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GENEVIÈVE BRISAC<br />

EDITORIAL ANDRES BELLO<br />

Edición original en Santiago <strong>de</strong> Chile, 2000.<br />

1


Pequeña<br />

© Geneviève Brisac (Traducción <strong>de</strong> Carolina Díaz)<br />

© Editions <strong>de</strong> l’Olivier, 1994.<br />

© Editorial Andrés Bello, 1998.<br />

Santiago <strong>de</strong> Chile, 2000<br />

ISBN 84-89691-61-4<br />

2


3<br />

A mi madre<br />

Para mis hijas, Nadia y Alice


Capítulo 1<br />

No volveré a tener hambre, me dije. Eran las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y tenía<br />

hambre.<br />

En la mesa rodante <strong>de</strong> la cocina, apoyada contra la pared,<br />

resplan<strong>de</strong>cía la tarta <strong>de</strong> nueces. La cocina estaba en penumbra, brillaba el<br />

chocolate helado. Una rueda negra trufada <strong>de</strong> medias nueces perfectas,<br />

blancas, sin ninguna mancha <strong>de</strong> chocolate. Le dije adiós para siempre.<br />

Tenía trece años, y había terminado <strong>de</strong> crecer. Se come para crecer.<br />

Yo no volvería a crecer, me había dicho. Sólo comería lo necesario. Lo que<br />

se necesita para durar. Todo se volvía un inmenso campo <strong>de</strong> exploración, el<br />

<strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> un territorio salvaje y secreto.<br />

Yo no tenía ningún secreto.<br />

Deseos sí, una voluntad <strong>de</strong> niña <strong>de</strong> hierro. Tenía un plan. En primer<br />

término, vaciar mis bolsillos. Los adorados bolsillos <strong>de</strong> mi abrigo, llenos <strong>de</strong><br />

migas. Cuidar la capucha <strong>de</strong> cuello <strong>de</strong> piel que me da aspecto <strong>de</strong> esquimal y,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora, ir con la cabeza cubierta y los bolsillos vacíos.<br />

Hasta ese sábado <strong>de</strong>cisivo, guardaba tesoros en los gran<strong>de</strong>s bolsillos<br />

<strong>de</strong> mi abrigo. Trozos <strong>de</strong> queso aplastados envueltos en papel <strong>de</strong> aluminio,<br />

barras <strong>de</strong> chocolate <strong>de</strong> cuatro cuadrados, que mezclan muy bien con el<br />

queso, tortillas bretonas para el recreo, y finalmente, cincuenta centavos<br />

para comprarme a la salida un galletón con pasas. Mi plan: supresión <strong>de</strong>l<br />

galletón con pasas, acumulación <strong>de</strong> monedas <strong>de</strong> cincuenta centavos. Dos<br />

pájaros <strong>de</strong> un tiro. Podría hacer más regalos, sería rica muy pronto. De<br />

repente me sentía fuerte, llena <strong>de</strong> futuro.<br />

Tuve hambre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el domingo en la mañana. Me vestí y bajé a<br />

comprar croissants para el <strong>de</strong>sayuno; hice ejercicios musculares en los<br />

peldaños <strong>de</strong> la escalera. Los olores <strong>de</strong> la pana<strong>de</strong>ría me exaltaron.<br />

Subí las escaleras tensando los tendones <strong>de</strong> los muslos. Era<br />

primavera. La angustiosa gracia <strong>de</strong> la primavera. Mientras preparaba la<br />

ban<strong>de</strong>ja, un croissant para cada uno, cero croissant para mí, sentí un hilillo<br />

<strong>de</strong> felicidad a la altura <strong>de</strong>l pecho.<br />

4


Sentada en una silla, Nouk, sentada en el bor<strong>de</strong> mismo <strong>de</strong> la silla para<br />

impedir que se le aplaste la carne <strong>de</strong> las nalgas, lee La leyenda <strong>de</strong> los siglos<br />

a sus hermanas menores.<br />

Es El Cantar <strong>de</strong> Roldán 1 :<br />

“Luchan, terrible combate, cuerpo a cuerpo. Hace ya tiempo que sus<br />

caballos están muertos…”<br />

Es muy hermoso.<br />

Roldán no tiene un solo gramo <strong>de</strong> grasa en los muslos. Tienen corazas<br />

atornilladas muy limpias, y ninguna migaja los molesta por <strong>de</strong>ntro.<br />

Cora y el bebé escuchan mientras <strong>de</strong>smigajan sus croissants<br />

siguiendo técnicas particulares. Nouk salmodia. No hay que alzar la voz en<br />

mitad <strong>de</strong> un verso. Un ritmo oscuro y parejo que llene toda la habitación.<br />

Nouk soy yo.<br />

Mis hermanos son muy bonitos. Cora tiene ojos inmensos como el<br />

mar Negro, Tchernoïe Morie, y un aire trágico. El bebé es rubio y cremoso.<br />

Yo soy la esclava <strong>de</strong> los dos, su otra madre y su jefe.<br />

Dejo combatir a Roldán y Olivier. Es perfectamente posible leer<br />

manteniendo el tono y pensar frente a otra cosa. De pronto tengo siete años<br />

y la profesora cuenta una historia, los hunos inva<strong>de</strong>n la Galia, están ahí muy<br />

cerca <strong>de</strong> Lutecia y una mujer se pone <strong>de</strong> pie. No tiene un solo gramo <strong>de</strong><br />

grasa en las ca<strong>de</strong>ras, está totalmente recta y tiene un brazo alzado, como la<br />

Estatua <strong>de</strong> la Libertad. La profesora dice con voz suave y graciosa: saben<br />

cómo se llamaba esta mujer. Un nombre muy gracioso. Se llamaba<br />

Geneviève 2 .<br />

Y yo me pongo <strong>de</strong> pie, sola, en una isla <strong>de</strong>sierta, roja, conmovida por<br />

este <strong>de</strong>stino. Me llamo Geneviève. Ese es mi verda<strong>de</strong>ro nombre. Sin<br />

embargo, nadie me dice así. Es un nombre <strong>de</strong>masiado pesado.<br />

Mi plan funciona <strong>de</strong> maravillas. Ya no como. Con talento, con<br />

discreción.<br />

1<br />

Poema épico francés <strong>de</strong>l siglo XI<br />

2<br />

Santa francesa (423 – 502) <strong>de</strong> <strong>de</strong>stacada participación en la resistencia <strong>de</strong> parís contra los hunos. Patrona<br />

<strong>de</strong> Francia, se la invoca para ayudar en las gran<strong>de</strong>s calamida<strong>de</strong>s.<br />

5


Camino al colegio, soñamos en voz alta. Mi amiga <strong>de</strong>l alma se llama<br />

Joëlle, tiene miles <strong>de</strong> pecas y me fascina su minúscula nariz respingada.<br />

Tiene perfil <strong>de</strong> cerdito, dice mi madre, que siempre ha <strong>de</strong>testado a mis<br />

amigas. Mi madre cree que Joeëlle es tonta. Tiene razón. Pero no entien<strong>de</strong><br />

que me da igual. Lo que me importa es la enorme boca rosada <strong>de</strong> Joëlle, sus<br />

ojos redondos y su manera <strong>de</strong> escucharme.<br />

Lo que más me gusta es su casa, que huele a coliflor a toda hora, a<br />

coliflor y a telas, un olor a fundas, a cubrecamas, a lana y a sábanas. Como<br />

un nido. En el gran nido <strong>de</strong> Joëlle hay una vida tibia, <strong>de</strong>sconocida,<br />

tranquilizadora sin embargo. Este año instalaron en el suelo una alfombra <strong>de</strong><br />

pelo largo. Me parece el colmo <strong>de</strong>l lujo y <strong>de</strong>l mal gusto. Del abandono. Casi<br />

como no vestirse los domingos antes <strong>de</strong> comer. En mi casa, la habitación <strong>de</strong><br />

los niños tiene suelo <strong>de</strong> linóleo azul turquesa, ya muy rayado. Es otro tipo <strong>de</strong><br />

mo<strong>de</strong>rnidad, <strong>de</strong>l cual alguna vez estuve orgullosa.<br />

A Joëlle le va mal en el colegio; le da igual. A sus padres también les<br />

tiene sin cuidado, creo. Va a fiestas sorpresa y escucha discos <strong>de</strong> 45<br />

revoluciones. Ya se ha puesto medias y barniz <strong>de</strong> uñas. Tiene un hermano <strong>de</strong><br />

diecisiete años, a quien nunca dirijo la palabra. Joëlle es un poco como el<br />

diablo. Un diablo rosado, con ojos redondos y dientes separados <strong>de</strong><br />

felicidad. Cuando estamos juntas, hablamos <strong>de</strong> nuestro futuro. Hago<br />

juramentos que ella no entien<strong>de</strong>. Me cuenta lo que dicen las otras niñas <strong>de</strong> la<br />

clase. No sé cómo sabe tantas cosas <strong>de</strong> las cuales yo nunca me entero.<br />

Joëlle dice que les doy miedo.<br />

Me encuentran orgullosa y temen las frases malintencionadas que por<br />

lo visto salen <strong>de</strong> mi boca.<br />

Un día juro a Joëlle que jamás me psicoanalizaré. Queda estupefacta.<br />

Sus padres, <strong>de</strong> todos modos, dicen que son cosas <strong>de</strong> locos para sacar<br />

dinero a otros locos y que no entien<strong>de</strong>n cómo podría servirte ir a contar tu<br />

vida a un chiflado que ni siquiera te escucha. Sus padres también dicen que<br />

todas las casas <strong>de</strong> campo que se han construido los diez últimos años cerca<br />

<strong>de</strong> Savigny -allí viven- se edificaron, piedra por piedra, con el dinero <strong>de</strong> los<br />

bobos que se tien<strong>de</strong>n en los divanes.<br />

No le explico a Joëlle mis razones. No me voy a psicoanalizar, porque<br />

le tengo miedo a lo que hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cabeza, igual que mis compañeras<br />

<strong>de</strong> curso. Y también porque no me da la gana. Según mi tío abuelo<br />

comunista, es mi capital más valioso. Por lo <strong>de</strong>más, Joëlle y yo no nos<br />

6


enten<strong>de</strong>rnos en nada y esto, sin duda, es la base misma <strong>de</strong> nuestro profundo<br />

cariño.<br />

Tampoco le cuento a Joëlle que <strong>de</strong>cidí <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> comer. Odiaría que me<br />

imitara. Tengo la impresión <strong>de</strong> que cualquier persona a quien confiara mi<br />

secreto trataría <strong>de</strong> copiarme y el mundo <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> girar. 0, en un primer<br />

momento, mi proyecto quedaría anulado. Y es interesante porque soy la<br />

única en el mundo que ha tenido la i<strong>de</strong>a.<br />

El martes, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> clases, voy a la piscina.<br />

La monitora dice que podría ser campeona <strong>de</strong> crawl <strong>de</strong> espaldas; si<br />

quisiera. Me gusta la competencia. La línea <strong>de</strong> salida, el instante cuando uno<br />

se lanza al sonar el disparo, el movimiento <strong>de</strong> volteo, el giro al final <strong>de</strong> la<br />

piscina, el agua que se te mete en los ojos, las boyas azules que marcan los<br />

pasillos <strong>de</strong> las nadadoras, la gorra aerodinámica <strong>de</strong> plástico que te pones en<br />

la cabeza. Me gustaría ser campeona <strong>de</strong> natación. O campeona <strong>de</strong> lo que<br />

sea. Mi mayor orgullo es resistir más que todas las otras <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l agua.<br />

Quiere <strong>de</strong>cir que tengo pulmones inmensos. Y eso resulta tranquilizador.<br />

Al volver <strong>de</strong> la piscina, paso junto a un ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> crepes. Tomo uno<br />

<strong>de</strong> almendras. Está muy caliente, compacto, y las almendras molidas crujen<br />

entre los dientes. A veces pienso en ese crepe apenas llego a la piscina.<br />

Pienso en él con cada brazada, con cada taza que bebo. Este martes <strong>de</strong>l<br />

cambio <strong>de</strong> vida renuncio al crepe <strong>de</strong> almendras. Nunca volveré a probar uno.<br />

En el andén <strong>de</strong>l metro, pienso en ese nunca. El tren llega, las puertas<br />

se abren y se cierran. Detrás <strong>de</strong>l vidrio sucio, un hombre y una mujer se<br />

besan. Tengo la sensación <strong>de</strong> que he hecho un <strong>de</strong>scubrimiento. La<br />

convicción aguda y brutal <strong>de</strong> que los hijos se hacen por la boca.<br />

El tren se marcha. No tendré hijos.<br />

Hace tiempo que pienso en ello; una certeza que adquirí en los baños<br />

ingleses, hace unos dos años. La casa era triste y sus habitantes,<br />

incomprensibles. Pasé allí el mes <strong>de</strong> julio, para sumergirme en su lengua.<br />

Todo el tiempo tenía miedo. Miedo <strong>de</strong> la hija mayor que me llevaba al camino<br />

don<strong>de</strong> se encontraba con chicos que la besaban y le tocaban los pechos.<br />

Eran muy gran<strong>de</strong>s, sus pechos, colgados <strong>de</strong> su torso magro. Lo que más me<br />

asustaba era su risa. Una risa <strong>de</strong> lobo, pensaba. Yo soy como una <strong>pequeña</strong><br />

cabra, trivial y estúpida. Temía que me tocaran y, aún más, ser tonta.<br />

7


Me quedaba días enteros con la otra hija <strong>de</strong> la familia, una <strong>pequeña</strong><br />

mongólica, y <strong>de</strong>spués me encerraba en mi cuarto y escribía discretos<br />

llamados <strong>de</strong> auxilio a mis padres, temiendo que mis huéspe<strong>de</strong>s leyeran las<br />

cartas y se vengaran <strong>de</strong> mi tristeza. Pero entonces tenía otra noción <strong>de</strong>l<br />

modo como nacen los niños. Por abajo, como se caga. Sentada en ese<br />

excusado inglés, mientras contemplando la puerta <strong>de</strong> vidrio grueso, el<br />

picaporte torcido y las capas <strong>de</strong> pintura <strong>de</strong>scascarada, estreñida por el<br />

exilio, tuve la convicción íntima, profunda y luminosa <strong>de</strong> que si era incapaz<br />

<strong>de</strong> librarme <strong>de</strong> un simple mojón, era natural que fuera completamente inepta<br />

para dar a luz un bebé.<br />

Pero no había que <strong>de</strong>cirlo a nadie. Es incómodo y peligroso confesar a<br />

la gente que tú eres diferente. Tratan <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarte lo contrario, atraes su<br />

atención y se vuelven malvados.<br />

A los diez años, yo era un niñita rolliza y le tenía miedo al agua. Estaba<br />

segura <strong>de</strong> que, necesariamente, mi peso me arrastraría al fondo <strong>de</strong> la<br />

piscina. La monitora a quien lo confesé -en esa época todavía confiaba en la<br />

comprensión <strong>de</strong>l prójimo- me empujó con su vara para <strong>de</strong>mostrarme mi<br />

error. Caí al agua. Al olor tibio <strong>de</strong>l cloro, al rumor agudo e intenso <strong>de</strong> la<br />

piscina, sucedieron el sofoco y el silencio. El agua, viscosa y mortal, me<br />

invadió. Me hundí como una piedra, como una esponja atiborrada <strong>de</strong> agua,<br />

lastrada <strong>de</strong> resignación. No hice ni un solo movimiento. Por supuesto, subí a<br />

la superficie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber tocado el fondo. Quedé convencida <strong>de</strong> que<br />

tenía razón. La monitora <strong>de</strong> la vara metálica también.<br />

En este pobre pasado pensaba en el andén <strong>de</strong>l metro. En ese ahogo,<br />

en ese estreñimiento, en la victoria que representaba mi gran futuro <strong>de</strong><br />

campeona nadadora <strong>de</strong> espalda. Campeona como Kiki Caron, con espaldas<br />

<strong>de</strong> armario y un gorrito azul pegado a la cabeza.<br />

¿Pero era éste un <strong>de</strong>stino digno <strong>de</strong> mis padres? Por cierto que no.<br />

Camino al colegio, Joëlle y yo hablábamos <strong>de</strong> eso. Era yo la que hablaba.<br />

"Tú sabes, mi padre y mi madre reúnen entre ellos dos todos los talentos. Mi<br />

padre es ingeniero. Adoro esa palabra. Es como señor, como genio. Es<br />

experto en matemáticas y en geografía. El es la ciencia, la lógica y <strong>de</strong> él<br />

recibí el don <strong>de</strong> los números. Mi madre habla a las piedras <strong>de</strong> los caminos,<br />

pon e nombres a las ranas, sabe leer las líneas <strong>de</strong> la mano y conoce todas<br />

las gárgolas <strong>de</strong> Notre-Dame por su nombre <strong>de</strong> pila. Es filósofa y dibuja en el<br />

anotador que está junto al teléfono. Escribe programas <strong>de</strong> radio, se sabe la<br />

mitología <strong>de</strong> memoria y <strong>de</strong> ella recibí el don <strong>de</strong> las palabras".<br />

8


Esto impresionaba a JoëIle. También, sin duda, la exasperaba. Me<br />

<strong>de</strong>cía: "Solo son dos hadas en tu cuna". O: "¿Y qué queda para tus<br />

hermanas?"<br />

Decía: "Qué pretenciosos son en tu familia". Decía: "Serías menos<br />

orgullosa si fueras a catecismo. El cura dice que todos somos falibles,<br />

débiles, es lo mismo, miserables ovejas que el Pastor salva". A veces Joëlle<br />

parece una oveja. Cuando no parece un cerdo.<br />

No me gustaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la oveja, me recordaba una frase penosa,<br />

una frase que estaba en el aire. Los judíos se <strong>de</strong>jaron matar como ovejas. ¿Y<br />

qué hacía entonces el Pastor?<br />

]oëlle <strong>de</strong>cía: "¿Y lo mo<strong>de</strong>sta te viene <strong>de</strong> tu padre o <strong>de</strong> tu madre?"<br />

Yo <strong>de</strong>cía a ]oëlle: "El valor es más importante que tu mo<strong>de</strong>stia.<br />

Mo<strong>de</strong>stia es la palabra amable para <strong>de</strong>cir pereza". Y se creaba cierta tensión<br />

entre nosotras.<br />

Con una herencia genética tan pesada, era imposible ser únicamente<br />

campeona <strong>de</strong> natación.<br />

Incluso <strong>de</strong> espalda, especialidad que siempre me ha parecido algo<br />

sofisticada. En esa época, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> vida y <strong>de</strong> renunciar a<br />

los pasteles <strong>de</strong> chocolate, al queso y a los crepes-<strong>de</strong>-mantequilla-conazúcar-y-almendras,<br />

ingresé en mi temporada <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>ntes.<br />

Ser campeona <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>ntes me pareció, durante un breve lapso, una<br />

cosa bastante válida. Pero <strong>de</strong>bo reconocer que, aparentemente, no tenía<br />

ninguna gracia. Durante seis meses, fui como un boxeador que sale <strong>de</strong>l<br />

ringo Todo empezó, una vez más, en la piscina.<br />

Un puño me golpeó en medio <strong>de</strong>l ojo. Después, alguien se zambulló<br />

justo cuando yo pasaba, ciega como estaba por el agua que mi pataleo y el<br />

movimiento <strong>de</strong> mis brazos levantaba, y me aturdió.<br />

Al tercer acci<strong>de</strong>nte, mis padres, esas hadas inclinadas sobre mi<br />

glorioso futuro, <strong>de</strong>cidieron interrumpir temporalmente mi carrera <strong>de</strong><br />

nadadora. En las semanas que siguieron me abrí el cráneo con un radiador,<br />

luego una mano caritativa me golpeó con fuerza la cabeza contra la reja <strong>de</strong>l<br />

jardín público. Regresé a casa <strong>de</strong> prisa y me planté ante el espejo <strong>de</strong>l baño.<br />

Vi cómo me estaba hinchando. Como si eso nunca fuera a <strong>de</strong>tenerse. Mi<br />

nariz <strong>de</strong>sapareció, solo quedaron los dos hoyuelos para señalar su<br />

9


existencia. Empecé a gritar sola ante esa imagen irreconocible, sola en la<br />

casa. El tiempo se distendió. Qué se pue<strong>de</strong> hacer cuando una se vuelve loca,<br />

me pregunté, llena <strong>de</strong> pánico.<br />

Era una nueva certidumbre, superior a ésa <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r tener hijos que<br />

se hadan por la boca: estaba a punto <strong>de</strong> volverme loca y, lo peor, pensaba<br />

con espanto, no era tanto el miedo a estar loca como efectivamente estar<br />

loca y, por tanto, no darme cuenta <strong>de</strong> que lo estaba; una inquietud bastante<br />

legítima, porque estaba enloqueciendo sin darme cuenta. Pero,<br />

naturalmente, esto no ocurría ante el espejo <strong>de</strong>l baño ni tampoco se<br />

relacionaba con mi nariz rota y mis ojos tumefactos.<br />

Yo era una loca lógica como mi padre y poética como mi madre. Los<br />

dones <strong>de</strong> las hadas se pue<strong>de</strong>n utilizar <strong>de</strong> muchas maneras.<br />

Está <strong>de</strong>cidido: no puedo ser campeona <strong>de</strong> natación. En cambio,<br />

estudio latín, matemáticas e historia. Estoy enamorada <strong>de</strong> la profe <strong>de</strong> latín.<br />

Le copio la voz dulce y el paso contoneado. Me gustaría tener su pelo blanco<br />

y, como no puedo, imito el movimiento horizontal <strong>de</strong> su brazo cuando<br />

camina, un movimiento <strong>de</strong> parabrisas bajo la lluvia, que me parece i<strong>de</strong>al.<br />

Todas las tar<strong>de</strong>s hago todas las tareas <strong>de</strong> toda la semana. Me paso horas<br />

confeccionando listas <strong>de</strong> vocabulario, me embriago <strong>de</strong> álgebra, <strong>de</strong> fechas.<br />

Antes <strong>de</strong> la cena, cada día, calculo mi promedio por materia. Ya no veo a<br />

Joëlle. Me aburre. Todo el mundo me aburre. Hablar es una pérdida <strong>de</strong><br />

tiempo.<br />

Mis promedios aumentan y mi peso baja. Todo está muy bien. Todo<br />

está muy, muy bien.<br />

Me paso la vida <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi escritorio, que está en un rincón <strong>de</strong> la<br />

habitación <strong>de</strong> mis padres. A veces me vuelvo y miro su cama, el cubrecamas<br />

rojo <strong>de</strong>sgastado me emociona. Antes <strong>de</strong> irme a acostar les escribo mensajes<br />

que <strong>de</strong>slizo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la almohada. Nunca los voy a abandonar. Los amo.<br />

