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Buderacky, Leopoldo Mariano<br />
Bajo el Cerro Uritorco: cosmos, lógica y sentido. - 1a ed. - Córdoba : <strong>La</strong> <strong>Reforma</strong>, 2008.<br />
406 p. ; 21x16 cm.<br />
ISBN 978-987-24130-1-9<br />
1. Cosmosofia. I. Título<br />
CDD 113<br />
E-mail del autor: leobuder@hotmail.com<br />
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático,<br />
ni la transmisión de ninguna forma o por medios ya sean electrónico, mecánico, por<br />
fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares<br />
del copyright.<br />
Primera edición 2008<br />
Queda hecho el depósito que previene la ley 11723<br />
LEOPOLDO MARIANO BUDERACKY<br />
Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, en 1958. Realizó estudios terciarios y universitarios<br />
de grado y de postgrado, obteniendo los títulos de Técnico en Arqueología en el Instituto Cultural de Historia, Arte<br />
y Arqueología Americana, Licen-ciado en Ciencias Políticas en la Universidad Argentina John F. Kennedy y Magister<br />
en Antropología en la Universidad Nacional de Córdoba.<br />
Su trayectoria académica, de más de dos décadas, se ha visto asociada tanto a la docencia y como a la investigación. En<br />
el primer caso, desempeñándose ininterrumpidamente como docente en los nive-les medio, terciario y universitario; en<br />
el segundo, participando de la ejecución de proyectos específicos en el área de las ciencias sociales en general y de la<br />
antropología en particular, consiguiendo especializarse en el abordaje de los espacios propios de la Antropología de las<br />
Repre-sentaciones Simbólicas o de la Religión.<br />
Alejado por elección personal de los modos de vida urbanos, en el presente habita, con su esposa y su pequeña hija, en<br />
algún lugar del corazón de las serranías cordobesas.
"Y esta es la señal de que soy yo el que te envía: después<br />
de que hagas salir de Egipto al pueblo, ustedes<br />
darán culto a Dios en esta montaña."<br />
Éxodo 3: 12<br />
<strong>La</strong> Biblia
<strong>La</strong> investigación que aquí se presenta encuentra su espacio geográficocultural<br />
en un contexto más que singular. Su epicentro fenomenológico, inagotable<br />
fuente de representaciones simbólicas, se localiza en la serrana localidad<br />
de Capilla del Monte, provincia de Córdoba, República Argentina. De modo tal,<br />
que creo no equivocarme al decir que en este trabajo "el lugar" será, casi, tan<br />
importante como "el caso" mismo.<br />
Conocí Capilla del Monte en el lejano invierno de 1963. Tenía, en aquel<br />
entonces, tan solo cinco años. Había llegado hasta el pueblo llevado de la<br />
mano de mi padre, un inmigrante europeo que, en épocas vacacionales, acostumbraba<br />
dejar la Capital Federal veraneando, como muchos de sus habitantes,<br />
en la provincia de Córdoba.<br />
Aquella visita produjo un enorme impacto en mis infantiles percepciones:<br />
la emoción de enfrentarme por vez primera a un mundo distinto al de la<br />
gran ciudad donde me había criado, la sensación de hallarme frente a un<br />
microcosmos predominantemente rural, pletórico de calles de tierra y descuidados<br />
animales transportando cargas y personas, y la prematura nostalgia por<br />
el silencio extraño de sus siestas, sus espacios perfumadamente deshabitados<br />
y su gigantesca mole de piedra que se erguía -desafiante como hoy- enfrentando<br />
al lugar: el Cerro Uritorco.<br />
En aquella ya lejana oportunidad recorrimos sus paisajes y, desde las<br />
explicaciones que me brindaba mi padre en su particularmente acentuada<br />
manera de hablar el español, los sitios prehistóricos e históricos que abundan,<br />
aún hoy, no muy lejos del mismo poblado.<br />
Fueron aquellas iniciales aproximaciones las que significaron el inicio de<br />
mi amor por el estudio de la antropología y por ése diminuto pueblo, el cual,<br />
en aquella época, constituía un conglomerado humano marginal de la provincia.<br />
Capilla del Monte no tenía mayores perspectivas de "progreso" ni de "futuro",<br />
estaba alejada de los centros urbanos y turísticos más importantes de la<br />
época, contaba con limitadísimos recursos económicos y carecía -casi- de la<br />
infraestructura mínima para recibir a sus otrora muy escasos visitantes.<br />
Transitar sus bucólicas veredas, partir de excursión a sus pedemontes y<br />
