Primeiro xornal de pesca deportiva Ano II N . 09

OuTONO de 2009
casualidades y "causalidades"
Ranas sobre los ojos
ANALÍTICA SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS CAUCES GALLEGOS
El doctor Cobo, en la imagen, nos demuestra que no sólo enseña, escribe, analiza y estudia, sino que empíricamente pone en práctica la pesca, aunando conceptos de
saber y experiencia que lamentablemente no siempre acaban en boda en Galicia
FERNANDO COBO > Santiago
Me van a perdonar, pero uno va
estando cansado de leer opiniones
de presidentes de sociedades,
expertos pescadores, técnicos
de mercadillo, y todo un
“ejército popular de opinadores
voluntarios” cargados de ciencia
infusa que parecen presuponer
que con un poco de inteligencia
y tal vez algo de cálculo elemental,
los fenómenos ecológicos, la
dinámica de las poblaciones fluviales
y las medidas que regulan
la pesca continental son fácilmente
predecibles y explicables.
Me cansa porque mi experiencia
personal, después de 28 años de
práctica profesional en Hidrobiología,
no me ha redimido de
la dedicación al estudio ni a la
necesidad constante de obtener
una formación actualizada. En
general, la titulación que refrenda
las opiniones de estos personajes
es un largo currículo de licencias
de pesca y la herencia
recibida de antiguos maestros
del ramo.
En un bucle vertiginoso de
asociación de ideas, me recuerdan
a alguna versión de los primeros
filósofos del empirismo
para quienes el origen de nuestros
conocimientos no está en la
razón, sino en la experiencia
personal y se reconocen como
sujetos capaces de poder comprender
el mundo, exclusivamente
a través de los sentidos,
rechazando el método científico
preestablecido. Así, como la experiencia
es la única fuente válida
de conocimiento, se lían a
pontificar sobre lo bueno que es
para el río la rala vegetación de
ribera que permite que el sol incida
sobre el agua, la acción beneficiosa
de las presas de los molinos,
lo perjudicial de la madera
caída al agua y la necesidad de
su limpieza, las excelencias de
las repoblaciones, el daño irreparable
de los depredadores na-
turales en los peces, y un largo
etcétera de simplezas que suelen
estar contaminadas por las intenciones
de sus protagonistas.
Eso si, dedican muy poco esfuerzo
a explicar sus razones y dar
sentido a tanta torpeza.
Los ejemplos apuntados barajan
cuestiones relacionadas con
la ecología fluvial, pero siempre
utilizan conceptos que son concretos,
emocionalmente evocadores
o más o menos dramáticos
y que son más fáciles de aducir
que aspectos más abstractos,
emocionalmente neutros o aburridos,
como por ejemplo, el papel
fundamental de la temperatura
en la regulación del crecimiento
y de la solubilidad del
oxígeno, la sedimentación de la
materia en suspensión, la acción
tóxica de los compuestos nitrogenados
y la disminución de la
supervivencia juvenil en peces,
el papel fundamental como
fuente de energía de los restos
vegetales, la función selectiva de
los depredadores que contribuyen
al buen estado sanitario de
las poblaciones de presas, y un
largo etcétera de conceptos repetidamente
contrastados y cuya
validez se basa en su verificación
experimental a través del
método científico como una forma
planificada de trabajar.
Cuando son bien intencionados,
los razonamientos obedecen
a un escaso entrenamiento
racional pues suelen incurrir en
un error no por más conocido
menos frecuente: confundir “casualidad”
con “causalidad”, o dicho
de otro modo, creer que la
correlación entre dos fenómenos
implica que uno es causa del
otro. Que se vean más truchas en
zonas soleadas y con poca vegetación
no quiere decir que la iluminación
sea la responsable de
esa aparente abundancia; que
debajo de una presa donde el
agua tiene un mayor hidrodina-
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mismo exista una mayor densidad
de alimento para las truchas
no significa que la existencia de
la presa sea la causa de esa riqueza
alimentaria. Pensar así es
lo mismo que hacían los antiguos
egipcios cuando, basándose
en la observación, asociaban
el comienzo de la crecida del Nilo
con otro acontecimiento correlacionado:
la aparición de la
estrella Sirio, que este pueblo
convirtió en la manifestación de
Isis, la diosa iniciadora, a quien
atribuían el fenómeno.
Pero también es bastante frecuente
que se hagan comparaciones
con datos incorrectos y
sin considerar la situación contraria,
lo que dificulta hallar un
método adecuado para dirigir el
pensamiento. Viene a cuento
una anécdota que suelo relatar a
mis alumnos: En el sureste asiático
existe la costumbre, semejante
a la nuestra, de curar los
ojos amoratados aplicándoles
un trozo de carne, pero en vez de
utilizar el socorrido filete de ternera,
abren por la mitad a una
rana y se la pegan al ojo. Es frecuente
que la terapéutica rana
contenga un parásito interno
que en tal circunstancia pasa al
ojo de la pobre víctima produciéndole,
en el mejor de los casos,
un edema descomunal
transformándolo en algo parecido
a una pelota de tenis enrojecida.
A la vista de la experiencia, la
pregunta es obvia: ¿por qué siguen
poniéndose ranas sobre los
ojos? Porque no cuentan con la
experiencia de la situación contraria
y afirman: ¡Mira como se
te ha puesto el ojo de hinchado!
¡Anda que si no te llegas a poner
la rana…!