El doncel don Enrique el doliente - Ataun

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fisonomía y en toda su persona-. ¿Adónde de esa suerte? -Jaime, ¿eres tú? Pues bien, he de verla. -¿Habéis de verla? ¿A quién? -¿A quién? ¿Hay otra en el mundo por ventura? ¿Conoces tú otra? -¿Estáis loco? -Sí. Lo estoy: estoy lo quieras con tal que me la enseñes. Verla, no más verla. ¿Dónde está? -¡Desdichado! ¿Y Hernán Pérez, señor? -¡Ah! Hernán Pérez no vendrá. Ahora halconeaba con el Rey en la ribera. Me he perdido de propósito por encontrarla. -¿Pero no veis cuán mal hecho es lo que hacéis? -¡Mal hecho! ¡Mal hecho! ¡Siempre la reconvención, siempre el deber y siempre la virtud! ¿Quién te ha dicho, paje, que estoy obligado a hacerlo todo bien? ¡Peor hecho es ser ella hermosa!
-¡Qué palabras! Pues advertid que ver a mi prima es imposible. -¿Imposible? -repitió con una amarga doncel-. ¿Por ventura no está? -Estar... -respondió con algún embarazo el paje-. Eso... Mirad: está; pero si queréis creerme, es como si no estuviera. Para vos debe ser lo mismo. -¿Por qué? -Porque está mala. ¡Ah, señor, si la vierais...! Tened compasión... -¡Compasión! ¿La tiene ella de mí? Pero, Jaime, ¿qué mal, qué dolencia?... -Yo no sé. Se entristece, no duerme, no come, llora... -¿Llora? ¿Sufre? -Ya veis, pues, que es imposible. -Ahora más que nunca la he de ver. -¿Qué habláis? Yo creía que con deciros... -¡Ah! ¿con que me engañas, paje?... ¿No es cierto cuanto me dices?...
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Obra reproducida sin responsabilida
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CAPITULO PRIMERO Mis arreos son las
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prolongada de un poder superior que
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los sarracenos. Es verdad que ganab
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irrupción de los bárbaros, alguna
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nuestros días. El amor, el rendimi
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contra moros les debía el rey y la
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cardenal de Génova, que tomó el n
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Aragón, y por el Papa romano, el E
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Enrique III, al subir al trono a lo
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Con él van los sus monteros Con pe
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henchidas de oro las faltriqueras,
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frecuentar grandes personajes, ya q
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pariente del rey como a un montero
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-Sólo sabré deciros -contestó Fe
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caterva de cortesanos, cuyo brillo
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espesura la encarnizada caterva, cu
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por un brazo y desviándole del cam
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me dirás tu opinión acerca de ese
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suspendida, manifestaba que la segu
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compañía libre y desembarazada de
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también contra la intemperie envol
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tardaron mucho en resonar las pesad
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don Pedro reservándose sólo el us
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también perjudicarle en el concept
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por una extraordinaria pulidez, se
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Mira lo que en este momento está p
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humanidad más de lo que ella puede
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-No importa; no he podido equivocar
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que esperaba? ¿Acaso habrá amenaz
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-Guiomar -dijo levantándose doña
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-¿Os pesan doña María? -contest
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no estuviera muy resuelto todavía
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acabad de una vez con el único est
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-¡Silencio, repito! -dijo con voz
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arrojándose delante de ella para i
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Volvió el conde al mismo tiempo la
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groseros de matemáticas, que el vu
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-Y yo, que, como camarero de nuestr
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pretexto suponer para justificar aq
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donde la saca... Venid aquí -añad
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Artus, que se volvió cuervo, ni lo
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atravesarse en el camino de sus pla
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ecompensado más allá de tus esper
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-No serás el primero que se haya d
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penetrar los motivos de sus accione
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tener bajo su jurisdicción dos o t
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-¿Crees, señor, que ella resistir
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-¿Y si me engañan mis esperanzas?
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inquieto Villena, si bien poco o na
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profundo silencio variaba la monoto
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pequeña digresión, que en vista d
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de ella como Venus entre los demás
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-Callaré; pero antes he de decir q
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-Don Enrique de Villena -respondió
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-¡Ah! perdonad, señor... señor M
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-Bien podéis decir que me envía e
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-Me vio en el cuarto de mi prima y
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aposento, parte, Jaime, y si vuelve
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alumbrar sus pasos, se presentó ll
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las ventanas del corazón y la cara
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observador más inteligente hubiera
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-No importa; si nuestros intereses
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-Disponed de mis pocas fuerzas, si
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espada-. ¿El doncel de don Enrique
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coraje que crecían por momentos en
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mundo y los hombres, a pesar de vue
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amistad que pedís, ni la busco ni
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confusamente llegó a sus oídos di
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que hubieron conversado largo espac
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enjugó las lágrimas que habían i
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manifestaba desear, era sueño, pue
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condesa, y Elvira se retiró a la c
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producido en su existencia un vací
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Albornoz; y la soledad era el gran
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confiará sus penas -añadió el pa
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luego... una, dos, tres, cuatro, ci
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-¿Quieres cambiar este anillo, Jai
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trata de correr cañas, nadie le av
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Bajóse para esto a su habitación,
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El infante vengador, Caballero a la
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ligada a la suerte de la de Alborno
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habría de saberse al día siguient
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asiéndole con mano vigorosa del cu
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verdadero ser fantástico, como la
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-No he podido entender la letra...