serranías, provocaban en mi pecho de niño la extraña, muy extraña sensación<br />
de una melancolía que, por entonces, desconocía o, mejor dicho, comenzaba<br />
irremediablemente a conocer.<br />
El tiempo, indefectible, transcurrió, dejando sin saberlo -y como siempre<br />
ocurre- su huella en mí.<br />
9
<strong>La</strong>rgas décadas debieron pasar hasta producirse mi solitario regreso,<br />
ahora como adulto, en el mes de enero de 1986. Lo hice motivado por la fuerza<br />
de la memoria, por aquellos ancianos recuerdos, por lo indescriptible de sus<br />
bellezas naturales, y por la ansiada búsqueda del reposo, la serenidad y el abrigo<br />
que la ciudad no me brindaba.<br />
Aquel enero, pues, me encontró allí, amparado en su enorme quietud,<br />
extasiado -diría- en sus parajes, embelesado por sus colores y figuras, exhultante<br />
ante el sonar de sus arroyos, admirado.<br />
Embargado como estaba por aquellas múltiples sensaciones, mi armonía<br />
fue quebrada al noveno día. En esa oportunidad, desde la televisión instalada<br />
en un bar céntrico, el City Bar, y observando un noticiero de Buenos Aires, me<br />
enteré, como encerrado entre los muros de una paradoja, que en cercanías de<br />
Capilla del Monte, y sobre una de las laderas del próximo Cerro Pajarillo, se<br />
había producido, decían, el descenso de un Objeto Volador No Identificado. No<br />
adjudiqué a la información la menor importancia. Tomé un libro que llevaba<br />
conmigo, comencé a leer y continué con naturalidad mi vida.<br />
Al salir, en el pueblo no se hablaba de otra cosa que del "OVNI" que había<br />
"aterrizado". Se difundía el rumor -incluso- de que el popular y sensacionalista<br />
periodista José De Ser (singular cronista del -para la época- noticiero televisivo<br />
con mayor rating de Argentina, hoy fallecido), habría de visitar -como<br />
luego lo hizo- el lugar.<br />
Atribuí lo que veía y escuchaba a un disparo pasajero de imaginación<br />
colectiva y, sin más, cuatro días después, regresé a Buenos Aires, enamorado<br />
de lo que ahora, con los ojos de un hombre, había contemplado: uno de los<br />
lugares naturalmente más bellos, sugestivos y enigmáticos del mundo por mí<br />
conocido.<br />
Fue aquel sentimiento el que me llevó, año tras año -y casi sin interrupción-<br />
a regresar siempre a ese pueblo, comprobando en cada viaje, y sin buscarlo,<br />
la alteración que había comenzado a operarse en él. Observaba cambios<br />
cuyos "aparentes" efectos no se circunscribían a la realidad de los que allí vivían<br />
sino que, a ochocientos kilómetros de distancia, comenzaban a ser popularmente<br />
advertidos en la capital del país para, desde allí, difundirse -como<br />
ocurriera- hacia el resto del mundo.<br />
Pude ser así testigo silencioso y mudo de un lento proceso de transformación<br />
que, con el tiempo, afectó todos los órdenes de la vida capillense:<br />
desde su economía y su política hasta sus relaciones sociales más abarcativas,<br />
10
desde sus percepciones originales hasta sus representaciones actuales. Este<br />
cambio, consideré, implicaba a su identidad toda.<br />
Simultáneamente, yo mismo comenzaba a mostrar un singular interés<br />
por lo que escuchaba; una extraña fuerza de empuje emocional, de contagio<br />
social (tal vez), que me obligaba, sin quererlo o queriéndolo, a observar lo que<br />
ocurría desde una actitud distanciada, pero no menos entusiasmada por lo que<br />
empezaba a interpretar como un particular fenómeno de características socioculturales.<br />
De esa manera inicié mi lento acercamiento hacia su vida, sus percepciones<br />
y sus representaciones, viendo, leyendo e interiorizándome de los discursos<br />
y prácticas que empezaban a conformar la compleja estructura de aquel<br />
maravilloso sitio.<br />
Tuve, incluso, el privilegio de habitar por espacio de un año la comarca.<br />
En efecto, el 18 de enero de 1994, encontrándome en la ciudad de Londres, y<br />
a metros de Waterloo Bridge, movilizado por mis búsquedas de una vida que<br />
me hallara con lo que para mí constituía una necesidad profunda de comunión<br />
con la naturaleza, abandoné la posmoderna Europa, trocándola por las serranías,<br />
el polvo, las aparentes limitaciones, los misterios y la magia de Capilla del<br />
Monte y del Cerro Uritorco.<br />
Desde este nivel de aproximación, y como uno más del pueblo, me situé<br />
