miradas admirativas <strong>de</strong> las mujeres y se riesen <strong>de</strong> la gente simple.<br />
Sus palabras <strong>de</strong>spertaron en mí un eco y por primera vez me dije que el<br />
pensamiento humano era quizás imperfecto y que aparte este<br />
pensamiento podía existir otra cosa que el ojo no percibía y que el oído<br />
no oía y que la mano no podía tocar. Quizás el faraón y sus sacerdotes<br />
habían <strong>de</strong>scubierto esta verdad que llamaban Atón, esta fuerza<br />
<strong>de</strong>sconocida que estaba más allá <strong>de</strong>l pensamiento humano.<br />
Regresé a mi casa a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y encontré encima <strong>de</strong> mi<br />
puerta una placa <strong>de</strong> médicos muy sencilla, y algunos enfermos grasientos<br />
me esperaban en el patio. Kaptah, con aspecto malhumorado, estaba<br />
sentado en la terraza abanicándose con una hoja <strong>de</strong> palmera y alejando<br />
las moscas que acompañaban a los enfermos, pero para consolarse tenía<br />
a su lado una jarra <strong>de</strong> cerveza apenas comenzada.<br />
Hice entrar primero a una madre que llevaba en brazos un chiquillo<br />
<strong>de</strong>scarnado, porque para curarla bastaba un trozo <strong>de</strong> cobre a fin <strong>de</strong> que<br />
pudiese comprar el suficiente alimento que le permitiese amamantar a<br />
su hijo. Después visité a un esclavo que tenía un <strong>de</strong>do aplastado por una<br />
rueda <strong>de</strong> molino <strong>de</strong> trigo y le di un remedio que tomar con el vino para
aminorar su dolor. Curé también a un viejo escriba que tenía en el cuello<br />
un tumor grueso como la cabeza <strong>de</strong> un niño, <strong>de</strong> manera que no podía<br />
apenas respirar. Le di un remedio a base <strong>de</strong> algas marinas que me habían<br />
enseñado en Siria, si bien a mi juicio no podía tener efecto sobre un<br />
bocio <strong>de</strong> aquel tamaño. De un trozo <strong>de</strong> tela limpia sacó dos trozos <strong>de</strong><br />
cobre y me los tendió con una mirada imploradora, porque sentía<br />
vergüenza <strong>de</strong> su pobreza, pero yo no los acepté y le dije que lo mandaría<br />
llamar si un día tenía necesidad <strong>de</strong> sus servicios, y el pobre hombre se<br />
marchó contento por haberse ahorrado su cobre.<br />
Recibí también a una muchacha <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> placer <strong>de</strong> al lado que<br />
tenía los ojos tan llenos <strong>de</strong> costras que llegaban a impedirle ejercer su<br />
profesión. La curé y le di una pomada para ponerse en los ojos, y se<br />
<strong>de</strong>snudó tímidamente para pagarme <strong>de</strong> la única manera que le era<br />
posible. Para no ofen<strong>de</strong>rla le dije que tenía que abstenerme <strong>de</strong> las<br />
mujeres a causa <strong>de</strong> una operación importante, y me creyó, porque no<br />
entendía nada <strong>de</strong>l oficio <strong>de</strong> médico, y me respetó mucho a causa <strong>de</strong> mi<br />
abstinencia. Para que su complacencia no fuese totalmente perdida para<br />
ella le quité dos verrugas que afeaban su vientre y su flanco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haberlas untado bien con una pomada anestésica, <strong>de</strong> manera que la<br />
operación no le produjo casi dolor y se marchó muy contenta.<br />
Así, durante aquella primera jornada no había ganado ni la sal ni el<br />
pan, y Kaptah se mofó <strong>de</strong> mí sirviéndome una oca gorda preparada a la<br />
moda <strong>de</strong> Tebas, plato como no se come en ninguna otra parte <strong>de</strong>l<br />
mundo. La había comprado en un elegante restaurante <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> la<br />
villa, guardándola caliente en el horno, y me escanció el mejor vino <strong>de</strong><br />
los viñedos <strong>de</strong> Amón en una copa <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> colores. Pero mi corazón<br />
estaba satisfecho y me sentía contento <strong>de</strong> mi jornada, más que si hubiese<br />
curado a un rico merca<strong>de</strong>r que me hubiera dado una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro.<br />
Debo <strong>de</strong>cir a este respecto que cuando pocos días <strong>de</strong>spués el esclavo vino<br />
a mostrarme su <strong>de</strong>do en vías <strong>de</strong> curación, me trajo un bote <strong>de</strong> sémola<br />
que había robado en un molino, <strong>de</strong> manera que, <strong>de</strong> todos modos, aquella<br />
primera jornada <strong>de</strong> trabajo me había proporcionado un regalo.<br />
Pero Kaptah me consoló, diciéndome:<br />
-Creo que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta jornada tu reputación se exten<strong>de</strong>rá por todo<br />
el barrio y tu casa estará llena <strong>de</strong> clientes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el alba, porque oigo ya a<br />
los pobres <strong>de</strong>cirse al oído: «Ve pronto a la antigua casa <strong>de</strong>l fundidor <strong>de</strong><br />
cobre, porque el médico que se ha establecido en ella cuida a sus<br />
enfermos gratuitamente y sin dolor y con mucha habilidad, y da trozos<br />
<strong>de</strong> cobre a las madres pobres y opera gratuitamente a las muchachas <strong>de</strong><br />
placer para mejorar su belleza. Ve pronto a encontrarlo, porque el que<br />
llega primero recibe más, y pronto estará tan pobre que tendrá que<br />
ven<strong>de</strong>r su casa y marcharse, a menos que lo encierren en una habitación<br />
oscura para ponerle sanguijuelas en las rodillas.» Pero sobre este punto,
estos idiotas se engañan, porque, afortunadamente, tienes oro y yo voy a<br />
hacerlo trabajar para ti, <strong>de</strong> manera que no conocerás nunca la necesidad,<br />
sino que, si lo <strong>de</strong>seas, podrás comerte todos los días una oca y beber el<br />
mejor vino y, sin embargo, enriquecerte, si te contentas con esta sencilla<br />
casa. Pero como no haces nunca nada como los <strong>de</strong>más, no me extrañaría<br />
que el mejor día arrojases todo tu oro a un pozo y vendieses la casa y a<br />
mí con ella, por culpa <strong>de</strong> tu maldita inquietud. Por esto obrarías<br />
cuerdamente <strong>de</strong>positando en los archivos una escritura atestiguando que<br />
soy libre <strong>de</strong> ir y venir a mi antojo, porque las palabras vuelan y<br />
<strong>de</strong>saparecen, pero un escrito dura eternamente si está provisto <strong>de</strong> un<br />
sello. Tengo mis razones para pedirte esto, pero no quiero abusar <strong>de</strong> tu<br />
tiempo y tu paciencia exponiéndotelas.<br />
Era una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> primavera y los fuegos <strong>de</strong> boñigas secas ardían<br />
lentamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las cabañas, y <strong>de</strong>l puerto llegaba el olor <strong>de</strong> los<br />
cargamentos <strong>de</strong> cedros y perfumes sirios. Las acacias embalsamaban el<br />
aire, y todos estos olores se mezclaban <strong>de</strong>liciosamente en mi olfato junto<br />
con el olor <strong>de</strong> pescado frito en aceite rancio, tan característico por la<br />
noche, <strong>de</strong> los barrios pobres. Me había comido una oca preparada a la<br />
manera <strong>de</strong> Tebas y bebido un vino exquisito y me sentía feliz, libre <strong>de</strong><br />
toda preocupación. Por esto le permití a Kaptah que se escanciara vino<br />
en una copa <strong>de</strong> arcilla. Dije:<br />
-Eres libre, Kaptah, lo eres <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo, como sabes,<br />
porque pese a tu <strong>de</strong>sfachatez has sido para mí un amigo más que un<br />
esclavo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que me entregaste tu humil<strong>de</strong> peculio creyendo<br />
no volver a verlo jamás. Eres libre, Kaptah, y mañana redactaremos lo<br />
necesario, que valorizaré con mi sello egipcio y sirio. Pero dime cómo has<br />
colocado mi oro y mis bienes, puesto que dices que el oro trabajará por<br />
mí aunque yo no gane nada. ¿No has <strong>de</strong>positado mi oro en la caja <strong>de</strong>l<br />
templo como te lo había mandado?<br />
-No, dueño mío -dijo Kaptah, mirándome francamente con su ojo<br />
único-. No he ejecutado tu or<strong>de</strong>n porque era una or<strong>de</strong>n estúpida, y no<br />
ejecuto nunca ór<strong>de</strong>nes estúpidas, sino que he obrado a mi antojo, y ahora<br />
que soy libre puedo <strong>de</strong>círtelo, porque has bebido mo<strong>de</strong>radamente y no te<br />
enfadarás. Pero como conozco tu naturaleza impetuosa e irreflexiva, he<br />
escondido tu bastón para mayor seguridad. Te lo digo para que no<br />
pierdas el tiempo buscándolo mientras hablo. Sólo los imbéciles<br />
<strong>de</strong>positan el oro en el templo, porque no sólo no pagan nada por el<br />
dinero <strong>de</strong>positado, sino que exigen un pago por guardarlo en sus cofres<br />
contra los ladrones. Y es estúpido, a<strong>de</strong>más, por la razón <strong>de</strong> que <strong>de</strong> esta<br />
forma el fisco conoce tu fortuna y resulta que tu oro, <strong>de</strong>scansando así,<br />
disminuye sin cesar hasta que no queda nada. La única razón lógica <strong>de</strong><br />
acumular oro es hacerlo trabajar, mientras uno permanece sentado con<br />
los brazos cruzados mascando salados granos <strong>de</strong> loto asado para
procurarse una sed agradable. Por esto he trotado todo el día por la villa<br />
con mis zambas piernas en busca <strong>de</strong> mejores inversiones, mientras tú<br />
visitabas los templos y admirabas los paisajes. Gracias a mi sed, he oído<br />
muchas cosas. Entre otras, que la gente rica no <strong>de</strong>posita ya su dinero en<br />
los sótanos <strong>de</strong>l templo, porque dicen que no está seguro; y si éste es el<br />
caso, no lo estará en ninguna parte <strong>de</strong> Egipto. Y me he enterado también<br />
<strong>de</strong> que el templo <strong>de</strong> Amón ven<strong>de</strong> sus tierras.<br />
-Mientes -le dije vivamente, levantándome, porque aquella sola i<strong>de</strong>a<br />
era insensata-. Amón no ven<strong>de</strong> sus tierras; las compra. Amón ha<br />
comprado siempre tierras y así posee ya la cuarta parte <strong>de</strong> las tierras<br />
negras y Amón no abandona jamás lo que ha adquirido.<br />
-Naturalmente, naturalmente -dijo Kaptah con calma, escanciándome<br />
vino sin olvidarse <strong>de</strong> sí mismo-. Toda persona razonable sabe que la<br />
tierra es el único bien que conserva siempre todo su valor, a condición <strong>de</strong><br />
estar en buenos términos con los geómetras y hacerles un buen regalo<br />
cada año <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la crecida. Pero es, sin embargo, un hecho cierto<br />
que Amón ven<strong>de</strong> secretamente sus tierras a cualquiera <strong>de</strong> sus a<strong>de</strong>ptos<br />
que tenga oro. Me he asustado mucho al enterarme y lo he averiguado, y,<br />
verda<strong>de</strong>ramente, Amón ven<strong>de</strong> tierras muy baratas, pero reservándose el<br />
<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> volver a comprarlas más tar<strong>de</strong> si lo <strong>de</strong>sea. Pero, a pesar <strong>de</strong><br />
esto, el negocio es ventajoso, porque engloba todos los edificios,<br />
instrumentos agrícolas, ganado y esclavos, <strong>de</strong> manera que el propietario<br />
obtiene <strong>de</strong> ellas un pingüe beneficio cultivando bien la tierra. Tú mismo<br />
sabes que Amón posee las tierras más fértiles <strong>de</strong> Egipto. Si todo estuviese<br />
como antes, nada sería más seductor que este negocio, porque el<br />
beneficio es seguro y rápido. De esta forma Amón ha vendido en poco<br />
tiempo una cantidad enorme <strong>de</strong> tierras y amasado en sus subterráneos<br />
todo el oro líquido <strong>de</strong> Egipto, <strong>de</strong> manera que hay escasez <strong>de</strong> oro y el<br />
precio <strong>de</strong> los inmuebles ha sufrido una fuerte baja. Pero todo esto es<br />
secreto y no <strong>de</strong>be hablarse <strong>de</strong> ello; yo no sabría nada si mi útil sed no me<br />
hubiese puesto precisamente en relación con gente bien informada.<br />
-¿No habrás comprado tierras, sin embargo? -le pregunté, yo muy<br />
inquieto.<br />
Pero Kaptah me tranquilizó, diciendo:<br />
-No soy tan loco, ¡oh dueño mío!, porque <strong>de</strong>bes saber que no nací con<br />
estiércol entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies, pese a que sea esclavo, sino en calles<br />
pavimentadas y altas mansiones. No entiendo una palabra en cuestiones<br />
<strong>de</strong> la tierra, y si comprara tierras por tu cuenta, cada inten<strong>de</strong>nte, pastor,<br />
esclavo o sirvienta me robaría cuanto quisiera, mientras en Tebas nadie<br />
pue<strong>de</strong> robarme nada, sino que soy yo quien engaño a los <strong>de</strong>más. La gran<br />
ventaja <strong>de</strong> los asuntos <strong>de</strong> Amón es tan evi<strong>de</strong>nte que el más imbécil se da<br />
cuenta, y por esto adivino que en este asunto hay algún chacal <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
una roca, y eso indica también la <strong>de</strong>sconfianza <strong>de</strong> los ricos respecto a la
seguridad <strong>de</strong> los subterráneos <strong>de</strong>l templo. Yo creo que todo esto es<br />
causado por el nuevo dios <strong>de</strong>l faraón. Pasarán muchas cosas, ¡oh dueño<br />
mío!, muchas cosas extrañas antes <strong>de</strong> que entendamos y veamos cómo<br />
acabará todo esto. Pero yo no veo más que tu interés y he comprado con<br />
tu oro algunos inmuebles ventajosos, casas <strong>de</strong> comercio y <strong>de</strong> alquiler,<br />
que producen cada año un beneficio consi<strong>de</strong>rable, y estas compras están<br />
tan a<strong>de</strong>lantadas que no se necesita ya más que tu firma y tu sello. Cree<br />
que he comprado barato, y si los ven<strong>de</strong>dores me hacen un regalo cuando<br />
el asunto esté terminado, no es cosa tuya, sino que es un asunto entre<br />
ellos y yo, <strong>de</strong>bido a su imbecilidad, pero yo no te robo nada. Sin<br />
embargo, no tendría nada que objetar con respecto a que también tú, por<br />
tu propia iniciativa, me hicieras otro regalo por haber hecho para ti tan<br />
buenos negocios.<br />
Reflexioné un instante y le dije:<br />
-No, Kaptah, no te haré ningún regalo, porque es evi<strong>de</strong>nte que has<br />
calculado que podrás robarme al cobrar los alquileres y conviniendo<br />
reparaciones anuales con los contratistas.<br />
Kaptah no dio muestras <strong>de</strong> la menor <strong>de</strong>cepción, sino que dijo:<br />
-Tienes razón, porque tu riqueza es la mía, y tus intereses los míos, y<br />
<strong>de</strong>bo en todo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r tus intereses. Pero <strong>de</strong>bo confesar que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber oído hablar <strong>de</strong> las ventas <strong>de</strong> Amón, la agricultura ha comenzado a<br />
interesarme vivamente y he ido a la Bolsa <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> cereales y<br />
he rodado <strong>de</strong> taberna en taberna a causa <strong>de</strong> mi sed y he aguzado el oído,<br />
enterándome <strong>de</strong> muchas cosas útiles. Con tu oro y tu permiso, ¡oh dueño<br />
mío!, me propongo comprar trigo <strong>de</strong> la próxima cosecha, naturalmente,<br />
porque los precios son aún muy mo<strong>de</strong>rados. Verdad es que el trigo es<br />
más perece<strong>de</strong>ro que las piedras, pues se lo comen las ratas y lo roban los<br />
esclavos, pero para ganar algo hay que correr ciertos riesgos. En todo<br />
caso, la agricultura y la cosecha <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la crecida y <strong>de</strong> la langosta,<br />
<strong>de</strong> los musgaños y los canales <strong>de</strong> irrigación, así como <strong>de</strong> muchísimas<br />
otras causas que ignoro. Quiero con esto <strong>de</strong>cirte que el campesino tiene<br />
una responsabilidad más gran<strong>de</strong> que la mía y que comprando ahora<br />
recibiré este otoño el trigo al precio convenido. Cuento con guardarlo en<br />
<strong>de</strong>pósito y vigilarlo cuidadosamente, porque tengo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que el<br />
precio <strong>de</strong>l trigo va a subir con el tiempo. Esto es lo que <strong>de</strong>duzco con mi<br />
buen sentido <strong>de</strong> las ventas <strong>de</strong> Amón, porque si cualquier imbécil se<br />
<strong>de</strong>dica a la agricultura, la cosecha tiene forzosamente que ser más escasa<br />
que antes. Por esto he comprado también almacenes secos y provistos <strong>de</strong><br />
sólidas cerraduras para conservar el trigo, porque cuando no tengamos<br />
necesidad <strong>de</strong> ellos podremos alquilarlos a los merca<strong>de</strong>res y sacar un<br />
buen provecho.<br />
A mi modo <strong>de</strong> ver, Kaptah se tomaba molestias inútiles y se cargaba<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>masiadas preocupaciones con todos sus proyectos, pero aquello lo
divertía seguramente y yo no tenía nada que objetar con tal <strong>de</strong> que no<br />
tuviese que mezclarme a sus gestiones. Esto es lo que le dije y,<br />
disimulando cautelosamente su viva satisfacción, dijo, con aire <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>specho:<br />
-Tengo todavía otro proyecto ventajoso que quisiera realizar por tu<br />
cuenta. Uno <strong>de</strong> los principales comercios <strong>de</strong> esclavos <strong>de</strong> la ciudad está en<br />
venta, y creo po<strong>de</strong>r preten<strong>de</strong>r saber todo cuanto pueda saberse en<br />
materia <strong>de</strong> esclavos, <strong>de</strong> manera que este comercio te enriquecería<br />
rápidamente. Sé cómo se ocultan los <strong>de</strong>fectos y los vicios <strong>de</strong> los esclavos<br />
y sé manejar el bastón como es necesario, cosa que tú no sabes, ¡oh<br />
dueño mío!, si me permites que te lo diga, ahora que lo he ocultado. Pero<br />
estoy muy contrariado, porque creo que esta ocasión propicia se nos va a<br />
escapar y sin duda te negarás a ella, ¿verdad?<br />
-Tienes toda la razón, Kaptah -le dije-. No seremos merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong><br />
esclavos, porque es un oficio sucio y repugnante, si bien no sabría <strong>de</strong>cir<br />
por qué, puesto que todo el mundo compra esclavos, emplea esclavos y<br />
tiene necesidad <strong>de</strong> esclavos. Así fue y así será siempre, pero yo no quiero<br />
ser merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esclavos y no quiero que lo seas tú.<br />
Kaptah suspiró, y dijo:<br />
-Así, ¡oh dueño mío!, conozco bien tu corazón y hemos evitado una<br />
<strong>de</strong>sgracia, porque, pensándolo bien, quizás hubiera prestado <strong>de</strong>masiada<br />
atención a las esclavas bonitas y malgastado mis fuerzas, cosa que no<br />
puedo hacer, porque comienzo a envejecer y mis miembros están<br />
anquilosados y mis manos tiemblan sobre todo por la mañana al<br />
<strong>de</strong>spertar, antes <strong>de</strong> que haya tocado mi jarra <strong>de</strong> cerveza. Pues bien, me<br />
apresuro a <strong>de</strong>cirte que todas las casas que he comprado en tu nombre<br />
son respetables, y la ganancia será mo<strong>de</strong>sta, pero segura. No he<br />
comprado ni una sola casa <strong>de</strong> placer ni ninguna callejuela <strong>de</strong> pobres que,<br />
con sus miserables covachas, producen, sin embargo, más que las sólidas<br />
casas <strong>de</strong> las familias acomodadas. Cierto es que he sabido sostener una<br />
dura batalla conmigo mismo para obrar así, porque, ¿por qué motivo no<br />
nos enriqueceríamos como los otros? Pero mi corazón me dice que no<br />
estarás <strong>de</strong> acuerdo y por esto he renunciado con pena a mis queridas<br />
esperanzas. Pero tengo todavía una petición que hacerte.<br />
Kaptah perdió súbitamente su seguridad y me miró con su ojo único<br />
para asegurarse <strong>de</strong> mi benevolencia. Yo le vertí vino en la copa y lo<br />
animé a hablar, porque jamás hasta entonces lo había visto vacilar <strong>de</strong><br />
aquella manera y aquello aguzaba mi curiosidad. Acabó diciendo:<br />
-Mi petición es <strong>de</strong>svergonzada e impúdica, pero, puesto que me<br />
aseguras que soy libre, tengo la osadía <strong>de</strong> exponértela, esperando que no<br />
te enojarás por ello, si bien, para mayor seguridad, he escondido el<br />
bastón. Quisiera, en efecto, que me acompañases a esa taberna <strong>de</strong>l<br />
puerto <strong>de</strong> la que tan a menudo te he hablado y que se llama «La Cola <strong>de</strong>
Cocodrilo», a fin <strong>de</strong> que bebiésemos juntos una cola y vieses cómo es este<br />
sitio en el que soñaba con los ojos abiertos mientras bebía la cerveza<br />
espesa <strong>de</strong> Siria y Babilonia.<br />
Me eché a reír y no me enojé, porque el vino me enternecía. El<br />
crepúsculo era melancólico y me sentía muy solo. Aunque fuese inaudito<br />
y estuviese por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi dignidad salir con mi servidor para ir a<br />
beber a un tugurio <strong>de</strong>l puerto una bebida llamada cola <strong>de</strong> cocodrilo a<br />
causa <strong>de</strong> su fuerza, recordé que un día Kaptah me había acompañado por<br />
su propia voluntad a la mansión tenebrosa sabiendo que nadie había<br />
salido vivo <strong>de</strong> ella. Por esto le toqué el hombro y le dije:<br />
-Mi corazón me dice que en este instante preciso una cola <strong>de</strong><br />
cocodrilo; es lo que necesitamos para terminar la jornada. Vamos.<br />
Kaptah bailó <strong>de</strong> gozo a la manera <strong>de</strong> los esclavos, olvidando su<br />
anquilosamiento. Me entregó mi bastón y me puso mi manto. Después<br />
nos fuimos al puerto y entramos en «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo», don<strong>de</strong><br />
llevaba el viento el olor <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cedro y <strong>de</strong> las tierras fértiles.<br />
La taberna <strong>de</strong> «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo» estaba situada en el centro <strong>de</strong>l<br />
barrio portuario, en un callejón tranquilo, como aplastada entre los<br />
gran<strong>de</strong>s almacenes. Era <strong>de</strong> ladrillo y los muros eran muy gruesos, <strong>de</strong><br />
manera que en verano era fresca y en invierno conservaba el calor.<br />
Encima <strong>de</strong> la puerta se balanceaba, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un jarra para vino y otra<br />
para cerveza, un gran cocodrilo disecado con los ojos <strong>de</strong> cristal y cuyas<br />
fauces abiertas mostraban varias hileras <strong>de</strong> dientes. Kaptah me hizo<br />
entrar, llamó al patrón y nos ofreció unos asientos tapizados. Era<br />
conocido en la casa y se comportaba en ella como si fuera la suya, <strong>de</strong><br />
manera que los <strong>de</strong>más clientes se calmaron y reanudaron sus<br />
conversaciones <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme dirigido miradas suspicaces.<br />
Observé con sorpresa que el suelo era <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y los muros estaban<br />
revestidos <strong>de</strong> planchas y adornados con recuerdos <strong>de</strong> lejanos países,<br />
lanzas <strong>de</strong> negros y morriones <strong>de</strong> plumas, conchas <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar y<br />
ánforas cretenses pintadas, Kaptah observaba entusiasmado mis<br />
miradas y dijo:<br />
-Te extrañas, sin duda, <strong>de</strong> que las pare<strong>de</strong>s estén revestidas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />
como en las casas <strong>de</strong> los ricos. Debes, pues, saber que cada plancha<br />
proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> un viejo navío <strong>de</strong>sguazado y aun cuando no evoco con placer<br />
mis viajes por mar, <strong>de</strong>bo mencionar que esta plancha amarilla, roída por<br />
el agua, navegó un día hacia la tierra <strong>de</strong> Punt y que esta plancha parda<br />
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ozó un tiempo los muelles <strong>de</strong> las islas <strong>de</strong>l mar. Pero, si lo permites,<br />
vamos a tomar una cola que el patrón ha preparado con sus propias<br />
manos.<br />
Me entregaron una bella copa en forma <strong>de</strong> concha que se sostenía en<br />
la palma <strong>de</strong> la mano, pero mi intención fue acaparada por la mujer que<br />
me la entregaba. No era ya muy joven como las sirvientas habituales <strong>de</strong><br />
las tabernas, y no se paseaba medio <strong>de</strong>snuda para seducir a los clientes<br />
sino que iba <strong>de</strong>centemente vestida y llevaba unos anillos <strong>de</strong> plata en las<br />
orejas y unos brazaletes en sus finas muñecas. Respondió a mi mirada y<br />
la sostuvo sin <strong>de</strong>scaro a la manera <strong>de</strong> las mujeres, sin apartar los ojos.<br />
Sus cejas eran <strong>de</strong>lgadas y sus ojos expresaban una melancolía sonriente.<br />
Eran <strong>de</strong> un castaño cálido, vivo, y su mirada calentaba el corazón. Tomé<br />
la copa <strong>de</strong> sus manos y Kaptah recibió una también, y sin reflexionar<br />
pregunté a la sirvienta:<br />
-¿Qué nombre es el tuyo, bella mujer?<br />
Y en voz baja ella me respondió:<br />
-Mi nombre es Merit y no se me llama bella mujer como hacen los<br />
muchachos tímidos para proporcionarse el valor <strong>de</strong> tocar por primera<br />
vez los flancos <strong>de</strong> una sirvienta. Espero que lo recordarás si quieres<br />
hacernos el favor <strong>de</strong> renovar tu visita, Sinuhé, tú que eres solitario.<br />
Me sentí ofendido y le dije:<br />
-No tengo el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> tocarte las ca<strong>de</strong>ras, bella Merit, pero,<br />
¿cómo sabes mi nombre?<br />
Sonrió, y su sonrisa era bella en su rostro moreno y terso mientras me<br />
<strong>de</strong>cía con tono malicioso:<br />
-Tu reputación te ha precedido, Hijo <strong>de</strong> Onagro, y viéndote sé que tu<br />
reputación no es exagerada y que es justo todo lo que dice <strong>de</strong> ti la fama.<br />
En el fondo <strong>de</strong> sus ojos flotaba la tristeza y a través <strong>de</strong> su sonrisa mi<br />
corazón experimentó pena y no pu<strong>de</strong> enojarme contra ella.<br />
Dije.<br />
-Si entien<strong>de</strong>s por fama a un tal Kaptah aquí presente, mi antiguo<br />
esclavo, <strong>de</strong> quien he hecho hoy un hombre libre, sabrás probablemente<br />
que no se pue<strong>de</strong> uno fiar <strong>de</strong> sus palabras. En efecto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nacimiento<br />
su lengua tiene el <strong>de</strong>fecto innato <strong>de</strong> no saber distinguir la mentira <strong>de</strong> la<br />
verdad, pero ama a las dos por un igual y algunas veces más a la mentira<br />
que a la verdad. Es un <strong>de</strong>fecto que no pue<strong>de</strong> ser corregido ni por el arte<br />
<strong>de</strong> la medicina ni a bastonazos.<br />
Y ella dijo:<br />
-La mentira es a veces más <strong>de</strong>liciosa que la verdad cuando se es<br />
solitario y la primavera ha pasado. Por esto te creo cuando me llamas<br />
«bella Merit», y creo todo lo que tu rostro me cuenta. Pero <strong>de</strong>bes probar<br />
la cola <strong>de</strong> cocodrilo que te he traído porque tengo curiosidad <strong>de</strong> saber si
soporta la comparación con las maravillosas bebidas <strong>de</strong> los países don<strong>de</strong><br />
has estado.<br />
Sin apartar los ojos <strong>de</strong> ella, levanté la copa con la palma <strong>de</strong> la mano y<br />
bebí, pero <strong>de</strong>jé en el acto <strong>de</strong> mirarla, porque la sangre me afluyó a la<br />
cabeza y empecé a toser y mi garganta pareció quemada por el fuego.<br />
Cuando recuperé la respiración dije:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, retiro todo lo que acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir sobre Kaptah,<br />
porque sobre este punto no ha mentido. Tu bebida es verda<strong>de</strong>ramente<br />
más fuerte que ninguna <strong>de</strong> las que he probado y más ardiente que el<br />
petróleo que los babilonios queman en sus lámparas, y no dudo que<br />
<strong>de</strong>rribe a un hombre sólido, como el coletazo <strong>de</strong> un cocodrilo.<br />
Todo mi cuerpo parecía inflamado y mi boca ardiente conservaba un<br />
sabor <strong>de</strong> plantas y <strong>de</strong> bálsamo. Mi corazón tenía alas como una<br />
golondrina y le dije:<br />
-Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, no puedo compren<strong>de</strong>r cómo se mezcla<br />
esta bebida, y no sé si es ella o tu presencia lo que me encanta, Merit,<br />
porque el encanto corre por mis miembros y mi corazón se rejuvenece, y<br />
no extrañes si pongo mi mano en tu ca<strong>de</strong>ra porque será culpa <strong>de</strong> esta<br />
cola y no mía.<br />
Retrocedió un poco levantando los brazos maliciosamente; era alta y<br />
esbelta, y me dijo, sonriendo:<br />
-No <strong>de</strong>bes blasfemar, porque ésta es una taberna <strong>de</strong>cente y yo no soy<br />
vieja todavía, aun cuando tus ojos quizá no lo crean. En cuanto a esta<br />
bebida te diré que será la única dote que me dará mi padre, y por eso tu<br />
esclavo Kaptah me ha hecho una corte asidua para conocer la receta,<br />
pero es tuerto, obeso y viejo, y no creo que una mujer madura pueda<br />
experimentar ningún goce con él. Por esto ha tenido que comprar esta<br />
taberna con el oro y cuenta comprar también mi receta, pero tendrá que<br />
pesar mucho oro antes <strong>de</strong> que el negocio esté concluido.<br />
Kaptah le dirigía enérgicos a<strong>de</strong>manes para hacerla callar, pero yo<br />
probé otra vez la copa y el fuego se <strong>de</strong>rramó <strong>de</strong> nuevo por mi cuerpo y le<br />
dije:<br />
-Creo que Kaptah estaría dispuesto a romper una jarra contigo a<br />
cambio <strong>de</strong> esta receta, incluso sabiendo que inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
matrimonio le arrojarás agua caliente a las piernas. Pero yo lo<br />
comprendo cuando te miro a los ojos, y acuérdate que ahora es la cola <strong>de</strong><br />
cocodrilo la que habla por mi boca y que mañana no respon<strong>de</strong>ré quizá <strong>de</strong><br />
mis palabras. Pero, ¿es verdad que Kaptah posee esta taberna?<br />
-¡Vete al diablo, maldita hembra! -dijo Kaptah, profiriendo en seguida<br />
una letanía <strong>de</strong> nombres <strong>de</strong> dioses que había aprendido en Siria-. ¡Oh<br />
dueño mío! -añadió, volviéndose humil<strong>de</strong>mente hacia mí-, han sucedido<br />
las cosas <strong>de</strong>masiado pronto, porque quería prepararte paulatinamente y<br />
pedirte el consentimiento, puesto que eres todavía mi dueño. Es cierto
que he comprado esta taberna a su dueño y quiero tratar <strong>de</strong> obtener esta<br />
receta <strong>de</strong> su hija, porque la cola <strong>de</strong> cocodrilo ha dado celebridad a este<br />
lugar a todo lo largo <strong>de</strong>l río, y he pensado en ella cada día durante<br />
nuestra ausencia. Como sabes, durante estos años te he robado lo mejor<br />
que he sabido y por esto he tenido también dificulta<strong>de</strong>s en colocar mi<br />
dinero, porque <strong>de</strong>bo pensar en los días <strong>de</strong> mi vejez. Des<strong>de</strong> mi infancia, la<br />
profesión <strong>de</strong> tabernero me pareció la más <strong>de</strong>seable <strong>de</strong> todas. Des<strong>de</strong><br />
luego, en aquella época me <strong>de</strong>cía que podría beber gratuitamente toda la<br />
cerveza que quisiera. Ahora sé que el dueño <strong>de</strong> una taberna <strong>de</strong>be beber<br />
mo<strong>de</strong>radamente y no embriagarse jamás, lo cual me será muy bueno<br />
para la salud, porque el exceso <strong>de</strong> cerveza me hace a veces ver<br />
hipopótamos y monstruos espantosos. Pero un tabernero encuentra sin<br />
cesar gentes que le son útiles y se entera siempre <strong>de</strong> todo lo que ocurre,<br />
lo cual es para mí un gran placer, porque soy muy curioso. Mi lengua<br />
bien sujeta me es también muy útil en este oficio y creo que mis relatos<br />
sabrán seducir a mis clientes y los inducirán a beber sin asombrarse <strong>de</strong><br />
nada, hasta el momento <strong>de</strong> la cuenta. Sí, pensándolo bien, creo que los<br />
dioses me habían <strong>de</strong>stinado a esta profesión <strong>de</strong> tabernero y sólo por<br />
error nací esclavo. Pero me fue útil, porque no existe mentira, ardid o<br />
astucia para marcharse sin pagar que no conozca, por haberlo<br />
practicado. Sin jactancia, creo conocer a los hombres, y mi olfato me dice<br />
cuándo puedo dar a beber a crédito, lo cual es esencial para un tabernero<br />
porque la naturaleza humana es tan extraña que el hombre bebe a<br />
crédito sin preocupaciones, sin pensar en el vencimiento, mientras<br />
economiza mezquinamente su dinero cuando tiene que pagar al contado.<br />
Kaptah vació su copa y se cogió la cabeza con las manos con una<br />
sonrisa melancólica y prosiguió:<br />
-A mi juicio, el oficio <strong>de</strong> tabernero es también el más seguro <strong>de</strong> todos,<br />
porque la sed <strong>de</strong>l hombre permanece inalterable pase lo que pase, y<br />
aunque se tambalease el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> los faraones, y los dioses se cayesen<br />
<strong>de</strong> sus tronos, las tabernas y las hosterías no estarían más vacías que<br />
antes. Porque el hombre bebe vino en su alegría y lo bebe en su tristeza;<br />
en el éxito alegra su corazón con el vino y en el fracaso lo consuela <strong>de</strong><br />
igual modo; bebe cuando está enamorado y bebe cuando su mujer lo<br />
apalea. Acu<strong>de</strong> al vino cuando los asuntos van mal; riega sus beneficios<br />
con el vino. Ni tan sólo la pobreza impi<strong>de</strong> al hombre beber vino. Y lo<br />
mismo ocurre con la cerveza, si bien he hablado <strong>de</strong>l vino porque es más<br />
poético y suscita la elocuencia, puesto que, cosa curiosa, los poetas no<br />
han compuesto todavía poemas en honor <strong>de</strong> la cerveza, lo cual no es<br />
justo, porque la cerveza pue<strong>de</strong> también, en caso <strong>de</strong> necesidad, procurar<br />
una embriaguez y un dolor <strong>de</strong> cabeza todavía mejor. Pero no quiero<br />
importunarte con el elogio <strong>de</strong> la cerveza y vuelvo a mi asunto, y por esto<br />
he invertido en esta taberna mis economías <strong>de</strong> oro y plata.
Verda<strong>de</strong>ramente, no imagino oficio más agradable, salvo el <strong>de</strong> prostituta,<br />
que no requiere gastos <strong>de</strong> instalación, ya que lleva su negocio en sí<br />
misma, y si es un poco cauta pasará su vejez en una casa propia,<br />
construida con la potencia <strong>de</strong> sus flancos. Pero perdóname que me<br />
extravíe <strong>de</strong> nuevo, porque no he podido acostumbrarme todavía a esta<br />
cola <strong>de</strong> cocodrilo que me suelta la lengua. Sí, esta taberna es mía, y el<br />
antiguo tabernero la regenta con la ayuda <strong>de</strong> la hechicera Merit y nos<br />
partimos los beneficios. Hemos firmado un contrato que hemos jurado<br />
respetar por los mil dioses <strong>de</strong> Egipto, <strong>de</strong> manera que no creo que me<br />
robe más <strong>de</strong> lo razonable, porque es un hombre piadoso que va a<br />
sacrificar a los templos, pero obra <strong>de</strong> esta forma porque tiene sacerdotes<br />
entre sus clientes, y son buenos parroquianos, porque se necesitan más<br />
<strong>de</strong> una o dos colas para tumbar a unos hombres que están<br />
acostumbrados a los vinos fuertes <strong>de</strong> sus viñedos y beben a cántaros. Por<br />
otra parte, es conveniente combinar los intereses comerciales con la<br />
práctica <strong>de</strong> la piedad; sí, diantre, no me acuerdo ya <strong>de</strong> lo que iba a <strong>de</strong>cir,<br />
porque es para mí un gran día <strong>de</strong> júbilo, y me alegro sobre todo <strong>de</strong> que<br />
no estés enfadado conmigo y no me reproches nada y sigas<br />
consi<strong>de</strong>rándome como tu servidor, pese a que sea tabernero, oficio que<br />
algunos consi<strong>de</strong>ran <strong>de</strong>shonroso.<br />
Después <strong>de</strong> este largo discurso Kaptah comenzó a gemir y lamentarse;<br />
escondió su rostro en mis rodillas, besándome, presa <strong>de</strong> una viva<br />
emoción y completamente ebrio. Yo lo levanté a la fuerza y dije:<br />
-En verdad, creo que hubieras podido escoger un oficio más <strong>de</strong>cente<br />
para acabar tus días; pero hay una cosa que no comprendo. Puesto que el<br />
patrón sabe que esta taberna es tan ventajosa y posee el secreto <strong>de</strong> la cola<br />
<strong>de</strong> cocodrilo, ¿por qué ha consentido en vendértela?<br />
Kaptah me dirigió una mirada <strong>de</strong> reproche, y con los ojos llenos <strong>de</strong><br />
lágrimas dijo:<br />
-¿No te he dicho mil veces que tienes el talento maravilloso <strong>de</strong><br />
envenenar todas mis alegrías con tu corazón que es más amargo que el<br />
ajenjo? ¿Bastará que te diga como él que somos amigos <strong>de</strong> infancia y que<br />
nos queremos como hermanos y <strong>de</strong>seamos compartir nuestras alegrías y<br />
nuestros beneficios? Leo en tus ojos que esto no basta para ti, como no<br />
basta tampoco para mí, y por esto te confieso que en este negocio hay<br />
gato encerrado. Se habla <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s disturbios que saldrán <strong>de</strong> la<br />
lucha entre Amón y el dios <strong>de</strong>l faraón y, como sabes muy bien, durante<br />
los alborotos las tabernas son las primeras en sufrir, y se hun<strong>de</strong>n las<br />
puertas y se apalea a los dueños, arrojándolos al río, se vierten las jarras<br />
y se rompen los muebles, y algunas veces se incendia la casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber vaciado las jarras. Esto es lo que ocurre con toda seguridad si el<br />
propietario no se ha inclinado hacia el lado mejor, y el patrón es un fiel<br />
<strong>de</strong> Amón y todo el mundo lo sabe, <strong>de</strong> manera que no pue<strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong>
pellejo. Ha comenzado a <strong>de</strong>sconfiar <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que sabe que se<br />
ven<strong>de</strong>n sus tierras, y yo he soplado sobre sus dudas; pese a que es un<br />
hombre que teme el porvenir, lo mismo pue<strong>de</strong> resbalar pisando la<br />
mondadura <strong>de</strong> un fruto que recibir una teja en la cabeza, o ser aplastado<br />
por una carreta <strong>de</strong> bueyes. Olvidas, dueño mío, que tenemos nuestro<br />
escarabajo, y no dudo <strong>de</strong> que protegerá «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo», pese a<br />
que bastante trabajo tiene ya en velar sobre tus numerosos intereses.<br />
Reflexioné y acabé diciéndole:<br />
-Ocurra lo que ocurra, Kaptah, tengo que reconocer que has realizado<br />
muchas cosas en un día.<br />
Pero él rechazó mi elogio y dijo:<br />
-Olvidas, ¡oh dueño mío!, que <strong>de</strong>sembarcamos ayer. Debo confesar<br />
que la hierba no ha crecido bajo mis pies y, por increíble que te parezca,<br />
mi lengua se encuentra cansada, porque una sola cola llega a paralizarme<br />
<strong>de</strong> este modo.<br />
Nos levantamos para marcharnos y nos <strong>de</strong>spedimos <strong>de</strong>l patrón; Merit<br />
nos acompañó hasta la puerta, haciendo sonar los aros <strong>de</strong> sus muñecas y<br />
tobillos. En la oscuridad <strong>de</strong>l vestíbulo le puse la mano en la ca<strong>de</strong>ra y la<br />
acerqué a mí, pero ella se escabulló rechazándome y dijo:<br />
-Tu contacto podría serme agradable, pero no lo <strong>de</strong>seo, porque es la<br />
cola <strong>de</strong> cocodrilo la que se expresa por tus manos.<br />
Levanté confuso las manos y vi que, en efecto, parecían patas <strong>de</strong><br />
cocodrilo. Regresamos a casa y nos tendimos sobre las alfombrillas y<br />
dormimos profundamente toda la noche.<br />
Así fue como comenzó mi vida en el barrio <strong>de</strong> los pobres, en la antigua<br />
casa <strong>de</strong>l fundidor <strong>de</strong> cobre. Tuve muchos enfermos, como Kaptah lo<br />
había predicho, y perdía más que ganaba, pues para curar necesitaba<br />
medicarnentos caros y <strong>de</strong> nada servía curar a los hambrientos sin<br />
asegurarles <strong>de</strong>spués una sólida alimentación. Los regalos que recibía<br />
tenían escaso valor, pero me procuraban placer, y me alegraba oír que<br />
los pobres comenzaban a ben<strong>de</strong>cir mi nombre. Cada noche un<br />
resplandor ardiente se encendía sobre Tebas, pero yo estaba agotado por<br />
el trabajo, e incluso <strong>de</strong> noche pensaba en las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los pobres<br />
y pensaba también en Atón, el nuevo dios <strong>de</strong>l faraón.<br />
Kaptah tomó para nuestro cuidado una mujer vieja que estaba ya<br />
asqueada <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> los hombres, lo cual se leía en su mirada. Pero<br />
sabía preparar una buena comida y era discreta y no se quejaba <strong>de</strong>l olor<br />
7
<strong>de</strong> los pobres ni los rechazaba. Yo pronto me acostumbré a ella y su<br />
presencia era como una sombra que pasara inadvertida. Se llamaba<br />
Muti.<br />
Así pasaban los meses mientras la inquietud aumentaba en Tebas y<br />
Horemheb no regresaba. El sol teñía <strong>de</strong> amarillo los patios y el verano<br />
estaba en su apogeo. Algunas veces <strong>de</strong>seaba cierto cambio y acompañaba<br />
a Kaptah a «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo» y bromeaba con Merit y la miraba a<br />
los ojos, pese a que me fuese extranjera todavía y mi corazón se<br />
angustiaba al contemplarla. Pero no tomaba ya la bebida fuerte que<br />
había dado el nombre a la taberna, sino que me contentaba con la<br />
cerveza fresca que quitaba la sed sin embriagar y daba ligereza al<br />
espíritu. Yo escuchaba las conversaciones <strong>de</strong> los clientes y no tardé en<br />
darme cuenta <strong>de</strong> que no todo el mundo era admitido en aquella taberna,<br />
sino que los clientes eran elegidos, y aun aquellos que habían acumulado<br />
una fortuna saqueando las tumbas o practicaban la usura, olvidaban en<br />
aquella taberna su profesión y se comportaban <strong>de</strong>centemente. Yo daba<br />
crédito a Kaptah cuando me <strong>de</strong>cía que allí no se encontraban más que<br />
gentes que tenían necesidad unos <strong>de</strong> otros. Yo era la única excepción,<br />
porque nadie podía sacar provecho <strong>de</strong> mí y era forastero incluso allí,<br />
pero toleraban mi presencia porque era amigo <strong>de</strong> Kaptah.<br />
Aprendí muchas cosas y oí hablar y ben<strong>de</strong>cir al faraón, pero se<br />
burlaban <strong>de</strong> su nuevo dios. Una tar<strong>de</strong> llegó un tratante en incienso, que<br />
había <strong>de</strong>sgarrado sus vestiduras y <strong>de</strong>rramado ceniza sobre su cabeza.<br />
Había acudido a aligerar su dolor con una cola <strong>de</strong> cocodrilo y gritaba<br />
diciendo:<br />
-En verdad que este falso faraón será maldito hasta la eternidad,<br />
porque este bastardo no se <strong>de</strong>ja guiar y no hace más que lo que se le mete<br />
en la cabeza, arruinando mi honorable profesión. Hasta ahora yo ganaba<br />
sobre todo con los inciensos que venían <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Punt, y estos viajes al<br />
mar oriental no eran peligrosos, porque cada verano se aparejaban<br />
navíos para esta expedición comercial y, al año siguiente, <strong>de</strong> diez navíos<br />
regresaban por lo menos dos y no traían más que una clepsidra <strong>de</strong><br />
retraso y así yo podía calcular mis beneficios y mis inversiones. Pero,<br />
¡esperad un poco! Cuando la flota iba a aparejar, el faraón pasó por el<br />
puerto. ¡Por Seth, que es cosa <strong>de</strong> preguntarse por qué mete la nariz en<br />
todas partes como una hiena! ¿No tiene acaso para eso escribas y<br />
consejeros encargados <strong>de</strong> velar para que todo vaya según la ley y la<br />
costumbre como hasta ahora? El faraón oyó a los marineros gritar a<br />
bordo y vio a sus mujeres y a sus hijos llorar en la ribera, arañándose el<br />
rostro como es costumbre, porque todo el mundo sabe que muchos son<br />
los que parten por mar y muy pocos los que regresan. Todo<br />
esto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> la gran reina, forma parte <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong> los<br />
navíos hacia el país <strong>de</strong> Punt; pero imaginaos lo que ocurrió. Este
chiquillo, este maldito faraón, prohibió a la flota hacerse a la mar y dio<br />
or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no armar más navíos <strong>de</strong>stinados al país <strong>de</strong> Punt. ¡Por Amón!<br />
Todo comerciante sabe lo que esto significa: es la ruina y la quiebra <strong>de</strong><br />
innumerables personas, es el hambre y la pobreza para las familias <strong>de</strong> los<br />
marinos. ¡Por Seth, que nadie se hace a la mar si no lo ha merecido por<br />
sus <strong>de</strong>litos, y se le con<strong>de</strong>na a prestar servicio en el mar en presencia <strong>de</strong><br />
los jueces y según las pruebas legales! Pensad también en las cantida<strong>de</strong>s<br />
invertidas sobre navíos y almacenes, sobre las perlas <strong>de</strong> cristal y las<br />
jarras <strong>de</strong> arcilla. Pensad en los comerciantes egipcios con<strong>de</strong>nados a<br />
permanecer eternamente en las cabañas <strong>de</strong> paja <strong>de</strong> Punt, abandonados a<br />
sus dioses. Mi corazón sangra al pensar en ellos y en sus mujeres<br />
<strong>de</strong>sesperadas y en los chiquillos que no volverán a ver jamás a sus<br />
padres, si bien muchos <strong>de</strong> estos padres han fundado ya nuevos hogares, y<br />
engendrado otros chiquillos <strong>de</strong> piel manchada, por lo que dicen.<br />
Sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la tercera cola el comerciante se calmó y se calló,<br />
excusándose por haber pronunciado palabras ultrajantes para el faraón<br />
en el paroxismo <strong>de</strong> su dolor.<br />
-Pero -dijo- yo creía que la reina Tii, que es una mujer sagaz y hábil,<br />
sabría guiar a su hijo; tenía al sacerdote Ai por un hombre avisado, pero<br />
no quieren más que <strong>de</strong>rribar a Amón y <strong>de</strong>jan al faraón realizar sus<br />
caprichos insensatos. ¡Pobre Amón! Un hombre suele volver a menudo a<br />
la razón <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber roto una jarra con una mujer, pero Nefertiti, la<br />
gran esposa real, no piensa más que en sus trajes y en sus modas<br />
lascivas. No me creeréis probablemente, pero actualmente las mujeres <strong>de</strong><br />
la Corte se pintan las ojeras con ver<strong>de</strong> malaquita y llevan trajes abiertos<br />
hasta abajo, <strong>de</strong>scubriendo el ombligo.<br />
Kaptah intervino:<br />
-No he visto esta moda en ninguna parte, pese a que he observado<br />
muchas extravagancias en las costumbres femeninas. Pero ¿estás bien<br />
seguro <strong>de</strong> que las mujeres se pasean con las partes íntimas <strong>de</strong>scubiertas y<br />
la reina también?<br />
El merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> incienso se ofendió y dijo:<br />
-Soy un hombre piadoso y tengo mujer e hijos. Por esto no he bajado<br />
la vista más allá <strong>de</strong>l ombligo ni te aconsejaría que cometieses un acto tan<br />
in<strong>de</strong>licado.<br />
Merit tomó la palabra y en tono irónico dijo:<br />
-Es tu boca quien es <strong>de</strong>svergonzada y no esta moda estival, que es muy<br />
agradable y pone en evi<strong>de</strong>ncia la belleza <strong>de</strong> la mujer a condición <strong>de</strong> que<br />
tenga el vientre bonito y bien formado y que una comadrona inexperta<br />
no le haya estropeado el ombligo. Hubieras podido perfectamente bajar<br />
más la vista, porque en el lugar idóneo se encuentra una <strong>de</strong>lgada tira <strong>de</strong><br />
fino lino <strong>de</strong> manera que el ojo más piadoso no tiene <strong>de</strong> qué
escandalizarse, si se observa el cuidado <strong>de</strong> hacerse <strong>de</strong>pilar<br />
cuidadosamente, como conviene a toda mujer que se respete<br />
El merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> incienso hubiera contestado <strong>de</strong> buena gana, pero fue<br />
incapaz porque la tercera cola le sujetó la lengua. Así pues, inclinó la<br />
cabeza y vertió lágrimas amargas sobre los trajes <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong> la<br />
Corte y la suerte <strong>de</strong> los egipcios abandonados en el país <strong>de</strong> Punt.<br />
Pero un viejo sacerdote <strong>de</strong> Amón, con el cráneo afeitado y untado <strong>de</strong><br />
aceite, intervino en la discusión. Excitado por una cola pegó un puñetazo<br />
sobre la mesa y comenzó a gritar:<br />
-¡Eso es ir <strong>de</strong>masiado lejos! No hablo <strong>de</strong> los trajes <strong>de</strong> las mujeres,<br />
porque Amón permite todas las modas, con tal <strong>de</strong> que los días <strong>de</strong> fiesta<br />
los fieles se vistan <strong>de</strong> blanco, y a todo el mundo le gusta ver un vientre<br />
redondo y un ombligo bien hecho. Pero si el faraón se propone<br />
verda<strong>de</strong>ramente, invocando la suerte <strong>de</strong> los marinos, prohibir la<br />
importación <strong>de</strong> las sustancias aromáticas <strong>de</strong> Punt, va <strong>de</strong>masiado lejos,<br />
porque Amón está acostumbrado a sus perfumes y no vamos a quemar<br />
nuestras ofrendas con estiércol. Es una osadía irritante y una<br />
provocación, y no me extrañaría que en a<strong>de</strong>lante la gente respetable<br />
escupiese a la cara <strong>de</strong> los hombres que llevan bordada en sus ropas la<br />
cruz <strong>de</strong> la vida como símbolo <strong>de</strong> este maldito dios cuyo nombre no<br />
quiero pronunciar para no mancillar mi boca. Verda<strong>de</strong>ramente, ofrecería<br />
gran cantidad <strong>de</strong> colas al hombre que fuese capaz <strong>de</strong> ir esta noche a<br />
cierto templo y hacer sus necesida<strong>de</strong>s sobre el altar, porque el templo<br />
está abierto y no hay murallas, y creo que un hombre ágil podría escapar<br />
fácilmente <strong>de</strong> los guardianes. En verdad que lo haría yo mismo si mi<br />
dignidad no me lo prohibiese, y la reputación <strong>de</strong> Amón sufriría si fuese<br />
<strong>de</strong>scubierto.<br />
Lanzó- su alre<strong>de</strong>dor una mirada altiva y a poco se acercó a él un<br />
hombre con el rostro lleno <strong>de</strong> pústulas. Comenzaron a cuchichear, el<br />
sacerdote encargó dos colas y el sifilítico dijo:<br />
-En verdad lo haré, y no por el oro que prometes, sino por mi ká y mi<br />
bá, porque aunque haya cometido muchos actos culpables y no vacile<br />
todavía en cortarle a un hombre el pescuezo <strong>de</strong> oreja a oreja si es<br />
necesario, creo todavía lo que me enseñó mi madre y Amón es mi dios y<br />
quiero merecer sus favores antes <strong>de</strong> morir, porque cada vez que tengo el<br />
vientre enfermo me acuerdo <strong>de</strong> mis fechorías.<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente -dijo el sacerdote, cada vez más ebrio-, tu acto será<br />
meritorio y te será perdonado, y si sucumbes a causa <strong>de</strong> Amón, <strong>de</strong>bes<br />
saber que irás directamente al país <strong>de</strong>l Poniente, incluso si tu cuerpo se<br />
pudre en las murallas. Así van directamente al país <strong>de</strong>l Poniente, sin<br />
arrastrarse por las marismas <strong>de</strong>l infierno, los marinos que perecen al<br />
servicio <strong>de</strong> Amón, yendo a buscar para él ma<strong>de</strong>ras preciosas y sustancias
aromáticas. Por esto el faraón es un criminal al negarles la posibilidad <strong>de</strong><br />
ahogarse al servicio <strong>de</strong> Amón.<br />
-Golpeó la mesa, y volviéndose hacia todos los clientes <strong>de</strong> la taberna,<br />
gritó-: Como sacerdote <strong>de</strong> cuarto grado tengo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ligar y <strong>de</strong>sligar<br />
vuestros ká y vuestros bá. En verdad os lo digo, todo acto cometido por el<br />
nombre <strong>de</strong> Amón os será perdonado, incluso si es un asesinato, robo o<br />
una violación, porque Amón ve en el corazón <strong>de</strong> los hombres y aprecia<br />
sus actos y sus intenciones. Id y tomad armas bajo vuestros mantos y...<br />
Cesó bruscamente <strong>de</strong> hablar, porque el patrón se había acercado a él y<br />
le arreó tan formidable garrotazo en el cráneo que lo tumbó. Los clientes<br />
tuvieron un sobresalto y el sifilítico sacó su puñal, pero el patrón le dijo<br />
con calma:<br />
-He obrado así por Amón y estoy perdonado <strong>de</strong> antemano, porque el<br />
sacerdote será el primero en darme la razón en cuanto vuelva en sí.<br />
Porque si <strong>de</strong>cía la verdad en nombre <strong>de</strong> Amón, la cola <strong>de</strong> cocodrilo<br />
hablaba también por su boca porque gritaba <strong>de</strong>masiado fuerte, y en esta<br />
casa nadie <strong>de</strong>be gritar ni escandalizar más que yo. Creo que si sois un<br />
poco listos enten<strong>de</strong>réis lo que quiero <strong>de</strong>cir.<br />
Todos reconocieron que el tabernero tenía razón. El sifilítico comenzó<br />
a reanimar al sacerdote y algunos clientes se eclipsaron pru<strong>de</strong>ntemente,<br />
y Kaptah y yo nos marchamos también y en el umbral le dije a Merit:<br />
-Sabes que soy solitario y tus ojos me han revelado que tú eres<br />
solitaria también. He reflexionado mucho sobre lo que me has dicho y<br />
creo que verda<strong>de</strong>ramente la mentira es la verdad más <strong>de</strong>liciosa para un<br />
solitario cuando su primera juventud se ha extinguido. Por esto quisiera<br />
que vistieses uno <strong>de</strong> estos trajes nuevos <strong>de</strong> verano <strong>de</strong> que has hablado,<br />
porque estás bien formada y tus miembros son esbeltos y no creo que<br />
tuvieses que sonrojarte <strong>de</strong> tu vientre al pasearte a mi lado por la Avenida<br />
<strong>de</strong> los Carneros.<br />
No rechazó mi mano puesta sobre su ca<strong>de</strong>ra, sino que la estrechó<br />
dulcemente y dijo:<br />
-Seguiré quizá tu consejo.<br />
Pero esta promesa no me causó ninguna alegría, y cuando salí al aire<br />
cálido <strong>de</strong>l puerto la melancolía invadió mi espítitu y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún sitio<br />
lejano, en la noche silenciosa, llegó a mí la voz solitaria <strong>de</strong> una doble<br />
flauta <strong>de</strong> caña.<br />
Al día siguiente Horemheb regresó a Tebas al frente <strong>de</strong> un ejército.<br />
Pero para hablar <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> todo lo que ocurrió <strong>de</strong>bo empezar un nuevo<br />
libro. Quiero, sin embargo, mencionar aquí que curando a los pobres<br />
tuve por dos veces que practicar una trepanación, y uno <strong>de</strong> los enfermos<br />
era un hombre robusto y el otro una pobre mujer que se imaginaba ser la<br />
gran reina Hatshepsut. Sanaron completamente los dos, lo cual me causó
una viva satisfacción, pero me parece que la mujer era más feliz<br />
creyéndose ser una gran reina que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su curación.<br />
ATÓN<br />
LIBRO DÉCIMO<br />
LA CIUDAD D<strong>EL</strong> HORIZONTE DE<br />
Horemheb regresó al país <strong>de</strong> Kush en pleno verano. Las golondrinas<br />
habían huido hacia el barro; el agua se corrompía en los estanques y la<br />
langosta y el escarabajo <strong>de</strong> la viña atacaban las cosechas. Pero los<br />
jardines <strong>de</strong> los ricos tebanos <strong>de</strong>sbordaban <strong>de</strong> flores y lozanía: <strong>de</strong> ambos<br />
lados <strong>de</strong> la avenida flanqueada por carneros <strong>de</strong> piedra los arriates<br />
brillaban con todos los colores, porque en Tebas sólo los pobres carecían<br />
<strong>de</strong> agua abundante y veían su comida estropeada por el polvo que se<br />
<strong>de</strong>positaba en espesas capas sobre ella y cubría las hojas <strong>de</strong> los<br />
sicómoros y las acacias en el barrio <strong>de</strong> los pobres. Pero al Sur, al otro<br />
lado <strong>de</strong>l río, la casa dorada <strong>de</strong>l faraón levantaba sus muros en la bruma<br />
estival y sus jardines eran como un sueño azulado y palpitante. El faraón<br />
no había abandonado su palacio para irse a sus pabellones <strong>de</strong>l Bajo País.<br />
Por esto todo el mundo sabía que se preparaba un acontecimiento<br />
importante y la inquietud llenaba los espíritus, como cuando el cielo se<br />
oscurece bajo un viento <strong>de</strong> arena.<br />
Nadie quedó sorprendido cuando al alba las tropas entraron en Tebas<br />
por todas las rutas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l Sur. Escudos polvorientos, lanzas <strong>de</strong><br />
puntas centelleantes y cuerdas <strong>de</strong> arcos tendidas; los soldados negros<br />
avanzaban por las calles lanzando miradas <strong>de</strong> curiosidad a su alre<strong>de</strong>dor,<br />
<strong>de</strong> manera que el blanco <strong>de</strong> sus ojos relucía extrañamente en sus rostros<br />
1
cubiertos <strong>de</strong> sudor. Precedidos por sus bárbaras insignias penetraban en<br />
los cuarteles, don<strong>de</strong> pronto se encendieron los fuegos para calentar las<br />
gruesas piedras <strong>de</strong> los hogares. En el mismo momento la flota <strong>de</strong> guerra<br />
amarraba en los muelles Y se <strong>de</strong>scargaban los carros <strong>de</strong> guerra y los<br />
caballos empenachados <strong>de</strong> los jefes, y entre estas tropas no figuraban<br />
tampoco egipcios, sino negros <strong>de</strong>l Sur y sardos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l<br />
Noroeste. Ocuparon la villa y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber encendido los fuegos <strong>de</strong><br />
guarda en las esquinas, se cerró el río. Durante la jornada, el trabajo cesó<br />
en los talleres y los molinos, en los almacenes y los <strong>de</strong>pósitos. Los<br />
comerciantes recogieron sus ten<strong>de</strong>retes y cerraron las ventanas con<br />
planchas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, y los dueños <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> placer y tabernas<br />
contrataron enseguida hombres fuertes para protegerlos. La gente se<br />
vistió <strong>de</strong> blanco, y <strong>de</strong> todos los barrios la muchedumbre afluía hacia el<br />
templo <strong>de</strong> Am6n, cuyos patios pronto estuvieron llenos a rebosar.<br />
En aquel momento circuló la noticia <strong>de</strong> que el templo <strong>de</strong> At6n había<br />
sido mancillado y profanado durante la noche. Habían arrojado sobre el<br />
altar un perro muerto y el guardián había sido encontrado <strong>de</strong>gollado <strong>de</strong><br />
oreja a oreja. La gente cambiaba entre sí miradas inquietas, pero muchos<br />
no pudieron impedir sonreir secretamente con maligna satisfacción.<br />
-Limpia tus instrumentos, ¡oh dueño mío! -me dijo Kaptah-, porque,<br />
si no me equivoco, tendrás antes <strong>de</strong> la noche mucho trabajo y podrás<br />
incluso hacer trepanaciones.<br />
Pero nada especial ocurrió durante la tar<strong>de</strong>. Solo algunos negros<br />
ebrios saquearon algunas tiendas y violaron algunas mujeres, pero los<br />
guardias los <strong>de</strong>tuvieron y los apalearon en público, lo cual no <strong>de</strong>volvió la<br />
sonrisa ni a los merca<strong>de</strong>res robados ni a las mujeres violadas. Me entere<br />
<strong>de</strong> que Horemheb había llegado también Por el río y me dirigí al Puerto<br />
para tratar <strong>de</strong> verlo. Con gran sorpresa por mi parte, al oír mi <strong>de</strong>manda,<br />
los guardias me anunciaron y me hicieron subir a bordo. Observe con<br />
curiosidad aquel barco <strong>de</strong> guerra, porque era el primero que veía <strong>de</strong> su<br />
especie, pero solo el armamento y la numerosa tripulación lo distinguía<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más navíos, porque un navío mercante pue<strong>de</strong> tener también<br />
dorados en la proa y velas <strong>de</strong> color.<br />
Así fue como volví a ver a Horemheb. Me pareció que había ganado<br />
todavía en altura y majestuosidad; sus hombros eran anchos y fuertes los<br />
músculos <strong>de</strong> sus brazos, pero su rostro estaba surcado <strong>de</strong> arrugas y sus<br />
ojos estaban melancólicos y enrojecidos Por la fatiga. Me incline<br />
respetuosamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él con las manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas, y<br />
el, riéndose amargamente, dijo:<br />
-¡Mira, Sinuhé, Hijo <strong>de</strong>l Onagro, mi amigo! Llegas en el momento<br />
oportuno.
Su dignidad le impedía abrazarme y se volvió hacia un jefe gordo y<br />
rollizo que con los ojos muy abiertos y aire contrariado estaba <strong>de</strong> pie<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> é1.<br />
-Toma este bastón <strong>de</strong> mando dorado y encárgate <strong>de</strong> las<br />
responsabilida<strong>de</strong>s. -Se quitó <strong>de</strong>l cuello la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro <strong>de</strong>l mando y la<br />
entregó al obeso diciéndole-: Toma el mando y que la sangre <strong>de</strong>l pueblo<br />
corra por tus cochinas manos. -Sólo entonces se volvió hacia mí y me<br />
dijo-: Sinuhé, amigo mío, soy libre <strong>de</strong> seguirte adon<strong>de</strong> quieras y espero<br />
que tendrás en tu casa una alfombrilla don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r estirar las piernas,<br />
porque, por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, estoy terriblemente cansado y<br />
hastiado <strong>de</strong> disputar con gente chiflada. -Puso la mano sobre el hombro<br />
<strong>de</strong>l hombrecillo gordo y me dijo- : Mira atentamente, Sinuhé, amigo mío,<br />
y graba en tu espíritu lo que ves, porque he aquí al hombre que tiene hoy<br />
entre sus manos la suerte <strong>de</strong> Tebas y quizás <strong>de</strong> todo Egipto. El es quien el<br />
faraón ha <strong>de</strong>signado para remplazarme una vez le hube <strong>de</strong>clarado que<br />
estaba loco. Pero viendo a este hombre adivinas probablemente que el<br />
faraón tendrá en breve necesidad <strong>de</strong> mí.<br />
Se rió largamente, golpeándose los muslos, pero era una risa que no<br />
<strong>de</strong>lataba alegría y me asusté.<br />
El hombrecillo hacia girar sus ojos asustados, mientras el sudor caía<br />
<strong>de</strong> su rostro sobre su pecho regor<strong>de</strong>te.<br />
-No te enojes conmigo, Horemheb -dijo con una voz aguda-. Ya sabes<br />
que no he ambicionado tu bastón <strong>de</strong> mando y que prefiero al fragor <strong>de</strong> la<br />
batalla la calma <strong>de</strong> mi jardín y <strong>de</strong> mis gatos. Pero ¿Cómo hubiera podido<br />
negarme al <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>l faraón, cuando me asegura que no habrá combate<br />
sino que el falso dios caerá sin efusión <strong>de</strong> sangre?<br />
-Consi<strong>de</strong>ra sus palabras como realida<strong>de</strong>s -dijo Horemheb-. Su corazón<br />
prece<strong>de</strong> a su juicio como el pájaro corre más que el caracol. Por esto<br />
sus palabras no tienen ninguna importancia, sino que <strong>de</strong>bes pensar con<br />
tu propia razón y verter la sangre con mo<strong>de</strong>ración y a sabiendas, pese a<br />
que no sea mas que sangre egipcia. Por mi halcón, que te apaleare con<br />
mis propias manos si olvidas tu razón y tu habilidad en compañía <strong>de</strong> tus<br />
gatos, porque, por lo que me han dicho, en tiempos <strong>de</strong>l antiguo faraón<br />
eras un buen capitán y por esto probablemente el nuevo faraón te ha<br />
confiado esta laboriosa tarea.<br />
Le dio un fuerte golpe en la espalda y el hombre se quedó tan sin<br />
aliento que no pudo contestar. Horemheb bajó al Puerto en dos zancadas<br />
y los soldados se levantaban para saludarlo levantando sus lanzas. El les<br />
hizo un signo con la mano y dijo:<br />
-¡Adiós, soldados! ¡Obe<strong>de</strong>ced a este gato <strong>de</strong> raza que lleva el bastón <strong>de</strong><br />
mando por voluntad <strong>de</strong>l faraón! Obe<strong>de</strong>cedle como a un niño ignorante y<br />
tened cuidado que no se caiga <strong>de</strong>l carro <strong>de</strong> combate o se corte con el<br />
puñal. -Los soldados se rieron, pero el les mostró el puño,
ensombreciéndose, y dijo-: No os digo adiós, sino hasta pronto, porque<br />
veo que pasión inflama vuestros ojos <strong>de</strong> granujas. Por esto os emplazo a<br />
que recordéis mis ór<strong>de</strong>nes, si no, a mi regreso, os <strong>de</strong>jaré la espalda en<br />
carne viva.<br />
Me preguntó don<strong>de</strong> vivía y dio la dirección al jefe <strong>de</strong> la guardia, pero<br />
<strong>de</strong>jó sus efectos a bordo, don<strong>de</strong> estarían más seguros. Después me cogió<br />
Por el cuello, como antaño, y dijo:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, Sinuhé, nadie ha merecido más que yo una buena<br />
borrachera esta tar<strong>de</strong>.<br />
Le hable <strong>de</strong> -La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo- y estuvo encantado, <strong>de</strong> manera que<br />
le pedí que mandase un piquete <strong>de</strong> guardias en prevención <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n.<br />
Dio las instrucciones al jefe, que lo obe<strong>de</strong>ció como si hubiese estado<br />
todavía bajo sus ór<strong>de</strong>nes y prometió mandar hombres <strong>de</strong> confianza. Así<br />
pu<strong>de</strong> prestarle a Kaptah un servicio que no me costaba nada.<br />
Yo sabía que en «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo» había varias habitaciones<br />
pequeñas y aisladas, don<strong>de</strong> se reunían los saqueadores <strong>de</strong> tumbas, los<br />
ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> mercancías robadas, y don<strong>de</strong> algunas damas nobles<br />
recibían a los sólidos <strong>de</strong>scargadores <strong>de</strong> los muelles. Allí lleve a<br />
Horemheb, y Merit le sirvió una cola en un vaso <strong>de</strong> concha y el la vació<br />
<strong>de</strong> un trago, tosió un poco y dijo:<br />
-¡Oh, oh...!<br />
Y pidió otra y cuando Merit hubo salido, dijo que era una bonita mujer<br />
y me preguntó cuales eran mis relaciones con ella. Le asegure que no<br />
existían, pero que, sin embargo, estaba contento <strong>de</strong> que Merit no se<br />
hubiese comprado todavía un traje <strong>de</strong> acuerdo con la moda nueva que<br />
<strong>de</strong>jaba el vientre al <strong>de</strong>scubierto. Pero Horemheb no la tocó, le dio las<br />
gracias y cogió la copa oliéndola lentamente con un suspiro y dijo:<br />
-Sinuhé, mañana correrá la sangre por las calles <strong>de</strong> Tebas y no puedo<br />
evitarlo, porque el faraón es mi amigo, pese a que esté loco, y un día lo<br />
cubrí con mi túnica y el halcón ha unido nuestros <strong>de</strong>stinos. Quizá lo<br />
quiera a causa <strong>de</strong> su locura, pero no quiero mezclarme en este asunto<br />
porque tengo que pensar en el porvenir y no quiero que el pueblo me<br />
odie. Si, Sinuhé, ha corrido mucha agua por el Nilo y muchas crecidas<br />
han inundado el país <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> nuestro último encuentro en la<br />
pestilente Siria. Regreso <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kush don<strong>de</strong>, según ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l<br />
faraón, he licenciado a las guarniciones y traigo las tropas negras a<br />
Tebas, <strong>de</strong> manera que el país queda sin protección por el Sur. Sinuhé,<br />
amigo mío, en todas las gran<strong>de</strong>s villas los cuarteles están vacíos <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
hace tiempo. La Siria no está lejos <strong>de</strong> alzarse. Esto <strong>de</strong>volverá al faraón su<br />
buen sentido, pero, entretanto el país se empobrece. No hay que contar<br />
ya con el comercio con Punt. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su coronación las minas han<br />
trabajado <strong>de</strong>spacio, porque no hay que golpear a los perezosos, sino que<br />
se les rebaja su ración <strong>de</strong> comida. Verda<strong>de</strong>ramente mi corazón tiembla
por él, por Egipto y por su dios, pese a que no entienda nada en dioses,<br />
porque soy soldado. Pero digo que morirá mucha gente a causa <strong>de</strong> este<br />
dios, lo cual es insensato, porque los dioses existen para calmar al pueblo<br />
y no para crear conflictos.<br />
Y dijo a<strong>de</strong>más:<br />
-Mañana Amón será <strong>de</strong>rribado, y no lo lamentaré, porque se ha<br />
puesto <strong>de</strong>masiado gordo para hallar sitio al lado <strong>de</strong>l faraón. Es una<br />
buena política <strong>de</strong>rrumbar a Amón, porque el faraón heredaría las<br />
inmensas riquezas <strong>de</strong>l dios y quizá lo saquen <strong>de</strong> apuros. Los sacerdotes<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más dioses han sido rechazados a las sombras y tienen celos <strong>de</strong><br />
Amón, pero no quieren tampoco a Atón y los sacerdotes reinan sobre el<br />
corazón <strong>de</strong>l pueblo, sobre todo los <strong>de</strong> Amón. Por esto todo tiene que<br />
terminar mal.<br />
-Pero -le dije- Amón es un dios <strong>de</strong>testable y sus sacerdotes han<br />
mantenido <strong>de</strong>masiado tiempo al pueblo en la ignorancia, ahogando toda<br />
i<strong>de</strong>a viva hasta el punto <strong>de</strong> que nadie se atreve a pronunciar una palabra<br />
sin el asentimiento <strong>de</strong> Amón. Al contrario, Atón promete la luz y la vida<br />
libre, una vida sin temores, lo cual es una cosa increíblemente gran<strong>de</strong>,<br />
Horemheb, amigo mío.<br />
-No comprendo lo que entien<strong>de</strong>s por terror -respondió-. Si Amón se<br />
hubiese contentado con ser el servidor <strong>de</strong>l faraón, merecería su situación<br />
actual, porque no se pue<strong>de</strong> gobernar a los pueblos sin el terror que<br />
inspiran los dioses. Por esto este Atón es muy peligroso con toda su<br />
dulzura y sus cruces <strong>de</strong> amor.<br />
-Es un dios más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo que te figuras -dije sin saber muy bien<br />
por que hablaba así-. Está quizá también en ti sin que lo sepas, y en mí<br />
sin que yo me <strong>de</strong> cuenta. Si los hombres lo comprendiesen, los liberaría<br />
<strong>de</strong>l terror y las tinieblas. Pero es muy posible que sean muchos los que<br />
perezcan por él, como muy bien has dicho, porque lo que es eterno no<br />
pue<strong>de</strong> imponerse a los hombres más que por la violencia.<br />
Horemheb me miró con impaciencia, como se mira a un chiquillo que<br />
dice tonterías. Su rostro se ensombreció y cogió su fusta para golpearse<br />
los muslos porque la cola <strong>de</strong> cocodrilo comenzaba a hacer su efecto y<br />
dijo:<br />
-Mientras el hombre sea hombre, mientras existan el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poseer,<br />
la pasión, el terror y el odio, mientras haya gente <strong>de</strong> color diferente,<br />
lenguas y pueblos diversos, el rico será rico y el pobre, pobre, y el fuerte<br />
dominará al débil y el astuto dominará al fuerte. Pero este Atón quiere<br />
hacer a todo el mundo igual y ante él el esclavo es igual al rico. El sentido<br />
común nos dice que esto es estúpido. Estamos <strong>de</strong> acuerdo sobre un<br />
punto: hay que <strong>de</strong>rribar a Amón, pero esto hubiera <strong>de</strong>bido ocurrir en<br />
secreto, por sorpresa y por la noche, y ocurrir al mismo tiempo en todo el<br />
país, y se hubiera <strong>de</strong>bido matar inmediatamente a todos los sacerdotes
<strong>de</strong> grado superior y enviar a los otros a las minas y las canteras. Pero en<br />
su locura el faraón quiere obrar abiertamente y en público y a la luz <strong>de</strong> su<br />
dios, porque el dios <strong>de</strong>l sol es su dios, en lo cual no hay nada nuevo. En<br />
todo caso es una locura y exigiría mucha sangre, y me he negado a<br />
encargarme <strong>de</strong> ello porque ignoraba sus proyectos. ¡Por Seth y todos los<br />
<strong>de</strong>monios! Si hubiese conocido sus intenciones, lo hubiera preparado<br />
todo cuidadosamente y hubiese <strong>de</strong>rribado a Amón tan bruscamente que<br />
ni él mismo hubiera tenido tiempo <strong>de</strong> ver lo que ocurría. Pero ahora<br />
hasta los chiquillos están al corriente <strong>de</strong> lo que ocurre y los sacerdotes<br />
excitan al pueblo en los templos y los hombres rompen ramas para<br />
armarse y las mujeres van a los templos con las palas <strong>de</strong> lavar ocultas<br />
bajo sus vestidos. ¡Por mi halcón, que siento dolor al pensar en la<br />
locura <strong>de</strong>l faraón!<br />
Se cogió la cabeza entre las manos y lloró pensando en la locura <strong>de</strong><br />
Tebas y Merit le sirvió otra cola <strong>de</strong> cocodrilo, admirando sus hombros y<br />
sus músculos potentes, <strong>de</strong> manera que le or<strong>de</strong>ne rudamente que se<br />
marchara Y nos <strong>de</strong>jase solos. Traté <strong>de</strong> exponer a Horemheb lo que había<br />
observado por mi cuenta en Babilonia en el país <strong>de</strong> los Khatti y en Creta,<br />
hasta que me dí cuenta <strong>de</strong> que el cocodrilo le había dado un coletazo y<br />
que dormía profundamente. Así durmió toda la noche y yo vele su sueño,<br />
y oí a los soldados vociferar en la taberna, porque el patrón consi<strong>de</strong>raba<br />
preferible albergarlos para asegurarse su apoyo en caso <strong>de</strong> disturbios.<br />
Por esto el escándalo no cesó en toda la noche y se mandó a buscar<br />
músicos ciegos y bailarinas y los soldados estuvieron contentos, pero yo<br />
no lo estaba porque pensaba que en todas las casas <strong>de</strong> Tebas se estaban<br />
afilando puñales y guadañas, que se tallaban puntas <strong>de</strong> lanza <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />
y que se cubrían <strong>de</strong> cobre los almireces <strong>de</strong> la cocina. Sí, creo que no se<br />
durmió mucho en Tebas aquella noche, y ciertamente el faraón no<br />
durmió tampoco, pero Horemheb estaba profundamente dormido. Esto<br />
era probablemente <strong>de</strong>bido a que había nacido soldado.<br />
La muchedumbre veló toda la noche en los patios <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong><br />
Amón, y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo los pobres se tendieron sobre el césped<br />
fresco <strong>de</strong> los parterres y los sacerdotes sacrificaron sin cesar en todos los<br />
altares, distribuyendo entre el pueblo la carne, el pan y el vino <strong>de</strong> las<br />
ofrendas. Invocaban a Amón en voz alta y prometían la vida eterna a<br />
quien creyese en él y expusiese en su honor la vida. En efecto, los<br />
sacerdotes hubieran podido evitar la efusión <strong>de</strong> sangre si hubiesen<br />
2
querido. No hubieran tenido que hacer mas que ce<strong>de</strong>r y someterse y el<br />
faraón los hubiera <strong>de</strong>jado en Paz, porque su dios <strong>de</strong>testaba el odio y la<br />
persecución. Pero el po<strong>de</strong>río y la riqueza se habían subido a la cabeza <strong>de</strong><br />
los sacerdotes, y ni la muerte los asustaba mientras invocaban a Amón, y<br />
es posible que durante aquella última noche alguno <strong>de</strong> ellos hubiese<br />
vuelto a encontrar la fe. Sabían que ni el pueblo ni los escasos guardias<br />
<strong>de</strong> Amón podrían resistir un ejército bien formado que barrería la<br />
muchedumbre como el río se lleva las briznas <strong>de</strong> paja. Pero querían que<br />
la sangre corriese entre Amón y Atón para pacer <strong>de</strong>l faraón un criminal y<br />
un asesino que permitió que unos negros sórdidos vertieran la sangre<br />
pura <strong>de</strong> los egipcios. Querían víctimas por Amón, a fin <strong>de</strong> que su Amón,<br />
viviese eternamente <strong>de</strong>l vapor <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> sus víctimas, incluso si la<br />
imagen era <strong>de</strong>rrumbada y el templo <strong>de</strong>struido.<br />
Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga noche, el disco <strong>de</strong>l sol se levantó sobre<br />
las montañas <strong>de</strong>l Este y el calor <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>svaneció en un momento la<br />
frescura <strong>de</strong> la noche. Entonces se tocó la trompeta en todas las esquinas<br />
<strong>de</strong> Tebas y en las plazas, y los heraldos <strong>de</strong>l faraón leyeron el edicto<br />
<strong>de</strong>clarando que Amón era un falso dios y que había que <strong>de</strong>rribarlo y<br />
mal<strong>de</strong>cirlo por toda la eternidad, y que su nombre maldito <strong>de</strong>bía ser<br />
borrado <strong>de</strong> todas las inscripciones <strong>de</strong> las tumbas y monumentos. Todos<br />
los templos <strong>de</strong> Amón, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Alto al Bajo Egipto, todas las tierras <strong>de</strong><br />
Amón, el ganado, los esclavos, los edificios, el oro, la plata y el cobre<br />
pasaban a ser posesión suya y <strong>de</strong> su dios y el faraón prometía abrir los<br />
templos como paseos públicos, y los parques y los estanques serían<br />
accesibles a todos; los pobres podrían nadar en el lago sagrado y sacar<br />
agua a su antojo. Repartiría las tierras <strong>de</strong> Amón entre los que no las<br />
poseían a fin <strong>de</strong> que pudiesen cultivarlas en nombre <strong>de</strong> Atón.<br />
Al principio, la muchedumbre escuchó en silencio la proclamación <strong>de</strong>l<br />
faraón como lo quiere la buena costumbre, pero inmediatamente un<br />
sordo clamor se elevó <strong>de</strong> todas las calles, plazas y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo: <<br />
¡Amón, Amón!» Era un grito tan potente que parecía que las piedras <strong>de</strong><br />
las casas y <strong>de</strong> las calles gritasen también. Los soldados negros tuvieron<br />
un momento <strong>de</strong> vacilación y sus rostros pintados <strong>de</strong> blanco y rojo se<br />
pusieron lívidos, y sus ojos parecían querer salirse <strong>de</strong> sus órbitas, al<br />
darse cuenta <strong>de</strong> que, a pesar <strong>de</strong> su número, estaban como perdidos en<br />
aquella inmensa villa que veían por primera vez. Y en el clamor, pocos<br />
fueron los que se enteraron <strong>de</strong> que el faraón, <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> suprimir <strong>de</strong> su<br />
nombre el nombre maldito <strong>de</strong> Amón, se llamaría en a<strong>de</strong>lante Akhenatón,<br />
el Favorito <strong>de</strong> Atón.<br />
Estos gritos <strong>de</strong>spertaron a Horemheb, que se <strong>de</strong>sperezó y me dijo,<br />
sonriendo, con los ojos cerrados:<br />
--¿Eres tu, Baket, amada <strong>de</strong> Amón, mi princesa? ¿Eres tú quien me<br />
llama?
Pero yo le di un puñetazo y la sonrisa se <strong>de</strong>svaneció en sus labios y,<br />
tocándose la frente, dijo:<br />
-Por Seth y por todos los <strong>de</strong>monios, que tu bebida es fuerte, Sinuhé, y<br />
seguramente he soñado.<br />
Y yo le dije:<br />
-El pueblo implora a Amón.<br />
Entonces se acordó <strong>de</strong> todo y atravesamos rápidamente la taberna<br />
pasando por encima <strong>de</strong> los soldados borrachos y los cuerpos <strong>de</strong>snudos <strong>de</strong><br />
las mujeres. Horemheb tomó un pan y vació una jarra <strong>de</strong> cerveza, y<br />
<strong>de</strong>spués nos precipitamos hacia el templo por las calles <strong>de</strong>siertas como<br />
nunca. Por el camino, Horemheb hizo sus abluciones en una fuente<br />
pública y metió la cabeza en el agua, porque las colas <strong>de</strong> cocodrilo le<br />
azotaban todavía las sienes.<br />
Entretanto, aquel hombre regor<strong>de</strong>te, cuyo nombre era Pepitamón,<br />
había dispuesto sus tropas y sus carros <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo.<br />
Habiéndose enterado <strong>de</strong> que todo estaba en or<strong>de</strong>n y que cada<br />
<strong>de</strong>stacamento conocía su misión, subió a su litera dorada y con voz<br />
aguda gritó:<br />
-¡Soldados <strong>de</strong> Egipto, guerreros impávidos <strong>de</strong> Kush, bravos sardos!<br />
¡Id y <strong>de</strong>rribad este maldito Amón por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l faraón y vuestra<br />
recompensa será gran<strong>de</strong>!<br />
Habiendo así cumplido con todo lo que consi<strong>de</strong>raba su <strong>de</strong>ber, volvió a<br />
recostarse sobre los muelles almohadones <strong>de</strong> su litera y se hizo abanicar<br />
Por sus esclavos, porque el calor era ya sofocante.<br />
Pero el vestíbulo <strong>de</strong>l templo blanqueaba <strong>de</strong> gente vestida <strong>de</strong> blanco, y<br />
había una muchedumbre inmensa <strong>de</strong> hombres, mujeres, niños y<br />
ancianos, y no retrocedieron cuando las tropas avanzaron hacia el<br />
templo y los carros emprendieron la marcha. Los negros se abrían paso<br />
con las astas <strong>de</strong> sus lanzas y distribuyendo golpes con sus mazas, pero la<br />
muchedumbre era <strong>de</strong>nsa y no se movía. Súbitamente la multitud<br />
comenzó a invocar a Amón y se arrojó <strong>de</strong> bruces <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los carros, <strong>de</strong><br />
manera que los carros pasaban por encima <strong>de</strong> ellos y los carros<br />
aplastaban sus cuerpos extendidos. Los jefes vieron entonces que no<br />
podrían avanzar sin verter sangre y retiraron sus tropas, porque el faraón<br />
había dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no hacer correr la sangre. Pero las piedras <strong>de</strong> las<br />
plazas estaban ya enrojecidas y los cuerpos aplastados gemían y aullaban<br />
y una alegría insensata se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l pueblo cuando vio las tropas<br />
retroce<strong>de</strong>r, porque creían haber alcanzado la victoria.<br />
Pero Pepitamón recordó entonces que el faraón había cambiado su<br />
nombre por el <strong>de</strong> Akhenaton. Así <strong>de</strong>cidió cambiar el suyo también para<br />
complacer al faraón y cuando sus jefes acudieron, confusos e in<strong>de</strong>cisos, a<br />
pedirle nuevas ór<strong>de</strong>nes, fingió no enten<strong>de</strong>rlos y <strong>de</strong>claró moviendo<br />
perezosamente los ojos:
-No conozco a Pepitamón. Mi nombre es Pepitatón, Pepit, bendito <strong>de</strong><br />
Atón.<br />
Los jefes, cada uno <strong>de</strong> los cuales, con una fusta trenzada <strong>de</strong> oro,<br />
mandaba mil hombres, se sintieron ofendidos, y el comandante <strong>de</strong> los<br />
carros dijo:<br />
-¡Que Atón se hunda en el abismo <strong>de</strong> los infiernos! Pero, ¿que farsa es<br />
ésta y que ór<strong>de</strong>nes das para que penetremos en el templo?<br />
Y entonces se burló <strong>de</strong> ellos y dijo:<br />
- ¿Sois mujeres o soldados? Dispersad a la muchedumbre, pero sin<br />
verter sangre, porque el faraón lo ha prohibido expresamente.<br />
A estas palabras los jefes se miraron y escupieron en el suelo, pero<br />
fueron a reunirse con sus tropas porque no podían hacer otra cosa.<br />
Durante este consejo <strong>de</strong> guerra, el pueblo, cada vez mis excitado,<br />
perseguía a los negros y arrancaba las piedras <strong>de</strong> la calle para lanzarlas<br />
contra los soldados, blandiendo mazas y ramas arrancadas <strong>de</strong> los<br />
árboles. La muchedumbre era enorme y la gente se animaba con gritos y<br />
muchos negros rodaban por el suelo, y los caballos <strong>de</strong> los carros se<br />
empinaban y <strong>de</strong>sbocaban, <strong>de</strong> manera que los conductores <strong>de</strong>bían<br />
agarrarse a las riendas para retenerlos. Al regresar a sus carros, el<br />
comandante vio que uno <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> su caballo favorito estaba<br />
atravesado y que cojeaba a consecuencia <strong>de</strong> una pedrada. Se irritó <strong>de</strong> tal<br />
manera, que llorando <strong>de</strong> rabia dijo:<br />
-¡Mi flecha <strong>de</strong> oro, mi rápido corcel, mi rayo <strong>de</strong> sol, te han atravesado<br />
un ojo y te han roto una pierna, pero verda<strong>de</strong>ramente me eres más<br />
querido que toda esta ralea y todos los dioses juntos! Por esto quiero<br />
vengarte, pero sin verter sangre tal como lo or<strong>de</strong>na el faraón.<br />
A la cabeza <strong>de</strong> los carros se arrojó contra la muchedumbre y los<br />
conductores metían en sus carros a los manifestantes que mis gritaban, y<br />
los caballos pisoteaban a los ancianos y a los niños, y los gritos se<br />
convertían en aullidos. En cuando a los hombres llevados por los carros,<br />
fueron colgados <strong>de</strong> las riendas y así no se vertió sangre y se arrastraron<br />
sus cuerpos para amedrentar a la gente. Los negros sacaron las cuerdas<br />
<strong>de</strong> sus arcos y se arrojaron sobre la multitud y estrangularon a los<br />
manifestantes. Estrangularon también a niños, protegiéndose con sus<br />
escudos <strong>de</strong> las pedradas y bastonazos. Pero todo negro separado <strong>de</strong> sus<br />
compañeros era <strong>de</strong>scuartizado por la muchedumbre y un conductor <strong>de</strong><br />
carro fue arrancado <strong>de</strong> él y le machacaron la cabeza con una piedra.<br />
Horemheb y yo asistimos a estas escenas, pero la confusión, el ruido y<br />
el escándalo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo era tal que no podíamos discernir lo que<br />
pasaba. Horemheb me dijo:<br />
-No tengo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> intervenir, pero es muy instructivo para mí. Por<br />
esto trepó sobre el lomo <strong>de</strong> un león <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> carnero para observar
mejor los acontecimientos, comiendo un pan que había cogido antes <strong>de</strong><br />
salir.<br />
Pero el comandante real Pepitatón acabó poniéndose nervioso y la<br />
clepsidra iba vaciándose a su lado y los gritos <strong>de</strong> la muchedumbre<br />
llegaban a el como el rugir <strong>de</strong> una inundación funesta. Llamó a sus jefes<br />
y, reprochándoles su lentitud, dijo:<br />
-Mi gata sudanesa Mimo va a parir hoy y estoy muy inquieto por ella.<br />
Id, en nombre <strong>de</strong> Atón, y <strong>de</strong>rribad esta maldita imagen para que<br />
podamos irnos todos a casa, ¡si no, por Seth y todos los diablos, os<br />
arrancare vuestras ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro y romperé vuestras fustas, os lo juro!<br />
Ante estas palabras, los jefes comprendieron que estaban perdidos<br />
hiciesen lo que hiciesen, y <strong>de</strong>cidieron salvar, por lo menos, su reputación<br />
militar. Por esto dispusieron sus tropas y pasaron al ataque y barrieron a<br />
la muchedumbre como la crecida barre las ramas secas, y las lanzas <strong>de</strong><br />
los negros se tiñeron <strong>de</strong> sangre y la plaza quedó ensangrentada, y cien<br />
veces cien hombres, mujeres y niños perecieron aquella mañana por<br />
Amón <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su templo. Y viendo a los soldados pasar rápidamente<br />
al ataque, los sacerdotes habían hecho cerrar las puertas <strong>de</strong>l pilón, y la<br />
muchedumbre se dispersó en todas direcciones como un rebaño <strong>de</strong><br />
cor<strong>de</strong>ros asustados, y los negros, excitados por la sangre, los perseguían<br />
y los mataban con sus flechas y los carros recorrían las calles<br />
atravesando a los fugitivos con sus lanzas.<br />
- En su huída la muchedumbre invadió el templo <strong>de</strong> Atón y <strong>de</strong>rribó<br />
sus altares y mató a los sacerdotes y los carros penetraron en él también.<br />
Así fue como las losas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Atón no tardaron en quedar<br />
también cubiertas <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> cadáveres.<br />
Pero <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Amón los soldados <strong>de</strong><br />
Pepitatón tuvieron que <strong>de</strong>tenerse, porque los negros ignoraban el arte <strong>de</strong><br />
asediar una plaza y sus arietes eran impotentes contra las puertas <strong>de</strong><br />
cobre <strong>de</strong>l pilón, pero en cambio podían forzar fácilmente las empalizadas<br />
<strong>de</strong> un poblado en el país <strong>de</strong> las jirafas. Sólo pudieron ro<strong>de</strong>ar el templo y<br />
los<br />
sacerdotes los injuriaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> los muros y los guardas<br />
lanzaban flechas y venablos <strong>de</strong> manera que fueron muchos los negros<br />
pintados que perecieron en vano. Pero en la plaza, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo, el<br />
olor <strong>de</strong> sangre había atraído <strong>de</strong> todas partes enormes enjambres <strong>de</strong><br />
moscas. Pepitatón se hizo llevar allí y su rostro se alargó, y mandó a los<br />
esclavos que quemasen incienso a su alre<strong>de</strong>dor y lloró <strong>de</strong>sgarrando sus<br />
vestiduras a la vista <strong>de</strong> tantos cadáveres. Pero su corazón estaba<br />
preocupado por la suerte <strong>de</strong> su gata Mimo y por esto dijo a sus jefes:<br />
-Temo que la cólera <strong>de</strong>l faraón caiga terriblemente sobre vosotros,<br />
porque no habéis <strong>de</strong>rribado la imagen <strong>de</strong> Amón y, en cambio, la sangre<br />
corre a mares por la plaza. Pero lo hecho, hecho esta. Por esto voy a
correr a casa <strong>de</strong>l faraón y referirle lo ocurrido y trataré <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ros.<br />
Tendré, probablemente, tiempo también <strong>de</strong> pasar por mi casa y echar<br />
una ojeada a mi gata y cambiarme <strong>de</strong> ropas, porque el olor aquí es<br />
espantoso y penetra en la piel. Entretanto, calmad a los negros y dadles<br />
<strong>de</strong> comer y beber, porque es inútil tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>rribar boy las murallas <strong>de</strong>l<br />
templo. Lo sé porque soy un jefe lleno <strong>de</strong> experiencia y no estamos<br />
equipados para <strong>de</strong>rribar murallas. Pero no es culpa mía, pues el jefe no<br />
me ha dicho que sería necesario asediar el templo. El es quién <strong>de</strong>be<br />
<strong>de</strong>cidir lo que conviene hacer.<br />
Aquel día no ocurrió nada mas, los jefes retiraron lejos <strong>de</strong> sus muros a<br />
sus tropas y los montones <strong>de</strong> cadáveres e hicieron avanzar el tren <strong>de</strong><br />
carretas para avituallar a los negros. Los sardos, que eran mas<br />
inteligentes que los negros y no les gustaba estar al sol, invadieron codas<br />
las casas vecinas al templo, echando <strong>de</strong> ellas a sus habitantes y<br />
saqueando sus bo<strong>de</strong>gas, porque eran casas ricas. Entretanto, los<br />
cadáveres <strong>de</strong> las plazas comenzaban a hincharse y los primeros cuervos y<br />
milanos acudieron proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las montañas a Tebas, don<strong>de</strong> no se les<br />
había visto jamás hasta entonces.<br />
Por la noche las lámparas no se encendieron y el cielo estaba oscuro<br />
sobre Tebas, pero los negros y los sardos se escaparon <strong>de</strong> los<br />
campamentos y, encendiendo antorchas, forzaron las puertas <strong>de</strong> las<br />
casas <strong>de</strong> placer y saquearon las <strong>de</strong> los ricos, y en la calle preguntaban a<br />
todo el mundo: ¿Amón o Atón?- Si alguien no contestaba lo golpeaban y<br />
le quitaban la bolsa. Y si alguien, asustado, respondía: ¡Que Atón sea<br />
bendito!», le gritaban: «!Mientes, perro; no nos engañas!» Y le cortaban<br />
el pescuezo o lo atravesaban con su lanza y le quitaban las ropas y la<br />
bolsa. Para ver mejor pegaron fuego a algunas casas y a medianoche el<br />
cielo <strong>de</strong> Tebas se enrojeció nuevamente, y nadie estaba en seguridad en<br />
la villa; pero nadie podía huir porque los caminos estaban cerrados y el<br />
río también, y los guardias rechazaban a los fugitivos, porque se les había<br />
dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> impedir que alguien pudiese llevarse el oro y los tesoros<br />
<strong>de</strong> Amón.<br />
Pero lo peor era que los cadáveres seguían pudriéndose en las calles<br />
cercanas al templo, pues nadie se atrevía a recogerlos por no incurrir en<br />
la cólera <strong>de</strong>l faraón, a quien se había dicho que las víctimas eran poco<br />
numerosas. No se permitía tampoco a los parientes llevarse los cuerpos<br />
<strong>de</strong> los suyos. Así fue como el olor <strong>de</strong> los cadáveres apestó el aire <strong>de</strong> la<br />
villa e incluso el agua <strong>de</strong>l río, y al cabo <strong>de</strong> pocos días las enfermeda<strong>de</strong>s se<br />
<strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naron en la villa y no se las pudo combatir porque la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l recinto <strong>de</strong> Amón, con sus <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> medicinas.<br />
Cada noche las casas ardían y eran saqueadas, y los negros pintados<br />
bebían vino en copas <strong>de</strong> oro y los sardos dormían blandamente en las<br />
camas <strong>de</strong> los ricos. Día y noche, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong>l templo,
los sacerdotes lanzaban maldiciones contra el falso faraón y contra todos<br />
los que abjuraban <strong>de</strong> Amón. Toda la turbamulta <strong>de</strong> la villa salió <strong>de</strong> sus<br />
antros: los ladrones, los saqueadores <strong>de</strong> sepulturas y los bandoleros que<br />
no tenían a ningún dios, ni siquiera a Amón. Invocaban piadosamente a<br />
Atón e iban a su templo a pedir a los sacerdotes supervivientes una Cruz<br />
<strong>de</strong> vida que se ponían en el cuello como talismán, para po<strong>de</strong>r saquear,<br />
matar y robar a su antojo. Después <strong>de</strong> estos días y estas noches, Tebas<br />
necesitó años enteros para recuperar su aspecto anterior.<br />
Horemheb vivía en mi casa, don<strong>de</strong> velaba y se enflaquecía, y sus ojos<br />
se ensombrecían porque se negaba a tomar la comida que Muti le<br />
preparaba con abnegación, pues lo admiraba como las mujeres admiran<br />
a los hombres robustos; en cambio, yo no era más que un médico sin<br />
musculatura, pese a todo mi saber. Y Horemheb me <strong>de</strong>cía:<br />
-¡ Qué me importa Amón o Atón! Mis soldados olvidan la disciplina y<br />
se convierten en fieras, <strong>de</strong> manera que tendré que distribuir muchos<br />
golpes y hacer rodar muchos cabezas para restablecer el or<strong>de</strong>n. Es<br />
lástima, porque conozco a muchos <strong>de</strong> ellos por sus nombres y son<br />
excelentes soldados, siempre y cuando los mantenga firmes y les dirija<br />
buenas reprimendas.<br />
Pero Kaptah se enriquecía cada día más y su rostro relucía <strong>de</strong> grasa;<br />
no salía jamás <strong>de</strong>
mezclados y me dormí, y por la mañana Merit me <strong>de</strong>spertó y me llevó a<br />
dormir a su alfombrilla al lado <strong>de</strong> ella.<br />
Yo estaba avergonzado y le dije:<br />
-La vida es como una noche fría, pero es bello que dos solitarios se<br />
calienten en una noche fría, aunque sus ojos y sus manos se mientan por<br />
amistad.<br />
Ella bostezó y dijo:<br />
-¿Cómo sabes que mis ojos y mis manos te mienten? Estoy verda<strong>de</strong>ramente<br />
cansada <strong>de</strong> golpear en los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los soldados y arrearles<br />
patadas, y a tu lado, Sinuhé, es don<strong>de</strong> encuentro en esta villa el único<br />
lugar don<strong>de</strong> nadie se atreve a tocarme. Pero ignoro por que, y estoy un<br />
poco enojada contigo porque dicen que mi vientre no tiene <strong>de</strong>fectos y<br />
que soy bella, aunque no hayas <strong>de</strong>seado nunca verlo. -Bebí la cerveza que<br />
me ofrecía para aclararme las i<strong>de</strong>as y no supe que respon<strong>de</strong>r. Ella me<br />
miraba a los ojos sonriendo, pero en el fondo <strong>de</strong> sus pupilas pardas la<br />
pena brillaba como el agua negra <strong>de</strong> un pozo. Y añadió-: Sinuhé, querría<br />
ayudarte si pudiese, y hay en esta villa una mujer que tiene una gran<br />
<strong>de</strong>uda contigo. Estos días el suelo está en el techo y las puertas se abren<br />
al revés y se arreglan muchas cuentas por las calles. Quizá sería<br />
conveniente para ti cobrar tu crédito, a fin <strong>de</strong> que ceses ya <strong>de</strong> pensar en<br />
que toda mujer es un horno que te consumirá.<br />
Yo le dije que no la consi<strong>de</strong>raba como un horno y la <strong>de</strong>jé, pero sus<br />
palabras germinaban en mí, porque no era más que un hombre y mi<br />
corazón estaba acongojado por la sangre y había experimentado la<br />
embriaguez <strong>de</strong>l odio. Por esto sus palabras anidaron en mi como una<br />
llama y recordé el templo <strong>de</strong> la diosa <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> gato y la casa <strong>de</strong> al<br />
lado, pese a que el tiempo hubiese cubierto <strong>de</strong> arena estos recuerdos. Sin<br />
embargo, en estas jornadas <strong>de</strong> horror los cuerpos salían <strong>de</strong> sus tumbas, y<br />
recordaba a mi tierno padre Senmut y a mi buena madre Kipa, y un<br />
sabor <strong>de</strong> carnicería me llenaba la boca, porque ahora nadie estaba en<br />
seguridad en Tebas y me hubiera bastado sobornar a dos soldados para<br />
satisfacer mi venganza. Pero no sabía lo que quería. Por esto regrese a mi<br />
casa dispuesto a cuidar a mis enfermos lo mejor que pudiese, sin<br />
medicinas, e invite a los pobres a cavar fosos en la ribera para que el<br />
agua se purificase filtrándose a través <strong>de</strong>l fango.<br />
Al quinto día, los oficiales <strong>de</strong> Pepitatón se sintieron inquietos porque<br />
los soldados se negaban a obe<strong>de</strong>cer y arrancaban las fustas <strong>de</strong> manos <strong>de</strong><br />
los oficiales para romperlas sobre sus rodillas. Fueron a encontrar a su<br />
jefe, que estaba asqueado <strong>de</strong> la penosa vida <strong>de</strong> soldado y echaba <strong>de</strong><br />
menos sus gatos, y le hicieron prometer ir a casa <strong>de</strong>l faraón para <strong>de</strong>cirle<br />
la verdad y renunciar a sus funciones, <strong>de</strong>volviendo su collar <strong>de</strong> mando<br />
real. Aquel mismo día se presentó en mi casa un mensajero <strong>de</strong>l faraón
para convocar a Horemheb al palacio. Horemheb se incorporó como un<br />
león, se lavó y vistió, y se marchó<br />
pensando en lo que diría, porque en aquellos días el mismo po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l<br />
faraón vacilaba y nadie sabía lo que ocurriría al día siguiente. Delante <strong>de</strong>l<br />
faraón, dijo:<br />
-Akhenatón, el tiempo apremia y sería <strong>de</strong>masiado largo exponerte la<br />
forma en que yo aconsejo obrar. Pero concé<strong>de</strong>me durante tres días tus<br />
po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> faraón y al tercero te restituiré tus po<strong>de</strong>res, y no tendrás que<br />
saber lo que ha pasado.<br />
Pero el faraón le dijo:<br />
-¡Derribarás a Amón?<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Estás más loco que un poseído <strong>de</strong> la luna; pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo<br />
ocurrido, Amón tiene que ser <strong>de</strong>rribado para que la autoridad <strong>de</strong>l faraón<br />
subsista. Por esto <strong>de</strong>struiré a Amón, pero no me preguntes como.<br />
El faraón dijo:<br />
-No <strong>de</strong>bes maltratar a sus sacerdotes, porque no saben lo que hacen.<br />
Horemheb le respondió:<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente habría que trepanarte, porque es el único medio <strong>de</strong><br />
obtener tu curación, pero obe<strong>de</strong>ceré tu or<strong>de</strong>n, puesto que un día te cubrí<br />
con mi túnica.<br />
Entonces el faraón lloró y le entregó su fusta y su cetro para un plazo<br />
<strong>de</strong> tres días. No presencié la escena, pero sé que ocurrió así por<br />
Horemheb, que, como todos los soldados, algunas veces tiene ten<strong>de</strong>ncia<br />
a exagerar. En todo caso, regresó a la villa en el coche dorado <strong>de</strong>l faraón,<br />
y recorrió las calles y llamó a los soldados por sus nombres y reunió los<br />
mis fieles e hizo sonar las trompetas para agrupar a sus hombres<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las insignias. Toda la noche administro justicia y los<br />
aullidos y los llantos resonaban en los grupos, y los portavergas <strong>de</strong> los<br />
regimientos rompieron muchísimas varas <strong>de</strong> junco y sus brazos se<br />
cansaron y dijeron que jamás hasta entonces habían sido sometidos a<br />
prueba parecida. Horemheb envió a los hombres seguros a patrullar por<br />
las calles y <strong>de</strong>tuvieron a todos los soldados que no habían obe<strong>de</strong>cido las<br />
ór<strong>de</strong>nes y se los llevaron para ser apaleados, y aquellos cuyas manos o<br />
vestiduras estaban ensangrentadas fueron <strong>de</strong>capitados <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus<br />
camaradas. Al alba, toda la ralea <strong>de</strong> Tebas volvió como ratas a sus<br />
cuevas, porque todo ladrón o saqueador cogido in fraganti era matado en<br />
el mismo lugar don<strong>de</strong> era sorprendido. Por esto volvieron a sus escondrijos,<br />
temblando, y se arrancaron sus cruces <strong>de</strong> Atón, creyendo que traían<br />
la <strong>de</strong>sgracia.<br />
Horemheb convocó también a todos los obreros <strong>de</strong> la construcción y<br />
les dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>rribar las casas <strong>de</strong> los ricos y algunos navíos, a fin <strong>de</strong><br />
procurarse ma<strong>de</strong>ra para construir arietes, escaleras y torres <strong>de</strong> asedio;
así el ruido <strong>de</strong> los martillos llenó la noche <strong>de</strong> Tebas. Pero este ruido era<br />
dominado, y sus gritos eran agradables a los oídos <strong>de</strong> los tebanos. Por<br />
esto perdonaron <strong>de</strong> antemano a Horemheb todos sus actos y lo amaron,<br />
porque la gente razonable se había apartado ya <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
todos aquellos <strong>de</strong>strozos, y esperaba que Amón sucumbiera para verse<br />
liberada <strong>de</strong> sus soldados.<br />
Horemheb no perdió el tiempo en vanas discusiones con los<br />
sacerdotes, sino que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el alba dio sus ór<strong>de</strong>nes a los jefes y, reuniendo<br />
las centurias, les dio sus instrucciones. En cinco lugares distintos los<br />
soldados avanzaron sus torres contra las murallas <strong>de</strong>l templo y en el<br />
mismo momento los arietes atacaron las puertas y nadie fue herido,<br />
porque los soldados se cubrían con sus escudos como las tortugas, y los<br />
sacerdotes y los guardianes, no habiendo imaginado que el asedio<br />
seguiría, no habían preparado agua hirviendo ni fundido la pez para<br />
rechazar a los atacantes. Así, pues, no pudieron contrarrestar los ataques<br />
bien combinados, dispersaron sus fuerzas y corrieron sin plan por las<br />
murallas, y la gente comenzó a gritar <strong>de</strong> miedo en los patios. Por esto los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> grado superior, viendo ce<strong>de</strong>r las puertas y trepar los<br />
negros por las murallas, hicieron sonar las trompetas para que cesara la<br />
lucha y economizar vidas, porque consi<strong>de</strong>raban que Amón había recibido<br />
ya suficientes víctimas y querían conservar a los más fieles en previsión<br />
<strong>de</strong>l porvenir. Se abrieron, pues, las puertas y los soldados entraron en los<br />
patios; la muchedumbre huyó invocando la ayuda <strong>de</strong> Amón y regresó a<br />
sus hogares con alegría, porque su exaltación se había <strong>de</strong>svanecido y el<br />
tiempo les parecía largo en aquellos patios excesivamente calentados por<br />
el sol.<br />
Así fue como Horemheb se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l templo sin efusión <strong>de</strong> Sangre.<br />
Mandó a los médicos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida que cuidaran los enfermos <strong>de</strong><br />
la villa, pero no penetró en la Casa <strong>de</strong> la Muerte, porque vive al margen<br />
<strong>de</strong> la vida y está vedada, pase lo que pase en el mundo. Pero los<br />
sacerdotes se atrincheraron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l templo para proteger al Santo <strong>de</strong><br />
los Santos, e hicieron beber drogas a los guardianes para que<br />
combatieran hasta el fin insensibles al dolor.<br />
El combate en el templo duró hasta la noche, pero al crepúsculo todos<br />
los guardias a quienes les habían suministrado drogas y los sacerdotes<br />
cogidos con armas fueron ejecutados y no quedaron más que los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> grado superior que se habían agrupado en torno a su dios.<br />
Entonces Horemheb dio por terminado el combate y mandó recoger los<br />
cadáveres para arrojarlos al río; <strong>de</strong>spués se acercó a los sacerdotes y les<br />
dijo:<br />
-No tengo nada contra Amón porque adoro a Horus, mi halcón. Mas<br />
<strong>de</strong>bo obe<strong>de</strong>cer las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l faraón y <strong>de</strong>rribar a Amón. Pero sería mas<br />
agradable para vosotros y para mí que no se <strong>de</strong>scubriese la imagen en el
santuario porque los soldados la profanarían, y no quisiera cometer tal<br />
profanación, si bien tengo que seguir las ór<strong>de</strong>nes recibidas. Pensad en<br />
mis palabras; os doy el tiempo <strong>de</strong> una clepsidra para reflexionar.<br />
Después podréis alejaros en Paz y nadie pondrá la mano sobre vosotros,<br />
porque no quiero atentar contra vuestras vidas.<br />
Estas palabras gustaron a los sacerdotes, que estaban dispuestos a<br />
morir por Amón. Permanecieron en el recinto sagrado, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />
cortina, hasta que el agua <strong>de</strong> la clepsidra se hubo agotado. Entonces,<br />
Horemheb arrancó la cortina <strong>de</strong> sus manos e hizo salir a los sacerdotes, y<br />
a su marcha el santuario quedó vacío y no se vio en ninguna parte la<br />
imagen <strong>de</strong> Amón, porque los sacerdotes lo habían hecho añicos y se<br />
llevaban los trozos bajo sus mantos para po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir que se había<br />
producido el milagro y que Amón vivía siempre. Pero Horemheb hizo<br />
poner los sellos <strong>de</strong>l faraón en todos los <strong>de</strong>pósitos y selló con sus propias<br />
manos los subterráneos don<strong>de</strong> se guardaba el oro y la plata. La misma<br />
noche los escodadores comenzaron a trabajar para borrar, a la luz <strong>de</strong> ]as<br />
antorchas, el nombre <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong> las imágenes e inscripciones, y<br />
<strong>de</strong>spués Horemheb hizo recoger los cadáveres <strong>de</strong> las plazas y apagar los<br />
últimos incendios.<br />
Habiéndose enterado <strong>de</strong> que Amón había sido <strong>de</strong>rribado y el or<strong>de</strong>n<br />
restablecido, los ricos y los gran<strong>de</strong>s volvieron a vestir sus mejores galas,<br />
encendieron las lámparas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus casas y salieron a ]a calle a<br />
celebrar la victoria <strong>de</strong> Atón. Los cortesanos, refugiados en la casa <strong>de</strong>l<br />
faraón, regresaron también a sus villas <strong>de</strong> la otra orilla <strong>de</strong>l río, y pronto<br />
el cielo <strong>de</strong> Tebas se enrojeció <strong>de</strong> nuevo bajo el resplandor <strong>de</strong> las lámparas<br />
y las antorchas, y se lanzaron flores por las calles y las gentes reían y se<br />
abrazaban. Horemheb no podía impedirles servir vino a los sardos ni<br />
impedir a las mujeres nobles que besasen a los negros que llevaban en la<br />
Punta <strong>de</strong> sus lanzas las cabezas <strong>de</strong> los sacerdotes asesinados. Aquella<br />
noche Tebas nadó en la alegría bajo el nombre <strong>de</strong> Atón, y en nombre <strong>de</strong><br />
Atón todo estaba permitido y no había diferencia entre negros y egipcios,<br />
y para <strong>de</strong>mostrarlo las damas <strong>de</strong> la Corte se llevaban a los negros a sus<br />
casas y abrían sus vestiduras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos gozando <strong>de</strong> su fuerza y <strong>de</strong>l<br />
olor <strong>de</strong> su cuerpo. Y cuando a la sombra <strong>de</strong> los muros, un guardián<br />
herido se arrastraba invocando el nombre <strong>de</strong> Amón, se le rompía la<br />
cabeza contra las piedras <strong>de</strong> la calle y las mujeres bailaban <strong>de</strong> júbilo<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuerpo. Esto es lo que he visto con mis propios ojos.<br />
Vi todo aquello con mis propios ojos y entonces me cogí la cabeza con<br />
ambas manos y todo me importó un ardite, y me dije que ningún dios era<br />
capaz <strong>de</strong> curar al hombre <strong>de</strong> su locura. Aquella noche todo me importó<br />
un ardite; por esto me fui a La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo- y las palabras <strong>de</strong> Merit<br />
zumbaron en mis oídos, y llamé a los soldados que seguían custodiando<br />
la taberna, me escucharon porque habían visto a Horemheb en mi
compañía, y en aquella noche <strong>de</strong> insensata alegría, entre la<br />
muchedumbre que danzaba por las calles, los conduje <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa<br />
<strong>de</strong> Nefernefernefer. Las lámparas y las antorchas brillaban también allí;<br />
la casa no había sido saqueada y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle se oían las risas y los<br />
gritos <strong>de</strong> los beodos. Pero en aquel momento mis rodillas comenzaron a<br />
temblar y dije a los soldados:<br />
-He aquí la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Horemheb, mi amigo, el comandante real.<br />
Entrad en esta casa; encontraréis en ella a una mujer que mantiene la<br />
cabeza alta y cuyos ojos son ver<strong>de</strong>s como la piedra. Id y traédmela, y, si<br />
resiste, dadle un golpe con el asta <strong>de</strong> vuestra lanza, pero no le hagáis<br />
daño.<br />
Entraron satisfechos, y a continuación la gente, asustada, huyó<br />
<strong>de</strong>spavorida, tambaleándose, y los servidores llamaron a los guardias.<br />
Pero los soldados regresaron con las manos llenas <strong>de</strong> frutas, pasteles <strong>de</strong><br />
miel, jarras <strong>de</strong> vino y llevando en brazos a Nefernefernefer, porque se<br />
había resistido y tuvieron que darle un fuerte golpe en la cabeza; había<br />
perdido su peluca y su cabeza afeitada sangraba. Puse la mano sobre su<br />
pecho, que era suave como el vidrio y cálido, pero tenía la impresión <strong>de</strong><br />
tocar una piel <strong>de</strong> serpiente. Sentí que su corazón latía, observé que no<br />
tenía herida grave y la envolví en un manto negro, como se hace con los<br />
cadáveres, <strong>de</strong>positándola en mi litera; los guardias no intervinieron,<br />
porque vieron los soldados que me acompañaban. Los soldados me<br />
escoltaron hasta la Casa <strong>de</strong> la Muerte, y yo estaba sentado en la litera que<br />
se balanceaba con el cuerpo <strong>de</strong> Nefernefernefer inerte sobre mis rodillas;<br />
era tan bella como antes, pero para mi era repugnante como una<br />
serpiente. Así nos llevaron a través <strong>de</strong> la alegre noche <strong>de</strong> Tebas, y <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte di oro a los soldados y <strong>de</strong>spedí la litera. Cogí a<br />
Nefernefernefer y entré, y los embalsamadores acudieron a mi encuentro<br />
y les dije:<br />
-Os traigo una mujer que he encontrado en la calle y no conozco ni su<br />
nombre ni sus parientes, pero creo que tiene joyas que os compensaran<br />
por vuestro trabajo si conserváis su cuerpo para la eternidad.<br />
Se enfurecieron contra mi diciendo:<br />
-¡Pobre loco! ¿Crees acaso que no tenemos bastantes cadáveres estos<br />
días? ¿Quién nos pagará nuestro trabajo?<br />
Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber abierto el manto negro notaron que el cuerpo<br />
estaba caliente todavía, y al quitar las joyas y las ropas vieron que la,<br />
mujer era bella, mas bella que ninguna <strong>de</strong> las que habían llevado a la Casa<br />
<strong>de</strong> la Muerte. Dejaron <strong>de</strong> refunfuñar y poniendo la mano sobre el<br />
pecho advirtieron que el corazón latía todavía. Entonces la envolvieron<br />
otra vez precipitadamente y guiñándose los ojos se echaron a reír, diciendo:
-Vete ya, extranjero, y bendito seas, porque haremos cuanto podamos<br />
por conservar eternamente este cuerpo, y si <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> nosotros la<br />
guardaremos aquí setenta veces setenta días para que su cuerpo se<br />
conserve para toda la eternidad.<br />
Así fue como cobre mi <strong>de</strong>uda con Nefernefernefer, que me <strong>de</strong>bía<br />
ciertamente mucho a causa <strong>de</strong> mis padres. Y yo pensaba en su persona al<br />
<strong>de</strong>spertarse en los antros <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte, <strong>de</strong>spojada <strong>de</strong> su<br />
riqueza y po<strong>de</strong>río en manos <strong>de</strong> los embalsamadores, que no le<br />
permitirían volver a ver jamás la luz <strong>de</strong>l día, si eran como yo los había<br />
conocido. Tal fue mi venganza, porque a causa <strong>de</strong> ella conocí la Casa <strong>de</strong><br />
la Muerte, pero fue una venganza infantil, como pu<strong>de</strong> darme cuenta más<br />
tar<strong>de</strong>. Hablaré <strong>de</strong> ello a su tiempo, pero quiero <strong>de</strong>cir aquí que la<br />
venganza embriaga y su sabor es <strong>de</strong>licioso, pero <strong>de</strong> todas las flores <strong>de</strong> la<br />
vida es la que mas pronto se marchita, y bajo las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> la venganza<br />
ríe siniestramente una calavera. Y no<br />
encontrada ningún consuelo en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que quizá mi acto había<br />
salvado a muchos jóvenes <strong>de</strong> una muerte vergonzosa y prematura,<br />
porque la ruina, la vergüenza y la muerte siguen todos los pasos dados<br />
por el pie <strong>de</strong> Nefernefernefer. No, esta i<strong>de</strong>a no me causaba ninguna<br />
satisfacción, porque todo tiene un fin, y la existencia <strong>de</strong> Nefernefernefer<br />
lo tiene también, y es necesario que haya mujeres como ella para po<strong>de</strong>r<br />
poner los corazones a prueba.<br />
Regrese a , don<strong>de</strong> encontré a Merit, y le dije:<br />
-He cobrado mi <strong>de</strong>uda y <strong>de</strong> la manera mas cruel que puedas<br />
imaginarte. Pero mi venganza no me causa alegría ninguna y mi corazón<br />
esta más vacío todavía que antes y tiemblo, pese a que la noche sea<br />
suave.<br />
Bebí vino, y el vino era como polvo en mi boca, y le dije:<br />
--En verdad te digo que mi cuerpo se reseque si vuelvo jamás a tocar a<br />
una mujer, porque cuanto mas pienso en las mujeres, mas las temo, porque<br />
su cuerpo es como un <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>vastado y su corazón un cepo<br />
mortal.<br />
Ella me toco la mano y, mirándome con sus ojos pardos, me dijo:<br />
-Sinuhé, no has encontrado todavía a la mujer que haya querido hacer<br />
tu felicidad.<br />
Entonces yo le dije:<br />
-¡Que todos los dioses <strong>de</strong> Egipto me protejan <strong>de</strong> la mujer que quiera<br />
hacer mi felicidad, porque también el faraón quiere hacer la felicidad <strong>de</strong><br />
su pueblo y el río arrastra infinidad <strong>de</strong> cadáveres fruto <strong>de</strong> su bondad! -<br />
Bebí más vino y llorando le dije-: Merit, tus mejillas son lisas como el<br />
vidrio y tus manos son cálidas. Permíteme esta noche tocar tus mejillas<br />
con mis labios y guardar entre las tuyas mis manos frías, para que pueda<br />
dormir sin pesadillas, y te daré cuanto me pidas.
