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El pirata Garrapata - Juan Muñoz Martín - Todo Primaria

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<strong>Juan</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Martín</strong> <strong>El</strong> <strong>pirata</strong> <strong>Garrapata</strong><br />

—Me pica el estómago —dijo Comadreja.<br />

—Pues ráscatelo —le respondió Cuchareta.<br />

—¡Una rata! —gritó Carafoca.<br />

—¿Dónde?<br />

—Debajo de esa cesta.<br />

—¡Zafarrancho de combate! —ordenó <strong>Garrapata</strong>.<br />

Una multitud de brazos y piernas se lanzaron contra la pobre rata.<br />

—¡Ha subido por el palo mayor!<br />

—¡A por ella!<br />

—¡La cogí, la cogí! —gritó Comadreja desde lo alto, junto a la bandera.<br />

Comadreja se tiró al mar y se la comió tranquilamente. <strong>El</strong> gato estaba<br />

asustado al ver las miradas torvas de los marineros.<br />

—¡Qué gordo está él! —comentó Comadreja un día.<br />

—¡Y qué flacos nosotros! —dijo Carafoca.<br />

—Como que se come «nuestras» ratas —dijo Cuchareta.<br />

—¡A por él!<br />

<strong>El</strong> gato se subió a la cofa y sacó las uñas. Comadreja y sus secuaces se<br />

presentaron ante <strong>Garrapata</strong> y dijeron.<br />

—Queremos la vaca Filomena.<br />

—No hay vaca —dijo <strong>Garrapata</strong>—. Comed sardinas.<br />

—¡Antes la muerte!<br />

<strong>El</strong> barco siguió a la deriva. <strong>El</strong> viento se inclinó a suroeste y el Salmonete<br />

marchó ligero, dejando una larga estela. Las velas iban todas desplegadas, y el<br />

sastre Tijereta cosió con hilo los sietes de los juanetes. Una mañana, los<br />

hombres, hambrientos y con terribles dolores de estómago, encendieron fuego y<br />

pusieron a cocer los zapatos y las botas. <strong>El</strong> chino llenó la cacerola con agua del<br />

mar, echó unas hojitas de laurel y un poco de pimentón y sirvió la mesa. Los<br />

marineros devoraron los zapatos, dejando sólo los clavos. <strong>El</strong> plato estaba<br />

exquisito, pero los zapatos se acabaron en unos días. Los últimos fueron los de<br />

miss Floripondia, que estaban tiernos y sabrosísimos. Los marineros echaron<br />

mano de los cinturones, de las carteras y de los sombreros de cuero que, bien<br />

cocidos y sazonados, aliviaron no poco el hambre. Pero todo se acabó. Una<br />

tarde, Comadreja, en un ataque de hambre, empezó a morder el palo mayor;<br />

daba terribles dentelladas y masticaba frenéticamente la madera.<br />

—¿Está buena? —preguntaron los marineros. Y se lanzaron contra el palo y<br />

empezaron a morderlo vorazmente.<br />

—¡Atrás! —gritó <strong>Garrapata</strong>, restallando el látigo.<br />

—¡Adelante! —gritó furioso Comadreja, dando una feroz dentellada en el<br />

palo.<br />

Había peligro de que el palo, carcomido por aquellos feroces mordiscos, se<br />

viniera abajo. Afortunadamente, los marineros cesaron en su intento. Algunos<br />

se revolcaban en el suelo atacados por agudos retortijones.<br />

—¡Comed sardinas! —gritaba <strong>Garrapata</strong>.<br />

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