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EL HELENISMO EN TOLEDO EN TIEMPO DEL GRECO l Por ...

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<strong>EL</strong> H<strong>EL</strong><strong>EN</strong>ISMO <strong>EN</strong> <strong>TOLEDO</strong> <strong>EN</strong> <strong>TIEMPO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GRECO</strong> l<br />

<strong>Por</strong> Gregario de Andrés<br />

El pujante y vivo interés que surgió en los medios culturales de Italia por<br />

la lengua y literatura griega en el siglo xv contagió tardíamente a España,<br />

en donde surge un movimiento helenístico de cierta importancia, aunque no<br />

alcanza la altura que tuvo en las ciudades de Florencia, Venecia, Roma, París<br />

y en los centros culturales de los Países Bajos; pero, salvando este nivel, es<br />

un capítulo del Renacimiento europeo que ha empezado ahora a estudiarse<br />

con interés en España y tuvo sus focos principales en Salamanca, Alcalá de<br />

Henares y Toledo. Vamos a reseñar este movimiento por la cultura griega en<br />

Toledo, que dura cerca de medio siglo, siendo su época de mayor esplendor<br />

alrededor del año de 1577, fecha en que llega a Toledo el genial pintor Domínicos<br />

Theotocópuli.<br />

España había vivido, en el siglo xv, al margen de la corriente helenística<br />

que había conmocionado a Italia durante esta centuria, hasta que el Cardenal<br />

Jiménez de Cisneros funda en Alcalá, en 1510, una universidad con espíritu<br />

renacentista, al tiempo que proyecta dos empresas eminentemente culturales y<br />

estrechamente ligadas a la lengua griega: la Biblia Políglota llamada de Alcalá,<br />

que se realizó con pleno éxito, y el proyecto de editar las obras completas<br />

de Aristóteles con texto griego y versión latina anotada, que lamentablemente<br />

ni se llevó a término ni se editó, aunque quedaron materiales dispersos.<br />

Estas empresas culturales tan ligadas con el griego atrajeron a Alcalá a<br />

especialistas en esta lengua, algunos de origen griego, como el cretense Demetrio<br />

Ducas y Nicetas Faustos, otros españoles, tales Hernán Núñez de<br />

Guzmán, formado en Italia como alumno del griego Joviano Peloponesio, como<br />

también los hermanos Juan y Francisco Vergara, tan estrechamente ligados<br />

por la amistad con Erasmo de Rótterdam. Aquí, en Alcalá, está el foco del<br />

movimiento helenístico en Castilla, y en especial en Toledo, ciudad próxima<br />

a Alcalá, en cuya universidad estudiaron tantos ilustres toledanos.<br />

Toledo, ciudad cosmopolita, gozaba de una prosperidad económica envidiable<br />

en esta época. Sus artes industriales, en especial las textiles, sedas y paños,<br />

eran una fuente de riqueza que se manifestaba en las artes suntuarias, como<br />

lo demuestra el denso movimiento constructivo, exteriorizado en iglesias, palacios,<br />

conventos, edificios civiles, etc., el cual propulsó a la vez reciamente a<br />

las artes decorativas, en especial la pintura, motivo por el cual vino a Toledo<br />

El Greco.<br />

• Esta monografía fue leída como comunicación en el Congreso Internacional de Bizantinístas<br />

que desarrolló el tema: «Escrituras, libros y textos en el área provincial del Imperio Bizantino»,<br />

celebrado en Erice (Sicilia) desde el 18 al 24 de septiembre de 1988.


168 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA<br />

Hay que tener presente que el grupo de helenistas toledanos, erudito y<br />

culto, que conocía la lengua, historia y literatura griegas, conectó pronto con<br />

este extranjero cretense, ya que Domínicos no era un indocto artesano, sino<br />

un artista cultivado, un intelectual, que había aprendido su arte principalmente<br />

por la práctica pero también por el estudio de las obras de Vitruvio, Vignola,<br />

Paladio, Serlio, etc., al tiempo que se habia codeado, durante su estancia en<br />

Roma, con eruditos como Fulvio Orsini, Pedro Chacón, Julio Clovio, el Cardenal<br />