en el epicentro mismo de la cosa, profundizando mi conocimiento de lugares,<br />
situaciones y personas que me llevarían a apreciar que, la bonhomía idealizada<br />
de ese entorno, constituía en realidad, y como es dable que ocurra, una<br />
complicada red no siempre tan feliz ni tan sencilla de ser comprendida, mucho<br />
menos explicada. En este sentido, Capilla del Monte y su cerro, año tras año,<br />
casi diría día tras día, evidenciaba un crecimiento geométrico que, teniendo<br />
como origen a aquella extraña aparición luminosa en cercanías del Uritorco,<br />
anclaba en sus representaciones para, desde ellas, traducirse en su demografía,<br />
en su economía, en sus relaciones sociales y en su modo original de ser.<br />
Aquel poblado, otrora marginado y marginal, comenzaba a ser, además,<br />
visitado por una enorme variedad de "estudiosos" y "científicos" quienes,<br />
ostentando una formación académica por lo general de muy dudosa raigambre,<br />
pretendieron dar cuenta de lo que sucedía en el lugar, originando de este<br />
modo una copiosa e incuantificable literatura de ribetes divulgativos, esotéricos<br />
y fantásticos.<br />
11
Un gran vacío, un sugestivo vacío teórico, provenía de las Ciencias<br />
Sociales en general y de la Antropología en particular, con la meritoria y oportuna<br />
excepción de dos informes presentados al Instituto Nacional de<br />
Antropología y Pensamiento <strong>La</strong>tinoamericano por el antropólogo Luis Esteban<br />
Amaya Rocha hacia el año 2002.<br />
<strong>La</strong> chispa de lo que poco después se transformaría en la presente investigación<br />
antropológica estaba, para mí, encendida: en sus "Experiencias<br />
Sagradas y Metafísicas en la Zona Uritorco, Córdoba: de los salamanqueros a<br />
los santuarios extraterrestres y cultores de la Nueva Era", así como en<br />
"Buscadores espirituales de la Nueva Era en torno al Uritorco, Córdoba", Luis<br />
Amaya daba cuenta de lo que ocurría en Capilla del Monte desde niveles de<br />
aproximación que, aunque valiosos y ricos en sus aportes, se me revelaban, sin<br />
embargo, demasiado amplios y generales.<br />
Me interrogué, por tanto: ¿Qué ocurriría si abordáramos las representaciones<br />
contextualizadas en Capilla del Monte, su entorno y los fenómenos que<br />
contiene, a partir de niveles de análisis más acabadamente empíricos, mayormente<br />
focalizados?. Ésta, pues, y no otra, llegó a constituirse en la inquietud<br />
disparadora de este trabajo.<br />
El mismo, habría de suponer una cantidad inestimable de excursiones e<br />
incursiones a campo desplegadas con estos fines desde agosto de 2001 a abril<br />
de 2004. A lo largo de ellas, lo estratigráficamente abismal de Capilla y del<br />
Uritorco supuso la exhumación de lógicas y sentidos que dieron, por fin, con<br />
un nivel empírico que, desde su complejidad simbólica y práctica, consideré<br />
tanto representativo de lo que allí sucedía como de una hondura hasta el<br />
momento inabordada. Dicho universo, surgió de mi conocimiento y de mi posterior<br />
interacción profunda con un conjunto humano cuya organización de su<br />
vida, así como los significados que asignaban a sus comportamientos, en suma<br />
su manera de ver, de ser y de estar el mundo, resultaban particularísimos: el<br />
autodenominado "Grupo de Estudios Cosmosóficos UKSIM".<br />
Ya desde el Grupo UKSIM, mi unidad de análisis, y a partir del compartir<br />
mi vida con sus miembros en la comunidad que este Grupo conforma en una<br />
de las laderas del cerro vecino inmediato al Uritorco -el cerro Pajarillo-, mi<br />
investigación implicó un arduo, vasto y prolongado período fecundo en percepciones<br />
y vivencias imposibles de ser plasmadas desde sus totalidades al<br />
papel. Sus resultados y divulgación son, ni más ni menos, la materialización de<br />
12
los objetivos de este libro. Lo subjetivo de aquello abarcado, lo inenarrable,<br />
quedará, pues, reservado a la intimidad de mi conciencia, la que apela -en última<br />
instancia- a mi propia honestidad intelectual que -así lo siento- es lo que<br />
en todo momento me ha inspirado.<br />
En reducidos términos, este trabajo se presenta al lector dividido en 7<br />
(siete) capítulos, caracterizados cada uno por su propia especificidad descriptiva,<br />
de análisis y de reflexión. Los mismos, aparecen frecuentemente acompañados<br />
