Carisma OMP - Obras Misionales Pontificias
Carisma OMP - Obras Misionales Pontificias
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Textos<br />
Alfonso Blas<br />
Diseño<br />
Antonio Aunés<br />
Edita<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong><br />
C/ Fray Juan Gil, 5 . 28002 Madrid<br />
E-Mail: dir.nal@omp.es . http//www.omp.es<br />
Imprime<br />
Gráficas Dehon<br />
Depósito legal<br />
M-18434-2011
Las <strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong> (<strong>OMP</strong>)<br />
son una institución de la Iglesia universal y<br />
de cada Iglesia particular, y dependen de la<br />
Congregación para la Evangelización de<br />
los Pueblos. Su labor se centra en fomentar<br />
la cooperación misionera universal y<br />
promover el espíritu misionero en el pueblo<br />
de Dios, suscitando y haciendo más profunda<br />
su conciencia misionera, informando<br />
sobre la vida y las necesidades de la misión<br />
universal, y estimulando a las Iglesias locales<br />
a orar las unas por las otras y a ayudarse<br />
mutuamente con el envío de personal y<br />
de medios materiales. Estas <strong>Obras</strong> actúan<br />
como medio privilegiado de comunicación<br />
de las Iglesias entre sí, y entre cada<br />
una de ellas y el Papa, que preside<br />
la comunión universal en la caridad.
¿Por qué "<strong>Obras</strong>"?<br />
Porque en cuanto <strong>Obras</strong><br />
son entidades que llevan<br />
implícita la consideración<br />
de estar siempre construyendo<br />
y siempre construyéndose.<br />
Son algo en<br />
constante proceso de realización,<br />
y albergan en su<br />
seno, en su interior, un<br />
dinamismo y una continua<br />
actividad encaminados<br />
a alcanzar su preciado<br />
fin; sabedoras también<br />
de que, una vez conseguido,<br />
se convertirá este<br />
en un cimiento sobre el<br />
que volver a comenzar a<br />
construir. Sugieren la<br />
paciencia del santo Job.<br />
¿Por qué "<strong>Misionales</strong>"<br />
y no "Misioneras"?<br />
Porque misionero es el<br />
fruto y misional es el proceso,<br />
el cuidado que<br />
requiere la planta para<br />
que esta dé su fruto. Es<br />
el adjetivo misional el que<br />
está al servicio de los sustantivos<br />
misioneros,<br />
misión. El mejor<br />
apoyo que puede<br />
tener la labor de<br />
evangelización, el mejor<br />
servicio que puede recibir<br />
un misionero, dependerá<br />
de cuánto haya de misional<br />
en estas <strong>Obras</strong>.<br />
¿Por qué "<strong>Pontificias</strong>"?<br />
Porque habiendo nacido<br />
en un principio como iniciativas<br />
particulares, inspiradas<br />
por el Espíritu<br />
Santo en medio de las<br />
preocupaciones, intuiciones,<br />
esfuerzos de perso-<br />
nas y situaciones muy<br />
concretas, los beneficios<br />
que producen son de tal<br />
magnitud, son tan universales,<br />
que la Iglesia, con<br />
el Papa a la cabeza, no<br />
duda en acogerlas como<br />
suyas propias, para hacerlas<br />
llegar a todos los<br />
confines de la Tierra.<br />
Es la universalidad que<br />
rompe fronteras, que<br />
acerca a los pueblos en<br />
un clima de respeto, de<br />
servicio y de ofrecimiento<br />
de la buena noticia del<br />
Evangelio.<br />
Coincidencia<br />
en tiempo y lugar<br />
Aunque a la hora de ser<br />
presentadas, por razones<br />
explicativas, se tiende a<br />
ver las cuatro <strong>Obras</strong><br />
<strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong><br />
como entes separados,<br />
tres de ellas –la<br />
Pontificia Unión
Misional nació más tarde–<br />
ven la luz en una Francia<br />
convulsionada por procesos<br />
revolucionarios y contrarrevolucionarios<br />
que<br />
alimentaban el anticlericalismo,<br />
y en medio de los<br />
cuales, curiosamente, se<br />
dio un caldo de cultivo<br />
que resultó propicio para<br />
el desarrollo de la causa<br />
misionera. De hecho,<br />
dos de los fundadores<br />
llegaron a conocerse y a<br />
intercambiar ideas a la<br />
hora de poner en marcha<br />
una de estas <strong>Obras</strong>.<br />
Mujeres,<br />
jóvenes y laicas<br />
Paulina Jaricot, fundadora<br />
de la Obra Pontificia<br />
de la Propagación de la<br />
Fe, y Juana Bigard, fundadora<br />
de la Obra Pontificia<br />
de San Pedro<br />
Apóstol, presentan una<br />
triple condición de mujeres,<br />
de jóvenes y de laicas,<br />
que en el siglo XIX<br />
las descartaría de<br />
entrada –también en<br />
nuestros tiempos se<br />
lo pondría muy difí-<br />
cil– para emprender cualquier<br />
iniciativa, cualquier<br />
proyecto o fundación en<br />
el seno de la sociedad<br />
francesa y también en el<br />
interior de la Iglesia.<br />
Fueron mujeres heroicas,<br />
emprendedoras, de gran<br />
temple y valor, desprendidas<br />
y entregadas a su<br />
ideal. Fueron amantes de<br />
la fiesta, presumidas,<br />
coquetas, como las y los<br />
jóvenes que tenemos en<br />
nuestros días, pero en un<br />
momento de su vida algo<br />
o alguien las despertó,<br />
les abrió los ojos y les<br />
hizo descubrir cuánta<br />
necesidad de Dios hay<br />
en un mundo demasiado<br />
convulsionado por la violencia,<br />
demasiado salpicado<br />
de injusticia, demasiado<br />
necesitado de paz<br />
y perdón. Fueron laicas<br />
que supieron mostrar, a<br />
una Iglesia fuertemente<br />
clericalizada, toda la<br />
capacidad de creación,<br />
de servicio, de donación<br />
gratuita, de riqueza, que<br />
alberga y puede generar<br />
la condición de seglar.<br />
Aspectos pioneros<br />
Las cuatro <strong>Obras</strong> son pioneras<br />
en su empeño de<br />
aunar fuerzas y esfuerzos,<br />
a la hora de crear auténticas<br />
redes de solidaridad<br />
que mejoraron y mejoran,<br />
sin duda, la cooperación<br />
misionera entre la comunidad<br />
mundial de fieles. La<br />
Infancia Misionera fue<br />
también una adelantada a<br />
su tiempo en su genial<br />
idea de dar todo el protagonismo<br />
a los niños, y<br />
fue, además, precursora<br />
del lanzamiento de la<br />
mujer, de las congregaciones<br />
femeninas, a la aventura<br />
de la misión ad gentes,<br />
a través de la atención<br />
a los pequeños;<br />
apostolado misionero que,<br />
siglos antes y en aquella<br />
época del XIX, salvo raras<br />
excepciones, había estado<br />
limitado al clero y a la<br />
vida consagrada masculina<br />
y que, en nuestros<br />
días, no podría vivir sin el<br />
insustituible papel desarrollado<br />
por nuestras<br />
congregaciones religiosas<br />
femeninas.
