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Pedro Arrupe CENTENARIO DE PEDRO ARRUPE - jesuitas aragón

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Un hombre de esperanza<br />

Lo que siempre irradiaba el P. <strong>Arrupe</strong> era una increíble<br />

esperanza, por la que podían tildarlo de visionario y hasta<br />

de ingenuo: <strong>Arrupe</strong> comunicaba una inamovible fe en la<br />

bondad de Dios y en las posibilidad de bondad en los seres<br />

humanos. Creía -él, que había sido testigo de la bomba<br />

atómica de Hiroshima - que, a pesar de todo, la historia<br />

podía cambiar a mejor, y que en el fondo de los seres<br />

humanos existe un reducto de bondad para ponerlo siempre<br />

a crear. Esto, que para unos era una ingenuidad y para otros<br />

ilusión óptica, fue para mí la esperanza que a todos nos<br />

humaniza.<br />

Este hombre de los hombres fue también un hombre<br />

de Dios. Todos los que le conocían quedaban cautivados por<br />

su sincero y profundo amor a Jesucristo, su larga oración, su<br />

sentida devoción en la celebración de la Eucaristía. Quiero<br />

agradecer el profundo impacto que me causó su fe. Lo que<br />

más me impresionó es que no antepuso nada a la voluntad<br />

de Dios... No puso su corazón con ultimidad en nada que no<br />

fuese Dios. Con toda sencillez dejó a Dios ser Dios... con él<br />

la Compañía se encarnó en el mundo de la injusticia y de la<br />

increencia.<br />

Ignacio Ellacuría le llamó el Juan XXIII de la vida<br />

religiosa. En efecto, el P. <strong>Arrupe</strong> abrió las ventanas de una<br />

Compañía, enrarecida ya para el mundo de hoy, y dejó que<br />

a través de esas ventanas abiertas penetrase en ella el aire<br />

fresco, la luz y el viento del Espíritu. Monseñor Romero dejó<br />

escrito en su diario: El P. <strong>Arrupe</strong> es un hombre santo y se ve<br />

que el Espíritu lo ilumina.<br />

Jon Sobrino, SJ<br />

El gozo de ser jesuita<br />

Me arriesgo a resumir en<br />

cuatro palabras lo que <strong>Pedro</strong><br />

<strong>Arrupe</strong> me aportó a mí, y supongo<br />

que algo parecido a otros <strong>jesuitas</strong><br />

de mi generación.<br />

Todo Unir a Dios con el mundo, la<br />

fe con la sociedad, la Compañía,<br />

con la cultura… Integrarlo todo<br />

en una única visión del mundo y<br />

en una única experiencia de fe.<br />

Para Mirar hacia afuera, no hacia<br />

adentro. Huir del eclesiocentrismo<br />

y del jesuitacentrismo. Lema<br />

movilizador: hombres y mujeres<br />

para los demás.<br />

Futuro El Espíritu ilumina, crea,<br />

impulsa. El discernimiento<br />

explora los caminos del Espíritu.<br />

Luego, dinamismo, coraje, saber<br />

arriesgarse.<br />

Hombre de Dios<br />

<strong>Arrupe</strong> nos reveló algo que<br />

se había desfigurado y vaciado<br />

de sentido: “ser hombre de Dios”.<br />

Una vida humana dinámica,<br />

ilusionante, mística. <strong>Arrupe</strong><br />

fue hombre de Dios al estilo de<br />

Abraham, Moisés o Pablo.<br />

Con <strong>Arrupe</strong> mi vocación<br />

jesuítica se transformó en fuente<br />

de gozo, sencillo, pero profundo.<br />

Fue el paso de una vocación vivida<br />

como convicción y fidelidad hacia<br />

una vocación como libertad y<br />

dicha.<br />

José María Rambla, SJ<br />

Una mirada siempre<br />

positiva<br />

Contemplaba siempre con<br />

una mirada positiva todos los<br />

grandes interrogantes de la<br />

conciencia moderna... Optaba<br />

por el mundo tal como es,<br />

secularizado, humano hasta<br />

el punto de no presentar ya<br />

ninguna referencia religiosa,<br />

atravesado tanto por intensas<br />

corrientes de solidaridad como<br />

de lucha, descubriendo con<br />

entusiasmo las conquistas de<br />

libertad de su época. Éste es<br />

el mundo actual: es necesario<br />

tomarlo como es, aceptarlo<br />

con actitud positiva. Nuestro<br />

deber, pensaba, es entrar a<br />

formar parte de él, sin miedo.<br />

Su sueño era instalarse con los<br />

pobres de Roma en los tugurios<br />

de la Vía Apia... En cualquier<br />

caso su acción, como General,<br />

consistió en abrir la Compañía<br />

sin descanso a todas las formas<br />

Un hombre de Dios<br />

<strong>Arrupe</strong> ha sido un<br />

hombre de Dios, por encima<br />

de todas las cosas; y quería<br />

que los <strong>jesuitas</strong> también lo<br />

fueran de verdad. Este de<br />

verdad implica que era a<br />

Dios a quien él buscaba,<br />

no cualquier otra cosa<br />

que quiera hacerse pasar<br />

por Dios, incluso entre<br />

ambientes religiosos y<br />

eclesiásticos. No sustituía<br />

a Dios por nada; un Dios<br />

más grande que los<br />

hombres; más grande<br />

que las Constituciones y<br />

la estructura histórica de<br />

la Compañía de Jesús;<br />

un Dios más grande<br />

que la Iglesia y todas<br />

sus jerarquías; un Dios<br />

siempre mayor y siempre<br />

nuevo, que sigue siendo el<br />

mismo y nunca se repite...<br />

Pasarela P. <strong>Arrupe</strong>, Bilbao<br />

de presencia en el mundo moderno. En esto se mostró<br />

ciertamente ignaciano, y su impulso repetido hizo que<br />

algo se moviese en el fondo de nuestras conciencias.<br />

Maurice Giuliani, SJ<br />

Un Dios imprevisible, pero no<br />

manipulable. En la experiencia<br />

cotidiana de ese Dios, al<br />

que dedicaba muchas horas<br />

de búsqueda, es donde se<br />

despertaba su gran libertad de<br />

espíritu, su gran amor a todos,<br />

su constante disponibilidad<br />

y humildad, y también su<br />

clarividencia religiosa.<br />

Ignacio Ellacuría, SJ<br />

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