Ella me sonrió tristemente y dijo:<br />
-Me doy cuenta <strong>de</strong> que la cola <strong>de</strong> cocodrilo habla en este momento por<br />
tu boca, pero estoy acostumbrada y no te guardo<br />
rencor. Debes saber, Sinuhé, que no te pediré nada y que no he pedido<br />
todavía nunca nada a un hombre ni aceptado regalo<br />
alguno, porque si quiero dar algo lo doy <strong>de</strong> todo corazón, y a ti te lo daré<br />
con mucho gusto, porque soy tan solitaria como tú.<br />
Tomó la copa <strong>de</strong> mis manos, extendió la alfombrilla y se acostó sobre<br />
ella, y yo me tendí a su lado y me calentó mis manos frías. Con mis labios<br />
toque la piel lisa <strong>de</strong> sus mejillas y respire el olor <strong>de</strong> cedro <strong>de</strong> su piel y me<br />
divertí con ella, y fue para mi como un padre y una madre, y como el<br />
fuego para un hombre temblando en una noche <strong>de</strong> hielo, y como la luz <strong>de</strong><br />
la ribera que en una noche <strong>de</strong> tempestad conduce al marino a puerto.<br />
Cuando me que<strong>de</strong> dormido fue como Minea para mi, la Minea que había<br />
perdido para siempre, Y Yo reposaba a su lado como en el fondo <strong>de</strong>l mar<br />
al lado <strong>de</strong> Minea, y no tuve malos sueños, sino que dormí<br />
profundamente, mientras ella murmuraba a mi oído las palabras que las<br />
madres dicen a sus hijos asustados por las tinieblas. A partir <strong>de</strong> aquella<br />
noche fue mi amiga, porque en sus brazos creía <strong>de</strong> nuevo que existía en<br />
mí y fuera <strong>de</strong> mi saber algo que se me escapaba y para lo cual valía la<br />
pena vivir.<br />
A la mañana siguiente le dije:<br />
-Merit, he roto una jarra con una mujer que está muerta, pero<br />
conservo todavía una cinta <strong>de</strong> plata que ató un día sus largos cabellos. Y,<br />
sin embargo, a causa <strong>de</strong> nuestra amistad, estoy dispuesto a romper una<br />
jarra contigo, si lo <strong>de</strong>seas.<br />
Pero ella bostezó y, llevándose la mano a la boca, dijo:<br />
-No <strong>de</strong>bes beber nunca mis ninguna cola, Sinuhé, porque al día<br />
siguiente dices tonterías. Recuerda que me he criado en una taberna y<br />
que no soy ya la muchacha inocente que podría dar crédito a tus palabras<br />
para llevarse <strong>de</strong>spués una <strong>de</strong>cepción.<br />
-Cuando te miro a los ojos, Merit, creo que existen en el mundo<br />
mujeres buenas también -le dije, besando sus mejillas suaves-. Por esto<br />
te he hablado así, a fin <strong>de</strong> que comprendas todo lo que eres para mí.<br />
Sonrió y dijo:<br />
-Habrás observado que te he prohibido beber mis colas <strong>de</strong> cocodrilo,<br />
porque una mujer, para <strong>de</strong>mostrar que ama a un hombre, empieza<br />
siempre prohibiéndole algo para comprobar su po<strong>de</strong>r. Pero no hablemos<br />
<strong>de</strong> jarras, Sinuhé. Sabes muy bien que mi alfombrilla estará siempre<br />
libre para ti cuando estés <strong>de</strong>masiado solo y triste. Pero no te enfa<strong>de</strong>s,<br />
Sinuhé, si alguna vez <strong>de</strong>scubres que en el mundo hay otros hombres<br />
solitarios y afligidos, porque soy libre <strong>de</strong> elegir mi compañía y no quiero
<strong>de</strong> ninguna manera ligarte. Por esto, a pesar <strong>de</strong> todo, te voy a ofrecer con<br />
mis manos una cola <strong>de</strong> cocodrilo.<br />
Tan extraño es el espíritu <strong>de</strong>l hombre y conoce tan poco a su propio<br />
corazón que en aquel instante mi espíritu estaba <strong>de</strong> nuevo libre y ligero<br />
como un pájaro y había olvidado todo el mal ocurrido aquellos días. Me<br />
sentía bien y aquel día no tomé más colas <strong>de</strong> cocodrilo.<br />
Aquel fue el día en que Horemheb <strong>de</strong>volvió al faraón su fusta y su cetro<br />
y le dijo que había <strong>de</strong>rribado a Amón y restablecido el or<strong>de</strong>n en la villa.<br />
El faraón le puso en el cuello la ca<strong>de</strong>na dorada <strong>de</strong>l mundo real y le<br />
entrego la fusta dorada <strong>de</strong> comandante en jefe que olía todavía a gato<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado en manos <strong>de</strong> Pepitatón. El faraón se proponía ir<br />
al día siguiente en procesión por la Avenida <strong>de</strong> los Carneros hasta el<br />
templo <strong>de</strong> Atón para festejar la victoria <strong>de</strong> su dios, pero aquella noche<br />
<strong>de</strong>seaba recibir a sus amigos en palacio. Horemheb le habló <strong>de</strong> mí y así<br />
fue como fui invitado al<br />
palacio dorado, porque Horemheb había exagerado mucho hablando <strong>de</strong><br />
mi habilidad y <strong>de</strong> mi profesión <strong>de</strong> médico <strong>de</strong> los pobres y todo lo que<br />
había realizado curando a los <strong>de</strong>sgraciados y secando las lágrimas <strong>de</strong> los<br />
huérfanos.<br />
En palacio vi por primera vez la moda estival <strong>de</strong> las mujeres, <strong>de</strong> que<br />
tanto se había hablado en la villa, y confieso que, a pesar <strong>de</strong> su audacia,<br />
era agradable y graciosa y que no <strong>de</strong>jaba gran cosa para adivinar a los<br />
ojos <strong>de</strong>l hombre. Vi también que las mujeres se habían pintado las<br />
ojeras, con ver<strong>de</strong> malaquita y los labios y las mejillas <strong>de</strong> rojo ladrillo, <strong>de</strong><br />
manera que parecían cuadros.<br />
Horemheb me llevo a presencia <strong>de</strong>l faraón, que durante mi ausencia<br />
se había hecho ya un hombre; su rostro era pálido y ardiente, y sus ojos<br />
estaban abotagados por el insomnio. No llevaba ni una sola joya, sino<br />
que iba vestido enteramente <strong>de</strong> blanco, pero sus ropas eran <strong>de</strong> lino real y<br />
no disimulaban la afeminada <strong>de</strong>formidad <strong>de</strong> su cuerpo escuálido.<br />
-Sinuhé, el médico, tu que eres solitario, me acuerdo <strong>de</strong> ti -dijo.<br />
Y en aquel instante supe que era un hombre a quien había que odiar o<br />
amar, porque nadie podía permanecer indiferente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
-Tengo unos dolores <strong>de</strong> cabeza que me impi<strong>de</strong>n dormir -dijo, tocándose<br />
la frente-. Un espantoso dolor <strong>de</strong> cabeza se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mí en cuanto<br />
se actúa contra mis <strong>de</strong>seos, y mis médicos son impotentes para curarme.<br />
Solo consiguen aplacar mis dolores, pero no quiero estupefacientes,<br />
4
porque mis i<strong>de</strong>as tienen que ser claras como el agua a causa <strong>de</strong> mi dios, y<br />
estoy también harto <strong>de</strong> los médicos <strong>de</strong>l dios maldito. Horemheb, el hijo<br />
<strong>de</strong>l halcón, me ha hablado <strong>de</strong> tú arte, Sinuhé. ¿Podrías acaso curarme?<br />
¿Conoces a Atón?<br />
Era una pregunta <strong>de</strong>licada, y pensé bien mi respuesta:<br />
-Conozco a Atón, si es lo que está en mi y más allá <strong>de</strong> mi saber, fuera y<br />
por encima <strong>de</strong> todo saber humano. No le conozco <strong>de</strong> otra manera. Se<br />
animó, resplan<strong>de</strong>ció su rostro y con excitación dijo:<br />
-Hablas <strong>de</strong> Atón mejor que ninguno <strong>de</strong> mis discípulos, porque sólo<br />
por el corazón se pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r a Atón y no por la razón. Sinuhé, si<br />
lo <strong>de</strong>seas, te daré la Cruz <strong>de</strong> vida.<br />
Y yo le dije:<br />
-La noche pasada, a causa <strong>de</strong> tu Cruz, vi a gente machacar la cabeza <strong>de</strong><br />
un herido, y las mujeres bailaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuerpo invocando a Atón.<br />
He visto también mujeres fornicar con negros invocando a Atón.<br />
Su rostro se ensombreció y frunció el ceño y sus pómulos huesudos<br />
brillaron en su rostro <strong>de</strong>lgado. Se llevo la mano a la frente, su mirada se<br />
veló y gritó:<br />
-'También tú, Sinuhé aumentas mis tormentos diciéndome cosas que<br />
me <strong>de</strong>sagradan. '<br />
Y yo le dije:<br />
-Afirmas vivir en la verdad, faraón Akhenatón. Por esto te digo la<br />
verdad, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r que tus cortesanos y<br />
los aduladores <strong>de</strong> Atón te la ocultan bajo los ricos ropajes y las pieles.<br />
Porque la verdad es un puñal <strong>de</strong>snudo en la mano <strong>de</strong>l hombre y pue<strong>de</strong><br />
volverse contra él. La verdad se vuelve contra ti, Akhenatón, y te hiere.<br />
Yo te curaré fácilmente, si consientes en cerrar tus oídos a la verdad.<br />
Akhenatón me preguntó: -¿Podrías curarme trepanándome?<br />
Después <strong>de</strong> haber reflexionado, contesté:<br />
-Sabes que conozco tu mal sagrado, faraón Akhenatón, y te cuidé<br />
durante una <strong>de</strong> tus crisis cuando fuiste niño. Creo que una trepanación<br />
podría aliviarte, si un médico se atreviera a empren<strong>de</strong>rla. Pero <strong>de</strong>bes<br />
recordar que si la operación tiene éxito<br />
per<strong>de</strong>rás el don <strong>de</strong> las visiones.<br />
Me dirigió una mirada <strong>de</strong> suspicacia y dijo:<br />
-¡Crees verda<strong>de</strong>ramente que si me trepanas aniquilarías a Atón en mi<br />
corazón?<br />
-No tengo la menor intención <strong>de</strong> trepanarte, Akhenatón -le dije<br />
vivamente-. No lo haría aunque me lo or<strong>de</strong>nases porque los síntomas no<br />
lo exigen y un médico no proce<strong>de</strong> a una trepanación más que cuando es<br />
absolutamente indispensable y nada más pue<strong>de</strong> salvar al enfermo.<br />
El rostro <strong>de</strong>l faraón se iluminó y dijo:
-El viejo Ptahor ha muerto y la Casa <strong>de</strong> la Vida no ha <strong>de</strong>signado<br />
todavía a su sucesor. Por eso te nombro, Sinuhé, trepanador real, y a<br />
partir <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> la Estrella <strong>de</strong>l Can gozarás <strong>de</strong> todas las ventajas<br />
inherentes al cargo, como serás informado por la Casa <strong>de</strong> la Vida.<br />
Después <strong>de</strong> esto Horemheb me llevó a la sala <strong>de</strong>l festín, don<strong>de</strong> se<br />
habían reunido los invitados y los cortesanos se disputaban los mejores<br />
sitios cerca <strong>de</strong>l faraón. Tomé sitio con Horemheb cerca <strong>de</strong> la familia real,<br />
a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l faraón, y observé con viva sorpresa que el sacerdote Ai<br />
formaba también parte <strong>de</strong> ella, pero entonces me acordé que su hija<br />
Nefertiti era la gran esposa real <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la princesa <strong>de</strong> Mitanni, que<br />
había muerto a poco <strong>de</strong> su llegada a Egipto.<br />
Por todo alimento el faraón tomó gachas cocidas con leche,<br />
sirviéndose <strong>de</strong> una cuchara en cuyo mango figuraba una cabeza <strong>de</strong><br />
antílope. Después partió el pan y lo comió, y no bebió vino sino que<br />
vertió agua pura en su copa <strong>de</strong> oro. Después <strong>de</strong> haber comido dijo, con<br />
voz fuerte:<br />
-Contad al pueblo que el faraón Akhenatón vive en la verdad y que su<br />
alimentación es agua y pan y las gachas <strong>de</strong>l pueblo, y que sus comidas no<br />
se diferencian <strong>de</strong> las <strong>de</strong> un pobre.<br />
Más tar<strong>de</strong> me enteré <strong>de</strong> que el faraón no <strong>de</strong>testaba el vino y que se<br />
alegraba a menudo el espíritu con él cuando las cosas iban como él<br />
<strong>de</strong>seaba. Y que no <strong>de</strong>testaba tampoco una oca grasa o la carne <strong>de</strong><br />
antílope, sino que experimentaba aversión por la carne sólo cuando<br />
<strong>de</strong>seaba purificarse con sus visiones. Era muy caprichoso en cuestiones<br />
<strong>de</strong> comida y bebida y creo que esto procedía <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> que no daba<br />
gran importancia a la cuestión <strong>de</strong>l alimento cuando su espíritu estaba<br />
absorbido y las i<strong>de</strong>as acudían tan rápidamente a su cerebro que no tenía<br />
casi tiempo <strong>de</strong> dictarlas a sus escribas.<br />
Los invitados se levantaban e iban <strong>de</strong> una a otra mesa para saludar a<br />
los amigos y cambiar chismorreos. Un hombre gordo, <strong>de</strong> ancho rostro, se<br />
acercó a mí. Sólo en sus ojos pardos y maliciosos reconocí a Thotmes y<br />
lancé un grito <strong>de</strong> alegría y me levante para abrazarlo. Le dije que lo había<br />
buscado en
-El faraón tiene numerosos escultores y trabajamos juntos, y nuestra<br />
única ley es nuestro ojo. No profanamos al faraón, sino que lo amamos y<br />
queremos expresar todo su ser en nuestras obras. En verdad, Sinuhé,<br />
henos hoy instalados en la casa dorada bebiendo en copas <strong>de</strong> oro,<br />
nosotros, que en el tiempo <strong>de</strong>l falso dios sufríamos persecuciones y<br />
mofas y bebíamos mala cerveza. Conocemos la libertad <strong>de</strong>l arte cretense<br />
y hemos encontrado nuestra propia libertad, y tendrás <strong>de</strong> qué<br />
maravillarte porque ahora la piedra vive en nuestras manos, pese a que<br />
tengamos todavía muchas cosas que apren<strong>de</strong>r.<br />
Mi júbilo al volver a ver a Thotmés fue gran<strong>de</strong>, como lo fue el <strong>de</strong><br />
Horemheb, pero su dignidad le impedía manifestarlo. Pero Thotmés lo<br />
observó atentamente y dijo que quería hacer <strong>de</strong> él una escultura para el<br />
templo, puesto que había liberado a Tebas <strong>de</strong>l yugo <strong>de</strong>l falso dios, y su<br />
prestancia y su rostro se prestaban a la escultura, si el faraón le concedía<br />
el oro y la piedra necesaria. Horemheb se sintió muy halagado, porque<br />
nadie había hecho nunca su retrato.<br />
Súbitamente se levantó, inclinándose con las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas, y Thotmés y yo seguimos su ejemplo, porque la reina Nefertiti<br />
se acercaba a nosotros y nos habló poniéndose la mano en el pecho. Sus<br />
<strong>de</strong>dos no ostentaban una sola sortija y no llevaba brazaletes para mejor<br />
hacer resaltar la belleza <strong>de</strong> sus manos y la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus muñecas.<br />
Se dirigió a mí y me dijo:<br />
-El grano <strong>de</strong> cebada ha germinado <strong>de</strong> nuevo en mi agua y mi espera es<br />
impaciente, porque el faraón <strong>de</strong>sea un hijo y su po<strong>de</strong>r no está asegurado<br />
mientras un <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> su sangre no este sólidamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él,<br />
porque el falso dios nos acecha en la sombra y no po<strong>de</strong>mos<br />
disimulárnoslo porque lo sabemos todos. Tú, Sinuhé, que has acumulado<br />
saber en tantos países, y, que como médico, según cuentan, has hecho<br />
gran<strong>de</strong>s prodigios, dime si tendré un hijo.<br />
La mire con ojos <strong>de</strong> médico tratando <strong>de</strong> olvidar su belleza, porque por<br />
su voluntad esta belleza afluía hacia mí como si algo en ella me llamase, y<br />
producía este mismo efecto en todos aquellos a quienes ella miraba.<br />
-Nefertiti -le dije-, gran esposa real, no <strong>de</strong>sees un hijo, porque tus<br />
ca<strong>de</strong>ras son estrechas y el nacimiento <strong>de</strong> un hijo podría poner tú vida en<br />
peligro. Solo Atón pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>terminar el sexo <strong>de</strong> una criatura en el seno<br />
materno y ningún hombre tiene ese po<strong>de</strong>r. Cierto es que en diferentes<br />
países he aprendido muchas creencias populares y visto muchos<br />
talismanes con la ayuda <strong>de</strong> los cuales las mujeres creían dar a luz niños<br />
varones, pero se equivocaban una vez <strong>de</strong> cada dos, puesto que las<br />
probabilida<strong>de</strong>s son iguales. Sin embargo, puesto que has tenido dos hijas<br />
ya, es verosímil que tengas ahora un hijo, pero no es seguro, porque<br />
quiero ser honrado contigo, sin tratar <strong>de</strong> engañarte con prácticas<br />
mágicas perfectamente ineficaces.
Estas palabras no le gustaron y no me sonreía ya al mirarme con sus<br />
ojos claros e inexpresivos.<br />
Thotmés intervino osadamente en la conversación y dijo:<br />
-Nefertiti, la mas bella <strong>de</strong> las bellas, engendra solo hijas que here<strong>de</strong>n<br />
tu belleza a fin <strong>de</strong> que el mundo sea más rico. La joven Meriatón es ya<br />
una belleza y las mujeres <strong>de</strong> la Corte tratan <strong>de</strong> imitar la forma <strong>de</strong> su<br />
cabeza por medio <strong>de</strong>l peinado. Pero quiero hacer <strong>de</strong> ti un retrato que<br />
haga perdurar eternamente tu belleza.<br />
A la mañana siguiente, lleve a Merit a ver el cortejo <strong>de</strong>l faraón, y<br />
estaba muy bella, con su traje <strong>de</strong> ultima moda pese a que hubiese nacido<br />
en una taberna, y yo no sentía la más mínima vergüenza <strong>de</strong> ella cuando<br />
nos sentamos juntos en los sitios reservados para los favoritos <strong>de</strong>l<br />
faraón.<br />
La Avenida <strong>de</strong> los Carneros estaba empavesada con oriflamas y<br />
atestada <strong>de</strong> gente a ambos lados que habían acudido a ver al faraón, y los<br />
chiquillos habían trepado a los árboles y Pepitatón había dispuesto en los<br />
bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l camino numerosas cestas <strong>de</strong> flores para que el pueblo<br />
pudiese, según la costumbre, sembrar con ellas el camino <strong>de</strong>l rey. Yo me<br />
sentía el espirito ligero y radiante pensando en un porvenir <strong>de</strong> luz y<br />
libertad para Egipto. A mi lado tenia a una mujer madura y bella que era<br />
mi amiga y apoyaba su mano sobre mi brazo y en torno nuestro no<br />
veíamos más que rostros joviales y risueños. Pero reinaba un silencio<br />
impresionante, tan absoluto, que el graznido <strong>de</strong> los cuervos en lo alto <strong>de</strong>l<br />
templo flotaba sobre la villa, porque los cuervos y las aves <strong>de</strong> rapiña<br />
llegados a Tebas estaban tan ahítos que no querían regresar a las<br />
montañas.<br />
Fue un error hacer escoltar la litera real por negros pintados, porque<br />
su sola presencia irritó al pueblo. En efecto, casi no había un solo<br />
espectador que no hubiese sufrido algún perjuicio durante los recientes<br />
alborotos. Muchos habían visto sus casas incendiadas; las lágrimas <strong>de</strong> las<br />
mujeres no se habían secado todavía, las heridas <strong>de</strong> los hombres<br />
escocían aún, y<br />
ninguna sonrisa aparecía en los labios. Y Akhenatón apareció,<br />
balanceándose en su litera muy por encima <strong>de</strong> las cabezas <strong>de</strong> la<br />
muchedumbre. Llevaba la doble corona, la <strong>de</strong> lirio y la <strong>de</strong> papiro, y tenía<br />
los brazos cruzados sobre el pecho y sus manos estrechaban la fusta y el<br />
cetro real. Permanecía inmóvil como una estatua, según la costumbre <strong>de</strong><br />
los faraones en público, y el silencio a su paso era espantoso, como si el<br />
espectáculo hubiese hecho enmu<strong>de</strong>cer al pueblo. Pero los soldados<br />
apostados a ambos lados <strong>de</strong>l camino levantaron las lanzas y lanzaron<br />
aclamaciones y los ricos y los nobles siguieron su ejemplo lanzando<br />
flores hacia la litera real. Pero en el silencio impresionante <strong>de</strong>l pueblo<br />
estas aclamaciones parecían débiles como el zumbido <strong>de</strong> un mosquito
aislado en la noche invernal, y pronto todos se callaron cambiando<br />
miradas <strong>de</strong> consternación.<br />
Y entonces, contrariamente a todas las costumbres, el faraón se movió<br />
y levantó el cetro y la fusta para saludar al pueblo. La muchedumbre<br />
sintió un estremecimiento y súbitamente estalló un grito unánime y<br />
potente como el estruendo <strong>de</strong> las olas contra las rocas. El pueblo entero<br />
gritaba con voz lamentable: « ¡Amón, Amón, <strong>de</strong>vuélvenos a Amón, el<br />
dios <strong>de</strong> todos los dioses!. La muchedumbre se agitaba y su grito<br />
aumentaba en intensidad, <strong>de</strong> manera que los cuervos y las aves <strong>de</strong> rapiña<br />
<strong>de</strong>l templo levantaron el vuelo y pasaron por encima <strong>de</strong> la litera real. Y la<br />
gente seguía gritando: « ¡Vete, falso faraón, vete!»<br />
Estos gritos asustaron a los servidores <strong>de</strong> la litera que se <strong>de</strong>tuvieron,<br />
pero cuando los oficiales, inquietos, los hubieron hecho avanzar <strong>de</strong><br />
nuevo, la muchedumbre rompió la barrera <strong>de</strong> los guardias y se precipito<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la litera para impedir que avanzara. Nadie podía observar lo<br />
que pasaba, porque los soldados comenzaron a distribuir golpes para<br />
abrirse paso, pero pronto tuvieron que recurrir a las lanzas y los puñales<br />
para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse; los palos y las piedras volaron y pronto la sangre corrió<br />
por la Avenida <strong>de</strong> los Carneros y los gritos <strong>de</strong> agonía ahogaban el<br />
escándalo producido por la muchedumbre. Pero ninguna piedra fue<br />
lanzada contra el faraón, porque había nacido <strong>de</strong>l sol como todos sus<br />
pre<strong>de</strong>cesores. Su persona era sagrada y nadie <strong>de</strong> aquella multitud<br />
hubiera siquiera soñado levantar el brazo contra el pese a que fuese<br />
odiado. Creo que ni los sacerdotes se hubieran atrevido a cometer un<br />
acto tal. Por esto el faraón pudo observar con toda tranquilidad todo lo<br />
que ocurría en torno suyo. Olvidando su dignidad se levantó y gritó para<br />
<strong>de</strong>tener a los soldados, pero nadie lo oía.<br />
La muchedumbre lapidaba a los soldados y los golpeaba y ellos se<br />
<strong>de</strong>fendían matando a sus adversarios, y la gente gritaba sin cesar: «<br />
¡Devuélvenos a Amón!» Y gritaba también: « ¡Vete, falso faraón, vete!<br />
Los hombres penetraban en los lugares reservados, los nobles y los<br />
ricos huían y las mujeres abandonaron sus flores y sus frascos <strong>de</strong><br />
perfumes.<br />
Entonces Horemheb hizo sonar sus trompetas y los carros <strong>de</strong> guerra<br />
salieron <strong>de</strong>los patios ylas callejuelas don<strong>de</strong> los había estacionado para no<br />
irritar al pueblo. Los carros avanzaron y aplastaron a mucha gente, pero<br />
Horemheb había hecho quitar las hoces <strong>de</strong> las ruedas y avanzaron<br />
lentamente y en un or<strong>de</strong>n perfecto, ro<strong>de</strong>ando la litera <strong>de</strong>l faraón, y<br />
siguieron avanzando protegiendo también el cortejo y la familia real.<br />
Pero la muchedumbre no se dispersó hasta haber visto las<br />
embarcaciones reales atravesar <strong>de</strong> nuevo el río. Entonces lanzaron gritos<br />
<strong>de</strong> odio, y la plebe, que se había mezclado con la muchedumbre, se lanzó<br />
contra las casas <strong>de</strong> los ricos para saquearlas, hasta el momento en que
los soldados hubieron restablecido el or<strong>de</strong>n y cada cual volvió a su casa,<br />
mientras cerraba la noche y acudían los cuervos a <strong>de</strong>spedazar los<br />
cadáveres en la Avenida <strong>de</strong> los Carneros.<br />
Así fue como el faraón Akhenatón se enfrentó por primera vez con su<br />
pueblo irritado y vio correr la sangre por su dios y no olvidó jamás aquel<br />
espectáculo que <strong>de</strong>strozó algo en su interior; la cólera envenenó su amor<br />
y su ardor aumentó <strong>de</strong> manera que dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mandar a las minas a<br />
todos los que pronunciasen el nombre <strong>de</strong> Amón o lo conservasen en<br />
imágenes o copas. Pero la gente se negaba a <strong>de</strong>latarse unos a otros y sólo<br />
se recibían <strong>de</strong>nuncias <strong>de</strong> ladrones y esclavos y nadie estuvo ya en<br />
seguridad ante los <strong>de</strong>latores, <strong>de</strong> manera que la gente honorable fue<br />
enviada a las minas y las canteras, y los <strong>de</strong>nunciantes tomaban posesión<br />
<strong>de</strong> sus bienes en nombre <strong>de</strong> Atón.<br />
Cuento todo esto por anticipado para explicar cómo ocurrió. Pero a la<br />
noche siguiente me mandaron llamar urgentemente <strong>de</strong>l palacio dorado<br />
porque el faraón había tenido un ataque <strong>de</strong> su enfermedad y los médicos,<br />
temiendo por su vida, querían compartir conmigo la responsabilidad, ya<br />
que el faraón les había hablado <strong>de</strong> mí. Durante mucho tiempo<br />
permaneció en la inconsciencia, como un muerto, y sus miembros<br />
estaban fríos y no parecía latir su pulso. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse<br />
mordido la lengua durante el <strong>de</strong>lirio, recuperó el conocimiento, <strong>de</strong><br />
manera que la sangre manaba <strong>de</strong> su boca. Al volver en sí echó <strong>de</strong> su<br />
presencia a todos los médicos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida, porque no quería<br />
verlos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el, y se quedó solo conmigo. Y entonces dijo:<br />
-Convoca a los remeros e iza las velas rojas, y que quien se llame<br />
amigo me siga, porque quiero partir y mi visión me conducirá hacia una<br />
tierra que no pertenece a ningún dios ni a ningún hombre. Consagraré<br />
esta tierra a Atón y construiré en ella una villa que será la ciudad <strong>de</strong><br />
Atón, y no volveré nunca más a Tebas. -Y añadió a<strong>de</strong>más-: La actitud <strong>de</strong>l<br />
pueblo <strong>de</strong> Tebas es la mis repugnante <strong>de</strong> todas, y es más infame y<br />
miserable que todo lo que cualquiera <strong>de</strong> mis antepasados haya<br />
recibido incluso <strong>de</strong> los pueblos extranjeros. Y por esto abandono Tebas<br />
para siempre y la <strong>de</strong>jo sumida a sus tinieblas.<br />
Su excitación era tan gran<strong>de</strong> que, estando enfermo todavía, se hizo<br />
llevar en seguida a su barca, y en vano me opuse como médico y sus<br />
consejeros no pudieron disuadirlo tampoco.<br />
Y <strong>de</strong>spués Horemheb dijo:<br />
-Así está bien, porque el pueblo <strong>de</strong> Tebas tendrá lo que quiere y<br />
Akhenatón hará lo que le parezca y todo el mundo estará contento y la<br />
paz renacerá.<br />
Akhenatón tenía un aspecto tan <strong>de</strong>scompuesto y sus ojos tenían una<br />
expresión tal que me incliné ante su <strong>de</strong>cisión, porque me dije que un<br />
cambio <strong>de</strong> aire le sería propicio. Así fue como acompañé al faraón en su
viaje y estaba tan impaciente por partir que no esperó siquiera a la<br />
familia real y tomó la <strong>de</strong>lantera, y Horemheb lo hizo escoltar por sus<br />
navíos <strong>de</strong> guerra.<br />
La barca real <strong>de</strong> velas rojas <strong>de</strong>scendió por la corriente y Tebas<br />
<strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros, con sus murallas, y sus templos y las<br />
puntas doradas <strong>de</strong> los obeliscos, y las tres montañas, eternas guardianas<br />
<strong>de</strong> Tebas, se borraron también en el horizonte. Pero el recuerdo <strong>de</strong> Tebas<br />
nos acompañó durante muchos días, porque el río estaba infestado <strong>de</strong><br />
gran<strong>de</strong>s cocodrilos cuyas aguas azotaban con la cola, enfangándola; cien<br />
veces cien cadáveres hinchados <strong>de</strong>scendían por la corriente y no había<br />
playa don<strong>de</strong> algún cadáver no fuese arrastrado por los cabellos o las<br />
ropas a causa <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong> Akhenatón. Pero el faraón no supo nada,<br />
porque yacía en su <strong>de</strong>partamento real sobre muelles alfombras y los<br />
servidores lo ungían con aceite oloroso y quemaban incienso para que no<br />
advirtiese el olor <strong>de</strong> los cadáveres.<br />
Al cabo <strong>de</strong> diez días llegamos a aguas más claras y el faraón subió a<br />
cubierta para examinar el paisaje. La tierra era amarillenta y los<br />
campesinos recogían las cosechas; por la tar<strong>de</strong> conducían los rebaños a<br />
abrevarlos al río y los pastores tocaban el caramillo. Al ver la barca <strong>de</strong>l<br />
faraón, la gente acudía <strong>de</strong> los poblados y saludaba a su faraón con<br />
gran<strong>de</strong>s gritos agitando palmas. Más que las medicinas, la vista <strong>de</strong> aquel<br />
pueblo feliz produjo efecto en el faraón y alguna vez bajó a tierra para<br />
hablar con aquellos hombres y los tocaba con sus manos y ben<strong>de</strong>cía a las<br />
mujeres y a los niños, que no podrían olvidarlo nunca. Los cor<strong>de</strong>ros se<br />
acercaban tímidamente a él y husmeaban los faldones <strong>de</strong> su traje y los<br />
lamían, y el se reía <strong>de</strong> gozo. Y no temía el disco <strong>de</strong>l sol que era su dios,<br />
que era, sin embargo, un dios mortal en medio <strong>de</strong>l verano, sino que<br />
exponía su rostro a él y el sol le tostaba la tez, <strong>de</strong> manera que se<br />
reprodujeron su excitación y su fiebre y su espíritu echaba llamas por sus<br />
ojos.<br />
Llegada la noche, se sentaba a proa y me <strong>de</strong>cía:<br />
-Repartiré las tierras <strong>de</strong>l falso dios entre los que se han contentado<br />
con poco y han trabajado con sus manos, a fin <strong>de</strong> que sean felices y<br />
bendigan el nombre <strong>de</strong> Atón. Les daré estas tierras, porque mi corazón<br />
se regocija al ver a estos niños rollizos y estas madres sonrientes y estos<br />
hombres que trabajan en nombre <strong>de</strong> Atón sin odiar a nadie y sin temer a<br />
nadie. -Y añadió-: El corazón <strong>de</strong>l hombre es tenebroso y jamás lo hubiera<br />
creído si no lo hubiese visto con mis ojos. Porque mi blancura es tan<br />
<strong>de</strong>slumbrante que no comprendo las tinieblas, y cuando la luz brilla en<br />
mi corazón olvido los falsos corazones. Pero hay ciertamente muchos que<br />
no pue<strong>de</strong>n compren<strong>de</strong>r a Atón ni aún viéndolo y experimentando su<br />
amor, porque han vivido siempre en las tinieblas y sus ojos no reconocen<br />
la luz, sino que ven en ella un flagelo que ofusca sus ojos. Por esto los
<strong>de</strong>jaré en Paz y no los inquietaré, pero no quiero vivir con ellos, sino<br />
agrupar a mi alre<strong>de</strong>dor a todos mis fieles y viviré con ellos sin<br />
abandonarlos jamás, sin sufrir estos espantosos dolores <strong>de</strong> cabeza al ver<br />
lo que me <strong>de</strong>sagrada y es una abominación para Atón.<br />
Contempló las estrellas y dijo:<br />
-La noche es una abominación para mí y no me gustan las tinieblas, sino<br />
que las temo, y no me gustan tampoco las estrellas, porque, cuando<br />
brillan, los chacales salen <strong>de</strong> sus guaridas y los leones rondan rugiendo,<br />
sedientos <strong>de</strong> sangre. Tebas es una noche para mí, y por esto la abandono<br />
y pongo mis esperanzas en los jóvenes y los niños, porque <strong>de</strong> ellos<br />
brotará la Primavera <strong>de</strong> la vida y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sabido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
infancia la doctrina <strong>de</strong> Atón, se purificarán <strong>de</strong>l mal y se purificará todo el<br />
mundo. Por esto habrá que reformar las escuelas y echar a todos los<br />
viejos maestros y redactar nuevos textos <strong>de</strong> lectura. Quiero también<br />
simplificar la escritura, porque no tenemos necesidad <strong>de</strong> imágenes para<br />
compren<strong>de</strong>r lo que está escrito, y quiero inventar una escritura que el<br />
más simple pueda apren<strong>de</strong>r, y no habrá ya diferencia entre el pueblo y<br />
los que saben escribir, porque el pueblo sabrá escribir también, y en cada<br />
pueblo habrá por lo menos un hombre que sabrá leer las cartas que yo<br />
mandare. Pues quiero escribirles a menudo y mucho, y sobre todas las<br />
cosas que quiero que sepan.<br />
Estas palabras me asustaron porque conocía ya la nueva escritura, que<br />
era fácil <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r y escribir, pero que no era una escritura sagrada, y<br />
no era tan bella ni tan rica como la antigua, y por esto todas las personas<br />
letradas la <strong>de</strong>spreciaban. Y le dije:<br />
-La escritura popular es fea y grosera y no es una escritura sagrada.<br />
¿Que será <strong>de</strong> Egipto si todo el mundo apren<strong>de</strong> a leer? Es una cosa que no<br />
ha ocurrido jamás y <strong>de</strong>spués la gente no querrá trabajar con sus manos, y<br />
la tierra permanecerá inculta y el pueblo no obtendrá provecho alguno<br />
<strong>de</strong> su escritura, puesto que morirá <strong>de</strong> hambre.<br />
No hubiera <strong>de</strong>bido hablarle así, porque se enojó y dijo:<br />
-Las tinieblas están todavía cerca <strong>de</strong> mi, como el fuego, y mis ojos ven<br />
a través <strong>de</strong> todos los obstáculos como a través <strong>de</strong> un agua transparente,<br />
ven el mundo tal como será <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi. En este mundo no habrá ya<br />
odio ni temor, los hombres se repartirán el trabajo como hermanos y se<br />
partirán el pan y no habrá ya pobres ni ricos, sino que todos serán<br />
iguales y todos sabrán leer lo que les escribiré. Y nadie dirá <strong>de</strong> su<br />
prójimo: asqueroso sirio, o miserable negro, sino que cada hombre será<br />
hermano <strong>de</strong>l otro y no habrá nunca más guerras. He aquí lo que ven mis<br />
ojos, y por esto mi fuerza y mi alegría me inva<strong>de</strong>n el corazón hasta el<br />
punto <strong>de</strong> hacerlo <strong>de</strong>sbordar.
Me di nuevamente cuenta <strong>de</strong> que estaba loco y haciéndolo acostar<br />
sobre su alfombra le di un calmante. Pero sus palabras me atormentaban<br />
y me apuñalaban el corazón, porque estaba casi a punto <strong>de</strong> aceptar su<br />
doctrina. Había visto muchos pueblos y todos se parecen<br />
fundamentalmente, y había visto muchas villas que se parecían<br />
fundamentalmente también, y para un médico no <strong>de</strong>bía haber diferencia<br />
entre un rico y un pobre, un sirio o un egipcio, porque el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong>l<br />
medico es curar a todos por igual.<br />
Por esto le dije a mi corazón:<br />
-Su locura es gran<strong>de</strong> y está originada probablemente por su<br />
enfermedad, pero al mismo tiempo su locura es suave y contagiosa y<br />
quisiera que su teoría se realizase, pese a que mi razón me dice que un<br />
mundo tal sólo podría ser edificado en el reino <strong>de</strong>l Poniente. Pero mi<br />
corazón grita y dice que su verdad es más gran<strong>de</strong> que todas las <strong>de</strong>más<br />
que le han sido expuestas, pese a que sepa que la sangre y la ruina<br />
acompañan sus pasos y que si vive mucho tiempo acabará aniquilando<br />
un gran imperio.<br />
Durante las tinieblas nocturnas, contemplaba las estrellas y me <strong>de</strong>cía<br />
a mí mismo:<br />
-Yo, Sinuhé, soy un extranjero en este mundo, y no se siquiera quien<br />
me engendró. Por propia voluntad soy médico <strong>de</strong> los pobres, porque el<br />
oro no tiene valor para mí, pese a que prefiera una oca guisada a un<br />
mendrugo <strong>de</strong> pan y el vino al agua. Pero nada <strong>de</strong> todo esto me es tan caro<br />
que no pueda renunciar a ello. De manera que, no teniendo otra cosa que<br />
per<strong>de</strong>r que mi espíritu, ¿por qué no sostenerlo en su <strong>de</strong>bilidad,<br />
situándome a su lado y dándole ánimos sin plantear dudas? Es el faraón<br />
y el po<strong>de</strong>r está en sus manos; no existe país más rico que Egipto y quizás<br />
Egipto pudiera soportar esta prueba. De ser así, el mundo será renovado<br />
y un nuevo año <strong>de</strong>l mundo comenzará entonces, y los hombres serán<br />
todos hermanos y no habrá ya ricos ni pobres. Jamás se había ofrecido<br />
todavía al hombre una ocasión tal <strong>de</strong> realizar sus aspiraciones, porque ha<br />
nacido faraón y no creo que esta ocasión se renueve, <strong>de</strong> manera que este<br />
instante es el único en el cual la verdad pueda realizarse.»<br />
Así, en la barca real mecida sobre el río, soñaba con los ojos abiertos y<br />
el viento <strong>de</strong> la noche llevaba hasta mi olfato el olor <strong>de</strong>l trigo maduro y <strong>de</strong><br />
las eras. Pero el viento refrescó y mi sueño se apagó y le dije<br />
melancólicamente a mi corazón: -Si tan sólo Kaptah estuviese aquí y<br />
hubiese oído estas palabras... Porque, pese a que sea un médico hábil y<br />
sepa curar muchas enfermeda<strong>de</strong>s, la enfermedad y la miseria <strong>de</strong> este<br />
mundo son tan gran<strong>de</strong>s que todos los médicos <strong>de</strong>l mundo no las pue<strong>de</strong>n<br />
curar, pese a todo su saber, y hay enfermeda<strong>de</strong>s contra las cuales los<br />
médicos son impotentes. Es posible que el faraón sea el médico <strong>de</strong> los<br />
corazones humanos, pero no pue<strong>de</strong> estar en todas partes y los médicos
<strong>de</strong> corazones que el trata <strong>de</strong> formar no entien<strong>de</strong>n más que a medias sus<br />
palabras y <strong>de</strong>forman su pensamiento cada cual según su propio<br />
enten<strong>de</strong>r, y no conseguirá en toda su vida llegar a formar número<br />
suficiente <strong>de</strong> médicos para curar los corazones <strong>de</strong> la humanidad. Hay,<br />
a<strong>de</strong>más, corazones que se han endurecido <strong>de</strong> tal manera que incluso la<br />
verdad permanece estéril. Y Kaptah diría seguramente:
cambiaban <strong>de</strong> sitio jarras y alfombras, y las que tenían muchos hijos<br />
sentían celos <strong>de</strong> las que no tenían. La gente acostumbrada a los suelos <strong>de</strong><br />
tierra batida consi<strong>de</strong>raba los <strong>de</strong> arcilla malsanos y polvorientos, mientras<br />
otros <strong>de</strong>cían que el barro <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte no era como en los<br />
otros sitios, sino que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar maldito, porque los utensilios hechos<br />
con él se partían al lavarlos.<br />
Querían también hortalizas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus casas, según su costumbre,<br />
y no estaban contentos <strong>de</strong> los terrenos que el faraón les había dado fuera<br />
<strong>de</strong> la villa y <strong>de</strong>cían que faltaba agua y estaban <strong>de</strong>masiado lejos para llevar<br />
hasta ellos el estiércol. Tendían su colada a secar en unas cuerdas a<br />
través <strong>de</strong> la calle y tenían en sus casas cabras, a pesar <strong>de</strong> la prohibición<br />
dictada por el faraón por razones <strong>de</strong> higiene y a causa <strong>de</strong> los chiquillos,<br />
<strong>de</strong> manera que no he visto en mi vida ciudad mas <strong>de</strong>scontenta y<br />
querellante que la <strong>de</strong> los constructores durante la edificación <strong>de</strong> la nueva<br />
capital. Pero acabaron acostumbrándose y resignándose y <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong><br />
mal<strong>de</strong>cir al faraón, no pensando en sus antiguos hogares mas que con un<br />
suspiro, pero sin verda<strong>de</strong>ras ganas <strong>de</strong> regresar a ellos. Sin embargo, las<br />
mujeres siguieron teniendo las cabras en sus casas.<br />
Después vino la inundación <strong>de</strong>l invierno, Pero el faraón no regresó a<br />
Tebas, sino que siguió gobernando el País <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su barca. Cada piedra<br />
colocada y cada columna erigida lo alegraban, y a veces, al ver levantarse<br />
las bellas casas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra a lo largo <strong>de</strong> las calles, se reía maliciosamente<br />
porque pensaba en Tebas. Consagro a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte todo el<br />
oro robado a Amón, pero las tierras <strong>de</strong>l dios fueron repartidas entre los<br />
pobres que <strong>de</strong>seaban cultivar el suelo. Hizo <strong>de</strong>tener todos los navíos que<br />
remontaban el río comprando todos sus cargamentos para así crear<br />
dificulta<strong>de</strong>s a Tebas y activó <strong>de</strong> tal manera los trabajos que el precio <strong>de</strong> la<br />
ma<strong>de</strong>ra y <strong>de</strong> la piedra aumento <strong>de</strong> tal modo que un hombre podía ganar<br />
una fortuna con un cargamento <strong>de</strong> vigas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera catarata a la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Había acudido una muchedumbre <strong>de</strong> obreros que<br />
se alojaban en las cabañas <strong>de</strong> la ribera, don<strong>de</strong> amasaban la arcilla para<br />
fabricar ladrillos. Construían las calles y los canales <strong>de</strong> irrigación y<br />
excavaban el suelo para construir el lago sagrado <strong>de</strong> Atón en el jardín <strong>de</strong>l<br />
palacio. Se llevaron también arbustos y árboles que se plantaron <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> la primera crecida, así como árboles frutales en plena producción, <strong>de</strong><br />
manera que en el verano siguiente el faraón pudo ya coger con su mano<br />
ávida los primeros dátiles, higos y granadas <strong>de</strong> su ciudad.<br />
Yo estaba muy ocupado, pues mientras el faraón sanaba, prosperaba y<br />
gozaba viendo su ciudad brotar <strong>de</strong> la tierra, los constructores tuvieron<br />
que soportar muchas enfermeda<strong>de</strong>s antes <strong>de</strong> que el suelo se sanease por<br />
la filtración, y durante los trabajos se produjeron numerosos acci<strong>de</strong>ntes.<br />
Mientras no hubo muelles, los cocodrilos atacaban a los <strong>de</strong>scargadores<br />
obligados a meterse en el agua. No hay nada tan horrible como oir los
gritos <strong>de</strong> un hombre medio sumergido en las fauces <strong>de</strong> un cocodrilo que<br />
lo arrastra para <strong>de</strong>jarlo pudrir en su nido. Pero el faraón estaba tan<br />
poseído por su verdad que no veía nada <strong>de</strong> eso, y los armadores<br />
contrataron cazadores <strong>de</strong> cocodrilos <strong>de</strong>l País Bajo, quienes no tardaron<br />
en limpiar el río <strong>de</strong> estos monstruos. Eran muchos los que pretendían<br />
que los cocodrilos habían seguido la barca <strong>de</strong> Akhenatón <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Tebas a<br />
la nueva ciudad, pero yo no me atrevería a opinar sobre este punto, pese<br />
a que sepa que el cocodrilo es un saurio terriblemente astuto y sagaz. Sin<br />
embargo, es difícil admitir que los cocodrilos hubiesen podido establecer<br />
una relación entre la barca <strong>de</strong>l faraón y los cadáveres que flotaban sobre<br />
el agua, pero si es así, el cocodrilo es, en este caso, un animal<br />
terriblemente inteligente. Pero su inteligencia no le sirvió <strong>de</strong> nada contra<br />
los cazadores y juzgaron oportuno <strong>de</strong>jar en Paz la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte,<br />
lo cual es una nueva prueba <strong>de</strong> su gran y terrible astucia. Pero se<br />
establecieron en gran<strong>de</strong>s grupos mas abajo, hasta Menfis, don<strong>de</strong><br />
Horemheb había instalado su cuartel general.<br />
Debo en efecto, citar que, al retirarse las aguas <strong>de</strong> la crecida,<br />
Horemheb había ido a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte con los nobles <strong>de</strong> la<br />
Corte, pero solo con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> incitar a Akhenatón a renunciar a su<br />
<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> disolver el Ejército. El faraón le había or<strong>de</strong>nado que<br />
licenciase a los negros y los sardos y los mandase a sus casas, pero<br />
Horemheb había ido <strong>de</strong>morando las casas paulatinamente, porque<br />
temía, no sin razón, que hubiese una revuelta en Siria, don<strong>de</strong> quería<br />
mandar las tropas. Porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Tebas, los negros<br />
y los sardos eran <strong>de</strong>testados en todo Egipto. Pero el faraón continuó sin<br />
ce<strong>de</strong>r y Horemheb perdió el tiempo. Sus conversaciones se <strong>de</strong>sarrollaban<br />
cada día <strong>de</strong> la misma manera.<br />
Horemheb le <strong>de</strong>cía:<br />
-Una gran inquietud reina en Siria y sus colonias egipcias son débiles.<br />
El rey Aziru fomenta el odio contra Egipto y no me cabe la menor duda<br />
<strong>de</strong> que en el momento propicio se levantará abiertamente.<br />
Y Akhenatón <strong>de</strong>cía:<br />
-¡Has visto los suelos <strong>de</strong> mi palacio, don<strong>de</strong> los artistas dibujan<br />
rosaledas y ána<strong>de</strong>s volando, a la manera cretense? Por otra parte, no creo<br />
en un levantamiento en Siria, porque he mandado a cada rey una cruz <strong>de</strong><br />
vida. En cuanto a Aziru, es mi amigo, ha aceptado la Cruz <strong>de</strong> vida y ha<br />
erigido un templo a Atón en el país <strong>de</strong> Amurrit. Has visto seguramente<br />
ya el pórtico <strong>de</strong> Atón <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi palacio, y vale la pena, si bien, para<br />
ganar tiempo, las columnas son <strong>de</strong> ladrillo. Me es <strong>de</strong>sagradable pensar<br />
que los esclavos tendrán que penar en las canteras para sacar la piedra<br />
para Atón. Volviendo a Aziru, haces mal en dudar <strong>de</strong> su fi<strong>de</strong>lidad, porque<br />
he recibido <strong>de</strong> el numerosas tablillas <strong>de</strong> arcilla en las cuales se informa
ávidamente sobre Atón, y, si lo <strong>de</strong>seas, mis epistológrafos podrán<br />
enseñártelas en cuanto los archivos estén en or<strong>de</strong>n.<br />
Horemheb <strong>de</strong>cía:<br />
-Me meo en las tablillas, porque son tan sórdidas y tan pérfidas como<br />
él. Pero si estos firmemente <strong>de</strong>cidido a licenciar el Ejército, permíteme<br />
por lo menos reforzar los puestos fronterizos, porque las tribus <strong>de</strong>l Sur<br />
empujan ya sus rebaños hacia nuestros pastos <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kush e<br />
incendian los poblados <strong>de</strong> nuestros aliados negros, lo cual es fácil, pues<br />
sus cabañas están hechas <strong>de</strong> cañas.<br />
Akhenatón <strong>de</strong>cía:<br />
-No los creo armados <strong>de</strong> malas intenciones; la necesidad les obliga.<br />
Por esto nuestros aliados negros <strong>de</strong>ben compartir sus pastos con las<br />
tribus <strong>de</strong>l Sur, y les mandaré también cruces <strong>de</strong> vida. No creo tampoco<br />
que incendian los poblados con premeditación y con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />
perjudicar, porque estos poblados <strong>de</strong> casas se incendian fácilmente y no<br />
es posible con<strong>de</strong>nar tribus enteras por algunos incendios. Pero si tú<br />
<strong>de</strong>seas, pue<strong>de</strong>s reforzar los puestos fronterizos <strong>de</strong> Kush y <strong>de</strong> Siria,<br />
porque tú misión es velar por la seguridad <strong>de</strong>l país, pero no <strong>de</strong>be ser con<br />
un ejército regular.<br />
Y Horemheb <strong>de</strong>cía:<br />
-En todo caso, Akhenatón, mi insensato amigo, <strong>de</strong>bes permitirme<br />
reorganizar todo el sistema <strong>de</strong> guardias en el país, porque los soldados<br />
liberados saquean las casas y roban las pieles <strong>de</strong> los impuestos. Y el<br />
faraón, como dando una lección, <strong>de</strong>cía:<br />
-Ya ves, Horemheb, las consecuencias <strong>de</strong> tu <strong>de</strong>sobediencia. Si<br />
hubieses hablado mis extensamente <strong>de</strong> Atón a tus soldados, se portarían<br />
bien, pero ahora sus corazones están en tinieblas y las marcas <strong>de</strong> los<br />
golpes les queman la espalda y no saben lo que hacen. ¿No has visto que<br />
mis dos hijas se pasean ya solas y Meriatón toma a su hermana pequeña<br />
<strong>de</strong> la mano y llevan una linda gacela como compañera? Por otra parte,<br />
nada te impi<strong>de</strong> contratar como guardias a los soldados licenciados, a<br />
condición <strong>de</strong> que no sean más que guardias y no formen un ejército<br />
regular con vistas a una guerra. A mi juicio, habría que <strong>de</strong>struir también<br />
todos tus carros <strong>de</strong> guerra, porque la <strong>de</strong>sconfianza engendra la<br />
<strong>de</strong>sconfianza y <strong>de</strong>bemos convencer a nuestros vecinos <strong>de</strong> que Egipto no<br />
entrará nunca en guerra, pase lo que pase.<br />
-¿No sería mucho mis sencillo ven<strong>de</strong>r los carros a Aziru o a los hititas,<br />
que te darían un buen precio por ellos y los caballos? -<strong>de</strong>cía<br />
irónicamente Horemheb-. Comprendo que no quieras sostener un<br />
ejército normal, puesto que hun<strong>de</strong>s todos los recursos <strong>de</strong> Egipto en los<br />
pantanos y entre ladrillos.
Así pasaban los días discutiendo, y finalmente, gracias a su<br />
obstinación, Horemheb fue nombrado comandante en jefe <strong>de</strong> las tropas<br />
<strong>de</strong> la frontera y <strong>de</strong> los guardias <strong>de</strong>l país, pero, por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l faraón,<br />
<strong>de</strong>bían ir armados tan sólo con lanzas <strong>de</strong> Punta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Horemheb<br />
convocó entonces a los jefes <strong>de</strong> los guardias <strong>de</strong> los nomos <strong>de</strong> Menfis, que<br />
era el centro <strong>de</strong>l país y la frontera <strong>de</strong> los dos reinos, y se disponía a<br />
embarcar en su barca <strong>de</strong> guerra cuando unos mensajeros regresaron <strong>de</strong><br />
Siria con cartas y tablillas alarmantes, <strong>de</strong> manera que la esperanza<br />
renació en el corazón <strong>de</strong> Horemheb. Estos mensajes establecían con<br />
certeza que el rey Aziru, informado <strong>de</strong> los alborotos ocurridos en Tebas,<br />
había juzgado el momento propicio para tomar al asalto dos villas<br />
vecinas <strong>de</strong> las fronteras. En Megiddo, que era la llave <strong>de</strong> la Siria, habían<br />
estallado alborotos y las tropas <strong>de</strong> Aziru asediaban la ciuda<strong>de</strong>la, cuya<br />
guarnición imploraba <strong>de</strong>l faraón una rápida ayuda. Pero el faraón dijo:<br />
-Creo que Aziru ha obrado <strong>de</strong> esta forma a sabiendas, porque se que es<br />
muy quisquilloso y mis embaladores quizá lo han ofendido. Por esto no<br />
puedo con<strong>de</strong>narlo antes <strong>de</strong> haberlo oído. Pero puedo hacer algo, y es<br />
lástima que no haya pensado en ello antes. Puesto que aquí se levanta<br />
una villa <strong>de</strong> Atón, <strong>de</strong>bo construir otra también en el país rojo, en Siria y<br />
en Kush. Y estas villas serán el centro <strong>de</strong> todo el gobierno. Megiddo está<br />
en el cruce <strong>de</strong> las rutas <strong>de</strong> las caravanas, y por esto veo que sería la mis<br />
indicada, pero temo que la situación sea <strong>de</strong>masiado agitada para<br />
empezar los trabajos <strong>de</strong> construcción. Sin embargo, me has hablado <strong>de</strong><br />
Jerusalén, don<strong>de</strong> elevaste un templo a Atón cuando la guerra <strong>de</strong> los<br />
khabiri, guerra que no te perdonare nunca. Cierto es que esta villa no es<br />
tan céntrica como Megiddo, pero voy a hacer construir inmediatamente<br />
en ella una ciudad <strong>de</strong> Atón que se convertirá en la capital <strong>de</strong> Siria, pese a<br />
que no sea más que un miserable villorrio.<br />
Ante estas palabras, Horemheb quebró su fusta y arrojó los trozos a<br />
los pies <strong>de</strong>l faraón, y <strong>de</strong>spués embarcó para Menfis con objeto <strong>de</strong><br />
reorganizar sus guardias. Durante su estancia en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte<br />
tuve tiempo suficiente para exponerle cuanto había visto y aprendido en<br />
el país <strong>de</strong> los khatti y en Creta. Me escuchó en silencio, moviendo a veces<br />
la cabeza como si estuviese ya al corriente <strong>de</strong> lo que le contaba,<br />
manejando el puñal que me había dado el capitán hitita <strong>de</strong>l Puerto.<br />
Algunas veces me hacía preguntas infantiles como, por ejemplo: « ¿Los<br />
soldados <strong>de</strong> Babilonia echan a andar con el pie izquierdo como los<br />
egipcios o con el <strong>de</strong>recho como los hititas?» O bien: « ¿Los hititas llevan<br />
el caballo <strong>de</strong> reserva <strong>de</strong> los carros pesados <strong>de</strong> guerra al lado <strong>de</strong> los otros<br />
caballos o <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l carro? - O aún: • ¿Cuántos radios tienen las ruedas<br />
<strong>de</strong> los carros hititas, y van reforzados con metal?<br />
Me hacía estas preguntas infantiles porque era soldado y los soldados<br />
se interesan por estas cosas sin importancia, como los chiquillos se
divierten contando las patas <strong>de</strong> los ciempiés. Pero me hizo marcar por<br />
escrito todo lo que le dije respecto a las rutas, puentes y ríos, y también<br />
todos los nombres que le cité, <strong>de</strong> manera que para esto le aconsejé que se<br />
dirigiese a Kaptah, porque era tan infantil como él en cuanto a recoger<br />
recuerdos inútiles. Pero no le interesó en absoluto mi relato referente a<br />
la lectura <strong>de</strong>l hígado y mi <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> sus mil puertas, canales y<br />
cavernas, y no tomó nota <strong>de</strong> ello.<br />
Fuese como fuese, el caso es que se marchó furioso <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte y el faraón estuvo encantado <strong>de</strong> ello, porque las<br />
conversaciones con Horemheb lo irritaban y le daban dolor <strong>de</strong> cabeza.<br />
Pero me dijo con aire soñador:<br />
-Es posible que Atón <strong>de</strong>see que Egipto pierda la Siria y en este caso<br />
nada puedo contra ello, porque sería un bien para Egipto. La riqueza <strong>de</strong><br />
Siria ha roído el corazón <strong>de</strong> Egipto, y <strong>de</strong> Siria ha venido el lujo, el fausto,<br />
los vicios y las malas costumbres. Si per<strong>de</strong>mos Siria, Egipto <strong>de</strong>berá<br />
volver a una vida más simple en la verdad, y será un bien. La nueva vida<br />
<strong>de</strong>be renacer en Egipto para exten<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>spués por todas partes.<br />
Pero mi corazón se rebeló ante estas palabras y dije:<br />
-El hijo <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la guarnición <strong>de</strong> Simyra se llama Ramsés y es un<br />
muchacho inteligente, con gran<strong>de</strong>s ojos color castaño, a quien gusta<br />
jugar con guijarros <strong>de</strong> colores. Lo curé <strong>de</strong> la viruela. En Megiddo vive<br />
una egipcia que fue a Simyra a consultarme porque tenia el vientre<br />
hinchado y había oído hablar <strong>de</strong> mi reputación, y la operé y se curó. Su<br />
piel era tersa como la lana y su paso bello como el <strong>de</strong> las egipcios, pese a<br />
que la fiebre brillase en sus ojos y su vientre estuviese hinchado.<br />
-No comprendo Por que me cuentas todo esto -dijo Akhenatón,<br />
dibujando un templo tal como lo veía su espíritu, porque molestaba<br />
continuamente a los arquitectos con sus dibujos y sus explicaciones.<br />
-Pienso solamente que he visto al pequeño Ramsés y ahora su boca<br />
está <strong>de</strong>strozada y su frente llena <strong>de</strong> sangre. Y veo también a esta mujer<br />
<strong>de</strong> Megiddo tendida <strong>de</strong>snuda y ensangrentada en el patio <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la,<br />
y los soldados <strong>de</strong> Amurru profanan su cuerpo. Cierto es que mis<br />
pensamientos son nimios al lado <strong>de</strong> los tuyos, y un soberano no pue<strong>de</strong><br />
pensar en todos los pequeños Ramsés y en todas las mujeres <strong>de</strong>licadas<br />
que son sus súbditos.<br />
Entonces Akhenatón cerró los puños y levantó los brazos y sus ojos se<br />
ensombrecieron al gritar:<br />
-Sinuhé, ¿no compren<strong>de</strong>s que si <strong>de</strong>bo elegir entre la vida y la muerte<br />
prefiero la muerte <strong>de</strong> cien egipcios a la <strong>de</strong> mil sirios? Si <strong>de</strong>clarara la<br />
guerra a Siria para salvar la vida <strong>de</strong> los egipcios que allí viven,<br />
ocasionaría la muerte <strong>de</strong> muchos egipcios y <strong>de</strong> muchos sirios, y un sirio<br />
es un hombre como un egipcio, y un corazón late en su pecho, y hay<br />
también mujeres y niños <strong>de</strong> ojos claros. Si respondo al mal con el mal,
solo obtendremos el mal. Pero respondiendo al mal con el bien, el mal<br />
que resultará será menor que si respondo con el mal. No quiero elegir la<br />
muerte en lugar <strong>de</strong> la vida. Por esto cierro mis oídos a tus palabras y te<br />
ruego que no me hables más <strong>de</strong> Siria si respetas mi vida y me quieres,<br />
porque al pensar en Siria pienso en todos los que morirán por mi<br />
voluntad, y un hombre no pue<strong>de</strong> soportar largo tiempo el dolor <strong>de</strong><br />
muchos. Por esto te pido que me <strong>de</strong>jes tranquilo en nombre <strong>de</strong> Atón y <strong>de</strong><br />
mi verdad.<br />
Inclinó la cabeza y sus ojos se enrojecieron <strong>de</strong> dolor y sus gruesos<br />
labios temblaron. No insistí, pero en mis oídos resonaba el choque <strong>de</strong> los<br />
arietes contra las murallas <strong>de</strong> Megiddo y los gritos <strong>de</strong> las mujeres<br />
violadas en las tiendas <strong>de</strong> lona <strong>de</strong> los soldados amorritas. Endurecí mi<br />
espíritu porque quería al faraón, pese a que estuviese loco, o quizás a<br />
causa <strong>de</strong> su locura, porque su locura era más bella que la locura <strong>de</strong><br />
muchos otros.<br />
Debo hablar también <strong>de</strong> los cortesanos que habían seguido al faraón a<br />
su nueva villa, porque su vida no tenía otro objeto que transcurrir al lado<br />
<strong>de</strong>l faraón y sonreir y fruncir el ceño al mismo tiempo que él. Así lo<br />
habían hecho sus padres antes que ellos, y <strong>de</strong> ellos habían heredado sus<br />
funciones Y sus títulos y se glorificaban <strong>de</strong> sus dignida<strong>de</strong>s<br />
comparándolas entre ellas. El portador <strong>de</strong> la sandalia real que no se<br />
había puesto nunca zapatos, y el escanciador real que no había pisado<br />
nunca la uva, y el pana<strong>de</strong>ro real que no había visto nunca amasar la<br />
masa, y el portador real <strong>de</strong> la caja <strong>de</strong> ungüentos, y el circuncidador real y<br />
una nube <strong>de</strong> dignatarios, y yo mismo era el trepanador real, pero nadie<br />
esperaba que trepanase al faraón, pese a que, contrariamente a otros,<br />
hubiera sido capaz <strong>de</strong> hacerlo sin provocar la muerte <strong>de</strong>l rey.<br />
Llegaron todos alegremente a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, cantando los<br />
himnos <strong>de</strong> Atón en sus embarcaciones adornadas con flores, con las<br />
damas <strong>de</strong> la Corte y una gran cantidad <strong>de</strong> jarras <strong>de</strong> vino. Acamparon en<br />
sus tiendas en la ribera y comieron y bebieron y gozaron <strong>de</strong> la vida,<br />
porque la inundación había terminado y empezaba la primavera, y el aire<br />
<strong>de</strong> los campos era ligero como el vino nuevo, y los pájaros cantaban en<br />
los árboles y las palomas se arrullaban. Tenían tantos esclavos y<br />
servidores que su campo formaba una verda<strong>de</strong>ra villa, porque eran<br />
incapaces <strong>de</strong> lavarse las manos solos, y sin los esclavos hubieran estado<br />
tan abandonados como niños pequeños.<br />
5
Pero seguían atentamente al faraón, que les mostraba el<br />
emplazamiento <strong>de</strong> las calles y las casas, y los esclavos protegían sus<br />
preciosas cabezas <strong>de</strong> los ardores <strong>de</strong>l sol. Se interesaban también<br />
activamente en la construcción <strong>de</strong> sus casas, porque algunas veces el<br />
faraón cogía personalmente un ladrillo y lo ponía en su sitio.<br />
Transportaban los ladrillos para sus futuros hogares y se reían <strong>de</strong> los<br />
arañazos <strong>de</strong> sus manos, y las mujeres nobles amasaban la arcilla<br />
arrodilladas sobre el suelo <strong>de</strong>snudo. Si eran jóvenes y bonitas<br />
aprovechaban este pretexto para no usar sobre ellas mas ropa que el<br />
<strong>de</strong>lantal anterior, como las mujeres <strong>de</strong>l pueblo cuando muelen el trigo.<br />
Pero mientras trabajaban así, los esclavos sostenían parasoles sobre sus<br />
cabezas, y cuando se cansaban <strong>de</strong> amasar la arcilla se marchaban<br />
<strong>de</strong>jándolo todo en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, <strong>de</strong> manera que los constructores las<br />
mal<strong>de</strong>cían y tenían que volver a quitar los ladrillos puestos por las manos<br />
nobles.<br />
Pero no criticaban a las mujeres nobles, pues les gustaba verlas y les<br />
daban golpes suaves con las manos sucias, fingiendo la imbecilidad, <strong>de</strong><br />
manera que ellas lanzaban gritos <strong>de</strong> sorpresa y excitación. Pero cuando<br />
las mujeres viejas se acercaban a ellos para darles ánimos en el trabajo y<br />
pellizcaban sus robustos músculos con admiración, acariciándoles las<br />
mejillas en nombre <strong>de</strong> Atón, se volvían para mal<strong>de</strong>cirlas y <strong>de</strong>jaban caer<br />
los ladrillos sobre los pies <strong>de</strong> las importunas.<br />
Los cortesanos estaban muy orgullosos <strong>de</strong> su trabajo y contaban el<br />
número <strong>de</strong> ladrillos que habían colocado, mostrando al faraón sus<br />
manos arañadas para granjearse su favor.<br />
Pero se cansaron <strong>de</strong> este entretenimiento y comenzaron a plantar<br />
jardines y cavar zanjas como los chiquillos. Los jardineros invocaban a<br />
los dioses y juraban que los cortesanos cambiaban continuamente<br />
árboles y arbustos, y los cavadores <strong>de</strong> canales <strong>de</strong> irrigación los llamaban<br />
hijos <strong>de</strong> Seth, porque cada día indicaban nuevos lugares don<strong>de</strong> había que<br />
cavar estanques a los obreros; ellos, sin embargo, se imaginaban<br />
ayudarlos y cada noche mientras bebían vino, se vanagloriaban <strong>de</strong> sus<br />
trabajos.<br />
Pero pronto se cansaron <strong>de</strong> todo aquello, quejándose <strong>de</strong>l calor <strong>de</strong> sus<br />
alfombras, y sus tiendas fueron invadidas por las pulgas <strong>de</strong> la arena, <strong>de</strong><br />
manera que pasaban la noche gimiendo y por la mañana me pedían<br />
ungüentos contra ]as picaduras <strong>de</strong> las pulgas. Acabaron maldiciendo la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y muchos se retiraron a sus posesiones, y otros<br />
regresaron en secreto a Tebas, para divertirse; pero los más fieles<br />
permanecieron a la sombra <strong>de</strong> sus tiendas bebiendo vino fresco y<br />
jugando a los dados, con alternativas <strong>de</strong> pérdidas y ganancias, para<br />
matar el tiempo. Pero poco a poco las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las casas iban<br />
elevándose y en algunas meses la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte surgió en pleno
<strong>de</strong>sierto, como en un cuento, con sus maravillosos jardines. Ignoro lo<br />
que aquello costó. Lo único que sé es que el oro <strong>de</strong> Amón no bastó,<br />
porque los subterráneos <strong>de</strong>l templo estaban vacíos cuando se rompieron<br />
los sellos, y los sacerdotes <strong>de</strong> Amón, presintiendo la tormenta,<br />
repartieron mucho oro<br />
entre los fieles al dios.<br />
Debo referir también que la familia real se había dividido, porque la<br />
reina madre se había negado a seguir a su hijo al <strong>de</strong>sierto. Tebas era su<br />
ciudad, y el palacio real, que se elevaba azul y oro rojo en medio <strong>de</strong> los<br />
jardines al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l río, había sido construído por el faraón Amenhotep<br />
para albergar sus amores, porque la reina madre Tii no había sido más<br />
que la hija <strong>de</strong> un pajarero <strong>de</strong> los cañaverales <strong>de</strong>l Bajo Egipto. Por esto no<br />
quiso renunciar a Tebas, y la princesa Baketatón se quedo también al<br />
lado <strong>de</strong> su madre, y el sacerdote Ai gobernaba sosteniendo el cetro <strong>de</strong> la<br />
<strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l soberano y administrando justicia en el trono <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> los rollos <strong>de</strong> cuero, <strong>de</strong> manera que para la gente <strong>de</strong> Tebas nada había<br />
cambiado, salvo que el falso faraón había <strong>de</strong>saparecido y nadie lo echaba<br />
<strong>de</strong> menos.<br />
La reina Nefertiti regresó a Tebas para dar a luz, porque no se atrevía<br />
a prescindir <strong>de</strong> la asistencia <strong>de</strong> los médicos <strong>de</strong> Tebas y <strong>de</strong> los hechiceros<br />
negros, y dio a luz a una tercera hija, que fue llamada Anksenatón y tenía<br />
que ser reina. Pero para facilitar el parto, los hechiceros negros tuvieron<br />
también que estirarle <strong>de</strong>l cráneo, y cuando ]as princesas crecieron, todas<br />
las mujeres que querían ir a la moda, copiando a la familia real, llevaban<br />
cráneos postizos, para alargar su cabeza. Pero ]as princesas se hacían<br />
afeitar la cabeza, porque estaban orgullosas <strong>de</strong> la forma elegante <strong>de</strong> su<br />
cráneo. Los artistas las admiraban también y esculpían sus retratos y<br />
dibujaban y pintaban las imágenes, sin darse cuenta <strong>de</strong> que todo aquello<br />
no había ocurrido más que por las prácticas <strong>de</strong> los hechiceros negros.<br />
Después <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> esta hija, Nefertiti regresó a la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte y se instaló en el palacio que había sido terminado entretanto.<br />
Dejó en Tebas el harén <strong>de</strong>l faraón, porque estaba muy irritada por haber<br />
tenido otra hija y no quería que el faraón gastase sus fuerzas con otras<br />
mujeres. Akhenatón no tuvo nada que objetar, porque estaba cansado <strong>de</strong><br />
sus obligaciones en el gineceo y no <strong>de</strong>seaba ninguna otra mujer, lo cual<br />
era muy comprensible para todo el que contemplase la belleza <strong>de</strong><br />
Nefertiti, a quien su tercer embarazo no había para nada afeado, sino<br />
que parecía más joven y más resplan<strong>de</strong>ciente que nunca. Mas no sé si<br />
esto provenía <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Akhenatón o <strong>de</strong> la hechicería <strong>de</strong> los negros.<br />
Así fue como la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte se elevó en el <strong>de</strong>sierto en el<br />
transcurso <strong>de</strong> un solo año y las orgullosas cimas <strong>de</strong> las palmeras se<br />
balanceaban a lo largo <strong>de</strong> las avenidas, y los granados florecían en los<br />
parques y los lotos daban sus flores rosadas también en los estanques.
Toda la villa era un jardín florido, porque las casas eran ligeras y <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra, como pabellones <strong>de</strong> placer, y sus columnas <strong>de</strong> palmera y junco<br />
eran graciosas y estaban pintadas. Los jardines penetraban hasta <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> las casas, porque sobre los muros, los sicómoros y las palmeras<br />
pintadas eran dulcemente mecidos por el viento, y sobre los bancales,<br />
entre los cañaverales, los peces nadaban y los ána<strong>de</strong>s remontaban el<br />
vuelo.<br />
Nada faltaba <strong>de</strong> lo que pudiese alegrar el corazón <strong>de</strong>l hombre; las<br />
gacelas domesticadas corrían por los parques y los caballos fogosos<br />
adornados con plumas <strong>de</strong> avestruz tiraban <strong>de</strong> coches ligeros, y las<br />
especias <strong>de</strong> fuertes olores venidas <strong>de</strong> todos los países <strong>de</strong>l mundo<br />
embalsamaban las cocinas.<br />
Así fue construida la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, y cuando volvió el otoño y<br />
las golondrinas salieron <strong>de</strong>l fango para volar en inquietas bandadas<br />
sobre el río hinchado, el faraón Akhenatón <strong>de</strong>dicó esta tierra y esta<br />
ciudad a Atón. Dedicó las cuatro estelas límite en las cuatro direcciones,<br />
y sobre cada estela, Atón ben<strong>de</strong>cía con sus rayos al faraón y su familia, y<br />
una inscripción afirmaba que el faraón no abandonaría jamás este suelo<br />
consagrado a Atón. Para esta <strong>de</strong>dicatoria se construyeron en las cuatro<br />
direcciones vías empedradas, <strong>de</strong> manera que el faraón podía trasladarse<br />
a las estelas en su carro dorado y la familia real lo seguía en coche o en<br />
literas, así como los cortesanos que sembraban flores mientras las flautas<br />
y los instrumentos <strong>de</strong> cuerda tocaban el himno a Atón.<br />
Akhenatón no quería abandonar su ciudad ni aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto,<br />
y mandó a los constructores excavar tumbas eternas en las montanas <strong>de</strong>l<br />
Este sobre el territorio consagrado a Atón, y su trabajo <strong>de</strong>bía durar tanto<br />
tiempo que no regresarían nunca más a sus casas. Pero aquellos hombres<br />
no aspiraban ya a regresar a sus hogares y se resignaron a su suerte y<br />
vivieron allí a la sombra <strong>de</strong>l faraón, porque sus raciones <strong>de</strong> trigo eran<br />
abundantes y el aceite no faltaba jamás en sus jarras, y sus mujeres les<br />
daban hijos sanos.<br />
Habiendo así <strong>de</strong>cidido construir su tumba y la <strong>de</strong> los nobles que<br />
quisieran permanecer para siempre en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte,<br />
Akhenatón mandó construir una Casa <strong>de</strong> la Muerte en las afueras <strong>de</strong> la<br />
ciudad, a fin <strong>de</strong> que los cuerpos <strong>de</strong> las personas muertas allí fuesen<br />
conservados toda la eternidad.<br />
Por esto mandó venir, a la mayor rapi<strong>de</strong>z, a los más eminentes<br />
embalsamadores <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Tebas, sin preocuparse por su fe, porque<br />
los embalsamadores no pue<strong>de</strong>n creer en nada a causa <strong>de</strong> su oficio y sólo<br />
su habilidad importa. Llegaron en una barca negra y el olor los precedió<br />
con el viento, <strong>de</strong> manera que la gente se refugiaba en su casa bajando la<br />
cabeza y quemaban incienso recitando plegarias a Atón.
Pero muchos invocaban también a los antiguos dioses y recitaban<br />
oraciones haciendo los signos sagrados <strong>de</strong> Amón, porque el olor <strong>de</strong> los<br />
embalsamadores les recordaba a su antiguo dios.<br />
Bajaron <strong>de</strong> su barca con todo el equipo, y sus ojos acostumbrados a<br />
]as tinieblas parpa<strong>de</strong>aban ante la luz viva <strong>de</strong>l sol, y mal<strong>de</strong>cían este viaje.<br />
Entraron rápidamente en su nueva Casa <strong>de</strong> la Muerte y no volvieron a<br />
salir <strong>de</strong> ella, y pronto se encontraron como en su casa a causa <strong>de</strong>l olor<br />
que habían llevado consigo. Como los sacerdotes <strong>de</strong> Atón tenían horror a<br />
esta casa, el faraón me encomendó su vigilancia y encontré en ella al<br />
viejo Ramose, que estaba encargado <strong>de</strong> vaciar los cerebros. Me reconoció<br />
y quedó muy sorprendido <strong>de</strong> este encuentro. Cuando hube ganado <strong>de</strong><br />
nuevo su confianza, pu<strong>de</strong> calmar mi impaciencia <strong>de</strong> saber como había<br />
acabado mi venganza contra la mujer que tanto daño me había hecho en<br />
Tebas. Por esto le pregunte:<br />
-Ramose, amigo mío, ¿recuerdas haber tratado a una mujer muy<br />
hermosa que llevaron a la Casa <strong>de</strong> la Muerte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los disturbios <strong>de</strong><br />
Tebas y que, si mal no recuerdo, se llamaba Nefernefernefer? Inclinando<br />
la cabeza, me miró con sus inmóviles ojos <strong>de</strong> tortuga y dijo:<br />
-En verdad, Sinuhé, que eres el primer noble que jamás haya dado el<br />
nombre <strong>de</strong> amigo a un embalsamador. Mi corazón está emocionado, y el<br />
informe que me pi<strong>de</strong>s es seguramente importante, puesto que me das el<br />
nombre <strong>de</strong> amigo. ¿ No serías tú quien nos la llevó una noche, envuelta<br />
en el manto negro <strong>de</strong> los muertos? Porque si eres tú, no podrías ser<br />
amigo <strong>de</strong> ningún embalsamador, y, si se sabe, los embalsamadores te<br />
envenenarían con veneno <strong>de</strong> cadáver para que tu muerte sea espantosa.<br />
Estas palabras me hicieron temblar y le dije:<br />
-Poco importa quien la llevase, puesto que merecía su suerte, pero tus<br />
palabras me dan a enten<strong>de</strong>r que no ha muerto.<br />
Ramose dijo:<br />
-En verdad, aquella mujer terrible recobró el conocimiento en la Casa<br />
<strong>de</strong> la Muerte, porque una mujer como ella no muere nunca, y si muere,<br />
su cuerpo <strong>de</strong>be ser quemado para que no regrese jamás, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber aprendido a conocerla, la llamamos Sethnefer, la belleza <strong>de</strong>l<br />
diablo.<br />
Un terrible presentimiento se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mi y le dije:<br />
-¿Por que dices que estaba en la Casa <strong>de</strong> la Muerte? ¿No estaría ya,<br />
pese a que los embalsamadores hubiesen prometido guardarla setenta<br />
veces setenta días?<br />
Ramose agitó, nerviosamente sus pinzas y creo que me hubiera<br />
golpeado con ellas si no le hubiera llevado una jarra <strong>de</strong>l mejor vino <strong>de</strong>l<br />
faraón. 'I'ocó el sello polvoriento <strong>de</strong>l faraón y dijo:<br />
-No te hicimos ningún mal, Sinuhé, y eras para nosotros como un hijo,<br />
y con gusto te hubiera guardado conmigo para que aprendieras mi arte.
Hemos embalsamado los cuerpos <strong>de</strong> tus padres como si fuesen nobles,<br />
sin economizar los mejores bálsamos ni los aceites mas preciosos. Por<br />
que has querido, pues hacernos daño entregándonos viva esa espantosa<br />
mujer?<br />
Debes saber que antes <strong>de</strong> su llegada vivíamos una vida simple y<br />
laboriosa, alegrando nuestros corazones con la cerveza y nos<br />
enriquecíamos robando a los difuntos sus joyas, sin distinción <strong>de</strong> rango<br />
ni sexo y vendiendo a los hechiceros ciertas partes <strong>de</strong> su cuerpo que<br />
necesitan para sus prácticas. Pero la llegada <strong>de</strong> esa mujer transformó la<br />
Casa <strong>de</strong> la Muerte en una gruta infernal y por esa mujer los hombres se<br />
batieron a cuchilladas como fieras. Nos ha sonsacado todo nuestro oro y<br />
nuestra plata acumulada con el transcurso <strong>de</strong> tantos años y no<br />
<strong>de</strong>spreciaba ni el cobre, y nos quitó incluso nuestra ropa, porque si un<br />
hombre era viejo, como yo, y no podía ya gozar <strong>de</strong> ella, incitaba a los<br />
otros a robarlo una vez habían dilapidado sus bienes. Le bastó tres veces<br />
treinta días para <strong>de</strong>spojarnos completamente. Habiendo comprobado<br />
que no podía sacar ya nada mis <strong>de</strong> nosotros, se echó a reir y nos<br />
<strong>de</strong>spreció y dos embalsamadores que estaban locos por ella se ahorcaron<br />
con sus cinturones porque se burlaba <strong>de</strong> ellos y los <strong>de</strong>spreciaba. Después<br />
se marchó, llevándose todas nuestras riquezas, y no pudimos impedirlo,<br />
porque si alguien quería <strong>de</strong>tenerla, otro se interponía a su favor para<br />
merecer una sonrisa o una caricia <strong>de</strong> ella. Así se llevó nuestra<br />
tranquilidad y nuestras economías, y teníamos lo menos trescientos<br />
<strong>de</strong>ben <strong>de</strong> oro, sin contar la plata y el cobre y las ban<strong>de</strong>letas <strong>de</strong> lino y<br />
ungüentos que habíamos robado a los muertos durante tantos años,<br />
como es costumbre. Pero prometió volver al cabo <strong>de</strong> un año para darnos<br />
los buenos días y ver cómo habíamos economizado. Por esto ahora, en la<br />
Casa <strong>de</strong> la Muerte <strong>de</strong> Tebas, se roba más que nunca, y los<br />
embalsamadores han aprendido a robarse unos a otros, <strong>de</strong> manera que la<br />
tranquilidad ha <strong>de</strong>saparecido. Por esto compren<strong>de</strong>rás por que la hemos<br />
llamado Sethnefer, porque aunque verda<strong>de</strong>ramente es una mujer muy<br />
bella, resulta la belleza <strong>de</strong>l diablo.<br />
Así me entere <strong>de</strong> cuán infantil había sido mi venganza, porque<br />
Nefernefernefer había salido <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte más rica que antes,<br />
y el único inconveniente que tuvo por causa <strong>de</strong> su estancia en aquel antro<br />
fue el olor a cadáver <strong>de</strong> que su piel se impregnó y que le impidió durante<br />
algún tiempo ejercer su profesión. Pero tendría seguramente necesidad<br />
<strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> reposo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado con los embalsamadores,<br />
y en el fondo no le guardaba ya rencor, porque mi venganza me había<br />
roído el corazón sin haber podido perjudicarla, y esto me <strong>de</strong>mostró que<br />
la venganza no procura ninguna satisfacción, sino que su dulzura es<br />
efímera y se vuelve contra su autor, abrasándole el corazón a fuego lento.
Al llegar a este punto voy a empezar otro libro para referir lo que<br />
ocurría mientras el faraón Akhenatón habitó la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, así<br />
como los acontecimientos <strong>de</strong> Siria y Egipto. Debo hablar también <strong>de</strong><br />
Horemheb y <strong>de</strong> Kaptah y <strong>de</strong> mi amigo Thotmés, y no hay que olvidar<br />
tampoco a Merit. Y por esto comienzo un nuevo libro.<br />
LIBRO UNDÉCIMO<br />
MERIT<br />
Todo el mundo ha visto correr el agua <strong>de</strong> la clepsidra. La vida humana<br />
corre <strong>de</strong> la misma manera, pero no pue<strong>de</strong> medirse su curso con una<br />
clepsidra; es necesario valorarla según lo que ocurre en ella. Es una<br />
verdad gran<strong>de</strong> y sublime que el hombre no compren<strong>de</strong> la vida más que<br />
durante los días <strong>de</strong> su vejez, cuando la vida huye y no le ocurre ya nada.<br />
Una sola jornada pue<strong>de</strong> parecerle mis larga que un año o incluso dos,<br />
durante los cuales trabaja y vive una vida simple y sin cambios.<br />
Comprobé esta verdad en la ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, porque el tiempo<br />
huyó como la corriente <strong>de</strong>l río y mi vida fue, un sueño breve o un bello<br />
canto que resonó para nada, y los diez años que pase a la sombra <strong>de</strong>l<br />
faraón en su nuevo palacio dorado fueron más cortos que un solo año <strong>de</strong><br />
mi juventud, pero comprendieron también días pródigos en<br />
acontecimientos que fueron más largos que un año.<br />
Mi saber y mi pericia no se incrementaron durante aquellos años,<br />
pero yo bebía en mis conocimientos adquiridos en tantos países durante<br />
los días <strong>de</strong> mi juventud, como la abeja consume en invierno la miel<br />
almacenada durante el tiempo <strong>de</strong> las flores. Quizás el tiempo gastase mi<br />
corazón, como el agua <strong>de</strong>sgasta lentamente la piedra, y quizás mi<br />
corazón cambió durante aquel tiempo sin que yo me diese cuenta,<br />
porque no era tan solitario como antes. Era también más mo<strong>de</strong>rado y no<br />
me vanagloriaba tanto <strong>de</strong> mi habilidad, pero no era por mi mérito, sino<br />
porque Kaptah no estaba ya conmigo, ya que se había quedado en Tebas<br />
para administrar mis bienes y dirigir su taberna <strong>de</strong> “La Cola <strong>de</strong><br />
Cocodrilo”.<br />
Debo <strong>de</strong>cir que la villa <strong>de</strong> Akhenatón vivía entregada a si misma y a las<br />
visiones y sueños <strong>de</strong>l faraón; el mundo exterior no tenia importancia<br />
porque cuanto ocurría mas allá <strong>de</strong> las estelas <strong>de</strong> Atón era tan lejano e<br />
irreal como el reflejo <strong>de</strong> la luna sobre el agua, y la única realidad era lo
que ocurría en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Pensar <strong>de</strong> una manera<br />
retrospectiva era quizás una ilusión, y esta villa, con toda su actividad, no<br />
fue quizá más que una sombra y una bella apariencia, mientras la<br />
realidad estaba formada por el hambre, los sufrimientos y la muerte que<br />
reinaban mas allá <strong>de</strong> sus límites. Porque se ocultaba al faraón cuanto<br />
podía <strong>de</strong>sagradarle, o si algún asunto molesto requería absolutamente su<br />
atención se lo mostraban envuelto en <strong>de</strong>licados velos, sazonándolo con<br />
miel y plantas aromáticas y se lo presentaban con pru<strong>de</strong>ncia para evitarle<br />
dolores <strong>de</strong> cabeza.<br />
En aquellos tiempos, el sacerdote Al gobernaba Tebas, llevando el<br />
cetro <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l rey y, en la práctica, Tebas era la capital <strong>de</strong> los dos<br />
reinos, porque el faraón había <strong>de</strong>jado allí todo lo que en el aparato<br />
administrativo era molesto o <strong>de</strong>sagradable, como la percepción <strong>de</strong> los<br />
impuestos, el comercio y la justicia, <strong>de</strong> la que no quería oir hablar, ya que<br />
tenía plena confianza en Ai, que era su suegro y un hombre ambicioso.<br />
Así fue como este sacerdote se convirtió en realidad en el soberano <strong>de</strong> los<br />
dos reinos, porque cuanto hacía referencia a la vida <strong>de</strong> un hombre<br />
ordinario, fuese agricultor o ciudadano, <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> él. Después <strong>de</strong> la<br />
caída <strong>de</strong> Amón, ninguna potencia rival restringía el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong>l faraón y<br />
Ai esperaba que la agitación se calmase un poco. Por esto era feliz al ver<br />
que el faraón estaba ausente <strong>de</strong> Tebas y contribuía con gusto a la<br />
edificación <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y a su embellecimiento y mandaba<br />
sin cesar valiosos regalos a fin <strong>de</strong> que la villa le gustase todavía más a<br />
Akhenatón. Así, en verdad, la calma hubiera podido renacer y todo<br />
hubiese estado como antes, pero sin Amón, si el faraón Akhenatón no<br />
hubiese sido un palo en las ruedas y la piedra que hace volcar el carro.<br />
Al lado <strong>de</strong> Ai, Horemheb gobernaba Menfis y respondía <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n en<br />
el país, <strong>de</strong> manera que, en resumen, era la fuerza <strong>de</strong> los bastones <strong>de</strong> los<br />
perceptores y la <strong>de</strong> los martillos <strong>de</strong> los escodadores <strong>de</strong> piedra lo que<br />
borraba el nombre <strong>de</strong> Amón <strong>de</strong> las inscripciones y las imágenes, incluso<br />
en las tumbas. En efecto, Akhenatón había mandado abrir la tumba <strong>de</strong><br />
su padre para <strong>de</strong>struir Por todas panes el nombre <strong>de</strong> Amón. Y Ai no se<br />
opuso a ello, mientras el faraón se entregó a una actividad tan poco<br />
peligrosa, sin intervenir en la vida cotidiana <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las jornadas <strong>de</strong> horror <strong>de</strong> Tebas, Egipto fue como un<br />
mar tranquilo al que ninguna tormenta turba las aguas. El sacerdote Ai<br />
repartió, la recaudación <strong>de</strong> los impuestos entre los jefes <strong>de</strong> los nomos, lo<br />
cual le evitó muchas molestias, y los jefes arrendaron la percepción a los<br />
perceptores <strong>de</strong> las villas y poblados y se enriquecieron rápidamente. Y si<br />
los pobres os quejaban y se cubrían la cabeza con ceniza <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
paso <strong>de</strong> los preceptores, no hay en ello nada nuevo.<br />
Pero en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, el nacimiento <strong>de</strong> una cuarta hija fue<br />
una catástrofe más grave que la pérdida <strong>de</strong> Simyra en Siria, y la reina
Nefertiti se creyó embrujada y fue a Tebas a consultar a los hechiceros<br />
negros <strong>de</strong> su madrastra. En efecto, es raro que una mujer tenga cuatro<br />
hijas seguidas sin ningún hijo. Pero era su <strong>de</strong>stino dar seis hijas al faraón<br />
y éste era también el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> Akhenatón.<br />
Los mensajes <strong>de</strong> Siria eran cada vez más angustiosos y a la llegada <strong>de</strong><br />
cada correo me iba a los archivos para leer las tablillas conteniendo<br />
llamamientos <strong>de</strong>sgarradores. Me parecía oir silbar las flechas en mis<br />
oídos y oler el humo <strong>de</strong> los incendios, y bajo las palabras respetuosas me<br />
parecía percibir los aullidos <strong>de</strong> los hombres moribundos y los gritos <strong>de</strong><br />
los chiquillos <strong>de</strong>strozados, porque los amorritas eran salvajes y crueles y<br />
guerreaban bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> oficiales hititas, <strong>de</strong> manera que a la larga<br />
ninguna guarnición podía resistírseles. Leí las cartas <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Biblos y<br />
<strong>de</strong>l Príncipe <strong>de</strong> Jerusalén, en las que invocaban su edad y su fi<strong>de</strong>lidad<br />
para obtener socorro <strong>de</strong>l faraón, apelando al recuerdo <strong>de</strong> su padre y a su<br />
amistad, Pero finalmente el faraón se cansó <strong>de</strong> tantos llamamientos y<br />
or<strong>de</strong>nó archivar sus cartas sin leerlas siquiera, <strong>de</strong> manera que los<br />
escribas y yo éramos los únicos que nos enterábamos <strong>de</strong> ello, y los<br />
escribas no tenían otra preocupación que numerarlas y archivarlas por<br />
or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> llegada.<br />
Después <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> Jerusalén, las últimas villas fieles a Egipto<br />
renunciaron a la lucha y se aliaron a Aziru. Entonces volvió Horemheb<br />
para ver a Akhenatón y pedirle un ejército con que organizar la<br />
resistencia <strong>de</strong> Siria. Hasta entonces se había limitado a una guerra<br />
secreta mandando oro a Siria a fin <strong>de</strong> dar ánimos a los últimos<br />
<strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> Egipto. Y dijoaal faraón:<br />
-Permíteme alistar, por lo menos, cien veces cien lanceros y arqueros<br />
y cien carros <strong>de</strong> guerra y te reconquistaré toda Siria, pues, en verdad,<br />
cuando incluso la villa <strong>de</strong> Joppe renuncia a resistir, la resistencia egipcia<br />
toca a su fin.<br />
El faraón Akhenatón tuvo una gran <strong>de</strong>cepción al enterarse <strong>de</strong> la caída<br />
<strong>de</strong> Jerusalén, porque había tomado ya las medidas necesarias para hacer<br />
<strong>de</strong> ella la ciudad <strong>de</strong> Atón <strong>de</strong>stinada a pacificar la Siria. Y por esto dijo:<br />
-Este viejo Príncipe <strong>de</strong> Jerusalén <strong>de</strong> cuyo nombre no puedo<br />
acordarme, era amigo <strong>de</strong> mi padre y yo lo vi en el palacio dorado <strong>de</strong><br />
Tebas con su larga barba. Por esto, como in<strong>de</strong>mnización <strong>de</strong> sus perdidas,<br />
le pagaré una fuerte pensión, pese a que la recaudación <strong>de</strong> los impuestos<br />
haya bajado mucho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cese <strong>de</strong>l comercio con Siria.<br />
-No tiene ya necesidad <strong>de</strong> pensiones ni collares egipcios -dijo Horemheb-,<br />
El rey Aziru mandó, en efecto, confeccionar con su cráneo una<br />
bella copa dorada que mandó al rey Shubbiluliuma <strong>de</strong> Khatushash,<br />
según me han dicho mis espías.<br />
El rostro <strong>de</strong>l faraón se puso gris y sus ojos se enrojecieron, pero se<br />
dominó y tranquilamente dijo:
-Me cuesta admitir este acto <strong>de</strong> Aziru, a quien creía mi amigo, y que<br />
con tanto placer recibió la cruz <strong>de</strong> vida, pero quizá me hubiese<br />
equivocado en mi juicio respecto a él y su corazón sea más negro <strong>de</strong> lo<br />
que pensaba. Pero, al pedirme lanzas y carros, me reclamas lo imposible,<br />
Horemheb, porque me han dicho que el pueblo murmura ya a causa <strong>de</strong><br />
los impuestos y las cosechas han sido malas.<br />
Horemheb dijo:<br />
-Por tu Atón, dame por lo menos una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> diez carros y diez veces<br />
diez hombres, para que pueda ir a Siria y salvar lo que pueda salvarse<br />
todavía.<br />
Pero Akhenatón dijo:<br />
-No puedo hacer la guerra a causa <strong>de</strong> Atón, porque toda efusión <strong>de</strong><br />
sangre le inspira horror y prefiero per<strong>de</strong>r la Siria. Que Siria sea libre y<br />
forme una unión y comerciaremos con ella como antes, porque sin el<br />
trigo <strong>de</strong> Egipto, Siria no pue<strong>de</strong> subsistir.<br />
-¿Crees acaso que se <strong>de</strong>tendrán allí, Akhenatón? -preguntó Horemheb<br />
en el colmo <strong>de</strong> la sorpresa-. Cada egipcio muerto, cada muro <strong>de</strong>rribado,<br />
cada villa tomada aumenta su confianza y les da ánimos para seguir<br />
a<strong>de</strong>lante. Después <strong>de</strong> Siria serán las minas <strong>de</strong> cobre <strong>de</strong>l Sinaí, y si Egipto<br />
las pier<strong>de</strong>, no podremos ya fabricar puntas <strong>de</strong> lanzas y flechas.<br />
-Ya he dicho que a los guardias les bastaban puntas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra -dijo<br />
Akhenatón con impaciencia-. ¿Por que me estás golpeando los oídos con<br />
tus puntas <strong>de</strong> lanzas y <strong>de</strong> flechas, hasta el punto <strong>de</strong> que las palabras <strong>de</strong>l<br />
himno a Atón que estoy componiendo se mezclan en mi cerebro?<br />
-Después <strong>de</strong>l Sinaí vendrá el Bajo Egipto -dijo amargamente Horemheb-.<br />
Como has dicho, la Siria no pue<strong>de</strong> subsistir sin<br />
el trigo egipcio, pese a que compre ya en Babilonia. Pero si no temes a<br />
Siria, teme por lo menos a los hititas, porque su ambición no tiene<br />
límites.<br />
Entonces Akhenatón tuvo una risa <strong>de</strong> compasión, como la hubiera<br />
tenido cualquier egipcio sensato al oir estas palabras, y dijo:<br />
-Jamás un enemigo ha hollado el suelo <strong>de</strong> Egipto, ni nadie osará<br />
hollarlo, porque Egipto es el país más rico y más po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>l mundo.<br />
Pero para calmarte, puesto que tienes pesadillas, puedo <strong>de</strong>cirte que los<br />
hititas son un pueblo bárbaro que apacienta sus rebaños en sus pobres<br />
montañas y nuestros aliados <strong>de</strong> Mitanni forman un baluarte contra ellos.<br />
He mandado también al rey Shubbiluliuma una Cruz <strong>de</strong> vida, y a su<br />
<strong>de</strong>manda le he dado también oro para que pueda colocar en sus templos<br />
una estatua mía <strong>de</strong> tamaño natural. Por esto no inquietará a Egipto,<br />
porque <strong>de</strong> mi recibe oro cada vez que lo reclama, pese a que el pueblo se<br />
queja <strong>de</strong> los impuestos que tengo que recaudar.<br />
Las venas se hincharon en el rostro <strong>de</strong> Horemheb, pero tenía la<br />
costumbre <strong>de</strong> dominarse y no dijo nada más cuando <strong>de</strong>claré que como
médico tenía el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> dar la entrevista por terminada. Mientras me<br />
acompañaba a casa, dándose golpes en las piernas con la fusta, dijo:<br />
-Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, que una boñiga <strong>de</strong> vaca en el camino<br />
es más útil que su cruz <strong>de</strong> vida. Pero lo más increíble es que cuando me<br />
mira fijamente a los ojos y me toca amistosamente el hombro creo en su<br />
verdad, pese a que sepa que yo tengo razón y él anda equivocado. Por<br />
Seth y todos los <strong>de</strong>monios, que se llena <strong>de</strong> fuerza en esta villa pintada y<br />
arreglada como una cortesana. En verdad que si se le pudiese llevar a<br />
todos los hombres unos tras otros para que les hablase y los tocase con<br />
sus tiernos <strong>de</strong>dos, creo que el mundo cambiaría, pero esto es imposible.<br />
Y, sin embargo, les inyectaría su fuerza y transformaría su corazón. Creo<br />
que si me quedase mucho tiempo aquí me saldrían ubres como a los<br />
cortesanos y podría amamantar recién nacidos.<br />
Estas palabras <strong>de</strong> Horemheb comenzaron a atormentarme el corazón<br />
y me reproché ser un mal amigo para él y un mal consejero para el<br />
faraón. Pero mi cama era blanda y dormía bien bajo el baldaquino, y mi<br />
cocinero ponía en conserva pájaros en miel y los asados <strong>de</strong> antílope no<br />
faltaban en mi mesa mientras el agua <strong>de</strong> mi clepsidra iba corriendo<br />
lentamente. La segunda hija <strong>de</strong>l faraón, Meketatón, cayó gravemente<br />
enferma y tuvo fiebre, y comenzó a toser y a<strong>de</strong>lgazarse. Trate <strong>de</strong> darle<br />
fortificantes y le hice beber oro disuelto, y yo mal<strong>de</strong>cía mi suerte, ya que,<br />
una vez cuando el faraón, su hija requería mis cuidados, <strong>de</strong> manera que<br />
yo no sabía lo que era el reposo ni <strong>de</strong> día ni <strong>de</strong> noche. El faraón estaba<br />
inquieto, pues quería a sus hijas y las dos mayores lo acompañaban<br />
durante las recepciones <strong>de</strong>l palacio dorado y daban con<strong>de</strong>coraciones y<br />
ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro a aquellos a quienes el faraón quería <strong>de</strong>mostrar su favor.<br />
Por un fenómeno natural, esta hija enferma era todavía más querida<br />
<strong>de</strong> su padre, <strong>de</strong> manera que yo le di bolitas <strong>de</strong> plata y marfil y le compré<br />
un perrito que la seguía a todas partes y velaba durante su sueño. Pero el<br />
faraón velaba y a<strong>de</strong>lgazaba <strong>de</strong> inquietud y se levantaba varias veces<br />
durante la noche para escuchar la respiración <strong>de</strong> la pobre enferma y cada<br />
acceso <strong>de</strong> tos le <strong>de</strong>sgarraba el corazón.<br />
Y también para mí aquella enfermita llegó a ser más importante que<br />
todos mis bienes en Tebas, y Kaptah, y la penuria <strong>de</strong> Egipto, y todos los<br />
que sufrían hambre y morían en Siria por Atón. Le consagre todo mi arte<br />
y mi saber, prescindiendo <strong>de</strong> los otros enfermos, los nobles aquejados <strong>de</strong>l<br />
mal proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> excesos cometidos en la mesa y con el vino, y sobre<br />
todo <strong>de</strong> dolores <strong>de</strong> cabeza, puesto que el faraón sufría <strong>de</strong> ellos. Al<br />
cuidarlos, hubiera podido amasar una fortuna, pero yo estaba asqueado<br />
<strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong> las reverencias, <strong>de</strong> manera que a menudo trataba<br />
bruscamente a mis clientes Y por eso <strong>de</strong>cían:
-La dignidad <strong>de</strong> médico real se le ha subido a a la cabeza Sinuhé;<br />
imaginándose que el faraón escucha sus palabras, olvida lo que le dicen<br />
los <strong>de</strong>más.»<br />
Pero, pensando en Tebas, en Kaptah y en “La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo”, me<br />
sentía presa <strong>de</strong> la melancolía y mi corazón estaba hambriento, como si<br />
hubiese tenido siempre hambre y ningún alimento pudiese saciarlo. Me<br />
di cuenta también <strong>de</strong> que mis cabellos caían y mi cráneo iba<br />
<strong>de</strong>snudándose bajo la peluca, y había días en que olvidaba mis <strong>de</strong>beres y<br />
soñaba con los ojos abiertos, errando <strong>de</strong> nuevo por las rutas <strong>de</strong> Babilonia<br />
y oliendo el olor <strong>de</strong> trigo en las eras <strong>de</strong> tierra batida. Había engordado y<br />
mi sueño era pesado y me ahogaba a los pocos pasos, <strong>de</strong> manera que la<br />
litera me era indispensable.<br />
Pero cuando vino el otoño y el río se <strong>de</strong>sbordo, y las golondrinas<br />
salieron <strong>de</strong>l cieno para batir el aire con sus alas inquietas, la hija <strong>de</strong>l<br />
faraón mejoró y entró en convalecencia. Mi corazón seguía el vuelo <strong>de</strong> las<br />
golondrinas y me embarqué hacia Tebas autorizado por el faraón, y con<br />
el encargo <strong>de</strong> su parte <strong>de</strong> saludar a mi paso a todos los agricultores que<br />
se habían repartido las tierras <strong>de</strong>l falso dios, esperando que a mi vuelta le<br />
llevaría buenas noticias.<br />
Por esto hice muchas escalas en los villorrios y los campesinos<br />
acudían a hablarme y el viaje no me fue penoso, como lo había temido,<br />
porque en mi mástil flotaba la oriflama <strong>de</strong>l faraón, mi lecho era blando y<br />
no había moscas. Mi cocinero me seguía en otra embarcación y le<br />
entregaban constantemente regalos, <strong>de</strong> manera que tenía siempre<br />
víveres frescos. Pero los campesinos que acudían a verme estaban<br />
<strong>de</strong>lgados como esqueletos, sus mujeres me lanzaban miradas<br />
<strong>de</strong>spavoridas y los chiquillos eran raquíticos y tenían las piernas<br />
<strong>de</strong>macradas y torcidas. Me mostraban sus arcas <strong>de</strong> trigo medio vacías y<br />
el trigo tenía unas manchas coloradas como <strong>de</strong> sangre. Y me <strong>de</strong>cían:<br />
-Al principio creímos que nuestras malas cosechas procedían <strong>de</strong><br />
nuestra ignorancia, puesto que no habíamos cultivado nunca la tierra.<br />
Pero ahora sabemos que la tierra que el faraón nos ha distribuido está<br />
maldita, y por esto nuestras cosechas son mezquinas y nuestro ganado<br />
muere. Y también nosotros estamos malditos. Unos pies invisibles<br />
huellan nuestras tierra y unas manos invisibles rompen las ramas <strong>de</strong> los<br />
árboles que hemos plantado, nuestro ganado muere sin razón y nuestros<br />
canales se obstruyen, y encontramos cadáveres <strong>de</strong> animales en los pozos,<br />
<strong>de</strong> manera que no tenemos agua potable. Muchos han abandonado ya las<br />
tierras para regresar a la villa más pobres que antes, maldiciendo el<br />
nombre <strong>de</strong>l faraón y <strong>de</strong> su dios. Pero hasta ahora hemos resistido<br />
poniendo nuestra confianza en las cruces y en las cartas <strong>de</strong>l faraón, y las<br />
suspendimos en los campos para alejar a los saltamontes. Pero la magia<br />
<strong>de</strong> Amón es más po<strong>de</strong>rosa que la <strong>de</strong> Akhenatón y por esto vuestra fe se
tambalea y tendremos que abandonar en breve estas tierras malditas<br />
antes <strong>de</strong> perecer en ellas como tantas mujeres y chiquillos.<br />
Fui también a visitar las escuelas, y, al ver sobre mis ropas la Cruz <strong>de</strong><br />
Atón, los maestros escondían piadosamente sus palos y hacían los signos<br />
<strong>de</strong> Atón, y los chiquillos estaban sentados en los patios, con las piernas<br />
cruzadas, muy bien alineados. Y los maestros me <strong>de</strong>cían:<br />
--Sabemos que es insensato preten<strong>de</strong>r que todos los chiquillos<br />
aprendan a leer y escribir, pero, ¿que no haríamos por el amor <strong>de</strong>l<br />
faraón, que es nuestro padre y nuestra madre y que respetamos como<br />
hijo <strong>de</strong> su dios? Pero somos hombres instruidos y es ofensivo para<br />
nuestra dignidad estar sentados en estos patios sonando a los chiquillos<br />
grasientos y dibujando letras en la arena, porque no tenemos tablillas ni<br />
plumas <strong>de</strong> caña, y estas nuevas letras son incapaces <strong>de</strong> representar la<br />
ciencia y el saber que con tantas penas y gastos hemos adquirido.<br />
Nuestro salario es muy irregular y los padres no nos pagan justamente y<br />
su cerveza es ácida y floja y el aceite se vuelve rancio en nuestras jarras.<br />
Pero esperamos llegar a <strong>de</strong>mostrar al faraón que es imposible conseguir<br />
que todos los chiquillos aprendan a leer y escribir, porque solo los<br />
mejores son capaces <strong>de</strong> ello. También es insensato enseñar a las<br />
muchachas a escribir, porque no se ha hecho nunca, y creemos que los<br />
escribas <strong>de</strong>l faraón se han equivocado al escribirlo, lo cual es una prueba<br />
mis <strong>de</strong> cuán imperfecta y mala es la nueva escritura.<br />
Comprobé su saber, y este saber no me satisfizo mucho, y me satisfizo<br />
menos ver sus rostros hinchados y sus ojos temerosos, porque estos<br />
maestros eran escribas caídos <strong>de</strong> los que no quería nadie. Su instrucción<br />
era <strong>de</strong>plorable y habían aceptado la cruz <strong>de</strong> Atón solamente para<br />
asegurarse el pan, y si había entre ellos alguna excepción, no es una<br />
mosca quien transforma el invierno en verano. Los agricultores y los<br />
viejos <strong>de</strong> los poblados mal<strong>de</strong>cían amargamente el nombre <strong>de</strong> Atón y<br />
<strong>de</strong>cían:<br />
-!Oh Sinuhé! Dile al faraón que nos <strong>de</strong>sembarace por lo menos <strong>de</strong>l<br />
peso <strong>de</strong> estas escuelas, puesto que no po<strong>de</strong>mos vivir, ya que nuestros<br />
hijos regresan <strong>de</strong> la escuela con la espalda llena <strong>de</strong> car<strong>de</strong>nales y los<br />
cabellos arrancados, y estos maestros son insaciables como cocodrilos y<br />
nada es bastante bueno para ellos, pero <strong>de</strong>sprecian nuestro pan y nuestra<br />
cerveza, y nos <strong>de</strong>spojan <strong>de</strong> nuestras últimas monedas <strong>de</strong> cobre y <strong>de</strong> las<br />
pieles <strong>de</strong> nuestros bueyes para comprar vino, y cuando estamos en los<br />
campos penetran en nuestras casas para divertirse con nuestras mujeres,<br />
diciendo que es la voluntad <strong>de</strong> Atón, puesto que no hay diferencia entre<br />
un hombre y otro, ni entre una y otra mujer.<br />
Pero el faraón me había autorizado tan sólo a saludarlos en su nombre<br />
y yo no podía aliviarlos en su miseria. Pero no obstante, les dije:
-El faraón no pue<strong>de</strong> hacerlo todo por vosotros, y en parte por vuestra<br />
culpa Atón no bendice vuestros campos. Sois ávidos y no queréis que<br />
vuestros hijos vayan a la escuela para que trabajen por vosotros en los<br />
canales <strong>de</strong> irrigación mientras holgazaneáis. No puedo hacer nada<br />
tampoco por el pudor <strong>de</strong> vuestras mujeres, porque a ellas incumbe saber<br />
con quien quieren divertirse. Por esto, al veros, siento vergüenza por el<br />
faraón, porque os ha encomendado una alta misión. Pero habéis<br />
estropeado las tierras más fértiles <strong>de</strong> Egipto y sacrificado vuestro ganado<br />
para ven<strong>de</strong>rlo.<br />
Pero ellos protestaron vivamente.<br />
-No <strong>de</strong>seábamos ningún cambio en nuestras vidas, porque si éramos<br />
pobres en la ciudad, por lo menos éramos felices, pero aquí no vemos<br />
más que cabañas <strong>de</strong> arcilla y vacas que mugen. Tenían razón los que nos<br />
pusieron en guardia diciéndonos: «Temed cualquier cambio, porque<br />
para el pobre es siempre en mal, y su medida <strong>de</strong> trigo disminuye y el<br />
aceite baja en sus arras.>,<br />
Mi corazón me <strong>de</strong>cía que tenían probablemente razón, y no queriendo<br />
discutir más con ellos reemprendí la ruta. Pero mi espíritu estaba<br />
acongojado por el faraón y me extrañaba que cuanto tocase trajese la<br />
<strong>de</strong>sgracia, <strong>de</strong> manera que la gente enérgica se volvía perezosa a causa <strong>de</strong><br />
sus regalos, y sólo los más miserables se agrupaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Atón<br />
como las moscas en torno a un animal muerto.<br />
Y un temor se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí: el <strong>de</strong> que verda<strong>de</strong>ramente el faraón, los<br />
cortesanos, los nobles y los dignatarios que vivían en la ociosidad, así<br />
como yo durante estos últimos años, no fuésemos más que parásitos<br />
engordados por el pueblo, como las pulgas en la pelambrera <strong>de</strong>l perro.<br />
Quizá la pulga en la pelambrera <strong>de</strong>l perro se imagina ser lo esencial y que<br />
el perro no vive más que para mantenerla. Quizá también el faraón y su<br />
dios no son más que dos pulgas en la pelambrera <strong>de</strong> un perro y no<br />
procuran a este más que molestias sin ningún provecho, porque el perro<br />
sería más feliz sin pulgas.<br />
Así fue como mi corazón se <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo sueño y<br />
<strong>de</strong>spreció la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, y miré en torno mío con ojos nuevos y<br />
nada <strong>de</strong> lo que vi a mi alre<strong>de</strong>dor era bueno. Pero esto procedía quizá <strong>de</strong><br />
que la magia <strong>de</strong> Amón reinaba en todo Egipto en secreto y que su<br />
maldición falseaba mi vista, y que la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte fuese el único<br />
lugar al que no alcanzaba su po<strong>de</strong>río.<br />
Pronto aparecieron en el horizonte los tres gigantes eternos que<br />
guardaban Tebas, y el techo y las murallas <strong>de</strong>l templo emergieron<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos, pero las puntas <strong>de</strong> los obeliscos no centelleaban ya<br />
bajo el sol, porque su dorado no había sido renovado. Sin embargo, esta<br />
vista fue <strong>de</strong>liciosa para mi corazón, y procedí a hacer una libación <strong>de</strong><br />
vino en las aguas <strong>de</strong>l Nilo como los marinos al regresar <strong>de</strong> un largo viaje,
pero los marinos vierten cerveza en lugar <strong>de</strong> vino, porque prefieren<br />
bebérselo. Vi los gran<strong>de</strong>s muelles <strong>de</strong> Tebas y sentí en mi olfato el olor <strong>de</strong>l<br />
Puerto, el olor <strong>de</strong>l trigo podrido y <strong>de</strong>l agua cenagosa, <strong>de</strong> las especias y <strong>de</strong><br />
la pez.<br />
Pero cuando volví a ver la casa <strong>de</strong>l antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre en el<br />
barrio <strong>de</strong> los pobres, me pareció muy pequeña y estrecha y la calle era<br />
sucia y pestilente y estaba llena <strong>de</strong> moscas. Y el sicómoro <strong>de</strong>l patio no<br />
alegró ya mis ojos, pese a que lo hubiese plantado yo mismo y hubiera<br />
crecido mucho durante mi ausencia. Hasta tal punto la riqueza y el lujo<br />
<strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte me habían corrompido; y sentí vergüenza <strong>de</strong><br />
mí y mi corazón se entristeció, porque no podía alegrarme <strong>de</strong> volver a ver<br />
mi casa. Kaptah no estaba en casa, pero sí la cocinera Muti, que al verme<br />
dijo amargamente:<br />
-Bendito sea el día que me <strong>de</strong>vuelve a mi dueño, pero las habitaciones<br />
no están listas y la ropa esta en la colada, y tu regreso me trae molestias y<br />
preocupaciones, pues no espero ya ningún bien <strong>de</strong> la vida. Pero no me<br />
sorpren<strong>de</strong> lo brusco regreso, porque es esta la manera <strong>de</strong> obrar <strong>de</strong> los<br />
hombres.<br />
La calmé diciéndole que me quedaría a bordo <strong>de</strong> la barca y me<br />
informó sobre Kaptah. Después me hice llevar a “La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo” y<br />
Merit me recibió, pero no me reconoció a causa <strong>de</strong> mis vestiduras<br />
elegantes y mi litera, y me dijo:<br />
-¿Has reservado un sitio para la velada? Porque si no lo has reservado<br />
no podré <strong>de</strong>jarte entrar.<br />
Había engordado un poco y sus pómulos no eran salientes, pero sus<br />
ojos eran los mismos, pese a las leves arrugas que los circundaban. Por<br />
esto mi espíritu se regocijó y le puse una mano en la ca<strong>de</strong>ra diciendo:<br />
-Comprendo que no te acuer<strong>de</strong>s ya <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber calentado<br />
en tu alfombrilla a tantos hombres solitarios y tristes, pero creía, sin<br />
embargo, encontrar un asiento en tu casa y una copa <strong>de</strong> vino helado,<br />
aunque no me atreva a pensar en tu alfombrilla.<br />
Gritó <strong>de</strong> sorpresa y exclamó:<br />
-¡Sinuhé! ¿Eres tu? -Y dijo, a<strong>de</strong>más-: Bendito sea el día que me<br />
<strong>de</strong>vuelve a mi dueño. -Puso sus manos bellas y firmes sobre mis<br />
hombros y dijo-: Sinuhé, Sinuhé, ¿qué has hecho <strong>de</strong> tu soledad? Porque<br />
si antes era la <strong>de</strong>l león ahora es la <strong>de</strong>l perrito engordado que lleva una<br />
correa al cuello. -Me quitó la peluca y acariciando cariñosamente mi<br />
cráneo calvo, continuó<br />
-: Siéntate, Sinuhé, voy a traerte vino helado, porque estás sudando y<br />
ja<strong>de</strong>ante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tu largo viaje.<br />
-No me traigas una cola <strong>de</strong> cocodrilo, porque mi estómago no la<br />
soportaría y me daría dolor <strong>de</strong> cabeza.<br />
Ella me tocó la mejilla y dijo:
-¿Soy ya tan vieja y gorda que piensas antes que todo en tu estómago<br />
al volver a verme <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga ausencia? Antes no te daba miedo<br />
tener dolor <strong>de</strong> cabeza en mi compañía, pero abusabas <strong>de</strong> las colas, y yo<br />
<strong>de</strong>bía velar para que te mo<strong>de</strong>rases.<br />
Me sentí apenado, porque tenía razón y la verdad apena. Por esto le<br />
dije:<br />
-¡Ay <strong>de</strong> mi, Merit, soy ya viejo y no valgo para nada!<br />
Pero ella dijo:<br />
-Es imaginación tuya creerte viejo, porque tus ojos no lo son al<br />
mirarme y esto me alegra sobremanera.<br />
Entonces le dije:<br />
-Merit, en nombre <strong>de</strong> nuestra amistad, tráeme pronto una cola; si no,<br />
temo cometer locuras contigo y seria contrario a mi<br />
dignidad <strong>de</strong> trepanador real, sobre todo en Tebas y en una taberna <strong>de</strong>l<br />
Puerto.<br />
Me sirvió <strong>de</strong> beber y me puso la concha en la mano y bebí y la bebida<br />
abrasó mi garganta acostumbrada a vinos más dulces, pero este ardor<br />
era <strong>de</strong>licioso, porque mi otra mano reposaba sobre la ca<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Merit.<br />
Le dije:<br />
-Merit, me dijiste un día que la mentira podía ser más exquisita que la<br />
verdad, si el hombre es solitario y su primera Primavera está <strong>de</strong>shojada.<br />
Por esto te digo que mi corazón ha permanecido joven y florece al volver<br />
a verte, y los años que nos han separado han sido largos y durante estos<br />
años no ha transcurrido día en que no haya confiado tu nombre al<br />
viento, y con cada golondrina te he mandado un saludo y cada mañana<br />
me he <strong>de</strong>spertado murmurando tu nombre.<br />
Me miró, y a mis ojos había permanecido esbelta y familiar, y en el<br />
fondo <strong>de</strong> sus ojos dormitaba una sonrisa triste como la superficie negra<br />
<strong>de</strong>l agua en un pozo profundo. Y me acaricio la mejilla, diciéndome:<br />
-Hablas bien, Sinuhé, amigo mío. ¿Por que no te confesaría que mi<br />
corazón te ha echado mucho <strong>de</strong> menos y que mis manos han buscado las<br />
tuyas, mientras reposaba sola por la noche sobre mi alfombrilla y cada<br />
vez que los hombres bajo la influencia <strong>de</strong> las colas <strong>de</strong> cocodrilo,<br />
empezaban a <strong>de</strong>cirme tonterías, pensaba en ti y me ponía triste? Pero en<br />
el palacio dorado <strong>de</strong>l faraón abundan las bellas mujeres, y como médico<br />
<strong>de</strong> la Corte te habrás seguramente <strong>de</strong>dicado a curarlas a conciencia.<br />
Verdad es que me había divertido con algunas damas <strong>de</strong> la Corte que<br />
habían acudido a pedirme consejo en sus contrarieda<strong>de</strong>s, porque su piel<br />
era lisa como la corteza <strong>de</strong> los frutos y tierna como el vello y en invierno,<br />
especialmente se tiene más calor siendo dos que uno. Pero estas<br />
aventuras fueron tan insignificantes que no he hablado siquiera <strong>de</strong> ellas<br />
en mis libros. Por esto le dije:
-Merit, si bien es cierto que no siempre he dormido solo, no por esto<br />
<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser verdad que eres mi única amiga.<br />
La cola <strong>de</strong> cocodrilo comenzaba a hacer su efecto sobre mí y mi cuerpo<br />
se rejuvenecía tanto como mi corazón y un fuego <strong>de</strong>licioso se apo<strong>de</strong>raba<br />
<strong>de</strong> mis venas, y dije:<br />
-Muchos hombres habrán sin duda compartido tu lecho, pero tendrás<br />
que ponerlos en guardia contra mi durante mi estancia en Tebas, porque<br />
cuando me enfado soy un hombre terrible, y durante la batalla contra los<br />
khabiri los soldados <strong>de</strong> Horemheb me llamaron el Hijo <strong>de</strong>l Onagro.<br />
Ella levanto la mano fingiendo miedo y dijo:<br />
-Es lo que temía, y Kaptah me ha contado las numerosas riñas y<br />
batallas a que tu temperamento fogoso te ha llevado y <strong>de</strong> las que solo<br />
gracias a su serenidad y sangre fría has salido in<strong>de</strong>mne. Pero <strong>de</strong>bes<br />
recordar que mi padre guarda una porra <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su asiento y no tolera<br />
escándalo alguno en esta casa.<br />
Al oír el nombre <strong>de</strong> Kaptah y presintiendo todas las patrañas que<br />
había contado a Merit sobre mí y mi vida en los países extranjeros, mi<br />
corazón se fundió emocionado y las lágrimas acudieron a mis ojos y<br />
exclamé:<br />
-¿Don<strong>de</strong> está Kaptah, mi fiel servidor, para que pueda abrazarle,<br />
porque mi corazón lo ha echado <strong>de</strong> menos pese a que sea indigno <strong>de</strong> mí,<br />
puesto que no es más que un antiguo esclavo?<br />
Merit dijo:<br />
-Veo claramente que las colas <strong>de</strong> cocodrilo, no te sientan bien y mi<br />
padre dirige ya hacia nosotros miradas <strong>de</strong> enojo porque haces <strong>de</strong>masiado<br />
ruido. Pero no verás a Kaptah antes <strong>de</strong> la noche, porque pasa sus<br />
jornadas en la Bolsa <strong>de</strong>l trigo y en las tabernas, don<strong>de</strong> hace gran<strong>de</strong>s<br />
negocios, y creo que quedarás sorprendido al verlo, porque ha olvidado<br />
completamente que ha sido esclavo y que ha llevado tus sandalias y tu<br />
bastón en sus hombros. Por esto voy a salir contigo para que te calmes<br />
con el aire fresco, y a<strong>de</strong>más, te gustará sin duda ver cuanto ha cambiado<br />
Tebas durante tu ausencia, y por fin estaremos solos.<br />
Fue a cambiarse <strong>de</strong> traje y se untó el rostro con un bálsamo precioso y<br />
se adornó con oro y plata, <strong>de</strong> manera que tenía aspecto <strong>de</strong> una gran<br />
dama. Los esclavos nos llevaron por la Avenida <strong>de</strong> los Carneros y vi que<br />
Tebas no había recuperado todavía su aspecto anterior, sino que los<br />
macizos <strong>de</strong> flores estaban todavía pisoteados y rotas las ramas <strong>de</strong> los<br />
árboles, y se reconstruían las casas <strong>de</strong>rribadas. Íbamos estrechamente<br />
unidos en una litera y yo respiraba el perfume <strong>de</strong> Merit, y era el perfume<br />
<strong>de</strong> Tebas, más excitante y embriagador que el <strong>de</strong> todos los preciosos<br />
ungüentos <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Tenía su mano en la mía y no me<br />
asaltaba ningún mal pensamiento; me parecía haber regresado a mi<br />
hogar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga ausencia.
