Baja el Cuento - Cuentos de Federico
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D I O N Y S I A<br />
<strong>el</strong> oficio ocasional <strong>de</strong> botero cuando se le solicitaba.<br />
Me <strong>de</strong>spedí d<strong>el</strong> jefe <strong>de</strong> estación y portando dos pesadas<br />
maletas y un maletín, emprendí a pie <strong>el</strong> trayecto hacia <strong>el</strong> lago por un<br />
camino bastante enlodado. Éste iba por una alameda que<br />
impresionaba por su estupendo colorido.<br />
Había llovido recientemente y las hojas lucían maravillosas<br />
con sus límpidos colores rojos, amarillos y pardos que<br />
resplan<strong>de</strong>cían con los dorados rayos <strong>de</strong> un débil sol otoñal.<br />
Se respiraba un aire puro y <strong>el</strong> silencio d<strong>el</strong> campo sólo era<br />
interrumpido por mis pisadas en <strong>el</strong> barro y <strong>el</strong> canto <strong>de</strong> los zorzales al<br />
atar<strong>de</strong>cer.<br />
Llegué a la orilla d<strong>el</strong> lago cuando <strong>el</strong> Sol estaba en <strong>el</strong> horizonte.<br />
A una corta distancia encontré una pequeña casa y junto a <strong>el</strong>la un<br />
mu<strong>el</strong>le <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />
Golpeé la puerta, ésta se entreabrió con un crujir <strong>de</strong> bisagras y<br />
apareció <strong>el</strong> rostro <strong>de</strong> un octogenario hombrecillo que me espió <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
la penumbra.<br />
Después <strong>de</strong> presentarme y requerir sus servicios, don Antonio<br />
me dijo que había que apurarse porque estaba por salir la niebla que<br />
invadía toda la superficie d<strong>el</strong> lago hasta la mañana siguiente.<br />
Cuando nos dirigimos al mu<strong>el</strong>le, me llamó la atención la<br />
agilidad y fuerza que poseía <strong>el</strong> anciano botero, porque llevó mis<br />
maletas a la embarcación sin dificultad y <strong>de</strong>spués principió a remar<br />
con mucha <strong>de</strong>streza y energía.<br />
Don Antonio era un gran conversador; mientras nos<br />
alejábamos d<strong>el</strong> mu<strong>el</strong>le me contó algunas anécdotas r<strong>el</strong>acionadas<br />
con la región y las personas que allí habitaban.<br />
El bote en que navegábamos tenía escrito <strong>el</strong> nombre <strong>de</strong> Rafa<strong>el</strong><br />
en la proa y le pregunté por qué le había puesto ese nombre y no<br />
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