Semana Santa - Conoce Coacotla

Semana Santa
· COACOTLA
Investigación: Alfredo Delgado | Fotografía: Antonio Jiménez
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E n Coacotla la Semana Mayor se celebra de una manera especial, con la participación de casi
todo el pueblo. Esta conmemoración es una de las pocas que en la región sur de Veracruz
aún conservan una gran riqueza simbólica y un sentido marcadamente indígena. Aunque hay ceremonias
durante los cuatro viernes de Cuaresma y durante toda la Semana Santa, la mayor efervescencia se da entre
el Jueves y Viernes Santo.
El Domingo de Ramos se celebra, como en todos lados, llevando a bendecir las cruces de palma a la iglesia,
las cuales se guardan en los altares familiares el resto del año. Estas cruces colocadas detrás de la puerta
impiden la entrada de los malos espíritus, y ayudan a conjurar tormentas, según la creencia general.
Los “angelitos” son las niñas que acompañan a los
santos y deben ser elegidas por barrios; de esta
manera queda representado todo el pueblo.
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El Lunes Santo inician las procesiones de la Virgen María y San Pedro.
En el parque central se instala una pequeña feria, con juegos mecánicos
y puestos que venden diversos artículos. El miércoles, afuera de la
iglesia, en una esquina de la explanada, hacen una pequeña ramada a
la que llaman Ermita o Calvario, la que servirá como prisión a la imagen
de Jesús. Este cobertizo se elabora con ramas y palmas y es adornado
con varios tipos de flores, entre las que destacan la de uvero y la flor
de ausa, llamada también gagalaxochitl, que en nahua significa flor
untuosa, por su penetrante aroma.
El Miércoles Santo se adorna la Cruz del Perdón con estrellas de palma.
La madrugada del jueves, a las tres de la mañana, introducen una
imagen de Cristo de tamaño natural en la ermita. La imagen queda encerrada
con las manos atadas por un cordón blanco. Esta acción la hacían
antes los “judíos”, pero ahora es un trabajo que hace el sacristán.
Anteriormente, junto a Cristo, quedaban encerrados dos niños, uno que
tocaba el tambor y otro que golpeaba una cadena contra una tabla. Hoy
la imagen queda cubierta en su totalidad por la tupida enramada y sólo
se deja una pequeña ventana para que se pueda ver y tocar su rostro.
A partir de ese momento se queda una comisión a cuidar la ermita y
atender a las decenas de personas que llegan a ofrecer veladoras, limosnas
y flores al Divino Preso. En una esquina del recinto una canasta
reboza de ramas de albahaca. Las señoras llegan, toman una y con ella
tocan la imagen y rezan. Puede ser que llamen a algún padrino para
que ramee a los niños. A cambio de la albahaca llevan veladoras y dejan
limosna. También van los enfermos a ramearse y a pedir salud. Esos
ramos son guardados en las casas como reliquias.
El lavado de pies del Jueves Santo dejó de realizarlo el cura desde
hace mucho, ya que la iglesia principal —la más antigua y céntrica
de la población— quedó sustraída del control sacerdotal desde hace
dos décadas, debido al enfrentamiento entre católicos tradicionalistas y
renovados. Hoy la iglesia es sostenida en su totalidad por los tradicionalistas,
pero allí no hay bodas ni bautizos. A pesar de ello, es el corazón
de las ceremonias religiosas de Semana Santa.
Coacotla es un pueblo de origen nahua donde todavía es común escuchar
ese idioma entre los adultos. Su nombre significa, en la lengua
materna, “donde abundan las culebras”. El pueblo tuvo su origen en
Cosoleacaque, la actual cabecera municipal. Los cosoleacanecos llegaron
a la región a principios del siglo XVIII procedentes del Ahualulco
tabasqueño, por la zona de La Venta, huyendo de las depredaciones
que por aquellos tiempos hacían los piratas en los pueblos costeros.
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El Miércoles Santo se adorna
la Cruz del Perdón con estrellas de
palma; lo mismo se hace con la
ermita. Se adornan con flores
de buganvilia para darles mayor
colorido.
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En la actualidad el pueblo de Coacotla ha crecido y cuenta con varios miles de habitantes, dispone de la
mayoría de servicios públicos y tiene varias escuelas de nivel primario y nivel medio. Para llegar se toma una
carretera asfaltada que sale de Jáltipan, o se puede viajar desde la cabecera municipal, pasando primero por
Zaragoza. En cualquiera de los casos, vale la pena llegar el Jueves y Viernes Santo al parque central, ya que
las ceremonias que tienen lugar en la iglesia son únicas en toda la región sur del estado.
