A los 17 años y sin avisarle a - Decanato de Estudios Graduados e ...

A los 17 años y sin avisarle a
nadie, un día Margarita dejó a su
familia. Decidió emprender un viaje en
yola rumbo a Puerto Rico para luego
brincar a Nueva York, la ciudad que el
imaginario colectivo dominicano idealiza
y con el mayor número de quisqueyanos
fuera de La Española. Como Margarita,
miles de mujeres dominicanas migran
anualmente a todas partes del mundo
en busca de trabajo, muchas veces
poniendo en peligro sus vidas y dejando
atrás lo que más quieren. Sin embargo,
la exclusión económica de la mujer en
las economías locales no es la única
motivación para la emigración. La
desigualdad de género y la búsqueda de
autonomía también afectan la decisión
de muchas mujeres, quienes se fortalecen
con la experiencia de expandir sus roles
sociales más allá de las fronteras.
Las migrantes dominicanas suelen
Algunas inmigrantes se ganan la vida en sus negocios de venta de frituras en Piñones, PR.
llegar al vecindario neoyorquino de
Washington Heights para vivir y trabajar
en las fábricas, o a Puerto Rico para
trabajar en el servicio doméstico. Entre
muchas otras labores, algunas encuentran
trabajo en los kioscos de comida en
Piñones, Puerto Rico. Poco a poco,
estas mujeres legalizan su situación y se
encargan de reunificar sus familias, ya
sea trayendo a sus esposos e hijos al lugar
donde residen o enviándoles dinero.
Estas comunidades diaspóricas y sus
lazos transnacionales, que son políticos,
económicos, sociales y culturales,
son el tema de estudio de Karin
Weyland, profesora y actual directora
del Departamento de Sociología y
Antropología de la Universidad de
Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
La profesora vivió de 1993 a 2005
entre Santo Domingo y Washington
Heights, colaboró en sus luchas
comunitarias, trabajó como voluntaria
en el Centro de Desarrollo de la Mujer
Dominicana y llevó a cabo, desde una
perspectiva feminista y poscolonial, un
estudio etnográfico de la comunidad
dominicana, que le permitió describir
varios ejemplos de transnacionalismo a
nivel económico, político y cultural.
Durante su investigación, la
doctora exploró los beneficios del
transnacionalismo “desde abajo” y desde
una perspectiva cultural y de género,
enfocándose en la construcción del
“capital social” y de las redes sociales
que forman las mujeres migrantes
dominicanas. El transnacionalismo
contemporáneo, según lo entiende la
investigadora, va más allá de contemplar
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la migración como un simple movimiento
de capital y de mano de obra barata
entre naciones, y a las migrantes como
víctimas de la pobreza y de las relaciones
internacionales. La migración transnacional
constituye una manera de ver el aporte
real de las migrantes a la economía
global y reconocer que sus redes sociales
y económicas favorecen la creación y
expansión de fuentes de trabajo, ingreso,
viajes, arreglos de casa y negocios. Pero
sobre todo solidifican y transforman las
redes de amistades y familiares ubicados a
ambos lados de la frontera nacional.
“La mujer migrante ha roto viejos
patrones de poder y le ha dado un nuevo significado a las
identidades culturales, especialmente al significado de la
identidad de género y de raza, al transgredir espacios nacionales
de poder”, comenta.
La profesora recomendó en su investigación que el
gobierno dominicano debía propiciar una mayor comunicación
con la diáspora con el fin de desarrollar una ciudadanía
más democrática que participe en el bien colectivo y afecte
positivamente las comunidades y los orígenes de la migración,
que en el caso de República Dominicana es una que se
fundamenta en las remesas. Es decir, es una migración que
envía el dinero generado de regreso a los familiares en República
Dominicana para que sea invertido en comida, salud y vivienda.
En 2008, el envío de las remesas superó los 3,000
millones de dólares. Las transferencias de los dominicanos se
mantuvieron como la segunda fuente de ingresos del Producto
Interno Bruto. A Weyland le alegró mucho saber que una
iniciativa como la que ella propuso se esté llevando a cabo
actualmente. Aunque fue a nivel de comunidad y no nacional,
como lo sugirió ella, en 2008 surgió la Red de Familias
Migrantes al Exterior (REDMI) como producto del esfuerzo de
la organización Tú, Mujer de República Dominicana. REDMI
se dedica a pedir a las instituciones del gobierno dominicano
que tomen medidas para que los migrantes puedan participar
en las decisiones y discusiones sobre la situación política y
económica del país; demandar que los gobiernos extranjeros
respeten los derechos de los migrantes; y desarrollar programas
públicos que faciliten el retorno voluntario de los migrantes y la
inversión de sus remesas en la isla.
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Desde 2006 Weyland vive y trabaja en Puerto Rico. Con
el apoyo del Decanato de Estudios Graduados e Investigación
de la UPR-RP, ahora realiza una investigación que busca
medir los aportes de los dominicanos en el área de Piñones y
contextualizar su participación en las luchas comunitarias de
afro-descendientes en América Latina.