La Obra Pontificia de<br />
la Propagación de la Fe<br />
rompe fronteras. Lo hizo<br />
en sus orígenes y continúa<br />
derribándolas en<br />
nuestro tiempo, con el<br />
propósito de que la Buena<br />
Nueva que contribuye<br />
a difundir se propague<br />
por todos los rincones<br />
de la Tierra.<br />
La primera barrera que<br />
romper es la del individualismo.<br />
Frente al egoísmo<br />
y la tendencia a barrer<br />
hacia casa que tanto se<br />
lleva en nuestros días, la<br />
Obra de la Propagación<br />
de la Fe ha promulgado<br />
siempre, sin descanso,<br />
una dimensión universal<br />
del compromiso<br />
misionero, que lleva<br />
aparejada una frater-<br />
nidad entre los seres<br />
humanos, por encima de<br />
las diferencias nacionales,<br />
étnicas, culturales, diocesanas<br />
o congregacionales.<br />
Adiós a mirarse el<br />
ombligo, a pensar sólo<br />
en uno mismo.<br />
Dimensión universal<br />
De hecho, la “globalización<br />
de la solidaridad”, de<br />
la que tanto se habla en<br />
nuestros días, la inventó<br />
hace muchos años, allá<br />
por el 3 de mayo de<br />
1822, en una Francia salpicada<br />
de periodos revolucionarios,<br />
una laica que,<br />
renunciando a todas las<br />
comodidades que conllevaba<br />
el pertenecer a una<br />
familia bien, tuvo la genial<br />
intuición de fundar
esta Obra. Su nombre:<br />
Paulina María Jaricot<br />
(1799-1862). Conocedora<br />
de las inmensas necesidades<br />
de las misiones del<br />
Asia oriental por su hermano<br />
Fileas, seminarista<br />
en París, Paulina arde en<br />
deseos de hacer algo. Así<br />
las cosas, una tarde de<br />
invierno que sus padres<br />
estaban jugando a las<br />
cartas, toma un naipe de<br />
la mesa y, con peculiar<br />
genio creador, comienza a<br />
escribir las líneas generales<br />
de una asociación a<br />
favor de las misiones:<br />
grupos de diez personas,<br />
cada una de las<br />
cuales se comprometerá<br />
a formar un<br />
nuevo grupo de diez,<br />
organizando las decurias<br />
en centurias y estas últimas<br />
en grupos de mil;<br />
cuota semanal de cinco<br />
céntimos y un jefe de<br />
grupo cada diez miembros.<br />
Su plan tuvo un<br />
éxito más allá de cualquier<br />
previsión. Necesitaba,<br />
sin embargo, desarrollar<br />
algo fundamental.<br />
Le faltaba una apertura y<br />
finalidad universal, que,<br />
aunque implícita –para<br />
Paulina la misión no tenía<br />
ni límites sociales ni geográficos–,<br />
no se había<br />
hecho todavía realidad.<br />
Lo que había sido concebido<br />
para ayudar a las<br />
misiones de Asia oriental<br />
debía ampliar sus horizontes<br />
hacia una cooperación<br />
misional abierta a<br />
todo el mundo y a los<br />
misioneros de todos los<br />
países. Con este fin, un<br />
grupo de sacerdotes y<br />
seglares se reunieron en<br />
Lyon. “Somos católicos;<br />
en consecuencia, no<br />
debemos sostener esta o<br />
aquella misión particular,<br />
sino todas las misiones<br />
del mundo”, defendía con<br />
vehemencia Benito Coste,<br />
presidente de aquella<br />
asamblea que adoptó la<br />
iniciativa de Paulina para<br />
dar lugar a la Obra de la<br />
Propagación de la Fe.<br />
Ya no serán los Gobiernos,<br />
los dirigentes, las<br />
personas acaudaladas, las<br />
conferencias episcopales<br />
de cada país... quienes<br />
sostengan las misiones y<br />
decidan a qué misioneros<br />
socorrer. Ahora será la<br />
comunidad católica en<br />
general, las gentes buenas<br />
que tienen fe en el<br />
Dios de justicia, libertad,<br />
fraternidad y amor para el<br />
mundo, los que ayuden<br />
espiritual y materialmente<br />
al apostolado misionero.<br />
Todo el pueblo fiel colaborará<br />
en la difusión del<br />
Evangelio. Y, por esa<br />
razón, para evitar ser particularistas<br />
y no caer en<br />
favoritismos, en nuestros<br />
días es una Asamblea<br />
General de los directores<br />
nacionales de <strong>Obras</strong><br />
<strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong> de<br />
los diferentes países la<br />
que determina qué proyectos<br />
atender y de<br />
dónde procederán los<br />
fondos para sostenerlos.<br />
Urgencia<br />
de toda la Iglesia<br />
No es el único obstáculo<br />
que se va a a derribar. La<br />
Obra de la Propagación de<br />
la Fe rompe también con<br />
la barrera entre la vieja<br />
cristiandad y las jóvenes<br />
Iglesias. Aunque por sus<br />
más abundantes recursos<br />
resulte lógico que las<br />
Iglesias de más antigua<br />
fundación respondan<br />
con mayores aportaciones<br />
económicas a<br />
la causa misionera,
no son las únicas encargadas<br />
de su sostenimiento.<br />
La misión ad gentes es la<br />
primera urgencia que debe<br />
atender toda Iglesia, por<br />
muy joven que sea, porque<br />
en el abandono de<br />
todo y en la entrega y<br />
servicio al otro radica la<br />
mayor prueba de que una<br />
comunidad de fieles ha<br />
alcanzado su madurez en<br />
la asunción del Evangelio.<br />
Para la Obra de la Propagación<br />
de la Fe no vale<br />
la excusa que muchas<br />
Iglesias de vieja fundación<br />
ponen cuando afirman que<br />
“las misiones las tenemos<br />
aquí. ¿Para qué trabajar<br />
por las misiones lejanas?”.<br />
Ni tampoco sirve la más<br />
comprensible dificultad<br />
que suelen esgrimir las<br />
Iglesias de reciente creación<br />
cuando se lamentan:<br />
“¡Qué vamos a dar desde<br />
nuestra pobreza y pequeñez!”.<br />
No hay mayor prueba<br />
de haber integrado el<br />
mensaje de Jesús, de<br />
haber alcanzado la<br />
madurez como<br />
Iglesia, que el enfras-<br />
carse en la faena misionera,<br />
máxime cuando esta se<br />
realiza desde la pobreza.<br />
Preferencia<br />
por los pobres<br />
Y, en esta línea, también<br />
se quiebra la frontera<br />
entre ricos y pobres, ya<br />
que no hay mayor riqueza<br />
evangélica que la que<br />
aportan estos últimos,<br />
porque en ellos, en los<br />
últimos de los últimos, se<br />
dibuja el rostro de Cristo,<br />
el lugar donde encontrarnos<br />
con Él. Los pobres<br />
nos evangelizan. La Obra<br />
de la Propagación de la<br />
Fe hereda de este modo<br />
el carácter de su fundadora.<br />
Una Paulina María<br />
Jaricot que, habiendo<br />
nacido en una familia de<br />
ricos negociantes de<br />
seda, decide abandonar<br />
una vida despreocupada,<br />
feliz, frívola y sin problemas,<br />
para volcarse en los<br />
más necesitados de su<br />
tiempo. Primero, dándoles<br />
limosna. Pero, después,<br />
poniéndose a su servicio.<br />
Invita, con su actitud, a<br />
prestar una atención<br />
renovada a los pobres, en<br />
busca de una justicia fundamentada<br />
en los valores<br />
cristianos, y a mostrar un<br />
amor profundo y cons-<br />
tante hacia ellos. Busca<br />
ante Dios el modo de<br />
poner remedio al desánimo<br />
y a la inmoralidad.<br />
Quiere devolver al pobre<br />
su dignidad y acabar con<br />
las injusticias que le han<br />
llevado a esa situación.<br />
“En una palabra –dice<br />
ella–, yo querría que se<br />
devolviera el esposo a la<br />
esposa, el padre al hijo<br />
y Dios al hombre, ya que<br />
Él es la felicidad y el fin”.<br />
La necesidad misionera<br />
De ahí surge una<br />
prometedora responsabilidad<br />
misionera,<br />
que da sentido a una
Obra como la de la<br />
Propagación de la Fe: el<br />
convencimiento de que el<br />
mundo tiene necesidad<br />
de Dios; de que muchos<br />
de los males que aquejan<br />
a la humanidad, se deben<br />
al hecho de rechazarlo y<br />
desconocerlo. Tanto<br />
Paulina como su Obra<br />
están convencidos de la<br />
necesidad urgente y<br />
beneficiosa que para el<br />
mundo supone una evangelización<br />
que proponga<br />
y ofrezca gratuitamente<br />
la acogida de los valores<br />
del Evangelio. Y en esa<br />
titánica tarea se enfrascan,<br />
contribuyendo al<br />
servicio ejemplar, entregado<br />
y absoluto de los<br />
misioneros y misioneras.<br />
Adiós a las fronteras<br />
del exclusivismo, a las<br />
que delimitan las posesiones.<br />
Son actitudes que<br />
no van con el devenir<br />
misionero. La Obra de la<br />
Propagación de la Fe se<br />
caracteriza por el desapego<br />
respecto a<br />
los bienes materiales.<br />
Al igual que<br />
hizo Paulina, todo lo<br />
que recauda lo pone en<br />
manos de la evangelización.<br />
No le puede importar,<br />
como decía su fundadora<br />
seis años antes<br />
de una muerte en la más<br />
absoluta de las miserias,<br />
“que me quiten los bienes<br />
terrestres, la reputación,<br />
el honor, la salud,<br />
la vida; que me hagáis<br />
descender por la humillación<br />