Mis padres los encontrarán mientras duermo. Estarán felices con su hija<br />

mayor tan cariñosa. Tan perfecta.<br />

Deslizo mensajes <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus almohadas. Nunca me contestan.<br />

Cada vez que escribo: "Siempre estaré con uste<strong>de</strong>s", pienso: "Algún<br />

día tendré que irme". ¿Y adón<strong>de</strong> iré? Tengo miedo <strong>de</strong> que un día se mueran.<br />

Las notas son todo lo que he encontrado para evitar este <strong>de</strong>sgarrarse lento,<br />

esta amenazante fisura <strong>de</strong>l mundo. Son rezos. Y mentiras.<br />

10


Y Cora, el bebé y yo les preparamos regalos. Significan horas <strong>de</strong><br />

trabajo, meses <strong>de</strong> ahorro. Vamos a Parthénon, una tienda <strong>de</strong> objetos. Hay<br />

lechuzas <strong>de</strong> greda, ceniceros <strong>de</strong> cerámica, jarrones, elefantes negros. A<br />

mamá le gustan los búhos y las lechuzas, porque su madre es griega y la<br />

lechuza es el pájaro <strong>de</strong> Atenas. Los elefantes le gustan, por su trompa. Le<br />

regalamos miles: como echar tierra en un agujero sin fondo. Para papá<br />

compramos pipas en un almacén muy oscuro don<strong>de</strong> reina un severo olor a<br />

cuero y ma<strong>de</strong>ra. Es el único regalo que le gusta. Las pipas. Siempre está<br />

contento <strong>de</strong> tener una más, incluso si no se distingue muy bien <strong>de</strong> las<br />

<strong>de</strong>más.<br />

A pesar <strong>de</strong> los mensajes y los regalos, me parece que mis padres<br />

nunca están satisfechos.<br />

Tienen, sin duda, inquietu<strong>de</strong>s o penas que se nos escapan. Es difícil<br />

llamar su atención.<br />

Y no sabernos casi nada <strong>de</strong> ellos, porque aprendimos a no hacer<br />

preguntas.<br />

Un día subimos al Citroen azul. Vamos a Malesherbes, a ver a la madre<br />

<strong>de</strong> mamá, que está muy enferma.<br />

Muere algunos días más tar<strong>de</strong>.<br />

Esto <strong>de</strong>ja a mamá en un estado <strong>de</strong> inmenso cansancio y, a su vez, se<br />

marcha a reposar a una especie <strong>de</strong> jardín tristísimo, lleno <strong>de</strong> escritores<br />

enfermos. Subimos <strong>de</strong> nuevo al Citroen azul que al arrancar se infla sobre<br />

sus neumáticos. La vamos a visitar. Caminamos sin hacer ruido por las<br />

alamedas, la grava rechina y los escritores enfermos parecen fantasmas;<br />

mamá también.<br />

Estamos al otro lado <strong>de</strong> la Estigia, comenté a papá, o a Cora, o a nadie,<br />

porque nadie escucha este tipo <strong>de</strong> cosas.<br />

Mamá regresa con nosotros, no se muere. Sólo se corta el pelo. Tenía<br />

una melena <strong>de</strong>masiado pesada para su cansancio. No se vuelve a poner el<br />

abrigo <strong>de</strong> astracán ni el <strong>de</strong> oveja. No es época para pieles. Se pon e un<br />

chaquetón. Me gustaría arrastrarla a las tiendas para que elija cosas bonitas.<br />

Le escojo suéteres y faldas <strong>de</strong> cachemira que no le gustan.<br />

En todo caso, papá no la mira. El también está triste; su propia madre<br />

se está muriendo lentamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />

11


Un día nos dicen que ya no la volveremos a ver. No preguntamos<br />

nada, ni cuándo murió, ni dón<strong>de</strong>. Hay una especie <strong>de</strong> nube que impi<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

las cosas. Tampoco vamos al entierro, pero estamos obligados a recordarla<br />

constantemente <strong>de</strong>bido a los numerosos vestigios <strong>de</strong> su difícil existencia:<br />

barandillas <strong>de</strong> acero en los muros <strong>de</strong> las casas don<strong>de</strong> íbamos todos juntos,<br />

campanillas para llamar, y su olor a persona enferma que no notábamos<br />

cuando estaba allí, pero que flota y no se disipa con el tiempo.<br />

Me extraña que haya muerto. Estaba tan enferma, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tanto<br />

tiempo, que creía que era inmortal.<br />

Comentábamos: la abuela está paralizada. Creíamos que una astilla <strong>de</strong><br />

hielo le había tocado el corazón, como al pequeño Hans en La reina <strong>de</strong> las<br />

nieves. Después, la astilla soltaba su veneno Y su cuerpo se petrificaba poco<br />

a poco. Un día, cuando la abuela tenía treinta años, le habían dolido las<br />

piernas, tuvo un vértigo. Veinte años <strong>de</strong>spués no podía hacer nada por su<br />

cuenta. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las piernas, el hielo le había llegado a los brazos, no<br />

conseguíamos <strong>de</strong>scifrar las palabras que trataba <strong>de</strong> escribir, la mitad <strong>de</strong> su<br />

cara estaba lisa e inútil, y su lengua, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la boca, se volvía cada día<br />

más pesada e imprecisa.<br />

Le gustaba pasear en auto con mi abuelo al volante. Le gustaba<br />

conversarle mientras miraba el paisaje, pero mientras él se estaba quedando<br />

cada vez más sordo, la voz <strong>de</strong> ella se volvía más y más inaudible y la lengua<br />

se le atascaba en la boca. A<strong>de</strong>más, estaba el ruido <strong>de</strong>l motor. Ella se<br />

exasperaba con esas conversaciones absurdas. Tenía la impresión <strong>de</strong> que<br />

no querían enten<strong>de</strong>rla.<br />

Entonces, él tuvo una i<strong>de</strong>a: compró una radio para el auto. Y volvieron<br />

a tener la sensación <strong>de</strong> que se comunicaban.<br />

El marido <strong>de</strong> mi abuela compró para ella una casa <strong>de</strong> campo don<strong>de</strong><br />

vamos todos los sábados <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer y volvernos los domingos,<br />

como todo el mundo. Tiene un pórtico don<strong>de</strong> ensayamos números <strong>de</strong><br />

equilibristas, y hay bicicletas. No me gusta llevar amigas, porque hacen<br />

comentarios molestos acerca <strong>de</strong> las mejillas, los ojos y la dicción <strong>de</strong> mi<br />

abuela. También temo las dos comidas, la <strong>de</strong>l sábado por la noche y la <strong>de</strong>l<br />

domingo a mediodía, que inva<strong>de</strong>n el día con su terrible ritual.<br />

Pasamos dos horas con mi abuela todos los domingos por la mañana.<br />

Ella está en su cama, apoyada en varios almohadones enormes. Delante <strong>de</strong><br />

ella, y sentadas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una mesa redonda, Cora, el bebé y yo pintamos<br />

12


países, pequeños cuadros <strong>de</strong> yeso, muñecas a las que dibujamos vestidos<br />

acanastados <strong>de</strong> duquesa o vestidos mo<strong>de</strong>rnos. Tenernos vocación <strong>de</strong><br />

modistas <strong>de</strong> alta costura. Nos concentramos bajo su mirada como si<br />

estuviéramos bajo una lámpara: muy silenciosas. Nunca se nos ocurriría<br />

faltar a la cita una mañana <strong>de</strong> sol.<br />

También hacernos vitrales con papeles transparentes <strong>de</strong> colores y a<br />

veces algunos juegos. Mi juego favorito es el Diamino, por los diablos que<br />

pue<strong>de</strong>n reemplazar todas las letras. Siempre contemplo su carita <strong>de</strong>lgada, la<br />

perilla. Nosotras compren<strong>de</strong>mos todo lo que dice la abuela y, como no nos<br />

damos cuenta <strong>de</strong> que su estado empeora, la acompañamos sin hacernos<br />

preguntas. Creo que pensarnos simplemente que está vieja. Permanece<br />

inmóvil en su cama o en su sillón y pi<strong>de</strong> cosas que los adultos le traen con<br />

un fastidio algo pavoroso. Es como un gran animal enfermo que miramos<br />

con un temor y un afecto sin nombre.<br />

La enterraron. Hacernos exactamente como si nada hubiera sucedido.<br />

Pero esta casa <strong>de</strong> campo -lo único inteligente que he hecho en la vida, dice<br />

mi abuelo- no se sostiene sin ella.<br />

A mí me parece una trampa.<br />

Trato <strong>de</strong> no asistir a los almuerzos <strong>de</strong>l domingo. Paseo en bicicleta<br />

durante dos horas y tengo la sensación <strong>de</strong> que así ejerzo una libertad<br />

in<strong>de</strong>finible, <strong>de</strong> que gano algo con ello. No sé qué, pero estoy convencida <strong>de</strong><br />

que algún día lo sabré.<br />

Pedaleo con fuerza, subo cuestas muy largas, no miro nada, trato <strong>de</strong><br />

que algo salga <strong>de</strong> mi cuerpo, la grasa, el exceso <strong>de</strong> carne y algo más,<br />

pesado, asfixiante. Me mido varias veces al día el contorno <strong>de</strong> los muslos<br />

con una cinta amarilla y hago trampa en un sentido o en otro para<br />

convencerme <strong>de</strong> que perdí otro centímetro o, al revés, para mortificarme por<br />

no haber perdido ninguno. Aprieto los muslos para comprobar que quedan<br />

separados. También me mido los brazos. Me peso en cada báscula varias<br />

veces seguidas, buscando a menudo un apoyo para seguir haciendo trampa.<br />

Eliminé las pastas, todas las formas <strong>de</strong> patatas, el arroz, el azúcar, el<br />

pan, la mermelada, los pasteles por supuesto, el camembert y los helados.<br />

Tengo tablas <strong>de</strong> calorías y un libro <strong>de</strong> dietética en mi cuarto.<br />

Me alegra la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que mi estómago se está reduciendo. Los<br />

alimentos me inva<strong>de</strong>n la vida, el cuerpo me copa el espacio mental. A pesar<br />

13


<strong>de</strong> las pruebas, <strong>de</strong> las pesas y <strong>de</strong> las medidas, me encuentro enorme. Las<br />

voces a mí alre<strong>de</strong>dor se alejan, ya no oigo. Las cosas a mi alre<strong>de</strong>dor pier<strong>de</strong>n<br />

color.<br />

Escribo <strong>pequeña</strong>s historias sobre cartulinas. La historia <strong>de</strong> un cerdo<br />

goloso que muere por una indigestión <strong>de</strong> jamón. El cerdo goloso quiso<br />

<strong>de</strong>gustarse y no pudo <strong>de</strong>tenerse. Historia <strong>de</strong> un cerdo narciso muerto por<br />

una introspección <strong>de</strong> jamón, escribo. Me gustaría hacer una ilustración, pero<br />

no es posible dibujar eso.<br />

La profesora <strong>de</strong> historia se llama Madame Néré. Es muy morena,<br />

española y cuadrada. Pue<strong>de</strong> hablar horas y horas <strong>de</strong> los cátaros. Me<br />

convierto en cátara. Leo la Hoguera <strong>de</strong> Montségur 3 , sueño con castillos muy<br />

oscuros, <strong>de</strong> gruesos muros y habitaciones vacías. Me agrada todo lo que<br />

está vacío. Madame Néré es protestante. Hago disertaciones sobre la gracia<br />

eficaz, escojo a los calvinistas, porque son más flacos -me parece- que los<br />

luteranos, a quienes imagino barrigones.<br />

Leo libros <strong>de</strong> religión y libros <strong>de</strong> ciencia ficción.<br />

Un día el encanto se rompe, brutalmente.<br />

Estoy a<strong>de</strong>lante y recito. Me sé <strong>de</strong> memoria los embriagadores textos<br />

<strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> historia. Me lleno <strong>de</strong> cosas que aprendo <strong>de</strong> memoria. Esto forma<br />

parte <strong>de</strong> la perfección, como pedalear hasta extenuarse.<br />

Madame Néré abre la boca y dice: "¡Te estás convirtiendo en un<br />

verda<strong>de</strong>ro ectoplasma!"<br />

Todo el mundo ríe. Es una palabra terrible. Ignoro su significado, pero<br />

me humilla. Estoy <strong>de</strong>snuda en la tarima. Acaban <strong>de</strong> revelar algo <strong>de</strong> mí. Una<br />

palabra, que me salpica, ha hecho trizas algo sagrado y secreto.<br />

Ya no estoy unida al mundo <strong>de</strong> los adultos.<br />

3 Libro <strong>de</strong> Zoe Ol<strong>de</strong>mbourg, que narra el ataque y asesinato <strong>de</strong> los cátaros “los hombres buenos” por or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Francia, Felipe II, y el papa Inocencio III.<br />

14


Capítulo 2<br />

Poco a poco las cosas se vuelven visibles. Poco a poco, los gestos<br />

secretos, repetidos bastante a menudo, durante bastante tiempo, caen en las<br />

re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la atención <strong>de</strong> quienes nos ro<strong>de</strong>an. Siempre. No sé porqué. No sé<br />

cuándo, ni como, me vieron mis padres.<br />

Me parece, al contrario que mi adorada profesora <strong>de</strong> historia, que no<br />

me dijeron nada.<br />

No dijeron cómo has a<strong>de</strong>lgazado, hija. Ni ¿qué te ocurre? Quizás<br />

usaron otras palabras que no recuerdo. Se escribe con lo que se olvida. Soy<br />

el camino <strong>de</strong> esos años a tientas, son mis pequeños años negros, casi no<br />

recuerdo los hecho, quizás los invento. Recuerdo todos los <strong>de</strong>talles, los<br />

objetos, los gestos y mi enfermedad como si fuera hoy. Mientras escribo<br />

estas líneas, casi treinta años <strong>de</strong>spués, tengo miedo y lo hago<br />

parsimoniosamente, con exceso <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia. Lo hago porque creo que es<br />

necesario.<br />

No puedo evocar esos años sin miedo ni sin vergüenza sin que mi<br />

corazón lata, estúpidamente, <strong>de</strong>masiado rápido.<br />

No dijeron nada. Me imagino que fueron a hablar con un médico.<br />

Nuestra hija se calla, evita la mesa familiar, casi no come, a<strong>de</strong>lgaza mucho.<br />

No creo que hayan hablado sobre mis senos, que no crecían, ni <strong>de</strong> las<br />

reglas, que no venían a pesar <strong>de</strong> que mi madre me las había prometido hacía<br />

mucho tiempo. Me había hablado <strong>de</strong> ellas con dificultad, no creo que le fuera<br />

fácil. Se trataba <strong>de</strong>l algodón que hay que ponerse entre las piernas. He visto<br />

esa sangre en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> los excusados <strong>de</strong> los baños, y no me gusta el olor,<br />

habría podido <strong>de</strong>cir en un mundo don<strong>de</strong> se pudiera <strong>de</strong>cir lo que yo pensaba.<br />

Ese mundo no existirá jamás, me temo, jamás, a pesar <strong>de</strong> las insinuaciones y<br />

las salidas temerarias, a causa <strong>de</strong> los retrocesos a menudo anticipados.<br />

El médico es un hombre experimentado, un gran profesor que ha visto<br />

a millones <strong>de</strong> adolescentes torturar a sus padres. Dice que esta jovencita<br />

necesita cuidados especiales, ocuparse <strong>de</strong> ella, tranquilizarla. Quizás se<br />

interna en terreno personal, aunque no lo creo. Receta tónicos, comprimidos<br />

que dan hambre.<br />

Con toda la maña que me doy para luchar en contra, nunca me verán<br />

tragar algo semejante.<br />

El hambre.<br />

15


Convivo con el hambre, lo someto, lo domino, lo domestico, lo<br />

adormezco Primero es cruel, pero se calma solo, basta esperar. Sé que un<br />

caramelo lo engaña. Me gusta sentirlo durante todo el día, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />

plexo, una corriente <strong>de</strong> aire que me une con el aire <strong>de</strong>l cielo. Consi<strong>de</strong>ro que<br />

el hambre me da una energía inmensa, una ligereza <strong>de</strong> sarcasmo. Mis pies<br />

cargan menos peso y, aunque la inspectora general me ha dicho que yo era<br />

larga como un día sin pan y que ahora tiempo me encuentra agresiva y mala<br />

-cuando tengo la impresión <strong>de</strong> que no digo casi nada a nadie y <strong>de</strong> que<br />

circulo como una bailarina-, estoy orgullosa <strong>de</strong> mi empresa.<br />

Aligero el mundo.<br />

Romper el círculo <strong>de</strong> lo pesado, <strong>de</strong> la avi<strong>de</strong>z, <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sechos, <strong>de</strong>l<br />

exceso. Si nada como, nada me comerá.<br />

Me salto las comidas, huyo <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>nas alimenticias, <strong>de</strong> todas las<br />

ca<strong>de</strong>nas. Me embriago <strong>de</strong> hambre, me exalto con teorías inmensas y<br />

aprovecho <strong>de</strong> ellas los fragmentos que me sirven.<br />

Y apenas llegan las vacaciones, me llevan -<strong>de</strong> pronto sagrada hija<br />

única- al sur. Un viaje, dicen mis padres. Museos, hoteles y <strong>de</strong>spués estadía<br />

en casa <strong>de</strong> unos amigos en los Alpes Haute-Provence. Me gusta el sol, los<br />

roqueríos. Me gusta Uzés, una región escueta, y me gustan los cor<strong>de</strong>ros.<br />

Creo que mis padres pelean, oigo <strong>de</strong> lejos el sonido <strong>de</strong> su pena. No me<br />

interesa. Me preocupo <strong>de</strong> broncearme el brazo por la ventanilla, pienso en no<br />

comer, ya que nada me dicen acerca <strong>de</strong> eso.<br />

Paisajes, castillos, piedras antiguas, no veo gran cosa.<br />

Comentan que estamos a punto <strong>de</strong> llegar a las montañas. Que <strong>de</strong>bería<br />

gustarme. Es una majada, se acce<strong>de</strong> a pie por un camino <strong>de</strong> piedras. Se<br />

necesitan 20 minutos <strong>de</strong> marcha sin equivocarse. Arriba no hay electricidad,<br />

no hay agua corriente. Voy a dormir bajo una tienda y todos, salvo mi padre,<br />

irán <strong>de</strong>snudos durante el día.<br />

Estacionamos el Citroën en la plaza <strong>de</strong>l pueblo y caminamos.<br />

El amigo <strong>de</strong> mi madre y <strong>de</strong> mi padre ha venido a buscarnos. Mamá<br />

parece contenta.<br />

También hay una niña <strong>de</strong> mi edad, rubia, <strong>de</strong>lgada, con senos gran<strong>de</strong>s y<br />

con gran<strong>de</strong>s zapatos para caminar.<br />

16


Hay <strong>de</strong>masiado olor <strong>de</strong> árboles, <strong>de</strong> flores; la cabeza me da vueltas.<br />

Todo, aquí, tiene una intensidad excesiva.<br />

De pronto vemos las piedras <strong>de</strong> la majada, los dos lienzos <strong>de</strong> muros<br />

en terraza. El día se acaba. Todos beben vino rojo.<br />

Sé que hay que sonreír, reírse bastante y estar contenta. Soy un<br />

trocito <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra a quien enseñaran a vivir. Le temo a todo, a los<br />

escorpiones, al vino, a la niña rubia. Me gustan las alfombras <strong>de</strong> Túnez que<br />

hay en el suelo.<br />

Me pregunto qué hace allí mi padre; esto no encaja con él.<br />

Hace mucho calor. Agazapada <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un árbol, cercada <strong>de</strong> ciruelas<br />

reventadas por la caída, ciruelas amarillas, mermelada <strong>de</strong> ciruelas, leo<br />

cuentos <strong>de</strong> robots domésticos insurrectos, <strong>de</strong> encantadoras bestias <strong>de</strong><br />

pelaje azul, <strong>de</strong> conflictos conyugales en cápsulas espaciales.<br />

Por la noche, el amigo <strong>de</strong> mi madre encien<strong>de</strong> una barbacoa. Intento<br />

tragar la carne, la mastico incansablemente hasta que se convierte en una<br />

bola blanca que me llena extrañamente la boca, plof en una mejilla, plof en la<br />

otra. Es imposible tragar un pedazo <strong>de</strong> carne <strong>de</strong>masiado masticado: como<br />

saltar <strong>de</strong> un trampolín <strong>de</strong> cinco metros <strong>de</strong> altura <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mirar mucho<br />

tiempo hacia abajo. Escupo discretamente la bola fibrosa en la hierba. Nadie<br />

me ve. Pero sí al cabo <strong>de</strong> tres días: se ve y, sobre todo, se huele. Tendré que<br />

pasar por la mesa cuando no haya nadie para recoger mis guarradas.<br />

Lo complicado <strong>de</strong> mi enorme <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> simplificarme la vida, <strong>de</strong>l gran<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> pureza que me inva<strong>de</strong>, es que engendra un universo, mi universo<br />

paralelo, don<strong>de</strong> todo es difícil, don<strong>de</strong> nada se pue<strong>de</strong> dar por <strong>de</strong>scontado.<br />

Después <strong>de</strong> la comida jugamos, ellas hablan, los mosquitos ro<strong>de</strong>an la<br />

gran lámpara <strong>de</strong> petróleo.<br />

Dibujo. Dibujar me tranquiliza tanto como los cuentos <strong>de</strong> robots.<br />

Dibujo dinosaurios saliendo <strong>de</strong> sus grutas, siempre el mismo dibujo.<br />

Un día, el amigo <strong>de</strong> mi madre se asoma por encima <strong>de</strong> mi hombro. Me<br />

pregunta si sé lo que significan los dinosaurios, las cavernas. Se ríe. Salta<br />

tanto a la vista, es tan gracioso, esta niñita inquieta que dibuja sexos,<br />

glan<strong>de</strong>s, vergas, testículos y cavernas <strong>de</strong> tan burdo simbolismo.<br />

Dejo <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> dibujar.<br />

17


Vivo pensando que me pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>senmascarar.<br />

