Los moros entraban a saco, apoderándose de objetos, violando ...

Nos ha bí am os pues to de ac uerd o cu at ro comp añ er os,
to dos no ve le s, e hi ci mos lo s pr epar at iv os con ta l
in di sc re ci ón qu e, cu an do la emprendimos, est aban
ent er adas incluso las pulgas. Íbamos alegremente
rum bo a Mé xi co, por la única carretera que enton ces
exi st ía, (act ua lmen te hay var ias op cion es). Cu ando se
apr ox imaba algún vehículo, el rico agitaba dos billetes
de cinco pesos cada uno, como señuel o par a el aven tón
( au tos top). Diez pe sos er a un a sum a respe tabl e, que
qui én sabe en dó nde se habr ía agen ci ado nuest r o amigo,
con no muy buena r eput ación, por cier to.
Del único coche que se detuvo bajó justamente Reyes
Pérez, quien apoplét ico por la ir a nos metió en el coche
a bof etadas: "¡Ca br on es! ¿Qué les hago pa ra que se me
largue n?" Fue la única mala palabr a que jamás le
escuché, pues no las acost umbr aba. Por ciert o, en una
de sus fr ecuent es ar engas se quejaba: "Una c o s a e s
J u a n D o m í n g u e z y o t r a , u n a p a l a br a q u e n o u s o . " Y
nos ot ros , que de sconoc íamos el refrán, lo apr endi mos de
él: "Una cosa es Juan Domínguez y ot r a es, no me
chingues" , es decir, no me jodas.
Ll eg ad os a la di re cc ió n de l in te rn ad o, no s di er on
nu es tr a ra ci ón de cor re az os y un a bu en a re pr im en da . Me
en ca ré con Re yes Pé re z: "¡Usted no tiene derecho a
pegarme; no es mi padre!" Eran días en que mi padre moría
asesinado en un campo de tortura alemán...