hasta el pozo y el<br />
abismo más profundo.<br />
Qué me importa que<br />
encuentre en ese pozo<br />
no el agua, sino el barro,<br />
y que sea sumergida en<br />
él hasta por encima de la<br />
cabeza, si en ese abismo<br />
puedo encontrar el fuego<br />
escondido de vuestro<br />
amor celeste...”. Es esa<br />
entrega absoluta, gratuita<br />
y ejemplar –pero a veces<br />
humillante– la que, en un<br />
paralelismo revelador,<br />
encontramos en Paulina,<br />
en su Obra y en los<br />
misioneros y misioneras:<br />
“Deseo quedar libre de<br />
poder ir a donde las necesidades<br />
son mayores”.<br />
Colectividad frente<br />
a individualismo<br />
Un desprendimiento absoluto,<br />
animado por la entrega<br />
hasta la muerte de<br />
Jesús, es el que sostiene<br />
la misión evangelizadora<br />
de la Iglesia y el que hizo<br />
que una obra como la de<br />
la Propagación de la Fe no<br />
desapareciera, enfrascada<br />
en personalismos estériles.<br />
Esta Obra no es fruto de<br />
individualismos. Al contrario,<br />
borra las fronteras personales<br />
para formar redes<br />
de colectividad. Afortunadamente,<br />
en el ardor de<br />
su apostolado, Paulina<br />
decidió no actuar sola. Y<br />
así logró evitar que muchas<br />
de sus iniciativas<br />
quedaran en nada. La<br />
misión es un asunto de<br />
todos los bautizados, porque<br />
cada uno puede ser,<br />
de acuerdo con sus modestas<br />
posibilidades, la<br />
“cerilla que enciende el<br />
fuego”, como ella misma<br />
se autodescribió.<br />
Su inteligencia práctica la<br />
llevó, de hecho, a no personalizar<br />
su obra en ella<br />
misma, e implicó, siempre<br />
que estuvo en su mano, a<br />
todo el que pudo, construyendo<br />
grandes ramificaciones<br />
de solidaridad. Y fue<br />
precisamente entre los<br />
más necesitados de su<br />
época, los obreros de<br />
las fábricas, entre<br />
quienes quiso com-
partir su experiencia religiosa<br />
y entre los que organizó<br />
colectas, rompiendo<br />
todo tipo de barreras<br />
sociales y de clase para<br />
ayudar a las misiones más<br />
lejanas. Pobres que ayudan<br />
a pobres, gentes de<br />
culturas y naciones diferentes<br />
en comunión con la<br />
idea de que hay que formar<br />
cadenas de solidaridad<br />
y oración por difundir<br />
la Buena Nueva de Dios,<br />
para que el mundo pueda<br />
ser mejor.<br />
Acción y oración<br />
Sí, cadenas de oración,<br />
porque el dinero, la limosna,<br />
no basta. La Obra de<br />
la Propagación de la Fe<br />
acaba con la división<br />
entre acción y oración.<br />
Adiós a un activismo sin<br />
espiritualidad. El diálogo<br />
con Dios mueve las conciencias<br />
y los corazones,<br />
y los anima a poner manos<br />
a la obra. La oración<br />
es la revolución silenciosa<br />
donde se encuentran<br />
las fuerzas<br />
renovadas para<br />
superar las fatigas, las<br />
incomprensiones, las persecuciones<br />
y continuar<br />
con la tarea misionera. Y<br />
al igual que la solidaridad<br />
económica no hay que<br />
entenderla únicamente en<br />
un sentido, lo mismo se<br />
puede decir del apoyo oracional.<br />
La interdependencia<br />
espiritual recuerda al<br />
católico que también tiene<br />
necesidad de la oración<br />
de su hermano lejano.<br />
La Obra de la Propagación<br />
de la Fe borra las<br />
fronteras humanas que<br />
llevan al hombre a la división<br />
y el enfrentamiento.<br />
Es el mejor antídoto contra<br />
la guerra, el racismo,<br />
la explotación, el abuso o<br />
la persecución... No hay<br />
diferencia entre los seres<br />
humanos, porque, en<br />
deberes y en derechos,<br />
todos son iguales ante<br />
Dios. Es más, en la espiritualidad<br />
de los orígenes<br />
de la Obra anida la idea<br />
de que el católico no<br />
puede esperar salvar su<br />
alma si no participa en la<br />
salvación de las demás.<br />
Hoy la Obra de la<br />
Propagación de la Fe<br />
sigue eliminando fronteras,<br />
con el propósito de<br />
responder a las necesidades<br />
de una misión universal<br />
que se empeña en<br />
regalar la Buena Nueva<br />
del Evangelio a los pueblos<br />
más necesitados,<br />
para ponerla a su servicio<br />
y contribuir con su luz a<br />
la construcción de un<br />
mundo más justo y<br />
humano, plenamente<br />
acorde con los designios<br />
de Dios. La que en 1922<br />
fuera designada por el<br />
papa Pío XI como Obra<br />
“Pontificia” vive entre<br />
nosotros al ritmo del “¡ay<br />
de mí si no predicara el<br />
Evangelio!” que proclamó<br />
san Pablo. Su futuro es<br />
tan esperanzador como<br />
urgente y titánica es la<br />
tarea que a la Iglesia<br />
católica le corresponde<br />
realizar en el terreno de la<br />
misión universal ad gentes.<br />
Con humildad y discreción<br />
misionera, la<br />
Obra Pontificia de la Propagación<br />
de la Fe sigue<br />
tejiendo una red de<br />
solidaridad fraternal<br />
al servicio de la<br />
evangelización.
“Aparta, que solo eres<br />
un niño”, “Déjame, que<br />
eres muy pequeño todavía”,<br />
“Renacuajo, que no<br />
puedes”. En nuestra vida<br />
cotidiana hay miles de<br />
expresiones y de ocasiones<br />
en las que los niños<br />
son ignorados, devaluados<br />
o despreciados, simplemente,<br />
porque su<br />
pequeñez nos hace verlos<br />
poco útiles o necesarios,<br />
cuando no son considerados<br />
meros estorbos.<br />
Salvo para luchar –ahí<br />
está la desgraciada realidad<br />
de los niños soldado–<br />
o para ser explotados,<br />
cuesta que un dirigente<br />
político, económico<br />
o social piense en<br />
recurrir a los niños y<br />
niñas para solventar<br />
algún problema que se le<br />
presente a una colectividad<br />
o a una nación.<br />
No fue este, gracias a<br />
Dios, el pensamiento del<br />
obispo francés monseñor<br />
Forbin-Janson (1785-<br />
1844), cuando –tras un<br />
encuentro que tuvo en<br />
Londres con la fundadora<br />
de otra Obra Pontificia, la<br />
de la Propagación de la<br />
Fe, Paulina Jaricot– puso<br />
en marcha en 1843 la<br />
hoy conocida como Obra<br />
de la Infancia Misionera,<br />
encumbrada a la condición<br />
de Pontificia por<br />
Pío XI en 1922. Una asociación<br />
misionera nacida<br />
con el propósito de proporcionar<br />
asistencia<br />
material y espiritual a los<br />
niños de toda la Tierra;
una organización mundial<br />
que trata de llevar el conocimiento<br />
de Jesús y de<br />
su mensaje de salvación<br />
a las nuevas generaciones<br />
de hombres y mujeres<br />
que lo desconocen.<br />
Se oían por aquel entonces<br />
las llamadas de necesidad<br />
de millones de niños<br />
del lejano Oriente, se<br />
sabía de sus muertes atroces,<br />
como hoy se escuchan<br />
las de aquellos<br />
pequeños que pasan<br />
hambre, padecen enfermedades<br />
de fácil curación<br />
pero que a ellos les llevan<br />
a la tumba, se ven obligados<br />
a matar o son explotados<br />
sexual o laboralmente...<br />
Todo un clamor<br />
que, a pesar de su magnitud,<br />
resulta difícil de escuchar<br />
y, más aún, de solucionar<br />
en el opulento<br />
Occidente. ¿A quién recurrir<br />
para aliviar tanto drama?<br />
Ni en aquel siglo XIX<br />
francés, ni en el presente<br />
mundial –de no ser<br />
porque esta Obra ya<br />
existe–, se hubiese<br />
pensado en acudir a<br />
los mismos niños para<br />
que, con sus oraciones y<br />
sus pequeños ahorros,<br />
ayudasen a otros niños<br />
de lejanas tierras, totalmente<br />
desconocidos,<br />
pero más necesitados<br />
que ellos. Y así se obró el<br />
“primer milagro” de la<br />
Infancia Misionera. Una<br />
iniciativa humilde y<br />
pequeña por quienes la<br />
hacen posible –niños y<br />
niñas–, pero poderosa<br />
–son los hombres del<br />
mañana, el mejor lugar<br />
donde sembrar la semilla<br />
liberadora y solidaria del<br />
Evangelio– y digna de<br />
admirar, porque encuentra<br />
en los niños la respuesta<br />
que no han sabido<br />
dar sus mayores. ¡Qué<br />
grande eres, pequeño!<br />
Sin duda, el gran mérito<br />
de la Infancia Misionera<br />
ha sido darles a los niños<br />
un papel protagonista y<br />
activo en el servicio misionero.<br />
No es nada que<br />
venga impuesto por los<br />
adultos, sino algo que<br />
surge en el interior del<br />
propio niño y que acaba<br />
contagiando de espíritu<br />
misionero a su propia<br />
familia, a sus amigos, a la<br />
escuela, a la parroquia...<br />
Pioneros y únicos<br />
Estamos ante una obra<br />
pionera en la atención a la<br />
infancia. Desde su creación<br />
en 1843, pasó<br />
mucho tiempo –nada<br />
menos que 80 años– para<br />
que otra institución, en<br />
