D. Juan Manzorro Burguillos - Consejo Local de HH. y CC. de Cádiz

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA CÁDIZ 2013
Cuando la Virgen de la Victoria supera el cancel mecida con mimo
por la cuadrilla de valientes que lleva su nombre me parece ver como la
mirada serena de la Señora ilumina ese rostro tuyo tan dulce que será
eternamente joven, querida Pilar. La Cofradía de tu familia se aleja en dirección
a la Catedral. Lo cuento en un micrófono y percibo que en mi corazón anidan
plácidos recuerdos de vivencias que compartí contigo.
FOTO VIRGEN DOLORES DE SERVITAS
Me llegan ahora ecos del templo de la calle Sagasta donde vivirá para
siempre el niño cofrade que fui. Sale la Lola. Así llamaba a la Virgen de los
Dolores con inmenso cariño y respeto un gaditano muy popular, Manuel
Merello “Rubio del Aceite”, al que imagino en un palco del cielo guiando
con mano maestra los movimientos de su cuadrilla que ahora dirige con pulso
firme su discípulo Julio Reyero. Manolo dejó como legado un prestigioso
martillo que Julio sigue portando con pericia de gran capataz. En la salida de
Nuestra Señora de los Dolores de Servitas me detengo con la mirada en la
casa contigua a la Iglesia de San Lorenzo. De uno de sus balcones parece que
baja aun el sonido añejo de las saetas que cantaba en la década de los ochenta
Antonio Morillo “Pirulo de Vejer”. La bondad del anciano saetero al que
conocí en mi primera juventud permanece anclada en mi memoria. Evoqué
su figura una noche triunfal de Septiembre de 2011 en la que la Señora de los
Dolores volvía a su casa radiante y hermosa tras una jornada apoteósica en
la que Cádiz la coronó de gloria.
FOTO SIETE PALABRAS
Tarde de Viernes Santo. Desde la Iglesia de la Merced está próxima a
salir la Hermandad de Siete Palabras que marchará en austera, sobria y solemne
comitiva camino de su estación de penitencia en el primer templo diocesano.
FOTO BUENA MUERTE
Y cuando el manto negro de la noche más triste cubra el cielo de
Cádiz, en San Agustín se hará el Silencio. No es posible Mayor Dolor en el
gesto desencajado de la Madre ante el cuerpo sin vida de su hijo crucificado.
El Salvador de los hombres abraza la Buena Muerte. Nunca nadie contó un
drama humano y divino con unos versos tan gloriosos como los que dejó
para la historia Don José María Pemán.
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