Desde el segundo viernes de Cuaresma, pero sobre todo desde el Jueves Santo, empiezan a salir los “judíos”,
“arrieros” o “vaqueros”. Se trata de decenas, a veces cientos de jóvenes disfrazados de animales y de
personajes del cine y la televisión. Anteriormente se disfrazaban de tigres, coyotes, changos, conejos y otros
animales, además de que algunos hombres portaban vestidos y máscaras de mujer. Hoy la división ha quedado
básicamente entre venados y arrieros. Los primeros pueden llevar máscaras y distintos disfraces, pero
deben portar unos cuernos de venado originales. Entre los “vaqueros” hay “diablos”, osos, hombres araña,
travestis, payasos diabólicos, muertes, luchadores y otros disfraces, pero todos llevan una reata de lazar.
A veces basta con un overol industrial, una máscara propia de Halloween y una soga. Uno de los disfraces
favoritos es el del ex presidente Salinas, aunque también aparece el subcomandante Marcos y algún otro
personaje conocido. Puede ser que entre los venados y arrieros también participen mujeres, aunque antes
sólo lo hacían los hombres.
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Los “judíos” o “pilatos” se dividen entre “venados” y “arrieros”.
Entre ellos se retan y se trenzan en violentos combates que son
controlados por los vigilantes, quienes portan bastones adornados
con cintas o papeles de colores.
Cada uno de los pilatos debe servir por lo menos siete años consecutivos,
de modo que varios de los que emigran al norte del país regresan
sólo para participar en esta ceremonia. Los judíos o pilatos recorren las
calles armando bulla, combaten bruscamente entre ellos y divierten a
la gente. A veces se acompañan con toques de tambor y música de jarana.
Estos judíos representan el mal y salen cuando se cierra la Gloria.
Sólo ellos pueden transgredir el respeto que se debe guardar durante
esos días santos de reposo y ayuno.
La ceremonia para cerrar la Gloria se efectúa el Jueves Santo por la
mañana. Dentro de la iglesia se juntan los mayordomos y mandaderos
de la virgen, de San Pedro y de Jesús, acompañados de sus esposas.
Un anciano cantor dirige el ritual. Las imágenes de los santos se tapan,
se cierran las ventanas y puertas de la iglesia y se inicia una serie de
rezos y cánticos. Varias niñas de entre cinco y doce años, llamadas
“angelitos”, hacen fila atrás de las imágenes de la virgen y San Pedro,
mientras que el Santo Entierro permanece tapado a un lado del altar.
Los “angelitos” llevan un vestido blanco, un collar de flores, un pañuelo
rojo a manera de capa y una corona de flores. Cada niña funge de
angelito durante siete años. Cada barrio debe tener sus “angelitos”.
Su número varía de año con año, pero pueden ser desde diez hasta
veinticinco.
Una matraca marca el cierre de la Gloria. Al cerrarse se tiran cohetes
y se tocan las campanas y campanillas de la iglesia. Mientras esto
sucede, la explanada es invadida por decenas de agresivos “judíos” que
llegan a rodear la iglesia, a invadir el espacio sagrado, a profanarlo, a
jugar, a celebrar que han quedado libres. Entre los judíos hay un centurión
vestido de negro que monta un caballo y que es escoltado por
cuatro o seis hombres, vestidos también de negro, llamados “gallos”.
Para cerrar la Gloria, el caballo con el centurión y los gallos pasan frente
a cada estación. Las estaciones se marcan con cruces colocadas alrededor
del patio de la iglesia y adornadas con papel de colores y palmas.
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En el interior de la iglesia quedan encerrados el cantor, los “angelitos”,
los mayordomos y una multitud que los acompaña. Entre rezos y cantos,
se sahúman intensamente las imágenes —cubiertas con paños
negros— de manera que el ambiente se torna brumoso y asfixiante.
Luego de jugar afuera de la iglesia, los “judíos” o “pilatos” se van en
grupos a recorrer las calles del pueblo, mientras en la ermita se tapa
la imagen de Jesús.