Todo el día temo que esos cuerpos <strong>de</strong>snudos me toquen, me da miedo<br />

mirarlos, incluso a los ojos, a la altura <strong>de</strong> la frente.<br />

En una <strong>de</strong> las terrazas hay una piscina <strong>de</strong> plástico, llena <strong>de</strong> agua algo<br />

estancada y tibia don<strong>de</strong> zozobran avispas y juegan los niños. Des<strong>de</strong> allí se<br />

ve la costa, espléndida, las rocas pardas y rojas. Un poco más allá se ve<br />

Italia. El hermano <strong>de</strong> la niña rubia propone un juego <strong>de</strong> Yo mando. Nos<br />

sentamos en círculo, en el agua, yo or<strong>de</strong>no manos a la cabeza, or<strong>de</strong>no<br />

manos al hombro, or<strong>de</strong>no manos a la cabeza, manos a las rodillas. La niña<br />

rubia queda eliminada. Vuelve a dar ór<strong>de</strong>nes. Manos a la nuca, manos a los<br />

hombros, yo mando manos juntas, yo mando manos al tuitui. No conozco<br />

esa palabra, pero entiendo muy bien lo que él quiere <strong>de</strong>cir. Perdí, porque no<br />

puedo hacerlo y, a<strong>de</strong>más, soy la única que no lo encuentra gracioso. Me<br />

ahogo en una taza <strong>de</strong> té y no tengo ningún sentido <strong>de</strong>l humor. Por la noche,<br />

en mi <strong>pequeña</strong> carpa, me asustan los ruidos y temo que entre un hombre.<br />

Durante el día ya no leo, no me resulta. Me tiendo en la hierba, algo<br />

alejada <strong>de</strong> la majada, y persigo grillos y saltamontes. Los atrapo, los<br />

amenazo un poco y los suelto para que conozcan la felicidad <strong>de</strong> existir.<br />

18


Capítulo 3<br />

La mujer <strong>de</strong>l amigo <strong>de</strong> mi madre me besó al <strong>de</strong>spedirse. Ese beso seco<br />

y franco me enterneció. Pieno <strong>de</strong> nuevo en su frente inmensa, en sus piernas<br />

<strong>de</strong> niño africano, la confundo con Atonin Artaud 4 , <strong>de</strong> quien me regaló un<br />

libro muy bello, lleno <strong>de</strong> gritos <strong>de</strong> dolor. En el libro hay una fotografía. El<br />

recuerdo <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> Artaud junto con la expresión <strong>de</strong> esa mujer<br />

configuran una especie <strong>de</strong> pregunta.<br />

Durante el tiempo que pasamos en la majada, tengo la impresión <strong>de</strong><br />

que vivió aparte, en su negra cocina, pelando berenjenas y calabacines,<br />

rebanando las judías tiernas que crecen en una terraza, más arriba. Me di<br />

cuenta <strong>de</strong> que le gustaban Kant 5 , el pueblo argelino, Gaston Bachelard 6 y su<br />

marido. Me pareció que había, en su minúsculo cuerpo <strong>de</strong> mujer flaca, una<br />

pasión que la pintaba <strong>de</strong> negro, una piedra enorme <strong>de</strong> pena. Fui todos los<br />

días a recoger, voluptuosamente, judías para ella. Me encanta comprobar,<br />

que cualquiera sea el tamaño <strong>de</strong> la ensala<strong>de</strong>ra, siempre queda la misma<br />

cantidad. Me digo que allí está la fuente <strong>de</strong> la leyenda <strong>de</strong> las judías mágicas.<br />

No hay que trepar, el tesoro es ilimitado y como las judías se ven apenas, a<br />

eso se agrega un juego que se parece al <strong>de</strong> los siete errores, <strong>de</strong> France-Soir,<br />

que hago religiosamente todos los días.<br />

La mujer <strong>de</strong>l amigo <strong>de</strong> mi madre no come casi nada, solamente bebe y<br />

trabaja. Me siento a su lado y leo cosas extrañas, como Angelus Silesius 7 .<br />

Me <strong>de</strong>tengo en una frase: "La rosa no tiene porqué, florece porque florece".<br />

La frase me da vueltas en la cabeza como un cartel luminoso. Estoy<br />

convencida <strong>de</strong> que, <strong>de</strong> tanto dar vueltas, va a cambiar <strong>de</strong> naturaleza y algo<br />

va a ocurrir. Pero solo suce<strong>de</strong> que nos marchamos.<br />

En el coche hago esfuerzos consi<strong>de</strong>rables para broncear<br />

equitativamente mis dos brazos. Puedo ro<strong>de</strong>ar mi bíceps anudando el pulgar<br />

con el <strong>de</strong>do mayor. Repito el gesto cien veces al día, como una verificación<br />

<strong>de</strong> mí misma. Mis padres van sentados a<strong>de</strong>lante, como si estuvieran muy<br />

lejos, en otro mundo. La llegada a la puerta <strong>de</strong> Orléans siempre me produce<br />

una sensación extraña, confluyen los recuerdos <strong>de</strong> otros, incontables,<br />

regresos a París. Las hojas <strong>de</strong> los árboles me parecen enormes, escucho el<br />

4 Famoso poeta francés (1896-1948).<br />

5 Filósofo alemán (1724-1804)<br />

6 Filósofo y crítico francés (1884-1962)<br />

7 Poeta alemán (1624-1677)<br />

19


uido <strong>de</strong> los pasos <strong>de</strong> la gente y <strong>de</strong>spués hay ese olor tibio y polvoriento que<br />

me tranquiliza. Me siento feliz, estoy en casa.<br />

Cuando era niña, volvíamos siempre <strong>de</strong> madrugada, temprano, y había<br />

que volver a acostar a los niños por dos o tres horas. Cerraban las<br />

persianas, nos tendíamos en calzones <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las sábanas y no podíamos<br />

dormir: estábamos <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>spiertas, <strong>de</strong>masiado ocupadas en respirar<br />

el olor normal <strong>de</strong> la habitación, reforzado por el olor a encierro que todo lo<br />

había invadido.<br />

Escuchábamos los automóviles por la ventana entreabierta. Rayas <strong>de</strong><br />

luz, haces <strong>de</strong> polvo luminoso, <strong>de</strong>scendían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cada ranura <strong>de</strong> las<br />

persianas, lo que creaba un tiempo <strong>de</strong>tenido, un entre-dos-mundos gris claro<br />

y amarillo pálido, una tibieza. Ese fragmento <strong>de</strong> paraíso se me incorpora para<br />

siempre cada vez que paso por la puerta <strong>de</strong> Orléans, sólo por ella.<br />

Hemos llegado.<br />

Tengo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un año, un cuarto para mí. Lo he <strong>de</strong>corado con<br />

amor. Estoy particularmente orgullosa <strong>de</strong> los dos escalones <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que<br />

separan el fondo, don<strong>de</strong> duermo, <strong>de</strong>l otro sector, don<strong>de</strong> trabajo. Estoy<br />

orgullosa también <strong>de</strong> las telas, como el yute <strong>de</strong> las cortinas, un tejido <strong>de</strong> lana<br />

amarillo y ocre.<br />

He puesto todo lo que me parece hermoso en esta habitación. Pero es<br />

como si no fuera para mí. Y suelo pasar sentada en los dos escalones,<br />

directamente sobre el suelo, con un cojín <strong>de</strong> fieltro bur<strong>de</strong>os <strong>de</strong>trás.<br />

Cora y yo también concebimos las obras <strong>de</strong> arte <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestros<br />

cuartos. Casi todos son cuadros abstractos, hechos <strong>de</strong> trozos <strong>de</strong> vidrio<br />

quebrados, <strong>de</strong>spedazados Dios sabe dón<strong>de</strong>, pegados unos con otros <strong>de</strong><br />

modo que <strong>de</strong>jen pasar el día y evoquen pájaros, catedrales y bisontes. Son<br />

mis vitrales. Me gusta que haya minúsculos reflejos en las cosas <strong>de</strong> la<br />

habitación. Me parece que tiene un sentido.<br />

Como un tanque, se reinicia la vida normal. Cora y el bebé regresan<br />

esta noche, dice mi madre. Te gustará volver a verlas, te han extrañado<br />

mucho. Es el tipo <strong>de</strong> frases que abre inmediatamente una <strong>pequeña</strong> herida.<br />

Entiendo: estoy segura <strong>de</strong> que no tienes ganas <strong>de</strong> verlas, aunque <strong>de</strong>berías<br />

tener, y, para ayudarte, vamos a inventarte un sufrimiento: te extrañaron,<br />

sufrieron por tu ausencia y consi<strong>de</strong>ro, paradójicamente, con tristeza, que no<br />

me extrañaron nada.<br />

20


Mi madre tiene que hacerme otras recomendaciones:<br />

-Preocupas a tus hermanas, Nouk. Cora está melancólica y el bebé se<br />

encierra en sus ensueños. Tratemos <strong>de</strong> comenzar este nuevo año con buen<br />

pie.<br />

No escucho. Tengo ante mis ojos una fotografía <strong>de</strong> Cora con aire<br />

melancólico, piernitas flacas, hombros encorvados, saltando una cerca en el<br />

Pre Catelan. Y otra <strong>de</strong>l bebé rubio y redondo, <strong>de</strong> panza protuberante, en un<br />

balancín, en su ensueño.<br />

-Son así -digo- siempre han sido así. Todo tiene que seguir igual.<br />

Me gustan y temo los ritos <strong>de</strong> la vuelta a clases.<br />

Sobre todo los teme mamá, pero acomete cada etapa obligatoria como<br />

recorrido <strong>de</strong> combatiente, una seguidilla <strong>de</strong> pruebas necesarias, agotadoras,<br />

angustiantes y tranquilizadoras a un tiempo. Hay que hacer las compras.<br />

Primero la ropa, un nuevo conjunto para cada una, que se compone <strong>de</strong> una<br />

falda, un suéter o un vestido. Hubo un año <strong>de</strong> faldas casulla, las recuerdo, y<br />

uno <strong>de</strong> faldas-pantalón, <strong>de</strong> tweed <strong>de</strong> color malva o ver<strong>de</strong>. En ese conjunto<br />

básico se afirmaba mi orgullo <strong>de</strong> uniforme. Este año es diferente, ahora me<br />

importa la ropa.<br />

Después viene el <strong>de</strong>ntista, que vive lejos y parece un ogro. Dicen que<br />

se ha casado sucesivamente con tres hermanas que murieron una tras otra.<br />

La última todavía aguanta. Y por fin está monsieur Lepétre, en la calle <strong>de</strong>l<br />

O<strong>de</strong>ón, Paris VI, que todos los años nos hace plantillas ortopédicas, porque<br />

parece que las tres tenemos pie plano; ganas <strong>de</strong> pie plano, pensaba cuando<br />

arrastraba los pies hasta su consulta. Tarda horas, dibuja nuestros arcos<br />

plantarios en unos cartones y nos hace cosquillas con talante sombrío. La<br />

curva no es fantástica, a pesar <strong>de</strong> los esfuerzos que hacemos para torcer los<br />

pies sin que nadie lo advierta. Después <strong>de</strong> diez años <strong>de</strong> zapatos marrón y<br />

botitas con cordones, <strong>de</strong>spués tanta porfía, <strong>de</strong> clases <strong>de</strong> danza clásica, <strong>de</strong><br />

trenzados, <strong>de</strong> torturas en la barra, en posición señoritas, <strong>de</strong> travesías<br />

naúfragas por la sala <strong>de</strong> danza, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanta humillación hay algo <strong>de</strong><br />

fatalidad en esto <strong>de</strong> no tener en los pies lo que hace falta. Años más tar<strong>de</strong><br />

formulo la hipotesis <strong>de</strong> que trataban <strong>de</strong> extirparnos algo esencial. Estoy<br />

convencida -¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> me vendrá esta i<strong>de</strong>a abracadabrante'- <strong>de</strong> que las<br />

niñas judías tienen pie plano, que allí está nuestra marca <strong>de</strong> fábrica invisible,<br />

niñas judías que no lo son, hijas <strong>de</strong> padres que no piensan en ello ni un<br />

segundo, pero que lo son suficientemente como para hacer el esfuerzo<br />

21


enorme <strong>de</strong> las plantillas, <strong>de</strong> los zapatos feos y pesados y caros que siempre<br />

hay que estar rehaciendo.<br />

Pienso en los pies extremadamente planos <strong>de</strong> mi bisabuela Sophie<br />

Ellissen, en sus pies planos, en su alta figura negra, su bastón, sus ochenta<br />

austeros años. Sobrevivió a su hija enferma, que era mi abuela. En sus<br />

últimos años parecía haber suplantado a su hija, como si fuera para siempre<br />

la más joven. Esta in<strong>versión</strong> <strong>de</strong> roles me parecía un poco anormal y cruel y<br />

no tengo ningún recuerdo <strong>de</strong>l momento en que ella, a su vez, se extinguió.<br />

Seguramente hubo un rabino y un gran entierro al que no fuimos. En mi<br />

memoria, mi bisabuela es una especie <strong>de</strong> esfinge, muy versada en asuntos<br />

<strong>de</strong> nutrición. Sólo comía zanahorias ralladas, lo que me parece buena táctica<br />

para llegar a viejo.<br />

Provistas <strong>de</strong> plantillas nuevas aún transparentes, lo que las distingue<br />

<strong>de</strong> las anteriores, ennegrecidas por la transpiración, nos <strong>de</strong>dicamos a los<br />

útiles escolares, la compra <strong>de</strong> los libros nuevos y la venta <strong>de</strong> los viejos<br />

don<strong>de</strong> Joseph Gibert. Todos los niños, creo, gozan con la acumulación <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>talles que son las listas que entregan los colegios y que en los días<br />

posteriores al inicio <strong>de</strong> clases son complementadas por las exigencias<br />

particulares <strong>de</strong> cada profesor. Las gomas todavía están blancas, los lápices<br />

vírgenes, los cua<strong>de</strong>rnos nuevos, la estilográfica y la tinta, y especialmente<br />

los libros, forman como un nido, un tesoro <strong>de</strong> avaro, una reserva intacta <strong>de</strong><br />

avellanas, el triunfo provisional <strong>de</strong> la eternidad y <strong>de</strong>l alba.<br />

Conseguí una falda muy estrecha <strong>de</strong> tela <strong>de</strong> lana, muy corta, beige,<br />

con bolsillos planos don<strong>de</strong> meto los <strong>de</strong>dos, rojos e hinchados. Haga frío o<br />

calor, siempre tengo las manos heladas. También recibí un par <strong>de</strong> medias<br />

blancas y un suéter <strong>de</strong> shetland anaranjado, corto y ceñido. Necesito ropa<br />

que se me pegue al cuerpo como el hombre invisible al que solo se reconoce<br />

por sus vendas. Tengo un sostén que se arruga sobre mis senos<br />

inexistentes; me molesta.<br />

Este año voy sola don<strong>de</strong> Gibert, con un gran saco pesado <strong>de</strong> libros<br />

viejos colgando <strong>de</strong>l brazo; el sol <strong>de</strong> septiembre me acaricia la cara y los<br />

árboles empiezan a enrojecer. Cuento el dinero que me dieron y compro un<br />

anotador para or<strong>de</strong>nar mis gastos en útiles escolares. Hago columnas a<br />

lápiz, muy rectas. Cuando hayas gastado todo, te daré más, me dijo mi<br />

padre. Sentada en un banco <strong>de</strong> hierro, escribo en la columna <strong>de</strong> la izquierda:<br />

goma para grafito, goma para tinta, lápices <strong>de</strong> colores, estilográfica,<br />

sacapuntas, lápices negros (una caja), estuche, regla, transportador-extraño<br />

22


objeto que siempre creí que era femenino, al revés <strong>de</strong> la ecuedra, objeto<br />

masculino <strong>de</strong> nombre femenino. Escribo: compás. Escribo: fichas <strong>de</strong><br />

cartulina, tres cua<strong>de</strong>rnos Clairefontaine, un cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> borrador y dos<br />

cua<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong> trabajo prácticos, un archivador, cinta dhesiva y goma <strong>de</strong><br />

pegar y un montón <strong>de</strong> cotras cosas en las que pienso con amor. Es como<br />

una historia. Insensiblemente, y para llenar la segunda columna, me divierto<br />

rellenando los precios y sumándolos <strong>de</strong>spués, tal como sumaba todos los<br />

días el año pasado mi promedio <strong>de</strong> notas, sin fijarme en la gente que pasa y<br />

me mira con expresión extraña. De repente es como si me hubiera gastado el<br />

dinero y pudiera volver a pedirle a mi padre. Descubro, con voluptuosidad,<br />

los errores. Me levanto y me mezclo con el gentío compacto <strong>de</strong> los<br />

asaltantes <strong>de</strong> Gibert, lleno <strong>de</strong> papelería mi canasto, intercambio mis libros y<br />

algunos codazos agresivos con la masa cálida <strong>de</strong> cuerpos sudados.<br />

Inventé un juego que se parece a mis <strong>pequeña</strong>s trampas con la cinta <strong>de</strong><br />

medir o la pesa: compro algo que no es lo que escribí en la lista y, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

lo posible, más barato. El juego consiste en tener todo lo que necesito y que<br />

eso se parezca lo menos posible a mi lista, que mostraré esta noche, con<br />

orgullo, como prueba <strong>de</strong> mi rigor económico. Y que será, al mismo tiempo y<br />

ante mis propios ojos, la prueba <strong>de</strong> mi bajeza <strong>de</strong> falsaria y <strong>de</strong> mi inventiva.<br />

Esta empresa, más bien complicada, me abre una puerta, es algo que se<br />

parece a la libertad. Exactamente como a<strong>de</strong>lgazar en secreto, como haber<br />

renunciado a la vida <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, a sus alimentos, como no volver a utilizar<br />

un ascensor.<br />

Me siento criminal y ligera. Y encaminada a la riqueza, a<strong>de</strong>más. Hasta<br />

entonces, no mentía. Y no por opción ni por honestidad congénita: Creía que<br />

no se podía. A veces me tenté para protegerme <strong>de</strong> un castigo o <strong>de</strong> una<br />

reprimenda. Pero sabía que, a semejanza <strong>de</strong> mi abuela paterna, que nos<br />

observaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su tumbona con prismáticos para saber qué hacíamos en<br />

la playa, era muy probable que alguien me estuviera viendo en todo<br />

momento. Un ojo encima, Un ojo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cabeza. Sabía perfectamente<br />

que las pare<strong>de</strong>s tenían ojos y oídos. Por eso nunca hacía cosas prohibidas;<br />

y cuando te acostumbras a no hacerlas, ya ni piensas en ellas. No existen.<br />

Ese día <strong>de</strong> septiembre, un día antes <strong>de</strong> entrar a clases, orgullosa <strong>de</strong> mi<br />

shetland anaranjado, <strong>de</strong> mi nueva i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> ladrona y muy cargada <strong>de</strong><br />

libros y cua<strong>de</strong>rnos, subía por el boulevard San Michel, en París. Eran las seis<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Y escuché <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi la voz <strong>de</strong> una mujer. Viste sus piernas,<br />

<strong>de</strong>cía, viste sus piernas, pobrecita mía, parecen los barrotes <strong>de</strong> la jaula <strong>de</strong> un<br />

23


canario, se diría que viene saliendo <strong>de</strong> Dachau. O <strong>de</strong> Auswitch 8 , como<br />

sándwich. Me asustó que tuviera <strong>de</strong>recho a hablar <strong>de</strong> mis piernas con<br />

medias blancas impecables. Fue como un trueno, una <strong>de</strong> esas frases que<br />

uno no <strong>de</strong>bería escuchar, porque resuenan <strong>de</strong>spués en la cabeza durante<br />

toda la vida.<br />

Me gustaría escribir que me volví valientemente y que le dije, como un<br />

miembro <strong>de</strong> la resistencia, señora, no hay que hablar <strong>de</strong> la gente a sus<br />

espaldas. Y no había canarios en Auschwitz. AUSCHWITZ.<br />

Pero por mucho que disponga, como la mayoría, <strong>de</strong> un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong><br />

valor muy poco explotado, suelo ser <strong>de</strong> una cobardía excepcional, y<br />

simplemente empecé a correr, llorando, con las bolsas <strong>de</strong> la librería<br />

golpeándome las patas <strong>de</strong> canario y las puntas <strong>de</strong> los libros taladrándome<br />

los huesos. Y no me llevé las manos rojas a las orejas porque iba muy<br />

cargada.<br />

En casa, con las bolsas tiradas en el suelo, seguí sollozando. El<br />

corazón aún me latía muy fuerte, sin que supiera muy bien por qué.<br />

Fui a buscar un libro <strong>de</strong> fotografías que está escondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />

biblioteca. Está firmado por un tal Jean Françoise Steiner 9 . Se llama<br />

Treblinka. Lo miro y no lo puedo soportar: por eso lo escondí. Ahora tengo<br />

que contemplar estas imágenes hasta que me abran algo en la cabeza; un<br />

indicio. O una pista falsa. Miro fijamente los ojos <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> las<br />

fotografías hasta que me saltan lágrimas. Y <strong>de</strong>spués creo estar haciendo una<br />

cosa horrible. Vuelvo a escon<strong>de</strong>r el libro. No se habla <strong>de</strong> eso en mi casa. Es<br />

in<strong>de</strong>cente y peligroso; curiosidad malsana, porque supera la razón.<br />

La razón se encarna en mi hermoso anotador con espiral. Me felicitan<br />

por mi contabilidad perfecta. Otra vez tengo cincuenta francos para volver a<br />

empezar mañana. Mi padre ha dicho “mi niña gran<strong>de</strong>”, dulcemente y me doy<br />

cuenta, triste, <strong>de</strong> que ese mundo nuevo don<strong>de</strong> el ojo no nos sigue por todas<br />

partes está hueco como un huevo vacío.<br />

También me dicen, seriamente, que han pedido una cita con el médico.<br />

Iré con mi madre. Es la visita ritual, la visita <strong>de</strong> rutina, pero <strong>de</strong> todos modos<br />

tengo miedo.<br />

8 Campos <strong>de</strong> concentración nazis don<strong>de</strong> se recluía y asesinaba a los judíos.<br />

9 Escritor judío francés que cuenta la historia <strong>de</strong> los prisioneros judíos en el campo <strong>de</strong> concentración <strong>de</strong><br />

