.— 10 — »£D lo sucesivo será inmediatamente vengada por mi ta muerte de caída victima con veinte de las familias de los que continúen cometiendo se ^mojantes actos. .•. •
• — 11- — fresalías, -y en procurárselas lo ; »ás terrible posible; La idea, no solo de pieidad-, sino basta 1 la humanidad, habia desaparecido de su mente: entre «tros nacionales piiíicnt ros que hiy.oca'j ó un hermano político Suyo, que por de costado fué condenado' á muerte como los demás: ni las lági i mas de su hcrnasiia, ni los lámenlósde toda la familia, pudieron hacerle ceder de su propóbito: por fortuna; pocos momentos antes de la ejecución acertaron á ponerle ante sus ojos un sobrino suyo, hijo del sentenciado, de edad de diez afiíS, y la presencia de este niño salvó á su padre. S in esta circunstancia Cabrera hubiera fucilado á su hermano 1 . ' AS través de tantos honores aumentaba su saña de dia en dia. Su deseo más ardiente era encontrar al general Nogueras: para ello no perdonó medio alguno; le desalió particularmente, llamándolo aun duelo personal, solo, sin fuerza alguna, y en campo abierto* y con las cendiciones que el general eligiese. Mas este encuentro no tuvo lugar, y Nogueras hizo su dimisión poco tiempo después. El renombre de Cabrera había crecido grandemente, no solo entre sus tropas, sino hasta en el campo dé D. Carlos. Eva un general rodeado de todo el aparato y preslig o de lal, que mandaba, no ya columnas sueltas, sin© divisiones regulares; que organizaba y armaba gente sin cesar; que adoptaba disposiciones concertadas y concebía planes gigantescos; que tenia por jefes de división subalternos suyos á Forcadell, Qui'ez y el Serrador; que hacia del saqueo su contribución de guerra, de los alcaldes sus intendentes militares, y déla población entera sus espías. Una cosa, sin embargo, sobresalía en Cabrera desde el principio de !a guerra; la mayor integridad y pureza presidia siempre en el reparto del bolín. Sus subordinados pagaban con la vida la menor falta f n este particular. Dos años hacia ya 4ue Cabrera estaba en campana: durante esto tiempo no habia cesado de bullir en su cabeza un plan cuyo cumplimiento reclamaba imperiosamente sos circunstancias: Cabrera caiecia de una fortaleza, de una ¡ osicion considerable en que abrigarse y á cuya sombra pudiese dar mayor importancia I sus coneiías. Siempre infatigable, estaba, con diferencia casi de horas, en ia provincia de Cuenca y de Castellón; invadía la huerta dtl furia, tomaba á Liria y llegaba hasta las puertas del mismo Valencia: sufría un;t derrota oscura en Chiva, de que se indemnizaba destrozando la columna delgeceral Valdés en las cercanías de Oaroea; ponia á contribución las inaediaciones de Teruel, y desde allí se bajaba á Siete-Aguas, Buñol y pueblos ¿«la Hoya. Mas en medio de estas opeí aciones, y.al través de tan rápidos movimientos, Cabrera no «parlaba la vi* ta del centro desús operaciones, que «rao las montañas del Maestrazgo; y siguiendo las indicaciones mismas de la naturaleza, su meóle estaba fija sobic Morella, puuto central fortificado, quiera preciso tomar á todo trance-. A esto, pues, se dirigían todos sus esfuer 2®g, sin por eso perder de vista empresas menos difíciles. Una traición I-,' hizo dueño de Cuulavieja, que fortificó con una maniría y una actividad admirables: allí estableció sus almacenes y sus fábricas de armas; allí !ne