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Obras Escogidas T. II.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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incitando a voces a sus oyentes a que hicieran como él, y<br />

íueran a sacar <strong>de</strong> sus guaridas a todos los capitalistas, v a<br />

volar sus casas ‘: riquezas con las bombas que él enseiia<br />

en sus- libros a hacer y llla-<br />

nejar;---- Schwab, persona torva y enfermiza, pelo y<br />

barba al <strong>de</strong>scul- do, ojos temibles bajo anteojos gran<strong>de</strong>s,<br />

huesoso y ávido. Pero estos hombres tienen tras <strong>de</strong> si<br />

miles <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ptos: y cuan. do Spies. que ha sido amo <strong>de</strong><br />

tienda, sube a hablar e: l un va&&<br />

sacudiendo en la mano un gajo <strong>de</strong> ios Arbeiter Zeitung,<br />

<strong>de</strong>] Diario tie los obreros que publica, doce mi] hombres<br />

se echan por don<strong>de</strong> él va, sacan estandartes y fusiles <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> los tienen escondidos, se ponen como flor <strong>de</strong> sangre<br />

en la solapa una cinta roja, asaltan tien- das, <strong>de</strong>spedazan<br />

cervecerias enemigas, empeñan batallas mortales con los<br />

policías en cuerpo, y echan sobre sus líneas una bomba <strong>de</strong><br />

dinamita que, al estallar con infernal estruendo, <strong>de</strong>ja en<br />

tierra ten- didos a sesenta hombres. Quieren que el<br />

trabajo se reduzca a ocho horas diarias, y es su <strong>de</strong>recho<br />

quererlo, y es justo; pero no es su <strong>de</strong>recho impedir que los<br />

que se ofrecen a trabajar en su lugar, tra- bajen. No es su<br />

<strong>de</strong>recho apedrear a los fabricantes que cierran sus<br />

talleres, porque no pue<strong>de</strong>n continuar produciendo con<br />

esta época <strong>de</strong> precios bajos, en condiciones que<br />

requerirían más gastos <strong>de</strong> pro. ducción. No es un <strong>de</strong>recho<br />

perseguir con ese odio bestial <strong>de</strong> las mu.<br />

chedumbres a los infelices que se prestaron un día a<br />

ocupar los lu- gares <strong>de</strong> algunos huelguistas: iinfelices! los<br />

llevaban por las calles, <strong>de</strong> vuelta a sus casas, dos<br />

cordones <strong>de</strong> policía: iban lívidos, y como enseñaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

las ventanas sus puños cerrados, y les echaban encima<br />

agua hírviendo; iban como quien se siente acabar: corría<br />

un viento <strong>de</strong> muerte que les hacía temblar las rodillas: se<br />

escon- dieron en sus casas como insectos que se entran en<br />

sus agujeros. Los amotinados no eran ya doce mi], sino

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