Capítulo V - El proceso emancipatorio (PDF)
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las ideologías esperanzadoras, sirven o no para hacer al hombre más feliz o, por el contrario, más<br />
desgraciado. Ya en el Eclesiastés se dice que "en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y que quien<br />
añade ciencia, añade dolor" (Ec. 1-18). De lo que por el momento podemos estar seguros es de que esas<br />
cualidades hacen al hombre más capaz de supervivencia y más capaz de sentirse feliz. Lo primero está<br />
demostrado por el hecho de que la especie ocupa y domina hoy todo el planeta, mientras que los<br />
primeros homínidos vivían solamente en zonas cálidas de Africa. Considérese el esfuerzo que supuso la<br />
colonización de tierras frías y regiones inhóspitas y, finalmente, la adopción del trabajo.<br />
<strong>El</strong> desgarro de la condición humana que desencadenó el <strong>proceso</strong> de la historia puede y tiene que<br />
ser superado. La clave de esta creencia radica en que la naturaleza humana no es neutra sino que gravita<br />
inevitablemente en el sentido de lograr la condición gozosa, que es al mismo tiempo meta y motor de su<br />
actividad y esencia de su naturaleza. Sufrimientos y gozos forman parte del <strong>proceso</strong> y las funciones<br />
propias de vivir. Pero, dejando a un lado las grandes emociones, necesarias sin duda para la<br />
supervivencia de la especie, se tiende siempre a un estado de tranquila actividad placentera o de<br />
agradable y reposado existir, porque es el estado auténtico y básico del vivir. Como el estado natural del<br />
hombre no distorsionado es vivir gozoso, busca siempre caer en su estado normal, o sea, volver a él,<br />
superando temores y necesidades. Por eso, cuando se pregunta a veces cuál es el sentido de la vida y se<br />
dan respuestas apoyadas en ideologías y metafísicas, tanto la pregunta como la respuesta se hacen desde<br />
la situación desquiciada, porque la verdadera respuesta es simple: el verdadero sentido y objeto de la<br />
vida es 'vivir'. Lo que de verdad se quiere inquirir cuando se pregunta por el sentido de la vida es el<br />
porqué y para qué aguantamos la vida sufrida e ingrata que vivimos. Pero la pregunta pierde sentido si se<br />
acepta que la auténtica vida humana, la vida distensionada y equilibrada, es por sí misma gratuitamente<br />
gozosa. Siendo la vida por naturaleza una 'gozada gratuita' no necesita más sentido ni más finalidad. Por<br />
ser esto así, se hace posible la esperanza. La vida en su normalidad es siempre actividad, pero actividad<br />
grata. Aunque el trabajo, la lucha, el temor y la culpabilidad hacen la vida ingrata y justifican lo que se<br />
ha dicho de que es una 'pasión inútil', hay que tener en cuenta que todo eso le sobreviene desde fuera; no<br />
le es propio más que en tanto en cuanto es pura respuesta a causas externas. La actividad ideal, que en<br />
condiciones favorables es adecuada para la supervivencia, es estimulante y agradable. <strong>El</strong> hombre la<br />
desea y la busca porque la goza. Considérense las funciones más importantes: alimentarse, reproducirse,<br />
reflexionar, contemplar, crear; o actividades como buscar, perseguir, escalar, jugar, etc. Sólo las<br />
distorsiones anormales producen desagrado: hambruna, frío, agotamiento, pavor, etc. <strong>El</strong> ser esto así hace<br />
que los hombres apliquen su inteligencia para reducir al mínimo los motivos de dolor; y esta lucha por<br />
neutralizar los motivos de sufrimiento y evitar caer en el estado de angustia original produce<br />
enajenación, pero al mismo tiempo el <strong>proceso</strong> de la historia como movimiento <strong>emancipatorio</strong>. Esta es mi<br />
definición de la historia: el <strong>proceso</strong> de emancipación del hombre desde su estado de angustia original.<br />
<strong>El</strong> objetivo principal de este libro es demostrar que la emancipación se está realizando; que el<br />
<strong>proceso</strong> tiene que pasar por la superación del temor a la angustia original y de las distorsiones que tal<br />
empeño ha introducido en la vida de la especie; demostrar también que estas distorsiones tomaron falsa<br />
carta de naturaleza durante el periodo Neolítico, por la introducción del trabajo y la dominación del<br />
hombre sobre el hombre cuando se quiso multiplicar a toda costa la obtención de recursos. La<br />
emancipación implica también la recuperación de un cierto sentido de fraternidad universal, como<br />
aproximación o substitución válida de la fraternidad auténtica que vivió el hombre en el seno de las<br />
pequeñas agrupaciones humanas primitivas, que resurgirá por su propia fuerza tan pronto el medio social<br />
deje de estar adulterado por la tensión.<br />
EL FINAL DEL PROCESO<br />
Al definir la historia como un <strong>proceso</strong> por el cual el hombre va procurando alcanzar la<br />
emancipación, o sea, la recuperación del estado feliz que le es propio, el final no podría consistir más<br />
que en la compleción de ese <strong>proceso</strong> y con él la finalización del movimiento mediante el cual se consiga.<br />
Podría preguntarse si después de la emancipación ya no habrá historia. La respuesta no puede ser<br />
positiva, porque la seguridad que protege al hombre de la angustia nunca puede ser excesiva. Lo que sí<br />
se puede creer es en un final de lo que ahora llamamos historia, que comprende el <strong>proceso</strong> muy<br />
claramente identificado, desde el comienzo de la revolución neolítica a nuestros días. <strong>El</strong> final de la<br />
historia significaría cerrar el ciclo para superar las distorsiones que los esfuerzos por librarse del miedo a<br />
la angustia original ha producido en las sociedades humanas; el desquiciamiento y la alienación a que ha<br />
forzado al hombre el trabajo fatigoso, y sus consecuencias: la dominación de unos hombres por otros. <strong>El</strong><br />
fenómeno de la dominación es a su vez la manifestación a nivel social de previas y profundas<br />
alteraciones en la conciencia humana.<br />
<strong>El</strong> <strong>proceso</strong> de la historia tiene como guía y fundamento esa fuerza interna del hombre a la que<br />
podemos llamar el anhelo de felicidad. Mientras que el impulso de los instintos suministra la energía