Regresa la magia del legendario circo Sarrasani - Winisisonline ...
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C<strong>la</strong>rín Información General 38 17/4/1999<br />
INFORME ESPECIAL / UN CIRCO MITICO: FUE EL MAS MODERNO DEL<br />
MUNDO Y LLEGO A LA ARGENTINA EN 1923<br />
<strong>Regresa</strong> <strong>la</strong> <strong>magia</strong> <strong>del</strong> <strong>legendario</strong> <strong>circo</strong> <strong>Sarrasani</strong><br />
Luego de 26 años estará desde julio en Palermo, con una renovada tecnología y<br />
espectáculos ecuestres<br />
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Por SIBILA CAMPS. De <strong>la</strong> Redacción de C<strong>la</strong>rín<br />
Después de 26 años, <strong>la</strong> marcha que distinguió al <strong>legendario</strong> <strong>circo</strong> <strong>Sarrasani</strong> volverá a<br />
sonar bajo <strong>la</strong> carpa. Será en <strong>la</strong>s vacaciones de invierno, junto al renovado Tattersall, al<br />
<strong>la</strong>do <strong>del</strong> Hipódromo de Palermo.<br />
No habrá en <strong>la</strong> pista una decena de elefantes, pero <strong>la</strong> tecnología de punta -marca<br />
registrada de este <strong>circo</strong> casi centenario- hará sobrevo<strong>la</strong>r un paquidermo imaginario<br />
sobre <strong>la</strong>s 2.680 butacas. Y en una de el<strong>la</strong>s estará sentada Trude Stosch-<strong>Sarrasani</strong>, nuera<br />
<strong>del</strong> fundador y última directora, quien desde 1981 está radicada en <strong>la</strong> Argentina.<br />
En 1888, cuando Hans Stosch se escapó de su acomodada casa de Lomnitz, a los 15<br />
años, para unirse a un <strong>circo</strong> itinerante, escribió el primer párrafo de un cuento fantástico<br />
con artistas de países exóticos y cientos de animales. Fue también el primer capítulo de<br />
una nove<strong>la</strong> con brillos de <strong>la</strong>mparitas, incendios y bombas, dramáticamente ligada a <strong>la</strong><br />
historia de Alemania.<br />
Stosch arrancó de <strong>la</strong> nada: un payaso con su caniche. Y en 1902 presentaba el <strong>Sarrasani</strong>,<br />
“el <strong>circo</strong> más moderno de <strong>la</strong> actualidad”. Podía albergar a 3.600 espectadores y era el<br />
primero de su país que tenía luz eléctrica.<br />
Los años siguientes fueron de expansión: funciones en toda Europa, un edificio propio<br />
en Dresden, y un patrimonio de 400 animales. Stosch-<strong>Sarrasani</strong> supervisaba en persona<br />
<strong>la</strong> calidad de cada número, y cuidaba que todo el espectáculo tuviera un ambiente<br />
fabuloso. No sólo dio a los artistas tradicionales una pátina de exotismo, sino que<br />
también incorporó “troupes” de marroquíes, chinos, javaneses, turcos, hindúes y hasta<br />
verdaderos indios sioux.<br />
“Sin cine ni televisión, a principios de siglo el <strong>circo</strong> era el único espectáculo masivo. La<br />
gente podía ver el mundo a través <strong>del</strong> <strong>circo</strong>”, seña<strong>la</strong> Gustavo Bernstein, quien investigó<br />
<strong>la</strong> historia <strong>del</strong> <strong>Sarrasani</strong>, <strong>la</strong> que será editada en un libro de próxima aparición.<br />
La Primera Guerra Mundial diezmó el <strong>circo</strong>. Unos 450 artistas y trabajadores fueron<br />
reclutados o expulsados por provenir de “países enemigos”. Hubo requisa de vehículos,<br />
caballos, elefantes y camellos. La racionalización de alimentos y los virus terminaron<br />
con los demás animales.<br />
<strong>Sarrasani</strong> se recuperó: en 1923, con artistas rusos escapados de <strong>la</strong> revolución<br />
bolchevique, armó un <strong>circo</strong> sin carpa. También inició <strong>la</strong> primera gira <strong>la</strong>tinoamericana y<br />
triunfó en <strong>la</strong> Argentina. Volvió a apostar a lo grande: dos carpas gigantes para 10.000<br />
personas cad una, 250 caballos, 100 fieras, 27 elefantes. Pero en 1932, tras un incendio<br />
en Amberes, sólo quedaron deudas.<br />
<strong>Sarrasani</strong> comenzó a tener problemas con el gobierno de Hitler, y en 1934 volvía a<br />
embarcar a <strong>la</strong> compañía rumbo a Brasil, Uruguay y Argentina. Murió ese año en San<br />
Pablo, y su hijo, Hans Stosch Junior, se hizo cargo de <strong>la</strong> empresa. Dos años después,<br />
luego de algunos contactos con Goebbels -el poderoso ministro de Hitler-, parte <strong>del</strong><br />
<strong>circo</strong> volvió a Europa. Los artistas judíos quedaron en los espectáculos sudamericanos.<br />
Junior murió joven, en 1944. Trude, su viuda, a los 28 años tuvo que trascender su<br />
número con caballos y conducir <strong>la</strong> empresa. También, lidiar con el régimen nazi, que<br />
llegó a detener<strong>la</strong>, junto con Gabor Nemedi, el administrador, con quien se casaría más<br />
tarde.