este caso la Sociedad de<br />
Naciones –predecesora de<br />
la actual Naciones<br />
Unidas– se acordara de<br />
los peligros y males que<br />
acechan a la infancia y<br />
aprobara el 26 de diciembre<br />
de 1924 la primera<br />
declaración de derechos<br />
del niño –la Declaración<br />
de Ginebra–. Y<br />
hubo que esperar<br />
algo más, fueron ne
cesarios más de 100<br />
años, para que se creara<br />
en 1946 el Fondo de<br />
Naciones Unidas para la<br />
Infancia (UNICEF). Y aun<br />
así, no se ha logrado<br />
alcanzar, ni tan siquiera<br />
copiar, el gran “milagro”<br />
de la Infancia Misionera,<br />
su esencia, su preciado<br />
fruto: que los propios<br />
niños se conviertan en<br />
los protagonistas de la<br />
tarea misionera y desarrollen<br />
un papel activo en<br />
favor de sus hermanos<br />
que se encuentran<br />
desamparados y<br />
abandonados a su<br />
suerte. No se recurre a<br />
adultos ni a personas<br />
famosas; es el propio niño<br />
quien quiere hacer saber a<br />
su “otro yo”, que no le<br />
conoce, que Dios no le ha<br />
olvidado; que alguien, tan<br />
pequeño como él, ha<br />
visto en su rostro el sufrimiento<br />
de Jesús.<br />
Red social<br />
de evangelización<br />
Son niños separados<br />
por la distancia, totalmente<br />
distintos en cuanto a<br />
posesión de bienes materiales<br />
o posibilidades sanitarias,<br />
educativas o ali-<br />
mentarias, pero que se<br />
sienten unidos por su<br />
condición de niños; se<br />
saben iguales en cuanto<br />
miembros de la gran<br />
familia humana. Solidarios<br />
en sus penas y<br />
sufrimientos. Felices en<br />
sus alegrías y logros.<br />
En la Obra Pontificia<br />
de la Infancia Misionera,<br />
todos forman una gran<br />
red social de amigos.<br />
Pero esta no es virtual,<br />
sino real. No se conecta a<br />
través de Internet, sino en<br />
Jesús y por medio de<br />
Jesús. Él, su mensaje, su<br />
ejemplo de vida, hace<br />
posible que los niños que<br />
lo conocen traten de imitarlo,<br />
abran los ojos a las<br />
injusticias que viven sus<br />
hermanos de países lejanos<br />
y pongan manos a<br />
la obra, con pequeñas<br />
privaciones, oraciones y<br />
esfuerzos para aliviar su<br />
situación. De tal manera<br />
que los otros niños que<br />
no han oído hablar de ese<br />
tal Jesús se pregunten<br />
quién es este que se identifica<br />
tanto con sus penu-<br />
rias que estuvo dispuesto<br />
a morir por ellos; quién es<br />
este que anima a otros<br />
muchachos, que viven sin<br />
ninguna dificultad, a que<br />
les ayuden a salir del<br />
horror al que se les ha<br />
arrojado. He aquí el<br />
“milagro” de la evangelización,<br />
la semilla que<br />
hace brotar la curiosidad<br />
por Jesús, aquel al que<br />
no es necesario preguntar<br />
si te deja ser su amigo,<br />
porque acoge a todos por<br />
igual. Y no solo eso, sino<br />
que quiere que todos se<br />
impliquen en el propósito<br />
de hacer un mundo más<br />
acorde con el que Dios<br />
había deseado para la<br />
humanidad. Este es el<br />
sentido universalista de la<br />
actividad misionera, el<br />
que busca en los demás<br />
la propia salvación.<br />
Escuela misionera<br />
La Obra Pontificia de la<br />
Infancia Misionera es una<br />
gran escuela de formación<br />
de la conciencia<br />
misionera de los<br />
niños. En ella los
muchachos aprenden a<br />
abrir los ojos a una realidad<br />
que, desgraciadamente,<br />
en demasiadas<br />
ocasiones no es justa<br />
con los más pequeños e,<br />
incluso, se ceba con<br />
ellos. Enseña a que sus<br />
corazones se muestren<br />
sensibles a estas situaciones<br />
de pobreza, de violencia,<br />
de abuso que<br />
sufren otros chicos y<br />
chicas, que merecen la<br />
consideración de hermanos,<br />
y logra que así, lejos<br />
de quedarse petrificados<br />
alegando cualquier excusa<br />
para desentenderse de<br />
violencias que les pillan<br />
muy lejanas, se muestren<br />
dispuestos a colaborar.<br />
De este modo, como<br />
destaca el papa Benedicto<br />
XVI, “miles de<br />
niños salen al encuentro<br />
de las necesidades de<br />
otros niños, impulsados<br />
por el amor que el Hijo<br />
de Dios, al hacerse niño,<br />
trajo a la Tierra”.<br />
Lo hacen con sus<br />
manos abiertas de<br />
generosidad y con<br />
sus pies ligeros, que les<br />
permiten salvar las distancias<br />
y les llevan a emprender<br />
iniciativas, desarrollar<br />
actividades, asumir compromisos<br />
que hacen sentir<br />
a sus amigos más necesitados<br />
su cercanía en el<br />
dolor, al mismo tiempo<br />
que ofrecen, a toda esta<br />
infancia que sufre, la<br />
esperanza del Evangelio.<br />
Es la fuerza de la fe, de la<br />
inquietud misionera, de la<br />
donación generosa y gratuita,<br />
de la oración que<br />
permite “conectar” en el<br />
interior de cada uno con<br />
nuestros prójimos lejanos<br />
y olvidados, con otras<br />
preocupantes y sangrantes<br />
situaciones, para formar<br />
una sola familia en<br />
la cual, de forma solidaria,<br />
se comparten todos los<br />
bienes tanto materiales<br />
como espirituales, todas<br />
las alegrías y dolores.<br />
Gracias a la Obra<br />
Pontificia de la Infancia<br />
Misionera, los niños,<br />
como dijo Juan Pablo II<br />
con ocasión del 160 aniversario<br />
de la Obra, que-<br />
dan “convencidos de que<br />
quien encuentra a Jesús y<br />
acepta su Evangelio se<br />
enriquece con numerosos<br />
valores espirituales: la<br />
vida divina de la gracia, el<br />
amor que hermana, la<br />
entrega a los demás, el<br />
perdón dado y recibido, la<br />
disponibilidad a acoger y<br />
ser acogidos, la esperanza<br />
que nos proyecta hacia la<br />
eternidad, y la paz como<br />
don y como tarea”.<br />
No se busca solo la<br />
promoción social o el<br />
bienestar material, sino<br />
también el espiritual.<br />
Quitarle a esta Obra su<br />
dimensión misional<br />
supondría arrancarle su<br />
alma, su esencia. Por<br />
eso, en sus orígenes,<br />
monseñor Forbin-Janson<br />
pedía a los niños de la<br />
Infancia Misionera<br />
que, junto a la<br />
pequeña limosna,
ezasen un avemaría al<br />
día, como si de una Obra<br />
de la Propagación de la<br />
Fe de los niños se tratase.<br />
La oración cobra, en este<br />
sentido, una fuerza especial,<br />
capaz de crear en el<br />
niño una predisposición<br />
misionera y un ambiente<br />
colectivo de unión con el<br />
resto de la humanidad, y<br />
de esperanza en que<br />
es posible la expansión<br />
de los valores<br />
evangélicos por todo<br />
el mundo. Es, por tanto,<br />
una oración misionera y<br />
universal, que anima a las<br />
ilusionadas conciencias<br />
de los pequeños a creer<br />
en una Tierra con buen<br />
tempero para la siembra<br />
de la justicia necesaria, la<br />
libertad responsable, el<br />
amor gratuito, el perdón<br />
bondadoso y la paz trabajada;<br />
una oración que<br />
confía en que todo ser<br />
humano se implique en<br />
este propósito, porque<br />
quien a la larga se beneficia<br />
de ello es toda persona<br />
de este mundo; una<br />
oración que se convierte<br />
en el mejor donativo del<br />
que, poniéndolo todo en<br />
las manos de Dios, solo<br />
puede ofrecer el dolor de<br />
su pobreza.<br />
Semillero de<br />
vocaciones misioneras<br />
La Obra Pontificia de la<br />
Infancia Misionera es, por<br />
tanto, un semillero de<br />
vocaciones misioneras.<br />
Qué mejor lugar para que<br />
surjan vocaciones a la<br />
misión ad gentes que<br />
aquel en el que, desde<br />
pequeños, se aprende<br />
cuanto de bueno hay en<br />
un Evangelio que encuentra<br />
en la entrega al prójimo<br />
más necesitado la<br />
mejor opción para alcanzar<br />
una vida plena, que<br />
muestra la riqueza del<br />
desprendimiento, que<br />
enseña a denunciar la<br />
injusticia con el fin de<br />
que se respete la dignidad<br />
de toda persona, que<br />
ofrece diálogo para entenderse,<br />
que piensa en<br />
el otro como amigo y que<br />
tiene como fin último el<br />
de construir el mundo de<br />
paz que Dios nos propone.<br />
Qué mejor lugar para<br />
que surjan nuevos misioneros<br />
que aquel en el que<br />
los niños aprenden a respetar<br />
y amar a otros<br />
niños de lugares lejanos y<br />
culturas diferentes y en<br />
el que llegan a sentir<br />
a estos como miembros<br />
de una misma
familia humana, en la que<br />
Jesús es el hermano y<br />
amigo, y Dios, el Padre<br />
de todos. Qué mejor<br />
escuela para la educación<br />
misionera.<br />
De hecho, son muchas,<br />
sin duda, las vocaciones<br />
misioneras surgidas al<br />
calor de la Infancia<br />