Llegamos cerca <strong>de</strong>l templo y unos pájaros negros revoloteaban por<br />
encima <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong>sierto, porque se habían quedado en Tebas y nadie<br />
los molestaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l recinto <strong>de</strong>l dios maldito. Bajamos <strong>de</strong> la litera y<br />
entramos en el patio, y no se veía gente más que <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las Casas <strong>de</strong><br />
la Vida y <strong>de</strong> la Muerte, porque su traslado hubiera ocasionado<br />
<strong>de</strong>masiados gastos y dificulta<strong>de</strong>s. Pero Merit me dijo que mucha gente<br />
temía la Casa <strong>de</strong> la Vida, <strong>de</strong> manera que muchos médicos la habían<br />
abandonado para instalarse en la Ciudad. La hierba crecía en los<br />
caminos <strong>de</strong>l parque y muchos árboles habían sido cortados y vendidos;<br />
los gran<strong>de</strong>s peces <strong>de</strong>l lago sagrado habían sido arponeados, y en aquel<br />
parque, que el faraón había puesto a disposición <strong>de</strong>l pueblo y <strong>de</strong> los<br />
niños, no se veían mis que raros paseantes andrajosos y suspicaces.<br />
Paseándome por el recinto <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong>sierto sentía la sombra <strong>de</strong>l<br />
falso dios pesar sobre mí, porque su po<strong>de</strong>río no había <strong>de</strong>saparecido con<br />
sus imágenes, sino que continuaba reinando Por el temor en el corazón<br />
<strong>de</strong> los hombres. En el gran templo la hierba había crecido entre las losas<br />
y nadie nos impidió entrar en el santuario <strong>de</strong> los santuarios, y las<br />
inscripciones<br />
sagradas <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s estaban afeadas por las profanaciones, porque<br />
los grabadores habían borrado torpemente el nombre y las imágenes <strong>de</strong>l<br />
dios. Y Merit dijo:<br />
-Este es un lugar funesto y mi corazón se hiela al errar por aquí<br />
contigo, pero ciertamente esta cruz <strong>de</strong> Atón te protege y, sin embargo,<br />
me alegraría <strong>de</strong> que la quitases <strong>de</strong> tu cuello, porque podrían tirarte<br />
alguna piedra o apuñalarte en un lugar solitario a causa <strong>de</strong> esta cruz.<br />
Porque el odio es muy gran<strong>de</strong> en Tebas.<br />
Decía la verdad, porque en la plaza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo mucha gente<br />
escupía al ver la cruz <strong>de</strong> Atón en mi cuello. Quedé sorprendido al ver a<br />
un sacerdote <strong>de</strong> Amón pasearse <strong>de</strong>scaradamente por entre la<br />
muchedumbre, con el cráneo afeitado y vestido <strong>de</strong> blanco, a pesar <strong>de</strong><br />
haberlo prohibido el faraón. Su rostro relucía <strong>de</strong> grasa y sus ropas eran<br />
<strong>de</strong>l lino mas fino y la gente se apartaba respetuosamente a su paso. Por<br />
esto creía pru<strong>de</strong>nte poner mi mano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cruz <strong>de</strong> Atón a fin <strong>de</strong><br />
ocultarla, porque no tenía interés en provocar un escándalo. No quería<br />
herir los sentimientos <strong>de</strong> la gente, porque contrariamente al faraón, yo<br />
entendía que cada cual tenia el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> elegir su fé, y, a<strong>de</strong>más, no<br />
quería crearle complicaciones a Merit.<br />
Nos <strong>de</strong>tuvimos cerca <strong>de</strong> la muralla para escuchar a un narrador<br />
sentado sobre una alfombrilla, con un pote vacío <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, a la<br />
manera <strong>de</strong> los narradores, y la gente se había agrupado en torno a él; los<br />
pobres, sentados, porque no temían ensuciar sus vestiduras. Yo no había<br />
oido nunca aquel cuento, porque hablaba <strong>de</strong> un falso faraón que había<br />
vivido antaño y que Seth había engendrado en el seno <strong>de</strong> una bruja
negra. Esta bruja había conseguido apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong>l faraón. Por<br />
la voluntad <strong>de</strong> Seth, este falso faraón se proponía arruinar el pueblo<br />
egipcio y hacer <strong>de</strong> él el esclavo <strong>de</strong> los negros y los bárbaros y había<br />
<strong>de</strong>rribado las estatuas <strong>de</strong> Ra, y Ra había mal<strong>de</strong>cido el país y la tierra no<br />
daba frutos, las inundaciones ahogaban a la gente, la langosta <strong>de</strong>voraba<br />
las cosechas, los estanques se convertían en charcas ensangrentadas y las<br />
ranas saltaban a las prensas <strong>de</strong> harina. Pero los días <strong>de</strong>l faraón estaban<br />
contados, porque la fuerza <strong>de</strong> Ra es superior a la <strong>de</strong> Seth. Por esto el<br />
falso faraón perecía <strong>de</strong> una muerte miserable y la bruja que lo había<br />
parido perecía <strong>de</strong> una manera miserable también y Ra aniquilaba a todos<br />
los que habían renegado <strong>de</strong> él y distribuía sus casas y sus bienes a todos<br />
los que, pese a todas las pruebas, le habían permanecido fieles, creyendo<br />
en su regreso.<br />
Este cuento es muy largo y muy cautivador y la gente mostraba su<br />
impaciencia por conocer el final, golpeando con el pie y levantando los<br />
brazos, y yo también estaba con la boca abierta. Pero cuando el cuento<br />
hubo terminado y el falso faraón hubo recibido su castigo siendo<br />
precipitado a un abismo infernal; cuando su nombre fue maldito y Ra<br />
hubo recompensado a sus fieles, los auditores saltaron <strong>de</strong> alegría y<br />
gritaron <strong>de</strong> júbilo, lanzando monedas <strong>de</strong> cobre en el recipiente.<br />
Sorprendido, le dije a Merit:<br />
-En verdad es un cuento nuevo que no había oído nunca, pese a que<br />
creyese conocerlos todos por mi madre Kipa a quien gustaban y que<br />
protegía a los narradores, <strong>de</strong> manera que mi padre Senmut los<br />
amenazaba con su bastón cuando les daba <strong>de</strong> comer en la cocina. Es<br />
verda<strong>de</strong>ramente un cuento nuevo y peligroso, porque parece po<strong>de</strong>r<br />
aplicarse al faraón Akhenatón y al falso dios cuyo nombre no <strong>de</strong>be ser<br />
pronunciado. Por eso <strong>de</strong>bería prohibirse.<br />
Merit sonrió y dijo:<br />
-¿Quien podría prohibir un cuento que se cuenta en los dos reinos,<br />
cerca <strong>de</strong> todas las murallas, incluso en los más pequeños poblados y que<br />
gusta tanto a la gente? Si los guardias intervienen, los narradores dicen<br />
que se trata <strong>de</strong> un cuento muy antiguo y lo pue<strong>de</strong>n probar, porque los<br />
sacerdotes han <strong>de</strong>scubierto esta leyenda en un documento que se<br />
remonta a varios siglos. Por esto los guardias son impotentes, pese a que<br />
se diga que Horemheb, que es un hombre cruel y se ríe <strong>de</strong> ]as pruebas y<br />
los documentos, ha hecho colgar <strong>de</strong> las murallas a varios narradores y ha<br />
dado sus cuerpos a los cocodrilos. -Merit me cogía la mano y prosiguió,<br />
sonriendo-: Se citan en Tebas numerosas profecías y en cuanto dos<br />
personas se encuentran se comunican las profecías que han oído contar y<br />
los presagios funestos, porque, como sabes muy bien, el trigo no cesa <strong>de</strong><br />
aumentar <strong>de</strong> precio, los pobres conocen el hambre y los impuestos<br />
abruman a los pobres y los ricos. Pero las predicciones dicen que
veremos todavía cosas peores, y tiemblo al pensar en todas las <strong>de</strong>sgracias<br />
que se predicen para Egipto.<br />
Entonces retire mi mano <strong>de</strong> la suya y mi corazón se enojo con ella; la<br />
cola <strong>de</strong> cocodrilo había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> producir su efecto y la tontería y la<br />
obstinación <strong>de</strong> Merit aumentaban mi malestar. Así llegamos <strong>de</strong> nuevo a “<br />
La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo”, enfadados, y yo sabía que el faraón Akhenatón<br />
había tenido razón al <strong>de</strong>cir: -En verdad Atón separará al hijo <strong>de</strong> su<br />
madre y al hombre <strong>de</strong> la hermana <strong>de</strong> su corazón, hasta que su reino se<br />
haya extendido sobre la Tierra.- Pero yo no tenía ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />
separarme <strong>de</strong> Merit por culpa <strong>de</strong> Atón y por esto estuve <strong>de</strong> bastante mal<br />
humor hasta el momento en que, a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, encontré a<br />
Kaptah.<br />
No había nadie capaz <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> mal humor viendo a Kaptah entrar<br />
majestuosamente en la taberna, hinchado e imponente como un lechón<br />
cebado y tan gordo que tenía que entrar <strong>de</strong> lado. Su rostro era redondo<br />
como la luna y brillaba <strong>de</strong> aceite perfumado y <strong>de</strong> sudor y llevaba una<br />
elegante peluca azul y cubría su ojo tuerto con una placa <strong>de</strong> oro. No<br />
llevaba ya el<br />
traje sirio, sino que iba vestido a la egipcia con las mas finas telas <strong>de</strong><br />
Tebas, y su cuello, sus muñecas y sus tobillos estaban cargados <strong>de</strong><br />
brazaletes sonoros.<br />
Al verme lanzó un grito <strong>de</strong> alegría y levantó los brazos en signo <strong>de</strong><br />
sorpresa y se inclinó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, llevándose las manos a la altura <strong>de</strong><br />
las rodillas, lo cual era penoso a causa <strong>de</strong> su barriga, y dijo:<br />
-¡Bendito sea el día que me <strong>de</strong>vuelve a mi dueño!<br />
Y <strong>de</strong>spués la emoción se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> el y comenzó a llorar y<br />
postrándose <strong>de</strong> hinojos me abrazaba las rodillas lanzando gritos, <strong>de</strong><br />
manera que por ellos reconocí a mi antiguo Kaptah, pese a su peluca y<br />
sus finas telas. Lo levante agarrándolo <strong>de</strong> los brazos y lo abracé y acaricié<br />
con mi nariz sus hombros y sus mejillas y era como si hubiese abrazado a<br />
un buey cebado y olido un pan caliente, tan fuertemente olía a trigo. Me<br />
husmeó también respetuosamente los hombros y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> secar sus<br />
lagrimas se echo a reír ruidosamente y dijo:<br />
-Es para mi un día <strong>de</strong> gran júbilo y ofrezco gratuitamente una ronda a<br />
todos los que están sentados en este momento en mi taberna. Pero si<br />
alguien <strong>de</strong>sea otra cola tendrá que pagarla.<br />
3
Y con estas palabras me llevó a la sala <strong>de</strong>l fondo haciéndome sentar<br />
sobre una mullida alfombra y permitió a Merit que se sentase a mi lado y<br />
or<strong>de</strong>nó que me sirviesen lo mejor que hubiera en la casa, y su vino podía<br />
compararse con el <strong>de</strong>l faraón; la oca que me sirvió estaba guisada a la<br />
manera <strong>de</strong> Tebas y no pue<strong>de</strong> haberla mejor, porque el animal se alimenta<br />
<strong>de</strong> pescado podrido que da a su carne un sabor exquisito. Cuando nos<br />
hubimos saciado, dijo:<br />
-¡Oh mi dueño y señor! Espero que habrás leído atentamente todos los<br />
papeles <strong>de</strong> cuentas que te he mandado durante tantos años a la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte. Me permitirás que apunte esta comida en los gastos <strong>de</strong><br />
representación, así como la ronda que una alegría exagerada me ha<br />
incitado a ofrecer por error a mis clientes. No te reportara perjuicio<br />
alguno, al contrario, porque bastante trabajo tengo en engañar a los<br />
perceptores en beneficio tuyo.<br />
Entonces yo le dije:<br />
-Tus palabras son para mi un balbuceo <strong>de</strong> negro, porque no entiendo<br />
<strong>de</strong> ellas ni una palabra; pero obra a tu antojo, porque ya sabes que tengo<br />
plena confianza en ti. He leído tus cuentas y memorias, pero tengo que<br />
confesarte que no las veo claras, porque hay <strong>de</strong>masiadas cifras y me dolía<br />
la cabeza sólo <strong>de</strong> verlas.<br />
Kaptah se rió ruidosamente sacudiendo su gruesa barriga como una<br />
enorme almohada y Merit se rió también porque había bebido vino<br />
conmigo y se había echado sobre la alfombra, con las manos en la nuca,<br />
para hacerme admirar su pecho bajo la tela tirante. Kaptah entonces<br />
dijo:<br />
-¡Oh mi dueño y señor! Me regocija ver que sigues tan ingenuo e<br />
inocente como antes y que no entien<strong>de</strong>s una palabra <strong>de</strong> los asuntos<br />
razonables <strong>de</strong> la vida cotidiana, lo mismo que un cerdo se ríe <strong>de</strong> las<br />
perlas, si bien no es que quiera compararte a un cerdo, pero alabo y doy<br />
gracias a todos los dioses <strong>de</strong> Egipto en tu nombre porque me han dado a<br />
ti, porque <strong>de</strong> la misma manera hubieran podido darte a un ladrón o un<br />
canalla que te hubiese <strong>de</strong>jado sobre la paja mientras que yo te he<br />
enriquecido.<br />
Le recordé que no tenía que dar gracias a los dioses, sino a mi buen<br />
sentido el día que lo compré en el mercado y no caro, porque era tuerto.<br />
Estos viejos recuerdos me conmovieron y dije:<br />
-En verdad que jamás olvidaré la primera vez que te vi, porque<br />
estabas atado a una columna gritando impertinencias a las mujeres que<br />
pasaban y reclamabas cerveza <strong>de</strong> los hombres. He tenido<br />
incontestablemente razón al comprarte, pese a que al principio lo<br />
dudaba un poco. Pero entonces no tenía mucho dinero, puesto que era<br />
un médico joven, y tenías un ojo perdido, lo cual me convenía, como<br />
<strong>de</strong>bes recordar muy bien.
Kaptah se ensombreció, su rostro se cubrió <strong>de</strong> arrugas y dijo:<br />
-¡A santo <strong>de</strong> que recordar cosas tan viejas y tan penosas que hieren mi<br />
dignidad? -Después alabó nuestro escarabajo y dijo-: En verdad que<br />
hiciste bien en confiarme este escarabajo para que nos protegiese; en<br />
realidad por él nos hemos enriquecido, y eres más rico <strong>de</strong> lo que<br />
imaginas, pese a que los perceptores an<strong>de</strong>n constantemente <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
mí, <strong>de</strong> manera que he tenido que contratar a dos escribas sirios para que<br />
me lleven contabilidad especial para el fisco, porque ni el mismo Seth ni<br />
todos los <strong>de</strong>monios serían capaces <strong>de</strong> ver claro en la contabilidad siria; y<br />
a propósito <strong>de</strong> Seth, ahora pienso en nuestro viejo amigo Horemheb, a<br />
quien he prestado dinero por cuenta tuya, como ya sabes. Pero no<br />
hablemos <strong>de</strong> él ahora, porque mis pensamientos vuelan libres como<br />
pájaros a causa <strong>de</strong>l júbilo que siento al volver a verte. ¡Oh dueño mío!, y<br />
quizá vuelan tan libremente a causa <strong>de</strong>l vino que anoté en gastos <strong>de</strong><br />
representación; y por esto, dueño mío, bebe tanto como tu panza pueda<br />
contener, porque las bo<strong>de</strong>gas <strong>de</strong>l faraón no pue<strong>de</strong>n ofrecerte nada<br />
parecido y no te robo mucho sobre el precio. Si, quiero hablarte <strong>de</strong><br />
riquezas, aún cuando no entien<strong>de</strong>s nada <strong>de</strong> ellas, pero me limitaré a<br />
<strong>de</strong>cirte que gracias a mí eres más rico que muchos gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l país, y<br />
eres rico con verda<strong>de</strong>ras riquezas, porque no posees oro, sino casas, y<br />
<strong>de</strong>pósitos, y navíos, y muelles, y ganado, tierras y árboles frutales, bestias<br />
y esclavos. Posees todo esto, pese a que lo ignores quizá, porque he<br />
tenido que inscribir muchos inmuebles a nombre <strong>de</strong> nuestros servidores<br />
y <strong>de</strong> nuestros escribas y <strong>de</strong> nuestros esclavos a fin <strong>de</strong> ocultar tu fortuna al<br />
fisco. Porque los impuestos <strong>de</strong>l faraón abruman pesadamente al rico, que<br />
<strong>de</strong>be pagar mas que el pobre, y así como el pobre <strong>de</strong>be dar al faraón la<br />
quinta parte <strong>de</strong> su cosecha <strong>de</strong> trigo, el rico <strong>de</strong>be entregar a los malditos<br />
perceptores una tercera parte o casi la mitad. Es lo mas injusto e impío<br />
que ha or<strong>de</strong>nado el faraón. Esta imposición y la pérdida <strong>de</strong> Siria han<br />
empobrecido el país; pero lo mas extraño (sin duda alguna gracias a los<br />
dioses) es que mientras el país se empobrece los pobres son cada día más<br />
pobres, porque los ricos se enriquecen todavía más y ni el propio faraón<br />
pue<strong>de</strong> evitarlo. Alégrate, pues, Sinuhé, porque eres verda<strong>de</strong>ramente rico<br />
y voy a confiarte un secreto, y es que tu riqueza proviene <strong>de</strong>l trigo.<br />
Habiendo hablado así, Kaptah bebió vino, y comenzó a elaborar sus<br />
asuntos <strong>de</strong> trigo diciendo:<br />
-Nuestro escarabajo es maravilloso, ¡oh dueño mío!, puesto que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
el primer día <strong>de</strong> nuestra llegada aquí me llevo a la taberna don<strong>de</strong> los<br />
merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> trigo se embriagaban <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho buenos<br />
negocios. Así fue como compré también trigo por tu cuenta y el primer<br />
año los beneficios fueron ya gran<strong>de</strong>s, pues los campos <strong>de</strong> Am..., quiero<br />
<strong>de</strong>cir unos vastos campos, quedaron sin cultivar. Pero el trigo es<br />
maravilloso, porque se pue<strong>de</strong> comprar y ven<strong>de</strong>r aún antes <strong>de</strong> que la
crecida haya inundado el país y el grano este sembrado, y es más<br />
maravilloso todavía porque sube siempre <strong>de</strong> un año a otro, como por<br />
magia, <strong>de</strong> manera que comprando trigo no se pier<strong>de</strong> nunca, se gana<br />
siempre. Por esto, a partir <strong>de</strong> ahora, no quiero ven<strong>de</strong>r trigo, sino que<br />
compraré y lo acumularé en los almacenes, hasta que una medida <strong>de</strong><br />
trigo se cambie por oro, porque llegaremos a esto si las cosas siguen así,<br />
<strong>de</strong> la misma manera que los viejos tratantes <strong>de</strong> granos se arrancan los<br />
cabellos al pensar en todo el trigo que han vendido por su ignorancia,<br />
cuando hubieran podido realizar enormes beneficios guardándolo.<br />
Kaptah me lanzó una mirada satisfecha y se sirvió más vino, me sirvió a<br />
mí y a Merit y dijo con tono serio:<br />
-Pero no hay que arriesgar todo el oro en un solo golpe <strong>de</strong> dados y por<br />
esto he repartido cuidadosamente tus beneficios y juego, por <strong>de</strong>cirlo así,<br />
con varios dados por tu cuenta, mi querido dueño. El momento es <strong>de</strong> los<br />
más propicios a causa <strong>de</strong>l faraón, cuyo nombre por esta razón <strong>de</strong>bería<br />
ben<strong>de</strong>cir, porque por sus ór<strong>de</strong>nes y por sus actos y sobre todo por su<br />
maldita imposición, arruina a gran cantidad <strong>de</strong> ricos que <strong>de</strong>ben ven<strong>de</strong>r<br />
sus bienes a cualquier precio. Eres, pues, muy rico, y no te he robado<br />
más que antes, ni siquiera la mitad <strong>de</strong> lo que has ganado por mi<br />
habilidad, <strong>de</strong> manera que algunas veces me reprocho mi <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y mi<br />
conciencia, y doy gracias a los dioses por no tener mujer e hijos que me<br />
reprocharan no robarte bastante, pese a que nadie sea tan fácil <strong>de</strong> robar<br />
como tú, ¡oh mi querido y amado dueño Sinuhé!<br />
Merit, acostada sobre la alfombra, me miraba sonriéndome<br />
gentilmente por mi expresión confusa, porque no llegaba a compren<strong>de</strong>r<br />
todo lo que me contaba Kaptah. Este prosiguió su exposición:<br />
-Debes compren<strong>de</strong>r que al hablar <strong>de</strong> tus ganancias y <strong>de</strong> tus riquezas<br />
entiendo el beneficio neto, una vez pagados los impuestos. He <strong>de</strong>ducido<br />
también todos los regalos que he <strong>de</strong>bido hacer a los perceptores a causa<br />
<strong>de</strong> la contabilidad siria, y el vino que les he servido para que no viesen las<br />
cifras, y era necesario darles mucho, porque son hombres astutos y<br />
resistentes. Y se enriquecen aprisa, porque la época les es propicia, y si<br />
yo no fuese Kaptah, el rey <strong>de</strong>l trigo y el amigo <strong>de</strong> los pobres, me haría<br />
perceptor. He distribuido algunas veces trigo entre los pobres, a fin <strong>de</strong><br />
que bendijesen mi nombre, porque en épocas <strong>de</strong> turbulencia es<br />
conveniente estar bien con los pobres. Es una especie <strong>de</strong> seguro para el<br />
porvenir, porque se ha observado que en época <strong>de</strong> perturbaciones los<br />
incendios estallan con mucha facilidad en las casas <strong>de</strong> los ricos y los<br />
gran<strong>de</strong>s mal vistos por el pueblo.<br />
A<strong>de</strong>más, estas distribuciones son muy po<strong>de</strong>rosas, porque en su locura,<br />
el faraón permite <strong>de</strong>ducir su valor <strong>de</strong>l impuesto, y cuando se le da una<br />
medida a un pobre se le hace atestiguar que recibe cinco, porque los<br />
pobres no saben leer y, aunque supiesen, están agra<strong>de</strong>cidos <strong>de</strong> recibir
una medida <strong>de</strong> trigo y bendicen mi nombre, e imprimen el pulgar sobre<br />
cualquier documento.<br />
Después <strong>de</strong> este discurso, Kaptah cruzo los brazos sobre el pecho y<br />
esperó mis felicitaciones. Pero sus palabras me habían hecho reflexionar<br />
y le pregunte:<br />
-¿Tenemos, pues, mucho trigo en los <strong>de</strong>pósitos?<br />
Kaptah asintió rápidamente esperando mis elogios, pero yo le dije:<br />
-Pues bien, vas a ir inmediatamente a casa <strong>de</strong> los agricultores que<br />
cultivan las tierras malditas y les distribuirás este trigo para sus<br />
siembras, porque no tienen grano y su trigo está manchado como si<br />
hubiese llovido sangre. La crecida ha pasado, es el tiempo <strong>de</strong> la labranza<br />
y la siembra, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>bes darte prisa.<br />
Kaptah me dirigió una mirada <strong>de</strong> piedad y movió la cabeza. Después<br />
me dijo:<br />
- !0h dueño mío! No atormentes tu cabeza con pequeñeces parecidas,<br />
y <strong>de</strong>ja que piense yo por ti. Trata <strong>de</strong> seguirme; al principio los tratantes<br />
en trigo han ganado mucho grano a los agricultores porque estos <strong>de</strong>bían,<br />
en su pobreza, pagar dos medidas por una y si no podían pagar se hacía<br />
sacrificar su ganado y se quedaban las pieles. Pero ahora que el precio<br />
<strong>de</strong>l trigo ha subido sin cesar, estos negocios ya no son interesantes, y el<br />
beneficio es mo<strong>de</strong>sto, <strong>de</strong> manera que nos será más ventajoso que esta<br />
Primavera que<strong>de</strong>n muchas tierras yermas, porque esto hará subir<br />
todavía el precio <strong>de</strong>l trigo. Por esto no <strong>de</strong>bemos cometer la locura <strong>de</strong><br />
prestar trigo a los agricultores, porque <strong>de</strong> esta manera perjudicaríamos<br />
nuestros intereses. Y si lo hiciera, provocaría la cólera <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más<br />
graneros.<br />
Pero yo le dije con tono enérgico:<br />
-Ejecuta mis ór<strong>de</strong>nes, Kaptah, porque el trigo es mío y no pienso en<br />
ganancias, sino en los hombres cuyas costillas les saben por la piel como<br />
a los esclavos <strong>de</strong> ]as minas, y pienso en ]as mujeres cuyos pechos cuelgan<br />
como pellejos varios, y pienso en los niños que rondan por la ribera con<br />
las piernas torcidas y los ojos enfermos. Por esto quiero que les<br />
distribuyas para la siembra todo el trigo que poseo. Quiero que lo hagas<br />
por Atón y por el faraón Akhenatón, porque lo quiero. Pero no les darás<br />
el trigo gratuitamente, porque he observado que los regalos engendran la<br />
pereza y el ocio y la mala voluntad. Han recibido gratuitamente las<br />
tierras y el ganado y no han sabido aprovecharlos. Recurre al palo si es<br />
necesario, pero vigila <strong>de</strong> modo que se hagan las siembras y las cosechas.<br />
Mas al recuperar nuestro crédito no quiero que tomes beneficio alguno,<br />
sino que les pedirás tan solo medida por medida.<br />
Ante estas palabras Kaptah lanzó fuertes clamores y <strong>de</strong>sgarró sus<br />
vestiduras, que estaban manchadas <strong>de</strong> vino, y dijo, aterrado:
-?Medida por medida? Es insensato, porque, sobre que podré yo robar<br />
puesto que no te puedo robar el trigo, ya que me limito a retirar una<br />
parte <strong>de</strong> los beneficios? Estas palabras son insensatas e impías, porque<br />
voy a incurrir no sólo en la cólera <strong>de</strong> los tratantes en granos, sino en la <strong>de</strong><br />
los sacerdotes <strong>de</strong> Amón, y me atrevo a pronunciar su nombre porque<br />
estamos en un local cerrado y nadie pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>nunciarnos. Digo a gritos<br />
su nombre, ¡oh dueño mío!, porque vive todavía en potencia y es más <strong>de</strong><br />
temer que nunca, y maldice nuestras casas y nuestros navíos y nuestros<br />
<strong>de</strong>pósitos e incluso esta taberna que harías bien en inscribir a nombre <strong>de</strong><br />
Merit, si ella consiente; y me alegro <strong>de</strong> que una parte <strong>de</strong> tus bienes esté<br />
inscrita a nombres extranjeros, porque así los sacerdotes no podrán<br />
mal<strong>de</strong>cirlos. Pero ahora que te has quitado la peluca veo que empiezas a<br />
volverte calvo y si lo <strong>de</strong>seas podría procurarte un ungüento maravilloso<br />
que te haría volver a crecer el pelo mas largo que antes y rizado, y te lo<br />
regalaré sin inscribirlo en ningún libro, porque proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestro<br />
almacén y tengo numerosos atestados que <strong>de</strong>muestran su eficacia<br />
maravillosa, pese a que un hombre ha <strong>de</strong>clarado que este ungüento le ha<br />
hecho salir un cabello lanoso y rizado como el <strong>de</strong> un negro.<br />
Kaptah charlaba <strong>de</strong> esta forma para ganar tiempo y llevarme a<br />
renunciar a mis intenciones, pero viendo que yo permanecía<br />
imperturbable comenzó a lanzar imprecaciones y a invocar una serie <strong>de</strong><br />
dioses cuyos nombres había aprendido durante el curso <strong>de</strong> nuestros<br />
viajes. Y dijo:<br />
- ¿Te ha mordido acaso un perro rabioso o un escorpión? En verdad<br />
creía que bromeabas. Tu <strong>de</strong>cisión va arruinarnos, pero acaso nuestro<br />
escarabajo nos salve al final y, hablando francamente, no me gusta<br />
tampoco ver gente flaca, pero aparto la mirada y <strong>de</strong>berías hacer como yo,<br />
¡oh dueño mío!, porque el hombre no sabe mas que lo que ve y para<br />
tranquilizar mi conciencia he distribuido ya trigo a los pobres, porque<br />
me beneficiaba con ello. Pero lo que más me <strong>de</strong>sagrada en tus palabras<br />
es que me impones un viaje penoso, porque tendré que caminar sobre<br />
tierra resbaladiza en la que mis pies resbalaran quizá y me caeré a un<br />
canal y serás responsable <strong>de</strong> mi muerte, porque en verdad soy viejo y<br />
estoy fatigado, y mis miembros están anquilosados y me gusta mi lecho<br />
confortable y la cocina <strong>de</strong> Muti y sus asados, y me ahogo al andar.<br />
Pero yo me mostré implacable y le dije:<br />
-En verdad que mientes más que antes, Kaptah, porque estos últimos<br />
años te has rejuvenecido y tu mano no tiembla ya ni tus ojos se enrojecen<br />
si no es por la acción <strong>de</strong>l vino. Por otra parte, te impongo como médico<br />
este viaje penoso, porque te quiero, porque estás <strong>de</strong>masiado gordo y esto<br />
fatiga tu corazón y te corta el aliento, y espero que a<strong>de</strong>lgazarás para<br />
recobrar tu aspecto <strong>de</strong>cente a fin <strong>de</strong> que no tenga que avergonzarme <strong>de</strong>l<br />
aspecto <strong>de</strong> mi servidor. En verdad, Kaptah, recuerdo el placer que
sentíamos al correr antaño por las rutas polvorientas <strong>de</strong> Babilonia y<br />
atravesar las montañas <strong>de</strong>l Líbano y sobre todo al bajar <strong>de</strong> tu asno en<br />
Ka<strong>de</strong>sh. En verdad te digo que si fuese más joven, es <strong>de</strong>cir, si no tuviese<br />
misiones importantes que llevar a cabo aquí por cuenta <strong>de</strong>l faraón, te<br />
acompañaría para regocijar mi espíritu, porque serán muchos los que<br />
ben<strong>de</strong>cirán tu nombre <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este viaje.<br />
Sin presentar más objeciones, Kaptah se sometió a mi <strong>de</strong>cisión y<br />
bebimos vino hasta tar<strong>de</strong> en la noche y Merit nos hizo compañía y<br />
<strong>de</strong>scubrió su pecho moreno a fin <strong>de</strong> que pudiese tocarlo con mi boca.<br />
Kaptah evocó los viejos recuerdos y las eras <strong>de</strong> Babilonia y, según <strong>de</strong>cía,<br />
mi amor por Minea me había vuelto gordo y viejo durante aquel viaje.<br />
Porque no olvidaba a Minea; pero, sin embargo, aquella noche me divertí<br />
con Merit y mi corazón se calentó y mi soledad se fundió. Pero no la<br />
llamaba mi hermana; me divertía con ella porque era mi amiga y hacía<br />
por mí lo más amistoso que una mujer pue<strong>de</strong> hacer por un hombre. Por<br />
esto hubiera estado dispuesto a romper una jarra con ella, pero ella no lo<br />
consintió, porque había nacido en una taberna y yo era <strong>de</strong>masiado rico y<br />
distinguido para ella. Pero creo que sobre todo <strong>de</strong>seaba conservar su<br />
libertad y mi afecto.<br />
AL día siguiente tuve que ir al palacio dorado a ver a la reina madre, a<br />
quien todo Tebas llamaba ya la hechicera negra. Creo que a pesar <strong>de</strong> toda<br />
su cordura y habilidad era ella la responsable <strong>de</strong> este nombre, porque era<br />
pérfida y cruel, y el po<strong>de</strong>r había aniquilado en ella todo lo que era bueno.<br />
Mientras me vestía <strong>de</strong> lino real en mi barca y me ponía mis insignias,<br />
vino mi cocinera Muti y me dijo<br />
-Bendito sea el día que te <strong>de</strong>vuelve a mí, ¡oh dueño mío!, pero,<br />
verda<strong>de</strong>ramente, es obrar como un hombre rondar toda la noche por las<br />
casas <strong>de</strong> placer y no venir a tomar una comida en casa, a pesar <strong>de</strong> que he<br />
penado preparándote platos muy sabrosos y he azotado a las esclavas<br />
para activar la limpieza, hasta el punto que tengo el brazo <strong>de</strong>recho<br />
cansado. Porque soy ya vieja y no creo en los hombres, y tu conducta <strong>de</strong><br />
esta noche no me hará cambiar <strong>de</strong> opinión. Date prisa, pues, y ven a<br />
saborear la comida que te he preparado y tráete a tu concubina si no<br />
pue<strong>de</strong>s prescindir <strong>de</strong> ella un solo día.<br />
Hablaba así y, no obstante, yo sabía que estimaba mucho a Merit y la<br />
admiraba, pero estaba acostumbrado a su forma <strong>de</strong> hablar, <strong>de</strong> manera<br />
que sus palabras ofensivas eran dulces a mis oídos y me sentía <strong>de</strong> nuevo<br />
4
en mi casa. Por esto la seguí y envié un mensaje a Merit; y, mientras<br />
caminaba al lado <strong>de</strong> mi litera, Muti seguía refunfuñando.<br />
-Creía que habrías aprendido a vivir convenientemente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
frecuentas la Corte, pero veo que eres tan <strong>de</strong>svergonzado como antes. Y,<br />
sin embargo, al volver a verte ayer, me dije que tenías el aspecto<br />
apaciguado y tranquilo. Me alegra ver tus mejillas rollizas, porque al<br />
engordar el hombre se serena y no será culpa mía si te a<strong>de</strong>lgazas en<br />
Tebas; será culpa <strong>de</strong> tu temperamento excesivo, porque todos los<br />
hombres son iguales y todo mal proviene <strong>de</strong> este pequeño objeto que<br />
ocultáis tras el <strong>de</strong>lantal porque os avergonzáis <strong>de</strong> él, lo cual no me<br />
extraña.<br />
Así hablaba refunfuñando y me recordaba a mi madre Kipa y hubiera<br />
sido capaz <strong>de</strong> llorar <strong>de</strong> emoción si no me hubiese serenado diciéndole<br />
severamente:<br />
-¡Cállate, mujer, porque tus palabras me molestan y son como zumbidos<br />
<strong>de</strong> moscas en mis oídos!<br />
Entonces se calló, y estaba muy satisfecha por haber provocado mis<br />
reproches, porque ahora sabía que su dueño había vuelto al redil.<br />
Había <strong>de</strong>corado la casa para recibirme y guirnaldas <strong>de</strong> flores<br />
adornaban la terraza; había barrido el patio, y lanzamos al patio <strong>de</strong>l<br />
vecino un gato muerto que allí había. Había contratado a unos chiquillos<br />
para que gritasen: .¡Bendito sea el día que nos <strong>de</strong>vuelve a nuestro<br />
dueño!» Obraba así porque se sentía <strong>de</strong>cepcionada <strong>de</strong> que no tuviese<br />
hijos como ella hubiera querido, pero sin introducir ninguna mujer en<br />
casa. Yo distribuí monedas <strong>de</strong> cobre entre los chiquillos y Muti les dio<br />
pasteles <strong>de</strong> miel y se alejaron muy contentos. Merit llegó con sus mejores<br />
galas y flores en sus cabellos perfumados. La comida preparada por Muti<br />
fue <strong>de</strong>liciosa a mi paladar, porque eran platos típicos <strong>de</strong> Tebas y en la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte había olvidado que no hay lugar alguno don<strong>de</strong> la<br />
comida pueda compararse a la <strong>de</strong> Tebas.<br />
Felicité a Muti alabando su habilidad y estuvo encantada, pese a que<br />
frunciese el ceño y arrugase la nariz, y Merit la alabó. Esta comida<br />
celebrada en la casa <strong>de</strong>l antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre no tiene nada <strong>de</strong><br />
particular, pero la cito aquí porque me sentía feliz; y dije:<br />
-¡Suspen<strong>de</strong> tu curso, clepsidra, y retén tu agua, porque el instante es<br />
propicio y quisiera que el tiempo se <strong>de</strong>tuviese para que este instante<br />
durase para siempre!<br />
Durante la comida, algunos pobres se aglomeraron en el patio<br />
vestidos con sus mejores ropas para venir a saludarme, y me contaron<br />
sus males y sus penas, y <strong>de</strong>cían: .<br />
-Mucho te hemos echado <strong>de</strong> menos, Sinuhé, porque mientras<br />
habitabas entre nosotros no supimos apreciar tu valor y sólo durante tu
ausencia nos hemos dado cuenta <strong>de</strong> cuánto nos habías ayudado y cuánto<br />
habíamos perdido al per<strong>de</strong>rte.<br />
Me llevaban regalos, aun cuando estos regalos fuesen mo<strong>de</strong>stos,<br />
porque eran todavía más pobres que antes a causa <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong><br />
Akhenatón. Pero uno me daba una medida <strong>de</strong> sémola y otro un pájaro<br />
que había matado y otro dátiles secos, o incluso una flor, y al ver la<br />
cantidad <strong>de</strong> flores amontonadas en mi patio, comprendí por qué los<br />
parterres <strong>de</strong> la Avenida <strong>de</strong> los Carneros estaban <strong>de</strong>snudos. Entre<br />
aquellos hombres estaba el viejo escriba que llevaba la cabeza inclinaba a<br />
causa <strong>de</strong> su bocio, y me extrañó que viviese todavía. Vi también al<br />
esclavo a quien había curado los <strong>de</strong>dos y los movió <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, y él era<br />
quien me había llevado la sémola, porque seguía trabajando en el molino<br />
y podía robarla. Una madre me llevó a su hijo, que se había hecho un<br />
chiquillo robusto y tenía un ojo tumefacto y lleno <strong>de</strong> equimosis, y se<br />
jactaba <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r apalear a cualquier chiquillo <strong>de</strong> su edad en el barrio.<br />
Acudió también la meretriz a quien había curado el ojo y me llevó a todas<br />
sus amigas con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que podía <strong>de</strong>sembarazarlas <strong>de</strong> todas las marcas<br />
que afeaban sus cuerpos. Había prosperado, porque había hecho<br />
economías y había comprado unos baños públicos cerca <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong>l<br />
mercado, don<strong>de</strong> vendía también perfumes y procuraba a los merca<strong>de</strong>res<br />
las direcciones <strong>de</strong> muchachas libres <strong>de</strong> prejuicios. Todos me entregaron<br />
sus regalos diciéndome:<br />
-No <strong>de</strong>sprecies nuestros regalos, Sinuhé, aunque seas médico real y<br />
mores en el palacio dorado <strong>de</strong>l faraón, porque nuestro corazón se<br />
regocija al volver a verte, pero no vuelvas a hablarnos <strong>de</strong> Atón.<br />
No les hablé, pues, <strong>de</strong> Atón, pero los recibí uno tras otro y escuché sus<br />
quejas y les di medicinas y los curé. Para ayudarme, Merit se quitó su<br />
rico traje para no mancharlo y lavó las llagas y limpió mi cuchillo a la<br />
llama y mezcló los anestésicos para aquellos a quienes había que<br />
arrancar un diente. Cada vez que la veía, mi corazón se regocijaba, y la<br />
miraba a menudo, porque era bella <strong>de</strong> ver y su busto era firme y esbelto y<br />
su porte elegante, y no sentía vergüenza <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>snuda, como las<br />
mujeres <strong>de</strong>l pueblo cuando trabajan, y ninguno <strong>de</strong> los enfermos se ofuscó<br />
por ello, porque cada cual tenía suficientes preocupaciones con sus<br />
propias penas.<br />
Así pasé el tiempo recibiendo enfermos como en días pasados, y yo les<br />
hablaba y me alegraba <strong>de</strong> mi saber que me permitía ayudarlos, y me<br />
gustaba ver a Merit que era mi amiga, y a veces, suspirando<br />
profundamente, <strong>de</strong>cía:<br />
-¡Suspen<strong>de</strong> tu curso, clepsidra, y retén tu agua, porque este instante<br />
presente no pue<strong>de</strong> continuar siendo tan bello!
Y así olvidé que tenía que ir al palacio dorado y que mi llegada había<br />
sido anunciada a la reina madre. Pero me parece que no pensaba en ello,<br />
porque en aquel instante <strong>de</strong> felicidad no quería pensar en nada.<br />
Cuando se alargaron las sombras, mi patio se vació y Merit me vertió<br />
agua en las manos y me ayudó a lavarme y yo la ayudé en sus abluciones,<br />
y lo hice con gusto, y nos lavamos. Pero cuando quise acariciar sus<br />
mejillas y besar sus labios, me rechazó diciendo:<br />
-Corre hacia tu bruja, Sinuhé, v date prisa para regresar antes <strong>de</strong> la<br />
noche, porque mi alfombrilla te espera con impaciencia. Sí,<br />
verda<strong>de</strong>ramente tengo el sentimiento <strong>de</strong> que mi alfombrilla te espera con<br />
impaciencia, bien que no sepa por qué, ya que tus miembros son lacios,<br />
Sinuhé, y tu carne es blanda y yo no puedo <strong>de</strong>cir que tus caricias sean<br />
hábiles; pero, a pesar <strong>de</strong> todo, eres diferente <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hombres y por<br />
esto comprendo a mi alfombrilla.<br />
Anudó a mi cuello las insignias <strong>de</strong> mi rango y me puso mi peluca <strong>de</strong><br />
médico v me acarició la mejilla, <strong>de</strong> manera que con gusto hubiera<br />
renunciado por ella ir al palacio dorado. Pero hice correr a mis esclavos<br />
prometiéndoles oro y bastonazos, di prisa a los remeros, <strong>de</strong> manera que<br />
el agua parecía hervir alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la barca. Así pu<strong>de</strong> penetrar en el<br />
palacio en el momento en que el sol <strong>de</strong>scendía sobre la montaña <strong>de</strong>l<br />
Oeste y las estrellas se encendían.<br />
Pero antes <strong>de</strong> referir mi conversación con la reina madre, tengo que<br />
<strong>de</strong>cir que ésta no había ido más que dos veces a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte,<br />
y las dos veces reprochó al faraón su locura, lo cual afectó vivamente a<br />
Akhenaton, porque quería a su madre y estaba ciego por ella, como a<br />
menudo los hijos están ciegos con sus madres hasta el día en que se<br />
casan y sus esposas les abren los ojos. Pero Nefertiti no había abierto los<br />
ojos <strong>de</strong> su marido a causa <strong>de</strong> su padre. Debo, en efecto, reconocer que en<br />
aquellos tiempos el sacerdote Ai y la reina Tii vivían libremente juntos y<br />
no trataban <strong>de</strong> disimular su felicidad, y dudo <strong>de</strong> que el palacio hubiese<br />
pasado jamás por una vergüenza parecida, pero estas cosas no se<br />
escriben nunca y se olvidan con la muerte <strong>de</strong> los que han sido testigos <strong>de</strong><br />
ellas. Pero no quiero opinar sobre el nacimiento <strong>de</strong> Akhenatón, porque<br />
creo que su origen es divino, porque si no hubiese tenido en sus venas la<br />
sangre real <strong>de</strong> su padre, no hubiera tenido sangre real alguna, y entonces<br />
hubiera sido efectivamente un falso faraón, como lo pretendían los<br />
sacerdotes, y todo lo que ocurría hubiera sido todavía más insensato y<br />
vano. Por estos motivos prefiero dar crédito a mi corazón y mi espíritu<br />
en este asunto.<br />
La reina madre me recibió en un saloncito particular en el cual<br />
revoloteaban unos pajarillos con las alas recortadas. No había olvidado el<br />
oficio <strong>de</strong> su juventud y le gustaba atrapar pajarillos en el jardín,<br />
poniendo pez en las ramas <strong>de</strong> los árboles v tendiendo re<strong>de</strong>s. Cuando me
presenté <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella estaba tejiendo una alfombrilla <strong>de</strong> cañas<br />
pintadas. Me acogió con reproches, censurándome mi retraso y dijo:<br />
-¿Acaso la locura <strong>de</strong> mi hijo se cura o ha llegado el momento <strong>de</strong><br />
trepanarlo? Porque ya escandaliza <strong>de</strong>masiado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su dios Atón<br />
y tiene al pueblo inquieto, lo cual es superfluo, porque el falso dios ha<br />
sido <strong>de</strong>rribado y nadie le disputa el po<strong>de</strong>r.<br />
Yo le hablé <strong>de</strong> la salud <strong>de</strong>l faraón, <strong>de</strong> las princesitas y <strong>de</strong> sus juegos, y<br />
<strong>de</strong> sus paseos en barca por el lago sagrado v acabó calmándose y me<br />
permitió sentarme a sus pies v me ofreció cerveza. No por avaricia me<br />
ofrecía<br />
cerveza, sino porque era fuerte y dulce y bebía muchas jarras al día, <strong>de</strong><br />
manera que su rostro estaba rechoncho y su cuerpo también era<br />
<strong>de</strong>sagradable <strong>de</strong> ver, porque se parecía mucho a un rostro <strong>de</strong> negro, a<br />
pesar <strong>de</strong> que no era completamente negra. Nadie hubiera sido capaz <strong>de</strong><br />
imaginar que aquella mujer obesa hubiese podido un día conquistar por<br />
su belleza el amor <strong>de</strong>l faraón. Por esto el pueblo pretendía que había<br />
conquistado este amor por medio <strong>de</strong> prácticas mágicas, porque es<br />
verda<strong>de</strong>ramente excepcional que un faraón tome por mujer a la hija <strong>de</strong><br />
un pajarero <strong>de</strong>l río.<br />
Saboreando su cerveza comenzó a hablarme abiertamente y en<br />
confianza, lo cual no es <strong>de</strong> extrañar, porque era médico v las mujeres<br />
confían a los médicos cosas que callan a los <strong>de</strong>más hombres, y bajo este<br />
aspecto la reina Tii u no difería <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más mujeres.<br />
Bajo el efecto <strong>de</strong> la cerveza me habló y dijo:<br />
-Sinuhé, a quien el estúpido capricho <strong>de</strong> mi hijo dio el nombre <strong>de</strong><br />
Solitario, pese a que no tengas aspecto <strong>de</strong> ello, pues apostaría que en la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte te has divertido cada noche con una mujer distinta,<br />
porque conozco las mujeres <strong>de</strong> esa ciudad; sí, Sinuhé, eres un hombre<br />
tranquilo, quizás el más tranquilo que conozco, y tu calma me irrita y<br />
quisiera pincharte con una aguja para verte saltar y gritar, y me pregunto<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> viene tu calma, pero eres seguramente un buen hombre, si bien<br />
no me explico qué ventaja proporciona esta bondad, porque he<br />
comprobado que sólo los imbéciles incapaces <strong>de</strong> otra cosa son buenos.<br />
Sea como sea, tu presencia me calma maravillosamente y quisiera <strong>de</strong>cirte<br />
que este Atón que en mi locura he <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nado me pone furiosa, y no<br />
creía que las cosas fuesen tan lejos, pero yo había inventado a Atón para<br />
<strong>de</strong>rribar a Amón, a fin <strong>de</strong> que mi po<strong>de</strong>r y el <strong>de</strong> mi hijo fuesen mayores,<br />
pero en el fondo es Ai quien lo ha inventado. Ai es mi marido, como tú<br />
sabes, a menos que seas suficientemente inocente para no saberlo, pero<br />
es mi marido aunque no hayamos <strong>de</strong>cidido romper juntos una jarra.<br />
Quiero <strong>de</strong>cir que este maldito Ai, que no tiene más fuerza que una ubre<br />
<strong>de</strong> vaca, ha traído a este Atón <strong>de</strong> Heliópolis y lo ha revelado a mi hijo. No<br />
comprendo lo que ha encontrado en este Atón, pero sueña <strong>de</strong>spierto con
él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia, y creo verda<strong>de</strong>ramente que está loco y que es hora<br />
<strong>de</strong> trepanarlo y no comprendo por qué su bella esposa, que es hija <strong>de</strong> Ai,<br />
no le da más que hijas, pese a que mis hechiceros hayan tratado <strong>de</strong><br />
ayudarla. No comprendo por qué el pueblo <strong>de</strong>testa a mis hechiceros,<br />
porque son honrados, pese a que sean negros y lleven agujas <strong>de</strong> marfil<br />
atravesadas en la nariz, y estiren sus labios y los cráneos <strong>de</strong> los niños.<br />
Pero el pueblo los <strong>de</strong>testa, lo sé, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>bo tenerlos ocultos en<br />
los sótanos <strong>de</strong>l palacio, si no, el pueblo los mataría, pero no puedo<br />
prescindir <strong>de</strong> ellos, porque nadie como ellos sabe hacerme cosquillas en<br />
la planta <strong>de</strong> los pies y me preparan filtros que me permiten gozar todavía<br />
<strong>de</strong> la vida como mujer y divertirme, pero si crees que encuentro algún<br />
placer con Ai te equivocas, y me pregunto por qué le tengo tanto afecto,<br />
cuando sería mejor abandonarlo. Mejor para mí, naturalmente. Pero<br />
quizá no pueda abandonarlo aunque quiera, y esto es lo que me<br />
inquieta_ Por esto mi único placer proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> mis queridos negros. -La<br />
reina madre se echo a reír, como las viejas lavan<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l puerto cuando<br />
beben cerveza, v continuó-: Estos negros son hábiles doctores, Sinuhé,<br />
pese a que el pueblo los trata <strong>de</strong> hechiceros, pero es por pura ignorancia,<br />
y tú mismo te instruirías seguramente con ellos si dominases tus<br />
prejuicios contra su color y su olor y si consintiesen en revelarte su arte,<br />
cosa que dudo, pues son muy celosos <strong>de</strong> él. Su color es cálido u oscuro y<br />
su olor no tiene nada <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagradable cuando está uno acostumbrado a<br />
él al contrario, es excitante y no se pue<strong>de</strong> prescindir <strong>de</strong> él. Puedo<br />
confesarte, Sinuhé, puesto que eres médico, que algunas veces me<br />
divierto con ellos porque me lo prescriben como remedio. Pero no para<br />
experimentar sensaciones nuevas como lo hacen las mujeres agotadas <strong>de</strong><br />
la Corte, que recurren a los negros, <strong>de</strong> la misma manera que una persona<br />
que lo ha probado todo y está cansada <strong>de</strong> todo, preten<strong>de</strong> que la carne<br />
convenientemente pasada es el mejor alimento. No, no por esto me<br />
gustan mis negros, porque mi sangre es roja y joven y no tiene necesidad<br />
<strong>de</strong> excitantes artificiales y los negros son para mí un misterio que me<br />
aproxima a las fuentes <strong>de</strong> la vida cálida, <strong>de</strong> la tierra, <strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> los<br />
animales. No quisiera que divulgases esta confesión, pero si lo hicieses,<br />
no me reportará ningún prejuicio, porque siempre podré afirmar que has<br />
mentido. En cuanto al pueblo, cree todo lo que se cuenta <strong>de</strong> mí y mucho<br />
más, <strong>de</strong> manera que, a sus ojos, mi reputación no pue<strong>de</strong> sufrir ya, y por<br />
esto poco importa lo que cuentes, pero prefiero que no digas nada, y te<br />
callarás, porque eres bueno, cosa que yo no soy.<br />
Se ensombreció y <strong>de</strong>spués volvió a tejer su alfombra <strong>de</strong> cañas <strong>de</strong> colores<br />
y yo contemplaba sus <strong>de</strong>dos oscuros, porque no me atrevía a mirarla<br />
a la cara. En vista <strong>de</strong> que yo guardaba silencio y no prometía nada, prosiguió:
-Por la bondad no se gana nada, y la única cosa que importa en este<br />
momento es el po<strong>de</strong>r. Pero los que nacen en las gradas <strong>de</strong> un trono no<br />
aprecian su valor como los que han nacido con estiércol entre los <strong>de</strong>dos<br />
<strong>de</strong> los pies, como yo. En verdad, Sinuhé, que comprendo el valor <strong>de</strong>l<br />
po<strong>de</strong>r y todos mis actos han tendido a conseguirlo para po<strong>de</strong>r<br />
transmitirlo a mis hijos y los suyos, a fin <strong>de</strong> que mi sangre viva en el<br />
trono dorado <strong>de</strong> los faraones, y no he retrocedido ante nada para<br />
alcanzar este fin. Quizá mis actos sean reprobables a los ojos <strong>de</strong> los<br />
dioses, pero, a <strong>de</strong>cir verdad, los dioses no me inquietan mucho, pues los<br />
faraones son superiores a los dioses, y en el fondo no existen ni buenas ni<br />
malas acciones, sino que lo que sale bien es bueno y lo que fracasa y se<br />
<strong>de</strong>scubre es malo. Pero a pesar <strong>de</strong> todo, mi corazón tiembla algunas<br />
veces y mis entrañas se convierten en agua al pensar en mis acciones,<br />
porque en el fondo no soy más que una mujer y todas las mujeres son<br />
supersticiosas, pero creo que en esto mis hechiceros podrán ayudarme.<br />
Lo que sobre todo me hace temblar es ver que Nefertiti no pone en el<br />
mundo más que hijas y a cada nacimiento tengo la impresión <strong>de</strong> ver<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí una piedra que he lanzado hacia atrás, como una<br />
maldición que reptase hacia mí.<br />
Murmuró algunos conjuros y agitó sus gran<strong>de</strong>s pies, pero sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />
tejer sus cañas coloreadas, y al contemplar sus <strong>de</strong>dos sombríos un<br />
estremecimiento recorrió mi espalda. Porque hacía nudos <strong>de</strong> pajarero y<br />
yo creía reconocer estos nudos. En verdad, los reconocía, porque eran los<br />
nudos <strong>de</strong>l Bajo Egipto y yo, en la casa <strong>de</strong> mi padre, los había observado<br />
en la cesta suspendida encima <strong>de</strong>l lecho <strong>de</strong> mi madre. Mi lengua se<br />
paralizó y mis miembros adquirieron rigi<strong>de</strong>z, porque la noche <strong>de</strong> mi<br />
nacimiento un ligero viento <strong>de</strong>l Oeste empujó mi cesta <strong>de</strong> cañas por el río<br />
ya en crecida, hasta <strong>de</strong>tenerse ante la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> mi madre. La<br />
i<strong>de</strong>a que germinaba en mi espíritu al ver los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> la reina madre era<br />
tan terrible e insensata que me negaba a admitirla, y me <strong>de</strong>cía que<br />
cualquiera era capaz <strong>de</strong> hacer nudos <strong>de</strong> pajarero a una cesta <strong>de</strong> cañas.<br />
Pero los pajareros ejercían su oficio en el Bajo Egipto y no en Tebas. Por<br />
esto, durante mi infancia, había examinado a menudo estos nudos<br />
<strong>de</strong>sconocidos en Tebas, sin ni siquiera saber entonces <strong>de</strong> qué forma<br />
aquella cesta había <strong>de</strong> unirse a mi <strong>de</strong>stino.<br />
Pero la reina madre no observó mi actitud, y sumida en sus recuerdos<br />
y sus i<strong>de</strong>as prosiguió <strong>de</strong> esta forma:<br />
-Acaso me encuentras mala y <strong>de</strong>sagradable, Sinuhé, porque te hablo<br />
así, pero no me con<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>masiado severamente por mis actos y trata<br />
<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>rme. No es fácil para la hija <strong>de</strong> un pajarero penetrar en el<br />
gineceo real don<strong>de</strong> se la <strong>de</strong>sprecia a causa <strong>de</strong> su color y <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s<br />
pies, y la pinchan con mil agujas, y su única salvación es un capricho <strong>de</strong>l<br />
faraón. No te sorpren<strong>de</strong>rá que no haya vacilado ante los medios <strong>de</strong>
conservar el favor real familiarizándome noche tras noche con las<br />
extrañas costumbres <strong>de</strong> los negros hasta que no podía vivir sin mis<br />
caricias y yo gobernaba Egipto por medio <strong>de</strong> él. De esta forma <strong>de</strong>shacía<br />
todas las intrigas <strong>de</strong>l palacio dorado y evitaba los lazos que me tendían y<br />
<strong>de</strong>strozaba las re<strong>de</strong>s tendidas en mi camino, sin vacilar en vengarme en<br />
caso necesario. Por el temor he ligado todas las lenguas a mi alre<strong>de</strong>dor y<br />
he gobernado el palacio dorado a mi antojo, y mi voluntad fue que<br />
ninguna mujer diese al faraón un hijo antes <strong>de</strong> habérselo dado yo. Por<br />
esto ninguna mujer <strong>de</strong>l harén dio un hijo al faraón, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
nacimiento casaba con nobles a las hijas que nacían. Tal era la fuerza <strong>de</strong><br />
mi voluntad, pero yo no me atrevía a engendrar por miedo a que<br />
perjudicase la belleza <strong>de</strong> mi cuerpo, porque al principio no lo dominaba<br />
más que por él. Pero el faraón envejeció y mis caricias lo agotaban y con<br />
gran terror, cuando vino el momento <strong>de</strong> procrear, le di una hija. Y esta<br />
hija es Baketatón y no la he casado, sino que la guardo como una flecha<br />
en mi carcaj, porque la persona pru<strong>de</strong>nte guarda siempre más <strong>de</strong> una<br />
flecha en su carcaj, no fiándose <strong>de</strong> una sola. El tiempo pasaba para mí en<br />
la angustia, pero al fin di a luz un hijo que no me ha dado la alegría que<br />
esperaba <strong>de</strong> él, Porque se ha vuelto loco, y así basaba todas mis<br />
esperanzas en su hijo que no ha nacido todavía. Pero mi po<strong>de</strong>r era tan<br />
gran<strong>de</strong> que durante todos estos años ninguna mujer dio a luz un hijo,<br />
sino solamente niñas. ¿No tienes que reconocer, como médico, Sinuhé,<br />
que mi habilidad y mi hechicería son gran<strong>de</strong>s?<br />
Entonces temblé y mirándola a los ojos, dije:<br />
-Tu hechicería es simple y <strong>de</strong>spreciable, reina madre, porque tejes con<br />
tus <strong>de</strong>dos en las cañas pintadas y todo el mundo pue<strong>de</strong> reconocerla. Dejó<br />
caer las cañas como si le hubiesen quemado las manos, y sus ojos,<br />
enrojecidos por la cerveza, brillaron <strong>de</strong> furor y dijo:<br />
-¿Eres también tú hechicero, Sinuhé, para hablar <strong>de</strong> esta forma, o es<br />
que el pueblo sabe esta historia también?<br />
Y yo le dije:<br />
-A la larga no se pue<strong>de</strong> ocultar nada al pueblo, y el pueblo lo sabe todo<br />
sin que se le diga. Tus actos no han tenido quizá testigos, reina madre,<br />
pero la noche te ha visto y el viento nocturno ha susurrado tus actos a<br />
numerosos oídos y si pue<strong>de</strong>s ligar las lenguas no pue<strong>de</strong>s evitar que el<br />
viento charle. Sin embargo, la alfombrilla que tejes con tus manos es<br />
ciertamente una bella alfombra y te agra<strong>de</strong>cería que me la regalases,<br />
porque sabría apreciarla mejor que nadie.<br />
Estas palabras la calmaron y tomó <strong>de</strong> nuevo su tejido y bebió cerveza.<br />
Después me miró con aire <strong>de</strong> astucia y dijo:<br />
-Quizá te dé esta alfombrilla, Sinuhé, cuando esté terminada. Es una<br />
alfombrilla preciosa, porque, la he tejido con mis propias manos y es una<br />
alfombrilla real. Pero, ¿qué me darás tú a cambio?
Yo me eché a reír y respondí:<br />
-Te daré mi lengua, ¡oh reina madre! Pero quisiera que me la <strong>de</strong>jases<br />
hasta mi muerte. Mi lengua no conseguirá ningún provecho hablando<br />
mal <strong>de</strong> ti. Por esto te la doy-.<br />
La reina murmuró algunas palabras y, mirándome <strong>de</strong> soslayo, dijo:<br />
-No puedo aceptar un regalo que poseo ya. Nadie me impediría tomar<br />
tu lengua ni tus manos para que no<br />
pudieses escribir lo que no podrías <strong>de</strong>cir. Podría también mandarte a mis<br />
hechiceros <strong>de</strong> los subterráneos <strong>de</strong>l<br />
palacio y probablemente no regresarías nunca más, porque les gusta<br />
sacrificar seres humanos.<br />
Pero yo le dije:<br />
-Has bebido, ciertamente, <strong>de</strong>masiada cerveza, ¡oh reina madre! No<br />
bebas más, si no, corres el riesgo <strong>de</strong> soñar hipopótamos. Mi lengua es<br />
tuya y espero recibir la alfombrilla cuando esté terminada.<br />
Me levanté para <strong>de</strong>spedirme y ella no me retuvo, sino que se echó a<br />
reír y dijo:<br />
-Me diviertes mucho, Sinuhé; en verdad me diviertes mucho.<br />
Así la <strong>de</strong>jé y regresé a la ciudad. Y Merit compartió su alfombra<br />
conmigo. Yo no era ya enteramente feliz, porque me acordaba <strong>de</strong> la cesta<br />
<strong>de</strong> cañas suspendida sobre el lecho <strong>de</strong> mi madre, y pensaba también en<br />
los <strong>de</strong>dos<br />
que tejían alfombrillas <strong>de</strong> caña con nudos <strong>de</strong> pajarero, y pensaba en el<br />
viento nocturno que se lleva las cestas ligeras lejos <strong>de</strong> los muros dorados<br />
<strong>de</strong>l palacio hacia las riberas <strong>de</strong> Tebas. Pensaba en todas estas cosas y no<br />
era enteramente feliz, porque lo que aumenta el saber aumenta también<br />
el dolor, y hubiera querido evitármelo porque no era ya joven.<br />
La razón oficial <strong>de</strong> mi viaje a Tebas era hacer una visita a la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida don<strong>de</strong> no había ido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía años, a pesar <strong>de</strong> que mi función <strong>de</strong><br />
trepanador real me obligaba a ello, y temía también que mi habilidad<br />
manual disminuyese, porque durante todos los años <strong>de</strong> estancia en la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte no había practicado una sola trepanación. Por esto<br />
dí en la Casa <strong>de</strong> la Vida algunas lecciones a los discípulos. Pero esta Casa<br />
había cambiado mucho y disminuido en importancia, porque la gente,<br />
incluso los pobres, la evitaban, y los mejores médicos la habían<br />
abandonado para ir a practicar en la ciudad. Yo pensé que la ciencia se<br />
había liberado y <strong>de</strong>sarrollado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los discípulos no tenían que<br />
pasar el examen <strong>de</strong> sacerdocio <strong>de</strong> primer grado y nadie les impedía<br />
preguntar el porqué <strong>de</strong> las cosas, pero me equivocaba, porque los<br />
5
discípulos eran jóvenes y holgazanes y no sentían el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />
preguntar el porqué, v su mayor afán era recibir <strong>de</strong> sus maestros la<br />
ciencia ya preparada e inscribir su nombre en el Libro <strong>de</strong> la Vida, a fin <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r ejercer su profesión y ganar oro y plata.<br />
Los enfermos eran tan poco numerosos que tuve que esperar varias<br />
semanas para po<strong>de</strong>r trepanar tres cráneos, como había <strong>de</strong>cidido, para<br />
comprobar mi habilidad. Estas tres operaciones me valieron gran<br />
renombre y maestros y discípulos cantaron las alabanzas <strong>de</strong> mis manos y<br />
mi <strong>de</strong>streza. Sin embargo, yo tenía la <strong>de</strong>cepcionante impresión <strong>de</strong> que<br />
mis manos no poseían la seguridad <strong>de</strong> antaño. Mi vista había disminuido<br />
y no podía reconocer tan fácilmente las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mis clientes,<br />
sino que tenía que hacer muchas preguntas y largas investigaciones<br />
antes <strong>de</strong> estar seguro. Por esto cada día recibí enfermos en mi casa v los<br />
cuidé sin pedirles 'nada, porque quería recobrar mi antigua habilidad.<br />
Hice, pues, tres trepanaciones en la Casa <strong>de</strong> la Vida, una <strong>de</strong> ellas por<br />
piedad, porque el enfermo era incurable y sufría atrozmente. Pero los<br />
otros dos era interesantes y requerían <strong>de</strong> todo mi talento. Uno <strong>de</strong> ellos<br />
era uno que se había caído <strong>de</strong>l tejado a la calle hacia dos años, tratando<br />
<strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> un marido engañado. No se había producido herida<br />
aparente pero más tar<strong>de</strong> había comenzado a sufrir ciertas crisis que se<br />
renovaban cuanto bebía vino. No tenía pesadillas, pero daba gritos y<br />
patadas y se mordía la lengua y se mojaba. Temía tanto aquellas crisis<br />
que quiso hacerse trepanar. Y consentí en ello, y por consejo <strong>de</strong> los<br />
médicos <strong>de</strong> la Casa recurrí a un hombre hemostático, cosa que no<br />
entraba en mis costumbres. Este hombre era todavía más estúpido y más<br />
dormido que el que murió en la cámara <strong>de</strong>l faraón, como ya he referido,<br />
y durante toda la operación hubo que mantenerlo <strong>de</strong>spierto para que<br />
produjese efecto. A pesar <strong>de</strong> todo, la sangre goteó alguna vez en la<br />
herida. Durante la operación vi que el cerebro <strong>de</strong>l enfermo estaba negro<br />
<strong>de</strong> sangre coagulada en muchos sitios. Por esto la limpieza duró mucho<br />
tiempo y no pu<strong>de</strong> limpiarlo a fondo porque hubiera podido estropear la<br />
superficie <strong>de</strong>l cerebro. Pero las crisis <strong>de</strong>l mal cesaron completamente,<br />
porque murió tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la operación, como es normal. Pero la<br />
operación fue consi<strong>de</strong>rada como un éxito, y me felicitaron y los<br />
discípulos anotaron cuidadosamente todo lo que había hecho.<br />
El segundo caso es muy sencillo, porque se trataba <strong>de</strong> un hombre<br />
joven que los guardias habían encontrado en la calle <strong>de</strong>svanecido v<br />
moribundo, <strong>de</strong>svalijado y con el cráneo fracturado. Yo me encontraba en<br />
la Casa <strong>de</strong> la Vida cuando lo llevaron allí y <strong>de</strong>cidí trepanarlo en seguida,<br />
porque lo consi<strong>de</strong>ré perdido. Quité cuidadosamente las esquirlas <strong>de</strong><br />
hueso y cubrí la abertura con una placa <strong>de</strong> plata <strong>de</strong>sinfectada. Se curó y<br />
vivía todavía dos semanas más tar<strong>de</strong> cuando salí <strong>de</strong> Tebas, pero tenía<br />
dificultad en mover las manos, y la palma <strong>de</strong> la mano y <strong>de</strong> los pies no
espondían a las cosquillas. Pero creo que con el tiempo <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haberse<br />
restablecido completamente. Esta trepanación no produjo tanto efecto<br />
como la primera porque todo el mundo consi<strong>de</strong>ró mi éxito natural y<br />
alabó mi habilidad manual. Sin embargo, a causa <strong>de</strong> la urgencia, operé<br />
sin haber afeitado antes el cráneo y cuando hube cosido el cuero<br />
cabelludo sobre la placa <strong>de</strong> plata, el cabello creció sobre su cabeza como<br />
antes.<br />
A causa <strong>de</strong> mi categoría me trataban respetuosamente en la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida, pero los médicos ancianos me evitaban y no se atrevían a hablarme<br />
con confianza, porque venía <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y el falso dios les<br />
inspiraba temor. Yo no les hablaba <strong>de</strong> Atón, sino únicamente <strong>de</strong><br />
cuestiones médicas. Día tras día me husmeaban como un perro que<br />
buscara un rastro y acabé extrañándome <strong>de</strong> ello. Finalmente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
la tercera trepanación, un médico muy hábil e inteligente fue a<br />
encontrarme y me dijo:<br />
-Sinuhé real, habrás sin duda observado que la Casa <strong>de</strong> la Vida está<br />
cada vez más vacía y que se recurre menos a nuestros cuidados, pese a<br />
que haya en Tebas más enfermos que antes. Has viajado por muchos<br />
países y has visto muchas curas, Sinuhé, pero creo que no has visto<br />
ninguna curación como las que se producen en secreto en Tebas, porque<br />
no se utiliza en ellas ni cuchillo, ni fuego, ni medicina, ni apósitos. Me<br />
han encargado que te hablase <strong>de</strong> estas curaciones y te preguntase si<br />
querías ser testigo <strong>de</strong> ellas. Pero <strong>de</strong>bes prometerme no <strong>de</strong>cir nada a<br />
nadie <strong>de</strong> todo lo que veas. Tendrás también que <strong>de</strong>jarte vendar los ojos<br />
cuando te lleven al lugar <strong>de</strong> las curaciones milagrosas.<br />
Estas palabras no me gustaban mucho, porque por este motivo temía<br />
complicaciones con el faraón. Pero mi curiosidad era gran<strong>de</strong> y dije:<br />
-He oído hablar, efectivamente, <strong>de</strong> cosas asombrosas que ocurren en<br />
Tebas en estos momentos. Los hombres<br />
cuentan historias y las mujeres tienen sueños, pero no he oído hablar<br />
nunca <strong>de</strong> curaciones. Como médico, dudo mucho <strong>de</strong> las curaciones<br />
obtenidas sin cuchillo ni fuego, sin medicina ni apósitos. Por esto no<br />
quiero intervenir en esta charlatanería, a fin <strong>de</strong> que mi nombre no se vea<br />
mezclado en testimonios posibles.<br />
Pero él insistió v dijo:<br />
-Después <strong>de</strong> tus viajes al extranjero, don<strong>de</strong> has aprendido tantas<br />
cosas, pensábamos que no tendrías prejuicios. Por otra parte, la sangre<br />
<strong>de</strong>ja también <strong>de</strong> manar sin tener que recurrir a las pinzas ni al cauterio.<br />
¿Por qué no se podría, pues, curar sin cuchillo ni fuego? Tu nombre no<br />
estará mezclado en el asunto, te lo prometemos, porque por ciertas<br />
razones <strong>de</strong>seamos que lo veas todo, a fin <strong>de</strong> que sepas que no hay frau<strong>de</strong><br />
en estas curas. Eres solitario, Sinuhé, y serás un testigo imparcial; por<br />
esto tenemos necesidad <strong>de</strong> ti.
Estas palabras aguzaron mi curiosidad. Por esto acepté su proposición<br />
v por la tar<strong>de</strong> fue a buscarme con su litera v me vendó los ojos. Cuando la<br />
litera se <strong>de</strong>tuvo, me cogió <strong>de</strong>l brazo y me guió por largos corredores,<br />
subiendo y bajando escalones, y acabé diciéndome que estaba harto <strong>de</strong><br />
aquella farsa. Pero él me tranquilizó y me quitó la venda y me hizo entrar<br />
en una sala don<strong>de</strong> ardían numerosas lámparas y cuyos muros eran <strong>de</strong><br />
piedra. Tres enfermos estaban tendidos en unas camillas y un sacerdote<br />
se acercó a mí con la cabeza afeitada y el rostro reluciente <strong>de</strong> aceite<br />
sagrado. Me llamó por mi nombre y me invitó a examinar a los enfermos<br />
para evitar todo frau<strong>de</strong>. Su voz era firme y suave y sus ojos inteligentes.<br />
Por esto seguí su exhortación y examiné a los enfermos, y el cirujano <strong>de</strong><br />
la Casa <strong>de</strong> la Vida me asistió.<br />
Ví que los tres enfermos lo estaban realmente y no podían levantarse<br />
solos. Uno <strong>de</strong> ellos era una mujer cuyos miembros estaban <strong>de</strong>scarnados v<br />
completamente insensibles, y sólo sus ojos se movían en su rostro<br />
asustado. El otro era un muchacho cuyo cuerpo estaba cubierto <strong>de</strong> una<br />
erupción terrible y <strong>de</strong> húmedas postillas. El tercero era un anciano cuyas<br />
piernas estaban paralizadas y no podía andar, y no era un simulacro,<br />
pues lo pinché con una aguja y no sintió nada. Por esto le dije al<br />
sacerdote.<br />
--He examinado a estos tres enfermos con toda mi ciencia y si fuese su<br />
médico sólo podría mandarlos a la Casa <strong>de</strong> la Vida. Esta Casa no podría,<br />
seguramente, curar a la mujer ni al anciano, pero disminuiría los<br />
sufrimientos <strong>de</strong>l muchacho con baños <strong>de</strong> azufre.<br />
El sacerdote sonrió v me invitó a tomar asiento con el otro médico y a<br />
esperar pacientemente. Después llamaron a unos esclavos que colocaron<br />
las camillas sobre un altar y, quemaron unos inciensos que espesaban el<br />
aire. En el corredor se oían cánticos y entró un grupo <strong>de</strong> sacerdotes<br />
entonando los cánticos <strong>de</strong> Amón. Se agruparon alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los<br />
enfermos y comenzaron a orar, saltando y bailando. El sudor corría por<br />
sus rostros y se quitaron la túnica y agitaron cascabeles, produciéndose<br />
cortes en todo el cuerpo con unas piedras afiladas, <strong>de</strong> manera que la<br />
sangre corría. Yo había visto ceremonias parecidas en Siria y observaba<br />
fríamente como médico, pero comenzaron a gritar todavía más fuerte y a<br />
golpear el muro <strong>de</strong> la sala con sus puños, y el muro se abrió y a la luz <strong>de</strong><br />
unas lámparas apareció la estatua <strong>de</strong> Amón, colosal y atemorizadora. Al<br />
instante los sacerdotes se callaron y el silencio fue más terrible que el<br />
ruido prece<strong>de</strong>nte. En la bóveda sombría el rostro <strong>de</strong> Amón brillaba con<br />
una luz celeste, y <strong>de</strong> repente el más alto <strong>de</strong> los sacerdotes se acercó a los<br />
enfermos v, llamándolos por sus nombres, dijo:<br />
-Levantaos y marchaos, porque el gran Amón os ha ben<strong>de</strong>cido para<br />
que creáis en él.
Y entonces vi con mis propios ojos cómo los tres enfermos, con<br />
inseguros a<strong>de</strong>manes, se levantaban fijando la vista en la estatua <strong>de</strong><br />
Amón. Se pusieron primero <strong>de</strong> rodillas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pie y se tocaron las<br />
piernas con sorpresa, <strong>de</strong>spués se echaron a llorar bendiciendo el nombre<br />
<strong>de</strong> Amón. Pero el muro se volvió a cerrar, los sacerdotes salieron y los<br />
esclavos se llevaron el incienso y encendieron otras lámparas a fin <strong>de</strong> que<br />
pudiésemos examinar a los enfermos. Y la mujer pudo mover los<br />
miembros y dar algunos pasos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, y el<br />
anciano caminaba sin dificultad, y la erupción había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong><br />
todo el cuerpo <strong>de</strong>l muchacho, cuya piel era lisa y sana. Todo aquello se<br />
había producido en muy poco tiempo, y si no lo hubiese visto con mis<br />
propios ojos no creería que fuese posible.<br />
El sacerdote que nos había recibido se acercó a nosotros con una<br />
sonrisa <strong>de</strong> victoria y nos dijo:<br />
-¿Qué dices ahora, real Sinuhé? Yo le miré a los ojos y le dije:<br />
-Comprendo que la mujer y el anciano eran víctimas <strong>de</strong> prácticas<br />
mágicas que habían ligado su voluntad, y la magia es vencida por la<br />
magia, si la voluntad <strong>de</strong>l mago es superior a la <strong>de</strong>l hechizador. Pero una<br />
erupción es una erupción y no se cura por la magia, sino por un<br />
tratamiento prolongado <strong>de</strong> baños medicinales. Por esto reconozco que<br />
no había visto todavía nada parecido.<br />
Me miró y su mirada echó llamas, y dijo:<br />
-¿Reconoces, Sinuhé, que Amón sigue siendo el rey <strong>de</strong> todos los<br />
dioses?<br />
Pero yo le dije:<br />
-Te ruego que no pronuncies en voz alta el nombre <strong>de</strong> este falso dios,<br />
porque el faraón lo ha prohibido y estoy todavía a su servicio.<br />
Vi que mis palabras lo irritaban, pero era sacerdote <strong>de</strong> grado superior<br />
y su voluntad dominó, sus sentimientos. Y así, recobrando la serenidad,<br />
dijo, sonriendo:<br />
-Mi nombre es Hríbor, y te lo digo a fin <strong>de</strong> que puedas <strong>de</strong>nunciarme a los<br />
guardias, porque no temo a los guardias <strong>de</strong>l falso faraón, ni sus azotes, ni<br />
sus minas, y curaré a todo aquel que venga a mí en nombre <strong>de</strong> Amón.<br />
Pero no disputemos por estas cosas y hablemos corno personas<br />
civilizadas. Permíteme que te invite a tomar una copa <strong>de</strong> vino en mi<br />
celda, porque <strong>de</strong>bes estar seguramente cansado <strong>de</strong> haber permanecido<br />
tanto tiempo sentado sobre la dura piedra.<br />
Me llevó por unos largos corredores hacia su celda y por el aire pesado<br />
<strong>de</strong> corredores adiviné que estábamos bajo tierra y supuse que nos<br />
hallábamos en los subterráneos <strong>de</strong> Amón, sobre los que se contaban<br />
tantas leyendas, pero que ningún profano había visto. Hríbor <strong>de</strong>spidió al<br />
médico <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Vida y entramos en su celda, don<strong>de</strong> no faltaba<br />
nada <strong>de</strong> lo necesario, para proporcionar el bienestar al hombre. Un
aldaquino cubría el lecho, y los cofres y las cajas eran <strong>de</strong> marfil y ébano,<br />
las alfombras eran mullidas y la habitación olía a perfumes preciosos. Me<br />
vertió cortésmente agua perfumada sobre las manos y me hizo sentar, y<br />
me ofreció pasteles <strong>de</strong> miel, frutos y ese vino fuerte <strong>de</strong> los viñedos <strong>de</strong><br />
Amón al que se había mezclado mirra. Bebimos juntos y me habló en<br />
estos términos:<br />
~Sinuhé, te conocemos y hemos seguido tus pasos y sabemos que<br />
amas mucho al falso faraón y que su dios no te es tan indiferente como<br />
nosotros quisiéramos. Sin embargo, te aseguro que este dios no tiene<br />
nada más que Amón, porque la persecución lo ha purificado y lo ha<br />
hecho más fuerte que antes. Pero no quiero abordar las cuestiones<br />
teológicas contigo; <strong>de</strong>seo hablarte como a un hombre que, sin exigir<br />
nada, ha curado a los pobres y como un egipcio que ama más las tierras<br />
negras que las tierras rojas. Por te digo: el faraón Akhenatón es un<br />
flagelo para los pobres y una maldición para Egipto, y <strong>de</strong>be ser muerto a<br />
fin <strong>de</strong> que sus fechorías no sean irremediables.<br />
Yo bebí vino v dije:<br />
- Los dioses me son indiferentes y estoy cansado <strong>de</strong> ellos, pero el dios<br />
<strong>de</strong>l faraón es diferente a todos los <strong>de</strong>más, porque no tiene imágenes y<br />
todos los hombres son iguales <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, y cada cual, sea pobre o<br />
esclavo, o incluso extranjero, tiene un valor a sus ojos. Por esto creo que<br />
el año <strong>de</strong>l mundo toca a su fin y que otro comienza Pue<strong>de</strong> ocurrir lo<br />
increíble y también lo que es contrario a la razón humana. Porque jamás<br />
se había presentado como ahora la ocasión <strong>de</strong> renovarlo todo y hacer que<br />
los hombres sean hermanos entre sí.<br />
Hribor hizo un gesto <strong>de</strong> protesta y, sonriendo, dijo:<br />
-Comprendo, Sinuhé, que sueñas con los ojos abiertos, mientras yo te<br />
creía un hombre sensato. Mis aspiraciones son más mo<strong>de</strong>stas. Espero<br />
únicamente que las cosas vuelvan a ser las <strong>de</strong> antes y el pobre tenga su<br />
medida llena y las leyes sigan en vigor. Quiero solamente que todo el<br />
mundo pueda ejercer su profesión en paz y tenga la fe que <strong>de</strong>see. Quiero<br />
que se conserve todo lo que perpetúa la vida, la diferencia entre el<br />
esclavo y el señor, entre el siervo y el patrón. Quiero que el po<strong>de</strong>río y el<br />
honor <strong>de</strong> Egipto que<strong>de</strong>n a salvo, quiero que los niños nazcan en su país,<br />
don<strong>de</strong> cada cual esté en su sitio, con una misión fijada <strong>de</strong> antemano<br />
hasta el final <strong>de</strong> su vida y don<strong>de</strong> ninguna inquietud atormente su<br />
corazón. He aquí lo que quiero, y por esto el faraón Akhenatón tiene que<br />
<strong>de</strong>saparecer.<br />
»Tú, Sinuhé, eres un hombre bueno y dócil y no quieres mal a nadie.<br />
Pero vivimos en una época en que todo el mundo tiene que tomar su<br />
partido. Quien no esté con nosotros está contra nosotros y sufrirá las<br />
consecuencias, porque no eres suficientemente ingenuo para creer que el<br />
faraón conservará mucho tiempo su po<strong>de</strong>r. Poco importa qué dios es el
que honras, porque Amón no tiene necesidad <strong>de</strong> ti. Pero está en tus<br />
manos, Sinuhé, aniquilar la maldición que pesa sobre Egipto. Está en tus<br />
manos suprimir el hambre y la miseria y la inquietud en las tierras<br />
negras. Está en tus manos restaurar el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Egipto.<br />
Estas palabras inquietaron mi corazón. Por esto bebí más vino y mi<br />
boca y mis narices se llenaron <strong>de</strong>l perfume exquisito <strong>de</strong> la mirra. Traté <strong>de</strong><br />
reírme, diciéndole:<br />
-Un perro rabioso o un escorpión te han mordido, porque mi po<strong>de</strong>r no<br />
es tan extenso ni soy siquiera tan hábil como tú para curar enfermos.<br />
Se levantó y dijo:<br />
-Quiero enseñarte algo.<br />
Tomó una lámpara y me llevó por el corredor hasta una puerta<br />
cerrada por varios cerrojos, que abrió, y entramos en una habitación<br />
don<strong>de</strong> centelleaban el oro y la plata y las piedras preciosas. Y dijo:<br />
-No temas. No quiero tratar <strong>de</strong> corromperte, no soy tan tonto, pero es<br />
conveniente que veas que Amón es más rico que el faraón. No, no trato<br />
<strong>de</strong> seducirte con el oro.<br />
Abrió una pesada puerta <strong>de</strong> cobre e iluminó una pequeña estancia en<br />
la que reposaba sobre un lecho <strong>de</strong> piedra una imagen <strong>de</strong> cera, cuyo pecho<br />
y sienes estaban atravesados por unas afiladas agujas. Instintivamente<br />
levanté el brazo y recité las fórmulas contra la magia, tal como las había<br />
aprendido antes <strong>de</strong> mi iniciación como sacerdote <strong>de</strong> primer grado.<br />
Hribor me miró sonriendo y ví que su mano no temblaba.<br />
-Ya ves que el tiempo <strong>de</strong>l faraón toca a su fin -dijo- porque le hemos<br />
hecho un sortilegio en nombre <strong>de</strong> Amón y hemos atravesado su corazón<br />
y sus sienes con las agujas sagradas <strong>de</strong> Amón. Pero el sortilegio es lento y<br />
pue<strong>de</strong>n ocurrir todavía muchas <strong>de</strong>sgracias, y su dios pue<strong>de</strong> protegerlo<br />
hasta cierto punto. Por esto quisiera discutir todavía contigo, ahora que<br />
has visto esto.<br />
Volvió a cerrar cuidadosamente todas las puertas y me llevó <strong>de</strong> nuevo<br />
a su celda y llenó mi copa <strong>de</strong> vino, pero el vino me cayó por la barbilla y<br />
la copa tintineó contra mis dientes, porque había visto con mis propios<br />
ojos un sortilegio más funesto que todos los <strong>de</strong>más y contra el cual todo<br />
el mundo es impotente.<br />
Y Hribor dijo:<br />
-Ya ves que el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Amón se extien<strong>de</strong> hasta la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte, pero no me preguntes cómo hemos podido procurarnos<br />
cabellos y limaduras <strong>de</strong> uñas <strong>de</strong>l faraón para meterlas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
imagen <strong>de</strong> cera, aunque puedo <strong>de</strong>cirte que no las hemos conseguido a<br />
precio <strong>de</strong> oro, sino que las hemos recibido <strong>de</strong> Amón. -Me dirigió tina<br />
mirada indagadora y, pesando sus palabras, continuó-: La fuerza <strong>de</strong><br />
Amón crece <strong>de</strong> día en día, como has podido ver mientras curaba a los<br />
enfermos en su nombre. Día tras día la maldición <strong>de</strong> Amón pesa sobre
Egipto. Cuanto más viva el faraón, más sufrirá Egipto, porque el<br />
sortilegio obra lentamente. ¿Qué dirías, Sinuhé, si te diesen una droga<br />
que librase para siempre al faraón <strong>de</strong> sus dolores <strong>de</strong> cabeza?<br />
-El hombre está siempre sujeto a enfermeda<strong>de</strong>s -dije-. Sólo un muerto<br />
está libre <strong>de</strong> ellas.<br />
Me miró con sus ojos que echaban llamas y su voluntad me inmovilizó<br />
en el suelo, <strong>de</strong> manera que no pu<strong>de</strong> levantar el brazo cuando dijo:<br />
-Es probable, pero esta droga no <strong>de</strong>ja rastro y nadie podrá acusarte, y<br />
ni aun los embalsamadores observarán nada anormal en las entrañas. Y<br />
no tendrás que darle al faraón un remedio que cura los dolores <strong>de</strong><br />
cabeza. Se dormirá y no conocerá ya nunca más el dolor ni la pena. -<br />
Levantó la mano y añadió-: No quiero ofrecerte oro, pero, si lo haces, tu<br />
nombre será bendito eternamente y tu cuerpo no se <strong>de</strong>scompondrá<br />
jamás y vivirás eternamente. Manos invisibles protegerán los días <strong>de</strong> tu<br />
vida y no habrá <strong>de</strong>seo humano que tú no consigas. Te lo prometo, porque<br />
tengo el po<strong>de</strong>r para ello. -Levantó los brazos y sus ojos echaron llamas y<br />
no pu<strong>de</strong> evitar su mirada. Su voluntad me enca<strong>de</strong>naba <strong>de</strong> manera que no<br />
podía moverme, ni levantar el brazo, ni ponerme en pie. Y dijo-: Si te<br />
digo:
Sonrió levantando la mano en signo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida v dijo, según la<br />
costumbre:<br />
-Tú recompensa será gran<strong>de</strong>.<br />
Después me acompañó por unos largos corredores sin ocultarme<br />
nada, porque sus ojos veían en el corazón <strong>de</strong> los hombres y sabía que no<br />
lo <strong>de</strong>nunciaría. Por esto puedo <strong>de</strong>cir que los subterráneos <strong>de</strong> Amón se<br />
encuentran <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l gran templo, pero no quiero <strong>de</strong>cir cómo se<br />
penetra en ellos, porque este secreto no es mío.<br />
Algunos días <strong>de</strong>spués la reina madre Tii moría en el palacio dorado.<br />
Había sido mordida por un áspid mientras visitaba los cepos para<br />
pájaros en el jardín <strong>de</strong>l palacio. No hubo manera <strong>de</strong> encontrar a su<br />
médico, como suele ocurrir cuando más necesidad se tiene <strong>de</strong> él. Por esto<br />
fueron a buscarme a mi casa, pero a mi llegada a palacio no pu<strong>de</strong> hacer<br />
sino certificar su <strong>de</strong>función. Su médico no pue<strong>de</strong> jamás ser responsable,<br />
porque la mor<strong>de</strong>dura <strong>de</strong> esta serpiente es siempre mortal, a menos que<br />
antes <strong>de</strong> las cien primeras pulsaciones se abra la mor<strong>de</strong>dura y se haga la<br />
ligadura <strong>de</strong> las venas.<br />
Tuve que ocuparme <strong>de</strong> hacer entregar el cuerpo a los embalsamadores<br />
<strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte. Allí encontré también al sombrío sacerdote Ai y<br />
tomó las mejillas hinchadas <strong>de</strong> la reina madre y dijo:<br />
-Era ya hora <strong>de</strong> que muriese, porque no era más que una mujer vieja y<br />
fastidiosa que intrigaba contra mi. Sus propios actos la con<strong>de</strong>naban y<br />
ahora que está muerta espero que el pueblo se calmará.<br />
De todos modos, no creo que Ai la hubiese matado, porque no se<br />
hubiera atrevido. Los crímenes comunes v los sombríos secretos unen,<br />
en efecto, a la gente más sólidamente que el amor, y sé que, a pesar <strong>de</strong><br />
sus palabras cínicas, Ai echaba <strong>de</strong> menos a la difunta, porque con el<br />
transcurso <strong>de</strong> los años se hablan acostumbrado uno a<br />
otro.<br />
Cuando la noticia <strong>de</strong> esta muerte se esparció por Tebas el pueblo se<br />
puso las vestiduras <strong>de</strong> fiesta v se agrupó en plazas y calles. Las<br />
predicciones corrían <strong>de</strong> boca en boca y numerosas santas mujeres<br />
comenzaron a contar presagios todavía más funestos. La muchedumbre<br />
se precipitó hacia los muros <strong>de</strong>l palacio y, para calmarla y ganar su favor,<br />
Ai hizo arrojar a latigazos a los hechiceros negros que vivían en las<br />
bo<strong>de</strong>gas <strong>de</strong> palacio. Eran cinco, y uno <strong>de</strong> ellos era una mujer vieja y<br />
gorda como un hipopótamo y los guardias los expulsaron por la puerta<br />
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<strong>de</strong>l Papiro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual, la muchedumbre se arrojó sobre ellos y<br />
los <strong>de</strong>scuartizó y toda su magia no pudo salvarlos. Ai hizo también<br />
<strong>de</strong>strozar y quemar en los subterráneos todos sus objetos mágicos y sus<br />
drogas, lo cual es lástima, porque hubiera podido estudiar sus filtros y<br />
sus fórmulas herméticas.<br />
Nadie en palacio lloró la muerte <strong>de</strong> la reina madre ni el fin <strong>de</strong> los<br />
hechiceros. La princesa Baketatón acudió, sin embargo, a ver el cuerpo<br />
<strong>de</strong> su madre y le tocó las manos con sus lindos <strong>de</strong>dos, y dijo:<br />
-Tu marido ha obrado mal permitiendo al pueblo <strong>de</strong>scuartizar a tus<br />
hechiceros negros. -Y me dijo luego-: Estos hechiceros no eran mala<br />
gente y no estaban a gusto aquí; <strong>de</strong>seaban volver a sus selvas y sus<br />
cabañas. No hubieran <strong>de</strong>bido ser castigados por los actos <strong>de</strong> mi madre.<br />
Así fue como conocí a Baketatón y me gustó mucho, a causa <strong>de</strong> su aire<br />
altivo y su belleza. Me habló <strong>de</strong> Horemheb y se burló <strong>de</strong> él y dijo: -<br />
Horemheb es <strong>de</strong> baja extracción y sus palabras son groseras, pero si<br />
tomara mujer podría ser el generador <strong>de</strong> una familia noble. ¿Pue<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>cirme por qué no está casado?<br />
Yo le dije:<br />
-No eres tú la primera en preguntármelo, Baketatón real, pero a causa<br />
<strong>de</strong> tu belleza voy a contarte lo que no he contado a nadie. Cuando siendo<br />
muy joven Horemheb llegó por primera vez a palacio miró por<br />
equivocación la luna. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces no ha podido mirar a una mujer<br />
ni romper una jarra. Pero, ¿qué es <strong>de</strong> ti, Baketatón? Ningún árbol crece<br />
sin cesar, mas <strong>de</strong>be dar frutos, y como médico vería con gusto hincharse<br />
tus flancos <strong>de</strong> fertilidad.<br />
Ella levantó la cabeza y dijo:<br />
-Sabes muy bien, Sinuhé, que mi sangre es <strong>de</strong>masiado sagrada para<br />
unirse aun a la sangre más noble <strong>de</strong> Egipto. Por ésto mi hermano<br />
hubiera hecho mejor en tomarme por esposa como es la buena<br />
costumbre, y seguramente le hubiera dado un hijo. Por otra parte, si<br />
estuviese en mi po<strong>de</strong>r, le haría arrancar los ojos a este Horemheb porque<br />
es infamante pensar que ha osado levantar su vista hacia mí. Te digo<br />
francamente que la mera i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un hombre me aterra, porque su<br />
contacto es brutal y vergonzoso y sus miembros duros <strong>de</strong>strozan a las<br />
mujeres frágiles. Por esto creo que se exagera mucho el placer que un<br />
hombre pue<strong>de</strong> proporcionar a una mujer,<br />
Pero sus ojos brillaban y respiraban ansiosamente, y ví que aquella<br />
conversación le gustaba. Por esto le continué diciendo:<br />
-He visto cómo mi amigo Horemheb, tendiendo sus músculos, rompía<br />
un brazalete <strong>de</strong> cobre. Sus miembros son largos y robustos, y su pecho<br />
resuena como un tambor cuando en su cólera lo golpea. Y las damas <strong>de</strong><br />
la Corte lo persiguen con sus asiduida<strong>de</strong>s, mayando como gatas, y pue<strong>de</strong><br />
hacer con ellas lo que quiere.
Baketatón me miró y su boca pintada temblaba y sus ojos lanzaban<br />
llamas.<br />
Me dijo:<br />
-Sinuhé, tus palabras son muy <strong>de</strong>sagradables, y no comprendo por<br />
qué me ensalzas a tu Horemheb. Ha nacido con estiércol entre los <strong>de</strong>dos<br />
<strong>de</strong> los pies y su nombre mismo me <strong>de</strong>sagrada. ¿Por qué hablarme así <strong>de</strong><br />
él <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> mi madre?<br />
Renuncié a hacerle ver que había sido ella la que había empezado,<br />
pero, fingiendo sorpresa, le dije:<br />
-¡Oh, Baketaton! Permanece como un árbol florido; tu cuerpo no se<br />
usará y florecerás todavía muchos años. Pero ¿tu madre no tiene ninguna<br />
sirvienta fiel para llorar y lamentarse al lado <strong>de</strong> su cuerpo hasta que la<br />
Casa <strong>de</strong> la Muerte se lo lleve y, las lloronas retribuidas se arranquen el<br />
cabello alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ella? Si pudiese, lloraría, pero un médico no pue<strong>de</strong><br />
llorar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la muerte. La vida es una jornada calurosa, Baketatón;<br />
la muerte es quizás una noche fría. La vida es un golfo estancado,<br />
Baketatón; la muerte es quizás una ola profunda y clara.<br />
Y ella me dijo:<br />
-No me hables <strong>de</strong> la muerte cuando la vida es todavía <strong>de</strong>liciosa en mi<br />
boca. Pero es verda<strong>de</strong>ramente escandaloso que nadie llore al lado <strong>de</strong>l<br />
cuerpo <strong>de</strong> mi madre. Yo no puedo llorar, porque no convendría a mi<br />
dignidad, y el color <strong>de</strong> mis cejas correría y estropearía el afeite <strong>de</strong> mis<br />
mejillas, pero voy a mandar una mujer a fin <strong>de</strong> que llore contigo, Sinuhé.<br />
Yo bromeé y le dije:<br />
-Divina Baketaton, tu belleza me ha seducido y tus palabras han<br />
vertido aceite sobre mi fuego. Por esto te pido que me man<strong>de</strong>s una mujer<br />
fea y vieja, a fin <strong>de</strong> que no la seduzca en mi excitación, lo cual sería<br />
profanar la casa mortuoria.<br />
Ella movió la cabeza y dijo:<br />
-Sinuhé, Sinuhé, ¿no te avergüenzas <strong>de</strong> las tonterías que dices?<br />
Porque si es verdad, como dicen, que no temes a los dioses, menos<br />
<strong>de</strong>berías temer a la muerte.<br />
Pero como era una mujer no se ofendió <strong>de</strong> mis palabras y salió para ir<br />
en busca <strong>de</strong> una llorona.<br />
Yo había tenido mi i<strong>de</strong>a al hablar con tanta impiedad <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
cuerpo <strong>de</strong> la difunta y esperaba con<br />
ansiedad a la enviada, y cuando vino vi que era más fea y vieja <strong>de</strong> lo que<br />
había osado esperar, porque en el gineceo vivían todavía todas las<br />
mujeres <strong>de</strong> su ex real marido y las <strong>de</strong>l faraón Akhenatón y sus nodrizas y<br />
damas <strong>de</strong> compañía. El nombre <strong>de</strong> esta vieja era Mehunefer y ví por su<br />
rostro que le gustaban los hombres y el vino. Por <strong>de</strong>ber comenzó a aullar<br />
y gemir v arrancarse los cabellos. Fui a buscar vino y lo aceptó cuando le<br />
hube asegurado que sería muy útil a su dolor. Después le dirigí algunas
pullas y alabé su antigua belleza. Y le hablé <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong>l viejo faraón y<br />
<strong>de</strong> las hijas <strong>de</strong> Akhenatón, y, para terminar, fingiendo tontería, le<br />
pregunté:<br />
--¿Es verda<strong>de</strong>ramente exacto, como se dice, que la reina madre fue la<br />
única mujer <strong>de</strong>l faraón que le dio un hijo?<br />
Mehunefer dirigió una mirada <strong>de</strong> terror hacia la difunta y movió la<br />
cabeza como para impedirme continuar. Por esto comencé a halagarla y<br />
hablé <strong>de</strong> su cabello, <strong>de</strong> sus ropas y <strong>de</strong> sus joyas. Y alabé también sus<br />
labios y sus ojos, y acabó olvidando las lágrimas y escuchándome<br />
embelesada. Porque una mujer cree siempre los halagos, porque quiere<br />
creerlos. Así nos hicimos buenos amigos, y cuando los hombres <strong>de</strong> la<br />
Casa <strong>de</strong> la Muerte se hubieron llevado el cuerpo me invitó a su<br />
habitación con toda clase <strong>de</strong> mimos y me ofreció vinos. El vino le <strong>de</strong>sató<br />
la lengua y me acariciaba las mejillas dándome nombres cariñosos y me<br />
contó las historias más picarescas <strong>de</strong> la Corte para darme ánimos. Me<br />
<strong>de</strong>jó enten<strong>de</strong>r también que la difunta reina se había divertido a menudo<br />
con los hechiceros negros, y, riéndose, añadió:<br />
-Era una mujer terrible, y ahora que está muerta respiro y no<br />
comprendo en absoluto sus gustos, puesto que existen bellos egipcios<br />
jóvenes <strong>de</strong> carne tostada y que huelen bien.<br />
Me olió las mejillas y las orejas, pero yo me aparté.<br />
--La gran reina Tii -dije- era una hábil tejedora <strong>de</strong> cañas, ¿verdad?<br />
Tejía pequeñas barquichuelas y las ponía <strong>de</strong> noche en el río, ¿verdad,<br />
Estas palabras la inquietaron y dijo:<br />
-¿Cómo quieres que lo sepa?<br />
Pero el vino le hizo per<strong>de</strong>r toda reserva v sintió la necesidad <strong>de</strong><br />
jactarse y dijo:<br />
-Sé, sin embargo, mucho más que tú y sé que tres recién nacidos<br />
<strong>de</strong>scendieron por el río como los hijos <strong>de</strong> los pobres, porque esta vieja<br />
bruja temía a los dioses y no quería ensuciarse las manos con sangre. Fue<br />
Ai quien le enseñó el uso <strong>de</strong> los venenos, <strong>de</strong> manera que la princesa <strong>de</strong><br />
Mitanni murió llorando y reclamando a su hijo.<br />
-¡Oh, bella Mehunefer! -dije tocándole las mejillas cubiertas <strong>de</strong> una<br />
espesa capa <strong>de</strong> ungüentos-, te aprovechas <strong>de</strong> mi juventud y mi<br />
inexperiencia para contarme historias inventadas. La princesa <strong>de</strong><br />
Mitanni no tuvo hijos, y si tuvo uno, ¿cuándo ocurrió?<br />
--No eres ni joven ni inexperimentado, Sinuhé, al contrario; y tus<br />
manos son <strong>de</strong>svergonzadas y peligrosas y tus ojos pérfidos, pero sobre<br />
todo tu lengua es pérfida y hábil en el mentir. Pero tus mentiras son<br />
<strong>de</strong>liciosas a mis viejos oídos y por esto voy a <strong>de</strong>cirte todo lo que sé <strong>de</strong> la<br />
princesa <strong>de</strong> Mitanni, que hubiera podido llegar a ser la gran esposa real,<br />
pero estas palabras pasarían un hilo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mi garganta si Tii<br />
viviese todavía. La princesa Tadu-Hepa no era más que una chiquilla
cuando llegó <strong>de</strong> su lejano país. Jugaba todavía con las muñecas mientras<br />
crecía en el harén, igual que la pequeña princesa casada con Akhenatón,<br />
que murió. El faraón Amenophis no la tocó, la consi<strong>de</strong>raba una chiquilla<br />
y jugaba a muñecas con ella y le daba juguetes dorados. Pero Tadu-Hepa<br />
creció y a la edad <strong>de</strong> catorce años era bella <strong>de</strong> veras y sus miembros eran<br />
finos y lisos y su piel blanca como la <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong> Mitanni. Entonces<br />
el faraón cumplió sus <strong>de</strong>beres para con ella, como hacía con todas las<br />
mujeres, pese a las intrigas <strong>de</strong> Tii, porque un hombre no se <strong>de</strong>ja<br />
fácilmente retener en estos asuntos mientras las raíces <strong>de</strong> su árbol no se<br />
han resecado. Y así el grano <strong>de</strong> cebada comenzó a germinar en Tadu-<br />
Hepa, pero al cabo <strong>de</strong> poco tiempo germinó también en Tii y Tii<br />
experimentó un gran júbilo, porque había dado al faraón una hija que es<br />
esta insoportable y arrogante Baketatón.<br />
Se mojó la garganta y dijo:<br />
-Todos los bien informados sabían que el grano <strong>de</strong> cebada <strong>de</strong> Tii venía<br />
<strong>de</strong> Heliópolis, pero es mejor no insistir sobre este asunto. En todo caso,<br />
Tii estaba sumamente preocupada por el embarazo <strong>de</strong> Tadu-Hepa e<br />
intentó por todos los medios hacerla abortar, como lo ha hecho con<br />
muchas mujeres por medio <strong>de</strong> sus hechiceros negros. Antes, había<br />
mandado a dos niños por el río en barquichuelas <strong>de</strong> cañas, pero estos dos<br />
niños eran hijos <strong>de</strong> concubinas sin importancia y las mujeres temían a<br />
Tii, que las consolaba con regalos, <strong>de</strong> manera que se resignaban a<br />
encontrar una hija en lugar <strong>de</strong> su hijo. Pero la princesa <strong>de</strong> Mitanni era<br />
una adversaria más peligrosa, porque era <strong>de</strong> familia real y tenía amigos<br />
que la protegían y esperaban que llegase a ser la gran esposa real en el<br />
lugar <strong>de</strong> Tii si daba un día un hijo al faraón. Pero el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Tii era tan<br />
gran<strong>de</strong> y su pasión tan violenta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que su seno había sido fertilizado,<br />
que nadie osaba resistírsele, y Ai, a quien se había traído <strong>de</strong> Heliópolis,<br />
estaba a su lado. Y cuando la princesa <strong>de</strong> Mitanni parió, <strong>de</strong>spidieron a<br />
todos sus amigos y los hechiceros negros la ro<strong>de</strong>aron con el pretexto <strong>de</strong><br />
calmar sus dolores, y cuando quiso ver a su hijo le enseñaron una niña<br />
que había nacido muerta, pero ella se negó a creer a Tii. Yo sabía<br />
también que había dado a luz un niño y este niño vivía y aquella misma<br />
noche se marchó río abajo.<br />
Yo me eché a reír ruidosamente y dije: -¿Cómo pudiste saberlo, bella<br />
Mehunefer? Ella se enfadó y vertió el vino sobre la barbilla al beber y<br />
dijo:<br />
-Por todos los dioses, fui yo misma quien cortó las cañas con mis<br />
propias manos, porque Tii no quería<br />
mojarse a causa <strong>de</strong> su embarazo. Estas palabras me alteraron y me<br />
levanté y vertí vino sobre la alfombra y lo pisoteé para <strong>de</strong>mostrar mi<br />
horror. Pero Mehunefer me cogió <strong>de</strong>l brazo y me hizo sentar a la fuerza a<br />
su lado y dijo:
-He hecho mal en contarte esta historia que me pue<strong>de</strong> ocasionar<br />
disgustos, pero tienes un no sé qué que atrae y mi corazón no tiene ya<br />
secretos para ti, Sinuhé. Por esto te lo confieso; yo fui quien cortó las<br />
cañas y Tii tejió la cesta, porque no tenía confianza en la servidumbre y a<br />
mí me había afectado a ella por medio <strong>de</strong> prácticas mágicas, porque<br />
sabía las tonterías que había cometido durante mi juventud, por las<br />
cuales me hubieran flagelado y arrojado <strong>de</strong> la casa dorada si se hubiesen<br />
sabido, pero todo el mundo obraba <strong>de</strong> aquella manera en palacio. Sea<br />
como sea, estaba ligada a ella, y tejió la cesta en la oscuridad y se reía<br />
diciendo palabras impías, porque era feliz por haber apartado así <strong>de</strong> su<br />
camino a la princesa <strong>de</strong> Mitanni. Pero mi corazón se consolaba<br />
diciéndome que alguien recogería al chiquillo, y, sin embargo, sabía que<br />
no sería así, porque los niños confiados al río perecen bajo el sol ardiente<br />
o bien son <strong>de</strong>vorados por los cocodrilos o las aves <strong>de</strong> rapiña. Pero la<br />
princesa <strong>de</strong> Mitanni se negó a reconocer la niña muerta puesta a su lado,<br />
porque el color <strong>de</strong> su piel era diferente <strong>de</strong> la suya y la forma <strong>de</strong> la cabeza<br />
también. Porque, efectivamente, la piel <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong> Mitanni es<br />
tersa y lisa como la <strong>de</strong> un fruto y <strong>de</strong> color <strong>de</strong> humo o <strong>de</strong> ceniza blanca y<br />
sus cabezas pequeñas y finas. Por esto comenzó a gemir v arrancarse los<br />
cabellos acusando a los hechiceros negros y a Tii, pero Tii le administró<br />
unos calmantes diciéndole que había perdido la razón en el dolor <strong>de</strong> dar<br />
al mundo una criatura muerta. Y el faraón dio más bien crédito a Tii que<br />
a Tadu-Hepa y entonces ésta perdió rápidamente la salud y murió, pero<br />
antes <strong>de</strong> morir intentó varias veces escapar <strong>de</strong>l palacio dorado para ir a<br />
buscar a su hijo y por esto todo el mundo creyó que se había vuelto<br />
realmente loca.<br />
Yo miraba mis manos, que eran blancas al lado <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> mona<br />
<strong>de</strong> Mehunefer, que tenían color <strong>de</strong> humo. Mi emoción era inmensa y en<br />
voz baja pregunté:<br />
-Bella Mehunefer, ¿recuerdas cuándo ocurrió todo esto?<br />
Ella me acarició el cuello con sus <strong>de</strong>dos secos, haciéndome mimos, v<br />
respondió:<br />
-¡ Oh, mi muchacho precioso! ¿Por qué per<strong>de</strong>r tiempo con estas viejas<br />
historias? Pero como no puedo negarte nada, te diré que todo esto<br />
ocurrió durante el vigésimo segundo año <strong>de</strong>l reinado <strong>de</strong>l gran faraón, en<br />
otoño, cuando la lluvia estaba en plena intensidad. Si me preguntas<br />
cómo puedo recordarlo con tanta precisión, te diré que el faraón<br />
Akhenatón nació aquel mismo año, pero un poco más tar<strong>de</strong>, en<br />
primavera, en el tiempo <strong>de</strong> las siembras<br />
Estas palabras me <strong>de</strong>jaron helado <strong>de</strong> terror hasta el punto <strong>de</strong> que fui<br />
incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme y no sentí nada cuando me tocó con sus labios<br />
avinados y tiñó <strong>de</strong> rojo mis mejillas con su pintura. Ro<strong>de</strong>ó mi talle con<br />
sus brazos y me estrechó contra ella y me llamó torito y pichón lindo. Yo
la rechazaba distraídamente y mis pensamientos hervían como el mar y<br />
todo en mi se rebelaba contra esta terrible historia, porque si todo lo que<br />
me había dicho era verdad, la sangre <strong>de</strong>l gran faraón corría por mis<br />
venas y era hermanastro <strong>de</strong> Akhenatón y hubiera sido faraón antes que él<br />
si la perfidia efe Tii no hubiese podido más que el amor <strong>de</strong> mi madre.<br />
Miraba fijamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y me parecía compren<strong>de</strong>r por qué había<br />
sido siempre tan solitario y extraño sobre la tierra, porque la sangre real<br />
es siempre solitaria entre los hombres. Pero los mimos <strong>de</strong> Mehunefer me<br />
volvieron a la realidad y me dominé para soportar sus caricias y sus<br />
palabras que ahora me asustaban. Y le serví vino para que se embriagase<br />
y olvidase todo lo que me había contado. Pero el vino la excitaba todavía<br />
más y tuve que verterle jugo <strong>de</strong> adormi<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong> manera que quedó<br />
atontada y pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarazarme <strong>de</strong> ella.<br />
Cuando salí <strong>de</strong>l gineceo, la noche había cerrado ya y los servidores y<br />
los guardias me señalaban con el <strong>de</strong>do y se reían <strong>de</strong> mí, pero me parece<br />
que era porque mis pasos eran vacilantes y mis ropas estaban arrugadas.<br />
Merit me esperaba en casa, inquieta y turbada, para tener noticias <strong>de</strong> la<br />
muerte <strong>de</strong> Tii, y al verme se llevó la mano a la boca y Muti hizo igual y<br />
cambiaron una mirada.<br />
Y <strong>de</strong>spués Muti le dijo a Merit con tono agrio:<br />
-¿No te he dicho mil veces que todos los hombres son iguales y que no<br />
hay que fiarse <strong>de</strong> ellos?<br />
Pero yo estaba cansado y quería quedarme solo con mis<br />
pensamientos, y por esto les dije con impaciencia:<br />
-La jornada ha sido penosa y me río <strong>de</strong> vuestras observaciones.<br />
Entonces los ojos <strong>de</strong> Merit se endurecieron y su rostro se ensombreció <strong>de</strong><br />
cólera, y me tendió un espejo <strong>de</strong> plata, diciéndome:<br />
-Mírate, Sinuhé; no te he prohibido nunca divertirte con otras<br />
mujeres, pero <strong>de</strong>berías hacerlo sin que yo me entere para no ofen<strong>de</strong>r mi<br />
corazón. No pue<strong>de</strong>s preten<strong>de</strong>r que estuvieses solitario y triste al salir <strong>de</strong><br />
esta casa hoy.<br />
Me miré en el espejo y quedé asustado, porque mi rostro estaba<br />
embadurnado con la pintura <strong>de</strong> Mehunefer y sus labios habían <strong>de</strong>jado<br />
rastros rojos en mis rodillas, mi nuca y mi cuello. Para ocultar su fealdad<br />
y sus arrugas se había pintado el rostro con una capa tan espesa que<br />
parecía el revoque <strong>de</strong> una pared y cada vez que había bebido se había<br />
vuelto a poner rojo en los labios. Por esto mi rostro estaba lleno <strong>de</strong> rayas<br />
rojas como el <strong>de</strong> un enfermo y sentí vergüenza y me limpié rápidamente,<br />
mientras Merit sostenía implacable el espejo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos.<br />
Una vez lavado con aceite, dije en tono <strong>de</strong> arrepentimiento:<br />
-Te equivocas en tus suposiciones, Merit querida, te lo voy a explicar.<br />
Pero ella me miró fríamente y dijo:
-No necesito tus explicaciones, Sinuhé, y no quiero que mancilles tu<br />
boca con embustes a causa <strong>de</strong> mí, porque en este asunto es imposible<br />
equivocarse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberte visto. No pensabas sin duda que velaba<br />
esperándote, porque no te has lavado siquiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tu orgía. ¿O<br />
acaso quisieras vanagloriarte <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí <strong>de</strong> tus conquistas y<br />
mostrarme que las damas <strong>de</strong>l palacio dorado son flexibles como los<br />
juncos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti? ¿O es que te has embriagado simplemente como un<br />
cerdo hasta el punto <strong>de</strong> que no ves cuán in<strong>de</strong>cente es tu conducta?<br />
Me costó mucho trabajo calmarla y Muti se echó a llorar y se retiró a<br />
su cocina con un <strong>de</strong>sprecio redoblado hacia todos los hombres. A <strong>de</strong>cir<br />
verdad me fue más difícil calmar a Merit que <strong>de</strong>sembarazarme <strong>de</strong><br />
Mehunefer, <strong>de</strong> manera que al final maldije a todas las mujeres y dije:<br />
-Merit, me conoces mejor que nadie y podrías tener confianza en mí.<br />
Créeme, pues si quisiera podría explicártelo todo y me compren<strong>de</strong>rías,<br />
pero el secreto no es mío, sino <strong>de</strong>l palacio dorado, y por esto es mejor<br />
para ti ignorarlo.<br />
Pero su lengua era más acerada que un aguijón <strong>de</strong> avispa y dijo:<br />
-Creía conocerte, Sinuhé, pero ahora me doy cuenta <strong>de</strong> que tu<br />
corazón oculta unos abismos <strong>de</strong> los que no me daba cuenta. Pero tienes<br />
seguramente razón al respetar el honor <strong>de</strong> una dama y no quiero<br />
arrancarte secretos. Por mí eres libre <strong>de</strong> ir y venir a tu antojo, y doy<br />
gracias a los dioses por haber sabido salvaguardar mi libertad<br />
negándome a romper una jarra contigo aún cuando me lo hubieses<br />
propuesto en serio. ¡Ah, Sinuhé, cuán estúpida he sido en dar crédito a<br />
tus palabras falaces! Porque a tu modo seguramente has murmurado a<br />
unas lindas orejas otras parecidas. Por esto quisiera estar muerta.<br />
Quise acariciarla para que se calmase, pero dio un salto y dijo:<br />
-No me toques, Sinuhé, porque estás seguramente cansado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
esta noche sobre las mullidas alfombras <strong>de</strong>l palacio dorado. No dudo que<br />
son más mullidas que mi alfombrilla y que se encuentran en ellas<br />
mujeres más jóvenes y más bellas que yo.<br />
Así hablaba, clavándome en el corazón dardos inflamados que me<br />
enloquecían. Sólo entonces me <strong>de</strong>jó en paz y salió, negándose a que la<br />
acompañase. Su marcha me hubiera afectado todavía más vivamente si<br />
mi espíritu no estuviese en ebullición y no hubiera preferido quedarme<br />
solo con mis i<strong>de</strong>as. Por esto la <strong>de</strong>jé marchar y me parece que se quedó<br />
muy sorprendida.<br />
Velé toda la noche rumiando mis pensamientos, y estos pensamientos<br />
eran cada vez más lejanos y fríos, a medida que la acción <strong>de</strong>l vino se<br />
disipaba y el frío se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> mis miembros porque no tenía a nadie<br />
para calentármelos. Escuchaba el agua correr lentamente por la clepsidra<br />
y no se paraba, y el tiempo pasaba para mí sin fin mientras me sentía<br />
alejado <strong>de</strong> todo. Y le <strong>de</strong>cía a mi corazón:
«Yo, Sinuhé, soy lo que mis actos han hecho <strong>de</strong> mí y todo lo <strong>de</strong>más es<br />
vano. Yo, Sinuhé, he precipitado a mis padres adoptivos a una muerte<br />
prematura a causa <strong>de</strong> una mujer cruel. Yo, Sinuhé, conservo todavía una<br />
cinta <strong>de</strong> plata <strong>de</strong> Minea, mi hermana. Yo, Sinuhé he visto al Minotauro<br />
muerto en el mar y a mi adorada <strong>de</strong>vorada por los cangrejos. ¡Qué me<br />
importa mi sangre si todo esto estaba ya escrito en las estrellas mucho<br />
antes <strong>de</strong> mi nacimiento y estaba <strong>de</strong>stinado a ser un forastero en este<br />
mundo! Por esto la paz <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte no fue para mí sino<br />
un espejismo dorado y necesitaba este terrible conocimiento para<br />
arrancar mi corazón <strong>de</strong> su letargo y saber que seré para siempre<br />
solitario.»<br />
Pero al levantarse muy amarillo el sol <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong>l Este<br />
disipó en un instante todas las sombras nocturnas, y el corazón humano<br />
es tan extraño que me reí amargamente <strong>de</strong> mis quimeras. Porque cada<br />
noche eran muchos los chiquillos que bajaban por el río en cestas <strong>de</strong><br />
caña sujetas con nudos <strong>de</strong> pajarero. Y si mi tez era <strong>de</strong> color <strong>de</strong> humo, era<br />
sobre todo porque los médicos trabajan con preferencia <strong>de</strong> noche y su<br />
piel pali<strong>de</strong>ce. No, a la claridad <strong>de</strong>l día no encuentro ninguna prueba<br />
formal <strong>de</strong> mi nacimiento.<br />
Me lavé y vestí y Muti me sirvió cerveza y pescado salado, con los ojos<br />
enrojecidos por las lágrimas y llenos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio hacia mí, porque era<br />
un hombre. Me hice llevar a la Casa <strong>de</strong> la Vida, y examiné a los enfermos,<br />
pero no encontré uno solo a quien pudiese trepanar. Salí <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la<br />
Vida y pasé por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l gran templo <strong>de</strong>sierto, en cuyo tejado<br />
graznaban gran<strong>de</strong>s cuervos.<br />
Pero una golondrina voló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí hacia el templo <strong>de</strong> Atón y la<br />
seguí, y en el templo los sacerdotes cantaban los himnos <strong>de</strong> Atón y le<br />
ofrecían incienso, frutos y trigo. El templo no estaba vacío, sino que<br />
había mucha gente que escuchaba los himnos y levantaba la mano para<br />
alabar a Atón y los sacerdotes les enseñaban la verdad <strong>de</strong>l faraón. Pero<br />
esto no significaba gran cosa, porque Tebas era una ciudad muy poblada<br />
y la curiosidad atrae a la gente a todas partes. Yo miré las imágenes<br />
grabadas sobre las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l templo, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> diez columnas<br />
el faraón me contemplaba con su mirada espantosa <strong>de</strong> pasión. Esta<br />
imagen había sido esculpida según las reglas <strong>de</strong>l arte mo<strong>de</strong>rno, y vi al<br />
faraón Amenophis sentado en su trono dorado, viejo y enfermo, con la<br />
cabeza inclinada bajo el peso <strong>de</strong> las coronas, y la reina Tii sentada a su<br />
lado. Encontré también todas las imágenes <strong>de</strong> la familia real y me <strong>de</strong>tuve<br />
largamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la <strong>de</strong> Tadu-Hepa <strong>de</strong> Mitanni sacrificando a los<br />
dioses <strong>de</strong> Egipto, pero la inscripción primitiva había sido borrada a<br />
martillazos y la nueva afirmaba que sacrificaba a Atón, pese a que no se<br />
le honrase todavía en Tebas en sus tiempos.