Alejandro Farnesio, etc.; además, según parece, llegó a escribir dos tratados<br />

sobre el arte de la pintura, hoy perdidos, aunque poseemos un comentario<br />

autógrafo a Vitruvio. Es curioso observar que mantiene con orgullo su<br />

origen cretense en los primeros cuadros que pinta en Toledo, con la palabra<br />

griega KPlÍ


<strong>EL</strong> H<strong>EL</strong><strong>EN</strong>ISMO <strong>EN</strong> <strong>TOLEDO</strong> <strong>EN</strong> <strong>TIEMPO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GRECO</strong> 169<br />

cretense Demetrio Ducas, que había colaborado en Venecia al lado de Aldo<br />

Manucio en la edición de los Rhetores Graeci y los Moralia de Plutarco.<br />

Junto a Ducas, en Alcalá había un profesor español, Hernán Núñez de<br />

Guzmán, quien, docto en hebreo y árabe, dominaba el griego, que había aprendido<br />

en su juventud en Italia, bien que su más prolongada docencia durante<br />

treinta años fue en Salamanca, en donde se dedicó a la depuración de textos<br />

como el de Teócrito a base de un antiguo códice de su propiedad.<br />

Estas auras renacentistas y este entusiasmo por las lenguas clásicas impulsan<br />

al claustro universitario toledano a crear una cátedra de griego a mediados<br />

del siglo XVI; la cual, según los Estatutos, queda dotada de un salario de<br />

12.000 mrs. y, además, se establece un partido o curso preparatorio cuyo regente<br />

cobrará 7.500 mrs. Son dos toledanos precursores quien dan un eficaz<br />

Impulso al estudio del griego, los ya citados hermanos Francisco y Juan de<br />

Vergara. El primero, profesor de griego en Alcalá desde 1521 a 1541, fue<br />

forjador de helenistas formados a través de sus doctas enseñanzas. No fue<br />

ésta sola la gloria de Francisco de Vergara, sino que editó textos griegos en<br />

Alcalá, como una antología para sus alumnos, una gramática griega, vertió al<br />

latín nueve homilías de S. Basilio y se empeñó en la traducción de la Historia<br />

Etiópica de Teágenes y Clariclea, colacionando su texto con un ms. de la<br />

Vaticana.<br />

En cambio, su hermano Juan de Vergara, canónigo y secretario de los<br />

arzobispos de Toledo, colaborador en la Políglota, quien, como dijimos, recibió<br />

el encargo del Cardenal Cisneros de editar las obras de Aristóteles en griego<br />

con versión latina; y estaba tan familiarizado con las lenguas clásicas que admiraba<br />

al propio Erasmo cuando éste le escribía en 1522: «Créeme, Vergara...<br />

no sospechaba que estabas tan familiarizado con las musas de ambas literaturas.»<br />

Opinión que compartía Luis Vives, ya que le encomia por su gran<br />

pericia en el conocimiento del griego. Ejerció a veces el oficio de copista, ya<br />

que se conserva de su mano el Enchiridion de Epicteto así como las obras<br />

de Arquímedes, al par que formó una modesta colección de códices griegos.<br />

Pergeñamos las figuras de estos dos humanistas anteriores a la llegada del<br />

Greco a Toledo porque influyeron notablemente en este movimiento helenístico<br />

en su ciudad natal con la docencia y el contacto con doctos canónigos y<br />

profesores universitarios.<br />

Uno de los más sobresalientes discípulos de los Vergara fue el toledano<br />

Alvar Gómez de Castro, quien conoció al Greco en Toledo, dada la estrecha<br />

amistad de Alvar con la familia Castilla, patrocinadores del pintor. Había estado<br />

anteriormente en Alcalá como profesor de griego desde 1539 a 1549,<br />

trasladándose a Toledo para ocupar la cátedra de retórica y griego en este<br />

año de 1549 hasta que murió en 1580.<br />

Aunque la obra más importante de Gómez de Castro fue la vida del Cardenal<br />

Cisneros, que le ocupó una década, a la cual siguió la empresa, que le<br />

encargó Felipe II, de la edición completa de las obras de S. Isidoro de Sevilla,<br />

tuvo tiempo, no obstante, para transmitirnos en una docena de manuscritos<br />

sus versiones y comentarios a obras griegas, epigramas propios en esta lengua<br />

que muestran su dominio de la lengua y literatura helénicas.<br />

A la muerte de Gómez de Castro, en 1580, sucedió en la cátedra de griego<br />

un buen helenista no español, originario de los Países Bajos, Andrés Schot,<br />

quien llegó a Toledo en 1579, dedicándose a la preparación de la edición de


170 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA<br />

las obras de S. Isidoro. Ganó la cátedra de griego tras una dura oposición<br />

en 1581. Schot aprovechó su corta estancia en Toledo para copiar textos latinos<br />

y griegos de códices españoles con vistas a futuras ediciones, ya que<br />

era un trabajador incansable. Así, editó la obra de Columela, De situ orbis;<br />

copió las Graphyrae de S. Cirilo; hizo transcribir los Discursos inéditos de<br />

