Nuestra - Memorial da América Latina

plo, significaba la posibilidad de estar en
un amplio grupo regional por la primera
vez, desde 1962, cuando fue expulsada
de OEA. Para México, representaba un
bienvenido suspiro delante del gran vecino
al norte, con el cual celebró, en 1994,
un acuerdo de libre comércio, el Nafta, y
para donde se destinan más de 80% de
sus exportaciones. Para el bloco bolivariano,
era la libertación latinoamericana de
“Washington y del FMI”, como explicó el
presidente de Bolivia, Evo Morales.
Había otros países menos entusiasmados
con la supuesta concretización del
ideal de Bolívar. Era ese el caso de Brasil.
En las dos últimas décadas, la diplomacia
brasileña preterió iniciativas hemisféricas
a proyectos de integración centrados en
el contexto sudamericano – caso, notadamente,
del Mercosul, en los años 90, pero
también de la Unión de las Naciones Sudamericanas
(Unasul), en los anos 2000.
Aun así, el presidente Luiz Inácio Lula da
Silva fue figura de destaque en la cúpula
de Cancún. Llamó la Celac de “hecho
histórico de gran dimensión” y instó a
los demás 31 participantes del encuentro
a unirse alrededor de Argentina contra la
ocupación británica de las Islas Malvinas.
“Lula es el líder natural del bloco”, aduló
el anfitrión, Caldéron.
200 años después
En la reunión en México, además
de la creación de la comunidad, se decidió
que los líderes latinoamericanos volverían
a encontrarse en julio del año siguiente, en
Venezuela, para definir los mecanismos de
funcionamiento de la Celac. Otra vez, Bolívar
era la referencia: la reunión de Caracas
coincidiría exactamente con el aniversario
de 200 años de independencia de Venezuela,
por las manos del héroe libertador. Sin
embargo, días antes de la fecha marcada, el
encuentro tuvo que ser cancelado a causa
de la lucha del presidente Hugo Chávez
contra un cáncer en la región pelviana.
La cúpula en Venezuela, finalmente,
ocurrió en diciembre. En la declaración
14
final, los países reafirmaron compromisos
de integración adoptados anteriormente y
estableceron una cláusula democrática al
grupo. Este tipo de mecanismo hace con
que, si uno de los países miembros sufra
um golpe, él sea rápidamente excluido de la
comunidad. Con países como Cuba a bordo,
el grupo tuvo que restringir la cláusula
democrática a la “subversión del Estado de
derecho”, sin mencionar la realización de
elecciones libres y la libertad de expresión y
de prensa. Estos dos derechos básicos son
asegurados por las cláusulas de varios otros
organismos regionales, como Mercosul,
Unasul y OEA. De la Celac, quedaron fuera.
Entre los países que adoptaram el dispositivo
antigolpes, en Caracas, estaba Honduras,
víctima de una ruptura institucional
en julio del 2009. Tegucigalpa passó a integrar
formalmente la comunidad, pues, en
la cúpula de México, había participado con
status de observadora.
Pero los presidentes latinoamericanos
no consiguieron entrar en acuerdo
sobre como entrar en acuerdo – hay, por
supuesto, algo kafkiano en eso. La anfitriona,
Venezuela, defendía que todas las
decisiones fueran tomadas por consenso,
como ocurre, por ejemplo, en Mercosul.
Ecuador reclamó que eso daría virtual
poder de veto a cualquier país sobre los
demás y empezó a hacer campaña por el
uso de mayoría calificada en las decisiones.
Venció el punto muerto.
Dos años después, el clima en Caracas
era otro si comparado con el de
Cancún. Entre los discursos, exaltando la
unión regional y las tradicionales fotos en
grupo, los presidentes de las tres mayores
economías de América Latina – Brasil,
México y Argentina – anteciparon el regreso
a casa y solo participaron del primer
día del encuentro de la Celac. Quizás tengan
despertado del sueño de Bolívar.
Roberto Simon es periodista del diario O Estado de S.
Paulo y estudiante graduado en el Programa de Posgrado en
Relaciones Internacionales - San Tiago Dantas.