Treblinka.<br />

24


El médico es un señor tierno y elegante.<br />

Vive cerca <strong>de</strong> Duroc, en un edificio tierno y elegante, una sólo se topa<br />

con ciegos en la acera, en pequeños grupos <strong>de</strong> dos o tres –a veces con un<br />

perro-, que se sujetan amablemente, el rostro impenetrable.<br />

El médico me mi<strong>de</strong>. Me comprimo. Me pesa y yo me hago lo más<br />

pesada posible. Me toma la presión; ahí no puedo hacer nada. Tiene cara <strong>de</strong><br />

funeral. Me evacuan a la sala <strong>de</strong> espera llena <strong>de</strong> juguetes estropeados y <strong>de</strong><br />

periódicos rotos. Me quedo jugando a los cubos mientras él y mi madre se<br />

entrevistan. Tardan mucho, aparecen, mi madre sale y yo entro. Todo este<br />

tejemaneje es ridículo; como si estuviera amenazada, casi presa, acusada<br />

por lo menos.<br />

Me dice que me han <strong>de</strong>jado en paz durante todo el verano y que no<br />

supe usar bien esa paz provisoria. Me dice que soy inquietante, que podría<br />

ser tan bonita si no estuviera así, esquelética. Dice que vamos a hacer un<br />

trato entre los dos. Repite una letanía que conozco <strong>de</strong> memoria acerca <strong>de</strong> la<br />

necesidad que tiene el organismo <strong>de</strong> lípidos, proteínas, féculas, vitaminas,<br />

glúcidos y minerales.<br />

Dice que estoy en peligro. Y mi corazón late.<br />

Profiere amenazas. A los treinta, se me van a caer los dientes y mis<br />

huesos se van a pulverizar. Me habla seriamente, <strong>de</strong> adulto a adulto, no <strong>de</strong>bo<br />

<strong>de</strong>jarme llevar por una moda ridícula, por las revistas, por Twiggy 10 , esa<br />

mo<strong>de</strong>lo. El encanto femenino está en las formas. Vamos a hacer un trato.<br />

Sus palabras resbalan por mi cuerpo, trato <strong>de</strong> cerrarme por entero para<br />

impedir que unas <strong>pequeña</strong>s imágenes <strong>de</strong> muerte se <strong>de</strong>slicen por los<br />

intersticios <strong>de</strong> mi ser, sus palabras resbalan en mí, caigo en un miedo<br />

animal, me siento acorralada. Y perturbada por una ligera impresión <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sprecio, cómo pue<strong>de</strong>n acusarme <strong>de</strong> copiar los consejos <strong>de</strong> una revista, me<br />

toman bastante en serio, como si hiciera un régimen para estar flaca. Hago<br />

un régimen para a<strong>de</strong>lgazar, tengo la boca llena <strong>de</strong> caries y mis dientes se<br />

van a caer, estoy segura. El malentendido es total.<br />

¿Son las malas palabras, es el tono ina<strong>de</strong>cuado o soy una <strong>pequeña</strong><br />

cabra imposible <strong>de</strong> salvar?<br />

El trato es simple. El doctor <strong>de</strong>ja enten<strong>de</strong>r que no soy la primera en<br />

hacerlo, ha habido muchas, sobre todo en estos tiempos, algunas han<br />

10<br />

Famosa mo<strong>de</strong>lo, actriz y cantante inglesa <strong>de</strong> la década <strong>de</strong>l 60, <strong>de</strong>stacada por su extrema <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z.<br />

25


jugado el juego y se ha ganado la partida. ¿Quién la ganó? A algunas les ha<br />

faltado voluntad. Si Ud. sigue a<strong>de</strong>lgazando no podré hacer nada, dice el<br />

médico con frialdad y me tien<strong>de</strong> calurosamente la mano.<br />

Nos veremos dos veces al mes, para pesarla. No <strong>de</strong>be per<strong>de</strong>r un solo<br />

kilo. Sus padres, por su lado, vigilarán su alimentación.<br />

No digo nada. No sonrío. Pienso no me atrapará usted tan fácilmente.<br />

Pienso no ganará usted la partida, usted es el enemigo. Estoy<br />

extremadamente sola.<br />

No saben hasta qué punto me siento fuerte, resuelta y en buenas<br />

condiciones; simplemente mi camino no es otro y ellos no entien<strong>de</strong>n nada.<br />

Lo único que me preocupa es la punta <strong>de</strong> mi lengua, que se mete en el<br />

agujero <strong>de</strong> un diente. Temo que les ocurra algo a mis dientes. El <strong>de</strong>ntista,<br />

cuando sacó sus enormes tenazas <strong>de</strong> mi boca, coment´ço que seguramente<br />

los dientes me rechinaban por la noche.<br />

La vida se vuelve muy difícil para todos. La casa se llena <strong>de</strong> gritos y <strong>de</strong><br />

silencio.<br />

Cada comida <strong>de</strong>genera en una crisis abierta. Mi padre me sirve<br />

<strong>de</strong>spués que yo me niego a servirme. No pruebo nada. Las albóndigas <strong>de</strong><br />

carne y los tallarines se enfrían, las <strong>de</strong>spachurro un poco. Siempre hay un<br />

par <strong>de</strong> ojos clavados en mi plato. No puedo tragar, el contacto con una<br />

rodaja <strong>de</strong> tomate me horroriza; no puedo doblar una hoja <strong>de</strong> lechuga para<br />

que entre en mi boca, sobre las patatas cae una prohibición intransgredible,<br />

el arroz me asfixia, las judías ver<strong>de</strong>s se me atraviesan en la garganta,<br />

estrangulada por las lágrimas que he tragado. Cora y el bebé, petrificados,<br />

bajan los ojos, el trueno y el relámpago. Mi boca empequeñece cada día que<br />

pasa y mis dientes se aprietan más y más.<br />

Tratan <strong>de</strong> meterme cosas en la boca, creo que tratan, forzosamente,<br />

porque la situación lo exige, y yo escupo.<br />

Sollozo, me torturan. Mis padres me torturan. Me dicen hasta qué<br />

punto me estoy haciendo daño. Entristeces a tu madre, ella llora. Desesperas<br />

a tu padre, está furioso. Me doy cuenta. Ya no po<strong>de</strong>mos hablarnos. No hablo.<br />

Hablo todavía con mis hermanas.<br />

Deja a tus hermanas fuera <strong>de</strong> todo esto. De todos modos les hablo.<br />

Deberían estar <strong>de</strong> mi lado.<br />

26


Los días en que este enfrentamiento físico se vuelve muy agotador,<br />

me hago la traviesa, obro con astucia.<br />

Me sirvo un poco <strong>de</strong> carne, que mastico durante horas, y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>posito las bolas blancas en la servilleta.<br />

Tiro el arroz <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa, lejos <strong>de</strong> mi lugar, para ganar tiempo.<br />

Un día <strong>de</strong>scubro que puedo vomitar la comida más líquida, el puré, la<br />

carne molida, algunos postres, la crema <strong>de</strong> chocolate.<br />

Descubro este truco diabólico un día <strong>de</strong> violencia. Los tres corrimos<br />

un trozo <strong>de</strong> costilla alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong>l comedor. Hubo un silencio.<br />

Voló una bofetada. No podría <strong>de</strong>cir si mi madre me golpeó o si yo alcé la<br />

mano. Me parece que todo el mundo puso algo <strong>de</strong> su parte. Nunca me habían<br />

pegado, aullé. Las bofetadas no son como las palmadas en las nalgas, las<br />

lágrimas brotan sin que uno quiera. Quizá mis padres se digan que <strong>de</strong>bieron<br />

hacerlo antes.<br />

Las bofetadas son odio, pensé. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces habitan en mí el<br />

odio y la astucia. Vomito. Como muy poco, el mínimo, justo lo que hace falta<br />

para evitar otros enfrentamientos físicos. Vomito y progreso, vomito cada<br />

vez mejor. Muy pronto no necesito meterme un <strong>de</strong>do en la garganta. Me<br />

basta un simple movimiento abdominal: empujo el plexo y me siento aseada,<br />

limpia y <strong>de</strong> nuevo dueña <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stino. Tengo un solo problema: como<br />

disimular mis maniobras y eliminar ese olor tan i<strong>de</strong>ntificable. Me paso el día<br />

abriendo el tragaluz y las ventanas <strong>de</strong> los baños por don<strong>de</strong> paso. Después<br />

me enjuago la boca y me lavo las manos. Me mojo también los ojos,<br />

enrojecidos por el esfuerzo. Estoy convencida <strong>de</strong> que nadie pue<strong>de</strong> notar<br />

nada y la vida resulta más fácil para todo el mundo. A los quince días, voy<br />

sola al médico. Hago eslálom entre los ciegos, hago muecas a sus perros.<br />

Me subo a la pesa. La aguja oscila alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l 36. No seguiré asumiendo la<br />

responsabilidad <strong>de</strong> controlarla por mucho tiempo más, dice el médico, en<br />

tono glacial. Me siento débil. Le digo que voy a esforzarme.<br />

Llega el otoño, tengo frío todo el tiempo. Voy al colegio con las manos<br />

heladas, la nariz roja y los pies congelados. Como si hiciéramos un trabajo<br />

<strong>de</strong> hormigas, ya no me aprendo los teoremas, ese fárrago me parece<br />

absurdo y sin objeto. Me <strong>de</strong>dico a interrogar maja<strong>de</strong>ramente a los profesores<br />

<strong>de</strong> Biología, al profesor <strong>de</strong> Matemáticas; que me expliquen dón<strong>de</strong> quieren<br />

llegar, qué relación quieren establecer entre esa mortal seguidilla <strong>de</strong><br />

ecuaciones, integrales, logaritmos y los problemas reales <strong>de</strong> la vida real. A<br />

27


veces tengo intuiciones que me parecen magníficas. Visiones sobre el<br />

microcosmos y el macrocosmos. ¿Un átomo no estará hecho exactamente a<br />

imagen <strong>de</strong>l mundo? Esto pregunté, suplicante y radiante, a la hermosa<br />

profesora <strong>de</strong> química. Me invita a la mo<strong>de</strong>stia, me recuerda que no sé nada y<br />

me aconseja, al igual que sus colegas, que abandone mis ensueños y<br />

escuche las clases. No puedo escuchar las clases, tengo la cabeza<br />

<strong>de</strong>masiado o aprendí en exceso el año pasado, así que callo, me quedo<br />

leyendo al fondo <strong>de</strong> la sala o hago como que leo. Mis ojos están puestos en<br />

las líneas <strong>de</strong>l texto impreso, pero floto. Nunca he tenido tan malas notas<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el antiguo y memorable día en que reprobé un examen <strong>de</strong> latín para<br />

hacerme popular. De hecho, fue un fracaso lamentable. Recuerdo<br />

perfectamente ese día negro. Lloré y ninguna <strong>de</strong> las niñas avispadas <strong>de</strong><br />

quienes esperaba comprensión me <strong>de</strong>dicó una sola sonrisa <strong>de</strong> simpatía.<br />

Tampoco me invitaron a la fiesta <strong>de</strong> Rita Donsimoni, a pesar <strong>de</strong>l disco<br />

exclusivo <strong>de</strong> Johnny Halliday que pedí que me regalaran para la velada. Fue<br />

una maniobra <strong>de</strong>masiado complicada, nadie se dio cuenta y seguí siendo la<br />

chica excesivamente seria y <strong>de</strong>masiado a<strong>de</strong>lantada a la que nunca invitaban.<br />

Al fondo <strong>de</strong> la sala, como semillas <strong>de</strong> girasol. Es mi único alimento,<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> caramelos <strong>de</strong> leche y avellanas. Tengo algunos problemas con<br />

las cáscaras. Y también con los caramelos, son tan gran<strong>de</strong>s que me llenan la<br />

boca. No los masco, espero que se diluyan; una especie <strong>de</strong> bostezo<br />

azucarado <strong>de</strong> tapón. Sentada al fondo <strong>de</strong> la sala, frotando mis pies<br />

congelados y luchando contra un nuevo mal, los calambres, que me atacan a<br />

cada momento, soy invisible y leo a Gastón Bachelard, relatos <strong>de</strong> medicina<br />

antigua, <strong>de</strong> los tiempos en que se creía que el cuerpo era presa <strong>de</strong> humores<br />

espesos o líquidos, negros o amarillos. Leo Le Nouvel Esprit Scientifique,<br />

porque adoro el pensamiento antiguo, totalmente no científico, un universo<br />

<strong>de</strong> buenas materias y malos sortilegios, <strong>de</strong> lavativas y polvos <strong>de</strong> salamandra.<br />

Por otra parte, sospecho que Gastón Bachelard –cuya cara miro muy a<br />

menudo en la contratapa <strong>de</strong>l libro, con su barba tranquilizadora y sus ojos<br />

dulces- es como yo.<br />

Eso me da una i<strong>de</strong>a para luchar contra el positivismo, la balanza <strong>de</strong>l<br />

doctor. Antes <strong>de</strong> ir a verlo, preparo unas botellas <strong>de</strong> agua, las or<strong>de</strong>no<br />

furtivamente en la cocina, rezando para que nadie entre. Lleno tres o cuatro.<br />

Tres o cuatro litros es igual a tres o cuatro kilos. Bebo. Me duele, pero es<br />

necesario. Tengo la impresión <strong>de</strong> que voy a explotar, pero me siento muy<br />

ducha, muy astuta. En el bulevar ya no hago muecas a los perros <strong>de</strong> los<br />

ciegos, lo único que trato <strong>de</strong> hacer es poner un pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l otro. Arrastro<br />

28


mis pies planos, uso excepcionalmente el ascensor, lucho contra unas<br />

terribles ganas <strong>de</strong> hacer pipí que, como se sabe, pue<strong>de</strong>n volverse dramáticas<br />

en un ascensor. Ya está, estoy en la balanza y la aguja marca 36.<br />

No parece reparar en mi aspecto <strong>de</strong> niño <strong>de</strong> Biafra, ni en mi pali<strong>de</strong>z<br />

mortal. Sólo dice “hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días”. Salgo arrastrándome, entro<br />

a una cafetería, me precipito al baño y, finalmente, exploto. Tengo miedo <strong>de</strong><br />

morirme –me duele tanto–, <strong>de</strong> transformarme en un surtidor, en un géiser <strong>de</strong><br />

agua y <strong>de</strong> bilis. Me <strong>de</strong>smayo un poco, me suce<strong>de</strong> a menudo, pero gozo con<br />

ese resbalón furtivo al otro lado <strong>de</strong>l espejo. Nadie me <strong>de</strong>tiene cuando<br />

<strong>de</strong>semboco en la gran sala <strong>de</strong> la cafetería, los ojos hundidos, el aire perdido<br />

y ciertamente culpable. Siempre me sorpren<strong>de</strong> que no me arresten.<br />

Des<strong>de</strong> hoy tengo una doble vida. La vida oficial, en la que<br />

aparentemente acato lo que esperan <strong>de</strong> mí. Y luego mi otra vida, la<br />

verda<strong>de</strong>ra, con Gastón Bachelard y las 11 semillas <strong>de</strong> girasol, con Más allá <strong>de</strong>l<br />

bien y <strong>de</strong>l mal <strong>de</strong> Nietszche 12 , que <strong>de</strong>scubrí por casualidad y que leo como<br />

libro <strong>de</strong> magia, mientras chupo los enormes caramelos que compro con el<br />

dinero que sustraigo <strong>de</strong> mi presupuesto.<br />

Siempre estoy sola, sentada en los escalones <strong>de</strong> mi cuarto, y trato <strong>de</strong><br />

simplificar mi existencia, <strong>de</strong> hacer sólo los gestos necesarios a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

algunos movimientos <strong>de</strong> gimnasia para endurecerme aún más el vientre y<br />

los muslos.<br />

Mi madre filma una película para la televisión. El actor principal es<br />

rubio y atractivo. Me impresionan el pelo negro y corto y la nariz <strong>de</strong>lgada <strong>de</strong><br />

su mujer. Un día vamos a su casa, sin mi padre, a escuchar a los Beatles.<br />

Probablemente sea una cosa alegre. Todo esto me da un miedo<br />

espantoso. Confusión, pensé, asuntos <strong>de</strong>l diablo. Quiero or<strong>de</strong>n e<br />

inmovilidad. Cuelgo <strong>de</strong> un hilo, camino <strong>de</strong> la perfección.<br />

Me parece que a mi alre<strong>de</strong>dor hay mucho ruido, mucha gente, mucho<br />

movimiento. Todo me atemoriza, camino por mi hilo, el menor golpe me<br />

pue<strong>de</strong> tirar. Me sobresalto cuando me hablan. Me cubro la cabeza con una<br />

11 Fallido estado africano que proclamó su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Nigeria en 1967 y <strong>de</strong>bió rendirse en 1970. En la<br />

zona ha habido constantemente hambrunas.<br />

12 Filósofo alemán (1844-1900)<br />

29


especie <strong>de</strong> kipá 13 negro <strong>de</strong> terciopelo. En el metro leo en voz alta el<br />

Heautontimoroumenos, convencida <strong>de</strong> que eso tiene un sentido.<br />

Todo va a seguir así, eternamente. También sé que no pue<strong>de</strong><br />

continuar, pero no veo nada a<strong>de</strong>lante, no veo nada, no tengo ninguna<br />

esperanza. Un pequeño infierno ha reemplazado la vida <strong>de</strong> antes,<br />

insensiblemente, no veo la diferencia, sólo veo mi hilo. Mis esfuerzos para<br />

respirar mejor, mis movimientos, rarifican el aire, me ahogo sin pausa, me<br />

diluyo en la tela, me creo muy astuta, sufro, pero no lo sé.<br />

Capítulo 4<br />

Estamos en un acantilado, los pájaros <strong>de</strong> mar nos circundan. La arena<br />

está <strong>de</strong>sierta, allá lejos, allá abajo. Es un día hermoso y frío, es el día <strong>de</strong><br />

Todos los Santos. Por el <strong>de</strong>scampado, casi amarillo, pasan adolescentes en<br />

filas <strong>de</strong> dos en dos. Miran hacia abajo, tienen la nuca afeitada. Son <strong>de</strong> un<br />

recinto penal, dice la amiga <strong>de</strong> Cora, que nos ha invitado. ¿Nos invitó a las<br />

dos o yo me incluí, me impuse? ¿Entonces, hay cárceles para niños, se<br />

están fugando? Me parece que los empujan con unos palos. Me parece que<br />

una nube <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación los ro<strong>de</strong>a. Me parece que los conozco.<br />

Los cormoranes y las gaviotas chillan cuando nos acercamos. Son<br />

miles, que se reúnen en ceremonias secretas. Cora y su amiga recogen<br />

brezos, escalan las rocas que bajan hacia la cala y gritan <strong>de</strong> felicidad cuando<br />

ven un alga. Me siento tan débil, ya no sé cómo se admira un gijarro, un<br />

trozo <strong>de</strong> vidrio pulido por el mar, cómo se hace para esperar el hallazgo <strong>de</strong><br />

una amatista. Hace tiempo, en otra parte, en los acantilados <strong>de</strong>l Cabo <strong>de</strong> la<br />

Cabra, había amatistas pálidas, a veces con puntas <strong>de</strong> un violeta intenso,<br />

con las cuales una suponía hacer fortuna. La gruta Ver<strong>de</strong> sólo aparecía<br />

cuando la marea estaba muy baja. Le temo al viento que me acuchilla y a<br />

esta casa <strong>de</strong> costumbres <strong>de</strong>sconocidas don<strong>de</strong> me siento bajo vigilancia.<br />

Tengo miedo <strong>de</strong> que adviertan mi extraño comportamiento, <strong>de</strong> que me hagan<br />

preguntas, <strong>de</strong> que me oigan vomitar.<br />

13 Gorra ritual judía.<br />

30


Y luego hay otro día. Siempre azul y limpio. Estoy en el acantilado,<br />

sola. Y los presidiarios pasan como todos los días. La madre <strong>de</strong> nuestra<br />

amiga se sienta en un trozo <strong>de</strong> roca, a mi lado.<br />

Me pregunta qué me parecen unas costillas para la cena. Le digo que<br />

no me gusta la carne. Pienso en los animales cuando me los como. Aquí no<br />

se pue<strong>de</strong>n evitar los cor<strong>de</strong>ros, prisioneros en esta isla don<strong>de</strong> comen hierbas<br />

y <strong>de</strong>spués serán comidos. Esta frase me parece muy bella, la marca, el<br />

sobrio testimonio <strong>de</strong> mi sentido trágico, <strong>de</strong> mi extremosa sensibilidad. Ella<br />

alcanza a <strong>de</strong>cir que también hay tomates.<br />

El frío especial <strong>de</strong> los tomates.<br />

Dice que cuando era más joven “fui anoréxica y me curé”.<br />

No hago preguntas. No conozco esa palabra, pero le agra<strong>de</strong>zco que la<br />

haya pronunciado. Todavía hoy siento un agra<strong>de</strong>cimiento especial por esta<br />

escena <strong>de</strong>l acantilado. Es uno <strong>de</strong> los momentos más valiosos <strong>de</strong> mi vida.<br />

Cuando volvemos, la casa está a obscuras, casi ha caído la noche.<br />

Creo que la ayudo a preparar las costillas. No le importa si no me las como.<br />

Regresamos a París unos días <strong>de</strong>spués. Esto ha sido un pequeño<br />

paréntesis, que olvido. Me sumerjo brutalmente en el surco <strong>de</strong> malas<br />

costumbres que se ahonda cada día más.<br />

Lo olvido por completo. No lo olvido en absoluto, porque, diez años<br />

más tar<strong>de</strong>, recordaría estas palabras: “Me curé”. La convertiré en mi tabla <strong>de</strong><br />

salvación.<br />

31


Capítulo 5<br />

Este es un relato. Ha pasado un cuarto <strong>de</strong> siglo. El lapso me parece<br />

inmenso. Lo reviso, es así, siempre creo que exagero, pero lo peor es<br />

comprobar, volviéndose y mirando <strong>de</strong> soslayo, que la exageración es la<br />

verdad.<br />

Este es un relato, el relato discontinuo <strong>de</strong> lo que llamo la época en que<br />

enloquecí. No quiero mirar esa época <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi presunta altura actual, no<br />

estoy muy segura <strong>de</strong> que resulte interesante. Querría que sea gracioso. Que<br />

al menos divierta a la gente. No estoy segura <strong>de</strong> ser muy graciosa.<br />

Una <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s es olvidar esta historia. Tengo un montón <strong>de</strong><br />

libros que escribir, olvidé cuáles, pero tengo libretas tapizadas <strong>de</strong> notas,<br />

llenas <strong>de</strong> personajes verda<strong>de</strong>ramente trágicos o divertidos, barcos llenos <strong>de</strong><br />

locos que entre ellos se martirizan con ternura y que tienen la inmensa<br />

ventaja <strong>de</strong> que apenas los conozco. Eso no pue<strong>de</strong> dañar a nadie.<br />

También puedo no escribir nada <strong>de</strong> nada. La lectura otorga placeres<br />

igualmente gran<strong>de</strong>s, sobre todo cuando se lee pensando en lo que se podría<br />

escribir; cuando se lee soñadoramente. Pero advierto que estoy obligada a<br />

continuar el relato <strong>de</strong> Nouk, <strong>de</strong> Cora y el bebé, tal como se está obligada a<br />

terminar el aseo <strong>de</strong> la casa cuando ya se ha empezado. Escribir un libro es<br />

como hacer el aseo, primero lo que realmente nos gusta, apilar en or<strong>de</strong>n,<br />

objetos en su lugar, <strong>de</strong>coración, <strong>de</strong>coración recuperada, cama y vajilla, y<br />