Misionera; son numerosas<br />
también las vocaciones al<br />
sacerdocio y a la vida<br />
consagrada que esta<br />
Obra ha suscitado tanto<br />
en los países de vieja<br />
cristiandad, como en las<br />
jóvenes Iglesias. (Hasta<br />
tal punto es cierta esta<br />
afirmación que en el año<br />
1919, cuando la Obra de<br />
San Pedro Apóstol parecía<br />
languidecer apenas<br />
recién nacida, la Santa<br />
Sede, por boca de su<br />
secretario de Estado,<br />
monseñor Gasparri, llegó<br />
a sugerir a los responsables<br />
de la Infancia Misionera<br />
que extendieran<br />
su generosidad a los<br />
seminarios y seminaristas<br />
de los territorios<br />
de misión). Son<br />
también abundantes los<br />
hombres y mujeres que,<br />
sin llegar a sentir la llamada<br />
vocacional misionera<br />
específica, han aprendido,<br />
gracias a esta Obra,<br />
a hacer de la fraternidad<br />
y la solidaridad evangélica<br />
y universal los principios<br />
fundamentales de unas<br />
vidas dispuestas a superar<br />
barreras, vencer obstáculos<br />
y tender puentes por<br />
sus hermanos más olvidados<br />
y necesitados.<br />
La niña de sus ojos<br />
No se debe olvidar esta<br />
lección. La Obra Pontificia<br />
de la Infancia Misionera<br />
es la niña de los<br />
ojos de la Iglesia, donde<br />
ve reflejado su futuro,<br />
donde comienza a gestarse<br />
un mañana que se<br />
prepara hoy. Ningún<br />
lugar mejor para educarse<br />
y asumir desde la fe<br />
los valores del Evangelio<br />
que esta Obra, en la que<br />
los pequeños aprenden a<br />
acudir en auxilio de los<br />
niños más pobres de<br />
toda la Tierra y a ofrecer-<br />
les la riqueza de una<br />
amistad que nunca les<br />
va a fallar: la de Jesús.<br />
En definitiva, la Obra<br />
Pontificia de la Infancia<br />
Misionera propone a<br />
todos los niños y niñas<br />
del mundo un rico camino<br />
de maduración cristiana<br />
y misionera, un camino<br />
que les llevará a reali-<br />
zar una gran labor de<br />
evangelización universal<br />
tanto entre los chicos de<br />
los países más alejados,<br />
como en sus propios<br />
hogares y colegios.<br />
Cuanto más bonita veamos<br />
la Infancia Misionera,<br />
más prometedor<br />
será el futuro de<br />
la Iglesia católica.
La Obra Pontificia de<br />
San Pedro Apóstol, nacida<br />
en 1889 de las manos<br />
entregadas de Juana<br />
Bigard (1859-1934) y su<br />
madre, Estefanía Cottin<br />
de Bigard (1834-1903),<br />
constituye una propuesta<br />
tan innovadora que viene<br />
a ocasionar toda una<br />
revolución mental y de<br />
criterios en el seno de la<br />
Iglesia y de la sociedad de<br />
su tiempo y, por qué no,<br />
también del nuestro. Su<br />
idea, en apariencia, tan<br />
sencilla como inofensiva:<br />
garantizar la formación de<br />
los candidatos al sacerdocio<br />
y a la vida consagrada<br />
en los territorios<br />
de misión, para<br />
que ninguna vocación se<br />
pierda y, al mismo tiempo,<br />
se logre una más eficaz<br />
universalización de la<br />
evangelización.<br />
En la Francia de la segunda<br />
mitad del siglo XIX<br />
y principios del XX, salida<br />
del vendaval revolucionario<br />
y del sectarismo napoleónico,<br />
no se veía, sin<br />
embargo, con buenos<br />
ojos dedicar el mínimo<br />
esfuerzo, ni un insignificante<br />
céntimo, al sostén<br />
y formación de unos<br />
jóvenes llamados al<br />
sacerdocio o a la vida<br />
consagrada en las lejanas<br />
misiones: bien por el<br />
hecho de considerarlos<br />
indignos de condición tan
sublime; bien por el egoísmo<br />
de estimar prioritaria,<br />
por no decir exclusiva,<br />
la atención de las<br />
necesidades pastorales<br />
propias y más cercanas;<br />
bien por el peligro que<br />
suponía para los poderes<br />
políticos y económicos de<br />
la época la formación de<br />
cualquier tipo de liderazgo<br />
indígena que pudiese<br />
amenazar sus acaparadores<br />
intereses...<br />
Hoy, en pleno siglo XXI,<br />
la situación, aunque distinta,<br />
no ha cambiado<br />
tanto en lo sustancial. Se<br />
sigue desconfiando del<br />
“otro”, cuando no despreciándole,<br />
por extraño, por<br />
distinto, por pobre, en<br />
definitiva, por desconocimiento;<br />
se le sigue<br />
negando cualquier apoyo<br />
o ayuda por egoísmo,<br />
porque “vienen a quitarnos<br />
los puestos de trabajo”.<br />
Y si las metrópolis<br />
europeas del XIX se sentían<br />
brillantes y superioresaprovechándose<br />
del vergonzante<br />
expolio al que some-<br />
tían a sus colonias, en<br />
nuestros días el llamado<br />
mundo desarrollado continúa<br />
robando los recursos<br />
de unos muchos para<br />
el mantenimiento del<br />
supuesto y caro bienestar<br />
de unos pocos.<br />
Instrumento<br />
contra la intolerancia<br />
Frente a estas actitudes,<br />
la Obra de San<br />
Pedro Apóstol se alza<br />
para protestar contra<br />
estos anticristianos comportamientos<br />
que, como<br />
se atrevió a denunciar su<br />
fundadora, Juana Bigard,<br />
“rayan con la herejía”. Y<br />
recuerda que la voz de<br />
Dios no es “de una sola<br />
tribu, sino de todas las<br />
tribus, de todos los pueblos,<br />
de todas las razas”,<br />
y que la vocación al<br />
sacerdocio o a la vida<br />
consagrada ha de ser<br />
católica y universal “como<br />
católica y universal es<br />
la Iglesia”. Y no se queda<br />
en la denuncia, sino que<br />
apuesta claramente por<br />
esa persona de lejanas<br />
tierras, de cultura exótica,<br />
que carece de medios,<br />
que huele la miseria y<br />
paladea el hambre, pero<br />
que, quizá por ello, quizá<br />
porque la cercanía a esa<br />
injusticia le hace más<br />
consciente de ella, quiere<br />
hacer realidad su vocación<br />
para servir desde el<br />
Evangelio a la causa de<br />
un mundo más acorde al<br />
proyecto de Dios.<br />
Y lejos de despreciarle,<br />
opta claramente por él y<br />
le considera imprescindible.<br />
Lo primero y fundamental,<br />
porque todos los<br />
seres humanos son iguales<br />
a los ojos de Dios y se<br />
ha de reconocer y valorar<br />
su dignidad. Segundo,<br />
porque ningún pueblo<br />
que no haya sido capaz<br />
de establecer una Iglesia<br />
que no cuente con sus<br />
obispos, sacerdotes, religiosos,<br />
religiosas y catequistas<br />
nativos puede<br />
decir que la evangelización<br />
ha arraigado y<br />
fructificado plenamente<br />
en él. Tercero,<br />
porque nada mejor
para que el Evangelio<br />
empape las ricas culturas<br />
de estos pueblos, que el<br />
que sea anunciado por<br />
hijos nacidos en su seno,<br />
conocedores de sus costumbres,<br />
lenguas y tradiciones,<br />
de sus valores<br />
morales y éticos; que crecen,<br />
sienten y sufren<br />
como ellos. Nadie mejor,<br />
tampoco, que estos jóvenes<br />
nativos para que la<br />
Iglesia se enriquezca con<br />
las aportaciones de sus<br />
culturas, muchas de ellas<br />
milenarias, algunas de<br />
excepcional valía y todas<br />
importantes. Estamos<br />
ante el reconocimiento de<br />
los bienes y recursos que<br />
la pluralidad cultural puede<br />
y debe aportar a la vida<br />
de la comunidad universal<br />
de los seguidores<br />
de Jesús; todo un caudal<br />
de intercambio y cooperación<br />
entre las Iglesias.<br />
La Obra de San Pedro<br />
Apóstol es, en este sentido,<br />
un innovador y<br />
adelantado instrumento<br />
contra la<br />
intolerancia y el<br />
racismo, una gran apuesta<br />
por la convivencialidad<br />
y el interculturalismo, y<br />
una destacada promotora<br />
de los procesos de inculturación<br />
del Evangelio.<br />
Pionera<br />
ante la necesidad<br />
No es la única ocasión<br />
en la que esta Obra,<br />
imbuida del carácter de<br />
sus fundadoras, vino a<br />
dar el primer paso y acudir<br />
solícita a las urgencias.<br />
En el siglo XVII el<br />
beato Inocencio XI ya<br />
advertía que quería “más<br />
la ordenación de un<br />
sacerdote indígena que la<br />
conversión de 50.000<br />
cristianos”. En el XVIII,<br />
Pío VI pedía a los obispos<br />
misioneros del Extremo<br />
Oriente que considerasen<br />
el establecimiento de<br />
seminarios como su primer<br />
deber. Y ya en tiempos<br />
de Juana Bigard,<br />
León XIII se desvivía por<br />
que los católicos comprendiesen<br />
y se convenciesen,<br />
sobre todo, de<br />
que el mejor uso que<br />
podían hacer de su dinero<br />
era donarlo para el clero<br />
nativo de las misiones.<br />
Pero sus llamamientos<br />
cayeron en saco roto. De<br />
hecho, cuando Juana<br />
Bigard, respaldada maravillosamente<br />
por su<br />
madre, Estefanía, se decide<br />