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Mas ¿qué sentido encierran esas p
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uido de un hombre que monta a cabal
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su cabeza sobre el pavimento como p
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sorprendido el sueño en medio de l
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-Bravo modo de decirnos que el escu
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acompañaba su fiel camarero. Hízo
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monteros de tu casa; al llegar al a
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cuidado del montero que se había a
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de nuevo el conde y su primer escud
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Repúsose Elvira lo mejor que pudo,
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avisos; prometió el paje indagar c
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comúnmente convenir, y el paje no
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al ver echado por tierra tan inespe
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la sinceridad de las palabras del c
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-Ved aquí la mía; el cielo sabe l
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intrusos allí por su orden o si te
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oponerles resistencia alguna la con
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desacato cometido en la persona de
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ido cerrándolas todas sucesivament
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Toledo, don Juan Hurtado de Mendoza
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Aquí el condestable, amigo del con
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se acercan; volviendo todos las cab
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de su casa, cuya falta había notad
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-Verdad dice su grandeza -repuso el
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mano, y dióle repetidas gracias po
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a su lado su predilecto escudero; d
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llegada. Habrá desaparecido del mu
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-¿Ronca? ¿No está, pues, herido
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-Señor -exclamó besándoselos-,
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-¿El diablo? Malandrín... -no pud
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puede hacernos mucho mal. Alvar, tu
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verdad en aquel momento, y comenzó
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-Silencio -exclamó-, no pronuncies
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de los cordones, que de su cintura
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de escudero suyo; así que se habí
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verdad a la menor idea de sospecha
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Que sabiendo la verdad Todo se reme
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-No os alteréis y oídme. Sí, cab
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-¿Y dejaréis a la inocencia ser p
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Dejó caer Macías al oír estas do
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¿De dónde vino este diablo? Rom.
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Hízolo Ferrus como se le mandaba.
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noche haya tendido sus densas sombr
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sol, yo hago ese precioso metal con
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-Ahora lo sabemos dos en Madrid. Vo
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para haberle de dar cuentas largas
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esponderle más claramente. Observ
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-¡Ah! pero me hacéis recordar...
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Viendo aquesto un moro viejo Que so
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de su boca, ni más ni menos que el
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Francisco-, ¡oh portento! -continu
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cruz roja las barras de Aragón. Ot
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ecogimiento en que quedó pareció
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El salón principal del alcázar do
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-Acaso. Pues nada oí; estuve jugan
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en cuyos pechos lucían las cruces
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Hablaba el bárbaro, y Sotomayor, q
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cuales dijeron a Su Alteza, despué
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-Hernán Pérez -dijo el de Villena
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insolentemente tu trono, validos de
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-Sí -añadió con voz trémula el
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descubrirme en público? Tomad, se
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jóvenes caballeros prendas del amo
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toma esta demanda? El caballero que
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-No responderé nunca, señor, a la
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estas dos palabras bordadas imposib
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que don Enrique inmóvil, no recog
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Inclinóse Macías en señal de gra
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-¿No podéis explicaros? -Ahora im
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Albornoz, y Macías por amor a esa
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-Puede... -¿Cómo? ¿puede?... -Ta
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-No. -Sí. -Bien, sí... Estoy mort
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mentira, mentira. Yo amo a mi espos
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cabellos erizados y los ojos casi f
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aguarda para darme una razón que e
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Su intento y sus pretensiones A los
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probado, además, don Luis que cono
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manifestado, que tenía tanto don L
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Rey, miró al conde de Cangas, mir
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dignidad que acababa de deslizárse
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seguridad de un hombre que está mu
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estamos acostumbrados a sufrir ultr
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-¡Fuera, fuera! -gritaron a una lo
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ventajas que al demonio le podían
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corriese una gota de sangre por las
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le tenía embarcado a la sazón su
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-Veo que os hace obrar, señora, al
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-¡Oh! eso no es nada. Más es de a
