Los moros entraban a saco, apoderándose de objetos, violando ...

No faltaban los suce sos chuscos, como el caso de un
fugitivo reincidente que, despojado de sus r opas y
encerr ado en la enfermería, escapó en cueros. Otro más
huyó, en compañía de su primo, en un burro robado en las
cercanías. No faltaban, asimismo, quiene s en su fu ga
pasaban las de Caín, sufr iend o agre siones de lo s na ti vo s,
du rm ie nd o a ca mp o ra so y ca mi na nd o dí as en te ro s, hasta
que desfallecidos y hambrientos eran detenidos y encarcelados.
A veces, volvían voluntariamente con el rabo entre las patas.
Un gr upo de ci nc o o se is pequeñ os lo gr ar on ll eg ar en
ci er ta ocasión a la ciudad de México y, detenidos por
vagancia, cayeron en manos de un jefe policíaco que, no
sabiendo qué hacer, llamó a un espa ñol am igo suy o qui en
se en car gó de aco mod arlos en di st in ta s ca sa s de
co mp at ri ot as . De es to s no re gr es ó ni ng un o al internado y
casi todos ellos hicieron carrera en diversas actividades: un o
estu dió me dicina, otro leye s y lo s demá s hi cieron carr era en
diversas actividades comerciales, con alguna fortuna.
Du rant e un ti empo fu i un trá nsf ug a en bu sca de un a
pi zca de afecto, del calor de un hogar, de una comida caliente
y nutritiva, o siqui er a lle nado ra, de un a ca ma li mpi a y si n
pa rási tos y, en fi n, de to do aq ue ll o qu e un dí a ha bí a
pe rd id o sú bi ta me nt e. Me refugiaba en casas morelianas en
las que, dramatizando la situación, me hacía alojar durante
algunos días.
En cierta ocasión, estuve un tiempo indeterminado
escondido en casa de una familia humilde de la que recibí
cuanto necesitaba, que er a po co y si n em ba rg o mu ch o.
Pe rm an ec í al lí si n sa li r de la casa dura nte muchos días,
hasta que pensando en que ya nadie me bu scaría, la
señor a de casa me envió a com pr ar pa n y, en és as , un
em pl ea do de la es cu el a me at ra pó . Nu nc a su pe vol ver al
siti o, al que sola mente ha bía entr ado y sali do en una
ocasión. Fu e mu ch os añ os de sp ué s qu e vol ví a ver lo s
me di an te un az ar . Me abra zaro n em ocio nado s y re cord am os
muchas inci dencia s de aquel tiempo lejano.
Para ev it ar re in ci denc ia s, me as ig nó Re yes Pére z a la
tu te la de un empleado, joven cariñoso a quien desde entonces