por notas, afirmaciones, citas o comentarios que exigirán del lector, en<br />
cada uno de ellos, el necesario, fluido y enriquecedor ejercicio de su consulta.<br />
El capítulo 1 (uno), pretende dar cuenta del estado actual del conocimiento<br />
de las ciencias sociales con relación a los fenómenos religiosos (entendidos<br />
éstos como comportamientos tendientes a vincular lo existente con instancias<br />
trascendentes), construcciones en el tiempo que intentan abordar<br />
aspectos de la realidad humana que se han dado en llamar, muchas veces, e<br />
indistintamente, "creencias", "ideologías", "representaciones simbólicas" o,<br />
como en mi caso prefiero hacerlo, "religión". Se trata, pues, de una "revisión" lo<br />
más exhaustiva y compendiada posible de aquellos postulados fundamentales<br />
que, de un modo u otro, habrán de permitirnos acceder a una perspectiva general<br />
de los estudios más destacados sobre esos mecanismos desarrollados hasta<br />
la actualidad. Su función aquí no responde a otra cosa que a oficiar de "lentes"<br />
a partir de los cuales habrá de contemplarse e interpretarse el caso en ciernes.<br />
El capítulo 2 (dos), busca informar al lector sobre las estrategias metodológicas<br />
y técnicas que desplegué en mi trabajo para acceder al estudio del<br />
caso que ocupará estas páginas; cual una carta previa de viaje, habrán ellas de<br />
orientar el rumbo desde y hacia el cual me dirigí para "tratar" el tema, estableciendo<br />
los instrumentos con los que procuré arribar a la interpretación más<br />
profunda que he podido hacer del mismo.<br />
A lo largo del capítulo 3 (tres), literalmente "presento" mi estudio,<br />
"informo" sobre los comportamientos culturales construidos en torno al Cerro<br />
Uritorco en general y al "Caso UKSIM" muy en particular desde aproximaciones<br />
fundamentalmente fenomenológicas.<br />
El capítulo 4 (cuatro), fundado en la complejidad intrínseca de un<br />
exhaustivo análisis documental por mí realizado, sintetiza el sistema simbólico<br />
inherente al Grupo de Estudios Cosmosóficos UKSIM, su lógica profunda y<br />
13
su visión y sentido del mundo, del hombre y de las cosas. Consideré adecuado<br />
incluirlo a modo de antesala de aspectos eminentemente fácticos que son<br />
luego tratados en los capítulos de descripción y de análisis específicos. Sin él<br />
-entendí- habría de dificultarse la comprensión de las lógicas y de los sentidos<br />
prácticos tanto de su cosmovisión como de su ethos. Desde allí, y a partir del<br />
extenso capítulo 5 (cinco), describo, narrativamente y con especificidad propia,<br />
el modo de representarse la realidad y las prácticas cotidianas que se derivan<br />
de mis sujetos de estudio. Resultado inmediato de mis múltiples "incursiones<br />
a campo", extendidas por espacio mayor a tres años, da importante y<br />
detallada cuenta de mis vivencias, tanto dentro del Grupo como fuera de él,<br />
operando como el reflejo más inmediato y genuino de mis propias emociones,<br />
sensaciones y percepciones, todas ellas sostenidas en el universo originalísimo<br />
de lo que fuera mi unidad de observación: la comunidad "Sierra del Cielo".<br />
Dable es decir, que la misma es sostenida por el Grupo UKSIM en una de las<br />
laderas del mismo cerro Pajarillo. Dicha descripción, complemento indispensable<br />
al análisis posterior, considero necesario advertirlo, he buscado iluminarla,<br />
siempre, bajo el explícito ejercicio de mi propia reflexividad.<br />
Debo manifestar que hubiera deseado ilustrar fotográficamente cada<br />
uno de los lugares que en dicho extenso capítulo son mencionados. Sin embargo,<br />
he carecido de la pertinente autorización del Grupo UKSIM para hacerlo.<br />
<strong>La</strong>s razones que se me expresaran han sido contundentes: "una fotografía<br />
refleja solo un instante paralizado de una realidad permanentemente mutante".<br />
Por lo tanto, destaco que la comunidad que conocí, que he descripto y que<br />
busqué interpretar, sujeta mi conocimiento, mi descripción y mi interpretación<br />
a la inexorable categoría de un tiempo ya pasado.<br />
Finalmente, el capítulo 6 (seis) presenta el análisis etnográfico general<br />
de los datos construidos en función de las categorías de análisis con las que<br />
me acercara al Grupo de Estudios Cosmosòficos UKSIM y a su comunidad de<br />