<strong>de</strong>spués el resto, las cosas aburridas, don<strong>de</strong> hay que <strong>de</strong>cidir, quizás<br />

eliminar, como la parte superior <strong>de</strong> los armarios; todo eso pue<strong>de</strong> esperar.<br />

Llego a una zona don<strong>de</strong> no me gusta ir. Habría preferido quedarme un poco<br />

más en la isla, porque era un bonito paréntesis, dulce, luminoso. Me repugna<br />

volver a zambullirme en lo que me parece una cloaca.<br />

Me enseñaron que lo primero que cabe esperar <strong>de</strong> quien escribe una<br />

historia es honestidad. Honra<strong>de</strong>z artesanal.<br />

Nouk vuelve a casa.<br />

Ahora come pastillas. Compra bolsitas <strong>de</strong> 150 gramos y las <strong>de</strong>ja en el<br />

escalón don<strong>de</strong> vive.<br />

Se preocupa mucho <strong>de</strong>l bebé. Según ella, lo persiguen. Tiene que<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlo. El bebé es rubio y hermoso, pero al doctor, que interfiere<br />

francamente en todo, le parece <strong>de</strong>masiado gordo. El bebé no <strong>de</strong>be seguir<br />

comiendo azúcar, ni féculas, <strong>de</strong>be bajar <strong>de</strong> peso, y Nouk <strong>de</strong>be engordar y<br />

32


Cora tiene que arreglárselas como pueda, lo que no es fácil en una casa<br />

don<strong>de</strong> aparentemente cada uno está conminado a hacer lo contrario <strong>de</strong> lo<br />

que hace. Alimentar clan<strong>de</strong>stinamente al bebé se convierte en la obsesión<br />

número dos <strong>de</strong> Nouk. Se trata <strong>de</strong> colocar cerca <strong>de</strong> su hermanito maltratado<br />

la mayor cantidad <strong>de</strong> chocolates, <strong>de</strong> bombones Suchard, <strong>de</strong> galletones <strong>de</strong><br />

chocolate, <strong>de</strong> todas las golosinas posibles. Es una guerrilla. Y el bebé parece<br />

contento con este apoyo y estas conmovedoras atenciones. Nouk lo<br />

consi<strong>de</strong>ra un prisionero a quien aligera sus <strong>de</strong>sgracias. Le lleva también<br />

lecturas prohibidas, diaruchos sin ciudadanía en la casa. Defien<strong>de</strong> el<br />

<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los niños a ser niños, a leer bobadas, más aún si se lo impi<strong>de</strong>n. A<br />

veces cree ser el amigo malo <strong>de</strong> Pinocho, que el bebé es esa marioneta que<br />

tanto <strong>de</strong>sea ser un niño <strong>de</strong> verdad y que se <strong>de</strong>ja arrastrar a la Isla <strong>de</strong> los<br />

Placeres.<br />

El gran problema <strong>de</strong> Nouk es el dinero. No tiene suficiente dinero para<br />

las pastillas, los bombones, las revistas ilustradas, para los bollos, los<br />

caramelos, las revistas ilustradas, para los bollos, los caramelos, las revistas<br />

gigantes tipo Picsou o Akim, y tanta cosa cuyo nombre he olvidado y que<br />

resulta increíblemente numerosa cuando empiezo a explorar el filón.<br />

Podría meter mano en los bolsillos <strong>de</strong> sus padres, pero no se atreve.<br />

No pue<strong>de</strong>. Creo que lo piensa, pero no pue<strong>de</strong> llevar esto a la práctica.<br />

Descubre una librería <strong>de</strong> saldos, muy cerca <strong>de</strong> su casa. Lleva allí libros<br />

<strong>de</strong> arte, pesados volúmenes que saca discretamente <strong>de</strong> la biblioteca <strong>de</strong> sus<br />

padres. Pi<strong>de</strong> precios irrisorios por gruesos libros <strong>de</strong> pintura. No ven<strong>de</strong> los<br />

que más le gustan, la obra <strong>de</strong> Jeronimus Bosch, los cuadros <strong>de</strong> Giotto y <strong>de</strong><br />

Fra Angelico.<br />

Me pregunto quién es el tipo que compra por veinte francos libos<br />

bastante más valiosos a una niña <strong>de</strong> catorce años.<br />

Nouk tiene ahora una vida llena <strong>de</strong> ocupaciones secretas. Caminar por<br />

París a merced <strong>de</strong> los cafés, alimentar a ultranza a su hermano. Comer<br />

pastillas y vomitar las comidas que le imponen. Ven<strong>de</strong>r libros <strong>de</strong> arte para<br />

comprar horrorosos folletos <strong>de</strong> nombre absurdo.<br />

Cada cierto tiempo sobrevienen crisis brutales. Una <strong>de</strong> sus tretas<br />

queda al <strong>de</strong>scubierto. Llora, está asustada. Se encarama en el dintel <strong>de</strong> la<br />

ventana y dice: voy a saltar. Pasa <strong>de</strong> verdad una pierna y se tambalea, siente<br />

que tendrá que hacerlo y estrellarse mucho más abajo. No salta, espera y<br />

luego recoge la pierna; agotador.<br />

33


Se halla presa <strong>de</strong> sus obsesiones, como se dice. Traer cada vez más<br />

pasteles, bombones, encontrar nuevas cosas exquisitas. Tienes que <strong>de</strong>jar<br />

tranquila a tu hermana, le dicen, le estás haciendo daño. ¿De dón<strong>de</strong> sale<br />

todo el daño <strong>de</strong> que la acusan? Sabe que sólo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar pagando un<br />

precio: que el bebé esté atiborrado y que ella, Nouk, sienta en el vientre los<br />

calambres vertiginosos <strong>de</strong>l hambre.<br />

La tienda <strong>de</strong>l liquidador <strong>de</strong> libros se llama Kalevala 14 .<br />

Adoro ese nombre, adoro las historias extraordinariamente rubias y<br />

violentas que oculta. Las he leído veinte veces y guardo un recuerdo vago <strong>de</strong><br />

mujeres atadas por la cabellera inmensa, <strong>de</strong> mujeres arrastradas por el pelo,<br />

<strong>de</strong> hombres y mujeres que los celos <strong>de</strong>spedazan en un paisaje <strong>de</strong> rocas, <strong>de</strong><br />

glaciares, <strong>de</strong> oleaje tempestuoso; todos llevan coronas <strong>de</strong> reyes, <strong>de</strong> reinas,<br />

<strong>de</strong> dioses y se gritan, se odian y se aman. Los hombres tienen lanzas en la<br />

mano, mazas cubiertas <strong>de</strong> púas, músculos enormes, y las mujeres, escotes<br />

<strong>de</strong> don<strong>de</strong> brotan senos enormes. Hasta los nombres tienen sonorida<strong>de</strong>s<br />

feroces.<br />

En las puertas <strong>de</strong> la verdad, sueño que <strong>de</strong>slizo la mano y que se<br />

cierran.<br />

Golpeo la puerta <strong>de</strong> Kalevala. Voy a ven<strong>de</strong>r libros robados. Obtengo<br />

muy poco dinero. El saldista acepta todo lo que le llevo, pero las reservas<br />

menguan y acometo los libros <strong>de</strong> la primera fila, los muy visibles y cuya<br />

ausencia se distingue como un diente menos. Los libros que <strong>de</strong>saparecen <strong>de</strong><br />

la biblioteca reaparecen en el escaparate <strong>de</strong> Kalevala. Mi madre pasa <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> la tienda, no se le escapa la coinci<strong>de</strong>ncia. Me ha cogido. Sin embargo, no<br />

ocurre nada, no me dicen nada. Yo no digo nada, no me dicen nada. Dejo <strong>de</strong><br />

ven<strong>de</strong>r libros. El saldista ya no quiere más. Intento, obstinadamente,<br />

ven<strong>de</strong>rlos más lejos, en otros locales.<br />

Tampoco funciona. Leo el anillo <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> los nibelungos y busco en<br />

él la clave. ¿Cómo vivir en un mundo así, cómo escapar <strong>de</strong> éste?<br />

Trato <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> la muerte, <strong>de</strong> los sentimientos, <strong>de</strong> los celos <strong>de</strong> los<br />

dioses, <strong>de</strong> los sentimientos que preparan para los que aman, para los que<br />

viven.<br />

Armo mi <strong>pequeña</strong> mezcla.<br />

14<br />

Es el nombre <strong>de</strong> un poema épico finlandés compilado por Elías Lonnrot.<br />

34


Nouk, robot esquelético y malvado, poseído por el diablo, sigue su<br />

órbita. En ese lapso, Francia se mo<strong>de</strong>rniza. Digamos, en todo caso, que la<br />

casa se mo<strong>de</strong>rniza. Una alfombra reemplaza al linóleo, el nuevo refrigerador<br />

y la trituradora instalada en la cocina lo atestiguan. La trituradora fascina a<br />

Nouk. Según sus inventores, <strong>de</strong>bería sustituir a los basureros, enmascarar la<br />

loca inflación <strong>de</strong> <strong>de</strong>sechos que acompaña al progreso. La trituradora, según<br />

Nouk, es como la absolución <strong>de</strong> los católicos (aunque <strong>de</strong> ésta nada sabe).<br />

Allí se tiran los pedazos <strong>de</strong> pan apolillado que sobran <strong>de</strong> las comidas, las<br />

cáscaras <strong>de</strong> queso, los huesos <strong>de</strong> pollo, los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> las chuletas con<br />

jirones <strong>de</strong> carne colgando. Se aprieta un botón y con un estrépito<br />

regocijante, la trituradora ejerce su oficio. Todo <strong>de</strong>saparece. Otro nuevo<br />

accesorio: el aspirador <strong>de</strong> mesa, que se come las migas <strong>de</strong>l mantel. Ahora<br />

se pue<strong>de</strong> comer sin <strong>de</strong>jar rastro. El refrigerador también participa <strong>de</strong> la<br />

nueva visión <strong>de</strong>l mundo. Es más bien un armario, un armario lleno <strong>de</strong><br />

cajones <strong>de</strong> plástico opaco. Al abrirlo, nada sobresale. No hay olores. Los<br />

huevos, la mantequilla, las ciruelas, los tomates, las alcachofas, los petitssuisses<br />

y los pepinos, los calabacines y la crema fresca, los yogures y los<br />

bifes parecen pasteurizados, parecen tan incorruptibles como la loza o la<br />

porcelana. En todos los alimentos ya aparece la fecha <strong>de</strong> caducidad.<br />

La madre <strong>de</strong> Nouk cambió <strong>de</strong> costumbres. Ahora hace encargos,<br />

puntea catálogos, llama por teléfono a Inno, un refrigerador central que<br />

alimenta a miles <strong>de</strong> enormes refrigeradores locales. Desembarcan el pedido<br />

en casa, or<strong>de</strong>nado en cajas cuadradas; botellas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sinfectante y pasteles,<br />

barras <strong>de</strong> chocolate y <strong>de</strong>tergente, ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> fruta, verduras, productos<br />

lácteos etiquetados, fechados, cubiertos <strong>de</strong> números que los <strong>de</strong>finen en<br />

julios, en calorías, en vitaminas, en sales minerales.<br />

Nouk especula. Se siente invadida por la avalancha. Imagina un<br />

mundo don<strong>de</strong> se come una sola cosa, un solo plato <strong>de</strong> un solo color.<br />

Observa a la gente que come mientras piensa en la mezcla repugnante <strong>de</strong><br />

alimentos que, tras haber estado tan apretados en sus envoltorios, se<br />

<strong>de</strong>senfrenan y multiplican los olores.<br />

Últimamente, ahora que la Navidad está cerca, Nouk se alimenta <strong>de</strong><br />

ositos rojos <strong>de</strong> caramelo, que vomita como <strong>de</strong> costumbre. Un río azucarado,<br />

como una cinta que saliera <strong>de</strong> su cuerpo. Es ilógico y Nouk lo sabe. Cree que<br />

ha separado los alimentos en dos grupos, los que le imponen y que vomita<br />

para proteger su integridad, y los buenos, que no pesan en su estómago<br />

encogido. Pero los que no pesan, igual pesan. Y este sistema perfecto<br />

también se <strong>de</strong>sajusta.<br />

35


Nouk vomita todo, los ríos se mezclan. Ayunar se vuelve una<br />

esclavitud. El cuerpo puro <strong>de</strong> Nouk está magullado por el frío, sus brazos se<br />

estiran y los dientes le duelen, los pies se le llenan <strong>de</strong> sabañones, la boca se<br />

le agrieta y se le quiebran las uñas, los huesos <strong>de</strong> sus nalgas sobresalen y le<br />

hacen daño al sentarse. Es un espíritu ambulante, es una boca inmensa, sólo<br />

es una boca.<br />

Nouk camina horas por París, avanza por calles oscuras con los<br />

brazos cruzados contra el torso, atenta a que no la sigan, se precipita en<br />

todas las pana<strong>de</strong>rías, compra galletones <strong>de</strong> chocolate recién salidos <strong>de</strong>l<br />

horno, tartas <strong>de</strong> manzana que la escaldan, baguetes enteras, tartas con<br />

crema, éclairs. Cuando está a punto <strong>de</strong> ahogarse, se <strong>de</strong>tiene, entra a un café,<br />

baja temblando la fétida escalera que conduce a los baños, evita mirar las<br />

terribles inscripciones que cubren las pare<strong>de</strong>s, coloca sus pies sobre las<br />

posa<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> loza <strong>de</strong> los caga<strong>de</strong>ros turcos y expulsa con alegría, con<br />

vergüenza, la pasta caliente, mezclada, <strong>de</strong> los pasteles. Se ensucia a menudo<br />

la ropa, se siente mancillada.<br />

Los días son muy breves. Tiene que seguir consiguiendo dinero,<br />

luchar durante las comidas oficiales, escapar <strong>de</strong> las fibras maléficas <strong>de</strong> los<br />

platos que su madre prepara con amor, tiene que <strong>de</strong>slizarse en secreto cerca<br />

<strong>de</strong>l bebé, meterle en la boca los tesoros anunciados, inmovilizarle,<br />

envolverle las piernas con lana suave, crearle un paraíso.<br />

Los paraísos inventados por Nouk se pudren por <strong>de</strong>ntro.<br />

La televisión ha entrado en la casa.<br />

Mi madre trabaja en la televisión. Es guionista <strong>de</strong> ORTF 15 . Estamos<br />

orgullosos. Todas las tar<strong>de</strong>s nos sentamos en círculo para ver un capítulo <strong>de</strong><br />

su teleserie. Cuando éramos muy <strong>pequeña</strong>s, sabíamos que ella era la autora<br />

<strong>de</strong> una radionovela famosa que daban en RTL 16 justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer. En<br />

la nueva vida, la que me da miedo, la gente ya no come en casa a mediodía y<br />

la teleserie es en la tar<strong>de</strong>, justo antes <strong>de</strong> la cena.<br />

No tenemos recuerdos <strong>de</strong> la radionovela, sólo recordamos los<br />

orgullosos que estábamos. Y conservamos en el oído la cortina musical <strong>de</strong><br />

Végételine, que hace patatas fritas ligeras y tiene un olor especial. Para<br />

Nouk, la teleserie <strong>de</strong> mamá es una variante en torno al olor a Végétaline.<br />

15<br />

Oficina <strong>de</strong> Radio Teledifusión Francesa.<br />

16<br />

Es una corporación europea que incluye diversos medios <strong>de</strong> comunicación, especialmente radios.<br />

36


La televisión tardó en entrar en casa, es el diablo. Los niños pasarán<br />

toda la vida pegados a ella. La tele es como la isla <strong>de</strong>l Placer <strong>de</strong> Pinocho, una<br />

fuente inextinguible <strong>de</strong> granadina y caramelos, el fin <strong>de</strong> los libros, <strong>de</strong>l<br />

esfuerzo, <strong>de</strong> la imaginación, <strong>de</strong>l estudio. La televisión es el triunfo <strong>de</strong> la<br />

tontería, en blanco y negro y pronto en colores. Es Estados Unidos que nos<br />

va a tragar, una manipulación azucarada y solapada, un embudo, el embudo<br />

<strong>de</strong>l consumo.<br />

Por lo tanto los niños miran únicamente la teleserie <strong>de</strong> su madre, <strong>de</strong><br />

ocho menos veinte, a ocho <strong>de</strong> la noche.<br />

Nouk aprovecha para maniobrar cerca <strong>de</strong>l bebé mientras todos los<br />

ojos están clavados en la pantalla. Actúa como un asaltante, que también<br />

podría ser Robin <strong>de</strong> los Bosques luchando contra la injusticia <strong>de</strong> quienes<br />

quieren privar <strong>de</strong> dulzura a su hermanito. Es un hada madrina con los<br />

bolsillos <strong>de</strong> la bata repletos <strong>de</strong> galletas, <strong>de</strong> trozos <strong>de</strong> chocolate ocultos en<br />

sus mangas <strong>de</strong> maga. También es una bruja, porque oye la vocecita agria <strong>de</strong><br />

su cabeza murmurar que está haciendo daño, que la envidia y el miedo<br />

disfrazados <strong>de</strong> compasión le guían la mano hacia la muda boca <strong>de</strong>l bebé.<br />

¿Sufre este niñito <strong>de</strong>sgarrado entre dos volunta<strong>de</strong>s contrarias?<br />

¿Cómo podría resistir la aparente dulzura <strong>de</strong> su hermana mayor, su discurso<br />

silencioso, esta lucha <strong>de</strong> influencias en que se juegan lealta<strong>de</strong>s y traiciones<br />

infantiles? Me doy cuenta <strong>de</strong> que Nouk, para soportar algo misterioso, la<br />

ahoga bajo su égida 17 , la atiborra <strong>de</strong> tortas bretonas. Me doy cuenta <strong>de</strong> que<br />

Nouk ha resbalado, ya no sabe qué es el amor, qué es el odio, confun<strong>de</strong><br />

todo, sus categorías personales ahora ya no son los sentimientos, no más<br />

gritos, no más lágrimas, no más pena. Existe el movimiento, las caminatas<br />

que hace, los alimentos que traga y que hace tragar a su hermano, y esa<br />

inmovilidad. Está la boca que traga y la que vomita hasta la bilis. Cora,<br />

rehén, guarda silencio. A veces acompaña en sus periplos a su <strong>de</strong>sorientada<br />

hermana mayor. Caminan con caramelos en los bolsillos. Sus orejas se<br />

llenan <strong>de</strong> veneno, el veneno vertido por la boca amarga <strong>de</strong> Nouk, la misma<br />

que antaño vertía frases <strong>de</strong> cuentos, la historia <strong>de</strong> Vassilissa Prekrasnaïa, “la<br />

muy bella”, los Cisnes salvajes y las Bestias encantadas.<br />

Cora se aferra, sin duda, a ramas <strong>de</strong>sconocidas <strong>de</strong> mi misma, a<br />

briznas <strong>de</strong> lógica, <strong>de</strong> razón y <strong>de</strong> amor filial. En el torrente que arrasa con<br />

todo, ella resiste. No sé cómo hace.<br />

17 Originalmente correspon<strong>de</strong> al nombre <strong>de</strong> la coraza <strong>de</strong> Zeus, por extensión, se usa como sinónimo <strong>de</strong><br />

protección.<br />

37


En la pantalla <strong>de</strong> la televisión, una joven <strong>de</strong> mejillas perfectas,<br />

inventada por mi madre, se inicia en las cosas <strong>de</strong> la vida, dice las palabras<br />

<strong>de</strong> la superficie asoleada <strong>de</strong>l mundo.<br />

La sombra <strong>de</strong> los muertos hace su trabajo sucio en nuestro salón<br />

vuelto a pintar. Nouk y el bebé son los dos polos entre los cuales enloquece<br />

la aguja imantada <strong>de</strong> nuestra existencia.<br />

Al mismo tiempo, por ahí, una mujer pregunta si el Diablo existe. El<br />

sabio le respon<strong>de</strong> que existe. Y que todo lo enreda.<br />

38


sumergirse en sus aguas se purifica el alma y el espíritu.<br />

39<br />

Capítulo 6<br />

Nouk está en el baño. Se enjuaga la boca, masca pasta <strong>de</strong>ntal, se lava<br />

las manos y moja sus ojos enrojecidos. Se <strong>de</strong>dica a su ajetreo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> cenar, con el corazón palpitante y a puerta cerrada. Ahora le suce<strong>de</strong> que,<br />

<strong>de</strong>bido a la lentitud <strong>de</strong> la comida, al silencio, y a los minúsculos movimientos<br />

<strong>de</strong> gente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los platos los alimentos se resisten a la purga.<br />

Las patatas rellenas; cálidas, quemantes, tranquilizadoras, la hacen<br />

olvidar todo algunos instantes. Y luego se convierten en veneno y plomo en<br />

el estómago. Nouk cree que el veneno llegará a sus venas y conquistará su<br />

cuerpo si no corre a su querido recipiente. Pero las patatas rellenas son un<br />

alimento que no obe<strong>de</strong>ce a las contracciones. El pánico se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> ella<br />

entonces y cree que se va a morir <strong>de</strong> pronto; me matará un trozo <strong>de</strong> patata,<br />

con la cabeza en el excusado, las venas en el cuello dilatadas. Me<br />

estrangulo, toso. Odio la tos, ese signo precusor <strong>de</strong> la muerte. Nouk se<br />

dirige, lo más calmadamente que pue<strong>de</strong>, al baño a beber agua. El agua la<br />

salva siempre. Bebe en el grifo con el cuerpo torcido para ahogar en una<br />

marea purificadora a los alimentos reacios. El Ganges 18 atraviesa a Nouk,<br />

que por fin vomita, lavada. Nouk está en el baño, se lava una y otra vez, bebe<br />

y enjuaga el interior <strong>de</strong> su cuerpo. Está, estará limpia muy pronto. Cree<br />

percibir su cuerpo, lo <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro y lo <strong>de</strong> afuera separados por un <strong>de</strong>lgado<br />

tabique; friega con brutalidad ese objeto insostenible.<br />

Golpean, se asusta. Quita el pestillo con la mayor sangre fría posible,<br />

como una criminal cogida in fraganti que se seca en la espalda las manos<br />

llenas <strong>de</strong> sangre, como un vampiro atrapado por la luz <strong>de</strong>l día.<br />