A los 86 años, Trude no se olvida <strong>del</strong> 13 de febrero de 1945, cuando el bombardeo a<br />
Dresden convirtió al <strong>Sarrasani</strong> en escombros. “Se me pone <strong>la</strong> piel de gallina cuando me<br />
acuerdo. Fue en plena función. Nos metimos todos en el refugio construido abajo <strong>del</strong><br />
edificio -cuenta-. Cuando terminó, hicimos apagar el fuego y vino el segundo ataque.<br />
Doce personas habían salido para llevar los caballos al río, creyéndolo un lugar más<br />
seguro: murieron todas”.<br />
Trude recomenzó de cero, primero como artista ecuestre y luego con antiguos<br />
compañeros de pista. En 1948, Perón y Evita asistían al reestreno mundial <strong>del</strong> <strong>circo</strong><br />
<strong>Sarrasani</strong>. Dos años después, por iniciativa de <strong>la</strong> primera dama, se le confería el título de<br />
Circo Nacional Argentino.<br />
Desde entonces, el <strong>Sarrasani</strong> funcionó con intermitencias en Europa y en Sudamérica.<br />
Hasta que en 1973, Trude y Nemedi decidieron desarmarlo. “Había muchas dificultades,<br />
no había gente suficiente, y uno solo no podía armar <strong>la</strong> carpa, cargar y descargar<br />
camiones”.<br />
Pero en aquellos últimos años en Buenos Aires, <strong>la</strong> pareja entabló amistad con el<br />
arquitecto y urbanista Jorge Bernstein, que tienen -entre sus antecedentes- más de 200<br />
obras civiles y comerciales en nuestro país, Estados Unidos e Ing<strong>la</strong>terra. Su estudio y<br />
empresa inmobiliaria compró los derechos mundiales de <strong>Sarrasani</strong> Circus y <strong>Sarrasani</strong><br />
Entertainment.<br />
Para Bernstein, es hacer realidad el sueño <strong>del</strong> pibe. El <strong>Sarrasani</strong> hará temporadas de<br />
invierno y de verano en una carpa climatizada junto al Tattersall de Palermo, que<br />
también albergará a otros <strong>circo</strong>s, como el Roncalli. Tendrá además otra carpa fija en<br />
Luján. El <strong>circo</strong> será re<strong>la</strong>nzado al mismo tiempo en Dresden, donde una calle lleva su<br />
nombre y Trude acaba de ser recibida como una heroína.<br />
El nuevo <strong>Sarrasani</strong> conservará, en una esca<strong>la</strong> menor, <strong>la</strong>s señas distintivas de su<br />
predecesor: música en vivo con orquesta, espectáculos ecuestres y artistas rusos,<br />
po<strong>la</strong>cos, chinos, alemanes, mexicanos y españoles. Como era su tradición, contará con<br />
tecnología de última generación.<br />
“Haremos figurar leones y elefantes, pero con hologramas, figuras tridimensionales -<br />
promete Bernstein-. Vamos a jugar con realidad virtual, para que todo sea ilusión, pero<br />
también para que el artista se luzca como individuo”.<br />
Los sueños de un hacedor<br />
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Para el arquitecto y urbanista Jorge Bernstein (54), tener un <strong>circo</strong> significa cumplir el<br />
sueño <strong>del</strong> pibe, y más aún el <strong>Sarrasani</strong>. Un proyecto que nada tiene que ver con los<br />
anteriores: los shoppings Patio Bullrich, Spinetto y Abasto, los cines multiplex de<br />
Recoleta, y más de 200 obras en EE.UU., Ing<strong>la</strong>terra y Argentina.<br />
“Siempre me gustaron <strong>la</strong>s historias de los <strong>circo</strong>s -afirma-. Cuando yo era chico, mi<br />
padre tenía muchos terrenos, donde solían montar los <strong>circo</strong>s. Siempre me ponía en el<br />
palco con mis amiguitos, y me decía que ese pony de <strong>la</strong> pista era mío. También iba<br />
detrás de <strong>la</strong> escena, para ver los carromatos y los caballos”.<br />
“En 1968, el <strong>Sarrasani</strong> se instaló en Retiro -recuerda-. Yo tenía el berretín de llevar a mi<br />
hijo Gustavo, que era chiquito. El día en que fui a comprar los boletos, se produjo un
incendio en el tablero de conexión. Logré apagarlo. Salió Gabor Nemedi, el<br />
administrador, y así nació una estrecha amistad entre nosotros”.<br />
Nemedi murió en 1981, pero Bernstein siguió frecuentando a su mujer, Trude Stosch-<br />
<strong>Sarrasani</strong>, nuera <strong>del</strong> fundador <strong>del</strong> <strong>circo</strong> y última directora. El arquitecto no olvidó su<br />