Esta imagen había sido esculpida según el estilo antiguo y la princesa<br />
era una bella muchacha, con un peinado real; sus miembros eran<br />
graciosos y frágiles y su rostro elegante y racial. Yo contemplé aquella<br />
imagen largo rato y una golondrina pasó volando por encima <strong>de</strong> mi<br />
cabeza lanzando gritos <strong>de</strong> alegría, pero una emoción terrible se apo<strong>de</strong>ró<br />
<strong>de</strong> mi espíritu fatigado por los pensamientos <strong>de</strong> la noche anterior y bajé<br />
la cabeza y lloré por la suerte <strong>de</strong> aquella pobre princesa solitaria venida<br />
<strong>de</strong> su lejano país. Al comparar con ella mi cabeza calva y mi cuerpo obeso<br />
por el exceso <strong>de</strong> comida en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y mi rostro arrugado,<br />
no podía creerme su hijo; pero a pesar <strong>de</strong> todo, una emoción inmensa<br />
hacía acudir las lágrimas a los ojos mientras pensaba en su vida solitaria<br />
en el palacio dorado, y la golondrina seguía revoloteando por encima <strong>de</strong><br />
mí. Evoqué las bellas casas <strong>de</strong> Mitanni y sus habitantes melancólicos,<br />
evoqué también los caminos polvorientos <strong>de</strong> Babilonia y sus eras <strong>de</strong><br />
arcilla, y sentía que mi juventud había huido hacia lo inaccesible y mi<br />
virilidad había naufragado en el fango y el agua estancada <strong>de</strong> la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte.<br />
Así pasó el día, vino la noche y regresé al puerto y entré en «La Cola<br />
<strong>de</strong> Cocodrilo» para reconciliarme con Merit. Pero ella me acogió<br />
fríamente y me trató como un forastero y me ofreció <strong>de</strong> comer sin<br />
hablarme. Y <strong>de</strong>spués me dijo:<br />
-¿Has vuelto a ver a tu amante?<br />
Respondí malhumorado que no había ido a ver mujeres, sino que<br />
había practicado mi arte en la Casa <strong>de</strong> la Vida e ido <strong>de</strong> allí al templo <strong>de</strong><br />
Atón. Para mostrarle bien mi contrariedad le expuse <strong>de</strong>talladamente<br />
todo lo que había hecho durante la jornada, pero ella me observó<br />
durante todo el tiempo con una sonrisa <strong>de</strong> mofa. Cuando hube<br />
terminado, dijo:<br />
-Ya me imaginaba que no habías corrido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las mujeres, porque<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tus hazañas <strong>de</strong> anoche eres incapaz, con lo gordo y calvo que<br />
eres. Pero tu amante ha venido a buscarte aquí y la he mandado a la Casa<br />
<strong>de</strong> la Vida.<br />
Me levanté bruscamente y mi asiento se cayó al suelo, y grité:<br />
-¿Qué quieres <strong>de</strong>cir, mujer insensata?<br />
Merit se arregló el cabello, sonrió maliciosamente y dijo:<br />
-En verdad te digo que tu amante ha venido aquí a buscarte; iba<br />
vestida como una novia, llevaba joyas e iba pintada como una mona y<br />
apestaba a hierbas aromáticas. Ha <strong>de</strong>jado una carta para ti, y te ruego<br />
que le digas que no vuelva por aquí porque ésta es una taberna<br />
respetable y ella parece la dueña <strong>de</strong> una casa <strong>de</strong> lenocinio.<br />
Me tendió una carta que no estaba cerrada y la abrí temblando.<br />
Cuando la hube leído, la sangre me subió a mi cabeza y mi corazón<br />
palpitó.
He aquí lo que escribía Mehunefer:<br />
Al médico Sinuhé, el saludo <strong>de</strong> Mehunefer, hermana <strong>de</strong> su corazón,<br />
guardiana <strong>de</strong> las agujas <strong>de</strong> la casa dorada <strong>de</strong>l faraón. Mi adorado torito,<br />
mi pichón <strong>de</strong>licioso, Sinuhé. Me he <strong>de</strong>spertado sola sobre mi alfombra,<br />
con la cabeza enferma, pero mi corazón estaba más enfermo que mi<br />
cabeza, porque mi alfombra estaba <strong>de</strong>sierta y no estabas a mi lado y no<br />
sentía el perfume <strong>de</strong>l ungüento <strong>de</strong> tus manos. ¡Por qué no seré yo el<br />
<strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> tu cintura, un ungüento sobre tus cabellos, el vino <strong>de</strong> tu<br />
boca:, Sinuhé! Me hago llevar <strong>de</strong> una casa a otra para encontrarte y no<br />
renunciaré hasta haberlo conseguido, porque mi cuerpo está lleno <strong>de</strong><br />
hormigas cuando pienso en ti, y tus ojos son <strong>de</strong>liciosos a mis ojos. Y no<br />
tienes que privarte <strong>de</strong> venir a mi casa, pese a que seas tímido, como sé,<br />
porque en el palacio dorado todo el mundo conoce ya mi secreto y la<br />
servidumbre te mirará por entre <strong>de</strong>dos. Ven hacia mí en cuanto recibas<br />
esta carta, ven con las alas <strong>de</strong>l pájaro, porque mi corazón tiene necesidad<br />
<strong>de</strong> ti. Si no acu<strong>de</strong>s a mí, yo volaré hacia ti más rápida que el pájaro.<br />
Mehunefer, la que es hermana <strong>de</strong> tu corazón, te saluda.<br />
Leí varias veces la espantosa misiva sin osar mirar a Merit, que acabó<br />
arrancándomela <strong>de</strong> las manos y rompió el palo a que iba sujeta, y la<br />
rasgó y la pisoteó diciendo:<br />
-Podría en cierto modo compren<strong>de</strong>rte si fuese joven y bella, pero es<br />
vieja y arrugada y más fea que un saco aunque se pinte como el revoque<br />
<strong>de</strong> un muro. No comprendo tu gusto, Sinuhé, a menos que el resplandor<br />
<strong>de</strong> la casa dorada te haya cegado hasta el punto <strong>de</strong> que lo veas todo <strong>de</strong><br />
través. Tu conducta te pondrá en ridículo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todo Tebas, y a mí<br />
contigo.<br />
Yo me <strong>de</strong>sgarré las vestiduras, me arañé el pecho y grité:<br />
-Merit, he cometido una solemne tontería, pero tenía mis motivos y<br />
no pensaba que el castigo fuese tan terrible. En verdad te digo, Merit,<br />
que man<strong>de</strong>s a buscar a mis remeros y que icen las velas, porque <strong>de</strong>bo<br />
huir. Si no, esta horrible vieja querrá acostarse conmigo, y no puedo<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme contra ella, puesto que escribe que volará más rápida que un<br />
pájaro, y la creo.<br />
Merit vio mi pena y <strong>de</strong>sesperación, y creo que al final quedó<br />
convencida <strong>de</strong> mi inocencia, porque bruscamente se echó a reír y su risa<br />
era cordial, y, riéndose todavía, me dijo:<br />
-Esto te enseñará a ser más pru<strong>de</strong>nte con las mujeres, Sinuhé; porque<br />
nosotras las mujeres somos unos vasos <strong>de</strong> frágil cristal y sé yo misma<br />
cuán hechicero eres, mi querido Sinuhé. -Se burlaba cruelmente <strong>de</strong> mí, y<br />
afectando humildad, dijo-: Imagino que esta mujer te gusta más que yo<br />
sobre la alfombra; tiene dos veces mi edad y ha tenido tiempo <strong>de</strong>
<strong>de</strong>sarrollar su talento amoroso, <strong>de</strong> manera que no podría rivalizar con<br />
ella, y por esto pienso que me vas a abandonar fríamente.<br />
Mi tormento era tan gran<strong>de</strong> que me llevé a Merit a la casa <strong>de</strong>l<br />
fundidor y se lo conté todo. Le revelé el secreto <strong>de</strong> mi nacimiento y le<br />
repetí todo lo que había sabido por Mehunefer, y le dije también por qué<br />
me negaba a creer que mi nacimiento tuviese relación alguna con el<br />
palacio dorado y la princesa <strong>de</strong> Mitanni. Al escucharme se puso seria y<br />
no se rió ya. Miraba a lo lejos, y en el fondo <strong>de</strong> sus ojos parecía<br />
acumularse el dolor; al fin me tocó el hombro y me dijo:<br />
-Ahora comprendo muchas cosas, Sinuhé, y comprendo por qué tu<br />
soledad me ha hablado sin palabras cuando te vi por primera vez, y por<br />
qué me he sentido débil al mirarte. También yo tengo un secreto y estos<br />
días he estado tentada <strong>de</strong> contártelo, pero ahora doy gracias a los dioses<br />
por no habértelo revelado, porque los secretos son pesados <strong>de</strong> llevar y<br />
peligrosos, y por esto vale más llevarlos uno solo que confiarlos a<br />
alguien. Y, sin embargo, estoy contenta <strong>de</strong> que me lo hayas contado todo.<br />
Pero, como dices muy bien, es más pru<strong>de</strong>nte no cansar el corazón<br />
pensando en lo que quizá no ha existido nunca, y olvidarlo todo, como si<br />
fuese un sueño, y también yo lo olvidaré.<br />
Mi curiosidad se había <strong>de</strong>spertado y le pedí que me revelase su<br />
secreto, pero ella no quiso revelármelo y tocó mi mejilla con sus manos,<br />
ro<strong>de</strong>ó mi cuello con sus brazos y lloró un poco. Y <strong>de</strong>spués dijo:<br />
-Si no te mueves <strong>de</strong> Tebas no podrás <strong>de</strong>sembarazarte <strong>de</strong> esta mujer, te<br />
perseguirá con encarnizamiento y tu vida será insoportable, porque<br />
conozco esta clase <strong>de</strong> mujeres y sé que pue<strong>de</strong>n ser terribles. Has hecho<br />
mal en halagarla <strong>de</strong>masiado hábilmente. Vas a regresar, pues, a la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, porque has hecho ya las trepanaciones necesarias<br />
y nada te retiene aquí. Pero antes <strong>de</strong> marcharte tienes que escribirle una<br />
carta conjurándola a que te <strong>de</strong>je en paz; en otro caso, te seguirá para<br />
romper una jarra contigo y serás incapaz <strong>de</strong> resistirla, y no te <strong>de</strong>seo tal<br />
suerte.<br />
Su consejo era bueno y encargué a Muti que embalase mis efectos y<br />
arrollase las alfombrillas y mandé un esclavo a buscar a mis remeros en<br />
las tabernas <strong>de</strong> cerveza y en las casas <strong>de</strong> placer. Y, entretanto, escribí una<br />
carta a Mehunefer, y escribí cortésmente, porque no quería ofen<strong>de</strong>rla:<br />
El trepanador real Sinuhé saluda a Mehunefer, guardiana <strong>de</strong> las<br />
agujas <strong>de</strong> la casa dorada <strong>de</strong>l faraón <strong>de</strong> Tebas. Amiga mía, lamento<br />
profundamente que mi ardor te haya dado una falsa imagen <strong>de</strong> mi<br />
corazón, porque no puedo volver a verte nunca más, ya que este<br />
encuentro podría inducirme a ciertos pecados y mi corazón está ligado<br />
ya. Por esto me voy <strong>de</strong> viaje y no te veré nunca más; espero que<br />
guardarás <strong>de</strong> mí el recuerdo <strong>de</strong> un amigo y con esta carta te mando una
jarra <strong>de</strong> una bebida llamada cola <strong>de</strong> cocodrilo, que espero mitigará tu<br />
dolor, pese a que puedo asegurarte que no tienes que preocuparte por<br />
mí, porque soy viejo, cansado y lacio e incapaz <strong>de</strong> alegrar a una mujer<br />
como tú. Soy feliz pudiendo <strong>de</strong> esta forma evitarnos a los dos el pecado, y<br />
cuento no volver a verte nunca más. Es lo que <strong>de</strong>sea ardientemente tu<br />
amigo Sinuhé, médico real.<br />
Merit leyó esta carta y dijo, moviendo la cabeza, que el tono era<br />
<strong>de</strong>masiado cortés. A su modo <strong>de</strong> ver hubiera <strong>de</strong>bido escribir más<br />
categóricamente diciéndole que Mehunefer era a mis ojos una mujer<br />
vieja y fea y que huía para escapar a sus asiduida<strong>de</strong>s. Pero yo no podía<br />
escribir a una mujer <strong>de</strong> esta forma, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong><br />
discusión, Merit me permitió doblar la carta y cerrarla, pese a que seguía<br />
moviendo la cabeza. Mandé un esclavo con ella y cogió también una jarra<br />
<strong>de</strong> cola <strong>de</strong> cocodrilo que a mi juicio <strong>de</strong>bía asegurarme la tranquilidad<br />
aquella noche por lo menos.<br />
Así fue como me creí liberado <strong>de</strong> Mehunefer y lancé un suspiro <strong>de</strong><br />
tranquilidad.<br />
Había estado tan absorbido por mi angustia que había olvidado<br />
completamente a Merit, pero una vez expedida la carta, mientras Muti<br />
embalaba mis efectos y mis cajas, miré a Merit y una melancolía<br />
in<strong>de</strong>cible se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mi corazón ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que por mi estupi<strong>de</strong>z<br />
iba a per<strong>de</strong>rla, cuando hubiera podido perfectamente quedarme todavía<br />
en Tebas. Merit estaba pensativa también y súbitamente me dijo:<br />
-¿Te gustan los chiquillos, Sinuhé? -Esta pregunta me embarazó;<br />
Merit me miraba tristemente a los ojos y sonriendo me dijo-: No te<br />
asustes, Sinuhé, no tengo la intención <strong>de</strong> darte hijos. Pero tengo una<br />
amiga que tiene un hijo <strong>de</strong> cuatro años y dice a menudo que su hijo<br />
quisiera navegar por el río y ver los prados ver<strong>de</strong>s y los campos<br />
ondulantes y los pájaros acuáticos y el ganado en lugar <strong>de</strong> las calles<br />
polvorientas <strong>de</strong> Tebas con sus perros y sus gatos.<br />
Yo tuve miedo y dije:<br />
-¿No vas a pensar que me voy a llevar a bordo al retoño <strong>de</strong> una <strong>de</strong> tus<br />
amigas para que mi tranquilidad <strong>de</strong>saparezca y durante todo el viaje<br />
tenga que velar para que no caiga al agua o se haga arrancar una mano<br />
por un cocodrilo?<br />
Merit me miró sonriendo, pero el dolor ensombreció su mirada, y<br />
dijo:<br />
-No quisiera causarte molestias, pero un viaje por el río le haría<br />
mucho bien a este chiquillo que yo misma llevé a la circuncisión, <strong>de</strong><br />
manera que, como compren<strong>de</strong>rás, tengo <strong>de</strong>beres acerca <strong>de</strong> él.<br />
Naturalmente, le acompañaría en el barco para vigilarlo, y así tendría un
motivo para acompañarte, pero no quiero hacer nada contra tu voluntad,<br />
<strong>de</strong> manera que no hablemos más <strong>de</strong> este proyecto.<br />
Al oír estas palabras lancé un grito <strong>de</strong> júbilo, batí palmas sobre mi<br />
cabeza y exclamé:<br />
-En este caso pue<strong>de</strong>s traer contigo todos los chiquillos <strong>de</strong> las escuelas<br />
<strong>de</strong>l templo. En verdad que hoy es un día <strong>de</strong> júbilo para mí, y era lo<br />
suficiente idiota para no pensar que podías acompañarme a la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte. Y tu reputación no sufriría en nada por culpa mía, puesto<br />
que tendrás al chiquillo contigo.<br />
-Sí, Sinuhé -dijo con una sonrisa irritante, como hacen las mujeres<br />
cuando ven que un hombre no entien<strong>de</strong> algo-. Sí, mi reputación no<br />
sufrirá en nada, puesto que el chiquillo estará conmigo y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong><br />
mí. Tú lo has dicho. ¡Ah, qué tontos son los hombres! Pero te perdono.<br />
Nuestra marcha fue precipitada, pues temía a Mehunefer, y partimos<br />
al alba. Merit llevó al chiquillo dormido y bien envuelto y su madre no lo<br />
acompañó; sin embargo, hubiera querido ver a aquella mujer que había<br />
osado dar a su hijo el nombre <strong>de</strong> Thot, porque raras veces se atreve nadie<br />
a dar a un chiquillo el nombre <strong>de</strong> un dios. Thot es, a<strong>de</strong>más, el dios <strong>de</strong> la<br />
escritura y <strong>de</strong> todo saber humano y divino, <strong>de</strong> manera, que la <strong>de</strong>sfachatez<br />
<strong>de</strong> aquella mujer era más gran<strong>de</strong> todavía. Pero el chiquillo dormía sobre<br />
las rodillas <strong>de</strong> Merit sin experimentar el peso <strong>de</strong> su nombre, y no se<br />
<strong>de</strong>spertó hasta que los eternos guardianes <strong>de</strong> Tebas <strong>de</strong>saparecían en el<br />
horizonte y el sol doraba el agua <strong>de</strong>l río. Era un lindo chiquillo, sus rizos<br />
eran negros y sedosos y no me tenía miedo; le gustaba sentarse en mis<br />
rodillas y a mí me gustaba tenerlo, porque era tranquilo y no se <strong>de</strong>fendía<br />
y me miraba con ojos sombríos y pensativos, como si estuviese<br />
meditando en su cabecita todos los problemas <strong>de</strong>l saber. Yo me aficioné<br />
pronto a él a causa <strong>de</strong> su tranquilidad y le tejí pequeñas barcas <strong>de</strong> cañas y<br />
juncos y le <strong>de</strong>jaba jugar<br />
tranquilamente con mis instrumentos <strong>de</strong> médico y oler todas mis<br />
redomas, porque le gustaba mucho el olor.<br />
El chiquillo no nos molestó en lo más mínimo, ni se cayó al agua, ni se<br />
<strong>de</strong>jó mor<strong>de</strong>r una mano por un cocodrilo, ni rompió mis plumas <strong>de</strong> cañas,<br />
sino que nuestro viaje fue luminoso y feliz, porque estaba en compañía<br />
<strong>de</strong> Merit y cada noche reposaba a mi lado mientras el chiquillo dormía<br />
no lejos <strong>de</strong> nosotros. El viaje fue feliz y hasta el último día <strong>de</strong> mi vida<br />
conservaré su recuerdo. En ciertos momentos mi corazón se henchía <strong>de</strong><br />
felicidad, como un fruto que rezuma jugo, y yo le <strong>de</strong>cía a Merit:<br />
-Merit, amada mía, rompamos una jarra a fin <strong>de</strong> vivir siempre juntos<br />
y quizá me darás un hijo que se parecerá a este Thot. En verdad, jamás<br />
hasta ahora había <strong>de</strong>seado tener un hijo, pero mi juventud ha pasado y<br />
mi sangre ha perdido su ardor, y al ver a Thot he sentido <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> tener<br />
un hijo contigo, Merit.
-Sinuhé, no digas tonterías, pues ya sabes que nací en una taberna y<br />
quizá no puedo tener ya hijos. Quizá sea mejor también para ti, que<br />
llevas tu <strong>de</strong>stino en tu corazón, permanecer solo sin estar ligado a una<br />
mujer y un chiquillo, porque esto es lo que he leído en tus ojos el día que<br />
nos encontramos. No, Sinuhé, no me hables así, porque tus palabras me<br />
<strong>de</strong>bilitan y siento <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> llorar, y no quisiera llorar ahora que la<br />
felicidad me ro<strong>de</strong>a. También yo quiero mucho a este chiquillo y<br />
tendremos todavía muchos días <strong>de</strong> plena felicidad sobre el río.<br />
Imaginemos, pues, que hemos roto juntos una jarra y que somos marido<br />
y mujer y que este chiquillo es nuestro hijo. Yo le enseñaré a llamarnos<br />
padre y madre, porque es todavía muy pequeño y olvidará pronto y no le<br />
hará ningún daño. Así robaremos a los dioses una joven vida que será<br />
nuestra durante estas jornadas. ¡Qué ninguna preocupación<br />
ensombrezca nuestra alegría!<br />
Así arrojé <strong>de</strong> mi espíritu todos los malos pensamientos y cerré los ojos<br />
ante la miseria <strong>de</strong> Egipto y la gente hambrienta <strong>de</strong> los pueblecillos <strong>de</strong> la<br />
ribera, y vivía día tras día a medida que iban transcurriendo, a medida<br />
que íbamos bajando por el río. El pequeño Thot pasaba sus brazos<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mi cuello y ponía sus mejillas junto a la mía y me <strong>de</strong>cía:<br />
«Padre», y su frágil cuerpo era <strong>de</strong>licioso a mis rodillas. Cada noche<br />
sentía sobre mi cuello los cabellos <strong>de</strong> Merit y sujetaba mis manos con las<br />
suyas, respirando contra mi mejilla, y siendo mi amiga ninguna pesadilla<br />
turbaba mi sueño. Así pasaron aquellos días, rápidos como un sueño, y<br />
no existieron ya. No quiero hablar más <strong>de</strong> ellos, porque el recuerdo me<br />
abrasa la garganta y mis lágrimas manchan lo que escribo. El hombre no<br />
<strong>de</strong>bería ser nunca <strong>de</strong>masiado dichoso.<br />
Así llegué <strong>de</strong> nuevo a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, pero no era ya el mismo<br />
que a mi marcha, y vi la ciudad con ojos distintos; y las casas ligeras y <strong>de</strong><br />
alegres colores bajo el sol radiante me hicieron el efecto <strong>de</strong> una burbuja<br />
frágil o un espejismo pasajero. Y la verdad no vivía. en la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte, vivía en otra parte, y esta verdad era el hambre, la miseria, el<br />
sufrimiento y el crimen. Merit y Thot regresaron a Tebas llevándose mi<br />
corazón. Por esto veía <strong>de</strong> nuevo todas las cosas con los ojos fríos y sin<br />
velo engañador, y todo lo que veía era malo.<br />
Pero pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi llegada la verdad penetró en la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte y el faraón tuvo que acogerla en la terraza <strong>de</strong> su palacio y<br />
mirarla cara a cara. En efecto, Horemheb había enviado a Menfis a una<br />
banda <strong>de</strong> fugitivos <strong>de</strong> Siria, con todo el esplendor <strong>de</strong> su miseria, para<br />
hablar al faraón, y creo que les había recomendado exagerar todavía más<br />
sus sufrimientos, <strong>de</strong> manera que su llegada causó sensación y los nobles<br />
enfermaron <strong>de</strong> miedo y se encerraron en sus casas y los guardias<br />
prohibieron a los fugitivos el acceso al palacio dorado. Pero lanzaron
gritos y arrojaron piedras contra los muros <strong>de</strong>l palacio, <strong>de</strong> manera que el<br />
faraón acabó oyéndolos y los hizo entrar inmediatamente en el patio.<br />
Y dijeron:<br />
-Escucha <strong>de</strong> nuestras bocas torturadas los gritos <strong>de</strong> dolor <strong>de</strong> los<br />
pueblos, porque el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi no es más que un fantasma<br />
que vacila en el bor<strong>de</strong> la tumba; y el estruendo <strong>de</strong> los arietes y el horror<br />
<strong>de</strong> los incendios, la sangre <strong>de</strong> todos los que tuvieron confianza en ti y<br />
pusieron su esperanza en ti corre hoy por todas las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Siria.<br />
Y levantaban los muñones <strong>de</strong> los brazos amputados hacia la terraza<br />
<strong>de</strong>l faraón y <strong>de</strong>cían:<br />
-¡Mira nuestros brazos, faraón Akhenaton! ¿Dón<strong>de</strong> están nuestras<br />
manos?<br />
Hicieron avanzar hombres con los ojos vaciados y ancianos con la<br />
lengua cortada que lanzaban aullidos enormes. Y añadieron:<br />
-No nos preguntes dón<strong>de</strong> están nuestras mujeres y nuestras hijas,<br />
porque su <strong>de</strong>stino es peor que la muerte entre las manos <strong>de</strong> los soldados<br />
<strong>de</strong> Aziru y <strong>de</strong> los hititas. Nos han vaciado los ojos y cortado las manos<br />
porque tenemos confianza en ti, faraón Akhenaton.<br />
Pero el faraón se tapó el rostro con las manos y tembló <strong>de</strong> miedo, y les<br />
habló <strong>de</strong> Atón.<br />
Y entonces se burlaron <strong>de</strong> él y lo injuriaron diciéndole:<br />
-Ya sabemos que has mandado una cruz <strong>de</strong> vida a nuestros enemigos.<br />
Han prendido esta cruz <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong> sus caballos y en Jerusalén han<br />
cortado los pies <strong>de</strong> tus sacerdotes y los han hecho bailar así en honor a tu<br />
dios. Entonces Akhenaton lanzó un grito terrible y el mal sagrado se<br />
apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> él y rodó por la terraza perdiendo el conocimiento. Los<br />
guardias, enloquecidos, quisieron rechazar a los fugitivos, pero ellos<br />
resistieron en su <strong>de</strong>sesperación y su sangre corrió sobre las losas <strong>de</strong>l<br />
palacio y sus cuerpos fueron arrojados al río. Nefertiti y Meriatón, la<br />
frágil Anksenatón y la pequeña Meketatón contemplaban este<br />
espectáculo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la terraza, y no lo olvidaron jamás, porque<br />
era la primera vez que veían las huellas <strong>de</strong> la sangre, la miseria y la<br />
muerte.<br />
Yo hice poner compresas frías al faraón y le di remedios calmantes y<br />
soporíficos; porque esta crisis era tan fuerte que tenía un <strong>de</strong>senlace fatal.<br />
El faraón se durmió, pero al <strong>de</strong>spertar, con el rostro <strong>de</strong>scompuesto y<br />
los ojos enrojecidos por el dolor <strong>de</strong> cabeza, me dijo:<br />
-Sinuhé, amigo mío, esto no pue<strong>de</strong> continuar así; Horemheb me ha<br />
dicho que conocías a Aziru. Ve a verle y<br />
cómprale la paz. Compra la paz para Egipto, aunque me cueste todo mi<br />
oro y aunque Egipto tenga que ser en a<strong>de</strong>lante un país pobre.<br />
Yo protesté vivamente diciendo:
-Faraón Akhenaton, manda tu oro a Horemheb; te comprará rápidamente<br />
la paz con las lanzas y los carros <strong>de</strong> guerra, y, así, Egipto no tendrá<br />
que sonrojarse <strong>de</strong> vergüenza.<br />
El se cogió la cabeza con las dos manos y dijo:<br />
-Por Atón, Sinuhé, ¿no compren<strong>de</strong>s que el odio suscita el odio, la<br />
venganza engendra la venganza y la sangre llama a la sangre? ¿De qué<br />
sirve a las víctimas vengar sus sufrimientos con los sufrimientos <strong>de</strong> otro?<br />
Lo que dices <strong>de</strong> la vergüenza no es más que un prejuicio. Por esto te<br />
or<strong>de</strong>no que vayas a encontrar a Aziru para comprar la paz.<br />
Traté <strong>de</strong> luchar contra esta manía, diciendo:<br />
-Faraón Akhenaton, me arrancarían los ojos y me cortarían la lengua<br />
antes <strong>de</strong> haber llegado a Aziru, que ha olvidado ya seguramente nuestra<br />
amistad, y no estoy acostumbrado a las fatigas <strong>de</strong> la guerra, porque<br />
<strong>de</strong>testo los combates. Mis miembros están fatigados y no puedo viajar<br />
rápidamente y no sé componer mis frases como la gente educada <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
su infancia para mentir, y así te pido que man<strong>de</strong>s a alguien en mi lugar.<br />
Pero él con obstinación dijo:<br />
-Ejecuta mis ór<strong>de</strong>nes; el faraón ha hablado.<br />
Yo había visto los fugitivos en el patio <strong>de</strong>l palacio, había visto sus<br />
bocas mutiladas y sus ojos vacíos y los muñones <strong>de</strong> sus brazos y no sentía<br />
el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> partir para Siria. Por esto <strong>de</strong>cidí irme a casa y fingir<br />
una enfermedad hasta que el faraón hubiese olvidado su capricho. Pero<br />
mi sirviente vino a mi encuentro y con aire sorprendido me dijo:<br />
-Felizmente has llegado, Sinuhé, dueño mío, porque acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong><br />
Tebas una barca trayendo una mujer llamada Mehunefer que dice ser tu<br />
amiga. Te espera en casa y va vestida como una novia y la casa entera<br />
está llena <strong>de</strong> su perfume.<br />
Di media vuelta y regresé a palacio y le dije al faraón:<br />
-Serás obe<strong>de</strong>cido. Salgo para Siria, pero que mi sangre caiga sobre tu<br />
cabeza. Quiero partir en seguida y, por consiguiente, manda a tus<br />
escribas que redacten todas las tablillas necesarias para establecer mi<br />
rango y mis po<strong>de</strong>res, porque Aziru tiene en alta estima las tablillas.<br />
Mientras los escribas trabajaban, me refugié en el taller <strong>de</strong> Thotmés,<br />
que era mi amigo, y no me rechazó. Estaba terminando la estatua <strong>de</strong><br />
Horemheb en gres pardo <strong>de</strong> estilo mo<strong>de</strong>rno, y estaba lleno <strong>de</strong> vida, pese<br />
a que a mi juicio Thotmés había exagerado un poco la potencia <strong>de</strong> los<br />
músculos y la anchura <strong>de</strong>l pecho, <strong>de</strong> manera que Horemheb tenía más el<br />
aspecto <strong>de</strong> un luchador que <strong>de</strong> un jefe real. Pero el arte nuevo tenía<br />
ten<strong>de</strong>ncia a exagerar todo lo que veían los ojos, incluso la fealdad, por<br />
respeto a la verdad, porque el arte antiguo había disimulado la fealdad<br />
humana para <strong>de</strong>stacar la parte bella, mientras el arte mo<strong>de</strong>rno, para ser<br />
fiel a la realidad, veía al hombre por el lado feo. No sé si es especialmente<br />
verídico acusar la fealdad <strong>de</strong>l hombre, pero Thotmés estaba convencido
<strong>de</strong> ello y no quise contra<strong>de</strong>cirlo, porque era mi amigo. Frotó la estatuta<br />
con una tela mojada para mostrarme cómo brillaba el gres en los<br />
músculos <strong>de</strong> Horemheb y cómo el color <strong>de</strong> la piedra respondía a la tez<br />
<strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>lo y me dijo:<br />
-Creo que te acompañaré hasta Hetnetsut con esta estatua, para velar<br />
porque la erijan en el templo en un lugar digno <strong>de</strong>l rango <strong>de</strong> Horemheb y<br />
<strong>de</strong> mi nombre <strong>de</strong> escultor. En verdad, te acompañaré, Sinuhé, y el viento<br />
<strong>de</strong>l río disipará en mi cabeza los vapores <strong>de</strong>l vino <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte, porque mis manos tiemblan al manejar el martillo y el cincel<br />
y la fiebre me roe el alma.<br />
Los escribas me entregaron las tablillas y el oro para el viaje con la<br />
bendición <strong>de</strong>l faraón, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho llevar la estatua <strong>de</strong><br />
Horemheb a la barca real, partimos sin más <strong>de</strong>mora. Pero yo había<br />
or<strong>de</strong>nado a mi servidor que dijese a Mehunefer que me había ido a Siria,<br />
don<strong>de</strong> había muerto en la guerra, lo cual no era <strong>de</strong>l todo mentira, porque<br />
estaba seguro <strong>de</strong> sucumbir <strong>de</strong> una muerte cruel. Le dije también que<br />
volviese a meter a Mehunefer en un barco que zarpase hacia Tebas,<br />
empleando la fuerza si era necesario. Porque le dije que si contra toda<br />
probabilidad volvía <strong>de</strong> Siria y encontraba a esta mujer en mi casa, haría<br />
azotar a todos mis servidores y esclavos antes <strong>de</strong> hacerles cortar la nariz<br />
y las orejas y mandarlos a las minas para el resto <strong>de</strong> sus días. Mi servidor<br />
vio en mi mirada que hablaba en serio y tuvo miedo, jurándome que<br />
sería obe<strong>de</strong>cido. Así embarqué con el corazón ligero acompañado <strong>de</strong><br />
Thotmés; y como estaba seguro <strong>de</strong> perecer en manos <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong><br />
Aziru y los hititas, no fuimos parcos en vino. Thotmés dijo también que<br />
no había que economizar el vino cuando se partía para la guerra, y <strong>de</strong>bía<br />
saberlo, pues había nacido en la casa <strong>de</strong> los soldados.<br />
Pero para narrar mi viaje a Siria y todo lo que ocurrió, <strong>de</strong>bo comenzar<br />
otro libro.<br />
LIBRO DUODÉCIMO<br />
LA CLEPSIDRA MIDE <strong>EL</strong> TIEMPO<br />
1
Así se realizó el voto emitido por Kaptah cuando le or<strong>de</strong>né que<br />
distribuyera el trigo entre los agricultores <strong>de</strong> Atón, pero mi sino era<br />
mucho más terrible que el suyo, porque no solamente tenía que<br />
renunciar a mi casa, a mi lecho y a mis comodida<strong>de</strong>s, sino que a causa<br />
<strong>de</strong>l faraón iba a exponerme a todos los horrores <strong>de</strong> la guerra. El hombre<br />
<strong>de</strong>bería reflexionar sobre los votos que emite en voz alta, porque los<br />
<strong>de</strong>seos así formulados tienen una enojosa ten<strong>de</strong>ncia a realizarse, y se<br />
realizan muy fácilmente si tien<strong>de</strong>n al mal <strong>de</strong> nuestro prójimo. Cuando se<br />
<strong>de</strong>sea algún mal a alguien, este <strong>de</strong>seo se realiza mucho más fácilmente<br />
que si se le <strong>de</strong>sea bien.<br />
Esto es lo que le <strong>de</strong>cía a Thotmés mientras <strong>de</strong>scendíamos por el río<br />
bebiendo vino. Pero Thotmés me hizo callar y comenzó a dibujar pájaros<br />
en pleno vuelo. Dibujó también mi retrato, pero sin favorecerme, y por<br />
esto le dirigí vivos reproches diciéndole que no era mi amigo, puesto que<br />
me representaba <strong>de</strong> aquella manera. Pero él dijo que un artista, cuando<br />
dibuja o pinta a alguien, no <strong>de</strong>be ser amigo <strong>de</strong> nadie, sino que <strong>de</strong>be<br />
obe<strong>de</strong>cer únicamente a su visión.<br />
Pronto llegamos a Hetnetsut, que es una pequeña población situada<br />
en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l río, tan pequeña, que los cor<strong>de</strong>ros circulan por las calles y<br />
el templo es <strong>de</strong> ladrillos. Las autorida<strong>de</strong>s nos acogieron con gran respeto<br />
y Thotmés erigió la estatua <strong>de</strong> Horemheb en un templo que había sido<br />
consagrado a Horus, pero que, ahora, estaba consagrado a Atón. Esto no<br />
turbaba en absoluto a los habitantes, que seguían adorando a Horus con<br />
su cabeza <strong>de</strong> halcón, pese a que la imagen <strong>de</strong>l dios hubiese sido quitada.<br />
Fueron muy felices al ver la estatua <strong>de</strong> Horemheb y supongo que no<br />
tardaron en asociarle la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Horus y llevarle ofrendas, porque Atón<br />
no tenía imagen y sólo contados habitantes <strong>de</strong> la población sabían leer.<br />
Así encontramos a los padres <strong>de</strong> Horemheb, que vivían en una casa <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado entre las más pobres <strong>de</strong> la villa. En su<br />
vanidad, Horemheb había hecho que les nombraran para <strong>de</strong>terminadas<br />
altas funciones honoríficas, como si hubiesen sido nobles, mientras<br />
habían ganado su vida apacentando rebaños y preparando queso. El<br />
padre era ahora guardasellos real y vigilaba las construcciones en<br />
diversas villas y poblados, y la madre era dama <strong>de</strong> la Corte y guardiana<br />
<strong>de</strong> las vacas reales, y, sin embargo, ni uno ni otro sabían escribir. Pero<br />
gracias a estos títulos, Horemheb podía preten<strong>de</strong>r <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> padres<br />
nobles y en ninguna parte <strong>de</strong> Egipto se podía poner en duda su alta<br />
estirpe.<br />
Tal era la vanidad <strong>de</strong> Horemheb.<br />
El viaje hasta Menfis fue pesado y yo permanecía echado sobre<br />
cubierta, mientras las oriflamas <strong>de</strong>l faraón flotaban sobre mi cabeza y yo<br />
veía los cañaverales <strong>de</strong>l río y los ána<strong>de</strong>s y me <strong>de</strong>cía: «¿Acaso todo esto
vale la pena <strong>de</strong> ser visto y vivido?» Y <strong>de</strong>cía también: «El sol es ardiente y<br />
las moscas pican y la alegría humana es mínima al lado <strong>de</strong> las penas. El<br />
ojo se cansa <strong>de</strong> ver, los ruidos y las vanas palabras fatigan el oído, y el<br />
corazón sueña <strong>de</strong>masiado para ser feliz.» Así calmaba mi corazón<br />
durante el viaje y comí los buenos platos preparados por el cocinero real<br />
y bebí vino, y al final la muerte no era más que un viejo amigo sin nada<br />
espantoso, mientras la vida era peor que la muerte, con todos sus<br />
tormentos, y la vida era como una ceniza caliente y la muerte como<br />
una onda fresca.<br />
Horemheb me recibió con todos los honores <strong>de</strong>bidos a mi rango <strong>de</strong><br />
enviado <strong>de</strong>l faraón y se inclinó profundamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, porque su<br />
palacio estaba atestado <strong>de</strong> dignatarios fugitivos <strong>de</strong> Siria y <strong>de</strong> nobles<br />
egipcios <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s sirias, y <strong>de</strong> enviados y representantes <strong>de</strong> países<br />
extranjeros que no habían tomado parte en la guerra, y en su presencia<br />
tenía que honrar al faraón en mi persona. Pero en cuanto estuvimos<br />
solos comenzó a azotarse las pantorrillas con su fusta y me preguntó con<br />
impaciencia:<br />
-¿Qué mal viento te trae por aquí como enviado <strong>de</strong>l faraón y qué maldito<br />
excremento ha soltado <strong>de</strong> nuevo su loco cerebro?<br />
Le expuse que tenía que ir a Siria y comprar a Aziru la paz a cualquier<br />
precio. Al oír mis palabras, Horemheb juró y lanzó maldiciones, y dijo:<br />
-Ya había temido que comprometiese todos mis planes, porque <strong>de</strong>bes<br />
saber que, gracias a mis medidas, Ghaza está todavía en nuestro po<strong>de</strong>r,<br />
<strong>de</strong> manera que Egipto posee todavía una cabeza <strong>de</strong> puente para las<br />
operaciones <strong>de</strong> Siria. Por medio <strong>de</strong> regalos y amenazas he conseguido<br />
que la flota cretense proteja nuestras comunicaciones con Ghaza, porque<br />
una unión siria potente e in<strong>de</strong>pendiente no es conforme a los intereses<br />
<strong>de</strong> Creta, sino que amenazaría su supremacía marítima. Debes saber que<br />
el propio Aziru tiene muchas dificulta<strong>de</strong>s para contener a sus propios<br />
aliados, y numerosas villas sirias se hacen la guerra <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
echado a los egipcios. A<strong>de</strong>más, los sirios que han perdido sus casas y sus<br />
bienes, sus mujeres, y sus hijos, han formado cuerpos francos, y <strong>de</strong><br />
Ghaza a Tanis estos cuerpos francos dominan el <strong>de</strong>sierto y combaten a<br />
las tropas <strong>de</strong> Aziru. Yo los he equipado con armas egipcias y muchos<br />
egipcios se han unido a ellos. Son, sobre todo, antiguos soldados,<br />
bandoleros y esclavos fugitivos y exponen sus vidas en el <strong>de</strong>sierto para<br />
formar una muralla <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Egipto. Claro es que hacen la guerra<br />
contra todo el mundo y viven a costa <strong>de</strong>l país don<strong>de</strong> se baten y <strong>de</strong>strozan<br />
toda vida en él, pero así está bien, porque causan más perjuicios a Siria<br />
que a Egipto, y por esto sigo proveyéndoles <strong>de</strong> armas y trigo. Pero lo<br />
esencial es que los hititas han atacado por fin Mitanni con todas sus<br />
fuerzas y han aniquilado su pueblo, <strong>de</strong> manera que este país no existe ya.<br />
Pero sus lanzas y sus carros están <strong>de</strong>tenidos en Mitanni, y Babilonia se
inquieta y equipa sus tropas para proteger sus fronteras, y los hititas no<br />
tienen tiempo <strong>de</strong> ayudar a Aziru. Es probable que Aziru, ahora que los<br />
hititas han conquistado Mitanni, comience a temerlos, porque no hay<br />
más protección entre su país y Siria. Por esto la paz que vas a ofrecer<br />
ahora a Aziru es el don más precioso que pue<strong>de</strong> esperar para consolidar<br />
su po<strong>de</strong>río y respirar un poco. Pero dame medio año más y compraré una<br />
paz honrosa con Siria, y con las flechas silbantes y el rugido <strong>de</strong> los carros<br />
<strong>de</strong> guerra forzaré a Aziru a temer los dioses <strong>de</strong> Egipto.<br />
Yo protesté y dije:<br />
-No pue<strong>de</strong>s hacer la guerra, Horemheb, porque el faraón lo ha<br />
prohibido y no te dará oro para ello.<br />
Pero Horemheb dijo:<br />
-Me meo en su oro. He pedido prestado por todas partes para equipar<br />
un ejército en Tanis. Verdad es que son tropas miserables y sus carros <strong>de</strong><br />
guerra son pesados y sus caballos cojean, pero los cuerpos francos<br />
pue<strong>de</strong>n formar la punta <strong>de</strong> la lanza que penetrará hasta el corazón <strong>de</strong><br />
Siria, y hasta Jerusalén y Megiddo bajo mis ór<strong>de</strong>nes. ¿No compren<strong>de</strong>s,<br />
Sinuhé, que he pedido prestado a todos los ricos <strong>de</strong> Egipto que se<br />
hinchan y engordan como ranas mientras el pueblo sufre y suspira bajo<br />
el peso <strong>de</strong> los impuestos? Les he pedido prestado oro y he fijado la suma<br />
que cada uno <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>be prestarme y me la han dado con gusto,<br />
porque les he prometido un cinco por ciento al año, y me río ya <strong>de</strong> ver<br />
sus caras si un día tienen el aplomo <strong>de</strong> reclamarme su oro o sus<br />
intereses, porque he obrado así para conservar Siria para Egipto, y<br />
precisamente los ricos se aprovecharán <strong>de</strong> ello, porque los ricos sacan<br />
siempre ventajas <strong>de</strong> las guerras, y lo curioso es que los ricos sacarían<br />
también un beneficio aunque perdiesen. Por esto no siento piedad por su<br />
oro.<br />
Horemheb se rió satisfecho y golpeándose las pantorrillas con su fusta<br />
dorada puso su mano sobre mi hombro y me llamó su amigo. Pero<br />
pronto recuperó la seriedad y dijo:<br />
-Por mi halcón, Sinuhé, ¿no vas a estropear todos mis planes yéndote<br />
a Siria a negociar la paz?<br />
Pero yo le expliqué que el faraón había hablado entregándome todas<br />
las tablillas necesarias para hacer la paz. Pero me alegraba saber, si<br />
Horemheb había dicho la verdad, que Aziru <strong>de</strong>seaba también hacer la<br />
paz, porque en este caso estaría dispuesto a ven<strong>de</strong>rla a un precio<br />
razonable.<br />
Pero Horemheb se excitó, volcó su silla y gritó:<br />
-En verdad que si compras la paz a Aziru para vergüenza <strong>de</strong> Egipto te<br />
<strong>de</strong>sollaré vivo y arrojaré tu cuerpo a los cocodrilos en cuanto regreses, a<br />
pesar <strong>de</strong> que seas mi amigo. Habla <strong>de</strong> Atón a Aziru y haz el imbécil y dile<br />
que en su bondad incomprensible el faraón está dispuesto a perdonarlo.
Verdad es que Aziru no te creerá, porque es astuto, pero rumiará sobre la<br />
cosa antes <strong>de</strong> volverte a mandar y te fatigará con sus regateos a lo sirio,<br />
tratando <strong>de</strong> darte gato por liebre. Pero guárdate mucho <strong>de</strong> rendirle<br />
Ghaza, y dile que el faraón no es responsable <strong>de</strong> los cuerpos francos ni <strong>de</strong><br />
los saqueos. Porque estos cuerpos francos no <strong>de</strong>pondrán las armas y<br />
harán sus necesida<strong>de</strong>s sobre las tablillas <strong>de</strong>l faraón.<br />
-Yo me ocuparé <strong>de</strong> ello.<br />
-Naturalmente, no tienes por qué <strong>de</strong>círselo a Aziru. Dile simplemente<br />
que los cuerpos francos están formados por hombres bondadosos y<br />
pacientes a quienes el dolor ha cegado, pero que, una vez restablecida la<br />
paz, cambiarán gustosamente sus lanzas por el cayado <strong>de</strong> pastor. Pero no<br />
abandones Ghaza o te <strong>de</strong>sollaré vivo. He necesitado mucho trabajo y<br />
mucho oro y espías antes <strong>de</strong> conseguir mis fines y entrar en Ghaza para<br />
mantener una puerta abierta con Egipto.<br />
Permanecí varios días en Menfis para discutir con Horemheb las<br />
condiciones <strong>de</strong> paz. Encontré allí al embajador <strong>de</strong> Creta y al <strong>de</strong><br />
Babilonia, así como a los nobles refugiados <strong>de</strong> Mitanni. Sus palabras me<br />
<strong>de</strong>jaron adivinar todo lo que había ocurrido y por primera vez sentí<br />
<strong>de</strong>spertarse mi ambición al darme cuenta <strong>de</strong> que podía <strong>de</strong>sempeñar un<br />
importante papel en una partida en la que estaban en juego los <strong>de</strong>stinos<br />
<strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s y los pueblos.<br />
Horemheb tenía razón; en aquellos momentos la paz era más<br />
ventajosa para Aziru que para Egipto, pero en la situación actual no sería<br />
más que una tregua, porque en cuanto Aziru hubiese consolidado su<br />
posición en Siria, se levantaría contra Egipto. Siria era, en efecto, la clave<br />
<strong>de</strong>l mundo, y Egipto no podía permitir para su seguridad que este país<br />
cayese en manos <strong>de</strong> un príncipe versátil, venal y hostil, una vez los hititas<br />
habían conquistado Mitanni. Todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> saber si los hititas, una<br />
vez su po<strong>de</strong>río consolidado en Mitanni, atacarían a Babilonia o, a través<br />
<strong>de</strong> Siria, a Egipto. El buen sentido <strong>de</strong>cía que llevarían su esfuerzo sobre<br />
el punto <strong>de</strong> menor resistencia y Babilonia se armaba ya, mientras Egipto<br />
era más débil y no tenía armas. El país <strong>de</strong> Khatti era ciertamente un<br />
aliado <strong>de</strong>sagradable, pero al enten<strong>de</strong>rse con los hititas, Aziru se<br />
aseguraba una aportación <strong>de</strong> fuerzas, mientras al aliarse con Egipto<br />
contra los hititas, iba a un <strong>de</strong>sastre cierto, puesto que bajo el reinado <strong>de</strong><br />
Akhenaton, Egipto no tenía nada que ofrecerle.<br />
Horemheb me dijo que encontraría a Aziru en algún lugar <strong>de</strong> Tanis y<br />
Ghaza, don<strong>de</strong> sus carros daban caza a los cuerpos francos. Me habló<br />
también <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> Simyra y me enumeró el número <strong>de</strong> casas<br />
incendiadas y los nombres <strong>de</strong> los nobles asesinados, lo cual suscitó mi<br />
viva sorpresa. Entonces me habló <strong>de</strong> los espías que penetraban en las<br />
ciuda<strong>de</strong>s sirias y seguían a las tropas <strong>de</strong> Aziru como tragadores <strong>de</strong> sables,<br />
prestidigitadores o charlatanes, o como ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> cerveza o
compradores <strong>de</strong> botín. Pero añadió que Aziru poseía también espías que<br />
llegaban hasta Menfis y seguían a los cuerpos francos como tragadores<br />
<strong>de</strong> sables, prestidigitadores o charlatanes, o bien ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> cerveza<br />
o compradores <strong>de</strong> esclavos. Aziru había alistado también a algunas<br />
vírgenes <strong>de</strong> Astarté, y estas espías eran peligrosas, porque al acostarse<br />
con los oficiales egipcios, les sonsacaban importantes informaciones,<br />
pero, felizmente para nosotros eran poco competentes en materias<br />
militares. Existían también espías que servían a la vez a Aziru y a<br />
Horemheb, y eran los más hábiles.<br />
Pero los refugiados y los oficiales <strong>de</strong> Horemheb me habían contado<br />
tantos horrores sobre los soldados <strong>de</strong> Amurrú y sobre los cuerpos<br />
francos, que en el momento <strong>de</strong> partir, mi corazón comenzó a temblar y<br />
mis rodillas se fundieron en agua. Y Horemheb me dijo:<br />
-Pue<strong>de</strong>s a tu antojo viajar por tierra o por mar. Si vas por mar, los<br />
navíos cretenses te protegerán quizás hasta Ghaza, pero es posible que<br />
huyan en cuanto vean <strong>de</strong> lejos los barcos <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> Sidón y Tiro. En<br />
este caso, tu navío será hundido si te <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>s y te ahogarías. Si te<br />
rin<strong>de</strong>s, serías hecho prisionero y con<strong>de</strong>nado a remar en los barcos sirios,<br />
don<strong>de</strong> perecerás bajo los latigazos y el ardor <strong>de</strong>l sol. Pero eres egipcio y<br />
noble, y por esto lo más probable es que te <strong>de</strong>suellen vivo y tu piel servirá<br />
para hacer sacos. No quisiera asustarte, y es posible que llegues sano y<br />
salvo a Ghaza, don<strong>de</strong> acaba <strong>de</strong> llegar un navío <strong>de</strong> armas, mientras un<br />
cargamento <strong>de</strong> trigo ha sido hundido por el camino. En cuanto a saber<br />
cómo forzarás el bloqueo <strong>de</strong> Ghaza para llegar a Aziru, lo ignoro<br />
completamente.<br />
-Sería quizá mejor que fuese por tierra -dije yo vacilando. Horemheb<br />
movió la cabeza y dijo:<br />
-Te daré alguna escolta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Tanis, algunos barcos y carros ligeros,<br />
Mas en cuanto hayas entrado en contacto con las tropas <strong>de</strong> Aziru, te<br />
abandonarán en el <strong>de</strong>sierto y escaparán a toda prisa. Pero es igualmente<br />
posible que los soldados <strong>de</strong> Aziru, al reconocerte como noble y egipcio, te<br />
empalen a la manera hitita y se orinen sobre tus tablillas <strong>de</strong> arcilla.<br />
También es posible que, a pesar <strong>de</strong> tu escolta, caigas en manos <strong>de</strong> los<br />
cuerpos francos, que te <strong>de</strong>svalijarán y te harán dar vueltas a las muelas<br />
<strong>de</strong> los molinos hasta que hayas ganado lo suficiente para pagar tu<br />
rescate, pero no aguantarás mucho tiempo este régimen, porque sus<br />
látigos están hechos con tiras <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> hipopótamo. Por otra parte,<br />
pue<strong>de</strong>n también reventarte la barriga a lanzazos y <strong>de</strong>jar que tu cuerpo se<br />
pudra en el <strong>de</strong>sierto, lo cual, al fin y al cabo, no es una muerte muy<br />
dolorosa.<br />
Ante estas palabras, mis temores aumentaron y temblé pese a que<br />
hiciese un calor estival. Y por esto dije:
-Deploro haber <strong>de</strong>jado mi escarabajo en manos <strong>de</strong> Kaptah, porque<br />
ahora me sería <strong>de</strong> una ayuda más eficaz que el Atón <strong>de</strong>l faraón, cuyo<br />
po<strong>de</strong>río no se extien<strong>de</strong> ahora a estas regiones malditas. Pero, en<br />
resumen, encontraré más rápidamente la muerte o a Aziru viajando por<br />
tierra con una escolta. Pero te conjuro, Horemheb, a que si alguna vez<br />
sabes que soy prisionero en alguna parte, me rescates en el acto sin mirar<br />
el precio, porque ya sabes que soy rico, más rico <strong>de</strong> lo que crees.<br />
Y Horemheb respondió:<br />
-Conozco tu fortuna, y te he pedido prestada también una fuerte suma<br />
<strong>de</strong> oro por mediación <strong>de</strong> Kaptah, como a los <strong>de</strong>más ricos, porque soy<br />
justo y equitativo y no quería privarte <strong>de</strong> este mérito. Pero, en nombre <strong>de</strong><br />
nuestra amistad, espero que no me reclamarás nunca este oro, porque<br />
nuestra amistad podría llegar a romperse. Parte, pues, Sinuhé, parte<br />
para Tanis y toma una escolta y penetra en el <strong>de</strong>sierto, don<strong>de</strong> mi halcón<br />
te protegerá tal vez, porque mi po<strong>de</strong>río no se extien<strong>de</strong> hasta allá. Si eres<br />
hecho prisionero te rescataré y si mueres serás vengado.<br />
Que esto sea un consuelo para ti en el momento en que una lanza te<br />
<strong>de</strong>sgarre el vientre.<br />
-Si te enteras <strong>de</strong> mi muerte -le dije-, no pierdas el tiempo<br />
vengándome. Mi cráneo roído por los cuervos no experimentaría ningún<br />
alivio al verme regado con sangre nueva. Pero saluda a la princesa<br />
Baketatón en mi nombre, porque es bella y <strong>de</strong>seable, aunque un poco<br />
altiva, y me ha interrogado sobre ti al lado <strong>de</strong>l lecho mortuorio <strong>de</strong> su<br />
madre.<br />
Después <strong>de</strong> haberle lanzado por encima <strong>de</strong>l hombro esta flecha<br />
envenenada, me marché un poco consolado y redacté mi testamento a<br />
favor <strong>de</strong> Kaptah, Merit y Horemheb. Este testamento fue <strong>de</strong>positado en<br />
los archivos reales <strong>de</strong> Menfis una vez hube tomado el barco para Tanis, y<br />
al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, en un fuerte abrasado por el sol, encontré a los<br />
soldados <strong>de</strong> Horemheb.<br />
Estaban bebiendo cerveza, maldiciendo su existencia, cazaban<br />
antílopes y volvían a beber cerveza. Sus cabañas eran sucias y<br />
pestilentes, y las más miserables mujeres, que no eran dignas siquiera <strong>de</strong><br />
los marineros <strong>de</strong> los puertos <strong>de</strong>l Bajo Egipto, amenizaban su existencia.<br />
Esperaban que Horemheb los llevase en breve a la guerra con Siria,<br />
porque incluso la muerte era preferible a aquella existencia monótona y<br />
putrefacta. Des<strong>de</strong> hacía años no se veían llegar ya caravanas, porque los<br />
cuerpos francos las pillaban y las saqueaban por el camino.<br />
Mientras la escolta se preparaba para la marcha, observé la vida <strong>de</strong> los<br />
soldados. Pronto comprendí el secreto <strong>de</strong> toda educación militar. En<br />
efecto, todo buen capitán impone a sus soldados una disciplina tan<br />
espantosa que los agota con maniobras durísimas que les hacen la vida<br />
tan insoportable que cualquier otra cosa, incluso la batalla y la muerte,
les parece preferible a la vida <strong>de</strong> cuartel. Pero lo más sorpren<strong>de</strong>nte es que<br />
los soldados no<br />
<strong>de</strong>testan a sus jefes por ello, al contrario, los admiran y los alaban y se<br />
jactan <strong>de</strong> todos los sufrimientos pasados y <strong>de</strong> las marcas <strong>de</strong> los golpes en<br />
sus espaldas.<br />
Según las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Horemheh, me prepararon una escolta <strong>de</strong> diez<br />
carros <strong>de</strong> guerra tirados por dos caballos cada uno, con un caballo <strong>de</strong><br />
reserva, y en el carro, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l cochero, iban un lacayo y un lancero.<br />
Al anunciarme su tropa, el jefe se inclinó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí con las manos a<br />
la altura <strong>de</strong> las rodillas y yo lo observé atentamente, porque iba a<br />
confiarle mi vida. Su <strong>de</strong>lantal estaba tan sucio como el <strong>de</strong> sus soldados, y<br />
el sol <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto le había ennegrecido el rostro; sólo una fusta trenzada<br />
<strong>de</strong> plata lo diferenciaba <strong>de</strong> sus soldados. A pesar <strong>de</strong> su apariencia, tuve<br />
más confianza en él <strong>de</strong> la que hubiera puesto en un oficial vestido con<br />
telas preciosas que hubiese hecho llevar un parasol sobre su cabeza.<br />
Olvidó todo respeto y se echó a reír cuando le hablé <strong>de</strong> una litera. Lo creí<br />
cuando me dijo que toda nuestra seguridad no <strong>de</strong>pendía más que <strong>de</strong><br />
nuestra rapi<strong>de</strong>z y que por esta razón tenía que subir a su carro y<br />
renunciar a las literas y comodida<strong>de</strong>s. Me prometió que podría sentarme<br />
sobre un saco <strong>de</strong> forraje, pero me aseguró que haría mejor en<br />
acostumbrarme a ir <strong>de</strong> pie, porque las sacudidas no tardarían en<br />
quebrarme los huesos.<br />
Le respondí que no era la primera vez que subía a un carro <strong>de</strong> guerra y<br />
que una vez había realizado en un tiempo mínimo el viaje <strong>de</strong> Simyra a<br />
Amurrú, lo cual había suscitado la admiración <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> Aziru.<br />
Pero entonces era más joven y no tenía que temer los esfuerzos físicos<br />
exagerados. El oficial, que se llamaba Juju, me escuchó cortésmente,<br />
<strong>de</strong>spués encomendé mi alma a todos los dioses <strong>de</strong> Egipto y subí al carro.<br />
La escolta tomó el camino <strong>de</strong> las caravanas y yo me senté sobre un saco<br />
<strong>de</strong> forraje, agarrándome al carro con las dos manos y lamentándome <strong>de</strong><br />
mi suerte.<br />
Los carros corrieron así durante toda la jornada y pasé la noche sobre<br />
unos sacos, más muerto que vivo. Al día siguiente traté <strong>de</strong> mantenerme<br />
<strong>de</strong> pie en el carro, agarrándome a la cintura <strong>de</strong> Juju, pero una piedra me<br />
hizo per<strong>de</strong>r el equilibrio y, <strong>de</strong>scribiendo un arco <strong>de</strong> círculo caí <strong>de</strong> cabeza<br />
sobre la arena don<strong>de</strong> unas plantas espinosas me laceraron el rostro. Por<br />
la noche, Juju se preocupó por mi suerte y me vertió agua sobre la<br />
cabeza, pese a que se negaba a darla a sus hombres, y me aseguró que<br />
nuestro viaje se <strong>de</strong>sarrollaba bajo felices auspicios y que, si la suerte nos<br />
favorecía, encontraríamos a los hombres <strong>de</strong> Aziru al cuarto día.<br />
La jornada transcurrió sin inci<strong>de</strong>ntes, pero atravesamos un<br />
campamento en el que los hombres habían sido aniquilados poco antes y<br />
los cuervos <strong>de</strong>sgarraban sus cuerpos. La noche siguiente percibimos a lo
lejos el resplandor <strong>de</strong> los fuegos <strong>de</strong> un vivaque o <strong>de</strong> algunas casas<br />
incendiadas. Juju me dijo que nos aproximábamos a Siria, y al claro <strong>de</strong><br />
luna avanzamos pru<strong>de</strong>ntemente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dado forraje a los<br />
caballos. Yo acabé durmiéndome sobre mi saco <strong>de</strong> forraje y al alba fui<br />
<strong>de</strong>spertado bruscamente cuando Juju me agarró y me tiró <strong>de</strong>l carro con<br />
mis tablillas <strong>de</strong> arcilla y mi saco <strong>de</strong> viaje; entonces dio media vuelta y me<br />
confió a todos los dioses <strong>de</strong> Egipto. Los carros se alejaron a toda<br />
velocidad, levantando chispas <strong>de</strong> las piedras <strong>de</strong>l camino.<br />
Después <strong>de</strong> haberme sacudido el polvo que me cegaba, vi avanzar por<br />
entre dos colinas un grupo <strong>de</strong> carros <strong>de</strong> guerra sirios que se abrieron en<br />
abanico para la batalla. Yo me levanté y agité sobre mi cabeza un ramo<br />
<strong>de</strong> palmera en signo <strong>de</strong> paz, pese a que fuese un ramo muy seco y mustio<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l viaje. Pero los carros pasaron por mi lado sin <strong>de</strong>tenerse y<br />
una flecha me rozó el rostro antes <strong>de</strong> clavarse en la arena. Perseguían a<br />
Juju, que consiguió, no obstante, escapar.<br />
Después <strong>de</strong> aquella vana persecución, los carros <strong>de</strong> Aziru regresaron<br />
hacia mí y los conductores se apearon. Yo les expuse quién era y les<br />
mostré las tablillas <strong>de</strong>l faraón. Pero no me hicieron caso y me<br />
<strong>de</strong>svalijaron y me tomaron mi oro, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber abierto mi cofre<br />
me ataron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un carro <strong>de</strong> manera que tuve que correr hasta<br />
per<strong>de</strong>r el aliento y la arena me <strong>de</strong>sollaba las rodillas.<br />
Sin duda alguna hubiera sucumbido por el camino si el campamento<br />
<strong>de</strong> Aziru no se hubiese encontrado<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la primera colina. Con mis ojos cegados por la arena vi<br />
numerosas tiendas <strong>de</strong> campaña y unos caballos que pacían en un cercado<br />
formado por carros <strong>de</strong> guerra y carretas <strong>de</strong> bueyes. Después no vi nada<br />
más y no volví en mí hasta que los esclavos me echaron agua sobre la<br />
cabeza y me frotaron los miembros con aceite, porque un oficial que<br />
sabía leer había leído mis tablillas y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces me trataron con las<br />
consi<strong>de</strong>raciones que me eran <strong>de</strong>bidas y me <strong>de</strong>volvieron mis vestiduras.<br />
En cuanto pu<strong>de</strong> caminar me llevaron a la tienda <strong>de</strong> Aziru, que<br />
apestaba a sebo, lana e incienso, y Aziru avanzó hacia mí rugiendo como<br />
un león, con unas ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro en el cuello y la barba en una re<strong>de</strong>cilla<br />
<strong>de</strong> plata. Y me abrazó, diciendo:<br />
-Estoy <strong>de</strong>sconsolado <strong>de</strong> que mis hombres te hayan maltratado, pero<br />
hubieras <strong>de</strong>bido <strong>de</strong>cirles tu nombre y tu rango y que eras enviado <strong>de</strong>l<br />
faraón, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ser amigo. Hubieras <strong>de</strong>bido también, según la buena<br />
costumbre, agitar una rama <strong>de</strong> palmera sobre tu cabeza en signo <strong>de</strong> paz,<br />
pero mis hombres me han dicho que te precipitaste sobre ellos gritando y<br />
con un puñal en la mano, <strong>de</strong> manera que han tenido que calmarte con<br />
gran riesgo <strong>de</strong> su vida.<br />
Las rodillas me ardían, mis muñecas estaban doloridas, y le dije a<br />
Aziru con amargura:
-Mírame y dime si tengo un aspecto peligroso para tus hombres. Han<br />
quebrado mi hoja <strong>de</strong> palmera y me han <strong>de</strong>svalijado y han pisoteado las<br />
tablillas <strong>de</strong>l faraón. Por esto <strong>de</strong>bes azotarlos con vergas a fin <strong>de</strong><br />
enseñarles a respetar a los enviados <strong>de</strong>l faraón.<br />
Pero Aziru levantó los brazos con una sonrisa irónica y dijo:<br />
-Has tenido sin duda alguna pesadilla, y no es culpa mía si te has<br />
herido las rodillas durante el curso <strong>de</strong> tu penoso viaje. No tengo la menor<br />
intención <strong>de</strong> hacer fustigar a mis mejores hombres por un miserable<br />
egipcio, y las palabras <strong>de</strong> un enviado <strong>de</strong>l faraón son como un zumbido <strong>de</strong><br />
moscas en mis oídos.<br />
-Aziru -le dije-, tú que eres rey <strong>de</strong> varios reyes, haz, por lo menos,<br />
azotar al hombre que me ha pinchado las nalgas mientras corría <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong>l carro. Me <strong>de</strong>clararé satisfecho y <strong>de</strong>bes saber que te traigo como<br />
regalo la paz para ti y para Siria.<br />
Aziru se echó a reír, y, frotándose el pecho con los puños, dijo:<br />
-¡Qué me importa que tu miserable faraón se postre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí en<br />
el polvo e implore la paz! Pero tus palabras son sensatas, y puesto que<br />
eres mi amigo y el amigo <strong>de</strong> mi mujer y <strong>de</strong> mi hijo, haré azotar al hombre<br />
que te ha pinchado las nalgas con su lanza para hacerte avanzar, porque<br />
es contrario a las buenas costumbres y, como sabes muy bien, yo me bato<br />
con armas nobles y por fines elevados.<br />
Así tuve la satisfacción <strong>de</strong> ver a mi martirizador fustigado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
las tropas en presencia <strong>de</strong> Aziru, y sus camaradas no lo compa<strong>de</strong>cieron,<br />
sino al contrario, se rieron y se burlaron <strong>de</strong> él al oír sus aullidos,<br />
señalándolo con el <strong>de</strong>do, porque eran soldados y apreciaban cualquier<br />
distracción en su monótona existencia. Aziru lo hubiera hecho sucumbir<br />
bajo los golpes, pero al ver la carne arrancarse a las costillas y la sangre<br />
correr levanté la mano e hice cesar el suplicio. Hice llevar al hombre a<br />
una tienda que Aziru me había <strong>de</strong>stinado como alojamiento, con gran<br />
cólera <strong>de</strong> los oficiales que la ocupaban, y los soldados gritaron <strong>de</strong> júbilo<br />
al pensar que iba a torturar con refinamiento a su camarada. Pero yo le<br />
unté la espalda y los miembros, y curé sus llagas y le di cerveza, <strong>de</strong><br />
manera que me creyó loco y perdió todo respeto hacia mí.<br />
Por la tar<strong>de</strong> Aziru ofreció un asado <strong>de</strong> cabrito y harina amasada cocida<br />
en la grasa y yo comí con él y sus nobles y los oficiales hititas reunidos en<br />
el campo y cuyos pechos y capas estaban adornados con hachas dobles e<br />
imágenes <strong>de</strong> un soldado alado. Bebimos juntos y todos me trataron muy<br />
amablemente, creyéndome estúpido, puesto que les traía la paz en el<br />
momento en que más necesidad tenían <strong>de</strong> ella. Hablaban con fuego <strong>de</strong> la<br />
libertad <strong>de</strong> Siria y <strong>de</strong> su futuro po<strong>de</strong>río y <strong>de</strong>l yugo que se habían<br />
sacudido. Pero cuando hubieron bebido bastante comenzaron a<br />
querellarse y un nativo <strong>de</strong> Joppe sacó un puñal y lo clavó en la garganta
<strong>de</strong> un amorrita. Pero la herida no era grave y pu<strong>de</strong> curarla fácilmente y<br />
este acto confirmó mi reputación <strong>de</strong> imbécil.<br />
Hubiera hecho mejor en <strong>de</strong>jar morir al herido, porque aquella misma<br />
noche hizo asesinar por sus servidores al hombre <strong>de</strong> Joppe, y Aziru lo<br />
hizo colgar en el muro cabeza abajo para mantener la disciplina entre sus<br />
tropas. En efecto, Aziru trataba a sus tropas más duramente que los<br />
<strong>de</strong>más sirios, porque estaban más celosos <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río e intrigaban<br />
contra él, <strong>de</strong> manera que estaba constantemente sentado sobre un<br />
hormiguero.<br />
Después <strong>de</strong> la comida, Aziru mandó a sus nobles y sus oficiales a que<br />
disputasen en sus tiendas. Me mostró a su hijo, que lo acompañaba a la<br />
guerra aunque no tuviese más que siete años. Era un bello chiquillo <strong>de</strong><br />
mejillas rosadas y una pelusilla como los melocotones, y sus ojos eran<br />
brillantes y vivos. Sus cabellos eran rizados y negros como la barba <strong>de</strong> su<br />
padre y tenía la tez <strong>de</strong> su madre. Aziru le acarició los cabellos y dijo:<br />
-¿Has visto jamás una criatura más soberbia? He reunido para él<br />
varias coronas y será un gran rey y no me atrevo a pensar hasta dón<strong>de</strong> se<br />
exten<strong>de</strong>rá su po<strong>de</strong>río, porque ha atravesado ya con su pequeña espada a<br />
un esclavo que lo había ofendido y sabe leer y escribir y no tiene miedo<br />
en el combate, porque me lo llevo conmigo a la batalla, pero solamente<br />
cuando castigamos los poblados rebel<strong>de</strong>s y no tengo que temer por su<br />
preciosa vida.<br />
Keftiú se había quedado en Amurrú, y Aziru no se consolaba <strong>de</strong> su<br />
ausencia y era en vano que buscara una diversión con las mujeres<br />
prisioneras o con las vírgenes <strong>de</strong> Astarté, porque quien había conocido el<br />
amor <strong>de</strong> Keftiú no podía olvidarlo jamás, y su belleza había florecido <strong>de</strong><br />
tal modo que casi no la reconocía.<br />
Durante nuestra conversación se oyeron gritos en el campo y Aziru me<br />
dijo con tono irritado:<br />
-De nuevo dos oficiales hititas torturan a las mujeres porque es su<br />
costumbre. No me atrevo a prohibírselo porque tengo necesidad <strong>de</strong> ellos.<br />
Pero no me gustaría que enseñasen sus malas costumbres a mis<br />
hombres.<br />
2
Yo sabía ya lo que podía esperar <strong>de</strong> los hititas y por esto le dije a<br />
Aziru:<br />
-¡Oh rey <strong>de</strong> reyes! Renuncia a tiempo a la alianza con los hititas antes<br />
que te arranquen tus coronas, porque no hay que fiar <strong>de</strong> ellos. Concluye<br />
la paz con el faraón ahora que los hititas se han aliado para guerrear<br />
contra Mitanni. Babilonia se arma también contra ellos, como<br />
seguramente sabes, si sigues con los hititas no recibirás más trigo <strong>de</strong><br />
Babilonia. Por esto a la entrada <strong>de</strong>l invierno el hambre penetrará en Siria<br />
como un lobo famélico si no quieres hacer la paz con el faraón, que te<br />
mandará trigo como antes.<br />
Pero Aziru protestó:<br />
-Tus palabras son insensatas porque los hititas son buenos con sus<br />
amigos, pero terribles con sus enemigos. Ninguna alianza me liga con<br />
ellos pese a que me man<strong>de</strong>n ricos regalos y bellas armaduras, <strong>de</strong> manera<br />
que puedo pensar en la paz sin inquietarme por ello. Los hititas se han<br />
apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> Ka<strong>de</strong>sh contrariamente a nuestras convenciones y utilizan<br />
el puerto <strong>de</strong> Biblos como si fuese suyo. Por otra parte, me han mandado<br />
un navío entero cargado <strong>de</strong> armas forjadas con un metal nuevo que hará<br />
a mis hombres invencibles en el combate. En todo caso me gusta la paz y<br />
prefiero la paz a la guerra y hago la guerra únicamente para obtener una<br />
paz honrosa. Por eso concluiría con gusto la paz si el faraón me ce<strong>de</strong><br />
Ghaza, que ha tomado por medio <strong>de</strong> un ardid, si <strong>de</strong>sarma a los<br />
bandoleros <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y me in<strong>de</strong>mniza con trigo y aceite y oro <strong>de</strong> todos<br />
los perjuicios sufridos durante esta guerra con las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Siria,<br />
porque es Egipto el único responsable <strong>de</strong> esta guerra, como sabes muy<br />
bien.<br />
Me observaba <strong>de</strong> soslayo sonriendo, pero yo me excité y dije:<br />
-¡Aziru, bandido y ladrón <strong>de</strong> ganado y verdugo <strong>de</strong> inocentes! ¿Ignoras<br />
acaso que en todo el Bajo Egipto se forjan puntas <strong>de</strong> lanza y que los<br />
carros <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> Horemheb son más numerosos que los piojos en tu<br />
campo y que estos piojos te mor<strong>de</strong>rán cruelmente cuando llegue el<br />
momento oportuno? Este Horemheb que conoces ha escupido a mis pies<br />
cuando le he hablado <strong>de</strong> paz, pero a causa <strong>de</strong> su dios el faraón <strong>de</strong>sea la<br />
paz y no quiere verter sangre. Por esto te ofrezco una última<br />
oportunidad, Aziru. Ghaza seguirá siendo <strong>de</strong> Egipto y tú podrás dominar<br />
por tu mano a los bandoleros <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, porque Egipto no es<br />
responsable <strong>de</strong> sus actos, puesto que son fugitivos sirios arrojados <strong>de</strong> su<br />
país por tu crueldad. Deberías también liberar a todos los prisioneros<br />
egipcios y compensar los perjuicios sufridos por los comerciantes<br />
egipcios en las villas <strong>de</strong> Siria y restituirles sus bienes.<br />
Pero Aziru rasgó sus vestiduras y se arrancó pelos <strong>de</strong> la barba y gritó:<br />
-¿Te ha mordido acaso un perro rabioso, Sinuhé, para proferir tales<br />
insensateces? Ghaza pertenece a Siria y los merca<strong>de</strong>res egipcios podrán
esarcirse ellos mismos <strong>de</strong> sus pérdidas, y los prisioneros serán vendidos<br />
como esclavos según la respetable costumbre, lo cual no impi<strong>de</strong> al faraón<br />
comprarlos, si tiene oro suficiente para ello.<br />
Y yo le dije:<br />
-Si obtienes la paz podrás elevarlas murallas <strong>de</strong> tus villas y fortificar<br />
las ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> manera que no tendrás nada que temer <strong>de</strong> los hititas y<br />
Egipto te sostendrá. En verdad los comerciantes <strong>de</strong> tus ciuda<strong>de</strong>s se<br />
enriquecerán en tus negocios con Egipto sin pagar impuestos, y los<br />
hititas no podrán entorpecer el comercio, ya que no poseen navíos <strong>de</strong><br />
guerra. Todas las ventajas serán para ti, Aziru, si haces la paz, porque las<br />
condiciones <strong>de</strong>l faraón son razonables y no puedo rebajarte nada.<br />
Día tras día discutimos y regateamos así, y muchas veces Aziru<br />
<strong>de</strong>sgarró sus vestiduras y <strong>de</strong>rramó cenizas sobre su cabeza, tratándome<br />
<strong>de</strong> ladrón <strong>de</strong>scarado y lamentándose sobre la suerte <strong>de</strong> su hijo, que iba<br />
seguramente a morir <strong>de</strong> miseria arruinado por Egipto. Una vez salí <strong>de</strong> la<br />
tienda y pedí una litera para irme a Ghaza, pero Aziru me llamó. Creo<br />
que, como buen sirio, gozaba con todos estos regateos, en la creencia <strong>de</strong><br />
que engañaba y estafaba. No se daba cuenta <strong>de</strong> que el faraón me había<br />
encargado comprar la paz a todo precio.<br />
Pero yo conservaba mi sangre fría y pu<strong>de</strong> <strong>de</strong> esta manera salvaguardar<br />
los intereses <strong>de</strong>l faraón, y el tiempo trabajaba por mí, porque la discordia<br />
nacía en el campo y cada día los hombres partían para regresar a sus<br />
villas y Aziru no podía retenerlos, porque su po<strong>de</strong>río no estaba todavía<br />
suficientemente consolidado. Para terminar me<br />
propuso la solución siguiente: las murallas <strong>de</strong> Ghaza serían arrasadas y<br />
él <strong>de</strong>signaría un rey a su elección que sería asistido <strong>de</strong> un consejo <strong>de</strong>l<br />
faraón, y los barcos sirios y egipcios podrían entrar libremente en el<br />
puerto y comerciar sin pagar <strong>de</strong>rechos. Pero yo no pu<strong>de</strong> consentir,<br />
porque Ghaza, sin murallas, no tenía ningún valor para Egipto.<br />
Al ver que rechazaba esta proposición se enojó y me arrojó <strong>de</strong> la<br />
tienda lanzándome a la cabeza mis tablillas, pero no me permitió<br />
abandonar el campo. Yo comencé a curar a los heridos y los enfermos y a<br />
comprar los esclavos egipcios. Compré también algunas mujeres, pero a<br />
otras les di una poción para hacerlas morir, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las<br />
violencias <strong>de</strong> los hititas la muerte era para ellas una liberación. Así<br />
pasaban los días y sólo podía ganar porque Aziru iba perdiendo terreno,<br />
maldiciendo mi intransigencia y arrancándose la barba.<br />
Una noche, dos hombres trataron <strong>de</strong> asesinar a Aziru en su tienda,<br />
pero él mató a uno <strong>de</strong> sus agresores y su hijo hirió a otro por la espalda.<br />
Al día siguiente me convocó y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme insultado<br />
copiosamente, consintió en hacer la paz y en nombre <strong>de</strong>l faraón firmé<br />
una paz con él y con todas las villas <strong>de</strong> Siria, y Ghaza siguió siendo<br />
egipcia, y Aziru tenía que <strong>de</strong>struir todos los cuerpos francos y el faraón se
eservaba el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> comprar todos los prisioneros. Estas condiciones<br />
fueron consignadas en unas tablillas <strong>de</strong> arcilla como un tratado <strong>de</strong> paz<br />
perpetuo entre Siria y Egipto y fue puesto bajo la protección <strong>de</strong> todos los<br />
dioses <strong>de</strong> Egipto y todos los <strong>de</strong> Siria, sin olvidar a Atón. Aziru lanzó<br />
terribles maldiciones al imprimir su sello en la arcilla, y yo también lloré<br />
amargamente y me <strong>de</strong>sgarré las vestiduras al imprimir el sello egipcio,<br />
pero en el fondo estábamos muy contentos los dos. Aziru me colmó <strong>de</strong><br />
regalos y yo le prometí enviar ricos presentes para él, su mujer y su hijo,<br />
en el primer navío que llegase al puerto <strong>de</strong> Ghaza <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la paz.<br />
Nos separamos en perfecto acuerdo y Aziru me besó llamándome su<br />
amigo, y antes <strong>de</strong>partir levanté a su hijo en brazos para <strong>de</strong>positar un<br />
beso en sus mejillas redondas. Pero tanto Aziru como yo sabíamos que el<br />
tratado firmado para durar eternamente no valía siquiera la arcilla en<br />
que estaba escrito. Aziru había firmado la paz porque estaba obligado a<br />
ello, y Egipto porque el faraón lo quería. En resumen, todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong><br />
lo que harían los hititas a partir <strong>de</strong> Mitanni, así como <strong>de</strong> la resolución <strong>de</strong><br />
los cretenses, que protegían el comercio marítimo.<br />
Aziru quería licenciar sus tropas y me dio una escolta para ir a Ghaza<br />
y dar or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cesar el asedio <strong>de</strong> la plaza. Pero antes <strong>de</strong> entrar en Ghaza<br />
corrí un gran peligro, pues mientras nos aproximábamos a la ciudad<br />
blandiendo ramas <strong>de</strong> palmera, la guarnición egipcia nos recibió<br />
disparando flechas y venablos, <strong>de</strong> manera que creí llegada mi última<br />
hora. Me oculté tras un escudo, al pie <strong>de</strong> las murallas, nos arrojaron pez<br />
hirviendo que me causó quemaduras en las manos y las rodillas. Los<br />
hombres <strong>de</strong> Aziru se reían con el espectáculo a pesar <strong>de</strong> mis gritos<br />
lamentables, <strong>de</strong>spués tocaron la trompeta y finalmente los egipcios<br />
aceptaron acogerme en la ciudad. Pero no quisieron abrir las puertas,<br />
bajaron un cesto y tuve que acomodarme allí y así me izaron por las<br />
murallas con mis tablillas y mis ramas <strong>de</strong> palmera.<br />
Protesté enérgicamente ante el comandante <strong>de</strong> la plaza, pero era un<br />
hombre violento y obstinado y me dijo que había sufrido tantas<br />
traiciones por parte <strong>de</strong> los sirios, que no abría las puertas <strong>de</strong> la plaza sin<br />
or<strong>de</strong>n expresa <strong>de</strong> Horemheb. Ni siquiera quiso creerme cuando le dije<br />
que la paz estaba firmada y hubo visto las tablillas. Era un hombre<br />
sencillo y <strong>de</strong> cortas i<strong>de</strong>as y seguramente a estas cualida<strong>de</strong>s era <strong>de</strong>bida la<br />
heroica resistencia <strong>de</strong> Ghaza.<br />
Un barco me llevó hacia Egipto y para mayor seguridad hice izar en el<br />
mástil la insignia <strong>de</strong>l faraón y todas las insignias <strong>de</strong> paz, <strong>de</strong> manera que<br />
los marinos me <strong>de</strong>spreciaron y dijeron que el navío estaba pintado y<br />
lleno <strong>de</strong> afeites como una prostituta. Pero una vez en el río, la gente<br />
acudía a la ribera con hojas <strong>de</strong> palmera y me alabaron porque les llevaba<br />
la paz, <strong>de</strong> manera que los marinos acabaron respetándome también y<br />
olvidaron que en Ghaza me habían izado en una cesta.
Llegado a Menfis, fui recibido por Horemheb, que elogió mi habilidad,<br />
cosa que era contraria a sus costumbres con respecto a mí. Lo comprendí<br />
al enterarme <strong>de</strong> que los navíos cretenses habían recibido or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ganar<br />
su isla, <strong>de</strong> manera que si la guerra hubiese continuado, Ghaza no hubiera<br />
tardado en caer en manos <strong>de</strong> los sirios, porque, sin comunicación<br />
marítima, la villa estaba perdida. Por esto Horemheb se dio prisa en<br />
enviar numerosos navíos cargados <strong>de</strong> tropas, víveres y armas.<br />
Durante mi estancia en Menfis llegó un embajador <strong>de</strong> Burraburiash, y<br />
yo lo tomé a bordo <strong>de</strong> la barca real para llevarlo a Tebas, y este viaje nos<br />
fue muy agradable, porque era un respetable anciano <strong>de</strong> barba blanca<br />
que le caía sobre el pecho y su saber era gran<strong>de</strong>. Hablamos <strong>de</strong> las<br />
estrellas y <strong>de</strong>l hígado <strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>ro, y los temas <strong>de</strong> conversación no nos<br />
faltaron nunca.<br />
Pero observé que temía muchísimo el creciente po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> los hititas.<br />
Me dijo, sin embargo, que los sacerdotes <strong>de</strong> Marduk habían predicho que<br />
el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> los hititas duraría un siglo, pero que <strong>de</strong>l Oeste vendría un<br />
pueblo bárbaro y blanco que barrería al pueblo hitita. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que esto<br />
ocurriría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un centenar <strong>de</strong> años no me tranquilizaba en absoluto<br />
y me pregunté también cómo podía un pueblo venir por el Oeste cuando<br />
por allí no había más que las islas <strong>de</strong>l mar. Pero <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haberlo, puesto<br />
que las estrellas lo habían predicho porque había visto tantas maravillas<br />
en Babilonia que tenía más fe en las estrellas que en mi inteligencia.<br />
Tenía el vino más <strong>de</strong>licioso para alegrarnos el corazón y me aseguró<br />
que todas las señales indicaban que el año <strong>de</strong>l mundo tocaba a su fin. De<br />
esta forma él y yo sabíamos que estábamos viviendo en el crepúsculo <strong>de</strong>l<br />
mundo y la noche estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros; se producirían terribles<br />
catástrofes y pueblos enteros serían borrados <strong>de</strong> la superficie <strong>de</strong> la tierra,<br />
como el <strong>de</strong> Mitanni, y los antiguos dioses perecerían, pero nacerían otros<br />
nuevos y un nuevo milenio comenzaría.<br />
Me interrogó sobre Atón, moviendo la cabeza y acariciándose la barba<br />
mientras me escuchaba. Declaró que no había visto jamás un dios<br />
parecido sobre la tierra y que por esta razón la aparición <strong>de</strong> Alón podía<br />
muy bien marcar el fin <strong>de</strong>l año <strong>de</strong>l mundo, porque jamás hasta entonces<br />
había oído exponer una doctrina tan peligrosa.<br />
Durante mi ausencia los dolores <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>l faraón se habían<br />
agudizado y la inquietud le <strong>de</strong>voraba el corazón, porque veía que todas<br />
sus empresas fracasaban y su cuerpo, inflamado por los sueños y las<br />
3
visiones, a<strong>de</strong>lgazaba y se mustiaba. Para calmarlo, el sacerdote Ai había<br />
<strong>de</strong>cidido organizar una fiesta treintenaria <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las cosechas, en el<br />
momento <strong>de</strong> la crecida <strong>de</strong>l río. Pero importa que el faraón no hubiese<br />
reinado más que trece años, porque la costumbre permitía al faraón<br />
celebrar el treintenario cuando le parecía bien.<br />
Todos los presagios eran favorables, porque la cosecha había sido<br />
satisfactoria, pese a que el trigo siguiese manchado, y los pobres tenían<br />
su medida. Yo regresaba con la paz y todos los comerciantes celebraron<br />
la reanudación <strong>de</strong>l comercio con Siria. Pero lo más importante para el<br />
porvenir era que el embajador <strong>de</strong> Babilonia traía como esposa <strong>de</strong>l faraón<br />
a una <strong>de</strong> las numerosas hermanastras <strong>de</strong>l rey Burraburiash y le pedía<br />
una hija al faraón como esposa <strong>de</strong> su rey. Esto representaba que<br />
Babilonia buscaba una doble alianza con Egipto por miedo a los hititas.<br />
Muchos fueron los que pensaron que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> enviar una hija <strong>de</strong>l<br />
faraón al gineceo <strong>de</strong> Babilonia era una injuria para Egipto, porque la<br />
sangre sagrada <strong>de</strong>l faraón no <strong>de</strong>be mezclarse con la sangre extranjera.<br />
Pero Akhenatón no vio en ello nada injurioso. Cierto es que <strong>de</strong>ploró la<br />
suerte <strong>de</strong> su hijita en la Corte lejana y se acordó <strong>de</strong> las pequeñas<br />
princesas <strong>de</strong> Mitanni que habían muerto en Tebas, pero la amistad con<br />
Burraburiash le era tan preciosa que accedió a su <strong>de</strong>manda. Pero como la<br />
chiquilla no tenía dos años prometió casarla por po<strong>de</strong>res y la princesa no<br />
saldría hacia Babilonia hasta haber alcanzado la edad núbil.<br />
El embajador aceptó con verda<strong>de</strong>ro entusiasmo esta proposición.<br />
Rejuvenecido por todas estas buenas noticias el faraón olvidó sus dolores<br />
<strong>de</strong> cabeza y festejó dignamente el treintenario en la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte. Ai había organizado el festejo con esplendor. Del país <strong>de</strong><br />
Kush llegaron mensajeros con asnos rayados y jirafas que montaban<br />
unos monos pequeños sosteniendo loros. Los esclavos entregaron al<br />
faraón marfil y arena <strong>de</strong> oro, plumas <strong>de</strong> avestruz y cofrecitos <strong>de</strong> ébano, y<br />
nada faltaba <strong>de</strong> todo lo que el país <strong>de</strong> Kush pue<strong>de</strong> ofrecer a Egipto como<br />
tributo. Pero eran pocos los que sabían que Ai había tomado todos estos<br />
regalos <strong>de</strong>l tesoro <strong>de</strong>l faraón y que las cestas trenzadas en las cuales se<br />
transportaba el oro estaban vacías. El faraón no supo nada <strong>de</strong> todo esto<br />
y, alabando la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Kush, se alegró al ver tantos ricos<br />
presentes. Le llevaron también los regalos <strong>de</strong>l embajador <strong>de</strong> Creta, y el<br />
rey <strong>de</strong> Babilonia le entregó unas copas maravillosas y jarras <strong>de</strong> aceite <strong>de</strong>l<br />
más fino, y Aziru había enviado regalos también, porque le habían<br />
prometido otros a cambio si consentía en hacerlo y porque su embajador<br />
tendría <strong>de</strong> esta forma la ocasión <strong>de</strong> hacer espionaje en Egipto y son<strong>de</strong>ar<br />
las disposiciones <strong>de</strong>l faraón.<br />
Después <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sfiles y las ceremonias, Akhenatón condujo a su hija<br />
que no tenía todavía dos años, al templo <strong>de</strong> Atón, y la colocó al lado <strong>de</strong>l<br />
embajador <strong>de</strong> Babilonia y los sacerdotes rompieron una jarra entre ellos
como era la costumbre. Fue un momento solemne, porque aquel acto<br />
consolidaba la amistad y la alianza entre Egipto y Babilonia y disipaba<br />
muchas sombras en el camino <strong>de</strong>l porvenir. Los rostros <strong>de</strong>sconcertados<br />
<strong>de</strong>l embajador <strong>de</strong> Aziru y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> los khatti hubieran bastado<br />
para disipar nuestros temores y reforzar nuestro júbilo.<br />
El embajador <strong>de</strong> Babilonia se inclinó profundamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la<br />
princesa que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel instante, era la esposa <strong>de</strong> su dueño. La<br />
chiquilla se portó muy bien durante la ceremonia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cual se<br />
agachó para coger los trozos <strong>de</strong> jarra rota. Y todos vieron en su a<strong>de</strong>mán<br />
un feliz presagio.<br />
Después <strong>de</strong> esta ceremonia, el faraón estaba tan excitado que no podía<br />
permanecer en cama y se levantó para pasearse, levantando los brazos al<br />
cielo como si tuviese el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> liberar al mundo <strong>de</strong>l miedo y las<br />
tinieblas. En vano le di calmantes y soporíferos; no consiguió dormirse<br />
y me habló <strong>de</strong> esta forma:<br />
-Sinuhé, Sinuhé, ésta es la jornada más feliz <strong>de</strong> mi vida y mi fuerza me<br />
hace temblar. Mira, Atón crea millones <strong>de</strong> seres producto <strong>de</strong> sí mismo,<br />
<strong>de</strong> su propia fuerza, ciuda<strong>de</strong>s, pueblos, campos, caminos y el río. Atón,<br />
todas las miradas te ven cuando brillas como un sol sobre la tierra. Pero<br />
cuando has <strong>de</strong>saparecido, cuando los hombres cierran los ojos en los<br />
rostros que has creado, cuando duermen profundamente sin verte,<br />
entonces brillas con todos tus rayos en mi corazón.<br />
Se sumergió en la claridad <strong>de</strong> sus visiones, que le abrasaban el cuerpo,<br />
<strong>de</strong> manera que su corazón latía en su pecho hasta romperse. Y <strong>de</strong>spués<br />
lloró <strong>de</strong> éxtasis y levantó los brazos y cantó con fervor:<br />
No hay nadie que te conozca verda<strong>de</strong>ramente;<br />
sólo tu hijo, el faraón Akhenaton, te conoce,<br />
y brillas eternamente en su corazón,<br />
día y noche, noche y día;<br />
sólo a él le revelas tus intenciones y tu fuerza;<br />
el mundo entero reposa en tus manos<br />
tal como Tú lo has creado;<br />
cuando te levantas, el hombre renace a la vida;<br />
cuando ocultas tu luz, muere.<br />
Tú mi<strong>de</strong>s su vida,<br />
sólo en ti vive el hombre.<br />
Su excitación era tal que lo habría seguramente escuchado y la magia<br />
<strong>de</strong> su corazón hubiera cautivado mi espíritu si no hubiese sido su médico<br />
y, como tal, responsable <strong>de</strong> su salud. Por esto traté <strong>de</strong> calmarlo y la<br />
noche transcurrió así, y las estrellas se movían lentamente en el<br />
firmamento, mientras yo velaba sobre el faraón.
Súbitamente, un perrito se puso a ladrar en la lejanía y sus ladridos<br />
atravesaron las murallas, y <strong>de</strong>spués el perro aulló a la muerte como un<br />
chacal. Estos aullidos sacaron al faraón <strong>de</strong> su éxtasis y volvió<br />
rápidamente en sí; levantándose echó a correr a través <strong>de</strong>l palacio<br />
mientras yo lo seguía con una lámpara, hasta que llegamos a la<br />
habitación <strong>de</strong> la princesita Meketatón. Toda la servidumbre dormía<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la fiesta y sólo el perrito había velado al lado <strong>de</strong> la princesita<br />
enferma, que había comenzado a toser, y su cuerpo agotado no había<br />
podido resistir el esfuerzo y la sangre manaba <strong>de</strong> sus tiernos labios<br />
pálidos, mientras el perro le lamía el rostro y las manos en su impotente<br />
ternura. Después había aullado a la muerte, porque los perros sienten la<br />
muerte antes que los hombres. Así fue como la princesita murió antes <strong>de</strong>l<br />
alba en brazos <strong>de</strong> su padre y toda mi ciencia fue impotente. Era la<br />
segunda <strong>de</strong> las hijas y tenía sólo diez años.<br />
El faraón no podía conciliar el sueño y andaba errante por las<br />
habitaciones <strong>de</strong>l palacio y salía solo al jardín, <strong>de</strong>spidiendo a los guardias.<br />
Una mañana, mientras se paseaba cerca <strong>de</strong>l lago sagrado, dos hombres<br />
trataron <strong>de</strong> asesinarlo, pero un discípulo <strong>de</strong> Thotmés, que dibujaba<br />
ána<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l natural, porque Thotmés quería que sus discípulos<br />
aprendiesen a dibujar según lo que veían con sus ojos y no según los<br />
mo<strong>de</strong>los, se echó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l faraón y pidió socorro. El faraón salió con<br />
una herida en el hombro, pero el dibujante fue muerto ante sus ojos y su<br />
sangre se <strong>de</strong>rramó sobre las manos <strong>de</strong>l faraón. Así la muerte perseguía al<br />
faraón.<br />
Me llamaron para hacer la cura al faraón, cuya herida no era grave, y<br />
vi a los asesinos. Uno <strong>de</strong> ellos iba afeitado y tenía el rostro reluciente <strong>de</strong><br />
aceite; el otro llevaba las orejas cortadas por algún <strong>de</strong>lito cometido.<br />
Atados y golpeados, seguían invocando a Amón, pese a que la sangre les<br />
saliese por la boca. Los sacerdotes <strong>de</strong> Amón los habían seguramente<br />
embrujado para hacer que fueran insensibles al dolor.<br />
Era un crimen inaudito, porque jamás hasta entonces nadie había<br />
osado levantar la mano sobre un faraón. Es posible, sin embargo, que<br />
antaño los faraones hubiesen perecido en su palacio <strong>de</strong> muerte violenta,<br />
sin que <strong>de</strong>jase<br />
rastro, ya por el veneno, ya estrangulados por una <strong>de</strong>lgada cuer<strong>de</strong>cilla, o<br />
bien ahogados bajo una alfombra. Y algunas veces se había trepanado<br />
también a algún faraón contra su voluntad, según había oído referir en<br />
palacio; pero públicamente nadie había atentado contra el faraón.<br />
Los dos prisioneros fueron interrogados en presencia <strong>de</strong>l faraón, pero<br />
se negaron a <strong>de</strong>cir quién los había enviado. A pesar <strong>de</strong> los golpes <strong>de</strong> los<br />
guardias, se limitaban a invocar el nombre <strong>de</strong> Amón y a mal<strong>de</strong>cir al falso<br />
faraón. Exasperado <strong>de</strong> oírles pronunciar el nombre maldito <strong>de</strong>l dios,<br />
Akhenatón los hizo torturar, y pronto los dos hombres tuvieron el rostro
cubierto <strong>de</strong> sangre y los dientes les cayeron <strong>de</strong> la boca, pero no cesaban<br />
<strong>de</strong> clamar en nombre <strong>de</strong> Amón y gritaban:<br />
-¡Haznos torturar, falso faraón! ¡Haznos arrancar los miembros y<br />
lacerar nuestra carne, haznos quemar nuestra piel, porque no sentimos<br />
el dolor!<br />
Su endurecimiento era tal que el faraón se apartó <strong>de</strong> ellos y recobró la<br />
calma. Se avergonzó <strong>de</strong> haber permitido a los guardias que maltratasen a<br />
aquellos hombres y por esto dijo:<br />
-Soltadlos, porque no saben lo que hacen.<br />
Pero, una vez libres <strong>de</strong> sus ligaduras, comenzaron <strong>de</strong> nuevo sus<br />
maldiciones y la espuma les salía <strong>de</strong> la boca y juntos gritaban:<br />
-¡Danos la muerte, faraón maldito! Por Amón, danos la muerte, para<br />
que obtengamos la vida eterna.<br />
Viendo que iban a ponerlos en libertad sin castigarlos, se soltaron<br />
bruscamente y se arrojaron contra el muro <strong>de</strong>l patio, don<strong>de</strong> se partieron<br />
el cráneo. Tal era el po<strong>de</strong>r secreto <strong>de</strong> Amón en el corazón <strong>de</strong> los<br />
hombres.<br />
Des<strong>de</strong> entonces todo el mundo supo en el palacio que la vida <strong>de</strong>l<br />
faraón no estaba segura. Por esto sus fieles reforzaron los puestos <strong>de</strong><br />
guardia y no lo perdieron nunca <strong>de</strong> vista, incluso cuando quería pasearse<br />
solo por el parque a causa <strong>de</strong> su dolor. El atentado tuvo, a<strong>de</strong>más, como<br />
consecuencia, aumentar el fanatismo, tanto en los partidarios <strong>de</strong> Atón<br />
como en los <strong>de</strong> Amón.<br />
En Tebas, don<strong>de</strong> se celebraron también festejos para conmemorar el<br />
treintenario, el pueblo no <strong>de</strong>mostró ningún entusiasmo al ver <strong>de</strong>sfilar el<br />
cortejo con las panteras en jaulas y las jirafas, los monos pequeños y los<br />
loros <strong>de</strong> brillante plumaje. Por la calle estallaron alborotos, se<br />
arrancaron las cruces <strong>de</strong> Atón a los transeúntes y dos sacerdotes <strong>de</strong> Atón<br />
que se habían extraviado entre la muchedumbre fueron muertos.<br />
Pero lo peor fue que los embajadores extranjeros pudieron darse<br />
cuenta <strong>de</strong> todo y se enteraron <strong>de</strong>l atentado efectuado contra el faraón.<br />
Por esto creo que el emisario <strong>de</strong> Aziru tuvo bastantes cosas interesantes<br />
que referir a su señor, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> entregarle los regalos que el faraón le<br />
mandaba. Por mi parte, entregué al embajador los regalos prometidos a<br />
Aziru. A su hijo le mandé todo un pequeño ejército <strong>de</strong> lanceros y<br />
arqueros <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra pintada, caballos y carros, la mitad pintados <strong>de</strong><br />
hititas y la mitad <strong>de</strong> sirios, esperando que los haría luchar unos con otros<br />
para divertirse. Estos juguetes estaban hábilmente esculpidos por los<br />
mejores artesanos <strong>de</strong> Amón, que no tenían trabajo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los ricos no<br />
encargaban ya servidores ni barcas para sus tumbas. Este regalo me<br />
costó más caro que el que le hice a Aziru.<br />
Fue aquel un tiempo <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s sufrimientos para el faraón, que se<br />
sentía asediado por la duda y <strong>de</strong>ploraba que sus visiones hubiesen
cesado, pero acabó persuadiéndose <strong>de</strong> que el atentado era para él un<br />
signo <strong>de</strong> tener que redoblar sus esfuerzos para disipar las tinieblas que<br />
reinaban todavía sobre Egipto. Y se <strong>de</strong>slizó paulatinamente hasta<br />
saborear el amargo pan <strong>de</strong> la venganza y el agua salada <strong>de</strong>l odio, pero<br />
este pan no calmó su hambre ni esta agua apagó su sed, porque sólo por<br />
pura bondad y amor imaginaba obrar al dar or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> intensificar las<br />
persecuciones contra los sacerdotes <strong>de</strong> Amón, y mandar a las minas a<br />
cuantos pronunciasen su nombre maldito. Fueron, naturalmente, los<br />
pobres y los simples <strong>de</strong> espíritu los que más tuvieron que sufrir, porque<br />
el po<strong>de</strong>r oculto <strong>de</strong> los sacerdotes <strong>de</strong> Amón se conservaba intacto y los<br />
guardias no se atrevían a atacarlos. Por esto la cólera y el odio rugieron<br />
en breve por todo Egipto.<br />
Para consolidar su po<strong>de</strong>r, en vista <strong>de</strong> que no tenía hijos, el faraón casó<br />
a dos <strong>de</strong> sus hijas con nobles <strong>de</strong> la Corte. Meriatón rompió una jarra con<br />
un muchacho llamado Smenkhkaré, que era copero <strong>de</strong>l palacio real, y<br />
que creía en Atón con un fervor ciego. Soñaba con los ojos abiertos, y era<br />
predilecto <strong>de</strong> Akhenatón, que le ciñó la corona y lo <strong>de</strong>signó como<br />
sucesor.<br />
Anksenaton rompió una jarra con un muchacho <strong>de</strong> diez años llamado<br />
Tut, que fue nombrado guardián <strong>de</strong> las caballerizas reales y vigilante <strong>de</strong><br />
los edificios y canteras <strong>de</strong>l rey. Era un muchacho raquítico y enfermizo<br />
que jugaba con muñecas, le gustaban los dulces y era sumiso y obediente<br />
en todo. Era imposible <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> él ni mal ni bien. Al dar así sus hijas a<br />
nobles egipcios, el faraón esperaba atraer hacia sí a sus po<strong>de</strong>rosas<br />
familias y ganarlas para la causa <strong>de</strong> Atón. Le gustaban aquellos<br />
muchachos, porque no tenían voluntad propia y el faraón no soportaba<br />
ya la contradicción ni escuchaba a sus consejeros.<br />
Así todo parecía seguir sin cambio alguno, pero la muerte <strong>de</strong> la<br />
princesa y <strong>de</strong> su perro y el atentado frustrado eran funestos presagios, y<br />
lo peor <strong>de</strong> todo era que el faraón cerraba sus oídos a todas las voces<br />
terrestres para no escuchar más que la suya propia. Por esto la vida en la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte llegó a ser exasperante, el ruido cesó en la calle y la<br />
gente no se atrevía a reír y hablaba menos y en voz baja, como si un<br />
peligro amenazase la ciudad. Algunas veces la ciudad parecía<br />
verda<strong>de</strong>ramente muerta, tan profundo era el silencio, porque no se oía<br />
más que el ruido <strong>de</strong>l agua <strong>de</strong> mi clepsidra, que medía el tiempo y parecía<br />
indicar que el fin se aproximaba. Pero bruscamente pasaba un carro por<br />
la calle tirado por caballos con plumas pintadas sobre sus cabezas, y el<br />
ruido <strong>de</strong> las ruedas se mezclaba a las voces <strong>de</strong> la cocinera que<br />
<strong>de</strong>splumaba una gallina en el patio. Y entonces me parecía salir <strong>de</strong> una<br />
<strong>de</strong>sagradable pesadilla.<br />
Y, sin embargo, durante ciertos momentos <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z me <strong>de</strong>cía que la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte no era sino una soberbia cáscara cuya almendra
había sido roída por los gusanos. El gusano <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong>struía la<br />
médula <strong>de</strong> toda vida alegre y el júbilo se apagaba y la risa se moría en la<br />
ciudad. Por esto comenzaba a echar <strong>de</strong> menos a Tebas don<strong>de</strong>, por otra<br />
parte, asuntos importantes me llamaban. A<strong>de</strong>más, eran ya muchos los<br />
que abandonaban la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, unos para ir a vigilar sus<br />
dominios y otros para casar a algún pariente. Algunos regresaban, pero<br />
muchos no temían ya per<strong>de</strong>r el favor <strong>de</strong>l faraón por una ausencia<br />
prolongada y pensaban en reconciliarse con la temible potencia <strong>de</strong><br />
Amón. Yo pedí a Kaptah que me mandase numerosos escritos <strong>de</strong><br />
negocios y me reclamase a Tebas, y así el faraón no se opuso a mi<br />
partida.<br />
Una vez a bordo y en ruta hacia Tebas, mi corazón se sentía como<br />
liberado <strong>de</strong> un embrujamiento, y era la primavera, y las golondrinas<br />
hendían el aire y la crecida había bajado ya. El fango fértil había cubierto<br />
los campos; los árboles estaban en flor y yo impaciente por llegar, como<br />
el prometido a quien espera su prometida. Así el hombre es esclavo <strong>de</strong> su<br />
corazón y cierra los ojos a lo que le <strong>de</strong>sagrada y cree en lo que espera.<br />
Liberado <strong>de</strong> la magia y <strong>de</strong>l miedo subrepticio <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte,<br />
mi corazón se alegraba como un pájaro escapado <strong>de</strong> la jaula, porque es<br />
muy duro para un hombre vivir ligado a la voluntad <strong>de</strong> otro; y todos los<br />
habitantes <strong>de</strong> la ciudad estaban sometidos a la tiranía ardiente <strong>de</strong>l faraón<br />
y a sus coléricos caprichos. Para mí no era más que un hombre, porque<br />
yo era su médico, y por esto mi esclavitud era más que la <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más,<br />
para<br />
quienes era un dios.<br />
Me regocijaba po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuevo ver con mis propios ojos, oír con mis<br />
propios oídos y hablar con mi propia lengua, y, en una palabra, vivir a mi<br />
antojo. Y esta libertad no es perjudicial para el hombre, porque le<br />
permite ver más claramente en él. Así, remontando el río, me hice una<br />
imagen más exacta <strong>de</strong>l faraón y, a medida que me alejaba <strong>de</strong> él, me daba<br />
cuenta mejor <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za y lo quería más profundamente en mi<br />
corazón.<br />
Recordé cómo Amón dominaba a los hombres por el miedo y les<br />
prohibía preguntar: «¿Por qué?» Recordaba también el dios muerto <strong>de</strong><br />
Creta y cómo flotaba sobre el agua corrompida y cuyas víctimas estaban<br />
entrenadas para bailar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros a fin <strong>de</strong> divertir al monstruo<br />
marino. Todos estos recuerdos aumentaban mi odio hacia los viejos<br />
4
dioses, y la luz y la claridad <strong>de</strong> Atón tomaba un resplandor <strong>de</strong>slumbrante<br />
ante todo el pasado, porque Atón liberaba a los hombres <strong>de</strong>l miedo, y<br />
estaba en mí y fuera <strong>de</strong> mí, y más allá <strong>de</strong> todo saber, porque era un dios<br />
vivo, y, como la Naturaleza, vivía en mí y fuera <strong>de</strong> mí, y, como los rayos<br />
<strong>de</strong>l sol, calentaba la tierra que se cubría <strong>de</strong> flores. Pero en la vecindad <strong>de</strong><br />
Akhenatón este dios era impuesto a la gente, lo cual lo hacía<br />
<strong>de</strong>sagradable, y eran muy numerosos los que sólo lo servían por miedo y<br />
a la fuerza.<br />
Esto es lo que comprendí al remontar el río bajo un cielo azul y a<br />
través <strong>de</strong> paisajes floridos. Nada aclara tanto el espíritu como una larga<br />
travesía sin una ocupación precisa. Me di cuenta <strong>de</strong> que mi estancia en la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte me había aletargado en la molicie y las<br />
comodida<strong>de</strong>s y que mi viaje a Siria me había vuelto jactancioso y lleno <strong>de</strong><br />
vanida<strong>de</strong>s, porque creía haber aprendido en él cómo se gobiernan los<br />
reinos y se dirigen los pueblos. Y la compañía <strong>de</strong>l embajador <strong>de</strong><br />
Babilonia me había saturado <strong>de</strong> cordura terrenal y ahora las escamas<br />
caían <strong>de</strong> mis ojos y vi que toda la cordura <strong>de</strong> Babilonia no era más que<br />
terrenal y sólo tendía a fines terrenales.<br />
Por esto acabé humillándome e inclinándome <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la divinidad<br />
que vivía en mí y en cada ser humano a la que el faraón Akhenatón<br />
llamaba Atón y proclamaba dios único. Reconocía que había tantos<br />
dioses como seres humanos en el mundo y que la mayoría <strong>de</strong> ellos<br />
caminaban <strong>de</strong>l nacimiento a la tumba sin haber conocido jamás el dios<br />
que llevaban en el corazón. Y este dios no era sólo saber ni comprensión;<br />
era una cosa más gran<strong>de</strong> todavía.<br />
Para ser franco y vivir en la verdad tengo que confesar que estas i<strong>de</strong>as<br />
me incitaban a mostrarme bueno, mejor incluso que el faraón<br />
Akhenatón, porque no pretendía imponerlas al prójimo y hacerle daño. Y<br />
ya en mi juventud había curado gratuitamente a los pobres.<br />
Durante el viaje pu<strong>de</strong> observar por todas partes los rastros <strong>de</strong>l nuevo<br />
dios. Pese a que estuviésemos en época <strong>de</strong> siembra, la mayoría <strong>de</strong> los<br />
campos estaban incultos, las malas hierbas y las ortigas invadían el suelo<br />
y los fosos y los canales <strong>de</strong> irrigación no estaban <strong>de</strong>sobstruidos. Y era que<br />
Amón había lanzado maldiciones terribles contra los colonos <strong>de</strong> sus<br />
antiguas tierras, <strong>de</strong> manera que los esclavos huían a las ciuda<strong>de</strong>s para<br />
escapar <strong>de</strong> ellas. Algunos miserables agricultores habían permanecido en<br />
sus cabañas <strong>de</strong> tierra, temerosos y <strong>de</strong>scorazonados, y yo les pregunté por<br />
qué no sembraban, exponiéndose <strong>de</strong> esta manera a morir <strong>de</strong> hambre.<br />
Pero ellos me dirigieron miradas hostiles y dijeron, mirando mis<br />
ropas <strong>de</strong> hilo fino:<br />
-¿Para qué sembrar, ya que el trigo que crecerá en nuestros campos<br />
será maldito y manchado como el que ya ha hecho morir a nuestros<br />
hijos?
La Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte vivía tan lejos <strong>de</strong> la realidad que sólo aquí oí<br />
hablar <strong>de</strong>l trigo manchado <strong>de</strong> rojo que hacía morir a los chiquillos. Yo no<br />
había visto jamás semejante epi<strong>de</strong>mia, y los chiquillos tenían el vientre<br />
hinchado y morían gimiendo, y los médicos eran impotentes para<br />
curarlos, lo mismo que los hechiceros. Y yo me <strong>de</strong>cía que esta<br />
enfermedad no podía proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l trigo, sino que era causada por el<br />
agua <strong>de</strong> la crecida, como las <strong>de</strong>más enfermeda<strong>de</strong>s contagiosas <strong>de</strong>l<br />
invierno, pese a que sólo los chiquillos fuesen afectados. En cuanto a los<br />
adultos, no se atrevían a cultivar sus campos y preferían esperar la<br />
muerte. Pero yo no acusaba a Akhenatón, sino que atribuía la<br />
responsabilidad a Amón, que atemorizaba a los campesinos.<br />
En mi impaciencia por volver a Tebas di prisa a los remeros, que me<br />
mostraron sus manos llenas <strong>de</strong> callosida<strong>de</strong>s y ampollas. Yo les ofrecí oro<br />
y cerveza porque quería mostrarme bueno, pero les oí discutir entre ellos<br />
y <strong>de</strong>cían:<br />
-¿Por qué remar para este viajero gordo como un cerdo, puesto que<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su dios todos somos iguales? Que reme él mismo y verá lo<br />
que significa y si sus manos se curarán con una moneda <strong>de</strong> oro y dos<br />
gotas <strong>de</strong> cerveza.<br />
Mis brazos sentían el hormigueo <strong>de</strong> levantar mi bastón, pero quería<br />
ser bueno porque nos acercábamos a Tebas.<br />
Por esto bajé hasta ellos y les dije:<br />
-Remeros, dadme un remo.<br />
Y maniobré el pesado remo y mis manos se llenaron <strong>de</strong> ampollas, que<br />
reventaron. Mi espalda estaba dolorida y todas mis articulaciones<br />
crujían; me parecía que mi espinazo iba a quebrarse y mi respiración<br />
<strong>de</strong>sgarraba mi pecho.<br />
Pero le dije a mi corazón: «¿Vas a abandonar el trabajo apenas<br />
emprendido para que los esclavos se mofen <strong>de</strong> ti? Bastante más soportan<br />
ellos cada día. Soporta hasta el final el sudor <strong>de</strong> tus manos<br />
ensangrentadas a fin <strong>de</strong> que sepas cómo es la vida <strong>de</strong> remero. Eres tú,<br />
Sinuhé, quien has reclamado una vez la copa llena. Por esto remé<br />
hasta caer <strong>de</strong>svanecido y me llevaron a mi lecho.<br />
Pero al día siguiente remé <strong>de</strong> nuevo con mis manos <strong>de</strong>strozadas y los<br />
remeros no se burlaron ya <strong>de</strong> mí, y me invitaron a renunciar diciendo:<br />
-Tú eres nuestro dueño y nosotros tus esclavos; no remes más, <strong>de</strong> lo<br />
contrario el suelo se convertirá en el techo y caminaremos con los pies al<br />
aire. Deja <strong>de</strong> remar, querido dueño Sinuhé, para no sucumbir porque el<br />
or<strong>de</strong>n es necesario en todo y cada hombre tiene el lugar que los dioses le<br />
han asignado y el banco <strong>de</strong> los remeros no está hecho para ti.<br />
Remé con ellos hasta Tebas y su comida fue la mía y cada día remaba<br />
mejor y mi flexibilidad aumentaba y gozaba <strong>de</strong> la vida al darme cuenta
<strong>de</strong> que no me quedaba sin aliento al remar. Pero mis servidores estaban<br />
inquietos por mí y entre ellos <strong>de</strong>cían:<br />
-Un escorpión ha mordido seguramente a nuestro dueño o se ha<br />
vuelto loco como se vuelve uno en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, porque la<br />
locura es contagiosa. Pero no tenemos miedo <strong>de</strong> él, porque llevamos un<br />
cuerno <strong>de</strong> Amón oculto en nuestro mandil.<br />
Pero yo no estaba loco, porque no tenía ninguna intención <strong>de</strong> remar<br />
más allá <strong>de</strong> Tebas.<br />
Así fue como llegamos a Tebas y <strong>de</strong> lejos el río nos trajo sus efluvios, y<br />
nada hay más <strong>de</strong>licioso que el olor <strong>de</strong> Tebas para quien ha nacido allí.<br />
Me hice ungir las manos con un ungüento especial y vestí mis mejores<br />
ropas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme lavado. Pero mi mandil era <strong>de</strong>masiado ancho,<br />
porque había a<strong>de</strong>lgazado, lo cual <strong>de</strong>solaba a mis servidores. Pero yo me<br />
mofé <strong>de</strong> ellos y los envié a la antigua casa <strong>de</strong>l fundidor <strong>de</strong> cobre para<br />
anunciar mi regreso a Muti, porque no me atrevía ya a presentarme en<br />
mi casa sin previo aviso. Distribuí oro y plata entre los remeros y les dije:<br />
-Por Atón, id y comed y llenaos la panza y alegrad vuestro espíritu con<br />
cerveza y divertíos con bellas muchachas <strong>de</strong> Tebas, porque Atón es<br />
dispensador <strong>de</strong> bienes y ama los placeres simples y prefiere los pobres a<br />
los ricos, porque su placer es más simple que el <strong>de</strong> los ricos.<br />
Pero ante estas palabras los remeros se ensombrecieron y arañaron el<br />
suelo con los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> sus pies y sopesaron su oro y su plata y me<br />
dijeron:<br />
-No queremos ofen<strong>de</strong>rte, dueño nuestro, pero ¿no estará maldito tu<br />
oro, puesto que nos hablas <strong>de</strong> Atón? No po<strong>de</strong>mos aceptarlo, porque<br />
todos sabemos que abrasa la mano y se convierte en barro.<br />
Jamás me hubieran hablado así si no hubiese remado con ellos, pero<br />
aquello les inspiró confianza en mí.<br />
Yo los calmé, diciéndoles:<br />
-Si teméis que se convierta en barro daos prisa en cambiarlo por<br />
cerveza. Pero estad tranquilos, mi dinero no está maldito, podéis ver por<br />
el troquel que es buena plata vieja, sin mezcla <strong>de</strong> cobre, <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte. Pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>ciros que sois estúpidos por temer a Atón,<br />
porque Atón no tiene nada que haga temer.<br />
Pero ellos me contestaron así:<br />
-No tememos a Atón, porque, ¿quién temería a un dios sin fuerza?<br />
Pero sabes muy bien a quién tememos, ¡oh dueño nuestro!, aunque no<br />
podamos pronunciar su nombre.<br />
Renuncié a seguir discutiendo con ellos y los <strong>de</strong>spedí, y se alejaron<br />
cantando alegremente como marineros. También yo tenía ganas <strong>de</strong> saltar<br />
y hacer piruetas, pero era contrario a mi dignidad. Me dirigí en seguida a<br />
que nunca. Pero <strong>de</strong>bo reconocer que el amor enturbia la vista <strong>de</strong> los<br />
hombres, como todas las pasiones, porque Merit no era ya muy joven,<br />
mas en la radiante madurez <strong>de</strong> su estío era mi amiga y nadie estaba tan<br />
cerca <strong>de</strong> mí. Al verme se inclinó profundamente y levantó el brazo, y<br />
<strong>de</strong>spués se acercó y me tocó el hombro y la mejilla, y dijo sonriendo:<br />
-Sinuhé, Sinuhé, ¿qué te ha ocurrido para que tus ojos sean tan<br />
brillantes y hayas perdido la barriga?<br />
Yo le respondí en estos términos:<br />
-Merit, querida mía, mis ojos brillan <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo y relucen <strong>de</strong> amor, y mi<br />
barriga se ha fundido y <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> nostalgia, tan aprisa corría hacia<br />
ti, ¡oh hermana mía!<br />
Ella se secó los ojos y dijo:<br />
-¡Oh, Sinuhé, cuán más bella es la mentira que la verdad, cuando la<br />
primavera se ha agotado! Pero tu regreso me aporta la primavera y creo<br />
en las leyendas, ¡oh amigo mío!<br />
Pero hablemos <strong>de</strong> Kaptah. Su barriga no se había fundido y estaba<br />
más imponente que nunca y numerosos abalorios y anillos pendían <strong>de</strong> su<br />
cuello y <strong>de</strong> sus muñecas y tobillos, y había hecho engarzar piedras<br />
preciosas en la placa <strong>de</strong> oro que cubría su ojo tuerto. Al verme se echó a<br />
llorar <strong>de</strong> alegría, diciéndome:<br />
-¡Bendito sea el día que me <strong>de</strong>vuelve a mi dueño!<br />
Me llevó a una habitación reservada y me instaló sobre muelles<br />
alfombras y Merit me ofreció lo mejor que había en la taberna y así<br />
pasamos alegremente algunos instantes.<br />
Kaptah me dio cuenta <strong>de</strong> mis riquezas y dijo:<br />
-¡Oh Sinuhé, dueño mío! Eres el más astuto <strong>de</strong> los hombres, porque<br />
eres más listo que todos los merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> trigo, porque hasta ahora<br />
raros son los que los han engañado y en cambio la primavera pasada tú<br />
los engañaste con tu habilidad, a menos que no sea un mérito <strong>de</strong> nuestro<br />
escarabajo. Como recordarás, me habías dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> distribuir todo<br />
nuestro trigo a los colonos y pedirles solamente medida por medida, <strong>de</strong><br />
manera que te he tratado <strong>de</strong> loco y tenía razón, a juzgar por las<br />
apariencias. Debes saber, pues, que, gracias a tu habilidad, eres<br />
doblemente rico que antes, hasta el punto que no llego a retener <strong>de</strong><br />
memoria la cifra <strong>de</strong> tu fortuna, y los perceptores <strong>de</strong>l faraón me están<br />
obsesionando constantemente con su <strong>de</strong>sfachatez y codicia, que no cesan<br />
<strong>de</strong> aumentar. En efecto, en cuanto los tratantes <strong>de</strong> trigo supieron que los<br />
agricultores iban a recibirlo para po<strong>de</strong>r sembrar, los precios bajaron, y<br />
cuando corrió la voz <strong>de</strong> que iba a firmarse la paz, los precios siguieron<br />
bajando, y todo el mundo quería ven<strong>de</strong>r para liberarse <strong>de</strong> sus<br />
compromisos <strong>de</strong> manera que los merca<strong>de</strong>res se arruinaron. Entonces fue<br />
cuando compré trigo a bajo precio incluso antes <strong>de</strong> que fuese cosechado.<br />
En otoño cobré medida por medida, según tus ór<strong>de</strong>nes, y he recuperado
todo lo que distribuí. Por otra parte, puedo confiarte bajo secreto que es<br />
mentira <strong>de</strong>cir que el trigo <strong>de</strong> los colonos está manchado, porque es tan<br />
bueno e inofensivo como el otro. Creo que los sacerdotes han vertido<br />
secretamente sangre sobre el trigo <strong>de</strong> los colonos, pero hay que<br />
guardarse <strong>de</strong> repetirlo; por otra parte, nadie te creería, porque todo el<br />
mundo está convencido <strong>de</strong> que el trigo y el pan <strong>de</strong> los colonos está<br />
maldito. Después, en invierno, los precios subieron todavía cuando el<br />
sacerdote Ai dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> embarcar trigo para Siria a fin <strong>de</strong> hacer la<br />
competencia al trigo babilónico en el mercado. De manera que jamás el<br />
precio <strong>de</strong>l trigo había sido tan elevado como ahora, y nuestro beneficio es<br />
inmenso y aumentará aún si guardamos nuestras reservas, porque el<br />
invierno próximo el hambre se exten<strong>de</strong>rá por Egipto, puesto que las<br />
tierras están incultas, los esclavos huyen <strong>de</strong> las tierras <strong>de</strong>l faraón y los<br />
campesinos ocultan su trigo para que no lo exporten a Siria. Por esto<br />
<strong>de</strong>bo elevar a las nubes tu sagacidad, ¡oh dueño mío!, porque te has<br />
revelado más sagaz que yo, pese a que te creía loco.<br />
Kaptah <strong>de</strong>sbordaba <strong>de</strong> entusiasmo y prosiguió así:<br />
-Bendigo los tiempos que enriquecen al rico aunque lo enriquezcan<br />
contra su voluntad. Y se saca oro incluso <strong>de</strong> las jarras vacías, como te lo<br />
voy a <strong>de</strong>mostrar. Me he enterado, en efecto, que hay unos hombres que<br />
recorren el país en busca <strong>de</strong> jarras vacías <strong>de</strong> cualquier clase. En seguida<br />
me puse a la caza en Tebas y mis esclavos compraron centenares <strong>de</strong><br />
jarras a un precio miserable, y si te dijese que he vendido mil veces mil<br />
este invierno, no exageraría mucho.<br />
-¿Quiénes suficientemente loco para comprar jarras vacías? -<br />
pregunté.<br />
Kaptah guiñó el ojo y dijo:<br />
-Los compradores preten<strong>de</strong>n que en el Bajo Egipto han <strong>de</strong>scubierto<br />
un nuevo procedimiento para conservar el pescado en agua salada, pero<br />
me he informado y me he enterado <strong>de</strong> que estas jarras salían hacia Siria.<br />
Han <strong>de</strong>scargado en Tanis cargamentos enteros <strong>de</strong> jarras vacías y las<br />
caravanas se las llevan a Siria, y han <strong>de</strong>scargado también en Ghaza, pero<br />
nadie sabe para qué las utilizan los sirios. Y tampoco se sabe qué les lleva<br />
a pagar las jarras vacías al mismo precio que las nuevas.<br />
Esta historia era muy extraña, pero renuncié a romperme el cerebro<br />
en averiguarla, porque el asunto <strong>de</strong>l trigo era mucho más importante.<br />
Cuando Kaptah hubo terminado su exposición, le dije:<br />
-Ven<strong>de</strong> todo lo que tienes si es necesario y compra trigo, tanto como<br />
puedas y a cualquier precio. Pero compra solamente trigo que veas con<br />
tus ojos, no aquel que no ha germinado todavía. Consi<strong>de</strong>ra también si no<br />
convendría, a<strong>de</strong>más, comprar el trigo exportado a Siria, porque, aunque<br />
el faraón tenga que exportar trigo según el tratado <strong>de</strong> paz, Siria pue<strong>de</strong><br />
recibirlo <strong>de</strong> Babilonia. Es verdad que en otoño próximo el hambre se
exten<strong>de</strong>rá en el país <strong>de</strong> Kemi, y por esto maldigo a quien venda trigo a<br />
Siria para hacer la competencia a los babilonios.<br />
A estas palabras, Kaptah alabó <strong>de</strong> nuevo mi cordura y dijo:<br />
-Tienes razón, ¡oh dueño mío!, porque serás el hombre más rico <strong>de</strong><br />
Egipto cuando estas compras hayan sido efectuadas. Pero el hombre a<br />
quien maldices no es otro que el sacerdote Ai, que, en su idiotez, ha<br />
vendido a Siria trigo suficiente para cubrir las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> varios años<br />
y a bajo precio. Porque la Siria paga en oro y necesitaba dinero para<br />
cubrir los gastos <strong>de</strong> las fiestas <strong>de</strong>l treintenario. Pero los sirios no quieren<br />
reven<strong>de</strong>r este trigo, porque son unos comerciantes sagaces y esperan a<br />
que en Egipto se pague a precio <strong>de</strong> oro. Y entonces nos lo reven<strong>de</strong>rán y<br />
acumularán en sus cofres todo el oro <strong>de</strong> Egipto.<br />
Pero pronto olvidé el trigo y la miseria amenazadora, así como el<br />
porvenir incierto, y al mirar a Merit mi corazón se regalaba con su<br />
belleza, porque era el vino en mi boca y el perfume <strong>de</strong> mis cabellos.<br />
Kaptah se retiró y Merit se tendió sobre la alfombrilla y yo no vacilé en<br />
llamarla hermana, pese a que hubiese dudado ya <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacerlo nunca<br />
más. En la oscuridad <strong>de</strong> la noche tenías mis manos sujetas entre las<br />
suyas y su cabeza reposaba sobre mi hombro y mi corazón no tenía ya<br />
secretos para ella. Pero ella conservaba su discreción y no me confió su<br />
misterio. Al reposar en el suelo al lado <strong>de</strong> Merit no me sentía ya forastero<br />
en esta tierra, sino que sus brazos eran un hogar para mí y su boca<br />
alejaba mi soledad. Pero no era más que un espejismo pasajero que <strong>de</strong>bía<br />
conocer para que mi copa estuviese colmada.<br />
Volví a ver también al pequeño Thot y su presencia alentó mi espíritu<br />
y me pasó sus brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello y me llamó padre, <strong>de</strong> manera<br />
que su memoria me emocionó. Merit me dijo que su madre había muerto<br />
y lo había tomado a su cargo, porque lo había llevado a la circuncisión<br />
comprometiéndose a velar por él en el caso <strong>de</strong> que sus padres no<br />
pudiesen hacerlo. Thot llegó pronto a ser el favorito <strong>de</strong> «La Cola <strong>de</strong><br />
Cocodrilo», don<strong>de</strong> los clientes le llevaban juguetes para complacer a<br />
Merit. Durante mi estancia en Tebas me llevé a Thot a mi casa, lo cual<br />
produjo un gran placer a Muti, y al verlo jugar bajo el sicómoro y oírlo<br />
jugar con los chiquillos <strong>de</strong> la calle,<br />
recordaba mis años <strong>de</strong> infancia en Tebas y lo envidiaba. Le gustó tanto<br />
mi casa que pasó allá la noche, y para divertirme le daba lecciones, pese a<br />
que fuese todavía <strong>de</strong>masiado tierno para estudiar. Habiendo<br />
comprobado que era inteligente y aprendía con facilidad las imágenes y<br />
los signos, <strong>de</strong>cidí llevarlo a la mejor escuela <strong>de</strong> Tebas, con los hijos <strong>de</strong> los<br />
nobles, lo cual alegró mucho a Merit. Y Muti no se cansaba <strong>de</strong> prepararle<br />
golosinas con miel y contarle leyendas, puesto que había conseguido su<br />
fin, que era tener en casa un chiquillo sin madre que le arrojase agua
caliente a las piernas, como hacen las mujeres <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
disputado con sus maridos.<br />
Así hubiera podido ser feliz, pero en Tebas la excitación era gran<strong>de</strong>, y<br />
me era imposible escapar a ella. No pasaba día sin alborotos por las<br />
calles y las plazas, y la gente se hería y partía el cráneo discutiendo <strong>de</strong><br />
Atón y Amón. Los guardias y los jueces no cesaban, y cada semana se<br />
llevaban al puerto hombres y mujeres atados para mandarlos a las minas<br />
o a los campos <strong>de</strong>l faraón <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlos arrancado a sus familias.<br />
Pero estos con<strong>de</strong>nados no partían como culpables, la muchedumbre los<br />
aclamaba y les arrojaba flores, y, levantando sus manos atadas, <strong>de</strong>cían:<br />
-Volveremos pronto. Y otros añadían: -Volveremos y conoceremos el<br />
sabor <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> Atón.<br />
Y los guardias no se atrevían a intervenir por miedo a la<br />
muchedumbre. La discordia reinaba en Tebas y el hijo abandonaba a su<br />
padre y el marido a su mujer a causa <strong>de</strong> Atón. Así como los servidores <strong>de</strong><br />
Atón llevaban una cruz sobre sus ropas o en el cuello, los fieles a Amón<br />
llevaban un cuerno como símbolo, lo llevaban muy visible y nadie podía<br />
impedírselo, porque <strong>de</strong> todos los tiempos el cuerno había sido un<br />
ornamento lícito. Ignoro por qué habían elegido este símbolo, acaso<br />
porque fuese uno <strong>de</strong> los numerosos nombres <strong>de</strong> Amón. Sea como fuere,<br />
los que llevaban el cuerno volcaban los cestos <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong><br />
pescado y rompían los cristales <strong>de</strong> las ventanas gritando:<br />
-Embestimos con el cuerno, reventaremos a Atón con nuestros<br />
cuernos.<br />
Pero los servidores <strong>de</strong> Atón comenzaron a llevar puñales adornados<br />
con una cruz bajo su ropa y se <strong>de</strong>fendían gritando:<br />
-En verdad nuestra cruz es más cortante que vuestros cuernos, y con<br />
nuestras cruces <strong>de</strong> vida os daremos la vida eterna.<br />
Y así las muertes y las agitaciones se multiplicaban rápidamente por la<br />
ciudad.<br />
Quedé sorprendido al ver cuánto había aumentado la influencia <strong>de</strong><br />
Atón en Tebas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un año atrás. Porque muchos colonos que se habían<br />
refugiado en la ciudad <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo perdido todo, comenzaron a<br />
acusar a los sacerdotes <strong>de</strong> envenenar el trigo y a los nobles <strong>de</strong> obstruir<br />
sus canales <strong>de</strong> irrigación y pisotear los campos, y se habían afiliado a<br />
Atón. Por otra parte, muchos jóvenes se habían apasionado por la nueva<br />
doctrina, como reacción contra la generación prece<strong>de</strong>nte. De la misma<br />
forma los esclavos y los <strong>de</strong>scargadores <strong>de</strong>l muelle se <strong>de</strong>cían:<br />
-Nuestra medida ha disminuido en una mitad y no tenemos nada que<br />
per<strong>de</strong>r. Delante <strong>de</strong> Atón ni hay dueños ni esclavos, amos ni servidores,<br />
pero a Amón <strong>de</strong>bemos pagárselo todo.<br />
Pero los más ardientes partidarios <strong>de</strong> Atón eran los ladrones, los<br />
saqueadores <strong>de</strong> tumbas y los <strong>de</strong>nunciadores que se habían enriquecido y
temían la venganza. Y también todos aquellos que se aprovechaban <strong>de</strong><br />
Atón o querían conservar el favor <strong>de</strong>l faraón. En cuanto a la gente<br />
respetable o pacífica, acabó cansándose <strong>de</strong> todo y no creyó más en los<br />
dioses, sino que se lamentó tristemente diciendo:<br />
-Amón o Atón, poco importa. Sólo <strong>de</strong>seamos trabajar en paz para<br />
ganar nuestra vida, pero tiran <strong>de</strong> nosotros por uno y otro lado, <strong>de</strong><br />
manera que no sabemos qué hacer.<br />
Los más <strong>de</strong>sgraciados <strong>de</strong> aquella época fueron los que querían<br />
conservar los ojos abiertos y <strong>de</strong>jar a cada cual su fe. Los atacaban por<br />
todos lados, se les censuraba y criticaba, y eran tratados <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>s e<br />
indiferentes, <strong>de</strong> imbéciles y <strong>de</strong> renegados, <strong>de</strong> manera que al fin elegían la<br />
cruz o el cuerno según creyesen qué les podía ser menos pernicioso.<br />
Ocurrió así que las cruces bebían en sus tabernas y los cuernos en las<br />
<strong>de</strong> ellos, y las mujeres <strong>de</strong> placer que ejercían su profesión al pie <strong>de</strong> las<br />
murallas sacaban la cruz o el cuerno a gusto <strong>de</strong>l cliente. Y cada noche, las<br />
cruces y los cuernos salían ebrios <strong>de</strong> las tabernas y recorrían las calles<br />
rompiendo lámparas y apagando las antorchas y golpeaban los postigos<br />
<strong>de</strong> las casas y herían a sus adversarios <strong>de</strong> manera que no podría <strong>de</strong>cir<br />
quiénes eran peores, si los cuernos o las cruces, pero yo los <strong>de</strong>testaba a<br />
los dos.<br />
«La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo» había tenido que elegir también su signo, pese<br />
a que Kaptah hubiera preferido abstenerse y sacar provecho <strong>de</strong> los dos<br />
bandos. Pero aquello no <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> él y cada noche dibujaban una cruz<br />
en los muros <strong>de</strong> la taberna, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> dibujos obscenos. Era muy<br />
natural, porque los tratantes en trigo <strong>de</strong>testaban a Kaptah, que los había<br />
arruinado distribuyendo simiente entre los colonos, y poco importaba<br />
que hubiese inscrito la taberna a nombre <strong>de</strong> Merit en el registro <strong>de</strong> los<br />
impuestos. Se <strong>de</strong>cía también que los sacerdotes <strong>de</strong> Amón habían sido<br />
maltratados en su taberna. Los clientes habituales eran principalmente<br />
individuos sospechosos que no habían tenido escrúpulos en los medios<br />
utilizados para enriquecerse, y a los jefes <strong>de</strong> los saqueadores <strong>de</strong> tumbas<br />
les gustaba saborear las colas <strong>de</strong> cocodrilo vendiendo su botín en las<br />
habitaciones posteriores. Toda esta gente se había adherido a Atón<br />
porque los enriquecía, y los ladrones <strong>de</strong>claraban incluso que penetraban<br />
en las tumbas para borrar el nombre maldito <strong>de</strong> Amón.<br />
No tardé en darme cuenta <strong>de</strong> que me visitaban muy pocos enfermos y<br />
que en mi barrio la gente me evitaba o<br />
apartaba la mirada. Cuando se cruzaban conmigo en un lugar solitario,<br />
me <strong>de</strong>cían:<br />
-No tenemos nada contra ti, Sinuhé, y nuestras mujeres y nuestros<br />
hijos están enfermos, pero no nos atrevemos a recurrir a tu arte porque<br />
tu Corte está maldita y no queremos crearnos disgustos.<br />
Y <strong>de</strong>cían, a<strong>de</strong>más:
-No tememos la maldición, porque estamos hartos <strong>de</strong> los dioses y sus<br />
querellas, y no sabemos ya si vivimos o estamos muertos, tan escasa es<br />
nuestra medida. Pero tenemos miedo <strong>de</strong> los cuernos, porque rompen las<br />
puertas <strong>de</strong> nuestras casas y golpean a nuestros hijos mientras estamos<br />
trabajando. Sabes muy bien que has hablado <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> Atón y llevas<br />
esta <strong>de</strong>sgraciada cruz colgada <strong>de</strong> tu cuello.<br />
Pero los esclavos y los faquines continuaban acudiendo a mi casa para<br />
curarse, y pru<strong>de</strong>ntemente me preguntaban:<br />
-¿Es verdad que Atón, que no enten<strong>de</strong>mos por qué no tiene imagen,<br />
no hace diferencia entre el rico y el pobre? Quisiéramos también<br />
nosotros reposar bajo baldaquinos y beber vino en copas <strong>de</strong> oro y tener<br />
gente que trabajase por nosotros. Hubo un tiempo en que los ricos<br />
trabajaban en las minas y sus mujeres mendigaban en las esquinas y los<br />
que no tenían nada mojaban su pan en el vino y dormían en lechos<br />
dorados. ¿Por qué no vuelve este tiempo si Atón lo quiere, Sinulté?<br />
Traté <strong>de</strong> explicarles que un hombre pue<strong>de</strong> ser esclavo y, sin embargo,<br />
sentirse libre.<br />
Pero ellos se reían burlonamente y <strong>de</strong>cían:<br />
-Si hubieses recibido bastonazos en la espalda no hablarías así. Pero<br />
nosotros te queremos porque eres bueno y simple y nos cuidas sin<br />
exigirnos ningún regalo. Por esto, cuando comiencen los tumultos, ve al<br />
puerto y te ocultaremos. Porque este tiempo llegará pronto.<br />
Pero nadie se atrevió a inquietarme, porque era médico real y todo el<br />
mundo me conocía. Por esto no dibujaban cruces ni obscenida<strong>de</strong>s en mi<br />
puerta. Tal era aún el respeto popular por los que llevaban el emblema<br />
real.<br />
Pero un día el pequeño Toht llegó a casa lleno <strong>de</strong> contusiones,<br />
sangrando por la nariz y con un diente roto. Muti lloró lavándolo y,<br />
tomando el tundidor <strong>de</strong> la ropa, salió diciendo:<br />
-Amón o Atón, los chicos <strong>de</strong>l tejedor me las van a pagar.<br />
Pronto resonaron gritos <strong>de</strong> dolor en la calle y vimos a Muti azotando a<br />
los cinco hijos <strong>de</strong>l tejedor y atacando también al padre y a la madre.<br />
Después regresó rezumando cólera, y en vano le expliqué que el odio<br />
siembra el odio. Pero más tar<strong>de</strong> se calmó y fue a llevar pasteles <strong>de</strong> miel al<br />
tejedor y se reconcilió con él y su mujer.<br />
Des<strong>de</strong> entonces la familia <strong>de</strong>l tejedor sintió un vivo respeto por Muti,<br />
y sus hijos fueron los mejores amigos <strong>de</strong> Thot y pescaban golosinas en la<br />
cocina y se iban a la calle a jugar con los <strong>de</strong>más chiquillos sin<br />
preocuparse <strong>de</strong> los cuernos ni <strong>de</strong> las cruces.<br />
5
Mi estancia en Tebas se prolongaba y tuve que ir una vez al palacio<br />
dorado, a pesar <strong>de</strong> mi temor <strong>de</strong> encontrarme con Mehunefer. Me <strong>de</strong>slicé<br />
como una liebre que pasa <strong>de</strong> un matorral a otro por miedo al águila<br />
rapaz.<br />
Vi a Ai, con su cetro; estaba sombrío e inquieto y me habló con<br />
franqueza.<br />
-Sinuhé, los disturbios estallan por todas partes y temo que mañana<br />
sea peor que hoy. Trata <strong>de</strong> volver al faraón a la razón, si pue<strong>de</strong>s; y si<br />
fracasas, adminístrale estupefacientes para que que<strong>de</strong> atontado, porque<br />
sus ór<strong>de</strong>nes son cada vez más insensatas y creo que no se da cuenta <strong>de</strong> su<br />
alcance. En verdad, el po<strong>de</strong>r es amargo y este maldito Horemheb intriga<br />
contra mí y retiene en Menfis los cargamentos <strong>de</strong> trigo que mando a Siria<br />
para obtener oro. La autoridad se tambalea, porque el faraón ha<br />
prohibido la pena <strong>de</strong> muerte y no se pue<strong>de</strong> azotar a los criminales.<br />
¿Cómo preten<strong>de</strong> asegurar el respeto <strong>de</strong> las leyes si no se corta la mano<br />
<strong>de</strong>l criminal para servir <strong>de</strong> ejemplo? ¿Y cómo mantener el respeto <strong>de</strong><br />
unas leyes que cambian sin cesar y según el capricho <strong>de</strong>l faraón? -Se<br />
quedó pensativo y sombrío, y añadió:<br />
-¡Si tan sólo me hubiese quedado <strong>de</strong> sacerdote en Heliópolis! Pero<br />
aquella maldita mujer me trajo aquí contagiándome su sed <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong><br />
manera que no soy ya libre e incluso en sueños su alma se me ha<br />
aparecido repetidas veces. No, Sinuhé, quien ha saboreado el po<strong>de</strong>r<br />
quiere siempre más y más, y esta pasión es la más terrible <strong>de</strong> todas, pero<br />
proporciona también el mayor goce posible. Cierto es que si yo ostentara<br />
el po<strong>de</strong>r en Egipto sabría calmar al pueblo y restablecer el or<strong>de</strong>n, y la<br />
autoridad <strong>de</strong>l faraón sería más gran<strong>de</strong> que nunca frente a un Atón y un<br />
Amón rivales. Pero habría que hacer <strong>de</strong> Atón una imagen a la que el<br />
pueblo pudiese adorar.<br />
Le pregunté <strong>de</strong> nuevo si había elegido ya el sucesor <strong>de</strong>l faraón<br />
Akhenaton, pero él levantó el brazo para protestar y dijo:<br />
-No soy ningún traidor, ya lo sabes, y si discuto con los sacerdotes es<br />
por su bien y para salvar su autoridad.<br />
Pero un hombre pru<strong>de</strong>nte lleva varias flechas en su carcaj. Y me permito<br />
recordarte <strong>de</strong> paso que soy el padre <strong>de</strong> la reina Nefertiti y <strong>de</strong> esta manera<br />
mi sangre está aliada a la familia real. Te lo digo para tu buen gobierno.<br />
Porque sé que estás muy ligado a ese vanidoso e inoportuno Horemheb,<br />
pero está sentado sobre unas puntas <strong>de</strong> lanza y es un asiento muy<br />
incómodo <strong>de</strong>l que es fácil caer y romperse la crisma. Sólo la sangre <strong>de</strong> los<br />
faraones une los reinos, y esta sangre <strong>de</strong>be transmitirse <strong>de</strong> siglo en siglo,<br />
pero pue<strong>de</strong> reinar también por las mujeres si el faraón no tiene<br />
here<strong>de</strong>ros.
Estas palabras me llenaron <strong>de</strong> estupefacción. Dije:<br />
-¿Crees verda<strong>de</strong>ramente que Horemheb, mi amigo Horemheb, trata<br />
<strong>de</strong> acaparar la doble corona? Es una i<strong>de</strong>a loca, sabes muy bien que nació<br />
con estiércol entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies y llegó a la Corte con la túnica<br />
gris <strong>de</strong> los pobres.<br />
Pero Ai me escrutaba con sus ojos oscuros hundidos en su rostro, y<br />
me dijo:<br />
-¿Quién pue<strong>de</strong> leer en el corazón <strong>de</strong> los hombres? La ambición es la<br />
más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> las pasiones, pero si Horemheb vuela tan alto, lo<br />
<strong>de</strong>rribaré rápidamente.<br />
Pasé al gineceo a visitar a la princesa <strong>de</strong> Babilonia, que había roto una<br />
jarra con el faraón Akhenatón, porque Nefertiti la había expedido<br />
inmediatamente a Tebas. Era una linda muchacha y había aprendido ya<br />
el egipcio, que hablaba <strong>de</strong> una manera verda<strong>de</strong>ramente divertida.<br />
Aunque estaba muy disgustada <strong>de</strong> que el faraón no hubiese cumplido<br />
con su <strong>de</strong>ber para con ella, estaba contenta en Tebas y más a gusto que<br />
en Babilonia.<br />
Y me dijo:<br />
-No sabía que la mujer pudiese ser tan libre como lo es en Egipto. No<br />
tengo necesidad <strong>de</strong> velarme el rostro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los hombres y puedo<br />
dirigir la palabra a quien quiero y me basta <strong>de</strong>cir una palabra para que<br />
me lleven a Tebas, don<strong>de</strong> soy bien acogida en los banquetes <strong>de</strong> los nobles<br />
y nadie me juzga mal si permito a los hombres guapos cogerme por el<br />
cuello y poner sus labios sobre mis mejillas. Pero quisiera que el faraón<br />
cumpliese su <strong>de</strong>ber conmigo a fin <strong>de</strong> ser más libre y po<strong>de</strong>r divertirme con<br />
quien quisiera, porque según es costumbre en Egipto, cada cual pue<strong>de</strong><br />
divertirse con quien quiere, a condición <strong>de</strong> que no se sepa. ¿Crees que el<br />
faraón me llamará pronto? Porque es muy enojoso permanecer virgen<br />
cuando la jarra está ya rota <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo.<br />
Yo olvidaba que era médico y la miraba con ojos <strong>de</strong> hombre, y pu<strong>de</strong><br />
asegurarle que no tenía ningún <strong>de</strong>fecto y que la mayoría <strong>de</strong> los hombres<br />
preferían una alfombra mullida a una dura. Pero le aconsejé que<br />
renunciase<br />
a las cosas dulces y a la leche porque el faraón y su real esposa estaban<br />
<strong>de</strong>lgados y las conveniencias exigían que las damas <strong>de</strong> la Corte lo<br />
estuviesen también, y que, a<strong>de</strong>más, la moda se inspiraba en ello.<br />
Pero ella añadió:<br />
-Tengo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l pecho izquierdo una pequeña marca, como vas a<br />
ver. Es tan pequeña que casi no se ve y hay que acercarse mucho para<br />
examinarla mejor. A pesar <strong>de</strong> su pequeñez, me molesta mucho y quisiera<br />
que me operases. Las damas que han estado en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte<br />
me han dicho que manejas admirablemente el bisturí y que sabes hacer<br />
la operación tan agradable para ti como para el enfermo.
Su pecho juvenil era verda<strong>de</strong>ramente espléndido y merecía ser visto,<br />
pero me di cuenta <strong>de</strong> que la princesa había sido ya víctima <strong>de</strong> la pasión<br />
<strong>de</strong> Tebas y yo no sentía <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> romper los precintos <strong>de</strong> las jarras <strong>de</strong>l<br />
faraón. Por esto le dije que <strong>de</strong>sgraciadamente no tenía allí los<br />
instrumentos y salí rápidamente.<br />
Había pasado en Tebas toda la primavera y se acercaba el verano, con<br />
sus calores y sus moscas, pero yo no pensaba en abandonar la ciudad. Al<br />
final, el faraón Akhenatón me reclamó porque sus dolores <strong>de</strong> cabeza<br />
habían empeorado y no pu<strong>de</strong> diferir por más tiempo mi partida. Me<br />
<strong>de</strong>spedí, pues, <strong>de</strong> Kaptah, que me dijo:<br />
-¡Oh dueño mío! He comprado en tu nombre todo el trigo disponible y<br />
lo he <strong>de</strong>positado en diferentes ciuda<strong>de</strong>s y lo he escondido, porque un<br />
hombre pru<strong>de</strong>nte obra con cautela en previsión <strong>de</strong> todo lo que pue<strong>de</strong><br />
ocurrir; si, por ejemplo, se requisa el trigo en caso <strong>de</strong> hambre para<br />
ven<strong>de</strong>rlo a los pobres, el fisco se metería en el bolsillo todo el beneficio,<br />
lo cual sería profundamente injusto y contrario a las costumbres. Pero<br />
me parece que los acontecimientos van a precipitarse, porque han<br />
prohibido ya el envío <strong>de</strong> jarras vacías a Siria, <strong>de</strong> manera que hay que<br />
embarcarlas a escondidas, lo cual disminuye mi beneficio. Han<br />
prohibido también exportar trigo a Siria, pero ésta es una or<strong>de</strong>n natural<br />
y comprensible, que viene, sin embargo, <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>, porque no se<br />
encontraría en todo Egipto trigo que comprar para mandarlo a Siria.<br />
Esta última resolución es razonable, pero no la <strong>de</strong> las jarras vacías.<br />
Verdad es que siempre se pue<strong>de</strong> burlar la ley llenándolas <strong>de</strong> agua, <strong>de</strong><br />
manera que no estén vacías, y los perceptores no han puesto todavía<br />
ningún impuesto sobre el agua, pero son muy capaces.<br />
Me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> Merit y <strong>de</strong>l pequeño Thot, porque, <strong>de</strong>sgraciadamente,<br />
no podía llevármelos en vista <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l faraón llamándome a toda<br />
prisa. Pero le dije a Merit:<br />
-Ve a verme con el pequeño Thot y pasaremos días felices en la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte.<br />
Y Merit dijo:<br />
-Toma una flor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y plántala en un suelo graso y riégala cada<br />
día; se mustiará y morirá. Eso es lo que me ocurriría a mí en la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte, y tu amistad por mí se mustiaría y perecería, porque las<br />
mujeres <strong>de</strong> la Corte te harían ver todo lo que me separa <strong>de</strong> ellas, y creo<br />
conocer tan bien a los hombres como a las mujeres. A<strong>de</strong>más, no es<br />
conforme a tu rango retener en tu casa a una mujer nacida en una<br />
taberna y a quien los hombres ebrios han tocado los muslos durante<br />
muchos años.<br />
Yo le dije:
-Merit, querida, regresaré en cuanto pueda, porque tengo hambre y<br />
sed en cuanto estoy a tu lado. Quizá regresaré para no volverme a<br />
marchar nunca más.<br />
Pero ella dijo:<br />
-No hablas lo que te dicta el corazón, Sinuhé, porque te conozco lo<br />
suficiente para saber que no abandonarás al faraón ahora que tantos<br />
nobles se apartan <strong>de</strong> él. No lo abandonarás en los malos tiempos. Tal es<br />
tu corazón, Sinuhé, y ésta es quizá la razón por la cual soy tu amiga.<br />
Estas palabras me indignaron y sentí una opresión en la garganta al<br />
pensar que quizá la per<strong>de</strong>ría para siempre. Y por esto le dije:<br />
-Merit, Egipto no es el único país <strong>de</strong>l mundo. Estoy hastiado <strong>de</strong> las<br />
querellas <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> las locuras <strong>de</strong>l faraón. Huyamos, pues, juntos<br />
muy lejos los tres, sin pensar en el mañana.<br />
Pero ella sonrió tristemente y su mirada se ensombreció y dijo:<br />
-Tus palabras son vanas y sabes bien que tu mentira me es agradable,<br />
porque me prueba que me amas. Pero no creo que pudieses vivir feliz<br />
fuera <strong>de</strong> Egipto y yo no podría ser feliz más que en Tebas. No, Sinuhé,<br />
cuando sea vieja y arrugada y gorda, me abandonarás y me <strong>de</strong>testarás a<br />
causa <strong>de</strong> todo lo que habrás hecho por mí. Por esto prefiero renunciar a<br />
ti.<br />
-Eres para mí el hogar y la patria, Merit -le dije-. Eres el pan en mi<br />
mano y el vino en mi boca, y lo sabes muy bien. Eres la única mujer en el<br />
mundo con quien no me siento solitario, y por eso te amo.<br />
-Sí, es verdad -dijo ella con cierta amargura-. No soy, en realidad, más<br />
que la manta <strong>de</strong> tu soledad esperando ser una alfombra usada. Pero bien<br />
está así. Por esto no te diré el secreto que me roe el corazón y que<br />
<strong>de</strong>bieras quizá conocer. Pero por ti lo callo, Sinuhé, no por mí.<br />
Así no me reveló el secreto, porque era más orgullosa que yo y quizá<br />
más solitaria también, pese a que no lo hubiese comprendido entonces,<br />
porque, en el fondo, no pensaba más que en mí. Yo creo que en amor<br />
todos los hombres son lo mismo, pero esto no es una excusa.<br />
Poco <strong>de</strong>spués abandoné Tebas y me fui a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento no tengo más que cosas tristes que contar. Por<br />
esto me he extendido tanto sobre mi estancia en Tebas, pese a que no<br />
ocurriese nada notable, pero lo he evocado para mí.
LIBRO DECIMOTERCERO<br />
<strong>EL</strong> REINO DE ATON SOBRE LA TIERRA<br />
A mi regreso a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, el faraón estaba<br />
verda<strong>de</strong>ramente enfermo y necesitaba mis cuidados. Sus mejillas<br />
estaban hundidas y sus pómulos salientes, y el cuello parecía más largo<br />
todavía; en las ceremonias no soportaba ya el peso <strong>de</strong> la doble corona<br />
que le hacía inclinar la cabeza. Sus muslos estaban hinchados y las<br />
pantorrillas eran <strong>de</strong>lgadas como vergas y tenía los ojos ojerosos y<br />
apagados y a menudo, a causa <strong>de</strong> su dios, olvidaba a las personas con<br />
quien hablaba. Acentuaba todavía sus males saliendo al sol con la cabeza<br />
<strong>de</strong>scubierta y sin parasol, para exponerse a los rayos benefactores <strong>de</strong> su<br />
dios. Pero éstos en lugar <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirle, lo envenenaban, <strong>de</strong> manera que<br />
<strong>de</strong>liraba y tenía pesadillas. Su dios era como él, ofrecía su bondad y su<br />
amor con <strong>de</strong>masiada generosidad y violencia y este amor sembraba las<br />
ruinas a su alre<strong>de</strong>dor.<br />
Pero en sus momentos <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z, cuando le había puesto compresas<br />
frías en las sienes y administrado pociones calmantes, me miraba con<br />
sus ojos sombríos y amargos, como si una <strong>de</strong>cepción in<strong>de</strong>cible hubiese<br />
invadido su espíritu, y esta mirada me penetraba hasta el corazón, <strong>de</strong><br />
manera que lo amaba en su <strong>de</strong>bilidad y hubiera dado mucho por evitarle<br />
su <strong>de</strong>cepción. Y me <strong>de</strong>cía:<br />
-Sinuhé, ¿mis visiones habrán sido engañosas? Si es así, la vida es más<br />
espantosa <strong>de</strong> lo que pensaba y el mundo está gobernado no por la<br />
bondad, sino por un mal inmenso. Por esto mis visiones tienen que ser<br />
verdad. ¿Me oyes, Sinuhé? Tienen que ser verdad aunque el sol no brille<br />
ya sobre mi corazón y mis amigos escupan en mi lecho. No soy ciego, veo<br />
en los corazones, en el tuyo también, Sinuhé, en tu corazón tierno y<br />
débil, y sé que<br />
me tienes por loco, pero te perdono, porque la luz ha iluminado una vez<br />
tu corazón.<br />
Pero cuando el dolor lo atormentaba se lamentaba y <strong>de</strong>cía:<br />
-Sinuhé, se remata a un animal enfermo o a un león herido, pero<br />
nadie le da el golpe <strong>de</strong> gracia a un ser humano. Mi <strong>de</strong>cepción es más<br />
cruel que la muerte, que no temo, porque mi espíritu vivirá eternamente.<br />
Nací <strong>de</strong>l sol y regresaré al sol, y sólo a esto aspiro <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todas mis<br />
<strong>de</strong>cepciones.<br />
1
Hacia otoño, gracias a mis cuidados, estuvo mejor, pero yo me<br />
preguntaba si hubiera <strong>de</strong>bido <strong>de</strong>jarlo morir. Un médico no <strong>de</strong>be nunca<br />
abandonar a sus enfermos si su arte es suficiente para hacerlos vivir, lo<br />
cual es a menudo la maldición <strong>de</strong>l médico, pero no pue<strong>de</strong> evitarlo, <strong>de</strong>be<br />
cuidar a los buenos y a los malos, a los justos y a los culpables, sin hacer<br />
diferencias entre ellos. Así el faraón se repuso hacia el otoño, y se<br />
encerró en sí mismo y no habló con nadie y sus ojos eran duros mientras<br />
permanecía a menudo solo.<br />
Pero tenía razón al <strong>de</strong>cir que la gente escupía sobre su lecho, porque<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dado a luz a una quinta hija, la reina Nefertiti se cansó<br />
<strong>de</strong> él y comenzó a odiarlo y a no pensar más que en hacerle daño. Por<br />
esto cuando el grano <strong>de</strong> cebada comenzó a germinar en ella por sexta<br />
vez, el hijo que llevaba en su seno no era más que nominalmente <strong>de</strong><br />
sangre real, porque había permitido a una simiente extranjera<br />
fecundarla, y no conocía ya el límite en su libertinaje y se divertía con<br />
todo el mundo, incluso con mi amigo Thotmés. Su belleza se había<br />
conservado intacta pese a que su primavera estuviese <strong>de</strong>sflorada, y su<br />
mirada y su sonrisa irónica tenían un encanto que atraía a los hombres.<br />
Se <strong>de</strong>dicó a seducir a los familiares <strong>de</strong>l faraón para apartarlos <strong>de</strong> él.<br />
Su voluntad era firme y su inteligencia terriblemente viva, y como a<br />
ello unía la belleza y el po<strong>de</strong>río, era muy peligrosa. Durante años enteros<br />
le había bastado sonreír y dominar por su belleza, y se contentó con<br />
joyas y vinos, poesías y galanterías. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> la<br />
quinta hija, hizo a su marido responsable. Y no olvi<strong>de</strong>mos que por sus<br />
venas circulaba la sangre ambiciosa <strong>de</strong> su padre Ai, la sangre negra <strong>de</strong> la<br />
mentira, el ardid y la perfidia.<br />
Hay que reconocer, sin embargo, que durante todos los años<br />
transcurridos su conducta había sido irreprochable y que ro<strong>de</strong>ó al faraón<br />
Akhenatón <strong>de</strong> toda su ternura <strong>de</strong> mujer amante y había creído en sus<br />
visiones. Por esto mucha gente quedó sorprendida <strong>de</strong> este cambio y lo<br />
atribuyó a la maldición que flotaba sobre la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte como<br />
una sombra mortal. Porque su <strong>de</strong>svergüenza era tal que llegó a <strong>de</strong>cirse<br />
que se divertía con la servidumbre, los sardos y los obreros, si bien me<br />
niego a creerlo, porque la gente tiene siempre ten<strong>de</strong>ncia a exagerar.<br />
En cuanto al faraón, se encerró en su soledad, y su alimento era el pan<br />
y la harina amasada <strong>de</strong>l pobre y su bebida el agua <strong>de</strong>l Nilo, porque quería<br />
purificarse para volver a encontrar su claridad y creía que la carne y el<br />
vino turbaban sus visiones.<br />
Las noticias <strong>de</strong>l extranjero eran todas malas. Aziru mandaba <strong>de</strong> Siria<br />
numerosas tablillas <strong>de</strong> arcilla para quejarse. Decía que los hombres<br />
querían regresar a sus hogares para apacentar sus cor<strong>de</strong>ros, cuidar su<br />
ganado, cultivar las tierras y divertirse con su mujer, porque eran<br />
amantes <strong>de</strong> la paz. Pero los bandoleros <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l Sinaí
cruzaban a cada instante la frontera y saqueaban a Siria, y estos<br />
bandoleros iban provistos <strong>de</strong> armas egipcias e iban mandados por<br />
oficiales egipcios y constituían un peligro para la apacible Siria, <strong>de</strong><br />
manera que Aziru no podía licenciar a sus tropas. El comandante <strong>de</strong><br />
Ghaza había adoptado una actitud inconveniente contraria a la letra y el<br />
espíritu <strong>de</strong>l tratado, porque cerraba las puertas <strong>de</strong> la villa a los<br />
comerciantes y las caravanas, no admitiendo más que a sus protegidos.<br />
Las quejas <strong>de</strong> Aziru eran incesantes, y escribía que cualquier otro que no<br />
fuese él hubiera perdido ya la paciencia pero que amaba la paz por<br />
encima <strong>de</strong> todo. Era necesario, sin embargo, terminar; <strong>de</strong> lo contrario,<br />
no respondía <strong>de</strong> las consecuencias.<br />
Babilonia estaba muy <strong>de</strong>scontenta <strong>de</strong> la competencia egipcia en los<br />
mercados sirios <strong>de</strong>l trigo, y Burraburiash estaba <strong>de</strong>cepcionado a causa <strong>de</strong><br />
los regalos <strong>de</strong>l faraón y presentaba una larga lista <strong>de</strong> reivindicaciones. El<br />
embajador <strong>de</strong> Babilonia en Egipto se encogía <strong>de</strong> hombros, abría los<br />
brazos y se arrancaba la barba, diciendo:<br />
-Mi señor es como un león que husmea el viento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su antro para<br />
saber lo que le aporta. Ha puesto todas sus esperanzas en Egipto, pero si<br />
Egipto es realmente tan pobre que no pue<strong>de</strong> enviarle el oro necesario<br />
para construir carros <strong>de</strong> guerra, no sé lo que ocurrirá. Mi señor <strong>de</strong>sea ser<br />
siempre el amigo <strong>de</strong> un Egipto fuerte y rico y esta alianza aseguraría la<br />
paz <strong>de</strong>l mundo, porque Egipto y Babilonia son lo suficientemente ricos<br />
para no tener que <strong>de</strong>sear la guerra. Pero la amistad <strong>de</strong> un Egipto débil y<br />
pobre no tiene ninguna importancia, no es más que una carga, y <strong>de</strong>bo<br />
confesar que mi señor ha quedado sorprendido al ver a Egipto renunciar<br />
a Siria por <strong>de</strong>bilidad. Pese a que amo a Egipto y le <strong>de</strong>seo todo el bien<br />
posible, el interés por mi país domina mis sentimientos y no me<br />
extrañaría ser en breve llamado a Babilonia, lo cual me causaría una gran<br />
pena.<br />
Así hablaba, y ningún hombre razonable podía negarle la razón. Y el<br />
rey Burraburiash cesó <strong>de</strong> enviar juguetes y huevos teñidos a su esposa <strong>de</strong><br />
tres años, pese a que fuese la hija <strong>de</strong>l faraón y la sangre real corriese por<br />
sus venas.<br />
Y he aquí que una embajada hitita llegó a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte,<br />
presidida por numerosos nobles, diciendo que iban a confirmar la<br />
amistad tradicional entre Egipto y el país <strong>de</strong> Khatti y a familiarizarse,<br />
a<strong>de</strong>más, con las costumbres egipcias <strong>de</strong> las cuales habían oído <strong>de</strong>cir<br />
mucho bien y con el Ejército egipcio, cuya disciplina y armamento no<br />
<strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> procurarles algunas informaciones útiles. Su actitud era<br />
<strong>de</strong>ferente y cortés y eran portadores <strong>de</strong> numerosos regalos para los<br />
personajes <strong>de</strong> la Corte. Así dieron al joven Tut, yerno <strong>de</strong> Akhenaton, un<br />
puñal <strong>de</strong> un metal azul que era más brillante y cortante que todos los<br />
<strong>de</strong>más. Yo tenía un puñal idéntico que me había regalado el capitán <strong>de</strong>l
puerto, como he referido, y aconsejé a Tut que lo hiciese dorar y platear a<br />
la moda siria. Estuvo encantado con su regalo y dijo que habría que<br />
ponerlo en su tumba, porque era <strong>de</strong>lgado y raquítico y pensaba a<br />
menudo en la muerte, más que la gente joven <strong>de</strong> su edad.<br />
Estos jefes hititas eran hombres bellos, agradables e instruidos. Su<br />
nariz aguileña, su mentón enérgico y sus ojos <strong>de</strong> animal feroz les<br />
procuraron numerosos éxitos, porque las mujeres se entusiasman<br />
fácilmente con todo lo que es nuevo. Y durante el transcurso <strong>de</strong> las<br />
veladas a que estaban invitados, <strong>de</strong>cían así:<br />
-Sabemos que se cuentan muchas leyendas atroces sobre nuestro país,<br />
pero es obra <strong>de</strong> pérfidos envidiosos. Por esto somos felices al<br />
<strong>de</strong>mostraros que somos gente culta que sabe leer y escribir. No comemos<br />
carne cruda ni bebemos la sangre <strong>de</strong> los niños, como se cuenta, sino que<br />
apreciamos la cocina siria y la egipcia. Somos gente apacible que<br />
<strong>de</strong>testamos las querellas y a cambio <strong>de</strong> nuestros regalos sólo os<br />
pediremos algunas informaciones que puedan sernos útiles para<br />
<strong>de</strong>sarrollar el nivel cultural <strong>de</strong> nuestro pueblo. Nos interesamos<br />
vivamente por la forma como vuestros sardos manejan sus armas así<br />
como vuestros carros <strong>de</strong> guerra dorados, a los que no podríamos<br />
comparar con los nuestros, pesados y primitivos. Y no <strong>de</strong>béis creer las<br />
calumnias difundidas sobre nosotros por los fugitivos <strong>de</strong> Mitanni,<br />
porque están amargados por la <strong>de</strong>sgracia que les ha valido su cobardía.<br />
Os po<strong>de</strong>mos asegurar que si se hubiesen quedado en el país no les<br />
hubiera ocurrido ningún mal, y les aconsejamos que regresen al país y<br />
vivan en buena armonía con nosotros y no les guardamos rencor alguno<br />
por sus calumnias, porque nos hacemos cargo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>cepción. Pero<br />
podéis compren<strong>de</strong>r que nuestro país es <strong>de</strong>masiado pequeño para<br />
nosotros, porque tenemos muchos hijos, ya que nuestro gran rey<br />
Shubbiluliuma los ama enormemente. Y necesitamos espacio para ellos y<br />
para apacentar nuestros ganados, y en Mitanni había sitio para nosotros,<br />
porque las mujeres no tienen más que uno o dos chiquillos. Por otra<br />
parte, no podíamos soportar ver reinar en este país la injusticia y la<br />
opresión, y en realidad los habitantes <strong>de</strong> Mitanni nos han llamado en su<br />
ayuda y hemos entrado en su país como liberadores y no como invasores.<br />
Ahora tenemos en Mitanni suficiente espacio vital para nosotros y<br />
nuestros hijos y nuestros ganados, y no soñamos con nuevas conquistas,<br />
porque somos un pueblo apacible y pacífico.<br />
Levantaban sus copas tendiendo el brazo y elogiaban gran<strong>de</strong>mente<br />
Egipto, y las mujeres admiraban sus nucas potentes y sus ojos salvajes. Y<br />
ellos <strong>de</strong>cían:<br />
-Egipto es un país maravilloso y lo admiramos. Pero id también al<br />
nuestro, y apren<strong>de</strong>réis a conocer mejor nuestras costumbres.
Gracias a estos halagos consiguieron ganar el favor general y la Corte<br />
y nada les quedó oculto. Yo pensaba en su país árido y en sus hechiceros<br />
empalados a lo largo <strong>de</strong> los caminos y me <strong>de</strong>cía que su estancia en Egipto<br />
no presagiaba nada bueno para nosotros. Y así estuve encantado <strong>de</strong><br />
verlos marchar.<br />
La Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte había cambiado enormemente y jamás hasta<br />
entonces la gente se había divertido tanto, jamás había comido y bebido<br />
<strong>de</strong> aquella manera, ni jurado <strong>de</strong> aquella forma, ni sus costumbres fueron<br />
tan licenciosas. De la tar<strong>de</strong> al alba las antorchas ardían <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los<br />
palacios <strong>de</strong> los nobles, y <strong>de</strong> la mañana a la tar<strong>de</strong> resonaban los cantos, las<br />
músicas y las risas, y este furor se había apo<strong>de</strong>rado incluso <strong>de</strong> los criados<br />
y los esclavos que rondaban ebrios por las calles. Pero era una alegría<br />
enfermiza y malsana, trataban <strong>de</strong> olvidar el presente y no pensar en el<br />
porvenir. A menudo un silencio <strong>de</strong> muerte pesaba bruscamente sobre la<br />
ciudad.<br />
Los artistas estaban poseídos también <strong>de</strong> una rabia <strong>de</strong> crear como si<br />
se hubiesen dado cuenta <strong>de</strong> que el tiempo se les escapaba entre los<br />
<strong>de</strong>dos. Exageraban la verdad que se convertía en caricatura bajo sus<br />
pinceles y cinceles, y rivalizaban en encontrar formas cada vez más<br />
extravagantes, hasta el punto que acabaron por <strong>de</strong>cir que algunas líneas<br />
y manchas bastaban para simbolizar el mo<strong>de</strong>lo. Hacían <strong>de</strong>l faraón<br />
Akhenatón unas imágenes que escandalizaban a la gente <strong>de</strong> edad,<br />
exagerando sus muslos hinchados o la <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su cuello. Parecía que<br />
<strong>de</strong>testasen al faraón, pero ellos pretendían que jamás se había expresado<br />
la vida con tanta realidad. Yo conversaba con Thotmés:<br />
-El faraón Akhenatón te ha sacado <strong>de</strong>l arroyo y ha hecho <strong>de</strong> ti su<br />
amigo, ¿por qué lo representas como si fuese tu enemigo y por qué has<br />
escupido sobre su lecho y profanado su amistad?<br />
Y Thotmés <strong>de</strong>cía:<br />
-No te metas en lo que no entien<strong>de</strong>s Sinuhé. Quizás es cierto que lo<br />
odio, pero me odio todavía más a mí. En mí ar<strong>de</strong> la fiebre <strong>de</strong> la creación y<br />
jamás mis manos fueron más hábiles que ahora, y es posible que un<br />
artista <strong>de</strong>scontento y saturado <strong>de</strong> odio cree obras más gran<strong>de</strong>s que un<br />
artista harto y satisfecho <strong>de</strong> sí mismo. Soy un creador y lo hallo todo en<br />
mí y cada imagen que esculpo es una imagen mía que vivirá<br />
eternamente. Nadie pue<strong>de</strong> igualarme y valgo más que todos los hombres<br />
y no existen para mí leyes que no pueda violar, porque en mi arte estoy<br />
por encima <strong>de</strong> todas las leyes y soy más un dios que un hombre. Al crear<br />
formas y colores rivalizo con su dios Atón, porque todo lo que Atón crea<br />
está llamado a <strong>de</strong>saparecer, mientras lo que creo yo vivirá eternamente.<br />
Pero para hablar así había bebido vino <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana, y yo le<br />
perdonaba sus divagaciones, porque en su rostro se dibujaba un<br />
verda<strong>de</strong>ro tormento y leía en sus ojos que era muy <strong>de</strong>sgraciado.
Y con esto llegaron las cosechas y el agua <strong>de</strong>l Nilo subió y volvió a<br />
bajar, y <strong>de</strong>spués vino el invierno que llevó la miseria a Egipto <strong>de</strong> manera<br />
que todo el mundo se preguntaba qué <strong>de</strong>sgracia traería el día <strong>de</strong> mañana.<br />
A principios <strong>de</strong> invierno se divulgó la noticia <strong>de</strong> que Aziru había abierto<br />
la mayoría <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s sirias a los<br />
hititas y que los carros hititas habían atravesado el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Sinaí y<br />
atacado Tanis, <strong>de</strong>vastando toda la región.<br />
Ante estas noticias, Ai llegó <strong>de</strong> Tebas y Horemheb <strong>de</strong> Menfis para<br />
entrevistarse con el faraón. Yo asistí a las reuniones en mi calidad <strong>de</strong><br />
médico, porque temía que el faraón se excitase y tuviese una recaída a<br />
causa <strong>de</strong> todo lo que tendría que oír.<br />
Pero permaneció ensimismado y frío y no perdió la calma ni un momento.<br />
El sacerdote Ai le dijo:<br />
-Los graneros <strong>de</strong>l faraón están vacíos y este año el país <strong>de</strong> Kush no ha<br />
pagado su tributo en el cual ponía todas mis esperanzas. Un hambre<br />
terrible reina en todo el país y el pueblo arranca las raíces para<br />
alimentarse con ellas y comen la corteza <strong>de</strong> los árboles frutales y los<br />
saltamontes, los escarabajos e incluso las ranas. Muchos han muerto ya,<br />
pero muchos más morirán todavía porque, incluso estrictamente<br />
racionado, el trigo <strong>de</strong>l faraón no basta para alimentar a todo el mundo, y<br />
el trigo <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res es <strong>de</strong>masiado caro para que los pobres puedan<br />
comprarlo. La inquietud se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> todo el país y los campesinos<br />
afluyen a las ciuda<strong>de</strong>s y los ciudadanos huyen a los campos y todos<br />
dicen: «Es la maldición <strong>de</strong> Amón y sufriremos por culpa <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>l<br />
faraón.» Por esto, Akhenatón, <strong>de</strong>bes reconciliarte con los sacerdotes y<br />
<strong>de</strong>volver a Amón su po<strong>de</strong>río, a fin <strong>de</strong> que el pueblo pueda adorarlo, y esto<br />
le calmará. Devuelve a Amón sus tierras para que las cultive, porque el<br />
pueblo no se atreve a sembrar las tierras <strong>de</strong> Amón y las tuyas han<br />
quedado también incultas, porque el pueblo dice que están malditas. Por<br />
esto <strong>de</strong>bes llegar a un acuerdo con Amón y sin per<strong>de</strong>r tiempo, <strong>de</strong> lo<br />
contrario me lavo las manos con respecto a todo lo que ocurra.<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Burraburiash ha comprado la paz a los hititas y Aziru ha cedido a su<br />
presión y se ha aliado con ellos. El número <strong>de</strong> soldados hititas en Siria es<br />
como las arenas <strong>de</strong>l mar y sus carros son numerosos como las estrellas<br />
en el cielo y es el fin <strong>de</strong> Egipto, porque en su malicia han puesto jarras <strong>de</strong><br />
2
agua en el <strong>de</strong>sierto en vista <strong>de</strong> que no disponen <strong>de</strong> flota. En el <strong>de</strong>sierto<br />
disponen <strong>de</strong> una cantidad <strong>de</strong> agua inmensa, <strong>de</strong> manera que en la<br />
primavera un ejército podrá atravesar el <strong>de</strong>sierto sin morir <strong>de</strong> sed. Y en<br />
Egipto es don<strong>de</strong> han comprado la mayoría <strong>de</strong> las jarras, <strong>de</strong> manera que<br />
los merca<strong>de</strong>res que se las han vendido han cavado su propia tumba por<br />
codicia. En su impaciencia, los carros <strong>de</strong> Aziru y los hititas han hecho<br />
incursiones hasta Tanis y en territorio egipcio, violando así la paz. Cierto<br />
es que estas incursiones son poco graves, pero he hecho propagar por el<br />
pueblo el rumor <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucciones terribles y cruelda<strong>de</strong>s hititas, <strong>de</strong><br />
manera que el pueblo está dispuesto para la guerra. Todavía es tiempo,<br />
faraón Akhenatón. Da or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que soplen las trompetas, iza las<br />
oriflamas y <strong>de</strong>clara la guerra. Convoca a todos los hombres aptos para el<br />
combate, reúne todo el cobre <strong>de</strong>l país para fabricar lanzas y tu po<strong>de</strong>río<br />
será salvado. Yo lo salvaré y aseguraré a Egipto un triunfo y batiré a los<br />
hititas y reconquistaré Siria. Pero necesito para esto todos los recursos<br />
<strong>de</strong> Egipto. ¡Nada <strong>de</strong> Atón ni Amón! En la guerra el pueblo olvidará sus<br />
males y su cólera se <strong>de</strong>scargará en el exterior, y una guerra victoriosa<br />
consolidará tu trono. Te prometo una guerra victoriosa, porque soy<br />
Horemheb, Hijo <strong>de</strong>l Halcón, y he sido creado para realizar gran<strong>de</strong>s<br />
hazañas y mi hora ha sonado al fin.<br />
A estas palabras Ai se precipitó para añadir:<br />
-No creas a Horemheb, faraón Akhenaton, hijo mío, porque la mentira<br />
habla por su boca y <strong>de</strong>sea tu po<strong>de</strong>r. Reconcíliate con los sacerdotes <strong>de</strong><br />
Amón y <strong>de</strong>clara la guerra, pero no confíes el mando a Horemheb, sino a<br />
un viejo jefe experimentado que haya estudiado los escritos <strong>de</strong> estrategia<br />
<strong>de</strong> los antiguos faraones y en quien puedas tener plena confianza.<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Si no estuviésemos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l faraón te pondría la mano en la cara,<br />
asqueroso Al. Me mi<strong>de</strong>s por tu talla y tú eres quien miente, porque has<br />
negociado ya en secreto con los sacerdotes <strong>de</strong> Amón y llegado a un<br />
acuerdo. Pero yo no engañaré al chiquillo que un día protegí con mi<br />
túnica en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong> Tebas, y mi objeto es la<br />
gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Egipto y sólo yo puedo salvar el país.<br />
El faraón les preguntó:<br />
-¿Habéis hablado?<br />
Y con una sola voz dijeron:<br />
-Hemos terminado.<br />
Y entonces el faraón dijo:<br />
-Tengo que velar y orar antes <strong>de</strong> tomar una <strong>de</strong>cisión. Pero convocad<br />
para mañana a todo el pueblo, a todos los que me aman, nobles y<br />
villanos, dueños y esclavos, y llamad también a los mineros <strong>de</strong> las<br />
canteras, porque quiero hablar con mi pueblo y comunicarles mi<br />
<strong>de</strong>cisión.
La or<strong>de</strong>n fue cumplida y el pueblo fue convocado para el día siguiente.<br />
Pero durante toda la noche el faraón<br />
veló u oró errando por su palacio, sin comer ni hablar con nadie, <strong>de</strong><br />
manera que yo estaba muy inquieto por él. Al día siguiente se hizo<br />
llevar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pueblo y tomó asiento en el trono y su rostro brilló<br />
como el sol cuando levantó el brazo y comenzó a hablar:<br />
-A causa <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>bilidad, el hambre reina en Egipto y a causa <strong>de</strong> mi<br />
<strong>de</strong>bilidad el enemigo amenaza las fronteras, porque <strong>de</strong>béis saber que los<br />
hititas se disponen a invadir Egipto a través <strong>de</strong> Siria y en breve sus pies<br />
hollarán las tierras negras. Todo esto ocurre por mi <strong>de</strong>bilidad, porque no<br />
he comprendido claramente la voz <strong>de</strong> mi dios ni ejecutado sus<br />
volunta<strong>de</strong>s. Pero al fin mi dios se me ha aparecido. Atón se me ha<br />
aparecido y su verdad ar<strong>de</strong> en mi corazón, <strong>de</strong> manera que no soy ya débil<br />
ni vacilante. He <strong>de</strong>rribado el falso dios, pero en mi <strong>de</strong>bilidad he <strong>de</strong>jado<br />
que los <strong>de</strong>más dioses reinasen al lado <strong>de</strong> Atón, el único, y su sombra ha<br />
oscurecido a Egipto. Así, que en esta jornada caigan todos los viejos<br />
dioses <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi y que la claridad <strong>de</strong> Atón reine como una luz<br />
única sobre todo el país. Que en esta jornada todos los antiguos dioses<br />
<strong>de</strong>saparezcan y que comience el reinado <strong>de</strong> Atón sobre la tierra.<br />
Ante estas palabras el pueblo se estremeció <strong>de</strong> angustia y fueron<br />
muchos los que se postraron <strong>de</strong> rodillas. Pero el faraón elevó la voz y<br />
gritó:<br />
-Vosotros, los que amáis, id y <strong>de</strong>rribad a todos los antiguos dioses <strong>de</strong><br />
Kemi, <strong>de</strong>struid sus altares, romped sus imágenes, verted su agua<br />
sagrada, <strong>de</strong>moled sus templos, borrad sus nombres <strong>de</strong> todas las<br />
inscripciones, penetrad hasta en las tumbas para <strong>de</strong>struirlos a<br />
martillazos, a fin <strong>de</strong> que Egipto sea salvado. Nobles, tomad una maza;<br />
artistas, cambiad el pincel por un hacha; obreros, tomad vuestros<br />
martillos e id a todas las ciuda<strong>de</strong>s y pueblos para <strong>de</strong>rribar a los viejos<br />
dioses y borrar sus nombres. Así es como purificaré a Egipto <strong>de</strong>l mal.<br />
Muchos huyeron <strong>de</strong>spavoridos, pero el faraón respiró profundamente<br />
y su rostro brilló <strong>de</strong> éxtasis y añadió:<br />
-¡Que comience el reinado <strong>de</strong> Atón sobre la tierra! ¡Que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hoy no<br />
haya más dueños ni esclavos, señores ni servidores! Porque todos los<br />
hombres son iguales y libres <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Atón y nadie viene obligado ya a<br />
cultivar la tierra <strong>de</strong> otro ni hacer girar la piedra <strong>de</strong>l molino <strong>de</strong> otro, sino<br />
que todos podéis elegir vuestro oficio e ir y venir a vuestro antojo. El<br />
faraón ha hablado.<br />
El pueblo observaba un silenció aterrador, pero el resplandor que se<br />
<strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong>l faraón era tan potente que la gente comenzó en<br />
breve a gritar <strong>de</strong> ardor diciendo:<br />
-No había ocurrido jamás una cosa parecida, pero en verdad, su dios<br />
habla por su boca y <strong>de</strong>bemos obe<strong>de</strong>cerlo.
Y así la gente comenzó a dispersarse y en breve comenzaron a cambiar<br />
puñetazos y mataron a los ancianos que se habían atrevido a rebelarse<br />
contra las palabras <strong>de</strong>l faraón.<br />
Una vez la muchedumbre dispersada, Ai le dijo al faraón:<br />
-Akhenaton, lanza tu corona a lo lejos y rompe tu cetro, porque tus<br />
palabras acaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>rribar tu trono.<br />
-Las palabras que he pronunciado asegurarán la inmortalidad a mi<br />
nombre, y mi po<strong>de</strong>río vivirá en el corazón <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> eternidad<br />
en eternidad.<br />
Entonces Ai se frotó las manos y escupió en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l faraón<br />
y pisando su saliva con el pie, dijo:<br />
-Si es así obraré a mi antojo y me lavo las manos, porque <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
un loco no me consi<strong>de</strong>ro ya responsable <strong>de</strong> mis actos.<br />
Iba a alejarse cuando Horemheb lo retuvo por el brazo a pesar <strong>de</strong> que<br />
era un hombre robusto.<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Es tu faraón y <strong>de</strong>bes obe<strong>de</strong>cerle, Ai, y no lo traicionarás; porque si lo<br />
traicionas te atravesaré el vientre con mi espada, aunque tuviese que<br />
levantar un ejército a mi costa para conseguirlo. Créeme, no tengo<br />
costumbre <strong>de</strong> mentir. En verdad su locura es gran<strong>de</strong> y peligrosa, pero<br />
incluso en su locura lo amo y le soy fiel, porque le he prestado<br />
juramento. Y en su locura hay una brizna <strong>de</strong> cordura, porque si se<br />
hubiese limitado a <strong>de</strong>rribar a los dioses todo se hubiera reducido a una<br />
guerra civil, pero habiendo liberado a los esclavos <strong>de</strong> los molinos y los<br />
siervos, entorpece los planes <strong>de</strong> los sacerdotes y gana el apoyo <strong>de</strong>l<br />
pueblo, pese a que la confusión no hará más que crecer en el país. Todo<br />
lo <strong>de</strong>más me da lo mismo, pero, ¿qué vamos a hacer con los hititas,<br />
faraón Akhenaton? -El faraón estaba sentado, con los brazos cruzados<br />
sobre las rodillas y no respondió. Horemheb siguió a<strong>de</strong>lante-: Dame oro<br />
y trigo, armas, carros y caballos y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> alistar soldados y <strong>de</strong><br />
convocar las guardias <strong>de</strong>l Bajo Egipto y trataré <strong>de</strong> rechazar el ataque <strong>de</strong><br />
los hititas.<br />
Entonces el faraón levantó sus ojos enrojecidos y todo el éxtasis había<br />
<strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> su rostro. Y dijo:<br />
-Te prohíbo que <strong>de</strong>clares la guerra, Horemheb. Pero si el pueblo<br />
quiere <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la tierra negra no se lo puedo impedir. No tengo oro ni<br />
trigo para no hablar <strong>de</strong> las armas, pero no te las daría si las tuviese,<br />
porque no quiero respon<strong>de</strong>r al mal con el mal. Pero pue<strong>de</strong>s preparar a tu<br />
manera la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> Tanis, con tal <strong>de</strong> que no viertas sangre y te limites a<br />
mantenerte a la <strong>de</strong>fensiva.<br />
-De acuerdo -dijo Horemheb-. Entonces moriré en Tanis, porque, sin<br />
oro ni trigo, el ejército más hábil y más valiente no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse
largo tiempo. Pero me meo en tu vacilación, faraón Akhenatón, y me<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ré como lo entiendo. Te saludo.<br />
Se fue, y Ai salió también, <strong>de</strong>jándome solo con el faraón. Me miró con<br />
sus ojos infinitamente cansados y dijo:<br />
-Ahora que he hablado, toda mi fuerza ha <strong>de</strong>saparecido; pero a pesar<br />
<strong>de</strong> todo me siento feliz en mi <strong>de</strong>bilidad.<br />
¿Qué vas a hacer, Sinuhé?<br />
Esta pregunta me extrañó y le dirigí una mirada <strong>de</strong> sorpresa. Sonrió<br />
con expresión <strong>de</strong> cansancio y dijo:<br />
-¿Me quieres, Sinuhé? -Cuando le hube asegurado que le quería a pesar<br />
<strong>de</strong> toda su locura, dijo-: Si me quieres, ya sabes lo que <strong>de</strong>bes hacer,<br />
Sinuhé.<br />
Me rebelé contra su voluntad, pese a que sabía perfectamente lo que<br />
<strong>de</strong>seaba <strong>de</strong> mí. Malhumorado le respondí:<br />
-Creía que tenías necesidad <strong>de</strong> mí como médico; pero si pue<strong>de</strong>s<br />
prescindir <strong>de</strong> mí, me marcharé. En verdad no sirvo para <strong>de</strong>rribar las<br />
imágenes <strong>de</strong> los dioses y mis brazos son <strong>de</strong>masiado débiles para manejar<br />
el martillo, pero que tu voluntad sea hecha. El pueblo reventará<br />
seguramente mi piel y me machacará el cráneo y me colgará <strong>de</strong> los<br />
muros cabeza abajo, pero todo esto no me inquieta. Me iré, por<br />
consiguiente, a Tebas, don<strong>de</strong> hay muchos templos y mucha gente que me<br />
conoce.<br />
No dijo nada y me marché sin <strong>de</strong>cir palabra. Permaneció solo en su<br />
trono y fui en busca <strong>de</strong> Thotmés, porque necesitaba aliviar mi corazón.<br />
Horemheb estaba sentado en el taller con un viejo artista borracho<br />
llamado Bek y estaban bebiendo vino mientras los servidores <strong>de</strong><br />
Thotmés preparaban los equipajes para la marcha.<br />
-Por Atón -dijo Thotmés, levantando su copa <strong>de</strong> oro-, ya no hay nobles<br />
ni villanos y yo que soy un artista que doy vida a la piedra, voy a<br />
<strong>de</strong>strozar con gusto unas malas estatuas. Bebamos juntos, amigos míos,<br />
porque me parece que no nos queda mucho tiempo que vivir.<br />
Bebimos y Bek dijo:<br />
-Me ha sacado <strong>de</strong>l fango y me ha llamado su amigo y cada vez que me<br />
había bebido hasta mi mandil me ha dado ropas nuevas. ¿Por qué no<br />
complacerlo? Espero solamente que la muerte no me sea <strong>de</strong>masiado<br />
penosa, porque en mi pueblo los campesinos tienen mal carácter y la<br />
mala costumbre <strong>de</strong> recurrir a sus hoces cuando se enfadan y abren la<br />
barriga <strong>de</strong> los que no les gustan.<br />
Horemheb dijo:<br />
-Ciertamente no te envidio, pese a que puedo asegurarte que los<br />
hititas tienen costumbres todavía más <strong>de</strong>sagradables. En todo caso voy a<br />
hacerles la guerra y rechazarlos, porque tengo confianza en mi suerte y<br />
una vez vi un matorral ardiendo que no se consumía, y con ello supe que
estaba <strong>de</strong>stinado a gran<strong>de</strong>s cosas. Pero es difícil realizar hazañas con las<br />
manos vacías, porque es poco probable que los hititas se <strong>de</strong>jen<br />
atemorizar por los excrementos secos que les lanzarán mis soldados.<br />
Yo dije:<br />
-Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, <strong>de</strong>cidme por qué lo amamos y<br />
obe<strong>de</strong>cemos pese a que sepamos que está loco y sus palabras son<br />
insensatas. Explicadme este misterio si es que sois capaces.<br />
-No tiene acción alguna sobre mí -dijo Bek-, pero no soy más que un<br />
viejo ebrio y mi muerte no causará pena a nadie. Por esto lo obe<strong>de</strong>zco y<br />
pagaré <strong>de</strong> esta manera todos los años <strong>de</strong> borrachera que he vivido gracias<br />
a él.<br />
-No lo quiero; al contrario, lo <strong>de</strong>testo -afirmó Thotmés-. Y precisamente<br />
por esta razón salgo para ejecutar sus ór<strong>de</strong>nes, porque quiero<br />
precipitar su fin. En verdad estoy hastiado <strong>de</strong> todo y espero que venga<br />
pronto el fin.<br />
Pero Horemheb dijo:<br />
-¡Mentís, cerdos! Confesad que cuando os mira a los ojos vuestro<br />
espinazo grasiento comienza a temblar y quisierais ser <strong>de</strong> nuevo<br />
chiquillos y jugar con los cor<strong>de</strong>ros. Yo soy el único sobre quien su mirada<br />
no surte<br />
efecto, pero mi <strong>de</strong>stino está unido al suyo y <strong>de</strong>bo confesar que lo quiero,<br />
pese a que se porte como una vieja y hable con esa voz aguda.<br />
Así hablábamos mientras bebíamos vino y veíamos las barcas subir o<br />
bajar por el río y la gente marcharse <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Algunos<br />
nobles huían con sus mejores efectos, pero otros iban a <strong>de</strong>rribar los<br />
dioses y cantaban himnos a Atón al marcharse. Creo que no cantaron<br />
mucho tiempo, pues los sones se helaron en sus bocas cuando se<br />
enfrentaron con las multitu<strong>de</strong>s enfurecidas en los templos. Estuvimos<br />
todo el día bebiendo vino, pero no conseguía alegrarnos el espíritu,<br />
porque el porvenir se abría ante nosotros como un abismo negro y<br />
nuestras palabras eran cada vez más amargas.<br />
Al día siguiente, Horemheb se embarcó para regresar a Menfis y <strong>de</strong><br />
allí a Tanis. Antes <strong>de</strong> marcharse, le prometí prestarle todo el oro que<br />
pudiese reunir en Tebas y mandarle la mitad <strong>de</strong>l trigo que poseyese.<br />
Probablemente ese error <strong>de</strong> juicio <strong>de</strong>terminó mi suerte, porque di la<br />
mitad a Akhenaton y la otra mitad a Horembeb y ninguno <strong>de</strong> los dos<br />
quedó satisfecho.<br />
3
Thotmés y yo nos marchamos juntos a Tebas y ya <strong>de</strong> lejos vimos los<br />
cadáveres flotar sobre las aguas. Aparecían hinchados y reconocíamos las<br />
cabezas afeitadas <strong>de</strong> los sacerdotes, nobles y villanos, guardianes y<br />
esclavos. Los cocodrilos celebraban festines en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> las aguas,<br />
porque por todas partes había matanzas y arrojaban los cadáveres al<br />
Nilo, y los cocodrilos, que son animales muy inteligentes, comenzaban a<br />
hacer remilgos y elegían los bocados más exquisitos, prefiriendo la carne<br />
<strong>de</strong> los chiquillos y mujeres a la <strong>de</strong> los trabajadores y esclavos. Si los<br />
cocodrilos tienen uso <strong>de</strong> razón, como creo, aquel día <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> cantar<br />
las alabanzas <strong>de</strong> Atón.<br />
A nuestra llegada a Tebas había incendios en todas partes y un humo<br />
espeso se elevaba también <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong> los Muertos y la plebe<br />
saqueaba las tumbas <strong>de</strong> los sacerdotes y quemaba las momias. «Cruces»<br />
muy excitados arrojaban a los «Cuernos» al río y los golpeaban con unas<br />
pértigas hasta que se ahogaban. Esto nos <strong>de</strong>mostró que los viejos dioses<br />
estaban ya <strong>de</strong>stronados en Tebas y que Atón había vencido.<br />
Fuimos directamente a «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo», don<strong>de</strong> encontramos a<br />
Kaptah. Se había <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> sus bellas vestiduras y disfrazado <strong>de</strong><br />
pobre. Se había quitado también la placa <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> su ojo tuerto y ofrecía<br />
<strong>de</strong> beber a los esclavos harapientos y faquines armados diciéndoles:<br />
-Divertíos y alegraos hermanos porque hoy es un día <strong>de</strong> júbilo y ya no<br />
hay dueños ni esclavos, nobles ni villanos, sino que todos los hombres<br />
son libres <strong>de</strong> ir y venir a su antojo. Bebed hoy por mi cuenta y espero que<br />
os acordaréis <strong>de</strong> mi taberna si la suerte os favorece y conseguís robar oro<br />
en los templos <strong>de</strong> los falsos dioses y las casas <strong>de</strong> los malos dueños. Soy<br />
esclavo como vosotros y esclavo nací, y mi ojo me fue reventado por mi<br />
dueña un día en que había vaciado su jarra <strong>de</strong> cerveza para llenarla con<br />
mi orina. Pero estas injusticias no se producirán más y nadie soportará<br />
ya la caricia <strong>de</strong> los vergajos porque sea esclavo y nadie tendrá que<br />
trabajar con las manos porque sea esclavo, sino que no habrá más que<br />
alegría y júbilo, danzas y diversiones mientras dure.<br />
Sólo entonces se dio cuenta <strong>de</strong> mi presencia y <strong>de</strong> la <strong>de</strong> Thotmés y se<br />
apresuró a llevarnos a una habitación aislada y dijo:<br />
-Es pru<strong>de</strong>nte que os vistáis con mayor mo<strong>de</strong>stia y os ensuciéis las<br />
manos <strong>de</strong> barro, porque los esclavos y los faquines recorren las calles<br />
alabando el nombre <strong>de</strong> Atón y matando a todos los que les parecen<br />
<strong>de</strong>masiado gordos y <strong>de</strong>masiado limpios. A mí me han perdonado mi<br />
obesidad porque soy un antiguo esclavo y les he distribuido trigo y los<br />
obsequio gratuitamente. Pero, ¿qué mal viento os trae a Tebas, don<strong>de</strong> el<br />
clima es malo para los nobles?<br />
Le mostramos nuestros martillos y nuestras hachas diciéndole que<br />
veníamos a <strong>de</strong>rribar a los viejos dioses y a borrar sus nombres <strong>de</strong> los<br />
templos.
Kaptah movió la cabeza y dijo:<br />
-Vuestro proyecto pue<strong>de</strong> quizá ser inteligente y gustará al pueblo, a<br />
condición <strong>de</strong> que no sepan quiénes sois, porque siempre son posibles los<br />
cambios y los cuernos se vengarán si vuelven a adueñarse <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. No<br />
creo que este sistema pueda durar mucho tiempo, porque los esclavos no<br />
sabrán adón<strong>de</strong> ir a buscar su trigo para vivir y en su excitación han<br />
cometido una serie <strong>de</strong> actos que han inducido a muchas cruces a<br />
reflexionar y unirse con los cuernos para mantener el or<strong>de</strong>n. Sin<br />
embargo, la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> liberar a los esclavos es muy sagaz porque así<br />
puedo <strong>de</strong>spedir a todos los esclavos <strong>de</strong>masiado viejos o incapaces que<br />
consumen inútilmente mi precioso trigo y mi aceite. No tengo ya<br />
necesidad <strong>de</strong> mantener a mis esclavos con gran<strong>de</strong>s gastos, sino que<br />
puedo contratar obreros cuando me convenga y <strong>de</strong>spedirlos cuando<br />
quiera sin estar comprometido con ellos, y pagaré lo que quiera. El trigo<br />
está más caro que nunca y una vez disipada su embriaguez vendrán a<br />
suplicarme que les dé trabajo, y esto me costará menos que la mano <strong>de</strong><br />
obra servil, porque para tener pan aceptarán cualesquiera condiciones.<br />
-Has hablado <strong>de</strong> trigo, Kaptah -le dije-. Debes saber, pues, que he<br />
prometido la mitad <strong>de</strong>l mío a Horemheb a fin <strong>de</strong> que pueda partir a la<br />
guerra contra los hititas, y <strong>de</strong>bes embarcarlo inmediatamente hacia<br />
Tanis. La otra mitad la harás moler y panificar para que se distribuya<br />
entre los hambrientos <strong>de</strong> las villas don<strong>de</strong> está <strong>de</strong>positado nuestro trigo.<br />
Al distribuir este pan tus servidores no exigirán pago alguno, sino que<br />
dirán: «He aquí el pan <strong>de</strong><br />
Atón; tomadlo y comedlo en nombre <strong>de</strong> Atón y alabad al faraón Akhenaton.<br />
»<br />
Al oír mis palabras, Kaptah <strong>de</strong>sgarró sus vestiduras porque iba<br />
solamente vestido <strong>de</strong> esclavo. Se arrancó <strong>de</strong>spués los cabellos haciendo<br />
volar el polvillo <strong>de</strong> barro y lloró amargamente diciendo:<br />
-Este acto te arruinará, ¡oh dueño mío! ¿Y dón<strong>de</strong> estará mi provecho?<br />
La locura <strong>de</strong>l faraón se ha apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> ti, te sostienes cabeza abajo y<br />
caminas al revés. ¡Ay <strong>de</strong> mí, que <strong>de</strong>bo vivir esta jornada! Y nuestro<br />
escarabajo no nos pue<strong>de</strong> ayudar, porque nadie nos dará las gracias por<br />
esta distribución <strong>de</strong> pan, y este maldito Horemheb respon<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>scaradamente a mis cartas en que le reclamo mi oro y me dice que<br />
vaya a cobrarlo en persona. Tu amigo Horemheb es peor que un<br />
bandido, porque un bandido se contenta con robar pero él ofrece pagar<br />
con interés y <strong>de</strong>spués atormenta a sus acreedores y los hace morir <strong>de</strong><br />
rabia. Pero leo en tus ojos que hablas en serio, ¡oh dueño mío!; y no<br />
tengo más remedio que obe<strong>de</strong>certe, pese a que te arruines.<br />
Dejamos a Kaptah con sus clientes y los traficantes en objetos y vasos<br />
preciosos robados en los templos. Toda la gente respetable se había<br />
encerrado en casa y las calles estaban <strong>de</strong>siertas, y algunos templos don<strong>de</strong>
los sacerdotes se habían atrincherado estaban en llamas. Entramos en<br />
los templos saqueados para borrar las inscripciones <strong>de</strong> los dioses y<br />
encontramos a otros fieles <strong>de</strong>l faraón y nuestro martillo hacía brotar<br />
chispas <strong>de</strong> la piedra. Día tras día nuestro celo aumentaba y a menudo<br />
teníamos que pelearnos con sacerdotes que se obstinaban en proteger a<br />
sus dioses.<br />
El pueblo sufría hambre y miseria, y los faquines y los esclavos, ebrios <strong>de</strong><br />
su libertad, formaban bandas para saquear las casas <strong>de</strong> los ricos y<br />
repartirse el botín. Los guardias <strong>de</strong>l faraón eran impotentes. Kaptah<br />
había contratado gente para moler el trigo y hacer el pan, pero la<br />
muchedumbre arrancaba los panes a los portadores y <strong>de</strong>cía: «Este pan<br />
ha sido robado a los pobres y es justo que les sea distribuido.» Y nadie<br />
ben<strong>de</strong>cía mi nombre, pese a que me hubiese arruinado en una sola luna.<br />
Cuando hubieron transcurrido cuarenta días y cuarenta noches y la<br />
confusión era extrema en Tebas y los hombres que habían poseído oro<br />
mendigaban en las esquinas y sus mujeres vendían sus joyas a sus<br />
esclavos para comprar pan para sus hijos, Kaptah vino a encontrarme<br />
una noche y me dijo:<br />
-¡Oh dueño mío! Ha llegado para ti el momento <strong>de</strong> huir, porque el<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Atón no tardará en <strong>de</strong>rrumbarse y creo que nadie respetable lo<br />
lamentará. Hay que restaurar las leyes y el or<strong>de</strong>n y los antiguos dioses,<br />
pero antes <strong>de</strong> eso los cocodrilos tendrán sus buenos festines, porque los<br />
sacerdotes se proponen extirpar la mala sangre <strong>de</strong> todo Egipto.<br />
Y yo le pregunté:<br />
-¿Cómo lo sabes?<br />
Adoptó un aire inocente y dijo:<br />
-¿No he sido acaso siempre un cuerno fiel que adoraba a Amón en<br />
secreto? También he prestado mucho dinero a los sacerdotes, porque<br />
daban un buen interés y en garantía las tierras <strong>de</strong> Amón. Para salvar el<br />
pellejo, Ai se ha puesto <strong>de</strong> acuerdo con los sacerdotes. Todos los ricos y<br />
los nobles han vuelto a Amón y los sacerdotes atraen negros <strong>de</strong>l país <strong>de</strong><br />
Kush y alistan sardos. En verdad te digo, Sinuhé, que el molino va pronto<br />
a girar y moler el grano, pero el pan que se sacará será el <strong>de</strong> Amón y no el<br />
<strong>de</strong> Atón. Los dioses volverán, el or<strong>de</strong>n antiguo será restaurado, gracias<br />
sean dadas a Amón, porque ya estoy harto <strong>de</strong> esta confusión, pese a que<br />
me haya enriquecido consi<strong>de</strong>rablemente.<br />
Estas palabras me emocionaron profundamente y grité enfurecido:<br />
-¡El faraón Akhenatón no ce<strong>de</strong>rá jamás!<br />
Pero Kaptah esbozó una sonrisa <strong>de</strong> astucia y, frotándose su ojo ciego,<br />
respondió:<br />
-No le pediremos permiso. La Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte está ya maldita y<br />
todos los que permanezcan en ella están con<strong>de</strong>nados a morir. Una vez en<br />
el po<strong>de</strong>r, los sacerdotes harán cortar todas las rutas que llevan a ella y
morirán todos <strong>de</strong> hambre. Porque exigen que el faraón regrese a Tebas y<br />
se incline <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Amón.<br />
Entonces mis i<strong>de</strong>as se aclararon y vi <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí el rostro <strong>de</strong>l faraón<br />
y sus ojos expresaban una <strong>de</strong>cepción más amarga que la muerte. Y por<br />
esto dije:<br />
-Esta vergüenza no ocurrirá, Kaptah. Tú y yo hemos corrido muchos<br />
caminos juntos, Kaptah, y seguiremos éste también hasta el fin. Ahora yo<br />
soy pobre y tú eres rico. Compra, pues, armas, lanzas y flechas, y compra<br />
también mazas y soborna a los guardias y distribuye las armas a los<br />
esclavos y los faquines. No sé cual será el resultado, porque jamás hasta<br />
ahora el mundo ha tenido una ocasión parecida <strong>de</strong> reformarlo todo.<br />
Cuando la tierra haya sido repartida y las riquezas distribuidas y las<br />
casas <strong>de</strong> los ricos sean habitadas por los pobres y sus jardines sirvan <strong>de</strong><br />
lugares <strong>de</strong> juego para los hijos <strong>de</strong> los esclavos, el pueblo se calmará y<br />
cada cual tendrá su parte, cada cual trabajará a su antojo y todo irá<br />
mejor que antes.<br />
Pero Kaptah se puso a temblar y dijo:<br />
-¡Oh dueño mío! No tengo interés alguno en mis viejos días en<br />
trabajar con mis manos, y han obligado ya a algunos nobles a hacer girar<br />
las muelas <strong>de</strong> los molinos y les dan bastonazos y han obligado a las<br />
mujeres y las hijas <strong>de</strong> los ricos a acostarse con los faquines y los esclavos<br />
en las casas <strong>de</strong> placer, lo que está muy mal. ¡Oh amo Sinuhé! No me<br />
pidas esta vez que te acompañe, porque me acuerdo <strong>de</strong> la sombría<br />
mansión a la que te seguí un día. Me diste la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no volver a<br />
hablarte jamás <strong>de</strong> ello, pero hoy tengo que hacerlo. ¡Oh dueño mío! Te<br />
dispones a penetrar <strong>de</strong> nuevo en una mansión sombría e ignoras lo que<br />
en ella te espera, y si entras <strong>de</strong>scubrirás quizás un monstruo en<br />
<strong>de</strong>scomposición. Porque, por lo que hemos podido ver, el dios <strong>de</strong>l faraón<br />
Akhenatón es tan terrible como el <strong>de</strong> Creta y hace bailar a los mejores y<br />
más dotados egipcios <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros y los manda a una mansión<br />
sombría sin esperanza <strong>de</strong> regreso. No, ¡oh dueño mío!, no te seguiré más<br />
al antro <strong>de</strong>l Minotauro. -No lloraba ni gemía, como <strong>de</strong> costumbre, sino<br />
que me hablaba seriamente para convencerme <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía renunciar a<br />
mis intenciones, y añadió-: Si no quieres pensar en ti ni en mí, piensa<br />
por lo menos en Merit y en el pequeño Thot, que te quiere. Llévatelos<br />
lejos <strong>de</strong> aquí, ponlos a salvo, porque su vida no estará ya en seguridad en<br />
cuanto el molino <strong>de</strong> Amón empiece a machacar.<br />
Pero la pasión me había cegado y las advertencias eran vanas, y<br />
respondí con convicción:<br />
-¿Quién perseguiría a una mujer y a un chiquillo? Estarán en<br />
seguridad en mi casa porque Atón vencerá. Si así no fuera la vida no<br />
merecería la pena <strong>de</strong> ser vivida. El pueblo tiene buen sentido y sabe que<br />
el faraón <strong>de</strong>sea su bien. Es imposible que pretenda volver a caer en el
temor y la oscuridad. La casa <strong>de</strong> Amón es la mansión sombría <strong>de</strong> que me<br />
hablas no la <strong>de</strong> Atón. Algunos guardias comprados y unos pocos nobles<br />
atemorizados no bastarán para <strong>de</strong>rribar a Atón, que tiene todo el pueblo<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />
Y Kaptah dijo:<br />
-Te he dicho lo que tenía que <strong>de</strong>cirte y no me vuelvo atrás. Tengo<br />
ciertamente <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> revelarte un pequeño secreto, pero como no es<br />
mío, renuncio a ello, y, a<strong>de</strong>más, sería ineficaz en ti, porque eres presa <strong>de</strong><br />
la locura. No me acuses <strong>de</strong>spués si un día te ves obligado a lacerarte el<br />
rostro y el pecho en tu <strong>de</strong>sesperación. No me dirijas reproches si el<br />
monstruo te <strong>de</strong>vora. No soy más que un antiguo esclavo sin hijos que<br />
puedan llorarme. Por esto te acompañaré esta vez también, pese a que sé<br />
que es inútil. Así penetraremos juntos en esta mansión sombría y, con tu<br />
permiso, me llevaré también una jarra <strong>de</strong> buen vino.<br />
Des<strong>de</strong> entonces Kaptah comenzó a beber <strong>de</strong> la mañana a la noche,<br />
pero sin <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cer mis ór<strong>de</strong>nes, y distribuyó armas a los antiguos<br />
esclavos y a los faquines y tuvo conciliábulos con algunos jefes <strong>de</strong><br />
guardias a fin <strong>de</strong> ganarlos para la causa <strong>de</strong> los pobres.<br />
El hambre y la violencia reinaron en Tebas aquellos días en que Atón<br />
<strong>de</strong>scendía sobre la tierra y muchas gentes estaban impresionadas por la<br />
crueldad <strong>de</strong> los tiempos y <strong>de</strong>cían: «Nuestra vida no es más que una<br />
pesadilla y la muerte un <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>licioso. Abandonemos el oscuro<br />
corredor <strong>de</strong> la vida por la aurora <strong>de</strong> la muerte. » Y se mataban y algunos<br />
mataban también a sus mujeres y a sus hijos. Otros bebían sin cesar para<br />
hallar el olvido y nadie se inquietaba ya ante las cruces y los cuernos;<br />
pero si alguien encontraba por la calle a una persona llevando un pan, le<br />
arrancaban el pan diciendo:<br />
-Dame este pan porque, ¿no somos acaso todos hermanos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
Atón?<br />
Y si veían un hombre vestido <strong>de</strong> lino fino le <strong>de</strong>cían:<br />
-Dame tu túnica, porque todos somos hermanos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Atón y no<br />
es justo que un hermano vaya mejor vestido que el otro.<br />
Los que llevaban los cuernos, si no eran muertos y sus cuerpos<br />
arrojados a los cocodrilos que se agitaban en el agua en los mismos<br />
muelles <strong>de</strong> Tebas, eran enviados a las minas o a los molinos, y no existía<br />
ya or<strong>de</strong>n alguno en la ciudad y los saqueos y los robos menu<strong>de</strong>aban.<br />
Así transcurrieron dos veces treinta días y el reino <strong>de</strong> Atón sobre la<br />
tierra no duró ya más, porque se hundió. Los negros reclutados en el país<br />
<strong>de</strong> Kush y los sardos alistados por Ai cercaron la ciudad a fin <strong>de</strong> impedir<br />
toda fuga. Los cuernos se rebelaron y los sacerdotes les procuraron<br />
armas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las cavernas <strong>de</strong> Amón, y los que no tenían armas<br />
endurecían las pértigas al fuego o dotaban <strong>de</strong> cobre sus cilindros <strong>de</strong><br />
amasar y fundían las joyas para fabricar puntas <strong>de</strong> lanza. Los cuernos se
ebelaron y arrastraron a todos los que querían el bien <strong>de</strong> Egipto; e<br />
incluso la gente pacífica y pon<strong>de</strong>rada <strong>de</strong>cía:<br />
-Queremos volver al or<strong>de</strong>n antiguo, porque estamos cansados <strong>de</strong>l<br />
or<strong>de</strong>n nuevo y Atón nos ha atormentado ya bastante.<br />
Pero yo <strong>de</strong>cía a la gente:<br />
-Es posible que la injusticia haya ganado al <strong>de</strong>recho en estos días en<br />
que muchos inocentes han pagado por los culpables pero, a pesar <strong>de</strong><br />
todo, Amón es el dios <strong>de</strong> las tinieblas y <strong>de</strong>l miedo y domina a los<br />
hombres a causa <strong>de</strong> su ignorancia. Atón es el único dios, porque vive en<br />
cada uno <strong>de</strong> nosotros y fuera <strong>de</strong> nosotros y no hay otros dioses. Luchad,<br />
pues, por Atón, esclavos y pobres, faquines y servidores, porque no<br />
tenéis nada que per<strong>de</strong>r, y si Amón se lleva la victoria conoceréis la<br />
servidumbre y la muerte. Luchad por el faraón Akhenatón, porque no<br />
existe en el mundo un hombre como él y el dios habla por su boca, y no<br />
ha habido nunca, ni nunca volverá a presentarse, una ocasión como ésta<br />
<strong>de</strong> renovar el Universo.<br />
Pero los esclavos y los faquines se reían ruidosamente y <strong>de</strong>cían:<br />
-Cesa ya <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir tonterías sobre Atón, Sinuhé, porque todos los<br />
dioses no valen y todos los faraones son iguales. Pero eres un buen<br />
hombre, aunque un poco cándido, y has vendado nuestras manos<br />
aplastadas y sanado nuestras llagas sin pedirnos nada. Arroja, pues, a lo<br />
lejos esta maza que ya no tienes fuerza para manejar, porque no estás<br />
hecho para pelear, y los cuernos te matarán si te ven con esta maza. En<br />
cuanto a nosotros, poca importancia tiene que muramos, porque hemos<br />
mojado nuestras manos en la sangre y vivido bellas jornadas durmiendo<br />
bajo los baldaquinos y bebiendo en copas <strong>de</strong> oro. Nuestra hora ha<br />
terminado y vamos a morir con las<br />
armas en la mano, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber saboreado la libertad no<br />
queremos volver a caer en la esclavitud.<br />
Estas palabras me sumieron en un mar <strong>de</strong> confusiones, y arrojando la<br />
maza me fui a casa a buscar mi estuche <strong>de</strong> médico. Durante tres días y<br />
tres noches la gente peleó en Tebas e innumerables fueron las cruces que<br />
adoptaron el cuerno v muchos se escondieron en las casas y los sótanos y<br />
los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> trigo y las cestas vacías <strong>de</strong>l puerto. Pero los esclavos v<br />
los faquines se batieron valientemente. Tres días y tres noches se<br />
batieron en Tebas y se incendiaron casas para iluminar los combates, y<br />
los negros v los sardos incendiaban también las casas para saquearlas,<br />
4
mataban a la gente al azar fuesen cruces o fuesen cuernos. Su jefe era el<br />
mismo Pepitatón, aquel que había atropellado a la muchedumbre en la<br />
Avenida <strong>de</strong> los Carneros y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Amón pero se llamaba<br />
nuevamente Pepitamón y Ai lo había elegido porque era el más instruido<br />
<strong>de</strong> todos los jefes <strong>de</strong>l faraón.<br />
En cuanto a mí, curaba las heridas <strong>de</strong> los esclavos y los faquines y los<br />
cuidaba en , y Merit cortaba a tiras mis ropas,<br />
las suyas y las <strong>de</strong> Kaptah para hacer vendas, y el pequeño Thot llevaba<br />
vino a los que había que aliviar los sufrimientos. El último día se luchó<br />
únicamente en el barrio <strong>de</strong>l puerto, y en el <strong>de</strong> los pobres, y los negros y<br />
los sardos, entrenados para la guerra, segaban a la gente como si fuese<br />
trigo, y la sangre corría por los callejones. Jamás la muerte había hecho<br />
una tan rica cosecha en el país <strong>de</strong> Kemi, porque no se daba cuartel v los<br />
esclavos se batían hasta la muerte.<br />
Los jefes <strong>de</strong> los esclavos y los faquines acudían algunas veces a<br />
reponer sus fuerzas a la taberna, y aprovechaban la ocasión para<br />
<strong>de</strong>cirme:<br />
-Te hemos preparado en el puerto una cesta don<strong>de</strong> podrás ocultarte,<br />
Sinuhé, porque imaginamos que no tienes ganas <strong>de</strong> que te cuelguen<br />
cabeza abajo en los muros <strong>de</strong> la ciudad con nosotros esta noche. Es el<br />
momento <strong>de</strong> ocultarte, Sinuhé, porque es inútil curar heridos que van a<br />
ser <strong>de</strong>gollados <strong>de</strong> un momento a otro.<br />
Pero yo les contestaba:<br />
-Soy médico real y nadie osará poner la mano sobre mí.<br />
Y entonces se echaban a reír y me daban golpes en la espalda con sus<br />
gran<strong>de</strong>s manazas huesudas, bebían vino y volvían a la lucha.<br />
Finalmente, Kaptah se acercó a mí y dijo:<br />
-Tu casa ar<strong>de</strong>, Sinuhé, y los cuernos han matado a Muti, que los<br />
amenazaba con su pala <strong>de</strong> lavar. Es hora ya <strong>de</strong> vestir tus finas vestiduras<br />
y ostentar las insignias <strong>de</strong> tu dignidad. Abandona, pues, a estos heridos y<br />
sígueme a las habitaciones posteriores a fin <strong>de</strong> que nos preparemos a<br />
recibir a los sacerdotes y oficiales.<br />
Merit me ro<strong>de</strong>ó el cuello con sus brazos y me dijo también.<br />
-Huye, Sinuhé, y si no quieres hacerlo por ti, hazlo por mí y por Thot.<br />
Pero las largas vigilias y la <strong>de</strong>cepción y la muerte me habían embrutecido<br />
hasta el punto que no sabía ya lo que sentía.<br />
-¡Qué me importa mi casa, qué me importa Thot y qué me importas<br />
tú.! La sangre que corre es la sangre <strong>de</strong> mis hermanos en Atón y no<br />
quiero vivir si el reino <strong>de</strong> Atón se <strong>de</strong>rrumba.<br />
Pero ignoro por qué pronuncié estas palabras, que no expresaban los<br />
sentimientos <strong>de</strong> mi corazón.<br />
No sé si hubiera tenido tiempo <strong>de</strong> huir, porque al poco rato los sardos<br />
hundieron la puerta <strong>de</strong> la taberna v entraron precedidos por un
sacerdote con la cabeza afeitada y reluciente <strong>de</strong> aceite. Comenzaron a<br />
matar a los heridos y el sacerdote les reventaba los ojos con su cuerno y<br />
los negros, con los pies juntos, saltaban sobre su barriga, <strong>de</strong> manera que<br />
la sangre manaba <strong>de</strong> sus heridas. Y el sacerdote aullaba:<br />
-Es un inmundo antro <strong>de</strong> Atón, ¡limpiémoslo por el fuego!<br />
Ante mis ojos le partieron la cabeza al pequeño Thot y asesinaron a<br />
Merit a lanzazos, y mientras yo volaba en su socorro un sacerdote me dio<br />
un golpe en la cabeza y me caí y no supe nada más <strong>de</strong> lo que ocurría.<br />
Recobré el conocimiento, en la callejuela que había <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> «La Cola<br />
<strong>de</strong> Cocodrilo» y <strong>de</strong> momento no supe dón<strong>de</strong> estaba ni si estaba vivo o<br />
muerto. El sacerdote se había marchado v los soldados habían <strong>de</strong>puesto<br />
las armas y bebían el vino que Kaptah les ofrecía, mientras los oficiales<br />
les daban prisa , para que fuesen <strong>de</strong> nuevo a pelear, y «La Cola <strong>de</strong><br />
Cocodrilo» ardía. Entonces lo recordé todo y, traté <strong>de</strong> levantarme, pero<br />
las fuerzas me faltaron. Comencé a reptar sobre mis manos y las rodillas<br />
y penetré en la casa en llamas para reunirme con Merit v Thot, y mis<br />
cabellos se inflamaron v mis ropas también, pero Kaptah llegó corriendo<br />
y gritando, sacándome <strong>de</strong> las llamas me hizo rodar por el polvo hasta que<br />
mis ropas se hubieron apagado. Ante este espectáculo los soldados se<br />
echaron a reír, y Kaptah les dijo:<br />
-Está indudablemente atontado, porque el sacerdote le ha dado un<br />
golpe en la cabeza con el cuerno y será castigado. Porque este hombre es<br />
médico real y no <strong>de</strong>be tocarse su persona y es, a<strong>de</strong>más, sacerdote <strong>de</strong><br />
primer grado, si bien ha tenido que disfrazarse <strong>de</strong> pobre para ocultar sus<br />
insignias y escapar así <strong>de</strong> la furia <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Sentado en el polvo me cogí la cabeza con ambas manos y las lágrimas<br />
corrieron por mis mejillas ,y gemí:<br />
¡Merit, Merit mía!<br />
Pero Kaptah me dio un golpe y me susurró al oído:<br />
-Cállate, loco! ¿No has causado todavía bastantes <strong>de</strong>sgracias con tu<br />
locura?-- Y en vista <strong>de</strong> que no me callaba se inclinó hacia mí y dijo- : Que<br />
esto te vuelva a la razón, ¡oh dueño mío!, porque tu medida está ya más<br />
que colmada. Debes saber, pues, aunque ya sea tar<strong>de</strong>, que Thot era tu<br />
hijo, nacido <strong>de</strong> ti, y fue concebido la primera vez que abrazaste a Merit y<br />
dormiste a su lado. Te digo este secreto para que recobres el espíritu, ya<br />
que ella no quiso hablarte <strong>de</strong> ello porque era orgullosa y solitaria y la<br />
abandonaste por Akhenatón y su Ciudad. El pequeño Thot era <strong>de</strong> tu<br />
sangre, y si no estuvieses completamente loco hubieras reconocido tus<br />
ojos y tu boca en su boca y en sus ojos. Yo hubiera dado mi vida por<br />
salvar la suya, pero a causa <strong>de</strong> tu locura no he podido salvar ni la <strong>de</strong><br />
Merit ni la suya. Por tu locura han perecido los dos, <strong>de</strong> manera que<br />
espero que recobres tu espíritu, dueño mío.
Estas palabras me impusieron silencio y, mirándolo frente a frente, le<br />
pregunté:<br />
-/Es verdad?<br />
Pero esta pregunta era inútil. Y así seguí en el polvo <strong>de</strong> la calle y ya no<br />
lloré más ni sentí más dolor, sino que todo se helaba en mí y mi corazón<br />
se cerraba, <strong>de</strong> manera que no sabía ya lo que me pasaba.<br />
«La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo,> seguía ardiendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí con el pequeño<br />
Thot v el bello cuerpo <strong>de</strong> Merit. Sus cadáveres se consumían en medio <strong>de</strong><br />
los cadáveres <strong>de</strong> los esclavos y faquines y yo no podía hacerlos conservar<br />
eternamente. Thot era mi hijo y era posible que por sus venas hubiese<br />
corrido sangre real, como corría por las mías. Si lo hubiese sabido, acaso<br />
hubiera obrado <strong>de</strong> otra forma, porque por un hijo un padre es capaz <strong>de</strong><br />
muchos actos que no haría por si mismo. Pero era ya tar<strong>de</strong> y permanecía<br />
sentado contemplando las llamas que <strong>de</strong>voraban los dos cuerpos y me<br />
tostaban la cara.<br />
Kaptah me llevó a casa <strong>de</strong> Ai y Pepitamón porque la batalla había<br />
terminado y, mientras el barrio <strong>de</strong> los pobres ardía, administraban<br />
justicia en tronos <strong>de</strong> oro y los soldados y los guardias les llevaban sus<br />
prisioneros. Todo el que fue cogido con las armas en las manos era<br />
colgado cabeza abajo <strong>de</strong> los muros, y quien era encontrado en posesión<br />
<strong>de</strong> botín era arrojado a los cocodrilos, y el que llevaba una cruz <strong>de</strong> Atón<br />
era apaleado y enviado a las minas y las mujeres eran entregadas a los<br />
soldados y los negros, que se divertían con ellas, y los chiquillos eran<br />
entregados a Amón para ser educados en los templos. Así la muerte<br />
reinaba en las riberas <strong>de</strong> Tebas y Ai no conocía la piedad, porque quería<br />
ganar el favor <strong>de</strong> los sacerdotes y <strong>de</strong>cía:<br />
-Extirpo la mala sangre en todo Egipto.<br />
Pepitamón estaba en el colmo <strong>de</strong> su cólera, porque los esclavos y los<br />
faquines habían saqueado su palacio llevándose la comida <strong>de</strong> sus gatos<br />
para dársela a sus hijos, y los gatos, hambrientos, se habían vuelto<br />
salvajes. Por esto tampoco él conocía la piedad y en dos días los muros<br />
estuvieron cubiertos <strong>de</strong> cuerpos colgados cabeza abajo.<br />
Pero los sacerdotes volvieron a levantar con alegría la estatua <strong>de</strong><br />
Amón y le ofrecieron gran<strong>de</strong>s sacrificios. Se entronizaron <strong>de</strong> nuevo las<br />
imágenes <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más dioses y los sacerdotes dijeron al pueblo:<br />
--No habrá ya más hambre ni más lágrimas en el país <strong>de</strong> Kemi, porque<br />
Amón ha vuelto y ben<strong>de</strong>cirá a todos los que creen en él. Sembremos los<br />
campos <strong>de</strong> Amón y el trigo crecerá centuplicado y la riqueza y la<br />
abundancia volverán a Egipto.<br />
Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, el hambre era todavía espantosa en Tebas y los<br />
sardos saqueaban y robaban sin hacer distinción entre las cruces v los<br />
cuernos, y violaban a las mujeres y vendían a los chiquillos como<br />
esclavos, Pepitamón no podía retenerlos ni Ai se bastaba para imponer la
disciplina. Yen Egipto no había faraón, porque los sacerdotes habían<br />
<strong>de</strong>clarado que Akhenatón era un falso faraón y su sucesor tenía que<br />
entrar en Tebas inclinarse ante Amón para ser reconocido por los<br />
sacerdotes como soberano legítimo.<br />
Ante esta confusión, Ai nombró a Pepitamón gobernador <strong>de</strong> Tebas y<br />
fue urgentemente a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte a incitar a Akhenatón a que<br />
renunciase a la doble corona. Y me dijo:<br />
-Acompáñame, Sinuhé, porque quizá tendré necesidad <strong>de</strong> los consejos<br />
<strong>de</strong> un médico para hacer ce<strong>de</strong>r al faraón.<br />
Y yo le contesté:<br />
-En verdad te acompañaré, Ai, porque quiero que mi medida esté bien<br />
colmada.<br />
Pero él no comprendió lo que quería <strong>de</strong>cirle,<br />
Así, con Ai llegué <strong>de</strong> nuevo a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, pero<br />
Horemheb, se había enterado en Menfis <strong>de</strong> los acontecimientos <strong>de</strong> Tebas<br />
y <strong>de</strong> otras ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las riberas <strong>de</strong>l río y acudió también al faraón.<br />
Mientras iba remontando el río, las villas v los poblados iban calmándose<br />
a su paso, porque se abrían los templos y se colocaban las imágenes <strong>de</strong><br />
los dioses en su sitio, y creo que los cocodrilos bendijeron <strong>de</strong> nuevo su<br />
nombre. Pero tenía prisa en llegar antes que Ai a fin <strong>de</strong> disputarle el<br />
po<strong>de</strong>r, y por esto indultó a todos los esclavos que <strong>de</strong>pusieron las armas y<br />
no castigó a los que cambiaban la cruz <strong>de</strong> Atón por el cuerno <strong>de</strong> Amón- Y<br />
el pueblo alababa su generosidad, si bien su objeto era conservar a los<br />
hombres válidos para su ejército.<br />
Pero la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte era una tierra maldita, y sacerdotes y<br />
cuernos vigilaban los caminos que llevaban a ella y asesinaban a todos<br />
los que salían si no consentían en sacrificar a Amón. Habían cerrado<br />
también el río con ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> cobre. Y al ver la ciudad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el barco no<br />
la reconocí, porque reinaba en ella un silencio <strong>de</strong> muerte y las flores<br />
estaban mustias en en los parques y el césped quemado por el sol,<br />
porque nadie regaba ya. Los pájaros no piaban ya en los árboles<br />
<strong>de</strong>secados por el sol y un olor a muerte flotaba por las calles. Los nobles<br />
habían abandonado sus palacios y la servidumbre huyó <strong>de</strong>jándolo todo<br />
corno estaba, sin querer llevarse nada <strong>de</strong> la ciudad maldita. Los perros<br />
habían muerto en sus casetas y los caballos en las cuadras, con los<br />
tobillos cortados por los esclavos en fuga.<br />
5
Pero el faraón y su familia no se habían movido <strong>de</strong> su palacio dorado y<br />
algunos servidores fieles habían permanecido con ellos, con algunos<br />
viejos cortesanos que no podían concebir la existencia alejados <strong>de</strong> la<br />
Corte. Ignoraban todo lo ocurrido, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía dos lunas<br />
ningún mensajero había llegado a la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Y los víveres<br />
comenzaron a faltar en el palacio y todo el mundo se alimentaba <strong>de</strong> pan y<br />
harina amasada, según la voluntad <strong>de</strong>l faraón.<br />
El sacerdote Ai me mandó a ver al faraón, que tenía confianza en mí,<br />
para que le contase todo lo ocurrido. Así me presenté <strong>de</strong> nuevo ante<br />
Akhenatón, pero todo estaba helado en mí y no conocía ya ni pena ni<br />
alegría, y mi corazón estaba cerrado. Levantó hacia mí su rostro<br />
<strong>de</strong>vorado por la consunción y me miró con sus ojos<br />
apagados diciendo:<br />
-Sinuhé, ¿eres tú el único en volver a mí? ¿Dón<strong>de</strong> están mis fieles?<br />
¿Dón<strong>de</strong> están todos aquellos a quienes yo amaba y me amaban a mí?<br />
Y yo le dije:<br />
-Los antiguos dioses reinan <strong>de</strong> nuevo en Egipto y los sacerdotes<br />
sacrifican a Amón en Tebas, mientras el pueblo está lleno <strong>de</strong> júbilo. Te<br />
han mal<strong>de</strong>cido, faraón Akhenatón, han mal<strong>de</strong>cido tu villa y tu nombre<br />
hasta la consumación <strong>de</strong> los siglos y lo borran <strong>de</strong> las inscripciones.<br />
Movió la cabeza con impaciencia y la excitación le enrojeció el rostro,<br />
y dijo:<br />
-No te pregunto lo que pasa en Tebas; te pregunto dón<strong>de</strong> están mis<br />
fieles, todos aquellos a quienes amaba.<br />
Yo le contesté:<br />
-Tienes todavía a tu lado a la bella Nefertiti y a tus hijas. El joven<br />
Smenkhkaré pesca peces en el río y Tut juega al entierro con sus<br />
muñecas. ¿Qué te importa todo lo <strong>de</strong>más?<br />
Y él preguntó:<br />
-¿Dón<strong>de</strong> está mi amigo Thotmés, que era también tu amigo? ¿Dón<strong>de</strong><br />
está ese artista que hacía vivir eternamente la piedra?<br />
-Ha muerto por ti, faraón Akhenatón. Los negros lo han atravesado<br />
con sus lanzas y han dado su cuerpo como pasto a los cocodrilos porque<br />
te era fiel. Quizás haya escupido en tu lecho, pero ya no piensa en ello, y<br />
ahora su chacal aúlla en su taller <strong>de</strong>sierto.<br />
Akhenatón hizo un a<strong>de</strong>mán con la mano como si quisiera apartar una<br />
telaraña <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ojos. Después me nombró un gran número <strong>de</strong><br />
personas a quienes había amado.<br />
A algunos nombres yo respondía: «Han muerto por ti», pero la<br />
mayoría <strong>de</strong> las veces <strong>de</strong>cía: «Sacrifica a Amón y maldice tu nombre.<br />
Para terminar, dije:<br />
-El reino <strong>de</strong> Atón se ha <strong>de</strong>rrumbado sobre la tierra, y Amón reina <strong>de</strong><br />
nuevo.
Miró fijamente en el vacío y agitó sus manos exangües, y dijo:<br />
-Sí, sí, lo sé todo. Mis visiones me lo han dicho. El reino <strong>de</strong> lo eterno<br />
no tiene lugar en los límites terrenales. Todo quedará como antes, y el<br />
miedo, el odio y la injusticia seguirán reinando. Por esto sería mejor que<br />
estuviese muerto, y mejor aún que no hubiese nacido nunca para ver<br />
todo el mal que reina sobre la tierra.<br />
Entonces su ceguera me irritó y, exaltándome, le dije:<br />
-No has visto más que una parte <strong>de</strong>l mal causado por tu culpa, faraón<br />
Akhenatón. La sangre <strong>de</strong> tu hijo no ha corrido por tus manos y tu<br />
corazón no se ha helado por el estertor <strong>de</strong> la mujer que amas. Por esto<br />
tus palabras no tienen sentido.<br />
Con aire cansado me dijo:<br />
-Vete, abandóname, puesto que tan malo soy. Abandóname para que<br />
no tengas que sufrir por mi culpa. Abandóname, porque estoy cansado<br />
<strong>de</strong> ver tu rostro, cansado <strong>de</strong> ver todos los rostros humanos, porque bajo<br />
todos los rostros se distinguen los rasgos <strong>de</strong> la bestia.<br />
Pero yo me senté a sus pies y le dije:<br />
-No te abandonaré, faraón Akhenatón, porque quiero mi medida<br />
llena. Debes saber que el sacerdote Ai va a llegar y Horemheb ha hecho<br />
sonar sus trompetas sobre el río y ha cortado las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> cobre para<br />
abordar en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte.<br />
-Ai y Horemheb, el crimen y la lanza, son, pues, los únicos fieles que<br />
acu<strong>de</strong>n a mí...<br />
Y entonces guardó silencio hasta el momento en que los dos hombres<br />
entraron. Habían disputado con violencia y sus rostros estaban rojos <strong>de</strong><br />
indignación y respiraban con fuerza hablando sin respeto para el faraón.<br />
Y Ai dijo:<br />
-Debes abdicar, faraón Akhenatón, si quieres conservar la vida. Que<br />
Smenkhkaré reine en tu lugar y que regrese a Tebas para sacrificar a<br />
Amón. Y los sacerdotes lo ungirán faraón y colocarán la doble corona<br />
sobre su cabeza.<br />
Pero Horemheb dijo:<br />
-Mis lanzas salvarán tu corona, faraón Akhenatón, si regresas a Tebas<br />
y sacrificas a Amón. Los sacerdotes gruñirán quizás un poco, pero yo los<br />
calmaré con mi fusta y <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> gruñir, porque <strong>de</strong>clararás la guerra<br />
santa para conquistar la Siria.<br />
El faraón le contempló con una sonrisa muerta.<br />
-Viviré y moriré como faraón -dijo-. Jamás consentiré en sacrificar a<br />
un falso dios y jamás <strong>de</strong>clararé una guerra para salvar mi trono en la<br />
sangre. El faraón ha hablado.<br />
Ai levantó los brazos y miró a Horemheb, que hizo el mismo a<strong>de</strong>mán.<br />
Yo estaba sentado en el suelo, porque no tenía ya fuerzas en las<br />
rodillas y los observaba.