Temistio según un viejo códice de Salamanca. A los cuatro años, 1584, Schot<br />

abandonó Toledo y retornó a su tierra en donde publicó numerosas obras<br />

griegas y latinas que le dieron tal fama que está considerado como uno de<br />

los más grandes humanistas de su época.<br />

La cátedra griega que dejó vacante Schot fue ocupada por otro flamenco,<br />

amigo suyo, compañero de viaje y asociado a sus tabajos literarios, Pedro<br />

Pantino. Le fue otorgada la cátedra sin oposición. «Ha sido para mí un gran<br />

honor poseer esta cátedra de griego», según escribía a su paisano Enrique<br />

Cock, al tiempo que le pedía obras griegas de Jenofonte, Sófocles, Eurípides,<br />

Demóstenes y Homero para utilizarlas de texto en sus clases. Pantino estuvo<br />

desempeñando su profesión durante unos diez años hasta que en 1595 abandonó<br />

España en compañía del nuevo gobernador de los Países Bajos, el archiduque<br />

Alberto, instalándose en Bruselas, en donde editó algunas obras<br />

griegas que había copiado en Toledo, como las homilías del Damasceno, Crisóstomo<br />

y Germán de Constantinopla.<br />

Desde entonces la cátedra toledana de griego sufre una franca decadencia,<br />

después de medio siglo que había sido ocupada por figuras eminentes, ya que<br />

fue proveída en profesores sin relevancia, que apenas conocemos, y a veces<br />

esta enseñanza se suprime por motivos económicos y falta de alumnos.<br />

Otro capítulo interesante sobre el helenismo toledano es el referente a los<br />

copistas que trabajaron en Toledo en esta época para surtir de obras griegas<br />

con textos interesantes o inéditos a las colecciones de eruditos, profesores y<br />

helenistas, algunos de los cuales proyectaban editar estos textos, si no en su<br />

lengua original, al menos en versión latina. En la primera época vemos que<br />

algunos de estos humanistas copiaban textos griegos, como Juan de Vergara<br />

el Enchiridión de Epicteto, así también su primo, Alfonso de Cortona, la<br />

Historias de Herodiano en Toledo, en 1540, como la copia que hizo un copista<br />

anónimo, en 1548, del Epitome Historiarum Romanarum de Juan Xifilino.<br />

Es en la primera época del Concilio de Trento cuando algunos de los<br />

obispos españoles asistentes, como sus asesores y teólogos, entusiasmados por<br />

la cultura y literatura griega, se entregaron a la tarea de adquinr manuscritos<br />

griegos ya por compra ya a través de copias. Así se formaron las colecciones<br />

del embajador en el Concilio Diego Hurtado de Mendoza, la del asesor Juan<br />

Páez de Castro, la del secretario Gonzalo Pérez, la del Cardenal de Burgos<br />

Francisco de Mendoza, etc.<br />

Semejante operación se repite en la tercera época del Concilio, 1561 a 1563,<br />

afanándose los conciliares españoles por adquirir libros griegos de mano, como<br />

los obispos Martín Pérez de Ayala, Diego de Covarrubias y Antonio Agustín<br />

y sus asesores Francisco Torres, Antonio de Covarrubias, Benito Arias Montano,<br />

etc., aprovechando la eficaz cooperación de Andrés Darmarius, quien<br />

había instalado su taller de copia en Trento con una serie de colaboradores,<br />

como Nicolás Turrianós, Antonio Calosinás, Miguel Mirocefalites y otros anómmos.