en 1889 a extender los<br />
“estatutos” de la Obra<br />
Misional de San Pedro<br />
Apóstol a favor del Clero<br />
Nativo de las misiones,<br />
solo este par de mujeres<br />
seglares, unos cuantos<br />
obispos de las misiones<br />
y unos contados<br />
misioneros habían<br />
respondido a los
equerimientos papales y<br />
apoyado con todas sus<br />
fuerzas esta urgente necesidad<br />
de indigenización<br />
de las nuevas Iglesias.<br />
Es más, si hoy es posible<br />
la alegría y la esperanza<br />
de la Iglesia en las<br />
numerosas vocaciones al<br />
sacerdocio y a la vida<br />
consagrada que se dan<br />
en la geografía misionera,<br />
se debe en parte más que<br />
decisiva a esta joven<br />
mujer, que, junto a su<br />
madre, consagró su inteligencia,<br />
sus energías, su<br />
pluma, su palabra, todos<br />
sus haberes económicos,<br />
todo su corazón y hasta<br />
su salud –acabó su vida<br />
recluida en un sanatorio<br />
mental–, a convencer a la<br />
comunidad católica de su<br />
tiempo de la urgencia de<br />
dotar de sacerdotes, religiosos,<br />
religiosas y obispos<br />
nativos a todas las<br />
Iglesias de nueva fundación.<br />
Y no es un decir.<br />
Juana Bigard realizó<br />
una labor silenciosa<br />
y tenaz en la que<br />
tuvo que luchar con-<br />
tra mil prejuicios e impedimentos,<br />
con un temple<br />
de espíritu realmente<br />
heroico. Encontró el<br />
rechazo de su propio<br />
obispo, que no entendía<br />
por qué había que ayudar<br />
a las Iglesias lejanas<br />
cuando eran tantas las<br />
necesidades de la Iglesia<br />
francesa; de los industriales<br />
y políticos de su tiempo,<br />
que veían en su iniciativa<br />
un peligro para los<br />
intereses de la metrópoli;<br />
y de sus familiares, que<br />
mostraban su malestar al<br />
quedarse sin herencia<br />
porque Juana y su madre<br />
se había desprendido de<br />
todos sus bienes, hasta<br />
vivir de la manera más<br />
modesta posible, para<br />
ponerlos al servicio de las<br />
vocaciones nativas en las<br />
misiones. Y no quedó ahí<br />
la cosa: el Gobierno francés<br />
trató de confiscar sus<br />
posesiones, y sus familiares<br />
la llevaron en diferentes<br />
ocasiones ante los tribunales<br />
de Justicia. Tanto<br />
rechazo, tanta persecución<br />
llevaron a Juana a<br />
expatriarse y a trasladar<br />
su domicilio a Suiza, ligera<br />
de equipaje, sin ningún<br />
tipo de ataduras.<br />
La Obra Pontificia de<br />
San Pedro Apóstol se<br />
apropia de este sentido<br />
de pobreza que enriquece,<br />
de este desprendimiento<br />
que libera y que<br />
exhibieron tan ejemplar-<br />
mente sus fundadoras.<br />
Su objetivo es consagrar<br />
todos sus bienes, todas<br />
sus energías, toda su<br />
actividad a la propagación<br />
del Evangelio por<br />
medio del sostenimiento<br />
de seminarios y juniorados<br />
para la formación<br />
de sacerdotes y<br />
vocaciones a la vida
eligiosa en los territorios<br />
de misión. Y lo hace –así<br />
lo aprendió de quien le<br />
dio vida– con entregada<br />
tozudez y desprendimiento<br />
total; ese que también<br />
conocen los misioneros y<br />
que les libera para afrontar<br />
todo género de problemas,<br />
para prestar toda<br />
clase de servicios y comprometerse<br />
más radicalmente<br />
por la causa del<br />
Reino de Dios. Es el<br />
“egoísmo misionero”, que<br />
experimenta que “hay<br />
más dicha en dar que<br />
en recibir”, que todo<br />
lo que no se entrega<br />
se pierde y que to-<br />
dos salimos beneficiados<br />
de la abundante cosecha:<br />
los pobres nos evangelizan<br />
y las vocaciones nativas<br />
extienden el anuncio<br />
de Cristo entre sus pueblos,<br />
colaborando del<br />
modo más eficaz a la<br />
evangelización mundial.<br />
La ONU de la Iglesia<br />
La Obra Pontificia de<br />
San Pedro Apóstol se<br />
convierte, de este modo,<br />
en la ONU de la Iglesia. Si<br />
este organismo internacional<br />
tiene entre sus fines el<br />
garantizar el respeto de<br />
los derechos humanos, el<br />
promover la paz y la<br />
seguridad entre las naciones;<br />
si busca el desarrollo<br />
económico y social y la<br />
atención de los asuntos<br />
humanitarios con el<br />
mayor compromiso posible<br />
por parte de los países<br />
que integran el planeta, la<br />
Obra fundada por Juana<br />
Bigard busca la formación<br />
de las vocaciones al<br />
sacerdocio y a la vida<br />
consagrada en los territorios<br />
de misión, consciente<br />
de la necesidad que hay<br />
de extender la causa del<br />
Evangelio por todos los<br />
confines de la Tierra, pero<br />
especialmente en los países<br />
donde brotan estas<br />
vocaciones, ensangrentados<br />
por guerras, diezmados<br />
por el hambre y la<br />
enfermedad, pobres entre<br />
los empobrecidos, dominados<br />
por la corrupción y<br />
la explotación, sometidos<br />
a la injusticia y la represión,<br />
divididos por vergonzosas<br />
e injustificables<br />
desigualdades... Son<br />
pueblos y gentes que<br />
necesitan de buenas<br />
dosis evangélicas de jus-<br />
ticia, libertad, cooperación,<br />
amor y capacidad<br />
de perdón. Y quién mejor<br />
para ofrecérselas que<br />
aquellos que han nacido<br />
y crecido a su lado, que<br />
han sufrido y sufren junto<br />
a ellos desde que vieron<br />
los primeros rayos de luz<br />
de su existencia.<br />
Así, estas jóvenes<br />
Iglesias también están<br />
dispuestas a lanzarse a la<br />
aventura de la evangelización<br />
ad gentes, a darse a<br />
los demás desde su precariedad,<br />
en un acto de<br />
generosidad suprema que<br />
les abre las puertas a la<br />
misión en otras Iglesias y<br />
ámbitos igual o más<br />
necesitados. Y de paso,<br />
nos recordarán la frescura<br />
y vitalidad del Evangelio a<br />
nosotros, que, triste es<br />
decirlo, tanta responsabilidad<br />
hemos tenido en la<br />
inhumana realidad que<br />
atraviesan sus pueblos.<br />
“Madre” y “mendiga”<br />
Del mismo modo<br />
que Juana Bigard, la<br />
Obra Pontificia de
San Pedro Apóstol quiere<br />
ser “madre” de las vocaciones<br />
que surgen en los<br />
territorios de misión.<br />
Cueste lo que cueste, no<br />
está dispuesta a que ninguna<br />
de estas abundantes<br />
llamadas al sacerdocio<br />
o a la vida consagrada<br />
que se están produciendo<br />
en las jóvenes<br />
Iglesias se pierda. Para<br />
lograrlo no le importa, si<br />
es necesario, convertirse<br />
en “mendiga” e iniciar<br />
una larga caminata, puerta<br />
a puerta, tratando de<br />
interesar a los católicos<br />
sobre la urgente necesidad<br />
de abrir seminarios y<br />
centros de formación en<br />
todos los lugares de<br />
misión. Es una cuestión<br />
de responsabilidad y<br />
comunión eclesial.<br />
Se necesitan, efectivamente,<br />
recursos económicos<br />
que lleguen a garantizar<br />
espacios adecuados<br />
donde los jóvenes puedan<br />
formarse y discernir su<br />
vocación, profesores<br />
bien preparados,<br />
materiales de ense-<br />
ñanza... Pero que nadie<br />
se confunda: nada más<br />
alejado del carisma de<br />
esta Obra que pensar en<br />
reducirla a una mera iniciativa<br />
económica de<br />
beneficencia. Es fundamental<br />
mendigar también<br />
oración, esa que ayuda a<br />
escuchar la llamada de<br />
Dios al sacerdocio o a la<br />
vida consagrada, así<br />
como a oír el clamor de<br />
quien la ha recibido y<br />
necesita de nuestra<br />
ayuda; esa oración que<br />
remueve la conciencia<br />
para que no olvidemos<br />
que se nos pedirán cuentas<br />
de la atención y<br />
ayuda prestadas a estas<br />
vocaciones tan necesarias<br />
para el futuro de la Iglesia<br />
y la extensión de la causa<br />
del Evangelio. Por algo,<br />
pocos años después de<br />
elevar esta Obra a la dignidad<br />
de “Pontificia” (en<br />
1922), Pío XI nombrará el<br />
29 de julio de 1925 a<br />
santa Teresa del Niño<br />
Jesús su patrona celestial,<br />
para que, al igual que<br />
la santa y la propia Juana<br />
Bigard, otros ofrezcan sus<br />
sufrimientos y oraciones a<br />
favor de tantas vocaciones<br />
nacidas en el seno de<br />
las jóvenes Iglesias.<br />
La Obra Pontificia de<br />
San Pedro Apóstol es el<br />
altavoz que propaga el<br />
clamor de quien se ha<br />
sentido llamado por Dios<br />
al sacerdocio o a la vida<br />
consagrada y reclama<br />
nuestra atención; es la<br />
aldaba que resuena en el<br />
interior de la comunidad<br />
católica para que esta<br />
abra sus corazones, manos<br />
y bolsillos a la causa<br />
de las vocaciones nativas.<br />
Que nadie se desentienda<br />
de este servicio,<br />
que es riqueza<br />
para todos.
