Coleccion Sensibilidades PRIMAVERA 2002 - index
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Isabel, ¿alguna vez has pensado entrar a un curso de cocina? Mi madre,<br />
a pesar de que trabajaba como negra, era una excelente cocinera." Isabel<br />
salió llorando de la terraza, mientras Sebastián, sin dejar de sonreír,<br />
apretó fuertemente la vieja y desgastada foto en su pantalón.<br />
Después de aquél desagradable incidente, en el que Matías no la<br />
defendió como ella esperaba, y Roberto la siguió y le dio un beso en la<br />
mejilla pidiéndole perdón por la torpeza de su hermano, Isabel, cuando se<br />
los encontraba por la casa trataba de distinguir a uno del otro por la<br />
mirada, por la sonrisa o la voz, antes de dirigirles la palabra. Roberto era<br />
dulce, amable y soñador, había sacado la vena poética del padre, mientras<br />
Sebastián por lo general se mostraba frío e indiferente, cuando no le lan-<br />
zaba miradas de franco odio y desafío. Matías se había encerrado nueva-<br />
mente por horas y a veces por días en su biblioteca, desbordando sus<br />
nuevas frustraciones ahora en una novela de suspenso. Había desechado<br />
la idea de una nueva novela de amor. Después de todo, pensó, el escribir-<br />
la no le quitaría esa sensación de incomplitud con que Claudia lo había<br />
condenado desde el primer día que la conoció. Isabel, a través de los años<br />
había comprendido esta verdad, encontrándola sin querer, tropezándose<br />
con pedazos de sutiles evidencias por todas partes: un fragmento de<br />
poema de Matías, alguna alusión personal en alguna de sus novelas, en su<br />
mirada perdida, nostálgica, y en sus caminatas nocturnas donde no le<br />
permitía acompañarlo. La evidencia más contundente había sido en una<br />
ocasión cuando Matías cayó enfermó, y en su delirio e inconsciencia dijo<br />
una y otra vez... Claudia... Claudia... Claudia...<br />
Nunca había anidado en su corazón venganza alguna contra el<br />
que hizo casi su dios, entregándole no sólo sus epiteliales virtudes, sino<br />
también las del corazón. Sin embargo desde que Roberto llegó a su casa,<br />
ésta se le fue colando como gotera, poco a poco, aun sin poder nombrar-<br />
la. Además, Roberto la hacía sentir tan especial, casi viva, y por primera<br />
vez afloró en ella una inicua sonrisa. Su piel joven se estremecía cuando<br />
Roberto la miraba y le sonreía, o cuando compartía con ella su insólito<br />
mundo traducido en letras. Él tenía el don de transportarla desde el más<br />
etéreo de los paisajes hasta volcánicos terreros, sin el más mínimo atis-<br />
bo de codicia. Desde su llegada, ella se esmeraba más en su arreglo per-<br />
sonal, lo cual Matías interpretó como un recurso más de Isabel para<br />
sacarlo de sus ensimismamientos, y como siempre, le correspondió con<br />
besos en la frente, agradeciéndole a los dioses el tener a su lado a casi<br />
una santa, y como premio, en la noche la colmó con besos y caricias<br />
haciéndola suya, pero sin ninguna pasión.<br />
Y llegó el momento en donde todo se habría de conjuntar, así<br />
como la alineación de todos los planetas del triste universo de Isabel. El<br />
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