Súbitamente Ai sonrió astutamente y dijo:<br />
-Horemheb, las lanzas están a tu disposición y el trono es tuyo. Ponte<br />
sobre la cabeza la doble corona que <strong>de</strong>seas.<br />
Pero Horemheb tuvo una sonrisa <strong>de</strong> mofa y exclamó:<br />
-No soy tan tonto. Toma tú estas malditas coronas, si las quieres.<br />
Sabes muy bien que las cosas no volverán nunca más a ser como antes,<br />
sino que Egipto está amenazado por el hambre y la guerra, y si ahora<br />
asumiera el po<strong>de</strong>r, el pueblo me acusaría <strong>de</strong> todos los males que tendrá<br />
que soportar y te será fácil <strong>de</strong>stronarme en el momento preciso.<br />
Y Ai dijo:<br />
-En este caso, que lo sea Smenkhkaré, si consiente en regresar a<br />
Tebas. Si no, Tut, que consentirá seguramente. Sus esposas son <strong>de</strong><br />
sangre real. Que soporten la cólera popular hasta que los tiempos<br />
mejoren.<br />
-Tú te propones reinar en su nombre -dijo Horemheb.<br />
Pero Ai respondió:<br />
-Olvidas que tienes un ejército y <strong>de</strong>bes rechazar a los hititas. Si<br />
consigues hacerlo, nadie será más po<strong>de</strong>roso que tú en el país <strong>de</strong> Kemi.<br />
Así disputaban, pero acabaron dándose cuenta <strong>de</strong> que su suerte estaba<br />
ligada y que nada podía uno sin el otro.<br />
Y por esto Ai dijo al fin:<br />
-Reconozco que he hecho cuanto he podido para <strong>de</strong>rribarte, Horemheb,<br />
pero ahora eres más fuerte que yo, Hijo <strong>de</strong>l Halcón, y no puedo<br />
prescindir <strong>de</strong> ti. Pero si los hititas inva<strong>de</strong>n el país, el po<strong>de</strong>r carecerá <strong>de</strong><br />
atractivo para mí, porque sé muy bien que Pepitamón es incapaz <strong>de</strong><br />
resistir a los hititas y no sirve más que como verdugo. Que este día selle,<br />
pues, nuestra alianza, Horemheb, porque juntos po<strong>de</strong>mos gobernar<br />
Egipto, pero separados fracasaremos. Sin mí, tu ejército es impotente y<br />
sin tu ejército Egipto sucumbe. Juremos, pues, en nombre <strong>de</strong> todos los<br />
dioses <strong>de</strong> Egipto, que a partir <strong>de</strong> hoy estamos ligados uno a otro. Soy ya<br />
viejo, Horemheb, y <strong>de</strong>seo saborear la embriaguez <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, pero tú eres<br />
joven y tienes tiempo para esperar.<br />
-No anhelo estas coronas, sino una buena campaña para mis rufianes<br />
-dijo Horemheb-. Pero quiero una garantía, Ai; si no, me traicionarías a<br />
la primera ocasión. No protestes, te conozco.<br />
Ai tendió su brazo y dijo:<br />
-¿Qué garantía puedo darte? ¿Es que el ejército no es una garantía <strong>de</strong><br />
duración eterna?<br />
Horemheb se puso sombrío y miró las pare<strong>de</strong>s con aire embarazado<br />
arañando el suelo con su sandalia como si hubiese querido hundir los<br />
<strong>de</strong>dos en la arena. Y <strong>de</strong>spués dijo:
-Quiero a la princesa Baketatón por esposa. En verdad te digo que<br />
quiero romper una jarra con ella aunque los cielos y la tierra se abran, y<br />
no podrás impedirlo.<br />
Ai exclamó diciendo:<br />
-¡Ah! Ya comprendo lo que <strong>de</strong>seas, y eres más astuto <strong>de</strong> lo que<br />
pensaba, <strong>de</strong> manera que te respeto. Ha vuelto a tomar ya el nombre <strong>de</strong><br />
Baketatón y los sacerdotes no tienen nada contra ella y por sus venas<br />
corre la sangre sagrada <strong>de</strong>l gran faraón. En verdad que al casarte con ella<br />
tendrás un <strong>de</strong>recho legítimo al trono, Horemheb, y un <strong>de</strong>recho más<br />
directo que los maridos <strong>de</strong> las hijas <strong>de</strong> Akhenatón, porque no tienen más<br />
que la sangre <strong>de</strong>l falso faraón <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos. En verdad has combinado<br />
bien el golpe, Horemheb, pero no puedo aceptar tu condición; en todo<br />
caso, todavía no, porque entonces estaría enteramente en tus manos y no<br />
tendría ningún po<strong>de</strong>r sobre ti.<br />
Pero Horemheb gritó:<br />
-¡Guárdate tus cochinas coronas, Ai! Más que las coronas es a ella a<br />
quien <strong>de</strong>seo y he <strong>de</strong>seado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día que la vi en el palacio<br />
dorado. Deseo mezclar mi sangre con la <strong>de</strong>l faraón, a fin <strong>de</strong> que <strong>de</strong> mis<br />
flancos salgan reyes <strong>de</strong> Egipto. Tú no <strong>de</strong>seas más que la corona, Ai.<br />
Tómala, pues, cuando juzgues llegado el momento propicio y mis lanzas<br />
sostendrán tu trono, pero dame a la princesa y no reinaré hasta <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> ti, porque, como has dicho, tengo tiempo para esperar.<br />
Ai se frotó el rostro con la mano, reflexionando largamente, mientras<br />
su aspecto iba tiñéndose <strong>de</strong> satisfacción porque había encontrado una<br />
manera <strong>de</strong> dominar a Horemheb. Por esto dijo:<br />
-Has esperado largo tiempo a la princesa y la esperarás aún, porque<br />
tienes que ganar primero una guerra difícil. Y requerirá tiempo también<br />
conseguir que la princesa consienta, porque te <strong>de</strong>sprecia profundamente,<br />
ya que naciste con estiércol entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies. Pero yo y sólo yo<br />
poseo la manera <strong>de</strong> hacerla ce<strong>de</strong>r y te juro por todos los dioses <strong>de</strong> Egipto<br />
que el día en que coloque sobre mi cabeza la corona roja y la corona<br />
blanca, yo mismo romperé una jarra entre la princesa y tú. Y no puedo ir<br />
más lejos en mis concesiones; lo compren<strong>de</strong>rás muy bien.<br />
-De acuerdo. Llevemos a término esta empresa y creo que no harás las<br />
cosas <strong>de</strong>spacio, tal es tu impaciencia por ceñir en tus sienes estas coronas<br />
que no son más que juguetes.<br />
En el ardor <strong>de</strong> la discusión, habían olvidado totalmente mi presencia<br />
en el suelo y, al <strong>de</strong>scubrirme, Horemheb exclamó:<br />
-Sinuhé, ¿todavía estás aquí? Es lamentable para ti, porque has oído<br />
cosas que no convienen a tus oídos indignos y por esto <strong>de</strong>bes matarte,<br />
aun cuando lo siento, porque eres mi amigo.<br />
Estas palabras me hicieron sonreír, porque me dije que los dos, Ai y<br />
él, eran <strong>de</strong> baja extracción y se repartían coronas, mientras yo era quizás
el único here<strong>de</strong>ro varón <strong>de</strong>l trono. Por esto no pu<strong>de</strong> evitar reírme, y<br />
poniéndome la mano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la boca me eché a reír, ahogándome<br />
como una vieja.<br />
Ai se sintió vejado y dijo:<br />
-No tienes por qué reírte, Sinuhé, porque se trata <strong>de</strong> asuntos serios.<br />
Pero no te haremos perecer, como te<br />
merecerías, porque es conveniente que lo hayas oído todo y puedas<br />
servirnos <strong>de</strong> testigo. Porque no repetirás a nadie lo que has oído hoy.<br />
Tenemos necesidad <strong>de</strong> tí y te consi<strong>de</strong>raremos <strong>de</strong> los nuestros, porque<br />
compren<strong>de</strong>rás que es hora ya <strong>de</strong> que el faraón Akhenatón muera. Por<br />
esto vas a trepanarlo hoy y harás que tu bisturí penetre lo<br />
suficientemente profundo para que muera según la buena vieja<br />
costumbre.<br />
Pero Horemheb dijo:<br />
-Yo no me meto en este asunto. Pero Ai tiene razón. El faraón <strong>de</strong>be<br />
morir para que Egipto pueda salvarse. No hay otro medio.<br />
Yo acabé calmándome y dije:<br />
-Como médico, no puedo trepanarlo, porque nada en su estado lo<br />
exige y los <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> mi profesión me atan. Pero estad tranquilos; como<br />
amigo le administraré una buena poción. Se dormirá y no <strong>de</strong>spertará ya<br />
más y así estaré ligado a vosotros y no tendréis que temer que hable mal<br />
<strong>de</strong> vosotros.<br />
Habiendo hablado así, tomé la redoma que me había dado Hribor, y<br />
vertí su contenido en el vino <strong>de</strong> una copa <strong>de</strong> oro, y no se notaba ningún<br />
olor. Tomé la copa y fuimos al encuentro <strong>de</strong>l faraón. Se había quitado las<br />
coronas, <strong>de</strong>jado el cetro y la fusta, y reposaba sobre el lecho, con el rostro<br />
terroso y los ojos hinchados. Ai fue a sopesar las coronas y la fusta<br />
dorada, y dijo:<br />
-Faraón Akhenatón, tu amigo Sinuhé te ha preparado una bebida.<br />
Bébela para curarte y mañana volveremos a hablar <strong>de</strong> estos enojosos<br />
asuntos.<br />
El faraón se incorporó sobre el codo, nos miró a uno <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> otro<br />
con una mirada que me atravesó y sentí un estremecimiento en el<br />
espinazo. Y <strong>de</strong>spués dijo:<br />
-Se da el golpe <strong>de</strong> gracia a un animal enfermo. ¿Eres tú quien me lo<br />
das, Sinuhé? Si es así, te doy las gracias, porque mi <strong>de</strong>sesperación es<br />
peor que la muerte y hoy la muerte me es más <strong>de</strong>liciosa que el perfume<br />
<strong>de</strong> la mirra.<br />
-Bebe, faraón Akhenatón -le dije-, bebe por Atón.<br />
Y Horemheb dijo también:<br />
-Bebe, Akhenatón, amigo mío. Bebe para salvar Egipto y yo cubriré tu<br />
<strong>de</strong>bilidad con mi túnica como en otro tiempo en el <strong>de</strong>sierto.
El faraón Akhenatón bebió, pero su mano temblaba tanto que el vino<br />
manchó su barbilla. Entonces tomó la copa con las dos manos, la apuró y<br />
volvió a acostarse. No nos dirigió más la palabra, sino que nos miró con<br />
sus ojos apagados y enrojecidos. Al cabo <strong>de</strong> un momento comenzó a<br />
temblar como si tuviera frío y Horemheb se quitó la túnica y la tendió<br />
sobre él, mientras Ai se probaba las coronas en la cabeza.<br />
Así fue como murió el faraón Akhenatón y recibió la muerte <strong>de</strong> mis<br />
manos. Ignoro cuáles fueron mis verda<strong>de</strong>ros motivos, porque el hombre<br />
no conoce su propio corazón. Creo que fue sobre todo por causa <strong>de</strong> Merit<br />
y por el pequeño Thot, que era mi hijo. Y creo que no fue tanto por<br />
piedad <strong>de</strong> él, sino por todo el odio y amargura y por todo el mal que<br />
había causado. Pero sobre todo porque seguramente estaba escrito en las<br />
estrellas que <strong>de</strong>bía obrar <strong>de</strong> esta forma para colmar mi medida. Al verle<br />
morir, creí que mi medida estaba llena, pero el hombre no se conoce a sí<br />
mismo y su corazón es insaciable, más insaciable que los cocodrilos <strong>de</strong>l<br />
río.<br />
Una vez el faraón muerto, salimos <strong>de</strong>l palacio, prohibiendo a los<br />
servidores molestarlo porque dormía. Sólo por la mañana los servidores<br />
lanzaron lamentaciones cuando lo hallaron muerto y los lloros llenaron<br />
el palacio, pese a que su muerte aportase un <strong>de</strong>scanso para todos. Pero la<br />
reina Nefertiti estaba <strong>de</strong> pie al lado <strong>de</strong> la puerta, sin verter una lágrima, y<br />
nadie podía <strong>de</strong>scifrar su expresión. Con su bella mano tocó los <strong>de</strong>dos<br />
<strong>de</strong>macrados <strong>de</strong>l faraón y le acarició las mejillas, como lo vi cuando llegué<br />
para cumplir mi cometido. El cuerpo fue transportado a la Casa <strong>de</strong> la<br />
Muerte y los embalsamadores comenzaron su trabajo a fin <strong>de</strong><br />
conservarlo eternamente. Así, según la costumbre, el joven Smenkhkaré<br />
fue faraón, pero estaba dominado por el dolor y lanzaba miradas<br />
ansiosas a su alre<strong>de</strong>dor, porque había adoptado la costumbre <strong>de</strong> no<br />
pensar más que por Akhenatón. Ai y Horemheb le hablaron diciéndole<br />
que tenía que salir inmediatamente hacia Tebas a fin <strong>de</strong> sacrificar a<br />
Amón si <strong>de</strong>seaba conservar las coronas sobre la cabeza. Pero se negó a<br />
creerlo, porque era cándido y soñaba con los ojos abiertos. Y por esto<br />
dijo:<br />
-Proclamaré la caridad <strong>de</strong> Atón a todos los pueblos y construiré un<br />
templo a mi padre Akhenatón y lo adoraré como a un dios en este<br />
templo, porque no era parecido a los <strong>de</strong>más hombres.<br />
Ante su obstinación, Ai y Horemheb lo <strong>de</strong>jaron, y al día siguiente,<br />
según su costumbre, el muchacho fue a pescar al río y cayó al agua y fue<br />
<strong>de</strong>vorado por los cocodrilos. Esto es lo que se contó, pero ignoro lo que<br />
ocurrió verda<strong>de</strong>ramente. No creo, sin embargo, que fuese Horemheb<br />
quien lo hiciese matar; <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser más bien Ai, que tenía prisa en<br />
regresar a Tebas a fin <strong>de</strong> consolidar allí su po<strong>de</strong>r.
Ai y Horemheb fueron a ver al joven Tut, que jugaba al entierro con<br />
sus muñecas, y su esposa Anksenatón jugaba con él. Y Horemheb dijo:<br />
-Vamos, Tut, ha llegado la hora <strong>de</strong> levantarte, porque eres faraón.<br />
Tut se levantó dócilmente y se sentó en el trono dorado, y dijo:<br />
-¿Soy el faraón? No me extraña, porque siempre me he sentido<br />
superior a los <strong>de</strong>más y es justo que sea faraón. Mi fusta castigará a los<br />
malhechores y mi cetro gobernará a los buenos y los piadosos.<br />
Y Ai dijo:<br />
-Nada <strong>de</strong> tonterías, Tut. Harás todo lo que yo te diré, y sin rechistar.<br />
Ante todo vamos a regresar a Tebas,<br />
don<strong>de</strong> te inclinarás ante Amón, ofreciéndole un sacrificio, y los<br />
sacerdotes te ungirán y colocarán sobre tu cabeza la doble corona blanca<br />
y roja. ¿Compren<strong>de</strong>s?<br />
-Si voy a Tebas quiero que me construyan una tumba como la <strong>de</strong> todos<br />
los gran<strong>de</strong>s faraones, y los sacerdotes la llenarán <strong>de</strong> juguetes y <strong>de</strong><br />
asientos dorados y <strong>de</strong> bellos lechos, porque las tumbas <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l<br />
Horizonte son estrechas y pesadas; y quiero otra cosa, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las<br />
pinturas <strong>de</strong> los muros, quiero un verda<strong>de</strong>ro juguete y también el puñal<br />
azul que me regalaron los hititas.<br />
-Los sacerdotes te construirán seguramente una bella tumba –le<br />
aseguró Ai -. Siendo ya faraón, eres cuerdo al pensar ante todo en tu<br />
tumba, Tut; eres más cuerdo <strong>de</strong> lo que te figuras. Pero <strong>de</strong>bes cambiar <strong>de</strong><br />
nombre. Tutankhatón <strong>de</strong>sagrada al sacerdocio <strong>de</strong> Amón. Que tu nombre<br />
sea Tutankhamón.<br />
Tut no hizo ninguna objeción; <strong>de</strong>seaba apren<strong>de</strong>r únicamente a escribir<br />
su nuevo nombre, porque no conocía el signo representativo <strong>de</strong> Amón.<br />
Así este nombre fue escrito por primera vez en la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte.<br />
Pero al ver que Tutankhamón había sido hecho faraón y que ella quedaba<br />
completamente olvidada, Nefertiti revistió sus mejores galas, ungió su<br />
cuerpo y su cabello, pese a que fuese una viuda inconsolable, fue a buscar<br />
a Horemheb a bordo <strong>de</strong>l navío y le dijo:<br />
-Es ridículo nombrar faraón a un chiquillo y mi maldito padre Ai le<br />
usurpará todo el po<strong>de</strong>r y gobernará en su sitio, pese a que yo sea la gran<br />
esposa real y la madre real. A los hombres les gusta mirarme y me juzgan<br />
bella y dicen que soy la mujer más bella <strong>de</strong> Egipto, pese a que quizás<br />
exageren. Mírame, pues, Horemheb, pese a que el dolor haya turbado<br />
mis ojos y encorvado mi espalda. Mírame, Horemheb, porque el tiempo<br />
es precioso y tienes lanzas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ti, y entre los dos podríamos<br />
combinar toda clase <strong>de</strong> proyectos que serían útiles a Egipto. Te hablo<br />
francamente, porque no pienso más que en el bien <strong>de</strong> Egipto y sé que mi<br />
padre, el maldito Ai, es voraz y malvado y hará daño a Egipto.<br />
Horemheb la miró y Nefertiti abrió sus ropas tratando <strong>de</strong> seducirlo y<br />
diciendo que hacía mucho calor en su camarote. Y era que ignoraba el
pacto secreto establecido entre Horemheb y su padre Ai, y si como mujer<br />
quizás adivinaba que Horemheb <strong>de</strong>seaba a Baketamón, imaginaba que<br />
su belleza triunfaría fácilmente sobre esta princesa orgullosa e<br />
inexperimentada. Estaba acostumbrada a éxitos fáciles en el palacio<br />
dorado.<br />
Pero su belleza no produjo efecto alguno en Horemheb, que la miró<br />
fríamente y dijo:<br />
-Me he enlodado ya <strong>de</strong>masiado en esta maldita ciudad, y no tengo el<br />
menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> enlodarme más todavía contigo, bella Nefertiti. Por otra<br />
parte, tengo que dictar ahora unas cartas a los escribas, referentes a la<br />
guerra, <strong>de</strong> manera que no tengo tiempo para divertirme contigo.<br />
Horemheb fue quien me contó la escena, y es probable que exagerase,<br />
pero la parte esencial <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser verdad, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día<br />
Nefertiti <strong>de</strong>mostró un odio implacable contra Horemheb y se esforzó<br />
siempre en perjudicarlo y ensombrecer su reputación, y en Tebas se alió<br />
con Baketamón, lo cual causó muchos disgustos a Horemheb, como<br />
veremos más tar<strong>de</strong>. Horemheb hubiera hecho mejor en no ofen<strong>de</strong>rla a<br />
fin <strong>de</strong> asegurarse su apoyo. Pero es que no quería escupir sobre el cuerpo<br />
<strong>de</strong> Akhenatón porque, por extraño que pueda parecer, seguía queriendo<br />
al faraón muerto a pesar <strong>de</strong> que hiciese <strong>de</strong>saparecer su nombre <strong>de</strong> todas<br />
las inscripciones y <strong>de</strong>struyese el templo <strong>de</strong> Atón en Tebas. Como prueba<br />
<strong>de</strong> este amor, puedo mencionar que Horemheb encargó. a sus hombres<br />
<strong>de</strong> confianza que transportaran el cuerpo <strong>de</strong> Akhenatón, en secreto, <strong>de</strong> la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte a la tumba <strong>de</strong> su madre, en Tebas, a fin <strong>de</strong> que no<br />
cayese en manos <strong>de</strong> los sacerdotes que hubieran querido quemarlo y<br />
dispersar sus cenizas en el río. Pero esto ocurrió mucho más tar<strong>de</strong>.<br />
Habiendo obtenido el consentimiento <strong>de</strong> Tutankhamón, Ai hizo<br />
preparar los navíos y toda la Corte embarcó en ellos, abandonando la<br />
Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte, <strong>de</strong> manera que no quedó en ella alma viviente,<br />
salvo los embalsamadores <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte, que preparaban el<br />
cuerpo <strong>de</strong>l faraón. Los últimos habitantes huyeron con tal precipitación,<br />
que lo abandonaron todo, y los platos quedaron sobre las mesas <strong>de</strong> la<br />
casa dorada y los juguetes <strong>de</strong> Tut continuaron en el suelo jugando<br />
eternamente al fúnebre cortejo.<br />
El viento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>rribó los postigos, y la arena llovió sobre los<br />
suelos, don<strong>de</strong> los ána<strong>de</strong>s volaban sin cesar entre los cañaverales ver<strong>de</strong>s, y<br />
los peces <strong>de</strong> colores nadaban en las aguas frías. El <strong>de</strong>sierto invadió <strong>de</strong><br />
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nuevo la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte y los estanques se secaron y los canales se<br />
obstruyeron y los árboles frutales se agotaron. El barro <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s se<br />
resquebrajó, los techos se hundieron y los chacales rondaron por las<br />
ruinas y se acostaron sobre los blancos lechos bajo los baldaquinos<br />
lujosos. Así murió la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte <strong>de</strong> Atón, tan rápidamente<br />
como había nacido por la voluntad <strong>de</strong> Akhenatón. Y nadie se atrevió a<br />
aventurarse a robar los objetos preciosos que fueron enterrados por la<br />
arena, porque esta tierra estaba maldita para siempre y Amón hería con<br />
una langui<strong>de</strong>z mortal a todo el que se hubiera aventurado. Así la Ciudad<br />
<strong>de</strong>l Horizonte <strong>de</strong>sapareció como un sueño o un espejismo.<br />
Precediendo a los navíos reales, Horemheb remontó la corriente <strong>de</strong>l<br />
río restableciendo la paz en ambas<br />
orillas, e hizo cesar los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes en Tebas; el bandolerismo<br />
<strong>de</strong>sapareció y no se colgó ya a nadie <strong>de</strong> cabeza abajo a causa <strong>de</strong> Atón,<br />
porque necesitaba para la guerra a todos los hombres aptos para llevar<br />
armas. Ai or<strong>de</strong>nó izar las oriflamas <strong>de</strong>l nuevo faraón en la Avenida <strong>de</strong> los<br />
Carneros y los sacerdotes le prepararon un recibimiento fastuoso en el<br />
gran templo. El faraón pasó en su litera dorada seguida <strong>de</strong> Nefertiti y sus<br />
hijas, y la victoria <strong>de</strong> Amón fue completa. Los sacerdotes ungieron al<br />
nuevo faraón <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la imagen <strong>de</strong>l dios en el santuario <strong>de</strong> los<br />
santuarios y colocaron sobre su cabeza, en presencia <strong>de</strong> la<br />
muchedumbre, la corona roja y blanca, la <strong>de</strong> los lirios y la <strong>de</strong> los papiros,<br />
para mostrar bien claramente al pueblo que recibía el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> manos<br />
<strong>de</strong>l clero. Los cráneos <strong>de</strong> los sacerdotes estaban afeitados y sus rostros<br />
relucían <strong>de</strong> óleos sagrados, y el faraón ofreció a Amón todas las riquezas<br />
que Ai había podido obtener <strong>de</strong>l país empobrecido. Pero Hribor había<br />
convenido con Horemheb prestarle las riquezas <strong>de</strong> Amón para la guerra,<br />
porque <strong>de</strong>l Bajo Egipto llegaban noticias alarmantes y Horemheb las<br />
exageraba todavía para sembrar el miedo entre el pueblo.<br />
Los tebanos estaban encantados con Amón y con el nuevo faraón,<br />
pese a que fuese todavía un chiquillo, porque el corazón humano es tan<br />
insensato que <strong>de</strong>posita su confianza en el porvenir y la esperanza, sin<br />
apren<strong>de</strong>r nada <strong>de</strong> sus errores, e imaginando que el mañana será mejor<br />
que la víspera. Por esto el pueblo se aglomeró en la Avenida <strong>de</strong> los<br />
Carneros y aclamó al nuevo faraón, sembrando flores a su paso.<br />
Pero en el puerto y el barrio <strong>de</strong> los pobres, los incendios no se habían<br />
extinguido todavía y un humo acre salía <strong>de</strong> las ruinas y el río apestaba a<br />
podredumbre y cadáveres. Sobre el tejado <strong>de</strong>l templo los cuervos<br />
alargaban el cuello, tan hartos que no tenían ya fuerzas para remontar el<br />
vuelo. Por entre los escombros corrían las mujeres <strong>de</strong>spavoridas y los<br />
chiquillos hurgaban el suelo tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir los utensilios<br />
domésticos y yo recorría los muelles en medio <strong>de</strong>l olor <strong>de</strong> sangre
corrompida y miraba las cestas vacías, y pensaba en Merit y en Thot, que<br />
habían muerto a causa <strong>de</strong> Atón y <strong>de</strong> mi locura.<br />
Mis pasos me condujeron hacia las ruinas <strong>de</strong> «La Cola <strong>de</strong> Cocodrilo».<br />
En medio <strong>de</strong>l humo y el polvo, me parecía ver el cuerpo mutilado <strong>de</strong><br />
Merit y los rizos ensangrentados <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sgraciado Thot y me <strong>de</strong>cía que la<br />
muerte <strong>de</strong>l faraón Akhenatón había sido bien dulce. Me <strong>de</strong>cía también<br />
que nada en el mundo es más peligroso que los sueños <strong>de</strong> un faraón,<br />
porque siembran la sangre y la muerte. Oía a lo lejos las aclamaciones<br />
<strong>de</strong>l pueblo que saludaba a su nuevo rey y se imaginaba que aquel<br />
chiquillo, sólo preocupado por su tumba, sería capaz <strong>de</strong> suprimir la<br />
injusticia y restablecer la paz y la prosperidad.<br />
Así yo estaba <strong>de</strong> nuevo solitario en Tebas y sabía que mi sangre se<br />
había extinguido con Thot y que no podía esperar ya la inmortalidad,<br />
pero la muerte sería para mí un consuelo y un reposo, como una estufa<br />
en una noche fría. El dios <strong>de</strong>l faraón Akhenatón me había <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong><br />
toda esperanza y <strong>de</strong> toda alegría, y sabía que todos los dioses moran en<br />
un palacio sombrío <strong>de</strong>l que no se regresa jamás. El faraón había bebido<br />
la muerte ofrecida por mi mano, pero aquello no me <strong>de</strong>volvía nada, y su<br />
muerte había sido un olvido misericordioso. Yo vivía y no podía olvidar.<br />
Por esto la amargura <strong>de</strong>voraba mi corazón y sentía repulsión por la<br />
muchedumbre vulgar que rugía en el templo sin haber aprendido<br />
absolutamente nada.<br />
El puerto estaba <strong>de</strong>sierto, pero súbitamente un hombrecillo salió <strong>de</strong><br />
entre un montón <strong>de</strong> cestas y me dijo:<br />
-¿No eres tú, Sinuhé, el médico real que cuidaba las heridas en<br />
nombre <strong>de</strong> Atón? -Se echó a reír, señalándome con el <strong>de</strong>do, y añadiendo-<br />
: ¿No eres tú el Sinuhé que distribuía el pan entre el pueblo diciendo:<br />
«Es el pan <strong>de</strong> Atón, tomad y comed el pan <strong>de</strong> Atón»? Por esto te pido en<br />
nombre <strong>de</strong> todos los dioses infernales que me <strong>de</strong>s un trozo <strong>de</strong> pan,<br />
porque hace días que estoy escondido aquí y no me atrevo a salir y la<br />
saliva se ha secado en mi boca. -Pero yo no tenía pan que darle, ni él lo<br />
esperaba <strong>de</strong> mí, porque se había acercado tan sólo para burlarse <strong>de</strong> mí. Y<br />
dijo-: Yo tenía una cabaña y, aunque era sórdida y olía a pescado<br />
podrido, era mía. Tenía una mujer y, aunque era fea y flaca, era mía.<br />
Tenía hijos y, aunque conocían el hambre, eran míos. ¿Dón<strong>de</strong> está mi<br />
cabaña y mi mujer y mis hijos? Es tu dios quien me los ha quitado,<br />
Sinuhé, ese Atón funesto que lo <strong>de</strong>struye todo, y pronto moriré, pero no<br />
me importa.<br />
Rodó por el suelo y comenzó a llorar, y como no podía ayudarle me<br />
alejé y pasé <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre, cuyos<br />
muros ennegrecidos se elevaban cerca <strong>de</strong>l estanque seco y el sicómoro <strong>de</strong><br />
ramas calcinadas. Pero contra el muro se había instalado un abrigo y vi<br />
una jarra <strong>de</strong> agua, y Muti salió a mi encuentro con los cabellos en
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, y cojeaba al andar. Y al verme se inclinó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y dijo<br />
irónicamente:<br />
-Bendito sea el día que <strong>de</strong>vuelve a mi amo al antiguo hogar.<br />
No pudo <strong>de</strong>cir más, porque la amargura le ahogaba la voz y se sentó y<br />
ocultó su rostro entre sus manos. Su cuerpo <strong>de</strong>macrado llevaba señales<br />
<strong>de</strong> los cuernos y su pie estaba dislocado. Lo curé lo mejor que supe y le<br />
pregunté dón<strong>de</strong> estaba Kaptah.<br />
-Kaptah ha muerto. Se dice que los esclavos lo asesinaron porque<br />
vieron que daba vino a los soldados <strong>de</strong> Pepitamón y que los traicionaba.<br />
Pero yo no lo creía porque sabía que Kaptah no podía morir <strong>de</strong> aquella<br />
forma.<br />
Muti se irritó ante mi incredulidad y dijo:<br />
-Sin duda eres feliz ahora que has visto el triunfo <strong>de</strong> tu Atón. Los<br />
hombres son todos iguales y <strong>de</strong> ellos provienen todos los males, porque<br />
no llegan nunca a adultos, sino que permanecen chiquillos y lanzan<br />
piedras y su mayor placer es entristecer a los que los quieren. No hablo<br />
por mí, que no tengo como recompensa a mi abnegación más que llagas<br />
y granos <strong>de</strong> trigo podrido, sino por Merit, que era <strong>de</strong>masiado buena para<br />
ti y la has arrojado <strong>de</strong>liberadamente a las fauces <strong>de</strong> la muerte. También<br />
he llorado todas mis lágrimas por Thot, que era para mí como un hijo y<br />
le gustaban tanto mis pasteles <strong>de</strong> miel. Pero, ¿qué importa? Llegas<br />
seguramente muy contento <strong>de</strong> ti, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dilapidado todos tus<br />
bienes, para reposar bajo el refugio que me he construido y reclamarme<br />
comida. Apostaría a que antes <strong>de</strong> la noche me reclamarás cerveza y<br />
mañana me darás bastonazos porque no te sirvo suficientemente <strong>de</strong><br />
prisa, pero los hombres son así y no te guardo rencor.<br />
Así me habló y sus palabras me recordaron a mi madre Kipa y mi<br />
corazón se anegó <strong>de</strong> melancolía y las lágrimas rodaron por mis mejillas.<br />
Entonces Muti quedó <strong>de</strong>sconcertada y dijo:<br />
-Compren<strong>de</strong>rás, Sinuhé, hombre orgulloso, que hablo por tu bien. Me<br />
queda todavía un puñado <strong>de</strong> grano y voy a molerlo y te prepararé un<br />
muelle lecho <strong>de</strong> cañas y podrás volver a ejercer tu profesión para ganar<br />
nuestra vida. Pero no te inquietes, porque he ido a lavar ropa a casa <strong>de</strong><br />
los ricos, don<strong>de</strong> hay muchas vestiduras ensangrentadas, y pediré<br />
prestada una jarra <strong>de</strong> cerveza en una casa <strong>de</strong> placer don<strong>de</strong> se han alojado<br />
unos soldados, <strong>de</strong> manera que podrás alegrarte el espíritu. No llores más,<br />
Sinuhé, hijo mío, porque no cambiarás nada y los hijos son los hijos y<br />
<strong>de</strong>ben hacer tonterías para <strong>de</strong>strozar el corazón <strong>de</strong> sus madres y <strong>de</strong> sus<br />
esposas, como fue siempre el caso. Pero te ruego que no introduzcas<br />
nuevos dioses en esta casa, porque no quedaría piedra sobre piedra en<br />
todo Tebas. En cuanto a Merit, la quería como una hija, pese a que no he<br />
tenido hijos, porque soy fea y <strong>de</strong>testo a los hombres; quiero solamente<br />
<strong>de</strong>cir que no es la única mujer en este mundo. En verdad te digo, Sinuhé,
que el tiempo es un remedio misericordioso, y verás que hay otras<br />
mujeres capaces <strong>de</strong> calmar el pequeño objeto que llevas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />
mandil, puesto que es una cosa esencial para los hombres. Pero has<br />
a<strong>de</strong>lgazado mucho, Sinuhé, tus mejillas están hundidas y casi no te<br />
reconozco. Y voy a cuidarte, a condición <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> llorar.<br />
Acabé calmándome y le dije:<br />
-No he venido a importunarte, querida Muti; volveré a marcharme y<br />
no regresaré antes <strong>de</strong> mucho tiempo. Pero he querido volver a ver la casa<br />
don<strong>de</strong> fui feliz y acariciar el tronco rugoso <strong>de</strong>l sicómoro y franquear el<br />
umbral tantas veces hollado por Merit y el pequeño Thot. No te<br />
preocupes por mí, Muti, y voy a hacerte enviar un poco <strong>de</strong> dinero a fin <strong>de</strong><br />
que puedas subvenir a tus necesida<strong>de</strong>s durante mi ausencia. Y te bendigo<br />
por tus palabras, como si fueses mi madre, porque eres buena, pese a<br />
que tu lengua algunas veces pica como una avispa.<br />
Muti comenzó a sollozar; negándose a <strong>de</strong>jarme partir, encendió fuego<br />
y me preparó comida y tuve que comer para no ofen<strong>de</strong>rla, pero cada<br />
bocado se me quedaba en la garganta. Y ella me miraba moviendo la<br />
cabeza y sollozando, y me dijo:<br />
-Come, Sinuhé, come, hombre orgulloso, aun cuando mi comida esté<br />
mal guisada, pero no tengo nada mejor que ofrecerte hoy. Adivino que<br />
vas a meter nuevamente la cabeza en todos los cepos, pero no puedo<br />
evitarlo. Come, pues, para recuperar las fuerzas, y regresa cuanto antes,<br />
porque te esperaré fielmente. Y no te preocupes por mí, porque aunque<br />
sea vieja y coja, soy robusta y ganaré mi subsistencia haciendo coladas y<br />
cociendo el pan en cuanto llegue algo <strong>de</strong> Tebas.<br />
Permanecí sentado hasta la noche en las ruinas <strong>de</strong> mi casa y el fuego<br />
encendido por Muti brillaba pálidamente en la oscuridad. Y yo me <strong>de</strong>cía<br />
que quizás era mejor no regresar nunca allí y morir en la soledad, puesto<br />
que no causaba más que tormentos a todos los que me amaban.<br />
Cuando las estrellas se encendieron, me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> Muti para ir <strong>de</strong><br />
nuevo hacia la ribera, veía <strong>de</strong> nuevo el resplandor rojizo sobre la ciudad y<br />
en las calles principales resonaban las orquestas y brillaban las luces,<br />
porque era el día <strong>de</strong> la coronación <strong>de</strong> Tutankhamón y Tebas estaba en<br />
fiesta.<br />
Pero aquella misma noche los viejos sacerdotes trabajaban con ardor<br />
en el templo <strong>de</strong> Sekhmet y arrancaban la hierba que había crecido entre<br />
las losas y ponían en su lugar la imagen <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> leona, revistiéndola<br />
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<strong>de</strong> lino rojo y adornándola con sus emblemas <strong>de</strong> guerra y <strong>de</strong>strucción.<br />
Después <strong>de</strong> la coronación, Ai había dicho a Horemheb:<br />
-Ha sonado tu hora, Hijo <strong>de</strong>l Halcón. Haz sonar las trompetas y<br />
<strong>de</strong>clara que la guerra ha comenzado. Haz correr la sangre para limpiar el<br />
país <strong>de</strong> Kemi a fin <strong>de</strong> que todo que<strong>de</strong> como en el pasado y el pueblo<br />
olvi<strong>de</strong> al falso faraón.<br />
Y al día siguiente, mientras el faraón jugaba al cortejo fúnebre con su<br />
esposa y los sacerdotes, ebrios por la victoria, incensaban a su dios y<br />
mal<strong>de</strong>cían el nombre <strong>de</strong> Akhenatón para toda la eternidad, Horemheb<br />
hizo sonar las trompetas en todas las esquinas y abrió <strong>de</strong> par en par las<br />
puertas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Sekhmet, y Horemheb avanzó con sus tropas por<br />
la Avenida <strong>de</strong> los Carneros y ofreció un sacrificio a la diosa. Por todas<br />
partes, a martillazos y con cinceles, se <strong>de</strong>struía el nombre <strong>de</strong>l faraón<br />
Akhenatón. El faraón Tutankhamón había recibido también su parte,<br />
porque los arquitectos reales discutían ya el lugar <strong>de</strong>l emplazamiento <strong>de</strong><br />
su tumba. Ai tenía asimismo su parte porque, sentado a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l<br />
faraón, gobernaba el país <strong>de</strong> Kemi, regulando los impuestos, la justicia,<br />
los donativos, los favores y las tierras reales. Le tocó el turno a<br />
Horemheb y también tuvo éste su parte, y yo lo seguí al templo <strong>de</strong><br />
Sekhmet, porque él quería mostrarme toda la extensión <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río.<br />
Pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir en su honor que en el momento <strong>de</strong>l triunfo<br />
menospreció todo honor y todo lujo externo y quiso impresionar al<br />
pueblo por su simplicidad. Se dirigió al templo en un sólido carro <strong>de</strong><br />
guerra, sin plumas en los arneses <strong>de</strong> los caballos ni oro en los rayos <strong>de</strong><br />
las ruedas. Pero dos hoces afiladas hendían el aire a ambos lados <strong>de</strong> su<br />
carro, y los lanceros y arqueros <strong>de</strong>sfilaban en perfecto or<strong>de</strong>n y el ruido <strong>de</strong><br />
sus pies <strong>de</strong>scalzos sobre el pavimento <strong>de</strong> la avenida era rítmico y potente<br />
como el ruido <strong>de</strong>l mar, y los negros marcaban el ritmo <strong>de</strong> la marcha con<br />
sus tambores <strong>de</strong> piel humana.<br />
Silencioso y poseído <strong>de</strong> temor, el pueblo admiraba su imponente<br />
estatura y sus tropas rebosantes <strong>de</strong> bienestar cuando toda la ciudad tenía<br />
hambre. Silencioso, contemplaba a Horemheb al verlo entrar en el<br />
templo, sintiendo confusamente que sus sufrimientos no habían hecho<br />
más que comenzar.<br />
Delante <strong>de</strong>l templo, Horemheb se apeó <strong>de</strong> su carro y entró seguido <strong>de</strong><br />
sus jefes, y los sacerdotes acudieron a recibirlo con las manos manchadas<br />
<strong>de</strong> sangre fresca y lo condujeron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la estatua <strong>de</strong> la diosa.<br />
Sekhmet iba vestida <strong>de</strong> lino y sus vestiduras, impregnadas en la sangre<br />
<strong>de</strong> las ofrendas, se pegaban a su cuerpo marcando sus altivos pechos. En<br />
la penumbra <strong>de</strong>l templo parecía mover su cabeza <strong>de</strong> leona y sus ojos<br />
llameantes miraban a Horemheb mientras machacaba sobre el altar los<br />
corazones calientes <strong>de</strong> las víctimas, implorando la victoria para sus
ejércitos. Los sacerdotes danzaban en torno a él en señal <strong>de</strong> alegría y se<br />
herían con puñales, gritando al unísono:<br />
-¡Regresa vencedor, Horemheb, Hijo <strong>de</strong>l Halcón! Regresa vencedor y<br />
la diosa <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>rá viva a tu lado para enlazarte con su cuerpo <strong>de</strong>snudo.<br />
Horemheb no se distrajo con los gritos ni las danzas <strong>de</strong> los sacerdotes,<br />
llevó a cabo con fría dignidad las ceremonias <strong>de</strong> ritual y se alejó. Delante<br />
<strong>de</strong>l templo, en presencia <strong>de</strong> la muchedumbre amontonada, levantó sus<br />
manos ensangrentadas y dijo al pueblo:<br />
-Escúchame, pueblo <strong>de</strong> Kemi, escúchame, porque soy Horemheb, el<br />
Hijo <strong>de</strong>l Halcón, y traigo en mis manos la victoria y el honor inmortal<br />
para todos aquellos que quieran seguirme a la guerra santa. En este<br />
instante los carros hititas rugen en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí y sus vanguardias<br />
recorren el Bajo Egipto, y la tierra <strong>de</strong> Kemi no ha conocido jamás un<br />
peligro más temible, porque al lado <strong>de</strong> los hititas, la antigua dominación<br />
<strong>de</strong> los hiksos era dulce. Los hititas llegan y su número es infinito y su<br />
crueldad un horror para todo el pueblo. Destruirán las villas y os<br />
reventarán los ojos, violarán a vuestras mujeres y se llevarán a vuestros<br />
hijos como esclavos. El trigo no crece don<strong>de</strong> han pasado sus carros y la<br />
tierra se convierte en un <strong>de</strong>sierto cuando han puesto sobre ellos los<br />
cascos <strong>de</strong> sus caballos. Por esto la guerra que les <strong>de</strong>claro es una guerra<br />
santa, porque es una guerra para vuestras vidas y los dioses <strong>de</strong>l país <strong>de</strong><br />
Kemi, y si todo va bien, reconquistaremos la Siria, y el país <strong>de</strong> Kemi<br />
renacerá y cada cual tendrá la medida llena. Hace ya <strong>de</strong>masiado tiempo<br />
que se ha burlado <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>bilidad y hecho mofa <strong>de</strong> nuestro Ejército.<br />
La hora ha sonado y voy a restaurar el honor guerrero <strong>de</strong> Kemi. Quien<br />
quiera seguirme recibirá una medida llena <strong>de</strong> trigo y su parte <strong>de</strong>l botín, y<br />
en verdad que el botín será rico. Pero los que no me sigan<br />
voluntariamente me seguirán a la fuerza y <strong>de</strong>berán doblegarse bajo el<br />
peso <strong>de</strong> la carga y serán objeto <strong>de</strong> mofa sin tener <strong>de</strong>recho al botín. Por<br />
esto espero que todo egipcio que posea un corazón <strong>de</strong> hombre y sea<br />
capaz <strong>de</strong> soportar el peso <strong>de</strong> una lanza, me seguirá voluntariamente.<br />
Ahora carecemos <strong>de</strong> todo y el hambre repta bajo nuestros talones, pero<br />
la victoria vendrá acompañada <strong>de</strong> días <strong>de</strong> abundancia, y quien haya<br />
muerto por la libertad <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi entrará directamente en el<br />
campo <strong>de</strong> los bienaventurados, porque los dioses <strong>de</strong> Egipto recibirán su<br />
cuerpo. Hay que intentarlo todo para ganarlo todo. Por esto os digo,<br />
mujeres <strong>de</strong> Egipto, trenzad cuerda <strong>de</strong> arco con vuestros cabellos y<br />
mandad con alegría a vuestros maridos y vuestros hijos a la<br />
guerra. Hombres <strong>de</strong> Egipto, transformad vuestras joyas en puntas <strong>de</strong><br />
lanza y seguidme, porque os ofrezco una guerra como no se ha visto<br />
jamás otra conocida. El espíritu <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones combatirá a<br />
nuestro lado. Todos los dioses <strong>de</strong> Egipto, y sobre todo el po<strong>de</strong>roso Amón,<br />
están con nosotros. Rechazaremos a los hititas, como la inundación
arre las briznas <strong>de</strong> paja. Reconquistaremos las riquezas <strong>de</strong> Siria y<br />
lavaremos en sangre la vergüenza <strong>de</strong> Egipto. Escúchame atentamente,<br />
pueblo <strong>de</strong> Kemi, Horemheb, el Hijo <strong>de</strong>l Halcón, el vencedor, ha hablado.<br />
' Bajó sus manos tintas en sangre y su pecho ja<strong>de</strong>aba, porque había<br />
hablado con voz potente. Las trompetas resonaron y los soldados<br />
golpearon sus escudos con las lanzas y el suelo con los pies y la<br />
muchedumbre comenzó a lanzar gritos que se convirtieron en clamores<br />
<strong>de</strong> alegría. Horemheb sonrió y volvió a subir a su carro. Los soldados le<br />
abrieron paso por entre la muchedumbre que lo aclamaba. Entonces<br />
comprendí que la mayor alegría <strong>de</strong>l pueblo era po<strong>de</strong>r gritar todos a la<br />
vez, sin que importara nada lo que se grita ni por qué se grita, pero al<br />
gritar con los <strong>de</strong>más uno se siente fuerte y está convencido <strong>de</strong> la justicia<br />
<strong>de</strong> la causa por la cual se grita. Horemheb estaba muy satisfecho y<br />
levantaba los brazos para saludar al pueblo.<br />
Fue directamente al puerto y subió al barco <strong>de</strong> mando para dirigirse<br />
con rapi<strong>de</strong>z a Menfis, porque se había retrasado en Tebas, y según las<br />
últimas noticias los hititas habían acampado ya en Tanis. Yo embarqué<br />
con él y nadie me impidió acercarme y <strong>de</strong>cirle:<br />
-Horemheb, el faraón Akhenatón ha muerto y no hay ya trepanador<br />
real, pero soy libre <strong>de</strong> ir adon<strong>de</strong> me<br />
plazca y nada me retiene. Por esto <strong>de</strong>seo acompañarte y partir contigo a<br />
la guerra, porque todo me da lo mismo y nada me divierte ya. Tengo<br />
curiosidad <strong>de</strong> ver qué bendición nos aportará esta guerra <strong>de</strong> la que has<br />
hablado toda la vida. En verdad siento <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ver si tu po<strong>de</strong>río es<br />
superior al <strong>de</strong> Akhenatón o si son únicamente los espíritus <strong>de</strong> los<br />
infiernos los que gobiernan el mundo.<br />
Horemheb me sonrió y dijo:<br />
-Es un buen presagio porque jamás pensé que serías el primer<br />
voluntario que se alistara para esta guerra. Sé que te gusta la comodidad<br />
y pensaba <strong>de</strong>jarte en Tebas para velar por mis intereses en la casa<br />
dorada, pese a que seas solitario y cándido y sea fácil engañarte. Pero<br />
bien está así, porque, por lo menos, tendré conmigo un médico <strong>de</strong><br />
calidad y me parece que habrá necesidad <strong>de</strong> él. Mis soldados tenían<br />
razón al llamarte el Hijo <strong>de</strong> Onagro en la guerra contra los khabiri,<br />
porque verda<strong>de</strong>ramente tienes un espíritu bélico, puesto que no tienes<br />
miedo <strong>de</strong> los hititas.<br />
Los marineros metieron sus remos en el agua y la barca comenzó a<br />
<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r la corriente <strong>de</strong>l río empavesado. Los muelles <strong>de</strong> Tebas estaban<br />
blancos <strong>de</strong> gente y el viento nos traía las aclamaciones, Horemheb lanzó<br />
un profundo suspiro y dijo:<br />
-Como ves, mi discurso ha producido una honda impresión en el<br />
pueblo. Pero entremos en mi camarote, porque quiero lavarme las<br />
manos.
Yo lo seguí y al entrar hizo salir a su escriba y lavó la sangre <strong>de</strong> sus<br />
manos, las que husmeó fríamente diciendo:<br />
-Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, nunca hubiera creído que los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> Sekhmet hiciesen todavía sacrificios humanos. Pero<br />
estaban por lo visto llenos <strong>de</strong> celo, porque las puertas <strong>de</strong> su templo no se<br />
habían abierto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía más <strong>de</strong> cuarenta años. Ahora comprendo por<br />
qué me han pedido prisioneros hititas y sirios para sus ceremonias.<br />
Estas palabras me causaron tal pavor que mis rodillas temblaron, pero<br />
Horemheb prosiguió tranquilamente:<br />
-Si lo hubiera sabido, me hubiera negado, porque pue<strong>de</strong>s imaginar<br />
que quedé muy sorprendido al recibir ante el altar un corazón humano<br />
todavía caliente. Pero si Sekhmet se muestra reconocida sosteniendo<br />
nuestras armas, pasaré por alto estas cosas, porque verda<strong>de</strong>ramente<br />
tengo necesidad <strong>de</strong> toda la ayuda posible, si bien una lanza bien<br />
templada es quizá más eficaz que todas las bendiciones <strong>de</strong> Sekhmet. Pero<br />
rindamos a los sacerdotes lo que es <strong>de</strong> los sacerdotes y nos <strong>de</strong>jarán en<br />
paz para todo lo <strong>de</strong>más.<br />
Recomenzó a hablar <strong>de</strong> su discurso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pueblo y yo le dije que<br />
prefería el que pronunció en Jerusalén <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus tropas. Mi<br />
observación lo vejó un poco y dijo:<br />
-No es lo mismo hablar a los soldados que al pueblo. Mi discurso<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Sekhmet estaba <strong>de</strong>stinado también a la posteridad,<br />
porque seguramente lo grabarán en la piedra. Y en este caso conviene<br />
elegir las palabras y lanzar frases que <strong>de</strong>spabilen la cabeza al pueblo y lo<br />
impresionen. Puesto que no entien<strong>de</strong>s una palabra, te diré que mi<br />
discurso se limitaba a reproducir las frases que se han dicho siempre al<br />
principio <strong>de</strong> todo conflicto. Para empezar he <strong>de</strong>clarado que la guerra<br />
contra los hititas era meramente <strong>de</strong>fensiva y he excitado al pueblo a<br />
rechazar al invasor que asola Egipto. En general, todo está <strong>de</strong> acuerdo<br />
con la verdad, pero no he ocultado que me proponía al mismo tiempo<br />
reconquistar Siria. En segundo lugar, he <strong>de</strong>clarado que los que me<br />
siguiesen voluntariamente no tendrían <strong>de</strong> qué arrepentirse mientras que<br />
los que viniesen obligados tendrían una triste suerte. Tercero, he<br />
afirmado que era una guerra santa y he invocado la ayuda <strong>de</strong> todos los<br />
dioses. En realidad, no creo que los dioses <strong>de</strong> los egipcios sean más<br />
po<strong>de</strong>rosos que los <strong>de</strong> los hititas ni que un país sea más seguro que otro,<br />
pero he leído en todas las proclamas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones <strong>de</strong> la<br />
antigüedad que es bueno invocar el auxilio <strong>de</strong> los dioses y un buen<br />
capitán no omite jamás esta formalidad. Al pueblo le gusta y está<br />
contento, como has podido ver. Por otra parte, había mezclado mis<br />
hombres entre la multitud a fin <strong>de</strong> dar la señal <strong>de</strong> las aclamaciones,<br />
porque más vale ser pru<strong>de</strong>nte. Te habrás fijado en que no he dicho nada<br />
<strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s que nos esperan, porque bastante tiempo tendrá el
pueblo <strong>de</strong> darse cuenta y no sirve <strong>de</strong> nada asustarlo <strong>de</strong> antemano.<br />
Porque esta guerra será muy dura, ya que no tengo suficientes tropas<br />
entrenadas ni carros <strong>de</strong> guerra. Pero no dudo <strong>de</strong> la victoria final, porque<br />
tengo fe en mi <strong>de</strong>stino.<br />
-Horemheb -le dije yo-, ¿hay algo sagrado para ti?<br />
Reflexionó un instante y dijo:<br />
-Un gran capitán y un soberano <strong>de</strong>ben saber interpretar las palabras<br />
<strong>de</strong> las imágenes a fin <strong>de</strong> aprovecharlas útilmente. Reconozco que es<br />
penoso y que entristece la vida, pese a que el sentimiento <strong>de</strong> dominar a<br />
otro por la voluntad y obligarlo a realizar gran<strong>de</strong>s cosas sea quizás una<br />
compensación. Cuando era joven, tenía fe en mi lanza y en mi halcón.<br />
Ahora no creo más que en mi voluntad, pero esta voluntad me gasta,<br />
como la muela gasta la piedra. Por esto no tengo un instante <strong>de</strong> reposo y<br />
para distraerme no puedo hacer otra cosa que beber hasta la embriaguez.<br />
Cuando era joven creía en la amistad y creía también amar una mujer<br />
cuyo <strong>de</strong>sprecio y resistencia me irritaban, pero ahora sé que los hombres<br />
no son más que instrumentos en mis manos y esta mujer no es ya un fin,<br />
sino solamente un medio. Yo soy el centro <strong>de</strong> todo. Yo soy Egipto y su<br />
pueblo. Y al asegurar la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Egipto aseguro la mía. ¿Me<br />
compren<strong>de</strong>s?<br />
Estas palabras no produjeron el menor efecto en mí, porque ya siendo<br />
joven lo había juzgado un jactancioso y sabía que sus padres olían a<br />
estiércol y queso, pese a que los hubiese ennoblecido. Por esto me era<br />
difícil tomarlo en serio, pese a que quisiera impresionarme como un<br />
dios. Pero le oculté mis reflexiones y le hablé <strong>de</strong> la princesa Baketamón,<br />
que se había sentido muy ofendida por no haber tenido un sitio digno <strong>de</strong><br />
ella en el cortejo <strong>de</strong> Tutankhamón. Horemheb me escuchó atentamente y<br />
me ofreció vino para que le hablase más largamente <strong>de</strong> la princesa. Así<br />
pasábamos el tiempo navegando hacia Menfis, mientras los carros hititas<br />
asolaban el Bajo Egipto.<br />
LIBRO DECIMOCUARTO<br />
LA GUERRA SANTA
Horemheb convocó en Menfis a los nobles y los ricos y les habló <strong>de</strong><br />
esta manera:<br />
-Vosotros sois todos ricos y yo no soy más que un pobre pastor nacido<br />
con los pies en el estiércol. Pero Amón me ha ben<strong>de</strong>cido y el faraón me<br />
ha encargado conducir sus ejércitos, y el enemigo que amenaza el país es<br />
cruel y terrible, como todos sabéis. Me he enterado <strong>de</strong> que <strong>de</strong>cís que la<br />
guerra exige gran<strong>de</strong>s sacrificios y que por esto habéis reducido a la mitad<br />
la ración <strong>de</strong> trigo <strong>de</strong> vuestros esclavos y aumentado los precios <strong>de</strong> las<br />
cosas en el país. Vuestros actos y vuestras palabras me prueban que<br />
estáis dispuestos al sacrificio. Está muy bien y os felicito, porque para<br />
encontrar dinero para llevar a<strong>de</strong>lante la guerra, los armamentos y para el<br />
sueldo <strong>de</strong> las tropas he <strong>de</strong>cidido pediros prestada una parte <strong>de</strong> vuestras<br />
fortunas y he pedido al fisco la lista <strong>de</strong> vuestras imposiciones y, a<strong>de</strong>más,<br />
he tenido otros informes sobre vosotros, <strong>de</strong> manera que creo saber las<br />
cantida<strong>de</strong>s que habéis ocultado a los perceptores y al falso faraón. Pero<br />
ahora un verda<strong>de</strong>ro faraón reina en nombre <strong>de</strong> Amón y no tenéis<br />
necesidad <strong>de</strong> disimular vuestros bienes, sino que <strong>de</strong>béis ofrecerlos<br />
abierta y generosamente para la guerra. Por esto cada uno <strong>de</strong> vosotros va<br />
a entregarme en el acto la mitad <strong>de</strong> su fortuna, y poco me importa que<br />
sea oro, plata o trigo, o en ganado, caballos y carros <strong>de</strong> guerra, con tal<br />
que os <strong>de</strong>is prisa.<br />
Ante estas palabras los ricos se lamentaron en voz alta y, <strong>de</strong>sgarrando<br />
sus vestiduras, dijeron:<br />
-El falso faraón nos ha empobrecido y estamos casi arruinados, y los<br />
informes que te han dado sobre nosotros son ciertamente falsos. Pero,<br />
¿qué garantía nos das por nuestros préstamos y qué interés nos pagarás?<br />
Horemheb los miró con aire sonriente y dijo:<br />
-Mi garantía es la victoria que cuento obtener lo antes posible gracias<br />
a vuestra generosa ayuda, amigos míos. En efecto, si no consigo la<br />
victoria, los hititas os lo tomarán todo, <strong>de</strong> manera que a mi juicio la<br />
garantía es suficiente. En cuanto a los intereses, los discutiré con cada<br />
uno <strong>de</strong> vosotros en particular, y me permito esperar que aceptaréis mis<br />
proposiciones. Pero os habéis quejado <strong>de</strong>masiado pronto, porque no he<br />
terminado todavía. Exijo, pues, inmediatamente la entrega <strong>de</strong> la mitad<br />
<strong>de</strong> vuestra fortuna a título <strong>de</strong> préstamo, <strong>de</strong> préstamo solamente, amigos<br />
míos. Dentro <strong>de</strong> cuatro lunas <strong>de</strong>beréis entregarme como préstamo la<br />
mitad <strong>de</strong> lo que os quedará y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un año la mitad <strong>de</strong> lo que os<br />
que<strong>de</strong>. Sois lo suficientemente inteligentes para calcular vosotros<br />
mismos a cuánto ascen<strong>de</strong>rá este resto, pero estoy seguro <strong>de</strong> que seréis<br />
1
todavía suficientemente ricos para llenar vuestras marmitas hasta el fin<br />
<strong>de</strong> vuestros días, <strong>de</strong> manera que no os arruino.<br />
Entonces los ricos se arrojaron al suelo a sus pies lamentándose y<br />
golpearon la tierra con la frente y gritaron que preferían rendirse a los<br />
hititas.<br />
Fingiendo sorpresa, Horemheb les dijo:<br />
-Si es así, me conformaré con vuestros <strong>de</strong>seos y me parece que mis<br />
soldados, que se juegan la piel y la vida, se irritarán al saber que no<br />
queréis consentir en ningún sacrificio para la guerra. Creo que no<br />
tendrán inconveniente en ataros con cuerdas y embarcaros para<br />
entregaros a los hititas como <strong>de</strong>seáis. Yo lo lamentaré mucho y<br />
verda<strong>de</strong>ramente no sé qué provecho obtendréis <strong>de</strong> vuestras fortunas<br />
abandonadas, que confiscaré, puesto que estaréis con los hititas dando<br />
vueltas a la noria con los ojos arrancados. Pero tal es vuestra voluntad y<br />
voy a <strong>de</strong>círselo a los soldados.<br />
Ante estas palabras los ricos gritaron <strong>de</strong> terror y le besaron las rodillas<br />
y aceptaron todas sus proposiciones, si bien maldiciéndolo en su fuero<br />
interno.<br />
Pero él los consoló diciéndoles:<br />
-Os he convocado porque sabía que amabais a Egipto y estabais<br />
dispuestos a todos los sacrificios por él. Sois los hombres más ricos y<br />
habéis adquirido vuestras fortunas por vuestra habilidad. Por esto estoy<br />
seguro <strong>de</strong> que os enriqueceréis <strong>de</strong> nuevo rápidamente, porque un rico se<br />
enriquece siempre aunque se le exprima algunas veces para sacarle el<br />
jugo superfluo. Sois para mí, mis queridos amigos, como un precioso<br />
vergel y si os estrujo como una granada cuyos granos se me escapan por<br />
entre los <strong>de</strong>dos, no pienso ni remotamente, como buen jardinero, en<br />
arrancar los árboles que me dan fruto, sino que me contento con hacer<br />
<strong>de</strong> vez en cuando la cosecha. A<strong>de</strong>más, durante las guerras, los ricos se<br />
enriquecen siempre, y no hay manera <strong>de</strong> evitarlo, ni siquiera el fisco. Por<br />
esto <strong>de</strong>beríais agra<strong>de</strong>cerme que os procure una larga guerra, y con esto<br />
os <strong>de</strong>spido dándoos las gracias. Id en paz y trabajad para engordaros<br />
como gusanos, puesto que es inevitable. Y no me quejaré si <strong>de</strong> cuando en<br />
cuando, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> vuestra aportación obligatoria me enviáis alguna<br />
aportación voluntaria, porque voy a conquistar Siria y ya sabéis cuál será<br />
el beneficio <strong>de</strong> Egipto y en primer lugar para vosotros, si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
victoria estoy contento <strong>de</strong> vuestra conducta. Gemid, pues, a vuestro<br />
antojo si gemir os consuela, porque vuestros gemidos resuenan en mis<br />
oídos con un tintineo <strong>de</strong> oro.<br />
Los ricos salieron y en cuanto estuvieron fuera cesaron sus gemidos y<br />
comenzaron a contar sus pérdidas y a pensar en la manera <strong>de</strong><br />
compensarlas.<br />
Pero Horemheb me dijo:
-Gracias a la guerra, los ricos podrán imputar a los hititas todas las<br />
<strong>de</strong>sgracias que asolarán al país, y el faraón podrá acusarlos <strong>de</strong>l hambre y<br />
la miseria que reinará este invierno. Será, en efecto, el pueblo quien lo<br />
soportará y lo pagará todo y los ricos sabrán todavía sonsacarle lo<br />
necesario para compensar sus pérdidas y podré sangrarlos <strong>de</strong> nuevo.<br />
Este sistema es mejor que el <strong>de</strong> imponer impuestos <strong>de</strong> guerra, porque así<br />
el pueblo bendice mi nombre y me juzga equitativo. Porque tengo que<br />
velar celosamente por mi reputación, previendo el porvenir.<br />
Entretanto, los hititas asolaban el <strong>de</strong>lta y daban el trigo ver<strong>de</strong> como<br />
forraje a sus caballos y los fugitivos acudían a Menfis y contaban<br />
historias horribles sobre el furor <strong>de</strong>structivo <strong>de</strong>l enemigo. Y Horemheb<br />
me dijo:<br />
-Egipto tiene que conocer la crueldad hitita a fin <strong>de</strong> que se convenza<br />
<strong>de</strong> que no hay suerte más horrenda que la esclavitud <strong>de</strong> los hititas. Sería<br />
por mi parte una locura salir contra ellos con unas tropas mal entrenadas<br />
y sin carros <strong>de</strong> guerra. Pero no temas, Sinuhé, Ghaza es todavía nuestra,<br />
y los hititas no se atreverán a aventurarse por el <strong>de</strong>sierto con el grueso <strong>de</strong><br />
sus tropas mientras resista esta plaza, porque no tienen la primacía <strong>de</strong>l<br />
mar. No permanezco inactivo como pareces creer, sino que tengo<br />
hombres en el <strong>de</strong>sierto para inquietar y molestar a las patrullas hititas.<br />
Por otra parte, el peligro no es muy gran<strong>de</strong> para Egipto mientras la<br />
infantería hitita no haya franqueado el <strong>de</strong>sierto. Los hititas fundan su<br />
estrategia en la guerra <strong>de</strong> los carros, pero en el país negro los canales <strong>de</strong><br />
irrigación obstruyen su avance y pier<strong>de</strong>n el tiempo incendiando<br />
<strong>de</strong>sgraciados poblados y pisoteando los campos <strong>de</strong> trigo. Cuanto menos<br />
trigo haya en Egipto, más hombres se alistarán en mis ejércitos, porque<br />
saben que allí hay la medida <strong>de</strong> trigo llena e incluso cerveza.<br />
De todo Egipto acudían hombres a Menfis, gente hambrienta que lo<br />
había perdido todo a causa <strong>de</strong> Atón, y aventureros ávidos <strong>de</strong> botín.<br />
Horemheb, sin preocuparse <strong>de</strong> los sacerdotes, publicó una amnistía<br />
general <strong>de</strong> todos los que habían trabajado por Atón y liberó a los<br />
con<strong>de</strong>nados a las canteras para alistarlos. Menfis fue pronto un vasto<br />
campamento militar, y la vida se hizo agitada, porque estallaban riñas en<br />
las casas <strong>de</strong> placer y en las tabernas y <strong>de</strong> noche había alborotos, <strong>de</strong><br />
manera que la población pacífica se encerraba en casa y vivía en la<br />
angustia y el terror. Pero las forjas resonaban bajo el martillo, y el miedo<br />
a los hititas era tan gran<strong>de</strong>, que incluso las mujeres pobres daban sus<br />
joyas para forjar puntas <strong>de</strong> lanza.<br />
De las islas <strong>de</strong>l mar y <strong>de</strong> Creta llegaban numerosos navíos y<br />
Horemheb los compraba a la fuerza y reclutaba marineros y capitanes a<br />
sus ór<strong>de</strong>nes. Se apo<strong>de</strong>ró también <strong>de</strong> navíos <strong>de</strong> guerra cretenses y <strong>de</strong>cidió<br />
a sus tripulaciones a servir a Egipto. Porque los navíos cretenses erraban<br />
<strong>de</strong> puerto en puerto y no osaban regresar a Creta don<strong>de</strong> según se <strong>de</strong>cía,
había estallado una revuelta <strong>de</strong> los esclavos y los incendios asolaban la<br />
isla. Pero no se sabía nada cierto sobre estos acontecimientos, porque los<br />
marineros cretenses seguían mintiendo como <strong>de</strong> costumbre. Algunos<br />
afirmaban que los hititas habían invadido Creta, cosa inadmisible,<br />
puesto que no era un pueblo marinero. Otros pretendían que un pueblo<br />
blanco y <strong>de</strong>sconocido había invadido Creta viniendo por el Norte. Pero<br />
todos estaban <strong>de</strong> acuerdo en atribuir todas estas <strong>de</strong>sgracias al hecho <strong>de</strong><br />
que el dios <strong>de</strong> Creta hubiera muerto. Por esto se alistaban sin protestar al<br />
servicio <strong>de</strong> Egipto, mientras los navíos cretenses que habían abordado en<br />
Siria pasaban a manos <strong>de</strong> los hititas y <strong>de</strong> Aziru.<br />
Esta situación era favorable a Horemheb, porque la mayor confusión<br />
reinaba sobre el mar y todo el mundo trataba <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> los<br />
navíos. En Tiro estalló una revuelta contra Aziru y los rebel<strong>de</strong>s<br />
capturaron los navíos y se unieron a las fuerzas egipcias. Así fue como<br />
Horemheb pudo constituir una flota en la que embarcó unas<br />
tripulaciones adiestradas.<br />
Ghaza seguía resistiendo en Siria y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la siega, al empezar la<br />
crecida, Horemheb abandonó Menfis con sus tropas. Mandó emisarios a<br />
Ghaza, asediada por tierra y mar, y un navío que pudo forzar el bloqueo<br />
con sacos <strong>de</strong> trigo llevó este mensaje: «¡Sosteneos, <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>d Ghaza a<br />
toda costa! » Mientras los arietes hacían temblar las murallas <strong>de</strong> la villa y<br />
las casas ardían sin que hubiese tiempo <strong>de</strong> apagar los incendios, caía un<br />
mensaje con una flecha: «¡Defen<strong>de</strong>d Ghaza, es la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Horemheb!»<br />
Y mientras los hititas lanzaban a la ciudad marmitas llenas <strong>de</strong> serpientes<br />
venenosas, una <strong>de</strong> ellas resultó contener trigo y un mensaje <strong>de</strong><br />
Horemheb: «¡Defen<strong>de</strong>d Ghaza!» Yo no comprendo cómo esta villa pudo<br />
sostener el asedio <strong>de</strong> Aziru y los hititas, y el comandante malhumorado<br />
que me vio izar sobre las murallas en una cesta merece seguramente la<br />
reputación que le valió la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> Ghaza.<br />
Horemheb hizo avanzar sus tropas hacia Tanis y cortó un regimiento<br />
<strong>de</strong> carros en un recodo <strong>de</strong>l río. Hizo limpiar los canales <strong>de</strong> irrigación<br />
enlodados y, cuando vino la crecida, los hititas se encontraron sitiados<br />
en un islote. Nuestros soldados pudieron entonces <strong>de</strong>strozar los carros y<br />
matar a los caballos, lo cual enfureció a Horemheb, que había esperado<br />
apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> todo aquel material. Por eso or<strong>de</strong>nó un ataque, en el cual<br />
sus soldados mal adiestrados consiguieron, sin embargo, vencer a los<br />
hititas combatiendo a pie. Así se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> un centenar <strong>de</strong> carros y<br />
trescientos caballos e hizo inmediatamente pintar sobre los carros el<br />
emblema <strong>de</strong> Egipto y marcar a los caballos. Pero el efecto moral fue<br />
todavía más importante, porque ahora se sabía que los hititas no eran<br />
invencibles.
Horemheb avanzó entonces sobre Tanis con todos sus carros <strong>de</strong><br />
guerra, <strong>de</strong>jando atrás a la infantería pesada y las columnas <strong>de</strong><br />
avituallamiento. Un ardor loco animaba su rostro y me dijo:<br />
-Si quieres dar, da el primero y con fuerza.<br />
Por esto se dirigió hacia Tanis sin preocuparse <strong>de</strong> las tropas hititas<br />
que asolaban el Bajo País y <strong>de</strong> Tanis penetró directamente en el <strong>de</strong>sierto<br />
don<strong>de</strong> batió los puestos hititas encargados <strong>de</strong> velar por las jarras llenas<br />
<strong>de</strong> agua. Así se apo<strong>de</strong>ró rápidamente <strong>de</strong> varios <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua en el<br />
<strong>de</strong>sierto. Los hititas habían transportado centenares <strong>de</strong> jarras <strong>de</strong> agua<br />
para avituallar las tropas durante la travesía <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, porque no se<br />
atrevían a intentar un <strong>de</strong>sembarco en Egipto. Sin economizar los<br />
caballos, Horemheb seguía a<strong>de</strong>lante y muchos caballos perecieron<br />
durante esta loca hazaña, pero los que presenciaron aquel avance dicen<br />
que centenares <strong>de</strong> carros <strong>de</strong> guerra levantaban una columna <strong>de</strong> polvo<br />
que subía hasta el cielo, <strong>de</strong> manera que Horemheb parecía llegar como<br />
una violenta tempestad. Cada noche se encendían las señales convenidas<br />
en las montañas <strong>de</strong>l Sinaí, y los francos salían <strong>de</strong> sus escondrijos y<br />
atacaban los puestos hititas y los <strong>de</strong>pósitos establecidos en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Poco tardó en esparcirse la noticia <strong>de</strong> que Horemheb marchaba contra la<br />
Siria, <strong>de</strong> día como una tempestad <strong>de</strong> polvo y <strong>de</strong> noche como una columna<br />
<strong>de</strong> fuego. Después <strong>de</strong> esta campaña su reputación llegó a ser tan gran<strong>de</strong><br />
que el pueblo comenzó a contar leyendas sobre él como se cuentan sobre<br />
los dioses.<br />
Horemheb conquistó así todos los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l<br />
Sinaí sorprendiendo a los hititas, que no podían imaginarse que se<br />
atrevería a lanzarse a través <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, mientras sus vanguardias<br />
asolaban el Bajo País y sabían la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> Egipto. A<strong>de</strong>más, su ejército<br />
no estaba todavía unido, había tenido que diseminarse por las ciuda<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> Siria esperando la caída <strong>de</strong> Ghaza, porque los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> esta villa<br />
y el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto no podían alimentar al enorme ejército que<br />
habían levantado para someter a Egipto. Porque los hititas eran muy<br />
minuciosos en sus preparativos militares y no pasaban a la ofensiva<br />
hasta que estaban seguros <strong>de</strong> su superioridad, y sus jefes poseían una<br />
lista <strong>de</strong> todos los pastos y abreva<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la región que <strong>de</strong>bían atacar.<br />
Por esto quedaron sorprendidos ante la brusca ofensiva <strong>de</strong> Horemheb,<br />
porque hasta entonces nadie había osado atacarlos y pensaban que los<br />
egipcios no tenían suficiente número <strong>de</strong> carros para una ofensiva <strong>de</strong> esta<br />
importancia.<br />
El propio Horemheb no había tenido por objetivo primitivo más que<br />
<strong>de</strong>struir los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> los hititas en el <strong>de</strong>sierto, con el fin <strong>de</strong><br />
ganar tiempo para adiestrar a sus tropas en una guerra penosa. Pero su<br />
éxito inesperado lo embriagó y marchó sobre Ghaza, sorprendiendo por<br />
la retaguardia a los sitiadores, <strong>de</strong>strozando sus máquinas <strong>de</strong> guerra, pero
no pudo entrar en la ciudad, porque los hititas, viendo la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> su<br />
ejército <strong>de</strong> carros, se volvieron contra él. Horemheb hubiera estado<br />
perdido si los sitiadores hubiesen tenido carros <strong>de</strong> guerra, pero consiguió<br />
batirse en retirada en el <strong>de</strong>sierto y <strong>de</strong>strozar las reservas <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la<br />
frontera siria<br />
antes <strong>de</strong> que los hititas, furiosos, hubiesen podido reunir sus carros<br />
diseminados.<br />
Después <strong>de</strong> esta osada expedición, Horemheb se dijo que su halcón no<br />
lo había abandonado y, recordando el matorral ardiendo que había visto<br />
una vez, or<strong>de</strong>nó a sus lanceros y arqueros que acudiesen a marchas<br />
forzadas por el camino que los hititas habían jalonado <strong>de</strong> jarras <strong>de</strong> agua<br />
suficientes para abastecer a todo un ejército. Se proponía <strong>de</strong> esta forma<br />
hacer la guerra en el <strong>de</strong>sierto, pese a que este terreno fuese favorable a<br />
los carros <strong>de</strong> combate.<br />
' Pero creo que se vio obligado por las circunstancias, porque cuando<br />
hubo conseguido escapar <strong>de</strong> los hititas y ganar el <strong>de</strong>sierto, los hombres y<br />
los caballos estaban tan extenuados que acaso no hubieran estado en<br />
condiciones <strong>de</strong> atravesarlo para regresar a Egipto. Por esto, cosa que no<br />
se había visto nunca, concentró un gran ejército en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Lo que acabo <strong>de</strong> referir <strong>de</strong> esta primera campaña <strong>de</strong> Horemheb lo sé<br />
por él y por sus hombres, porque esta vez no le acompañé. Me había<br />
<strong>de</strong>jado en el Bajo Egipto diciéndome que esta vez no tendría tiempo <strong>de</strong><br />
curar a los heridos, sino que quien cayese <strong>de</strong> un carro o fuese herido en<br />
camino <strong>de</strong>bería ser abandonado a su suerte para que eligiese su propia<br />
muerte: <strong>de</strong>gollarse o entregarse a los hititas.<br />
Pero el botín <strong>de</strong> esta expedición fue muy mezquino, porque una jarra<br />
no es más que una jarra, incluso si, llena <strong>de</strong> agua, vale su peso en oro en<br />
el <strong>de</strong>sierto. En cuanto a los hombres que habían bajado <strong>de</strong> sus carros<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Ghaza para saquear un campo hitita contra la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />
Horemheb fueron todos muertos, y sus cabezas cortadas y clavadas en<br />
pértigas hicieron durante largo tiempo muecas contra los muros <strong>de</strong><br />
Ghaza y su piel sirvió para fabricar sacos y bolsas, porque los hititas son<br />
muy hábiles en este género <strong>de</strong> trabajo manual.<br />
Es posible que esta campaña haya salvado a Egipto, como lo pretendía<br />
Horemheb, y los soldados que lo acompañaron merecieran una gloria<br />
inmortal. Pero <strong>de</strong> momento se quejaron <strong>de</strong> la mezquindad <strong>de</strong>l botín<br />
obtenido y con gusto hubieran cambiado la gloria por un puñado <strong>de</strong><br />
plata.<br />
Atravesando el <strong>de</strong>sierto a marchas forzadas, bajo el polvo y el calor,<br />
siguiendo las trazas <strong>de</strong> Horemheb, el ejército que yo acompañaba no veía<br />
sino <strong>de</strong> vez en cuando el cuerpo medio <strong>de</strong>vorado <strong>de</strong> un soldado caído <strong>de</strong>l<br />
carro, o los esqueletos <strong>de</strong> los caballos muertos, o algunas jarras rotas y<br />
los cadáveres <strong>de</strong> los hititas <strong>de</strong>snudos y empalados en señal <strong>de</strong> victoria.
Por esto es comprensible que tenga que narrar aquí los horrores <strong>de</strong> la<br />
guerra y no la embriaguez <strong>de</strong> las batallas.<br />
Después <strong>de</strong> dos semanas <strong>de</strong> marcha agotadora, a pesar <strong>de</strong> la<br />
abundancia <strong>de</strong> agua acumulada por los hititas, vimos una columna <strong>de</strong><br />
fuego que nos anunció que Horemheb nos esperaba con sus carros.<br />
Aquella noche no dormí. El <strong>de</strong>sierto es frío por la noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
calor sofocante <strong>de</strong>l día, y los soldados que han caminado <strong>de</strong>scalzos<br />
durante semanas enteras sobre la arena ardiente, por entre las plantas<br />
espinosas, gimen y gritan durmiendo, lo cual ha creado, probablemente,<br />
la leyenda <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>sierto está poblado <strong>de</strong> malos espíritus.<br />
Antes <strong>de</strong>l alba sonó la trompeta y los soldados reemprendieron su<br />
marcha agotadora y muchos se caían <strong>de</strong> cansancio. En pequeños grupos,<br />
bandoleros y cuerpos francos se reunían así con Horemheb, cuya señal<br />
nos daba ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> apresurarnos.<br />
Cuando llegamos cerca <strong>de</strong>l campamento vimos todo el horizonte<br />
cubierto <strong>de</strong> nubes <strong>de</strong> polvo, porque los hititas llegaban por fin para<br />
reconquistar sus <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua. Sus vanguardias recorrían el <strong>de</strong>sierto<br />
en pequeños grupos y caían sobre nuestros soldados, sembrando la<br />
confusión y el pánico entre ellos, poco acostumbrados a luchar contra los<br />
carros e insuficientemente adiestrados para el combate. Por esto el<br />
pánico se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> nuestras filas y muchos soldados huyeron al<br />
<strong>de</strong>sierto, don<strong>de</strong> los hititas los mataron con sus lanzas.<br />
Felizmente Horemheb envió en nuestro auxilio los carros que tenía<br />
todavía utilizables y el respeto <strong>de</strong> los hititas por los soldados <strong>de</strong><br />
Horemheb era tan gran<strong>de</strong> que nos <strong>de</strong>jaron tranquilos y se retiraron.<br />
Esta retirada renovó la moral <strong>de</strong> nuestros soldados y los lanceros<br />
blandieron sus armas gritando y los arqueros dispararon en vano sus<br />
flechas contra los carros en fuga. Y, observando las nubes <strong>de</strong> polvo en el<br />
horizonte, <strong>de</strong>cían:<br />
-No hay nada que temer, porque el brazo potente <strong>de</strong> Horemheb nos<br />
protege. No hay nada que temer, porque se arroja como un halcón sobre<br />
los hititas y les vacía los ojos y los ciega.<br />
Pero si pensaban po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>scansar al llegar al campo <strong>de</strong> los hititas, se<br />
llevaron un <strong>de</strong>sengaño, y si imaginaban que iban a felicitarlos por su<br />
marcha a través <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y sus pies <strong>de</strong>sollados, se equivocaban.<br />
Porque Horemheb nos acogió con los ojos rojos <strong>de</strong> fatiga y la expresión<br />
malhumorada, y agitando una fusta llena <strong>de</strong> sangre y polvo, vociferó:<br />
-Por dón<strong>de</strong> habéis andado, cobar<strong>de</strong>s perezosos? ¿Por qué llegáis tan<br />
tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>sgraciados? No me importa en absoluto que mañana vuestros<br />
cráneos se blanqueen en el horizonte, porque siento vergüenza <strong>de</strong><br />
vosotros al veros. Avanzáis como la tortuga y oléis a sudor y<br />
excrementos, <strong>de</strong> manera que tengo que taparme las narices y, sin<br />
embargo, mis mejores hombres pier<strong>de</strong>n su sangre por innumerables
heridas y mis nobles caballos ja<strong>de</strong>an agotadas sus fuerzas. Pero poneos a<br />
cavar, cavad para salvar el pellejo, puesto que estáis acostumbrados a<br />
manejar el fango, cuando no os hurgáis la nariz u otra cosa con vuestros<br />
cochinos <strong>de</strong>dos.<br />
Y los soldados egipcios no adiestrados no se enojaron por este<br />
discurso y estuvieron encantados y se rieron entre ellos, porque todos<br />
tenían la sensación <strong>de</strong> haber escapado al peligro cuando vieron a<br />
Horemheb. Olvidaron sus pies <strong>de</strong>sollados y su lengua reseca, y,<br />
siguiendo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Horemheb, cavaron profundos fosos y<br />
hundieron palos en el suelo entre las rocas y tendieron unas cuerdas <strong>de</strong><br />
cañas entre los palos y arrastraron gran<strong>de</strong>s piedras hacia el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro<br />
<strong>de</strong> las montañas.<br />
Los hombres agotados <strong>de</strong> Horemheb salieron <strong>de</strong> sus tiendas y sus<br />
abrigos y vinieron a mostrar sus heridas y narrar sus proezas, y <strong>de</strong> los<br />
dos mil quinientos que habían partido con Horemheb no quedaban más<br />
allá <strong>de</strong> quinientos en situación <strong>de</strong> combatir.<br />
Poco a poco todo el ejército fue llegando al campamento y Horemheb<br />
mandó en el acto a sus hombres a cavar trincheras y construir obstáculos<br />
- para cerrar el acceso al <strong>de</strong>sierto a los carros <strong>de</strong> los hititas. Mandó<br />
mensajeros a los retardatarios para emplazarlos a llegar al campamento<br />
durante el transcurso <strong>de</strong> la noche lo más tar<strong>de</strong>, porque todos los que<br />
permaneciesen en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este plazo serían cruelmente<br />
asesinados por los hititas si sus carros conseguían abrirse paso.<br />
Pero los soldados egipcios se sentían reconfortados al verse tan<br />
numerosos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y tenían una confianza ciega en<br />
Horemheb que, a su juicio, conseguiría salvarlos <strong>de</strong> los hititas. Mientras<br />
cavaban las trincheras y tendían las cuerdas <strong>de</strong> cañas entre los palos a<br />
ras <strong>de</strong>l suelo y hacían rodar las enormes moles <strong>de</strong> piedra, vieron llegar<br />
los carros <strong>de</strong> los hititas en medio <strong>de</strong> una nube <strong>de</strong> polvo y oyeron sus<br />
gritos <strong>de</strong> guerra. Entonces su nariz se enfrió y comenzaron a tener<br />
miedo <strong>de</strong> los carros y <strong>de</strong> sus hoces.<br />
Pero la noche cerraba y los hititas no se atrevieron a atacar en terreno<br />
<strong>de</strong>sconocido y sin conocer la fuerza <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong> Horemheb. Acamparon<br />
en el <strong>de</strong>sierto y encendieron hogueras y dieron pienso a los caballos<br />
con plantas espinosas, y el <strong>de</strong>sierto estaba cubierto, hasta per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong><br />
vista, <strong>de</strong> pequeños resplandores. Durante toda la noche los exploradores<br />
reconocieron los obstáculos con sus carros ligeros y mataron a los<br />
centinelas y a todo lo largo <strong>de</strong>l frente hubo escaramuzas. Pero en las dos<br />
alas don<strong>de</strong> no había obstáculos, los bandoleros y los cuerpos francos<br />
sorprendieron a los hititas y se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> muchos carros.<br />
Aquella noche fue incesantemente turbada por el ruido <strong>de</strong> los carros,<br />
los gemidos <strong>de</strong> los heridos, el silbido <strong>de</strong> las flechas y el chocar <strong>de</strong> las<br />
armas. Horemheb aconsejó a sus hombres que durmiesen si podían,
pero yo pasé la noche curando a los soldados y él me daba ánimos<br />
diciéndome:<br />
-Cúralos bien, Sinuhé, porque no hay soldados más valientes que<br />
éstos y cada uno <strong>de</strong> ellos vale por cien. Cúralos porque quiero a mis<br />
granujas y son los únicos que saben batirse y todos los <strong>de</strong>más tendrían<br />
que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellos la manera <strong>de</strong> comportarse. Te daré un <strong>de</strong>ben <strong>de</strong><br />
oro por cada soldado que pongas en condiciones <strong>de</strong> batirse.<br />
Pero yo estaba <strong>de</strong>masiado agotado por la travesía <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, pese a<br />
que la realicé en litera, y mi garganta estaba irritada por el polvo y<br />
maldije a Horemheb que iba a obligarme a perecer en manos <strong>de</strong> los<br />
hititas. Por esto le respondí bruscamente:<br />
-Guarda tu oro y distribúyelo entre tus pobres granujas para que se<br />
sientan ricos en el momento <strong>de</strong> morir. Porque mañana todos estaremos<br />
ciertamente muertos, ya que nos has traído a este <strong>de</strong>sierto horrible. Si<br />
cuido con celo a estos hombres es por mí, porque a mi juicio son los<br />
únicos <strong>de</strong> todo el ejército que saben batirse, mientras los que han venido<br />
conmigo huirán en cuanto vean el primer hitita. Lo más cuerdo sería<br />
escoger los dos caballos más rápidos y huir los dos, y podrías reclutar un<br />
ejército mejor que éste.<br />
Horemheb se frotó la nariz y dijo:<br />
-Tu consejo es digno <strong>de</strong> tu cordura, Sinuhé. Pero no lo seguiré. Por<br />
una razón muy simple. Ahora no tenemos otro medio <strong>de</strong> salvación que<br />
batir a los hititas. Y los batiremos, porque no tenemos otro medio <strong>de</strong><br />
salvarnos. Voy a dormir un momento y beber vino, porque cuando llevo<br />
un vaso <strong>de</strong> más soy más irritable y me bato mejor.<br />
Se separó <strong>de</strong> mí y al poco rato oí el gotear <strong>de</strong> su jarra <strong>de</strong> vino. Ofreció<br />
también a los soldados que pasaban por allí y los llamó por su nombre,<br />
dándoles golpes en la espalda.<br />
Así transcurrió la noche y el alba lívida se levantó en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Delante <strong>de</strong> los obstáculos yacían los caballos muertos y los carros<br />
volcados y los cuervos picoteaban los cráneos <strong>de</strong> los hititas muertos.<br />
Horemheb reunió sus tropas al pie <strong>de</strong> la montaña y les habló.<br />
Mientras los hititas apagaban los fuegos <strong>de</strong>l vivac con arena, poniendo<br />
los arneses a los caballos y afilaban sus armas, Horemheb, apoyado<br />
contra una roca rugosa, mordisqueando un mendrugo <strong>de</strong> pan seco y una<br />
cebolla, habló así a sus tropas:<br />
2
-Al mirar ante vosotros veis un gran milagro, porque en verdad Amón<br />
nos ha entregado a los hititas y realizaremos hoy una gran hazaña. Como<br />
veis, la infantería hitita no ha llegado todavía; espera en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>sierto, don<strong>de</strong> hay agua en abundancia, a que los carros le hayan<br />
abierto camino para reconquistar los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua e invadir Egipto.<br />
Sus caballos sufren ya <strong>de</strong> la sed y no tienen forraje, porque he incendiado<br />
sus <strong>de</strong>pósitos y roto las jarras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí a Siria. Por esto los carros<br />
hititas tienen hoy que forzar el paso o retirarse a Siria a esperar haber<br />
renovado sus <strong>de</strong>pósitos. Si fuesen inteligentes, renunciarían a la batalla y<br />
se retirarían a Siria, pero son ambiciosos y han puesto todo su oro en las<br />
jarras <strong>de</strong> agua que jalonan la ruta <strong>de</strong> Egipto y no quieren per<strong>de</strong>rlas sin<br />
combate. Por esto os digo que Amón nos los ha entregado, porque sus<br />
caballos tropezarán enredándose las patas en nuestras cuerdas y el asalto<br />
<strong>de</strong> sus carros, que es la fuerza <strong>de</strong> los hititas, será anulado por las<br />
trincheras que habéis abierto sin reparar en los esfuerzos.<br />
Horemheb escupió un trozo <strong>de</strong> cebolla y mascó un pedazo <strong>de</strong> pan, y<br />
las tropas comenzaron a golpear el suelo con el pie y a reclamar como<br />
chiquillos que pi<strong>de</strong>n que les cuenten un cuento.<br />
Entonces Horemheb frunció el ceño y gritó:<br />
-¡Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios! ¿Es que mis cocineros han metido<br />
excremento <strong>de</strong> gato en mi pan para que apeste <strong>de</strong> esta manera? Haré<br />
colgar a dos cabeza abajo, pero no os riáis, asquerosas ratas <strong>de</strong> lodo, no<br />
los castigaré por vosotros, porque son libres <strong>de</strong> alimentaros <strong>de</strong> boñigas<br />
<strong>de</strong> vaca y el fiemo <strong>de</strong> mis caballos tiene para mí más valor que todos<br />
vosotros. No tenéis nada <strong>de</strong> soldados y sois una cuadrilla <strong>de</strong> ratas<br />
pestilentes. Recordad que los palos que lleváis en la mano son lanzas y<br />
no están hechas para rascaros las nalgas, sino para reventar las barrigas<br />
<strong>de</strong> los hititas. Y a los arqueros que se creen muy listos porque tien<strong>de</strong>n el<br />
arco y lanzan al aire una flecha, les digo que hay que apuntar a los<br />
hititas, y si sois verda<strong>de</strong>ros soldados les sacaréis los ojos. Pero es inútil<br />
daros estas instrucciones, <strong>de</strong> manera que contentaos con apuntar a los<br />
caballos que son un blanco suficientemente gran<strong>de</strong> para vosotros.<br />
Cuanto más los <strong>de</strong>jéis acercar, más fácilmente los alcanzaréis pese a<br />
vuestra torpeza, y acordaos <strong>de</strong> que azotaré a todo hombre que haya<br />
fallado su objetivo, porque no tenemos medios para <strong>de</strong>sperdiciar las<br />
flechas. Recordad que sus puntas han sido forjadas en Egipto con las<br />
joyas <strong>de</strong> las mujeres y <strong>de</strong> las muchachas <strong>de</strong> placer, si la información os<br />
interesa. Y a los lanceros les digo: Cuando un caballo se acerque, apoyad<br />
vuestra lanza en el suelo y dirigid la punta contra el pecho <strong>de</strong>l caballo; no<br />
correréis ningún peligro, porque siempre tendréis tiempo <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong><br />
lado antes <strong>de</strong> que el caballo se caiga. Si os caéis, sacad vuestro puñal y<br />
cortad las corvas <strong>de</strong>l caballo, es vuestra única salvación, antes <strong>de</strong> que las<br />
ruedas os aplasten. He aquí lo que <strong>de</strong>béis hacer, ratas <strong>de</strong>l Nilo.
Olió con asco su trozo <strong>de</strong> pan, y lo arrojó a lo lejos, <strong>de</strong>spués levantó la<br />
jarra y bebió un buen trago <strong>de</strong> vino antes <strong>de</strong> continuar:<br />
-En el fondo, es inútil que os hable, porque en cuanto oigáis los<br />
aullidos <strong>de</strong> los hititas y el rugido <strong>de</strong> sus carros comenzaréis a llorar y<br />
hundiréis vuestros rostros en la arena <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, porque no tenéis<br />
regazo maternal a vuestro alcance. Pero quiero <strong>de</strong>ciros que si los hititas<br />
fuerzan el paso y alcanzan los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua que tenemos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
nosotros, estaremos todos perdidos y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco tiempo vuestra piel<br />
servirá <strong>de</strong> saco a las mujeres <strong>de</strong> Biblos y <strong>de</strong> Sidón cuando vayan al<br />
mercado, a menos que, vaciados los ojos, <strong>de</strong>is vueltas a la rueda <strong>de</strong> algún<br />
molino <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> Aziru. Porque nos encontraremos cercados. Pero<br />
tengo que haceros observar que ahora estamos ya cercados y que no hay<br />
retirada posible, porque si abandonamos nuestra posición, los carros<br />
hititas nos perseguirán en el <strong>de</strong>sierto y nos dispersarán como la crecida<br />
que arrastra las briznas <strong>de</strong> paja. Os digo esto únicamente para quitaros<br />
toda la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> huir. Y para mayor seguridad, voy a colocar a buena<br />
distancia <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> vosotros a quinientos <strong>de</strong> mis buenos granujas para<br />
que puedan reírse a gusto viéndoos combatir, cosa que han merecido<br />
ampliamente, pero también para que maten sin piedad a todo el que se<br />
equivoque <strong>de</strong> dirección o le hagan sufrir la pequeña operación que<br />
transforma a un toro salvaje en un apacible buey <strong>de</strong> labranza. Ya sabéis,<br />
pues, que si <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vosotros os espera una muerte posible, <strong>de</strong>trás os<br />
espera cierta, pero <strong>de</strong>lante tenéis también el triunfo y la gloria, porque si<br />
todo el mundo cumple con su <strong>de</strong>ber, no dudo <strong>de</strong> nuestra victoria sobre<br />
los hititas. Para esto basta caer sobre ellos y agujerearles la piel o abrirles<br />
la cabeza con las armas que os han sido confiadas. Esta es vuestra única<br />
salvación, y yo me batiré al lado vuestro, y si mi fusta os azota más a<br />
menudo que los hititas será porque vosotros lo habréis querido, mis<br />
valientes ratas <strong>de</strong>l estiércol.<br />
Los hombres lo escuchaban fascinados y <strong>de</strong>bo confesar que yo me<br />
sentía inquieto, porque los hititas se acercaban ya a los obstáculos, pero<br />
me pareció que Horemheb hablaba sólo para ganar tiempo y para<br />
comunicar su calma a los soldados abreviando la nerviosidad <strong>de</strong> la<br />
espera. Dirigió una mirada al <strong>de</strong>sierto, blandió la fusta y gritó:<br />
-Nuestros amigos los hititas se acercan con sus carros y yo doy gracias<br />
a todos los dioses <strong>de</strong> Egipto por haber cegado su entendimiento. Id, ratas<br />
<strong>de</strong> barro <strong>de</strong>l Nilo, que cada cual ocupe el sitio fijado y nadie lo abandone<br />
sin or<strong>de</strong>n mía. Y vosotros, mis bravos granujas, colocaos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> estas<br />
babosas y estas liebres y castradlos como conviene si tratan <strong>de</strong> huir.<br />
Podría <strong>de</strong>ciros: batíos por la tierra negra, luchad por los dioses <strong>de</strong><br />
Egipto, pelead por vuestras mujeres y vuestros hijos. Pero sería inútil,<br />
porque estaríais dispuestos a mearos sobre vuestras mujeres si pudieseis<br />
huir con seguridad. Por esto os digo: ratas <strong>de</strong> barro <strong>de</strong>l Nilo, luchad por
vosotros, luchad por vuestro pellejo y no retrocedáis, porque no tenéis<br />
otra salvación. Corred, muchachos, corred; si no, los carros hititas<br />
llegarán a los obstáculos antes que vosotros y la batalla terminará antes<br />
<strong>de</strong> haber comenzado.<br />
Despidió a sus hombres y las tropas corrieron hacia los obstáculos<br />
lanzando gran<strong>de</strong>s gritos, no sé si <strong>de</strong> valor o <strong>de</strong> miedo.<br />
Horemheb los siguió lentamente y yo me quedé al pie <strong>de</strong> la montaña<br />
para seguir a distancia el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la batalla, porque era médico y mi<br />
vida era preciosa.<br />
Los hititas habían alineado sus carros en or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> batalla en el<br />
<strong>de</strong>sierto. Era soberbio y espantoso ver brillar los soles alados en los<br />
pechos <strong>de</strong> los hombres y en los carros y las oriflamas y las plumas<br />
flotantes y los escudos abigarrados. Era evi<strong>de</strong>nte que iban a concentrar<br />
su ataque sobre el terreno <strong>de</strong>scubierto, sumariamente fortificado por<br />
Horemheb, sin meterse por las gargantas <strong>de</strong> las montañas ni aventurarse<br />
a lo lejos en el <strong>de</strong>sierto, don<strong>de</strong> los cuerpos francos y los bandoleros<br />
protegían los flancos <strong>de</strong> Horemheb. No se atrevían a aventurarse<br />
<strong>de</strong>masiado lejos en el <strong>de</strong>sierto, porque carecían ya <strong>de</strong> agua y <strong>de</strong> forraje y<br />
contaban con su fuerza y su táctica eficaz para forzar el paso por un lugar<br />
<strong>de</strong>fendido por unas tropas inexperimentadas. Sus carros combatían por<br />
grupos <strong>de</strong> seis y una sección <strong>de</strong> diez grupos formaba un regimiento, y<br />
creo que tenían en total sesenta regimientos. Y los carros pesados con<br />
tres caballos y tres hombres formaban el centro <strong>de</strong> su línea <strong>de</strong> batalla y al<br />
ver aquellos carros pesados no comprendía cómo las tropas <strong>de</strong><br />
Horemheb podrían <strong>de</strong>tener su ataque, porque se movían con una<br />
lentitud pesada, como navíos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, <strong>de</strong>strozándolo todo a su paso.<br />
Hicieron sonar las trompetas y los jefes izaron las oriflamas y los<br />
carros se pusieron en movimiento a un paso acelerado, y cuando se<br />
acercaron a los obstáculos vi con sorpresa que entre ellos corrían<br />
caballos sueltos y sobre cada caballo un hombre agarrado a las crines le<br />
golpeaba los flancos con los talones. Y no comprendí el objeto <strong>de</strong> esta<br />
rara cabalgata hasta ver los hombres bajarse y cortar las cuerdas<br />
tendidas entre las estacas a ras <strong>de</strong>l suelo para hacer caer a los caballos <strong>de</strong><br />
los carros. Pero otros hombres a caballo avanzaron por entre los<br />
obstáculos y clavaron en el suelo lanzas provistas <strong>de</strong> pequeñas ban<strong>de</strong>ras<br />
<strong>de</strong> colores. Todo esto ocurrió con la velocidad <strong>de</strong>l relámpago, pero yo no<br />
entendía el objeto. Pronto los hombres a caballo hubieron <strong>de</strong>saparecido<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los carros y sólo algunos caballos heridos se estremecían en los<br />
obstáculos.<br />
Súbitamente vi a Horemheb correr solo hacia los obstáculos y<br />
arrancando una <strong>de</strong> las lanzas la arrojó a lo lejos y entonces comprendí<br />
que los hititas las habían colocado para marcar los puntos débiles <strong>de</strong> los<br />
obstáculos y servir <strong>de</strong> guía a los carros pesados. Otros hombres siguieron
el ejemplo <strong>de</strong> Horemheb y la mayor parte se llevaron las lanzas como<br />
trofeos. Yo creo que la rápida intervención <strong>de</strong> Horemheb salvó a Egipto<br />
durante aquella jornada, porque si los hititas hubiesen podido<br />
concentrar todo el peso <strong>de</strong> sus fuerzas en los sitios marcados por las<br />
ban<strong>de</strong>ras, los egipcios no hubiesen sido capaces <strong>de</strong> resistir su ataque.<br />
Pronto los carros ligeros llegaron a los obstáculos y abrieron brecha<br />
en ellos. Este primer choque levantó tal polvareda que me fue difícil<br />
discernir nada <strong>de</strong> los movimientos. Pero pu<strong>de</strong>, sin embargo, ver que<br />
numerosos carros habían quedado inmovilizados <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los<br />
obstáculos y que los conductores hititas iban ro<strong>de</strong>ándolos<br />
pru<strong>de</strong>ntemente. En algunos puntos, los carros hititas consiguieron<br />
franquear los obstáculos, a pesar <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s pérdidas, pero no<br />
consiguieron su avance, sino que se agruparon y los hombres se apearon<br />
para allanar el terreno y abrir camino a los carros pesados que esperaban<br />
su turno fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> las flechas.<br />
Un soldado experimentado hubiera visto en el acto que todo estaba<br />
perdido, pero las tropas <strong>de</strong> Horemheb no vieron más que los caballos en<br />
el suelo y los carros inmovilizados y creyeron que el ataque había sido<br />
dominado por su valentía. Por esto se precipitaron hacia los carros<br />
ligeros inmovilizados y otros se arrastraron para ir a cortar las corvas <strong>de</strong><br />
los caballos, mientras los arqueros disparaban contra los hititas<br />
ocupados en mover enormes bloques <strong>de</strong> piedra. Horemheb los <strong>de</strong>jó obrar<br />
a su antojo y gracias a su número consiguieron apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> muchos<br />
carros, que entregaron a los soldados <strong>de</strong> Horemheb lanzando<br />
exclamaciones <strong>de</strong> triunfo. Horemheb sabía que la batalla no hacía más<br />
que empezar, pero conservaba la confianza en su suerte y en el gran foso<br />
que había hecho excavar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las tropas, en medio <strong>de</strong>l valle, y que<br />
habían cubierto o <strong>de</strong> ramas y arena. Los carros ligeros no habían<br />
avanzado hasta esta trinchera, creyendo haber salvado ya todos los<br />
obstáculos.<br />
Después <strong>de</strong> haber limpiado un espacio suficiente para los carros<br />
pesados, los hititas supervivientes volvieron a subir a sus carros y se<br />
replegaron rápidamente, lo cual ocasionó una inmensa alegría en las<br />
tropas egipcias, convencidas ya <strong>de</strong> haberse llevado la victoria. Pero<br />
Horemheb hizo sonar las trompetas y or<strong>de</strong>nó colocar los bloques <strong>de</strong><br />
piedra en su sitio y plantar las lanzas con la punta dirigida contra los<br />
asaltantes, porque se veía obligado a retirar sus tropas al abrigo <strong>de</strong> los<br />
obstáculos y <strong>de</strong>jar las brechas sin guarnecer para evitar que las hoces <strong>de</strong><br />
los carros pesados causasen estragos entre las fuerzas <strong>de</strong>fensoras.<br />
Apenas esta or<strong>de</strong>n había sido cumplida, cuando los carros pesados <strong>de</strong> los<br />
hititas, flor y orgullo <strong>de</strong> su ejército, arrancaron con estruendo. Iban<br />
tirados por enormes caballos más altos que los egipcios, cuya cabeza<br />
estaba protegida por una placa <strong>de</strong> metal y cuyos flancos estaban
cubiertos por espesas corazas <strong>de</strong> lana. Las anchas ruedas separaron las<br />
piedras y el peto <strong>de</strong> los caballos quebró las lanzas clavadas en tierra y los<br />
gritos y clamores se elevaron cuando las ruedas aplastaron a los<br />
<strong>de</strong>fensores y las hoces los <strong>de</strong>strozaron haciéndoles pedazos.<br />
Pronto vi salir <strong>de</strong> la nube <strong>de</strong> polvo los carros pesados cuyos caballos<br />
galopaban como monstruos espantosos con sus caparazones abigarrados<br />
y las puntas <strong>de</strong> bronce adornando sus máscaras. Se lanzaban <strong>de</strong>lante y<br />
ninguna fuerza <strong>de</strong>l mundo parecía capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerlos y cerrarles el paso<br />
hacia los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> agua, porque los soldados se habían retirado a las<br />
dos alas sobre las primeras pendientes <strong>de</strong> las colinas, como lo había<br />
or<strong>de</strong>nado Horemheb. Los hititas lanzaron el grito <strong>de</strong> guerra y<br />
prosiguieron su avance levantando nubes <strong>de</strong> polvo y yo me arrojé al<br />
suelo llorando por Egipto y el país sin protección y por todos los<br />
hombres que iban a perecer allí a causa <strong>de</strong> la estúpida obstinación <strong>de</strong><br />
Horemheb.<br />
Pero los hititas no se <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong>slumbrar por su triunfo, los frenos <strong>de</strong><br />
sus carros labraron el suelo, y mandaron carros ligeros <strong>de</strong><br />
reconocimiento, porque era pru<strong>de</strong>nte y temían las sorpresas, pese a que<br />
no tuviesen el menor respeto por los egipcios. Pero es difícil frenar el<br />
asalto <strong>de</strong> los carros, porque los enormes caballos lanzados al galope<br />
rompen las riendas y vuelcan los carros si se los <strong>de</strong>tiene <strong>de</strong>masiado<br />
bruscamente.<br />
Así los carros continuaron avanzando por un vasto frente <strong>de</strong> terreno<br />
<strong>de</strong>scubierto hasta el momento en que, <strong>de</strong> repente el suelo se abrió bajo<br />
sus pies y se los tragó. La trinchera cavada por las ratas <strong>de</strong>l fango <strong>de</strong>l<br />
Nilo se extendía en toda la anchura <strong>de</strong>l valle y los carros pesados cayeron<br />
en ella por<br />
docenas antes <strong>de</strong> que los conductores hubiesen tenido tiempo <strong>de</strong> frenar<br />
para seguir por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l foso, <strong>de</strong> manera que el frente <strong>de</strong> ataque<br />
quedó roto. Al oír los aullidos <strong>de</strong> los hititas levanté la cabeza y vi su<br />
<strong>de</strong>rrota, pero pronto el polvo cubrió el campo <strong>de</strong> batalla.<br />
Si los hititas hubiesen sabido dominarse y reconocer su <strong>de</strong>rrota<br />
hubieran podido salvar, por lo menos, la mitad <strong>de</strong> sus carros y aplastar a<br />
los egipcios. Hubieran podido, en efecto, volver a atravesar los<br />
obstáculos <strong>de</strong>struidos y <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar otro ataque, pero no podían<br />
admitir una <strong>de</strong>rrota porque era a sus ojos una cosa inconcebible. Por esto<br />
no les vino a la mente la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escapar a la infantería egipcia sin carros,<br />
sino que treparon por las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> las colinas para <strong>de</strong>tenerse en la<br />
cumbre y bajaron <strong>de</strong> los carros para examinar cómo podrían franquear la<br />
trinchera y salvar a sus camaradas en cuanto se hubiese disipado el<br />
polvo.<br />
Pero Horemheb no esperó a que hubiesen vuelto <strong>de</strong> su sorpresa, hizo<br />
sonar las trompetas y <strong>de</strong>claró a sus tropas que su ardid había aniquilado
los carros hititas y que el enemigo estaba ahora a su merced. Mandó<br />
arqueros a las colinas para hostigar a los hititas y encargó a sus hombres<br />
que pisoteasen el suelo para levantar nubes <strong>de</strong> polvo, en parte para<br />
molestar a los hititas y en parte para impedir que sus hombres viesen el<br />
enorme número <strong>de</strong> carros que estaba todavía en situación <strong>de</strong> combatir.<br />
Dio or<strong>de</strong>n también <strong>de</strong> hacer rodar piedras <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la colina para<br />
cerrar las brechas <strong>de</strong> los obstáculos, a fin <strong>de</strong> completar su victoria y<br />
apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> los carros intactos.<br />
Entretanto los regimientos <strong>de</strong> carros ligeros acampaban en la llanura<br />
para abrevar los caballos y reparar los arneses y las ruedas. Oían los<br />
gritos y el ruido <strong>de</strong> las armas y, al ver el torbellino <strong>de</strong> polvo, creyeron que<br />
los carros pesados perseguían a los egipcios fugitivos para aniquilarlos<br />
como ratas.<br />
Bajo la protección <strong>de</strong>l polvo, Horemheb envió a sus mejores lanceros<br />
cerca <strong>de</strong> la trinchera para impedir que los hititas socorriesen a sus<br />
camaradas y llenasen el foso. Or<strong>de</strong>nó a otros hombres que llevasen<br />
rodando gran<strong>de</strong>s piedras alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los carros inmovilizados y, si era<br />
posible, aislarlos por grupos para encerrarlos en un espacio estrecho<br />
don<strong>de</strong> no pudiesen evolucionar fácilmente. Por las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> las colinas<br />
no tardaron en rodar gruesas piedras, porque los egipcios son hábiles en<br />
manejar las piedras y en las tropas <strong>de</strong> Horemheb había muchos hombres<br />
que habían aprendido a manejar las piedras en las canteras.<br />
Los hititas se extrañaron mucho <strong>de</strong> ver que el polvo no se disipaba, y<br />
no podían ver lo que pasaba en torno <strong>de</strong> ellos, y caían sobre ellos flechas<br />
<strong>de</strong> todas partes. Sus jefes disputaban, porque no habían visto todavía<br />
nunca nada parecido y no sabían qué hacer, porque durante las<br />
maniobras no les habían enseñado lo que había que hacer en una<br />
situación parecida. Por esto perdieron el tiempo discutiendo y mandaron<br />
algunos carros a la nube <strong>de</strong> polvo para reconocer la posición <strong>de</strong> los<br />
egipcios, pero estos carros no regresaron, porque los caballos tropezaron<br />
con las piedras y los soldados mataron a los conductores. Para terminar,<br />
los jefes hititas hicieron sonar las trompetas para que sus soldados se<br />
reunieran y lanzaron un ataque para volver a ganar la llanura a fin <strong>de</strong><br />
preparar un nuevo asalto. Pero no reconocieron el camino que habían<br />
seguido y los caballos tropezaron con las cuerdas y en los cepos y los<br />
carros se volcaban, <strong>de</strong> manera que los hombres tuvieron que apearse y<br />
combatir a pie. Eran valientes y diestros en la batalla y mataron muchos<br />
egipcios, pero no estaban acostumbrados a luchar a pie. Por esto los<br />
soldados <strong>de</strong> Horemheb los vencieron, pero la batalla duró hasta la noche.<br />
A la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> el viento sopló <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y barrió las nubes <strong>de</strong><br />
polvo y <strong>de</strong>scubrió el campo <strong>de</strong> batalla y la terrible <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> los hititas,<br />
que habían perdido la mayoría <strong>de</strong> sus carros pesados, y otro gran<br />
número <strong>de</strong> carros había caído en manos <strong>de</strong> Horemheb con sus caballos.
Pero los vencedores, agotados y excitados por el ardor <strong>de</strong>l combate, por<br />
las heridas y el olor <strong>de</strong> sangre, se asustaron al ver sus propias pérdidas,<br />
porque los cadáveres <strong>de</strong> los egipcios eran mucho más numerosos que los<br />
<strong>de</strong> los hititas. Y los supervivientes dijeron:<br />
-Fue una jornada terrible y felizmente no vimos lo que ocurrió en<br />
torno a nosotros, porque si hubiésemos advertido la multitud <strong>de</strong> hititas y<br />
comprobado la cuantía <strong>de</strong> nuestras pérdidas, el corazón se nos hubiera<br />
subido a la garganta y no nos hubiéramos batido como leones, como lo<br />
hemos hecho.<br />
Los últimos hititas cercados se rindieron y Horemheb los hizo atar<br />
con cuerdas y todas las ratas <strong>de</strong>l fango <strong>de</strong>l Nilo se acercaron a ellos para<br />
examinarlos y tocar con el <strong>de</strong>do sus heridas y arrancarles los soles alados<br />
y el hacha doble que adornaban sus cascos y vestidos.<br />
En medio <strong>de</strong> aquella confusión terrible, Horemheb iba <strong>de</strong> un grupo a<br />
otro y distribuía palmadas a sus hombres y elogiaba a los que se habían<br />
batido bien, llamándoles hijos suyos y escarabajos <strong>de</strong> estercolero. Les<br />
hizo distribuir vino y cerveza y les permitió <strong>de</strong>svalijar a los muertos,<br />
tanto los egipcios como los hititas, a fin <strong>de</strong> que se hiciesen la ilusión <strong>de</strong><br />
recoger un botín. Pero el botín más precioso lo constituían los carros<br />
pesados y los caballos que coceaban y mordían rabiosamente, pero se les<br />
dio agua y forraje y los hombres <strong>de</strong> Horemheb, acostumbrados a tratar<br />
con caballos, les hablaron dulcemente y los <strong>de</strong>cidieron a servir a Egipto.<br />
Porque el caballo es un animal muy inteligente, aunque temible, y<br />
entien<strong>de</strong> el lenguaje humano. Por esto, una vez bien alimentados,<br />
aceptaron servir a Horemheb. Pero me pregunto cómo pudieron<br />
enten<strong>de</strong>r el egipcio cuando estaban acostumbrados a enten<strong>de</strong>r tan sólo el<br />
incomprensible lenguaje hitita. Pero los hombres <strong>de</strong> Horemheb me<br />
aseguraron que los caballos entendían todo lo que se les hablaba y tuve<br />
que creerlo al ver cómo aquellos animales po<strong>de</strong>rosos y salvajes se<br />
sometían <strong>de</strong>jándose quitar sus pesados caparazones.<br />
La misma noche Horemheb envió un mensaje a los bandoleros <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>sierto y a los cuerpos francos invitándoles a alistarse en el ejército <strong>de</strong><br />
carros, porque los hombres <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto saben cuidar mejor los caballos<br />
que los egipcios, que tienen miedo <strong>de</strong> ellos. Todos respondieron a la<br />
llamada y estuvieron encantados <strong>de</strong> sus carros y sus magníficos caballos.<br />
Yo no tenía tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar, porque tenía que cuidar a los<br />
heridos y coser las heridas, poner en su sitio los miembros dislocados y<br />
trepanar los cráneos hundidos por las mazas hititas. Tenía muchos<br />
ayudantes y, sin embargo, el trabajo duró tres días y tres noches y<br />
durante este tiempo murieron todos aquellos cuyas heridas eran<br />
incurables. Me fue imposible trabajar en paz, porque el ruido <strong>de</strong> la<br />
batalla me <strong>de</strong>strozaba los oídos y los hititas se negaron todavía a<br />
reconocer su <strong>de</strong>rrota. Al día siguiente lanzaron otro ataque con los carros
ligeros a fin <strong>de</strong> recuperar los carros perdidos, y al tercer día trataron <strong>de</strong><br />
franquear los obstáculos, porque no se atrevían a regresar a Siria y<br />
presentarse ante sus gran<strong>de</strong>s jefes.<br />
Al tercer día Horemheb pasó a la ofensiva con los carros tomados al<br />
enemigo y consiguió dispersar los carros ligeros <strong>de</strong> los hititas, pero los<br />
egipcios sufrieron gran<strong>de</strong>s pérdidas, porque los hititas eran más rápidos<br />
y estaban más entrenados que los egipcios en la guerra <strong>de</strong> los carros.<br />
Pero, según me explicó Horemheb, estas pérdidas eran necesarias,<br />
porque sólo en el combate sus nuevos soldados podían apren<strong>de</strong>r a<br />
manejar los carros y los caballos, y valía más entrenarlos contra un<br />
enemigo inferior en número y <strong>de</strong>salentado por la <strong>de</strong>rrota que contra<br />
unas tropas reposadas y con buenos equipos.<br />
-Si no tenemos carros que oponer a los carros, no reconquistaremos<br />
nunca Siria -dijo Horemheb-. Por eso toda la batalla al amparo <strong>de</strong> los<br />
obstáculos no era más que un juego <strong>de</strong> niños, y la única ventaja ha sido<br />
haber impedido la invasión <strong>de</strong> Egipto.<br />
Horemheb esperaba que los hititas mandarían su infantería al<br />
<strong>de</strong>sierto, pero eran <strong>de</strong>masiado cautos para ello y conservaron sus tropas<br />
en Siria diciéndose que tal vez en la embriaguez <strong>de</strong> la victoria Horemheb<br />
invadiría el país, don<strong>de</strong> sus hombres hubieransido una presa fácil para<br />
sus tropas aguerridas y experimentadas. Pero su <strong>de</strong>rrota había suscitado<br />
una gran inquietud en Siria y numerosas Ciuda<strong>de</strong>s se levantaron contra<br />
Aziru y le cerraron las puertas, porque estaban cansados <strong>de</strong> la ambición<br />
<strong>de</strong> Aziru y <strong>de</strong> la rapacidad <strong>de</strong> los hititas y pensaban en granjearse la<br />
amistad <strong>de</strong> Egipto, cuya pronta victoria se daba por <strong>de</strong>scontada. En<br />
efecto, las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Siria han estado siempre <strong>de</strong>sunidas y los<br />
emisarios <strong>de</strong> Horemheb sembraban la discordia y propalaban rumores<br />
exagerados y espantosos sobre la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> los hititas en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Mientras sus tropas <strong>de</strong>scansaban en la Montaña <strong>de</strong> la Victoria,<br />
Horemheb urdía nuevos proyectos y <strong>de</strong> nuevo envió emisarios a Ghaza<br />
sitiada: «¡Defen<strong>de</strong>d Ghaza!» Porque sabía que si Ghaza caía no tendría<br />
punto <strong>de</strong> apoyo sobre las costas <strong>de</strong> Siria. Hizo también propalar entre<br />
sus tropas rumores sobre las riquezas <strong>de</strong> Siria y las sacerdotisas <strong>de</strong>l<br />
templo <strong>de</strong> Ishtar, que tan hábiles son en el arte <strong>de</strong> seducir a los bravos<br />
soldados. No sé lo que pretendía, pero un día un hombre medio muerto<br />
<strong>de</strong> hambre y <strong>de</strong> sed se <strong>de</strong>slizó por entre los obstáculos y constituyéndose<br />
prisionero pidió ser llevado a presencia <strong>de</strong> Horemheb. Los soldados se<br />
burlaron <strong>de</strong> él, pero Horemheb lo recibió y el hombre se inclinó<br />
respetuosamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, llevándose las manos a la altura <strong>de</strong> las<br />
rodillas, pese a que fuese vestido a la manera siria. Después se llevó la<br />
mano a un ojo como si lo tuviese herido y Horemheb le dijo:<br />
-¿Te ha picado acaso algún escarabajo en el ojo?
Yo me encontraba en aquel momento en mi tienda y me extrañó<br />
aquella estúpida pregunta, porque un escarabajo es un animal inofensivo<br />
que no pica, pero el hombre respondió:<br />
-En verdad, un escarabajo me ha picado en el ojo, porque en Siria hay<br />
diez veces diez escarabajos y son todos muy venenosos.<br />
Y Horemheb le dijo:<br />
-Te saludo, hombre valiente, y pue<strong>de</strong>s hablar con franqueza, porque<br />
este médico es un hombre estúpido que no entien<strong>de</strong> nada.<br />
A estas palabras el emisario dijo:<br />
-¡Oh mi señor Horemheb, ha llegado el heno!<br />
No dijo nada más, pero por estas palabras adiviné que era un espía <strong>de</strong><br />
Horemheb, y Horemheb salió e hizo encen<strong>de</strong>r un fuego en la cresta <strong>de</strong> la<br />
colina, y al cabo <strong>de</strong> un momento en todas las colinas entre la Montaña <strong>de</strong><br />
la Victoria y el Bajo Egipto se encendieron hogueras. Así fue como<br />
Horemheb transmitió a Tanis un mensaje or<strong>de</strong>nando a la flota<br />
trasladarse a Ghaza y, en caso necesario, dar la batalla a las fuerzas<br />
navales sirias.<br />
Al día siguiente, Horemheb hizo sonar las trompetas y el ejército<br />
emprendió el camino <strong>de</strong> Siria, y los carros precedían a las tropas y<br />
limpiaban el camino preparando las etapas. Pero yo no comprendía<br />
cómo Horemheb osaba ahora afrontar a los hititas en terreno<br />
<strong>de</strong>scubierto. Los soldados lo seguían sin murmurar, porque soñaban en<br />
las riquezas <strong>de</strong> Siria y el abundante botín. Yo subí a mi litera y seguía a<br />
las tropas, y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong>jábamos la Montaña <strong>de</strong> la Victoria y los<br />
huesos <strong>de</strong> los egipcios y los hititas que se blanqueaban en buena armonía<br />
en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Debo <strong>de</strong> hablar ahora <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Siria, pero mi relato será breve<br />
porque no entiendo gran cosa en asuntos militares, y todas las batallas se<br />
parecen para mí y todas las ciuda<strong>de</strong>s incendiadas y las casas saqueadas<br />
son semejantes, y las mujeres llorando y los cuerpos <strong>de</strong>scuartizados son<br />
idénticos, estén don<strong>de</strong> estén. Si lo contase todo minuciosamente, mi<br />
relato sería muy monótono, porque la guerra <strong>de</strong> Siria duró tres años y<br />
fue una guerra cruel e implacable, porque muchos poblados sirios<br />
quedaron <strong>de</strong>spoblados y los árboles eran cortados en los huertos y los<br />
pueblos se <strong>de</strong>spoblaban.<br />
Quiero, ante todo, contar el ardid <strong>de</strong> Horemheb, que no temió<br />
penetrar en Siria y <strong>de</strong>rribar los jalones establecidos por Aziru, mientras<br />
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sus soldados saqueaban los pueblos y se divertían con las mujeres sirias<br />
para saborear <strong>de</strong> antemano los frutos <strong>de</strong> la victoria. Se dirigió<br />
directamente hacia Ghaza; en cuanto se enteraron <strong>de</strong> este proyecto, los<br />
hititas concentraron sus tropas cerca <strong>de</strong> esta ciudad a fin <strong>de</strong> cerrarle el<br />
paso y aniquilarlo en alguna llanura favorable a la evolución <strong>de</strong> los<br />
carros. Pero el invierno había llegado ya y tuvieron que alimentar sus<br />
caballos con heno comprado a los merca<strong>de</strong>res sirios y antes <strong>de</strong> la batalla<br />
los caballos comenzaron a vacilar y sus excrementos eran verdosos y<br />
muchos <strong>de</strong> ellos perecieron. Por esto Horemheb pudo dar la batalla con<br />
fuerzas iguales y una vez hubo rechazado los carros hititas acabó<br />
fácilmente con la infantería. Sus lanceros y arqueros terminaron la<br />
<strong>de</strong>rrota, <strong>de</strong> manera que los hititas sufrieron el <strong>de</strong>sastre más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />
Historia, y en el campo <strong>de</strong> batalla quedaron más cadáveres sirios e hititas<br />
que egipcios, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces aquella llanura fue llamada el Llano <strong>de</strong> las<br />
Osamentas. Pero en cuanto hubo penetrado en el campo hitita hizo<br />
inmediatamente quemar el heno y el forraje, porque estaban envenenados<br />
y había mezclado a ellos unas drogas que enfermaban a los caballos.<br />
Pero yo ignoraba entonces cómo había combinado Horemheb este ardid<br />
<strong>de</strong> guerra.<br />
Así llegó Horemheb ante Ghaza mientras los hititas y los sirios<br />
abandonaban principalmente toda Siria <strong>de</strong>l Sur para refugiarse en sus<br />
plazas fuertes, y dispersó a los asediadores. Al mismo tiempo la flota<br />
egipcia entraba en el puerto <strong>de</strong> Ghaza, pero en bastante mal estado, y<br />
muchos navíos ardieron todavía dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla naval que<br />
habían tenido que sostener <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la villa. Esta batalla había<br />
quedado in<strong>de</strong>cisa porque la flota egipcia tuvo que refugiarse en Ghaza y<br />
muchos navíos se hundieron antes <strong>de</strong> que el comandante <strong>de</strong> la plaza se<br />
hubiese <strong>de</strong>cidido a abrir el puerto.<br />
Por su parte, la flota unida <strong>de</strong> Siria y los hititas huyó a Tiro y Sidón a<br />
reparar sus averías.<br />
El día en que las puertas <strong>de</strong> Ghaza invicta se abrieron para dar paso a<br />
las tropas <strong>de</strong> Horemheb se celebra todavía en Egipto como una fiesta, y<br />
es el día <strong>de</strong> Sekhmet, y los chiquillos se pelean con mazas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y<br />
lanzas <strong>de</strong> caña jugando al sitio <strong>de</strong> Ghaza. Y es cierto que jamás villa<br />
alguna fue <strong>de</strong>fendida más encarnizadamente que Ghaza y el comandante<br />
<strong>de</strong> la plaza mereció todo el renombre y reputación que le dio su<br />
resistencia. Por esto mencionaré su nombre, pese a que me afligiese la<br />
vergüenza <strong>de</strong> ser izado en un cesto. Se llamaba Roju.<br />
Sus hombres lo llamaban Nuca <strong>de</strong> Toro, y esto dará i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su físico y<br />
<strong>de</strong> su carácter, porque jamás he conocido a un hombre más obstinado ni<br />
más receloso. Después <strong>de</strong> su victoria, Horemheb tuvo que esperar un día<br />
entero antes <strong>de</strong> convencer a Roju <strong>de</strong> que le abriese las puertas <strong>de</strong> la<br />
ciudad. Y, para empezar, no admitió más que a Horemheb solo y se
aseguró <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>ntidad, porque lo tomaba por un sirio disfrazado.<br />
Cuando finalmente comprendió que Horemheb había batido a los hititas<br />
y Ghaza no estaba cercada ya, no <strong>de</strong>mostró ningún júbilo y se quedó<br />
malhumorado, y encontraba <strong>de</strong>sagradable que Horemheb fuese su<br />
superior y le diese ór<strong>de</strong>nes en Ghaza, porque durante el curso <strong>de</strong> este<br />
sitio <strong>de</strong> varios años se había acostumbrado a ser jefe <strong>de</strong> sí mismo.<br />
Quiero contar también algunas anécdotas sobre este Nuca <strong>de</strong> Toro,<br />
porque era un personaje muy curioso y su obstinación fue causa <strong>de</strong> no<br />
pocos inci<strong>de</strong>ntes. Me parece que estaba un poco loco o chiflado, pero si<br />
no hubiese sido así, los hititas y Aziru hubieran seguramente tomado<br />
Ghaza. No creo que en ninguna parte hubiese hecho una tan buena<br />
carrera como en Ghaza, don<strong>de</strong> los dioses y el Destino le habían dado un<br />
puesto a<strong>de</strong>cuado a sus faculta<strong>de</strong>s. Lo habían relegado a Ghaza a causa <strong>de</strong><br />
sus eternas jeremiadas y lamentaciones, porque esta ciudad era un<br />
verda<strong>de</strong>ro puesto <strong>de</strong> castigo, pero más tar<strong>de</strong> los acontecimientos le<br />
dieron importancia. De hecho fue Roju quien le hizo caer este papel al<br />
negarse a entregarla a Aziru.<br />
Ghaza fue salvada por sus altas murallas <strong>de</strong> enormes bloques <strong>de</strong><br />
piedra que se <strong>de</strong>cía habían sido un día construidas por los gigantes. Los<br />
mismos hititas fueron impotentes contra estas murallas, pero habían, sin<br />
embargo, conseguido, por su habilidad militar, practicar en ellas algunas<br />
brechas y excavando una galería provocaron el <strong>de</strong>rrumbamiento <strong>de</strong> la<br />
torre <strong>de</strong> guardia.<br />
La ciudad antigua había estado en parte incendiada y ninguna casa<br />
tenía el techo intacto. En cuanto a la ciudad nueva, la que se encontraba<br />
fuera <strong>de</strong> los baluartes, Roju la hizo arrasar en cuanto se enteró <strong>de</strong> la<br />
revuelta <strong>de</strong> los hititas, y había dado la or<strong>de</strong>n por simple espíritu <strong>de</strong><br />
contradicción, porque todos sus consejeros trataban <strong>de</strong> disuadirle.<br />
Naturalmente, los habitantes sirios <strong>de</strong> la ciudad se pusieron furiosos y se<br />
levantaron prematuramente, <strong>de</strong> manera que Roju pudo sofocar la<br />
rebelión antes <strong>de</strong> que Aziru pudiese llegar en apoyo <strong>de</strong> los sublevados. La<br />
represión fue tan brutal que nadie a partir <strong>de</strong> entonces se atrevió a<br />
rebelarse contra Roju.<br />
Si alguien era sorprendido con las armas en la mano y pedía merced,<br />
Roju <strong>de</strong>cía: «¡Degollad a este hombre, porque ofen<strong>de</strong> mi equidad<br />
pidiéndome merced!» Y si alguno se rendía sin pedir gracia, Roju se<br />
enfadaba y <strong>de</strong>cía: «Matad a este rebel<strong>de</strong> que se atreve a hacerme frente.»<br />
Si algunas mujeres acudían con sus hijos a implorar la gracia <strong>de</strong> sus<br />
maridos, las hacía matar sin piedad diciendo: «Matad a toda esta<br />
camada <strong>de</strong> sirios que no compren<strong>de</strong> que mi voluntad es más fuerte que la<br />
suya como el cielo es superior a la tierra.» Así nadie sabía cómo<br />
conciliarlo, porque olía una injuria o una resistencia en toda palabra que<br />
se le dirigía.