“Muchos sacerdotes se<br />
ocupan demasiado de<br />
sus propios problemas<br />
pastorales y no lo suficiente<br />
de las misiones”. Y<br />
los religiosos deben procurar<br />
no reducirse “a la<br />
pequeñez de los intereses<br />
de sus congregaciones<br />
[...], que pueden nublar<br />
el fúlgido ideal de la vida<br />
misionera”. ¿Quién se<br />
atreve a lanzar tan contundentes<br />
denuncias y<br />
consejos? El que con<br />
tanto ardor habla no es<br />
otro que el padre y<br />
misionero Paolo<br />
Manna (1872-1952),<br />
quien funda en<br />
1916 –con la ayuda<br />
y apoyo del santo obispo<br />
de Parma y fundador del<br />
Instituto Misionero de<br />
San Francisco Javier,<br />
monseñor Guido María<br />
Conforti– la inicialmente<br />
denominada Unión<br />
Misional del Clero y hoy<br />
conocida como Pontificia<br />
Unión Misional (PUM);<br />
distinción de “Pontificia”<br />
que le fue otorgada el 28<br />
de octubre de 1956 por<br />
Pío XII. Su objetivo no<br />
era otro que “ayudar a<br />
despertar y profundizar la<br />
conciencia misionera de<br />
la vida sacerdotal y de la<br />
vida consagrada”. Y, si<br />
se habla de despertar, es<br />
porque en aquel enton-
ces, y en nuestros días<br />
tampoco es que andemos<br />
muy a la zaga, se<br />
observaba un adormilamiento<br />
respecto a la<br />
importancia, la urgencia<br />
y el deber de responder a<br />
la llamada de la misión<br />
ad gentes, que se traducía<br />
en un desconocimiento<br />
y, por consiguiente,<br />
una indiferencia de<br />
los católicos de todo el<br />
mundo frente a la cuestión<br />
misionera.<br />
El padre Manna,<br />
que había sido misionero<br />
en Birmania,<br />
tenía muy claro que<br />
esta tarea de concienciación<br />
no podía ser un trabajo<br />
más del misionero o<br />
misionera que se encuentra,<br />
a miles de kilómetros<br />
de distancia, volcado en<br />
su labor evangelizadora y<br />
de servicio a los pueblos<br />
que viven en los territorios<br />
de misión. Los animadores<br />
misioneros, los<br />
divulgadores de la misión<br />
entre los católicos de las<br />
Iglesias de vieja fundación<br />
debían ser, sin duda<br />
alguna, sus pastores y<br />
el clero diocesano: sus<br />
obispos y sacerdotes. A<br />
estos, pensó, les corres-<br />
pondía instruir a los fieles<br />
y organizarlos a favor de<br />
la actividad misionera de<br />
la Iglesia. “El sacerdote<br />
–señalaba– no es solamente<br />
maestro de los fieles,<br />
y su ministerio no se<br />
limita al interior de los<br />
templos; él es por vocación<br />
y naturaleza organizador<br />
de las fuerzas cristianas<br />
que tienden a<br />
favorecer y preservar la<br />
propagación de la fe en<br />
todo el mundo”.<br />
El 14 de julio de 1949<br />
–todavía en vida del<br />
padre Manna–, el papa<br />
Pío XII extiende esta función<br />
de animación misionera<br />
a la vida consagrada,<br />
a los religiosos y religiosas,<br />
tanto de vida<br />
activa como contemplativa.<br />
Decisión que, posteriormente,<br />
recibió los elogios<br />
de Pablo VI en la<br />
carta apostólica Graves<br />
et increscentes. Con esta<br />
iniciativa, señala este<br />
pontífice, “se abrió muy<br />
oportunamente el campo<br />
de la oración, del sufrimiento<br />
y del apostolado<br />
–propia y principal tarea<br />
de la Unión Misional del<br />
Clero– a nuevos operarios<br />
evangélicos que,<br />
consagrados a Dios por<br />
medio de la profesión<br />
religiosa, prestan ya una<br />
preciosa colaboración a<br />
los sacerdotes en la obra<br />
de educación del pueblo<br />
cristiano”.<br />
Y no se quedó ahí la<br />
apertura. Porque, si el<br />
objetivo principal de la<br />
Pontificia Unión Misional<br />
es la formación de la conciencia<br />
misionera de los<br />
sacerdotes, religiosos y<br />
religiosas con el fin de<br />
que luego ellos la cultiven<br />
en el seno de la comunidad<br />
católica, nadie como<br />
esta Obra es también<br />
sabedora de la importancia<br />
que el laicado puede<br />
tener en esta labor. Buena<br />
prueba de ello habían<br />
sido Paulina Jaricot y<br />
Juana Bigard, fundadoras<br />
respectivamente de las<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Pontificias</strong> de la<br />
Propagación de la Fe<br />
y San Pedro Apóstol.<br />
Por este motivo, en
los Estatutos de las <strong>OMP</strong><br />
de 26 de junio de 1980<br />
se recoge que la PUM<br />
también se dirige a “otras<br />
personas comprometidas<br />
en el ministerio pastoral<br />
de la Iglesia”, con vistas a<br />
conseguir que la comunidad<br />
cristiana, en cuanto<br />
tal, se sensibilice de su<br />
condición misionera. Con<br />
palabras similares se<br />
señala este aspecto en el<br />
artículo 20 del vigente<br />
Estatuto. En definitiva, se<br />
abren las puertas a los<br />
colectivos llamados a<br />
desempeñar la labor de<br />
animación misionera y de<br />
formación de formadores.<br />
En estado de misión<br />
En línea con las otras<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong>,<br />
la PUM aparece<br />
llena de espíritu universalista.<br />
No es objetivo de la<br />
PUM interesarse por un<br />
proyecto, por una misión<br />
o por un misionero en<br />
concreto. Su plan es<br />
desplegar una acción<br />
amplia, racional y<br />
organizada, en favor<br />
de toda la Iglesia. Su<br />
propósito es poner a la<br />
Iglesia entera “en estado<br />
de misión”: que todas las<br />
Iglesias particulares trabajen,<br />
se pongan manos a<br />
la obra en la difusión del<br />
Evangelio por todo el<br />
mundo. Para lograrlo es<br />
necesaria una amplitud<br />
de miras que haga que<br />
no solo se esté pendiente<br />
de los problemas pastorales<br />
propios, como bien<br />
recordaba el padre Manna.<br />
La incardinación en una<br />
diócesis, el formar parte<br />
de una congregación,<br />
lejos de limitar, ha de<br />
favorecer la universalidad<br />
de la evangelización y,<br />
por tanto, la disposición a<br />
la misión ad gentes. Estamos<br />
ante un universalismo<br />
que nos lleva a pensar<br />
más en el conjunto de la<br />
humanidad y a no reducir<br />
o tacañear en nuestro<br />
compromiso por el otro.<br />
La causa misionera<br />
necesita también de<br />
acciones que no se circunscriben<br />
a un día, a<br />
una campaña o a un<br />
mes. Se requiere una<br />
implicación permanente y<br />
continua en la formación<br />
misionera de los fieles,<br />
una universalización, también,<br />
de los tiempos que<br />
se dedican al problema<br />
misionero, a su pastoral.<br />
El que fuese director nacional<br />
de <strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong><br />
<strong>Pontificias</strong> en España<br />
y secretario internacional<br />
de la Unión Misional<br />
del Clero, Joaquín<br />
M.ª Goiburu, tiene escritas<br />
a este respecto, parafraseando<br />
a Lenin, unas palabras<br />
elocuentes: “¡... Dedicando<br />
un solo día al<br />
año a la causa misionera<br />
de la Iglesia, jamás podrá<br />
resolverse el trágico y<br />
urgentísimo problema<br />
misionero!”.<br />
Alma misional<br />
Con el deseo de que<br />
toda la Iglesia sea misionera,<br />
la Pontificia Unión<br />
Misional se convierte,<br />
como manifestó Pablo<br />
VI, en “el alma de las<br />
otras <strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong><br />
<strong>Pontificias</strong>”. Si
es la última en nacer, no<br />
es la última por su valor<br />
espiritual. En su misión<br />
de animar, dirigir y coordinar<br />
en todo el mundo la<br />
obra misma de la evangelización<br />
