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Lee el primer capítulo - Maeva

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sentido, como los que había empleado con su hijo. Para cualquier otra<br />

persona, las señales de sus manos habrían pasado inadvertidas y sus<br />

murmullos habrían parecido una serie de gruñidos y sílabas repetidas.<br />

Quizá nadie lo habría tomado por lenguaje.<br />

–Es posible que también Jondalar quiera cepillar a Corredor. –De<br />

pronto se le ocurrió una idea inquietante. Cogió de nuevo su amuleto<br />

y trató de ordenar sus pensamientos–. Gran León Cavernario, Jondalar<br />

también es ahora tu <strong>el</strong>egido; tiene en la pierna las cicatrices de tu<br />

marca, igual que yo.<br />

Sus pensamientos volvieron al antiguo lenguaje silencioso que sólo<br />

se formulaba con las manos, <strong>el</strong> adecuado para hablar con <strong>el</strong> mundo espiritual.<br />

–Espíritu d<strong>el</strong> Gran León Cavernario: ese hombre <strong>el</strong>egido no sabe de<br />

totems. No sabe de pruebas, no conoce los rigores de un tótem poderoso,<br />

ni los dones y <strong>el</strong> aprendizaje. Incluso a esta mujer, que sabe, le<br />

han resultado difíciles. Esta mujer ruega al Espíritu d<strong>el</strong> León Cavernario...<br />

suplica que este hombre...<br />

Ayla se interrumpió. No estaba segura de lo que deseaba pedir. No<br />

quería solicitar al Espíritu que no pusiera a prueba a Jondalar, pues de<br />

ese modo perdería los beneficios que tales pruebas siempre brindaban;<br />

ni siquiera pedía que fuera blando con él. Después de que <strong>el</strong>la misma,<br />

tras sufrir tan duros rigores, adquiriera habilidades y comprensiones<br />

inusitadas, había llegado a creer que los beneficios obtenidos guardaban<br />

estrecha r<strong>el</strong>ación con la severidad de la prueba. Ordenó sus ideas<br />

y continuó:<br />

–Esta mujer suplica al Espíritu d<strong>el</strong> Gran León Cavernario que ayude<br />

al hombre <strong>el</strong>egido a conocer <strong>el</strong> valor de su poderoso tótem, a saber que,<br />

por difícil que pueda parecerle, la prueba es necesaria.<br />

Por fin terminó y dejó caer las manos.<br />

–¿Ayla?<br />

Giró en redondo y se encontró con Latie.<br />

–Sí.<br />

–Parecías... ocupada. No quise interrumpirte.<br />

–Ya he terminado.<br />

–A Talut le gustaría que llevaras los caballos. Ya ha dicho a todos<br />

que no deben hacer nada sin tu permiso, que no los asusten ni los pongan<br />

nerviosos... Creo que ha inquietado a más de uno.<br />

–Iré –dijo Ayla y sonrió–. ¿Tú gusta volver caballo?<br />

La cara de Latie se dilató en una amplia sonrisa. Cuando sonreía así<br />

se parecía a Talut.<br />

–¿Puedo? ¿De verdad?<br />

–Tal vez gente no nerviosa cuando ve tú en Whinney. Ven. Aquí<br />

roca. Ayudo tú subir.<br />

Cuando Ayla apareció tras <strong>el</strong> recodo, seguida por una yegua adulta<br />

con la niña sobre <strong>el</strong> lomo y por un potrillo inquieto, todas las conversaciones<br />

se interrumpieron. Los que ya habían visto antes una escena<br />

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