Pero el asalto <strong>de</strong> Aziru no había sido más que un juego <strong>de</strong> niños en<br />
comparación con el sitio cruel y racional <strong>de</strong> los hititas. Porque los hititas<br />
lanzaban día y noche materias inflamables a la ciudad y también<br />
serpientes venenosas encerradas en jarras y carroñas y egipcios<br />
prisioneros que se <strong>de</strong>spachurraban contra las murallas. A nuestra<br />
entrada en la villa no había ya muchos habitantes vivos y sólo algunas<br />
mujeres y ancianos <strong>de</strong>macrados salieron <strong>de</strong> los subterráneos <strong>de</strong> las casas<br />
incendiadas. Todos los chiquillos habían muerto y los hombres habían<br />
perecido trabajando por reparar las murallas. Y los supervivientes no nos<br />
acogieron con júbilo, sino que nos mostraban el puño y nos injuriaban.<br />
Horemheb les hizo distribuir carne, vino y trigo y muchos murieron<br />
durante la noche siguiente, porque su estómago hambriento no pudo<br />
soportar la abundante y rica comida.<br />
Quisiera <strong>de</strong>scribir a Ghaza tal como me apareció el día <strong>de</strong> nuestra<br />
entrada. Quisiera hablar <strong>de</strong> las pieles humanas suspendidas <strong>de</strong> los muros<br />
y los cráneos ennegrecidos que los cuervos picoteaban. Quisiera contar el<br />
horror <strong>de</strong> las casas llenas <strong>de</strong> escombros. Quisiera hablar <strong>de</strong>l olor<br />
espantoso <strong>de</strong> la ciudad, el hedor <strong>de</strong> muerte y <strong>de</strong> peste que forzaba a los<br />
soldados <strong>de</strong> Horemheb a taparse la nariz. Quisiera <strong>de</strong>scribir todo esto<br />
para explicar por qué en este día <strong>de</strong> gran victoria para Egipto, mi corazón<br />
no sintió ninguna alegría.<br />
Quisiera también <strong>de</strong>scribir a los soldados supervivientes <strong>de</strong> Roju,<br />
Nuca <strong>de</strong> Toro, sus costillas salientes, sus rodillas tumefactas y sus<br />
espaldas cebradas por los latigazos. Quisiera hablar <strong>de</strong> sus ojos que no<br />
tenían ya nada <strong>de</strong> humano, sino que brillaban en las ruinas como los <strong>de</strong><br />
las fieras. Blandían lanzas en sus manos impotentes y gritaban<br />
lamentablemente en honor <strong>de</strong> Horemheb: «¡Defen<strong>de</strong>d Ghaza!» No creo<br />
que fuese ironía, sino que ninguna otra i<strong>de</strong>a cabía en su pobre cabeza. No<br />
estaban en tan mal estado como los habitantes <strong>de</strong> la ciudad, porque Roju<br />
les había reservado víveres y Horemheb les hizo distribuir carne fresca,<br />
cerveza y vino, que tenía en abundancia <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber saqueado el<br />
campo <strong>de</strong> los hititas y las provisiones <strong>de</strong> los sitiadores.<br />
A cada soldado <strong>de</strong> Ghaza, Horemheb le dio una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro, lo cual<br />
no le costó mucho, porque apenas si quedaban unos doscientos. Les dio<br />
también mujeres sirias, pero estaban tan agotados que no tenían fuerzas<br />
para gozar <strong>de</strong> ellas y comenzaron a torturarlas a la manera hitita, porque<br />
durante el sitio habían aprendido muchas nuevas costumbres, como, por<br />
ejemplo, <strong>de</strong>sollar vivos a los prisioneros y colgar las pieles en los muros.<br />
Pero pretendían que sólo torturaban a las mujeres sirias por odio a los<br />
sirios y <strong>de</strong>cían: «No nos mostréis un sirio, porque si lo vemos le<br />
saltaremos a la garganta y lo estrangularemos.»<br />
A Nuca <strong>de</strong> Toro, le dio Horemheb una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro esmaltada y<br />
adornada con piedras preciosas y un látigo <strong>de</strong> oro e hizo lanzar a sus
hombres gritos en honor <strong>de</strong> Roju, lo cual todos hicieron con gusto,<br />
porque admiraban realmente a aquel hombre, cuya valentía había<br />
salvado a Ghaza.<br />
Después <strong>de</strong> la ceremonia, Roju le dijo a Horemheb:<br />
-¿Me tomas acaso por un caballo que me das un arnés completo?<br />
¿Este látigo ha sido trenzado con oro verda<strong>de</strong>ro o no es más que oro sirio<br />
mezclado? -Y dijo también-: Llévate a tus hombres fuera <strong>de</strong> la ciudad,<br />
porque su número me molesta y el ruido que hacen me impi<strong>de</strong> dormir,<br />
mientras mi sueño era excelente durante el asedio al ruido <strong>de</strong> los arietes<br />
y a la luz <strong>de</strong> los incendios. Llévate en verdad a tus hombres, porque en<br />
Ghaza soy yo el faraón, y si me enfado lanzaré a mis hombres contra los<br />
tuyos para aniquilarlos y así <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> turbar mi sueño.<br />
Y, verda<strong>de</strong>ramente, Roju no podía dormir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había cesado el<br />
sitio, y los soporíferos eran inoperantes y el vino no lo hacía dormir.<br />
Pensaba sin cesar y trataba <strong>de</strong> recordar dón<strong>de</strong> había sido empleado todo<br />
el material <strong>de</strong> los almacenes militares, y un día fue humil<strong>de</strong>mente a<br />
encontrar a Horemheb y le dijo:<br />
-Eres mi superior. Inflígeme un castigo, porque tengo que dar cuenta<br />
al faraón <strong>de</strong> todo el material que me ha sido confiado y no puedo hacerlo,<br />
porque la mayor parte <strong>de</strong> los papiros han sido quemados en los<br />
incendios y mi memoria flaquea <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que duermo tan mal. Puedo dar<br />
cuenta <strong>de</strong> todo, salvo <strong>de</strong> cuatrocientas retrancas para asnos que no sé<br />
dón<strong>de</strong> encontrar, y mi jefe <strong>de</strong> material lo ignora también pese a que lo he<br />
hecho azotar hasta el punto <strong>de</strong> que no pue<strong>de</strong> sentarse. ¿Dón<strong>de</strong> estarán<br />
las cuatrocientas retrancas <strong>de</strong> las cuales no tenemos necesidad, puesto<br />
que los asnos han sido comidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo? Por Seth y<br />
todos los <strong>de</strong>monios, Horemheb, hazme fustigar públicamente, porque la<br />
cólera <strong>de</strong>l faraón me inquieta y jamás osaré presentarme ante él como lo<br />
exige mi rango si no encuentro estas retrancas.<br />
Horemheb trató <strong>de</strong> calmarlo y le dijo que con gusto le proporcionaría<br />
las cuatrocientas retrancas, pero Roju se enfadó y dijo:<br />
-Buscas <strong>de</strong> una manera manifiesta incitarme al frau<strong>de</strong>, porque si<br />
aceptase tus retrancas no serían las que me han sido confiadas por el<br />
faraón. Obras seguramente así para perjudicarme acusándome <strong>de</strong><br />
prevaricación ante el faraón, porque tienes celos <strong>de</strong> mi fama y quieres ser<br />
nombrado jefe <strong>de</strong> Ghaza. Quizás hayas or<strong>de</strong>nado a tus soldados<br />
indisciplinados robar estas retrancas en los almacenes. Pero rehúso las<br />
que me ofreces y prefiero <strong>de</strong>moler la ciudad piedra por piedra hasta<br />
encontrarlas.<br />
Estas palabras inquietaron a Horemheb temiendo por el estado<br />
mental <strong>de</strong> Roju y le propuso ir a Egipto a encontrar a su mujer y sus hijos<br />
y <strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> las fatigas <strong>de</strong>l asedio. Pero fue un error, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong>
entonces Roju estuvo más convencido que nunca <strong>de</strong> que Horemheb<br />
quería quitarlo <strong>de</strong> en medio para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> su cargo. Y dijo:<br />
-Ghaza es mi Egipto, sus murallas son mi mujer y sus torres mis hijos.<br />
Pero en verdad <strong>de</strong>gollaré a mi mujer y cortaré la cabeza a mis hijos si<br />
no encuentro estas malditas retrancas.<br />
A espaldas <strong>de</strong> Horemheb llamó al escriba <strong>de</strong>l material que había<br />
sufrido con él todo el asedio y encargó a sus hombres registrar todas las<br />
torres. Ante estos excesos, Horemheb intervino e hizo vigilar a Roju en<br />
su habitación y me pidió mi consejo <strong>de</strong> médico. Después <strong>de</strong> haber<br />
hablado amistosamente con Roju, que se negaba a consi<strong>de</strong>rarme un<br />
amigo y pensaba que quería apo<strong>de</strong>rarme <strong>de</strong> su cargo le dije a Horemheb:<br />
-Este hombre no se calmará hasta que hayas abandonado Ghaza con<br />
todos tus hombres y pueda cerrar las puertas y gobernar a su antojo.<br />
Pero Horemheb gritó:<br />
-¡Por Seth y todos los <strong>de</strong>monios, esto es imposible antes <strong>de</strong> que los<br />
navíos hayan traído <strong>de</strong> Egipto refuerzos <strong>de</strong> armas y provisiones para que<br />
pueda empezar la campaña contra Joppe! Hasta entonces las murallas <strong>de</strong><br />
Ghaza son mi única protección, y si salgo con mis tropas, me arriesgo a<br />
per<strong>de</strong>r todo lo que he ganado.<br />
Yo vacilé un poco y dije:<br />
-Para Roju sería quizá conveniente que lo trepanase para tratar <strong>de</strong><br />
curarlo, porque sufre enormemente y hay que atarlo en la cama; si no,<br />
sería capaz <strong>de</strong> hacerse daño o hacértelo a ti.<br />
Pero Horemheb se negó a <strong>de</strong>jar trepanar al héroe más ilustre <strong>de</strong><br />
Egipto, porque su propia reputación hubiera sufrido con ello si Roju<br />
sucumbía en la operación, porque una trepanación es siempre peligrosa<br />
e incierta. Por esto regresé a casa <strong>de</strong> Roju con algunos hombres sólidos y<br />
conseguimos amarrarlo a la cama y le administré calmantes y narcóticos.<br />
Pero sus ojos relucían en la oscuridad <strong>de</strong> la cámara con un resplandor<br />
verdoso <strong>de</strong> ojos <strong>de</strong> fiera, se retorcía en la cama y la rabia le salía <strong>de</strong> la<br />
boca, mientras gritaba:<br />
-¿No soy acaso el comandante <strong>de</strong> Ghaza chacal <strong>de</strong> Horemheb? Ahora<br />
recuerdo que en la prisión <strong>de</strong> la torre se pudre un espía sirio que pesqué<br />
poco antes <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> tu dueño y que otras tareas urgentes me han<br />
hecho olvidar <strong>de</strong> colgarlo <strong>de</strong> la pared. Es un hombre muy astuto, y estoy<br />
seguro <strong>de</strong> que es él quien ha robado las cuatrocientas retrancas.<br />
Traédmelo aquí a fin <strong>de</strong> que pueda hacerle confesar dón<strong>de</strong> las ha<br />
escondido y podré dormir en paz.<br />
Insistió tanto sobre este espía que hice encen<strong>de</strong>r una antorcha y bajé<br />
al calabozo, don<strong>de</strong> numerosos cadáveres <strong>de</strong>vorados por las ratas estaban<br />
todavía enca<strong>de</strong>nados al muro. El guardián era un viejo ciego. Le pedí que<br />
me llevase al espía sirio que había sido <strong>de</strong>tenido poco antes <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong>l<br />
sitio, pero me juró por su vida que no había un solo preso vivo en el
calabozo, porque eran torturados para interrogarlos y <strong>de</strong>spués se les<br />
<strong>de</strong>jaba morir <strong>de</strong> hambre y sed según las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Roju. Pero la actitud<br />
<strong>de</strong> aquel hombre me inspiró <strong>de</strong>sconfianza y lo amenacé hasta que cayó<br />
<strong>de</strong> rodillas diciendo:<br />
-Perdóname la vida, porque he servido siempre fielmente a Egipto y<br />
en nombre <strong>de</strong> Egipto he maltratado a los prisioneros y les he quitado la<br />
comida. Pero este espía no es un hombre ordinario y su lengua es<br />
maravillosa y canta como un ruiseñor y me ha prometido gran<strong>de</strong>s<br />
riquezas si lo mantengo vivo y le doy <strong>de</strong> comer hasta la llegada <strong>de</strong><br />
Horemheb, y me ha prometido <strong>de</strong>volverme la vista, porque también él<br />
estuvo ciego y un gran médico le curó uno <strong>de</strong> los ojos, y me ha jurado<br />
llevarme a casa <strong>de</strong> este médico, <strong>de</strong> manera que podré salir y gozar <strong>de</strong> mis<br />
riquezas. Me <strong>de</strong>be ya más <strong>de</strong> dos millones <strong>de</strong> <strong>de</strong>bens por el pan y el agua<br />
que le he traído y no le he anunciado el fin <strong>de</strong>l sitio <strong>de</strong> Ghaza ni la llegada<br />
<strong>de</strong> Horemheb a fin <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>uda aumente cada día. Porque afirma<br />
que lo liberará y le dará ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro, y estoy convencido <strong>de</strong> ello,<br />
porque su lengua habla <strong>de</strong> una manera irresistible. Pero no lo llevaré<br />
ante Horemheb hasta que su <strong>de</strong>uda haya alcanzado tres millones, porque<br />
es una cifra redonda y fácil <strong>de</strong> retener.<br />
Mientras hablaba, mis rodillas temblaban y mi corazón saltaba en mi<br />
pecho, porque creía ir adivinando poco a poco <strong>de</strong> quién hablaba. Pero me<br />
en<strong>de</strong>recé y, gritando le dije:<br />
-Pobre viejo, en todo Siria y Egipto reunidos no existe esta cantidad <strong>de</strong><br />
oro. Pero todo indica que este hombre es un granuja que merece castigo.<br />
Por esto <strong>de</strong>bes conducirme inmediatamente a él, y que la <strong>de</strong>sgracia caiga<br />
sobre ti si le ha ocurrido algo.<br />
Gimiendo e implorando a Amón, el viejo me hizo entrar en una celda<br />
cuya entrada había ocultado con piedras para engañar a los hombres <strong>de</strong><br />
Roju. A la luz <strong>de</strong> la antorcha vi a un hombre vestido <strong>de</strong> harapos sirios<br />
enca<strong>de</strong>nado al muro, y su espalda estaba en carne viva y su vientre<br />
colgaba lacio sobre sus piernas. Era tuerto y su ojo único centelleaba a la<br />
luz <strong>de</strong> la antorcha. Y me dijo:<br />
-¿Eres verda<strong>de</strong>ramente tú, Sinuhé, oh dueño mío? Bendito sea el día<br />
que te trae aquí, pero haz pronto romper estas ca<strong>de</strong>nas y que me traigan<br />
una jarra <strong>de</strong> vino para que pueda olvidar mis penas, y di a tus esclavos<br />
que me laven y me unten, porque estoy acostumbrado a la comodidad y<br />
el lujo, y las malditas losas <strong>de</strong> esta celda me han gastado la piel <strong>de</strong> las<br />
nalgas. No veo objeción alguna a que me ofrezcas un buen lecho con<br />
algunas vírgenes <strong>de</strong> Ishtar, porque bastante he estado privado <strong>de</strong> ellas.<br />
-¡Kaptah, Kaptah! -dije yo, acariciando su espalda <strong>de</strong>sollada-. Eres<br />
incorregible. En Tebas me han afirmado que estabas muerto, pero no lo<br />
he creído, porque estoy convencido <strong>de</strong> que no morirás nunca, y la prueba<br />
es que te <strong>de</strong>scubro en este antro lleno <strong>de</strong> cadáveres y respiras todavía y
no estás en tan mal estado y, sin embargo, es probable que los hombres<br />
que han muerto aquí cargados <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas fuesen más agradables a los<br />
dioses que tú. Sin embargo, me alegro mucho <strong>de</strong> verte todavía vivo.<br />
Pero Kaptah prosiguió:<br />
-Sigues siempre siendo el mismo charlatán vanidoso, ¡oh dueño mío<br />
Sinuhé! No me hables <strong>de</strong> los dioses, porque en mi miseria los he<br />
invocado a todos, incluso los <strong>de</strong> Babilonia y <strong>de</strong> los hititas, y ninguno me<br />
ha ayudado, y he tenido que arruinarme para obtener comida <strong>de</strong> mi<br />
carcelero. Sólo nuestro escarabajo me ha protegido trayéndote a mí,<br />
porque el comandante <strong>de</strong> esta plaza está loco y no cree nada razonable y<br />
me ha hecho torturar y azotar, <strong>de</strong> manera que berreaba como un buey<br />
cuando estaba en el lecho <strong>de</strong> tortura. Pero he conseguido felizmente<br />
salvar nuestro escarabajo escondiéndolo en <strong>de</strong>terminado sitio <strong>de</strong> mi<br />
cuerpo que es ciertamente infamante para un dios, pero que es quizás<br />
agradable para un escarabajo, puesto que has llegado aquí. Un<br />
acontecimiento tan milagroso sólo pue<strong>de</strong> ser obra <strong>de</strong> nuestro escarabajo.<br />
Me mostró el escarabajo, que guardaba todavía rastros <strong>de</strong> su reciente<br />
estancia. Unos herreros vinieron a cortar las ca<strong>de</strong>nas y me llevé a Kaptah<br />
a mi habitación porque estaba débil y su ojo no soportaba ya la luz. Lo<br />
hice lavar y ungir por mis esclavos y le di ropa <strong>de</strong> lino fino y le presté una<br />
ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro y brazaletes para que pudiese parecer conforme a su<br />
dignidad, y le hice cortar los cabellos y la barba. Durante todas estas<br />
operaciones comió carne y bebió vino eructando <strong>de</strong> bienestar. Pero el<br />
guardián gemía y se lamentaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta y reclamaba sus dos<br />
millones trescientos sesenta y cinco mil <strong>de</strong>bens <strong>de</strong> oro. Y se negaba a<br />
rebajar un solo <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> esta suma, alegando que había arriesgado su<br />
vida para salvar la <strong>de</strong> su prisionero, robando comida. Para terminar con<br />
las lamentaciones <strong>de</strong>l viejo, que me cansaban, le dije a Kaptah:<br />
-Horemheb está aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos semanas y este hombre te ha<br />
engañado y no <strong>de</strong>bes nada, sino que voy a hacerlo azotar por los soldados<br />
y si es necesario le haré cortar el cuello, porque es un monstruo<br />
responsable <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> innumerables prisioneros.<br />
Pero Kaptah respondió enérgicamente y dijo:<br />
-Soy un hombre honrado y como tal tengo que cumplir mis<br />
compromisos, <strong>de</strong> lo contrario mi reputación sufriría. Es cierto que<br />
hubiera podido discutir con el viejo y obtener una disminución en sus<br />
precios pero cuando notaba el olor <strong>de</strong>l pan renunciaba a regatear y le<br />
prometía cuanto solicitaba.<br />
Yo me froté la frente y dije:<br />
-¿Eres verda<strong>de</strong>ramente tú, Kaptah? No, no es posible; hay<br />
seguramente en esta fortaleza una maldición que vuelve locos a todos los<br />
que están en ella algún tiempo. Estás indudablemente loco tú también.<br />
¿Es que tienes verda<strong>de</strong>ramente la intención <strong>de</strong> pagar tu <strong>de</strong>uda a este
epugnante viejo? ¿Y con qué?, porque supongo que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l reinado<br />
<strong>de</strong> Atón eres tan miserable como yo.<br />
Pero Kaptah estaba ebrio y dijo:<br />
-Soy un hombre piadoso que respeta a los dioses y cumple su palabra.<br />
Pagaré mi <strong>de</strong>uda hasta el último <strong>de</strong>ben, pero pediré un plazo, y por otra<br />
parte, el hombre es tan estúpido que si le hacía pesar dos <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> oro,<br />
se contentaría con ellos, porque no ha visto nunca una suma igual. Creo<br />
incluso que estaría en el colmo <strong>de</strong> su júbilo si le daba uno, pero esto no<br />
me liberaría. No sé verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sacar todo este oro,<br />
porque la revuelta <strong>de</strong> Tebas me ha arruinado y he <strong>de</strong>bido huir<br />
vergonzosamente abandonando mi fortuna cuando los esclavos se<br />
metieron en la cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que los había traicionado y <strong>de</strong>nunciado a<br />
Amón. Pero <strong>de</strong>spués he prestado gran<strong>de</strong>s servicios a Horemheb en<br />
Menfis, y cuando tuve que abandonar la ciudad don<strong>de</strong> me perseguía la<br />
venganza <strong>de</strong> los esclavos, les he hecho todavía más servicios en Siria,<br />
vendiendo a los hititas trigo y forraje. Por esto estimo que Horemheb<br />
me <strong>de</strong>be ya cerca <strong>de</strong> medio millón <strong>de</strong> <strong>de</strong>bens <strong>de</strong> oro, sin contar que he<br />
arriesgado mi vida viniendo por mar a Ghaza. Para colmo, los hititas se<br />
han puesto furiosos contra mí cuando sus caballos cayeron enfermos<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido el forraje que yo les había vendido. Pero en<br />
Ghaza un peligro más gran<strong>de</strong> todavía me amenazaba, porque el<br />
comandante <strong>de</strong> la plaza estaba loco y me hizo encerrar como espía sirio y<br />
me dio tortura y me hubiera seguramente hecho ahorcar si el viejo loco<br />
guardián no me hubiese ocultado diciendo que me había muerto en el<br />
calabozo. Por esto es necesario que yo pague mi <strong>de</strong>uda.<br />
Entonces mis ojos se abrieron y comprendí que Kaptah había sido el<br />
mejor servidor <strong>de</strong> Horemheb en Siria y el jefe <strong>de</strong> sus espías, puesto que<br />
en la Montaña <strong>de</strong> la Victoria el emisario llegado a la tienda <strong>de</strong> Horemheb<br />
había ocultado uno <strong>de</strong> sus ojos para indicar que venía <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> un<br />
tuerto. Y comprendí también que nadie como Kaptah hubiera sido capaz<br />
<strong>de</strong> componérselas en Siria, porque nadie lo igualaba en astucia y<br />
picardía. Pero le dije:<br />
-Admitamos que Horemheb te <strong>de</strong>ba mucho oro, pero podrás extraerlo<br />
más fácilmente <strong>de</strong> una piedra estrujándola que haciéndote pagar tu<br />
crédito. Sabes muy bien que no paga nunca sus <strong>de</strong>udas.<br />
Y Kaptah dijo:<br />
-Sé muy bien que Horemheb es duro e ingrato, y más ingrato aún que<br />
el comandante <strong>de</strong> Ghaza, a quien he hecho lanzar trigo por los hititas,<br />
que creían que las jarras cerradas contenían serpientes venenosas. Para<br />
convencerlos rompí una jarra y las serpientes venenosas mordieron a<br />
tres soldados, que murieron, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces los hititas no quisieron<br />
abrir más las jarras. Pero, a falta <strong>de</strong> oro, Horemheb pue<strong>de</strong> darme todos
los <strong>de</strong>rechos portuarios <strong>de</strong> Siria, que conquistará y <strong>de</strong>be ce<strong>de</strong>rme todo el<br />
comercio <strong>de</strong> sal <strong>de</strong> Siria para que pueda recuperar mis bienes.<br />
Le pregunté si pensaba trabajar durante toda su vida para pagar su<br />
<strong>de</strong>uda al viejo guardián, pero él se rió y dijo:<br />
-Después <strong>de</strong> dos semanas <strong>de</strong> permanencia sobre la piedra dura <strong>de</strong>l<br />
calabozo oscuro, se aprecian los asientos blandos, el vino y la luz. No, no<br />
estoy loco hasta ese punto, Sinuhé. Pero hay que cumplir la palabra y vas<br />
a <strong>de</strong>volver la vista a este hombre para que pueda jugar a los dados con él,<br />
porque antes <strong>de</strong> ser ciego era muy aficionado a este juego. Y no será<br />
culpa mía si la suerte no le sonríe, porque jugaremos sumas importantes.<br />
Era, en efecto, el único medio que tenía Kaptah <strong>de</strong> librarse<br />
honradamente <strong>de</strong> su <strong>de</strong>uda, y si podía escoger los dados era un jugador<br />
hábil. Le prometí, por consiguiente, <strong>de</strong>volver al guardián la vista<br />
suficiente para que pudiese distinguir los agujeros <strong>de</strong> los dados, y, a<br />
cambio, Kaptah me prometió darle a Muti dinero suficiente para<br />
reconstruir la casa <strong>de</strong>l antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre <strong>de</strong> Tebas. Hicimos<br />
entrar al guardián, que concedió un plazo a Kaptah para el pago <strong>de</strong> su<br />
<strong>de</strong>uda, y examiné sus ojos y vi que su ceguera no procedía <strong>de</strong> su estancia<br />
en los subterráneos, sino <strong>de</strong> una enfermedad mal curada. Y pu<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>volverle la vista con una aguja, como había aprendido a hacerlo en<br />
Mitanni, pero no supe cuánto tiempo pudo gozar <strong>de</strong> la vista, porque los<br />
ojos operados con una aguja se cicatrizan rápidamente y no pue<strong>de</strong>n<br />
volver a operarse.<br />
Acompañé a Kaptah a ver a Horemheb, quien se alegró sobremanera<br />
<strong>de</strong> verlo y lo abrazó llamándole héroe, asegurándole que todo Egipto le<br />
estaba agra<strong>de</strong>cido por sus hazañas. Pero a estas palabras Kaptah<br />
comenzó a lloriquear y dijo:<br />
-Mira mi barriga convertida en un saco arrugado a tu servicio, y mira<br />
mi espalda <strong>de</strong>sollada y mis hombros <strong>de</strong>vorados por las ratas por culpa<br />
tuya en las mazmorras <strong>de</strong> Ghaza. Me hablas <strong>de</strong> reconocimiento, pero el<br />
agra<strong>de</strong>cimiento no me da un grano <strong>de</strong> trigo ni un vaso <strong>de</strong> vino, y no veo<br />
en ninguna parte los saquitos <strong>de</strong> oro que me has prometido. No,<br />
Horemheb, no te pido agra<strong>de</strong>cimiento, sino que me rembolses mi<br />
crédito, porque tengo también <strong>de</strong>udas contraídas a tu servicio y mayores<br />
<strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong>s imaginar.<br />
Pero Horemheb frunció el ceño al oír la palabra «oro» y golpeándose<br />
el muslo con la fusta dijo:<br />
-Tus palabras son como un zumbido <strong>de</strong> moscas en mis oídos y hablas<br />
como un imbécil, y tu boca está sucia. Sabes muy bien que no tengo botín<br />
que darte y que todo el oro disponible <strong>de</strong>be ser empleado en la guerra<br />
contra los hititas, y yo mismo soy pobre y la gloria es mi única<br />
recompensa. Por esto podrías escoger un momento más propicio para<br />
hablarme <strong>de</strong> oro, pero, para prestarte un servicio puedo hacer encarcelar
a tus acreedores acusándolos <strong>de</strong> crímenes y hacerlos colgar en los muros<br />
cabeza abajo y así quedarás libre <strong>de</strong> tus <strong>de</strong>udas.<br />
Kaptah protestó, pero Horemheb le dijo con un tono bastante irónico:<br />
-Me gustaría saber cómo es posible que Roju te haya hecho torturar<br />
como espía sirio y encerrar en un calabozo, porque, aunque estuviese<br />
loco, es un buen soldado y no pue<strong>de</strong> haber obrado sin razón.<br />
Entonces, Kaptah <strong>de</strong>sgarró sus vestiduras en señal <strong>de</strong> inocencia, y lo<br />
hizo sin pena alguna, porque eran mías y, golpeándose el pecho,<br />
exclamó:<br />
-Horemheb, Horemheb, acabas <strong>de</strong> hablarme <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento y<br />
ahora lanzas contra mí acusaciones falsas. ¿Acaso no he envenenado los<br />
caballos <strong>de</strong> los hititas y mandado trigo a Ghaza en jarras cerradas? ¿No<br />
he sobornado hombres valientes para informarte en el <strong>de</strong>sierto sobre los<br />
movimientos <strong>de</strong> las tropas hititas y hendido los pellejos <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> los<br />
carros mandados contra ti en el <strong>de</strong>sierto? He hecho todo esto por ti y por<br />
Egipto sin pensar en un salario y por esto es justo que haya prestado<br />
servicios a Aziru y los hititas, porque no te he perjudicado en nada. Por<br />
esto tenía sobre mí una tablilla <strong>de</strong> arcilla <strong>de</strong> Aziru como salvoconducto<br />
cuando huí a Ghaza escapando <strong>de</strong> los hititas enfurecidos contra mí,<br />
porque había envenenado sus caballos causando su <strong>de</strong>rrota en el Llano<br />
<strong>de</strong> las Osamentas. Un hombre pru<strong>de</strong>nte proce<strong>de</strong> con cautela y tiene más<br />
<strong>de</strong> una flecha en su carcaj y sin mi habilidad no hubiera servido <strong>de</strong> nada.<br />
Me llevé el salvoconducto <strong>de</strong> Aziru, porque Ghaza hubiera podido<br />
sucumbir antes <strong>de</strong> tu llegada, pero Roju es un hombre <strong>de</strong>sconfiado y me<br />
hizo registrar y encontró la tablilla <strong>de</strong> Aziru y en vano me tapé un ojo con<br />
la mano y hablé <strong>de</strong> las serpientes venenosas como había sido convenido<br />
contigo; me hizo torturar y para no ser <strong>de</strong>scuartizado tuve que confesar<br />
que era espía <strong>de</strong> Aziru.<br />
Pero Horemheb se echó a reír y dijo:<br />
-Que tus penas sean tu salario, Kaptah. Te conozco y me conoces, y<br />
por lo tanto <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> reclamar oro, porque me molesta y enfada.<br />
Kaptah no se dio por vencido y acabó obteniendo <strong>de</strong> Horemheb el<br />
monopolio <strong>de</strong> compra y venta <strong>de</strong> todo el botín <strong>de</strong> Siria. Así tuvo el<br />
<strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> comprar a los soldados y cambiarles por vino,<br />
cerveza, dados o mujeres el botín que se les había distribuido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
la victoria <strong>de</strong>l Llano <strong>de</strong> las Osamentas, y sólo él tenía el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />
ven<strong>de</strong>r el botín <strong>de</strong>l faraón y <strong>de</strong> Horemheb o <strong>de</strong> cambiarlo por mercancías<br />
necesarias para el ejército. Y este solo <strong>de</strong>recho bastaría para<br />
enriquecerlo, porque ya llegaban a Ghaza numerosos comerciantes<br />
egipcios e incluso sirios para traficar con el botín y comprar prisioneros<br />
como esclavos, y a partir <strong>de</strong> entonces nadie podía cerrar un trato en<br />
Ghaza sin pagar a Kaptah un <strong>de</strong>recho por cada transacción. Y,<br />
finalmente, insistiendo con tenacidad, obtuvo el mismo <strong>de</strong>recho sobre el
otín que Horemheb recogiese en Siria; y Horemheb consintió en ello,<br />
porque no le costaba nada y Kaptah le prometía ricos presentes.<br />
Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber recibido refuerzos <strong>de</strong> Egipto y puesto en<br />
condiciones los carros <strong>de</strong> guerra y reunido en Ghaza todos los caballos <strong>de</strong><br />
la Siria meridional y adiestrado las tropas, Horemheb lanzó una<br />
proclama afirmando que no llegaba como conquistador, sino como<br />
liberador. Las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Siria habían gozado siempre <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />
comercio y una larga autonomía bajo sus reyes y la alta protección <strong>de</strong><br />
Egipto, pero Aziru había instaurado un régimen <strong>de</strong> terror <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber <strong>de</strong>stronado a los reyes hereditarios y percibía fuertes impuestos.<br />
A<strong>de</strong>más, en su codicia, había vendido Siria a los hititas, cuya crueldad e<br />
inmoralidad podían<br />
comprobar los sirios con sus propios ojos. Por esto Horemheb, el Hijo<br />
<strong>de</strong>l Halcón, el invencible, iba a liberar a Siria, liberar cada ciudad y cada<br />
pueblo <strong>de</strong>l yugo <strong>de</strong> la esclavitud, liberar el comercio y restaurar los<br />
antiguos reyes en sus <strong>de</strong>rechos a fin <strong>de</strong> que bajo la égida <strong>de</strong> Egipto, Siria<br />
pudiera recuperar su prosperidad y su riqueza. Amparaba a las ciuda<strong>de</strong>s<br />
que se alzasen contra los hititas. Pero las ciuda<strong>de</strong>s que ofreciesen<br />
resistencia serían saqueadas e incendiadas, y sus murallas serían<br />
<strong>de</strong>struidas para siempre jamás y sus habitantes vendidos como<br />
esclavos.<br />
Horemheb marchó inmediatamente sobre Joppe, mientras su flota<br />
bloqueaba el puerto. Su proclama fue mandada por emisarios a todas las<br />
ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Siria y provocó discordias y alborotos entre los enemigos, lo<br />
cual era su objeto principal. Pero, hombre pru<strong>de</strong>nte, Kaptah no se movió<br />
<strong>de</strong> Ghaza por si ocurría el caso <strong>de</strong> que Horemheb fuese batido, porque<br />
Aziru y los hititas reunían tropas en el interior <strong>de</strong>l país.<br />
Roju, Nuca <strong>de</strong> Toro, se había reconciliado con Kaptah una vez éste le<br />
hubo curado <strong>de</strong> su obsesión contándole que los soldados se habían<br />
comido las cuatrocientas retrancas, porque eran <strong>de</strong> cuero tierno, y<br />
pudieron <strong>de</strong>sligar a Roju, que perdonó a los soldados este pequeño hurto<br />
en honor a su heroísmo.<br />
Después <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong> Horemheb, Roju hizo cerrar las puertas <strong>de</strong> la<br />
ciudad y juró que jamás volvería a <strong>de</strong>jar entrar tropas en ella, y comenzó<br />
a beber vino con Kaptah, viéndole jugar a los dados con el viejo<br />
carcelero. De la mañana a la noche los dos hombres jugaban y bebían<br />
vino disputando, porque el pobre hombre estaba <strong>de</strong>sconsolado <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r<br />
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su oro y Kaptah insistía en jugar fuerte. Mientras Horemheb sitiaba a<br />
Joppe, el juego se animaba, y Kaptah ganó <strong>de</strong> nuevo toda su <strong>de</strong>uda y<br />
cuando Horemheb consiguió abrir una brecha en la muralla <strong>de</strong> la ciudad,<br />
el carcelero le <strong>de</strong>bía a Kaptah más <strong>de</strong> doscientos mil <strong>de</strong>bens <strong>de</strong> oro. Pero<br />
Kaptah se mostró generoso y no le exigió esta suma, porque el viejo, al<br />
fin y al cabo, le había salvado la vida; e incluso le dio algunas monedas<br />
<strong>de</strong> plata, <strong>de</strong> manera que el viejo se separó <strong>de</strong> él llorando <strong>de</strong><br />
agra<strong>de</strong>cimiento.<br />
No podía <strong>de</strong>cir si Kaptah jugaba con dados trucados, pero en todo<br />
caso tenía una suerte fabulosa. A todos los rincones <strong>de</strong> Siria llegó la<br />
noticia <strong>de</strong> esta partida <strong>de</strong> dados que había durado varias semanas y<br />
ascendió a algunos millones <strong>de</strong> <strong>de</strong>bens <strong>de</strong> oro. El carcelero terminó sus<br />
días en una cabaña al pie <strong>de</strong> los muros <strong>de</strong> Ghaza y estaba otra vez ciego,<br />
pero se complacía narrando a los numerosos visitantes las fases <strong>de</strong> esta<br />
partida memorable <strong>de</strong> la cual recordaba todas las peripecias, sobre todo<br />
aquella inci<strong>de</strong>ncia en la cual, en una sola jugada <strong>de</strong> dados perdió cien mil<br />
<strong>de</strong>bens <strong>de</strong> oro, porque jamás se habían jugado sumas parecidas. Y los<br />
visitantes le llevaban regalos <strong>de</strong> manera que vivió <strong>de</strong>sahogadamente<br />
hasta su muerte, mejor incluso que si Kaptah le hubiese fijado una renta<br />
vitalicia.<br />
Después <strong>de</strong> la toma <strong>de</strong> Joppe por Horemheb, Kaptah se fue allá<br />
precipitadamente, y yo lo acompañé y por primera vez vi una ciudad rica<br />
en manos <strong>de</strong> sus conquistadores. Los más osados <strong>de</strong> sus habitantes se<br />
habían rebelado ya contra Aziru y los hititas al acercarse las tropas<br />
egipcias, pero Horemheb se negó a proteger a la ciudad contra el saqueo;<br />
porque esta rebelión tardía no le había servido <strong>de</strong> nada. Durante dos<br />
semanas enteras los soldados saquearon la ciudad. Kaptah acumuló una<br />
fortuna enorme, porque los soldados cambiaban, por vino y cerveza,<br />
alfombras magníficas, muebles espléndidos y estatuas <strong>de</strong> los dioses que<br />
no se podían llevar, y por dos brazaletes <strong>de</strong> cobre se compraba una siria<br />
bien educada.<br />
En verdad fue en Joppe don<strong>de</strong> vi hasta qué punto el hombre es el lobo<br />
<strong>de</strong>l hombre, porque no hubo crimen ni infamia que allí no fuese llevada a<br />
cabo durante aquellos días <strong>de</strong> saqueo e incendio. Los soldados ebrios<br />
incendiaban las casas para divertirse, a fin <strong>de</strong> ver por la noche mientras<br />
robaban y saqueaban, abusaban <strong>de</strong> las mujeres y torturaban a los<br />
comerciantes para obligarles a revelar sus escondrijos. Algunos se<br />
apostaban en una esquina y asesinaban al primer sirio que pasase, fuese<br />
hombre o mujer, anciano o niño. Mi corazón se endurecía al ver el<br />
espectáculo <strong>de</strong> la maldad <strong>de</strong>l hombre, y todo lo que había ocurrido en<br />
Tebas por causa <strong>de</strong> Atón no eran más que bagatelas en comparación con<br />
lo que ocurría en Joppe por culpa <strong>de</strong> Horemheb. Porque Horemheb<br />
había <strong>de</strong>jado las manos libres a sus soldados a fin <strong>de</strong> ligarlos más
estrechamente a él. El saqueo <strong>de</strong> Joppe fue inolvidable y los soldados <strong>de</strong><br />
Horemheb le tomaron gusto al robo, <strong>de</strong> manera que nada podía<br />
<strong>de</strong>tenerlos en el combate y no temían a la muerte, pensando solamente<br />
que renovarían los placeres saboreados en Joppe. Por otra parte, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> estas matanzas, los soldados comprendían que no podían esperar ya<br />
cuartel por parte <strong>de</strong> los hititas, porque los hombres <strong>de</strong> Aziru <strong>de</strong>sollaron<br />
vivos a todos los prisioneros que habían tomado parte en el saqueo <strong>de</strong> la<br />
ciudad. Y, finalmente, para escapar a la suerte <strong>de</strong> Joppe, muchas<br />
pequeñas ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la costa se rebelaron y abrieron sus puertas a<br />
Horemheb.<br />
Renuncio a seguir hablando <strong>de</strong> los horrores <strong>de</strong> Joppe, porque al<br />
evocarlos siento mi corazón como si fuese una piedra en mi pecho y mis<br />
manos se hielan. Me limitaré a <strong>de</strong>cir que a la entrada <strong>de</strong> Horemheb en la<br />
ciudad, ésta contaba cerca <strong>de</strong> veinte mil habitantes y que a su marcha no<br />
quedaban trescientos.<br />
Así guerreaba Horemheb en Siria y yo le seguía para curar a los<br />
heridos y me daba cuenta <strong>de</strong> todo el mal que el hombre pue<strong>de</strong> hacer al<br />
hombre. La guerra duró tres años y Horemheb batió a los hititas y las<br />
tropas <strong>de</strong> Aziru en muchas batallas y dos veces los carros hititas<br />
sorprendieron sus tropas y le causaron gran<strong>de</strong>s daños, obligándolos a<br />
retirarse al amparo <strong>de</strong> los muros <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s. Pero mantuvo las<br />
comunicaciones marítimas con Egipto y la flota siria era impotente. Por<br />
esto pudo recibir refuerzos y preparar nuevas ofensivas, y las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
Siria eran saqueadas y la gente se ocultaba en las grutas <strong>de</strong> las montañas.<br />
Provincias enteras fueron <strong>de</strong>vastadas y las tropas <strong>de</strong>struían los cultivos y<br />
cortaban los árboles frutales. Así se agotaba el Ejército egipcio y Egipto<br />
era como una madre que <strong>de</strong>sgarra sus vestiduras y se vierte ceniza sobre<br />
la cabeza al ver morir a sus hijos, porque a todo lo largo <strong>de</strong>l río no había<br />
ciudad o cabaña cuyos hijos no hubiesen muerto en Siria por la gran<strong>de</strong>za<br />
<strong>de</strong> Egipto.<br />
Horemheb combatió tres años en Siria y durante estos años yo<br />
envejecí más que durante los prece<strong>de</strong>ntes, y perdí mis cabellos, y mi<br />
espalda se encorvó, y mi rostro se arrugó como un fruto podrido.<br />
Me convertí en hombre <strong>de</strong> mal genio y malhumorado y hablaba con<br />
ru<strong>de</strong>za a los enfermos como hace todo médico al envejecer.<br />
El tercer año se <strong>de</strong>claró la peste en Siria, porque la peste sigue<br />
siempre los rastros <strong>de</strong> la guerra y nace en cuanto un número suficiente<br />
<strong>de</strong> cadáveres se pudre en un mismo lugar. En realidad toda Siria no era<br />
ya más que una fosa pestilente, y tribus enteras fueron exterminadas, <strong>de</strong><br />
manera que sus lenguas cayeron para siempre en el olvido. La peste<br />
alcanzó a aquellos a quienes la guerra había perdonado y en los dos<br />
ejércitos mató tantos hombres que las operaciones fueron interrumpidas<br />
y las tropas huyeron a las montañas y los <strong>de</strong>siertos al abrigo <strong>de</strong> la peste.
Y no hacía diferencia alguna entre ricos y pobres, nobles y villanos,<br />
azotaba equitativamente a todo el mundo y los remedios ordinarios eran<br />
insuficientes y los apestados se tapaban la cabeza con sus mantas y se<br />
acostaban en el suelo y morían en tres días. Pero los que curaron<br />
conservaban cicatrices espantosas en las axilas y articulaciones, que eran<br />
las heridas por don<strong>de</strong> el pus había corrido durante su convalecencia.<br />
La peste era tan caprichosa en la elección <strong>de</strong> sus víctimas como en su<br />
curación, porque no siempre eran las personas más robustas o más sanas<br />
las que se curaban, sino muchas veces las más débiles y enfermizas,<br />
como si la enfermedad no hubiese encontrado en ellas suficientes fuerzas<br />
para po<strong>de</strong>r matarlas. Por esto al cuidar a los apestados, los sangraba lo<br />
más posible para <strong>de</strong>bilitarlos y les prohibía todo alimento durante la<br />
enfermedad. Así pu<strong>de</strong> curar a un gran número <strong>de</strong> enfermos, pero<br />
muchos murieron también a pesar <strong>de</strong> mis cuidados, <strong>de</strong> manera que<br />
ignoro si mi tratamiento es bueno. Yo tenía, sin embargo, que curar a los<br />
enfermos para mantener la confianza en mí, porque un enfermo que<br />
pier<strong>de</strong> la esperanza <strong>de</strong> la curación o la que ha <strong>de</strong>positado en su médico,<br />
muere más seguramente que el que confía en él. Mi manera <strong>de</strong> tratar la<br />
peste valía, con toda seguridad, más que cualquier otra, pero no costaba<br />
nada.<br />
Los navíos llevaron la peste a Egipto, pero no mató allí a tanta gente<br />
como en Siria, porque era más débil, y el número <strong>de</strong> curaciones fue<br />
superior al <strong>de</strong> <strong>de</strong>funciones. Con la crecida, la peste <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> Egipto<br />
aquel mismo año, y el invierno la suprimió en Siria, <strong>de</strong> manera que<br />
Horemheb pudo reunir a sus tropas y reanudar las hostilida<strong>de</strong>s. En<br />
primavera, llegó a través <strong>de</strong> las montañas a la llanura vecina <strong>de</strong> Megiddo<br />
y batió a los hititas en una gran batalla, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cual pidieron la paz<br />
porque, viendo los triunfos <strong>de</strong> Horemheb, el rey Burraburiash había<br />
recobrado la confianza, recordando su alianza con Egipto. Se mostró<br />
arrogante con los hititas, e invadiendo el antiguo país <strong>de</strong> Mitanni, arrojó<br />
a los hititas <strong>de</strong> sus pastos <strong>de</strong> Naharani. Viendo que no podían conseguir<br />
ya nada <strong>de</strong> una Siria <strong>de</strong>vastada, los hititas ofrecieron la paz, porque eran<br />
soldados pru<strong>de</strong>ntes y hombres económicos, y no querían arriesgar por<br />
una simple cuestión <strong>de</strong> honor los carros <strong>de</strong> guerra que necesitaban para<br />
dar una merecida corrección a los babilonios.<br />
Horemheb fue muy feliz al firmar la paz, porque sus tropas se habían<br />
agotado y la guerra había arruinado a Egipto, y quería empren<strong>de</strong>r la<br />
reconstrucción <strong>de</strong> Siria a fin <strong>de</strong> reanimar el comercio en provecho <strong>de</strong><br />
Egipto. Pero exigió corno condición la entrega <strong>de</strong> Megiddo, <strong>de</strong> la que<br />
Aziru había hecho su capital y estaba dotada <strong>de</strong> murallas infranqueables<br />
y <strong>de</strong> torres. Por esto los hititas aprisionaron a Aziru y su familia en<br />
Megiddo y se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> los enormes tesoros que había acumulados<br />
y entregaron a Horemheb a Aziru, su mujer y sus dos hijos, cargados <strong>de</strong>
ca<strong>de</strong>nas. Habiendo dado así un rehén a los egipcios, que comenzaron a<br />
saquear Megiddo y a empujar hacia el Norte, fuera <strong>de</strong> los terrenos que<br />
<strong>de</strong>bían abandonar, todos los rebaños y ganados <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Amurrú.<br />
Horemheb no se lo impidió, sino que hizo sonar las trompetas para<br />
anunciar el fin <strong>de</strong> la guerra y ofreció banquetes a los jefes hititas y a los<br />
príncipes, bebiendo todas las noches con ellos y jactándose <strong>de</strong> sus<br />
hazañas. Y al día siguiente haría ejecutar a Aziru y su familia <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
las tropas reunidas y los jefes hititas, para señalar la paz eterna que<br />
reinaría en a<strong>de</strong>lante entre Egipto y el país <strong>de</strong> Khatti.<br />
Por esto rehusé tomar parte en el festín y por la noche fui a la tienda<br />
don<strong>de</strong> Aziru estaba cargado <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas, y los centinelas me <strong>de</strong>jaron<br />
pasar porque sabían que era el médico <strong>de</strong> Horemheb y que alguna vez<br />
incluso le hacía frente. Quería ver a Aziru, porque sabía que no tenía ya<br />
un solo amigo en toda Siria, porque no era más que un vencido,<br />
con<strong>de</strong>nado a morir. Sabía que amaba la vida y yo quería asegurarle que,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo que había visto, la vida no valía la pena <strong>de</strong> ser vivida.<br />
Y como médico quería <strong>de</strong>cirle que la muerte era fácil y más dulce que el<br />
dolor, la pena y el sufrimiento <strong>de</strong> la vida. La vida es como una llama<br />
ardiente que quema, pero la muerte es el agua sombría <strong>de</strong>l olvido. Quería<br />
<strong>de</strong>cirle todo esto porque tenía que morir al día siguiente al alba, y aquella<br />
noche no podía dormir porque amaba la vida. Pero si se negaba a<br />
escucharme, me sentaría a su lado en silencio, para que no estuviese<br />
solo. En efecto, un hombre pue<strong>de</strong> vivir sin un amigo, pero es difícil morir<br />
sin él, sobre todo si durante la vida se ha sido jefe y testa coronada.<br />
Cuando lo llevaron a Horemheb bajo los ultrajes y las mofas <strong>de</strong> la<br />
solda<strong>de</strong>sca, que le arrojaban barro y boñigas <strong>de</strong> vaca, yo me tapé la cara<br />
para que no me viese. Conocía su orgullo y no quería que sufriese al<br />
mostrarse a mí en aquel estado <strong>de</strong> inferioridad infamante cuando lo<br />
había conocido en el apogeo <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río. Los guardias me <strong>de</strong>jaron<br />
pasar y se dijeron: «Dejémoslo entrar, porque es Sinuhé el médico, y su<br />
gestión es seguramente lícita. Si lo <strong>de</strong>tenemos nos dirigirá injurias o nos<br />
hará per<strong>de</strong>r magníficamente nuestra virilidad, porque es malvado y su<br />
lengua pica más cruelmente que el escorpión.»<br />
En la tienda, dije:<br />
-Aziru, rey <strong>de</strong> Amurrú, ¿quieres recibir a un amigo en la víspera <strong>de</strong> la<br />
muerte?<br />
Suspiró en la oscuridad, sus ca<strong>de</strong>nas chirriaron y respondió:<br />
-Ya no soy rey ni tengo amigos; pero, ¿eres verda<strong>de</strong>ramente tú,<br />
Sinuhé, <strong>de</strong> quien creo reconocer la voz?<br />
Y yo dije:<br />
-Soy Sinuhé.<br />
Y entonces él dijo:
-¡Por Marduk y todos los <strong>de</strong>monios <strong>de</strong>l infierno! Si eres Sinuhé, haz<br />
traer un poco <strong>de</strong> luz, porque estoy cansado <strong>de</strong> estar en la oscuridad.<br />
Cierto es que estos malditos hititas han <strong>de</strong>sgarrado mis vestiduras y<br />
torturado mis miembros, <strong>de</strong> manera que no soy agradable <strong>de</strong> ver, pero<br />
como médico estás acostumbrado a espectáculos peores y ya no siento<br />
vergüenza, porque <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la muerte no hay que sonrojarse <strong>de</strong> la<br />
miseria. Sinuhé, trae un poco <strong>de</strong> luz para que vea tu rostro y pueda tener<br />
tu mano entre las mías, porque mi hígado está dolorido y mis ojos<br />
vierten lágrimas cuando pienso en mi mujer y en mis hijos. Si pue<strong>de</strong>s<br />
procurarme un poco <strong>de</strong> cerveza fuerte para hume<strong>de</strong>cerme la garganta,<br />
mañana cantaré tus alabanzas a todos los dioses <strong>de</strong>l infierno. No estoy en<br />
condiciones <strong>de</strong> pagar ni una gota <strong>de</strong> cerveza siquiera, Sinuhé, porque los<br />
hititas me han quitado hasta la última pieza <strong>de</strong> cobre.<br />
Di or<strong>de</strong>n a los guardias <strong>de</strong> que trajesen una lámpara <strong>de</strong> aceite y la<br />
encendiesen, porque el humo acre <strong>de</strong> las antorchas me irrita los ojos, y<br />
me llevaron también una jarra <strong>de</strong> cerveza. Aziru se incorporó quejándose<br />
y yo le ayudé a beber cerveza siria, que es muy espesa. Tenía el cabello<br />
enmarañado y gris y su barba había sido arrancada por los hititas, <strong>de</strong><br />
manera que le faltaban algunos trozos <strong>de</strong> carne en su barbilla. Tenía los<br />
<strong>de</strong>dos machacados y las uñas negras <strong>de</strong> sangre y las costillas hundidas,<br />
<strong>de</strong> manera que gemía al respirar y escupía sangre. Cuando hubo bebido a<br />
placer, miró la lámpara y dijo:<br />
-¡Ah, cuán dulce y clara es la luz a mis ojos fatigados, pero vacilará y<br />
se apagará una vez como la vida humana! Te doy las gracias por la luz y<br />
la cerveza, Sinuhé, y a gusto te haría un regalo, pero no tengo nada,<br />
porque los hititas me han arrancado incluso los dientes dorados que me<br />
habías puesto.<br />
Es muy fácil ver las cosas claras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ocurridas, y por esto no<br />
quise recordarle que lo había puesto en guardia contra los hititas, y cogí<br />
su mano machacada y él colocó su orgullosa cabeza sobre mis manos y<br />
lloró, y sus lágrimas brotaban <strong>de</strong> sus ojos hinchados y corrían sobre mis<br />
manos. Y <strong>de</strong>spués me dijo:<br />
-No he tenido vergüenza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti <strong>de</strong> mi risa ni mi alegría durante<br />
los días <strong>de</strong> po<strong>de</strong>río y felicidad; ¿por qué habría <strong>de</strong> tener vergüenza ahora<br />
<strong>de</strong> mis lágrimas y mi dolor? Debes saber, Sinuhé, que no lloro por mí, ni<br />
por mis riquezas, ni por mis coronas perdidas, sino por mi mujer Keftiú,<br />
y lloro por mi valiente hijo mayor y por su hermano pequeño tan tierno,<br />
porque mañana <strong>de</strong>ben morir conmigo.<br />
Y yo le dije:<br />
-Aziru, rey <strong>de</strong> Amurrú, recuerda que toda la Siria no es más que una<br />
fosa llena <strong>de</strong> cadáveres podridos a causa <strong>de</strong> tu ambición. Innumerables<br />
son los que han muerto por tu causa. Por esto es justo que mueras<br />
mañana, puesto que estás vencido, y es justo también que tu familia
perezca contigo. Debes saber, sin embargo, que he pedido a Horemheb la<br />
vida <strong>de</strong> tu mujer y <strong>de</strong> tus hijos ofreciéndole un fuerte rescate, pero se ha<br />
negado, porque quiere <strong>de</strong>struir la simiente <strong>de</strong> tu nombre y tu recuerdo<br />
en Siria. Por esto te niega incluso una tumba, y las fieras <strong>de</strong>scuartizarán<br />
tu cuerpo. Porque no quiere que los sirios puedan reunirse junto a tu<br />
tumba para prestar juramentos en tu nombre, Aziru.<br />
Ante estas palabras Aziru sintió miedo y dijo:<br />
-Por mi Baal, Sinuhé, ofréceme una libación y un sacrificio <strong>de</strong> carne<br />
humana ante el Baal <strong>de</strong> Amurrú; si no, erraré eternamente hambriento y<br />
sediento por el sombrío reino <strong>de</strong> los infiernos. Presta el mismo servicio a<br />
Keftiú, a quien un día amaste antes <strong>de</strong> cedérmela por amistad, y haz lo<br />
mismo por mis hijos a fin <strong>de</strong> que muera sin inquietud por ellos. No le<br />
guardo rencor a Horemheb, porque yo hubiera obrado probablemente <strong>de</strong><br />
la misma manera con él si hubiera sido el vencedor. Pero en verdad,<br />
Sinuhé, soy feliz <strong>de</strong> que mi familia perezca conmigo y que nuestra sangre<br />
corra junta porque en los infiernos me atormentaría constantemente<br />
pensando que otro se divierte con Keftiú. Porque tiene muchos<br />
admiradores y los poetas han cantado sus pródigos encantos. Vale más<br />
también que mis hijos mueran, porque han nacido reyes y llevan coronas<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cuna. No quisiera que fuesen esclavos <strong>de</strong> Egipto.<br />
Volvió a beber más cerveza y se embriagó un poco en medio <strong>de</strong> sus<br />
sufrimientos, y dijo:<br />
-Sinuhé, amigo mío, me acusas falsamente al <strong>de</strong>cir que la Siria es una<br />
vasta fosa <strong>de</strong> cadáveres podridos por mi causa, porque mi única culpa ha<br />
sido haber perdido la partida y <strong>de</strong>jarme engañar por los hititas. En<br />
verdad, si hubiese ganado, culparían <strong>de</strong> todo a Egipto y se celebraría mi<br />
nombre. Pero como he perdido me acusan <strong>de</strong> todos los males y toda Siria<br />
maldice mi nombre. -La cerveza fuerte lo excitaba y gritó-: ¡Oh, tú, Siria,<br />
mi <strong>de</strong>sgracia, mi tormento, mi esperanza, mi ardor! Por tu gran<strong>de</strong>za he<br />
penado, por tu libertad me rebelé, y he aquí que el día <strong>de</strong> mi muerte me<br />
rechazas y maldices. ¡Oh, soberbia Biblos! oh, próspera Simyra; oh,<br />
Sidón; oh, po<strong>de</strong>rosa Joppe; oh, vosotras, todas las ciuda<strong>de</strong>s que<br />
centelleabais como perlas en mi corona!, ¿por qué me habéis<br />
abandonado? Os amo <strong>de</strong>masiado para <strong>de</strong>testaros, porque amo a Siria<br />
porque es pérfida, cruel, caprichosa y pronta a la traición. Las razas<br />
<strong>de</strong>saparecen, los pueblos se levantan y se borran, los imperios se suce<strong>de</strong>n<br />
y la gloria huye como una sombra. Pero seguid alzando vuestras murallas<br />
blancas sobre la ribera al pie <strong>de</strong> las montañas rojas, ¡oh, ciuda<strong>de</strong>s<br />
queridas!, vivid eternamente, y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto mis cenizas correrán con el<br />
viento<br />
para besaros.
Estas palabras me llenaron <strong>de</strong> melancolía y me di cuenta <strong>de</strong> que era<br />
prisionero <strong>de</strong> su sueño y no quise contra<strong>de</strong>cirlo, porque era un consuelo<br />
para él. Continué sujetándole las manos y prosiguió:<br />
-Sinuhé, no lamento mi muerte ni mi <strong>de</strong>rrota, porque tan sólo con<br />
mucha audacia pue<strong>de</strong> ganarse mucho, y la victoria y la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Siria<br />
estaban al alcance <strong>de</strong> mi mano. Todos los días <strong>de</strong> mi vida he sido<br />
po<strong>de</strong>roso en amor y en odio y no me arrepiento <strong>de</strong> un solo acto <strong>de</strong> mi<br />
vida, pese a que estos actos hayan acabado formando una cuerda sólida<br />
que me arrastra a una muerte infamante, <strong>de</strong> manera que mi cuerpo será<br />
arrojado como pasto a los chacales. Pero siempre he sido curioso, porque<br />
tengo sangre <strong>de</strong> comerciante, como todos los sirios. Mañana moriré y la<br />
muerte suscita en mí una viva curiosidad, <strong>de</strong> modo que quisiera saber si<br />
existe alguna manera <strong>de</strong> engañar a la muerte y sobornar a los dioses. Tú,<br />
que has reunido en ti toda la cordura y el saber <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más países,<br />
Sinuhé, dime si hay una manera <strong>de</strong> corromper la muerte.<br />
Moví negativamente la cabeza y dije:<br />
-No, Aziru el hombre pue<strong>de</strong> corromperlo y engañarlo todo menos la<br />
muerte y el nacimiento. Pero quiero <strong>de</strong>cirte hoy, en el momento en que<br />
la lámpara <strong>de</strong> tu vida está próxima a extinguirse, que la muerte no tiene<br />
nada temible, la muerte es buena. Al lado <strong>de</strong> todo el mal que flagela al<br />
mundo, la muerte es la mejor amiga <strong>de</strong>l hombre. Como médico, no creo<br />
mucho en el reino <strong>de</strong> los infiernos, y como egipcio no creo ya en el reino<br />
<strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte ni en la conservación eterna <strong>de</strong> los cuerpos, sino que para<br />
mí la muerte es como un largo sueño, como una noche fresca <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
una jornada bochornosa. En verdad, Aziru, la vida es como una ceniza<br />
caliente, y la muerte es una onda fresca. En la muerte cierras los ojos y<br />
no vuelves a abrirlos; en la muerte tu corazón se calla y no volverá a<br />
gemir; en la muerte tus manos se agotan y no ar<strong>de</strong>n en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> obrar;<br />
en la muerte tus pies se inmovilizan y no aspiran más el polvo <strong>de</strong> las<br />
rutas infinitas. Tal es la muerte, Aziru, amigo mío, pero por mi amistad<br />
hacia ti ofreceré sacrificios al Baal <strong>de</strong> Amurrú, por ti y toda tu familia.<br />
Haré un sacrificio digno <strong>de</strong> tu jerarquía, si esto pue<strong>de</strong> consolarte, pese a<br />
que no crea ya en los sacrificios. Pero vale más estar seguro y sacrificaré<br />
para que no sufras hambre ni sed en los infiernos, que quizá no existen.<br />
Aziru estuvo encantado <strong>de</strong> mis palabras y añadió:<br />
-Cuando sacrifiques, ofrece por mí los cor<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> Amurrú, porque<br />
son los más gordos y su carne se fun<strong>de</strong>. No olvi<strong>de</strong>s ofrecerme riñones <strong>de</strong><br />
cor<strong>de</strong>ro, porque son un regalo para mí, y, si pue<strong>de</strong>s, haz libaciones con<br />
vino <strong>de</strong> Sidón mezclado con mirra, porque mi sangre ha preferido<br />
siempre los vinos pesados y las comidas grasas.<br />
Enumeró, a<strong>de</strong>más, una serie <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>bería sacrificarle y se<br />
divertía como un chiquillo al pensar en todas las exquisiteces <strong>de</strong> que<br />
podría disfrutar en los infiernos, y especialmente <strong>de</strong> un lecho sólido
don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r divertirse con Keftiú. Pero pronto cayó <strong>de</strong> nuevo en la<br />
melancolía, y, poniendo su cabeza dolorida sobre mis manos, dijo:<br />
-Si quieres hacerme todos estos favores, Sinuhé, serás<br />
verda<strong>de</strong>ramente un amigo, y no comprendo por qué lo haces, porque te<br />
he causado también mucho daño como a todos los egipcios. Has hablado<br />
elocuentemente <strong>de</strong> la muerte, y es quizá, como dices, un largo sueño y<br />
una onda fresca. Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, mi corazón se acongoja al pensar<br />
en una rama <strong>de</strong> cerezo en flor en el país <strong>de</strong> Amurrú, y al oír el balido <strong>de</strong><br />
los cor<strong>de</strong>ros y ver los cabritillos saltar por las colinas. El corazón me<br />
ar<strong>de</strong>, sobre todo, al evocar las primaveras <strong>de</strong> Amurrú y el florecer <strong>de</strong> los<br />
lirios y el olor <strong>de</strong> pez y el bálsamo <strong>de</strong> los lirios, porque el lirio es una flor<br />
real. Sufro al pensar que no veré nunca más el país <strong>de</strong> Amurrú, ni en<br />
primavera ni en otoño, ni bajo los calores <strong>de</strong>l verano ni en los rigores <strong>de</strong>l<br />
invierno. Y, sin embargo, el dolor <strong>de</strong> mi corazón es <strong>de</strong>licioso al pensar en<br />
el país <strong>de</strong> Amurrú.<br />
Así conversamos toda la larga noche evocando nuestros recuerdos<br />
comunes y nuestros encuentros cuando yo vivía en Simyra y éramos los<br />
dos jóvenes y fuertes. Al alba, mis esclavos nos llevaron comida y los<br />
guardianes los <strong>de</strong>jaron pasar, porque tuvieron también su parte, y nos<br />
sirvieron cor<strong>de</strong>ro bien graso y harina amasada cocida en la grasa, y nos<br />
escanciaron vino fuerte <strong>de</strong> Sidón mezclado con mirra. Dije a mis esclavos<br />
que lavasen y peinasen a Aziru y le hice cubrir la barba con una re<strong>de</strong>cilla<br />
tejida en oro. Por encima <strong>de</strong> sus vestiduras <strong>de</strong>sgarradas y <strong>de</strong> sus grilletes<br />
vistió un manto real, y mis esclavos hicieron lo mismo con Keftiú y sus<br />
dos hijos, pero Horemheb no le permitió a Aziru que los viera antes <strong>de</strong> la<br />
ejecución.<br />
Por la mañana, cuando Horemheb salió <strong>de</strong> su tienda con los<br />
principales hititas ebrios, riendo con ellos y agarrándose por el cuello, yo<br />
me acerqué a él y le dije:<br />
-En verdad, Horemheb, te he hecho muchos favores y te he salvado<br />
quizá la vida en Tiro cuidando tu muslo herido por una flecha<br />
envenenada. Por esto te pido también un favor y es que concedas a Aziru<br />
una muerte sin infamia, porque es rey <strong>de</strong> Siria y se ha batido<br />
valientemente. Tu gloria no hará sino aumentar si lo haces perecer sin<br />
tratamientos infamantes, y tus amigos hititas lo han torturado ya<br />
suficientemente para obligarlo a revelar sus tesoros ocultos.<br />
Horemheb se ensombreció al oír mis palabras, porque había<br />
imaginado ya una serie <strong>de</strong> medios hábiles <strong>de</strong> prolongar la agonía <strong>de</strong><br />
Aziru, y todo el ejército se había reunido para gozar <strong>de</strong>l espectáculo y se<br />
disputaban los mejores sitios, Horemheb no obraba así más que para<br />
proporcionar una diversión a sus soldados y amedrentar a toda Siria, a<br />
fin <strong>de</strong> que el ejemplo terrible <strong>de</strong>sanimase a cualquiera ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una<br />
rebelión. Debo <strong>de</strong>cirlo en honor <strong>de</strong> Horemheb, porque no era cruel por
naturaleza, pero era soldado y la muerte no era más que un arma entre<br />
sus <strong>de</strong>dos. Y pensaba también que el pueblo respetaba más a un<br />
soberano duro y cruel y tomaba la dulzura por <strong>de</strong>bilidad. Por eso se<br />
ensombreció y <strong>de</strong>jó el cuello <strong>de</strong>l príncipe Shubbatú y vaciló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí<br />
golpeándose el muslo con su fusta <strong>de</strong> oro. Y me dijo:<br />
-Sinuhé, eres como una espina en mi flanco y comienzo a cansarme <strong>de</strong><br />
ti, porque contrariamente a la gente razonable eres amargo y criticas con<br />
aci<strong>de</strong>z a los que triunfan y alcanzan las riquezas y los honores, y en<br />
cambio, si alguien cae y se <strong>de</strong>rrumba, eres el primero en arrullarlo y<br />
consolarlo. Sabes muy bien que he convocado <strong>de</strong> cerca y <strong>de</strong> lejos a los<br />
verdugos más hábiles, y la instalación <strong>de</strong> sus aparatos <strong>de</strong> tortura ha<br />
costado ya mucho. No puedo en el último momento privar a mis ratas <strong>de</strong><br />
barro <strong>de</strong> su diversión, porque todos han soportado muchas penas y<br />
vertido su sangre por culpa <strong>de</strong> este Aziru.<br />
El príncipe Shubbatú le dio una palmada en la espalda exclamando:<br />
-Bien hablado, Horemheb. No vas a privarnos <strong>de</strong> nuestro placer,<br />
porque para que sea completo para ti también hemos evitado arrancarle<br />
las carnes, limitándonos a pellizcarlo tan sólo con tornos y tenazas.<br />
Pero Horemheb se sintió ofendido por aquellas palabras halagüeñas<br />
para él y no le gustaba que lo molestasen. Por esto frunció el ceño y dijo:<br />
-Estás borracho, Shubbatú, y no tengo otro objeto con Aziru que<br />
<strong>de</strong>mostrar a todo el mundo la suerte que le espera a cualquiera<br />
suficientemente loco para fiarse <strong>de</strong> los hititas. Pero puesto que hemos<br />
pasado esta noche fraternizando y hemos vaciado buena cantidad <strong>de</strong><br />
copas, voy a respetar a tu aliado Aziru y dispensarle una muerte fácil a<br />
causa <strong>de</strong> vuestra amistad.<br />
Shubbatú se sintió vivamente afectado por estas palabras y su rostro<br />
se convulsionó y pali<strong>de</strong>ció, porque los hititas son muy susceptibles, pese<br />
a que todo el mundo sabe que traicionan y ven<strong>de</strong>n a sus aliados sin<br />
pensar en el honor, en cuanto éstos no les son ya útiles y pue<strong>de</strong>n sacar<br />
algún provecho <strong>de</strong> su traición. Por otra parte, así es como obra todo el<br />
pueblo y todo soberano hábil, pero los hititas lo hacen más<br />
impru<strong>de</strong>ntemente que los <strong>de</strong>más sin preocuparse <strong>de</strong> encontrar pretextos<br />
ni explicaciones. Y, sin embargo, Shubattú se enfadó, pero sus<br />
compañeros le pusieron la mano en la boca y se lo llevaron, y acabó<br />
calmándose <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber vomitado el vino.<br />
Pero Horemheb hizo traer a Aziru y quedó muy sorprendido, al verlo<br />
avanzar con la cabeza alta y orgulloso como un rey bajo su manto real.<br />
Bien alimentado por mí, Aziru caminaba con arrogancia y reía al<br />
dirigirse al lugar <strong>de</strong> la ejecución y gritaba burlas a los jefes egipcios y a<br />
los guardias. Su rostro relucía <strong>de</strong> grasa y su barba estaba rizada y por<br />
encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> los soldados interpeló a Horemheb.
-¡Eh, Horemheb, egipcio grasiento, no tengas ya miedo <strong>de</strong> mí porque<br />
estoy enca<strong>de</strong>nado y no tienes necesidad <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rte <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las<br />
lanzas <strong>de</strong> los soldados! Acércate para que pueda secar el estiércol <strong>de</strong> mis<br />
pies en tu manto, porque no he visto en mi vida un campamento más<br />
asqueroso que el tuyo y quiero presentarme ante Baal con los pies<br />
limpios.<br />
Horemheb estuvo encantado <strong>de</strong> estas palabras y se rió en voz alta<br />
diciéndole:<br />
-No puedo acercarme a ti porque tu pestilencia siria me da náuseas,<br />
pese a que hayas conseguido robar una manta para ocultar tu asqueroso<br />
cuerpo. Pero eres ciertamente un hombre valiente, Aziru, puesto que te<br />
ríes <strong>de</strong> la muerte. Por esto te conce<strong>de</strong>ré una muerte fácil, para aumentar<br />
mi gloria.<br />
Mandó a sus soldados que escoltasen a Aziru e impidiesen a los<br />
soldados arrojarle barro y excrementos, y los guardias daban lanzazos a<br />
todos los que trataban <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> Aziru. Llevaron también a la reina<br />
Keftiú y sus dos hijos, y Keftiú iba arreglada y pintada y los chiquillos<br />
caminaban orgullosamente como hijos <strong>de</strong> rey y el mayor llevaba al<br />
pequeño <strong>de</strong> la mano.<br />
Al verlos, Aziru pali<strong>de</strong>ció y dijo:<br />
-Keftiú, mi Keftiú, mi yegua blanca, niña <strong>de</strong> mis ojos y amor mío.<br />
Estoy <strong>de</strong>sconsolado <strong>de</strong> arrastrarte a la muerte, porque mi vida sería<br />
todavía <strong>de</strong>liciosa para ti.<br />
Pero Keftiú le dijo:<br />
-No te entristezcas por mí, ¡oh rey mío!, porque te sigo a gusto hacia el<br />
reino <strong>de</strong> los muertos. Eres mi marido y fuerte como un toro, y creo que<br />
nadie podría satisfacerme como tú. Te he separado <strong>de</strong> todas las <strong>de</strong>más<br />
mujeres uniéndote a mí. Por esto no me permitiría que fueses solo al<br />
reino <strong>de</strong> los muertos, sino que te acompaño para vigilarte e impedirte<br />
que te diviertas con otras mujeres, porque te esperan seguramente todas<br />
las bellas damas que han vivido antes que yo. En verdad, me<br />
estrangularía con mis cabellos para seguirte, ¡oh mi rey!, porque no soy<br />
más que una esclava y has hecho <strong>de</strong> mí una reina, y te he dado dos bellos<br />
chiquillos.<br />
Aziru gozó con estas palabras y se hinchó <strong>de</strong> júbilo, y dijo a sus hijos:<br />
-Hijos míos, nacisteis hijos <strong>de</strong> rey. Morid como hijos <strong>de</strong> rey, a fin <strong>de</strong><br />
que no tenga que sonrojarme <strong>de</strong> vosotros. Creedme, la muerte no es peor<br />
que la extracción <strong>de</strong> un diente. Sed valientes, hijos míos.<br />
Y, habiendo pronunciado estas palabras, se arrodilló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
verdugo y, volviéndose hacia Keftiú, le dijo:<br />
-Estoy asqueado <strong>de</strong> ver a mi alre<strong>de</strong>dor a todos estos egipcios<br />
pestilentes, y asqueado <strong>de</strong> ver sus lanzas ensangrentadas. Por esto
ábreme tu pecho opulento, Keftiú, a fin <strong>de</strong> que vea tu belleza al morir y<br />
muera tan feliz como he vivido contigo.<br />
Keftiú <strong>de</strong>scubrió su opulento pecho, y el verdugo levantó su pesada<br />
espada y <strong>de</strong> un solo golpe le separó la cabeza <strong>de</strong>l tronco. La cabeza rodó a<br />
los pies <strong>de</strong> Keftiú y la sangre salió <strong>de</strong>l tronco y salpicó a los dos chiquillos<br />
y el pequeño comenzó a temblar. Pero Keftiú cogió la cabeza <strong>de</strong> Aziru y<br />
besó sus labios tumefactos y acarició sus<br />
mejillas laceradas y estrechó la cabeza contra su pecho diciendo a sus<br />
hijos:<br />
-Daos prisa, hijos míos, seguid sin temor a vuestro padre, porque me<br />
impaciento también por seguirlo.<br />
Y los dos chiquillos se arrodillaron gentilmente y el mayor seguía<br />
teniendo al pequeño <strong>de</strong> la mano, como para protegerlo, y el verdugo les<br />
cortó prontamente la cabeza. Después, habiendo apartado con el pie las<br />
cabezas cortadas, cortó también <strong>de</strong> un solo golpe el cuello blanco y graso<br />
<strong>de</strong> Keftiú, <strong>de</strong> modo que todos tuvieron una muerte fácil. Pero Horemheb<br />
hizo arrojar los cuerpos en una fosa para que sirvieran <strong>de</strong> pasto a los<br />
animales salvajes.<br />
Así murió mi amigo Aziru sin tratar <strong>de</strong> corromper la muerte, y Horemheb<br />
hizo la paz con los hititas, sabiendo, sin embargo, tan bien como<br />
ellos que todo no era más que una tregua, porque Sidón, Simyra, Biblos y<br />
Ka<strong>de</strong>sh seguían en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los hititas, que hicieron <strong>de</strong> esta última<br />
ciudad una plaza fuerte y una base en la Siria <strong>de</strong>l Norte. Pero los dos<br />
bandos estaban cansados <strong>de</strong> la guerra y Horemheb era feliz <strong>de</strong> haber<br />
llegado a una paz con ellos, porque tenía que velar por sus intereses en<br />
Tebas, y tenía que pacificar también el país <strong>de</strong> Kush y los negros que se<br />
habían embriagado con su libertad y se negaban a pagar su tributo a<br />
Egipto.<br />
Durante estos años el faraón Tutankhamon reinaba sobre Egipto, pese<br />
a que no fuese más que un muchacho preocupado tan sólo por su tumba,<br />
y el pueblo le atribuía, sin embargo, todos los males <strong>de</strong> la guerra y lo<br />
<strong>de</strong>testaba diciendo: «¿Qué po<strong>de</strong>mos esperar <strong>de</strong> un faraón cuya esposa es<br />
<strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong>l falso faraón?» Y Ai no intentaba contra<strong>de</strong>cir al pueblo,<br />
porque estas quejas redundaban en ventaja suya, y, al contrario, hacía<br />
propalar por el templo nuevas leyendas sobre la indiferencia <strong>de</strong><br />
Tutankhamon y su codicia que le llevaba a acumular todos los tesoros <strong>de</strong><br />
Egipto para su tumba. El faraón estableció también un impuesto especial<br />
5
para la edificación <strong>de</strong> su tumba, <strong>de</strong> manera que toda persona que hacía<br />
conservar eternamente su cuerpo <strong>de</strong>bía pagar un impuesto al faraón.<br />
Pero fue Ai quien le sugirió esta i<strong>de</strong>a, porque sabía que sembraría el<br />
<strong>de</strong>scontento entre el pueblo.<br />
Durante todo este tiempo estuve ausente <strong>de</strong> Tebas acompañando a las<br />
tropas que tanta necesidad tenían <strong>de</strong> mis cuidados, y conociendo las<br />
penas y la escasez, pero los hombres que llegaban <strong>de</strong> Tebas contaban que<br />
el faraón Tutankhamon era débil y enfermizo y que una enfermedad<br />
secreta lo <strong>de</strong>voraba. Decían que la guerra <strong>de</strong> Siria parecía minar sus<br />
fuerzas, porque cada vez que se enteraba <strong>de</strong> una victoria <strong>de</strong> Horemheb<br />
caía enfermo; pero si Horemheb sufría una <strong>de</strong>rrota sanaba y abandonaba<br />
el lecho. Decían también que era algo como <strong>de</strong> hechicería y que todo el<br />
mundo podía comprobar que la salud <strong>de</strong>l faraón <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> la guerra<br />
<strong>de</strong> Siria.<br />
Pero con el tiempo Ai se impacientaba más cada día y enviaba a<br />
Horemheb mensajeros diciendo: «¿No acabarás ya <strong>de</strong> pelear y darás la<br />
paz a Egipto, porque soy ya viejo y estoy cansado <strong>de</strong> esperar? Date prisa<br />
en sanar y trae la paz a fin <strong>de</strong> que reciba mi salario y me ocupe también<br />
<strong>de</strong>l tuyo.»<br />
Por todas estas razones no quedé en lo más mínimo sorprendido<br />
cuando, mientras remontábamos el río en los navíos <strong>de</strong> guerra<br />
empavesados, recibimos un mensaje diciéndonos que el faraón<br />
Tutankhamon había subido a la barca dorada <strong>de</strong> su padre Amón a fin <strong>de</strong><br />
ganar el reino <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte. Por esto tuvimos que arriar las ban<strong>de</strong>ras y<br />
ennegrecernos el rostro con ceniza <strong>de</strong> hollín. Se <strong>de</strong>cía que el faraón<br />
Tutankhamon había tenido un grave ataque <strong>de</strong> su enfermedad el mismo<br />
día en que le había llegado la noticia <strong>de</strong> la capitulación <strong>de</strong> Megiddo y <strong>de</strong><br />
la firma <strong>de</strong> la paz. En cuanto a saber <strong>de</strong> qué enfermedad había muerto,<br />
los médicos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> la Muerte no estaban <strong>de</strong> acuerdo entre ellos y<br />
algunos pretendían que las entrañas <strong>de</strong>l faraón estaban ennegrecidas por<br />
el veneno, pero el pueblo <strong>de</strong>cía que había muerto <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho al ver el<br />
final <strong>de</strong> la guerra, porque gozaba viendo sufrir a Egipto. Pero yo sabía<br />
que al poner su sello en el tratado <strong>de</strong> paz, Horemheb lo había matado tan<br />
seguramente como si le hubiese hundido un puñal en el corazón, porque<br />
Ai no esperaba más que la paz para <strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> Tutankhamon y<br />
subir al trono como faraón <strong>de</strong> la paz.<br />
Por esto tuvimos que ennegrecernos el rostro y arriar las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong><br />
victoria, y Horemheb, muy contrariado, tuvo que arrojar al río los<br />
cuerpos <strong>de</strong> los jefes hititas y sirios que había hecho colgar cabeza abajo<br />
en la popa <strong>de</strong>l navío, a la manera <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones <strong>de</strong> antaño. Y<br />
sus hombres, que llevaba a Tebas para que gozasen <strong>de</strong> su victoria,<br />
<strong>de</strong>jando a las ratas <strong>de</strong> fango que pacificasen la Siria y se engordasen con<br />
los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong>l país <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las miserias <strong>de</strong> la guerra, quedaron
también muy <strong>de</strong>cepcionados y maldijeron al faraón que seguía<br />
molestándolos.<br />
Mataban el tiempo jugándose a los dados el botín que habían recogido<br />
en Siria y peleándose por las mujeres que llevaban para ven<strong>de</strong>rlas en<br />
Tebas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse divertido con ellas. Se hacían heridas y<br />
chichones berreando obscenida<strong>de</strong>s, con gran escándalo <strong>de</strong> la gente<br />
piadosa que estaba reunida en las riberas. Y estos hombres no tenían ya<br />
casi aspecto egipcio, porque muchos iban vestidos a la manera siria o<br />
hitita y utilizaban palabras sirias y blasfemaban en sirio y muchos se<br />
habían puesto a adorar a Baal en Siria. Yo no podía censurárselo, porque<br />
también yo había ofrecido a Baal <strong>de</strong> Amurrú un importante sacrificio <strong>de</strong><br />
vino y carne en recuerdo <strong>de</strong> mi amigo Aziru, pero cuento esto para<br />
<strong>de</strong>mostrar por qué el pueblo teme a esta gentuza aun<br />
enorgulleciéndose <strong>de</strong> sus victorias.<br />
Por su parte, los soldados <strong>de</strong> Horemheb contemplaban con sorpresa<br />
aquel Egipto que no habían visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía varios años, porque ya no<br />
lo reconocían y yo también estaba sorprendido. Porque doquiera que<br />
bajásemos para pasar la noche, no veíamos más que luto, miseria y<br />
<strong>de</strong>sesperación. Las ropas <strong>de</strong>l pueblo eran grises a fuerza <strong>de</strong> haber sido<br />
lavadas y zurcidas, y los rostros estaban <strong>de</strong>macrados y resecos por falta<br />
<strong>de</strong> aceite; las miradas eran <strong>de</strong>sconfiadas e inquietas y las espaldas <strong>de</strong> los<br />
pobres llevaban la marca <strong>de</strong> los bastonazos <strong>de</strong> los perceptores. Los<br />
edificios públicos estaban <strong>de</strong>startalados y las aves anidaban en los áticos<br />
<strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> los jueces y las tejas caían <strong>de</strong> los tejados a la calle. Los<br />
caminos no habían sido cuidados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años, y las pare<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> los canales <strong>de</strong> irrigación se habían <strong>de</strong>rrumbado.<br />
Sólo los templos estaban florecientes y las pare<strong>de</strong>s resplan<strong>de</strong>cían <strong>de</strong><br />
imágenes e inscripciones en oro y rojo, a la gloria <strong>de</strong> Amón, y los<br />
sacerdotes estaban gordos y sus cráneos relucían <strong>de</strong> aceite y ungüentos.<br />
Y mientras se hartaban <strong>de</strong> la carne <strong>de</strong> sus víctimas, el pueblo bebía agua<br />
<strong>de</strong>l Nilo para regar su pan seco, y los hombres que un día fueron ricos y<br />
bebían vino en copas adornadas eran felices si cada luna podían<br />
procurarse una jarra <strong>de</strong> cerveza floja. Y en las riberas no resonaban ya las<br />
risas <strong>de</strong> las mujeres ni los gritos <strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> los chiquillos, sino que las<br />
mujeres blandían en sus manos débiles las palas <strong>de</strong> lavar y los chiquillos<br />
rondaban por los caminos como animales asustados y maltratados, y<br />
hurgaban el suelo para encontrar las raíces <strong>de</strong> que se alimentaban. He<br />
aquí lo que la guerra había hecho en Egipto, porque la guerra se había<br />
llevado todo lo que había <strong>de</strong>jado Atón. Por esto la gente no tenía ya<br />
fuerzas para alegrarse <strong>de</strong>l retorno <strong>de</strong> la paz y miraban con ansiedad los<br />
navíos <strong>de</strong> Horemheb que remontaban el río.<br />
Pero las golondrinas volaban rápidas como flechas sobre el espejo <strong>de</strong>l<br />
Nilo y en los cañaverales <strong>de</strong> las riberas los hipopótamos gruñían y los
cocodrilos se hacían limpiar los dientes por los pájaros. Nosotros<br />
bebíamos agua <strong>de</strong>l Nilo, que es la mejor <strong>de</strong>l mundo y la más refrescante.<br />
Respirábamos el olor <strong>de</strong>l barro y oíamos a los pájaros murmurar bajo el<br />
viento, y los ána<strong>de</strong>s graznaban y Amón cruzaba el cielo rutilante en su<br />
barca <strong>de</strong> oro y nosotros sentíamos que llegábamos a nuestra patria.<br />
Pero vino el día en que vimos las tres colinas <strong>de</strong> Tebas, y el techo <strong>de</strong>l<br />
templo y las punta doradas <strong>de</strong> los obeliscos lanzaban rayos fulgurantes.<br />
Volvimos a ver las montañas <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte y la ciudad infinita <strong>de</strong> los<br />
difuntos, y el puerto con sus muelles y callejuelas <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> los pobres<br />
formadas por cabañas <strong>de</strong> tierra y los palacios <strong>de</strong> los nobles en el<br />
esplendor <strong>de</strong> las flores y el verdor <strong>de</strong> sus céspe<strong>de</strong>s. Entonces respiramos<br />
profundamente, y los remeros, con un ardor creciente, hundieron sus<br />
remos en el agua, y los soldados <strong>de</strong> Horemheb comenzaron a cantar y<br />
gritar, olvidando el luto a que les obligaba la muerte <strong>de</strong>l faraón.<br />
Así fue como regresé a Tebas y <strong>de</strong>cidí no salir <strong>de</strong> ella nunca más,<br />
porque mis ojos habían visto ya la maldad <strong>de</strong> los hombres y no podían<br />
contemplar ya nada nuevo bajo el cielo. Por esto <strong>de</strong>cidí instalarme en<br />
Tebas y acabar mi vida en la pobreza <strong>de</strong> la mansión <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> los<br />
pobres, porque todos los regalos que mi arte me había procurado en Siria<br />
fueron consagrados a la ofrenda hecha por Aziru, porque no quería<br />
conservar estas riquezas. Porque a mi olfato estas riquezas apestaban a<br />
sangre y no me hubiera proporcionado ningún placer utilizarlas. Por esto<br />
le di a Aziru todo lo que había ganado en su país y regresé a Tebas.<br />
Pero mi medida no estaba todavía llena, porque una misión me<br />
esperaba; una misión que me repugnaba y asustaba, pero a la que no<br />
podía negarme, y por esto tuve que abandonar Tebas al cabo <strong>de</strong> pocos<br />
días. Ai y Horemheb habían creído, en efecto, combinar hábilmente su<br />
intriga y realizar sus planes, y creían que el po<strong>de</strong>r les pertenecía por fin,<br />
pero el po<strong>de</strong>r estuvo a punto <strong>de</strong> escapárseles <strong>de</strong> improvisto y<br />
simplemente por el capricho <strong>de</strong> una mujer. Por esto <strong>de</strong>bo hablar<br />
nuevamente <strong>de</strong> la reina Nefertiti y <strong>de</strong> la princesa Baketamon antes <strong>de</strong><br />
terminar mi relato y conseguir la paz. Pero para esto tengo que comenzar<br />
un nuevo libro, que será el último, y explicaré cómo yo, que había sido<br />
creado para curar, fui llevado a asesinar.<br />
LIBRO DECIMOQUINTO
HOREMHEB<br />
En virtud <strong>de</strong> su acuerdo con Horemheb, Ai, el portador <strong>de</strong>l cetro,<br />
estaba dispuesto a ceñir las coronas <strong>de</strong> los faraones a la muerte <strong>de</strong><br />
Tutankhamon. Para llegar a sus fines hizo activar la ceremonia funeraria<br />
e interrumpió la construcción <strong>de</strong> la tumba, que resultó pequeña y<br />
estrecha en comparación con las tumbas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones, y se<br />
reservó una parte <strong>de</strong> los inmensos tesoros que Tutankhamon había<br />
<strong>de</strong>stinado a acompañarlo en el reino <strong>de</strong> los difuntos. Pero el acuerdo lo<br />
obligaba también a obtener que Baketamon consintiese en ser la esposa<br />
<strong>de</strong> Horemheb a fin <strong>de</strong> que éste pudiese reclamar legalmente la corona a<br />
la muerte <strong>de</strong> Ai, pese a que hubiese nacido con los pies en el estiércol.<br />
Había combinado con los sacerdotes que la princesa se aparecería a<br />
Horemheb bajo los rasgos <strong>de</strong> la diosa Sekhmet, mientras el vencedor<br />
celebrase su triunfo en el templo, y que se entregaría a él allá mismo, a<br />
fin <strong>de</strong> que su alianza hallase una consagración divina y Horemheb<br />
quedase así divinizado. Esto es lo que Ai había convenido con los<br />
sacerdotes, pero la princesa Baketamon había tramado también cuidadosamente<br />
su propia intriga y sé que la reina Nefertiti la había inducido<br />
a ello, por odio hacia Horemheb y en la esperanza <strong>de</strong> llegar a ser, con<br />
Baketamon, la mujer más po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> Egipto si el plan triunfaba.<br />
Su proyecto era impío y atroz, y sólo la astucia <strong>de</strong> una mujer agriada<br />
pue<strong>de</strong> imaginar un tal plan. Tan increíble era que estuvo a punto <strong>de</strong><br />
triunfar. Sólo el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> esta intriga me permitió compren<strong>de</strong>r<br />
por qué los hititas habían accedido tan fácilmente a ofrecer la paz y ce<strong>de</strong>r<br />
Megiddo y el país <strong>de</strong> Amurrú y hacer otras concesiones. Los hititas son,<br />
en efecto, gente astuta, y tenían en su carcaj una flecha cuya existencia Ai<br />
y Horemheb ignoraban. Su espíritu <strong>de</strong> conciliación hubiera <strong>de</strong>bido<br />
<strong>de</strong>spertar las sospechas <strong>de</strong> Horemheb, pero sus éxitos lo habían cegado y<br />
él mismo <strong>de</strong>seaba la paz a fin <strong>de</strong> consolidar su po<strong>de</strong>r en Egipto y casarse<br />
con Baketamon, porque lo esperaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía años y la espera había<br />
exacerbado su pasión.<br />
Después <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su marido y una vez hubo consentido en<br />
sacrificar a Amón, la reina Nefertiti no pudo soportar verse alejada <strong>de</strong>l<br />
po<strong>de</strong>r. A pesar <strong>de</strong> su edad se había conservado bella gracias a los<br />
constantes cuidados y a los cosméticos. Su belleza le atrajo numerosos<br />
nobles que vivían en la mansión dorada como zánganos inútiles<br />
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alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un faraón pueril. Por su inteligencia y su astucia ganó<br />
también la amistad y confianza <strong>de</strong> Baketamon, en quien transformó el<br />
orgullo innato en una llama <strong>de</strong>voradora que le consumía el cuerpo, hasta<br />
que llegó a ser una obsesión y una especie <strong>de</strong> locura. Estaba tan poseída<br />
<strong>de</strong> su sangre sagrada que no permitía ya a una persona ordinaria tocarla<br />
y ni siquiera rozar su sombra. Había conservado orgullosamente su<br />
virginidad, porque a su juicio no había en Egipto un solo hombre digno<br />
<strong>de</strong> ella. Había pasado ya <strong>de</strong> la edad normal <strong>de</strong>l matrimonio y creo que su<br />
virginidad se le había subido a la cabeza y enfermaba su corazón, si bien<br />
un buen matrimonio la hubiera curado.<br />
Nefertiti le hizo creer que había nacido para gran<strong>de</strong>s hazañas y que<br />
<strong>de</strong>bía salvar a Egipto <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> pretendientes <strong>de</strong> baja extracción.<br />
Le habló <strong>de</strong> la gran reina Hatshepsut, que pegaba una barba a su mentón<br />
y ceñía la cola <strong>de</strong> león y gobernaba a Egipto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el trono <strong>de</strong> los<br />
faraones. Y la persuadió <strong>de</strong> que su belleza recordaba la <strong>de</strong> la ilustre reina.<br />
También Nefertiti le hablaba mal <strong>de</strong> Horemheb, y Baketamon acabó<br />
experimentando en su orgullo virginal un verda<strong>de</strong>ro horror físico hacia<br />
Horemheb, que era <strong>de</strong> baja extracción y mancillaría su sangre sagrada.<br />
Pero yo creo que en el fondo <strong>de</strong> su corazón había conservado, sin<br />
confesárselo, una cierta inclinación hacia aquel hombre bello y robusto a<br />
quien había visto un día llegar a la Corte.<br />
Nefertiti no tuvo gran dificultad en convencer a Baketamon cuando<br />
los planes <strong>de</strong> Ai y Horemheb se precisaron durante la guerra <strong>de</strong> Siria. Y,<br />
por otra parte, es probable que Ai confiase sus proyectos a Nefertiti, que<br />
era su hija. Pero ella <strong>de</strong>testaba a su padre, que la había apartado <strong>de</strong>l<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse servido <strong>de</strong> ella y la tenía encerrada en la<br />
mansión dorada, porque era la esposa <strong>de</strong>l faraón maldito. Yo digo que la<br />
belleza y la inteligencia asociadas en una mujer cuyo corazón se ha<br />
endurecido con los años forma una combinación peligrosa, más peligrosa<br />
que los puñales <strong>de</strong>senvainados y las más cortantes hoces <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong><br />
combate. Esto es lo que <strong>de</strong>muestra la intriga urdida por Nefertiti y<br />
aprobada por Baketamon.<br />
He aquí cómo fue <strong>de</strong>scubierto este plan.<br />
Des<strong>de</strong> su llegada a Tebas, Horemheb, en el colmo <strong>de</strong> su impaciencia,<br />
comenzó a rondar por las habitaciones <strong>de</strong> Baketamon, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />
verla y hablarle, pese a que ella se negase a recibirlo. Vio por azar a un<br />
emisario hitita que penetraba en las habitaciones <strong>de</strong> la princesa y se<br />
preguntó por qué Baketamon recibía un hitita y estaba tanto rato a solas<br />
con él. Por esto, por propia iniciativa y sin consultar a nadie, hizo<br />
<strong>de</strong>tener al hitita, quien, en su arrogancia, profirió amenazas y habló <strong>de</strong><br />
una forma como sólo pue<strong>de</strong> hablar una persona muy segura <strong>de</strong> su<br />
po<strong>de</strong>río.
Entonces Horemheb le contó todo a Ai y penetraron por la fuerza en la<br />
habitación <strong>de</strong> Baketamon, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber matado a un esclavo que se<br />
oponía, y en la ceniza <strong>de</strong>l brasero encontraron la correspon<strong>de</strong>ncia<br />
cambiada con los hititas. Después <strong>de</strong> haber leído estas tablillas <strong>de</strong> cera se<br />
quedaron aterrorizados y pusieron a Nefertiti y Baketamon bajo una<br />
estrecha vigilancia. La misma noche fueron a verme a mi casa, que Muti<br />
había hecho reparar con el dinero <strong>de</strong> Kaptah, y llegaron en una simple<br />
litera, con el rostro tapado. Muti los hizo entrar refunfuñando. Yo no<br />
dormía porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi regreso <strong>de</strong> Siria sufría <strong>de</strong> insomnio. Me levanté,<br />
encendí la lámpara y recibí a mis visitantes, a quienes tomé por<br />
enfermos. Pero quedé muy sorprendido al reconocerlos y dije a Muti que<br />
nos trajese vino y se fuese a dormir, pero Horemheb estaba tan inquieto<br />
que quería matarla porque había visto su rostro. Jamás hasta entonces<br />
había visto a Horemheb tan asustado y esto me causó una gran alegría. Y<br />
por esto le dije:<br />
-Te prohíbo que mates a Muti, y me parece que tienes el cerebro<br />
resquebrajado. Muti es una mujer vieja y dura <strong>de</strong> oído que ronca como<br />
un hipopótamo, como podrás oírlo. Bebe vino y no temas nada <strong>de</strong> la<br />
pobre vieja.<br />
Pero Horemheb, con impaciencia, dijo:<br />
-No he venido aquí a hablar <strong>de</strong> ronquidos, Sinuhé. Pero Egipto corre<br />
un peligro mortal y tú <strong>de</strong>bes salvarlo.<br />
Ai confirmó estas palabras diciendo:<br />
-En verdad te digo que Egipto corre un peligro mortal, Sinuhé, y yo<br />
también, y para Egipto jamás el peligro ha sido tan gran<strong>de</strong>. Por esto, en<br />
nuestro abandono, acudimos a ti.<br />
Pero yo me eché a reír tendiendo mis manos vacías. Horemheb sacó<br />
entonces las tablillas <strong>de</strong> arcilla <strong>de</strong>l rey Suhbbiluliuma y me las hizo leer,<br />
así como la copia <strong>de</strong> las respuestas <strong>de</strong> Baketamon. Terminada la lectura,<br />
no tuve ya ganas <strong>de</strong> reír, y el vino perdió su sabor en mi boca, porque he<br />
aquí lo que Baketamon había escrito a los hititas:<br />
Soy la hija <strong>de</strong>l faraón y por mis venas corre sangre sagrada y no hay en<br />
Egipto ningún hombre digno <strong>de</strong> mí. Me he enterado <strong>de</strong> que tienes<br />
numerosos hijos. Envía aquí a uno <strong>de</strong> ellos para que yo pueda romper<br />
una jarra con él, y tu hijo reinará a mi lado sobre el país <strong>de</strong> Kemi.<br />
Esta carta era tan inconcebible que el pru<strong>de</strong>nte Suhbbiluliuma se<br />
había negado al principio a creer en ella y había mandado un emisario<br />
secreto para concretar más. Baketamon había confirmado su oferta<br />
asegurándole que los nobles egipcios estaban <strong>de</strong> su parte y que los<br />
sacerdotes <strong>de</strong> Amón estaban también <strong>de</strong> acuerdo.
Convencido por esta carta, el rey se había apresurado a hacer la paz<br />
con Horemheb y se disponía a enviar a su hijo Shubbatú a Egipto.<br />
Mientras yo leía estas misivas, Ai y Horemheb comenzaron a disputar<br />
y Horemheb dijo:<br />
-Esta es mi recompensa <strong>de</strong> todo lo que he hecho por ti, y el premio <strong>de</strong><br />
la guerra en que he batido a los hititas y soportado gran<strong>de</strong>s penalida<strong>de</strong>s.<br />
En verdad que hubiera hecho mejor en encargar a un perro ciego que<br />
velase por mis intereses en Egipto durante mi ausencia, y no eres más<br />
útil que una alcahueta a quien se paga aun antes <strong>de</strong> ver las nalgas <strong>de</strong> la<br />
muchacha. En verdad te digo, Ai, que eres el personaje más repugnante<br />
que conozco, y lamento profundamente haber tocado tu pata sucia en<br />
señal <strong>de</strong> acuerdo. No me queda otro remedio que hacer ocupar Tebas por<br />
mis soldados y ceñir las dos coronas.<br />
Pero Ai dijo:<br />
-Los sacerdotes no lo consentirán jamás y también ignoramos la<br />
extensión <strong>de</strong> la conspiración y el apoyo <strong>de</strong> que goza Baketamon entre el<br />
clero y la nobleza. No hay que preocuparse <strong>de</strong>l pueblo, porque el pueblo<br />
es un buey al que se le pone un ronzal en el cuello y todo el mundo lo<br />
lleva adon<strong>de</strong> quiere. No, Horemheb, si Shubbatú llega a Tebas y rompe<br />
una jarra con Baketamon, nuestro po<strong>de</strong>río se <strong>de</strong>rrumbará y no podremos<br />
resistir por las armas, porque sería una nueva guerra y Egipto no podría<br />
soportarla y sería el fin <strong>de</strong>l mundo. En verdad he sido un perro ciego,<br />
pero jamás hubiera podido adivinar lo que se trataba, tan increíble es.<br />
Por esto, Sinuhé, <strong>de</strong>bes ayudarnos.<br />
-Por todos los dioses <strong>de</strong> Egipto -exclamé yo, sorprendido-. ¿Cómo<br />
podría yo ayudaros si no soy más que un médico incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir a una<br />
mujer loca a amar a Horemheb?<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Nos has ayudado ya una vez, y quien coge el remo <strong>de</strong>be remar hasta<br />
el fin lo quiera o no. Vas a salir al encuentro <strong>de</strong>l príncipe Shubbatú y<br />
hacer <strong>de</strong> modo que no llegue a Egipto. ¿Cómo? Es asunto tuyo y no<br />
queremos saber nada. Debes saber, sin embargo, que no po<strong>de</strong>mos<br />
hacerlo asesinar públicamente, porque esto sería una nueva guerra con<br />
los hititas y quiero escoger yo mismo la fecha.<br />
Estas palabras me aterraron, mis rodillas temblaron y mi corazón se<br />
fundía, mientras mi lengua se torcía en mi boca, y dije:<br />
-Si es verdad que os he ayudado una vez fue por el bien <strong>de</strong> Egipto, y<br />
este príncipe no me ha hecho nunca ningún daño, y no lo he visto más<br />
que una vez en su tienda el día <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Aziru. No, Horemheb, no<br />
harás <strong>de</strong> mí un asesino; prefiero morir, porque no hay crimen más<br />
abyecto, porque si ofrecí un brebaje mortal a Akhenaton lo hice por su<br />
propio bien, porque estaba enfermo y yo era su amigo.
Pero Horemheb se golpeó los muslos con la fusta frunciendo el ceño y<br />
Ai dijo:<br />
-Sinuhé, eres un hombre sensato y compren<strong>de</strong>rás que no po<strong>de</strong>mos<br />
sacrificar todo un imperio al capricho <strong>de</strong> una mujer. Créeme, no hay otro<br />
medio. El príncipe <strong>de</strong>be morir por el camino; poco importa que sea por<br />
un acci<strong>de</strong>nte o enfermedad. Por esto vas a partir a su encuentro en el<br />
<strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí en calidad <strong>de</strong> emisario <strong>de</strong> la princesa Baketamon y<br />
como médico podrás examinar si es apto para el matrimonio. Te creerá<br />
fácilmente, y te recibirá y te hará preguntas sobre la princesa Baketamon<br />
porque los príncipes no son más que hombres y creo que es presa <strong>de</strong> una<br />
viva curiosidad y que se pregunta a qué hechicera lo van a ligar. Tu<br />
misión será fácil y no <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñarás los regalos que te valdrá, porque<br />
entonces serás un hombre rico.<br />
Y Horemheb dijo:<br />
-Decí<strong>de</strong>te pronto, Sinuhé, entre la vida o la muerte. Compren<strong>de</strong>rás<br />
que ahora que conoces nuestro secreto no podríamos <strong>de</strong>jarte vivir,<br />
aunque fueses mil veces nuestro amigo. El nombre que te ha dado tu<br />
madre te ha sido funesto, Sinuhé, porque has escuchado <strong>de</strong>masiados<br />
secretos <strong>de</strong> los faraones. Así, según tu respuesta, te cortaré la garganta <strong>de</strong><br />
oreja a oreja, y bien contra mi placer, porque eres nuestra mejor ayuda.<br />
Estás unido a nosotros por un crimen común y compartiremos contigo la<br />
responsabilidad <strong>de</strong> este nuevo crimen, si tal es a tu juicio el hecho <strong>de</strong><br />
salvar a Egipto <strong>de</strong> la dominación <strong>de</strong> una loca y <strong>de</strong> los hititas.<br />
-Sabes muy bien que no temo la muerte, Horemheb -dije.<br />
Pero sentí que la red se había cerrado en torno a mí y que mi suerte<br />
estaba ligada a la <strong>de</strong> Ai y Horemheb.<br />
Confieso francamente que aquella noche tuve miedo <strong>de</strong> la muerte,<br />
porque se presentaba bruscamente y <strong>de</strong> una forma repugnante. Pero<br />
pensaba en el vuelo rápido <strong>de</strong> las golondrinas sobre el río y pensaba en<br />
los vinos <strong>de</strong>l puerto y en la oca asada por Muti al estilo tebano, y la vida<br />
me pareció súbitamente <strong>de</strong>liciosa. Y pensaba también en Egipto y me<br />
<strong>de</strong>cía que Akhenaton tuvo que morir para que Egipto se salvase y que<br />
Horemheb pudiese rechazar a los hititas. ¿Por qué no matar a un joven<br />
príncipe <strong>de</strong>sconocido para salvar nuevamente a Egipto, puesto que había<br />
matado ya a Akhenaton?<br />
-Escon<strong>de</strong> tu puñal, Horemheb, porque la vista <strong>de</strong> un puñal sin filo me<br />
estremece. Me inclino y salvaré a Egipto <strong>de</strong>l yugo hitita, pero en verdad<br />
ignoro todavía <strong>de</strong> qué forma lo haré, y es probable que pierda en ello la<br />
vida, porque los hititas me matarán ciertamente una vez su príncipe esté<br />
muerto. Pero no tengo ya apego a la vida y quiero impedir que los hititas<br />
reinen sobre Egipto. Y no quiero regalo alguno, porque todo lo que haré<br />
estaba ya escrito en las estrellas antes <strong>de</strong> mi nacimiento y no puedo<br />
escapar a mi sino. Aceptad, pues, vuestras coronas <strong>de</strong> mis manos, Ai y
Horemheb, y ben<strong>de</strong>cid mi nombre, porque soy yo, el humil<strong>de</strong> Sinuhé,<br />
quien os erige faraones.<br />
Esta i<strong>de</strong>a me divirtió mucho, porque llevaba quizá sangre real en las<br />
venas y hubiera sido el único sucesor legal <strong>de</strong> los faraones, mientras Ai<br />
no era más que un mo<strong>de</strong>sto sacerdote <strong>de</strong>l sol y los padres <strong>de</strong> Horemheb<br />
olían a ganado y queso. En aquel momento los dos hombres se me<br />
mostraban sin velos, tal como eran en realidad: los sacerdotes que se<br />
disputaban el cuerpo agonizante <strong>de</strong> Egipto, dos chiquillos que jugaban<br />
con coronas y emblemas reales, y su pasión los tiranizaba hasta el punto<br />
que no serían jamás felices. Y por esto le dije a Horemheb:<br />
-Horemheb, amigo mío, la corona es pesada, lo sentirás alguna tar<strong>de</strong><br />
calurosa, cuando se lleva el ganado al abreva<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l río y los ruidos<br />
cesan a tu alre<strong>de</strong>dor.<br />
Pero él respondió:<br />
-Date prisa en partir, porque el navío te espera y <strong>de</strong>bes encontrar a<br />
Shubbatú en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí antes <strong>de</strong> que llegue a Tanis con su<br />
séquito. Y así partí bruscamente en plena noche, y Horemheb me había<br />
dado su navío más rápido, y yo hice llevar mi estuche <strong>de</strong> médico y el<br />
resto <strong>de</strong> la oca que Muti me había preparado al estilo tebano para la<br />
cena. Y no olvidé tampoco <strong>de</strong> proveerme <strong>de</strong> vino.<br />
A bordo tuve tiempo <strong>de</strong> reflexionar y comprendí netamente el grave<br />
peligro que amenazaba a Egipto como una negra nube <strong>de</strong> arena en el<br />
horizonte. Me sería fácil embellecer mi papel presentándome como<br />
salvador <strong>de</strong> Egipto, pero los móviles <strong>de</strong> los hombres son siempre<br />
complejos y había aceptado mi misión ante el miedo experimentado<br />
bruscamente en presencia <strong>de</strong> una muerte inminente. Pero mientras iba<br />
bajando por el río dando prisa a los remeros, estaba persuadido <strong>de</strong> que<br />
iba a realizar un acto meritorio.<br />
De nuevo estaba solo y más solitario que todos los hombres a causa<br />
<strong>de</strong>l secreto que llevaba y no podía revelar a nadie sin causar la muerte <strong>de</strong><br />
miles y miles <strong>de</strong> personas. Tenía que ser más astuto que la serpiente para<br />
no ser <strong>de</strong>scubierto y sabía que sufriría una muerte atroz si los hititas me<br />
sorprendían en el acto.<br />
Alguna vez me inclinaba a abandonarlo todo y huir a lo lejos, como mi<br />
homónimo <strong>de</strong> la leyenda, y escon<strong>de</strong>rme para <strong>de</strong>jar que la suerte siguiese<br />
su curso sobre Egipto. Si hubiese ejecutado este proyecto, el curso <strong>de</strong> los<br />
acontecimientos hubiera cambiado y el mundo no sería hoy como es.<br />
2
Pero al envejecer he comprendido que, en el fondo, todos los soberanos<br />
son iguales y que todos los pueblos son idénticos y que poco importa, en<br />
resumen, quién gobierna y qué pueblo oprime a otro, porque finalmente,<br />
son siempre los pobres los que soportan los sufrimientos.<br />
Pero no huí, porque era débil, y cuando un hombre es débil se <strong>de</strong>ja<br />
llevar por los otros hasta el crimen antes que elegir por sí mismo su<br />
camino. Prefiere incluso la muerte a romper la cuerda que lo liga, y creo<br />
que no soy el único en ser débil <strong>de</strong> esta manera.<br />
Así, el príncipe Shubbatú <strong>de</strong>bía morir, y me rompía la cabeza para<br />
encontrar el medio <strong>de</strong> matarlo sin que mi acto fuese <strong>de</strong>scubierto y Egipto<br />
tuviese que respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su muerte. La tarea era ardua porque el<br />
príncipe iría seguramente acompañado <strong>de</strong> un numeroso séquito digno <strong>de</strong><br />
su rango, y los hititas eran recelosos y estaban en guardia. No podía<br />
pensar en asesinarle y me preguntaba si podría llevármelo al <strong>de</strong>sierto<br />
para buscar en él un basilisco cuyos ojos son dos piedras ver<strong>de</strong>s que<br />
matan, o para precipitarlo en alguna sima y contar <strong>de</strong>spués que había<br />
tropezado rompiéndose la nuca. Pero esta i<strong>de</strong>a era infantil, porque jamás<br />
podría quedarme solo en compañía <strong>de</strong>l príncipe, y, en cuanto a los<br />
venenos, tenía hombres para probar los alimentos y bebidas, <strong>de</strong> manera<br />
que no podría envenenarlo por los procedimientos habituales.<br />
Repasé en mi memoria mis recuerdos sobre los venenos secretos <strong>de</strong><br />
los sacerdotes y los <strong>de</strong> la mansión dorada. Sabía que se podía envenenar<br />
el fruto <strong>de</strong> un árbol aun antes <strong>de</strong> que estuviese maduro, y sabía también<br />
que existían volúmenes <strong>de</strong> papiros que producían una muerte lenta a sus<br />
lectores, y que el perfume <strong>de</strong> ciertas flores podía matar una vez habían<br />
sido tratadas por los sacerdotes. Pero todo esto eran secretos <strong>de</strong> los<br />
sacerdotes y quizás hubiese en todo aquello una parte <strong>de</strong> leyenda.<br />
A<strong>de</strong>más, no hubiera podido recurrir a ellos en el <strong>de</strong>sierto.<br />
¡Si tan sólo Kaptah hubiese podido ayudarme con su astucia! Pero no<br />
hubiera podido ponerlo al corriente <strong>de</strong> la empresa, y, a<strong>de</strong>más, estaba en<br />
Siria don<strong>de</strong> trataba <strong>de</strong> recuperar sus créditos. Por esto recurrí a toda mi<br />
ingeniosidad y mi ciencia <strong>de</strong> médico. Si el príncipe estuviese enfermo,<br />
hubiera podido tratarlo llevándolo lentamente a la muerte según las<br />
reglas <strong>de</strong>l arte, y ningún médico hubiera tenido nada que objetar a mis<br />
prescripciones, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos más remotos el cuerpo médico<br />
entierra junto sus víctimas. Pero Shubbatú no estaba enfermo y si lo<br />
estaba sería cuidado por los médicos hititas.<br />
Me extiendo sobre este punto tan sólo para mostrar las inmensas<br />
dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la empresa que me había sido confiada por Horemheb,<br />
pero ahora me limitaré a exponer mis actos: en Menfis completé mi<br />
provisión <strong>de</strong> medicamentos, porque un médico pue<strong>de</strong> tener un veneno<br />
mortal que, en sus manos, se convierte en una medicina curativa.<br />
Proseguí rápidamente mi viaje hasta Tanis, don<strong>de</strong> tomé una silla <strong>de</strong>
manos y la guarnición me dio una escolta <strong>de</strong> algunos carros <strong>de</strong> guerra y<br />
emprendí la gran ruta militar <strong>de</strong> Siria.<br />
Horemheb había sido correctamente informado <strong>de</strong>l viaje <strong>de</strong> Shubbatú,<br />
porque lo encontré con su séquito a tres días <strong>de</strong> Tanis, cerca <strong>de</strong> una<br />
fuente ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> muros. Viajaba en litera e iba acompañado <strong>de</strong><br />
numerosos asnos que llevaban pesadas cargas y los regalos preciosos<br />
para la princesa Baketamon, y los carros pesados <strong>de</strong> guerra lo<br />
escoltaban, mientras los carros ligeros reconocían el camino, porque el<br />
rey había recomendado la pru<strong>de</strong>ncia, puesto que sabía que este viaje<br />
<strong>de</strong>sagradaría profundamente a Horemheb.<br />
Pero los hititas se mostraron sumamente corteses conmigo y con los<br />
oficiales <strong>de</strong> mi pequeña escolta, según la costumbre <strong>de</strong> mostrarse<br />
corteses y amables con la gente <strong>de</strong> quien podían obtener gratuitamente<br />
lo que no podían ganar por las armas. Nos acogieron en su campamento<br />
y ayudaron a los soldados egipcios a plantar nuestras tiendas y colocaron<br />
numerosos centinelas para protegernos, dijeron, contra los bandoleros y<br />
los leones, a fin <strong>de</strong> que pudiésemos dormir en paz. Pero al enterarse <strong>de</strong><br />
que venía en nombre <strong>de</strong> la princesa Baketamon, Shubbatú me llamó en<br />
el acto movido por una impaciente curiosidad.<br />
Así fue como lo ví en su tienda, y era joven y altivo, y sus ojos eran<br />
gran<strong>de</strong>s y claros como el agua cuando no estaba ebrio como lo había<br />
estado en la tienda <strong>de</strong> Horemheb cerca <strong>de</strong> Megiddo. La alegría y la<br />
curiosidad animaban su rostro cetrino y su nariz era firme como el pico<br />
<strong>de</strong> un ave <strong>de</strong> rapiña y sus dientes relucían <strong>de</strong> blancura como los <strong>de</strong> las<br />
fieras. Le tendí una carta <strong>de</strong> la princesa, falsificada por Ai, y me incliné<br />
con las manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas en signo <strong>de</strong> respeto. Me di cuenta<br />
con satisfacción <strong>de</strong> que iba vestido a la moda egipcia, pero que sus<br />
vestidos parecían incomodarlo. Y me dijo:<br />
-Puesto que mi futura esposa se ha confiado a ti y eres médico real, no<br />
te ocultaré nada. Al casarme me ligo a mi esposa y su país será el mío y<br />
las costumbres egipcias serán las mías, y me he esforzado en<br />
acostumbrarme a las costumbres egipcias para no ser un extranjero al<br />
llegar a Tebas. Estoy impaciente por ver todas las maravillas <strong>de</strong> Egipto y<br />
conocer todos los dioses <strong>de</strong> Egipto, que serán <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante los<br />
míos. Pero estoy impaciente sobre todo por ver a mi gran esposa real,<br />
porque voy a fundar con ella una nueva dinastía. Háblame <strong>de</strong> ella y dime<br />
su aspecto y su talla y la anchura <strong>de</strong> sus ca<strong>de</strong>ras como si fuese egipcio ya.<br />
Y no <strong>de</strong>bes ocultarme nada <strong>de</strong> ella, ni siquiera lo que sea <strong>de</strong>sagradable, y<br />
pue<strong>de</strong>s tener confianza en mí como yo tengo confianza en ti.<br />
Su confianza se mostraba teniendo a sus oficiales <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí, con el<br />
arma en la mano, y guardias en la entrada <strong>de</strong> la tienda con las lanzas<br />
dirigidas hacia mi espalda. Pero yo fingí no darme cuenta y me incliné<br />
ante él, diciéndole:
-Mi dueña y señora, la princesa Baketamon, es una <strong>de</strong> las mujeres más<br />
bellas <strong>de</strong> Egipto. A causa <strong>de</strong> su sangre sacra ha conservado su virginidad,<br />
pese a que sea consi<strong>de</strong>rablemente mayor que tú, pero su belleza no tiene<br />
edad y su rostro es como la luna y sus ojos ovalados como el loto. Como<br />
médico puedo confiarte también que sus ca<strong>de</strong>ras son lo suficientemente<br />
anchas para dar a luz, pese a que sean <strong>de</strong>lgadas, como ocurre en Egipto.<br />
Por esto me ha mandado a tu encuentro en el <strong>de</strong>sierto para cerciorarme<br />
<strong>de</strong> que tu sangre real es digna <strong>de</strong> su sangre sagrada y que físicamente<br />
eres capaz <strong>de</strong> cumplir con los <strong>de</strong>beres que incumben a un esposo a fin <strong>de</strong><br />
no <strong>de</strong>cepcionarla, porque te espera con impaciencia.<br />
Shubbatú arqueó el torso y dobló el brazo para hacer resaltar los<br />
músculos y me dijo:<br />
-Mi brazo tiene el arco más duro y entre los muslos puedo ahogar un<br />
asno. Mi rostro no tiene <strong>de</strong>fecto, como pue<strong>de</strong>s verlo, y no recuerdo haber<br />
estado nunca enfermo.<br />
Y yo le dije:<br />
-Eres, cierramente, un muchacho joven e inexperimentado que no<br />
conoce las costumbres egipcias, porque<br />
parece que crees que una princesa es una mujer que se tien<strong>de</strong> con el<br />
brazo o un asno que se tritura entre las rodillas. Pero no es éste el caso, y<br />
<strong>de</strong>bería darte algunas lecciones sobre las costumbres amorosas en Egipto<br />
a fin <strong>de</strong> que no tengas que sonrojarte <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la princesa.<br />
Estas palabras lo ofendieron, porque era orgulloso y se jactaba <strong>de</strong> su<br />
virilidad como todos los hititas. Sus jefes se echaron a reír, lo cual lo<br />
ofendió más todavía, <strong>de</strong> manera que pali<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> cólera y apretó los<br />
dientes. Pero tenía empeño en mostrarse ante mí bajo un aspecto<br />
favorable, y con la mayor calma posible dijo:<br />
-No soy ningún chiquillo inocente como me crees, sino que mi lanza<br />
ha atravesado ya muchos sacos <strong>de</strong> piel y no creo que tu princesa que<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>scontenta cuando le enseñe las costumbres hititas.<br />
Y yo le dije entonces:<br />
-No tengo inconveniente en creer en tu fuerza, pero te equivocas al<br />
afirmar que no has estado nunca enfermo, porque leo en tus ojos que no<br />
estás bien y que tu vientre no está sano.<br />
Es probable que no haya hombre que no se encuentre enfermo si se le<br />
afirma con autoridad e insistencia que no se encuentra bien. Todo el<br />
mundo siente, en efecto, la necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarse mimar, y los médicos <strong>de</strong><br />
todos los tiempos lo saben y han sabido aprovecharlo para enriquecerse.<br />
Pero yo tenía, a<strong>de</strong>más, la suerte <strong>de</strong> saber que el agua <strong>de</strong> los manantiales<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto contiene magnesio y que ocasiona diarreas a todos los que<br />
no están acostumbrados a ella. Por esto el príncipe quedó muy extrañado<br />
<strong>de</strong> mis palabras y dijo:
-Te equivocas, Sinuhé el egipcio, porque no me siento en absoluto<br />
enfermo, pese a que tengo que reconocer que mi vientre anda algo suelto<br />
y he tenido que agacharme varias veces durante la jornada. Eres,<br />
ciertamente, más hábil que mi médico, que no se ha dado cuenta <strong>de</strong><br />
nada. -Se llevó la mano a la frente y a los ojos, y dijo-: Verda<strong>de</strong>ramente,<br />
los ojos me brillan, porque he mirado <strong>de</strong>masiado tiempo la arena roja <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>sierto, y mi frente ar<strong>de</strong> y no estoy tan bien como quisiera.<br />
Y yo le dije:<br />
-Tú médico <strong>de</strong>bería prepararte un remedio que te cure y te<br />
proporcione un sueño tranquilo. Las enfermeda<strong>de</strong>s gástricas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto<br />
son graves y he visto muchos soldados egipcios morir <strong>de</strong> ellas durante su<br />
marcha hacia Siria. Las causas <strong>de</strong> estas enfermeda<strong>de</strong>s se ignoran; unos<br />
dicen que provienen <strong>de</strong>l viento apestado <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto; otros preten<strong>de</strong>n<br />
que proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l agua y algunos <strong>de</strong> la langosta. Pero no dudo <strong>de</strong> que<br />
mañana estarás restablecido para proseguir el viaje si tu médico te<br />
administra un buen remedio.<br />
A mis palabras comenzó a reflexionar y entornó los ojos dirigiendo<br />
una mirada a sus jefes y diciéndome con aire infantil:<br />
-Dame tú mismo una buena medicina, Sinuhé, porque pareces<br />
conocer estas enfermeda<strong>de</strong>s mucho mejor que mi médico.<br />
Pero yo no era tan tonto como se imaginaba y levanté los brazos en<br />
signo <strong>de</strong> protesta y dije:<br />
-¡Jamás me atrevería a darte una medicina, porque si empeorabas me<br />
acusarían inmediatamente! Tu médico te cuidará mejor que yo, porque<br />
conoce tu naturaleza y el remedio sencillo.<br />
El sonrió y dijo:<br />
-Tu consejo es bueno, porque quiero comer y beber contigo para que<br />
me hables <strong>de</strong> mi esposa real y <strong>de</strong> las costumbres egipcias, y no quiero<br />
verme obligado a correr a cada momento a agacharme <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />
tienda.<br />
Hizo llamar a su médico, que era un hitita malhumorado y receloso.<br />
Cuando comprobó que no quería rivalizar con él se suavizó y preparó una<br />
poción astringente que, bajo mis consejos, hizo muy fuerte. Yo tenía ya<br />
una i<strong>de</strong>a.<br />
Probó el brebaje y lo ofreció al príncipe.<br />
Yo sabía que el príncipe no estaba enfermo, pero quería que su séquito<br />
lo creyese tal y <strong>de</strong>seaba que su diarrea cesase a fin <strong>de</strong> que el veneno que<br />
me proponía hacerle beber no saliese <strong>de</strong>masiado rápidamente. Antes <strong>de</strong><br />
la comida que el príncipe encargó en mi honor, volví a mi tienda y me<br />
llené el estómago <strong>de</strong> aceite <strong>de</strong> oliva, lo cual es muy <strong>de</strong>sagradable, pero, a<br />
pesar <strong>de</strong> las náuseas, lo bebí para salvar mi vida. Después tomé una<br />
jarrita <strong>de</strong> vino en el que había mezclado veneno y que había vuelto a<br />
precintar y que era tan pequeña que no contenía más que dos vasos <strong>de</strong>
vino. Regresé a la tienda <strong>de</strong>l príncipe y me senté y me entretuve<br />
contando, a pesar <strong>de</strong> mis náuseas, una serie <strong>de</strong> anécdotas divertidas<br />
sobre las costumbres egipcias, para divertir al príncipe y a sus jefes. Y<br />
Shubbatú se rió verda<strong>de</strong>ramente a gusto mostrando sus bellos dientes; y,<br />
dándome palmadas en la espalda, <strong>de</strong>cía:<br />
-Eres un compañero agradable, Sinuhé, pese a que seas egipcio, y te<br />
tomaré como médico real. En verdad que me muero <strong>de</strong> risa y olvido mis<br />
dolores <strong>de</strong> barriga mientras me cuentas las costumbres amorosas <strong>de</strong> los<br />
egipcios, que me parecen <strong>de</strong>stinadas sobre todo a evitar tener hijos. Pero<br />
yo me propongo enseñarles las costumbre hititas y mis jefes tomarán el<br />
mando <strong>de</strong> las provincias en cuanto le haya dado a Baketamon lo que le<br />
pertenece, lo cual será un gran bien para el país. -Se golpeó las rodillas<br />
bebiendo vino, y riéndose, exclamó-: Quisiera que la princesa estuviese<br />
ya acostada sobre mi alfombrilla, porque tus relatos me han excitado<br />
mucho y quisiera hacerla gemir <strong>de</strong> placer. Por el Cielo sagrado y la Tierra<br />
madre, una vez el país <strong>de</strong> Khatti y Egipto no formen más que un imperio,<br />
ningún Estado podrá resistirnos y someteremos a los cuatro continentes.<br />
Pero será necesario primero infiltrar hierro a Egipto y meterle hierro en<br />
el corazón, a fin <strong>de</strong> que se convenza <strong>de</strong> que la muerte vale más que la<br />
vida. ¡Ojalá este momento venga pronto!<br />
Bebió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber ofrecido una libación al Cielo y otra a la<br />
Tierra, y todos sus compañeros estaban ya un poco ebrios y mis historias<br />
alegres habían <strong>de</strong>svanecido sus sospechas. Y yo aproveché la ocasión<br />
para <strong>de</strong>cir:<br />
-No quiero ofen<strong>de</strong>rte criticando tu vino, Shubbatú, pero no <strong>de</strong>bes<br />
haber probado nunca el vino <strong>de</strong> Egipto, porque, si lo conocieses, todos<br />
los <strong>de</strong>más serían insípidos como el agua en tu boca. Perdóname, pues, si<br />
prefiero beber mi propio vino, porque sólo él me embriaga<br />
convenientemente. Lo llevo siempre conmigo a los festines <strong>de</strong> los<br />
extranjeros.<br />
Sacudí la jarra y rompí el precinto en su presencia y llené mi copa<br />
fingiendo embriaguez; algunas gotas cayeron al suelo y bebí y al terminar<br />
dije:<br />
-He aquí el verda<strong>de</strong>ro vino <strong>de</strong> Menfis, el vino <strong>de</strong> las pirámi<strong>de</strong>s que se<br />
paga a precio <strong>de</strong> oro, fuerte, sabroso y embriagador, sin igual en el mundo.<br />
El vino era verda<strong>de</strong>ramente fuerte y bueno, y yo había añadido mirra,<br />
<strong>de</strong> manera que toda la tienda quedó perfumada, pero en mi lengua<br />
reconocí el sabor <strong>de</strong> la muerte y la copa tembló en mi mano, pero los<br />
hititas lo atribuyeron a mi embriaguez. Shubbatú sintió aumentar su<br />
curiosidad y, tendiéndome la copa, dijo:
-No soy ya un extranjero para ti, puesto que mañana seré tu amo y<br />
señor. Déjame, pues, probar tu vino, a fin <strong>de</strong> que me cerciore <strong>de</strong> que es<br />
tan bueno como preten<strong>de</strong>s.<br />
Pero yo estreché la jarra contra mi pecho y protesté, diciendo:<br />
-No hay para dos ni tengo otra jarra aquí y quiero embriagarme esta<br />
noche, porque es un día <strong>de</strong> júbilo para todo Egipto, ya que es el día <strong>de</strong> la<br />
alianza eterna entre Egipto y el país <strong>de</strong> Khatti.<br />
Y simulando embriaguez comencé a bramar como un asno abrazando<br />
mi jarra, y los hititas reventaban <strong>de</strong> risa y se golpeaban los muslos. Pero<br />
Shubbatú estaba acostumbrado a obtener todo lo que quería y me<br />
suplicó que le hiciese saborear mi vino, <strong>de</strong> manera que acabé por llenar<br />
su copa llorando y vacié la jarra. Y no lloraba en vano, porque temía lo<br />
que iba a ocurrir.<br />
Pero Shubbatú, como si hubiese recelado un peligro, miró a su<br />
alre<strong>de</strong>dor y, a la manera hitita, me tendió la copa, diciendo:<br />
-Prueba mi copa, porque eres mi amigo y quiero testimoniarte mi<br />
favor. No se atrevía a <strong>de</strong>mostrar su <strong>de</strong>sconfianza llamando a su catador<br />
oficial.<br />
Bebí un buen sorbo y él vació la copa y chasqueó la lengua y se recogió<br />
un momento, y <strong>de</strong>spués dijo:<br />
-En verdad, tu vino es fuerte, Sinuhé, y se sube a la cabeza como el<br />
humo y me quema el estómago, pero <strong>de</strong>ja en la boca un sabor amargo<br />
que quiero borrar con el vino <strong>de</strong> las montañas.<br />
Llenó su copa con su vino y la aclaró, y yo sabía que el veneno no haría<br />
su efecto hasta la mañana siguiente, porque su vientre era duro y había<br />
bebido y comido copiosamente.<br />
Bebí tanto como pu<strong>de</strong> fingiendo embriaguez, y <strong>de</strong>spués, al cabo <strong>de</strong><br />
media clepsidra, me hice acompañar a mi tienda y estrechaba contra mi<br />
pecho la jarrita que no quería <strong>de</strong>jar examinar. Una vez los hititas me<br />
hubieron <strong>de</strong>jado sobre mi lecho con toda clase <strong>de</strong> bromas y se hubieron<br />
retirado, me levanté y, metiéndome los <strong>de</strong>dos en la garganta, vomité el<br />
aceite protector y el veneno. Pero mi temor era tal que un sudor frío<br />
corría a lo largo <strong>de</strong> mis miembros y mis rodillas temblaban, y temía que<br />
el veneno hubiese comenzado a obrar. Por esto me hice un lavaje <strong>de</strong><br />
estómago y tomé un contra veneno y acabé vomitando por miedo, sin<br />
necesidad <strong>de</strong> vomitivos. Tuve todavía fuerzas para lavar cuidadosamente<br />
la jarra y hacerla pedazos y enterrar éstos en la arena. Después me tendí<br />
en el lecho sin po<strong>de</strong>r dormir, temblando <strong>de</strong> miedo, y en la oscuridad los<br />
ojos gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Shubbatú me miraban fijos. Porque era verda<strong>de</strong>ramente<br />
un hombre bello, y yo no podía olvidar su risa altiva y juvenil, ni sus<br />
dientes <strong>de</strong> un resplandor tan blanco.
