19.05.2013 Views

EL COÑO DE LAS DIPUTADAS Juan Manuel de Prada

EL COÑO DE LAS DIPUTADAS Juan Manuel de Prada

EL COÑO DE LAS DIPUTADAS Juan Manuel de Prada

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Narración, página 22<br />

<strong>EL</strong> <strong>COÑO</strong> <strong>DE</strong> <strong>LAS</strong> <strong>DIPUTADAS</strong><br />

<strong>Juan</strong> <strong>Manuel</strong> <strong>de</strong> <strong>Prada</strong><br />

Nuestras juergas solían acabar en la Carrera <strong>de</strong> San Jerónimo. Mi<br />

amigo Gabriel subía las escalinatas <strong>de</strong>l Congreso, beodo y fanfarrón<br />

como un domador <strong>de</strong> circo, y se montaba sobre uno <strong>de</strong> aquellos leones<br />

<strong>de</strong> bronce, ver<strong>de</strong>antes <strong>de</strong> intemperie o aburrimiento, que flanquean la<br />

entrada. Hacía un frio <strong>de</strong> navaja abierta que nos perforaba el alma.<br />

-Mira, me voy a follar a la <strong>de</strong>mocracia -me <strong>de</strong>cía Gabriel,<br />

poniéndose a la grupa <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los leones.<br />

A continuación, comenzaba a hacer una pantomima más bien<br />

chabacana, entre la parodia <strong>de</strong>l acto sodomita y un baile <strong>de</strong> discoteca<br />

macarra. El león <strong>de</strong> Las Cortes sufría la vejación sin inmutarse (cada fin<br />

<strong>de</strong> semana, Gabriel cambiaba <strong>de</strong> león, con esa alternancia pacífica que<br />

no se practica en España <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tiempos <strong>de</strong> Cánovas y Sagasta). Soplaba<br />

un viento helado que rizaba la melena <strong>de</strong> los leones, renovándoles la<br />

permanente sin necesidad <strong>de</strong> pasar por la peluquería.<br />

-Venga, Gabriel, déjalo ya, no seas gamberro.<br />

Luego, cuando se le disipaban los vapores etílicos, Gabriel se<br />

avergonzaba <strong>de</strong> sus excesos, y hacía votos <strong>de</strong> regeneración, pero al fin<br />

<strong>de</strong> semana siguiente, incendiado <strong>de</strong> vino o irreverencia hacia las<br />

instituciones, volvía a la-sandadas.<br />

-¡Me estoy follando a la <strong>de</strong>mocracia! -gritaba con júbilo.<br />

Del interior hueco <strong>de</strong> los leones brotaba en rugido sordo, como<br />

<strong>de</strong> tripas mal alimentadas. La borrachera me hacía concebir i<strong>de</strong>as <strong>de</strong><br />

señorita catequista, como por ejemplo que aquellos leones, salpicados<br />

<strong>de</strong> liquen y cagadas <strong>de</strong> paloma, guardaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> si el cadáver<br />

incorrupto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, como sarcófagos <strong>de</strong> una momia cuya<br />

muerte no conviene <strong>de</strong>svelar. Una pareja <strong>de</strong> vigilantes salía <strong>de</strong>l edificio<br />

<strong>de</strong>l Congreso e interrumpía mis divagaciones. También interrumpía la<br />

pantomima <strong>de</strong> mi amigo Gabriel, que <strong>de</strong>scendía por la escalinata con un<br />

aire mohíno, como un arcángel <strong>de</strong> alas replegadas. Por <strong>de</strong>sgracia, la


Narración, página 23<br />

escena se repetía a la semana siguiente, abominable como la digestión<br />

<strong>de</strong> un plato <strong>de</strong> alubias: Gabriel subía las escalinatas, se situaba a la<br />

retaguardia <strong>de</strong>l león y elevaba su voz sobre la ciudad amodorrada:<br />