Sierra del Cielo. Sus conclusiones, articuladas en el capítulo 7 (siete), son los<br />
resultados derivados de la hermenéutica buscada, teniendo en cuenta todo<br />
aquello descripto primariamente en el capítulo 4 (cuatro) y, fundamentalmente,<br />
en el capítulo 5 (cinco). <strong>La</strong>s mismas, en modo alguno debieran ser interpretadas<br />
como definitivas: en este sentido -y por las razones expuestas más arriba-<br />
la cambiante realidad humana impide "concluir" de manera absoluta lo<br />
que definitivamente se evidencia como resultado de procesos hondos y per-<br />
14
manentemente transformables de la existencia de los hombres, los que preferentemente<br />
merecen, siempre, interpretarse de manera diacrónica.<br />
Será el octavo, por tanto, la parte invisible de este ensayo, el inenarrable<br />
capítulo que dejo pendiente al lector atento, sensible y pensante; aquel<br />
episodio inexpresable en el ahora, expectante de forma y de sustancia; la puerta<br />
abierta a futuros trabajos y a próximas y más acabadas investigaciones,<br />
avances esos que, sin duda alguna, permiten a la Antropología, y confío así<br />
continuará siendo, oficiar de simbólico espejo frente al cual vernos todos<br />
(como cultura) y cada uno (como personas) reflejados.<br />
Por último, deseo expresar un sincero y sentido agradecimiento a las<br />
siguientes personas e instituciones:<br />
— A la Dra. Cinthia Pizarro, mi querida Directora de Tesis y amiga, por su<br />
amistad, orientación, apoyo, comprensión, tolerancia y ejemplo constante.<br />
— A la Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y<br />
Humanidades, Maestría en Antropología, por haberme brindado los instrumentos<br />
intelectuales y morales para abordar las complejidades del<br />
universo humano con humildad y respeto hacia lo distante, lo diferente<br />
y lo diverso.<br />
— Al Lic. Luis Esteban Amaya Rocha, antropólogo, poeta y amigo, por sus<br />
noches hechizadas de colores y formas que iniciaron el surco a mis profundos<br />
deseos de comprensión.<br />
— A la Universidad Nacional de Catamarca, casa de altos estudios que<br />
escuchara por vez primera mucho de lo que aquí se ha escrito.<br />
— Al Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento <strong>La</strong>tinoamericano,<br />
institución que me abriera sus puertas de ensueño y saber.<br />
— A Capilla del Monte, por encantarme con su magia indescriptible, marcando<br />
mis sueños, mi existencia y mis pensamientos con su luz y con su<br />
cerro.<br />
— Al Grupo de Estudios Cosmosóficos UKSIM y, muy particularmente, a<br />
Daniel Gagliardo, su Coordinador General, por haberme brindado como<br />
hombre, y también cerrado como antropólogo, el acceso a un mundo<br />
novedoso y profundo. Tal vez los haya defraudado. Sé que nunca ha sido<br />
mi intención.<br />
— A mi padre, por mostrarme por vez primera aquellos incomparables<br />
lugares que son descriptos en este trabajo.<br />
15
— A mi mujer, Verónica Mazzón, por sus largas horas, días y años de comprensión<br />
y tolerancia únicas. Su enorme inteligencia y amor sincero subyacen<br />
en cada una de las líneas de este trabajo, las que han conocido su<br />
expresión en su inapreciable y amorosa orientación y apoyo.<br />
— Y, a mi hija, Magdalena Lila, de quien deseo, algun día, se sienta orgullosa<br />
del padre que ha tenido.<br />
16<br />
Leopoldo M. Buderacky
"Sólo la antropología puede demostrar el verdadero desarrollo de la cultura y<br />
de la organización social. Sólo los antropólogos pueden demostrar a la<br />
humanidad, sin dejar duda alguna, el progreso del conocimiento humano".<br />
(Castaneda, C., 1998: 62)
Inmerso en un contexto y un espacio singular, en donde lo simbólicoreligioso<br />
signa las interacciones sociales, mi trabajo de campo se orientó hacia<br />
el entendimiento, la comprensión y la interpretación de aquellas realidades<br />
exóticas plasmadas en los modos de ver, de ser y de hacer con las que habría<br />
-por espacio de tres años- de enfrentarme. Como corolario ineludible de ello,<br />
el presente capítulo busca, por tanto, su conceptualización y dimensionamiento,<br />
revisando intencionalmente las distintas posiciones que han sido formuladas<br />
sobre las dos categorías más significativas que han atravesado toda<br />
mi investigación: lo simbólico y lo religioso.<br />
Inicialmente, reconozco en los comportamientos vinculados al Cerro<br />