El orgullo hitita vino en mi ayuda, porque al día siguiente Shubbatú,<br />
no sintiéndose bien, rehusó mostrarse e interrumpir el viaje para<br />
<strong>de</strong>scansar. Subió a su litera a costa <strong>de</strong> un gran esfuerzo y consiguió<br />
disimular sus males. Así avanzamos durante toda la jornada y su médico<br />
le administró dos veces astringentes y calmantes que no hicieron sino<br />
aumentar sus dolores y reforzar la acción <strong>de</strong>l veneno, porque una fuerte<br />
diarrea al alba quizá le hubiera salvado todavía la vida.<br />
Pero por la tar<strong>de</strong> cayó en el coma y su mirada se extravió y sus<br />
mejillas se <strong>de</strong>macraron y pali<strong>de</strong>cieron, <strong>de</strong> manera que su médico me<br />
llamó a consulta. Ante el estado <strong>de</strong>l enfermo, no tuve que fingir la<br />
inquietud, porque todo mi cuerpo temblaba, en parte a causa <strong>de</strong>l veneno<br />
que había absorbido. Declaré reconocer la enfermedad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto,<br />
cuyos primeros síntomas había discernido la víspera, pese a que no me<br />
quiso creer. La caravana se <strong>de</strong>tuvo y cuidamos al príncipe en su litera<br />
dándole remedios y laxantes y colocando piedras calientes sobre su<br />
vientre, pero puse buen cuidado en <strong>de</strong>jar que el médico mezclase las<br />
drogas y las administrase él mismo al enfermo abriéndole a la fuerza los<br />
dientes. Pero yo sabía que iba a morir y no quería más que aliviarle la<br />
muerte, puesto que no podía hacer nada más por él.<br />
A la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> lo llevaron a su tienda y los hititas comenzaron a<br />
lamentarse y <strong>de</strong>sgarrar sus vestiduras y a arrojar arena sobre sus<br />
cabellos y herirse con sus puñales, porque tenían miedo por sus vidas y<br />
sabían que el rey no les perdonaría la muerte <strong>de</strong> su hijo confiado a su<br />
custodia. Yo velaba al lado <strong>de</strong>l príncipe junto con el médico hitita y veía<br />
aquel muchacho, ayer aún tan vigoroso, <strong>de</strong>slizarse lentamente hacia la<br />
muerte.<br />
El médico hitita se rompía la cabeza para hallar la causa <strong>de</strong> aquella<br />
brusca enfermedad, pero los síntomas no diferían <strong>de</strong> los <strong>de</strong> una fuerte<br />
diarrea y nadie podía pensar en el veneno, puesto que yo había bebido en<br />
la misma copa que él. Así nadie sospechó <strong>de</strong> mí y puedo vanagloriarme<br />
<strong>de</strong> haber realizado hábilmente mi cometido para el mayor bien <strong>de</strong><br />
Egipto, pero no sentía el menor orgullo <strong>de</strong> mi habilidad al ver morir al<br />
príncipe Shubbatú.<br />
Al día siguiente recobró el conocimiento y al acercarse la muerte no<br />
era más que un chiquillo enfermo que llama a su madre. Y una voz débil<br />
y lastimera <strong>de</strong>cía:<br />
-Madre, madre, madre mía.<br />
Después sus dolores se calmaron y sonrió con una sonrisa <strong>de</strong> niño y<br />
recordó su sangre real. Hizo llamar a sus jefes y dijo:<br />
3
-No hay que acusar a nadie <strong>de</strong> mi muerte, pues,es causada por la<br />
enfermedad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y he sido cuidado por el mejor médico <strong>de</strong>l país<br />
<strong>de</strong> los Khatti. Pero su arte no ha podido salvarme porque es voluntad <strong>de</strong>l<br />
Cielo y la Tierra que muera, y seguramente el <strong>de</strong>sierto no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />
Tierra, sino <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> Egipto, porque protege a este país. Sabed,<br />
pues, todos, que los hititas no <strong>de</strong>ben penetrar nunca más en el <strong>de</strong>sierto,<br />
porque mi muerte es la prueba <strong>de</strong> ello y otra prueba fue la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong><br />
nuestros carros en el <strong>de</strong>sierto. Por esto <strong>de</strong>béis dar a los médicos regalos<br />
dignos <strong>de</strong> ellos, y tú, Sinuhé, saluda a la princesa Baketamon y dile que la<br />
libero <strong>de</strong> todas sus promesas, lamentando infinitamente no haber<br />
podido llevarla al lecho nupcial por su propio placer y el mío. En verdad<br />
<strong>de</strong>bes transmitirle este saludo, porque al morir pienso en ella como en<br />
una princesa <strong>de</strong> leyenda y muero con su belleza sin edad <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis<br />
ojos, pese a que yo no la haya visto nunca.<br />
Murió sonriendo, porque, algunas veces, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s dolores<br />
la muerte llega con una beatitud sonriente, y sus ojos, que se extinguían<br />
lentamente, veían maravillosas visiones.<br />
Los hititas metieron su cuerpo en una jarra llena <strong>de</strong> vino y <strong>de</strong> miel,<br />
para llevárselo a la tumba real <strong>de</strong> las montañas don<strong>de</strong> las águilas y los<br />
lobos velan por el reposo <strong>de</strong> los dioses hititas. Todos estaban<br />
emocionados por mi compasión y mis lágrimas, y consintieron sin<br />
inconveniente en darme una tablilla atestiguando que no era en absoluto<br />
responsable <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l príncipe Shubbatú y que no había<br />
economizado mis esfuerzos y mis penas por tratar <strong>de</strong> salvarlo. Pusieron<br />
sus sellos en la tablilla, así como el sello <strong>de</strong>l príncipe Shubbatú, a fin <strong>de</strong><br />
que no recayese sobre mí en Egipto la menor sospecha <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l<br />
príncipe. Y es porque juzgaban a Egipto como a su propio país y se<br />
imaginaban que la princesa Baketamon me haría matar cuando se<br />
enterase <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su prometido.<br />
Así fue como salvé verda<strong>de</strong>ramente a Egipto <strong>de</strong>l yugo hitita y hubiera<br />
<strong>de</strong>bido estar contento <strong>de</strong> mí, pero no lo estaba en absoluto y tenía la<br />
impresión <strong>de</strong> que, doquiera que fuese, la muerte me seguía pisándome<br />
los talones. Me había hecho médico para curar y sembrar la vida, y mi<br />
padre y mi madre habían muerto por mi culpa, Minea sucumbió por mi<br />
<strong>de</strong>bilidad, y Merit y el pequeño Thot sucumbieron a causa <strong>de</strong> mi ceguera<br />
y el faraón Akhenaton pereció a causa <strong>de</strong> mi odio y <strong>de</strong> mi amor a Egipto.<br />
Todos los que amé perecieron por culpa mía <strong>de</strong> muerte violenta, así<br />
como el príncipe Shubbatú, a quien había aprendido a querer durante el<br />
tiempo que duró su agonía. Una maldición me acompañaba por doquier.<br />
Regresé a Tanis y <strong>de</strong> allí a Menfis y <strong>de</strong>spués a Tebas. Mi barca abordó<br />
cerca <strong>de</strong> la mansión dorada y me presenté <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Ai y <strong>de</strong> Horemheb,<br />
y les dije:
-Vuestra voluntad ha sido cumplida. El príncipe Shubbatú ha muerto<br />
en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí y ni la menor sombra caerá sobre Egipto.<br />
Ante esta noticia se alegraron mucho, y Ai, tomando una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />
oro <strong>de</strong>l portacetro, me la colocó en el cuello, y Horemheb dijo:<br />
-Ve a ver a la princesa Baketamon, porque si le llevamos esta noticia<br />
no nos creerá y pensará que hemos hecho asesinar al príncipe por celos.<br />
La princesa Baketamon me recibió, y su boca y sus mejillas estaban<br />
pintadas <strong>de</strong> rojo, pero en sus gran<strong>de</strong>s ojos ovalados acechaba la muerte.<br />
Y le dije:<br />
-Tu pretendiente, el príncipe Shubbatú, te ha liberado <strong>de</strong> tus<br />
promesas, porque ha muerto en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí <strong>de</strong> la enfermedad<br />
intestinal <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, a pesar <strong>de</strong> todos mis cuidados y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l médico<br />
hitita.<br />
Baketamon se arrancó los brazaletes <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> sus muñecas y me los<br />
dio, diciéndome:<br />
-Tu mensaje es bueno, Sinuhé, y te doy las gracias por él, porque he<br />
sido consagrada sacerdotisa <strong>de</strong> Sekhmet y mi traje dorado está<br />
preparado ya para la fiesta <strong>de</strong> la Victoria. Pero comienzo a conocer muy<br />
bien esta enfermedad intestinal, Sinuhé, y me acuerdo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong><br />
mi hermano, el faraón Akhenaton. Por esto te digo que maldito seas,<br />
Sinuhé, y maldito seas para toda la eternidad, que tu tumba sea maldita y<br />
tu nombre olvidado para siempre jamás, porque has hecho <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong><br />
los faraones un juguete <strong>de</strong> bandoleros y has profanado para siempre más<br />
la sangre sagrada <strong>de</strong> los faraones.<br />
Yo bajé la cabeza y puse mis manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas y dije:<br />
-Que tus palabras sean cumplidas.<br />
Y salí, y ella hizo barrer el suelo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí hasta el umbral <strong>de</strong> la<br />
mansión dorada.<br />
Entretanto, el cuerpo <strong>de</strong>l faraón Tutankhamon había sido preparado<br />
para la eternidad y Ai encargó a los sacerdotes que lo transportasen<br />
rápidamente a su tumba <strong>de</strong>l Valle <strong>de</strong> los Muertos. Se llevaron ricos<br />
regalos, pero eran pocos, porque Ai había robado mucho. En cuanto se<br />
hubieron puesto los sellos a la tumba <strong>de</strong> este faraón insignificante, Ai dio<br />
por terminado el luto y Horemheb hizo ocupar por sus soldados todas las<br />
plazas <strong>de</strong> Tebas. Pero nadie se opuso a la coronación <strong>de</strong> Al, porque el<br />
pueblo estaba agotado <strong>de</strong> cansancio como un animal arrojado a lanzadas<br />
por una ruta sin fin, y nadie preguntó qué <strong>de</strong>rechos tenía a la corona.<br />
4
Ai fue consagrado faraón por los sacerdotes, a quienes había dado<br />
inmensos regalos y el pueblo lo aclamó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l gran templo <strong>de</strong><br />
Amón, porque había distribuido pan y cerveza, lo cual era un regalo<br />
principesco, tan empobrecido estaba Egipto. Pero eran muchos los que<br />
sabían que el po<strong>de</strong>r real pertenecía a Horemheb y se preguntaban por<br />
qué no habría ceñido la doble corona.<br />
Pero Horemheb sabía lo que hacía, porque la copa <strong>de</strong> los sufrimientos<br />
no estaba vacía aún. En efecto, noticias alarmantes llegaban <strong>de</strong>l país <strong>de</strong><br />
Kush, don<strong>de</strong> habría que guerrear con los negros, y <strong>de</strong>spués habría<br />
todavía que volver a pelear con los hititas a causa <strong>de</strong> Siria. Por esto<br />
Horemheb <strong>de</strong>seaba que el pueblo acusase a Ai <strong>de</strong> todos los sufrimientos<br />
<strong>de</strong>bidos a la guerra, para que <strong>de</strong>spués lo saludara a él como vencedor que<br />
trae <strong>de</strong> nuevo la paz y la prosperidad.<br />
Ai estaba <strong>de</strong>slumbrado por el resplandor <strong>de</strong> sus coronas y gozaba <strong>de</strong><br />
ellas plenamente. Cumplió la promesa hecha a Horemheb el día <strong>de</strong> la<br />
muerte <strong>de</strong>l faraón Akhenaton. Por esto los sacerdotes llevaron el cortejo<br />
a la princesa Baketamon al templo <strong>de</strong> la diosa Sekhmet y la vistieron <strong>de</strong><br />
rojo y la adornaron con las joyas <strong>de</strong> la diosa y la hicieron subir al altar.<br />
Horemheb celebró su triunfo sobre los hititas y fue aclamado por el<br />
pueblo y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l templo distribuyó ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro a sus soldados y<br />
los licenció. Y <strong>de</strong>spués penetró en el templo y los sacerdotes cerraron las<br />
puertas <strong>de</strong> cobre <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. Sekhmet se le apareció bajo los rasgos <strong>de</strong><br />
Baketamon y tomó lo que le pertenecía, porque era soldado y había<br />
esperado mucho tiempo.<br />
Aquella noche Tebas festejó a Sekhmet y el cielo se enrojeció y los<br />
soldados <strong>de</strong> Horemheb vaciaron las tabernas y tugurios y <strong>de</strong>rribaron las<br />
puertas <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> placer. Muchos fueron heridos y los soldados<br />
ebrios provocaron muchos incendios, pero al alba los hombres se<br />
trasladaron al templo <strong>de</strong> Sekhmet para asistir a la salida <strong>de</strong> Horemheb.<br />
Lanzaron gritos en todas las lenguas y blasfemaron <strong>de</strong> sorpresa al ver<br />
aparecer a su jefe, porque Sekhmet había sido fiel a su aspecto <strong>de</strong> leona,<br />
y el rostro, los brazos y los hombros <strong>de</strong> Horemheb estaban llenos <strong>de</strong><br />
arañazos como si una leona lo hubiese <strong>de</strong>sgarrado. Los soldados<br />
estuvieron encantados y lo quisieron más todavía. Pero la princesa<br />
Baketamon, sin mostrarse a la muchedumbre, fue <strong>de</strong>vuelta a palacio por<br />
los sacerdotes.<br />
Tal fue la noche <strong>de</strong> novios <strong>de</strong> mi amigo Horemheb y no sé qué placer<br />
obtuvo <strong>de</strong> ella, porque poco <strong>de</strong>spués reunió sus tropas cerca <strong>de</strong> la<br />
primera catarata para preparar la campaña contra el país <strong>de</strong> Kush. Y<br />
durante esta campaña los sacerdotes <strong>de</strong> Sekhmet no carecieron <strong>de</strong><br />
víctimas, sino que prosperaron y se engordaron, tanto abundaba el vino<br />
y la carne en el templo.<br />
Ai gozaba <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río y <strong>de</strong>cía:
-Nadie es superior a mí en todo el país <strong>de</strong> Kemi, y poco importa que<br />
muera o viva, porque el faraón no muere jamás, sino que vive<br />
eternamente, y subiré a la barca dorada <strong>de</strong> mi padre Amón. Y me alegro<br />
<strong>de</strong> ello, porque no quisiera que Osiris pesase mi corazón en su balanza, y<br />
sus asesores, los justos babuinos, podrían presentar graves acusaciones<br />
contra mí y lanzar mi alma a las fauces <strong>de</strong>l Devorador. Porque tengo ya<br />
años, y en la oscuridad mis actos se me aparecen a menudo. Felizmente,<br />
no tengo por qué temer la muerte, puesto que soy faraón.<br />
Pero yo le respondí con tono irónico:<br />
-Eres viejo ya y te creía más cuerdo. ¿Crees acaso en serio que el aceite<br />
pestilente <strong>de</strong> los sacerdotes te ha hecho inmortal? En verdad te digo que<br />
con corona o sin ella eres siempre el mismo hombre y la muerte no te<br />
respetará.<br />
El comenzó a gemir, y con voz plañi<strong>de</strong>ra dijo:<br />
-¿ Es, pues, en vano que he cometido tan malas acciones y he<br />
sembrado la muerte a mi alre<strong>de</strong>dor toda mi vida? No, seguramente te<br />
equivocas, Sinuhé, y los sacerdotes me salvarán <strong>de</strong> los abismos <strong>de</strong> los<br />
infiernos y mi cuerpo vivirá eternamente. Mi cuerpo es divino, puesto<br />
que soy faraón y nadie pue<strong>de</strong> reprocharme nada, puesto que soy el<br />
faraón.<br />
Así fue como su razón comenzó a naufragar y no obtuvo ya goce<br />
alguno <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>río. Temiendo por su salud se privaba <strong>de</strong>l vino y se<br />
alimentaba <strong>de</strong> pan seco y leche cocida. Su cuerpo estaba <strong>de</strong>masiado<br />
agotado para gozar <strong>de</strong> las mujeres. Poco a poco comenzó a temer un<br />
atentado y no osaba tocar los alimentos por temor a ser envenenado. Así<br />
sus malda<strong>de</strong>s lo asediaban durante su vejez, y se volvió <strong>de</strong>sconfiado y<br />
cruel y todo el mundo huía <strong>de</strong> él.<br />
Pero el grano <strong>de</strong> cebada comenzaba a germinar en la princesa<br />
Baketamon, y en su cólera y su <strong>de</strong>specho trató <strong>de</strong> matar al hijo que<br />
llevaba en su seno, pero sin conseguirlo. Al término <strong>de</strong> su embarazo dio a<br />
luz a un niño <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s dolores, porque sus ca<strong>de</strong>ras eran<br />
estrechas, y le quitaron a su hijo para que no lo maltratase. Sobre este<br />
chiquillo se contaron muchas historias y hubo quien pretendió incluso<br />
que había nacido con cabeza <strong>de</strong> león, pero yo puedo asegurar que era un<br />
chiquillo normal a quien Horemheb hizo dar el nombre <strong>de</strong> Ramsés.<br />
Horemheb estaba ahora haciendo la guerra en el país <strong>de</strong> Kush y sus<br />
carros causaban gran<strong>de</strong>s estragos entre los negros, que no estaban<br />
acostumbrados a estos artefactos. Incendió sus poblados y sus cabañas y<br />
mandó mujeres y niños como esclavos <strong>de</strong> Egipto, pero alistó a los<br />
hombres e hizo <strong>de</strong> ellos excelentes soldados, puesto que no tenían ya<br />
mujeres ni hijos. Y así reclutó un nuevo ejército en previsión <strong>de</strong> otra<br />
guerra contra los hititas, porque los negros eran robustos y no temían a<br />
la muerte cuando habían bailado al son <strong>de</strong> sus tambores.
Horemheb mandó también a Egipto los rebaños tomados a los negros<br />
y pronto el trigo comenzó a brotar en el país <strong>de</strong> Kemi y los chiquillos no<br />
carecieron ya <strong>de</strong> leche ni los sacerdotes <strong>de</strong> carne para sus sacrificios.<br />
Pero tribus enteras abandonaron sus poblados <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kush para<br />
huir a las estepas más allá <strong>de</strong> las fronteras, en el país <strong>de</strong> las jirafas y los<br />
elefantes, <strong>de</strong> manera que el país <strong>de</strong> Kush permaneció <strong>de</strong>sierto durante<br />
muchos años. Pero Egipto no sufrió con ello, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos<br />
<strong>de</strong>l faraón Akhenaton este país no había pagado su tributo, a pesar <strong>de</strong><br />
que en las épocas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones hubiese sido la mejor fuente <strong>de</strong><br />
riquezas <strong>de</strong> Egipto y más próspero que Siria.<br />
Después <strong>de</strong> una campaña <strong>de</strong> dos años, Horemheb regresó a Tebas con<br />
un rico botín y distribuyó regalos y donativos entre la población, y Tebas<br />
festejó su triunfo durante diez días y diez noches y todo trabajo cesó en la<br />
ciudad, y los soldados ebrios rondaban por las calles balando como<br />
cabras y las mujeres <strong>de</strong> Tebas dieron a luz a muchos hijos <strong>de</strong> piel oscura.<br />
Horemheb tenía a su hijo en brazos y le enseñaba a andar y<br />
orgullosamente <strong>de</strong>cía:<br />
-Mira, Sinuhé, <strong>de</strong> mis flancos ha brotado una nueva dinastía y en las<br />
venas <strong>de</strong> mi hijo corre sangre real, pese a que yo haya nacido con mis<br />
pies en el estiércol.<br />
Fue a ver a Ai, pero éste, presa <strong>de</strong> terror, cerró la puerta y amontonó<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella los muebles y su lecho, gritando:<br />
-Vete, Horemheb, porque soy el faraón y sé que vienes a matarme<br />
para robarme las coronas.<br />
Pero Horemheb se echó a reír y hundió la puerta <strong>de</strong> un puntapié y lo<br />
sacudió entre sus manos diciendo:<br />
-No quiero matarte, viejo zorro, porque eres para mí algo más que un<br />
suegro y tu vida me es preciosa. Debes aguantar todavía el tiempo <strong>de</strong><br />
otra guerra, Ai, pese a que la baba caiga <strong>de</strong> tus labios, a fin <strong>de</strong> que el<br />
pueblo tenga un faraón en quien <strong>de</strong>scargar su cólera.<br />
Horemheb llevó gran<strong>de</strong>s regalos a su esposa Baketamon, arena<br />
aurífera en cestas trenzadas, pieles <strong>de</strong> león que había matado con las<br />
flechas, plumas <strong>de</strong> avestruz y monos vivos, pero ella se negó a mirar<br />
estos regalos y dijo:<br />
-Eres quizá mi marido ante los hombres y te he dado un hijo. Pero<br />
esto <strong>de</strong>be bastarte, porque <strong>de</strong>bes saber que si me tocas escupiré en tu<br />
lecho y te seré infiel como jamás una mujer ha sido infiel a su marido.<br />
Para cubrirte <strong>de</strong> oprobio me acostaré con los esclavos y los faquines y me<br />
divertiré en las plazas públicas <strong>de</strong> Tebas con los borriqueros. Porque<br />
apestas a sangre y tu sola presencia me causa náuseas.<br />
Esta resistencia excitó todavía más la pasión <strong>de</strong> Horemheb, que vino a<br />
exponerme sus preocupaciones y contratiempos. Yo le aconsejé que<br />
ofreciese sus tributos a otras mujeres, pero él protestó con indignación,
porque Baketamon era la única mujer a quien amaba y había <strong>de</strong>seado<br />
durante muchos años, absteniéndose incluso a menudo <strong>de</strong> divertirse con<br />
otras mujeres. Me pidió una droga para inspirar los <strong>de</strong>seos amorosos <strong>de</strong><br />
Baketamon, pero yo me negué a ello. Entonces se dirigió a otros médicos<br />
y le dieron drogas peligrosas que hizo beber a Baketamon y pudo una vez<br />
aprovecharse <strong>de</strong> su sueño para gozar con ella. Pero cuando la abandonó,<br />
ella lo <strong>de</strong>testaba todavía más que antes y le dijo:<br />
-Acuérdate <strong>de</strong> lo que te he dicho, ya estás advertido.<br />
Pero Horemheb se marchó en breve a Siria a preparar la guerra contra<br />
los hititas y <strong>de</strong>cía:<br />
-En Ka<strong>de</strong>sh es don<strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s faraones han plantado los jalones <strong>de</strong><br />
Egipto y no me <strong>de</strong>tendré hasta que mis carros hayan penetrado en<br />
Ka<strong>de</strong>sh en llamas.<br />
Pero al darse cuenta <strong>de</strong> que el grano <strong>de</strong> cebada comenzaba <strong>de</strong> nuevo a<br />
germinar en ella, Baketamon se encerró en sus habitaciones para ocultar<br />
su vergüenza. Le entregaban los alimentos por un ventanillo <strong>de</strong> la puerta,<br />
y cuando el término se acercó tuvieron que vigilarla, porque temían que<br />
quisiera parir sola y <strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> su hijo como las mujeres que<br />
<strong>de</strong>positan a sus hijos en cestos <strong>de</strong> mimbre en la corriente <strong>de</strong>l Nilo. Pero<br />
no hizo nada <strong>de</strong> esto y, llamando a los médicos, soportó sonriendo los<br />
dolores <strong>de</strong>l parto y dio a luz otro niño, al que dio el nombre <strong>de</strong> Sethos sin<br />
consultar a Horemheb. Detestaba tanto a este hijo suyo que le dio el<br />
nombre <strong>de</strong> Seth, porque <strong>de</strong>cía había sido engendrado por este espíritu<br />
<strong>de</strong>l mal.<br />
En cuanto estuvo restablecida se hizo perfumar y pintar y vestir <strong>de</strong><br />
lino real y se fue sola al mercado <strong>de</strong> pescado <strong>de</strong> Tebas. E interpelaba a los<br />
conductores <strong>de</strong> las recuas y a los faquines y pescadores y les <strong>de</strong>cía:<br />
-Soy la princesa Baketamon, la esposa <strong>de</strong> Horemheb, el ilustre<br />
capitán. Le he dado dos hijos, pero es un<br />
hombre aburrido y perezoso que apesta a sangre y no siento goce<br />
ninguno con él. Venid, pues, a divertiros conmigo, porque me gustan<br />
vuestras manos callosas, vuestro sano olor <strong>de</strong> estiércol y el olor a<br />
pescado.<br />
Pero los hombres tenían miedo <strong>de</strong> ella y se apartaban, y ella los<br />
perseguía para seducirlos y, mostrándoles su bello pecho, les <strong>de</strong>cía:<br />
-¿No soy acaso suficientemente bella para vosotros? ¿Por qué vaciláis?<br />
Soy quizá vieja y fea, pero no os pido ningún regalo y sí sólo una piedra,<br />
una piedra cualquiera; pero cuanto mayor haya sido vuestro placer<br />
conmigo, más gran<strong>de</strong> tiene que ser la piedra.<br />
Jamás hasta entonces se había visto cosa parecida. Poco a poco los<br />
ojos <strong>de</strong> los hombres comenzaron a brillar y su pasión se inflamó ante la<br />
belleza que se ofrecía a ellos y el olor <strong>de</strong> las sustancias aromáticas se les<br />
subía a la cabeza y se <strong>de</strong>cían:
-Es, ciertamente, una diosa que se nos aparece, porque somos agradables<br />
a sus ojos. Por esto sería falso resistir a su voluntad, porque el placer<br />
que nos ofrece es ciertamente un placer divino.<br />
Y otros dijeron:<br />
-En todo caso, este placer no nos costará caro, porque incluso las<br />
negras exigen por lo menos un trozo <strong>de</strong> cobre. Es seguramente una<br />
sacerdotisa que recoge materiales para erigir un templo a Bastet y<br />
complaceremos a los dioses ejecutando su voluntad.<br />
Y ella se los llevaba poco a poco hacia la ribera y a los cañaverales, al<br />
abrigo <strong>de</strong> las miradas. Y durante todo el día la princesa Baketamon se<br />
divirtió con los hombres <strong>de</strong>l mercado <strong>de</strong> pescado y no los <strong>de</strong>cepcionó,<br />
sino que se aplicó a proporcionarles placer, y ellos le regalaron piedras,<br />
incluso piedras talladas <strong>de</strong> las que se compran en casa <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res<br />
<strong>de</strong> piedras.<br />
Y ellos <strong>de</strong>cían:<br />
-En verdad que no hemos conocido jamás una mujer parecida, porque<br />
su boca es <strong>de</strong> miel y sus senos son<br />
como manzanas maduras y su abrazo es ardiente como las brasas que<br />
fríen el pescado.<br />
Y le suplicaron que volviese prometiéndole prepararle gruesas<br />
piedras, y ella les sonrió púdicamente dándoles las gracias por su<br />
gentileza y el gran placer que le habían dado. Al regresar por la tar<strong>de</strong> al<br />
palacio dorado tuvo que alquilar una gran barca para transportar todas<br />
las piedras recibidas durante el día.<br />
Al día siguiente, en una gran barca, fue al mercado <strong>de</strong> legumbres e<br />
interpeló a los campesinos que llegaban al alba con sus bueyes y sus<br />
asnos, y cuyas manos eran rudas y tenían la piel curtida por el sol. Y a los<br />
barren<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> las calles y a los vendimiadores les hablaba también<br />
diciéndoles:<br />
-Soy la princesa Baketamón, esposa <strong>de</strong>l ilustre capitán Horemheb.<br />
Pero es un hombre aburrido y holgazán y su cuerpo es impotente, <strong>de</strong><br />
manera que no me proporciona el menor placer. Me maltrata y me priva<br />
<strong>de</strong> mis hijos, y me arroja <strong>de</strong> su casa, <strong>de</strong> manera que no tengo siquiera un<br />
techo sobre mi cabeza. Venid, pues, a divertiros conmigo y<br />
proporcionarme placer, porque no os pido más que una piedra a cada<br />
uno.<br />
Los campesinos y los barren<strong>de</strong>ros y los guardianes negros quedaron<br />
sorprendidos, pero ella les <strong>de</strong>scubrió sus encantos y los llevó hacia los<br />
cañaverales <strong>de</strong> la ribera, y ellos abandonaron sus cestos <strong>de</strong> hortalizas,<br />
sus bueyes, sus asnos y sus escobas para seguirla. Y <strong>de</strong>cían:<br />
-No todos los días se ofrece un tal regalo a un pobre diablo y su piel no<br />
recuerda la <strong>de</strong> nuestras esposas porque huele bien. Estaríamos locos si
no aprovechásemos una ocasión como ésta para darle el placer que nos<br />
pi<strong>de</strong>, puesto que es una mujer abandonada.<br />
Y se divertían con ella y le regalaban piedras, y los campesinos<br />
compraron las piedras <strong>de</strong>l umbral <strong>de</strong> las tabernas, y los guardianes<br />
robaron las losas <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong>l faraón. Pero sentían cierta angustia<br />
porque se <strong>de</strong>cían:<br />
-Si verda<strong>de</strong>ramente es la mujer <strong>de</strong> Horemheb, éste nos matará,<br />
porque es más terrible que un león y es celoso y suspicaz. Pero si somos<br />
muy numerosos no nos podrá matar, y por esto, en interés nuestro, hay<br />
que llevarle muchas piedras.<br />
Y por esto regresaron al mercado <strong>de</strong> hortalizas y contaron lo ocurrido<br />
a sus amigos y los condujeron a la ribera, <strong>de</strong> manera que se formó un<br />
largo sen<strong>de</strong>ro en los cañaverales, y a la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> el cañaveral<br />
estaba como si los hipopótamos se hubiesen acostado en él. El mayor<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n reinaba en el mercado <strong>de</strong> hortalizas y se robaban cargamentos<br />
enteros, y los bueyes y los asnos se agitaban porque no tenían qué beber,<br />
y los dueños <strong>de</strong> las tabernas corrían y se arrancaban el cabello<br />
lamentando las piedras que les habían robado. Y entonces la princesa<br />
Baketamón dio las gracias púdicamente a los hombres <strong>de</strong>l mercado por<br />
su gran amabilidad y el placer que le habían proporcionado, y los<br />
hombres cargaron las piedras en la barca, que estuvo a punto <strong>de</strong><br />
zozobrar, y los esclavos tuvieron que penar para atravesar el río hasta la<br />
mansión dorada.<br />
Aquella misma noche todo Tebas sabía que la diosa <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> gato<br />
se había aparecido al pueblo y había gozado con él, y los rumores más<br />
extraños corrían por la ciudad, porque los hombres que no creían en los<br />
dioses inventaban otras explicaciones.<br />
Al día siguiente la princesa fue al mercado <strong>de</strong> carbón y se divirtió todo<br />
el día, y por la noche la ribera <strong>de</strong>l Nilo estaba negra <strong>de</strong> carbón y<br />
pisoteada, y los sacerdotes <strong>de</strong> muchos pequeños templos se quejaban <strong>de</strong><br />
la impiedad <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong>l mercado <strong>de</strong> carbón, que no vacilaban en<br />
arrancar las piedras <strong>de</strong> los templos y que <strong>de</strong>cían con jactancia:<br />
-En verdad hemos saboreado <strong>de</strong>licias divinas y sus labios se fundían<br />
en nuestras bocas y sus pechos eran<br />
como ascuas en nuestras manos y no sabíamos que pudiese existir en<br />
este mundo un goce parecido.<br />
Pero cuando se extendió por Tebas la noticia <strong>de</strong> que la diosa había<br />
aparecido por tercera vez, una gran inquietud se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la ciudad, e<br />
incluso los hombres más respetables abandonaban a sus mujeres y<br />
arrancaban las piedras <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong>l faraón, <strong>de</strong> manera que al día<br />
siguiente cada hombre llevaba una piedra bajo el brazo esperando con<br />
impaciencia la aparición <strong>de</strong> la diosa <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> gato. También los
sacerdotes estaban turbados y enviaban guardias con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener a<br />
la mujer que tanto escándalo y agitación causaba.<br />
Pero aquel día la princesa Baketamon no se movió <strong>de</strong> palacio para<br />
<strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> sus fatigas y se mostró sonriente y amable, lo cual<br />
sorprendió profundamente a la Corte, porque nadie podía pensar que<br />
fuese ella la mujer misteriosa que aparecía en la ciudad <strong>de</strong> Tebas y se<br />
divertía con los pescadores y barren<strong>de</strong>ros.<br />
Después <strong>de</strong> haber examinado las piedras <strong>de</strong> diferentes tamaños y<br />
colores que había coleccionado, la princesa hizo que llamaran al<br />
arquitecto <strong>de</strong> las caballerizas reales y le dijo:<br />
-He recogido estas piedras en la ribera y son sagradas para mí, y a<br />
cada una <strong>de</strong> ellas va unido un dulce recuerdo, y cuanto mayor es la<br />
piedra, más dulce es el recuerdo. Debes, pues, con estas piedras<br />
construirme un pabellón <strong>de</strong> recreo para que tenga un techo sobre mi<br />
cabeza, porque mi marido me <strong>de</strong>sprecia, como <strong>de</strong>bes saber<br />
probablemente. Quiero que el pabellón sea amplio, con las pare<strong>de</strong>s<br />
elevadas, porque voy a seguir recolectando piedras, y recogeré tantas<br />
como sean necesarias.<br />
El arquitecto era un hombre sencillo y quedó sorprendido, y dijo:<br />
-Noble princesa Baketamon, temo no estar a la altura <strong>de</strong> mi cometido,<br />
porque estas piedras son muy difíciles <strong>de</strong> ajustar, y tendrías que dirigirte<br />
a un constructor <strong>de</strong> templos o a un artista, porque no puedo<br />
comprometer por mi ignorancia la realización <strong>de</strong> tu bello proyecto.<br />
Pero ella tocó púdicamente sus hombros callosos y dijo:<br />
-Constructor <strong>de</strong> las caballerizas reales, no soy más que una pobre<br />
mujer a quien su marido abandona y no tengo medios <strong>de</strong> recurrir a un<br />
gran arquitecto. No podré hacerte un buen regalo como yo quisiera, pero<br />
cuando el pabellón esté terminado irás a verlo conmigo y nos<br />
divertiremos juntos, te lo prometo. No tengo nada que ofrecerte más que<br />
un poco <strong>de</strong> placer, pero tú me lo darás también a mí, porque eres<br />
robusto.<br />
El hombre se quedó vivamente impresionado por estas palabras y<br />
admiró la belleza <strong>de</strong> la princesa y recordó todas las leyendas en que las<br />
princesas se enamoraban <strong>de</strong> hombres sencillos y se divertían con ellos.<br />
Verdad era que tenía miedo <strong>de</strong> Horemheb, pero el <strong>de</strong>seo fue más fuerte<br />
que sus temores y las palabras <strong>de</strong> Baketamon lo halagaban. Por esto se<br />
puso al trabajo con todo su ardor, recurriendo a toda su habilidad y<br />
perdía el sueño buscando combinaciones para todas las piedras. El <strong>de</strong>seo<br />
y el amor hicieron <strong>de</strong> él un verda<strong>de</strong>ro artista, porque cada día veía a la<br />
princesa y su corazón se conmovía, y trabajaba como un insensato,<br />
a<strong>de</strong>lgazándose y <strong>de</strong>macrándose, <strong>de</strong> manera que terminó construyendo<br />
con aquellas piedras un pabellón como no se había visto nunca.
Cuando las piedras se terminaron, Baketamon tuvo que procurarse<br />
más. Por esto iba a Tebas y recibía piedras en las plazas y en la Avenida<br />
<strong>de</strong> los Carneros y también en los parques <strong>de</strong> los templos, y pronto no<br />
hubo lugar en Tebas don<strong>de</strong> ella no hubiese mendigado piedras. Para<br />
terminar, los sacerdotes y los guardianes acabaron sorprendiéndola y<br />
quisieron llevarla ante los jueces, pero ella, levantando orgullosamente la<br />
cabeza, dijo:<br />
-Soy la princesa Baketamón y quisiera ver quién se atrevería a ser mi<br />
juez, porque por mis venas corre la sangre sagrada <strong>de</strong> los faraones y soy<br />
la here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los faraones. Pero no os castigaré por vuestra imbecilidad,<br />
y me divertiré a gusto con vosotros, porque sois fuertes y robustos, pero<br />
cada uno <strong>de</strong> vosotros tendrá que regalarme una piedra, que tomaréis en<br />
la casa <strong>de</strong> los jueces o en el templo, y cuanto mayor sea la piedra más<br />
placer os daré, y cumpliré mi promesa, porque soy ya muy hábil en el<br />
arte <strong>de</strong> amar.<br />
Los guardias la miraron y la locura se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> ellos como <strong>de</strong> los<br />
otros hombres, y con sus lanzas soltaron las gruesas piedras <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />
los jueces y <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Amón y se las llevaron, y ella cumplió<br />
generosamente su promesa. Pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir en su favor que jamás se<br />
comportó con <strong>de</strong>sfachatez recogiendo las piedras, y una vez se había<br />
divertido con los hombres se velaba púdicamente y bajaba los ojos y no<br />
permitía a nadie que la tocase. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este inci<strong>de</strong>nte tuvo que<br />
entrar en las casas <strong>de</strong> placer para reunir las piedras sin que nadie la<br />
inquietase, y los dueños sacaron <strong>de</strong> ella gran provecho.<br />
En aquel tiempo todo el mundo sabía ya lo que hacía la princesa<br />
Baketamon y la gente <strong>de</strong> la Corte iba en secreto a ver el pabellón que se<br />
levantaba en el parque. Al ver la altura <strong>de</strong> los muros y el número <strong>de</strong><br />
piedras, las damas <strong>de</strong> la Corte se llevaban la mano a la boca y lanzaban<br />
exclamaciones <strong>de</strong> sorpresa. Pero nadie se atrevía a hablar <strong>de</strong> ello a la<br />
princesa, y cuando Ai fue informado <strong>de</strong> la conducta <strong>de</strong> la princesa<br />
Baketamon, en lugar <strong>de</strong> intervenir con una reprimenda sintió en su<br />
locura senil un gran júbilo, porque sabía que para Horemheb sería todo<br />
aquello una tremenda humillación.<br />
Y Horemheb seguía haciendo la guerra en Siria y recuperó <strong>de</strong> los<br />
hititas Sidón, Simyra y Biblos, y mandó muchos esclavos y botín a Egipto<br />
y expidió ricos presentes para su mujer. Todo el mundo sabía ya en<br />
Tebas lo que ocurría en la mansión dorada, pero nadie tenía la osadía<br />
suficiente para informar <strong>de</strong> ello a Horemheb, y los hombres que había<br />
colocado en el palacio para velar por sus intereses cerraban los ojos<br />
sobre la conducta <strong>de</strong> Baketamon, diciendo:<br />
-Es una cuestión <strong>de</strong> familia y valdría más meter la mano bajo la muela<br />
<strong>de</strong> un molino que intervenir en una<br />
querella entre marido y mujer.
Por esto Horemheb ignoró todo lo ocurrido, y creo que fue una suerte<br />
para Egipto, porque el conocimiento <strong>de</strong> la conducta <strong>de</strong> Baketamon<br />
hubiera turbado consi<strong>de</strong>rablemente su calma durante las operaciones<br />
militares.<br />
He hablado extensamente <strong>de</strong> lo ocurrido durante el reinado <strong>de</strong> Ai y<br />
poco <strong>de</strong> mí. Pero es natural, porque no tengo gran cosa que añadir. En<br />
efecto, la corriente <strong>de</strong> mi vida no hervía ya, iba calmándose y se <strong>de</strong>slizaba<br />
como agua mansa. Vivía tranquilamente con Muti en la casa que había<br />
hecho construir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l incendio; mis piernas estaban cansadas <strong>de</strong><br />
correr las rutas polvorientas, mis ojos fatigados <strong>de</strong> ver la inquietud <strong>de</strong><br />
este mundo y mi corazón harto <strong>de</strong> ver la vanidad <strong>de</strong> los hombres. Por<br />
esto vivía retirado en mi casa y no recibía enfermos, pero cuidaba a los<br />
vecinos y a los que no tenían dinero para pagar un médico. Hice abrir un<br />
nuevo estanque en el patio y puse en él peces <strong>de</strong> colores variados, y<br />
pasaba días enteros sentado bajo el sicómoro, mientras los asnos<br />
rebuznaban en la calle y los chiquillos jugaban en el polvo mirando los<br />
peces que nadaban lentamente por el agua fresca. El sicómoro,<br />
ennegrecido por el incendio, comenzó a echar brotes nuevos y Muti me<br />
cuidaba bien y me preparaba buenos platos y me servía vino con<br />
mo<strong>de</strong>ración velando por mi bienestar y mi sueño.<br />
Pero la comida no tenía ya sabor en mi boca ni el vino me causaba<br />
ningún placer, sino que me recordaba todas mis malas acciones y el<br />
rostro moribundo <strong>de</strong>l faraón Akhenaton y los rasgos juveniles <strong>de</strong>l<br />
príncipe Shubbatú en la frescura <strong>de</strong> los atar<strong>de</strong>ceres. Por esto renunciaba<br />
a cuidar a los enfermos, porque mis manos estaban malditas y sembraba<br />
la muerte a pesar mío. Miraba los peces <strong>de</strong>l estanque y los envidiaba,<br />
porque tienen la sangre fría y viven en el agua sin respirar el aire<br />
abrasador <strong>de</strong> la tierra.<br />
Sentado en el jardín contemplando los peces le <strong>de</strong>cía a mi corazón:<br />
«Cálmate, corazón insensato, porque no tienes la culpa, y todo lo que<br />
pasa en el mundo es insensato, y la bondad y la maldad no tienen<br />
sentido, y la codicia, el odio y la pasión dominan por doquier. No es<br />
culpa tuya, Sinuhé, porque el hombre permanece el mismo y no cambia.<br />
Los años pasan y los hombres nacen y mueren y su vida es como un<br />
soplo cálido y no son felices viviendo, sino que lo son tan sólo al morir.<br />
Por esto nada es más vano que la vida humana. En vano sumerges al<br />
hombre en la corriente <strong>de</strong>l tiempo, su corazón no cambia y sale <strong>de</strong> la<br />
5
corriente tal como ha entrado en ella. En vano lo pones a prueba en la<br />
guerra y la miseria, en la peste y los incendios, en los dioses y las lanzas,<br />
porque sólo consigue endurecerse con estas pruebas hasta llegar a ser<br />
más malvado que un cocodrilo, y por esto sólo el hombre muerto es el<br />
hombre bueno.»<br />
Pero mi corazón protestaba y <strong>de</strong>cía:<br />
«Mira estos peces, Sinuhé; pero mientras vivas no te <strong>de</strong>jaré en paz,<br />
porque cada día te diré: "Tú eres el culpable", y cada noche <strong>de</strong> tu vida te<br />
diré: "Tú eres el culpable, Sinuhé", porque yo, tu corazón, soy más<br />
insaciable que un cocodrilo y quiero que tu medida esté colmada.»<br />
Y yo me enojaba contra mi corazón y le <strong>de</strong>cía:<br />
«Eres un corazón alocado y estoy cansado <strong>de</strong> ti también, porque no<br />
me has causado más que contrarieda<strong>de</strong>s y fatigas, dolores y tormentos<br />
cada día <strong>de</strong> mi vida. Sé muy bien que mi razón es asesina y tiene las<br />
manos negras, pero mis asesinatos son pequeños comparados con todos<br />
los que se cometen en este mundo, y nadie me acusa <strong>de</strong> ellos. Por esto no<br />
comprendo que me estés reiterando mi culpabilidad sin <strong>de</strong>jarme en paz,<br />
porque, ¿quién soy yo para curar el mundo y modificar la naturaleza <strong>de</strong>l<br />
hombre?»<br />
Pero mi corazón dijo:<br />
«No hablo <strong>de</strong> tus muertes ni te acuso <strong>de</strong> ellas, pese a que día y noche<br />
te repita: "¡Culpable, culpable!" Millares y millares <strong>de</strong> personas han<br />
muerto por tu culpa. Han sucumbido al hambre y a la peste, a las armas<br />
y a las heridas, a las ruedas <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> asalto y a la fatiga en los<br />
caminos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Por tu culpa los niños han muerto en el seno<br />
materno, por tu culpa los palos han caído sobre las espaldas curvadas,<br />
por tu culpa la injusticia se mofa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, por tu culpa la codicia<br />
vence la generosidad, por tu culpa los ladrones reinan sobre este mundo.<br />
Innumerables son los que han perecido por tu causa, Sinuhé. El olor <strong>de</strong><br />
su piel es diferente y sus lenguas no están hechas con las mismas<br />
palabras, pero han muerto inocentes porque no tenían tu saber, y todos<br />
los que han muerto y mueren son tus hermanos y mueren por tu culpa, y<br />
sólo tú eres el responsable. Por esto tus lágrimas turban tu sueño y te<br />
quitan el gusto <strong>de</strong> la comida y corrompen tus placeres.»<br />
Pero yo endurecí mi espíritu y dije:<br />
«Los peces son mis hermanos, porque no dicen vanas palabras. Los<br />
lobos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto son mis hermanos y los leones feroces y <strong>de</strong>voradores<br />
son mis hermanos, pero no los hombres, porque saben lo que hacen.»<br />
Mi corazón se burló <strong>de</strong> mí y dijo:<br />
«¿Crees que verda<strong>de</strong>ramente saben lo que hacen? Tú, tú lo sabes,<br />
porque posees el saber, y por esto te atormentaré hasta que sea llegada la<br />
hora <strong>de</strong> tu muerte a causa <strong>de</strong> tu saber, pero los <strong>de</strong>más no lo saben. Por<br />
esto eres culpable, Sinuhé.»
Entonces lancé gritos y rasgué mis vestiduras diciendo:<br />
«¡Maldito sea mi saber, malditas sean mis manos, malditos sean mis<br />
ojos; pero, sobre todo, maldito sea mi corazón, que no me <strong>de</strong>ja en paz y<br />
forma contra mí acusaciones! Traedme sin tardar la balanza <strong>de</strong> Osiris<br />
para pesar mi corazón pérfido y que los cuarenta babuinos juntos<br />
pronuncien su sentencia contra mí, porque tengo más confianza en ellos<br />
que en mi miserable corazón. »<br />
Muti salió <strong>de</strong> la cocina y, mojando en el estanque una tela, me puso<br />
compresas frías sobre la frente. Me llenó <strong>de</strong> reproches, me acostó y me<br />
hizo beber pociones amargas que me calmaron. Estuve mucho tiempo<br />
enfermo y Muti me cuidó con abnegación, mientras yo <strong>de</strong>liraba<br />
hablándole <strong>de</strong> Osiris y su balanza y <strong>de</strong> Merit y <strong>de</strong> Thot. Muti me<br />
prohibió permanecer en el jardín con la cabeza <strong>de</strong>scubierta bajo el sol,<br />
porque mis cabellos habían caído y mi calvicie me hacía propenso a las<br />
insolaciones. Pero yo me había sentado a la sombra <strong>de</strong>l sicómoro para<br />
observar los peces que eran mis hermanos.<br />
Una vez curado me volví más taciturno y melancólico que antes, pero<br />
hice las paces con mi corazón, que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> atormentarme. No hablé más<br />
<strong>de</strong> Merit ni <strong>de</strong> Thot, <strong>de</strong> quienes conservaba el recuerdo y sabía que<br />
habían tenido que perecer para que mi medida fuese colmada y me<br />
quedase solo, porque si hubiesen permanecido a mi lado hubiera estado<br />
satisfecho y contento. Pero yo estaba <strong>de</strong>stinado a estar solo según la<br />
medida que me había sido atribuida y por esto la noche <strong>de</strong> mi nacimiento<br />
bajé solo en mi cesta por la corriente <strong>de</strong>l río.<br />
Un día abandoné mi casa disfrazado <strong>de</strong> pobre y no regresé a ella.<br />
Comencé a hacer <strong>de</strong> faquín en los muelles y mi espalda estaba cansada y<br />
dolorida. Fui al mercado a recoger las hortalizas podridas para<br />
alimentarme y me contraté en casa <strong>de</strong> los herreros para hacer funcionar<br />
el fuelle. Trabajé como un esclavo y un faquín. Y <strong>de</strong>cía:<br />
-No hay diferencia entre los hombres y todos nacemos <strong>de</strong>snudos. Y no<br />
se pue<strong>de</strong> medir a los hombres por el color <strong>de</strong> su piel o el sonido <strong>de</strong> su<br />
lengua, ni por sus ropas o sus joyas, sino únicamente por su corazón. Por<br />
esto un hombre bueno es mejor que uno malo, y el <strong>de</strong>recho es mejor que<br />
la injusticia, y esto es todo lo que sé.<br />
Pero la gente se reía diciendo:<br />
-Estás loco, Sinuhé, al trabajar como esclavo cuando sabes leer y escribir.<br />
Has cometido ciertamente crímenes puesto que te escon<strong>de</strong>s entre<br />
nosotros, y tus palabras apestan a Atón, cuyo nombre no <strong>de</strong>be ser<br />
pronunciado. Pero no te <strong>de</strong>nunciaremos; permanecerás entre nosotros<br />
para divertirnos con tus ridículos discursos. Pero <strong>de</strong>ja ya <strong>de</strong><br />
compararnos a los sirios pestilentes o a los negros grasientos, porque al<br />
fin y al cabo somos egipcios y estamos orgullosos <strong>de</strong> nuestro color y<br />
nuestra lengua, <strong>de</strong> nuestro pasado y <strong>de</strong> nuestro porvenir.
Y yo les dije:<br />
-No tenéis razón, porque mientras un hombre se glorifique a sí mismo<br />
y se consi<strong>de</strong>re mejor que los <strong>de</strong>más, las cuerdas y los bastonazos, las<br />
lanzas y los cuervos continuarán persiguiendo a la Humanidad. El<br />
hombre <strong>de</strong>be ser pesado según su corazón, y todos los corazones se valen<br />
porque todas las lágrimas están hechas con la misma agua salada, las <strong>de</strong><br />
los negros y las <strong>de</strong> los <strong>de</strong> color pardo, las <strong>de</strong> los sirios y los negros, las <strong>de</strong>l<br />
pobre y las <strong>de</strong>l rico.<br />
Pero ellos se reían, golpeándose los muslos, y <strong>de</strong>cían:<br />
-En verdad estás loco y has vivido en un saco. Porque el hombre no<br />
pue<strong>de</strong> vivir si no se consi<strong>de</strong>ra superior a los <strong>de</strong>más, y no hay miserable<br />
que no se crea mejor que otro. Uno se jacta <strong>de</strong> la habilidad <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos,<br />
otro <strong>de</strong> la anchura <strong>de</strong> sus espaldas, el ladrón <strong>de</strong> la habilidad <strong>de</strong> su<br />
astucia, el juez <strong>de</strong> su justicia, el avaro <strong>de</strong> su avaricia, el pródigo <strong>de</strong> su<br />
prodigalidad, la mujer <strong>de</strong> su virtud, la mujer <strong>de</strong> placer <strong>de</strong> su naturaleza<br />
generosa. Y nada regocija tanto al hombre como saberse superior a otro<br />
en lo que sea. Así, estamos encantados <strong>de</strong> sabernos más inteligentes que<br />
tú y más astutos, pese a que seamos unos pobres parias y unos esclavos y<br />
tú sepas leer y escribir.<br />
Y yo dije:<br />
-Y, sin embargo, la justicia vale más que la injusticia.<br />
Pero ellos contestaron con amargura:<br />
-Si matamos a un patrono duro porque nos azota y nos roba la comida<br />
y mata <strong>de</strong> hambre a nuestras mujeres y nuestros hijos, cometemos una<br />
acción buena y justa, pero vienen los guardias y nos arrastran <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
los jueces y nos cortan las orejas y la nariz y nos cuelgan con la cabeza<br />
hacia abajo.<br />
Me hicieron dar pescado frito por sus mujeres y bebí su cerveza, y<br />
dije:<br />
-Un asesinato es el acto más vil que pue<strong>de</strong> cometerse, sea cual sea el<br />
motivo.<br />
Entonces se pusieron la mano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la boca y miraron a su<br />
alre<strong>de</strong>dor y dijeron:<br />
-No queremos matar a nadie, pero si quieres curar a los hombres <strong>de</strong><br />
su maldad y mejorarlos, dirígete a los ricos y po<strong>de</strong>rosos y a los jueces <strong>de</strong>l<br />
faraón, porque en ellos encontrarás más maldad e injusticia que en<br />
nosotros. Pero no nos acuses si te cortan la nariz y las orejas o te mandan<br />
a las minas o te cuelgan con cabeza hacia abajo, porque tus palabras son<br />
peligrosas. Es cierto que Horemheb, nuestro gran capitán, te haría<br />
con<strong>de</strong>nar a muerte en el acto si oyera lo que dices, porque nada es más<br />
honroso que matar a un enemigo en la guerra.<br />
Seguí, sin embargo, sus consejos, y vestido como un pobre, con los<br />
pies <strong>de</strong>scalzos, recorrí las calles <strong>de</strong> Tebas y hablé con los merca<strong>de</strong>res que
mezclaban arena a su harina, y a los molineros que ponían una mordaza<br />
a sus esclavos para impedirles comer trigo, y me dirigí también a los<br />
jueces que robaban la herencia <strong>de</strong> los huérfanos y dictaban sentencias<br />
inicuas para recibir gran<strong>de</strong>s dádivas. Les hablaba a todos y les<br />
reprochaba sus actos y su<br />
maldad, y me escuchaban con profunda sorpresa, diciendo:<br />
-¿Quién es en el fondo este Sinuhé que habla con tanta osadía, pese a<br />
que vaya vestido como un esclavo? Seamos pru<strong>de</strong>ntes, porque <strong>de</strong>be <strong>de</strong><br />
ser sin duda un espía <strong>de</strong>l faraón, para osar expresarse con tanta<br />
franqueza.<br />
Y por esto me escucharon y me invitaron a sus casas y me hicieron<br />
regalos, y los jueces me pidieron consejos y dictaron sentencias en favor<br />
<strong>de</strong> los pobres y en contra <strong>de</strong> los ricos, lo cual suscitó un vivo <strong>de</strong>scontento,<br />
y en Tebas se <strong>de</strong>cía:<br />
-No pue<strong>de</strong> uno fiarse ni <strong>de</strong> los jueces, porque son más pérfidos que los<br />
ladrones que juzgan.<br />
Pero los nobles se burlaron <strong>de</strong> mí y me lanzaron sus perros y sus<br />
esclavos me echaron a bastonazos, <strong>de</strong> manera que mi vergüenza era<br />
gran<strong>de</strong> y corrí por las calles <strong>de</strong> Tebas con mis vestiduras <strong>de</strong>sgarradas y<br />
mis muslos ensangrentados.<br />
Los comerciantes y los jueces, al verme en aquel estado, perdieron<br />
toda confianza en mí y no creyeron ya mis palabras, sino que llamaron a<br />
los guardias para echarme, y me dijeron:<br />
-Si vienes otra vez a lanzarnos acusaciones gratuitas te con<strong>de</strong>naremos<br />
como propagandista <strong>de</strong> falsos rumores y excitador <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Así fue como regresé a mi hogar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comprobado la<br />
vanidad <strong>de</strong> todos mis esfuerzos, porque mi muerte no hubiera sido útil a<br />
nadie. Y <strong>de</strong> nuevo me senté bajo el sicómoro y contemplé los peces<br />
mudos, cuyo aspecto me calmaba, mientras los asnos rebuznaban en la<br />
calle y los chiquillos jugaban a la guerra y se lanzaban excrementos <strong>de</strong><br />
asno. Kaptah acudió a verme, porque finalmente se había aventurado a<br />
entrar en Tebas. Llegó majestuosamente en una litera llevada por doce<br />
esclavos negros, sentado sobre muelles almohadones, y un ungüento<br />
precioso bañaba su frente y corría por su rostro para evitarle oler la<br />
pestilencia <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> los pobres. Había engordado y un orfebre le<br />
había confeccionado un ojo <strong>de</strong> oro y pedrería <strong>de</strong>l cual estaba muy<br />
orgulloso, pese a que algunas veces le molestase, y se lo quitó en cuanto<br />
estuvo sentado bajo mi sicómoro.<br />
Lloró <strong>de</strong> júbilo al verme y me abrazó, y cuando se sentó en el taburete<br />
traído por Muti lo aplastó con su peso. Me contó que la guerra <strong>de</strong> Siria<br />
tocaba a su fin y que Horemheb había puesto sitio a Ka<strong>de</strong>sh. Kaptah<br />
había acumulado una inmensa fortuna en Siria y comprado un gran<br />
palacio en el barrio <strong>de</strong> los nobles, y centenares <strong>de</strong> esclavos trabajaban
para arreglarlo a su conveniencia, porque no quería ya ser dueño <strong>de</strong> una<br />
taberna <strong>de</strong>l puerto. Y me dijo:<br />
-En Tebas se habla muy mal <strong>de</strong> ti, dueño mío, y te acusan <strong>de</strong> excitar al<br />
pueblo contra Horemheb, y los nobles y los jueces están irritados contra<br />
ti, porque los acusas en falso. Te aconsejo que seas pru<strong>de</strong>nte, porque si<br />
sigues propalando estas versiones te enviarán a las minas. Es posible que<br />
no se atrevan a atacarte abiertamente porque eres amigo <strong>de</strong> Horemheb,<br />
pero pue<strong>de</strong> ocurrir que peguen fuego a tu casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberte dado<br />
muerte, si continúas excitando a los pobres contra los ricos. Cuéntame,<br />
pues, lo que te atormenta y te ha metido hormigas en el cerebro, a fin <strong>de</strong><br />
que pueda ayudarte como conviene.<br />
Bajé la cabeza y le conté lo que había pasado. Me escuchó con la<br />
cabeza baja y, cuando hube terminado, dijo:<br />
-Sabía que eras un hombre sencillo y alocado, ¡oh dueño mío!, pero<br />
creía que tu locura se curaría con la edad. Mas veo que no hace más que<br />
empeorar, pese a que hayas comprobado con tus propios ojos todo el mal<br />
hecho por Atón. Yo creo que sufres por tu inacción, que te <strong>de</strong>ja<br />
<strong>de</strong>masiado tiempo para pensar. Por esto <strong>de</strong>berías volver a curar a los<br />
enfermos, porque un solo enfermo curado te causaría más alegría que tus<br />
palabras, que son peligrosas para ti y para los que seduces. Pero si no<br />
quieres trabajar podrías buscarte otro pasatiempo como los ricos<br />
ociosos. Como cazador <strong>de</strong> hipopótamos no valdrías nada, y sin duda el<br />
olor <strong>de</strong> los gatos te incomoda, <strong>de</strong> lo contrario podrías seguir el consejo <strong>de</strong><br />
Pepitamon, que ha adquirido gran renombre como criador <strong>de</strong> gatos <strong>de</strong><br />
lujo. Pero, ¿quién te impi<strong>de</strong> recopilar viejos textos y establecer un<br />
catálogo <strong>de</strong> ellos o coleccionar objetos y joyas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la época <strong>de</strong><br />
las pirámi<strong>de</strong>s? Podrías buscar los instrumentos <strong>de</strong> música <strong>de</strong> los sirios o<br />
los ídolos negros traídos por los soldados <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kush. En verdad,<br />
Sinuhé, que existen mil maneras <strong>de</strong> matar el tiempo para evitar verte<br />
obsesionado por vanas i<strong>de</strong>as, y las mujeres y el vino no son los peores<br />
remedios. Por Amón, juega a los dados, gasta tu oro con las mujeres,<br />
embriágate, haz cualquier cosa, pero <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> atormentarte por nada. -Y<br />
añadió- : En este mundo nada es perfecto, la corteza <strong>de</strong>l pan está<br />
quemada, cada fruto oculta un gusano y el vino da dolor <strong>de</strong> cabeza. Por<br />
esto no hay tampoco justicia perfecta y las buenas intenciones pue<strong>de</strong>n<br />
tener consecuencias <strong>de</strong>sastrosas y las buenas acciones acarrean la<br />
muerte, como te lo ha <strong>de</strong>mostrado el ejemplo <strong>de</strong> Akhenaton. Pero fíjate<br />
en mí, me contento con mi suerte mo<strong>de</strong>sta y engordo en buena armonía<br />
con los dioses, y los hombres y los jueces se inclinan ante mí y la gente<br />
me alaba, y en cambio los perros levantan la pata sobre tu pantorrilla.<br />
Cálmate, Sinuhé, dueño mío, porque no es tuya la culpa <strong>de</strong> que el mundo<br />
sea como es.
Yo veía su obesidad y su riqueza y le envidiaba su serenidad, pero le<br />
dije:<br />
-Tienes razón, Kaptah, voy a trabajar <strong>de</strong> nuevo en mi profesión, pero<br />
cuéntame si la gente se acuerda todavía <strong>de</strong> Atón para mal<strong>de</strong>cirlo, porque<br />
has pronunciado este nombre y está prohibido mencionarlo.<br />
Y él dijo:<br />
-En verdad Atón ha sido olvidado en cuanto se han hundido las<br />
columnas <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong>l Horizonte. Pero he visto artistas que han<br />
permanecido fieles al estilo <strong>de</strong> Atón y existen narradores que cuentan<br />
leyendas peligrosas, y algunas veces se ven dibujadas en la arena algunas<br />
cruces <strong>de</strong> Atón, así como en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />
urinarios públicos, <strong>de</strong> manera que Atón no está quizá tan olvidado como<br />
podría creerse.<br />
-Bien, Kaptah, según tus consejos voy a reanudar mi profesión, y<br />
comenzaré a coleccionar, pero como no quiero imitar a nadie<br />
coleccionaré a los hombres que se acuer<strong>de</strong>n todavía <strong>de</strong> Atón.<br />
Pero Kaptah creyó que bromeaba, porque se acordaba todavía <strong>de</strong> todo<br />
el mal que Atón había causado a Egipto y a mí. Muti nos sirvió vino y<br />
conversamos agradablemente, pero a poco vinieron los esclavos a<br />
levantar a Kaptah, que a causa <strong>de</strong> su obesidad no podía incorporarse<br />
solo. Se marchó, más al día siguiente me mandó gran<strong>de</strong>s regalos que me<br />
hicieron la vida fácil e incluso lujosa, <strong>de</strong> manera que nada hubiera<br />
faltado a mi felicidad si hubiera sido capaz <strong>de</strong> alegrarme.<br />
Así fue como hice poner <strong>de</strong> nuevo mi emblema <strong>de</strong> médico en mi<br />
puerta, y los enfermos me pagaban según sus medios, y no pedía nada a<br />
los pobres, <strong>de</strong> manera que el patio <strong>de</strong> mi casa estaba lleno <strong>de</strong> la mañana<br />
a la noche. Al cuidarlos los interrogaba pru<strong>de</strong>ntemente sobre Atón,<br />
porque no quería ni asustarlos ni incitarlos a propalar rumores enojosos,<br />
porque mi reputación era ya bastante mala en Tebas. Pero no tardé en<br />
darme cuenta <strong>de</strong> que Atón había caído completamente en el olvido y que<br />
nadie lo entendía ya, aparte los violentos y las víctimas <strong>de</strong> una injusticia,<br />
que no veían en él y en su cruz más que una manera mágica <strong>de</strong> vengarse.<br />
Después <strong>de</strong> la crecida, murió el sacerdote Ai, y se dijo que había<br />
muerto <strong>de</strong> hambre, porque en su miedo al veneno no osaba comer nada,<br />
ni siquiera el pan que él mismo se fabricaba, porque creía que los granos<br />
<strong>de</strong> trigo habían sido envenenados mientras crecían en los campos.<br />
Entonces Horemheb puso fin a la guerra <strong>de</strong> Siria y <strong>de</strong>jó Ka<strong>de</strong>sh a los<br />
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hititas, puesto que no podía apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> ella, y entró en triunfo en<br />
Tebas para celebrar sus victorias. No consi<strong>de</strong>raba a Ai como un<br />
verda<strong>de</strong>ro faraón y, por consiguiente, no or<strong>de</strong>nó duelo público, sino que<br />
proclamó inmediatamente que Ai había sido un falso faraón, que por sus<br />
guerras continuas y sus exacciones fiscales había causado a Egipto<br />
in<strong>de</strong>cibles sufrimientos. Poniendo fin a la guerra y cerrando las puertas<br />
<strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Sekhmet inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Ai,<br />
consiguió convencer al pueblo <strong>de</strong> que él no había querido la guerra, sino<br />
que había obe<strong>de</strong>cido al malvado faraón. Y por esto el pueblo lo aclamó a<br />
su regreso.<br />
En cuanto llegó a Tebas, Horemheb me hizo llamar y me dijo: -<br />
Sinuhé, amigo mío, soy más viejo que cuando nos separamos y a menudo<br />
he estado atormentado por tus palabras y tus reproches <strong>de</strong> ser un<br />
hombre sanguinario y perjudicar a Egipto. Pero he conseguido mis fines<br />
y he restaurado el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Egipto, <strong>de</strong> manera que ningún peligro<br />
exterior lo amenaza porque he quebrado la lanza <strong>de</strong> los hititas y <strong>de</strong>jo a<br />
mi hijo Ramsés la tarea <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> Ka<strong>de</strong>sh, porque estoy harto <strong>de</strong><br />
guerras y quiero consolidar el trono <strong>de</strong> mi hijo. Es cierto que Egipto está<br />
sucio como el establo <strong>de</strong> un pobre, pero pronto verás cómo hago sacar el<br />
estiércol y sustituir la injusticia por la justicia, y cada cual recibirá la<br />
medida <strong>de</strong> sus méritos. En verdad, Sinuhé, quiero restaurar los buenos<br />
viejos tiempos y todo volverá a ser como antes. Por esto haré borrar <strong>de</strong> la<br />
lista <strong>de</strong> los soberanos los nombres <strong>de</strong> Tutankhamon y Ai, <strong>de</strong> la misma<br />
manera que ha sido suprimido ya el <strong>de</strong> Akhenaton, y sus reinos serán<br />
como si no hubiesen existido jamás, y haré comenzar mi reino en la<br />
noche <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l gran faraón, cuando llegué a Tebas con la lanza<br />
en la mano, mientras mi halcón volaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí.<br />
Se sintió melancólico y se cogió la cabeza con las manos, y la guerra<br />
había trazado surcos en su rostro y sus ojos no expresaban ninguna<br />
alegría cuando dijo:<br />
-En verdad el mundo es muy diferente <strong>de</strong> lo que era cuando nuestra<br />
juventud, y el pobre tenía su medida llena y el aceite y la grasa no<br />
faltaban en las cabañas <strong>de</strong> barro. Pero los buenos viejos tiempos<br />
volverán conmigo, Sinuhé, y Egipto será fértil y rico y mandaré mis<br />
navíos a Punt y volveré a abrir las canteras y las minas abandonadas para<br />
construir templos soberbios y hacer afluir el oro, la plata y el cobre a las<br />
arcas <strong>de</strong>l faraón. En verdad te digo que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> diez años no<br />
reconocerás Egipto, porque no verás en él inválidos ni mendigos. Los<br />
débiles <strong>de</strong>ben ce<strong>de</strong>r la plaza a los fuertes, y extirparé <strong>de</strong> Egipto toda la<br />
sangre débil o enferma a fin <strong>de</strong> que nuestro pueblo sea <strong>de</strong> nuevo sano y<br />
fuerte y mis hijos puedan arrastrarlo a la conquista <strong>de</strong>l universo.<br />
Pero estas palabras no me causaron ninguna alegría y mi estómago se<br />
me cayó a los talones y el frío me encogió el corazón. Por esto permanecí
mudo y sin sonreír. Se sintió vejado y frunció el ceño, y golpeándose el<br />
muslo con la fusta <strong>de</strong> oro, dijo:<br />
-Eres tan <strong>de</strong>sagradable como antes, Sinuhé, y pareces un estéril<br />
matorral espinoso; no comprendo por qué pensaba alegrarme al verte.<br />
Eres el primero a quien he llamado a mi presencia, antes incluso <strong>de</strong><br />
haber visto a mis hijos o saludado a mi esposa, porque la guerra y el<br />
po<strong>de</strong>r me han hecho solitario, <strong>de</strong> manera que en Siria no tenía a nadie<br />
con quien compartir mis penas y mis alegrías. A ti, Sinuhé, no te pido<br />
nada, sino tu amistad, pero me parece que se ha extinguido y que no<br />
estás contento <strong>de</strong> verme.<br />
Yo me incliné profundamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, y mi corazón solitario<br />
volaba hacia él y le dije:<br />
-Horemheb, soy el único superviviente <strong>de</strong> nuestros amigos <strong>de</strong><br />
infancia. Por esto te querré siempre. Ahora el<br />
po<strong>de</strong>r es tuyo y en breve llevarás las coronas <strong>de</strong> los dos reinos y nadie<br />
podrá resistirte. Por esto te suplico Horemheb: haz regresar a Atón. Por<br />
nuestro amigo Akhenatón restaura a Atón. Por nuestro crimen atroz<br />
restaura a Atón a fin que todos los pueblos sean hermanos y no haya más<br />
guerras.<br />
Ante estas palabras, Horemheb movió la cabeza y dijo:<br />
-Estás tan loco como antes, Sinuhé. ¿No compren<strong>de</strong>s que Akhenaton<br />
lanzó una piedra al agua y el alboroto fue gran<strong>de</strong>, pero yo restablezco la<br />
calma en la superficie como si la piedra no hubiese existido jamás? ¿No<br />
compren<strong>de</strong>s que mi halcón me condujo a la mansión dorada, cuando la<br />
muerte <strong>de</strong>l gran faraón, a fin <strong>de</strong> que Egipto no sucumbiese? Por esto lo<br />
pondré todo en su lugar, porque el hombre no está nunca contento <strong>de</strong> su<br />
presente y sólo el pasado es bueno para él, así como el porvenir también.<br />
Exprimiré a los ricos que han acumulado fortunas escandalosas y<br />
estrujaré a los dioses que se han engordado <strong>de</strong>masiado, a fin <strong>de</strong> que en<br />
mi reino los ricos no sean <strong>de</strong>masiado ricos ni los pobres <strong>de</strong>masiado<br />
pobres, y nadie, ni tan sólo un dios, podrá disputarme el po<strong>de</strong>r. Pero en<br />
vano te explico mis i<strong>de</strong>as; no las entien<strong>de</strong>s porque eres débil e<br />
impotente, y los débiles no tienen <strong>de</strong>recho a vivir, han sido creados para<br />
ser pisoteados por los fuertes. Lo mismo ocurre con los pueblos; así ha<br />
sido siempre y así siempre será.<br />
Así nos separamos Horemheb y yo, y ya no éramos amigos como<br />
antes. Después <strong>de</strong> mi marcha fue a ver a sus hijos y los levantó con sus<br />
brazos potentes y <strong>de</strong>spués fue a ver a la princesa Baketamon y le dijo:<br />
-Mi esposa real, has brillado como la luna en mi espíritu durante los<br />
años transcurridos y he langui<strong>de</strong>cido por ti. Pero ahora la obra está<br />
realizada y serás la gran esposa real a mi lado, como te autoriza tu sangre<br />
sagrada. Mucha sangre se ha <strong>de</strong>rramado por ti y muchas ciuda<strong>de</strong>s han<br />
ardido en tu nombre. ¿No he merecido mi recompensa?
Baketamon le sonrió amablemente y, tocándole púdicamente el<br />
hombro, le dijo:<br />
-En verdad, has merecido una recompensa, Horemheb, mi marido,<br />
gran capitán <strong>de</strong> Egipto. Por esto he hecho construir en el parque un<br />
pabellón sin igual, para po<strong>de</strong>r acogerte en él como mereces, y yo he sido<br />
quien, en mi soledad, he recogido las piedras una tras otra esperándote.<br />
Vamos a ver este pabellón a fin <strong>de</strong> que recibas tu recompensa en mis<br />
brazos y te cause placer.<br />
Horemheb estuvo encantado <strong>de</strong> estas palabras y Baketamon lo tomó<br />
púdicamente <strong>de</strong> la mano y lo llevó al parque, y los cortesanos se<br />
escondieron conteniendo la respiración, llenos <strong>de</strong> terror al pensar en lo<br />
que iba a ocurrir, e incluso los esclavos y los palafreneros huyeron.<br />
Baketamon hizo entrar a Horemheb en el pabellón, pero cuando éste, en<br />
su impaciencia, quiso cogerla entre sus brazos, ella lo rechazó<br />
suavemente y dijo:<br />
-Refrena un instante tus viriles instintos, Horemheb, a fin <strong>de</strong> que<br />
pueda contarte todas las penas que he pasado para erigirte este pabellón.<br />
Espero que recordarás lo que te dije la última vez que me poseíste a la<br />
fuerza. Pues bien, mira este pabellón y cada una <strong>de</strong> sus piedras, y<br />
entérate <strong>de</strong> que cada una, y son numerosas, es para mí el recuerdo <strong>de</strong> un<br />
goce en brazos <strong>de</strong> otro hombre. Con mis goces he elevado este pabellón<br />
en tu honor, Horemheb, y esta gran piedra blanca me ha sido dada por<br />
un pesca<strong>de</strong>ro que está entusiasmado conmigo, y esta piedra ver<strong>de</strong><br />
proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scargador <strong>de</strong>l muelle <strong>de</strong> carbón, y estas ocho piedras<br />
ver<strong>de</strong>s, una al lado <strong>de</strong> otra, son el regalo <strong>de</strong> un merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> hortalizas<br />
que era insaciable en mis brazos y que alababa mi habilidad. Por poco<br />
que tengas paciencia te contaré la historia <strong>de</strong> cada piedra y espero que<br />
tendremos tiempo todavía. Tenemos muchos años que vivir juntos aún, y<br />
los días <strong>de</strong> nuestra vejez serán comunes, pero me parece que tendré<br />
historias suficientes cada vez que quieras tomarme en tus brazos.<br />
Al principio, Horemheb se negó a creerlo, creyendo que era una loca<br />
diversión, y la actitud púdica <strong>de</strong> Baketamon lo engañó. Pero al mirar los<br />
ojos ovalados <strong>de</strong> la princesa vio brillar en ellos un odio más espantoso<br />
que la muerte, y la creyó. Loco <strong>de</strong> rabia sacó su puñal hitita para matar a<br />
aquella mujer que lo había <strong>de</strong>shonrado. Pero, antes <strong>de</strong> que lograra su<br />
propósito, Baketamon <strong>de</strong>snudó su pecho y en tono <strong>de</strong> reto dijo:<br />
-Hiere, Horemheb, hiere y tus coronas se te escaparán, porque soy<br />
sacerdotisa <strong>de</strong> Sekhmet y mi sangre es sagrada, y si me matas no tendrás<br />
ningún <strong>de</strong>recho a la corona <strong>de</strong> los faraones.<br />
Estas palabras calmaron a Horemheb. Y así la venganza <strong>de</strong><br />
Baketamon fue completa, porque Horemheb estaba para siempre ligado<br />
a ella y no se atrevió siquiera a hacer <strong>de</strong>rribar el pabellón, que tenía<br />
constantemente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los ojos cuando se asomaba a la ventana.
Después <strong>de</strong> madura reflexión vio que no le quedaba otro camino que<br />
fingir ignorar la conducta <strong>de</strong> Baketamón durante su ausencia. Y si<br />
hubiese hecho <strong>de</strong>rribar el pabellón, todo el mundo hubiese comprendido<br />
que sabía cómo Baketamon había incitado a la plebe a escupir en su<br />
lecho. Por esto prefirió <strong>de</strong>jar que la gente se riese a sus espaldas antes<br />
que exponerse a una vergüenza pública. Pero a partir <strong>de</strong> entonces no<br />
tocó más a Baketamon y vivió solitario, y <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir en honor <strong>de</strong><br />
Baketamón que renunció a sus empresas <strong>de</strong> construcción.<br />
Para ser equitativo <strong>de</strong>bo hablar aún <strong>de</strong> las buenas acciones <strong>de</strong><br />
Horemheb, porque el pueblo lo alababa<br />
altamente consi<strong>de</strong>rándolo como un buen soberano, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros<br />
años <strong>de</strong> su reinado lo clasificó entre los gran<strong>de</strong>s faraones. Porque<br />
intervino con los ricos y los nobles, porque no permitía a nadie ser<br />
<strong>de</strong>masiado rico ni <strong>de</strong>masiado noble a fin <strong>de</strong> que nadie pudiese disputarle<br />
el po<strong>de</strong>r, y esto gustaba mucho al pueblo. Castigó a los jueces inicuos, les<br />
<strong>de</strong>volvió sus <strong>de</strong>rechos a los pobres y reformó la imposición pagando<br />
sobre el tesoro público los sueldos <strong>de</strong> los perceptores, que no tuvieron ya<br />
la posibilidad <strong>de</strong> presionar al pueblo para enriquecerse.<br />
Presa <strong>de</strong> una constante inquietud, recorría el país <strong>de</strong> provincia a<br />
provincia y <strong>de</strong> pueblo a pueblo, examinando los abusos, y su ruta estaba<br />
jalonada <strong>de</strong> orejas y narices cortadas a los perceptores que no eran<br />
honrados y se oían en todas partes aullidos arrancados por los<br />
bastonazos. Hasta el más pobre podía exponerle personalmente sus<br />
quejas, y administraba justicia con una firmeza inquebrantable. Mandó<br />
nuevamente sus navíos a Punt, y las mujeres y los hijos <strong>de</strong> los marineros<br />
lloraron <strong>de</strong> nuevo en los muelles y se herían el rostro según la buena<br />
costumbre y Egipto se enriqueció rápidamente, porque <strong>de</strong> cada diez<br />
navíos regresaban por lo menos tres cargados con gran<strong>de</strong>s tesoros.<br />
Construyó templos y rindió a los dioses lo que es <strong>de</strong> los dioses, sin<br />
favorecer a ninguno en especial, salvo a Horus, y se interesó sobre todo<br />
por el templo <strong>de</strong> Hetnetsut, don<strong>de</strong> se le adoraba como a un dios y le<br />
sacrificaban bueyes. Por esto el pueblo ben<strong>de</strong>cía su nombre y lo<br />
ensalzaba altamente contando sobre él historias maravillosas.<br />
Kaptah seguía también prosperando y enriqueciéndose, y nadie podía<br />
rivalizar con él. Como no tenía mujer ni hijos, había <strong>de</strong>signado a<br />
Horemheb como su here<strong>de</strong>ro universal a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r vivir en paz y gozar<br />
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<strong>de</strong> sus riquezas. Por esto Horemheb no lo estrujaba tan implacablemente<br />
como a los <strong>de</strong>más ricos y los perceptores lo respetaban.<br />
Kaptah me invitaba a menudo a su palacio, que estaba situado en el<br />
barrio <strong>de</strong> los nobles, y cuyos parques y jardines ocupaban un vasto<br />
espacio, <strong>de</strong> manera que no había ningún vecino que lo molestase. Comía<br />
en vajilla <strong>de</strong> oro y en su casa el agua manaba a la manera cretense por<br />
grifos <strong>de</strong> plata, y su bañera era <strong>de</strong> plata también y el asiento <strong>de</strong> sus<br />
comodida<strong>de</strong>s era <strong>de</strong> ébano y las pare<strong>de</strong>s formaban mosaicos <strong>de</strong> piedras<br />
con dibujos divertidos. Me ofrecía platos exquisitos y vino <strong>de</strong> las<br />
pirámi<strong>de</strong>s y tenía músicos y cantores, con las más bellas e ilustres<br />
danzarinas <strong>de</strong> Tebas, que nos divertían durante nuestras comidas.<br />
Daba también gran<strong>de</strong>s banquetes a los que asistían encantados ricos y<br />
nobles, a pesar <strong>de</strong> que hubiese nacido esclavo y conservase modales<br />
vulgares, como por ejemplo, sonarse con los <strong>de</strong>dos y eructar<br />
ruidosamente. Pero era un anfitrión generoso y distribuía regalos<br />
preciosos entre sus huéspe<strong>de</strong>s, y sus consejos en negocios eran juiciosos<br />
<strong>de</strong> manera que todos se aprovechaban <strong>de</strong> su amistad. Sus frases y sus<br />
relatos eran <strong>de</strong> una comicidad irresistible, y a menudo se disfrazaba <strong>de</strong><br />
esclavo para divertir a sus invitados y contarles bromas a la manera <strong>de</strong><br />
los esclavos charlatanes, porque era suficientemente rico para no temer<br />
ya alusiones <strong>de</strong>sagradables a su pasado. Y me <strong>de</strong>cía:<br />
-¡Oh dueño mío, Sinuhé! Cuando un hombre es muy rico no pue<strong>de</strong><br />
arruinarse y es más rico cada vez aunque no haga nada por ello. Pero mi<br />
fortuna proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti, Sinuhé, y por esto te reconozco como mi dueño, y<br />
no te faltará jamás nada mientras yo viva, aunque es mejor para ti no ser<br />
rico, porque no sabes aprovecharte <strong>de</strong> la riqueza y no harías más que<br />
provocar el escándalo y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. En el fondo fue una suerte para ti<br />
dilapidar tu fortuna en tiempos <strong>de</strong>l viejo faraón, pero yo velaré para que<br />
no carezcas nunca <strong>de</strong> lo necesario.<br />
Protegía también a los artistas y lo esculpieron en la piedra, y su<br />
retrato era noble y distinguido, y tenía los miembros <strong>de</strong>lgados y las<br />
mejillas altas; sus ojos parecía que viesen y estaba con una tablilla sobre<br />
las rodillas y un estilete en la mano, pese a que no supo nunca escribir,<br />
pues tenía escribas y contables. Estas estatuas divertían mucho a Kaptah,<br />
y los sacerdotes <strong>de</strong> Amón, a quienes había hecho gran<strong>de</strong>s regalos a su<br />
regreso <strong>de</strong> Siria, colocaron una en el interior <strong>de</strong>l templo.<br />
Se hizo construir igualmente una vasta tumba en la necrópolis y los<br />
artistas cubrieron los muros <strong>de</strong> numerosas imágenes <strong>de</strong> Kaptah<br />
entregado a sus ocupaciones cotidianas, y tenía un aspecto elegante y<br />
noble, sin barriga, porque quería engañar a los dioses y llegar al reino <strong>de</strong><br />
Occi<strong>de</strong>nte tal como hubiera querido ser y no tal como era. Con este<br />
objeto se hizo redactar un Libro <strong>de</strong> los Muertos que era el más artístico y<br />
complicado que había visto nunca y comprendía doce rollos <strong>de</strong> imágenes
y escrituras, así como unas conjuraciones para aplacar los espíritus <strong>de</strong><br />
los infiernos y dotar la balanza <strong>de</strong> Osiris <strong>de</strong> pesos trucados y sobornar a<br />
los cuarenta babuinos. Estimaba que la seguridad importa sobre todo, y<br />
respetaba a nuestro escarabajo más que a ningún dios.<br />
Yo no envidiaba las riquezas <strong>de</strong> Kaptah ni su felicidad, como no<br />
envidiaba el placer y la satisfacción <strong>de</strong> mi vecino, y en vista <strong>de</strong> que la<br />
gente era feliz no quería ya quitarle las ilusiones. Porque a menudo la<br />
verdad es cruel y vale más matar un hombre que quitarle las ilusiones.<br />
Pero las ilusiones no me <strong>de</strong>jaban ninguna paz y el trabajo no me<br />
contentaba, y, no obstante, durante muchos años traté y curé numerosos<br />
enfermos y realicé también algunas trepanaciones, y sólo tres enfermos<br />
murieron <strong>de</strong> ellas, <strong>de</strong> manera que mi reputación <strong>de</strong> trepanador se<br />
extendió muy lejos. Pero a pesar <strong>de</strong> todo no estaba satisfecho y Muti me<br />
comunicaba quizá su misantropía, <strong>de</strong> manera que refunfuñaba contra<br />
todo el mundo. Reprochaba a Kaptah sus excesos y a los pobres su<br />
pereza, y a los ricos sus riquezas y a los jueces su indiferencia, y no<br />
estando contento <strong>de</strong> nadie disputaba con todo el mundo. Pero nunca<br />
trataba bruscamente a los enfermos ni a los chiquillos, y los curaba<br />
causándoles el menor dolor posible, encargando a Muti distribuir<br />
pasteles <strong>de</strong> miel entre los chiquillos <strong>de</strong> la calle cuyos ojos me recordaban<br />
los ojos claros <strong>de</strong> Thot.<br />
Y <strong>de</strong>cían <strong>de</strong> mí:<br />
-Este Sinuhé es malhumorado y gruñón y su bilis hierve sin cesar, <strong>de</strong><br />
manera que no sabe gozar <strong>de</strong> la vida. Y sus malas acciones le persiguen,<br />
<strong>de</strong> manera que por la noche no pue<strong>de</strong> dormir.<br />
Pero yo también hablaba mal <strong>de</strong> Horemheb, <strong>de</strong> quien todas las<br />
acciones me parecían malas, y sobre todo criticaba a sus soldados, que<br />
mantenía a cargo <strong>de</strong> los graneros reales y llevaban una vida <strong>de</strong> vagancia,<br />
y se jactaban <strong>de</strong> sus hazañas en las hosterías y en las casas <strong>de</strong> placer y<br />
provocaban alborotos inquietando a las mujeres <strong>de</strong> las calles <strong>de</strong> Tebas.<br />
Porque Horemheb perdonaba a sus hombres todas sus fechorías y no les<br />
<strong>de</strong>sposeía nunca <strong>de</strong> la razón. Si los pobres iban a él a quejarse <strong>de</strong> que<br />
habían violado a sus hijas, les <strong>de</strong>cía que tendrían que sentirse orgullosos<br />
<strong>de</strong> que sus soldados engendrasen una raza fuerte en Egipto. Porque<br />
menospreciaba a las mujeres y no veía en ellas más que un instrumento<br />
<strong>de</strong> procreación.<br />
Se me había puesto en guardia contra estas opiniones mías tan<br />
impru<strong>de</strong>ntemente manifestadas, pero no renuncié a ellas porque no<br />
temía nada. Pero a la larga Horemheb se volvió <strong>de</strong>sconfiado y<br />
susceptible, y un buen día sus guardias penetraron en mi casa y, echando<br />
a los enfermos, me llevaron ante su presencia. Era la primavera y la<br />
inundación se había retirado ya y las golondrinas volaban sobre el río<br />
con su vuelo rápido como una flecha. Horemheb había envejecido; su
nuca se había curvado y su rostro era amarillo y los músculos se<br />
marcaban bajo la piel <strong>de</strong> su largo cuerpo <strong>de</strong>lgado. Me miró a los ojos y<br />
me dijo:<br />
-Sinuhé, te he hecho avisar ya muchas veces, pero no haces caso <strong>de</strong><br />
mis advertencias y sigues diciendo a todo el mundo que el oficio <strong>de</strong><br />
soldado es el más vil <strong>de</strong> todos y el más <strong>de</strong>spreciable, y dices que vale más<br />
morir en el seno materno que llegar a ser soldado, y que a una mujer le<br />
bastan dos o tres hijos y que vale más criarlos bien que tener ocho o<br />
nueve y ser pobre. Has dicho también que todos los dioses son iguales y<br />
que los templos son lugares oscuros y que el dios <strong>de</strong>l falso faraón era<br />
mejor que los otros. Y dices que el hombre no <strong>de</strong>be comprar a otro para<br />
tenerlo por esclavo, y preten<strong>de</strong>s que el que siembra y recoge la cosecha<br />
<strong>de</strong>bería también poseer la tierra, incluso si pertenece al faraón. Y has<br />
osado <strong>de</strong>cir que mi régimen no difiere <strong>de</strong>l <strong>de</strong> los hititas y una serie <strong>de</strong><br />
estupi<strong>de</strong>ces más que merecen tu envío a las minas. Pero he sido paciente<br />
contigo, Sinuhé, porque un día fuiste mi amigo y mientras vivió el<br />
sacerdote Ai tuve necesidad <strong>de</strong> ti porque eras mi único testigo contra él.<br />
Pero ahora ya no me eres necesario, sino al contrario, podrías<br />
perjudicarme a causa <strong>de</strong> todo lo que sabes. Si hubieses sido cuerdo y<br />
pru<strong>de</strong>nte, hubieras cerrado la boca y vivido tranquilamente, porque nada<br />
te hubiera faltado, pero en lugar <strong>de</strong> esto vomitas basura sobre mi cabeza<br />
y no quiero tolerarlo más.<br />
Se excitaba hablando, golpeándose sus muslos <strong>de</strong>lgados con la fusta, y<br />
fruncía el ceño al proseguir:<br />
-En verdad eres como el piojo <strong>de</strong> la arena entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> mis pies o<br />
el abejorro sobre mis hombros, y en mi jardín no tolero matorrales<br />
estériles que no dan más que espinas venenosas. De nuevo es primavera<br />
en el país <strong>de</strong> Kemi, las golondrinas comienzan a hundirse en el fango, las<br />
palomas se arrullan y las acacias florecen. La primavera es una estación<br />
peligrosa porque suscita siempre perturbaciones y vanas palabras, y los<br />
jóvenes ven rojo y cogen piedras para lapidar a los guardias y han<br />
ensuciado ya mis imágenes en algunos templos. Por esto tengo que<br />
<strong>de</strong>sterrarte <strong>de</strong> Egipto, Sinuhé, <strong>de</strong> manera que no volverás a ver más el<br />
país <strong>de</strong> Kemi; porque si te permitiese quedarte aquí, llegaría el día en<br />
que tendría que dar or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ejecutarte, y no quiero verme obligado a<br />
ello porque eres mi amigo. Tus palabras insensatas podrían, en efecto,<br />
ser la chispa que encien<strong>de</strong> los cañaverales secos, y una vez encendidos<br />
ar<strong>de</strong>n con altísimas llamas. Por esto tus palabras son a veces más<br />
peligrosas que las lanzas, y quiero extirpar <strong>de</strong> Egipto tus palabras<br />
sediciosas como un buen jardinero arranca las malas hierbas, y<br />
comprendo a los hititas que empalaban a los hechiceros a lo largo <strong>de</strong> las<br />
rutas. No quiero que el país <strong>de</strong> Kemi siga siendo pasto <strong>de</strong> las llamas, ni a<br />
causa <strong>de</strong> los hombres, ni a causa <strong>de</strong> los dioses, y por esto te <strong>de</strong>stierro,
Sinuhé, porque ciertamente no has sido nunca egipcio, sino que eres un<br />
curioso bastardo cuyo cerebro no abriga más que pensamientos enfermizos.<br />
Quizá tuviese razón y la pena <strong>de</strong> mi espíritu provenía acaso <strong>de</strong> que, en<br />
mis venas, la sangre sagrada <strong>de</strong> los faraones se mezclaba con la sangre<br />
pálida <strong>de</strong> los crepúsculos <strong>de</strong> Mitanni. Pero a pesar <strong>de</strong> todo, estas<br />
palabras me hicieron reír, y me puse la mano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la boca por<br />
cortesía. Y, sin embargo, me sentía lleno <strong>de</strong> temor, porque Tebas era mi<br />
ciudad; en ella había nacido y vivido y no quería vivir en otro sitio que<br />
Tebas. Mi risa hirió a Horemheb, que había pensado que me postraría a<br />
sus pies implorando el perdón. Y por esto blandió su fusta y dijo:<br />
-Está <strong>de</strong>cidido; te <strong>de</strong>stierro para siempre y cuando mueras tu cuerpo<br />
no podrá ser enterrado en Egipto pese a que te autorizo a hacerte<br />
conservar para siempre según la tradición. Tu cuerpo reposará en la<br />
ribera <strong>de</strong>l mar oriental, en el lugar don<strong>de</strong> se embarca hacia Punt, y allá es<br />
don<strong>de</strong> te <strong>de</strong>stierro, porque no puedo enviarte a Siria, don<strong>de</strong> quedan<br />
muchos carbones medio apagados, y tampoco al país <strong>de</strong> Kush, porque<br />
dices que todos los hombres son iguales y que los egipcios y los negros<br />
valen lo mismo y podrías sembrar i<strong>de</strong>as locas en la cabeza <strong>de</strong> los negros.<br />
Pero la ribera <strong>de</strong>l mar está <strong>de</strong>sierta y podrás hacer discursos a las rocas<br />
rojas, al viento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y a las olas y tendrás como auditores a los<br />
chacales, los cuervos y las serpientes. Los guardias medirán el espacio en<br />
el que podrás moverte y te matarán con sus lanzas si tratas <strong>de</strong> moverte<br />
<strong>de</strong>l lugar fijado. Pero por lo <strong>de</strong>más, no carecerás <strong>de</strong> nada; tu lecho será<br />
blando y tu comida abundante, y te mandarán todo lo que pidas y sea<br />
razonable, porque el <strong>de</strong>stierro en la soledad es un castigo suficiente para<br />
ti y no quiero perseguirte porque has sido mi amigo.<br />
Yo no temía la soledad, porque toda la vida había sido solitario, pero<br />
mi corazón se fundía <strong>de</strong> tristeza al pensar que no volvería nunca más a<br />
ver Tebas, que jamás volvería a pisar la muelle tierra <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Kemi y<br />
que nunca más volvería a beber agua <strong>de</strong>l Nilo. Y por esto le dije:<br />
-No tengo muchos amigos, porque la gente me huye a causa <strong>de</strong> mi<br />
lengua acerada y amarga, pero me permitirás, sin embargo, <strong>de</strong>spedirme<br />
<strong>de</strong> ellos. Quisiera también <strong>de</strong>cir adiós a Tebas y recorrer una vez más la<br />
Avenida <strong>de</strong> los Carneros; respirar el olor <strong>de</strong>l incienso entre las gran<strong>de</strong>s<br />
columnas <strong>de</strong>l templo y aspirar por la noche el olor <strong>de</strong>l pescado frito, en el<br />
barrio <strong>de</strong> los pobres, cuando las mujeres encien<strong>de</strong>n fuegos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las<br />
cabañas <strong>de</strong> barro y los hombres regresan <strong>de</strong>l trabajo con los hombros<br />
caídos.<br />
Horemheb hubiera seguramente accedido a mi <strong>de</strong>manda si me<br />
hubiese arrojado llorando a sus pies, porque era muy vanidoso, y la<br />
principal causa <strong>de</strong> su rencor contra mí era que no lo admiraba ni lo<br />
adulaba. Pero pese a que fuese débil y tuviese un corazón <strong>de</strong> oveja no
quería humillarme <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, porque la ciencia no <strong>de</strong>be inclinarse<br />
ante el po<strong>de</strong>r. Oculté mi boca para disimular un bostezo, porque un<br />
miedo intenso me da siempre ganas <strong>de</strong> dormir, y sobre este punto creo<br />
diferir <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> la gente.<br />
Y entonces Horemheb dijo:<br />
-No me gustan los retrasos ni las efusiones, porque soy soldado. Vas a<br />
partir inmediatamente y tu partida será fácil y no habrá manifestaciones<br />
ni alborotos en Tebas, porque te conocen, y mejor <strong>de</strong> lo que te figuras.<br />
Partirás en una litera cerrada, y si alguien quiere acompañarte lo<br />
permito, pero tendrá que permanecer contigo en tu lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>portación<br />
para siempre, incluso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tu muerte, y morir él también allí.<br />
Porque las i<strong>de</strong>as peligrosas son contagiosas como la peste, y no quiero<br />
que el contagio se extienda por Egipto. En cuanto a tus amigos, si<br />
piensas en un esclavo <strong>de</strong> molino <strong>de</strong> <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>formados y en un artista<br />
borracho que dibuja dioses agachados en los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l camino y<br />
algunos negros que han frecuentado tu casa, los buscarás en vano,<br />
porque han emprendido un largo viaje <strong>de</strong>l que no se regresa nunca.<br />
En aquel instante odiaba a Horemheb, pero me <strong>de</strong>testaba a mí mismo<br />
mucho más, porque mis manos habían sembrado <strong>de</strong> nuevo la muerte y<br />
mis amigos habían sufrido por causa mía. No dije ni una palabra más,<br />
coloqué mis manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas y salí. Horemheb dijo<br />
simplemente:<br />
-El faraón ha hablado.<br />
Los guardias me metieron en una litera cerrada que salió <strong>de</strong> Tebas y<br />
me dirigí hacia el Este, más allá <strong>de</strong> las montañas siguiendo un camino<br />
empedrado que Horemheb había hecho construir. El viaje duró veinte<br />
días y llegamos a un puerto don<strong>de</strong> cargaban los navíos que partían con<br />
<strong>de</strong>stino a Punt. Pero el puerto estaba habitado y los guardias me llevaron<br />
siguiendo la ribera hasta un pueblo abandonado, a tres jornadas <strong>de</strong>l<br />
puerto. Allí midieron el espacio en que me podía mover, y me<br />
construyeron una casa en la cual he vivido todos estos años, y no me faltó<br />
en ella jamás nada <strong>de</strong> lo que pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>sear, y he vivido la vida <strong>de</strong>l rico y he<br />
tenido papiro fino y lo necesario para escribir y cofres <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra negra<br />
en los que conservo lo que escribo y mis instrumentos <strong>de</strong> medicina. Pero<br />
éste es el último libro que escribo y no tengo gran cosa que añadir,<br />
porque estoy cansado y soy viejo y mis ojos están fatigados, <strong>de</strong> manera<br />
que no distingo ya claramente los signos.<br />
Creo que no hubiera podido soportar esta vida si no hubiese<br />
imaginado escribir mis recuerdos y revivir <strong>de</strong> esta forma mi existencia.<br />
Quisiera compren<strong>de</strong>r por qué he vivido, pero al final <strong>de</strong> este último libro<br />
lo sé todavía menos que nunca.<br />
Cada día el mar se extien<strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y lo he visto rojo y negro,<br />
ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> día y blanco <strong>de</strong> noche, y durante los gran<strong>de</strong>s calores más azul
que las piedras azules, y estoy cansado <strong>de</strong> contemplar el mar porque es<br />
<strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> y <strong>de</strong>masiado espantoso para que se pueda contemplar<br />
toda la vida. Y he contemplado también las montañas rojas en torno a mí<br />
y he estudiado las pulgas <strong>de</strong> arena, y los escorpiones y las serpientes han<br />
sido mis amigos y no me huyen, sino que me escuchan. Pero creo que los<br />
escorpiones y las serpientes son malos amigos para el hombre, y por esto<br />
estoy cansado <strong>de</strong> ellos, como estoy cansado <strong>de</strong> las olas eternas <strong>de</strong> este<br />
mar sin fin.<br />
Debo todavía mencionar que el primer año <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stierro,<br />
cuando llegó al puerto la caravana <strong>de</strong> Punt, me siguió mi fiel Muti. Llevó<br />
sus manos a la altura <strong>de</strong> las rodillas y me saludó, y lloró amargamente<br />
viendo mi triste estado, porque mis mejillas estaban hundidas y mi<br />
vientre se había fundido, y todo me era indiferente. Pero reaccionó<br />
pronto y comenzó a cubrirme <strong>de</strong> reproches y refunfuñando me dijo:<br />
-¿No te había puesto mil veces en guardia, Sinuhé, contra tu<br />
naturaleza, que no pue<strong>de</strong> gastarte más que malas bromas? Pero los<br />
hombres son más sordos que las piedras, y son como chiquillos que<br />
tienen que romperse la cabeza contra los muros. En verdad ha llegado<br />
para ti el momento <strong>de</strong> calmarte y vivir con cordura, puesto que ese<br />
pequeño objeto que los hombres ocultan bajo sus vestiduras, porque se<br />
avergüenzan <strong>de</strong> él, no te atormenta ya ni te da fiebre, porque <strong>de</strong> él<br />
proviene todo el mal <strong>de</strong>l mundo.<br />
Pero cuando la reñi por haber abandonado Tebas para reunirse<br />
conmigo sin esperanza <strong>de</strong> regreso y ligar su existencia a la <strong>de</strong> un<br />
<strong>de</strong>sterrado, me respondió bruscamente:<br />
-Al contrario, creo que lo que te ha ocurrido es lo mejor que te podía<br />
ocurrir, y creo que el faraón Horemheb es verda<strong>de</strong>ramente tu amigo,<br />
puesto que te ha mandado a un lugar tan tranquilo para pasar tu vejez.<br />
También yo estoy fatigada <strong>de</strong> la agitación <strong>de</strong> Tebas y <strong>de</strong> los vecinos<br />
pen<strong>de</strong>ncieros que me pi<strong>de</strong>n prestados mis utensilios sin jamás<br />
<strong>de</strong>volverlos y vacían sus basuras en mi patio. Pensándolo bien, la casa<br />
<strong>de</strong>l antiguo fundidor <strong>de</strong> cobre no era la misma <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l incendio y el<br />
horno quemaba mis asados y el aceite se volvía rancio en mis jarras;<br />
había corrientes <strong>de</strong> aire en la cocina y los postigos crujían sin cesar. Pero<br />
aquí podremos empezarlo todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio y arreglarlo todo a<br />
nuestro gusto y he visto ya un terreno excelente para plantar mi huerto, y<br />
plantaré en él los berros que tanto te gustan, ¡oh mi dueño! En verdad<br />
voy a hacer trabajar a estos holgazanes que el faraón te ha dado para<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rte contra los bandoleros y ladrones, y los mandaré cada día a la<br />
caza y a la pesca, para procurarte caza y pescado fresco, y cogerán<br />
mariscos y moluscos, pese a que temo que los pescados <strong>de</strong>l mar no serán<br />
tan sabrosos como los <strong>de</strong>l Nilo. Y, a<strong>de</strong>más, quiero escogerme un buen<br />
sitio para mi tumba, porque no tengo intención <strong>de</strong> marcharme <strong>de</strong> aquí.
Estoy harta <strong>de</strong> correr el mundo en tu busca y los viajes me asustan,<br />
porque hasta ahora no había puesto nunca los pies fuera <strong>de</strong> Tebas.<br />
Así Muti me reconfortaba y consolaba, y creo que gracias a ella volví a<br />
tomar gusto a la vida y empecé a escribir. Estuvo encantada, porque veía<br />
que era una ocupación para mí, pero creo que en el fondo <strong>de</strong> su corazón<br />
juzgaba perfectamente inútil todo lo que escribía. Me confeccionaba<br />
excelentes platos, porque, según su promesa, había obligado a los<br />
guardias a trabajar, lo cual les hacía la vida amarga y mal<strong>de</strong>cían a Muti,<br />
pero no se atrevían a resistirse porque entonces ella los cubría <strong>de</strong> injurias<br />
y su lengua era más aguda que el cuerno <strong>de</strong> un buey y les contaba sobre<br />
el famoso pequeño objeto historias que les hacían bajar los ojos.<br />
Pero, por otra párte, Muti les proporcionaba trabajo, lo cual les<br />
evitaba encontrar el tiempo largo, y algunas veces les ofrecía un plato <strong>de</strong><br />
caldo o les daba cerveza fuerte y les enseñó a prepararse una comida<br />
variada y sana. Cada año, con la caravana <strong>de</strong> Punt, Kaptah nos mandaba<br />
numerosos cargamentos <strong>de</strong> objetos diversos, a los que añadía cartas<br />
dictadas a sus escribas para contarnos lo que pasaba en Tebas, <strong>de</strong><br />
manera que no vivía completamente ignorado. Los guardias acabaron no<br />
<strong>de</strong>seando ya regresar a Tebas porque tenían una vida agradable y mis<br />
regalos los enriquecían.<br />
Pero ahora estoy cansado <strong>de</strong> escribir y mis ojos están fatigados. Los<br />
gatos <strong>de</strong> Muti se sientan en mis rodillas y se frotan contra mis manos. Mi<br />
corazón está saciado <strong>de</strong> todo lo que he referido y mis miembros aspiran<br />
al reposo eterno. No soy, quizá feliz, porque tampoco soy <strong>de</strong>sgraciado en<br />
mi soledad.<br />
Pero bendigo mis útiles para escribir porque me han permitido volver<br />
a sentirme niño en la casa <strong>de</strong> mi padre Senmut. He recorrido las rutas <strong>de</strong><br />
Babilonia con Minea y los bellos brazos <strong>de</strong> Merit han ro<strong>de</strong>ado mi cuello.<br />
He llorado con los <strong>de</strong>sgraciados y he distribuido mi trigo entre los<br />
pobres. Pero me niego a evocar <strong>de</strong> nuevo mis malas acciones y la tristeza<br />
<strong>de</strong> mis pérdidas.<br />
Soy yo, Sinuhé el egipcio, quien ha escrito todos estos libros para mí<br />
mismo. No para los dioses ni los hombres, ni para asegurar la<br />
inmortalidad <strong>de</strong> mi nombre, sino para apaciguar mi pobre corazón que<br />
ha tenido la medida entera. Sé que los guardias <strong>de</strong>struirán a mi muerte<br />
todo lo que he escrito y <strong>de</strong>rribarán los muros <strong>de</strong> mi casa por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />
Horemheb; pero no sé si esta perspectiva <strong>de</strong> <strong>de</strong>molición completa me<br />
contraría, mas guardo preciosamente estos quince libros, y Muti ha<br />
tejido para cada uno <strong>de</strong> ellos un sólido estuche <strong>de</strong> fibras <strong>de</strong> palmera y las<br />
colocaré en un cofre <strong>de</strong> plata, y este cofre en una sólida caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />
dura que será puesta a su vez en una caja <strong>de</strong> cobre, como un día los libros<br />
sagrados <strong>de</strong> Thot, que fueron encerrados en una caja y arrojados al río.
Pero ignoro si Muti conseguirá sustraer la caja a los guardianes y<br />
colocarla en mi tumba.<br />
Porque yo, Sinuhé, soy un hombre y como tal he vivido en todos los<br />
que han existido antes que yo y viviré en todos los que existan <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> mí. Viviré en las risas y en las lágrimas <strong>de</strong> los hombres, en sus pesares<br />
y sus temores, en su bondad y su maldad, en su <strong>de</strong>bilidad y su fuerza.<br />
Como hombre, viviré eternamente en el hombre y por esta razón no<br />
necesito ofrendas sobre mi tumba ni inmortalidad para mi nombre. He<br />
aquí lo que ha escrito Sinuhé el egipcio, que vivió solitario todos los días<br />
<strong>de</strong> su vida.