de los pueblos y<br />
la cooperación misionera,<br />
la PUM se comporta<br />
como el agricultor que<br />
deposita la semilla<br />
misional en la tierra,<br />
la abona, la riega, le<br />
quita las malas hier-<br />
bas, la cuida con esmero...,<br />
sabedora de que, si<br />
esa semilla no germina y<br />
llega a dar un fruto misionero,<br />
se pudrirá y perderá<br />
inútilmente. Por eso necesita,<br />
en su labor formativa<br />
y divulgadora, expresar<br />
en términos sencillos y<br />
en un lenguaje moderno<br />
la grandeza de la causa<br />
misionera, las buenas razones<br />
de ser de una evangelización<br />
que extiende la<br />
justicia, la libertad, la paz<br />
y el perdón a un mundo<br />
necesitado de Dios.<br />
Si la sensibilización y<br />
formación misionera de<br />
sacerdotes, religiosos,<br />
religiosas y agentes de<br />
pastoral resulta compresible<br />
y clara, se habrán<br />
dado muchos pasos para<br />
que ellos puedan transmitir<br />
con la misma sencillez<br />
la necesidad y urgencia<br />
de la evangelización a las<br />
comunidades cristianas.<br />
En estos tiempos, nada<br />
proclives a la difusión de<br />
todo lo que tenga que ver<br />
con la Iglesia como institución,<br />
y donde se da<br />
una gran competencia<br />
por hacerse con un<br />
pequeño espacio en los<br />
diferentes medios de<br />
comunicación, la<br />
Pontificia Unión Misional<br />
se hace más necesaria<br />
que nunca para contagiarnos<br />
de su entusiasmo<br />
misionero, abierto a atender<br />
las necesidades del<br />
mundo actual y a responder<br />
a sus exigencias. Esto<br />
supone, naturalmente,<br />
conocer en profundidad<br />
el mundo en que vivimos,<br />
los dramas que padece,<br />
las violencias que lo desangran,<br />
las injusticias<br />
que lo oprimen, las<br />
estructuras de muerte que<br />
lo asfixian... y, como los<br />
misioneros y misioneras,<br />
y respaldando su labor,<br />
hacer de los pobres y<br />
los que sufren los<br />
predilectos, para<br />
devolver a la activi-
dad misionera todo su<br />
poder de fascinación,<br />
toda su belleza y alegría,<br />
que anidan en el servicio<br />
y la entrega sin límites al<br />
más necesitado.<br />
El gabinete de prensa<br />
La Pontificia Unión Misional<br />
viene a convertirse<br />
así en una especie de departamento<br />
de comunicación,<br />
de gabinete de<br />
prensa de las otras<br />
tres <strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong><br />
<strong>Pontificias</strong>. Su<br />
cometido, en este<br />
sentido, es que las campañas<br />
organizadas por<br />
las <strong>Obras</strong> de<br />
Propagación de la Fe,<br />
Infancia Misionera y San<br />
Pedro Apóstol no sean<br />
flor de un día. Se ha de<br />
empeñar a fondo en ofrecer<br />
informaciones, en<br />
apuntar iniciativas, desarrollar<br />
actividades encaminadas<br />
a que estas tres<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong> y su<br />
labor sean conocidas por<br />
todo el mundo, estén<br />
presentes en la actualidad<br />
del universo informa-<br />
tivo mundial, en la agenda<br />
de los medios de<br />
comunicación, la mayor<br />
cantidad de días posible.<br />
Por eso es la única de<br />
las cuatro <strong>Obras</strong> que no<br />
tiene campaña propia: su<br />
promoción está en dar a<br />
conocer las jornadas de<br />
sus tres compañeras. No<br />
recibe tampoco donativos,<br />
porque su limosna<br />
está en cada información<br />
que logra difundir en el<br />
seno de las sociedades,<br />
con el fin de divulgar en<br />
ellas la causa misionera<br />
en su consideración más<br />
amplia; en cada nota que<br />
golpea como una aldaba<br />
en las conciencias de la<br />
opinión pública para despertarla<br />
a cuanto de<br />
bueno hay en la labor<br />
evangelizadora de esos<br />
hombres y mujeres de<br />
talla excepcional que son<br />
nuestros misioneros y<br />
misioneras. Por eso sus<br />
instrumentos de trabajo<br />
son más propios de un<br />
departamento de comunicación<br />
o de una<br />
escuela de formación
cristiana y misionera. A la<br />
Pontificia Unión Misional<br />
pertenecen la agencia<br />
internacional de noticias<br />
Fides, revistas como<br />
Omnis Terra (editada por<br />
el Secretariado Internacional<br />
de la PUM) o, en<br />
España, Illuminare, con<br />
sus contenidos teológicos,<br />
formativos, liturgico-pastorales<br />
y de divulgación, o<br />
el cartel mural de Iglesia<br />
en Misión, que es tan frecuente<br />
ver en multitud de<br />
parroquias, conventos,<br />
hospitales... “La acción<br />
de la prensa, ayudada<br />
e integrada con la<br />
acción del clero<br />
desde el púlpito,<br />
en la catequesis, despertaría<br />
la conciencia de los<br />
católicos y los educaría en<br />
esta gran necesidad<br />
[misionera] de la Iglesia”,<br />
tal era la expectativa que<br />
formulaba por aquel<br />
entonces el padre Manna.<br />
La labor de evangelización<br />
que realizan las<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong> <strong>Pontificias</strong><br />
de la Propagación<br />
de la Fe, de la Infancia<br />
Misionera y de San Pedro<br />
Apóstol no sería lo bastante<br />
eficiente si no contase<br />
con la colaboración<br />
de la Pontificia Unión<br />
Misional. La labor de<br />
aquellas de, respectivamente,<br />
dar a conocer y<br />
ofrecer la Buena Noticia<br />
del Evangelio, atender a<br />
la infancia en todos sus<br />
aspectos y procurar la<br />
formación de las vocaciones<br />
nativas para que ninguna<br />
de estas se pierda,<br />
es tan inmensa que esas<br />
tres <strong>Obras</strong> necesitan de<br />
unos medios adecuados y<br />
proporcionados para su<br />
realización y, lo que no es<br />
menos importante, para<br />
su labor de formación y<br />
educación de la conciencia<br />
misionera en nuestras<br />
sociedades. Más aún en<br />
la época de revolución de<br />
las comunicaciones en<br />
que vivimos. En este<br />
empeño tiene que implicarse<br />
con fuerza la<br />
Pontificia Unión Misional,<br />
que viene en su ayuda;<br />
sobre todo, si no quiere<br />
perder el tren de alta<br />
velocidad de Internet y de<br />
las nuevas tecnologías de<br />
la información que gobiernan<br />
el ámbito de la<br />
comunicación y de la<br />
movilización social.<br />
El padre Manna, hoy ya<br />
beato Paolo Manna, puso<br />
el cimiento de una Obra<br />
que quiere ser luz que ilumine<br />
el verdadero interés<br />
que ha de mover al<br />
mundo. Con toda una<br />
estimulante tarea por<br />
delante, con una gran<br />
responsabilidad hacia la<br />
Iglesia y hacia el futuro<br />
de la evangelización,<br />
clero, religiosas, religiosos<br />
y laicos comprometidos<br />
en la pastoral son convocados<br />
por una PUM que<br />
ha de ser el punto de<br />
apoyo que mantenga<br />
levantada la causa<br />
misionera.
Al ponerse al servicio de<br />
la evangelización, las<br />
<strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong><br />
<strong>Pontificias</strong>, desde su fundación<br />
en el siglo XIX,<br />
han experimentado que<br />
la acción misionera consiste<br />
en definitiva en<br />
comunicar a los hermanos<br />
el amor de Dios que<br />
se reveló en el designio<br />
de la salvación. [...] El<br />
carisma y el trabajo de<br />
las <strong>Obras</strong> <strong>Misionales</strong><br />
<strong>Pontificias</strong> no se han<br />
agotado, y no deben faltar<br />
nunca. Sigue siendo<br />
urgente y necesaria la<br />
misión de evangelizar a<br />
la humanidad.<br />
Benedicto XVI