Uritorco, en los discursos y en las prácticas emergentes del imaginario que lo<br />
encierra, una singularidad de manifestaciones individuales y grupales. <strong>La</strong>s mismas,<br />
independientemente de las características que ostenten, suponen siempre<br />
-como profundizaremos tomando como referente al Grupo Cosmosófico<br />
UKSIM- evidentes, claras y originales intenciones de "religar" un "algo" que es<br />
considerado "más allá" con el cercano y familiar "más acá" que nos involucra<br />
en la rutina (frecuentemente poco tolerable) de la cotidianidad. Es por ello que<br />
la tarea de conceptualizar y dimensionar los aspectos simbólico-religiosos de<br />
esta clase de comportamientos impuso, como aquí trato de dar cuenta, el<br />
necesario ejercicio antropológico de unir categorías de pensamiento con realidades<br />
concretas que nunca, parecieran, logran agotarse en una sola, exclusiva<br />
y excluyente construcción teórica.<br />
El desarrollo histórico de los estudios "religiosos" ampara, es sabido, una<br />
considerable tradición académica. Uno de sus precursores fue Émile Durkheim,<br />
para quien la realidad social, independientemente de la idea de un dios, podía<br />
entenderse dividida, radicalmente, en una "esfera profana" y en otra "sacra".<br />
Para este autor, además, existían múltiples formas de conducta que no responderían<br />
cabalmente a una religión determinada; es decir, consideró que cada<br />
sociedad tenía representaciones y prácticas de fe aisladas, individuales o locales,<br />
no integradas en un sistema establecido. De este modo, las investigaciones<br />
sobre la conducta social religiosa -pensó- habrían de tener su objeto no<br />
en la religión en sí misma sino en los contenidos que ella albergaría.<br />
En su "De la dèfinition des phenomènes religieuses", Durkheim (1898),<br />
analizó detalladamente algunas de las conceptualizaciones más usuales, entre<br />
ellas, las de Max Müller (1959) y las de Rèville (1960). Para el primero, la reli-<br />
19
gión sería "la capacidad, inherente al hombre, que el espíritu tiene para aprehender<br />
el infinito con nombres diversos y figuras cambiantes" (Müller-Armack,<br />
A. 1959; en: Matthes, J.: 1971 (a): 132), es decir, de anhelar y esforzarse por<br />
concebir lo inconcebible y expresar lo inexpresable; en pocas palabras, la añoranza<br />
de la persona humana por aquello infinito. Como ejercicio de fe y como<br />
sistema de representaciones trascendente a los sentidos y a la razón, definió<br />
al objeto de la religión por el "misterio", por lo "incomprensible" y por lo "indefinible".<br />
Revielle, en cambio, propuso una definición de la religión dependiente de<br />
la idea de Dios, al expresar que podría tratarse de:<br />
"la determinación de la vida humana por el sentimiento de un vínculo<br />
de unión que une al espíritu humano con una fuerza misteriosa<br />
a la que le reconoce el dominio sobre el mundo y sobre sí mismo<br />
y en la que le agrada el sentimiento de ser uno con ella" (Révielle, J.<br />
1960; en: Matthes, J., 1971 (a): 135).<br />
De esta última forma, la religión habría de convertirse en una especie de<br />
ética superior, instancia cuya misión consistiría en regular las relaciones entre<br />
los hombres y ciertos "seres de naturaleza supraterrena" (los dioses) con los<br />
cuales debería mantenerse una estrecha relación de dependencia.<br />
Sin embargo, ambas posturas fueron criticadas por Durkheim: la primera,<br />
por generalizar capacidades que no se corresponden con la realidad etnográfica,<br />
y la segunda, sencillamente porque hay religiones en las que no existe<br />
la idea de un dios (el Budismo y el Jainismo, por ejemplo). Dijo al respecto:<br />
20<br />
"Un dios no es tan solo un objeto especialmente santo. Hay una<br />
característica especial que distingue a los dioses de otros seres religiosos:<br />
un dios es una individualidad sui-generis. Un dios no es una<br />
universalidad cualquiera de naturaleza animal, vegetal o mineral;<br />
es "este" animal concreto, "esta" estrella, "este" espíritu, "esta" personalidad<br />
mítica. Y por ser este árbol, esa planta, aquel héroe<br />
legendario, es un dios y precisamente "este" dios...Por tanto, una<br />
divinidad se concibe siempre como un poder referido a un objeto<br />
determinado y concreto, que admite revelaciones más o menos per-
