Descargar - Apariciones de Jesús y María

Hijos carísimos: poned toda vuestra confianza en el Señor. Él, en
su infinita bondad, os acogerá a cada uno de vosotros, como a sus
hijos amados. No más vacilaciones; rendíos hoy mismo a la
Divina Voluntad. Dejad ya, las cosas del mundo; empezad el
camino de conversión, porque no sabéis el día, ni la hora que seáis
llamados. Vuestra vida debe ser una continua preparación, para la
muerte.
Acoged el Apostolado de Reparación; es una reserva de amor para
todos vosotros. Todo pecado, una vez confesado, debe ser
reparado. El Sacramento de la Confesión es una fuente de gracia
que os purifica, os libera, renueva vuestro corazón. El Sacramento
de la Confesión es un torrencial de misericordia que os deja
nuevos, perfuma todo vuestro ser del fragante nardo de Cristo.
Capullos de uno de los jardines del Cielo: organizad Cruzadas de
Reparación y consolad el agonizante y Eucarístico Corazón de mi
Hijo Jesús; porque no es amado, ni adorado por todas las creaturas
de la tierra.
Os amo y os bendigo: . Amén.
No alcanzáis a comprender la magnitud de mis palabras
Diciembre 8/11 (6:35 p. m.)
Hijos amados: os doy mi abrazo de Madre, os aliento nuevamente
a caminar sólo tras las huellas de Jesús, a convertiros de corazón;
porque el Reino de los Cielos será heredado, sólo por las almas
buenas; almas que vivieron en plenitud la Palabra de Dios, almas
que supieron ser hijos de la luz.
Pedidme que os ayude un poco a crecer en virtud; necesitáis ser
santos, como el Santo de los santos.
Algunos de vosotros tenéis la triste experiencia del pecado;
algunos de vosotros estuvisteis inmersos en las cosas del mundo,
perdisteis el norte y la dirección en vuestras vidas; satanás sembró
el aguijón ponzoñoso en vuestros corazones y lamentablemente
caísteis; lamentablemente azotasteis, cruelmente, el Cuerpo
Santísimo de mi Hijo Jesús; lamentablemente clavasteis en su
cabeza corona de espinas, cada vez que dabais rienda suelta a
pensamientos inútiles. Heristeis su agonizante Corazón, las veces
que albergasteis, en lo profundo de vuestro ser, apetitos de la