sueño, y el <strong>circo</strong> será <strong>la</strong> niña bonita <strong>del</strong> Tattersall de Palermo, que se convertirá en un<br />
centro de espectáculos con museo, orquesta, cines, teatros y restaurantes. El<br />
re<strong>la</strong>nzamiento que se prevé para Dresden, Alemania, será aún más ambicioso:<br />
funcionará en un megacentro de convenciones y espectáculos.<br />
En estos 31 años de convivir con <strong>la</strong>s anécdotas <strong>del</strong> <strong>Sarrasani</strong>, Bernstein contagió su<br />
pasión a su hijo, quien investigó <strong>la</strong> historia <strong>del</strong> <strong>circo</strong> en Europa y en Sudamérica. Su<br />
libro también incluirá fotos sorprendentes y muchos de los afiches dibujados por Max<br />
Friëd<strong>la</strong>nder.<br />
LOS AÑOS DEL REGIMEN NAZI<br />
El <strong>circo</strong>, una campana de cristal en medio de <strong>la</strong> guerra<br />
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“Yo no supe que pasaban muchas cosas, hasta que terminó <strong>la</strong> guerra”, asegura Trude<br />
Stosch-<strong>Sarrasani</strong>. El <strong>circo</strong> era una campana de cristal, donde confraternizaban artistas de<br />
los cinco continentes. Y tanto su suegro como su esposo y más tarde el<strong>la</strong> misma eran<br />
empresarios que intentaban achicar deudas, conseguir rebajas impositivas y seguir<br />
dando funciones.<br />
Hija de un violoncelista de <strong>la</strong> Tonhälle de Zurich (Suiza) que tocaba “casi todos los<br />
instrumentos”, Trude repartió su adolescencia entre <strong>la</strong> trompeta y <strong>la</strong> danza clásica. En el<br />
barco que llevaba a <strong>la</strong> bai<strong>la</strong>rina a Sudamérica conoció a Junior. Firmó <strong>la</strong> partida de<br />
casamiento creyendo que era <strong>la</strong> escritura de un terreno para los animales, y el Registro<br />
Civil de Buenos Aires, <strong>la</strong> oficina de catastro.<br />
A los 86 años, Trude conserva <strong>la</strong> misma ingenuidad que, aunque resulte paradójico, <strong>la</strong><br />
salvó en <strong>la</strong> época <strong>del</strong> nazismo. “Un muchacho había estado preparando durante toda <strong>la</strong><br />
mañana una estrel<strong>la</strong> en dos colores con viruta, en <strong>la</strong> pista -cuenta-. A <strong>la</strong> tarde vino un<br />
inspector de <strong>la</strong> Gestapo y se quedó mirándo<strong>la</strong>. `Es linda, ¿verdad´, le comenté. No me<br />
había dado cuenta de que era <strong>la</strong> estrel<strong>la</strong> de David”.<br />
El régimen hostigó con frecuencia a los <strong>Sarrasani</strong>, exigiéndoles espectáculos “que<br />
elevaran <strong>la</strong> moral alemana”. Insistió en <strong>la</strong> afiliación de Trude, quien jamás accedió. Le<br />
rec<strong>la</strong>mó su certificado de ario. “No me lo mandaban nunca -recuerda Trude-. Cuando<br />
por fin me lo enviaron, entendí por qué: mi abuelo materno se l<strong>la</strong>maba Samuel<br />
Widmer”.<br />
Hacia el final <strong>del</strong> régimen nazi fue detenida por <strong>la</strong> Gestapo y pasó varias semanas presa.<br />
La acusación: haber favorecido a los extranjeros en el reparto de <strong>la</strong>s magras raciones de<br />
alimentos.<br />
No son éstas <strong>la</strong>s anécdotas que Trude gusta contar. Prefiere recordar <strong>la</strong> rectitud, <strong>la</strong><br />
energía y el buen humor de su suegro, el fundador <strong>del</strong> <strong>circo</strong>, y <strong>la</strong>s travesuras de su<br />
marido. Y sobre todo, hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con los lipizzanos, los caballos que nacen<br />
negros y a través de los años se vuelven b<strong>la</strong>ncos, con los que compartió <strong>la</strong>s pistas<br />
durante cinco décadas.<br />
“Nunca les he pegado, los he entrenado sólo con amor. Y nunca tampoco me pateó un<br />
caballo”, afirma. Así también se lo enseñó a jóvenes adiestradores de Alemania, cuando<br />
dejó de actuar.<br />
En su granja de Quilino, en <strong>la</strong> provincia de Córdoba, entre ovejas, cabras y pollos,<br />
conservó a dos lipizzanos. Debió alejarse de los animales en 1981, al mudarse a Buenos
Aires. Hoy en día, Trude asegura no extrañar el <strong>circo</strong>. “Pero sueño con mis bichos -<br />
admite-, y eso me duele”.