filadas. Ahora bien, si tal poder no se encarna en un individuo, sino<br />
que, en su lugar, se atribuye a una clase indeterminada de objetos,<br />
en este caso no se trata de dioses, sino de objetos sacros"<br />
(Durkheim, E., 1898; en Matthes, J., 1971 (a):: 137-140).<br />
Para Durkheim, la idea de divinidad pasó a ser un hecho de segundo<br />
rango en tanto idea separada, aislada, personificada y transformada en objeto<br />
de culto, lo que le llevó a pensar la religión como un determinado modo de<br />
pensar, haciendo que la fe misma no sea el único fenómeno que deba calificarse<br />
como religioso. Por tanto, entenderá que ellos son:<br />
"las formas obligatorias de fe y las acciones que se refieren a objetos<br />
dados en dichas formas de fe, en donde lo ritual religioso no<br />
puede ser separado, muchas veces, de lo ritual mágico" (Durkheim,<br />
E., 1898; en Matthes, J., 1971 (a): 137-145)<br />
Según esto, propuso la siguiente definición:<br />
"Los fenómenos caracterizados como religiosos constan de formas<br />
obligatorias de fe asociadas con formas definidas de acción que se<br />
refieren a los objetos dados en las representaciones de la fe"<br />
(Durkheim, E., 1971: 146), cuyo carácter determinante no estaría en<br />
la naturaleza del hombre sino en las ideas colectivas.<br />
Durkheim autoreflexionó sobre esta definición, a la que le encontró -y<br />
coincido con ello- un vacío conceptual propio, en tanto:<br />
"que hay representaciones y prácticas de fe que dan la impresión<br />
de poseer carácter religioso aunque, por lo menos en parte, parecen<br />
resultados de la espontaneidad individual" (Durkheim, E.,<br />
1898; en Matthes, J., 1971 (a): 150)<br />
Esto le permitió resignificar su anterior tesis (a la que denominó “primaria”)<br />
por una secundaria, afirmando que son también fenómenos religiosos<br />
21
las representaciones y prácticas de fe que se refieren a los aspectos interiores,<br />
personales y privados derivados de la religión exterior, impersonal y pública. De<br />
allí que se tuviera la impresión (compartida entre otros por Max Weber (1947)<br />
en su: <strong>La</strong> Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo) de que las formas religiosas<br />
de vida están condicionadas socialmente y de que, a su vez, las realidades<br />
sociales dependen de factores religiosos propios, impresión ésta que, personalmente,<br />
evidencio equilibrada entre posturas individualistas y holistas<br />
tendientes al abordaje metodológico de fenómenos como el que se estudia en<br />
este trabajo.<br />
Resulta importante destacar, además, que definiciones funcionalistas<br />
como las elaboradas por Otto H. Von der Gablentz (1960) llegaron a considerar<br />
a la religión como una "aspiración a la salvación". Tal "aspiración", entendida<br />
como un proceso de integración social, resultaría la forma en la que la<br />
sociedad "realiza su sentido" (Von der Gablentz, O., 1960; en: Matthes, J.,<br />
1971(a): 17-18). Sin embargo, este modo de entender las cosas, llegaría a tropezar<br />
con la seria dificultad de establecer los límites entre lo que es y lo que<br />
no es religión.<br />
Muy probablemente, los abordajes fenomenológico-funcionalistas como<br />
el expuesto, característicos de los años 40 del siglo pasado, hayan derivado en<br />
la tesis de que la religión escapa a toda definición. De acuerdo con ello, la<br />
naturaleza y la esencia "religante" quedarían fuera de toda comprensión racional,<br />
lo que movería a estudiar este tipo de hechos por sus efectos mismos. En<br />
gran medida, esta fue la última postura de Durkheim (1898), quien renunció a<br />
definir la esencia de la religión por motivos tanto gnoseológicos como metodológicos,<br />
para preguntarse exclusivamente por su significación estructural y<br />
funcional Ésta, solo podría ser aprehendida en "formas concretas de actuación<br />
social". De allí el característico énfasis durkheimiano en los aspectos rituales<br />
de las conductas "religantes". Como puntualiza Matthes (1971):<br />
22<br />
"Durkheim considera que el origen de la religión se encuentra en el<br />
carácter regulador de la actuación y del comportamiento social, y<br />
entiende que la conducta sacral no es más que una forma de conducta<br />
social especialmente efectiva desde este punto de vista"<br />
(Matthes, J., 1971(a): 19-20).