-¡Me estoy follando a la <strong>de</strong>mo ... !<br />

Pero uno <strong>de</strong> los vigilantes, el más pen<strong>de</strong>nciero o diligente en su<br />

trabajo, salió <strong>de</strong> la garita y, tomando a mi amigo Gabriel <strong>de</strong>l cuello, le<br />

estrelló la cabeza sobre el lomo <strong>de</strong> bronce <strong>de</strong>l animal. Gabriel se<br />

tambaleó, atronado por el golpe, y durante unos segundos su cabeza<br />

osciló <strong>de</strong> un lado a otro, como un badajo <strong>de</strong>sorientado. Todas las<br />

campanas <strong>de</strong>l mundo repicaban en su interior, como si el bronce <strong>de</strong> los<br />

leones parlamentarios, tantas veces fornicados ficticiamente por mi<br />

amigo Gabriel, tomase cumplida venganza.<br />

Hubo que llevarlo a la consulta <strong>de</strong> un traumatólogo, para que le<br />

restaurase la relojeria íntima <strong>de</strong> su cabeza, que ya nunca volvió a<br />

funcionar con puntualidad. Durante unos cuantos días, al aplicarle el<br />

fonendoscopio sobre la frente, se oía un rumor como <strong>de</strong> esquila oxidada<br />

. Gabriel, <strong>de</strong>rrumbado sobre la cama, me miraba con ojos <strong>de</strong> ternera<br />

drogada. Cuando por fin logró <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> su letargo, me confió:<br />

-Pues yo pienso seguirme follando a la <strong>de</strong>mocracia.<br />

Llegado a este punto <strong>de</strong> mi narración, y para evitar<br />

interpretaciones aviesas, diré que mi amigo Gabriel, aunque <strong>de</strong>screído<br />

<strong>de</strong> las i<strong>de</strong>ologías, nunca se ha <strong>de</strong>clarado simpatizante <strong>de</strong> la dictadura. El<br />

traumatismo craneal le había otorgado una clarivi<strong>de</strong>ncia hasta entonces<br />

inédita en él; entendió que, para follarse a la <strong>de</strong>mocracia, no basta con<br />

subir las escalinatas <strong>de</strong>l Congreso: había que conquistar el hemiciclo.<br />

Gabriel aprobó las oposiciones a ujier <strong>de</strong> Cortes, e ingresó en el gremio<br />

con ese secretismo camuflado <strong>de</strong>l espía infiltrado en una organización<br />

mafiosa. Cuando vi a mi amigo a través <strong>de</strong> la televisión, bromeando con<br />

las taquígrafas, subiendo a la tribuna <strong>de</strong> oradores con un vasito <strong>de</strong> agua<br />

en la mano, susurrando al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Cámara quién sabe si un<br />

recado o un chiste escabroso, comprendí que había encontrado al fin su<br />

vocación. Gabriel se movía con ceremoniosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lacayo, con esa<br />

sencillez protocolaria y escurridiza <strong>de</strong> los fantasmas.


Narración, página 24<br />

-Pero, Gabriel, chico, qué sorpresa -lo telefoneé <strong>de</strong> inmediato.<br />

-Yo es que no paro, cuando se me mete algo entre ceja y ceja.<br />

Gabriel, que ante los parlamentarios varones actúa con<br />

displicencia y cierta remolonería, parece transfigurarse cuando quien lo<br />

requiere es una señora. Con las diputadas, esas mujeres aureoladas <strong>de</strong><br />

oratoria, Gabriel emplea una estrategia infalible <strong>de</strong> langui<strong>de</strong>z y párpados<br />

caídos que suele <strong>de</strong>spertar sus instintos maternales, o bien fuerza un<br />

encontronazo en los pasillos <strong>de</strong>l Congreso, un contacto furtivo que la<br />

diputada consiente y agra<strong>de</strong>ce, que para eso es <strong>de</strong>positaria <strong>de</strong> la<br />

soberanía popular. Me comenta Gabriel que las señoras diputadas<br />

incurren con frecuencia en el <strong>de</strong>saliento, sobre todo cuando, al ir a<br />

iniciar una alocución <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tribuna, los parlamentarios <strong>de</strong>l bando<br />

contrario abandonan en manada el hemiciclo. Un congreso vacío, o<br />

lleno tan sólo <strong>de</strong> correligionarios, <strong>de</strong>ja a las diputadas inermes, afónicas<br />