¿A qué policía temo? A mis pies yace la balanza. Mi padre me or<strong>de</strong>na<br />

que me suba, tiemblo y me niego. Lloro. Digo que no tienen <strong>de</strong>recho a<br />

pesarme por sorpresa, invoco el <strong>de</strong>recho elemental <strong>de</strong> las personas a no ser<br />

pesadas por sorpresa, es una trampa innoble, una trampa y estoy <strong>de</strong>ntro.<br />

Creo que entonces me suben a la balanza como a una con<strong>de</strong>nada y todavía<br />

resisto, me <strong>de</strong>bato. El mundo se <strong>de</strong>smorona, el frágil edificio que yo creía<br />

tan sólido sólo es la cabaña <strong>de</strong> paja <strong>de</strong>l cerdito.<br />

La balanza indica 29. Veintinueve es el fin <strong>de</strong>l mundo. Me advirtieron<br />

que no cayera más abajo. Estoy más abajo que la tierra, tengo vergüenza y<br />

tengo miedo. Me dicen palabras terribles. Que traiciono todas las confianzas<br />

18 Río sagrado <strong>de</strong> la India. En la religión hindú, se cree que el Ganges es una diosa que baja <strong>de</strong>l cielo y que al


y que no respeté el trato. Me <strong>de</strong>jaron tranquila durante meses, contando con<br />

mi inteligencia y apostando a la confianza, base <strong>de</strong> las relaciones humanas.<br />

Traicioné, engañé, les hice creer mentiras, creyeron en mi buena voluntad.<br />

Pero se acabó.<br />

Me <strong>de</strong>jan sola y lloro sentada en el suelo, junto a la balanza. Los<br />

brazos me cuelgan, la cabeza me ar<strong>de</strong>, los ojos me ar<strong>de</strong>n, ya no sé nada.<br />

Mañana irás al médico con tu madre.<br />

No hago más que repetir que no tienen <strong>de</strong>recho a pesarme por<br />

sorpresa. No tenían <strong>de</strong>recho.<br />

He perdido la partida. Me van a <strong>de</strong>tener. Vamos al médico como si<br />

fuéramos don<strong>de</strong> el juez. Él está melancólico y <strong>de</strong> su boca también salen<br />

frases que me acusan. Una palabra que resuena, confianza, no po<strong>de</strong>mos<br />

tenerte confianza.<br />

Has perdido nuestra confianza, <strong>de</strong>finitivamente.<br />

Son las palabras <strong>de</strong>l abandono. Los hilos que me unen a los <strong>de</strong>más,<br />

marioneta entre marionetas, se cortan, mi corazón se quiebra y se seca.<br />

Tienen que creerme, aunque mienta, aunque haga trampa, sobre todo si<br />

miento.<br />

A partir <strong>de</strong> ahora, me callo.<br />

Don<strong>de</strong> el médico, me callo.<br />

En el largo pasillo <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong> a veces nos cruzamos, me callo.<br />

Es un silencio intolerable. Para Nouk es un silencio normal, me doy cuenta<br />

años <strong>de</strong>spués. No tengo nada que <strong>de</strong>cir y mis palabras nada valen.<br />

El médico me envía don<strong>de</strong> otro médico, muy lejos. Creo discernir en<br />

las comisuras <strong>de</strong> su boca arrugada un poco <strong>de</strong> solicitud, fugaz. Hablan entre<br />

ellos, esto es un pretorio 19 , es un juicio, espero, sé que algo va a ocurrir.<br />

Un día <strong>de</strong> verano me <strong>de</strong>tienen.<br />

No recojo mis cosas, nada hay que llevar, es inútil. Relleno mis<br />

bolsillos <strong>de</strong> caramelos <strong>de</strong> avellana. Una ambulancia aullante cruza París,<br />

avanzamos hacia el oeste. Una ambulancia, sus aullidos <strong>de</strong> bestia.<br />

19<br />

Se refiere al lugar don<strong>de</strong> los pretores romanos ejercían su autoridad judicial.<br />

40


La verdad es que mi padre, mi madre y yo nos subimos al Citroën azul<br />

y crema que se alza sobre sus patas y nadie dice una palabra.<br />

Es ver<strong>de</strong> y suave, hay miles <strong>de</strong> rosales en flor que huelen a manzana,<br />

jardines y un lago a lo lejos. El cielo está salpicado <strong>de</strong> <strong>pequeña</strong>s nubes<br />

redondas sobre fondo azul como en los dibujos <strong>de</strong> los niños.<br />

Hemos llegado. Hay una reja <strong>de</strong> acero a la entrada <strong>de</strong> un parque como<br />

en la casa don<strong>de</strong> murió la madre <strong>de</strong> mi madre.<br />

Rápidamente, mi padre y mi madre, se van, les han dicho que actúen<br />

así. Sin histeria, sin gritos. Me dicen que todo estará bien. Son valientes,<br />

hacen lo que los especialistas les han recomendado, porque la situación <strong>de</strong><br />

esta niñita extremista es más grave <strong>de</strong> lo que creen. Mueren muchas <strong>de</strong><br />

estas adolescentes que tienen crisis un poco exageradas. En Estados<br />

Unidos mueren muchas. Y en Alemania también.<br />

¿Por qué estoy tan profundamente convencida <strong>de</strong> que esas niñas que<br />

se <strong>de</strong>jan morir tienen una razón común y secreta, <strong>de</strong>sean saber dón<strong>de</strong> está<br />

la vida y dón<strong>de</strong> está la muerte, <strong>de</strong>bido a algo que tenían que haberles dicho y<br />

que no supieron <strong>de</strong>cirles, algo que les da miedo?<br />

¿El peso <strong>de</strong>splazado <strong>de</strong> una falta?<br />

Vi al pasar el vestíbulo <strong>de</strong> la clínica don<strong>de</strong> estoy. Enseguida me<br />

subieron a la habitación. Enseguida me quitaron la ropa y me pusieron<br />

pijama.<br />

¿A dón<strong>de</strong> se llevan mi ropa? Tengo miedo. Recuerdo perfectamente la<br />

cama, en el centro <strong>de</strong> la habitación. La ventana está a la izquierda, se abre<br />

con una llave especial. El baño también está cerrado con llave. Aquí conocen<br />

los trucos <strong>de</strong> las chicas anoréxicas, sus lamentables astucias, siempre creen<br />

que son sus inventoras y son eternamente las mismas. El truco <strong>de</strong>l agua y<br />

los vómitos, los caramelos suaves, los melindres; la enfermera ha visto<br />

muchos más. Esto la cansa y punto.<br />

Nouk está en la cama, entontecida; la enfermera le explica claramente<br />

las cosas. La ventana cerrada: nada <strong>de</strong> intentos <strong>de</strong> suicidio, eso la cansa y,<br />

para ir al baño, se ruega llamar. Pero no mucho. Y que no intente embaucarla<br />

ni amansarla.<br />

Reciben una formación especial, les enseñan a <strong>de</strong>sconfiar. “Todas<br />

uste<strong>de</strong>s son iguales, zalameras y solapadas”, explica la enfermera. “Tienen<br />

41


cara <strong>de</strong> gato mojado, son unas briznas, más <strong>de</strong> una vez nos han engañado,<br />

no hay que ce<strong>de</strong>r en nada con uste<strong>de</strong>s, ni siquiera escucharlas. Los médicos<br />

nos hacen clases. Es una enfermedad mental <strong>de</strong> la que nada se sabe,<br />

solamente se sabe lo que funciona, no escucharlas y hacer que sientan, por<br />

fin, quién es el más fuerte. La vamos a someter igual que a las <strong>de</strong>más, mi<br />

niña. Las anoréxicas son malas, no saben qué inventar para torturar a su<br />

familia, para hacerse las interesantes. Ponen su inteligencia al servicio <strong>de</strong> su<br />

perversidad. Y todo porque son hijas <strong>de</strong> ricos, <strong>de</strong>masiado mimadas, no<br />

conocieron la guerra, nunca han hecho nada con sus propias manos”.<br />

La enfermera habla sola y <strong>de</strong> pronto se acuerda <strong>de</strong> Nouk, que la mira<br />

con sus nuevos ojos fijos.<br />

No trates <strong>de</strong> complicarnos la vida, es todo lo que tengo que <strong>de</strong>cirte.<br />

Nouk entien<strong>de</strong> que, sencillamente, <strong>de</strong>be salir <strong>de</strong> allí lo antes posible.<br />

Eso sí que lo entien<strong>de</strong>.<br />

Hay un examen. El médico es inmenso y su frente es inolvidablemente<br />

opaca. No tiene olor. Pronuncia palabra simples. Dice:<br />

Pesas veintisiete kilos. Saldrás <strong>de</strong> aquí cuando hayas ganado peso<br />

suficiente y consi<strong>de</strong>remos que es bastante.<br />

Nouk trata <strong>de</strong> hacerle enten<strong>de</strong>r que está dispuesta a todo, a comer<br />

todo el día si hace falta. Cree que siempre podrá volver a ser ella misma<br />

<strong>de</strong>spués, cuando recobre la libertad. Dice que <strong>de</strong>be darle cifras más<br />

precisas, fechas. Pero se equivoca, no ha entendido el método <strong>de</strong> los<br />

médicos. No hay nada que se <strong>de</strong>ba hacer. Nadie le habla. Tiene que meterse<br />

bien en la cabeza que está loca. Nadie habla a las locas <strong>de</strong> catorce años.<br />

Espera que vengan. A las seis y media <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> pasaron con una<br />

mesa rodante, no vio ningún rostro, solo una ban<strong>de</strong>ja. Una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

alimentos cruzó la puerta blanca, unas manos la <strong>de</strong>positaron. Es la ban<strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong> la Bella y la Bestia, no hay velas ni música y tampoco hay amor. En el<br />

plato blanco con la sopa anaranjada que tambalea en el centro, una sopa<br />

transparente, un revoltijo <strong>de</strong> verduras <strong>de</strong>sconocidas en el mundo corriente,<br />

un yogur y una manzana.<br />

Nouk traga todo, embute pedazos <strong>de</strong> pan en el yogur y vacía el sobre<br />

<strong>de</strong> azúcar Vita Nova en el embase <strong>de</strong> cartón que termina reventando, lame la<br />

sopa, se zampa la ensalada, probablemente un especie <strong>de</strong> colinabo cultivado<br />

especialmente para los hospitales y las cárceles, primos <strong>de</strong>generados <strong>de</strong>l<br />

42


salsifí. Insulta la comida, llama, llama, la ban<strong>de</strong>ja está vacía, aseada, hay que<br />

pedir otra, no per<strong>de</strong>r un minuto.<br />

La enfermera entra, un rostro impenetrable, muy protegida por su<br />

coraza mental anti anoréxicas peligrosas.<br />

-Me lo comí todo- -dice Nouk, llena <strong>de</strong> esperanza.<br />

Quizás le <strong>de</strong>volverán la ropa, quizás llegarán sus padres, tal vez la<br />

pesadilla se va a interrumpir.<br />

Es amable, sumisa, dócil, buena. Saben perfectamente que siempre ha<br />

sido buena alumna, una niña que gusta <strong>de</strong> hacer bien las cosas.<br />

Hora <strong>de</strong> levantarse: las seis y media. Desayuno: a las siete <strong>de</strong> la<br />

mañana, dice la mujer. Y la puerta blanca se cierra.<br />

La puerta se cerró, la noche ya cae, <strong>de</strong>ben ser las diez y media, es<br />

verano. Estoy sola en una caja blanca, tengo mucho miedo, especialmente<br />

<strong>de</strong>l tiempo que no pasa. Como atravesar todas estas horas, no tengo reloj y<br />

la ventana no se abre.<br />

Nouk espera al médico. Hace rato que ya no quedan doctores en la<br />

clínica, están en su casa. La petición hace reír a la enfermera. Esto no es un<br />

hotel, por favor, a dormir ahora.<br />

La enfermera da a Nouk una pastilla para dormir. Nouk la escupe, se<br />

asusta, nunca ha tomado algo parecido y, a<strong>de</strong>más, cómo pue<strong>de</strong> saber que es<br />

para que duerma.<br />

En la habitación no hay absolutamente nada. Se llevaron a los únicos<br />

amigos <strong>de</strong> Nouk, los caramelos <strong>de</strong> avellana, no hay radio y no hay libros, no<br />

hay lápices, no hay papel, no hay ropa, no hay fotografías, no hay osos <strong>de</strong><br />

peluche, nada. Esta noche sí que es noche, eternamente.<br />

Nouk se arrepiente <strong>de</strong> haber escupido la pastilla. De pronto siente que<br />

la lengua se le hincha en le aboca, que sus brazos se agitan y le pica toda la<br />

piel. Camina por la habitación oscura, no se atreve a gritar; cuando se<br />

recuesta le duelen los huesos, siente todas las puntas <strong>de</strong> su cuerpo como<br />

espinas, trata <strong>de</strong> cantar algo, pero no le queda voz. Le gustaría tomar agua.<br />

El baño está cerrado. Sólo es un breve insomnio <strong>de</strong> hospital, pero ella no lo<br />

sabe. Finalmente llama, está segura <strong>de</strong> que la van a matar, la enfermera <strong>de</strong><br />

noche tarda mucho en llegar y encien<strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> golpe. Está furiosa.<br />

43


Nouk se encoge en la cama, mira a la mujer que grita. No entien<strong>de</strong><br />

nada <strong>de</strong> lo que dice esa boca pálida, mira los dientes <strong>de</strong> la mujer que grita,<br />

unos dientes pequeños que suben y bajan mientras habla.<br />

La mujer sale y vuelve con un vaso <strong>de</strong> agua y un comprimido rosado.<br />

Se va. Dice: “No vuelvas a llamar a las cuatro <strong>de</strong> la mañana para nada; aún<br />

me queda paciencia, pero no todas son como yo. Ten cuidado”.<br />

Está oscuro, el comprimido rosado actúa. Nouk <strong>de</strong>saparece <strong>de</strong> la<br />

circulación.<br />

Amanece <strong>de</strong>spejado. Pego, con fuerza, la frente contra el vidrio. Eso<br />

me transporta a muchos años antes, cuando pasaba días enteros con la<br />

frente apoyada en la ventana <strong>de</strong> mi cuarto. Una sinusitis, había dicho el<br />

médico. Esa enfermedad me alegró bastante, estaba harta <strong>de</strong> no<br />

enfermarme, me sentía orgullosa por tener la frente tan pesada, una piedra<br />

en la cabeza. Adoraba las inhalaciones, la toalla mojada en el cráneo y los<br />

vapores <strong>de</strong> eucalipto. Me gustaba que me obligaran a no hacer nada, el<br />

algodón <strong>de</strong>l día, la nueva medida <strong>de</strong>l tiempo. Me hacía <strong>de</strong>scubrir el suelo azul<br />

<strong>de</strong> la habitación, el ruido exacto <strong>de</strong>l agua que corría en la bañera, el grano<br />

minucioso <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mi mesa. Por primera vez me sentía dulce y lenta.<br />

Naturalmente, lo fastidioso era que me dolía.<br />

Son las siete, un montón <strong>de</strong> pájaros canta, no sé el nombre <strong>de</strong> ningún<br />

pájaro, aparte <strong>de</strong> los cuervos y las gaviotas. Los pájaros festejan la luz <strong>de</strong> la<br />

mañana, el sol y las manchas rojas y rosadas <strong>de</strong> las flores <strong>de</strong>l parque. Me<br />

apoyo contra el vidrio, la enfermera entra. Dice: “Desayuno”. Y sale.<br />

Hay té, dos tostadas, un cuadradito <strong>de</strong> mantequilla envuelto en papel<br />

dorado, un frasquito <strong>de</strong> miel para enanos y un pocillo <strong>de</strong> caldo. Concluyo<br />

que quieren retenerme mil años. ¿Cómo podré engordar con semejante<br />

régimen? Quiero croissants con mantequilla y bollos, chocolate vienés, siete<br />

frascos <strong>de</strong> mermelada, pero recuerdo que esto no es un hotel y que más vale<br />

que calle tan inteligentes comentarios. El caldo es una revelación. Es blanco,<br />

cosa normal para un caldo, dulce y salado a la vez. Durante toda mi vida<br />

insistiré en recuperar ese gusto sin nombre. Lamo el suave caldo, pido más,<br />

pero la respuesta es no. Aquí no hay caprichos, no hay nada que pedir,<br />

tengo cara <strong>de</strong> que me cuesta enten<strong>de</strong>rlo.<br />

Ahora vivo para el caldo <strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la mañana.<br />

44


Hay una chica <strong>de</strong> catorce años, esperando. Qué remedio, no tiene<br />

<strong>de</strong>recho a nada. Nouk siempre, teme que la castiguen, pero jamás habría<br />

imaginado un castigo tan cruel. Tiene tanto miedo que se siente quebrada.<br />

Permanentemente tendrá miedo <strong>de</strong> un castigo imprevisible, que cae <strong>de</strong>l<br />

cielo, sabiendo muy bien por qué, sin saber cómo. En la habitación blanca<br />

hay únicamente una cama, una repisa vacía y dos puertas cerradas. No hay<br />

libros, no hay radio, no hay papel, no hay lápices, no hay ropa. Nouk sola y<br />

su cabeza vacía y su boca. Nouk intenta dormir, se enrolla como una pelota<br />

en la cama, las pesadillas la inva<strong>de</strong>n. Lo único que suce<strong>de</strong>: caldo por la<br />

mañana, dos comidas engullidas, a mediodía y a las seis y media, y<br />

pesadillas.<br />

Sueña con sus encías, allí, justo a<strong>de</strong>lante, en la boca. La encía es<br />

blanca y muy larga, aparece una fisura larga que se hun<strong>de</strong> a simple vista y el<br />

diente, sin más apoyo, cae. Tras él se sueltan todos los otros dientes que<br />

trata febrilmente <strong>de</strong> reponer, pero no conoce los huecos, es un puzle<br />

imposible. Nouk se avergüenza <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada, sinceramente, se<br />

avergüenza mucho, como en los sueños don<strong>de</strong> una está <strong>de</strong>snuda en medio<br />

<strong>de</strong> una plaza, sin salida <strong>de</strong> emergencia, sin puerta falsa, sin nada. El sueño<br />

se vuelve recurrente.<br />

Nouk prefiere quedarse con los ojos abiertos, contemplando el techo<br />

pintado. Tumbada en la cama, golpea las piernas y pedalea durante horas y<br />

<strong>de</strong>spués no hace nada. Advierte que no tiene vida anterior, que no piensa en<br />

nada. Le duele pensar.<br />

Se vuelve totalmente flácida, salvo <strong>de</strong> noche, cuando se revuelve con<br />

otros sueños terribles que la <strong>de</strong>jan sin aire. De noche, en sus sueños, corre<br />

para escapar <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> nazis.<br />

Pasa una semana y el médico la pesa.<br />

Nouk se ha quedado sin voz. Cuando no se habla por mucho tiempo,<br />

se tiene miedo <strong>de</strong> lo que va a salir. De los sonidos. Que salgan al revés o que<br />

no salga ninguno.<br />

La balanza marca 32, lo cual les da la razón. Nouk preferiría que<br />

supieran lo equivocados que están, pero se da cuenta que no vale la pena y<br />

sigue manteniendo la pru<strong>de</strong>ncia. Dos semanas <strong>de</strong>spués le entregan una<br />

radio y autorizan a pedir libros según el catálogo <strong>de</strong> la biblioteca.<br />

45


Nouk marca todos los libros <strong>de</strong> la sección “Humor”. Lee cosas<br />

horrorosas, como Jacques Perret 20 y La buena mantequilla. Libros grasos,<br />

que espera la hagan engordar. Lee lo que sea, lee los libros cuatro veces<br />

seguidas, porque sólo se pue<strong>de</strong> pedir tres libros por semana. Nouk pi<strong>de</strong><br />

libros <strong>de</strong> geografía y los apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> memoria. La radio pasa mil veces por<br />

día la misma canción: Como los chicos, tengo el pelo largo, como los chicos,<br />

llevo cazadora.<br />

Le dan ganas <strong>de</strong> vomitar.<br />

Deja encendida la radio.<br />

Al cabo <strong>de</strong> un mes, tiene mejillas <strong>de</strong> hámster. Afortunadamente no hay<br />

espejo en la habitación. El médico se acerca a felicitarla. Por su hipocresía,<br />

su cobardía y sus nuevas mentiras silenciosas <strong>de</strong> prisionera. Le dan permiso<br />

para guardar papel y un bolígrafo amarillo. Todos los días escribe cartas <strong>de</strong><br />

amor a sus padres. No le contestan. No pue<strong>de</strong>n contestarle, porque no les<br />

hacen llegar sus cartas.<br />

En la calle <strong>de</strong>be <strong>de</strong> hacer mucho calor, es pleno verano. Me imagino el<br />

ruido <strong>de</strong> las olas, los gritos <strong>de</strong> los bebés en la playa, las salpicaduras, el<br />

color <strong>de</strong> los quitasoles, las letras que uno dibuja en la arena jugando al<br />

ahorcado.<br />

En el jardín infantil nos daban cajas <strong>de</strong> arena blanca para apren<strong>de</strong>r las<br />

letras dibujándolas allí con el <strong>de</strong>do.<br />

Nouk escribe poemas a lo tonto. No creo que se compa<strong>de</strong>zca <strong>de</strong> su<br />

suerte. Le da mucho miedo ponerse a llorar. Y a<strong>de</strong>más quiere salir. No<br />

piensa acerca <strong>de</strong> lo que le ocurre. Ocurre y punto.<br />

Un día le dan permiso para salir al jardín, un parque magnífico. Pasea<br />

sola por las alamedas. Se siente como una recién nacida, llena <strong>de</strong> alegría<br />

ante las flores, reconoce que antes no las miraba <strong>de</strong> verdad, tiene el corazón<br />

henchido <strong>de</strong> gozo porque respira el aire estival, acaricia las briznas <strong>de</strong><br />

hierba, tuerce el cuello para admirar los árboles inmensos que seguramente<br />

son pinos, robles, alerces, cedros <strong>de</strong>l Líbano. Dice que nunca olvidará la<br />

belleza y el olor <strong>de</strong> las cosas. Se siente llena <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento. Una chica<br />

joven pasa a lo lejos. Sola también. Nouk se le acerca, llena <strong>de</strong> nuevo amor.<br />

Se sientan en un banco. La chica es melancólica, tiene las mejillas pálidas y<br />

20 Ensayista francés (1906-1992).<br />

46


los ojos hundidos, escucha a Nouk, son iguales, dos prisioneras que<br />

pasean. Hace dos mil años que no he tenido amigas.<br />

Conversan. Del médico, <strong>de</strong> las enfermeras, <strong>de</strong>l caldo, <strong>de</strong> los pasillos y<br />