<strong>EL</strong> H<strong>EL</strong><strong>EN</strong>ISMO <strong>EN</strong> <strong>TOLEDO</strong> <strong>EN</strong> <strong>TIEMPO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GRECO</strong> 171<br />

Algunos de estos bibliófilos helenistas son toledanos como los dos hermanos<br />

Covarrubias, Diego y Antonio, hijos de un célebre arquitecto español, quienes<br />

adquirieron una serie de textos griegos interesantes para sus profesiones de<br />

teólogos y juristas. Al regreso a España de los Covarrubias les acompañaron<br />

algunos colegas del taller de Darmarius. Tal fue el motivo de ir a España el<br />

cretense Antonio Calosinás, quien se instala en Toledo dedicado a la transcripción<br />

de obras griegas durante unos treinta años, del cual conocemos hoy<br />

unas sesenta copias manuscritas, la mayor parte conservadas en El Escorial y<br />

Biblioteca Nacional de Madrid; aunque en sus orígenes fueron hechas para<br />

eruditos y bibliófilos toledanos, como los dos Covarrubias, Alvar Gómez de<br />

Castro, García de Loaisa y para los flamencos residentes en Toledo Andrés<br />

Schot y Pedro Pantino.<br />

Invitado también por los Covarrubias vino a España el cretense Nicolás<br />

de la Torre, quien se instaló en Segovia, sede episcopal de Diego, en donde<br />

transcribió diversas obras para éste y su hermano Antonio. También gozó de<br />

la amistad de los influyentes Covarrubias el citado amanuense Darmarius,<br />

aunque no se instaló en España al tener fijo su taller y familia en Venecia,<br />

pero la recorrió en todas las direcciones, ofreciendo manuscritos griegos, la<br />

mayoría copias de su taller, a los helenistas españoles e incluso vendió un<br />

lote a Felipe II para El Escorial en 1571.<br />

Es Toledo, uno de los mercados más surtidos de copias darmarianas, a<br />

veces bastante mediocres, que abundan en casi todas las colecciones que se<br />

formaron en esta ciudad y en esta época. Su falta de honestidad parece ser<br />

el motivo que le llevó a la cárcel en cierta ocasión, en donde data algunas<br />

de sus copias; o se ponen en guardia sus clientes, como en el caso de Andrés<br />

Schot, según escribe el flamenco Enrique Cock a Pedro Pantino en 1582:<br />

«Aquí (Madrid) ha llegado Andrés Darmar el Cretense (?), quien me asegura<br />

no haber sido posible entablar apenas ninguna relación amistosa con el Sr.<br />

Schot»; ya que éste aseguraba: «Nos rotulan las copias con títulos falsos y<br />

nos hacen perder el dinero y el trabajo».<br />

La última vez que Darmarius aparece en España es en Toledo, en 1591,<br />

vendiendo un lote de manuscritos al Cabildo de la catedral, bien que anteriormente,<br />

entre los años 1576 a 1578, tiene copiados y datados varios manuscritos<br />

en Toledo, precisamente en los años que llega El Greco a la ciudad<br />

del Tajo para decorar la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, en donde entablarían<br />

relaciones amistosas, al par de paisanos, como artistas el uno del<br />

pincel y el otro artesano de la pluma. Darmarius copió en esta ciudad los<br />

Anales de Georgio Frantzés y obras de los santos Cirilo y Atanasio. Hay<br />

otras copias hechas fuera de Toledo para helenistas de esta ciudad, según<br />

consta en las subscripciones.<br />

Otra sección sobre el helenismo toledano toca a las colecciones de códices<br />

que se fueron formando en Toledo alrededor de la época del Greco, que es<br />

sorprendente por su cantidad, cuando a mediados del siglo XVI sólo conocemos<br />

una modesta coleccíón que formó Juan de Vergara. Pero en las postrimerías<br />

del siglo XVI arribaron a Toledo unos 200 manuscritos griegos, aunque la<br />

mayor parte fueron copias de esta centuria.<br />

La primera y más rica biblioteca fue la que poseyó Francisco de Mendoza<br />

en Roma hacia 1550, que se componía de unos 120 códices. A su muerte, en<br />

1566, fue transportada a Toledo al pasar a la posesión de su hermano Fer-


172 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA<br />

nando de Mendoza, quien como canónigo residía en esta ciudad. El rey Felipe<br />

JI tentó su compra para enriquecer la del Escorial, pero el intento no tuvo<br />