<strong>de</strong> argumentos, secas <strong>de</strong> repertorio, y es ahí don<strong>de</strong> mi amigo Gabriel<br />

cruza una mirada <strong>de</strong> complicidad con ellas, infundiéndoles confianza y<br />

convirtiéndose en su único interlocutor válido. Así las engatusa, el muy<br />

bellaco.<br />

-¿Y te las llevas a casa?<br />

-Qué va, hombre, nos lo hacemos allí mismo, al concluir la<br />

sesión.<br />

Eligen los escaños <strong>de</strong> los ministros, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se obtiene una<br />

vlslon panorámica <strong>de</strong>l techo, con sus molduras <strong>de</strong> escayola agujereadas<br />

por las balas <strong>de</strong> Tejero. Las diputadas socialistas, tan aparentemente<br />

liberadas, aducen estrecheces que hacen <strong>de</strong>l galanteo una labor<br />

complicada como el ganchillo. El coño <strong>de</strong> las diputadas socialistas es un<br />

coño tímido y como avergonzado <strong>de</strong> su pasado progre y <strong>de</strong> su virginidad,<br />

inmolada en Cuatro Caminos. El coño <strong>de</strong> las diputadas social istas es un<br />

coño que ha renunciado a su juventud entusiasta, a ese fervor inaugural<br />

<strong>de</strong> principios <strong>de</strong> los ochenta, cuando albergaba <strong>de</strong>ntro sí, como un puño<br />

enguantado, la rosa con espinas <strong>de</strong>l marxismo, y se ofrecía a los<br />

camaradas <strong>de</strong>l partido (no hacía falta mostrar el carné) como en una<br />

eucaristía sacrílega, sol idaria y alegre. El coño <strong>de</strong> las diputadas social istas<br />

-me informa Gabriel- ha perdido esa esbeltez <strong>de</strong> antaño, ese puterío


saludable, ese candor <strong>de</strong> orgasmos como<br />

ofrendas florales a Pablo Iglesias, esa algarabía<br />

<strong>de</strong> promesas y <strong>de</strong>coro que un día enarboló como<br />

ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> su sexualidad, hoy reprimida. El<br />

coño <strong>de</strong> las diputadas socialistas, atrincherado<br />

<strong>de</strong> renuncias e i<strong>de</strong>ales traicionados, alambicado<br />

en la penetración y reticente en el orgasmo,<br />

<strong>de</strong>spierta en mi amigo ese regusto amargo que<br />

nos produce la <strong>de</strong>crepitud <strong>de</strong> una antigua novia,<br />

una sensación <strong>de</strong> ambiguo fracaso que casi no se<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir.<br />

El coño <strong>de</strong> las diputadas conservadoras,<br />

en cambio, es un coño agropecuario y fuerte,<br />

terrateniente y patricio, que acoge al visitante<br />

con una hospital ¡dad excesiva. El coño <strong>de</strong> las<br />

diputadas conservadoras, rubio como ellas<br />

mismas, tiene algo <strong>de</strong> basílica caliente, <strong>de</strong> horno<br />

tibio don<strong>de</strong> se cocina el pan sin miga <strong>de</strong> una<br />

<strong>de</strong>mocracia retardataria. El coño <strong>de</strong> las diputadas<br />

conservadoras, blando y benefactor como el<br />

regazo <strong>de</strong> una cierva, muestra una lozanía<br />

engañosa, una campechanía que se torna<br />

engreimiento cuando se toca fondo. El coño <strong>de</strong><br />

las diputadas conservadoras está ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un<br />

pubis extenso, invasor <strong>de</strong> sus labios, que a mi<br />

amigo Gabriel le recuerda el bigote <strong>de</strong> Aznar, ese<br />

bigote que escon<strong>de</strong> una voz <strong>de</strong> gramófono<br />

húmedo y una oratoria <strong>de</strong> parvulario, y la mera<br />

asociación <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as produce un efecto<br />

paral izante en su erección.<br />

Mi amigo Gabriel aún duda entre<br />

socialistas y conservadoras, pero se muestra<br />

orgu lioso <strong>de</strong> haber cumpl ido aquel proyecto<br />

suyo, inabarcable y alegórico, <strong>de</strong> follarse a la<br />

<strong>de</strong>mocracia sin necesidad <strong>de</strong> recurrir a leones <strong>de</strong><br />

bronce.<br />

Narración, página 25

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!