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INFIERNO Y GLORIA Por Silvina Dell'Isola Nota ... - Winisis On Line

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nuestra historia, no yo. El y todos los 649 héroes nos enseñaron de sacrificio, de valor, de honor.<br />

Como dijo antes de caer, mostrándome unas municiones: 'Todavía tengo estas balas para estos hijos<br />

de puta'. Ese fue su último ¡Viva la Patria!<br />

Sergio murió al lado mio. Yo estaba shockeado. Un cabo primero me zamarreaba y me decía que ya<br />

estaba, que no podía hacer nada más, que teníamos que irnos. Lo cubrió con una manta y lo<br />

dejamos ahí”.<br />

“El regreso fue mucho más duro que la guerra por la indiferencia de los gobiernos y de gran parte<br />

de la sociedad. Sin entender nada y a los ponchazos, cada uno trató de rehacer su vida, pero ya no<br />

éramos los mismos. Yo extrañaba mi pozo, a mis compañeros, el viento, el olor de las islas. No<br />

encontraba interés de nadie: el partido ya había terminado. Nos decían 'los chicos de la guerra' y que<br />

no habíamos estado preparados. Ese fue uno de los golpes más duros. Ni siquiera hicieron un desfile<br />

para que la gente nos recibiera. Nos escondieron. Y yo me encerré. En mi trabajo me dijeron que ya<br />

habían tomado a otra persona, que yo era Gardel y que pronto conseguiría uno mejor. Me empecé a<br />

juntar con los Veteranos, con ellos me sentía bien. Nos encontrábamos en el Obelisco a la mañana<br />

para repartir volantes invitando a quien pasara a participar de nuestros actos. Muchos los agarraban<br />

y los tiraban. Nos trataban de locos. Cargábamos con la derrota, con la indiferencia, con el<br />

abandono, no teníamos atención médica ni nadie que nos preguntara ¿cómo se sienten?, ¿qué<br />

necesitan?”.<br />

“Muchisimos Veteranos se quitaron la vida. Yo lo pensé varias veces. A pesar de tener a mi familia,<br />

salía, me emborrachaba y cada vez estaba peor. Me decía: 'Sigo de largo con el auto y me estrello'.<br />

No sé por qué nunca me pasó nada: de tan borracho no llegaba ni a la cama, dormía tirado en el piso<br />

del comedor. Tomar y meterme tanta droga en el cuerpo era una forma de matarme. Me sentía<br />

culpable, me preguntaba '¿<strong>Por</strong> qué no me quedé en las islas? ¿<strong>Por</strong> qué no me mataron a mi?'. Mi<br />

culpa viene de haber estado ahí con Sergio muerto y no haberlo podido llevar con nosotros, de<br />

haber perdido.<br />

Tuve un trabajo en Ford hasta el año 2000, pero no pude conservarlo porque nada me importaba.<br />

Tomaba todo el tiempo y vivía vestido de soldado. Me internaron en el Hospital Militar durante<br />

cuatro meses. Me daban quince pastillas por día pero yo no quería que me borraran los recuerdos:<br />

en las paredes de la habitación pintaba los montes de Malvinas, el mortero...”.<br />

“Un dia durante un viaje con Veteranos me tiré al Dique de Olta, en La Rioja, borracho y sin saber<br />

nadar. Otra vez me salvé. Me gustó y volví con la idea de aprender. Con 40 años no sería fácil, pero<br />

agarré un bolso y fui a la pileta del Club Muñiz, en San Miguel, a tomar clases. Solo yo sé lo que<br />

me costó nadar 25 metros seguidos. Iba todos los días y a los tres meses mi profesor me invitó a una<br />

competencia de 2 kilómetros en aguas abiertas, en San Pedro. Sabía un solo estilo y me iba para una<br />

costa y para la otra. Terminé último con todos los botes que cuidan a la gente, pero llegué. Fue una<br />

alegría enorme para todos lo que habían venido a alentarme, mi mujer Adriana, mis hijos Facundo y<br />

Juan Domingo, mis tres hermanas, mis amigos. Yo quería festejar con una cerveza. Miraba a todos<br />

con su agua mineral, con sus frutas, un mundo nuevo que yo no conocía, y me dije: 'Esto me va a<br />

salvar'. Era una soga, y la tomé.<br />

Luego, hace ocho años, llegaron la bici y el atletismo. Había acompañado a mi hijo mayor a una<br />

competencia en San Antonio de Areco. Nos preguntaron a los padres si queríamos participar de esos<br />

3 kilómetros. Me anoté, sufrí, me faltaba el aire, pero me atrapó. Empecé a entrenarme cada tarde<br />

como empiezan todos. Y me gustó el ambiente. En el 2003 me invitaron a una carrera de aventura<br />

en Los Robles, cerca de Moreno. Fui con una bici de tres cambios. Cuando vi las máquinas que<br />

tenían los demás me dio vergüenza bajarla de la camioneta. Hasta que tomé coraje y con mis<br />

pantaloncitos de jugar al fútbol me presenté en la largada. Solo quería llegar y salí 13º en la general.

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