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Estelle Irizarry - La broma literaria en nuestros días - El Ortiba

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--¿y el dinero es la dicha?--<br />

hermanita ha de serlo porque <strong>en</strong> ti se convierte<br />

<strong>en</strong> tu pan, tu reposo, tu salud, tu alegría. («No me beses las manos», 37)<br />

<strong>La</strong> leche vivificadora es una imag<strong>en</strong> de maternidad que <strong>en</strong> los poemas subraya y contrasta<br />

con la prostitución de la mujer. En «Ronda infantil», «la noche ordeña a la luna, lechera/ que<br />

desparrama su blanco tesoro/ sobre las niñas que cantan a coro/ <strong>en</strong> el vaivén de la ronda ligera»<br />

(42) y <strong>en</strong> el sil<strong>en</strong>cio de una lechería busca asilo de la lluvia, p<strong>en</strong>sando que «la vida es un<br />

bostezo que nunca se termina» («Llueve», 44).<br />

LAS PISTAS<br />

Clara Beter, como creación de César Tiempo, es producto del espíritu vital de su autor y<br />

ambos compart<strong>en</strong> ciertas experi<strong>en</strong>cias que sin duda permit<strong>en</strong> la profunda id<strong>en</strong>tificación que le<br />

da el soplo de vida al simulacro. Estas mismas experi<strong>en</strong>cias sirv<strong>en</strong> de pistas para el lector capaz<br />

de recogerlas, constituy<strong>en</strong>do guiños sutiles que probablem<strong>en</strong>te goza el autor al incorporarlos.<br />

En este caso, se puede decir que las pistas pasaron desapercibidas, pero aún así, descubiertas<br />

a posteriori, aum<strong>en</strong>tan nuestro placer al leer los versos.<br />

En primer lugar, el autor le ha prestado a Clara Beter elem<strong>en</strong>tos de su propia historia y de<br />

su familia. En el poema «Patio de la infancia,» exclama: [32]<br />

¡Oh!, patio de la vieja casona de Alexándroff,<br />

donde el trompo de música de mi hermano David<br />

daba vueltas y vueltas ante el corro risueño<br />

de chicuelos, precoces sabios del gay vivir! (29)<br />

En el mismo poema, habla de la abuela que les contaba ley<strong>en</strong>das, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> otro, se<br />

refiere a una pálida hermana m<strong>en</strong>or, a qui<strong>en</strong> ella, Clara Beter, ha de mant<strong>en</strong>er con «estas manos<br />

que recog<strong>en</strong> el dinero del barro.»<br />

En el poemario de César Tiempo, Sabatión arg<strong>en</strong>tino, de 1933, nuestro autor describe su<br />

casa, donde «Rosa y David esmaltan su claro mediodía/ con gritos y canciones mi<strong>en</strong>tras dibujo<br />

sueños» (15) y <strong>en</strong> versos dedicados a la memoria de su abuela, doña Berta B. de Porter, m<strong>en</strong>ciona<br />

que él fue su primer nieto y la evoca con mucho cariño. Así la familia de César Tiempo: su<br />

hermano David, su abuela y la hermana m<strong>en</strong>or pueblan las páginas del libro de Clara Beter.<br />

También hay mom<strong>en</strong>tos de aut<strong>en</strong>ticidad autobiográfica <strong>en</strong> «Un lejano recuerdo,» al evocar<br />

Clara Beter un «lejanísimo amor», cuando <strong>en</strong> Hamburgo marchaba con su madre y un arrogante<br />

marinero alemán le escanció un requiebro.<br />

Después <strong>en</strong> el «Cap Roca» volvimos a <strong>en</strong>contrarnos<br />

arrulló nuestro idilio la música del mar<br />

y fr<strong>en</strong>te al mar supimos amarnos y olvidarnos,

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