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-Digo, pues, que acaso ahora con se
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-La tomaréis -dijo el físico prep
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-¡Una hora, Abrahem! Quiero marcha
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Canc. de rom. Anónimo. Más de una
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-Muchas veces, Hernando, conviene c
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ignoraba cuán favorable es a la os
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amante arrodillado. Su extrema blan
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desviar de su dueño la fantástica
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-No; no, caballero; no he dicho mi
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-¿Juzgáis, señora, por ventura,
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encuentro, casual sin duda, en la h
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Detúvole, empero, y acabó de conf
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espetemos este lugar; pero en otra
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oscureciendo su rostro una nube de
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con mortales angustias entre el des
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-Basta, Abenzarsal -gritó Villena
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y no nos faltarán medios después
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impulso extraordinario, se traslada
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-No me podréis negar que una entre
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no permitía una defensa tan hábil
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ecibidos-. No es vuestra la herida
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Llegándose en seguida dos de los j
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-Date -repitió el mismo que había
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-¡Hernando! -exclamó Macías arro
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Su fijo del emperante Porque él re
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demasiado virtuosa para no tratar d
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del todo; una mujer menos virtuosa
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especto a su conducta, porque en es
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Dirigió en seguida a los que le tr
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atención a que el escudero de don
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las más favorables. Nosotros, que
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salido ambos con varios criados en
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CAPITULO VIGESIMOCUARTO Todo le par
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palabras. El artificioso conde no h
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Elvira había dispensado Su Alteza
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encor, contribuían no poco a debil
Page 421 and 422: carmín, y la despedazaba la idea d
Page 423 and 424: salud es harto importante para vues
Page 425 and 426: desempeñé los deberes de la hospi
Page 427 and 428: -¿Presumís que puede tenerse noti
Page 429 and 430: lavaré en su sangre mis ofensas. C
Page 431 and 432: su persona con un rey o un príncip
Page 433 and 434: aunque más subalterna, y el agua d
Page 435 and 436: la brecha abierta ya de una torre o
Page 437 and 438: Tenorio, arzobispo de Toledo, se br
Page 439 and 440: oponerse a aquella concesión crist
Page 441 and 442: El resto de la capilla estaba ocupa
Page 443 and 444: coyuntura y ocasión que se present
Page 445 and 446: principales de la corte. Ni el ofic
Page 447 and 448: azos naturalmente a recibir de él,
Page 449 and 450: Acabada la ceremonia, retiróse cad
Page 451 and 452: había merecido siempre en la corte
Page 453 and 454: poco de esto. No estaba seguro de q
Page 455 and 456: vencido en la persona de su campeó
Page 457 and 458: palabras, y no habiendo podido veri
Page 459 and 460: -Lo sabe todo, lo sabe todo -dijo p
Page 461 and 462: -Moderaos, joven arrebatado. ¿Qué
Page 463 and 464: ser premio de la victoria, pero de
Page 465 and 466: cabeza cuantos medios podían ocurr
Page 467 and 468: cuando yo le encontré distraído,
Page 469 and 470: -Lo que oís; sólo que yo no lo en
Page 471: que os he reñido yo a vos, en vez
Page 475 and 476: -¿A dónde queréis, Elvira, que m
Page 477 and 478: embargo, os lo dijeron. ¿Cómo imp
Page 479 and 480: -Falso es, Macías, lo que habláis
Page 481 and 482: -Abismo que se llenará, que yo tra
Page 483 and 484: -Macías -dijo Elvira desasiéndose
Page 485 and 486: -¿Viene, Jaime?... -preguntó Elvi
Page 487 and 488: prosecución del cuento de las cuit
Page 489 and 490: con el amor; pero un concurso de ci
Page 491 and 492: -He tardado, ¿no es verdad, Elvira
Page 493 and 494: no cazo. Diome, pues, este azor en
Page 495 and 496: haber insistido, por otra parte, de
Page 497 and 498: secretos para vuestro esposo, no os
Page 499 and 500: -Esas palabras, señor... ¡Ah! soy
Page 501 and 502: exclamación. Elvira, al oírla, mi
Page 503 and 504: También el doncel oyó el ósculo
Page 505 and 506: -Sería el paje, señor, el que aqu
Page 507 and 508: -¡Santo Dios! ¿Con que es falso e
Page 509 and 510: -¡Cierto! Soy un testigo importuno
Page 511 and 512: que no pudiera hacernos reír con f
Page 513 and 514: -¡Adiós, Jaime! -dijo en voz baja
Page 515 and 516: desvelos? ¡Qué bobería, Abenzars
Page 517 and 518: tuviera en mi poder, como debiera,
Page 519 and 520: deja de vivir a los ojos de los hom
Page 521 and 522: mucho que si el hombre puede no ser
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umor extraño en la cámara de Su A
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demostraciones y ademanes de conten
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amor. Castigue en cabeza ajena, E n
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sumergido en la más profunda medit
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-Su letra, Abenzarsal. ¿Es magia e
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pensamiento, era nada menos que el
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después de una breve pausa, en la
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según él, la prueba más singular
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ciertamente a aquellas horas y en a
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-¿Me llamas, señora, para escucha
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-¿Y ese es amor tan grande? ¿Me a
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-¡Ah! -exclamó Elvira, reluchando
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-No es tiempo ya, no es tiempo. Sed
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la ventana lanzó contra los que ya
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muchos pueblos de nuestra patria. A
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contra la Corona de Castilla la Ord
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lograr sus fines habíase dado a la
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-Podéis hacer lo que gustéis -con
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la puerta principal del interior de
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suerte que había dejado en herenci
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que de una reja baja salía, inclin
