Los pumas (Puma concolor) - Alexandria Archive Institute
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Fig. 3. Plano del sitio de matanza. Las letras indican las cinco concentraciones<br />
principales de restos óseos (ver Tabla 2); el locus D-D 0 sólo contenía heces. Las<br />
líneas representan la pendiente del talud, las manchas grises, rocas y la zona gris<br />
continua, el río Diamante.<br />
Fig. 3. Sketch of the kill site.<br />
puma, estaban depositados en un sector de vega y afloramientos<br />
rocosos, con una leve pendiente hacia el río. Estos restos se<br />
encontraban distribuidos en el talud en 5 concentraciones<br />
principales (A, B, C, E, F y G-G 0 ) y 3 menores, una de las cuales<br />
incluía sólo heces (D-D 0 )(Fig. 3).<br />
El sitio fue fotografiado, y los distintos restos fueron<br />
mapeados y recolectados para su análisis en laboratorio. El<br />
análisis consistió en la identificación taxonómica, anatómica y<br />
etaria de los restos óseos, y en la descripción, fotografiado y<br />
cuantificación de las modificaciones óseas. La identificación de<br />
los especímenes óseos fue realizada por medio de colecciones<br />
de referencia que forman parte del Instituto Nacional de<br />
Antropología y Pensamiento Latinoamericano, con ayuda de<br />
guías osteológicas (Pacheco Torres et al., 1986; Barone, 1987–<br />
1990, p.e.). Se siguieron los trabajos de Herrera (1988) y Puig y<br />
Monge (1983) para la determinación de edad y secuencia de<br />
fusión de huesos.<br />
Para el análisis de las modificaciones óseas se inspeccionó la<br />
totalidad de las superficies óseas de los especímenes, a ojo<br />
desnudo y con ayuda de lupas de mano de 3X a 15X. La<br />
identificación de los daños se basó en trabajos generales como<br />
el de Binford (1981) y otros trabajos que han tratado la acción<br />
tafonómica de carnívoros neotropicales (Borrero y Martín,<br />
1996; Mondini, 2003, p.e.). La Tabla 1 muestra las clases de<br />
modificaciones consideradas: marcas, daños en los bordes de<br />
los huesos o de segmentos fracturados/removidos, remoción de<br />
tejido óseo, y otros daños tales como fisuras. Para medir la<br />
meteorización se siguieron los criterios de Behrensmeyer<br />
(1978).<br />
5. Resultados<br />
El conjunto recuperado proviene del mismo individuo y está<br />
compuesto de 128 especímenes óseos identificados como<br />
A.S. Muñoz et al. / Geobios 41 (2008) 123–131<br />
guanaco, más 5 fragmentos no asignables a ninguna parte<br />
anatómica en particular pero que podrían corresponder también<br />
a este taxón. Se trata de un total de 94 elementos (MNE), que<br />
representan el 60 % de un individuo de guanaco completo (n<br />
elementos = 157, tomando un promedio de 15 vértebras<br />
caudales de las 11 a 17 que suelen tener los guanacos). Las<br />
concentraciones principales de huesos en el sitio corresponden<br />
a distintas regiones de la anatomía del guanaco, tales como<br />
miembros (B, C, F y G-G 0 ), cabeza y vértebras cervicales (A) y<br />
vértebras lumbares, sacro y pelvis (E) (Fig. 3 y Tabla 2). Las<br />
principales unidades anatómicas ausentes o apenas representadas<br />
son las vértebras torácicas (MNE = 1/12) y caudales<br />
(ausentes), costillas (MNE = 1/24), esternón (ausente), escápulas<br />
(MNE = 1/2) y patelas (ausentes). También faltan<br />
algunas vértebras cervicales (MNE = 5/7), huesos tarsianos<br />
(MNE = 6/10), sesamoideos (MNE = 14/16) y falanges terminales<br />
(MNE = 6/8).<br />
En general la carcasa se presentaba desprovista de tejidos<br />
blandos, aunque algunas partes, especialmente las extremidades<br />
distales, aún conservaban cuero y otros tejidos (Tabla 2).<br />
Una alta proporción de huesos (74 %) están aún articulados.<br />
Algunos especímenes (25 %) además articulan (aunque no<br />
estén unidos por tejidos) o remontan con otros (algunos de ellos<br />
a su vez articulados). Muchos huesos (42 %) están<br />
fragmentados, aunque en el 60 % de estos casos los<br />
especímenes representan más de las 3/4 partes de un hueso<br />
completo y sólo 25 % representan menos de 1/4 parte. Algunas<br />
fracturas son atribuibles a la acción de carnívoros. <strong>Los</strong> niveles<br />
de meteorización son bajos: los 70 especímenes en que se pudo<br />
determinar corresponden a los estadios 0 (66 %) y 1 (34 %). No<br />
se registraron modificaciones atribuibles a roedor, si bien hay<br />
surcos, fracturas y otros daños de agente indeterminado.<br />
El 34 % de los especímenes presenta modificaciones óseas<br />
asignables a carnívoro, y en particular a puma. El ranking de<br />
partes dañadas de acuerdo a la cantidad de modificaciones por<br />
espécimen, encabezado por la pelvis y el cráneo, se presenta en<br />
la Tabla 3. Algunos huesos no presentan daño alguno, incluso a<br />
pesar de no estar cubiertos por tejidos. Debe tenerse en cuenta<br />
que no todos los huesos están representados en el conjunto<br />
(Tabla 2). No se registraron especímenes con corrosión<br />
digestiva que denoten haber sido ingeridos.<br />
Más allá de la cantidad de huesos mascados y de daños en<br />
ellos, la intensidad o grado de daño producido es en general<br />
muy marcada. Esto se nota especialmente en las vértebras<br />
cervicales y en el cráneo, consumido en una gran proporción en<br />
la región nasal y la cavidad craneana para penetrar hasta la masa<br />
encefálica, así como en la columna y la cintura pélvica (Fig. 4).<br />
<strong>Los</strong> daños más comunes son las marcas, con proporciones<br />
más o menos similares de surcos, perforaciones y poceado<br />
(Tabla 1). Las perforaciones varían entre 1.7 y 21 mm<br />
(dimensión máxima), con una distribución continua de tamaños<br />
y un promedio de 5.51 mm, una media acotada (excluyendo<br />
25 % datos inferiores y superiores) de 4.99 mm, una mediana de<br />
4.65 mm y una moda de 3.40 mm. Estas medidas incluyen<br />
también algunas perforaciones no muy definidas, por lo que el<br />
tamaño promedio de los dientes que las produjeron sería algo<br />
menor. Algunas tienen un borde levantado por el arrastre del