éxito. Al fin la compró, en 1588, otro canónigo toledano, más tarde arzobispo<br />

de esta ciudad, García de Loaisa, a la cual, añadidos los que antes éste poseía,<br />

alcanzó la cifra de 149 códices griegos.<br />

Asentada la rica colección de Mendoza en Toledo, avivó las ansias de algunos<br />

helenistas por adquirir copias de estos textos, sobre todo los inéditos,<br />

con miras a una futura edición, al menos en versión latina. En consecuencia,<br />

se procuraron copias Gómez de Castro, Antonio de Covarrubias, García de<br />

Loaisa, el flamenco Felipe de Auxy, etc., valiéndose del amanuense Antonio<br />

de Calosinás.<br />

Otra de las colecciones la formó el erudito y profesor de griego Gómez<br />

de Castro, cuyo núcleo lo constituía la de los hermanos Vergara; no fue nutrida,<br />

unos 15 códices, y se dispersó entre sus amigos a su muerte en 1580.<br />

Más importante fue la que poseyó el presidente del Consejo de Castilla, Diego<br />

de Covarrubias, unos 40 códices, con copias de Turrianós, Calosinás, Camilo<br />

Véneto, Darmarius y sus colaboradores. Su hermano Antonio, que fue rector<br />

de la Universidad de Toledo desde 1580 a 1602, llegó a reunir unos 40 códices<br />

también, procedentes de copias de escribas contemporáneos, como Juan de Vergara,<br />

Alfonso de Corto na, Calosinás, Turrianós, Darmarius y su taller. Encargó<br />

a Calosinás la copia de la Biblioteca de Focio probablemente con intención<br />

de verterla al latín y publicarla. Generoso con sus manuscritos, hizo obsequio<br />

a Justo Lipsio de las obras griegas de Onosandro y Herón para que las utilizase<br />

en la composición de su Poliorcética. Ante tal liberalidad, contesta Lipsio:<br />

«Ni la lengua ni la pluma pueden expresar lo que te debo por este regalo<br />

tuyo, oh gran luminaria de España.» La colección de Covarrubias terminó engrosando<br />

el fondo griego del Escorial a mediados del siglo XVII. Pero en la<br />

almoneda de sus libros que siguió a su muerte el pintor Domínicos Theotocópuli<br />

adquirió un ejemplar de las obras de Jenofonte, según consta en un<br />

ejemplar que se conserva en Toledo, en donde se lee en latín: «Habuit ex<br />

bibliotheca gentilis nostri Antonii Covarrubias viri clarissimi Dominicus Theotocopuli<br />

nostri temporis Apelles» (Lo adquirió en la biblioteca de nuestro ilustre<br />

Antonio de Covarrubias varón clarísimo, Domínico Theotocópuli el Apeles de<br />

nuestro tiempo).<br />

En esta época que historiamos es cuando florece un nutrido grupo de intelectuales<br />

de corte humanístico como los historiadores Francisco de Pisa, los<br />

jesuitas Juan de Mariana y Jerónimo Román de la Higuera, el docto bibliotecario<br />

del cabildo Juan Bautista Pérez, el filólogo y matemático toledano<br />

Pedro Chacón, quien se trasladó a Roma para presidir la comisión para la<br />

corrección del calendario, en donde frecuentó las tertulias del Palacio Farnesio<br />

con Fulvio Orsini, los Cardenales Caraffa y Sirleto, Luis de Castilla y El<br />

Greco. Sin olvidar el ya citado Alvar Gómez de Castro, quien, a través de<br />

sus enseñanzas, despertó en muchos universitarios toledanos el entusiasmo por<br />

la cultura griega.<br />

Pero quien ocupa el primer lugar por sus conocimientos de la lengua y la<br />

literatura griega fue Antonio de Covarrubias, de tan sólida formación en las<br />

lenguas clásicas que asombraba al propio Andrés Schot, al exclamar: «Bone<br />

Deus quanti vid. Didacum fratrem longe superavit oio; rcÉ1tVU'tut» (¡Buen Dios,<br />

qué gran varón! Superó en sabiduría a su propio hermano Diego. ¡Qué hombre


<strong>EL</strong> H<strong>EL</strong><strong>EN</strong>ISMO <strong>EN</strong> <strong>TOLEDO</strong> <strong>EN</strong> <strong>TIEMPO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GRECO</strong> 173<br />

más sabio!). En la misma opinión abundaba Justo Lipsio, según escribe a<br />

Pedro Pantino en 1596: «Qué decir de nuestro Covarrubias, aquel viejo digno<br />

de los tiempos de Homero... ¡Oh varón tan estimado por mí desde hace ya<br />

lustros a quien formó con sus propias manos la sesuda Minerva!» A estos<br />

elogios no debemos pasar por alto el que le tributó nuestro pintor El Greco<br />

cuando escribe en su comentario a Vitruvio: «... aquel Antonio de Covarrubias<br />

diría que es un milagro de la naturaleza en él, que no sólo vive la elocuencia<br />

y elegancia ciceroniana y el perfecto conocimiento de la lengua griega.» Lamentablemente<br />