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Pero como no podía bastar el respl
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le dirigía la palabra, lo cual hac
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-¡Ah! ¡ah! sí, como gustéis, se
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-Lo que gustéis, señor, lo que gu
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-He visto, he visto -repuso su come
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cuarto de hora media despensa, y qu
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guardaba ha cedido las llaves al se
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yo me traía conmigo todas mis duda
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lado, ya me curaría yo de moros y
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-Oíd -contestó éste apartándose
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Como gustéis -añadió volviéndos
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de mi bocina, os referiré cosas qu
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parecían indicar que acababan de s
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equivoca siempre la senda, la mujer
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Ayer parece llegaron ellos. Hoy he
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he de disparar el venablo, que se m
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podían fiar tan importante comisi
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llegaba a probar algún día que do
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noble camarero para que le pudiese
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inútil a nuestro propósito, perdo
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euniéndose a toda prisa con Hernan
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No recibía más luz aquel cavernos
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menos mago que el amante de Zelinda
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Europa, conversaban tranquilamente
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-Bien sabéis -contestó Ferrus- qu
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-Pero ése, señor, no los pasará
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nosotros dos, según la faena que d
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conseguían privar al colega; plan
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se atreven por respetos al cielo, n
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llevar además un amigo consigo. Es
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que se dieron el brazo mutuamente a
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frailes, cuando llamó a las puerta
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-¡Voto a tal! no hay cuidado -dijo
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-La mora... Zelindaja queréis deci
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Ferrus, cuyo asombro fue tal al ver
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de metal, diéronse a subir con la
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-¡Santa María! -exclamó, dando d
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desesperación, una figura cadavér
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¡Hernando era montero! -y volvió
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-A salvaros, señora -repuso Hernan
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a salir al rayar el alba, y que pro
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parte de la torre en que se hallaba
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aventura, poniendo el éxito en man
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¡Ay mísero aquél, que así amor
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No tuvo lugar de preguntar segunda
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Su posición tenía más dificultad
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muralla hasta la puerta principal y
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haberse descuidado sobremanera en e
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por consiguiente pudo ver de lo que
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custodia de Elvira, la cual pasó a
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la lucha de encontrados sentimiento
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valimiento, y el que debía aument
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hizo breve relación de los pasos q
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Requeridos a presentarse ante Su Al
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-Nadie -exclamó con loca alegría-
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Don Luis de Guzmán vio salir a tod
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-¡Si digo que está llena la casa!
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deteniendo a uno que corría hacia
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a otras en los más bajos para alca
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-Amén. -Amén. -Amén. -Pues sí;
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testimoniar y dar fe de lo que acae
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frente mancillada por la adusta man
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Dispuesta ya la liza en esta forma,
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consecutivas, el cual no pareciendo
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la vuelta al palenque. Atraído un
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procederse a la ejecución de la ac
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Dirigiéndose en seguida Hernán P
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cualquiera. Aplacáronle, sin embar
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El que más animado parecía era nu
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-¡Victoria! ¡Victoria! -clamaron
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mariscal del campo para ser suspend
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ora queriendo descifrar si era, efe
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Rom. del rey Rod. Luego que Fernán
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manera burlado por su mismo parient
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que habiendo salido a pie, no podí
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distribuir atalayas en las murallas
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del vencido, colgólo en la pared d
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de Hernando. No acababa el prisione
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-¡A él, amigos a él! -gritaba Fe
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venablo en su alcaide a la menor co
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concediéndole, empero, Hernando pa
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¡Brabonel! ¡Al oso!, ¡al oso! -y
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con desesperación, y el justicia m
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a su dolor y tomó de allí a poco
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Llegáronse, efectivamente, al grup
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palabras. No llora nunca; ¿oís es
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El doncel don Enrique el doliente - Ataun

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