También desde el funcionalismo, fue Malinowski (1949) quien rechazó<br />
los encuadres evolucionistas a lo Tylor, a lo Frazer y a lo Lévy-Bruhl, consideraciones<br />
según las cuales la "mentalidad primitiva" tenía carácter prelógico y<br />
la religión, por tanto, funcionaba como sucedáneo de un saber imperfecto.<br />
Para este investigador, sin embargo, lo racional no habría de ser ajeno a las<br />
culturas primitivas, racionalidad que coexistiría con comportamientos de índole<br />
mágica y que constituiría seudocontroles de los acontecimientos no dominables<br />
por esos pueblos.<br />
<strong>La</strong> moderna sociología americana de la religión, de raíces estructuralfuncionalistas,<br />
coincidió en afirmar que la religión "es un sistema de convicciones<br />
mediante las cuales un grupo de hombres afronta los problemas últimos<br />
de la vida humana", acentuando lo religioso como un "System of Beliefs"<br />
(Sistema de Creencias), determinante de un esquema unitario de valores funcionalmente<br />
integrador de las conductas sociales. Estas últimas, aunque no<br />
consideradas como religiosas, presentarían características de representaciones,<br />
convicciones y prácticas que podrían tornarlas equivalentes funcionales<br />
(Yinger, J. M., 1957: 9).<br />
Desde tematizaciones científico comprensivas (a lo Dilthey) Joachim<br />
Wach (1965) concordó con la afirmación expresada por Henri Bergson de que<br />
"nunca hubo una sociedad sin religión", y definió a la misma como la necesidad<br />
absoluta constitutiva de la existencia humana que el hombre siente de<br />
"comunicarse con el infinito", con Dios (Wach, J., 1965; en: Matthes, J.,<br />
1971(a): 25). Para él, la religión llegará a ser una vivencia originaria que habrá<br />
de situarse antes y al margen de toda relación humana y que debería ser referida<br />
a la interioridad más profunda del hombre. Esto lo llevó a pensar la "relación"<br />
entre la religión empírica y la sociedad, objeto de sus estudios sobre estas<br />
problemáticas.<br />
En cambio, y confrontando análisis que lograron admitir una "esencia"<br />
en lo religioso (pero que la colocaron entre paréntesis), Weber (1964) sostuvo<br />
"que no tenemos que ocuparnos en absoluto de la esencia de la religión, sino<br />
de las condiciones y los efectos de una forma concreta de actuación social"<br />
(Weber, M., 1964; en: Matthes, J., 1971(a): 30). Lo característico de su tesis es<br />
que percibió en la religión -al igual que Dilthey- una "forma concreta de<br />
actuación comunitaria". En este sentido, los actos motivados religiosamente<br />
presentarían un triple aspecto: 1- Serían actuaciones con sentido (cuya com-<br />
23
prensión es posible a partir de las vivencias, representaciones y finalidades<br />
subjetivas del individuo); 2- Serían actuaciones sociales con una "estructura<br />
primigenia" intramundana (con lo cual el carácter sobrenatural y trascendente<br />
de la religión queda asociado al acto por el que el hombre da sentido y se<br />
lo considera como dado con la existencia del hombre en cuanto ser actuante)<br />
y, 3- <strong>La</strong> actuación religiosa sería, en su estructura primigenia, "relativamente<br />
racional" y estaría regulada por normas empíricas. Por ello, Weber presentó al<br />
hombre como "un ser que, actuando hacia el exterior, se crea al mismo tiempo<br />
los instrumentos de su equilibrio interior, de sus orientaciones internas, de<br />
sus propias compensaciones, de sus propios estímulos y de su superación hacia<br />
objetivos superiores" (Matthes, J., 1971(a): 32).<br />
Más cercano en el tiempo, y alejado de un estructuralismo estricto (para<br />
el cual la cultura resulta en una serie de reglas interconectadas de las que se<br />
derivan determinadas conductas ajustadas a determinadas situaciones),<br />
Clifford Geertz (1987) abordó la religión como "sistema cultural". En tal sentido,<br />
se acercó a la idea de interpretar estas expresiones como un "conocimiento<br />
del mundo implícito pero solo interconectado a partir del cual, mediante la<br />
negociación, las personas alcanzan modos de actuar satisfactorios en contextos<br />
dados" (Bruner, J., 2001: 75). Puntualiza, además:<br />
24<br />
"no se han realizado progresos teóricos de mayor importancia...y se<br />
agregó muy poco enriquecimiento empírico...se ha explotado el<br />
capital conceptual de los antecesores...el estudio antropológico de<br />
la religión está en un estado de estancamiento general... dicho trabajo<br />
se apoya conceptualmente en una tradición intelectual bien<br />
definida...Durkheim, Weber, Freud o de Malinowski...a nadie se le<br />
ocurre buscar ideas analíticas", etc.. (Geertz, C., 1987: 87).<br />
Y agrega:<br />
"<strong>La</strong> discusión de Durkheim sobre la naturaleza de lo sagrado, la<br />
metodología de la Verstehen (Comprensión) de Weber, el paralelo<br />
de Freud entre ritos personales y ritos colectivos y la indagación que<br />
hace Malinowski sobre la distinción entre religión y sentido común<br />
me parece un inevitable punto de partida de toda teoría antropoló-