Desde el medio día del Viernes Santo los “pilatos” se empiezan a concentrar
en el atrio de la iglesia. Llegan en grupos hasta sumar cientos
y, en una masa compacta, acechan al divino redentor. Saben que tiene
que salir de la iglesia, que aún se encuentra sellada. Mientras esperan
brincan, berrean, luchan entre ellos. El griterío es impactante. Es su
hora estelar, el momento de lucirse. Generalmente se organizan por barrios
y se colocan un distintivo —un guante, un listón de determinado
color, algún prendedor— para identificarse entre ellos, ya que a veces
las rivalidades afloran y combaten un grupo contra otro. De esa manera,
en caso de cometer desmanes, el barrio o grupo debe responder por
su gente. El viernes a las cuatro de la tarde sacan al Santo Entierro, el
cual se coloca frente a la iglesia. Ese momento es el clímax, los” judíos”
aumentan el volumen de sus aullidos y deben ser contenidos para que
no se abalancen. Entonces llega el centurión a caballo rodeado por los
gallos, se apea y se lanza violentamente con machete en mano, traza
una cruz en el suelo y, de manera precisa, corta una gran flor que
adorna uno de sus extremos. La maniobra requiere de mucha habilidad,
debe ser un tajo preciso para no dañar el santo ataúd ni lastimar a la
muchedumbre que se agolpa para ver ese significativo momento.
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A partir de entonces da comienzo la procesión. El inicio es anunciado
con cohetes mientras los tamboreros presiden la salida. Las imágenes
de la Virgen, San Pedro y el Santo Entierro son cargadas por jóvenes
vestidos de negro que llevan banderitas de papel rojo, los cuales son
llamados apóstoles. Las imágenes se adornan con varios tipos de flores,
pero la flor de huacalxochitl es muy apreciada y por eso no debe faltar.
Cada santo es acompañado por varios angelitos. En cada estación se
reza, se canta y se sahúma a las imágenes. Cada vez que se entonan
los cánticos los angelitos tiran una lluvia de confeti a las imágenes.
En el otro extremo donde va la procesión —pero siempre dentro del
patio de la iglesia— la muchedumbre de Pilatos hace escándalo, amaga,
se trenza en combates y forma un caos. Son cincuenta o cien “venados”
y otros tantos “vaqueros”. Las vistosas cornamentas de venado
casi habían desaparecido, pero con la migración de los jóvenes para
trabajar en los campos agrícolas del norte del país, se les ha facilitado
conseguirlas, de manera que estos disfraces se han multiplicado. Algunos
adornan los cuernos con cinta negra, mientras otros los pintan o
forran con papel brillante de colores. Los cuernos en su base por un aro
del que se desprenden multitud de cintas de colores de papel crepé que
caen hacia atrás como un penacho multicolor. Como una provocación,
los venados se quitan la cornamenta y azotan las cintas de papel en el
suelo, produciendo un peculiar sonido, una suerte de trueno. Ese gesto
lo repiten frente a los arrieros quienes, a su vez, tratan de lazarlos, trenzándose
en violentos juegos y gritando en todo momento. Entre los “pilatos”
hay varios hombres y mujeres —disfrazados o no— que portan
palos forrados de papel, cuya función es separar a los contendientes,
formar barreras entre los grupos y mantener el orden.
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Aunque es parte de los “judíos”, el centurión con sus “gallos” y el “caballo” se mantienen separados. Cada
que terminan los rezos y cánticos en una estación, el grupo se dirige a todo galope al frente de la iglesia,
amenazando con entrar. Los gallos durante la carrera van pegados al caballo, dirigiéndolo, mientras el centurión
va montado. Éste también es un personaje importante y la gente le pasa niños para que los cargue.
Al final del recorrido de las estaciones, las imágenes se colocan frente al altar mayor. Entonces la multitud
se dispersa, mientras los “judíos” se van a recorrer los barrios del pueblo, pues la Gloria se habrá de abrir
hasta el otro día y el mal todavía puede pasearse en este mundo con impunidad. Por la noche se efectúa una
procesión, donde también participan las niñas llamadas “angelitos”.
El sábado finalmente se abre la Gloria. Su apertura se anuncia nuevamente con la matraca y con toques de
campanas. De esa manera, las fuerzas del mal son obligadas a retirarse. El bien triunfa sobre la maldad y los
“judíos” son sujetados y contenidos en sus fechorías y tienen que aguardar un año más para poder seguir
con sus diabluras.
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Destino: Cosoleacaque
Ubicación: Olmeca (sur de Veracruz).
Altitud: 50 metros sobre el nivel del mar.
Coordenadas: 18˚ 00” de latitud norte y 94˚ 38” de longitud oeste.
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Clima: cálido-regular, temperatura media anual es de 25º C
Aeropuerto: Canticas, Coatzacoalcos-Minatitlán, Ver.
Central camionera: Cosoleacaque, Ver. Jáltipan, Ver., Coatzacoalcos, Ver.,
Acayucan, Ver.
Referencia: Desde Jáltipan tomar un autobús ordinario hacia Coacotla.
información
la Fiesta sigue...