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Eduardo Ladislao Holmberg 55
corazón ,del joven, despertándole su vocación,ese dios interior de .
cada uno, sin .dejar de ser colega de los especialistas.
'Su obra no tiene 'car acter es netos, cerno es natural que lo
fuese por el ambiente en el cual actuó.isin tradición científica. A
su personalidad de hombre de ciencia no hay que analizarla en
sus especialidades porque no se la hallará a la altura de la ciencia
de la época. Hay que tomarla en conjunto, los tiempos en que
vivió n o le permitieron otras disciplinas ni otra escuela que su
propia vocación. Fué un autodidacta.
Más que el zoólogo, el botánico, etc., es el precursor de toda
una corriente intelectual que a pesar de sus vicisitudes no se extingue,
como ocurrió con la escuela científica de profesores alernanes
en Córdoba, importada por Sarmiento. Aquellos valores exóticos
se anularon adaptándose al ambiente, en cambio Holmberg,
nunca fué un adaptado al medio. Luchó sin cobardía, con la
misma obstinación con que le persiguieron; Sus más rudos lances·
los libró por la causa de todos los tiempos: la libertad de las ideas.
y lo hizo con cariño profundo y sentimiento elevado de artista, por
inculcar la observación, el estudio y también la comprensión ' de
la Naturaleza. Es uno de nuestros próceres de la paz, de aquellos
que resisten tenazmente toda la vida al asedio de la rutina, de
la . incomprensión, cuando no de la frialdad de la indiferencia.
Pero nunca podrá llegar a ser figura popular, por la misma razón
que él dió en igualdad de circunstancias para Ameghino:
"porque siempre se dirigió a lo más hondo del cerebro humano".
Naturalista de corazón, no sólo estudiaba la Naturaleza, dislacerándola.
fríamente en sus especialidades, sino que la sentía
armónica en sus manifestaciones y bregaba por transmitirlas al
medio con las poliformas vibraciones con que la concebía, a pesar
de la atención utilitaria ancestral de la que únicamente son capaces
de prestarle los pueblos de raza mediterránea.
Conversaba con Holmberg después del primer congreso de
naturalistas acaecido en Tucumán para el centenario de nuestra
emancipación política, y me decía: "hemos triunfado". Cuando
podría arrogarse toda la gloria para sí y decir: "he triunfado",
ya que aquella reunión era la obra resultante de su prédica, llevada
a feliz término por sus discípulos. Tales eran sus preocupaciones
y entusiasmos a una edad en que el espíritu busca el reposo.
i Viejos no son los que ' peinan canas sino aquellos que dejaron
morir su espíritu y la bestia les sobrevive!
De su obr a. ¿qué respetará el tiempo?, ese juez ecuánime que
consuela, suaviza, destruye y también valora. Algunas de sus
publicaciones y las orientaciones por las cuales bregó tanto infatigablemente
y que cotidianamente, dan sus frutos en cada joven
iniciado con verdadera capacidad en las disciplinas inte lectua les
de su predilección.