Baja el Cuento - Cuentos de Federico
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Respondió <strong>el</strong> joven, y <strong>de</strong>spidiéndose con la mano en alto entró a la<br />
frutería y no lo volvimos a ver.<br />
Después <strong>de</strong> haber comido las frutas, me sorprendió que <strong>el</strong><br />
cansancio que tenía por <strong>el</strong> largo viaje, hubiera <strong>de</strong>saparecido<br />
totalmente.<br />
Estábamos llegando a las tierras <strong>de</strong> mi padre cuando <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
mí oí una voz que me <strong>de</strong>cía: ¿<strong>de</strong>seas montar en <strong>el</strong> caballo? Me di<br />
vu<strong>el</strong>ta y con gran sorpresa vi que había solamente una donc<strong>el</strong>la<br />
sentada en la grupa d<strong>el</strong> caballo. Era una joven diferente a las tres. Su<br />
extraordinaria b<strong>el</strong>leza me <strong>de</strong>jó perplejo, y su rostro, <strong>de</strong> una gran<br />
bondad expresaba en sus ojos una int<strong>el</strong>igencia sobresaliente.<br />
-Es <strong>el</strong> efecto <strong>de</strong> las frutas- me dijo sonriendo. En vez <strong>de</strong> tres<br />
donc<strong>el</strong>las, ahora somos una sola.<br />
Llegué a la mansión <strong>de</strong> mi padre.<br />
La boda se efectuó tres meses <strong>de</strong>spués.<br />
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