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Saluda del Director Espiritual - Consejo Local de HH. y CC. de Cádiz

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y gente tomando lo que por allí dicen<br />

la cerveza <strong><strong>de</strong>l</strong> mediodia . Sin dudarlo,<br />

tomé asiento a la sombra y saboreé el<br />

reconfortante sabor <strong>de</strong> una buena caña<br />

y dos aperitivos <strong>de</strong> la tierra. Luego, me<br />

retiré un rato a la habitación que tenía<br />

reservada en el hotel junto a la iglesia y<br />

al que llaman <strong>de</strong> Francia y París. Me vinieron<br />

bien aquel par <strong>de</strong> horas sobre la<br />

cama, pensando en mi maestro y oyendo<br />

los toques roncos <strong>de</strong> las campanas.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer salí a la calle con el<br />

firme <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> continuar la búsqueda.<br />

Una vez en la plaza, <strong>de</strong>splegué mi mapa<br />

y las reseñas dadas por el buen fraile,<br />

mas no parecía encajar ambas a la vez.<br />

Un buen hombre, <strong>de</strong> aspecto bonachón<br />

y muy educado, se dirigió a mi persona<br />

y me brindó su ayuda habida cuenta <strong>de</strong><br />

mi aparente pérdida y <strong>de</strong>sconocimiento<br />

<strong>de</strong> la ciudad. Todavía hoy doy gracias a<br />

Dios por la perspicacia <strong>de</strong> aquel buen<br />

hombre y su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> darme el encuentro<br />

pues sus instrucciones me llevaron<br />

al lugar elegido. Recuerdo que su<br />

nombre era José Luís.<br />

Tras varios metros calle abajo encontré<br />

la plaza y la iglesia indicada por<br />

el buen señor, San Agustín. Entré rezando<br />

como un niño y tras avanzar por la<br />

nave central, llegué a la altura <strong><strong>de</strong>l</strong> altar<br />

mayor, giré a la <strong>de</strong>recha y lo ví. Las lágrimas<br />

me invadieron y un suspiró llenó<br />

la inmensidad <strong><strong>de</strong>l</strong> templo. No hacía falta<br />

comprobarlo. Era Él, el Cristo al que mi<br />

maestro rezaba y por el que abandonaba<br />

su ciudad natal.<br />

Una persona se acercó por <strong>de</strong>trás y<br />

me llamó. Sin darme tiempo a secarme<br />

las lágrimas me volví y pu<strong>de</strong> oír que se<br />

interesaba sobre mi estado. Se presentó<br />

como padre Julián, prior <strong>de</strong> la comunidad<br />

y, sin dudarlo, me abracé a él emocionado.<br />

Tras unos instantes, nos fuimos a la<br />

sacristía y le narré, ya sosegadamente, la<br />

historia <strong>de</strong> mi búsqueda y el porqué <strong>de</strong><br />

mi emoción. Relajado y pleno <strong>de</strong> felicidad,<br />

oí sorprendido cómo el padre Julián<br />

había conocido a don Eugenio, cuánto le<br />

había sobrecogido la imagen <strong>de</strong> aquel<br />

Cristo al que llaman <strong>de</strong> la Buena Muerte y<br />

cómo había ingresado en la cofradía que<br />

le da culto para, todos los años, sin faltar<br />

uno, bajar hasta <strong>Cádiz</strong> y hacer estación<br />

<strong>de</strong> penitencia con Él.<br />

Ahora, recuerdo aquel momento<br />

como si fuera hoy. Tras la conversación<br />

con el prior, <strong>de</strong>cidí ingresar en la cofradía<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Stmo. Cristo <strong>de</strong> la Buena Muerte<br />

y hacer estación <strong>de</strong> penitencia todos los<br />

Viernes<br />

Santo por<br />

las calles <strong>de</strong><br />

<strong>Cádiz</strong>, igual que lo<br />

hizo mi maestro. Su<br />

imagen me acompaña<br />

siempre, y espero que<br />

por muchos años. Una<br />

foto <strong>de</strong> cuerpo entero<br />

presi<strong>de</strong> la que hoy es mi<br />

librería <strong>de</strong> la calle Santo<br />

Domingo, esquina con la<br />

Plaza Mayor, <strong>de</strong> la ciudad<br />

<strong>de</strong> Almagro. Allí está y allí<br />

seguirá para quien tenga<br />

a bien visitarla la imagen <strong><strong>de</strong>l</strong> Cristo <strong>de</strong><br />

la Buena Muerte, el Cristo <strong>de</strong> mi buen<br />

maestro y amigo, don Eugenio.<br />

Bibliothecae Praefectu<br />

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