Covarrubias apenas nos ha dejado frutos literarios de su ingenio.<br />

Hoy se han perdido unos comentarios sobre los ocho libros de la Política de<br />

Aristóteles.<br />

Como complemento a este helenismo toledano cabe mencionar a aquellos<br />

que trabajaron sobre obras griegas, especialmente traducciones, como el bibliotecario<br />

del Cabildo Jerónimo Torres, quien estaba empeñado en verter al<br />

latín, con miras editoriales, las Glaphyrae de S. Cirilo, aunque, en la polémica<br />

que tuvo con Andrés Schot, éste le consideraba graecarum litterarum omnino<br />

rudis (muy indocto en lengua griega). También hay que citar al P. Juan de<br />

Mariana" que hizo una versión resumida del griego al latín de la Bibliotheca<br />

de Focio, tal vez presionado por Arias Montano, bien percatado de la importancia<br />

de esta obra de literatura griega, de la cual se habían hecho media<br />

docena de copias en estos años en España sin llegarse a verter al latín, hasta<br />

que por fin la editó en esta lengua Andrés Schot en 1606.<br />

Una mención especial merece la figura del helenista sevillano Gonzalo Ponce<br />

de León, quien llegó a ser nombrado canónigo de Toledo y arcediano de Talavera<br />

(Toledo) en esta época. Su permanencia en Toledo no parece haber<br />

sido larga, ya que por la década de los ochenta se trasladó a Roma en donde<br />

fue nombrado cubiculario del Papa Gregorio XIII. Valiéndose de su sólida<br />

preparación filológica en griego, tradujo varias obras de hagiógrafos bizantinos,<br />

publicando en Roma, en 1587, las homilías de Teófanes, arzobispo de Nicea,<br />

en griego con versión latina, a base de un códice de la Vaticana. Más fama<br />

le dio la edición del Physiologus atribuido a S. Epifanio, también texto griego<br />

con traslación latina, ornamentado con bellos grabados, publicado en Roma<br />

en 1590, valiéndose de tres códices, uno del Cardenal Sirleto, otro procedente<br />

de Palermo y el tercero prestado por su amigo el toledano Jerónimo Torres.<br />

Otro editor de un texto gnego vertido al latín fue el flamenco Buenaventura<br />

Vulcanius, bibliotecario del Cardenal de Burgos, quien vino a Toledo como<br />

bibliotecario con la biblioteca de su patrono, en donde vertió al latín, a base<br />

de un códice de Mendoza, las obras de S. Cirilo: Adversus Anthropomorphistas<br />

y De adoratione in spiritu et veritate. Vulcanius se marchó de Toledo en 1571<br />

para ocupar una cátedra de griego en Amberes, dejando a su muerte una<br />

rica colección de códices griegos formada en parte en España, que hoy se<br />

conservan en Leide. Las homilías de S. Cirilo salieron editadas en latín en<br />

Toledo, en 1576, con prólogo y adiciones de su amigo Jerónimo Torres.<br />

Amigo y compatriota de Vu1canius fue el bibliófilo Felipe de Auxy, gentilhombre<br />

de la Cámara de Felipe I1, muy relacionado con los eruditos españoles,<br />

quien compró, en 1571, un lote de 14 manuscritos griegos a Andrés<br />

Darmarius, más otros adquiridos en Toledo de la biblioteca del Cardenal de<br />

Burgos y de otras procedencias, como las obras de S. Cirilo copiadas en Roma<br />

por Nicolás Malaxós, la cual copia se la donó y dedicó Vu1canius antes de


174 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA<br />

su partida de Toledo a los Países Bajos llegó a formar una colección griega<br />

de la que se sentía orgulloso, como luego veremos.<br />

Ahora llegamos a un punto en el que, sin duda, nos viene a todos la<br />

pregunta: ¿cómo habiendo tan excelentes helenistas, españoles y extranjeros,<br />

en Toledo y tanta cantidad de códices griegos que contenían obras inéditas<br />

no se llegó a producir los frutos que cabía esperar de ediciones, comentarios<br />

y traducciones al latín? La razón está en que en España en esta época era<br />

rara la imprenta que poseía tipos griegos. Ya Antonio Nebrija en su tiempo<br />

transcribía las palabras griegas con caracteres latinos. Los impresores no querían<br />

arriesgarse a imprimir en griego por las dificultades tipográficas y económicas.<br />

