IV Semana Machadiana - Antonio Machado y Baeza

HUELLAS MACHADIANAS
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Para Araceli Ramírez Arévalo
Está la tarde unida a la neblina,
el cielo reluciente mima al rosa
en la incipiente noche primorosa,
rayando el ocre leve en la colina.
El sol tras la belleza, austero inclina
tragado por la tierra que ostentosa,
oronda gira y en su andar reposa,
un verso al arrebol y a mi retina.
Mi mano al libro, leo, y la belleza crea
otra tarde de ayer, cuando el poniente,
dentro de tu arsenal, el de tu frente,
retuvo ese olivo que al final verdea,
y el camino blanco por el cual pasea
la eterna lucha de tu pecho ardiente.
Si al olmo le sacaste tú la vida
seco y viejo, gastado y ante ti herido
con su ramita verde, en tu gemido,
una alondra le cantó y, conmovida,
el árbol retoñó; su amor que anida
en el tiempo, la rama la ha transido
en la creación del verso y ya en su nido
esa alondra dejó, tu voz prendida…
Ante ti, esta tarde se va, camina
en este día de perpetuas luces
llevadas a la voz de tu poesía.
Recreo mi corazón, miro a la cima
aprieto el libro donde tú reluces:
bendiciendo la noche, amando el día.