<strong>de</strong> los crímenes que tienen en la conciencia.<br />

Nouk vuelve a su habitación loca <strong>de</strong> alegría.<br />

Son las seis y media, entra la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> la cena y el médico <strong>de</strong> la<br />

frente opaca viene <strong>de</strong>trás. Mira a Nouk con furia. No se sienta. Dice: le has<br />

hecho mucho daño a esa chica. Las enfermas no están autorizadas a<br />

conversar. Has <strong>de</strong>struido todo nuestro trabajo. LE HAS HECHO MUCHO<br />

DAÑO. Y sale. Y Nouk se <strong>de</strong>sploma, llora, no hace más que llorar, no sabe a<br />

qué parte <strong>de</strong> si misma aferrarse. Se repite todas las palabras que dijo en el<br />

parque, todos los gestos, todas las sonrisas, y el amor. No pue<strong>de</strong> haberle<br />

hecho daño o bien es tan mala y está tan loca que no pue<strong>de</strong> darse cuenta <strong>de</strong><br />

nada. Ella es el veneno. Veneno que no sabe que lo es.<br />

Le suprimieron los paseos. Nouk siente a sus espaldas las ácidas<br />

palabras <strong>de</strong> las enfermeras.<br />

No vuelve a <strong>de</strong>cir una palabra, salvo, a veces, para preguntar por la<br />

hora o el día.<br />

Las semanas siguen pasando. Un día la autorizan a pintar.<br />

No le extraña que le hagan llegar –<strong>de</strong> quién sabe dón<strong>de</strong>– una caja <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, tubos <strong>de</strong> colores, trementina, un trapo, dos telas <strong>pequeña</strong>s,<br />

cuchillos.<br />

Nouk pinta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la época <strong>de</strong> la mesa redonda <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> su<br />

abuela. Ella y Cora fueron durante bastante tiempo a un taller don<strong>de</strong><br />

aprendían a dibujar árboles pensando en su crecimiento, acompañando ese<br />

crecimiento como si hubiera que reconstruirlo mediante ágiles y cómplices<br />

gestos <strong>de</strong> los brazos, verda<strong>de</strong>ros molinetes. Lo bueno <strong>de</strong> pintar, incluso si<br />

se pinta mal, es que los cielos, las colinas y los árboles se miran <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

forma totalmente distinta, repitiendo los gestos pensando en los colores.<br />

Nouk ha pintado muchos cielos <strong>de</strong> otoño con marrones, ver<strong>de</strong>s y grises.<br />

Después había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> pintar, casi totalmente. Lo que le resultaba<br />

sobre la tela estaba muy lejos <strong>de</strong> lo que esperaba, <strong>de</strong> lo que creía hacer.<br />

Había otra razón también. Menos noble. Le parecía que Cora pintaba mucho<br />

más bello, más aéreo. Cora tenía más talento. Punto.<br />

47


Pero en la habitación no hay nadie que diga quién pinta mejor y pintar<br />

se vuelve algo auténtico. Nouk pinta. No sabe qué pintar, no hay árboles, ni<br />

cielos, ni montañas que pintar en <strong>de</strong>gradé. Dibuja un rostro con rojo y<br />

rosado, con sombras beiges y dos intensos agujeros negros. Fijos. Son los<br />

ojos. Nouk hace su autorretrato, un montón <strong>de</strong> pelo marrón alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una<br />

cara inmóvil. Se <strong>de</strong>dica a él días enteros. No vuelve a preguntar por la hora.<br />

La nueva cara <strong>de</strong> Nouk tiene buen color, es una máscara en la que<br />

sólo los ojos muestran profunda incomprensión. Todavía existe el cuadro, lo<br />

único que me recuerda esa época.<br />

Tenía nueve años. Madame Phély, la institutriz que nos impresionaba<br />

porque <strong>de</strong>cían que había sido preceptora <strong>de</strong>l rey Hassan II, le había<br />

preguntado a mi madre si yo podía posar para ella. Yo estaba orgullosa.<br />

Acudía a las sesiones con una sensación <strong>de</strong> gloria, estaba convencida <strong>de</strong><br />

que ese retrato saldría una verdad espléndida. Iba a suce<strong>de</strong>r algo.<br />

Un día, Madame Phély terminó el cuadro y me lo mostró.<br />

Había una cabeza minúscula y, <strong>de</strong>bajo, un vestido gris. Era un cuadro<br />

muerto y triste y saqué <strong>de</strong> él una conclusión <strong>de</strong>sesperante que ya no<br />

recuerdo, Pensé que Madame Phély no me necesitaba ni necesitaba todas<br />

mis tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> jueves para hacer esa cosa <strong>de</strong>corativa y tonta. Quizás concluí<br />

que no era bueno ser un mal pintor que molesta a los niños.<br />

Nouk engorda mucho, está un poco inflada. Ahora evita medir el<br />

contorno <strong>de</strong> sus muslos con las manos, que ya no se juntan. El médico está<br />

muy contento con los resultados. Dice: saldrás pronto y recibirás visitas a<br />

partir <strong>de</strong> este domingo.<br />

Una visita. El corazón le salta.<br />

La visita llega. Es un hombre rubio, muy atractivo, un actor que trabaja<br />

en la película <strong>de</strong> su madre. Nouk se enamora. La llevan a París. Necesita otra<br />

ropa para salir, no esos vestidos ceñidos, tan estrechos para el nuevo<br />

cuerpo que le han fabricado aquí.<br />

Las rejas se abren solas para <strong>de</strong>jar pasar el auto <strong>de</strong> la reina. El<br />

príncipe encantado me lleva a la calle Tronchet, me compra vestidos, es<br />

amable. Me dice que voy a tomar un tren que me llevará al Midi, para<br />

<strong>de</strong>scansar. Dice ese pantalón te queda bien. Si me ama, <strong>de</strong>bería quedarse<br />

conmigo y llevarme. Creo que me ama.<br />

48


Nouk toma sola el tren en su nuevo traje beige <strong>de</strong> chaqueta y pantalón.<br />

La esperan en el andén.<br />

49


Capítulo 7<br />

Vamos, Geneviève, dice el hombre que espera en el andén. Hace calor<br />

y transpiro. No transpiraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo; es <strong>de</strong>sagradable.<br />

Tendrá que pasar rápido. Nouk está tan mal recuperada que sólo piensa en<br />

cómo quitarse <strong>de</strong> encima toda esa horrible grasa que la obligaron a aceptar,<br />

el disfraz <strong>de</strong> supervivencia. El hombre tiene un acepto áspero, asoleado, me<br />

da un nuevo nombre. Me gusta mucho ser esta Geneviève, soy el patito feo.<br />

Lo convierto en mi madre, me cobijo bajo su ala. Siento enseguida que me<br />

quiere, lo veo en sus ojos, en los acentos <strong>de</strong> mi nombre.<br />

Van en automóvil hacia una casa. La casa se reconoce <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos,<br />

dice el hombre; por la torre. Esta orgulloso <strong>de</strong> la torre y yo también. La Torre,<br />

en guardia, pensé. Cuídate.<br />

De esta temporada, <strong>de</strong> ese tamiz hacia la libertad, <strong>de</strong> esa acogida, no<br />

tengo nada que <strong>de</strong>cir, no me acuerdo. Creo que la sensación <strong>de</strong> estar en<br />

libertad provisional, la intensa alegría <strong>de</strong>l aire, <strong>de</strong> estar afuera, inva<strong>de</strong> y borra<br />

todo. Recuerdo el aire tibio en mis mejillas gordas. Y una tumbona don<strong>de</strong> me<br />

tiendo todos los días. Hay ciertas consignas, no <strong>de</strong>bo moverme mucho para<br />

que la grasa se afirme, no se disuelva <strong>de</strong>masiado rápido, se arraigue en mis<br />

huesos.<br />

Como la historia <strong>de</strong> la tumbona no se sostiene, esto <strong>de</strong> obligar a una<br />

niña <strong>de</strong> catorce años a quedarse acostada todo el día, mis recientes padres<br />

cisnes infringen las ór<strong>de</strong>nes. No son gente común, tienen el <strong>de</strong>scaro, el<br />

valor, <strong>de</strong> recibir a una adolescente resuelta quizás a sembrar el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en<br />

su nido. Una niña que viene saliendo <strong>de</strong> la clínica psiquiátrica. Y a<strong>de</strong>más<br />

siguen sus propios dictados. No la pesan, como <strong>de</strong>berían, cada dos días. La<br />

<strong>de</strong>jan correr.<br />

Me dijeron dos cosas que recuerdo.<br />

La primera: al revés <strong>de</strong> lo que creo, la belleza no es muy importante.<br />

Que me equivocaba si pensaba tanto en ello, en ser bella o fea. Me<br />

dijeron que era bastante bella y que no <strong>de</strong>bía atormentarme con ese falso<br />

problema. No les creí una sola palabra, pero algunas frases se imprimen<br />

para siempre y ésa es una; como si me dijeran que me cansara menos.<br />

Que me cansara menos.<br />

50


Otro día, el hombre entró en la habitación que me habían dado. El sol<br />

quemaba. Me pasó un libro minúsculo, <strong>de</strong>lgadísimo; me dijo que tenía que<br />

leerlo, que era importante. Dijo: Se llama Un día en la vida <strong>de</strong> Iván<br />

Denisovitch 21 . Léelo.<br />

Nouk no tiene muchas ganas <strong>de</strong> leer el libro. Todavía teme a la tristeza.<br />

Tal como en la clínica, preferiría seguir leyendo libros que nada hacen, que<br />

hablan <strong>de</strong> nada, que anestesian un poco, los dichosos libros <strong>de</strong> la sección<br />

“Humor” <strong>de</strong>l catálogo plastificado <strong>de</strong> la clínica. Vacila, porque es un libro<br />

ruso que le recuerda los libros rusos que leyó por amor a Irina Georgevina<br />

–madame Comeau es su verda<strong>de</strong>ro nombre–, la profesora <strong>de</strong> ruso <strong>de</strong>l<br />

colegio. Por amor a la manera como <strong>de</strong>cía çadiste, pajalesta, siéntese, por<br />

favor. Porque la habían bautizado “serás Genia”. Por sus gafas cuadradas y<br />

meriendas rusas <strong>de</strong> Pascua, su exclusivo estilo <strong>de</strong> Rusa blanca bolchevique<br />

y anticomunista, por su pasión. Por ella, Nouk leyó <strong>de</strong> un tirón El Don<br />

apacible y Las ban<strong>de</strong>ras en las torres, un montón <strong>de</strong> frescos soviéticos y<br />

bucólicos. Por ella, aprendió kilómetros <strong>de</strong> poemas <strong>de</strong> Lermontov. Nouk<br />

teme que Un día en la vida Iván Desinovitch sabotee este frágil edificio. Esta<br />

Rusia inventada.<br />

Finalmente, lo lee.<br />

El trabajo, el frío, el miedo, la sopa caliente.<br />

Relee incansablemente la última página:<br />

“Esa jornada le ofreció un montón <strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s: no lo llevaron al<br />

calabozo; no enviaron su brigada a la Ciudad <strong>de</strong>l Socialismo; durante la<br />

comida, consiguió una kacha; el cabo amortizó eficazmente los porcentajes;<br />

trabajó alegremente, compró buen tabaco y, en vez <strong>de</strong> enfermarse, expulsó<br />

el mal. Un día a salvo. Sin una sola nube. Casi la felicidad”.<br />

Algunas veces los libros te ayudan más que cualquier otra cosa.<br />

Nouk cree que todo volverá a ser como antes. Es el final <strong>de</strong>l verano. El<br />

regreso. Recuerda su casa y a Cora y al bebé. Le dicen que no piense más<br />

en ello. No han previsto que las cosas sean así.<br />

No <strong>de</strong>sean su presencia en el hogar que tanto perturbó. Por otra parte,<br />

tenía la intención <strong>de</strong> continuar haciéndolo, es verdad. Cuando se lo dicen,<br />

21 Novela autobiográfica <strong>de</strong> Alexan<strong>de</strong>r Solszhenitzyn, escritor ruso (1918-2008) Premio Nobel <strong>de</strong> Literatura<br />

1970.<br />

51


siente que va a caer en el vacío. Todo está organizado. Vivirá aparte. Tendrá<br />

una habitación para ella sola. Una bonita buhardilla. Le compran un<br />

cubrecama <strong>de</strong> pana color mostaza, a franjas. Se encariña mucho con esa<br />

cubrecama.<br />

La casa está cerca <strong>de</strong> los ciegos. Al fondo <strong>de</strong> un patio pavimentado,<br />

casi está el campo. Siente agra<strong>de</strong>cimiento por el hombre y la mujer que la<br />

han adoptado provisoriamente. Se mantienen a una suave distancia,<br />

escuchan música y la tratan con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. Por la mañana, antes <strong>de</strong> salir a<br />

trabajar, la mujer prepara la cena en una olla a presión. Nadie le hace<br />

preguntas. En las pare<strong>de</strong>s hay objetos muy bellos.<br />

Nouk amarra los libros escolares con un elástico y parte al colegio con<br />

una nueva sensación <strong>de</strong> ligereza. Dedica todo su tiempo a caminar.<br />

La verdad es que no recuerdo nada. Ese año es un misterio. Todo<br />

parece normal, vivo con dos personas que me prodigan un afecto discreto y<br />

cálido, trabajo. Vivo, no hablo, pero vivo. Me alimento como puedo; una<br />

especie <strong>de</strong> concha, <strong>de</strong> neblina, me separa <strong>de</strong>l mundo. Han quebrado la nuca<br />

<strong>de</strong>masiado rígida <strong>de</strong> Nouk, pero ella no lo sabe; atraviesa los días, todo le<br />

resbala, o mejor, es ella la que resbala, podría <strong>de</strong>cirse que está en otra parte.<br />

Se ha retirado muy lejos.<br />

Nouk va don<strong>de</strong> otro médico una vez por semana.<br />

Se sienta frente a él. Debe hablar durante media hora. Esto no la<br />

molesta particularmente.<br />

Acu<strong>de</strong>. Se sienta, advierte que no le gusta ese hombre porque es<br />

gordo. Un hombre gordo qué podrá enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> una chica <strong>de</strong>lgada o<br />

enamorada <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z. Sonríe <strong>de</strong>masiado y a ella eso no le gusta.<br />

También se ríe. Nouk tiene la impresión <strong>de</strong> que habla a su lado. Ella asiente a<br />

todo, durante media hora cuenta cualquier cosa y parece que eso le<br />

acomoda, porque luce dichoso. Pero a ella no le gusta que no se dé cuenta<br />

<strong>de</strong> las bromas que le gasta. No es muy tranquilizador. Debería advertir<br />

cuándo inventa sueños falsos, <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cirle que miente, porque miente<br />

todo el tiempo. Por otro lado, quizás no se equivoca en eso. Nouk cree, más<br />

bien, que a nadie le importa nada y a ella tampoco. No vivimos en lo<br />

auténtico. Todo el mundo aparenta y la vida corre por las plumas <strong>de</strong> los<br />

patos que esperan, para llorar, que sus plumas se ajen.<br />

Entonces encuentra una meta en la vida.<br />

52


Roba un libro todos los días. Los colecciona. Uno por día, ni más ni<br />

menos. Varían las técnicas y los lugares <strong>de</strong>l robo. No tiene i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué la<br />

empuja a actuar así. Apenas sabe que lo hace bien, que calma algo. Su<br />

método preferido es hacer <strong>de</strong>saparecer el libro entre los faldones <strong>de</strong> una<br />

camisa <strong>de</strong> cuello tieso. Desaparece. Reaparece afuera. Es una especie <strong>de</strong><br />

pesca. También es un gesto muy grave y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la cojan le da un<br />

miedo horrible. No tendría nada que aducir en su <strong>de</strong>fensa. Como <strong>de</strong><br />

costumbre, no le quedaría otro remedio que ponerse <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> sus<br />

acusadores, completamente. Esto es una prueba más <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio que la<br />

habita.<br />

Por la tar<strong>de</strong>, bajo la luz mostaza y suave <strong>de</strong> su habitación<br />

abuhardillada, copia párrafos <strong>de</strong> libros y luego los or<strong>de</strong>na uno junto al otro.<br />

Coloca la nueva adquisición en su lugar.<br />

Observa a la gente en las calles. Des<strong>de</strong> que adquirió, no sé cómo, una<br />

extraña invisibilidad, lo hace cada vez mejor. Cuando uno se acostumbra a<br />

observar a la gente en la calle, a mirarla <strong>de</strong> verdad, eso se convierte en una<br />

especie <strong>de</strong> droga.<br />

Ve perros fajados como bebés. Un hombre mira el bor<strong>de</strong> gastado <strong>de</strong><br />

su chaqueta ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> tweed. Lleva una bolsa <strong>de</strong>forme colgando <strong>de</strong>l brazo y<br />

mira a través <strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong> los cafés. Nouk cree que hay un gato<br />

muerto en la bolsa. Cerca <strong>de</strong> un automóvil, oculta por la carrocería, ve a una<br />

mujer que golpea a un niño. Ve unos ojos fijos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los cristales <strong>de</strong> la<br />

ventana. Ve, junto a un buzón amarillo, a una anciana con los tobillos tan<br />

débiles que los ha envuelto en trapos y que masculla mientras introduce<br />

algo por la ranura: “No es nada, no es para nadie, <strong>de</strong>vuelvo los impuestos,<br />

porque la gente se marchó hace diez años”.<br />

Nouk observa. Mujeres <strong>de</strong> rostro furioso con trajes rosados. Chicos y chicas<br />

<strong>de</strong> su edad. Un día ve a un hombre que se moja los pies <strong>de</strong>snudos en una acequia y<br />

nadie le sonríe.<br />

Pue<strong>de</strong> incluso ver a una niña arrodillada atando los cordones <strong>de</strong> un anciano.<br />

Ve mujeres muy hermosas que no presumen <strong>de</strong> nada, porque nadie las mira.<br />

Todo esto es muy bonito, pero el médico está furioso. Mientras Nouk divaga,<br />

creyéndose libre, creyéndose tranquila sin saber qué cree que está viva y sólo es<br />

un pobre fantasmita, él certifica que ha a<strong>de</strong>lgazado mucho.<br />

¿Es necesario agregar que, <strong>de</strong>finitivamente, no se pue<strong>de</strong> confiar en ella?<br />

53


Capítulo 8<br />

Nouk se preocupa <strong>de</strong> guardar las apariencias. Se mantiene a duras<br />

penas en un peso que sin duda disgusta al médico, pero que no justifica que<br />

la vuelvan a encerrar. Ha <strong>de</strong>jado las provocaciones a la hora <strong>de</strong> la comida.<br />

Come pru<strong>de</strong>ntemente la mitad <strong>de</strong> lo que le ofrecen. Y toma una infinidad <strong>de</strong><br />

precauciones antes <strong>de</strong> encerrarse en el baño. Don<strong>de</strong> sea que vaya, sólo le<br />

importa dón<strong>de</strong> está el excusado y que esté lejos <strong>de</strong> la habitación principal<br />

para que no la oigan. Coma lo que coma, se pregunta si será fácil sacarse<br />

eso <strong>de</strong> encima. Vive como todo el mundo, exteriormente. En verdad está<br />

presa en una malla <strong>de</strong> extrañas obligaciones. Si engorda, sufre, tiene<br />

miedo, cree que se va a hundir. Cuando a<strong>de</strong>lgaza, tiembla. Sabe lo que la<br />

espera. Todo el día, todos los días <strong>de</strong> su vida, sólo piensa en eso. Nouk<br />

camina sobre un hilo. Se pasa la vida mirándose los pies.<br />

Se queda horas y horas contemplando un yogur <strong>de</strong> durazno,<br />

preguntándose si <strong>de</strong>be comérselo o no. Al mismo tiempo, trata <strong>de</strong> simplificar<br />

los alimentos. Le parece menos peligroso comer, por ejemplo, un durazno<br />

solo o un yogur natural.<br />

Se oculta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su pelo, una larga melena.<br />

Un día, en la avenida, se cruza con gente que grita bajo la lluvia; un<br />

montón <strong>de</strong> paraguas negros que chillan. Ho, Ho, Ho Chi Minh, el FNL 22<br />

vencerá. No sabe <strong>de</strong> qué hablan. Los sigue para ver adón<strong>de</strong> van. Se da<br />

cuenta <strong>de</strong> que se refieren a la guerra <strong>de</strong> Vietnam y empieza a leer cosas en<br />

los diarios para saber más.<br />

Nouk es como un barco atrapado en una calma absoluta, a la espera<br />

<strong>de</strong> un soplo <strong>de</strong> viento que lo ayu<strong>de</strong> a partir <strong>de</strong> nuevo.<br />

Así que, durante semanas, se <strong>de</strong>dica a buscar el rastro <strong>de</strong> esos<br />

jóvenes que gritan bajo la lluvia fría.<br />

En la pared <strong>de</strong> un pasillo <strong>de</strong> la Sorbona hay un tablero <strong>de</strong> cartón con<br />

una flecha: “Comité Vietnam, segundo piso, escalera <strong>de</strong>l fondo”. Me<br />

pregunto <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> saca valor esta niña para empujar la puerta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y<br />

entrar, sin conocer a nadie, en ese semillero <strong>de</strong> conspiradores. Hay una<br />

docena <strong>de</strong> jóvenes sentados. Fuman y con<strong>de</strong>nan al imperialismo<br />

22<br />

Sigla <strong>de</strong>l Frente Nacional <strong>de</strong> Liberación <strong>de</strong> Vietnam<br />

54


norteamericano. Nouk se queda allí fascinada, prohibida. Cree que fue un<br />

error ponerse el pantalón azul petróleo <strong>de</strong> terciopelo: resalta <strong>de</strong>masiado. Se<br />

sitúa en un rincón. Nadie se da cuenta. Escucha atentamente, como quien<br />

asiste a una clase <strong>de</strong> lenguas extranjeras. Al principio no se entien<strong>de</strong> una<br />

sola palabra, pero una sabe que eso va a mejorar.<br />

Y es verdad. Poco a poco empieza a enten<strong>de</strong>r lo que dicen. Le parece<br />

bien. Entonces hace lo mismo que en clase <strong>de</strong> física, cuando se le ocurría<br />

una i<strong>de</strong>a sobre los electrones y el funcionamiento <strong>de</strong>l mundo. Levanta la<br />

mano. Farfulla, porque recuerda un artículo que leyó, sugiere que quizás los<br />

norteamericanos no tienen toda la culpa. En ninguna guerra la culpa está<br />

exclusivamente a un solo lado. Adquiere confianza, se pregunta en voz alta<br />

si no ayudarían mejor a los vietnamitas siendo objetivos, quizás no son<br />

absolutamente irreprochables.<br />

Todo el mundo se parte <strong>de</strong> risa hasta que alguien se enfurece. El<br />

parqué bajo sus zapatos Clarks se convierte en un pantano que la engulle,<br />

Nouk se siente ridícula. Se marcha.<br />

Es el comienzo <strong>de</strong> un largo aprendizaje. Ver <strong>de</strong> otra manera algo que<br />

ya conoce: su arrogancia burguesa, su manera <strong>de</strong> pensar falsa, que sólo el<br />

marxismo, quizás, podría lavar.<br />

Nouk <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> escribir poemas y empieza a robar folletos anaranjados y<br />

blancos <strong>de</strong> las Editions Sociales, que no lee. No sabe muy bien qué está<br />

haciendo, es el signo <strong>de</strong> los tiempos. Practica para no <strong>de</strong>cir FLN en vez <strong>de</strong><br />