El proyecto de Felipe II de crear una gran imprenta en El Escorial fracasó<br />

en beneficio de Plantino en Amberes. El Cardenal Cisneros fue quien propulsó<br />

la creación de imprentas con tipos griegos en Alcalá, como la de Arnao Guillén<br />

de Brocar y la de Miguel Eguía, en donde, además de editarse la<br />

Políglota, se publicaron varias obras griegas. Pero este renacimiento tipográfico<br />

griego de principios del siglo XVI estaba en franca decadencia a finales de<br />

esta centuria. No conocemos ninguna obra en griego publicada en Toledo por<br />

esta época, tal vez algún epigrama laudatorio al frente de alguna obra latina<br />

o española.<br />

<strong>Por</strong> este motivo, quien tenía oportunidad publicaba sus textos griegos en<br />

el extranjero, como hicieron Ponce de León en Roma, Vulcanius, Schot y<br />

Plantino en los Países Bajos. Algunos eruditos acudieron a Cristóbal Plantino,<br />

en Amberes, para suplir esta necesidad. Así, el ya citado Felipe de Auxy le<br />

escribe en 1571 enviándole la lista de sus códices griegos y ofreciéndole la<br />

publicación de lo inédito. A lo que Plantino responde que prefiere editar obras<br />

griegas ya publicadas pero mejoradas y corregidas por doctos humanistas como<br />

los hermanos Covarrubias. Con el mismo propósito escribió en 1587 al tipógrafo<br />

Plantino el canónihgo toledano García de Loaisa ofreciéndole textos<br />

griegos de su biblioteca preparados para su edición por Antonio de Covarrubias;<br />

a lo cual contesta Plantino que tan sólo admitiría obras cortas en griego<br />

como el De providentia de Sinesio de Cireneo<br />

Terminamos esta rápida exposición del movimiento helenístico en Toledo<br />

durante la permanencia de El Greco, quien vivió en la ciudad del Tajo veinticuatro<br />

años, desde 1577 a 1614, año éste en que ya habían desaparecido<br />

casi todas las grandes figuras del renacimiento helenístico toledano, con los<br />

cuales Domínico tuvo estrechas relaciones amistosas, en especial con Antonio<br />

de Covarrubias, a quien retrató en un maravilloso cuadro, además de haberlo<br />

representado en una de las figuras de la prodigiosa pintura del «Enterramiento<br />

del Conde de Orgaz»,<br />

El Greco muere asistido por dos profesores de griego, compatriotas, a los<br />

que nombra testigos en un poder para testar. Uno es Constantino Sofias, natural<br />

de Esmirna, alumno del Colegio Romano de Roma y profesor de griego<br />

en Madrid. El otro es Diógenes Paranomaris, natural de Leontari, en el Peloponeso,<br />

más tarde (1617) profesor de griego en Salamanca. El Greco dejó<br />

su biblioteca a su hijo Jorge Manuel, en la que abundan, además de los clásicos<br />

tratados de Arquitectura, ediciones en griego de Jenofonte, Demóstenes,<br />

Isócrates, Platón, Plutarco, Eurípides, etc., hasta 27 volúmenes de autores<br />

griegos de la época clásica, en cuya lectura se delectaría en sus horas libres<br />

el genial pintor.


<strong>EL</strong> H<strong>EL</strong><strong>EN</strong>ISMO <strong>EN</strong> <strong>TOLEDO</strong> <strong>EN</strong> <strong>TIEMPO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GRECO</strong> 175<br />

Domínicos Theotocópuli ofrendó a Toledo, su patria adoptiva, bellas, refinadas<br />

y elegantes pinturas a las que envuelve un halo de su primitivo estilo<br />

bizantino de iconos que aprendió en su juventud en Creta, culminando su<br />

existencia con tal fama que hoy se le llama El Greco, es decir, el Griego por<br />

excelencia.

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