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sabrina jeffries<br />
Lawrence frunció el ceño e irguió más la cabeza.<br />
—Ya la veo, está allí, enzarzada en esa actividad absurda y<br />
carente de todo sentido que ella define como entretenida.<br />
En otras palabras, Sophie estaba bailando. Una sonrisa instantánea<br />
se perfiló en los labios de Emily. Pobre Lawrence.<br />
Había recorrido un largo camino desde Londres para visitarlos<br />
a ella y a su padre en Willow Crossing por primera vez en muchos<br />
años y, a cambio, su padre lo había obligado a escoltarla a<br />
un baile de disfraces, un evento que Lawrence consideraba<br />
«estúpido, de una absurdidad incuestionable».<br />
Bueno, al menos el pobre no tendría que sufrir la tortura<br />
de bailar con ella. A Emily el sentido del decoro le prohibía<br />
bailar, puesto que se hallaba en las últimas semanas de<br />
luto por la muerte de su madre. Sin lugar a dudas, era la<br />
única invitada que vestía un insulso traje negro, con un antifaz<br />
plateado como única concesión a la temática lúdica de<br />
la noche.<br />
—¿Con quién está bailando Sophie? —inquirió Emily.<br />
—Creo que su pareja esta vez es lord Blackmore.<br />
—¿Lord Blackmore? ¿Está bailando con él? —Un hombre<br />
realmente importante. El conde de Blackmore era el hermano<br />
de la nueva hija política de los Dryden.<br />
Emily se sintió invadida por una ola de envidia, que desa -<br />
pareció tan rápido como se había formado. Qué mema al envidiar<br />
a Sophie por un derecho que su amiga ostentaba desde la<br />
cuna. Estaba convencida de que jamás gozaría de la oportunidad<br />
de bailar con el conde, simplemente porque era la hija de<br />
un rector sin parientes aristocráticos.<br />
Después de todo, aún tenía que dar las gracias por estar<br />
allí. Lady Dryden sólo la había invitado como pago por un pequeño<br />
servicio que Emily le había ofrecido. La marquesa no<br />
tenía motivos para presentar a Emily a ninguna de las damas<br />
ni lores ricos que se habían puesto de punta en blanco y se habían<br />
desplazado desde Londres para la ocasión.<br />
Sin embargo, se preguntó qué se sentiría al bailar con un<br />
conde tan famoso como lord Blackmore. Seguramente unos<br />
terribles nervios en el estómago, especialmente porque parecía<br />
muy apuesto. ¿O no? Se puso de puntitas para examinarlo a<br />
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