Deuca Tuco 15

"~.~RELATO
Yo fui iniciado por El Fary
Entramos en un restaurante llamado
"Las dos Castillas", en
Villaviciosa de Odón, desde
luego el moblaje era
igual al de los mesones
desparramados por
Segovia, por lo que
no había nada que
llamara mi atención.
Ante tal panorama,
fijé mi objetivo en
uno de los taburetes
giratorios y avancé
hacia él dejando a
un lado a un grupo
de hombres que,
reunidos en corro, nos
saludaron.
Corría el año 1992, más
o menos.
- ¿Conoces a este Señor? ­
me preguntó mi padrino -
Sí, sí que lo conocía. No sé por
qué pero me daba verguenza decir
su nombre.
Era el cantante del torito bravo, José Luis
Cantero "el Farina de Ventas", el Fary.
Comencé a recordar que mi primo y yo
bromeábamos con canciones de Lola, de Julio y del
Fary, quien en ese momento me dio dos cariñosas
palmadas en la cabeza, pero no le desairé como
habría jurado que haría antes de conocerlo, sino
que sentí algo parecido a la admiración (tan joven
y ya groupie).
Con infantil irresolución, es decir,
sin noción de nada, olvidé mi giratorio objetivo
mobiliario, y quedé mirando a ese grupo de
personas a las que mi padrino se unió.
Aun absorto por ver que la pequeña
figura de El Fary tenía más presencia que la de
cualquier persona que por allí parase, me llevó un
rato darme cuenta de lo que hacían: dispuestos
en corro y guiados por algún tipo de señal
imperceptible para mí, estiraban los brazos hacia el
centro del círculo con las manos cerradas, largando
cada cual un número. Después, abrían las manos
palma arriba descubriendo monedas mientras
emitían lacónicos y súbitos gritos, unos de euforia,
otros de desesperación, pero en ambos casos
alegres.
Debía de estar tan licenciosa y llamativamente
embelesado que, aunque según he sabido años
más tarde es difícil que una partida de
chinos se pare para algo ajeno a la
propia partída, fui invitado a jugar
un par de mangas.
Como hijo de la democracia
que soy, y con la música y
la costumbre comerciales
de banda sonora vital, mi
atontamiento cultural
topa, ya en pleno siglo
XXI, con un grupo cuya
juntura con ellos era una
Vespa, cada uno la suya.
En la primera salida que
hago con mis ahora
amigos del Glorioso y
Afamado Escúter Club
Segovia voy intranquilo,
igual que los instantes
previos a llegar al
acueducto, punto de
reunión.
Pero mi inquietud se
transforma en sosiego a
medida que transcurre la
jornada.
Después de dar un paseo largo y
sereno con alguna parada técnica,
"AUN ABSORTO POR VER QUE LA
PEQUEÑA FIGURA DE EL FARY
TENÍA MÁS PRESENCIA QUE LA DE
CUALQUIER PERSONA QUE POR ALLÍ
PARASE, ME LLEVÓ UN RATO DARME
CUENTA DE LO QUE HACÍAN"
llega la hora de la fonda, y después la sobremesa.
Dicen que las comidas de negocios no son
importantes, lo son las sobremesas, ya los licores
(probablemente zamoranos) de ésta, una figura
solemne como por decreto ordena el inicio de
una partida de japos a la que, evidentemente,
soy (déjá vu!) invitado, al son de una audaz
instrucción. Bautismal instante en que comienzo a
considerarme uno más.
Al salir de la tasca y montarme en mi
vieja PK, me viene el recuerdo de aquel lejano
encuentro con el Fary y desentierro, con cierto
pasmo, sus palabras: "sabrás que juegas entre
caballeros cuando se paren a adiestrar al menudo".
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