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Capítulo V - El proceso emancipatorio (PDF)

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Los valores que resultaron sacrificados y que constituían una especie de atmósfera o medio en el<br />

cual el hombre primitivo nacía y vivía eran el estado de espontaneidad y de fraternidad original. Es<br />

imprescindible su recuperación en formas compatibles con las nuevas condiciones, libre ya el hombre<br />

del miedo a la angustia original, que también estaba en el punto de partida y fue lo que desencadenó el<br />

<strong>proceso</strong> de distorsión sociocultural de la especie.<br />

La espontaneidad y la fraternidad fueron vividas durante cientos de miles de años en el seno de<br />

las agrupaciones primitivas de forma totalmente inconsciente, como el aire que se respira, que sólo<br />

produce ansiedad cuando se enrarece. Fué claramente el eficaz remedio que le evitó el desgarramiento<br />

que hubiera supuesto el descubrimiento de su propia identidad separada del resto de la naturaleza,<br />

cuando la inteligencia se desarrolló lo suficiente. Por eso, cuando en periodos posteriores se hizo fatigosa<br />

la procura de alimentos, empezó a deteriorarse la atmósfera fraternal, y se hizo necesario apuntalarla y<br />

amarrarla a algo más palpable, como era el carácter consanguíneo, real o inventado, pero normal en los<br />

grupos primitivos. Más tarde, hubo que reforzar y garantizar también la consanguinidad, o sea,<br />

'apuntalar' el puntal cuando resultó insuficiente, lo que se consiguió mediante la ideología y truco de los<br />

totems. Durante el largo periodo anterior habían tenido tiempo ambas condiciones para constituirse,<br />

filogenéticamente, en parte integrante de la naturaleza humana. Por esta razón, toda forma de agrupación<br />

y organización posterior, que por violencia gratuita o impulsada por la necesidad, haya menoscabado<br />

esas condiciones, ha producido distorsiones en las formas de existencia de los individuos. Pero cuando<br />

una condición biológica o psíquica ha llegado a integrarse en el bagaje genético, no puede ya cambiar<br />

fácilmente. Como ése es el caso de la espontaneidad y la fraternidad, éstas son y serán condiciones cuyo<br />

disfrute resulta irrenunciable, de modo que las distorsiones y violencias socioculturales que la<br />

inteligencia hace posibles, pero que alejan al ser humano de su naturaleza y autenticidad, por muy<br />

asumidas y aceptadas que estén, siguen siendo fuente permanente de sufrimiento y de tensión. La<br />

sociedad y el individuo así deformados necesitan, para poder funcionar, para sobrevivir y reproducirse,<br />

mantener permanentemente compensados o neutralizados los efectos perturbadores de esa tensión, bien<br />

sea mediante la violencia social más o menos descarada, o complementariamente, apelando tanto como<br />

sea posible a ideologías adecuadas, como ya vimos al estudiar el papel de éstas. Aun así neutralizados,<br />

los efectos de esas distorsiones han logrado manifestarse una y otra vez a nivel social bajo distintas<br />

formas, según iremos viendo; y cuando la difusión de valoraciones más objetivas y científicas de la<br />

realidad hace difícil la vigencia de viejas ideologías compensadoras, o la aceptación de otras nuevas,<br />

como es el caso de los países industrializados actuales, tiene que hacer la química el papel que antes<br />

cumplian las ideologías. Por eso se ha generalizado el consumo de antidepresivos y tranquilizantes.<br />

De las dos condiciones que formaban el ambiente de las agrupaciones primitivas, la fraternidad y<br />

la esponteneidad, es esta última la más antigua y arraigada, pues es propia de todos los animales<br />

superiores. <strong>El</strong> sentido de fraternidad, en cambio, debió constituirse más tarde (pero mucho antes del<br />

desarrollo de capacidad para la comunicación hablada) por la costumbre y por la conciencia que debió<br />

alcanzar el individuo de sentirse parte de un grupo en cuyo seno tenía seguridad, mitigaba el miedo y<br />

encontraba defensa solidaria. <strong>El</strong> desarrollo del leguaje y la consiguiente comunicación intersubjetiva<br />

debió contribuir decisivamente a fortalecer la conciencia de la identidad del propio grupo como unidad.<br />

De esta conciencia de unidad grupal, integrada también filogenéticamente en la psicología profunda,<br />

emana el poderoso sentido de fraternidad. Desesperados esfuerzos destinados a su recuperación<br />

producen religiones, patriotismos, revoluciones y toda clase de movimientos sociales que dieron y dan<br />

lugar a violencia y enfrentamientos entre los hombres. <strong>El</strong>lo demuestra que está siempre presente de uno<br />

u otro modo en la psique humana, pero tan adulterado que, considerando el curso de la historia, parece<br />

no existir.<br />

Antes de la era del trabajo, los grupos humanos sobrevivían o perecían en paz consigo mismos;<br />

había enfermedades y a veces problemas de alimentación, pero se sufrían y se superaban como se sufre<br />

la lluvia o la llegada de las estaciones. Sólo desde que empezó la era del trabajo, las sociedades se<br />

sostienen sobre la inestabilidad como fondo, porque con ella empezaron los problemas de producción y<br />

distribución, por un lado, y de dominaciones, responsabilidades y mala conciencia, por otro. Problemas e<br />

inestabilidades que pueden manifestarse como irritación contra la escasez o la injusticia, pero que en el<br />

fondo nacen de la pérdida de la espontaneidad y la fraternidad. No es la muerte por inanición lo que<br />

subleva a los hambrientos o a los esclavos sino la perspectiva de una vida llena de fatiga (pérdida de la<br />

espontaneidad) o la desvinculación y la muerte en soledad, como miembros desligados y separados de la<br />

comunidad, abandonados por ella (pérdida de la fraternidad).<br />

Como las distorsiones producidas en la humanidad por las culturas basadas en el trabajo sólo han<br />

adulterado pero no destruido las estructuras psicológicas antiguas, es inevitable que esas distorsiones,<br />

vividas como tensiones más o menos neutralizadas, reprimidas o expresadas en distintas formas de<br />

neurosis, seguirán ejerciendo siempre el tirón, elástico pero incesante, hasta centrar de nuevo la vida en<br />

su primitiva espontaneidad. Entonces y sólo entonces será llegado el tiempo en que la humanidad<br />

alcance la serenidad y la paz sin dejar por eso de seguir siendo creativa, pero gozando del ocio, creativo

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