FNL.<br />

Nouk regresa a la <strong>pequeña</strong> sala <strong>de</strong> la Sorbona.<br />

Regresa a la casa <strong>de</strong> sus padres. Roba libros <strong>de</strong> la “Petite Bibliothèque<br />

Maspéro”.<br />

Un día, al salir <strong>de</strong> una tienda, siente una mano en un hombor.<br />

Finalmente la han cogido. La llevan al subterráneo, la asustan. No lo vuelve a<br />

hacer. Por lo <strong>de</strong>más, como todo el mundo en París, rápidamente tiene cosas<br />

que hacer. Es la época <strong>de</strong> las manifestaciones, Francia no se aburre. A Nouk<br />

le or<strong>de</strong>naron <strong>de</strong>sviarse <strong>de</strong> su recorrido para evitar los <strong>de</strong>sfiles, para que no<br />

la golpeen. Busca los golpes y los evita, lo que da extraños resultados: grita<br />

junto a <strong>de</strong>sconocidos cosas que le gustan y luego se sale <strong>de</strong> las filas por<br />

alguna tontería que la hace advertir bruscamente que ellos estaban en<br />

confianza y ella era una intrusa.<br />

55


De todos modos, <strong>de</strong>be regresar cuando cae la noche, una niña <strong>de</strong><br />

dieciséis años no sueña ene medio <strong>de</strong> bombas lacrimógenas.<br />

Lo bueno es que olvida ir a hablar don<strong>de</strong> el médico.<br />

Los padres <strong>de</strong> Nouk están un poco asustados con la revolución y los<br />

golpes <strong>de</strong> porra. Sobre todo, temen que Nouk se acueste con un chico. Están<br />

equivocados. Nouk está lejos <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar tales extremos. Está en las<br />

nubes, se siente enamorada, pero nadie pue<strong>de</strong> saberlo.<br />

Ese verano, Nouk es anarquista. Sumerge sus jeans en lejía y su pelo<br />

en agua oxigenada. Los jeans quedan tiesos y cubiertos <strong>de</strong> aureolas<br />

<strong>de</strong>slavadas. El pelo tiene ahora el atractivo aspecto <strong>de</strong> la paja <strong>de</strong> un<br />

camastro. Nouk exagera. Llora con la cabeza entre los brazos, arrodillada a<br />

los pies <strong>de</strong> la cama mientras escucha a Nina Simone cantar Ne me quitte<br />

pas. Se acuna con frases <strong>de</strong> Bakumin y <strong>de</strong> Lautréamont, llenas <strong>de</strong> matices.<br />

Levantaos anheladas tempesta<strong>de</strong>s.<br />

Cuenta a quien quiera oírla que se presentó <strong>de</strong>scalza al bachillerato.<br />

Hasta el otoño anduvo siempre sin zapatos.<br />

Está a punto <strong>de</strong> cumplir diecisiete años.<br />

Le gustaría ser como todo el mundo, así que incluso intenta ir a bailar.<br />

Nights in White Satin. Se queda pegada a la pared <strong>de</strong> la discoteca, puso<br />

algodón en su sostén, ojalá que nadie la toque. Nadie se arriesgaría. Nouk<br />

tiene una i<strong>de</strong>a alocada y salvaje <strong>de</strong> violencias sexuales en los dancings <strong>de</strong>l<br />

balneario. Strangers in the night 23 es hora <strong>de</strong> volver a casa. Nouk ha hecho<br />

sus <strong>de</strong>beres, cumplido su programa. Dos horas <strong>de</strong> vagabun<strong>de</strong>o; se reanima,<br />

la noche está tranquila, el viento hace volar sus greñas, rueda un poco por la<br />

noche, respira el aire <strong>de</strong> la libertad, pero no <strong>de</strong>masiado, porque tiene que<br />

volver a tiempo.<br />

Es lo más importante <strong>de</strong> su vida: volver a la hora exacta.<br />

Un día <strong>de</strong> otoño va al cine a ver El submarino amarillo 24 .<br />

Se queda a la función siguiente.<br />

23<br />

Famosa canción compuesta en 1966 por Singleton y Kaempfert y que popularizó Frank Sinatra.<br />

24<br />

Película animada producida en 1968 sobre la base <strong>de</strong> un tema <strong>de</strong> John Lennon y Paul Mc Cartney. En el<br />

film, aparecen los integrantes <strong>de</strong> The Beatles convertidos en caricaturas.<br />

56


En la escalera, siente la presencia inquietante y amenazadora <strong>de</strong> su<br />

padre. Farfulla, se explica. Se quedó, nada más. No le cree. No le cree,<br />

porque temía que le pudiera pasar algo.<br />

Le dice que no pue<strong>de</strong>n confiar en ella.<br />

Lo sabe. Sabe perfectamente que hace tiempo que lo <strong>de</strong>muestra.<br />

Ahora es aún más importante llegar siempre a la hora a todas partes.<br />

Nouk, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, a modo <strong>de</strong> conciencia, tiene un reloj en el estómago.<br />

57


Capítulo 9<br />

Es una reunión en un apartamento.<br />

Nouk acu<strong>de</strong> al comité <strong>de</strong> acción <strong>de</strong>l colegio.<br />

Ya ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong>masiados comentarios incongruentes. Toma<br />

notas. En clase, toma notas; en las reuniones, toma notas. Subrayar los<br />

libros con regla, hacer resúmenes, tomar notas. Le viene bien. Es su vida.<br />

Se fija en un chico que toma notas junto a ella. Tiene una letra<br />

preciosa, apretada. Es serio. Nunca habla.<br />

Ella le envía un dibujo, le pasa papelitos llenos <strong>de</strong> ocurrencias.<br />

Él le respon<strong>de</strong>.<br />

Es el primer amor <strong>de</strong> Nouk.<br />

Hacen tiernos comentarios sobre Lenin y la revolución. Se fascinan<br />

discutiendo sobre la extinción <strong>de</strong>l Estado burgués.<br />

Van a más reuniones. Mezclan Trotski 25 , me quieres y el imperialismo<br />

es un tigre <strong>de</strong> papel. Se escriben innumerables cartas don<strong>de</strong> comentan el<br />

programa <strong>de</strong> sus cursos, la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> William Shakespeare con su<br />

mamá, las próximas vacaciones, cuánto te echo <strong>de</strong> menos preciosa, la<br />

liberación <strong>de</strong>l proletariado. Es una esperanza <strong>de</strong> curación para Nouk, no<br />

pue<strong>de</strong> creer que alguien la ame. Pero al mismo tiempo está dispuesta a<br />

casarse, no, no a casarse, digamos a <strong>de</strong>jarse adoptar, a viviré para siempre<br />

contigo, me curaré, tendremos hijos. Lo único que quiere es ser normal,<br />

hablan <strong>de</strong> superestructuras, <strong>de</strong> pureza y <strong>de</strong> laberintos. Sólo quiere vivir con<br />

los padres <strong>de</strong> él y esperarlo por la tar<strong>de</strong>. Confía en que, si se aman, ya no<br />

tendrá ganas <strong>de</strong> vomitar.<br />

Le oculta que ve en él una medicina.<br />

No funciona este amor. Nouk está enterrada en su madriguera.<br />

Él le escribe cosas que ella lee frívolamente y que son serias.<br />

Él le hace dibujos.<br />

25<br />

Político ruso fundamental en la revolución bolchevique <strong>de</strong> 1917. Ocupó altos cargos en el gobierno<br />

soviético, pero Stalin lo exilió. Murió asesinado en México en 1940.<br />

58


Quién se niega: Tú.<br />

¿Quién se niega a qué? Tú, a todo.<br />

A quién: A todo el mundo (a mí).<br />

Cuando: todo el tiempo, en todas partes.<br />

Cómo: camuflando lo que eres <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> lo que no eres.<br />

En qué: subjetivando tu subjetividad.<br />

¿Por qué? Porque eres lo que eres.<br />

¿En vista <strong>de</strong> qué? De ti.<br />

¿Hacia dón<strong>de</strong>? Hacia la tierra.<br />

No entien<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> lo que habla este chico con quien todo indica que<br />

pasará el resto <strong>de</strong> su vida.<br />

Cree que el amor es eso, escribirse cartas <strong>de</strong> caligramas, <strong>de</strong> ternura y<br />

<strong>de</strong> preguntas, y luego vivir juntos y hablar <strong>de</strong> revolución. Ella adivina que a<br />

él le gustaría hacer el amor con ella, lo intuye vagamente, y eso que él insiste<br />

maja<strong>de</strong>ramente y con la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> un chico al mismo tiempo.<br />

Ella sabe que si ce<strong>de</strong>, él la abandonará.<br />

Se equivoca en la razón <strong>de</strong> esta fatalidad, pero lo sabe.<br />

Después <strong>de</strong> muchas otras cartas, es lo que ocurre, punto por punto.<br />

Nouk se vuelve silenciosa, muy a su pesar, antes <strong>de</strong>l amor, durante y<br />

<strong>de</strong>spués. Él le reprocha que sólo <strong>de</strong>ja un poco <strong>de</strong> ironía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella.<br />

Le advierte que no pasará toda su vida <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella.<br />

Se lo advirtió. Un día <strong>de</strong>saparece.<br />

Le da muchísima pena. Pero, en el fondo, le parece que él tiene razón.<br />

Ella no tiene talento para el amor.<br />

Para tratar <strong>de</strong> sufrir menos, Nouk se sienta en el suelo, apren<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

memoria a Mallarmé 26 y come cerezas, porque es verano. Kilos <strong>de</strong> cerezas,<br />

centenares <strong>de</strong> versos. No llora <strong>de</strong>masiado, aprieta los dientes y escupe los<br />

26<br />

Stephane Mallarmé, famoso poeta francés <strong>de</strong>l siglo XIX (1842-1898)<br />

59


huesos. Es una pena <strong>de</strong> amor trivial como una gripe, los síntomas <strong>de</strong> la<br />

enfermedad son conocidos. Aprieta los dientes y tiene ante sus ojos la<br />

mejilla <strong>de</strong> él, el músculo que tironeaba su mandíbula, ese tic.<br />

Recuerda que en casa <strong>de</strong> su madre, allá en Normandía, comían<br />

ruibarbo con queso blanco. Piensa en el mono que le tiraba el pelo, y en los<br />

paseos que hacían, a él le gustaban los bosques. Piensa en el día cuando la<br />

llevó a dormir a casa <strong>de</strong> sus padres y entró en su habitación, <strong>de</strong> noche, con<br />

valentía y orgullo. Nouk tenía tanto miedo que él tuvo que marcharse.<br />

Organizó un montoncito <strong>de</strong>shonesto <strong>de</strong> recuerdos. Si se cuenta una<br />

historia, no hay que contarla a medias. Pero no hay <strong>de</strong>recho a tocar los<br />

primeros amores. Una novela, escribiré una novela, así podré hacer reír o<br />

hacer llorar con las imágenes que he olvidado. Esto es apenas el relato <strong>de</strong><br />

Nouk. Nouk <strong>de</strong>sconcertada, <strong>de</strong>vastada sin saberlo, muy <strong>de</strong>cidida a no volver<br />

a amar a nadie, recuperada <strong>de</strong> su miedo a los hombres, como una paranoica<br />

a quien la realidad da forzosamente la razón.<br />

Des<strong>de</strong> ese momento Nouk evita los bajos <strong>de</strong> la rue <strong>de</strong> Seine don<strong>de</strong> iba,<br />

puntualmente, a las siete y diez <strong>de</strong> la mañana, a <strong>de</strong>spertar a su enamorado<br />

para verlo antes <strong>de</strong> clases, porque era el único momento que escapaba <strong>de</strong><br />

los relojes. Se <strong>de</strong>slizaba en la cama, trataba <strong>de</strong> olvidar el terrible olor a<br />

calcetines <strong>de</strong> las <strong>pequeña</strong>s habitaciones masculinas. Él se alegraba porque<br />

ella fuera a verlo. Eso es lo difícil <strong>de</strong> olvidar. Nouk omite confesar que ella,<br />

sobre todas las cosas, se alegraba por ser una niña normal. No hablemos<br />

más <strong>de</strong> esto.<br />

60


27<br />

Se refiere a la Primera Guerra Mundial (1914-1918)<br />

61<br />

Capítulo 10<br />

En ese momento empecé a visitar con regularidad a mi abuelo. Tendría<br />

que verificar las fechas, me parece que fue por única película que le<br />

recomendé que viera, sin creer, no obstante, que le fuera a gustar. La<br />

salamandra, <strong>de</strong> Alain Tanner.<br />

Empecé a visitarlo regularmente todas las semanas a la hora <strong>de</strong><br />

comer.<br />

Tuvimos que domesticarnos. Durante los primeros años no<br />

hablábamos mucho, manteníamos una charla propia <strong>de</strong> un anciano y su<br />

nieta, intercambiábamos noticias, hablábamos <strong>de</strong> la actualidad, algo que<br />

siempre se ha hecho en la familia.<br />

Durante veinte años nunca hablamos <strong>de</strong> lo que él llamaba, hablando<br />

muy rápido, “tu enfermedad”. Y cambiaba inmediatamente <strong>de</strong> tema.<br />

Cada vez me gustaba más ir a verlo. Por una especie <strong>de</strong> tranquilidad,<br />

una dulzura que no encontraba en otra parte.<br />

Nouk come rábanos, su abuelo también; les pone mucha sal y traga un<br />

pedazo <strong>de</strong> pan entre bocado y bocado. Dice que le gustó la guerra, la <strong>de</strong>l<br />

14. 27 Era atroz. Hacía frío y todo estaba lleno <strong>de</strong> barro, los obuses llovían en<br />

las trincheras; pero fue lo más interesante que vivió en su vida.<br />

¿Por qué te gustó?<br />

Le cuesta aceptarlo.<br />

En la guerra, no tienes más preocupaciones. Todo está organizado,<br />

<strong>de</strong>cidido. Sólo hay que hacer lo que hay que hacer, es <strong>de</strong>scansado. Todo el<br />

resto <strong>de</strong> mi vida viví <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la inquietud, la angustia. En realidad, fue un buen<br />

estropicio.<br />

El abuelo <strong>de</strong> Nouk tiene una manera muy personal <strong>de</strong> relatar sus<br />

fracasos, con una especie <strong>de</strong> sofrenado humor judío. Dice que ahora tiene<br />

mucho tiempo para pensar en todo eso. Dice que es un hombre temeroso,<br />

sin ningún talento particular, torpe y tímido, muy malo para los negocios y<br />

que sin embargo era un buen oficial. Después fue un mal arquitecto, un<br />

marido insuficiente y ni siquiera pudo participar en la Resistencia. Nouk<br />

bebe sus palabras. No le cree, pero adora su manera <strong>de</strong> contar. Todas las


semanas, entra en su escritorio a las doce cuarenta y cinco y él le dice<br />

buenos días mi niña gran<strong>de</strong>, sin alzar la cabeza. Lo ro<strong>de</strong>an papeles, carpetas<br />

<strong>de</strong> cartón don<strong>de</strong> anota cosas. Lee anotando ciertos <strong>de</strong>talles, porque olvido<br />

todo, nunca he tenido memoria. Ella espera que termine.<br />

Nouk se acostumbra a llevarle libros.<br />

Le gustan los libros <strong>de</strong> historia, también los <strong>de</strong> religión.<br />

–A veces me pregunto –le dice a Nouk– si no son todos uste<strong>de</strong>s un<br />

sueño mío. Dice que la vida pasa en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos o que le teme<br />

morir, lo que sorpren<strong>de</strong> a Nouk, que creía que los viejos pensaban que morir<br />

era algo normal.<br />

No. Se piensa mucho en la muerte. Y da miedo.<br />

Habla con frecuencia <strong>de</strong> Paul, su hermano menor. Cuando éramos<br />

niños, me parecía que lo mimaban <strong>de</strong>masiado. Era muy buen chico, él. Un<br />

hombre valiente. Nouk prefiere la cobardía autoproclamada <strong>de</strong> su abuelo.<br />

Le cuenta su infancia. Nunca tuve memoria ni imaginación; los<br />

trabajos <strong>de</strong> redacción eran una tortura, no tenía nada que <strong>de</strong>cir, nada que<br />

escribir. Nouk consi<strong>de</strong>ra que esa manera <strong>de</strong> hablar siempre <strong>de</strong> nada es un<br />

estilo <strong>de</strong> escritor, pero no dice nada. Cuenta acerca <strong>de</strong> la época cuando era<br />

estudiante, <strong>de</strong>l hotel Lousiane, en la rue <strong>de</strong> Seine, <strong>de</strong> las comidas en casa <strong>de</strong><br />

su tío Marc y su tía Lili. “Iba a su casa y me quedaba callado, no tenía nada<br />

que <strong>de</strong>cir. Así que un día no abrieron la boca durante toda la cena. Hubo un<br />

silencio penoso y me preocupé. “Lo que dices no es tan importante”, me<br />

comentó Marc. “Nadie te escucha, o muy poco, como todo el mundo. Pero si<br />

todos se callan, ya ves lo que suce<strong>de</strong>”.<br />

A Nouk le gusta mucho esta lección <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>stia.<br />

El abuelo <strong>de</strong> Nouk cuenta su vida por episodios, le muestra cómo se<br />

pue<strong>de</strong> molestar cuando no se quiere molestar. “Por ejemplo, en las fiestas,<br />

en los cumpleaños, en los funerales, iba <strong>de</strong> grupo en grupo, interrumpiendo<br />

las conversaciones con mi silencio y <strong>de</strong>spués no <strong>de</strong>cía nada, porque nada<br />

tenía que <strong>de</strong>cir”.<br />

A veces van a un restaurante, a la Coupole o a un chino. Se sientan<br />

uno junto al otro, tal como se estilaba antiguamente.<br />

62


Nouk no sabe cuánto apren<strong>de</strong> junto a su abuelo con el correr <strong>de</strong> las<br />

semanas, <strong>de</strong> los años, pero eso se insinúa suave, muy lentamente, en ella.<br />

Sin darse cuenta, lo observa, advierte cómo se fija en todo lo que hace,<br />

cómo lo hace lenta y cuidadosamente; le parece muy bella esta manera <strong>de</strong><br />

hacer las cosas. Observa que tiene mucho cuidado con lo que come. Le<br />

explica que tiene costumbres muy fijas. Pongo todos los días el <strong>de</strong>spertador<br />

a las siete y media. Después me doy vueltas en la cama hasta las ocho. Esa<br />

media hora es mi momento preferido. Más tar<strong>de</strong> el día pasa volando. Tengo<br />

tantas cosas que hacer.<br />

Nouk vuelve a apren<strong>de</strong>r las simples reglas <strong>de</strong> la vida cotidiana.<br />

Un día, mucho <strong>de</strong>spués, el abuelo tuvo un acci<strong>de</strong>nte. Lo habían<br />

operado, había tenido enfermeda<strong>de</strong>s, cataratas, pero este acci<strong>de</strong>nte era más<br />

grave, se cayó y se golpeó la cabeza.<br />

Nouk lo llama. Él la regaña. Sabes perfectamente que no puedo hablar<br />

por teléfono, escucho muy mal. Y me siento muy débil para vernos.<br />

Nouk espera que mejore. Por fin pue<strong>de</strong> volver a visitarlo.<br />

Esa noche, cuando va, lo encuentra triste. Se queja <strong>de</strong> sus piernas, ya<br />

no le obe<strong>de</strong>cen, y <strong>de</strong> su cabeza, no consigue sumar; esto lo obsesiona. La<br />

hace esperar, discute con la mujer <strong>de</strong> la limpieza por un asunto <strong>de</strong> cuentas<br />

que no consigue verificar. “No la soporto más”, dice, no tiene tacto. Dice que<br />

la vida no vale la pena si ya no se pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar las sutilezas.<br />

Nouk se va llorando. No sabe qué hacer. Vuelve con una calculadora<br />

muy sencilla; para las sumas.<br />

Pasan los meses, Nouk se acostumbra a encontrar respuestas y<br />

sosiegos para los sufrimientos <strong>de</strong> Max; a buscarlos, en todo caso.<br />

Tiene la sensación <strong>de</strong> que sirve para algo; en realidad es así sólo<br />

porque lo ama. Compra unas bolas triturables para luchar contra los<br />

calambres <strong>de</strong> las manos.<br />

No creo que las haya usado mucho.<br />

También empiezan a hablar <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong>l amor y sus malentendidos<br />

entre los hombres y las mujeres.<br />

Es el tema <strong>de</strong> conversación que prefiere Max y, poco a poco, se<br />

convierte en el tema favorito <strong>de</strong> Nouk.<br />

63


Nouk le lleva libros, pero cada vez le cuesta más leer. Le lleva casetes<br />

para escuchar Enfance, <strong>de</strong> Nathalie Sarraute 28 . Se refiere a lo que ha<br />

escuchado diciendo “leí que…”. Es igual.<br />

Nouk va a merendar con sus dos hijas. Llevan pastelillos y turrón.<br />

Cada vez que va a comer, lleva flores. Él la regaña, dice que son caras,<br />

que es una tontería.<br />

Así que termina por no volver a llevar.<br />

La semana siguiente, <strong>de</strong>scubre un ramo <strong>de</strong> rosas <strong>de</strong> tela en la mesa<br />

redonda <strong>de</strong>l comedor.<br />

–Es su culpa –dice Carmen, la mujer <strong>de</strong> la limpieza–. Nos acostumbró<br />

a ver flores, así que he tenido que comprar. Son flores artificiales, estamos<br />

constantemente florecidos.<br />

Nouk, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, lleva flores <strong>de</strong> verdad.<br />

Estas rosas, lirios y fresias que manifiestan su agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

28<br />

Escritora francesa <strong>de</strong> origen ruso (1900 – 1999), su novela Infancia, fue publicada en 1983.<br />

64

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