“En Piñones, dominicanos y puertorriqueños han sabido
unificarse por un bien común pues ambos grupos están
interesados en que el área prospere y no sea arropada por
mega-proyectos, hoteles, restaurantes y discotecas. Los dueños
de los kioscos en Piñones han sabido formar una coalición y
han trabajado junto con organizaciones comunitarias. A veces
esto ha generado tensiones y otras veces ha desembocado en
acuerdos con la comunidad y el estado. Las luchas sociales
de estas comunidades en contra del desplazamiento también
han contribuido al imaginario social de independencia y
cimarronaje que Piñones representa”, explica.
Weyland comparará y analizará estas luchas de resistencia
cotidiana dentro de un marco histórico y afro-latino. Es
decir, incluirá eventos y batallas que se han dado desde la
época colonial hasta nuestros días y más allá de las fronteras
nacionales. Al recoger datos de la historia afro-latina, la
investigación es un esfuerzo por documentar la historia
social de los negros de República Dominicana, Puerto Rico
y Argentina. Este proyecto representa una contribución al
tema de la solidaridad étnica y la transculturalidad entre las
comunidades migrantes y sus sociedades de recepción.
La situación actual del migrante dominicano, la
conformación del hogar transnacional y la creación de distintos
tipos de redes políticas y culturales establecen, según
Weyland, desde la base de una nueva ciudadanía global,
que surge desde “abajo” y “fuera” de los límites nacionales
para conformar un nuevo capital social y económico. Al

poner sus vidas en riesgo y dejar todo en sus países,
los migrantes transgreden las fronteras de los espacios
geográficos y crean lazos transnacionales que redefinen
las relaciones individuales, familiares y comunitarias en
sus países de origen y en los países que los reciben.
Creating Transnational Networks
translated by Zachary Romansky
By defying borders and creating transnational networks,
migrants redefine individual, family, and community
relationships in both their homelands and host countries.
Karin Weyland, professor and director of the Department of
Sociology and Anthropology at the University of Puerto Rico,
Río Piedras, studies these communities and their transnational
political, economic, social, and cultural networks.
In search of work, thousands of Dominican women
migrate every year to places throughout the world, including
Washington Heights, N.Y. and Piñones, Puerto Rico.
But earning money is only one of many reasons—such
as gender inequality and the desire for independence and
empowerment—that factor into the decision to migrate. Little
by little, these women become legal residents and provide for
their families by financing their migration or sending money
home.
While living in the Dominican communities of Santo
Domingo, Dominican Republic and Washington Heights,
N.Y., Weyland participated in community movements
and volunteered at the Dominican Women’s Development
Center. She eventually conducted a feminist, post-colonial
ethnographic study unfolding various aspects of economic,
political, and cultural transnationalism. Studies of transnational
migration, she says, offer a way to grasp migrant women’s true
contribution to global economies by examining how their
Karin Weyland completó su doctorado en 1999 en la New School
for Social Research y convirtió su investigación en un libro titulado
Negociando la aldea global: con un pie “aquí” y otro “allá”, publicado
por la Universidad del INTEC y la Academia de Ciencias de la
República Dominicana (ACRD) en 2006. Para esta investigación,
obtuvo becas de la Organización de Estados Americanos, del
Programa Académico Fulbright y de la ACRD. En 2001 Weyland
creó la Fundación Melassa, dedicada a documentar visualmente la
cultura popular y la vida cotidiana de las comunidades latinas. Ella
también es la presidenta de la Junta del Proyecto Matria en Puerto
Rico, que trabaja con la microempresa y el microcrédito para mujeres
sobrevivientes de la violencia doméstica. En septiembre de 2008,
Matria presentó su modelo a otras organizaciones comunitarias en
República Dominicana, gracias al esfuerzo de Weyland y a los fondos
provistos por el Proyecto Atlantea de la UPR. Además, Weyland
es la coordinadora de la Red de Afro-descendientes y durante este
último viaje pudo presentar la Declaración de Durban, un programa
contra la discriminación hacia los migrantes y afro-descendientes
americanos.
networks create and expand resources. Migration builds the
new transnational social and economic capital needed to survive
the effects of globalization.
Migrants invest in food, healthcare, and housing through
money sent back home. In 2008, for example, remittances
stood at more than $3 billion. So in her study, Weyland
called for the Dominican government to foster broader
communication with overseas Dominican communities
and build a more democratic and inclusive transnational
community that would contribute to the welfare of
Dominicans everywhere.
Since 2006, Weyland has been living and working in
Puerto Rico. Through a grant from the Office of the Dean of
Graduate Studies and Research, she is now conducting research
on Afro-Latino social history in Puerto Rico, Argentina,
and the Dominican Republic by comparing, analyzing,
and displaying the similarities found among Afro-Latino
processes of racial mixture and resistance. She plans to measure
the contributions of Dominicans in Piñones, where they
have joined forces with Puerto Ricans to form community
organizations.
“In Piñones, Dominicans and Puerto Ricans have been
able to join forces for a common good. Their interest is in
the prosperity of the area and protecting its cultural and
recreational value by preventing construction of megaprojects,
restaurants, and nightclubs,” she explains.
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